MONOGRAFIA FASCISMO.docx

1 Contenido INTRODUCCIÓN ..............................................................................................

Views 52 Downloads 5 File size 860KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

1

Contenido INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................... 3 CAPITULO I .............................................................................................................................. 4 1.

HISTORIA DEL FASCISMO ......................................................................................... 4 1.1. Mussolini el socialista. .................................................................................................... 4 1.2.

Próxima estación: Fascismo. ..................................................................................... 4

1.3.

La ecuación fascista. ................................................................................................. 5

1.4.

La situación de Posguerra y la aparición de los partidos fascistas. .......................... 7

CAPITULO II ............................................................................................................................ 9 1.

IDEOLOGÍA DEL FASCISMO ...................................................................................... 9 1.2.

Principios filosóficos del fascismo ........................................................................... 9

1.3.

Ideología del fascismo. ........................................................................................... 10

CAPITULO III ......................................................................................................................... 13 1.

REPRESENTANTES..................................................................................................... 13 1.1.

Benito Mussolini (1883-1945) ................................................................................ 13

1.2.

Adolf Hitler (1889-1945) ........................................................................................ 15

CAPITULO IV ......................................................................................................................... 21 1.

TEORÍAS DEL FASCISMO ......................................................................................... 21 1.1.

Un agente violento y dictatorial del capitalismo burgués. ...................................... 22

1.2.

El fascismo como forma de “bonapartismo” del siglo XX ..................................... 23

2 1.3.

El fascismo como expresión de un radicalismo exclusivo de las clases medias. ... 23

1.4.

El fascismo como la consecuencia de historias nacionales excepcionales. ............ 24

1.5.

El fascismo como producto de un derrumbamiento cultural o moral. .................... 25

1.6.

El fascismo como fenómeno metapolítico excepcional .......................................... 25

1.7.

El fascismo como resultado de impulsos psicosociales sumamente neuróticos o

patológicos. ............................................................................................................................... 26 1.8.

El fascismo como producto de la ascensión de unas masas amorfas. ..................... 27

1.9.

El fascismo como manifestación típica del totalitarismo del siglo XX. ................. 27

1.10.

El fascismo como resistencia a la modernización................................................... 28

1.11.

El fascismo como consecuencia de una fase determinada del crecimiento

socioeconómico, o una fase en la secuencia del desarrollo ...................................................... 29 1.12.

La negación de que pueda definirse un fenómeno tan general como el fascismo

genérico. 30 CONCLUIONES...................................................................................................................... 31 Bibliografía .............................................................................................................................. 33

3 INTRODUCCIÓN Al finalizar la I Guerra Mundial parecía que las democracias estaban fuertemente asentadas en Europa, pero la realidad era bien distinta. Ante la crisis económica y social que se abre en casi todos los países al reconvertir la industria de guerra tras el final de la contienda y el agravamiento de la economía tras la crisis de 1929, surgen en un gran número de países europeos regímenes autoritarios y antidemocráticos. De esta manera en Europa encontramos tres tipos de regímenes: democráticos (Francia, Gran Bretaña...), dictadura de izquierda (Unión Soviética) y dictaduras fascistas en países como Italia y Alemania principalmente, pero también hubo en otros países. Para los fascistas, el fascismo es otra alternativa frente al capitalismo y al comunismo. Se caracteriza este sistema por la negación de la libertad personal y los derechos elementales frente a un Estado todopoderoso que controla todos los aspectos de la vida (en este carácter totalitario tiene muchos puntos en común con el régimen comunista ruso). Los dos ejemplos más acabados de regímenes fascistas serán la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler, a ellos dedicaremos los próximos temas. El fascismo, como ideología política, ostenta una infinidad de perfiles muy disímiles y contradictorios. La violencia de las circunstancias históricas en las que se desarrolló, fomentan, por lo general, una visión simplista y pasional del proceso, impidiendo conclusiones libres de prejuicios. El objeto del presente ensayo consiste en dilucidar algunas conexiones históricas del proceso de emancipación y unidad del Estado italiano, cargado de matices nacionalistas, con el movimiento fascista. Además, ofrece enlaces interesantes entre el movimiento idealista alemán y su concepción espiritual del Estado con una muy influyente corriente intelectual italiana de mediados del siglo XIX, que influiría posteriormente en la ideología fascista.

4 CAPITULO I 1. HISTORIA DEL FASCISMO 1.1. Mussolini el socialista. La guerra es el punto de divergencia que acelerará el proceso de ruptura de Mussolini con el Partido Socialista Italiano de forma drástica y definitiva. Veamos el proceso: tanto en su disconformidad a la guerra libia como en cualquier otra toma de posición, del tipo que sea, Mussolini destaca como un hombre muy vehemente. Imprime una fuerte dosis de pasión en todo lo que lleva a cabo, a veces rozando lo histriónico, y eso gusta mucho dentro del partido. Los dirigentes creen haber descubierto en él a un auténtico diamante en bruto, un hombre carismático, directo, brutal incluso, pero sobre todo cercano; un militante entregado, capaz de conectar con el pueblo de una manera efectiva y natural. La influencia del joven socialista gana puntos, tanto en las bases como en la dirección del partido, a la que ha accedido en julio de aquel año como miembro del Comité Ejecutivo, de manera que se convierte en el líder de facto de la corriente más radical del Partido Socialista. 1.2.Próxima estación: Fascismo. Mussolini fue movilizado para la guerra mundial, llamada a la que acudió sin rechistar y mostrándose como un soldado disciplinado. Ya desde entonces había tomado contacto con el sindicalismo revolucionario, un movimiento izquierdista radical que soñaba con instaurar la dictadura del proletariado, basándose en la organización sindical de la sociedad. En 1907 habían roto con el Partido Socialista por considerarlo templado, y cinco años más tarde asomaron de nuevo la cabeza para organizar la Unión Sindical Italiana (USI), una especie de coordinadora destinada a difundir el sindicalismo revolucionario en las masas y convertirse, sobre el papel, en el germen de un futuro gobierno proletario que eliminaría los partidos

5 políticos, incluido el socialista. En la práctica, la USI no llegó a obtener una influencia verdaderamente destacada en la sociedad italiana, de manera que no resultaría procedente hacer mención de ella, de no ser por la división que se produjo en su seno a raíz de la entrada de Italia en la guerra. Comenzaba a dibujarse una facción política nueva que realizó una serie de ensayos organizativos sin resultado hasta que el 23 de marzo de 1919 parió a los Fascios Italianos de Combate. La peculiar denominación fascios supone un guiño a las uniones de obreros y campesinos que desde el siglo XIX se habían organizado en agrupaciones homónimas para revindicar demandas sociales de muy distinta condición. Un nombre, por otra parte, que recuerda, y ese es precisamente su origen, a los lictores romanos. El programa inaugural de los Fascios Italianos de Combate aúna un rabioso nacionalismo con demandas de corte social, tales como el salario mínimo, la jornada laboral de ocho horas, el voto femenino, la participación de los trabajadores en la gestión de la industria, el retiro a los cincuenta y cinco años, la nacionalización de las fábricas de armas y municiones, confiscación de los bienes de las congregaciones religiosas y abolición de las rentas episcopales. 1.3. La ecuación fascista. Socialismo más nacionalismo, igual a fascismo. Esta es la ecuación a la que llegaron los sindicalistas revolucionarios como su particular punto de no retorno. Es la clave, el punto de partida. A partir de su formulación dejaron de ser socialistas para convertirse en otra cosa, en algo que derivará en lo que tradicionalmente hemos considerado fascismo. Semejante definición, claro está, tendrá un ejército de indignados detractores: hoy en día a uno se le ocurren muchos ejemplos de movimientos que fusionan socialismo y nacionalismo y no por ello son fascistas. Sin embargo, la Historia es obstinada, y no es casual que el nacionalsocialismo o el nacionalsindicalismo se

