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Mauricio Silva, el cura con escoba y carretilla Primo Corbelli Umbrales Los Hermanos del Evangelio, una institución rel

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Mauricio Silva, el cura con escoba y carretilla Primo Corbelli Umbrales

Los Hermanos del Evangelio, una institución religiosa católica relacionada con la espiritualidad del p. Charles de Foucauld, se han presentado ante la Justicia argentina para pedir que se investigue la desaparición forzada del sacerdote uruguayo Mauricio Silva durante la dictadura militar, en un mes de junio de hace 40 años. Mauricio había nacido en las afueras de Montevideo, hijo de un ladrillero agricultor y de una madre profundamente católica. Con el tiempo la familia se trasladó a La Teja. Mauricio optó por la vida religiosa con los Salesianos y estudió en el “Manga”. En 1946 como estudiante salesiano viajó a la Patagonia argentina para una experiencia inolvidable de tres años en Río Gallegos. Hizo su noviciado en Suriyaco, La Rioja, en los años de mayor vigor de la pastoral del obispo Enrique Angelelli. En 1948 pasó a estudiar teología en Córdoba y a fines de 1951 fue ordenado sacerdote en el santuario de María Auxiliadora de Villa Colón en Montevideo. Su compañero de estudio había sido, entre otros, Jaime de Nevares que después sería el conocido obispo de Neuquén, uno de los pocos en enfrentar a la dictadura militar. A los 26 años los superiores lo enviaron otra vez a Patagonia, a pesar de tener nacionalidad uruguaya. A Mauricio le había encantado su anterior experiencia en medio del viento y del frío polar, al lado de una población pobre y olvidada. Al volver a Montevideo en 1959 se encontró con la salud maltrecha de su madre y optó por quedarse en Uruguay, primero en los Talleres de don Bosco en Montevideo y después en el colegio salesiano de Paysandú. En 1962 se produjo la huelga de los cañeros y la marcha de los trabajadores de la caña de azúcar hacia Montevideo. En Mauricio fue creciendo la sensibilidad social y una clara opción para los más pobres lo que lo llevó, también por la enfermedad de la madre, a salir de la orden salesiana e integrarse al clero diocesano de la capital. Un encuentro con el sacerdote Arturo Paoli de la Fraternidad del p. Charles de Foucauld, que estaba de paso por Montevideo, le cambió definitivamente la vida. Tenía 45 años. La Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio había llegado a Argentina en enero de 1960 y se había establecido en Fortín Olmos, en la Cuña Boscosa del Chaco santafesino; el superior de la comunidad era el p. Paoli. Vivían en la casilla de pesaje de madera de la empresa inglesa “la Forestal” que extraía tanino del quebracho. Al retirarse la Forestal en 1963 vendiendo hasta los rieles del ferrocarril que era la única vía de comunicación en la zona, los Hermanos crearon una cooperativa para los hacheros y los peones rurales y otras iniciativas comunitarias. Allí llegó Mauricio Silva en 1970, recibido por Arturo Paoli que era superior latinoamericano del instituto. En esa época también el hermano de Mauricio, Jesús Silva que era sacerdote, entró en la Fraternidad. En Fortín Olmos Mauricio manejaba la camioneta del sindicato de hacheros y también la ambulancia que todos los días iba al hospital de Reconquista, a 70 km del lugar. Eran años febriles y las cartas que llegaban a la comunidad religiosa eran censuradas por la policía local. Mauricio, que padecía la revisión de su correspondencia familiar, un día escribió un carta al policía censor desconocido, con su tono manso y conciliador diciéndole: “Debe ser tremendo vivir en la sospecha para con todos y en el miedo todo el día y todos los días”. En 1973 Mauricio se trasladó a Buenos Aires para dar comienzo a una comunidad dedicada a la evangelización y acompañamiento de los barrenderos. Era un proyecto que había madurado en la oración desde hace tiempo. Quería vivir entre los últimos de los últimos. Soñaba con el sueño del p. Charles de Foucauld en el desierto del Sahara: “Gritar el Evangelio con la vida”. “AQUÍ NO VALEN LAS INVESTIDURAS” En uno de los pocos textos suyos que se conocen, escribe: “Paoli me enseñó que si tu no eres amigo de estos hombres, tampoco tienes derecho a ser su sacerdote. Aquí no valen las investiduras o nombramientos de obispos para presentarte a los feligreses de una parroquia, ni los proyectos de obras o construcciones para entrar en el barrio. Aquí la amistad es la única puerta que Dios te abre… Por eso quiero ser como uno de ellos, para ellos, buscando con ellos y anunciando a ellos el Evangelio”. El 19 de diciembre de 1973, después de largas colas y esperas interminables que duraron ocho meses, fue aceptado en la municipalidad de Capital Federal como barrendero y destinado al corralón de limpieza del barrio de Floresta. En aquel tiempo en la Capital había unos 13 mil obreros ocupados en la limpieza. Consiguió un conventillo para vivir junto con otro Hermanito, en la calle Malabia del barrio Palermo. Estaban vinculados con la Fraternidad de La Boca. De una habitación chiquita hicieron una capilla donde conservaban la Eucaristía y celebraban misa. En el trabajo, solo en un marco de amistad y confianza daban a conocer su identidad. Mauricio decía: “Somos realmente pobres porque somos trabajadores manuales anónimos, no porque hicimos opción de pobreza en una comunidad que lo tiene todo. Uno que trabaja de obrero dependiente, nunca va a ser rico”. Además de trabajar en medio de la basura, participaba en las actividades del gremio con un compromiso claro de no asumir roles protagónicos, a pesar de la insistencia de los compañeros. No dejaba por la tarde y sobre todo por la noche de dedicar un tiempo largo a la misa y a la oración. Era una vida monótona y fatigosa: de lunes a sábado madrugar muy temprano para tomar el ómnibus, entrar a trabajar a las siete, acudir al corralón que estaba muy lejos, desayunar con mate cocido, tomar la carretilla con pala y escobillón y recoger la basura de la calle hasta la tarde. Con el golpe militar empezó la represión contra todos los que luchaban en los gremios o al lado de los trabajadores, considerados como comunistas o “idiotas útiles del comunismo”. Al poco tiempo ya se habían llevado a varios de sus compañeros de trabajo, pero él seguía yendo al trabajo consciente del peligro. Se había encomendado a las oraciones de las Hermanitas de Jesús. Escribe una compañera de trabajo, Marta Garaygochea: “Queríamos acompañar desde el Evangelio, pero siendo uno más en la masa. Una cosa que hablábamos seguido era la de no abandonar el país por nada. Si queríamos compartir la suerte con los demás barrenderos, ellos no tenían ni pasaporte, ni plata para bancarse. Así que íbamos a sufrir si nos tocaba. Sabíamos que se acercaba la hora. Eso era motivo de oración todos los días”. En diciembre de 1976 Mauricio viajó a Cartagena de Indias para un encuentro de Fraternidades a nivel continental, donde se discutió la postura a tener frente a las dictaduras militares. Unos jóvenes impulsaban la idea de una opción político-partidaria. Mauricio prefirió optar por una postura evangélica y profética desde la vida religiosa. Nunca se asoció a los Curas del Tercer Mundo y menos a los grupos montoneros. Le insistieron que se quedara en Colombia o fuera a Venezuela. Al encontrarlo de vuelta en Argentina, Adolfo Pérez Esquivel le preguntó sobre las razones de su regreso. “Mi lugar es aquí. Tenemos que tener disponibilidad y acompañar a aquellos que más lo necesitan. No se van a fijar en una persona como yo que limpia la calle”. No se sentía tan famoso como el Premio Nóbel argentino; era tan solo una semilla de trigo destinada a ser sepultada en el barro de la calle. Una de sus poesías habla de un “surco humilde y oscuro” y de “morir en soledad”. Pérez Esquivel lo definió: “Un místico barriendo las calles y despertando conciencias”. De lo que pasó después tenemos el relato de su superior mayor, cuando el peligro se hizo próximo. ¿COMO PUEDE SER QUE UN HOMBRE…?

