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Trabajo final de Lengua y Literatura Monografía de “Juvenilia” de Miguel Cané Colegio: Gral. Manuel Belgrano N°7 Profeso

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Trabajo final de Lengua y Literatura Monografía de “Juvenilia” de Miguel Cané Colegio: Gral. Manuel Belgrano N°7 Profesora: Mirta Vega Alumno: Hugo Sebastián Videla Curso: 5° año C Turno: tarde Año: 2013

“Juvenilia” de Miguel Cané

Índice

Introducción……………………………………………………………………………………pág. 1 Desarrollo……………………………………………………………………………………….pág. 2 Conclusiones…………………………………………………………………………………..pág. 21 Biografía del autor…………………………………………………………………………..pág. 23 Bibliografía……………………………………………………………………………………..pág. 25

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“Juvenilia” de Miguel Cané

Introducción Al elegir la obra “juvenilia” de Miguel Cané, buscaré conocer como fue la vida de los jóvenes estudiantes dentro de un internado durante los años 80 del siglo XIX; ¿Que pensaban? ¿Cómo actuaban? y ¿Cómo se relacionaban con la sociedad de la época?, para llegar así a comparar un estudiante del siglo XIX con un estudiante del siglo XXI.

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Desarrollo En el análisis de la obra literaria “juvenilia” de Miguel cané se pudo observar q es una novela autobiográfica, en la cual el narrador cuenta su tiempo de estudiante. El relato transcurre en el Colegio Nacional de Buenos Aires durante la época llamada “la generación del 80”. El Colegio Nacional era un lugar donde se realizaba la formación y la preparación para la universidad y también un espacio donde se proyectaba los problemas y controversias que agitaban la vida política, religiosa y económica de la época. Esta obra se aproxima ha hecho reales narrados por su autor personaje, en la cual busca recordar y fijar por escrito una época de su vida, “Juvenilia” contiene hechos de una vida estudiantil dentro de un internado: el castigo, la soledad, la amistad, la comida, el estudio, el examen, y la nostalgia por el hogar siempre están presente durante todo el relato. Al ser una obra autobiográfica, todos los personajes son personas que realmente existieron, sirvientes, porteros, enfermeros, políticos, funcionarios que intervienen activamente en los relatos, siendo principales protagonistas el grupo de alumnos y profesores.

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Entre los personajes figuran hombres notables que fueron compañeros de Cané como Carlos Pellegrini, Juan Carlos Lagos, Ignacio Pirovano, hombres que pertenecerán a la elite de la generación del 80. Miguel Cané nació en Montevideo (Uruguay) en 1851, ciudad donde sus padres se habían refugiado de la tiranía de Rosa. Recién 1853 la familia vuelve a Buenos Aires. En 1863 al morir su padre es internado en el Colegio Nacional De Buenos Aires a los 12 años de edad. En esta institución comienza a admirar la literatura francesa, el arte clásico, la ciencia, y el positivismo. Cinco años después se gradúa de bachiller, en 1872 se gradúa de abogado e inicia su carrera política y periodística. Algunas de su obras son: “En Viaje” (1884), “juvenilia” (1884), “Charlas Literarias” (1885), “Notas e Impresiones” (1901), “Prosa Ligera” (1903), entre otras. El título de la obra proviene de latín “Juvenilis” que significa propio de la juventud o de los jóvenes, la obra consta de una introducción y de 36 capítulos en los que el autor muestra su niñez – adolescencia, como así también parte de su adultez. La obra Juvenilia fue escrita por su autor en 1882 e impresa en 1884, Miguel Cané por entonces se encontraba lejos de la Argentina en una misión

