Ensayo final

Universidad del Valle Introducción a la filosofía antigua: ensayo final Santiago Cubillos Durán 2028893 - 3260 La senda

Views 101 Downloads 3 File size 222KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Universidad del Valle Introducción a la filosofía antigua: ensayo final Santiago Cubillos Durán 2028893 - 3260

La senda del filósofo ‘‘Buscamos por todas partes lo Absoluto y encontramos siempre sólo cosas’’. Novalis. Polen, frag.1. El pensamiento nunca es el mismo aun cuando en cada momento histórico se desarrolle uno. De aquí nace la dificultad de tratar de pensar algo que ya no está a la mano, pues no se posee más la sensibilidad de otra época. Entonces el retorno a la antigüedad es necesario si se quiere atender a la búsqueda de respuestas en torno a la Verdad, y para responder es más necesario abordar el pensamiento desde el cual se determinó a occidente metafísicamente, a saber, el pensamiento platónico. La pregunta es entonces: ¿Cuál esencia de la verdad determinada por Platón? Para intentar responder a tal pregunta tomaré bajo análisis La alegoría de la caverna ubicada en el libro VII de la República con el apoyo de La alegoría de la línea ubicada al final del libro VI del mismo diálogo1.

-I-

La obra inicia con la pregunta por la justicia y en su intento por responderla Platón se ocupa del origen del Estado y de cómo ha de ser en su forma ideal. En su tarea, uno de los temas que más hace eco es quién ha de ser el gobernante del Estado, pero no solo se ocupa de cómo ha de ser gobernada la polis, sino que también se ocupa de la educación de aquel individuo que la gobernará, el filósofo. Así, la República presenta el proyecto educativo de Platón que conduciría a la polis ideal en la que todos sus integrantes llevarían una vida plena. Este proyecto es un proyecto con fines políticos, se trata de una educación para la política.

En ocasiones anteriores Platón ha expuesto temas de su filosofía con razonamientos, pero eligió para esta ocasión una alegoría, una imagen (eikón). Es así porque el lenguaje

1

Sigo la versión de Martin Heidegger: La doctrina platónica de la verdad en Hitos. Madrid, Alianza, 2001. Para los pasajes del dialogo no correspondientes a la alegoría (514 a, 2 – 517 a, 7) utilizo la versión de Conrado Eggers Lan: Diálogos IV, República. Gredos, Madrid, 2008.

1

filosófico a veces no alcanza a expresar aquello que se piensa, pues una mera descripción del asunto no basta. Su intención es que con esa imagen aprehendamos plenamente lo que se nos presenta: ese momento clave en la formación del filósofo, su concepción de la realidad y de la verdad. Jaeger también observa la recurrencia de platón en el uso de alegorías para expresar metafóricamente algo de vital importancia en su pensamiento, un momento decisivo para su filosofía2. En consecuencia, Platón busca que llevemos a cabo con él la experiencia que nos narrará, que la ejecutemos y vivamos, pues con el lenguaje filosófico no se lograría.

La introducción a la alegoría nos muestra aquello en lo que consiste la imagen que se narrará y el ámbito en el cual se moverá aquello de lo que trata. El primer elemento es el ser del hombre, aquello de lo que trata la alegoría; el segundo y tercer elemento son polos opuestos, la paideía y la apaideusía. El ser del hombre es lo que importa en la alegoría y tal ser se mueve entre dos extremos que son posibilidades humanas. Es decir, la existencia humana, para Platón, resulta en un movimiento que va desde la apaideusía hasta la paideía. La alegoría presenta cuatro estadios en los que acaece el movimiento antes nombrado.

-II-

El primero de los estadios (514 a, 1 – 515 c, 3) presenta a unos hombres encadenados en el fondo de la caverna que han estado allí desde su infancia y que ni siquiera tienen la posibilidad de mirarse entre ellos, con excepción del fondo de la caverna. A sus espaldas hay un muro y un fuego en lo alto. Entre el fuego y el muro hay un camino por el que pasan unos individuos cargando sobre sí cosas de diversas formas. Algunos de ellos hablan y otros callan. La luz proyecta solo las sombras de las cosas cargadas debido a la altura del muro, y estas se proyectan al fondo de la caverna. Ese primer estadio muestra al hombre en su estado cotidiano, en su vida corriente que ha llevado desde la niñez, y en dicho estado el hombre vive dirigido a lo que se le presenta en lo inmediato.

El mundo para el hombre cavernario es el fondo de la morada subterránea, lo que allí acontece y la manera de acontecer. Como el encadenado no puede mover su cabeza, lo único que le es posible percibir con la mirada son las sombras proyectadas, pues toda su

2

Cf. Jaeger, W. Paideia. F.C.E., Madrid, 1990, p. 759.

