Facultad De Derecho Y Ciencias Politicas Escuela Profesional De Derecho

“Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional” UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS

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“Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional”

UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

TEMA: “EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL ORGANIZACIÓN Y FUNCIONES” INTEGRANTES:

COSSIO LAUPA, ROSARIO PALOMINO VILCHEZ, DIEGO ROGGER RODRIGUEZ GUERRA, GIUSEP

DOCENTE:

DR. ROBLES ROSALES, WALTER MAURICIO

CURSO:

DERECHO CONSTITUCIONAL

TURNO:

TC

2018 1

DEDICATORIA

A nuestros padres por su incondicional apoyo y cariño, y a nuestro maestro que son guías en el largo camino hacia el aprendizaje, y que gracias a ellos logramos cumplir el gran sueño de seguir nuestra vocación.

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INDICE I.

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 4

II.

MARCO TEORICO ............................................................................................................................. 5

III. CONCLUSIONES .............................................................................................................................. 15 IV. REFERENCIAS ................................................................................... Error! Bookmark not defined.6

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I.

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene por objeto y finalidad desarrollar, comprender, estudiar la función y la organización atribuidas a este Tribunal Constitucional que para ello este trabajo recaerá en la previa necesidad de explicar algunas otras atribuciones de este órgano autónomo de nuestro Estado. A lo largo de los años en el desarrollo de la humanidad por conseguir reforzar una actitud democrática, ha tenido como una manifestación necesaria la de incluir este organismo en una gran diversidad de países, que nace a raíz de carencias o problemas en gobiernos que débilmente respetaron los Derechos Fundamentales de la persona humana, ya que un organismo como este tendría, en sus inicios, como fin el control de la Constitución y la defensa de los Derechos Humanos a través de determinadas atribuciones o acciones. Entre los primeros en adoptarlos tendríamos como ejemplo a España en 1931, Italia en 1948 y Alemania en 1949 que habrían culminado una etapa dura en el desarrollo de su historia, así como también sucedió en el Perú en su aparición en 1979 siendo el primer país en Latinoamérica en adoptar una institución de esta naturaleza. En nuestro país dicha institución

protagonista de controversiales, polémicas, erradas y

acertadas sentencias tiene como sede oficial la ciudad de Arequipa ubicada al sur del país. El Tribunal Constitucional es el atribuido de ser el órgano supremo de interpretación y control de la constitucionalidad. Es autónomo e independiente, porque en el ejercicio de sus atribuciones no depende de ningún órgano constitucional. Se encuentra sometido únicamente a la carta magna, es decir, la Constitución y a su Ley Orgánica - Ley Nº 28301. Siendo también este organismo ha sido objeto de dos de sus más notadas modificaciones a partir de su implementación en la jurisdicción bajo el nombre de Tribunal de Garantías Constitucionales en 1980, para posteriormente sufrir el cambia producto del régimen dictatorial de Alberto Fujimori en la década de los noventa, específicamente 1996, al recibir entre unos de sus cambios al título de Tribunal Constitucional. Brindando así una breve introducción sobre el tema a tratar, procederemos a indicar los puntos esenciales que llevaran una coherencia de manera secuenciada a fin de una mejor comprensión que es de vital importancia para el desarrollo de esta área conocida como Derecho Constitucional.

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II.

MARCO TEORICO

2.1) DEFINICION El Tribunal Constitucional es el órgano supremo de interpretación y control de la constitucionalidad. Es autónomo e independiente, porque en el ejercicio de sus atribuciones no depende de ningún órgano constitucional. Se encuentra sometido sólo a la Constitución y a su Ley Orgánica - Ley Nº 28301. Al Tribunal Constitucional se le ha confiado la defensa del principio de supremacía constitucional, es decir, como supremo intérprete de la Constitución, cuida que las leyes, los órganos del Estado y los particulares, no vulneren lo dispuesto por ella. Interviene para restablecer el respeto de la Constitución en general y de los derechos constitucionales en particular. El Tribunal se compone de siete miembros elegidos por el Congreso de la República por un período de cinco años. No hay reelección inmediata. De acuerdo al modelo kelseniano, el Tribunal Constitucional actúa como un legislador negativo, pues carece de la facultad de crear leyes, pero en el caso de que entienda que una de las promulgadas vulnera lo dispuesto en la Constitución, tiene poder para expulsarla del ordenamiento jurídico, derogándola total o parcialmente. Teorías más recientes, sostienen que la tarea del Tribunal Constitucional es ejercer una función jurisdiccional, resolviendo conflictos de carácter constitucional, que puede incluye la revisión de la actuación del poder legislativo, la protección de los derechos fundamentales y la distribución de competencias entre los poderes constituidos. En el Perú el Tribunal Constitucional es el Órgano de control de la constitucionalidad, es autónomo e independiente. (Art. 202° de la Constitución Política del Perú, Art. 1° Ley Orgánica del Tribunal Constitucional N° 28301)Lo cual significa que al Tribunal Constitucional se le ha confiado la defensa del principio de supremo constitucional, contra las leyes o actos de los órganos del Estado que pretendiesen socavarlo; interviene para restablecer el respeto a la Constitución en general y de los derechos constitucionales en particular la misma que ejerce fundamentalmente a través de las acciones de inconstitucionalidad, pero además, a través de los recursos extraordinarios en procesos de habeas corpus, amparo, habeas data y acción de cumplimiento, y, a través de los conflictos de competencia y de atribuciones.

