TRABAJO El Ideal Caballeresco en La Chanson de Roland Jime David Mariana

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Jimena Almeda Mariana de Souza David Benavídez Sara Rosa abril 2014 Trabajo de Universal II El ideal caballeresco en la “Chanson de Roland”: el héroe como tipo humano ideal que se proyecta hacia lo noble y es portador de todas las excelencias vitales.

El tema de este trabajo es el ideal caballeresco, donde desarrollaremos la figura del héroe como tipo humano ideal que se proyecta hacia lo noble y es portador de la suma de todas las excelencias vitales, tal como puede ser estudiado en “El cantar de Roldán”, centrándonos en la figura del personaje Roldán, ya que él encarna los ideales y las virtudes representativas de su sociedad y su época. El “Cantar de Roldán” es un cantar de gesta. El cantar de gesta es una construcción épica que narra las hazañas de un héroe que representan las virtudes que un pueblo o colectividad consideraba modélicas. Estas gestas comienzan siendo una composición oral, recitadas por los juglares, y solo más tarde fueron recopiladas por un autor. La versión escrita más antigua que poseemos del “Cantar de Roldán” es el manuscrito juglaresco de Oxford (1087 y 1095), escrito por Turouldus (supuestamente). El “Cantar de Roldán” se encuentra escrito en versos (alrededor de 4000 versos decasílabos), que se agrupan constituyendo tiradas o series. Posee CCXCI tiradas. En cuanto a su estructura interna, la obra puede dividirse en tres partes: confabulaciones y planes, batalla de Roncesvalles, y la batalla imperial, con la totalidad de los ejércitos. Los temas de la obra son la lucha entre la cristiandad y el Islam (entre el bien y el mal), el martirio de Roldán. En base a esto podemos identificar un narrador que presenta un marcado maniqueísmo (catalogando a los cristianos como “buenos” y a los sarracenos como “malos”).

La gesta narra el enfrentamiento sostenido por Carlomagno y sus pares contra el rey Marsil. El narrador nos presenta una España dominada por los moros, cuyo rey es Marsil, establecido en Zaragoza. Esta es infranqueable debido a su ubicación en una montaña. Cuando Carlomagno ha conquistado todos los pueblos de los alrededores, Marsil se siente amenazado y crea una estrategia, a través del engaño, para proteger sus dominios e intentar afrontar el poder de Carlomagno. Carlomagno acepta negociar con Marsil y es traicionado por Ganelón (que deseaba vengarse de Roldán), a quien envía para pactar la rendición del rey infiel. Mientras Carlos se retira de España con su ejército (confiando en el pacto realizado con Marsil), Roldán es designado por Carlos para ocupar la retaguardia, en Roncesvalles, con los pares y algunos soldados, y son atacados por los sarracenos. Roldán muere en Roncesvalles, y posteriormente es vengado por Carlos que regresa para combatir a los sarracenos. Hemos dicho que nos centráremos en la figura de Roldán. Hay que tener en cuenta que Roldán es un personaje histórico (hay que tener cuidado con esta afirmación. De Carlos sí, podemos decirlo más enfáticamente), basado en el conde de la Marca de Bretaña, que murió cruzando los Pirineos el quince de Agosto de 778. Su territorio estaba ubicado en una zona estratégica, en los límites del reino, lo que le otorgaba un papel importante en la defensa de este. Esta posición se les concedía solo a los mejores militares. Por eso su prestigio militar fue enorme. El Roldán real es víctima de una emboscada, al igual que el Roldán de la Chanson, pero este último es una creación imaginaria, popular y de la poesía, donde se transformó en un poderoso héroe. En el personaje de Roldán podemos reconocer a ese héroe que es el modelo de una sociedad y una época, que la representa, al poseer las virtudes, los valores, los ideales que son más importantes para la Edad Media francesa, y que bajo la influencia de la religión hebreo-cristiana, modifica el ideal heroico que observamos en la antigüedad. Por ello podemos decir que Roldán es el héroe portador de todas las excelencias vitales. En la tirada XII aparece por primera vez en la obra el personaje Roldán, nombrado como “el conde Rolando…” (“El cantar de Roldán”, XII). Lo