El superior latinoamericano de la Fraternidad, en aquella época el p. Joao Cara, acompañó a Mauricio el 6 de junio de 1977 a ver al nuncio Pio Laghi; el secretario p. Kevin Mullen los tranquilizó diciendo que el gobierno militar se había comprometido a “no tocar los curas y religiosos”. También el obispo Carlos Aramburu les aseguró que un general había ido a la asamblea de obispos para decirles que el gobierno no tenía nada en contra de curas y religiosos. El obispo, con su propia firma, extendió un documento de reconocimiento a Mauricio con la autorización de predicar y confesar. Cuando este fue secuestrado, llevaba ese documento encima; la policía sabía que se trataba de un sacerdote. El 14 de junio Mauricio salió temprano para ir al trabajo, después de rezar en la capilla con el p. Cara y haber leído y comentado el texto de la carta de san Pablo a Filemón. Esa misma mañana el p. Cara fue otra vez al nuncio y el secretario le aseguró que no se preveía ningún problema para Mauricio. De hecho Mauricio, nunca más volvió del trabajo. Esa misma tarde cuatro hombres armados se presentaron en la calle Malabia con las credenciales de la policía, allanaron por dos horas la casa y se llevaron todos los papeles de la Fraternidad. Relata también el p. Cara que en el arzobispado lo habían tranquilizado porque los militares no torturaban a nadie y un salesiano amigo de Mauricio, el obispo Mario Picchi , “actuó como si apenas lo hubiera conocido”. Una vecina de la calle que él barría, declaró que por la mañana un Ford Falcon blanco se había detenido y Mauricio, que estaba trabajando, fue secuestrado por sus ocupantes. En setiembre el obispo Picchi se acordó de Mauricio e informó que estaba detenido en el cuartel militar de Campo de Mayo, a disposición de la Justicia militar y en condiciones físicas deplorables. Después, ya no hubo más noticias fidedignas. Al p. Cara los policías le habían preguntado con desconfianza: “¿Cómo puede ser que un hombre de tanto estudio como dicen ustedes, un sacerdote, se haya dedicado a una vida de barrendero?”. Lo entendieron muy bien sus compañeros de trabajo que lograron que la Legislatura de Buenos Aires declarara el 14 de junio Día del Barrendero, en honor de Mauricio Silva. Uno de los miles de desaparecidos, cuyo recuerdo es imborrable. MORIR EN SOLEDAD “Señor, yo sé que Tú estás en la fe luminosa de una noche de estrellas, de un día radiante de azul y de sol. Yo sé que Tú estás en la espera gozosa de un niño que viene, de una carta que llega, de un amigo que vuelve. Tu estás, yo sé que Tú estás en el amor inmenso de unas manos que abrazan y en el puro cariño del beso que une. Mas también sé que estás en la fe desprovista y desnuda cuando un día a otro día le cuenta su rutina de trabajo y pobreza y mi alma se hunde en tiniebla total. Yo sé que Tú estás cuando la esperanza es cuesta empinada, la cumbre es incierta y las fuerzas muy pocas. Tú estás. Yo sé que Tú estás cuando amar es un surco humilde y oscuro, que reclama el grano para ser fecundo y morir en soledad. Yo sé que Tú estás, Señor que te creo, Señor que te espero, Señor que me amas. Yo sé que Tú estás”. Mauricio Silva Fuente: http://umbrales.edu.uy/2016/07/04/nunca-sin-el-otro-mauricio-silva-el-cura-con-escoba-y-carretilla/

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Pensamiento Discepoleano 8 de junio de 2015 ·

