En el Borde - Mariana de Althaus.pdf

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EN EL BORDE de Mariana de Althaus (Adrián está al borde del barranco, mirando fijamente al vacío y parece querer lanzarse. De pronto llega corriendo Lara, una desconocida, no lo ve y se le nota muy nerviosa y agitada. Se para a unos metros de Adrián, también al borde. Mira con temor al mar y pelea contra su cuerpo que no le permite tirarse. Adrián la observa, desconcertado. Finalmente, se decide a hablar.) ADRIÁN: No querrás... oye, no vas a.... ¿Te puedo preguntar qué haces acá? (Lara no responde, está en su mundo) ¡Oye! LARA: (Por fin reacciona, lo ve y lo mira desconcertada) ¿Ah? ADRIÁN: Qué te pasa. No estarás pensando en tirarte. LARA: No, he venido a ver cómo crece el pasto en la Costa Verde. ADRIÁN: Bueno, en ese caso te voy a pedir que te esperes un poquito porque yo llegué primero. LARA: Ah... bueno. (Voltea a seguir mirando el mar y cruza los brazos) Dale. ADRIÁN: (Hace una pausa. La mira. ) No puedo así. LARA: Así cómo. ADRIÁN: Así, pues. Con una mujer al costado. LARA: Ay, ¿qué quieres?, ¿ que me vaya para que el señor se suicide en privado? No jodas, pues. Vete a otro lado. ADRIÁN: No. Este es el lugar. LARA: Bueno, pues. Resulta que éste es el lugar también para mí. ADRIÁN: Es que...es raro...querer tirarse y tener alado a alguien que no trate de evitarlo. Nunca me había pasado. Me intimidas. LARA: Oye, mira: si quieres me tiro yo primero y así te quedas solo. Luego tú te tiras y todo solucionado. ADRIÁN: No. LARA: ¿No qué? ADRIÁN: No nos podemos tirar los dos la misma noche, ¿no te das cuenta? Si nos encuentran mañana muertos entre las

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rocas a los dos, en el mismo lugar, pensarán que fue un suicidio pasional o algo así. De ninguna manera. Vete y vuelve mañana. LARA: Esto es ridículo. Ya calla y tírate. ADRIÁN: ¡Estoy hablando en serio! ¿No te importa que luego tu familia... LARA: (Lo interrumpe) No tengo. ADRIÁN: Bueno, tus amigos... LARA: (Lo vuelve a interrumpir) Tampoco. ADRIÁN: Bueno. Que la prensa o la gente que te conoce pueda armar toda una historia alrededor de esta coincidencia?. ¿No te importa? (Ella lo mira extrañada) ¿No te importa que la gente distorsione las razones de tu muerte? LARA: (Furiosa) ¡No!, ¡No me importa! Si he venido hasta acá es porque ya no me importa nada, ¡si ya no me importa mi vida qué mierda me va a importar lo que pase después de ella! Ya déjate de huevadas y tírate de una vez porque sino me tiro yo! ADRIÁN: Ya. Tírate. LARA: ¿Qué? ADRIÁN: Tírate. LARA: Cómo... ¿ No lo ibas a hacer tú primero? ADRIÁN: Ya te he dicho que me intimidas. Y tienes razón, a mí tampoco me importa mucho lo que digan después, en realidad. Anda, salta de una vez. Yo voy luego. (Lo mira, desconcertada y asustada. Esta presión no le gusta. Voltea a mirar hacia abajo, y la vemos intentar decidirse a hacerlo. Usa todas sus fuerzas, cierra los ojos fuertemente y aprieta los puños. Luego de una gran tensión, cae derribada al suelo, vencida. Adrián , que ha observado esta escena paralizado, la mira un rato mas, voltea y mira al piso. Busca una botella de ron que tiene cerca y bebe.) ADRIÁN: ¿Quieres...un traguito? LARA: (Convaleciente) ¿Ah? ADRIÁN: Traje una botella de ron. Tómate un trago. LARA: Ah, gracias. (Se arrastra lentamente hacia él. Toma la botella y da un largo sorbo. Luego hace un gesto de

