Estudio Del Salmo 38 ado

SALMO 38 Introducción En 2 Cor 7:10, Pablo establece un principio espiritual muy importante, cuando afirma: “…la tristez

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SALMO 38 Introducción En 2 Cor 7:10, Pablo establece un principio espiritual muy importante, cuando afirma: “…la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación…”. El Salmo 38 es una excelente ilustración de este principio espiritual. Al leer este salmo, vemos que David había cometido un pecado, y el problema era que no lo había reconocido. Por lo tanto, Dios tuvo que disciplinarlo. David describe con lujo de detalle el impacto de esta disciplina en su vida, y cuál fue el resultado de ella. Para aquellos que toman el pecado livianamente, este es un salmo que vale la pena estudiar. 1. LA DISCIPLINA DE DIOS (v.1-2) Como observamos en la Introducción, David había cometido un pecado. No específica qué clase de pecado era, pero usa tres términos para describirlo: -

“pecado” (v.3b, 18b). Hebreo, ‘kjattaa’ (‘ofensa’). “locura” (v.5b). Hebreo, ‘ivvelet” (‘insensatez’). “iniquidades”; “maldad” (v.4a, 18a). Hebreo, ‘avon’ (‘perversidad’).

Estos términos señalan la naturaleza del pecado. Es una insensatez, que nace de la maldad de nuestros corazones; y nos lleva a hacer cosas que constituyen una ofensa a Dios. Pero lo que David quiere hacer en este salmo no es necesariamente analizar su pecado, sino describir el impacto de la disciplina de Dios que cayó sobre él, por su pecado. Lo primero que David menciona es la reprensión de Dios. Lo expresa en forma de una oración: “Jehová, no me reprendas en tu furor, Ni me castigues en tu ira”

(v.1)

Cuando el creyente peca, Dios no se puede quedar callado; tiene que actuar, especialmente cuando es un pecado deliberado y consiente. Lo que Dios hace (particularmente cuando el pecado no es confesado, y no hay arrepentimiento) es reprender y castigar al pecador. Como un buen Padre que no deja que sus hijos vayan por malas sendas. Vivir en pecado es una revelación frontal con el Padre celestial, y debemos dejarlo de manera definitiva. David supo que había pecado, y reconoce que merece la reprensión de Dios; lo que pide es que Dios no lo reprenda o castigue con “furor” y con “ira” (v.1)1. David estaba sintiendo en carne propia la severidad de la disciplina de Dios. Lo describe, en forma poética, en el v.2: “Porque tus saetas cayeron sobre mi, Y sobre mi ha descendido tu mano” (v.2) 1

En el Sal 6:1, David empieza con las mismas palabras, pero procede a pedir la misericordia de Dios (Sal 6:2). Ese es el espíritu de su oración en este salmo también, aunque no lo expresa con la misma claridad.

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David escribe desde la óptica del guerrero que era, y describe el castigo de Dios como una lluvia de flechas cayendo sobre él, y penetrando su cuerpo. La “mano” disciplinaria de Dios había descendido sobre él con dureza. 2. EL SUFRIMIENTO DE DAVID (v.3-8, 10-12) El pecado de David (v.3b) provocó la ira de Dios (v.3a), y esa ira se manifestó en una serie de sufrimientos, que David describe a continuación. a. Sufrió en su Cuerpo (v.3, 5, 7) Al parecer, Dios castigó a David con una enfermedad corporal. La disciplina fue fuerte, porque David dice: “Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; Ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado”

(v.3)

Luego añade, “Hieden y supuran mis llagas…mis lomos están llenos de ardor…y nada hay sano en mi carne” (v.5, 7). No está claro cuánto de esto es poético, y cuánto literal; pero indudablemente, la descripción que David ofrece de su condición indica mucho sufrimiento. ¿Por qué hace Dios esto? Porque por medio del dolor aprendemos la seriedad del pecado. Es como un padre, que castiga físicamente a un hijo que se ha portado mal; la finalidad del dolor es enseñar al hijo a obedecer. b. Sufrió en su Mente (v.6, 8) El sufrimiento físico produjo un sufrimiento psicológico o mental. La mano de Dios sobre él fue tan fuerte, que se sintió ‘aplastado’ (“encorvado”, v.6) por la disciplina. La palabra, “humillado” (v.6) tiene más el sentido de ‘abatido’. Todo el orgullo que David podría haber tenido antes, y que indudablemente contribuyó a su pecado, se esfumó bajo la disciplina de Dios. David se sintió tan mal, que dijo: “Ando enlutado todo el día” (v.6b). Mentalmente, se sentía “debilitado y molido” (v.8a), y gemía2 a causa de su sufrimiento (v.8b). Este sufrimiento mental no se debió solo a la angustia que sentía por causa de su enfermedad (aunque quizá hubo un elemento de ello), sino al asumir la culpabilidad de todo lo que estaba sufriendo. Sabiendo que la enfermedad fue el resultado de su pecado, ¿cómo podía David pedir a Dios que lo sanara? Todo esto aumentó su angustia mental, y fue parte del sufrimiento producido por la disciplina de Dios. c. Sufrió el Ataque de sus Enemigos (v.12) David también fue consciente de que sus enemigos aprovecharon ese tiempo de angustia para atacarlo. Todo creyente, y todo siervo de Dios, tiene enemigos; gente que procura su mal, de alguna manera. David no era la excepción. Reconoce que sus enemigos estaban ‘armando lazos’ 2