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2.2) ORIGEN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL Los Tribunales y Cortes Constitucionales existen hoy en día en caso toda América Latina, Europa, Asía y África; sin embargo, sus orígenes se remontan al siglo XX después de la primera guerra mundial, razón por la cual se dice que el Tribunal Constitucional es el producto de la tradición jurídica europea. Si bien el nacimiento del Tribunal Constitucional como institución se produjo en Checoslovaquia y en Austria en 1920, habría sido Hans Kelsen quien presentó su Proyecto de creación del Tribunal Constitucional Austriaco de 1918, siendo aprobado por la Asamblea Nacional Provisional de 1919, e incluido en la Constitución Austriaca de octubre de 1920 como anteriormente habríamos indicado, algún sector de la doctrina considera que su verdadero origen se remonta todavía al denominado jury constitutionnaire de Inmanuel Sieyés, quien en su época ya había teorizado el rango prioritario de la Constitución respecto de las demás fuentes del derecho, así como la forma de garantizar su supremacía a través de un órgano defensor. En cuanto a su nombre, no fue tomado de su matriz originaria austriaca de 1920, sino del modelo republicano español de 1931, a través del denominado Tribunal de Garantías Constitucionales. Posteriormente se crearía el Tribunal Constitucional italiano en 1948, el Tribunal Constitucional alemán en 1949, el turco en 1961 y el yugoslavo en 1963. A lo que hay que agregar la creación del Consejo Constitucional francés en 1959, el Tribunal Constitucional portugués en 1976, el Tribunal Especial Superior griego de 1975 y el Tribunal de Arbitraje belga de 1983, y más recientemente los Tribunales Constitucionales de Polonia en 1985, Hungría en 1989 y Bulgaria en 1991. En Latinoamérica, el primer país que incorporó un Tribunal Constitucional fue el Perú en 1979, seguido de Chile en 1980, El Salvador en 1982, Costa Rica en 1989 a través de una Sala Constitucional en la Corte Suprema, Colombia instauró una Corte Constitucional en 1991, Paraguay creó una Sala Constitucional en 1992, al igual que Nicaragua en 1995, Bolivia creó un Tribunal en 1994, México ese mismo año, Ecuador en 1998. Venezuela en 1999 y también Honduras en el 2001. Respecto a la causa de su creación se advierte que la introducción del Tribunal Constitucional en Europa se debió fundamentalmente a que fue una solución para superar la soberanía del parlamento y accesoriamente para solucionar otro tipo de problemas, como los conflictos entre los Estados de una Federación, el enjuiciamiento de los altos funcionarios públicos, el control de constitucionalidad de las leyes, etc.

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Sin embargo, la creación de Tribunales Constitucionales no se extendió de inmediato a la totalidad de los países con Constitución escrita, sino que su adopción se fue dando paulatinamente, pues en un inicio se consideraba que su creación constituía una “anomalía histórica”, que no fue otra cosa que la transición a la democracia de determinados países europeos. Por esta razón Pérez Royo señala que el Tribunal Constitucional no se creó en todos los países de Europa, sino únicamente en aquellos que tuvieron dificultades para transitar del Estado liberal del siglo XIX al Estado democrático del siglo XX, como Austria, Alemania, Italia, Portugal y España Ha sido el tiempo el que ha propiciado la apertura de los países para adoptar en sus Constituciones la jurisdicción constitucional y con ello la existencia de un Tribunal o Corte Constitucional. En nuestro país el Tribunal Constitucional tuvo su origen con la Constitución de 1979 con el denominado Tribunal de Garantías Constitucionales (TGC), pero, a diferencia de lo acontecido en Europa, donde tuvo una trayectoria definida, en el Perú el TGC fue concebido como un organismo que iba a poner coto a la ineficacia del Poder Judicial. Así se advierte de los debates de la Asamblea Constituyente de 1978. En esa época el Perú venía de un gobierno militar populista de 12 años, iniciado por el General Velasco Alvarado, que se caracterizó por una serie de atropellos. Precisamente, para contrarrestar dicho exceso de poder, se consideró que el Poder Judicial no había sabido resistir frente a los excesos de un gobierno de facto; en consecuencia, lo que quedaba por hacer era crear un Tribunal independiente. Ese fue el objetivo de la Asamblea Constituyente de 1978: crear un organismo que supliese las deficiencias que tenía el Poder Judicial en aquel momento. Fue Javier Valle Riestra, quien trajo el modelo de España, luego de haber vivido largos años de exilio en ese país, desempeñándose como abogado en Madrid. La idea fundamental del mencionado jurista fue crear un poder al lado del aparato judicial, un ente no burocratiza ni profesionalizado, que tuviera a su cargo el control de la Constitución y la defensa de los Derechos Humanos a través de determinadas atribuciones (García, 1988, pp. 113 – 115), sin embargo, como veremos más adelante, la Asamblea Constituyente de 1978 no recogió todas las propuestas de Valle Riestra. Finalmente, la Asamblea Constituyente de 1978 aprobó la Constitución de 1979, creando el Tribunal de Garantías Constitucionales, cuyo periodo de vigencia comprendió entre el 19 de noviembre de 1982, fecha en que se produjo su instalación, hasta el 05 de abril de 1992, fecha en que fue desactivado a raíz del autogolpe del entonces Presidente de la República Alberto Fujimori. Instaurado el gobierno de facto en 1992, Alberto Fujimori promovió la elaboración de una nueva carta constitucional, logrando la aprobación y posterior ratificación, vía referéndum, de la actual Constitución de 1993. En ella se ha mantenido en esencia el modelo de la Constitución de 1979, con algunas diferencias, que incluyen el cambio de nombre del

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Tribunal de Garantías Constitucionales por el de Tribunal Constitucional, la reducción del número de magistrados, y el aumento de competencias a este ente de control, como veremos más adelante.

2.3) FINALIDAD DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

Desde la creación del Tribunal Constitucional austriaco en 1920, hasta nuestros días, se ha concebido que los Tribunales Constitucionales han sido creados con una específica finalidad: la de defensa de la Constitución y la protección de los derechos fundamentales de las personas. La misión principal de los Tribunales o Cortes Constitucionales es la defensa de la Constitución, pues una Constitución a la que le falta la garantía de anulabilidad de los actos inconstitucionales no es plenamente obligatoria; sin embargo, esta garantía de defensa de la Constitución no existe sino cuando el control de constitucionalidad lo ejerce un órgano diferente e independiente (órgano constituido) de aquel que produjo la norma constitucional (órgano constituyente). La segunda misión de los Tribunales Constitucionales es la defensa de los derechos fundamentales de la persona o también conocidos como Derechos Humanos, no sólo a través del reconocimiento de un amplio catálogo de derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, sino a través de la adopción de mecanismos de protección, es decir los diversas acciones de naturaleza constitucional que puede realizar, como los procesos constitucionales de amparo, cumplimiento, habeas data y habeas corpus. A lo anterior habría que agregar que los Tribunales Constitucionales tienen por misión controlar el ejercicio del poder del Estado, por lo que con consideradas como verdaderas instituciones defensoras del régimen constitucional democrático de cada país.

