Estudio de Salmo 36

SALMO 36 Introducción El encabezado del Salmo 36 habla de David como “siervo de Jehová”. Eso parece indicar que este sal

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SALMO 36 Introducción El encabezado del Salmo 36 habla de David como “siervo de Jehová”. Eso parece indicar que este salmo fue compuesto al final de su vida, cuando David alcanzó cierta veneración, como un hombre que había servido a Dios fielmente (aunque, ver el título del Sal 18). Este salmo contiene cuatro estrofas. En la primera (v.1-4), David describe la maldad del impío. En la segunda (v.5-6), David alaba a Dios por Su gran misericordia. En la tercera (v.7-9), David describe la satisfacción que el creyente goza, habiendo experimentado la misericordia de Dios. Y en la cuarta (v.10-12), David pide a Dios que guarde a aquellos que lo conocen. El contraste que David hace en este salmo es entre la misericordia de Dios (la que goza el creyente), y el juicio de Dios (el que sufre el inconverso). Es un salmo muy pertinente para el mundo actual. Por todas partes nos rodean personas que no tienen temor de Dios; estas personas, no solo viven tal como David lo describe en v.1-4, sino que también sufren el juicio de Dios contra ellos (v.12). El desafío que debemos aceptar, como creyentes, es el de experimentar las “delicias” que David menciona, en v.8. Por tanto, este salmo constituye un verdadero reto para la Iglesia en el siglo 21. En medio del un mundo de maldad en el cual vivimos, debemos experimentar la bendición de Dios en nuestras vidas en tal manera que seamos ‘luz’ para el mundo. Esta es la característica de un verdadero siervo de Dios. 1. LA VIDA DEL IMPÍO (v.1-4) El “impío” (hebreo, ‘rasha’) es una figura conocida en los Salmos 1. El Salmo 1 lo menciona cuatro veces (v. 1, 4, 5 y 6). A lo largo de los Salmos, David hace referencia a los ‘impíos’ en muchas de sus composiciones (ver Sal 3:7, “perversos”; 7:9, “inicuos”; 9:5, “malo”; etc.). En el mundo contemporáneo, el “impío” es la clase de persona que nos rodea constantemente – hay ‘impíos’ entre nuestros vecinos, amigos y familiares (y a veces aun en la iglesia). Constantemente tenemos que lidiar con ellos. Pero, ¿cómo es un “impío”? David resalta las siguientes características: i. ii. iii. iv. v.

No tiene temor de Dios (v.1b). Se alaba a sí mismo de a su maldad (v.2). Habla mentiras constantemente (v.3a). No es sensato en su comportamiento (v.3b). Todo el tiempo está pensando en alguna maldad (v.4).

Reflexión 1

El AT menciona al “impío” en 249 textos. 80 de estos textos están en el libro de los Salmos, y 77 en Proverbios.

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¿Conocemos personas así? frente a dichas personas?

¿Nuestras vidas se ven afectadas por ellas? ¿Cómo nos sentimos

2. LA MISERICORDIA DE DIOS (v.5-6) Lo que alienta a David es que en medio de un mundo de maldad, él puede experimentar la bondad de Dios; y resume esa bondad en una palabra: “misericordia”. El término en hebreo es ‘jesed’, que significa ‘favor’. La palabra describe el amor de Dios para Su pueblo Israel. La palabra cobra fuerza por la permanencia de ese amor. Es el favor permanente de Dios; Su fidelidad al pacto que estableció con la nación de Israel. Esta es la palabra que Jeremías usa para explicar por qué Dios no permitió la destrucción total de Su pueblo, cuando los babilonios atacaron la ciudad de Jerusalén: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad” Lam 3:22-23 Podemos ver como Jeremías relaciona la “misericordia” de Dios con Su “fidelidad”. David hace lo mismo, aquí en el Sal 36. Habiendo dicho que la “misericordia” de Dios alcanza “hasta los cielos” (es decir, es enorme), David añade, en una frase paralela: “Y tu fidelidad alcanza hasta las nubes”. ¡Qué hermoso saber que, en un mundo de maldad, podemos confiar en el amor de Dios, y en Su gran fidelidad! David usa dos palabras más para describir la bondad de Dios: “Tu justicia es como los montes de Dios Tus juicios, abismo grande” (v.6a) Estas palabras apuntan a la intervención de Dios en el mundo; una intervención que trae salvación (Rom 1:17). Es interesante notar la perfección del amor de Dios. Dios conserva Su justicia y juicio. Pero, esa justicia divina es balanceada por Su amor y misericordia 2. Como afirma David, en el Sal 145, “Clemente y misericordioso es Jehová, Lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová para con todos, Y sus misericordias sobre todas sus obras”

Sal 145:8-9

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Si la “misericordia” de Dios se relaciona con Sus promesas, la “justicia” de Dios se relaciona con Su santidad. Dios trata al creyente de acuerdo a Sus promesas, y trata al impío conforme a Su santidad. ¡En ambas cosas Dios es glorificado!