6 llamen precisamente así. No es posible definir al fascismo como un movimiento socialista. No lo es. Aunque llegado el caso podría serlo, y de hecho existen y han existido movimientos fascistas con un claro componente social e incluso comunista. La diferencia estriba en que, al contrario que el marxismo, realizan una lectura nacionalista de manera que sustituyen la lucha de clases — elemento de disgregación nacional— por la nación como aglutinante de la sociedad. En ese sentido, resulta muy importante saber diferenciar los planteamientos puramente fascistas de los argüidos por la derecha autoritaria radical, antisistema los primeros y conservadores los segundos. El término fascismo es uno de los más manidos y gastados de toda la terminología política popular. Hemos llegado a unos niveles de uso de la palabra que ya no sabemos realmente qué es y qué no es fascismo. Aun así, podría decirse que popularmente el fascismo es entendido como todo movimiento político derechista tendente a organizar una dictadura represiva. Bien, pues no es correcto. Esta sería una estupenda definición para las vetustas tendencias de la derecha radical autoritaria, pero no para el fascismo, que surge como novedad completa en la Europa de entreguerras y supone una ruptura con todo lo anterior. El fascismo es una corriente revolucionaria totalitaria que tiende a subvertir el orden establecido en aras a una organización jerárquica de la sociedad; es un anti humanismo, de manera que aborrece las ideas de igualdad entre los hombres y derechos del individuo por la colectividad nacional. Por tanto, una dictadura militar conservadora, con todo su maremágnum de tradicionalismo y clericalismo no podrá ser nunca un fascismo. Uno es un modelo antiguo y el otro es una revolución anti humanista. Atendiendo a esta circunstancia, no debería sorprendernos demasiado comprobar que la gran corriente que derivó en lo que ha sido denominado como fascismo genérico surgió de las entrañas de uno de los sectores de la izquierda europea más radicalmente partidarios de la revolución social y la dictadura del proletariado. Una corriente que ya se estaba gestando cuando nació Mussolini y que fue

7 magníficamente perfilada por Georges Sorel cuan do exigió la construcción de un socialismo capaz de derrocar al capitalismo de la noche a la mañana, un socialismo violento y nacional, sin remilgos, para lo cual habría de renunciar al mito1 de la lucha de clases y optar por el mito nacional, el que llega a los corazones, el que reclama deberes para con la patria o el pueblo, el que está exento de excusas o explicaciones. La nación como mi to revolucionario capaz de movilizar a las masas al tiempo que elemento de unión social y por ello anti disgregador, al contrario que la lucha de clases, que la divide en clases antagónicas y enfrentadas. El fascismo se caracteriza así por haber sido el movimiento resultante del experimento político que llevó a la fusión entre revolución y nacionalismo, cuyo resultado fue la sustitución de la lucha de clases por la nación o nacionalismo como elemento de movilización revolucionaria de las masas. En palabras de Mussolini: “Hemos creado nuestro mito. El mito es una fe, es pasión. No es necesario que vaya a ser una realidad. Es una realidad por el hecho de que es un estímulo, una esperanza, una fe; de que es coraje. ¡Nuestro mito es la nación, nuestro mito es la grandeza de la na ción!”2. La novedad, la idea crucial que surge por primera vez, convertida en idea general y de masas con influencia revolucionaria social verdadera es, por tanto, la idea de que el nacionalismo es, con su carga de mitos e irracionalidad, el auténtico integrador de la sociedad en un todo poderoso. Y, además, el único método real de unir a la clase trabajadora contra el capital. Payne recuerda, al hilo de todo esto, que “el fascismo se creó mediante la nacionalización de determinados sectores de la izquierda revolucionaria, y quienes desempeñan el papel central en su orientación fueron sindicalistas revolucionarios que abrazaron el nacionalismo extremista”. 1.4. La situación de Posguerra y la aparición de los partidos fascistas. A veces lo más duro no es una guerra sino la posguerra. Tras acabar en Europa la I Guerra Mundial la economía, que se había orientado exclusivamente hacia la producción de armamento,

8 debe reorientarse hacia la producción habitual y la esa reconversión en industria productiva es traumática ya que exige el cierre de muchas fábricas y el despido de obreros, esto generará malestar social y reactivará la lucha obrera. Ante el descontento generalizado y el miedo a que triunfé unas revoluciones obreras no tardarán en aparecer asociaciones políticas de extrema derecha que combaten los movimientos obreros: en 1919 aparecen los fasci di combatiente el embrión del Partido Fascista italiano, y en 1920 el Partido Nacional Socialista alemán, más conocido como Partido Nazi. Por si fuera poco, la crisis financiera de 1929 hace que se regrese a la crisis económica tras unos años relativamente buenos, la crisis incidirá con fuerza en los países europeos, y, sobre todo, en Alemania. Alemania encuentra su economía hipotecada ya que tiene que seguir pagando las altas indemnizaciones de guerra; la extensión del paro y la violencia social hace que muchos se decanten por el Partido Nazi que promete paz, orden y trabajo, autarquía y militarismo para acabar con la humillación de la derrota en la I Guerra Mundial. La paz no contenta a todos. En el caso alemán se ha producido una gran humillación y la aplicación del Tratado de Versalles deja al país moralmente hundido. Por si fuera poco los franceses, al no poder pagar parte de la indemnización de guerra Alemania, llegan a ocupar la cuenca del Ruhr, una rica zona carbonífera, para cobrarse la deuda, esto supone herir todavía más el orgullo alemán y que el deseo de revancha contra los franceses esté latente en gran parte del pueblo alemán, de ese deseo se alimentará el Partido Nazi. En Italia, aunque se sitúa en el bando de los vencedores, la paz es una victoria mutilada. Las pérdidas materiales y humanas (un millón de víctimas) no son recompensadas con una generosa entrega de territorios, solamente recibe pequeñas compensaciones territoriales