2.4)

NATURALEZA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL PERUANO En cuanto a la naturaleza del Tribunal Constitucional existen varias teorías: hay quienes

consideran como un órgano estrictamente judicial o jurisdiccional, hoy otros que afirman su naturaleza política con cierto cariz legislativo, y unos pocos le otorgan una naturaleza administrativa. En el caso peruano, vemos que desde la creación del Tribunal de Garantías Constitucionales con la Constitución de 1979, hasta el actual Tribunal Constitucional por la Constitución de 1993, este organismo se ha ido perfilando en el tiempo, dotándole de una serie de características y funciones que la identifican y que estructuran su naturaleza. En primer lugar,

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se señala que es el supremo órgano de control e interpretación de constitucionalidad, por cuya razón se le considera un poder constituyente constituido, pues se encarga de declarar y establecer el contenido de los valores, principios y normas contenidos en la Constitución (acción hermenéutica e integradora). En segundo lugar, se señala que es autónomo e independiente, porque en el ejercicio de sus funciones y atribuciones no depende de ningún órgano constitucional, ya que se encuentra sometido sólo a la Constitución y a su Ley Orgánica - Ley Nº 28301. En tercer lugar, se dice que el Tribunal Constitucional cumple una función de racionalizar el ejercicio del poder público y privado, pues vela por el respeto y la protección de los derechos fundamentales de las personas naturales y jurídicas. En cuarto lugar, se dice que cumple el deber de integrar los vacíos normativos, de conformidad con el artículo 45 de la Constitución, por lo que tiene una función normativa. Y en quinto lugar, se señala que el Tribunal Constitucional cumple una función de componedor de conflictos sociales. Según Javier Pérez Royo, las características de los tribunales constitucionales serían las siguientes. 1) Es un órgano único, en el que se concreta la interpretación definitiva y vinculante de la Constitución.

2) Es un órgano jurisdiccional, aunque no integrado en el Poder Judicial. 3) Su competencia básica consiste en el control constitucional de las leyes. 4) Sus competencias adicionales van en la misma dirección: protección de los derechos fundamentales, protección de la distribución territorial del poder y, protección de la división de poderes. De lo antes dicho, se puede ver que el Tribunal Constitucional no puede ser comprendido únicamente a partir de las funciones normativas que el artículo 204° de la Constitución le asigna, ni del régimen jurídico-constitucional que lo regula; pues estos aspectos resultan insuficientes para comprender su rol en el proceso histórico, social y político; por lo tanto, resulta indispensable analizar el papel que este órgano desempeña dentro de un Estado social de derecho. En efecto, si verificamos la Constitución peruana de 1993 veremos que el Tribunal Constitucional tiene una particular posición en el esquema constitucional de división y separación de poderes que lo ubica como supremo guardián e intérprete de la Constitución; sin embargo, su naturaleza y carácter no se agota en esta función, pues no sólo se le ha confiado la defensa del principio de supremacía constitucional, sino de los derechos constitucionales en particular. En ese sentido, se puede señalar que su naturaleza es “compleja”, en tanto que puede ser caracterizado como órgano

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constitucional y como órgano jurisdiccional. Incluso algunos autores le han otorgado una naturaleza de órgano político (Landa, 2011, p.16).

2.5)

ORGANIZACIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

El italiano Santi Romano, seguidor de las doctrinas alemanas, señala que los órganos constitucionales son aquellos cuyo estatuto jurídico está en la Constitución. En ese mismo sentido, Caballero Ochoa señala que los órganos constitucionales se caracterizan porque “son creados de manera expresa por el poder constituyente en la Constitución; son órganos técnicos altamente especializados; son independientes funcionalmente de los poderes del Estado; los titulares son elegidos o designados por los poderes públicos o residualmente por gremios o entidades privadas; gozan de autonomía administrativa, presupuestal y normativa, básicamente; los titulares gozan de prerrogativas e inmunidades para la determinación de sus responsabilidades; sostiene con los poderes y gobiernos descentralizados relaciones de coordinación; y, son entidades públicas con competencias de cobertura nacional. César Landa señala por su parte que, los órganos constitucionales cuentan con una configuración que les viene dada directamente por la propia Constitución, y cuyo reconocimiento no se limita a la simple mención de sus funciones o competencias, sino que en muchos casos la propia norma fundamental establece su composición, estructura, funciones, entre otros. En otras palabras, reciben de la Constitución todos los atributos esenciales de su condición y posición en el sistema constitucional. Sin embargo, esto no impide que el legislador pueda completar, a través de su ley orgánica, los elementos no esenciales o complementarios, y en muchos casos, estos órganos constitucionales están en la capacidad de emitir sus propias normas para regularse. Es decir, tienen capacidad auto normativa, tal como lo señala Hans Nawiasky, quien recuerda que los órganos constitucionales tienen un radio de acción exterior conformado por sus competencias y capacidades, y un radio de acción interior que se basa en la autonomía normativa, en la capacidad auto normativa y en la autonomía funciona De lo antes expuesto, podemos encontrar los siguientes elementos definitorios de los órganos constituciones: 1) Son creados directamente por la Constitución 2) No responden a una división funcional de poderes. 3) No están jerarquizados, es decir, no prevalecen unos a otros. 4) Son independientes unos de otros. 5) Tienen funciones y competencias de cobertura nacional 6) Tienen autonomía normativa y autonomía funcional.