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Esa misericordia se manifiesta en la preservación de la creación. Por eso David exclama, “ Oh Jehová, al hombre y al animal conservas” (Sal 36:6b). A pesar de la maldad del “impío”, y el impacto que esta maldad tiene sobre el mundo, Dios guarda a Su creación, y no permite que ella sea totalmente consumida. David encuentra grandes y verdaderas razones para alabar a Dios, y regocijarse en Su “misericordia”. 3. LA VIDA DEL CREYENTE (v.7-9) A la luz de esta gran “misericordia”, David procede a hablar de la vida del creyente en este mundo de maldad. Comienza exclamando, “¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia!” (v.7a). La palabra, “preciosa”, se usa para describir joyas de gran valor (2 Sam 12:30; 1 Rey 10:2). David afirma que es por esta cualidad en Dios que “los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas” (v.7b). Cuando el creyente está rodeado de maldad, y sufre las injusticias de los impíos, puede acercarse a Dios y refugiarse en Él. La figura de ‘la sombra de sus alas’ viene de Rut 2:12. David estaría relacionando el cuidado que Dios tiene sobre Sus hijos, con el cuidado que el ave tiene con sus polluelos, protegiéndolos bajo sus alas. Otra interpretación es que esto se refiere al Arca del Pacto, donde Dios se manifestaba bajo la sombra de las alas de los querubines. Pensar que la misericordia de Dios se limita en solo proteger al creyente, sería pensar en un charco de agua como el inmenso mar. Su protección es solo una parte de la inmensidad de Su misericordia. David señala esto cuando declara: “Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias” (v.8) Dios ama a Su pueblo, y anhela satisfacer sus más profundos deseos. El verbo, ‘saciar’, indica aquella ‘sed’ del alma que el ser humano siente, y que marca la gran diferencia entre Dios y nosotros. Dios no tiene necesidades; por lo tanto, nunca tiene ‘sed’ de nada. Está completamente satisfecho en Sí mismo, y no depende de nadie. Pero el ser humano ha sido creado para depender de Dios. Es por eso que sentimos toda clase de ‘sed’. Dios, en Su gran amor, sacia esa sed, y la sacia “completamente”. Somos ‘ovejas de Su prado’ (Sal 100:3), y Dios se encarga de darnos de beber (“abrevarás”). Y no nos hace beber solo unas cuantas gotas de agua, sino de un “torrente”. Dios quiere darnos vida, y darnos vida en abundancia; quiere llenarnos de gozo y alegría, hasta sentirnos plenamente saciados. Sin embargo, es importante notar cómo o de dónde nos sacia. Es “del torrente de tus delicias”. Dios no promete saciarnos carnalmente, satisfaciendo todas nuestras delicias (ver Sant 4:3). Quiere saciarnos con Sus delicias; eso es, con aquellas ‘delicias’ espirituales, que nos hacen verdadero bien, y no nos dañan. Por tanto, un verdadero hijo de Dios, gozando de plena comunión con su Padre, tiene de manera natural una necesidad (‘sed’) de delicias espirituales, y no se deja llevar por lo que el mundo considera ‘delicias’. Tenemos que deleitarnos en Dios, y a

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la par de disfrutar de ese deleite, recibiremos una gran promesa, que Él nos concederá las peticiones de nuestro corazón (Sal 37:4)3. La fuente de este ‘torrente de delicias’ es “la grosura de tu casa”. La “casa” de Dios es Su templo. Es en el templo que Dios se manifiesta en toda Su gloria; y es en la presencia de Dios que el ser humano encuentra “delicias…para siempre” (Sal 16:11). Por eso David declara, en Sal 27:4, “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo”. Expresa la misma idea en Sal 65:4, “Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, Para que habite en tus atrios; Seremos saciados del bien de tu casa, De tu santo templo”. Pero, ¿cuál es el “bien de tu casa”? En el Sal 36:8, David lo describe como “la grosura de tu casa”. La palabra habla de todas aquellas buenas cosas, que nutren nuestra vida espiritual. La reconciliación con Dios, el privilegio de poder orar a Él, el ministerio de la Palabra, el gozo del compañerismo espiritual, etc. Aunque Dios provee muchas cosas buenas para Sus hijos, lo mejor de todas es Su propia presencia. Por eso David concluye la tercera estrofa afirmando, “Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz” (v.9) Las necesidades más profundas que tenemos, encuentran plena satisfacción en la Persona de Dios. Como dijera Agustín de Hipona, “Mi alma está inquieta, y no hallará reposo hasta que la encuentre en Ti”. 4. LA PETICIÓN DE DAVID (v.10-12) a. Su Intercesión a Favor de Otros (v.10) En su primer pedido, David aboga a favor de otras personas. Pide a Dios, “Extiende tu misericordia a los que te conocen” (v.10). En el idioma español, el verbo, ‘extender’, podría ser entendido como ‘conceder’ u ‘otorgar’. Pero el verbo en hebreo (‘mashak’) significa ‘alargar’ o