MAURICIO SILVA, “El cura barrendero” (1925 – 1977) EN PENSAMIENTO DISCEPOLEANO VOLVEMOS A RECORDAR A LOS SACERDOTES QUE HICIERON HISTORIA Y QUE LA HISTORIA OFICIAL PREFIERE "OLVIDAR". Un 20 de septiembre de 1925 nace Kléber Silva Iribarnegaray en las afueras de Montevideo, Uruguay, quien más tarde adoptará el nombre de Mauricio. La mala situación económica de la familia quedó registrada en el certificado de nacimiento “Exonerado de estampilla por haber justificado pobreza”. Su padre, Antonio Jerónimo Silva, ladrillero y agricultor, y su madre Ramona Iribarnegaray tendrían otros cuatro niños. En 1928 fallece el padre de los Silva, aumentando las penurias económicas de la familia, que llevarán a Doña Ramona a entregar en custodia a Kléber y su hermano Jesús en 1938 al instituto educativo “El Manga” de la congregación Salesiana, autorizando la carrera sacerdotal de ambos. Siendo aspirante salesiano comienza a ser llamado Mauricio, y con 19 años emigra hacia la Patagonia para continuar sus estudios sacerdotales, para, en 1948 en Córdoba, emitir sus votos perpetuos de compromiso religioso. Tras un paso breve por Montevideo, se radica definitivamente en 1952 en Argentina, donde es derivado por la Congregación al Puerto San Julián, desempeñándose como maestro de primaria y catequista. En plena consolidación del peronismo y su consecuente mejora en las condiciones de vida de los más humildes, Mauricio tiene su propia visión del proceso político y su hermano Jesús dirá al respecto: “A él, el proceso le entusiasmaba y estaba muy conforme. La idea que teníamos del peronismo y de Perón la fuimos viendo y formando junto con el pueblo que, en ese momento, depositaba en ese hombre toda la confianza. Mauricio defendió mucho ese proceso”. Por aquellos años los oprimidos comenzaban a organizarse para alzar su voz y dar batalla, y América Latina no era la excepción; esta coyuntura encuentra a un Mauricio comprometido con su tiempo, encontrando similitudes en los grados de explotación de los trabajadores rurales uruguayos del 1962, con los del sur argentino, esto le da una visión global de la lucha por llevar adelante. El vivir de cerca la pobreza, el dolor del hambre, la injusticia, y la situación de efervescencia y participación política significaron para Silva la necesidad de hacer carne el mensaje del Evangelio. Esta opción se profundiza luego de los cambios que se producen al interior de la Iglesia tras la impronta de los documentos elaborados por los obispos latinoamericanos que siente la necesidad de estar con los más humildes. En este contexto, Mauricio cree poder llevar adelante su compromiso al lado de los explotados, sumándose en 1970 a las filas de “Los Hermanitos del Evangelio” quienes habían arribado al país en la década del ’60 instalándose en la zona de acción de la Forestal (Fortín Olmos) para identificarse con el sufrimiento del explotado, en este caso, de hacheros y trabajadores rurales. El ingreso a este grupo estaba condicionado a la realización del noviciado en Suriyaco, La Rioja, en épocas del obispo Enrique Angelelli, para luego instalarse en Rosario por poco tiempo y desempeñándose como reciclador de basura; corría el año 1972 y en la Argentina la dictadura de Lanusse comienza a preparar su retiro empujado por el ascenso imparable de vastos sectores de la sociedad argentina. Según su par Patricio Rice, que más tarde será uno de los más activos religiosos en la denuncia internacional sobre las violaciones a los derechos humanos en la Argentina, Mauricio “entendía que tenía que vivir con los más pobres y ser fermento de la masa. Pero él no quería ser ni dirigente ni líder”. En el verano de 1973, regresa a Fortín Olmos, para ese momento la dictadura es derrotada en las urnas y vuelve al gobierno el peronismo tras la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, luego de 18 años de proscripción y persecuciones. La Fraternidad de Fortín Olmos participa activamente en la zona del chaco santafesino, en palabras de Rice: “la Fraternidad había participado en Fortín Olmos de las elecciones organizando a la gente. En la zona había un enfrentamiento muy grande entre el sector peronista y el sector estanciero y ex contratistas representados en el partido radical. La preocupación de Mauricio era que la gente del pueblo pudiera acceder a las listas peronistas en la comuna”. A pesar de los esfuerzos, el peronismo pierde en la zona, pero vale para reflejar el compromiso de la Fraternidad con los trabajadores; siendo justamente esta solidaridad de acción la que les valdría la persecución abierta de la Policía local como así también la violación sistemática de su correspondencia personal. Mauricio se traslada a Buenos Aires para proyectar su tarea, llegando a la capital en 1973, donde comienza a organizar una comunidad dedicada a la evangelización y al acompañamiento de los obreros municipales dedicados a la limpieza y en pésimas condiciones laborales. Sus principios lo llevan a emplearse como barrendero municipal, y a ser uno más entre los trabajadores para dar el ejemplo y militar gremialmente junto a sus compañeros, con el Evangelio bajo el brazo. En la tarea lo acompañan su hermano Jesús y su otra gran amigo, Vermundo Fernández, sacerdote español. Con esta decisión cumple los preceptos esenciales de la Fraternidad, que predicaba realizar los trabajos más duros para acompañar a los obreros más pobres. Luego de la decisión Mauricio recordaba: “Lo cierto es que un buen día en Buenos Aires, con toda mi carga de esperanzas, me sorprendí mirando en La Boca a un barrendero… un hombre pequeño y sucio limpiando una calle. Cosa de segundos, allí estaba mi lugar, y ‘los muchos hombres que tengo en la ciudad para ti’, como encontré luego en San Pablo”. Se instala en la Fraternidad del barrio de La Boca hasta que con Veremundo Fernández inicia la experiencia de comunidad en un conventillo de la calle Malabia 1450, en Palermo.

Como barrendero, se desempeñó en el corralón de limpieza urbana del barrio de Floresta. En esos años la persecución por parte de la Triple A comenzaba a incrementarse, y en 1974 cae asesinado por la organización comandada por López Rega el sacerdote Carlos Mugica, alertando con esto a todos los religiosos que habían optado por predicar junto a los más pobres. Sin embargo, no alcanza para detener a Mauricio en la pelea junto a los barrenderos. Participa en las elecciones del gremio municipal, apoyando a los sectores opositores a la burocracia, en la conducción del mismo. Sus compañeros de trabajo y sacerdocio le advierten que tome recaudos, porque perciben que puede ser víctima de un atentado, pero él toma la decisión de no abandonar jamás la suerte de los más pobres, y quedarse junto a ellos pase lo que pase. La hermana de la Fraternidad Marta Garaycochea recuerda: “… la otra cosa de la que se hablaba seguido era de no abandonar el país por nada, aunque llegara lo que sabíamos que iba a llegar. Porque la reflexión era ésta: si queremos compartir la suerte con ellos, un pobre no tiene pasaporte, ni plata para bancarse, ni nadie influyente que le pueda dar la plata para el pasaje y salir del país cuando alguien lo persigue. Así que íbamos a sufrir si nos tocaba”. El golpe de esta de 1976 lo encuentra firme junto a sus compañeros de trabajo, sabiendo el peligro que se cernía sobre él y tantos otros luchadores. Un encuentro de Fraternidades en Colombia, al que asiste junto a su hermano y en el que se tratan las acciones a seguir ante las dictaduras en todo el continente, hubiera sido un buen motivo para salvarse de las garras asesinas de las fuerzas de seguridad, pero Mauricio decidió cumplir su palabra, su compromiso con los pobres. En marzo de 1977 está de vuelta, previa recorrida por otras Fraternidades en Colombia, Venezuela, Ecuador y Bolivia. La represión comienza a caer sobre la Fraternidad. El 8 de abril desaparece Carlos Bustos y el 19 Juan José Chiche Kratzer sale rumbo a Venezuela. Entre el 5 y el 6 son secuestrados los compañeros del corralón de Floresta, Mauricio Néstor Sanmartino y Julio Goitía, integrantes ambos de la lista opositora al sindicato municipal. El 14 de junio de 1977 llega el turno de Mauricio, a las 9,30 hs. un Ford Falcon Blanco lo intercepta mientras realizaba sus tareas laborales: barrer la calle y se lo lleva entre el asombro de los vecinos. En septiembre, monseñor Pichi informa que lo vio en Campo de Mayo y que estaba a disposición de la justicia militar. Un mes más tarde, el mismo obispo, confirma su ausencia. A partir de 1978, Patricio Rice y Jesús Silva –su hermano- denuncian la situación desde los Estados Unidos. El mismo año llega una noticia muy difundida: una religiosa habría visto a Mauricio moribundo en un hospital de Buenos Aires. En marzo de 1984, amigos pensaron haberlo reconocido en un programa de televisión filmado en el hospital psiquiátrico Borda de Buenos Aires, pero no se pudo confirmar nada. Con 51 años desaparecía aquel sacerdote amante de la lectura, fanático por el fútbol, hincha de Peñarol, guitarrero y cantor discreto, buen orador, afectuoso, de una personalidad atrapante para muchos de los que lo conocieron. Mauricio Silva se suma a la lista de los sacerdotes desaparecidos y asesinados durante la dictadura militar iniciada en 1976. Carlos Mugica, Angelelli, Carlos Ponce de León, los cinco palotinos acribillados en la parroquia de San Patricio, entre otros, cometieron el sacrilegio “subversivo” de vivir el evangelio como lo hizo Jesús, sin nada a cambio, sumidos entre los pobres, luchado contra los privilegios de los sectores dominantes. El mismo camino siguieron la gran mayoría de los Hermanitos del Evangelio, quienes se encuentran desaparecidos, siendo la Fraternidad más castigada por la última dictadura. Décadas después, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires declara el 14 de junio día del barrendero municipal, en homenaje a Mauricio… Silva. Los sectores dirigentes de la Iglesia Católica Argentina de entonces, optaron por mirar hacia otro lado, no haciendo uso de su fuerte influencia política para evitar o denunciar las desapariciones de sus propios pares, como bien quedó plasmado en la investigación de Emilio Mignone. FACUNDO CERSÓSIMO Y CECILLA FERRONI – LOS MALDITOS – VOLUMEN IV – PÁGINA 365 Editorial Madres de Plaza de Mayo