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El artículo 201° de la Constitución peruana de 1993 regula el Estatuto de los magistrados del Tribunal Constitucional, y los artículos del 8° al 19° de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional lo desarrollan. A partir de las normas citadas se efectuará el siguiente análisis. El artículo constitucional mencionado establece que el TC se compone de siete miembros elegidos por el Congreso de la República, por cinco años, sin reelección inmediata. Lo que supone que un magistrado puede volver a ser elegido luego de transcurridos cinco años desde que deja el cargo, situación que hasta el momento no ha sucedido en el Perú. El artículo 8° de la LOTC les otorga el título de magistrados del Tribunal Constitucional. El número de siete magistrados fue propuesto por el congresista Antero Flórez Aráoz en el Congreso Constituyente Democrático de 1993 y, como se consigna en el punto primero del presente trabajo, la razón principal para dicho número fue que era superior a la tradicional composición de las salas de la Corte Suprema que están integradas por cinco jueces cada una. En esa línea, debe destacarse que la jurisprudencia del TC ha consagrado que el pleno del TC (siete magistrados), y no las salas del TC (tres magistrados), sea el que juzgue en última instancia las demandas de amparo o habeas corpus, contra las resoluciones de las diferentes salas de la Corte Suprema de la República, que son denegadas por las salas civiles, penales o constitucionales de las cortes superiores. En relación a la duración del mandato de los magistrados, debe recordarse que los constituyentes de 1993, al principio, eran reacios a reinstaurar el Tribunal Constitucional. Consideraban que tenía mucho poder, razón por la cual, cuando aceptaron reinstaurar el TC, decidieron que sus magistrados tendrían un mandato similar al de los congresistas, de cinco años, sin derecho a reelección con el fin de restringir dicho poder. Sin embargo, el actual mandato no es suficiente para un adecuado ejercicio de la función, pues la tarea de un tribunal constitucional requiere estabilidad y períodos largos para consolidar la jurisprudencia constitucional. (DOMINIQUE ROUSSEAU, ob. Cit., pág.39) […] un mandato corto podría hacer depender a los jueces de la evaluación del juego electoral y propiciar una composición de los Tribunales similar a la de los órganos titulares del poder de nominación; los cambios frecuentes de jueces tienden a frenar la construcción y la gestión de las jurisprudencias, y en consecuencia a menoscabar la autoridad de los jueces. Por otro lado, un mandato demasiado largo y más aún si es vitalicio puede conducir a los Tribunales a distanciarse de la evolución seguida por la sociedad. El artículo 201° de la Constitución también dispone que para ser miembro del Tribunal Constitucional se exigen los mismos requisitos que para ser vocal de la Corte Suprema establecidos por el artículo 147° de la Constitución: 1) Ser peruano de nacimiento 2) Ser ciudadano en ejercicio

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3) Ser mayor de cuarenta y cinco años 4) Haber sido Magistrado de la Corte Suprema o Fiscal Supremo, o Magistrado Superior o Fiscal Superior durante diez años, o haber ejercido la abogacía o cátedra universitaria en materia jurídica durante quince años. Sobre estos requisitos formales, en la actualidad, no hay muchas críticas ya que son los mismos que se requieren para ser magistrado de la Corte Suprema. Sin embargo, en relación a la edad, algunos consideran que la edad mínima para ser elegido magistrado del TC debe ser mayor a 50, 55 o 60 años de edad,231 y otros, en cambio, postulan en reducirla a 35.Los 45 años son el requisito mínimo y nada impide que los congresistas elijan a personas de mayor edad como de hecho ha ocurrido en las sucesivas renovaciones del TC; por ello, se considera que la edad mínima debe mantenerse. Por lo demás, es importante que haya una pluralidad de edades a fin de enriquecer el debate al interior del TC, y la elección debe hacerse en función de los méritos y no solo obedeciendo a los requisitos de la edad. Debe tenerse presente que, en el caso del Perú, la Constitución de 1979 disponía que para ser magistrado del antiguo Tribunal de Garantías Constitucionales se requería tener, además de los mismos requisitos de vocal supremo, probada ejecutoria democrática y en defensa de los derechos humanos. Este requisito de orden material tiene su justificación en el Perú donde los gobiernos dictatoriales han abundado durante el último siglo. Los requisitos formales para ser elegido magistrado constitucional son necesarios, pero no suficientes. Los ejemplos mencionados ponen énfasis en los llamados requisitos materiales o en las cualidades personales y profesionales para tan alto cargo que, en rigor, son más importantes que los requisitos de la edad y de los años de ejercicio de la profesión. Los requisitos materiales pueden resumirse en los siguientes:

1) Reconocida competencia jurídica 2) Integridad personal 3) Elevada reputación 4) Probada ejecutoria democrática y en defensa de los derechos humanos. Considerando las funciones que tiene el Tribunal Constitucional, sus miembros deben ser juristas de primer nivel que puedan desarrollar de manera independiente e imparcial tan altas obligaciones. Alexis de Tocqueville, La democracia en América,1987,pág.147,” «Los jueces federales no deben, pues, solamente, ser buenos ciudadanos hombres instruidos y probos, cualidades necesarias a todos los magistrados, es

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preciso encontrar en ellos a verdaderos hombres de Estado; es necesario que sepan discernir el espíritu de su tiempo, afrontar los obstáculos que se pueden vencer, y apartarse de la corriente cuando el oleaje amenaza arrebatar junto con ellos la soberanía de la Unión y la obediencia debida a sus leyes».

El Congreso de la República debería considerar estos criterios o requisitos materiales al momento de seleccionar y elegir a los magistrados constitucionales con el fin de fortalecer nuestro sistema constitucional y democrático. La misma disposición (art. 201° de la Constitución) establece que no pueden ser elegidos magistrados del Tribunal Constitucional los jueces o fiscales que no han dejado el cargo con un año de anticipación. Esta norma impide que magistrados en actividad del Poder Judicial o del Ministerio Público sean magistrados del TC. La norma exige la renuncia al puesto. Es muy difícil que un magistrado de carrera deje su puesto para tentar ser elegido por el Congreso de la República en una elección política. Hasta ahora no se ha presentado el caso. Cosa distinta ocurre en España, donde los jueces y fiscales electos pasan a la situación de servicios especiales que, en el caso de Perú, sería la licencia. El artículo 12° de la LOTC desarrolla los impedimentos para ser elegido magistrado del TC: Artículo 12.- No pueden ser elegidos miembros del Tribunal: 1) Los Magistrados del Poder Judicial o del Ministerio Público que hayan sido objeto de separación o destitución por medida disciplinaria. 2) Los abogados que han sido inhabilitados por sentencia judicial o por resolución del Congreso de la República. 3) Los que han sido condenados o que se encuentran siendo procesados por delito doloso. 4) Los que han sido declarados en estado de insolvencia o de quiebra. 5) Los que han ejercido cargos políticos o de confianza en gobiernos de facto. El artículo 201° de la Constitución dispone que los miembros del Tribunal Constitucional son elegidos por el Congreso de la República con el voto favorable de los dos tercios del número legal de sus miembros. Se pretende que dicha exigencia sea una garantía para que cada magistrado cuente con un alto grado de consenso y representatividad. Es difícil que un solo partido pueda alcanzar dicha mayoría, por ello, se hace necesario el acuerdo de las fuerzas políticas, representadas en el Congreso de la República, para poder elegir con éxito a los magistrados del TC. No obstante, la buena intención de la mencionada regla parece que ha sido desvirtuada por la práctica parlamentaria, tanto en España241 como en el Perú; en este último país podría haberse generado una distorsión denominada «repartija». Esta práctica permitiría a los distintos grupos parlamentarios designar a los magistrados, pero sin el consenso buscado por el Constituyente a partir de la sólida trayectoria democrática y profesional de los designados. Se transforma el consenso –puesto que cada fuerza política pacta sus candidatos, con

