nacionalista y social (1910-1040), criollismo, nativismo, regionalismo, indigenismo, negrismo,

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TRANSCULTURACION NARRATIVA EN AMERICA LATINA (Angel Rama) Angel Rama asumió la idea de la “transculturación” y la empezó a desarrollar en su artículo de 1971 “Los procesos de transculturación en la narrativa latinoamericana”. Aquí entendía la transculturación narrativa como una alternativa al regionalismo que se acantona en los productos ya alcanzados de la propia cultura rechazando todo aporte nuevo foráneo, y el vanguardismo, caracterizado por la vulnerabilidad cultural. Frente a estas opciones, la transculturación narrativa opera según Rama gracias a una “plasticidad cultural” que permite integrar las tradiciones y las novedades: incorporar los nuevos elementos de procedencia externa a partir de la rearticulación total de la estructura cultural propia, “apelando a nuevas focalizaciones dentro de su herencia” (208). Los ejemplos que ponía el autor de narradores de la transculturación eran: José María Arguedas, Juan Rulfo, J. Guimaraes Rosa [David Sobrevilla (Lima)]

I.

Literatura y cultura

1.- Independencia, originalidad, representatividad. Las letras latinoamericanas nunca se resignaron a sus orígenes y nunca se reconciliaron con su pasado ibérico: siempre las movió el deseo de independizarse de las fuentes primarias. En la originalidad de la literatura latinoamericana opera como guía su movedizo y novelero afán internacionalista. Pero esa originalidad sólo podría alcanzarse (según postularon los románticos) mediante la representatividad de la región en la cual surgía, percibida como distinta de las sociedades progenitoras (la literatura se entenderá como instrumento para fraguar la nacionalidad Estos impulsos modeladores se mantienen en las épocas siguientes: El internacionalismo del período modernizador (1870-1910) llevó a cabo un proyecto de aglutinación regional, restableciendo el mito de la patria común: la representatividad se trasladó a la visión supranacional. La originalidad quedo confinada al talento individual. En el período nacionalista y social (1910-1040), criollismo, nativismo, regionalismo, indigenismo, negrismo, vanguardismo urbano, modernización experimentalista y futurismo, restauran el principio de representatividad como condición de originalidad e independencia. Implícitamente quedó establecido que las clases medias eran los auténticos intérpretes de la nacionalidad y la literatura legitimada en su capacidad de representación. Hacia 1040 se abre un vasto cuestionamiento del continente, en el que participaron activamente sus escritores y pensadores. Rama critica la visión contenidista que revisó las obras literarias como simples documentos sociológicos, así como también rechaza la postura crítica que separa las obras literarias de su contexto cultural, ignorando la búsqueda de representatividad que signa nuestro desarrollo histórico. Propone restablecer las obras literarias dentro de las operaciones culturales que cumplen las sociedades americanas (reconocer construcciones significativas, desarrollo de lenguajes simbólicos). LAS OBRAS LITERARIAS NO ESTAN FUERA DE LAS CULTURAS SINO QUE LAS CORONAN. 2.-Respuesta al conflicto vanguardismo-regionalismo En la década del treinta se formularon en los conglomerados urbanos de A.L. una orientación narrativa cosmopolita y una realista –crítica. Ambas conllevaban la cancelación del movimiento regionalista. El regionalismo acentuaba las particularidades culturales de áreas internas, conservaba los elementos del pasado que habían contribuido al proceso de singularización para

