Estudio Del Salmo 4

SALMO 4 Introducción El tema de este salmo es igual al anterior – confianza en Dios, en medio de las luchas y pruebas de

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SALMO 4 Introducción El tema de este salmo es igual al anterior – confianza en Dios, en medio de las luchas y pruebas de la vida. Algunos afirman que la similitud en el tema se debe a que los dos salmos fueron escritos en el mismo contexto histórico. La diferencia podría ser que el Salmo 3 fue escrito para ser cantado en la mañana (Sal 3:5), mientras que éste salmo fue escrito para ser entonado en la noche (Sal 4:8). Esto es solo una teoría la cual no podemos afirmar con toda certeza. Lo que sí sabemos, es que este salmo fue redactado en un momento de angustia (v.1), y la pregunta que se nos plantea es, ¿cómo debemos reaccionar en momentos difíciles de la vida, especialmente cuando las personas alrededor nuestro nos están desanimando a confiar en Dios? Aprendamos del ejemplo de David, en este salmo. ¿Qué hizo David en esa situación? CUATRO cosas: 1. CLAMÓ A DIOS (v.1) David no nos indica la causa de su sufrimiento; solo afirma que estaba pasando por un tiempo de “angustia” (v.1b). En el Sal 3:1 la misma palabra, en hebreo, es traducida como ‘adversarios’ (ver p. 14). Esto muestra que David se sentía ‘atacado’ o ‘presionado’ por las circunstancias y los eventos que lo rodeaban. Lo que David hizo en ese momento fue clamar a Dios, apelando a TRES cosas: a. Apeló a Su Justicia (v.1a) Indudablemente, la “angustia” de David se debió, de una forma u otra, a la injusticia de los hombres. Quizá lo estaban acusando injustamente; quizá lo estaban tratando injustamente. En su dolor, en vez de reaccionar buscando hacer prevalecer su propia justicia, David apeló a la justicia de Dios. “Tú eres justo, oh Dios”, exclamó; “hazme justicia”. Este es un gran ejemplo para el creyente de hoy, que se siente ‘justiciero’, y no deja las cosas en manos del Dios justo. b. Apeló a Su Salvación Pasada (v.1b) En segundo lugar, David apeló a lo que Dios había hecho en el pasado, cuando estaba en una situación similar. Cuando se sentía ‘apretado’, Dios lo hizo “ensanchar”; es decir, lo sacó a un lugar espacioso. La intervención divina concedió a David la paz necesaria para volver a desarrollar su vida con normalidad y tranquilidad. Estas palabras de David nos enseñan que cuando estamos en ‘aprietos’, debemos volver a esos momentos en los cuales Dios nos libró, y recordando Su poder, podremos nuevamente depositar toda nuestra confianza en Él. Lo que Dios hizo antes, lo podrá hacer otra vez.