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diplomática en Caracas cuando decide trazar por escrito su paso por el Colegio Nacional casi sin pensarlo. En el capítulo uno se pudo leer que Cané tuvo q entrar en el Colegio Nacional tres meses después de la muerte de su padre, pidiendo así mismo entrar antes porque no soportaba la tristeza y el llanto permanente de su madre y el duelo. Los primeros tiempos según el relato fueron duros para el autor, porque le pesaba en el encierro, tanto que llamaba al Colegio como “prisión” extrañando así sus días de libertad fuera del Colegio, su despertar más tarde por las mañanas y la comida de su casa. Sin embargo así como llama “prisión” al Colegio también lo llama “nido” quizás por q fue el lugar en el cual pasó su adolescencia para convertirse más tarde en el adulto que fue. El despertar y la comida fue algo que no pudo acostumbrarse durante sus cinco años en el internado. Cuenta que el despertar era mediante la campana q tocaba el portero a las cinco de la mañana en verano y a las seis en invierno y aunque muchas veces el sus compañeros cortaban la cuerda de la campana no impedía que los despertaran a la misma hora ya que el portero tenía un reloj que funcionaba a la perfección y con una campana de mano así sonar en el oído de sus enemigos, entre los que estaba Cané.

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Siguiendo el relato Cané señala que los hacían formar en fila dentro de la habitación rezaban un padre nuestro y después los mandaban a lavarse. También cuenta otro recurso que invento para no levantarse: lo había visto en la plaza, debajo de los ejes de una carreta de la colgaba un pedazo de cuero con un niño durmiendo dentro, entre la carreta y el suelo. Hizo lo mismo en su cama con una manta, la ató por debajo del colchón a las cuatro patas de la cama, y cuando fue la hora de despertar se bajo hasta allí y cubrió el invento con una manta pero, cinco días después todos habían copiado su fabuloso idea, y cuando un día llego el celador no había nadie en las camas ni formado y después de ver lo sucedido se dirigió directamente a la cama de Cané descubriendo su travesura. En el capítulo dos

la comida va ser su tema favorito, la comida fue un

obstáculo insuperable para Cané, en la consideraba como invariable, igual, constante, tan constante que la llevaba grabada en su estomago y su olfato; principalmente de aquella sopa que él nos cuenta que era más bien un liquido incoloro en donde flotaban algunos pálidos fideos y un postre que no debía ser solido pero lo era, aquel arroz con leche imposible de dispersarse si se daba vuelta la fuente. En el siguiente capítulo comienza su líneas diciendo que sus primeros días en el colegio fueron desolación para su alma, la tristeza lo invadía y le rogaba a su madre que lo sacara de allí, viendo que eso era imposible, una noche encuentra

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una novela de “los tres mosqueteros” y con una vela encendida a escondidas se la paso leyendo y al día siguiente no salió a los recreos ni de su cuarto, al caer la tarde ya había terminado el libro. De ahí en más fue un incansable lector de novelas ya que según el eso tipos de libros lo conducían a un mundo de aventuras, amores y la libertad tan deseada por él. Tanto así que pedía a su madre que le trasguera mas y mas novelas e incluso pedía a todos sus parientes que tenían biblioteca que le prestaran libros. Las novelas para él durante toda la permanencia en el colegio fueron su salvación contra la tristeza y el fastidio pero al mismo tiempo tuvo que hacer un esfuerzo enorme para poder estudiar o leer un libro que no fuera una novela, ya que le costaba muchísimo concentrarse en aquellos libros que no los alejaban de su realidad en el internado. Ya había pasado casi un año y medio de la llegada de Cané al internado, esto es lo que relata el capítulo cuatro de la obra, las escapadas por las noches con sus amigos ya se había convertido en un habito tanto para ir a los bailes o a los café pero para eso usaban algunas de la tres posibles vías escapatorias: la portería, en donde debían sobornar al portero, la despensa que por ahí quedaba la puerta abierta hasta tarde, o bien el portón el cual tenía unas puntas de hierro que no llegaban al suelo por el pasaban muchas veces por debajo él y sus compañeros sacándose obviamente el único saco que tenían para ensuciarlo ni dañarlo.