2

vida ha visto sombras y nada más. Por lo que si en ese pasar de las cosas uno de los que las cargan hablase, el encadenado pensaría que es la sombra la que emite ese sonido. Es decir, incluso el lenguaje en el fondo de la caverna es un lenguaje de sombras.

Tenemos aquí varios elementos determinantes para interpretar el primer estadio: las sombras, la vista (de los encadenados) y lo que hace posible las sombras, la luz del fuego. Primero que todo tenemos sombras: lo propio de ellas es su fugacidad, su inconsistencia debido a la luz del fuego, su cambio. Las sombras no son nada en sí, pues son justamente la interferencia de algo ante la luz. Es decir, las sombras proyectadas en el fondo de la caverna tienen un carácter de realidad ínfimo. El segundo elemento en este estadio es la vista, pues es el sentido por excelencia y con el cual los griegos representan la percepción en general. La vista es aquello que les permite a los seres humanos ver el mundo, saber de él y orientarse en él.

El tercer elemento es la luz del fuego, pues tiene una característica muy importante: por ser luz de fuego no es una luz fuerte, no es una luz que permita ver a plenitud lo que hay en frente. Ahora bien, la luz es lo que permite que lo que hay (el ente, las cosas) se muestre en su aspecto tal como es en sí (Aspecto en griego es eidos, idea). Por lo que el aspecto no es mera apariencia, sino hacerse presente en la luz como lo que es; la idea es lo que permanece constante ante el cambio, es lo que se presenta como permanente, esto es, como permanente presencia; y el aspecto, que participa de ella, constituye el rasgo fundamental del ente3. En otras palabras, la idea es el ser del ente.

En este primer estadio las sombras son lo más lejano de lo real, de la idea. En esta confusión los encadenados no distinguen lo real de lo irreal, pues viven atrapados en el mundo de las sombras. Su conocimiento (gnosis), no es propiamente científico (episteme). Entonces, ese saber que los encadenados poseen, al estar basado en lo ‘‘irreal’’ y meramente aparente, en lo cambiante, en lo no permanente y no seguro, es un saber contingente, un saber que no tiene un fundamento firme, una pura opinión (doxa).

3

Cf. Betancourt D, W. Del logos al Eidos. El origen de la razón en Grecia. Universidad del Valle, Cali, 1992, p. 104 y 109.

3

En la Alegoría de la línea4 Platón narra la forma en la cual se da el conocimiento. La parte más baja de la línea corresponde al conocimiento de las imágenes (eikónes), de las apariencias y de las sombras. El saber que surge de tales cosas es la conjetura (eukasía), y el saber que les corresponde es la creencia (pístis). La doxa tiene su fundamento en estas dos formas de saber, eukasía y pístis. Entonces, el propósito del conocimiento, en tanto que conocimiento verdadero (epistémico) que capta lo permanente de los fenómenos, consiste en asegurar la existencia del hombre en el mundo constantemente cambiante. Como el saber de los hombres cavernarios es un saber puramente de opinión, su existencia corre constantemente peligro al no tener ningún asidero. El segundo estadio (515 c, 4 – 515 e, 5) narra la liberación de uno de los encadenados dentro de la caverna. Uno de los hombres pierde sus cadenas, pudiendo girar el cuello y se le obliga a dirigir la mirada al fuego, a su luz. En tal mirar, dice Platón, hay una cura de su falta de discernimiento. Ese mirar el fuego es algo doloroso y la luz ciega, impidiéndole ver las cosas cuyas sombras era lo que veía antes. Entonces, debido a que la luz lo ciega, a que no reconoce nada de lo que tiene al frente y que esta situación le causa dolor, el liberado prefiere regresar al fondo de la caverna donde sí puede contemplar lo que hay allí, pues considera que es más claro que lo últimamente mostrado.

Tenemos más elementos para la interpretación de la verdad: el ente se muestra directamente en su aspecto, no ve ya el liberado solo sombras, sino entes concretos al estar más cerca de ellos. Empecemos por el ente. Al estar más cerca de las cosas cuyas sombras era lo que veía antes, el liberado está más cerca de lo real. Es decir, el ente ahora se muestra bajo la luz de un eidos más o menos determinado y constante, no como las sombras. Este eidos que ahora se muestra es mucho más real que las sombras porque el ente esta bajo la luz constante en tanto participa mucho mejor de la idea. El segundo elemento es la verdad. Lo que se muestra en la luz tiene el carácter de lo desoculto (alethés). Así el ente en este estadio puede ser visto tal como es, pues el eidos del ente que se ve a la luz del fuego se presenta mejor.