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Estado Jairo M Vaca

Pensamiento Discepoleano 14 h ·

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Pensamiento Discepoleano 14 h ·

PÁGINA 12 – PIRULO DE TAPA QUERIDO Son miles cada día, bolsas y bolsas que cansan a los carteros y asombran a los empleados de la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba, en el estado brasileño de Paraná. Luiz Inácio Lula da Silva, detenido bajo acusaciones de corrupción, recibe cada día un correo masivo. Las cartas invariablemente comienzan con la frase “Querido presidente Lula”. La catarata postal fue idea de la ex presidenta Dilma Rousseff, que difundió la dire... Ver más

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Ver 4 comentarios más Luis Vivas Comparto 1

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Liliana Rodriguez Comparto. Y me pregunto: algunas personas no saben leer o interpretar lo que leen? Hay consultas que no puedo creer como: la dirección o porqué correo 1

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Pensamiento Discepoleano 15 h ·

BIOGRAFÍAS INDISPENSABLES PARA CONOCER LA OTRA HISTORIA (la historia que nos nos cuentan en las escuelas) MIGUEL RAGONE - (1921 - 1976) OTRO "MALDITO OLVIDADO" POR LA HISTORIA OFICIAL Médico y político salteño. Discípulo del Dr. Ramón Carrillo, colaboró en su gestión como ministro de Salud Pública en el gobierno del General Perón. Después del ’55, ya alejado de la función pública, se dedicó por entero a su profesión conociéndoselo como “el médico de los pobres”. También parti... Ver más

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Ver 9 comentarios más Daniel Adrian Gattuso L.O.M.J.E

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Fidelia Che Castro Presenté

HLVS .

🌷

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Pensamiento Discepoleano 15 h ·

¿DECÍS SER CRISTIANO? TAL VEZ DEBIERAS PENSARLO MUY BIEN ANTES DE DECIRLO PARA NO CAER EN LA HIPOCRESÍA. ESTO DECÍA SAN AMBROSIO EN LOS PRIMEROS SIGLOS DEL CRISTIANISMO (Tréveris, hacia 340 - Milán, 397) PADRE Y DOCTOR DE LA IGLESIA CATÓLICA: "La naturaleza suministra su riqueza a todos los hombres en común. Dios ha creado todas las cosas para que todos los seres vivientes las gocen en común, y para que la tierra se convierta en una posesión común a todos. La propia naturaleza es la que ha creado el derecho de la comunidad, y es la usurpación injusta la que ha creado el derecho a la propiedad privada".

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Ver 6 comentarios más Da Wei Era marxista?

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Ana María Cirigliano No, cristiano como Evita!

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Pensamiento Discepoleano 15 h ·

¡INSACIABLES!

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Maria Emilia Agüero Asco 2

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Pensamiento Discepoleano 21 de abril a las 12:48 ·

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Hromero Hromero Que gran verdad !!!!!!! 1

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Jess Luana Matias Ezequiel :B 1

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Matias Ezequiel vos ya lo sos ahora

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Pensamiento Discepoleano Me gusta esta página · 8 de junio de 2015 ·