El gemido de David era fuerte, porque en hebreo esa palabra se aplica a un león rugiendo (ver Juec 14:5).

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(v.12a); es decir, estaban tendiendo trampas para hacerlo caer. También hablaban “iniquidades” (le acusaban de cosas injustas) y maquinaban toda clase de traiciones contra él. NOTA: Cuando estamos andando bien con el Señor, Él hace que aun nuestros enemigos estén en paz con nosotros; pero cuando nos alejamos de Él, Dios permite que nuestros enemigos nos ataquen con mayor eficacia. d. Sufrió al Abandono de sus Amigos y Compañeros (v.11) Cuando estamos pasando por un tiempo difícil en nuestras vidas, es reconfortante saber que nuestros amigos están con nosotros, y nos apoyan. Pero esa no fue la experiencia de David. En el momento que más necesitaba de sus amigos, ellos lo abandonaron. “Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga, Y mis cercanos se han alejado” (v.11) Dios permitió esto, para que durante la disciplina, David no tuviera alivio alguno; Su propósito era que David se volviera a Dios lo más pronto posible. Durante todo este tiempo, David tuvo que guardar silencio (v.13-14), porque sabía que merecía el castigo divino. ¡¿Qué podía reclamar a Dios?! REFLEXIÓN: David describe su pecado como “mi locura” (v.5). Fue una ‘locura’, porque ese pecado le quitó la bendición de Dios, y trajo sobre él todo el peso de la mano disciplinaria de Dios. Debemos aprender que, ¡todo pecado es una insensatez! Felizmente, todo ese sufrimiento tuvo un propósito. Dios estaba buscando un resultado que sea para el bienestar espiritual en la vida de Su hijo, David. 3. EL FRUTO ESPIRITUAL (v.9 y 13-22) Frente a todo este sufrimiento, David reaccionó. Lo primero que hizo fue reconocer su necesidad. Confesó, “estoy a punto de caer” (v.17a). No podía seguir así. Su dolor era demasiado fuerte (v.17b), y tuvo que ceder ante la disciplina de Dios. El Espíritu Santo produjo en él convicción de pecado, que lo llevó a confesarlo delante de Dios: “Por tanto, confesaré mi maldad, Y me contristaré por mi pecado” (v.18) Aquí tenemos el punto fundamental. Hasta ese momento, David no estaba dispuesto a reconocer su pecado; por eso la disciplina de Dios fue muy severa. Si David tan solo hubiera estado dispuesto a reconocer su pecado antes, no habría sufrido tanto. Ver Sal 32:3-5. En esa condición, el deseo de David era experimentar el perdón de su pecado (v.9). Por eso, oró al Señor; no solo pidiendo perdón, sino también pidiendo Su ayuda: 3

“No me desampares, oh Jehová; Dios mío, no te alejes de mí. Apresúrate a ayudarme, Oh Señor de mi salvación” (v.21-22) David reconoce que sus enemigos estaban “vivos y fuertes”, y que “se han aumentado los que me aborrecen sin causa” (v.19). ¡Por eso le hacía tanta falta la ayuda de Dios! David reconoce que no merece la ayuda divina. Se muestra dispuesto a esperar en Dios (v.15a); sin embargo, estaba seguro que Dios respondería (v.15b). Es lindo notar el énfasis personal, al fin del v.15, “Jehová Dios mío”. Dios lo había disciplinado; pero esa disciplina no dañó a David (como algunos psicólogos alegan). Por el contrario, confirmó que Dios era su Padre espiritual, y eso lo llevó a David a reconocer la relación tan especial que había entre él y Dios. Conclusión Dios es fuerte. Fuerte para ayudarnos y socorrernos; pero también fuerte para disciplinarnos, cuando nos hace falta. La tristeza que Dios produce (2 Cor 7:10) es profunda y hasta angustiante; pero siempre tiene un buen propósito – el de conducirnos al arrepentimiento, para que disfrutemos la salvación de Dios. Dios nos ama, y debemos entender Su disciplina desde esa perspectiva (Heb 12:5-6).

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