9 CAPITULO II 1. IDEOLOGÍA DEL FASCISMO 1.2. Principios filosóficos del fascismo Muchos estudiosos e intelectuales coinciden en el hecho de que el fascismo no cuenta con una base filosófica definida y que, en todo caso, de atribuírsele alguna plataforma, habría que buscarla en una desviación del marxismo. A continuación, se expondrá, en primer lugar, que no existe una sola raíz definida a nivel filosófico en el fascismo, como en el caso del marxismo. El fascismo se nutre de teorías inspiradas en el Estado ético y su concepción colectivista, en oposición a la Ilustración y a la preeminencia del individuo sobre el Estado, típica de la visión liberal. La concepción de un Estado ético proviene del idealismo alemán, a cargo de Georg W.F. Hegel, que coincidentemente, también inspira a otro modelo colectivista como el marxismo, cuya diferencia inconciliable con el fascismo, radica en su pretensión de eliminar al Estado, por ser el instrumento por excelencia de la burguesía. En segundo lugar, se mostrará cómo influye y se propaga en los círculos intelectuales de la península, dicha visión por obra de Bertrando Spaventa y, posteriormente, por Giovanni Gentile. Por último, se hará referencia a otras corrientes intelectuales que intervinieron en la gestación y fortalecimiento del fenómeno, como la visión dionisíaca, heroica y mítica de Friedrich Nietzsche y todo lo que significó la coincidencia entre el surgimiento del fascismo y el estudio de la teoría elitista de Gaetano Mosca. Antes de entrar en el estudio de la compleja irrealidad hegeliana, es importante aclarar que a continuación no se pretenderá arribar a ninguna conclusión categórica sobre una directa filiación del fascismo con respecto al filósofo alemán, sino evidenciar cómo inspira a pensadores que elaborarán la ideología posterior. Este punto despeja las posiciones antagónicas de aquellos que ven en Hegel o el creador del fascismo, o el del inocente filósofo y malinterpretado idealista.

10 1.3. Ideología del fascismo. La ideología y la cultura fascistas merecen más atención de la que reciben normalmente, pues la doctrina fascista, igual que todas las demás, se derivaba de ideas, y las ideas de los fascistas tenían claras bases filosóficas y culturales, pese a frecuentes afirmaciones en contra. A menudo se dice que las ideas filosóficas fascistas se derivaban de la oposición a la Ilustración o a las “ideas de 1789”, cuando de hecho son un producto directo de aspectos de la Ilustración, y se derivaban directamente de los aspectos modernos, seculares y prometeicos del siglo XVIII. Es probable que la divergencia esencial de las ideas fascistas respecto de determinados aspectos de la cultura moderna se halle más exactamente en el anti materialismo del fascismo, y en la importancia que atribuía al vitalismo y al idealismo filosófico y a la metafísica de la voluntad. La cultura fascista, al revés que la de la derecha, era secular en la mayoría de los casos, pero al contrario de la de la izquierda y hasta cierto punto la de los liberales, se basaba en el idealismo y el vitalismo y en el rechazo del determinismo económico, tanto el de Manchester como el de Marx. El objetivo del idealismo y el vitalismo metafísicos era la creación de un hombre nuevo, un nuevo estilo de cultura que lograse la excelencia tanto física como artística y que ensalzase el valor, la osadía y la superación de los límites anteriormente establecidos mediante el desarrollo de una cultura nueva y superior que comprometiese al hombre entero. Los fascistas esperaban recuperar el verdadero sentido de lo natural y de la naturaleza humana – idea básicamente dieciochesca- en un plano más elevado y más firme de lo que había logrado hasta entonces la cultura reduccionista del materialismo moderno y del egotismo prudencial. El hombre libre natural, cuya voluntad y determinación estuvieran desarrolladas, podría reevaluarse e ir más allá de sí mismo, y no titubearía en sacrificarse en aras de esos ideales. Esas formulaciones modernas rechazaban el materialismo del siglo XIX, pero no representaban nada que pudiera calificarse de vuelta a los

11 valores morales y espirituales tradicionales del mundo occidental antes del siglo XVIII. Representaban una tentativa específica de alcanzar una forma moderna, normalmente atea, de trascendencia, y no, como dice Nolte, una “resistencia a la trascendencia”. Muchos observadores se sintieron impresionados por el ambiente novedoso de los mítines fascistas en los decenios de 1920 y 1930. Todos los movimientos de masas emplean símbolos y diversos efectos emotivos, y quizá fuera difícil establecer que la estructura simbólica de los mítines fascistas era completamente diferente de la de otros grupos revolucionarios. Pero lo que sí parecía claramente distinto era el gran hincapié que se hacía en mítines, marchas, símbolos visuales y rituales ceremoniales o litúrgicos, a los que en la actividad fascista se les daba un papel central y una función que iba las allá de lo que ocurría en los movimientos revolucionarios de izquierda. Con ello se trataba de envolver al participante en una mística y en una comunidad de ritual que apelaba al factor religioso, además de al meramente político. En su mayor parte, los movimientos fascistas no lograron movilizar verdaderamente a las masas, pero sin embargo resulta característico que fuera ese su objetivo, pues siempre trataron de trascender el carácter de camarilla parlamentaria elitista de los grupos liberales poco movilizados, o el mero exclusivismo sectario y el recurso a la manipulación elitista que se solía encontrar en la derecha autoritaria. Junto a la campaña de movilización de las masas se daba uno de los rasgos más característicos del fascismo; su tentativa de militarizar la política en una medida sin precedentes. Para ello se hacía que los grupos de milicias fueran algo central en la organización del movimiento y se utilizaban insignias y terminología militares a fin de reforzar el sentimiento de nacionalismo y de combate constante. Las milicias de partido no las inventaron los fascistas, sino la extrema izquierda y la derecha radical (por ejemplo, la Action Francaise), y en un país como España, los “movimientos de camisas” predominantes que practicaban la violencia callejera eran los de la izquierda revolucionaria. Sin embargo, la oleada

12 inicial del fascismo centroeuropeo se basó desproporcionadamente en excombatientes de la primera guerra mundial y en su ethos militar. En general, la milicia del partido desempeñó un papel mayor, y se desarrolló en mayor grado entre los fascistas que entre los grupos de izquierdas. Esto guardaba relación con la evaluación positiva de la violencia y la lucha que se hacía en la doctrina fascista. Todos los movimientos revolucionarios de masas han iniciado y practicado la violencia en mayor o menor medida, y probablemente sea imposible llevar la violencia a mayores extremos de lo que han hecho algunos regímenes leninistas, que han practicado, como decía uno de los viejos bolcheviques, la “compulsión infinita”. El único rasgo excepcional de la relación fascista con la violencia era la evaluación teórica que hacían algunos movimientos fascistas: la violencia poseía un cierto valor positivo y terapéutico en y por sí misma, y una cierta cantidad de combate violento constante, en el sentido del darwinismo social de fines del siglo XIX, era necesaria para la buena salud de la sociedad nacional. Esto a su vez, guardaba relación con otra característica fundamental: la insistencia en lo que se califica actualmente de “chauvinismo masculino” y la tendencia a exagerar el principio masculino en todos los aspectos de su actividad. En la era del fascismo todas las fuerzas políticas europeas estaban abrumadoramente dirigidas e integradas por hombres, y quienes hablaban de la igualdad de la mujer de labios para afuera, de hecho, sentían muy poco interés por ella. Pero los fascistas fueron los únicos que transformaron en fetiche perpetuo la “virilidad” de su movimiento y su programa y estilo, lo cual sin duda se debía en gran medida al concepto fascista de la militarización de la política y a la necesidad de un combate constante.