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En las siguientes líneas habla de Benito Neto, era un alumno y compañero de Cané que nadie sabía cómo había conseguido una llave del portón, y entonces recurrían a él para poder salir en sus escapadas nocturnas. Sin embargo el nunca la prestaba, ni la alquilaba, ni mucho menos la vendía lo único que el pedía para abrir el portón era que lo dejaran sumarse a la escapada; ya sea para un baile, una comida, un velorio, una cita, Benito Neto estaba presente; Cané lo describe como una persona indisciplinada pero con un gran corazón a la cual le gustaba dormir y haraganear. Otras travesuras que relata en el capítulo cinco y seis y donde ahí mismo relata sobre el rector del Colegio nacional es que durante el carnaval, esperaban a la gente que pasaba con las manos llenas de harina, pinturas rojas y azul, y mientras uno lo atacaba el otro le llenaba la cara con blanco, rojo y azul, y entonces el paseante se enfurecía, y si había trompadas, los más grandes eran los que se peleaban. Uno de ellos, un francés con una peluquería enfrente del colegio que no los quería a los alumnos porque no le compraban nada, un día fue atacado por Cané y Eyzaguirre, y se enojó tanto que quiso ir a quejarse con el Rector Dr. Agüero, pero otro alumno llegó antes y le mintió al anciano (que siempre defendía a los alumnos y que los creía “angelitos”) y le dijo que el peluquero le había pegado a uno y Eyzaguirre lo había defendido.

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Entonces, el Dr. Agüero se enojó con el peluquero y lo amenazó con denunciarlo a la policía. Una costumbre durante el rectorado del Dr. Agüero era que un alumno se quedara haciéndole compañía por la noche, porque dormía sentado en su sillón de respaldo alto, y le gustaba dormirse de a poco, mientras un alumno le leía la vida de un santo de un libro de tapas verdes. En la página 101 del libro había puesto un billete de $ 20, y todas las mañanas revisaba que estuviera allí, y como nunca nadie lo tocaba, estaba orgulloso de sus muchachos que eran incapaces de tentarse. A las cinco de la mañana; el alumno que lo cuidaba pasaba al salón de al lado y le cebaba mate hasta las siete. Y en agradecimiento, siempre le decía el Rector al chico que buscara en el armario un plato donde dejaba una galletita americana y un damasco, que había que comer la primera despacito y recién después el damasco. Dice que era un hombre anciano, de alma buena, pura y cariñosa. Pero que bajo su rectorado el Colegio estaba desorganizado. Poco después de ser separado de su cargo de rector murió y fue reemplazado por Amadeo Jacques. En el consecutivo capítulo y el próximo describe a Amadeo Jacques como el hombre más sabio que pisó suelo argentino.

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Era muy alto, corpulento, calvo, no tenía patilla, labios correctos pero algo “sensuales”, con carácter fuerte y duro, pero muy inteligente y preparado, se le iba la mano con frecuencia, pero era al único que se lo toleraban, llegaba a veces hasta el enfrentamiento físico como dándole una trompada a un profesor que antes había abofeteado a un alumno, y a luchar a golpes y patadas con el alumno Corrales. Dirigía una revista que se llamaba “La Libertad de Pensar”. Sabía muchísimo de física, se había casado y había trabajado en veinte oficios diferentes, llegando hasta a fabricar pan. Cané destaca que era un liberal, libre pensador y coincide con las ideas filosóficas de Jacques, a quien considera su “querido maestro”. Vivía a dos cuadras del Colegio, y siempre llegaba a las nueve, lo primero que hacía era ver si algún profesor había faltado y entonces él lo suplantaba y daba la clase. Lo vio dar todo tipo de materias, desde física a filosofía, matemáticas, latín, etc., todo menos inglés. Dice que Mitre lo llamó para dirigir el colegio, y que su influencia en seguida se hizo sentir entre los alumnos. Era muy exigente, y consideraba que los jóvenes argentinos eran más inteligentes que los franceses y por eso podían aprender con menor esfuerzo, por eso hizo un programa de estudios muy largo.