MAURICIO SILVA, “El cura barrendero” (1925 – 1977) EN PENSAMIENTO DISCEPOLEANO VOLVEMOS A RECORDAR A LOS SACERDOTES QUE HICIERON HISTORIA Y QUE LA HISTORIA OFICIAL PREFIERE "OLVIDAR". Un 20 de septiembre de 1925 nace Kléber Silva Iribarnegaray en las afueras de Montevideo, Uruguay, quien más tarde adoptará el nombre de Mauricio. La mala situación económica de la familia quedó registrada en el certificado de nacimiento “Exonerado de estampilla por haber justificado pobreza”. Su padre, Antonio Jerónimo Silva, ladrillero y agricultor, y su madre Ramona Iribarnegaray tendrían otros cuatro niños. En 1928 fallece el padre de los Silva, aumentando las penurias económicas de la familia, que llevarán a Doña Ramona a entregar en custodia a Kléber y su hermano Jesús en 1938 al instituto educativo “El Manga” de la congregación Salesiana, autorizando la carrera sacerdotal de ambos. Siendo aspirante salesiano comienza a ser llamado Mauricio, y con 19 años emigra hacia la Patagonia para continuar sus estudios sacerdotales, para, en 1948 en Córdoba, emitir sus votos perpetuos de compromiso religioso. Tras un paso breve por Montevideo, se radica definitivamente en 1952 en Argentina, donde es derivado por la Congregación al Puerto San Julián, desempeñándose como maestro de primaria y catequista. En plena consolidación del peronismo y su consecuente mejora en las condiciones de vida de los más humildes, Mauricio tiene su propia visión del proceso político y su hermano Jesús dirá al respecto: “A él, el proceso le entusiasmaba y estaba muy conforme. La idea que teníamos del peronismo y de Perón la fuimos viendo y formando junto con el pueblo que, en ese momento, depositaba en ese hombre toda la confianza. Mauricio defendió mucho ese proceso”. Por aquellos años los oprimidos comenzaban a organizarse para alzar su voz y dar batalla, y América Latina no era la excepción; esta coyuntura encuentra a un Mauricio comprometido con su tiempo, encontrando similitudes en los grados de explotación de los trabajadores rurales uruguayos del 1962, con los del sur argentino, esto le da una visión global de la lucha por llevar adelante. El vivir de cerca la pobreza, el dolor del hambre, la injusticia, y la situación de efervescencia y participación política significaron para Silva la necesidad de hacer carne el mensaje del Evangelio. Esta opción se profundiza luego de los cambios que se producen al interior de la Iglesia tras la impronta de los documentos elaborados por los obispos latinoamericanos que siente la necesidad de estar con los más humildes. En este contexto, Mauricio cree poder llevar adelante su compromiso al lado de los explotados, sumándose en 1970 a las filas de “Los Hermanitos del Evangelio” quienes habían arribado al país en la década del ’60 instalándose en la zona de acción de la Forestal (Fortín Olmos) para identificarse con el sufrimiento del explotado, en este caso, de hacheros y trabajadores rurales. El ingreso a este grupo estaba condicionado a la realización del noviciado en Suriyaco, La Rioja, en épocas del obispo Enrique Angelelli, para luego instalarse en Rosario por poco tiempo y desempeñándose como reciclador de basura; corría el año 1972 y en la Argentina la dictadura de Lanusse comienza a preparar su retiro empujado por el ascenso imparable de vastos sectores de la sociedad argentina. Según su par Patricio Rice, que más tarde será uno de los más activos religiosos en la denuncia internacional sobre las violaciones a los derechos humanos en la Argentina, Mauricio “entendía que tenía que vivir con los más pobres y ser fermento de la masa. Pero él no quería ser ni dirigente ni líder”. En el verano de 1973, regresa a Fortín Olmos, para ese momento la dictadura es derrotada en las urnas y vuelve al gobierno el peronismo tras la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, luego de 18 años de proscripción y persecuciones. La Fraternidad de Fortín Olmos participa activamente en la zona del chaco santafesino, en palabras de Rice: “la Fraternidad había participado en Fortín Olmos de las elecciones organizando a la gente. En la zona había un enfrentamiento muy grande entre el sector peronista y el sector estanciero y ex contratistas representados en el partido radical. La preocupación de Mauricio era que la gente del pueblo pudiera acceder a las listas peronistas en la comuna”. A pesar de los esfuerzos, el peronismo pierde en la zona, pero vale para reflejar el compromiso de la Fraternidad con los trabajadores; siendo justamente esta solidaridad de acción la que les valdría la persecución abierta de la Policía local como así también la violación sistemática de su correspondencia personal. Mauricio se traslada a Buenos Aires para proyectar su tarea, llegando a la capital en 1973, donde comienza a organizar una comunidad dedicada a la evangelización y al acompañamiento de los obreros municipales dedicados a la limpieza y en pésimas condiciones laborales. Sus principios lo llevan a emplearse como barrendero municipal, y a ser uno más entre los trabajadores para dar el ejemplo y militar gremialmente junto a sus compañeros, con el Evangelio bajo el brazo. En la tarea lo acompañan su hermano Jesús y su otra gran amigo, Vermundo Fernández, sacerdote español. Con esta decisión cumple los preceptos esenciales de la Fraternidad, que predicaba realizar los trabajos más duros para acompañar a los obreros más pobres. Luego de la decisión Mauricio recordaba: “Lo cierto es que un buen día en Buenos Aires, con toda mi carga de esperanzas, me sorprendí mirando en La Boca a un barrendero… un hombre pequeño y sucio limpiando una calle. Cosa de segundos, allí estaba mi lugar, y ‘los muchos hombres que tengo en la ciudad para ti’, como encontré luego en San Pablo”. Se instala en la Fraternidad del barrio de La Boca hasta que con Veremundo Fernández inicia la experiencia de comunidad en un conventillo de la calle Malabia 1450, en Palermo. Como barrendero, se desempeñó en el corralón de limpieza urbana del barrio de Floresta. En esos años la persecución por parte de la Triple A comenzaba a incrementarse, y en 1974 cae asesinado por la organización comandada por López Rega el sacerdote Carlos Mugica, alertando con esto a todos los religiosos que habían optado por predicar junto a los más pobres. Sin embargo, no alcanza para detener a Mauricio en la pelea junto a los barrenderos. Participa en las elecciones del gremio municipal, apoyando a los sectores opositores a la burocracia, en la conducción del mismo. Sus compañeros de trabajo y sacerdocio le advierten que tome recaudos, porque perciben que puede ser víctima de un atentado, pero él toma la decisión de no abandonar jamás la suerte de los más pobres, y quedarse junto a ellos pase lo que pase. La hermana de la Fraternidad Marta Garaycochea recuerda: “… la otra cosa de la que se hablaba seguido era de no abandonar el país por nada, aunque llegara lo que sabíamos que iba a llegar. Porque la reflexión era ésta: si queremos compartir la suerte con ellos, un pobre no tiene pasaporte, ni plata para bancarse, ni nadie influyente que le pueda dar la plata para el pasaje y salir del país cuando alguien lo persigue. Así que íbamos a sufrir si nos tocaba”. El golpe de esta de 1976 lo encuentra firme junto a sus compañeros de trabajo, sabiendo el peligro que se cernía sobre él y tantos otros luchadores. Un encuentro de Fraternidades en Colombia, al que asiste junto a su hermano y en el que se tratan las acciones a seguir ante las dictaduras en todo el continente, hubiera sido un buen motivo para salvarse de las garras asesinas de las fuerzas de seguridad, pero Mauricio decidió cumplir su palabra, su compromiso con los pobres. En marzo de 1977 está de vuelta, previa recorrida por otras Fraternidades en Colombia, Venezuela, Ecuador y Bolivia. La represión comienza a caer sobre la Fraternidad. El 8 de abril desaparece Carlos Bustos y el 19 Juan José Chiche Kratzer sale rumbo a Venezuela. Entre el 5 y el 6 son secuestrados los compañeros del corralón de Floresta, Mauricio Néstor Sanmartino y Julio Goitía, integrantes ambos de la lista opositora al sindicato municipal. El 14 de junio de 1977 llega el turno de Mauricio, a las 9,30 hs. un Ford Falcon Blanco lo intercepta mientras realizaba sus tareas laborales: barrer la calle y se lo lleva entre el asombro de los vecinos. En septiembre, monseñor Pichi informa que lo vio en Campo de Mayo y que estaba a disposición de la justicia militar. Un mes más tarde, el mismo obispo, confirma su ausencia. A partir de 1978, Patricio Rice y Jesús Silva –su hermano- denuncian la situación desde los Estados Unidos. El mismo año llega una noticia muy