13 CAPITULO III 1. REPRESENTANTES 1.1. Benito Mussolini (1883-1945) Mussolini tiene en su haber el triste mérito de ser el creador del fascismo. Nació en Dovia di Predappio, aldea de la Romaña. Su padre era herrero y su madre maestra. A los diez años de edad, Mussolini ingresa interno en el Colegio de Salesianos de Faenza y, posteriormente, en la Normal de Forlimpopoli. De allí lo expulsan por su carácter rebelde y violento tras agredir a un compañero. A partir de 1901 ejerce como maestro, pero tratando de huir del servicio militar deserta a Suiza. Es detenido hasta en once ocasiones por realizar propaganda socialista. Después de ser expulsado del país, regresa a Italia, en donde es obligado a realizar el servicio militar hasta 1906. Posteriormente, trabaja como maestro y destaca en la faceta de agitador sindicalista en la prensa local. En Trento dirige un periódico de corte socialista (Avvenire), pero disconforme con su política pro-austriaca, ingresa en la redacción de Popolo. Expulsado de Trento, realiza en Forli el papel de secretario de la federación socialista. Una campaña contra la guerra de Libia le valen cinco meses de cárcel. Sin embargo, en los albores de la I Guerra Mundial, se deshace de su antimilitarismo y se decanta por la participación italiana en el conflicto al lado de las democracias. Por ellos, rompe con el socialismo antiintervencionista y funda Il Popolo d’Italia, portavoz del anticomunismo y organiza los fasci d’azione rivoluzionaria. Al entra Italia en la guerra, se alista y combate hasta que es herido en 1917, cuando vuelve al Popolo con sus campañas anticomunistas. Entre 1920 y 1922 se fue dibujando la crisis del estado italiano. Crecía la impopularidad el gobierno. Mussolini había creado en 1919 los Fasci italiani di combatimento y se encargó de estructura el fascismo y erigirse como líder del nuevo movimiento. En 1921, de una escisión del partido socialista se crea el partido comunista. El gobierno dimitió y fue sustituido por Ivanhoe

14 Bonomi, que debía hacer frente a la marea creciente del fascismo de Mussolini. Los intentos de éste de hacerse con el poder de la península por la fuerza dieron resultados. En octubre de 1922 se llevó a cabo la marcha sobre Roma. El rey no quiso imponer el estado de sitio que le pedía Facta, el sucesor de Bonomi, y encargó a Mussolini la creación de un nuevo gobierno. Con una nueva ley electoral, los fascistas se hicieron con le poder en el parlamento italiano, lo que fue denunciado por el dirigente socialista Giacomo Matteotti, que fue secuestrado y asesinado por personas afines al fascismo. El nuevo estado de Mussolini firmó un tratado de neutralidad con España y concertó pactos de amistad y arbitraje con Alemania y otros países centroeuropeos. El régimen fascista aprobó una nueva constitución, otorgó el cargo de Duce (jefe del gobierno) a Mussolini e implantó la censura de prensa. Asimismo, se firmaron los Pactos de Letrán, que restauraban el poder temporal de los papas, con lo que el régimen captó muchos adeptos entre los católicos. La política exterior de Mussolini era una política imperialista y colonial, mientras que era de amistad con Alemania desde que Hitler alcanzase el poder en 1933. Sin embargo, esta cambió cuando Austria fue objetivo de Alemania, pues temía el Duce tener demasiado cerca de los alemanes. Mussolini invadió Etiopía en 1936, en contra de la opinión mundial y la Sociedad de Naciones impuso sanciones económicas a Italia. El 1 de junio de 1936, se establecía el imperio italiano oriental, que comprendía Etiopía, Eritrea y Somalia italiana. Víctor Manuel III asumía el cargo de emperador. El acercamiento definitivo de Italia y Alemania se llevó a cabo durante la guerra civil española (1936-39), donde ambos países apoyaron el bando sublevado contra la República Española.

15 Posteriormente, durante los prolegómenos de la 2ª Guerra Mundial, la relación de los dos estados totalitarios se estrechó y se creó el denominado Eje Berlín-Roma. Italia se retiró de la Sociedad de Naciones, y Mussolini anunció un importante rearme de las tropas italianas. Italia también siguió, al ejemplo nazi, una serie de medidas restrictivas contra los judíos. Mussolini realizó un régimen autárquico y emprendió grandes obras civiles (desecación de pantanos, construcción de carreteras) con el fin de mantener el paro bajo mínimos, pero con el coste de la definitiva ruina del país. Durante la guerra civil española, envió a más de 100.000 soldados al bando nacionalista de Franco. Sin embargo, Italia no fue tan fuerte en la guerra como lo fue Alemania y las ofensivas que emprendió tuvieron, en muchas ocasiones resultados no deseados. Por ello se convierte en un instrumento de la Alemania nazi, cuando no en un obstáculo. En febrero de 1943, desmoronado su imperio, realiza una drástica purga en su gabinete y en el partido, con la intención de afianzar su poder. A finales de la guerra, Roma es bombardeada por los Aliados y viendo perdida la guerra, Mussolini es repudiado por el Gran Consejo fascista. El rey despide a Mussolini y se pone al frente del ejército. Los alemanes reaccionan creando un gobierno fascista al norte dirigido por Mussolini. Loa Aliados entran en Roma en junio de 1944 y el rey traslada la autoridad a su hijo Humberto y el gobierno a una representación antifascista. El 29 de abril de 1945 se rinden los ejércitos alemanes. Un día antes, Mussolini había sido ejecutado por los partisanos cuando huía a Suiza. 1.2. Adolf Hitler (1889-1945) Hitler nació en Braunau-am-Inn (Alta Austria) y murió en Berlín. Estudió con pobres resultados en las escuelas de Fischlham y Steyr. Se dedicó también de manera infructuosa a la pintura y enfrascado en esa faceta, marchó a Viena en 1907, siendo denegado en dos ocasiones su acceso a la Academia de Bellas Artes. Durante esos años (1907-08), fue mantenido por su madre gracias a

16 una pequeña pensión, pero al morir ésta en 1908, tuvo que hacer frente a la vida sólo. Extremadamente ambicioso, aunque sin talento, siguió creyendo en su faceta artística. En ocasiones se vio obligado a trabajar como aprendiz de albañil, pero, compartiendo la repugnancia de la clase media alemana hacia la clase obrera, prefirió trabajar como pintor de postales baratas. En 1913 se marchó a Munich y sobrevivió austeramente como pintor de carteles comerciales. Por todo ello, su carácter quedó profundamente marcado por un permanente sentimiento de frustración personal. Este resentimiento veía su válvula de escape en el odio a los judíos (“influyentes en el mundo del arte”), a los “seres infrahumanos” (elementos no germánicos del imperio) y a los “hinchados” burgueses capitalistas. Durante la I Guerra Mundial, fue reclutado por el ejército y, tras servir en el frente occidental con el rango de cabo y estafeta, fue galardonado con la codiciada cruz de hierro de primera clase. En 1918, cuando se produjo la derrota, se encontraba convaleciente por gases tóxicos en un hospital. Volvió a Munich donde se ganó la vida como político en la República de Weimar, a la orden de oficiales que trataban de oponerse a la creciente marea izquierdista. Surgieron numerosos partidos políticos en aquella época en Alemania y Hitler fue el miembro número siete del Partido de los Trabajadores Alemanes, más tarde conocido como el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes. Fue cuando Hitler se convirtió en un orador de esquinas y cervecerías, atrayendo para sí la opinión de los oyentes. Alemania, tras la guerra, debía pagar como pago de las reparaciones a los Aliado la cifra de 132.000.000.000 marcos de oro. El reich (estado) no se hallaba en condiciones de efectuar un primer pago, y era imposible pedir un préstamo a cualquier país. La inflación monetaria fue enorme (con un claro ejemplo: si la inflación era en 1918 de 0,63 marcos, en noviembre de 1923 era de más de 200 millones). Poco a poco, y con distintas tendencias hacia los Aliados, la situación