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Siempre vestía un traje negro y grandes cuellos abiertos. Todo era luminoso en Jacques. Pero tenía un carácter irascible. Nadie nunca se rebeló contra Jacques, aunque tenían ganas a veces después de una dura discusión, y decían “Si no fuera Jacques..... ¡Pero era Jacques!”. El vicerrector del Colegio se llamaba Torres, y ni Cané ni sus compañeros le tenían simpatía. En el capitulo diez dice que dos cosas lo irritaban de Torres: su tiranía y la mala comida. Un día armaron una pequeña revolución, quejándose de él. Como Torres lo mandó llamar, Cané se negó a presentarse, y en lugar de ello, se lanzó un discurso que siguieron otros, llamando a los demás a levantarse contra la tiranía y hablando de la revolución francesa y el libre pensamiento. Torres le contó a Jacques, y éste se presentó con gran estruendo en el claustro, insultando y haciendo mucho ruido, lo tomó del brazo a Cané, lo llevó a la fuerza a la sala del vicerrector y después lo expulsó. Una vez fuera del colegio, sin un peso, se creyó perdido así mismo como sujeto social y después de varios intentos para su reincorporación logró que Jaques lo admitiera nuevamente si el lograba obtener excelentes notas en las materias, por su suerte ese año obtuvo el premio de honor, al ser el primero en la clase y nuevamente Cané volvió ingresar a los claustros del internado.

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Si había algo que irritaba muchísimo a Jacques era ver a un alumno distraído durante sus clases, ya sea por dormirse o por leer novelas. Asi relata el autor en el capítulo once diciendo que Jacques daba la clase con una gran tiza en la mano que limpiaba contra la levita, e iba armando cigarrillos con papel y tabaco que ponía sobre su escritorio, pero al buscar el fósforo, se olvidaba que había hecho el cigarrillo y hacía otro. Así hasta que se le terminaba el papel o el tabaco, y aunque tenía toda una fila de cigarrillos recién armados, le pedía a algún alumno que le convidara uno, y le daban sin chistar. Hablaba muy rápidamente entonces no lo podían seguir escribiendo, por eso Cané y otros habían inventado un sistema de escritura con símbolos, pero un día lo descubrió y le tiró a Cané su manuscrito por la cabeza. Cané tenía un condiscípulo que lo presenta en el capítulo doce

llamado

Corrales y era el típico travieso, mal estudiante, que nunca entendía nada, se la pasaba inventando implementos para robar uvas, gracioso en la charla, pero incapaz de estudiar, no abría nunca los libros pero igual eran los más sucios y ajados del Colegio. Su banco siempre estaba sucio y rayado con su nombre, y las matemáticas para él era un abismo. Cané cuenta que las clases de Jaques eran tan maravillosas cuando estaba de buen humor que un día, incluso, no salieron al recreo en una clase donde daba la composición del aire atmosférico, porque estaban encantados con Jacques, y

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un alumno disimuladamente cerró la puerta para que no entrara el ruido, y así siguieron en clase media hora más. Su palabra salía fácil, elegante y luminosa y esto raramente ocurría en sus clases en el Colegio Nacional. A veces se olvidaba y les hablaba en francés, que según el autor todos entendían por entonces. Así mismo un

día les dio para estudiar un manual con el que estaba

completamente en desacuerdo llamado “El día que escriba mi filosofía comenzaré por quemar ese manual” solo para conocer sus diferentes puntos de vista. Cané dice todo esto en capítulo trece, además de expresar que adoraban a Jacques, a pesar de su carácter, no faltaban nunca a sus clases y se siente orgulloso de haber sido su discípulo. Una mañana relata en próximo capítulo que les extrañó que no hubiera llegado jaques y un alumno, Fidanza, dio un grito cuando se enteró que había muerto. Todos corrieron a la portería y se enteraron de la noticia, Fidanza repetía como un zombi que se había muerto, no lo podían creer. Se fueron sin permiso hasta la casa, donde lo encontraron vestido sobre la cama, ya que la muerte lo había sorprendido al llegar a su casa a la madrugada, después de una noche agitada, y había muerto vestido. Lo velaron, y luego llevaron el cajón a pulso hasta su tumba.