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c. Apeló a Su Misericordia (v.1c) ¡Esto es hermoso! En su dolor y angustia, David se acordó de la misericordia de Dios, y apeló a ella. La palabra, “misericordia”, indica que David no se presentó ante Dios como una persona que merecía Su ayuda; tampoco reclamó, insistiendo en la ayuda que Dios. Por el contrario, podemos ver la humildad del corazón de David, clamando a Dios que atienda a su oración. No reclama para que Dios lo escuche, sino que suplica con sencillez de corazón. Si queremos que Dios nos escuche, tenemos que acercarnos a Él de esta manera también. Además de clamar a Dios, David hizo una segunda cosa: 2. NO SE DEJÓ AMEDRENTAR (v.2-3) Aunque David no describe en detalle lo que estaba viviendo en ese momento, es obvio que se sentía muy presionado. Parte del problema era que ciertas personas que lo rodeaban, lo estaban amenazando. ¿Cómo reaccionó David ante ello? Lejos de amedrentarse, hizo dos cosas: a. Afirmó la Insensatez de Ellos (v.2) La expresión, “Hijos de los hombres” (v.2a), ha de ser entendida como un contraste con la frase, “Dios de mi justicia” (v.1). Las personas que rodeaban a David en ese momento, y que lo estaban amenazando, eran personas poderosas (probablemente), y de gran influencia en este mundo. Sin embargo, David los compara con la grandeza de Dios, y ese contraste le hace ver que estas personas no son nada más que, “Hijos de los hombres”. Además, estas personas estaban poniendo su confianza en cosas vanas; amaban la “ vanidad” y buscaban la “mentira” (v.2b). Ambos términos se usan, en el AT, para hablar de los ídolos. En cambio, para David, Dios era su “honra” (v.2a). La palabra, “honra”, es ‘kabod’, que significa ‘gloria’. Aunque a veces esta palabra se usa para la ‘gloria’ de cosas terrenales (ver Gén 31:1, donde la palabra “riqueza”, es literalmente, ‘gloria’; Gén 45:13), por lo general se refiere a la gloria de Dios – ver Éx 16:7, 10; 24:16; etc. Para David, Dios era su ‘gloria’ (ver Sal 3:3b). Lo que los enemigos de David intentaban hacer era desprestigiar el hecho que David confíe en Dios, alegando que Dios no era capaz de ayudarlo (ver Salmo 3:2). Estaban cambiando su “honra en infamia”. ¡Esto indignó a David! b. Afirmó Su Propia Seguridad (v.3) Frente a las insinuaciones de sus enemigos, David se aferró a Dios, y puso su confianza en Él. Afirma, en primer lugar, que Dios lo había escogido (v.3a). La palabra, “escogido”, es la traducción de un verbo en hebreo que en realidad significa ‘separado’. Esta palabra se usó para describir la acción de Dios, cuando ‘separó o ‘apartó’ la tierra de Gosén (donde vivían los judíos), del resto de la tierra de Egipto, para que las plagas no cayeran sobre Israel (ver Éx 8:22, y comparar Éx 9:4; 11:7, “hace diferencia”). En Éx 33:16, Moisés usa este término para describir al pueblo de Israel: “yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra”.

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David advierte a sus enemigos del peligro que correrían si es que se levantaban contra él. David era un hombre ‘apartado’ por Dios (comparar Sal 2:2). Fue escogido, ‘desde el vientre de su madre’, y fue ‘separado’ por Dios, siendo un hombre ‘conforme al corazón de Dios’ (ver 1 Sam 15:28; 16:113, y Sal 78:70-71. Dios lo guardó, y le concedió el trono de Israel. Por ende, habiendo hecho todo esto por David, Dios también estaría dispuesto a defenderlo (ver Sal 105:14-15; 2 Ped 2:9). David era como ‘la niña de Sus ojos’. El tocar a uno de los ‘pequeños’, es enfrentarse al mismo Dios (Mat 18:6, 10). Al ‘separarlo’, Dios se iba a encargar de todas las circunstancias de la vida de David, incluyendo el momento difícil que estaba pasando cuando compuso este salmo. Por eso, David estaba confiado, y exhortó a sus enemigos a tener cuidado de lo que decían y hacían en su contra. NOTA: Lo que David dice de sí mismo, es también cierto para cada creyente. Todo verdadero hijo o hija de Dios, ha sido ‘separado’ por Dios, desde la eternidad. Dios también ha ‘separado’ todas las circunstancias de su vida. Esta convicción brinda al creyente la seguridad y la confianza en cuanto a todo lo que ocurre mientras esté en esta tierra. David se describe a sí mismo como “piadoso”. Esta palabra describe a una persona que procura vivir en santidad, demostrando el temor a Dios (ver Deut 33:8). Dios no ‘separa’ para Sí a los que ya son piadosos, sino que la persona a quien Dios escoge, entiende la responsabilidad de vivir piadosamente (2 Tim 2:19). La piedad de David era una evidencia de haber sido escogido por Dios, no fue una condición para ser escogido. La impiedad de sus enemigos, decía todo lo opuesto. Esta seguridad que David tenía, de ser un “escogido” de Dios, daba a David una tremenda confianza en el momento de orar. Por eso exclama, “Jehová oirá cuando yo a él clamare” (v.3b). Saber que Dios nos ha ‘separado’ para Sí mismo, nos da una tremenda confianza cuando nos encontramos frente a una situación difícil. Podemos orar con la seguridad de que seremos escuchados. Ver Sal 55:16-19; 91:14-15; Lucas 18:7. ¡Debemos valorar mucho el privilegio de poder acercarnos al Dios Todopoderoso con nuestras peticiones! En tercer lugar, David: 3. EXHORTÓ A SUS COMPAÑEROS (v.4-5) No sabemos exactamente a quienes van dirigidos estos versos. Algunos dicen que es a sus enemigos, pero es más probable que haya sido a algunos de sus compañeros, porque los incluye en su oración en el v.6. ¿Qué les dice? a.“Tengan Mayor Temor a Dios” (v.4a) El verbo, “Temblad”, sugiere una emoción muy fuerte. Cuando el AT se tradujo al griego (la Septuaginta), la traducción fue “airaos” (ver Efe 4:26, donde Pablo cita este texto). En el contexto de estos versos, el enojo de los compañeros de David pareciera estar dirigido a Dios. Podría ser que estas personas estaban enojadas con Dios por lo que Él había permitido en la vida de David (la “angustia” que él menciona en el v.1).