17 económica se fue nivelando y arreglando hacia finales de 1923. Sin embargo, los años de bonanza económica se vieron truncadas con el crack bursátil del 29, y hacia 1931, Alemania estaba abocada hacia una bancarrota nacional. En las elecciones del 14 de septiembre de 1930, tanto los comunistas como los nazis obtuvieron gran número de votos. Éstos aumentaron su participación en el Reichstag de 12 a 107 puestos, por lo que se convirtió en el partido más importante después del socialdemócrata. Brüning, canciller por coalición de los partidos de centro, dimitió con su gabinete en 1932 al ver que no contaba con el apoyo popular. Franz von Papen, miembro de extrema derecha del partido de centro, le sucedió. Tras las elecciones del 14 de julio de 1932, y después de fortísimos enfrentamientos callejeros entre nazis y comunistas, los de Hitler doblaron los votos populares, obteniendo 230 puestos en el Reichstag (el 37% del total). Inmediatamente, exigieron que Hitler, como jefe del partido más numeroso, asumiera la cancillería. El 13 de agosto se le ofrecieron a Hitler y a algunos de los más destacados cargos del partido nazi carteras en un gabinete de coalición presidido por Von Papen. Hitler se negó a tomar nada que no fuese el poder ejecutivo absoluto. Esta propuesta fue inmediatamente rechazada por el anciano presidente. En septiembre de ese mismo año, el gobierno Hindenburg-Papen-Schleicher, que gobernaba el país tras las elecciones, retiró a Alemania de la conferencia de desarme y realizó una política pro-militarista. Durante todos estos años, Hitler había desarrollado sus ideas racistas y ultranacionalistas que había plasmado en su libro, Mein Kampf (Mi Lucha). Había impuesto un sistema de terror con sus actos violentos. Los nazis se habían aliado con dos grupos paramilitares: las SA y las SS. Además, recibían la financiación de banqueros y grandes empresarios, que pensaban que el nacionalsocialismo sería útil para librarse de las reivindicaciones de la clase obrera.

18 El 30 de enero de 1933 Hitler accedió a la cancillería. Disolvió el Reichstag con el permiso del presidente Hindenburg y convocó nuevas elecciones el 1 de febrero. Durante las siguientes semanas, los nazis realizaron una fuerte campaña propagandística y recurrieron a la fuerza para disolver las concentraciones y manifestaciones de los partidos contrarios. El 27 de febrero, el Reichstag desapareció bajo un pavoroso incendio, que fue achacado a los comunistas por Hitler y los suyos. Los nazis se dedicaron a crear una ola de histeria anticomunista en todo el país. Gracias a todo ello, los nazis se hicieron con el poder, consiguiendo 288 escaños, es decir, el 44% de los votos. Coaligados con el 8% de la representación nacionalista, dieron al partido la mayoría en el Reichstag. A partir de aquí Hitler trato de conseguir que se le concedieran poderes totalitarios. Aprobó el Reichstag cinco artículos que autorizaban por cuatro años la dictadura de Hitler, permitiéndole editar leyes y tratados a espaldas de la constitución y sin el apoyo del Reichstag o del presidente. Antes de finales de julio fueron disueltos todos los partidos salvo el nacionalsocialista. Centralizaron el gobierno, aboliendo el federalismo, prohibiendo las huelgas, persiguiendo a los judíos, apresando a los líderes de la oposición e impusieron restricciones a la iglesia. El 21 de octubre de 1933, Alemania abandonó la Sociedad de Naciones (predecesora de la actual ONU). El gobierno alemán declaró asimismo su intención de aumentar el ejército. En junio de ese mismo año, elementos del régimen nazi eran sospechosos de conspirar para derrocarlo. Hitler ordenó unas purgas en las cuales fueron fusilados varios dirigentes. El 25 de julio, unos partidistas nazis asesinaron al canciller austriaco. Los asesinos lograron huir gracias a la acción del embajador alemán. Sin embargo, Mussolini afirmó que defendería la independencia de Austria a toda costa; por lo que Hitler repudió la acción de su diplomático.

19 El presidente Hindenburg muere en agosto de 1934. Eliminado el último obstáculo hacia el poder supremo, Hitler se proclama führer (guía) del pueblo alemán. Rápidamente, él y los suyos trabajan para transformar la república de Weimar en un estado totalitario. El resto de la historia de este individuo pertenece a la historia del mundo. Sus acciones fueron la causa de la 2ª Guerra Mundial. Sin embargo, analizaremos algunos aspectos importantes de su política: El partido nazi controlaba totalmente la sociedad alemana. La propaganda, a cargo de Goebels, se dedicaba a ensalzar la figura del führer y creaba y un culto alrededor de su persona. Por otro lado, la policía secreta o Gestapo, se encargaba de eliminar cualquier muestra de oposición al régimen nazi. Los judíos eran considerados la fuente de todos los males del país y por ello fueron duramente perseguidos y eliminados de manera sistemática. Los trabajadores de los territorios ocupados eran obligados a trabajar en interminables jornadas laborales en precarias condiciones para sustentar al ejército alemán durante la guerra. La política de Hitler consideraba a Alemania la creadora de la cultura humana y la nación que debería regir el destino del resto de los países del mundo. Se lanzó a una política de corte imperialista, que desencadenó la 2ª Guerra Mundial (tras la invasión de Polonia). Los estados europeos temían a Hitler y por ello no lo frenaron diplomáticamente (por ejemplo, su intervención en la guerra civil española). El orden nazi que trataban de imponer en Europa primero y en el resto del mundo después, consistía en un gran espacio alemán, donde las razas inferiores y las decadentes democracias sirvieran al pueblo alemán.

20 La obra sublime de Hitler fue el horror de Auschwitz, símbolo de la intolerancia, el absolutismo y el racismo nazi. Los judíos, entre otras razas consideradas inferiores a la aria, fueron perseguidos y torturados. En 1941, Hitler declaró la aniquilación de todos los judíos de Europa (la Solución Final). Se crearon los campos de concentración bajo el control de las SS, en donde se encerraba a todo aquel peligroso para el régimen: socialistas, comunistas, liberales; y a todo sector de población no deseable: homosexuales, deficientes mentales... En los campos se asesinaba rápidamente a grandes cantidades de prisioneros. La cifra de judíos asesinados en los campos de concentración se estima de 4.800.000 a 6.500.000. Les siguen los gitanos con una cifra aproximada de 400.000 muertos. Hitler se suicida en un búnker de un tiro en la cabeza en abril de 1945, cuando las tropas soviéticas irrumpían en la ciudad. Sus restos fueron quemados por los miembros de su guardia de las SS.