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Con sus pocos ingresos entre todos juntaron dinero y le hicieron un monumento en su tumba en el cementerio de la Recoleta, y Cané siempre pasaba a visitar su tumba cuando iba a ver la de sus seres queridos. En los próximos capítulo a hasta el capítulo 21 Cané va a relatar pequeños eventos que fueron parte de su vida, historias, anécdotas, pensamientos de su vida durante el internado, va a hacer referencia sobre

José Torres(

vicedirector) hombre duro que los domó a fuerza del castigo y transformó el encierro del internado en la morada habitual de algunos de ellos. Pero así como cuenta sobre el duro carácter del director también señala y pide perdón por sus travesuras hacia él ya que sin él ni su energía persistente no hubiera terminado sus estudios. Los exámenes son otro tema en su narración, de que como varios de ellos tuvieron que rendir no solo una sino dos o tres veces una misma materia o incluso un compañero suyo de tanto reprobar los profesores se apiadaron de él y aprobaron su exámen. Pero así como había exámenes por obligaciones, había “Combates Homéricos”, por puro placer, los combates homéricos eran competencia entre los mejores alumnos en donde se disputaba la manera de recitar con entusiasmo y entonación los versos de la Ilíada. Un suceso que hace notar cané es el que ocurre una noche cuando se despertaron todos por un terrible sonido proveniente de la parte superior del

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edificio, una bomba casera había explotado y derribado las puertas del cuarto del vicerrector, saliendo todos de su cuarto para ver que sucedía se encontraron que varios de los alumnos estaban por acometer contra este, cuando se apareció el sacerdote y los ánimos fluyeron, retirándose cada uno a su habitación sin saber quien había sido el promotor de aquella mala jugada al vicerrector. Los resultados igualmente según cané fueron dos o tres meses sin salida de domingos, por lo cual el encierro es un recuerdo punzante que no lo abandona, ya que el mismo paso varias horas, incluso días encerrado en una pieza de no más de cuatro metros cuadrados a la luz insignificante de una vela y el clásico régimen de castigo por entonces de “pan y agua”. El mismo relata que el hambre frecuente, los proyectos de venganza negra o sobria, lentamente madurados en la oscuridad, pero disipados tan pronto como el aire de libertad entraba en sus pulmones. Ya alcanzando al capítulo veintiuno nos habla acerca de una de las dependencias del Colegio “la enfermería” y pone énfasis hasta en el siguiente capítulo, las autoridades del colegio buscaron darle mayor ensanche a los cuartos destinados a enfermería debido a una epidemia que había hecho su aparición en los claustros. Los síntomas eran un fuerte dolor de cabeza y terribles dolores de estomago.

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La enfermería no solo era para Cané sino también para los otros una “morada deliciosa” allí, se podía charlar de cama a cama, el caldo tenía gustito a carne y lo mejor no iban a clases. El enfermero había sido primero sirviente y luego portero por estas razones Cané nunca logro explicarse de cómo había llegado a la enfermería, según él era un prototipo de torpeza de escaso cerebro ya que varias veces realizo las indicaciones del doctor al revés, una anécdota es que una vez un compañero se cayó en el gimnasio y el doctor dijo al enfermero que lavara su rodilla con agua y diera un remedio para su golpes cosa que este hizo al contrario, siendo su última hazaña ya que el mismo médico declaró ante las autoridades que era él o el enfermero siendo este último vuelto al puesto de sirviente. En páginas siguientes da a conocer la emoción del comienzo de las clases de literatura dentro del colegio ya que las novelas lo habían preparado según él en el arte de escribir un buen romance. Los borradores literarios se hicieron presente en su vida, al igual que su compañero Lamarque que él lo consideraba el mejor ya que hacia versos y rimas con gran facilidad y Cané solo escribía en prosa. Juntos crearon diarios manuscritos, cuya impresión le tomaba la noche entera e incluso le trajo varios problemas. Durante el verano lo internos del colegio pasaban sus días en una casa de campo allí no se levantaban tan temprano se estudiaba poco, se podía dormir la