primero que se destaca de él, es que es un conde, es decir, un miembro de la nobleza. Se lo nombra como parte de los nobles que son convocados para celebrar consejo junto al rey, por lo que tiene una posición muy elevada. La nobleza era uno de los tres estamentos distintos que constituían la organización social medieval, basada en el feudalismo, es decir, el conjunto de leyes y costumbres que regían el orden político, social y económico de Europa en el siglo IX. Los otros dos estamentos eran el clero y el tercer estado. Por encima de todas las clases estaba el rey, jefe del poder temporal, y el Papa era el jefe del poder espiritual. Roldán es un conde por lo que se encuentra dentro de la “nobleza grande” más específicamente, dentro de los grandes feudatarios, es decir aquellos que tenían un feudo (una propiedad territorial muy extensa) y eran los únicos que podían conceder feudos a otros nobles. Además era sobrino del rey, como lo podemos ver en la tirada XV, cuando el narrador describe la reacción de Carlomagno al escuchar las palabras de Roldán: “ni aprueba a su sobrino, ni lo regaña”. Al ser sobrino del rey, Roldán se encuentra emparentado con el noble más importante, el que ocupa la máxima posición en la organización de las clases sociales. En la tirada XIV vemos a Roldán intervenir en el consejo convocado por el emperador. Roldán es el primero en hablar, en dar su opinión, hecho significativo. “…Roldán demuestra el valor, la intrepidez, verdaderos elementos intrínsecos, para mandar y son, en última instancia, los que le dan importancia esencial en el plano de las decisiones a tomarse en la asamblea por Carlos” (Bordoli Dolci, p.17). En el comienzo expresa su desconfianza con resptecto Marsil, y a continuación destaca el tiempo que llevan en España, en la campaña de Carlos, y en sus últimas palabras vemos todas las conquistas que ha logrado para el rey, todo lo que ha conquistado en su posición como noble, caballero y vasallo fiel a su señor. “Yo os conquisté a Nagal y Monubles, yo tomé a Valtierra y las tierras de Pina, Balagues, Tudela y Sevil…” (“El cantar de Roldan”, XIV, p. 15). En estas palabras de Roldán podemos reconocer una justificación de su estatus. Roldán destaca que no hay otro siervo tan fiel al rey como él, no existe otro que le haya reportado tantas conquistas. Es por esta razón que el rey debe escuchar su consejo. La repetición del pronombre

personal “yo” sirve precisamente para centrar la mirada en Roldán, y resaltar ese estatus que justifica. Roldán aconseja al rey a desconfiar de Marsil, “… el rey Marsil se portó como un traidor. Enviaba a quince de sus siervos, cada uno con su rama de olivera, y siempre traían el mismo mensaje. Un día oísteis el parecer de vuestros francos. Azás locamente fuísteis aconsejados. Enviásteis al infiel a dos de vuestros condes, Basán y Basilio. Cerca de Peraltilla fueron decapitados.” (“El Cantar de Roldán” XIV). Argumenta su desconfianza respecto a la propuesta del rey Marsil, valiéndose del recuerdo de una ocasión anterior en la que dicho rey no cumplió con su palabra. Roldán hace referencia a la “rama de olivera”, la que era símbolo de la traición. Como expresa Bordoli Dolci, a pesar de su juventud, Roldán es muy sabio e inteligente, lo suficiente para captar las circunstancias y saber actuar de acuerdo a estas. Él ve que no se puede confiar en Marsil. También en las palabras de Roldán en esta tirada XIV podemos reconocer la relación entre señor y vasallo. Roldán, al igual que los demás pares que el rey llama a consejo, es vasallo de Carlomagno. Como observamos en las palabras de Roldán, él ha conquistado tierras para Carlos, y lo ha acompañado en su guerra contra los sarracenos, permaneciendo siete años en España, a su lado. La relación señor – vasallo era un vínculo recíproco de dependencia. Se basaba en deberes y obligaciones de ambas partes. En sus orígenes la relación de vasallaje sirvió para vencer la inseguridad provocada por las invasiones y los continuos enfrentamientos, pero acabó por convertirse en un modo de vida propio de la nobleza, donde cada señor feudal dependía de la protección de otro señor más importante, del que se tornaba vasallo. Entonces, el señor debía proteger a sus vasallos, y sus vasallos debían serle fiel y prestarle servicios.

Entonces, Roldán conquistaba tierras para

Carlos y luchaba con él contra los sarracenos, defendiendo al cristianismo, porque le debía servicios a Carlos. Roldán le debe, entre otras cosas, ayuda militar. Roldán tiene siempre presente a su señor, y en varias ocasiones recalca que todo lo que hace lo hace por su señor, siéndole siempre fiel. A la hora de enfrentarse a los sarracenos en Roncesvalles, vemos a Roldán