difundida: una religiosa habría visto a Mauricio moribundo en un hospital de Buenos Aires. En marzo de 1984, amigos pensaron haberlo reconocido en un programa de televisión filmado en el hospital psiquiátrico Borda de Buenos Aires, pero no se pudo confirmar nada. Con 51 años desaparecía aquel sacerdote amante de la lectura, fanático por el fútbol, hincha de Peñarol, guitarrero y cantor discreto, buen orador, afectuoso, de una personalidad atrapante para muchos de los que lo conocieron. Mauricio Silva se suma a la lista de los sacerdotes desaparecidos y asesinados durante la dictadura militar iniciada en 1976. Carlos Mugica, Angelelli, Carlos Ponce de León, los cinco palotinos acribillados en la parroquia de San Patricio, entre otros, cometieron el sacrilegio “subversivo” de vivir el evangelio como lo hizo Jesús, sin nada a cambio, sumidos entre los pobres, luchado contra los privilegios de los sectores dominantes. El mismo camino siguieron la gran mayoría de los Hermanitos del Evangelio, quienes se encuentran desaparecidos, siendo la Fraternidad más castigada por la última dictadura. Décadas después, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires declara el 14 de junio día del barrendero municipal, en homenaje a Mauricio… Silva. Los sectores dirigentes de la Iglesia Católica Argentina de entonces, optaron por mirar hacia otro lado, no haciendo uso de su fuerte influencia política para evitar o denunciar las desapariciones de sus propios pares, como bien quedó plasmado en la investigación de Emilio Mignone. FACUNDO CERSÓSIMO Y CECILLA FERRONI – LOS MALDITOS – VOLUMEN IV – PÁGINA 365 Editorial Madres de Plaza de Mayo

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NUNCA SIN EL OTROMAURICIO SILVA: EL CURA CON ESCOBA Y CARRETILLA

Los Hermanos del Evangelio, una institución religiosa católica relacionada con la espiritualidad del p.Charles de Foucauld, se han presentado ante la Justicia argentina para pedir que se investigue la desaparición forzada del sacerdote uruguayo Mauricio Silva durante la dictadura militar, en un mes de junio de hace casi 40 años.

Mauricio había nacido en las afueras de Montevideo, hijo de un ladrillero agricultor y de una madre profundamente católica. Con el tiempo la familia se trasladó a La Teja. Mauricio optó por la vida religiosa con los Salesianos y estudió en el “Manga”. En 1946 como estudiante salesiano viajó a la Patagonia argentina para una experiencia inolvidable de tres años en Río Gallegos. Hizo su noviciado en Suriyaco, La Rioja, en los años de mayor vigor de la pastoral del obispo Enrique Angelelli. En 1948 pasó a estudiar teología en Córdoba y a fines de 1951 fue ordenado sacerdote en el santuario de María Auxiliadora de Villa Colón en Montevideo. Su compañero de estudio había sido, entre otros, Jaime de Nevares que después sería el conocido obispo de Neuquén, uno de los pocos en enfrentar a la dictadura militar. A los 26 años los superiores lo enviaron otra vez a Patagonia, a pesar de tener nacionalidad uruguaya. A Mauricio le había encantado su anterior experiencia en medio del viento y del frío polar, al lado de una población pobre y olvidada. Al volver a Montevideo en 1959 se encontró con la salud maltrecha de su madre y optó por quedarse en Uruguay, primero en los Talleres de don Bosco en Montevideo y después en el colegio salesiano de Paysandú. En 1962 se produjo la huelga de los cañeros y la marcha de los trabajadores de la caña de azúcar hacia Montevideo. En Mauricio fue creciendo la sensibilidad social y una clara opción para los más pobres lo que lo llevó, también por la enfermedad de la madre, a salir de la orden salesiana e integrarse al clero diocesano de la capital. Un encuentro con el sacerdote Arturo Paoli de la Fraternidad del p.Charles de Foucauld, que estaba de paso por Montevideo, le cambió definitivamente la vida. Tenía 45 años.

La Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio había llegado a Argentina en enero de 1960 y se había establecido en Fortín Olmos, en la Cuña Boscosa del Chaco santafesino; el superior de la comunidad era el p. Paoli. Vivían en la casilla de pesaje de madera de la empresa inglesa “la Forestal” que extraía tanino del quebracho. Al retirarse la Forestal en 1963 vendiendo hasta los rieles del ferrocarril que era la única vía de comunicación en la zona, los Hermanos crearon una cooperativa para los hacheros y los peones rurales y otras iniciativas comunitarias. Allí llegó Mauricio Silva en 1970, recibido por Arturo Paoli que era superior latinoamericano del instituto. En esa época también el hermano de Mauricio, Jesús Silva que era sacerdote, entró en la Fraternidad. En Fortín Olmos Mauricio manejaba la camioneta del sindicato de hacheros y también la ambulancia que todos los días iba al hospital de Reconquista, a 70 km del lugar. Eran años febriles y las cartas que llegaban a la comunidad religiosa eran censuradas por la policía local. Mauricio, que padecía la revisión de su correspondencia familiar, un día escribió un carta al policía censor desconocido, con su tono manso y conciliador diciéndole: “Debe ser tremendo vivir en la sospecha para con todos y en el miedo todo el día y todos los días”. En 1973 Mauricio se trasladó a Buenos Aires para dar comienzo a una comunidad dedicada a la evangelización y acompañamiento de los barrenderos. Era un proyecto que había madurado en la oración desde hace tiempo. Quería vivir entre los últimos de los últimos. Soñaba con el sueño del p. Charles de Foucauld en el desierto del Sahara: “Gritar el Evangelio con la vida”.