resistir las innovaciones foráneas. De allí la fragilidad de sus valores y mecanismos literarios expresivos. Tras la Primera Guerra Mundial y el Crack económico del 29 se intensifica el proceso de transculturación en todos los órdenes de la vida americana. A este conflicto los regionalistas responden procurando que no se produzca la ruptura de la sociedad nacional, que vive una dispareja transformación. La solución intermedia: echar mano de las aportaciones de la modernidad, revisar a la luz de ellas los contenidos culturales regionales y componer un híbrido que siga transmitiendo la herencia recibida (Carpentier, Miguel Angel Asturias, Macunaíma…). Rama toma el esquema de Lanternari para distinguir tres momentos en la relación entre el impacto modernizador y la narrativa regionalista: 1= repliegue defensivo; 2= examen crítico de sus valores y selección de sus componentes; 3= el impacto modernizador es absorbido por la cultura regional. 3.- Transculturación y género narrativo El concepto de aculturación arrastra inferencias ideológicas, particularmente en su aplicación a las artes y a la literatura. En 1940 Fernando Ortiz propuso el cambio por el término “transculturación” que enfatiza no sólo la adquisición de una “otra” cultura, sino que marca las pérdidas de la cultura precedente y señala la novedad de los fenómenos culturales creados. Esta concepción traduce una perspectiva latinoamericana: resistencia a considerar la cultura propia como una entidad pasiva o inferior, sin respuestas creadoras. Aplicado a las obras literarias el concepto de Ortiz, hay que hacer algunas correcciones: la visión geométrica de los tres momentos (parcial desculturación, incorporaciones de la cultura externa y recomposición) no atiende suficientemente a los criterios de selectividad e invención. La “plasticidad cultural” certifica la energía y creatividad de una comunidad cultural (la tendencia independentista que señala como rectora del proceso cultural latinoamericano siempre habría seleccionado y descontextualizado los elementos que se apropia). Y la capacidad selectiva no se aplica solo a la cultura extranjera, sino principalmente a la propia (tarea selectiva sobre la tradición). Habría pues 4 operaciones: pérdidas, selecciones, redescubrimientos e incorporaciones en el proceso transculturante. Y sería observable en varios niveles: *Lengua: tal como demostró el Modernismo, el idioma opera como reducto defensivo y prueba de independencia. * Estructura literaria. *Cosmovisión : que engendra los significados (valores, ideología)

Crítica Alberto Moreiras sostiene que, para Rama, “la transculturacion es necesariamente sólo transculturación exitosa, esto es, transculturación en la que la cultura dominada es capaz de registrarse o inscribirse en la dominante”. Esta noción, sigue Moreiras, ya implica una toma de partido ideológica en que se favorece una visión de una totalidad sintética y armoniosa que se proyecta teleológicamente de manera apriorística y que, en última instancia, la teoría ramiana de transculturación no hace más que relegitimar sin fisura la razón hegemónica y el dominio metropolitano Pero esta condena de la transculturación tal vez sea excesivamente dura. Román de la Campa, por su parte, emite otro juicio. Para de la Campa, la teoría transculturadora de Angel Rama no sólo anticipa la noción de hibridez de García Canclini sino que “quizá sugiera uno de los caminos para la crítica poscolonial o anticolonial en la época posmoderna del capitalismo global ”.