diciéndole a Oliveros que su deber es permanecer allí por su rey, sin importar lo que tengan que soportar. “Es nuestro deber resistir aquí por nuestro rey. Por el debemos soportar todo quebranto, y sufrir grandes fríos como grandes calores, y aun perder el cabello y la piel” (“El cantar de Roldán”, LXXIX). Se utilizan términos opuestos y extremos (grandes fríos, grandes calores). El perder la piel suena hiperbólico, y se debe tener en cuenta que lo físico, lo corporal, era muy importante, porque reflejaba y aseguraba la salud, la fuerza, algo esencial para un guerrero. Estas ideas extremas de lo que se debería soportar sirven para destacar el deber del vasallo de luchar por la causa de su señor, bajo cualquier circunstancia, sin faltar jamás a la fidelidad que se le debe al señor. Al pactarse la relación de vasallaje, los vasallos debían realizar un juramento de fidelidad, que se realizaba sobre los Evangelios o sobre las reliquias de algún santo. Pero Roldán rompe las reglas del vasallaje al negarse a llamar a Carlos. Carlos es su señor, y como tal le debe protección a sus vasallos, por lo que Roldán debería aceptar tañer el olifante y que Carlos venga en su ayuda. Veremos más adelante el porqué de esta negativa. Nobleza, vasallaje y caballería están indisolublemente relacionados. Como expresa Rubio, la caballería es uno de los componentes fundamentales de la sociedad feudal. Dice que “todo noble desde el emperador hasta el último combatiente es un guerrero a caballo y así por antonomasia un caballero” (Rubio, p 7). Roldán, además de ser un noble (y por ser precisamente un noble), vasallo de Carlomagno, también es un caballero. A partir de ese hecho podemos entender su forma de ser y de actuar, porque ser caballero era una responsabilidad, un compromiso para toda la vida. Rubio nos explica que el término “caballero” en su inicio designaba al mozo de a caballo y ocupaba uno de los grados inferiores de la nobleza feudal. Pero luego pasó a designar al guerrero a caballo, al noble en general. La caballería pasó a ser un código de honra, de conducta y de comportamiento de los guerreros medievales. Por eso, unida a la posición de caballero se encuentra toda una serie de cualidades y valores, donde el caballero debe adecuar su conducta a ciertas normas, a un código de virtudes. El caballero

también debe presentar unas ciertas condiciones físicas y corporales, que le permiten desarrollar su actividad guerrera. El valor es una de las virtudes que forman parte del ideal heroico, y que es imprescindible en todo caballero. Es el valor el que le permite al caballero entrar en la batalla y arriesgar su vida, el que le permite enfrentar circunstancias riesgosas, poco favorables, de las que existen poca, o ninguna, posibilidad de salir “bien parado”. El valor de Roldán puede ser observado en sus palabras cuando menciona todas sus conquistas, en la ya comentada tirada XIV. Para enfrentar todo lo que le debe haber costado conquistar esas tierras, los oponentes con los que habrá tenido que luchar, Roldán necesita poseer valor, arrojo, coraje. Su valor también es reconocible en la tirada LXXXVII. En esta tirada se dice que Roldán es “bravo”, “bizarro”, valiente. Hablando de Roldán y Oliveros, se dice: “cuando ya cabalgan, armados, nunca por miedo a morir esquivarán una contienda” (El cantar de Roldán, LXXXVII). Esta virtud es la que les permite seguir luchando, enfrentarse al peligro, aun en las más duras situaciones, aun cuando la muerte parece inminente. Precisamente en este caso Roldán y sus tropas se enfrentan al ejército de Marsil, que los supera con creces en cuanto al número de combatientes. El valor consiste en soportar sacrificios, asumir riesgos, por el bien de cumplir con sus deberes, con los servicios que debe prestar, y por el bien de los ideales que sigue y defiende. En este luchar sin importar las circunstancias es posible observar también otro de los elementos que conforma el ideal caballeresco: el desprecio del peligro, del dolor y de la muerte. En la tirada LXXXVIII se utiliza una metáfora, con la cual se compara su valentía con el coraje de un león o un leopardo. “Cuando advierte Roldán que está por entablarse la batalla, ostenta más coraje que un león o un leopardo”. (“El cantar de Roldán” LXXXVIII). El león formaba parte de la simbología cristiana de la Edad Media. Al comparar el coraje del león con el protagonista se está ensalzando el valor del héroe, su fuerza. El león, según el diccionario de Cirlot, constituye, como rey de los animales, el oponente terrestre del águila en el cielo, por lo mismo el símbolo del señor natural o posesor de la fuerza y del principio masculino”