El tercer elemento es la libertad. El liberado puede mover su cuello y marchar hacia las cosas y el fuego. Él puede moverse con más soltura por el mundo, pues ya no está limitado y determinado a aquello que aparece en el fondo de la caverna. El mejor desenvolvimiento 4

República. 509 d, 1 – 511 e, 5,

4

en el mundo tiene fundamento en la pérdida de las cadenas, pues al perderlas el hombre no solo puede mirar con cierto grado las cosas, sino que puede girar del todo y dirigirse a ellas. Así, lo que gira es el alma del hombre (psyché), pues si no lo hiciese no podría ver las cosas plenamente y dirigirse hacia ellas. Este proceso es lo que atañe al ser del hombre, sin embargo, el liberado seguirá creyendo que su mundo y lo que allí acontece es más real y verdadero que lo que se le ha mostrado, porque por fuera de ese mundo no se siente nada como en casa. En el tercer estadio (515 e, 5 – 516 e, 2) ocurre la autentica liberación del hombre cavernario. Según la imagen, él sería arrastrado con violencia por la escarpada salida de la caverna y sería llevado hasta afuera, hacia la luz del sol. Necesitaría algún tiempo para acostumbrar los ojos a la luz. Primero miraría sombras y reflejos de los entes en el agua, luego observaría los entes mismos. Después miraría el cielo, a la noche y por último al sol y su luz directamente. Llegaría a la conclusión de que el sol es la causa de las estaciones del año, de que pueda ver lo que hay, del crecimiento de las plantas e incluso de lo que hay en la caverna. En el fondo de la caverna, los hombres encadenados hacen concursos para ver quien es el mejor conocedor de lo que pasa al frente suyo. El desencadenado reacciona ante esa situación y preferiría otro destino a tener que estar sentado entre ellos.

Antes de analizar este estadio considero importante detenerme brevemente en lo descrito al final del libro VI en la alegoría de la línea, en cuanto que allí se expresa algo de radical importancia acerca de la mirada. Como sabemos la vista es el sentido más importante para los griegos en tanto que permite aprehender mejor el mundo, es decir, permite conocer más. Ahora bien, la línea está dividida en dos partes, una corresponde al mundo visible, a nuestro mundo, al mundo de las sombras, mientras que la otra parte corresponde al mundo de las ideas, a aquello que solo puede ser percibido por medio del intelecto (nous). Con la alegoría de la línea Platón nos muestra los tipos de conocimiento (sensible y suprasensible) que hay en el alma, siendo lo más verdadero el conocimiento intelectivo. En la imagen se nos muestra que ambas formas de conocer son maneras de mirar, de ver los entes. Pero el mirar los entes del mundo de las apariencias se hace con los ojos, es un ver de las cosas visibles que hay en este mundo, por lo que las cosas que hay en el mundo inteligible son vistas pero no con los ojos del cuerpo, sino con los ojos del

5

alma5. Así lo dice Platón: ‘‘Y de aquellas cosas decimos que son vistas pero no pensadas, mientras que, por su parte, las ideas son pensadas, pero no vistas’’6

El liberado, al salir de la caverna, puede contemplar lo que hay fuera de ella y entre eso se incluye al sol. En su interpretación (517 a, 8 – 518 d, 7) y también en el final del libro VI, Platón nos dice que el sol representa la idea del bien. Ahora bien, el ascenso descrito en la imagen corresponde a la elevación del alma del filosofo desde el mundo sensible hacia el inteligible. Por lo que en el mundo de lo inteligible el alma contempla las ideas, aquello de lo que todos los entes participan para llegar a ser. Así, al estar en lo más elevado, él se dará cuenta de que la idea suprema es aquello que ‘‘aporta verdad a las cosas cognoscibles y otorga al que conoce el poder del conocer’’7. En el cuarto estadio (516 e, 3 – 517 a, 6) el liberado, después de haber contemplado la idea del Bien, regresa al fondo de la caverna para estar con los suyos. En ese regreso sus ojos se nublan debido a la poca luz de la caverna y debe acostumbrar sus ojos nuevamente. Una vez suceda esto podrá ver las cosas más adecuadamente que antes, pero si conversara con sus pares ellos lo tomarían por tonto, y podrían matarlo si tratase de liberarlos para que vieran el exterior de la caverna como él lo ha hecho

El liberado que contempla el Bien es el filósofo, pero él no puede, así lo quiera, permanecer en el mundo inteligible porque a fin de cuentas su mundo es el sensible; allí es donde concreta su existencia, pues la educación del filósofo tiene como propósito principal el bienestar de la polis. Ahora bien, en los libros II y III de la República Platón se ocupa de cómo ha de ser la educación. Esta tiene un doble propósito: en primer lugar, educar a la comunidad y, en segundo lugar, la educación del filósofo. Si lo que a él le corresponde es llegar a contemplar el Bien, entonces ¿por qué ha de regresar al fondo de la caverna? Porque debe guiar a la polis a su mejor posibilidad. Es decir, el filósofo baja en una doble condición. Como regente porque sabe cómo ha de ser gobernado el Estado para que sea justo, y como educador porque educar es llevar al hombre a lo mejor de sí acorde a su naturaleza, según Platón.