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asco.) ¡Mierda! ADRIÁN: No es muy bueno, pero calienta. LARA : Estamos en verano. ADRIÁN: Da igual. Soy muy friolento. En verano duermo con tres frazadas. Y medias. LARA: Ah. ADRIÁN: La última chica con la que viví me dejó por eso. LARA: Mmm. ADRIÁN : Bueno, en realidad fue por otras cosas pero estoy seguro de que eso fue un factor importante. Lo de las medias. LARA: (Lo mira extrañada. Saca del bolsillo una cajetilla de cigarros y prende uno) ¿Quieres? ADRIÁN: No, gracias. Hace daño. LARA: Tú debes ser uno de esos que necesita cada mes una dosis de suicidio frustrado para dársela de poeta maldito, ¿no? ADRIÁN: ¿Cómo sabes que soy poeta? (Lara sonríe) ADRIAN: (A sí mismo) Debo tener cara de poeta. Qué desgracia. (A Lara) ¿Por qué, ah? ¿Por qué crees que tengo cara de poeta? (Lara no responde.) ADRIAN: ¿La barba? (Lara ni lo mira.) ADRIAN: ¿El pelo? (Lara lo mira burlona.) ADRIAN: ¿Los zapatos? LARA: ¿Estas bromeando o eres idiota? ADRIAN: (Sin entender) ¿Bromeando? No... LARA: (Indiferente) ¿Eres o no? ADRIAN: ¿Idiota o poeta? LARA: (Sonrie) Poeta. ADRIAN: (Resignado) Sí. LARA: ¿Y es la primera vez que vienes por aquí? ADRIAN: Ah. No, no es la primera. He venido varias veces. Camino a lo largo del barranco y permanezco parado haciendo equilibrio en el borde por mucho rato. Te aseguro que tengo mucho más razones que tú para tirarme, pero esa contradicción que siento entre la atracción y el horror que me produce el vacío me lo impide. Aunque hoy estaba al punto de vencerla ...y tú me interrumpiste.

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LARA: (Irónica) Siempre alguien interrumpe, ¿no? Hasta ron traes. Todo un ritual. ADRIÁN: Fue un regalo. Me lo dio mi ex-enamorada por entre las rejas de su casa mientras aparecía atrás de ella el pelotudo de su nuevo pata, que para colmo, estaba calato. Ella se puso nerviosa, pero a mí casi se me cae la botella. Eso me pasa por andar visitando a la gente por mi santo en lugar de dejar que suceda al revés, como la gente normal. Siempre he hecho lo mismo, así nunca me entero si se iban a acordar de mi santo o no. LARA: ¿Hoy...es tu santo? ADRIÁN: Si, pero ella no se acordó. Una vez, por hacerme el humilde, le dije que no me importaba mucho mi santo y parece que se lo tomó a pecho. Desde entonces, con las justas me daba un besito. Seguro que este ron fue un regalo que alguien le hizo y había olvidado. LARA: Feliz cumpleaños. ADRIÁN: Gracias. Salud. (Adrián toma un largo trago de ron) LARA: ¿Por qué terminaron? ADRIÁN: Me dejó. Las medias...supongo que estaban demás. LARA: (Sonríe con ternura) Vivía contigo. ADRIÁN: Caminaba en silencio por la casa y por su olor podía saber si andaba cerca. Yo seguía su olor sin que me viera, y me escondía detrás de algún mueble para olerla en la mas absoluta paz. Llegué a ser tan adicto a su olor que cuando se fue, me di cuenta porque mi casa empezó a tener un terrible olor a nada. LARA: ¿Pero por qué se fue? (Adrián hace un gesto de indiferencia) ¿No te dijo nada? ADRIAN: Sí, pero no le entendí. LARA: Perra. ADRIÁN: A veces todo se junta. Yo ya no tenía plata, lo que me dan en la revista se va en pagar el alquiler del hueco en el que vivo. Me entró una crisis nerviosa porque no podía terminar mi libro de poemas. Ella... supongo que llegó un momento en el que ya no supo qué hacer conmigo. Ya hace más de un año que no puedo escribir más que basura. Hace poco le leí un poema mío a un pata. Me miró un rato, me dio una palmada en la espalda y me pidió casi con pena