21 CAPITULO IV 1. TEORÍAS DEL FASCISMO Desde la Marcha sobre Roma, los analistas políticos vienen tratando de formular una interpretación o teoría que pueda explicar el fenómeno del fascismo europeo. Al ser la única forma verdaderamente nueva de radicalismo surgida de la primera guerra mundial, que parecía entrañar múltiples ambigüedades, por no decir contradicciones flagrantes, el fascismo no se prestaba fácilmente monocausal ni a una simple teoría unificada. El debate continúa desde hace más de medio siglo, y todavía no existe un consenso acerca de un concpeto explicativo209 . Las principales teorías o explicaciones del fascismo se han orientado ante todo a una definición delcarácter subyacente de esta especia supuesta de política, a su sentido general, o más frecuentemente a sus principales fuentes o causas. En aras de la comodidad, cabe resumir las principales interpretaciones en 12 categorías, aunque sea en el entendimiento de que estos conceptos no siempre son mutuamente excluyentes, sino que en algunos casos se basan los unos en los otros. 1. Un agente violento y dictatorial del capitalismo burgués. 2. Una forma de “bonapartismo” del siglo XX. 3. La expresión de un radicalismo exclusivo de las clases medias. 4. La consecuencia de historias nacionales excepcionales. 5. El producto de un derrumbamiento cultural o moral. 6. Un fenómeno metapolítico excepcional. 7. El resultado de impulsos psicosociales sumamente neuróticos o patológicos. 8. El producto de la ascensión de unas masas amorfas. 9. Una manifestación típica del totalitarismo del siglo XX.

22 10. Una revuelta contra la “moderación”. 11. La consecuencia de una fase determinada de crecimiento socioeconómico, o una fase en la secuencia del desarrollo. 12. La negación de que pueda definirse un fenómeno tan general como el fascismo genérico. Antes de examinar brevemente cada una de estas interpretaciones, debe señalarse que son pocos, entre quienes intentan elaborar una teoría causal o un concepto explicativo del fascismo, los que definen exactamente lo que quieren decir con ese término, o concretamente qué partidos o movimientos están tratando de interpretar, más allá de una referencia primaria (generalmente al nacionalsocialismo alemán). La misma ausencia de una definición empírica de lo que se pretende decir con el término de fascismo y de una comprensión de cuáles son exactamente los grupos a los cuales se piensa que se refiere el término ha venido siendo un gran obstáculo a la aclaración conceptual. 1.1.Un agente violento y dictatorial del capitalismo burgués. La idea de que el fascismo debe entenderse ante todo como el agente del “capitalismo”, la “gran empresa”, el “capital financiero”, la “burguesía”, o cualquier combinación concebible de todos ellos, es una de las interpretaciones más antiguas, más corrientes y más difundidas de todas. Se difundió hasta cierto punto antes incluso de que se organizara formalmente el fascismo italiano (con el fin de explicar el abandono por Mussolini del socialismo ortodoxo), y empezó a obtener aceptación general, con especial referencia a Italia, ya en 1923 con las formulaciones del comunista húngaro Gyula Sas y de la alemana Clara Zetkin . Esta pasó a ser la interpretación común del fascismo en la Tercera Internacional, y también la adoptaron algunos no comunistas. Entre los principales expositores de esta concepción figuraron R.Palme Dutt y Daniel Guérin . Entre los expositores recientes más notables del concepto marxista del fascismo figuran Reinhard Kühnl,

23 Nikos Poulantzas , Boris Lopukov , Alexander Galkin , y Mihail Vajda , auque los dos últimos han introducido importantes modificaciones en el concepto (véase infra). En general, los seguidores de la interpretación marxista no distinguen, o rechazan la importancia de toda distinción, entre los grupos fascistas centrales y las fuerzas del autoritarismo de derechas. 1.2. El fascismo como forma de “bonapartismo” del siglo XX Que la teoría del mero “agente” era incorrecta fue algo que advirtieron otros observadores más perceptivos y objetivos, entre ellos algunos marxistas, en los primeros años del fascismo italiano. En 1930, el comunista alemán disidente August Thalheimer sugirió que, por el contrario, se considerase al fascismo como el equivalente contemporáneo del “bonapartismo”, es decir, como una forma autónoma de gobierno autoritario, independiente de una dominación específica de clase Conforme a esta interpretación, el fascismo era el producto de una crisis política y social en la cual ya no eran eficaces las formas tradicionales de dominación de clase, pero que había producido una situación de relativo equeilibrio de clases que permitía a una nueva forma de dictadura liberarse de la dominación de clase. Aunque el fascismo podía beneficiar a unos sectores sociales más que a otros, en sí mismo servía sobre todo como fuerza política, y podía gozar de un éxito independiente transitorio hasta que, con el tiempo, el peso de los factores económicos y sociales evolucionara en contra suya. Algunos teóricos comunistas más recientes, como Galkin y Vajda, han incorporado aspectos de la explicación de Thalheimer, y consideran el fascismo como una crisis atípica producida por determinadas variantes de la sociedad capitalista, en la cual el régimen fascista logra liberarse hasta cierto punto de la dominación capitalista, por lo menos de momento. 1.3. El fascismo como expresión de un radicalismo exclusivo de las clases medias. Varios observadores y estudiosos han sugerido una interpretación diferente de las bases de clases del fascismo, pues no consideran a éste como agente de la burguesía, sino más bien como

24 vehículo de sectores de las clases medias, a las que antes se negaba la pertenencia a la élite nacional, con objeto de forjar un sistema que les diera un papel más destacado. Quien primero sugirió esta explicación fue Luigi Salvatorelli, en su Nazionalfascismo (1923), cuando subrayó el papel de la “pequeña burguesía humanista”-, los funcionarios, los diplomados universitarios – que trataba de reestructurar el estado y la sociedad italianos tanto en contra de la alta burguesía capitalista como en contra de los obreros. Su interpretación ha obtenido el decidido apoyo del principal estudioso del fascismo italiano, así como del historiador más oficial del movimiento. Coincide en gran medida con la tesis de Seymour Lipset sobre el fascismo como “radicalismo del centro” Ese enfoque explica la procedencia social de parte de la base de determinados partidos fascistas importantes, además de aclarar determinados aspectos del programa fascista. Pero su capacidad explicativa es limitada, pues no explica el gran número de seguidores del fascismo no pertenecientes a las clases medias en países tan diversos como Alemania, Hungría y Rumania. Tampoco logra explicar todo el carácter y el alcance de los objetivos radicales entre sdirigentes tan diferentes como Hitler, Déat, Piasecki y Codreanu. O sea, que el “radicalismo de las clases medias” explica una de las tendencias más importantes del fascismo, pero resulta insuficiente para consituir una teoría general del fascismo. 1.4. El fascismo como la consecuencia de historias nacionales excepcionales. Diversos escritores e historiadores han tratado de presentar al fascismo y el nazismo como enfermedades esencialmente italianas y alemana, debidas a valores e instituciones culturales y sociales defectuosos arraigados en las historias anteriores de esos países. Aunque no cabe en absoluto desechar de plano ese enfoque, sus partidarios han ido disminuyendo constantemente, debido a la superficialidad de sus análisis, en los que no han hecho una comparación adecuada con