5

República. 533 d, 2. República. 507 b, 9 – 10. 7 República. 508 e, 1 – 2. 6

6

El filósofo sabe lo que es mejor para cada individuo y cómo potenciar aquello para lo que cada uno es más apto, pues sabe cómo educar. Es decir, además de educar a la comunidad, busca educar al gobernante para que sea el mejor, pues ha de llevar la polis a su areté: La justicia. El gobernante gobierna, el filósofo educa ¿Es entonces el filosofo rey o educador? ¿Qué es lo que le corresponde, educar la polis o regir la polis? O ¿Es que acaso el filósofo en su gobernar educa? Platón nos dice que al filósofo le corresponde participar tanto en filosofía como en política, además de cuidar de los demás8.

Lo que él nos muestra con todo esto es su propósito: Una polis justa. Esta es posible al contemplar la idea del Bien. El filosofo tendrá que mirar la sabiduría que es necesaria para obrar de la mejor manera tanto en público como en privado 9. Es decir, el filósofo sabrá lo que es bueno en cada caso y por eso debe gobernar, para llevar a los ciudadanos de la polis a una vida buena. Ahora bien, esta vida buena depende del saber, del conocimiento de lo real, de lo siempre permanente y verdadero. Entonces ¿Cómo se da tal conocimiento? Es decir ¿Cómo es que el filósofo aprehende eso que ante él se ha desocultado y se muestra en su aspecto tal y como es en sí, que le permitirá llevar la polís a su más alta posibilidad y que todos sus integrantes lleven una vida plena?

Justo al inicio del segundo estadio se afirma que el liberado será curado de su falta de discernimiento (aphrosyne). Esta es lo opuesto a la prudencia (phrónesis). Ahora bien, phrónesis es uno de los nombres que Platón asigna al conocimiento verdadero que consiste en mirar en torno, al mundo, y al interior, a sí mismo. Con esta curación de la falta del discernimiento el liberado será capaz de aprehender lo real y lo verdadero. Para lograrlo la mirada debe dirigirse hacia lo ente y ver rectamente. Ella se debe adecuar a lo que es visto. Entonces, entre la vista y lo visto hay una congruencia, una adecuación (homoíosis). Es decir, que la verdad en tanto que rectitud de la mirada y adecuación es gradual. Por lo tanto, para Platón la verdad adquiere sentido en la adecuación del pensamiento con el ente. Este es el nuevo sentido de la verdad.

Esta adecuación y rectitud de la mirada es lo que permite el conocimiento verdadero de lo que puede ser cognoscible. El conocimiento, anotamos ya, es aquello en lo cual es posible salvaguardar la existencia del hombre. La existencia solamente puede estar a salvo

8 9

República. 520 a, 10 – c, 8. República. 517 c, 3 – 5.

7

en pleno aseguramiento de lo que se presenta en el mundo, los fenómenos. Con el conocimiento se asegura el ser del hombre. y este aseguramiento basado en el conocimiento es posible solamente en la medida en la que el hombre adecua su mirada. En el adecuar su mirada acaece lo que platón llama paideía, dado que para adecuarla el hombre primero debe girar todo su cuerpo, dejando de mirar las sombras y dirigiéndose ahora al ente. Debe haber un cambio total de lo que gira en el giro. Este giro y corrección de la mirada es el proceso descrito en la alegoría: ‘‘La verdadera educación consiste en despertar los dotes que dormitan en el alma. Pone funciones en el órgano por medio del cual se aprende y se comprende; y, reteniendo la metáfora del ojo y de la capacidad de la visión, podríamos decir que la cultura del hombre consiste en volver certeramente el alma hacia la fuente de la luz, del conocimiento’’10.

Bibliografía: Betancourt, W. (1992). Del Logos al Eidos. El origen de la Razón en Grecia. (C. Editorial, Ed.) Santiago de Cali, Colombia: Universidad del Valle. Heidegger, M. (2001). Hitos. La doctrina platónica de la verdad. (H. Cortés, & A. Leyte, Edits.) Madrid, España: Alianza. Jaeger, W. (2001). Paideia: Los ideales de la cultura griega (Vol. 3). (J. Xiral, Trad.) México: Fondo de Cultura Económica. Platón. (2008). República. (C. E. Lan, Ed., & C. E. Lan, Trad.) Madrid, España: Gredos.

10

Jaeger, W. Op. cit., p 696.

8