Antonio Cornejo Polar criticó centralmente el concepto de transculturación en su breve nota de 1994 “Mestizaje,transculturación, heterogeneidad”. En ella manifestaba que eln concepto de “mestizaje” había perdido su fuerza explicativa, y se preguntaba si el de “transculturación” era el dispositivo teórico con una base epistemológica razonable llamado a sustituir a aquél. Se pronunciaba en contra considerando que en el concepto de transculturación se supone una síntesis que él encontraba que no se cumplía en muchos casos; además porque se elegía como espacio de esta síntesis el de la cultura hegemónica; y porque, por ello mismo, se dejaba al margen los discursos que no han incidido en el sistema de la literatura ilustrada. Por todo ello pensaba que era preferible su propio concepto de la “heterogeneidad literaria”. En su artículo de 1997, “De la transculturación (a/en) lo transnacional”, Abril Trigo sostiene que la validez del concepto de transculturación ha caducado por la falta de “legitimidad de sus asunciones: autenticidad de las culturas vernáculas que adquieren así una “primacía ontológica”, reduccionismo de la fórmula de Fernando Ortiz al estatus fetichizado de la literaturiedad, insuficiente relevamiento y teorización de “lo popular” etc.”. Luego examinaba si dicho concepto ha sido sustituído por otras dos categorías más idóneas a la instancia transnacional: las de hibridación y de heterogeneidad. Juan Poblete en “Trayectoria crítica de Angel Rama: La dialéctica de la producción cultural entre autores y públicos” plantea: Transculturación Narrativa en AméricaLatina puede ser descrito, en efecto, como la continuación y profundización de la dialéctica entre autor y lectores que vimos operando tanto en sus análisis de Rubén Darío y la cultura del modernismo, como en La Ciudad letrada. Dialéctica entre productores directos (el creador) y productores indirectos (el público), allí donde la obra aparece simultáneamente como un ejercicio creativo individual y una labor social y colectiva que constituye sus condiciones de posibilidad y sus fuentes de alimentación. Ahora bien, el público en el caso del análisis ramiano de la obra de José María Arguedas, a la cual se dedica buena parte de Transculturación, aparece simultáneamente como aquel productor colectivo (el pueblo) cuya labor cultural hace posible y fundamenta la propuesta del escritor transculturador y como aquello (el lector masivo, es decir, el público propiamente tal) que debe ser postulado y construido a priori por el transculturador (con la ayuda indirecta del pueblo). Es decir, el público existe, en potencia al menos, en el pueblo, y, sin embargo, debe ser en un cierto sentido producido por el creador. Podemos aquí interrogarnos, ¿Qué tensión hay entre la relativamente clara conciencia de Rama respecto a la importancia determinante que la existencia de un público (lector de periódicos) tiene

como condición de posibilidad de una literatura y su renovación en el período modernista, con su también relativa falta de interés en el público en Transculturación narrativa o más bien con el carácter futuro del público en Transculturación, carácter que reposiciona al creador en el complicado lugar político y cultural de la vanguardia iluminada frente al pueblo? O también, ¿Qué conexión/desconexión hay entre el concepto de letrado, de raíz político-sociológica, que tan fuertemente insiste en la posicionalidad del poder/saber discursivo en La Ciudad Letrada y el concepto todavía heroico del bardo nacional que, con bases culturalistas, opera en Transculturación Narrativa? El conflicto cultural central de la historia que este último libro reconstruye es aquel que enfrenta a regionalismo con modernización y que según Rama ha tenido ya diferentes manifestaciones en el continente.Sobre su objetivo declara: […] nuestro propósito es registrar los exitosos esfuerzos de componer un discurso literario a partir de fuertes tradiciones propias mediante plásticas transculturaciones que no se rinden a la modernización sino que la utilizan para fines propios. Si la transculturación es la norma de todo el continente, tanto en la que llamamos línea cosmopolita como en la que específicamente designamos como transculturada, es en esta última donde entendemos que se ha cumplido una hazaña aun superior a la de los cosmopolitas, que ha consistido en la continuidad histórica de formas culturales profundamente elaboradas por la masa social, ajustándola con la menor pérdida de identidad, a las nuevas condiciones fijadas por el marco internacional de la hora (Rama,1982:75). La categoría de transculturación tiene así al menos dos aristas tensionadas en tanto concepto. Ellas realizan labores analíticas opuestas pero tal vez complementarias. En el plano axiológico, en tanto conceptualización valorativa, obliga a una difícil (y tal vez, innecesaria) evaluación de las bondades o maldades de las formas de transculturación, intentando imponer una distinción entre las formas buenas, deseadas o mejores y las malas, indeseables o peores. Allí es donde se coloca el distingo entre los cosmopolitas y los transculturadores que oscurece el hecho de que ambos son en rigor formas de la transculturación. En cuanto concepto descriptivo en cambio, la transculturación, una vez que se la purifica de cierto vanguardismo intelectual sobre el que volveremos en breve, aparece como un concepto mucho más certero para describir el funcionamiento histórico efectivo de (una parte importante de) la cultura del continente. En tanto descripción analítica, es obviamente posible y aun necesario discutir la capacidad de la dinámica bipolar, central a la transculturación, de centro y periferia o metrópolis y culturas internas, de dar cuenta cabal de aquel funcionamiento. Entre otras cosas porque, como insistiremos luego, es esa polarización la que coloca a las burguesías nacionales en un lugar privilegiado de intermediación cuasi-necesaria. Debe reconocerse, sin embargo, que la carga axiológica del concepto, su privilegio de las formas supuestamente más verdaderas y populares de transculturación por sobre las de los cosmopolitas, funciona aquí también como correctivo de esa tendencia a la sobrevaloración del trabajo de la burguesía. (…) En este sentido, el libro de Rama debe ser comprendido como una intervención estratégica, como un esfuerzo de corrección que cumplió con creces sus objetivos de reforma. Cuando Rama se refiere a los años sesenta y setenta como “una época de cosmopolitismo algo pueril”, está pensando especialmente en el efecto amnésico y excluyente, aunque no duradero, que la explosión editorial conocida como el Boom tuvo sobre el resto de la producción cultural latinoamericana anterior y contemporánea al grupo que promovió, entre otros, Carmen Balcells. Hay aquí una paradoja: en su libro sobre Darío, como ya vimos, Rama había estudiado la profesionalización del escritor latinoamericano en su relación de mutua dependencia con las demandas del mercado editorial de la prensa del cambio de siglo. El Boom de la narrativa de los años sesenta, era, claramente, otra fase en una separación de esferas, en ese mismo proceso de profesionalización del escritor, ahora dependiente de una industria editorial especializada en la comercialización masiva de prosa de autores convertidos en superestrellas y en marcas registradas. Lo que esta segunda profesionalización traía aparejado y que Rama buscó corregir, fue el privilegio casi exclusivo de