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que me fuera a tomar unas chelas con él. Felizmente pude evadirlo, porque seguro me iba a sugerir que me dedique a periodista, o algo así. LARA: ¿Y te dejo así?, ¿cuando más la necesitabas? ADRIÁN: Se enamoró de su profesor de aeróbicos. LARA: Es una egoísta de mierda. Debió quedarse contigo si pasabas por un mal momento. ADRIÁN: Ya no importa. Ya no recuerdo su cara. LARA: (Coge la botella con rabia y toma) Uno cree que se conoce todas las reglas del juego, pero cuando menos te lo esperas, viene alguien y te deja sin fichas. Y entonces sólo te quedan ganas de matar. Yo amo a un hombre que se ha olvidado de mi cara y también se ha preocupado por olvidar todo lo demás. Brindemos, pues, por lo que ya no se olvida. ¡Salud! Oye, no está tan mal tu roncito, ah... (Adrián no contesta) ¡Oye, salud! (Adrián ha ido hundiendo poco a poco su cuerpo y casi tiene la cabeza entre sus piernas. Habla muy despacio) ADRIAN: No quiero. LARA: Excelente porque yo sí. Después no te quejes si me lo acabo, ah. ADRIÁN: Necesito silencio por favor. Cállate un rato. LARA: ¿Callarme? ¿Para qué? Ah, ya veo: quieres acaparar la conversación. ADRIAN: Sólo quiero un poco de silencio. LARA: ¿Silencio? Ni hablar. El silencio es horrible. ADRIAN: Cállate. LARA: A veces, cuando tengo ganas de me busco una ocupación estúpida Para olvidarme. Por ejemplo...ya sé: voy a contar estrellas (busca en el cielo) Una...dos...Dos. Se acabó mi ocupación estúpida. No hay estrellas en Lima. ADRIÁN: Eres patética...cállate... LARA: (Sin hacerle caso) Ah, no. Yo no me callo. Hay muchas cosas de que hablar. (Empieza a subir el volumen) Como que hoy compuse la mejor canción de mi vida. Soy guitarrista, ¿sabes? Y canto. Canto muy bien. (Está como dándose uerzas, muy entusiasmada). La canción habla acerca de una de esas polillitas que se chocan y chocan contra el foco de la luz y no aprend... ADRIÁN: (Se tapa los oídos) ¡Cállate!

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LARA: Se la compuse a él. Al mejor hombre del mundo. Pero cuando la terminé me di cuenta de que ya no estaba él para cantársela ni tampoco tenía grupo con el cual tocarla. (Lo mira) Ayer me botaron de mi grupo, ahora quieren un vocalista masculino. Se acabó. He decidido olvidarme de la canción. ADRIÁN: (Parece borracho, habla con odio) ¿Por qué sigues acá si tu vida es una mierda? ¡Ya deja de hablar tanta estupidez y lánzate de una vez al mar! (Lara se para súbitamente, eufórica, habla muy fuerte como queriendo tapar las palabras de Adrián) LARA: Estoy en una película. Una absurda y estúpida película. No tienen que convencerme, lo sé, me puedo dar cuenta. Algunas noches en medio de una pesadilla, una voz lúcida llega a salvarme, y mientras me revuelco entre sudor y lágrimas de angustia, trata de convencerme de que sólo estoy soñando. Sólo así puedo evitar caer en el terror que me produce. Pero ahora no necesito ninguna voz que me convenza, SE que estoy en una película, es por eso que no se me doblan las piernas, ni me arranco los pelos de dolor. Sé que estoy en una película-pesadilla y te prohibo que hables si piensas lo contrario. (Los dos permanecen callados por un momento, ella cae sobre sus rodillas e inmediatamente, como un reflejo de ella, Adrián se levanta y corre hacia el barranco para tirarse. Lara reacciona, lo atrapa aprisionándolo contra ella con todas sus fuerzas, luego de un forcejeo logra lanzarlo al suelo. Caen juntos casi al borde.) LARA: Tú no te vas todavía, huevón. Tú no me dejas acá ni cagando. (Adrián mira asustado a Lara. Ella también. Lo suelta, se sienta a su costado y enciende un cigarro.) LARA: Esta no es mi primera vez, ¿sabes? Cuando tenía trece años me metí sola al mar de Villa porque no entendía un carajo de la vida y había decidido rebelarme contra ella. Pero se metió el salvavidas, un bañista que se juraba Baywatch, y hasta el heladero a salvarme. Me sentí la niña más ridícula de la playa. Otra vez, a los dieciséis, me pasaron el dato de que si te ponías muchas veces el inhalador del asma, te morías. Así que me zampé la huevada como veinte veces y terminé en la clínica con taquicardia.