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el compromiso de no vetarlos, con tantos grupos como sean necesarios para obtener los votos suficientes–, produciéndose un reparto de puestos sin entrar a valorar plenamente la adecuación de los requisitos formales y materiales de los candidatos. Además, se puede producir una elección en bloque y no de manera individual. De tal forma que, muchas veces, los elegidos podrían asumir el rol de «delegados» de cada agrupación política con representación en el Congreso para llenar los asientos del TC. No obstante, la buena intención de la mencionada regla parece que ha sido desvirtuada por la práctica parlamentaria, tanto en España como en el Perú; en este último país podría haberse generado una distorsión denominada «repartija». Esta práctica permitiría a los distintos grupos parlamentarios designar a los magistrados, pero sin el consenso buscado por el Constituyente a partir de la sólida trayectoria democrática y profesional de los designados. Se transforma el consenso –puesto que cada fuerza política pacta sus candidatos, con el compromiso de no vetarlos, con tantos grupos como sean necesarios para obtener los votos suficientes–, produciéndose un reparto de puestos sin entrar a valorar plenamente la adecuación de los requisitos formales y materiales de los candidatos. Además, se puede producir una elección en bloque y no de manera individual. De tal forma que, muchas veces, los elegidos podrían asumir el rol de «delegados» de cada agrupación política con representación en el Congreso para llenar los asientos del TC. Debemos tener en cuenta que, si bien la elección de los magistrados del TC es política, aceptable en una democracia de partidos, ello no quiere decir que la lucha política se traslade al TC y cada grupo parlamentario deba tener necesariamente un representante en el Tribunal. La elección política de los magistrados del TC no es mala, pues es reflejo de la pluralidad ideológica y política, por lo demás, la Constitución exige dos tercios de votos para elegir magistrados, buscando que se llegue a un amplio consenso sobre la idoneidad de los magistrados elegidos. De este modo sucede en Estados Unidos, Alemania, España y Brasil, donde, en términos generales, se eligen a personas idóneas y juristas de trayectoria. El problema de una elección de este tipo se presenta cuando se eligen a personas que no cumplen el perfil de magistrado del Tribunal Constitucional. En el caso del Perú, las dos últimas anulaciones de las elecciones de magistrados del TC indicarían una excesiva politización de la elección con la intención de impedir el funcionamiento independiente e imparcial del Tribunal Constitucional. Respecto a la trayectoria política de los candidatos a magistrados del Tribunal Constitucional, no existe impedimento constitucional ni legal que impida elegir a alguien con trayectoria política. La elección de Javier Alva Orlandini es prueba de ello. Sin embargo, aquella debe estar acompañada de los requisitos materiales mencionados anteriormente. En la frustrada elección de julio de 2013 parecería que se enfatizó mucho solo a la trayectoria política de algunos candidatos.

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El Tribunal Constitucional es un órgano jurisdiccional especializado que actúa de forma independiente e imparcial. Por ello, es necesario que los magistrados sean especialistas con las más altas cualidades personales y profesionales a fin de garantizar adecuadamente el funcionamiento regular del Tribunal Constitucional. La elección de magistrados se inicia con el aviso anticipado del presidente del Tribunal Constitucional al presidente del Congreso de la República de que está próximo a vencer el mandato del magistrado. Al respecto, el artículo 10° de la LOTC establece: Artículo 10.- Antes de los seis (6) meses, previos a la fecha de expiración de los nombramientos, el Presidente del Tribunal se dirige al Presidente del Congreso para solicitarle el inicio del procedimiento de elección de nuevos Magistrados. […] El artículo 15° de la LOTC complementa el artículo 201° al establecer que los magistrados no solo tienen las mismas prerrogativas de los congresistas, sino también los mismos derechos. Se ha entendido que «los mismos derechos» comprende, por ejemplo, igualdad de salario con los congresistas y cada incremento en estos últimos debe ser considerado para los magistrados del TC. El mismo artículo 201° de la Constitución del Perú dispone que los miembros del Tribunal Constitucional gozan de la misma inmunidad y de las mismas prerrogativas que los congresistas y les alcanzan las mismas incompatibilidades El mandato de los magistrados, como ya se dijo, es de cinco años y no hay reelección inmediata. Esta disposición debería ser modificada en parte toda vez que el tiempo de ejercicio de tan alta magistratura es corto. En efecto, la experiencia en el TC demuestra que el magistrado que llega al cargo tiene un período de adaptación para compenetrarse con la jurisprudencia, las técnicas para resolver los casos y la dinámica de trabajo. Al cabo de un tiempo, adquiere destreza y cuando está excelentemente preparado y podría continuar ejerciendo la función por algunos años más, para beneficio del TC, tiene que cesar en el cargo. Por tanto, debería haber una reforma constitucional para que la duración del mandato de los magistrados del TC sea mayor. En ese sentido, y conforme a la experiencia comparada el mandato de los magistrados, podría ser de siete o nueve años. La forma común de culminar el mandato es al cabo de los cinco años de ejercicio, sin embargo, el artículo 16° de la LOTC prevé algunas causales de vacancia que pueden darse antes del vencimiento regular del mandato: Artículo 16.- El cargo de Magistrado del Tribunal vaca por cualquiera de las siguientes causas: 1) Por muerte. 2) Por renuncia.

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3) Por incapacidad moral o incapacidad física permanente que inhabilite para el ejercicio de la función. 4) Por incurrir en culpa inexcusable en el cumplimiento de los deberes inherentes a su cargo 5) Por violar la reserva propia de la función. 6) Por haber sido condenado por la comisión de delito doloso. 7) Por incompatibilidad sobreviniente. Un aspecto que no ha sido desarrollado por la Constitución ni por la LOTC es el referido a la edad límite para el ejercicio del cargo de los magistrados del TC. Tal vez se debe a que su mandato es solo de cinco años y que gozan de las mismas prerrogativas de los congresistas. No existe límite de edad para ser elegido ni límite de edad para el cese. De esta manera fue el caso del magistrado Javier Alva Orlandini, elegido a la edad de 75 años y cesó a los 80 años cuando terminó su mandato. El magistrado Juan Vergara Gotelli fue elegido a los 74 años de edad y ejerció el cargo hasta los 82 años debido a la demora del Congreso de la República en elegir su reemplazo.