ciertas formas de escritura y la imposición de una legibilidad que, aunque basada en las complejas técnicas modernistas metropolitanas, resultaba en una reducción de la complejidad real del espectro de la escritura latinoamericana. Este sentido reactivo y de corrección de una injusticia histórica que podía tener incalculables consecuencias culturales de largo plazo, fue, al menos parcialmente, lo que motivó el foco preferente que Rama otorga a uno de los dos tipos básicos de transculturadores que describe. Esos que a veces describe como los ‘transculturadores’ sin más: Roa Bastos, Guimaraes Rosa, Rulfo y Arguedas. (…) En Transculturación, Rama realizó un movimiento parcialmente contradictorio que su obra toda había explorado insistentemente. Por un lado, entronizó a la literatura como la más alta creación de que son capaces los pueblos, imaginando un escenario ideal de desarrollo en que por fin pueblo y público coinciden en tanto público nacional en su participación y goce de la obra estética del transculturador; por otro lado, concibió a la novela como un espacio discursivo de producción cultural colectiva que resulta tanto del genio creador del artista (el transculturador) como de su capacidad para procesar las formas culturales que el pueblo elabora y propone. El escritor surge en Rama entonces, simultáneamente como un creador original y como un compilador; mientras la cultura aparecía, por su parte, a veces como un proceso ascendente con formas y actores privilegiados y otras como una realidad de suyo heterogénea y múltiple en donde los cruces entre pueblos y públicos (ahora en plural) siguen caminos multiformes. Si al macronivel el carácter literaturicéntrico de la visión de Rama confirmaba el privilegio de las formas cultas y del letrado capaz de operarlas, al micronivel de su análisis se esforzaba por mostrar cómo las formas originales no son nunca el resultado aislado de un acto genial sino la labor cultural de un imaginario secular potenciado por elementos que lo activan o reactivan en un momento determinado.