“AQUÍ NO VALEN LAS INVESTIDURAS” En uno de los pocos textos suyos que se conocen, escribe: “Paoli me enseñó que si tu no eres amigo de estos hombres, tampoco tienes derecho a ser su sacerdote. Aquí no valen las investiduras o nombramientos de obispos para presentarte a los feligreses de una parroquia, ni los proyectos de obras o construcciones para entrar en el barrio. Aquí la amistad es la única puerta que Dios te abre… Por eso quiero ser como uno de ellos, para ellos, buscando con ellos y anunciando a ellos el Evangelio”. El 19 de diciembre de 1973, después de largas colas y esperas interminables que duraron ocho meses, fue aceptado en la municipalidad de Capital Federal como barrendero y destinado al corralón de limpieza del barrio de Floresta. En aquel tiempo en la Capital había unos 13 mil obreros ocupados en la limpieza. Consiguió un conventillo para vivir junto con otro Hermanito, en la calle Malabia del barrio Palermo. Estaban vinculados con la Fraternidad de La Boca. De una habitación chiquita hicieron una capilla donde conservaban la Eucaristía y celebraban misa. En el trabajo, solo en un marco de amistad y confianza daban a conocer su identidad. Mauricio decía: “Somos realmente pobres porque somos trabajadores manuales anónimos, no porque hicimos opción de pobreza en una comunidad que lo tiene todo. Uno que trabaja de obrero dependiente, nunca va a ser rico”. Además de trabajar en medio de la basura, participaba en las actividades del gremio con un compromiso claro de no asumir roles protagónicos, a pesar de la insistencia de los compañeros. No dejaba por la tarde y sobre todo por la noche de dedicar un tiempo largo a la misa y a la oración. Era una vida monótona y fatigosa: de lunes a sábado madrugar muy temprano para tomar el ómnibus, entrar a trabajar a las siete, acudir al corralón que estaba muy lejos, desayunar con mate cocido, tomar la carretilla con pala y escobillón y recoger la basura de la calle hasta la tarde. Con el golpe militar empezó la represión contra todos los que luchaban en los gremios o al lado de los trabajadores, considerados como comunistas o “idiotas útiles del comunismo”. Al poco tiempo ya se habían llevado a varios de sus compañeros de trabajo, pero él seguía yendo al trabajo consciente del peligro. Se había encomendado a las oraciones de las Hermanitas de Jesús. Escribe una compañera de trabajo, Marta Garaygochea: “Queríamos acompañar desde el Evangelio, pero siendo uno más en la masa. Una cosa que hablábamos seguido era la de no abandonar el país por nada. Si queríamos compartir la suerte con los demás barrenderos, ellos no tenían ni pasaporte, ni plata para bancarse. Así que íbamos a sufrir si nos tocaba. Sabíamos que se acercaba la hora. Eso era motivo de oración todos los días”. En diciembre de 1976 Mauricio viajó a Cartagena de Indias para un encuentro de Fraternidades a nivel continental, donde se discutió la postura a tener frente a las dictaduras militares. Unos jóvenes impulsaban la idea de una opción político-partidaria. Mauricio prefirió optar por una postura evangélica y profética desde la vida religiosa. Nunca se asoció a los Curas del Tercer Mundo y menos a los grupos montoneros. Le insistieron que se quedara en Colombia o fuera a Venezuela. Al encontrarlo de vuelta en Argentina, Adolfo Pérez Esquivel le preguntó sobre las razones de su regreso. “Mi lugar es aquí. Tenemos que tener disponibilidad y acompañar a aquellos que más lo necesitan. No se van a fijar en una persona como yo que limpia la calle”. No se sentía tan famoso como el Premio Nóbel argentino; era tan solo una semilla de trigo destinada a ser sepultada en el barro de la calle. Una de sus poesías habla de un “surco humilde y oscuro” y de “morir en soledad”. Pérez Esquivel lo definió: “Un místico barriendo las calles y despertando conciencias”. De lo que pasó después tenemos el relato de su superior mayor, cuando el peligro se hizo próximo.

¿COMO PUEDE SER QUE UN HOMBRE…? El superior latinoamericano de la Fraternidad, en aquella época el p. Joao Cara, acompañó a Mauricio el 6 de junio de 1977 a ver al nuncio Pio Laghi; el secretario p. Kevin Mullen los tranquilizó diciendo que el gobierno militar se había comprometido a “no tocar los curas y religiosos”. También el obispo Carlos Aramburu les aseguró que un general había ido a la asamblea de obispos para decirles que el gobierno no tenía nada en contra de curas y religiosos. El obispo, con su propia firma, extendió un documento de reconocimiento a Mauricio con la autorización de predicar y confesar. Cuando este fue secuestrado, llevaba ese documento encima; la policía sabía que se trataba de un sacerdote. El 14 de junio Mauricio salió temprano para ir al trabajo, después de rezar en la capilla con el p. Cara y haber leído y comentado el texto de la carta de san Pablo a Filemón. Esa misma mañana el p. Cara fue otra vez al nuncio y el secretario le aseguró que no se preveía ningún problema para Mauricio. De hecho Mauricio, nunca más volvió del trabajo. Esa misma tarde cuatro hombres armados se presentaron en la calle Malabia con las credenciales de la policía, allanaron por dos horas la casa y se llevaron todos los papeles de la Fraternidad. Relata también el p. Cara que en el arzobispado lo habían tranquilizado porque los militares no torturaban a nadie y un salesiano amigo de Mauricio, el obispo Mario Picchi , “actuó como si apenas lo hubiera conocido”. Una vecina de la calle que él barría, declaró que por la mañana un Ford Falcon blanco se había detenido y Mauricio, que estaba trabajando, fue secuestrado por sus ocupantes. En setiembre el obispo Picchi se acordó de Mauricio e informó que estaba detenido en el cuartel militar de Campo de Mayo, a disposición de la Justicia militar y en condiciones físicas deplorables. Después, ya no hubo más noticias fidedignas. Al p. Cara los policías le habían preguntado con desconfianza: “¿Cómo puede ser que un hombre de tanto estudio como dicen ustedes, un sacerdote, se haya dedicado a una vida de barrendero?”. Lo entendieron muy bien sus compañeros de trabajo que lograron que la Legislatura de Buenos Aires declarara el 14 de junio Día del Barrendero, en honor de Mauricio Silva. Uno de los miles de desaparecidos, cuyo recuerdo es imborrable. Primo Corbelli

MORIR EN SOLEDAD

“Señor, yo sé que Tú estás en la fe luminosa de una noche de estrellas, de un día radiante de azul y de sol. Yo sé que Tú estás en la espera gozosa de un niño que viene, de una carta que llega, de un amigo que vuelve. Tu estás, yo sé que Tú estás en el amor inmenso de unas manos que abrazan y en el puro cariño del beso que une. Mas también sé que estás en la fe desprovista y desnuda cuando un día a otro día le cuenta su rutina de trabajo y pobreza y mi alma se hunde en tiniebla total. Yo sé que Tú estás cuando la esperanza es cuesta empinada, la cumbre es incierta y las fuerzas muy pocas. Tú estás. Yo sé que Tú estás cuando amar es un surco humilde y oscuro, que reclama el grano para ser fecundo y morir en soledad. Yo sé que Tú estás, Señor que te creo, Señor que te espero, Señor que me amas. Yo sé que Tú estás”. Mauricio Silva

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CONSTRUIR FRATERNIDAD EN UNA SOCIEDAD FRAGMENTADA

Un comentario en “NUNCA SIN EL OTRO- MAURICIO SILVA: EL CURA CON ESCOBA Y CARRETILLA”

Gloria Sellera Bermúdez

1.