2.6)

FUNCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En este punto, se responderá a la pregunta ¿para qué sirve el Tribunal Constitucional o cuál es su función? Para tal fin se analizará la función de intérprete de la Constitución, y de garante de la Constitución y del sistema constitucional. La función o tarea del Tribunal Constitucional está contemplada en el artículo 201° de la Constitución que establece: «El Tribunal Constitucional es el órgano de control de la Constitución». Esta disposición se complementa con otra función no menos importante que le es asignada por el artículo 1° de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional: «El Tribunal Constitucional es el órgano supremo de interpretación y control de la constitucionalidad». La función de interpretar la Constitución se materializa a través de las competencias que le asigna el artículo 202° de la Constitución. El Tribunal Constitucional desarrolla la función de interpretar la Constitución y controlar la constitucionalidad. Pero la Constitución no es solo el texto constitucional sino, como lo señala José Carlos Remotti Carbonell, la Constitución tiene cláusulas de apertura e integración de sistemas y subsistemas del ámbito local, regional, estatal, continental e internacional, que conforman todos juntos el sistema constitucional.

2.6.1) INTERPRETRE DE LA CONSTITUCIÓN

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La tarea de interpretar las normas es una actividad consustancial al Derecho. Se presenta en situaciones en las que surgen controversias sobre el significado de las reglas y los encargados de hacerlo, en el caso de conflictos jurídicos, son los jueces. En el caso del Derecho Constitucional y en particular a partir de la expansión de la jurisdicción constitucional, la interpretación constitucional ha adquirido un protagonismo sustancial y el principal intérprete de la Constitución en las democracias modernas es el tribunal constitucional. Por ello, es indispensable tener presente las particularidades de la interpretación constitucional. (Jerzy Wróblesky, Madrid, 1985.pág 23). La interpretación constitucional aparece como un caso especial de la interpretación legal. La teoría general de la interpretación legal cubre también la interpretación constitucional, aunque hay rasgos especiales de esta última conectada con las particularidades del papel de la Constitución en el sistema jurídico, con el de su aplicación y con el de su organización institucional. El Tribunal Constitucional del Perú se ha referido a la finalidad de la interpretación constitucional en los siguientes términos: (Oubiña Barbolla, Sabela, ob. cit., pág. 69). La necesidad de interpretar una disposición constitucional resulta si cabe más patente que la de cualquier otra norma porque los preceptos de la CE revisten de alta dosis de generalidad y sus prescripciones presentan también un elevado carácter sintético. La norma constitucional es una norma positiva, pero también genérica, vaga, elástica y llena de conceptos de valor que necesita de una actuación creativa y hermenéutica. Si la aplicación de cualquier norma jurídica puede exigir su interpretación, cuando hablamos de una norma constitucional la interpretación parece ineludible porque la Constitución se compone de prescripciones más generales y sus enunciados son también más sintéticos que los de ninguna otra norma. El mismo Tribunal Constitucional del Perú reconoce la pluralidad de intérpretes constitucionales, pero destaca el papel privilegiado del TC en relación a otros intérpretes en su calidad de supremo intérprete de la Constitución. Ciertamente, todos interpretamos la Constitución (los ciudadanos cuando ejercitan sus derechos, el Poder Legislativo cuando legisla, la Administración y el Poder Jurisdiccional en los diferentes casos concretos que deben resolver, etc.). Sin embargo, tal norma suprema ha establecido que los intérpretes especializados de esta sean los jueces ordinarios (artículo 138º: en todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma constitucional y una norma legal, los jueces prefieren la primera), y que en definitiva, como Supremo Intérprete de la Constitución se encuentre el Tribunal Constitucional (artículo 201º: el Tribunal Constitucional

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es el órgano de control de la Constitución, artículo 204º: la sentencia del Tribunal que declara la inconstitucionalidad de una norma se publica en el diario oficial y al día siguiente de la publicación, dicha norma queda sin efecto, entre otros).

2.6.2) GARANTE DE LA CONSTITUCIÓN Y DEL SISTEMA CONSTITUCIONAL La democracia contemporánea se fundamenta, entre otros valores, en el respeto y cumplimiento de la Constitución. Ese principio está contenido en el artículo 38° de la Constitución Política del Perú que señala: «Todos los peruanos tienen el deber […] de respetar, cumplir y defender la Constitución y el ordenamiento jurídico de la Nación». La misma Constitución prevé que, en caso de producirse un golpe de Estado, la población civil tiene el derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional (artículo 46°). Dicha norma se explica porque nuestra historia está plagada de golpes de Estado; el último sucedió en abril de 1992, hace apenas 26 años. En el caso del Perú, desde el inicio de nuestra República, hemos vivido más períodos dictatoriales que democráticos, tanto en el siglo XIX como en el siglo XX. Cada período dictatorial, golpe de Estado o crisis política, ha sido seguido por una nueva constitución y de esta manera el Perú ha tenido, según el estimado de Remotti Carbonell, un reglamento provisorio (1821), tres estatutos provisorios (1821, 1855, 1879) y 13 constituciones (1823, 1826, 1828, 1834, 1839, 1856, 1860, 1867, 1920, 1933, 1979 y 1993). Además, debe tenerse en cuenta que, entre 1836 y 1839, el Perú se dividió en dos estados el Nor Peruano y el Sur Peruano, cada uno con su propia Constitución (1836). Luego se confederaron conjuntamente con Bolivia, aprobando para dicha Confederación la Constitución de 1837. La historia peruana nos demuestra que los mandatos constitucionales de respetar y cumplir la Constitución no son suficientes para que dicha norma sea eficaz en caso de su violación o incumplimiento. Hacen falta, por un lado, una educación que sirva para vivir en democracia y, por otro lado, un sistema de jurisdicción constitucional que haga de la Constitución una norma jurídica eficaz. El Tribunal Constitucional no solo será el tradicional guardián de la Constitución del siglo XX, sino será el guardián de la Constitución y del sistema constitucional que tiene mayores alcances. De esta manera, el Tribunal Constitucional del Perú debe garantizar y defender, junto al texto expreso de la Constitución, los elementos de apertura y cierre, los valores y principios constitucionales, así como la integración multinivel del ordenamiento en sus ámbitos local, regional, nacional, interamericano e internacional. Igualmente debe defender y garantizar el sistema de derechos humanos derivado de la Convención Americana de Derechos Humanos y su jurisprudencia que se integra a nuestro ordenamiento jurídico constitucional interno