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Lo que David les recomienda es que no pequen en esa manera. Podemos no entender por qué Dios permite ciertas cosas, pero nuestras emociones nunca deben llevarnos a enojarnos contra Dios. Vemos que el remedio para esa emoción fuerte, que estaban sintiendo en ese momento, era pensar. Por eso David los exhorta: b. “Piensen Bien lo que Están Haciendo” (v.4b) El remedio para el enojo es la meditación. Por eso David les recomienda dejar de enojarse (con Dios), y a usar el tiempo pensando y reflexionando. Esta meditación se podría hacer al fin del día, al ir a la cama, cuando podemos hallar paz en el silencio – algo totalmente apropiado para estar en la presencia del Gran Rey (Sal 46:10; Habacuc 2:20), y para hacer un autoexamen. Una de las razones por la que muchos creyentes llegan a cometer pecado, es que no se toman el tiempo necesario para pensar en lo que hacen. Tampoco se toman el tiempo para contemplar la gloria y la grandeza de Dios. Indudablemente, nos edificaría mucho, tener un tiempo conversando con nosotros mismos, en nuestra cama, al fin del día, evaluando nuestras vidas, y meditando en la grandeza de Dios (ver Sal 63:6; 77:6-12). “Al acostarnos”, aconseja Matthew Henry, “debemos tomar un tiempo para examinar nuestras conciencias delante de Dios. Debemos estar quietos, y escuchar lo que la conciencia tiene que decirnos. Guardemos silencio, y no tratemos de excusar nuestros pecados del día”. Al hacer esto, y experimentar el perdón de Dios, podremos decir con el salmista, “En paz me acostaré…” (v.8). c. “Ofrezcan Sacrificios a Dios” (v.5a) ¿A qué sacrificios se refiere David? La mención del pecado, en el v.4a, indicaría que se trata de sacrificios de expiación, por el pecado. Sin embargo, la exhortación que sigue, “confiad en Jehová” (v.5b), indica que son sacrificios de alabanza o de acción de gracias. Ambas cosas son necesarias en la vida del creyente. Constantemente pecamos; por lo tanto, estamos en constante necesidad de pedir perdón a Dios. Pero también debemos de alabarlo y bendecir el nombre de Dios. Cada día de nuestras vidas debe haber estos dos ingredientes – pedir perdón a Dios por nuestras faltas, y ofrecer nuestras vidas como un sacrificio vivo a Él. Frente a las dificultades de la vida, en vez de culpar a Dios, enojándonos con él, debemos meditar bien en nuestras vidas, para luego ofrecer los sacrificios que Dios merece. d. “Pongan Su Confianza en Dios” (v.5b) La fe es de vital importancia. Sin fe, no podemos acercarnos a Dios; y sin fe, es imposible agradar a Dios. La fe es el vínculo vital que nos une a Dios. Por lo tanto, ante cualquier circunstancia de la vida, fe en Dios es la clave para salir adelante, y agradar al Señor. Notamos aquí el gran contraste entre lo que David recomienda a sus compañeros, y lo que los enemigos de David hacían. Ellos amaban los dioses falsos (v.2b); pero David exhorta a sus amigos a confiar en el verdadero Dios, el Dios de Israel.