25 otros países cuyos factores y problemas eran parecidos, aunque fuese en menor grado. Se ha reconocido que esto lleva a un reduccionismo antihistórico y anti empírico. 1.5. El fascismo como producto de un derrumbamiento cultural o moral. Los historiadores de la cultura alemana e italiana, encabezados por figuras como Benedetto Croce y Friedrich Meinecke, han interpretado el fascismo como el producto de la fragmentación cultural y el relativismo moral de los valores europeos a partir de fines del siglo XIX. Según esta opinión, la crisis de la primera guerra munidal y los años siguientes, al producir una intensa dislocación económica, conflicto social y anomia cultural, llevó a una especie de colapso espiritual que permitió el auge de nuevas formas de nacionalismo radical. Una de las exposiciones contemporáneas más coherentes de este enfoque es la de Peter Drucker. La debilidad del enfoque de la crisis cultural o moral, tomado por sí solo, estriba en que solo trata de explicar las condiciones que permitieron la aparición de los movimientos fascistas, sin explicar sus ideas, valores, formas u objetivos específicos. En cambio, A. James Gregor, en su The Ideology of Fascism, arguemtna que el fascismo italiano elaboró una ideología coherente que no era el producto de un derrumbamiento nihilista, sino más bien la consecuencia de unas ideas culturales, políticas y sociales nuevas elaboradas en Europa occidental y central a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. 1.6. El fascismo como fenómeno metapolítico excepcional El estudioso más famoso del fascismo, Ernest Nolte, interpreta el fascismo de manera completamente diferente de todas las teorías anteiores, pues desecha la mayor parte de los factores aducidos por otros intérpretes por considerarlos secundarios o prácticamente inaplicables. Nolte considera el fascismo primordialmente como un fenómeno metapolítico, es decir, como el producto de determinadas aspiraciones políticas, culturales e ideológicas que surgen de la

26 democracia liberal y están encaminadas a crear un orden radicalmente nuevo, con nuevos valores y doctrinas propios, que rechazan los proyectos existentes de “trascendencia” y buscan otro tipo de revolución de la derecha. A su juicio, el fascismo es producto de la era de las guerras mundiales y el bolchevismo, y trata de contrarrestar a este último mediante la adopción de algunas de sus formas y sus técnicas. Aunque son pocos los estudiosos que han aceptado las formulaciones exactas de Nolte, otras figuras importantes han sugerido interpretaciones políticas propias. Antes de que se publicara el primer libro de Nolte, Eugen Weber sugirió que el fascismo era un proyecto excepcional y específico revolucionario por derecho propio, mientras que George Mosse, el principal historiador de la cultura nazi y prenazi, interpreta el fascismo como una revolución de la derecha con objetivos trascendentales propios y con un contenido cultural e ideológico específico, no meramente reaccionario ni oportunista. De forma un tanto parecida, el filósofo católico Augusto del Noce entiende el fascismo como la forma revolucionaria de determinados nacionalismos europeos durante la “primera edad de la secularización”, cuando el clericalismo moderno todavía era capaz de proyectar objetivos idealistas y semitrascendentales, y antes de la victoria absoluta del materialismo y el comunismo. Interpreta el fascismo italiano como competidor del leninismo, y el nacionalsocialismo alemán, más radical, como pcontrapartida competitiva del stalinismo, de manera que constituyen dos fases diferentes del radicalismo del siglo XX. 1.7. El fascismo como resultado de impulsos psicosociales sumamente neuróticos o patológicos. Este enfoque es más intuitivo que empírico, pero prosperó en algunos sectores durante la era fascista e inmediatamente después de ella. Sus teóricos más leidos han sido Erich Fromm, Wilhelm Reich, y Theodor Adorn y los colegas de este último. La obre de Fromm El Miedo a la Libertad (publicada inicialmente en Nueva York, 1941,1965) aducía que debía entenderse el fascismo como

27 producto de la sociedad de clase media centroeuropea decadente, pero difería del enfoque marxista corriente al hacer hincapié sobre todo en los sentimientos de aislamiento, impotencia, anomia y frustración. 1.8. El fascismo como producto de la ascensión de unas masas amorfas. Otra concepción del fascismo lo considera como producto de unos cambios cualitativos exclusivos de la sociedad europea, a medida que la estructura tradicional de clases fue cediendo terreno a unas poblaciones numerosas, indiferenciadas y atomizadas: las “masas” de la sociedad urbana e industrial. Quien primero expuso esta idea fue José Ortega y Gasset, y de diversas formas la han vuelto a formular Emil Lederer , Talcott Parsons235 , y Hanna Arendt236 , y quizá de la forma más coherente William Kornhauser 237 . Hace hincapié en el carácter irracional, antiintelectual y visceral del atractivo del fascista para el “hombre masa”, con lo cual hasta cierto punto complementa la teoría del “derrumbamiento cultural”. Pero este enfoque tiende a olvidar la medida en que figuraban en los programas y las prácticas de los movimientos fascistas un contenido ideológico práctico y unos llamamientos coherentes a intereses tangibles, así como la medida en que muchos de sus seguidores se seguían identificando y definiendo como miembros de sectores sociales o institucionales estructurados. Además, no distingue entre el carácter de la “sociedad de masas” en el contexto alemán, distinto de los demás países industrializados. 1.9. El fascismo como manifestación típica del totalitarismo del siglo XX. Inmediatamente después de la segunda guerra mundial, cuando el espectro de una Europa dominada por el hitlerismo se vio sustituido por el de una Europa dominada por el stalinismo, surgió una nueva línea de interpretación entre algunos teóricos políticos occidentales. Sugirieron éstos que el fascismo en general, pero más específicamente el nacionalsocialismo, no constituía una categoría o un género absolutamente excepcional, sino que se trataba simplemente de una

28 manifestación típica del fenómeno general, más amplio y todavía más siniestro, del totalitarismo del siglo XX, que perduraría mucho tiempo después de que hubieran expirado los movimientos estrictamente fascistas. Esta concepción estuvo muy de moda en la década de 1950, pero más tarde fue objeto de críticas cada vez más duras. Hannah Arendt excluyó a la Italia de Mussolini de la categoría de los sistemas totalitarios, con lo que socavó el concepto del fascismo genérico como totalitarismo. Más trade, en un importante artículo, Wolfgang Bauer llamó la atención sobre los aspectos comunes del fascismo y el nacionalsocialismo y sus diferencias con los sistemas comunistas, con lo que puso más en duda que existiera una identidad común como totalitarismo genérico. Los teóricos occidentales han tropezado cada vez más con dificultades para definir el totalitarismo – aunque esto pueda deberse meramente a perversidad y simplismo - y algunos dudan que exista como una categoría contínua y comparable en absoluto. 1.10.