(Cirlot, p. 279). El comparar a Roldán con el león, “rey de la selva”, se le adjudica una posición superior, un poder, una fuerza que supera al del resto de los combatientes. En cuanto al leopardo, este es “símbolo de la bravura y de la ferocidad marcial” (Cirlot, p.279). La comparación con la pantera refuerza el símbolo del león, resaltando aún más la fuerza y la ferocidad de este guerrero. La figura de Roldán produce gran impacto, no solo por sus acciones, sino también por su aspecto. “… el impacto que produce la presencia física efectiva del caballero y que en primera impresión se evidencia principalmente por su aspecto externo” (García Rubio, p. 16). El aspecto externo de Roldán está en concordancia con su fuerza y su poderío militar. El aspecto externo del guerrero, que es en definitiva lo primero que ve el oponente cuando está cara a cara con este, ya adelanta la grandeza de aquel con el que se va a luchar. Así lo vemos, en la tirada CXXI. En esta tirada vemos a Grandonio, un combatiente sarraceno, que ya había dado muerte a varios guerreros cristianos en la tirada CXXII. Se lo describe como un combatiente poderoso, valiente, “arrojado”, “intrépido”, “audaz”, pero que ante la sola presencia de Roldán “tiene miedo y no puede defenderse” (CXXIV). La descripción de las virtudes de Grandonio, de toda su fuerza y su poderío militar, sirven para destacar la figura de nuestro héroe, que solo con su apariencia externa es capaz de disminuir a este hombre fuerte y valiente. Grandonio no conocía a Roldán, pero lo reconoce por su apariencia. Y así a su apariencia se une su renombre, paralizando a Grandonio. Su apariencia física está íntimamente unida a su fuerza y su posición. “…le reconoce al punto, por su fino rostro, por su gentil apostura, por su mirar y su talante” (CXXIV). Como expresa Rubio, en el caballero era de suma importancia su salud y su vigor físico, pues son signo de su poder y su habilidad, es decir, signo de su capacidad para cumplir con su destino, que consistía en ser un excelente guerrero. Al hablar del valor en Roldán, cabe destacar un aspecto. Como expresa Rubio, el valor no significa ser imprudente, irreflexivo y temerario, sino enfrentarse a la situación teniendo plena conciencia de las fuerzas propias, del alcance de la situación y de las consecuencias que acarreará. Si observamos a Roldán en comparación con Oliveros, parecerían ciertas las palabras de este al enfrentarse a Roldán, acusarlo, y decirle que “valor sensato no es lo mismo que

locura, y es mejor mesura que jactancia” (“El cantar de Roldán”, tirada CXXXI). Y así el valor de Roldán se mostraría como un valor que tiende hacia lo irreflexivo, hacia lo temerario, acompañado de una confianza exagerada de sí mismo, que raya en la arrogancia. En la tirada LXXXIII, frente al enorme ejército moro que se acerca, dice que ellos vencerán, que los infieles tienen la muerte ya señalada, que de ellos será la perdición. Otra de las virtudes que podemos reconocer en el personaje de Roldán es el honor. El honor del caballero medieval reside en la estricta observancia del código que rige su vida, es decir, de un “conjunto de normas de conducta jurídico-sociales...” (Rubio, p. 36). Su cuidado del honor puede ser observado en series paralelas (LXXXIII, y siguientes), que sirven para reforzar aún más lo expresado, para intensificarlo. Roldán reúsa el pedido de Oliveros de tocar el olifante para que Carlos venga en su ayuda. Roldán se niega porque teme que pedir la ayuda de Carlos vaya a disminuir su honor. Para Roldán llamar a Carlos sería no comportarse como es lo esperado en un caballero, cumpliendo con sus deberes, por lo que le traería deshonra, manchando su nombre, su prestigio, y el de los suyos (de sus familiares y de su patria). Como dice, Rubio “el caballero quiere guardar una conducta intachable, y sobre todo que quede de él memoria imperecedera” (Rubio, p. 37). El caballero quiere cumplir con todas las normas que su posición le impone, comportándose valerosamente, para que sus hazañas sean recordadas en el futuro, por las futuras generaciones, para de alguna forma “eternizarse”. Es decir, observamos aquí otras de las características del héroe, el deseo de ganar fama y gloria. Además expone, en la tirada LXXXVI, que prefiere la muerte a tener que vivir con las consecuencias de no haber actuado con honor, lo que le traería reproches y vergüenza, menguando su fama. “¡No place a Dios que por mí sean mis padres afrentados, y que la dulce Francia caiga en tal vileza!” (“El cantar de Roldán”, LXXXIV). ¡No place a Dios Nuestro Señor ni a sus ángeles que por mi causa amengüe el honor de Francia! (“El cantar de Roldán, LXXXVI). Roldán siempre destaca la importancia de actuar de acuerdo a ese código, actuar valerosamente y con honor, y proclama que él nunca se comportaría de forma que su conducta significara un mal ejemplo. “ ¡Que cada uno se cure de asestar recios mandobles, para que luego no se cante de

nosotros una gesta desdichada.