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siesta, leer novelas, y sobre todo el espacio abierto daba la sensación de libertad que Cané tanto deseaba. Como así también cuenta que a pesar de estar en el campo sus travesuras juveniles seguían presentes, cierto día relata que él y dos de sus compañeros fueron hacia un campo vecino en busca de una deliciosa sandia, el plan había sido armado a la perfección solo había que ponerlo en marcha, pero como todo plan tiene su faya el de Cané no llego a concretarse debido a que los dueños salieron en busca de esos tres muchacho que al verlos rápidamente salieron corriendo aterrorizados y toda prisa, perdiendo Cané en el camino la única sandia que habían logrado sacar de allí, este es uno de los hecho por el cual la policía del lugar los consideraba delincuentes juveniles. Los amoríos también son narrados por el autor en capitulo veintiséis subsiguientes relata y pone de manifiesto la historia de uno de sus compañeros que se había enamorado de una chica del lugar, es decir, vecina de la casa de campo, Larrea su fiel condiscípulo le había confesado semejante amor nunca antes sentido por aquella muchacha y Cane lo había alentado a perseguir tal sueño, asique como buen discípulo este se había hecho amigo de la familia de la chica y lo habían invitado a un baile cuya condición era que debía ir acompañado por alguno de sus compañeros y como era de esperarse el escape era necesario.

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El baile hubiera sido un éxito si varios sucesos no hubieran ocurrido, en primer lugar el descubrimiento de sus escapes, que fue avisado por uno de sus compañeros y segundo por la falta de movilidad para llegar rápidamente a la casa, eran siete los escapados y tan solo dos caballos como transporte, Cane manifiesta cierto recuerdo alegre ante este hecho ya que el mismo se sentía mono prendido a una reja como así lo relata sentado en el cuarto lugar de aquel caballo flaco prestado para su regreso. La situación de regreso había comenzado a empeorar perdidos en la noche oscura y ya lejos de aquel otro grupo se dieron cuenta que habían equivocado el camino de regreso, y para empeorar mas a un la situación aquel caballo flaco y prestado había caído en una zanja junto con ellos, al llegar el alba cansados y mal trechos llegaron a la casa. Estas y otras historias son narradas continuamente, los años habían pasado según el autor “la juventud venía y con ella todas las aspiraciones indefinible” los dieciochos años ya se acercaban y los días de libertad había llegado para él. El mismo relata que ya los castigos lo irritaban, los consejos lo ponían en estado de nervios, pasando el día entero ideando medios para escaparse, y hasta veces con riesgo de vida, tal como aquella vez cuando se deslizo por una soga que habían dejado los albañiles colgando.

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Los exámenes ya no importaban para él mucho, había perdido el estímulo, el puesto de honor al que estaba habituado había quedado lejos y fuera de sus manos. Hasta que al fin una mañana radiante se abrieron para siempre esas puertas que asfixiaban su libertad, dejando tras de sí toda una infancia, abandonaba el colegio para siempre abriéndose paso a las ignorancias de la vida. En los últimos dos capítulos se puede percibir cierta nostalgia en el relato del autor, volviendo al colegio años más tarde señala, al cruzar los claustros, ver los dibujos hechos por él, al pasar por su dormitorio lugar de tantas aventuras renombradas, al ver grupos de estudiantes tímidos que con recelo lo veían pasar, se dio cuenta que aquel ambiente por los cuales paso cinco años de su vida por primera vez recibía una mirada cariñosa de sus ojos. Más tarde, narra que una vez dando clases en la Universidad pudo ver en la cara de sus alumnos cierto cansancio y al oír la campana del Colegio Nacional cerca de allí, recordó sus horas de estudiante y su ansioso anhelo de salir de la clase entonces cortaba su conferencia y los dejaba retirar. El estudio para Cané es la preparación que hace fácil el acceso a todas las sendas intelectuales, así también lo es la disciplina, el vigor de la memoria y la ingenua curiosidad. Sus años por el colegio al final no fueron una prisión sino agradece poder haber tenido esa preparación por convertirse en el hombre que fue.