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efectuando el control de convencionalidad. Este planteamiento es más amplio que lo dispuesto por la cuarta disposición final y transitoria de la Constitución peruana. Pues no solo se refiere a la interpretación de los derechos que la Constitución reconoce conforme a los tratados de derechos humanos, sino que también se refiere a otros aspectos normativos y jurisprudenciales de los tratados internacionales, por cuanto el concepto de sistema constitucional también podría incorporar otro sistema supranacional de competencias en determinadas materias como ocurre en la Unión Europea. Por ejemplo, sobre inmigración, política de fronteras o en materia de estudios universitarios (Pacto Andino o Mercosur para el caso de Perú), o al sistema del Tribunal Penal Internacional. En conclusión, el Tribunal Constitucional tiene como función ser el garante de la Constitución y del sistema constitucional. Para llevar a cabo tal tarea, más amplia y compleja, el TC debería incorporar en su actividad diaria el esquema propuesto y, de esta manera, ampliar cualitativamente el ámbito de su actuación en un contexto de sistemas jurídicos complejos. 2.6.3) PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES La Constitución peruana dispone en su artículo 44.° que uno de los deberes primordiales del Estado es garantizar la plena vigencia de los derechos humanos. Dicho deber se concretiza a través de las funciones de los diversos órganos del Estado. En el caso del Tribunal Constitucional, tal deber constituye la principal función si consideramos que alrededor del 85% de los casos que ha resuelto en el período 1996-2012 son procesos de amparo y habeas corpus cuya finalidad es proteger precisamente los derechos constitucionales. Por tanto, la obligación de los magistrados constitucionales de conducir su actuación en base al principio de protección de los derechos fundamentales constituye un deber fundamental. El Tribunal Constitucional, al formar parte del Estado, está en la obligación de proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos que acuden al TC, garantizados por la Constitución y los tratados internacionales de derechos humanos.

2.6.4) APLICACIÓN DE LOS TRATADOS INTERNACIONALES DE DERECHOS HUMANOS. CADH COMO INTEGRANTE DEL SISTEMA CONSTITUCIONAL En el acápite relativo a la interpretación constitucional, nos referimos a la obligación de interpretar los derechos constitucionales de conformidad con los tratados internacionales de derechos humanos y con la jurisprudencia que emiten los órganos de garantía de tales tratados (tribunales internacionales de derechos humanos). Al respecto, señalamos que, en el caso peruano, tal obligación deriva de la cuarta disposición final y transitoria de la Constitución y del artículo V del Código Procesal Constitucional, y que

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nuestro principal referente para dicho propósito es la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Sobre la obligación que comentamos, el Tribunal Constitucional del Perú ha señalado: Los tratados internacionales sobre derechos humanos no sólo forman parte positiva del ordenamiento jurídico nacional (artículo 55º de la Constitución), sino que la Cuarta Disposición Final y Transitoria (CDFT) de la Constitución –en cuanto dispone que los derechos fundamentales reconocidos por ella se interpretan de conformidad con los tratados y acuerdos internacionales sobre derechos humanos ratificados por el Perú– exige a los poderes públicos nacionales que, a partir del ejercicio hermenéutico, incorporen en el contenido protegido de los derechos constitucionales los ámbitos normativos de los derechos humanos reconocidos en los referidos tratados. Se trata de un reconocimiento implícito de la identidad nuclear sustancial compartida por el constitucionalismo y el sistema internacional de protección de los derechos humanos: la convicción jurídica del valor de la dignidad de la persona humana, a cuya protección y servicio se reconduce, en última y definitiva instancia, el ejercicio de todo poder. Los magistrados constitucionales son los primeros obligados a aplicar los tratados internacionales de derechos humanos y la jurisprudencia de sus órganos de garantía a los casos que resuelven conforme a este principio de actuación, que tiene un mandato expreso en nuestro ordenamiento constitucional.

III. CONCLUSION

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1. Desde la creación del Tribunal de Garantías Constitucionales con la Constitución de 1979, hasta el actual Tribunal Constitucional reconocido por la Constitución de 1993, este organismo se ha ido perfilando en el tiempo, dotándole de una serie de características y funciones que han delimitado su estructura y han definido sus límites y competencias. 2. Hoy en día el Tribunal Constitucional peruano es concebido como un órgano autónomo e independiente que tiene una naturaleza compleja, pues es considerado como un órgano constitucional y jurisdiccional, por lo tanto, aun cuando su organización, composición y estructura se encuentra regulada en la Constitución vigente y en su Ley Orgánica, su valor fundamental se centra en su legitimidad, la misma que se ve muchas veces mellada por la forma de elección de sus magistrados y por el periodo de permanencia en el cargo, por lo que se requiere de ciertos reajustes en estos rubros a efectos de no perder su posición y su valor como el máximo órgano que ejerce la justicia constitucional. 3. La posición primordial que tiene el Tribunal Constitucional en relación a las entidades sujetas al control constitucional no lo convierte en un órgano de control e interpretación constitucional ilimitado, pues tiene la obligación de ejercer sus atribuciones conforme a los límites que la propia Constitución ha establecido; por lo que es deber de esta institución auto controlarse, más aun si nuestra Constitución no ha establecido la existencia de un órgano determinado encargado del control de las actuaciones del Tribunal Constitucional. Sin embargo, si el Tribunal se excediera en el ejercicio de sus atribuciones, existen controles meta constitucionales encargados de esta función, tales como el control supranacional ejercido por la CIDH, el control de la opinión pública, el control del Congreso y hasta el control del Presidente de la República. 4. De conformidad con el artículo 202 de la Constitución, las competencias de nuestro Tribunal Constitucional pueden clasificarse en: competencias exclusivas, competencias compartidas y competencias no previstas. Respecto a las primeras, el Tribunal Constitucional tiene competencia exclusiva para conocer los procesos de inconstitucionalidad (acción de inconstitucionalidad) y los procesos de conflicto de competencia y/o de atribuciones, mientras que en los procesos de tutela de derechos (habeas corpus, amparo, habeas data y de cumplimiento) conoce únicamente en última instancia a través del denominado recurso de agravio constitucional (RAC), pues la primera y segunda instancia se sustancian ante el Poder Judicial a través de sus Juzgados y Cortes competentes. En tanto que el Poder Judicial tiene competencia exclusiva para conocer los procesos de tutela derechos en primera y segunda instancia y el proceso constitucional de acción popular, aunque existe una fuerte tendencia por transferir esta última competencia al Tribunal Constitucional, a fin de que sea este órgano el que concentre el conocimiento de los procesos de defensa de la legitimidad constitucional.