El fascismo como resistencia a la modernización

El viejo argumento de que el fascismo era meramente irracional e incomprensible en términos normales ha recibido en los últimos años una nueva matización por parte de algunos estudiosos occidentales que lo han interpretado como una expresión de resistencia a la “modernización”, como quiera que se defina esta última. Interpretan los movimientos fascistas como opuestos primordialmente a los aspectos centrales de la sociedad liberal occidental, como la urbanización, la industrialización, la educación liberal, el materialismo racionalista, el individualismo, la diferenciación social y la autonomía pluralista, de modo que califican al fascismo como inherentemente opuesto a la modernización “en si”. Henry A. Turner, Jr., ha aportado la exposición más sucinta y directa de este punto de vista . Wolfgang Saber interpreta el fascismo como el movimiento político de los “perdedores” en el proceso de modernización, mientras que Barrington Moore, que emplea una definición del fascismo muy elástica, cree que fue el producto de un

29 proceso aberrante de modernización controlado por élites marciales y rurales. Ernst Nolte ha aducido que el fascismo fue, entre otras cosas, la expresión de una resistencia a la “trascendencia” moderna, concepto filosófico que no parece estar divorciado del de modernización en las ciencias sociales. Akan Cassels, no obstante, aporta una matización importante a la tesis antimodernista con su concepción de las “dos caras del fascismo”, al sugerir que en lagunos países subdesarrollados el fascismo fue una fuerza modernizadora, pero se volvió en contra del proceso modernizador en países como Alemania que ya estaban industrializados. La tesis de la antimodernidad se ha visto vigorosamente combatida por algunos estudiosos que aducen una interpretación diametralmente opuesta. 1.11.

El fascismo como consecuencia de una fase determinada del crecimiento

socioeconómico, o una fase en la secuencia del desarrollo Casi todas las interpretaciones precedentes eran “concepciones clásicas”, formuladas inicialmente en las décadas de 1920 y 1930 en términos de los intereses o los impulsos fundamentales de la sociedad europea o de su estructura económica. Veinte años después de la derrota de la Alemania nazi surgió un enfoque diferente, influido por las ideas generales relativas a los imperativos estrcuturales y políticos de la modernización económica y a las experiencias recientes de los países del “Tercer Mundo” que acababan de conquistar la independencia. El concpeto del crecimiento por fases sostiene que muchas veces el proceso de modernización e industrialización ha tendido a producir graves conflictos internos a medida que el equilibrio del poder va cambiando entre distintos grupos sociales o económicos y pone en peligro a algunos. Quienes se inclinan hacia este enfoque no sólo difierne de los marxistas en que no reducen el conflicto a un combate entre el capital y el trabajo, sino que lo definen con más amplitud en relación con una extensa gama de fuerzas sociales/ estructurales y de intereses nacionales.

30 1.12.

La negación de que pueda definirse un fenómeno tan general como el fascismo

genérico. Por último, hay algunos analistas agudos de mentalidad nominalista que han concluído que el fascismo genérico es una proyección de la imaginación y que los diversos movimientos putativamente fascistas son demasiado diferentes para formar una categoría diferenciada. Según la rigidez o la uniformidad con que se defina la categoría del fascismo genérico, es posible que tengan razón. La exposición más directa de esta postura la ha hecho Gilbert Allardyce, pero en diversos grados se ha visto apoyada por Kart D.Bracher (que no niega la posibilidad de construir un “mínimo fascista” abstracto, pero duda de su utilidad), John Lukacs y otros.

31 CONCLUIONES El éxito de este esquema ideológico en el siglo XX habría producido una mutación radical en la Civilización occidental, así como la conocemos hoy. Existen todavía muchas preguntas y cuestiones que no han encontrado una respuesta satisfactoria, por ejemplo, la dualidad del fascismo entre un modelo italiano (secular, nacionalista, semi totalitario, idealista, populista, más “de izquierda”) y un modelo alemán (irracional, racialita, totalitario, radical, más “de derecha”). Se podrían añadir, quizás, otras variantes laterales, la rumana y la española: religiosas, tradicionalistas y, por tanto, más “de derecha” con respecto a ambos. En realidad, los investigadores no saben exactamente en donde colocar en el eje derecha –izquierda a cada una de las variantes conocidas del fascismo, aunque la tendencia es apuntar al área central del espectro político o bien a resaltar el perfil sintético y trascendental del fascismo entre los dos polos. Tampoco existe acuerdo sobre el grado de totalitarismo alcanzado por el fascismo italiano con respecto al alemán. No está del todo claro, además, el trazo de la línea divisoria entre el nacionalismo radical o “integral” y el fascismo, pues éste tenía la tendencia a rebasar, con el tiempo, los límites nacionales con el llamado racial (mito ario/indoeuropeo) o cultural (mito “romano”). La tensión entre universalismo y particularismo dentro de la ideología fascista es, sin duda, uno de los temas que merecen más atención. Permanecen abiertas muchas preguntas sobre las vertientes internas, y sobre las fases evolutivas de los movimientos y regímenes fascistas, y podrían plantearse otras con respecto a lo que podríamos llamar anticipaciones, prefiguraciones o adelantos del fascismo con respecto a los tiempos actuales: por ejemplo la preocupación ecológica, la valoración de las culturas populares y del patrimonio histórico, arquitectónico y arqueológico, la cultura visual, la salud reproductiva, la planeación demográfica, la eugenesia, la geopolítica y el “choque de civilizaciones”. Queda por

32 definir, en fin, si el fascismo histórico desaparecido violentamente en 1945 coincide con los fenómenos que hoy día se le parecen o son etiquetados como tales. Existen en Europa y otras partes movimientos, partidos políticos y círculos intelectuales que se mueven mutatis mutandis en el mismo universo de ideas, mitos y sensibilidades que caracterizaron a los fascismos de la primera mitad del siglo XX. No se denominan a sí mismos “fascistas” –con algunas excepciones–37 por cuatro razones: primero, el polimorfismo creativo característico de todo fascismo, en donde los nombres y simbologías son sacados del contexto local y contemporáneo más que ajustarse a un estándar o arquetipo.38 Segundo, la hibridación u oscilación hacia las corrientes ideológicas de la llamada “derecha radical”, de la “extrema derecha” o del nacional populismo. Tercero, la gran diversidad de la situación histórica actual con respecto a los años formativos y de apogeo de los fascismos históricos.

33 Bibliografía Bolinaga, I. (2007). Breve Historia del Fascismo. Madrid: Ediciones Nowtilus, S.L. . Gentile, E. (2003). Fascismo. Storia e interpretazione. Roma-Bari : Laterza. J,

A.

(20

de

Marzo

de

2010).

Portal

libertario

OACA.

Obtenido

de

https://www.portaloaca.com/historia/biografias/97-dictadores-fascistas-hitler-ymussolini.html Mellón, J. (2009). las concepciones nucleares, axiomas e ideas - Fuerzas del fascismo. Revista de Estudios Políticos (nueva época), 49-79. Savarino, F. (2005). Diálogos entre la historia social y la historia cultural. Mexico: AHCALC.