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Conclusión Después de haber leído la obra Juvenilia de Miguel Cané llego a la conclusión que a pesar de ser un escrito literario antiguo más de un lector podría identificarse con su contenido, si bien es cierto que los detalles narrados remiten a épocas pasadas de un joven estudiante, no me es indiferente a la hora de comparar los momentos vividos en mi paso por la secundaria, ya que después de todo, las rebeldías adolescentes, las travesuras que suceden en el aula y la complicidad entre compañeros para resistir órdenes de profesores y rectores no solo sucedieron en la época del escritor sino que hoy en día suceden, pero sucesos se desencadenan de manera diferente, digo diferente ante el hecho que una travesura de aquella época era por ejemplo cortar la soga del campanario que los despertaba, hoy en día se le llama “travesura rebelde” la falta de respeto hacia el docente. Considero que los años que uno pasa en un colegio no sólo

aportan

conocimientos, sino que también aportan experiencias que nos ayudan a crecer, a madurar y a relacionarnos con los demás. Los jóvenes de aquella época pasaban su tiempo libre leyendo, escribiendo como lo hacía Cané, hoy en día el tiempo libre es ocupado en cosas no tan productivas como jugar videojuegos y navegar en web, si bien es cierto que los tiempos han cambiado y la manera de entretenerse no es la misma.

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La lectura de este libro aportó en mi persona nuevas maneras de expresarme y despertó un cierto interés hacia la búsqueda de nuevas historias de vida de otros autores, si bien es cierto que su manera de redactar no me es familiar a mi lenguaje pude llegar a comprender varias palabras utilizadas por el autor. Concluyendo pienso que al igual que el autor, el estudio es la única puerta que nos posibilita un futuro próximo a pesar de las negativas, la falta de interés o el simple cuestionamiento que a veces como adolecentes nos planteamos ¿para qué me sirve esto o aquello? cuando a intervalos pensamos que solo queremos recibirnos rápidamente y alejarnos del colegio para siempre y emprender así nuestros intereses y objetivos, quizás no todos tengan la posibilidad de terminar

sus

estudios

por

diferentes

motivos,

pero

sabemos

muy

profundamente en nuestro interior que sin estudio ni preparación la vida no sería tan fácil, por eso es necesario poder aprovechar la oportunidad que nos brindan de estudiar.

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Biografía del autor Fue hijo de Miguel Toribio Cané Andrade y Eufemia Casares Morales, ambos porteños, y nació en Montevideo en 1851, durante la expatriación de su familia. A los dos años de edad llegó a Buenos Aires con su familia, poco después de la caída de Juan Manuel de Rosas. Entre 1863 y 1868 cursó su bachillerato en el Colegio Nacional de Buenos Aires (ubicado en lo que actualmente es el paseo histórico de la "Manzana de las Luces"), en la época en que era un internado de varones, durante la dirección del canónigo Eusebio Agüero y como alumno del profesor francés Amadeo Jacques. Las experiencias vividas en este colegio fueron narradas en Juvenilia (1884), el más recordado de sus libros. Se inició en el periodismo tempranamente en el diario La Tribuna, de sus primos los Varela, y luego en El Nacional, redactado por Domingo Faustino Sarmiento y Vélez Sársfield. El 27 de septiembre de 1875, casó con María Sara Belaústegui Cueto, con quien tuvo dos hijos, Miguel Ramón y Sara Cané Belaústegui. Se graduó de abogado en la Universidad de Buenos Aires en 1878. Fue diputado provincial y nacional, director de Correos y diplomático ante Colombia y Venezuela. Como resultado de estas experiencias fuera del país, escribió En viaje (1884). Fue intendente de la ciudad de Buenos Aires entre 1892 y 1893,

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ministro de Relaciones Exteriores y del Interior y diplomático argentino en París. En 1898 ocupó una banca en el Senado, donde impulsó a pedido de la Unión Industrial Argentina la Ley de Residencia (1902). Falleció en Buenos Aires en 1905.

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Bibliografía  Biblioteca de oro del estudiante. Ed. Globo-Cochrane.Año.1993.Bs As  http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Cane  “Juvenilia” de Miguel Cané.Ed.Tor.Bs As

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