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En cuarto lugar, David: 4. RECORDÓ SU TESTIMONIO (v.6-7) Habiendo dado esta exhortación a sus compañeros, David mira a Dios (v.6), y encuentra gozo y alegría en Él (v.7). Aun los amigos de David parecían estar un poco desanimados y desconfiados. Ellos preguntaron, “¿Quién nos mostrará el bien?” (v.6a). Se muestran un poco sarcásticos ¡No parecen tener mucha confianza en que Dios los iba a salvar! Sin embargo, David ora al Señor, incluyendo a sus amigos en la petición. Por eso dice, “Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro” (v.6b). No se conformó con orar por sí mismo, sino que intercedió por sus amigos también. Los amigos de David buscaban el “bien”, y el ‘bien’ es lo opuesto a lo ‘malo’; es lo opuesto al sufrimiento, al dolor, a la necesidad, a la angustia, a la desesperación. El ser humano es consciente, de que hay algo más grande en la vida; algo que es verdaderamente ‘bueno’; algo que realmente satisfaga su alma. Lastimosamente lo busca en lugares equivocados; por ejemplo, en cosas materiales (comparar el v.7b), queriendo suplir sus necesidades, y hallar la felicidad en ellas (ver la experiencia descrita en Ecle 2:3-26). Pero ese “bien” solo se encuentra en Dios. Por eso David hace memoria de su propia vida, y da testimonio de la manera en que Dios lo había ayudado en el pasado: “Tu diste alegría…” (v.7a). Esa alegría no era algo superficial. En primer lugar, era alegría en el corazón (v.7a); y en segundo lugar, era una mayor alegría que las cosas de este mundo brindan (“Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y mosto”, v.7b). Para todo judío, especialmente uno criado en Belén, el tiempo de la cosecha era un tiempo de gran alegría. David había experimentado eso muchas veces. Pero en su andar con Dios, David halló una felicidad mayor aun que esa. La alegría del creyente es “mayor” en tres sentidos: Es mayor en intensidad. Es cierto que el inconverso puede experimentar una medida de alegría, pero esta alegría siempre tiene un elemento de superficialidad y artificialidad. Sin embargo, el gozo que el Espíritu Santo trae es profundo e intenso en gran manera. Es mayor en duración.

Las cosas del ‘mundo’ (incluyendo el pecado) traen felicidad, pero solo por un tiempo. El autor de Hebreos reconoce esto, cuando afirma que Moisés escogió ser maltratado con el pueblo de Israel, antes de “gozar de los deleites temporales del pecado” (Heb 11:25). El gozo que el Señor nos da es eterno.

Es mayor en seguridad. Las cosechas pueden faltar, y si faltan, desaparece la felicidad. Pero la felicidad del creyente es permanente, porque aunque todo falte, Dios nunca faltará (ver Habacuc 3:17-19). ¡Dios quiere llenarnos de gozo! Ver Juan 16:24; Rom. 15:13; 2 Cor 7:4. La verdadera alegría del creyente viene de su comunión con Dios, y su fe en Él. Por eso David pide a Dios, “Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro” (v.6b). Es en la luz del rostro de Dios,

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que veremos “luz”; solo ante la presencia de Dios es que nuestros ojos se alumbrarán para entender la vida, y saber dónde se halla la verdadera felicidad. Conclusión (v.8) Habiendo actuado de esa manera, y habiendo orado al Señor, David se va a la cama a dormir. Declara, “En paz me acostaré…” (v.8a) ¡Qué diferente a la “angustia” que mencionó al inicio del salmo! David no solo se iba a acostar con tranquilidad, sino que sabía que iba a conciliar el sueño. No por algún merito propio; no por haber proclamado una palabra de bendición; sino, “Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (v.8b).

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