10 abril, 2017 en 4:09 pm

Me gustó mucho!!! Me dio mucha alegría ver que sus compañeros no lo dejan!!! Tengo una diferencia con el lugar donde se realizó su ordenación sacerdotal. Fue un tema muy debatido hasta que tuvo contacto en Buenos Aires con muchas personas para lograr el libro que editaron allí “Gritar el evangelio con la Vida” Estando con Jesús y Elena en casa -en Montevideo- y con la foto en la mano de la primera Misa de Mauricio en el Santuario de María Auxiliadora de Villa Colón, me dijo que Mauricio se había ordenado en Córdoba. También lo afirmó un sacerdote salesiano muy amigo suyo, ante mi consulta, como lo conté en una nota que escribí para sus 90 años. Saludo fraterno. [email protected] Me gusta

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Padre Kleber Mauricio Silva Iribarne Garay Desaparecido el 14/06/1977

Mauricio Silva era un sacerdote salesiano uruguayo. Entró muy joven a la congregación de los salesianos. Realizó sus estudios en Argentina y sus primeras experiencias fueron en la Patagonia. De joven fue capellán de colegios, incluyendo el Sacre Coeur de Carrasco, de la cárcel de mujeres y de la Juventud Estudiantil Católica. Vino a la Argentina en 1970, a los 45 años, para entrar en la Fraternidad del Evangelio (Padre Carlos de Foucauld) en Fortín Olmos, Chaco. Más tarde vivió en un conventillo en los basurales de Rosario, donde organizó a los cirujas. Luego se radicó en Buenos Aires y trabajaba de barrendero municipal, ya que la orientación de la Fraternidad indica que sus miembros se desempeñen en la misma actividad donde realizan su apostolado. Allí realizaba una intensa actividad política y gremial. Aunque en un primer momento salió de Argentina durante la dictadura, regresó en 1977. Pío Laghi, el nuncio del Vaticano, les aseguró que el gobierno no iba a tocar más a los curas y monjas. Lo mismo le dijo el cardenal Aramburu, quien además le dio un documento que le permitía dar misa y confesar. El 14 de junio de 1977, el Padre Silva se encontraba barriendo la calle en Segurola al 1000 cuando gente de civil armada que se identificó como perteneciente a la policía y que iba dentro de un Ford Falcon blanco, preguntó a otros barrenderos dónde trabajaba aquél. Una testigo vio cómo lo metían en un coche con las misma características. En la tarde del día siguiente al secuestro, cuatro hombres que dijeron

ser miembros de la Fuerzas Armadas y uno que dijo ser el Juez militar que intervenía en el caso Silva, interrogaron sobre él a los vecinos y a los Hermanos. Para el Hermano Cara, resultó muy claro que esos hombres ya habían hablado con la víctima, ya que sabían todo con exactitud acerca de la Fraternidad y habían llevado con ellos a un traductor del francés; estaban particularmente interesados en las ideas políticas de Mauricio Silva. Al día siguiente fue presentado un recurso de hábeas corpus el que no tuvo resultado positivo. A los pocos días retiraron de la Municipalidad de Buenos Aires su ficha de trabajador y desapareció su permiso de residencia y su documento de identificación. Cuando se preguntaba por él los uniformados respondían: "Esa persona no existe". Hacia fines de julio monseñor Pichi, del arzobispado de La Plata, informó que Silva estaba en Campo de Mayo y que había sido bárbaramente torturado. Semanas más tarde fue transferido a algún lugar de La Plata. Un mes más tarde, Pichi les dijo que no tenía noticias del sacerdote. En setiembre de 1980, fue arrojado desde un auto a la calle. Casi exánime, fue trasladado a un hospital de Buenos Aires, donde murió como mártir de los pobres luego de haber sufrido espantosas torturas. Informaciones vaticanas dicen que el Papa Paulo VI pidió por él y que los militares lo mataron, porque no podían dejarlo vivo en el estado deplorable en que estaba y por eso decidieron "trasladarlo". En su homenaje se instituyó el 14 de junio como el Día del Barrendero de la Ciudad, por ley l032 de la Ciudad de Buenos Aires, en el año 2003. Como el mulato de Porres El padre Silva oriental El primero barriendo en Lima Y el otro, La Capital Ambos cuidando al Cristo En el hermano empobrecido Ya lo ve, está visto Uno santificado, el otro desaparecido. Oración de Mauricio

Señor, yo sé que Tú estás en la fe luminosa de una noche de estrellas, de un día radiante de azul y de sol. Yo sé que Tú estás, en la espera gozosa de un niño que viene, de una carta que llega, de un amigo que vuelve. Tú estás, yo sé que Tú estás en el amor inmenso de unas manos que abrazan y en el puro cariño del beso que me dan. Mas también sé que estás en la fe desprovista y desnuda cuando un día y otro día le cuenta su rutina de trabajo y pobreza y mi alma se hunde en tiniebla total. Yo sé que Tú estás cuando la esperanza es cuesta empinada, la cumbre es incierta y las fuerzas muy pocas. Tú estás. Yo sé que Tú estás cuando amar es un surco humilde y oscuro, que reclama al grano para ser fecundo y morir en soledad. Yo sé que Tú estás, Señor, que te creo, Señor, que te espero, Señor, que me amas, Yo sé que Tú estás.

Hola, este año se cumplen 30 de la desaparición de Mauricio Silva. Lo conocí en Venezuela en 1977. Yo vivía con las Hermanas del Evangelio. Tuve la fortuna de encontar a Maucio cuando él decidía regresar a Argentina, en Febrero de 1977... puedo decir que en él encontré a un verdadero HERMANO. Cuando nos despedimos me dijo que siempre me tendría presente en su oración, en su contemplación. No soy poeta pero hice un intento por escribir este pequeño poema

expresando lo que siento por Mauricio. Mauricio, hermano María Teresa Cervantes Loredo 1977 - 2007 Fue breve nuestro encuentro en tierras de Bolivar Tú arriesgándolo todo, Yo, descubriendo el mundo. ¡Entrañable ciruja! ¡Pepenador glorioso! ¡Tan presente! ¡Tan ausente! Sigues…hurgando en mi conciencia, limpiando los caminos, construyendo futuros, barriendo la inmundicia, recogiendo lo mejor de nosotros, reciclando ternura.

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Información de Nunca Más Acto sobre el día del barrendero Información del libro Nuestra Santa Madre Ver también el libro " Memorias de un cura" de Julio César Elizaga

¿Conociste a Mauricio Silva? Si conociste a Mauricio Silva y querés compartir tus memorias o cualquier información sobre él - o si sabés que le pasó luego de su desaparición -, por favor escribinos.