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La palabra, “delicias”, es ‘eden’. En el paraíso, Dios suplió todas las necesidades que el ser humano tenía. La estrategia de Satanás fue provocar en el hombre una ‘sed’ artificial – el deseo de ser como Dios. Fue buscando satisfacer esa ‘delicia’, artificialmente creada por Satanás, que Eva miró el fruto del árbol prohibido, vio que era agradable a sus ojos, y tomó del árbol para saciar esa ‘sed’ carnal, diabólica. ¡Qué triste es ver a creyentes caer en la misma trampa hoy en día!

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‘continuar’4. David no está pidiendo a Dios que conceda Su misericordia por primera vez a los justos, sino que les siga concediendo esa misericordia. ¿Quiénes son los que “conocen” a Dios? Son aquellos que temen a Jehová (Sal 25:14); cuyas vidas se ajustan a la Palabra de Dios, y quienes disfrutan de una comunión íntima con el Señor (Sal 15:1-5; 24:3-6). Dios se manifiesta a ellos, y les permite conocerlo. El segundo pedido es muy parecido, porque la segunda línea del v.10 es un paralelismo sinónimo (una característica de la poesía hebrea): “Y tu justicia a los rectos de corazón”. En esta oración, la palabra “justicia”, debe ser entendida como ‘salvación’ (ver Rom 1:17). En Sal 7:10, David declara que Dios “salva a los rectos de corazón”. Muchas veces los “rectos de corazón” sufren por vivir en un mundo de maldad, rodeado de impíos, que son ‘torcidos de corazón’. David es muy conciente de ello; lo vivió en carne propia (siendo perseguido por Saúl, etc.). Por eso le pide a Dios que intervenga a favor de los justos, defendiéndolos y protegiéndolos. b. Su Intercesión a Favor de Sí Mismo (v.11) Habiendo orado por otros, David ahora intercede por sí mismo. “No venga pie de soberbia contra mí, Y mano de impíos no me mueva” (v.11) David equipara a los “impíos” con la “soberbia”, porque esta es una de sus características principales (ver v.2, y comparar Sal 10:2). La soberbia también fue el origen de la maldad en Satanás mismo (Is 14:11-15). David pide que Dios no permita que ni la “mano” ni el “pie” de estas personas se levanten contra él, para ‘sacudirlo’. Conclusión (v.12) Los impíos pueden prevalecer por cierto tiempo, pero al final serán cortados (v.12). Esto es lo que el primer salmo afirma (Sal 1:5), y es la fe en ello que sostiene al ‘recto de corazón’, cuando los impíos parecen prevalecer. ¿Qué significa la palabra “Allí…”, al inicio del v.12? Quizá sea la soberbia que caracterizaba al impío (v.11), o su intento de atacar al justo. O podría ser una referencia al juicio final (Sal 1:5a). Lo que sí queda claro es cómo será el fin de los impíos. Notemos los tres verbos que David usa, al terminar este salmo: -

“cayeron”. Por un tiempo dominaron, y tuvieron éxito; pero al final van a caer estrepitosamente.

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“fueron derribados”, por la intervención del soberano Dios, quien vela por el bienestar de los que le conocen y temen Su nombre.

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Ver Éx 19:13 (“Cuando suene largamente la bocina”); Sal 85:5 (“¿Extenderás tu ira de generación en generación?”); Is 13:22 (“y sus días no se alargarán”).

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“no podrán levantarse”. Su caída será final; no habrá esperanza de salvación para ellos.

Este es el fin que le espera a Satanás, y también a los impíos. Satanás no tiene esperanza; pero los impíos de este mundo, sí. Que Dios nos conceda la gracia de clamar a Él por ellos, y de ser usados para mostrarles al único camino de salvación.

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