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5. En cuanto a las competencias compartidas, tanto el Tribunal Constitucional como el Poder Judicial tiene competencia para ejercer el control difuso de las normas legales. Y en cuanto a las competencias no previstas, algunos Tribunales y Cortes Constitucionales de la región tiene determinadas competencias que no han reconocida expresamente a favor de nuestro Tribunal Constitucional, como son: El control de las omisiones constitucionales, el control de constitucionalidad de las normas infra legales, el control previo de tratados, el control de los decretos que declaran los estados de excepción, el control del procedimiento de reforma constitucional, el control constitucional de los proyectos de ley observados por el Poder Ejecutivo, el control de las convocatorias a consultas populares y plebiscitos, el control de los estados de excepción, el control de la constitucionalidad de la actuación de los partidos políticos, entre otras. 6. De este catálogo de competencias no previstas, algunas como el control de omisiones legislativas y el control de constitucionalidad de normas infra legales, deben recibir el nombre de “competencias implícitas”, pues a pesar de no estar expresamente previstas en la Constitución vienen siendo ejercidas por nuestro Tribunal Constitucional porque concretizan las competencias que sí se encuentran previstas en la Constitución, pero bajo fórmulas genéricas. 7. Otras competencias no previstas, como el control de constitucionalidad de las actuaciones de los partidos políticos, han sido asignadas a otros órganos constitucionales, como es el caso del Jurado Nacional de Elecciones; por lo que el único control que puede ejercer el Tribunal Constitucional sobre este tipo de actos es un control indirecto, a través de una acción de amparo contra lo resuelto por el Jurado Nacional de Elecciones. 8. En cuanto a las competencias no previstas de control previo de constitucionalidad de instrumentos internacionales (tratados), de convocatorias a consultas populares o plebiscitos, de proyecto de reforma constitucional y de proyecto de ley observados por el Poder Ejecutivo, deben ser incorporadas previamente en nuestro ordenamiento para que puedan ser ejercidas por el Tribunal Constitucional, porque nuestro sistema de control constitucional no es preventivo, sino posterior. 9. Como nuestra Constitución no contiene una cláusula abierta de competencias, se requiere de una reforma constitucional, de acuerdo a lo establecido en el artículo 206 de la Constitución, para poder implementar nuevas competencias a favor del Tribunal Constitucional, salvo que se traten de competencias implícitas que no requieren de ningún reconocimiento legal para poder ser ejercidas por el Tribunal, pues su uso se encuentra justificado porque concretizan las competencias genéricas consagradas en el artículo 202 de la Constitución. 10. Una comparación de las competencias de nuestro Tribunal Constitucional con las asignadas a otros Tribunales y Cortes Constitucionales en América del Sur, nos permite afirmar que el Constituyente de

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1993, a diferencia del de 1979, fue bastante conservador en cuanto a la posibilidad de otorgar mayores funciones a nuestro supremo intérprete de la Constitución, por ejemplo cualitativa y cuantitativamente hablando, se advierte que el Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia, la Corte Constitucional de Colombia, el Supremo Tribunal Federal de Brasil, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela y el Tribunal Constitucional de Chile, tienen asignadas diez o más atribuciones o competencias, la mayoría de las cuales no se encuentran asignadas a nuestro Tribunal Constitucional; sin embargo, este hecho no ha impedido que nuestro Tribunal haya hecho uso de algunas competencias implícitamente reconocidas. 11. Existe una tendencia actual a sobrecargar a los Tribunales Constitucionales con funciones que ya en encuentran implícitamente reconocidas a su favor, y peor aún, con funciones ajenas a las jurisdiccionales, que atrofian su naturaleza, como por ejemplo: interferir en las atribuciones de las comisiones permanentes del Congreso, resolver sobre inhabilitaciones constitucionales o legales de Ministros de Estado o de parlamentarios, calificar la inhabilidad invocada por un parlamentario para el cargo de Presidente de Estado y pronunciarse sobre su renuncia al cargo, o decidir si hay o no mérito para el enjuiciamiento del Presidente de la República y de altos cargo del Estado. 12. La ampliación del catálogo de competencias a favor del Tribunal Constitucional no debe significar que se le está otorgando mayor poder a este órgano constitucional para que ejerza superioridad respecto de los demás órganos y poderes del Estado. En todo caso, será obligación y responsabilidad del propio Tribunal Constitucional autorregularse y auto controlarse a fin de no generar tensiones que perjudiquen el sistema constitucional, que es el basamento de nuestro Estado de Derecho. 13. El desarrollo de la justicia constitucional ha ido moldeando la organización y funcionamiento del Tribunal Constitucional, lo cual ha incidido directamente en su propia naturaleza, por lo que la actual realidad institucional del Tribunal Constitucional impone cambios necesarios y urgentes en determinados aspectos de su composición y estructura, a fin de mantener su independencia y autonomía, controlar los excesos del poder y tutelar los derechos fundamentales. En esa medida, la legitimación del Tribunal Constitucional depende de una regulación coherente que asegure su independencia y su propia capacidad de autolimitación, sólo así se podrá evitar incurrir en excesos que lo conviertan en un órgano arbitrario.

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IV. REFERENCIAS 1. García, D. (1988) El funcionamiento del Tribunal de Garantías Constitucionales. Lima, Perú: Ed. Friedrich Naumann. 2. Landa, C. (2011) Organización y funcioamiento del Tribunal Constitucional. Lima Perú. 3. José C. Remotti Carbonell, Perú la necesidad de una reforma constitucional. Un punto de partida.

4. Ley Orgánica del Tribunal Constitucional 5. Constitución Política del Perú (1993) Lima, Perú. 6.

Introducción Definición Origen Finalidad Naturaleza Reglamento normativo del tc Acciones de garantía Organización y funciones del Tc (estos están sujetos) Conclusiones Bibliografía

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