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Hace poco me tomé todos los valiums que quedaban en un frasco de mi abuela, pero único que conseguí fue dormir como un zángano durante tres días y andar como retrasada por tres más. Hoy he decidido por cuarta vez terminar con mi vida, y me he encontrado contigo. Tengo la sensación de que cuando tú te vayas, ya se habrán acabado para mí las esperanzas. ADRIÁN: O sea que yo soy algo así como el heladero. LARA: ¿No te das cuenta? ¡Yo también soy tu última esperanza! Te acabo de salvar la vida. ADRIÁN: Ja. LARA: Podría ser tu ángel (Ella sonríe coqueta. El también sonríe y la mira un rato.) ADRIAN: Los ángeles no existen. LARA: Quién sabe. ADRIAN: Y si existieran, tú no serías el mío de ninguna manera. LARA: ¡Quién sabe! ADRIAN: (Asustado) ¿Eres mi ángel? LARA: (Sonríe) Me llamo Lara. ¿Y tú? ADRIÁN: Adrián. LARA: (Tomando un trago de ron) Salud Adrián. Me gusta tu sonrisa. ADRIÁN: ¿Por qué no cantas?. Quiero que cantes esa canción que dices que es lo mejor que has compuesto en tu vida. LARA: (Súbitamente seria) No. ADRIÁN: ¿Por qué? LARA: Ya te dije que decidí olvidarla. Ya la olvidé. ADRIÁN: ¿Tan endiosado lo tienes a ese pata que escribes una canción que sirve sólo para cantársela a él? No creo que se lo merezca. LARA: Sí se lo merece. ADRIÁN: No te creo. Cántala. Cántala, carajo y demuéstrate que todavía puedes cantar. Prometo no burlarme si te sale un gallo. LARA: (Tiene una expresión terriblemente dura y está a punto de llorar) No quiero. ADRIAN: ¡Ya pues, canta! Yo te aplaudo. LARA: (Casi llorando) ¡No puedo! Por favor no insistas, que no puedo.

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(Silencio. Adrián coge su mano y la acaricia con ternura) ADRIÁN: Está bien. Olvídalo. (Permanecen un rato en silencio. El la mira a ella mientras la sigue acariciando. Luego Lara intenta una sonrisa de agradecimiento y aparta suavemente su mano) LARA: De chica soñaba convertirme algún día en una famosa cantante de rock. Me veía viajando por el mundo y dando mi vida en conciertos multitudinarios. Cuando crecí, me vi un día durmiendo abrazada a él y descubrí con alivio que la vida podía ser mucho más hermosa de lo que imaginaba en mis sueños de “Fama y Fortuna”. Y mientras me besaba, les agradecía secretamente al heladero de Villa y compañía que me hubieran obligado a vivir, ¿entiendes? vivir haciéndole un sitio a él en mi cama todos los días.(pausa) Mejor te cedo la posta. Recita un poema tuyo. ADRIÁN: No, sería peligroso. LARA: ¿Por qué? ADRIÁN: Te puedes quedar dormida. Y ahí sí que me tiro. LARA: (Se ríe) Ya pues. Recita uno. Así, como un poeta de verdad. ADRIAN: Qué tal raza, por qué yo no me puedo negar y tú sí. LARA: Bueno, si quieres no recites ninguno de amor, así no te me deprimes. ADRIAN: Todos mis poemas son de amor. LARA: Ah, bueno. Entonces el que sea menos triste. (Adrián la mira, sin decir nada.) LARA: ¡Cualquiera! El que más te guste. ADRIÁN: No sé mis poemas de memoria. LARA: ¡Alguno te tienes que acordar! No seas tímido. ADRIÁN: Ya. Pero si no te gusta, igual me tienes que decir que te pareció maravilloso. Acá tengo uno. (Saca un papel arrugado) Lo escribí hoy. Estaba hecho de acero puro una sonrisa perversa engañaba tu amor colgaban de mí cigarrillos decapitados descargas eléctricas de desesperación. En los bolsillos escopetas ojos de gato viéndote temblar

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mi sangre burlaba tu olor de incienso triste y malintencionado. Furia descontrolada a toda velocidad contra tu pecho quise verte llorar y así limpiar mi sangre con tus lágrimas. Llevaba en la cabeza litros de alcohol y rabia revolviéndose en una danza malsana y aniquilando mis últimos rastros de angustia y de temor. Ahora la furia se ha extinguido y tu amor ha muerto aterrorizado. El viento ha arrancado las escopetas de mis manos y mis trémulos ojos se cierran desconcertados ante tu pérfida luz. (Lara lo ha mirado durante todo el poema fijamente. Cuando Adrián termina, hay un silencio después del cual Lara se acerca y lo besa. El, inmóvil, no responde al beso pero tampoco se aparta. Ella lo nota y se separa. Lo mira muy seria, saca con rabia un cigarro y lo prende. Fuma muy nerviosa.) ADRIÁN: Discúlpame, no vayas a pensar que... LARA: Cállate. gustes... LARA: Por favor cállate. Soy sorda. No escucho. ADRIÁN: Lara, por favor. No seas infantil. LARA: (Voltea hacia él y lo mira con furia) ¿Qué vas a decir? ¿Que soy bonita pero no soy tu tipo? ¿Que acabas de comer cebolla? Oye, no quería casarme contigo, sólo que me dieras un beso. ADRIÁN: No es que no seas de mi tipo... al contrario, me podría enamorar fácilmente de ti. LARA: ¿Entonces, qué? ¿Tienes que pedir mi mano y presentarme a tus padres para besarme? ADRIÁN: Lara, lo que pasa es que... LARA: Qué. ADRIAN: (No puede hablar) Es que... LARA: ¡Qué! ¡Qué cosa!