El error es de los infieles; nuestro es el

derecho. ¡Jamás un mal ejemplo ha de salir de mi! (El cantar de Roldán, LXXIX). Como se puede observar, aquí tenemos a Roldán como jefe del grupo, dirigiéndose a sus hombres, instándolos a estar a la altura de la situación y de la causa. Deben luchar valientemente, para mantener la honra, y así alcanzar fama y gloria, y para que en el futuro algún juglar en vez de cantar sus hazañas no cante algo negativo. También podemos encontrar en sus palabras una justificación de la lucha, que nace de su fe, de sus ideas religiosas. El derecho está de parte de Roldán y su gente porque ellos son los cristianos, los que luchan por el “verdadero y único Dios”, según la concepción del cristianismo medieval, y se enfrentan a los sarracenos que son los “infieles”, los que niegan a Dios. Roldán es un personaje religioso, que posee fe en Dios. Como se puede observar en los fragmentos de texto ya citados, pertenecientes a las tiradas LXXXIV y LXXXVI, en donde vemos a Roldan negarse a tocar el olifante, en nombre de Dios. “¡No place a Dios…!” (“El cantar de Roldán”, LXXXIV).

“No place a Nuestro Señor ni a sus ángeles…!” (“El cantar de

Roldán, LXXXVI). En los momentos anteriores a la muerte de Roldán, y en el momento de esta, podemos ver claramente su religiosidad. Cuando siente que ya está cerca de la muerte, lo vemos rogar por sí mismo y por sus pares. “Ruega a Dios por sus pares, para que Él los acoja. Después, por sí mismo, ruega al arcángel Gabriel” (“El cantar de Roldán”, CLXVIII). Como vemos en la interpretación de la gesta que realiza Valcorba, Roldán va más allá de la observancia del código de caballería meramente terrenal, y se eleva a lo divino. En el momento de la muerte se ofrece a Dios como vasallo, realizando el acto de homenaje que el vasallo debía realizar ante su señor, tendiendo su guante derecho (símbolo del vasallaje) hacia Dios, y juntando las manos. Roldán piensa en su alma, y pide que perdone sus pecados, pero también se ofrece a Dios como soldado: se convertirá en un soldado de Dios. Y si seguimos la interpretación que realiza Valcorba según la cual Roldán sigue se sacrifica y acepta su destino, que es el de la Pasión, el de la imitación de Cristo, sin duda Roldán es un personaje muy cristiano. “…confiesa sus culpas. Por sus pecado,

tiende hacia Dios el guante”. (“El Cantar de Roldán”, CLXXIV). “Dios –dice-. ¡Que tu gracia borre mis culpas, mis pecados grandes y pequeños […] Y tiende hacia Dios su guante derecho…” (“El cantar de Roldán”, CLXXII). Como observamos, nuevamente se utilizan series paralelas, que intensifican el suceso, destacándolo. Para concluir diremos que es una gran suerte que se haya podido conservar este cantar, y que no haya pasado a engrosar la larga lista de obras que se han perdido en el tiempo, que hoy podamos disfrutar de ella, encontrarnos con una hermosa construcción donde se pueden identificar infinidad de aspectos, siendo uno de ellos, y uno muy importante, la identificación del ideal caballeresco y la forma en que ha sido trabajado en este cantar. “El cantar de Roldán” exalta las cualidades de un ideal de hombre que se gestó en aquella época y en aquella sociedad, y que puede ser reconocido, entre otros personajes, en Roldán.

Bibliografía: 

ANÓNIMO, “El cantar de Roldan” (Versión de Benjamín Jarnes) Edit. Alianza, Madrid, 1979.



BORDOLI DOLCI, Ramón, “Pasión y destrucción” s/d.



CIRLOT, Juan Eduardo, “Diccionario de símbolos”, Edit. Siruela, Barcelona, 1997.



DE RIQUER, Martin, “Chanson de Roland y el cantar de Roncesvalles Navarro” (Prologo) Edit. Sirmio, 1985.



DICCIONARIO de la lengua española, Edit. OCÉANO.



HAUSER, Arnold (1998) “Historia social de la literatura y el arte” Tomo I. Editorial debate.



RODRÍGUEZ DE SOUZA, Osvaldo (1984) “Historia antigas y medieval” San Pablo: Editorial Ática.



RUBIO GARCIA, Luis, “Caracterización del caballero en la Chanson de Roland” s/d, pdf.



VALCORBA, Jaume, “Lecturas de la chanson de Roland”, Edit, Sirmio, 1989.