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ADRIAN: Hace tiempo que tengo problemas con... LARA: ¿Con qué? ADRIAN: Con... LARA: ¡Con qué! ADRIÁN: Es que...Ya no se si puedo...(se arma de valor) Mira, lo que pasa es que últimamente me es difícil hacer el amor con una mujer. LARA: Puta madre, eres gay. ADRIÁN: No lo sé. LARA: ¿Impotente? (El asiente. Está destrozado.) Carajo. Lo que me faltaba. Vengo a matarme, me encuentro con un pata que me distrae del tema, le cuento mi vida y, cuando me empieza a gustar, resulta que no pasa nada con las mujeres. Esto es demasiado. Me voy. (Lara se para y camina decidida hacia el barranco. Adrián la sigue y la detiene agarrándole el brazo.) ADRIÁN: No te tires. LARA: ¿Y para qué me voy a quedar? ¡Adrián, tú no eras el príncipe azul mandado por la providencia para rescatarme, ni yo el ángel que venía a salvarte la vida! Ya para qué me engaño: NO estoy en una película y en la vida real la gente como tú y yo termina tirándose por el barranco. ADRIÁN: No es cierto. Hace un rato tú impediste que me tirara.¡ No puedes dejarme ahora! LARA: Qué, ¿ahora tú vas a impedir que yo me tire? Qué original. ADRIAN: No voy a permitir que te tires. LARA: Esto es absurdo. Suéltame. ADRIÁN: (La agarra con más fuerza) No te voy a dejar, carajo. No voy a dejar que te deprimas y te tires por una estupidez. LARA: (Indignada) ¿Una estupidez? Escúchame, Adrián, ¡yo no estoy deprimida! Lo que yo tengo es rabia, ¿entiendes? ¡Rabia! Estoy molesta con la vida. Se la ha pasado metiéndome cabe y burlándose de mí. Y ya me aburrí, ¿sabes? Quiero ahorrarles a todos mi cara de dolor. Si los demás quieren seguir quejándose, que lo hagan hasta la eternidad. Yo paso. Ya no tengo nada que hacer aquí.

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ADRIÁN: (Está perdiendo las fuerzas, habla ansioso) Por lo menos quédate un rato más, todavía queda un poco de ron... LARA: (Suplicante) Por favor, suéltame. ADRIAN: Lara, quédate, no quiero quedarme solo. LARA: ¡Entonces ven conmigo! ADRIÁN ¡No me puedo suicidar el día de mi cumpleaños! LARA ¡Ya, Adrián! ¡¿No te das cuenta de que nos estamos engañando?! ¡Nos estamos usando el uno al otro para evadir lo que tenemos que hacer! Somos un par de cobardes alargando una conversación que no tiene sentido. Se acabó. Yo me voy. Nos vemos en el infierno. Lara logra soltarse de Adrián y se para al borde del barranco. Mira desafiante al mar. Adrián, después de dudar unos segundos, se decide y se para junto a ella, en la misma posición. Los dos respiran fuertemente. LARA Gracias. ADRIÁN ¿Por qué? LARA Por acompañarme. Adrián coge la mano de Lara y ella aprieta la de él fuertemente. LARA ¿Estás listo? ADRIÁN Si... Espera. LARA Qué pasa. ADRIÁN Me gustó mucho conocerte...de verdad. LARA A mí también me gustó. (Silencio) ¿Ya? ADRIÁN Si. LARA Uno... LOS DOS Dos...

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APAGÓN. Silencio a oscuras. Unos segundos después, se prenden las luces. Adrián y Lara están parados en la misma posición. No se mueven. Permanecen así durante un tiempo angustiosamente largo y luego se miran. Sueltan sus manos y no saben qué decirse. Todavía están temblando.