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• Claudia Milena Fetecua

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La Fundación Edufores da voz en este libro a los escolares participantes en el III Premio Edufores. Los alumnos de tercer ciclo de enseñanza primaria, ganadores y finalistas del certamen, nos acercan al bosque a través de doce cuentos ilustrados sobre un bosque amigo, generoso y solidario. Quedó atrás el bosque siniestro y amenazante de los cuentos clásicos, lleno de bestias salvajes y seres maléficos. Nuestros jóvenes cuentistas nos describen un bosque acogedor y protector, que colma de bienes a quienes lo cuidan y respetan. El concepto de sostenibilidad aplicado al mundo forestal, lo entienden nuestros pequeños literatos en clave de solidaridad: un bosque amigo que sabe compartir sus tesoros, y que la Fundación Edufores quiere compartir contigo.

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Esta publicación recoge los cuentos ganadores y finalistas del III premio Edufores, convocado por la Fundación Edufores, y concedido por el siguiente Jurado: Francisco Jarabo Sánchez (Subdirector General de Coordinación y Banco de Datos de la Biodiversidad de la Dirección General para la Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente), Luis García Esteban (Vicerrector de la Universidad Politécnica de Madrid), María Dolores Navarro (Asesora Técnica del Ministerio de Educación), Luis Guijarro (Presidente de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental) y Carlos Reinoso Torres (Director General de ASPAPEL), con José Causí Rielo como Secretario.

Edita: FUNDACIÓN EDUFORES Av. de Baviera, 15 - bajo 28028 Madrid Tel.: 91 576 30 03 Fax: 91 577 47 10 E-mail: [email protected] www.edufores.com

D.L: XXXXXXXXXXX Diseño gráfico: www.jastenfrojen.com

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Andrea Ballesteros Palacios 2

Alexander González Carrasco 3

Marta Ruiz Fernández 4

Marta Alberni Vicente 5

Noemí Fernández Valera 6

Gerson Gandón Aguilar 7

Manel Iglesias Mateo 8

Gloria Mateu Ribalta 9

Alejandro Mulero García 10

María Simó Mir 11

Natalia Pérez García de la Puente 12

Cedric Ortiz Pena

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Primer Premio

Andrea Ballesteros Palacios 6º de Primaria

Colegio La Salle (BURGOS) Profesor: José Antonio Porras Gil

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Todos los árboles son como Comparto, el árbol que sabía compartir.

En un claro de un bosque de Galicia, vivía una hectárea de robledales. Todos sabían compartir sus frutos, sus hojas, sus ramas… menos uno. Nunca había querido compartir con las personas nada. Siempre, todos los otoños, los hombres iban a recolectar las bellotas y a cortar unas cuantas ramas para calentarse en el invierno, que ya se acercaba. Todos los árboles se dejaron cortar sus hermosas ramas y que les cogieran sus preciados frutos. Pero él no se dejaba coger nada, por temor a que le doliera cuando se lo quitaran.

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Todos los otoños se quedaba con los mismos frutos, mientras que a los demás les salían frutos nuevos. Hasta un año en el que lo tuvieron que cortar porque se pudría por dentro. Como se le había caído algún que otro fruto, volvió a reproducirse, a volver a ser un árbol nuevo y mejor. Pasados cincuenta años volvió a ser como antes y aprendió que había que compartir todo lo que se tiene. Por eso ahora se le conoce como Comparto, el árbol que siempre está abierto a los demás. Así que si vas a Galicia, seguro que saboreas los frutos de Comparto, porque todos sus frutos están repartidos por el mundo. Por eso, siempre que vayas a cualquier lugar del mundo y veas un árbol, o enfrente de tu casa, siempre te dejará comer de sus frutos y cortar sus ramas, porque todos tienen una parte de alma de Comparto en su corazón de árbol.

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mención especial

Alexander González Carrasco 6º de Primaria

CEIP Balconcillo (Guadalajara) Profesor: Rodrigo García

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En el bosque encontró un árbol viejo y se sentó a llorar. Las lágrimas le cayeron a un sauce viejo y el árbol cobró vida.

Érase una vez un chaval que se llamaba Kike. Este era un poco bajito en cuanto a su edad, con gafas y muchas pecas. Lo que más le gustaba era la herbología y la química. La gente decía que estaba un poco loco, porque le decía a la gente que los árboles eran importantísimos en la naturaleza: nos dan de respirar. Sus padres murieron cuando él tenía 10 años. Ahora tiene 11 años y vive en un centro de acogida, donde no es muy apreciado, por ser un poco más raro. Por la tarde le rompieron sus proyectos, le quitaron la ropa y le descolocaron la habitación.

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Kike se hartó y se escapó al bosque por la ventana. Nadie se enteró de nada; era como si no existiera. En el bosque encontró un árbol viejo y se sentó a llorar. Las lágrimas le cayeron a un sauce viejo y el árbol cobró vida. Kike quedó asombrado y asustado. El árbol le tranquilizó y le preguntó cómo se llamaba. Él respondió: - Kike, ¿y usted? - S. Llorón. Kike encontró una familia y todas las tardes volvía al bosque para aprender herbología con S. Llorón. Cuando Kike se hizo mayor, fue un gran científico e inventó muchos remedios contra algunas enfermedades.

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mención especial

Marta Ruiz Fernández 5º de Primaria

CP María Maroto (MURCIA) Profesor: Antonio Ros Pérez

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Es importante cuidar los árboles porque nos dan oxígeno con el que respiramos.

Margarita, Elena, María y Sandra eran amigas y un día fueron al colegio y les dijeron que se iban de excusión el martes al bosque. Les pareció que iba a ser una excursión muy divertida. El lunes por la noche todas se llamaron para saber si iban a ir y con quién se iban a poner. - Sandra y yo nos vamos a poner juntas - dijo Elena -, ¿y vosotras? - Marga y yo vamos juntas - dijo María. - Hasta mañana. - Adiós - dijo Margarita. - Adiós - dijo Elena.

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- Buenas noches - dijo Sandra. A la mañana siguiente se montaron en el autobús. Tardaron 45 minutos en llegar. Por el camino se encontraron con un guardabosque, que les explicó a todos cosas sobre el bosque. - Hoy voy a explicar lo siguiente - dijo él-: Hay árboles que se pueden talar y esos árboles los plantan para eso, y hay otros que no se pueden talar. La madera sirve para hacer mesas, sillas, armarios, etc. Para hacer muebles, primero hay que cortar la madera; con camiones se transporta a las fábricas donde hacen tablones, después, los carpinteros hacen los muebles. En las fábricas también hacen con madera las cartulinas, los folios, etc. Es importante cuidar los árboles porque nos dan oxígeno con el que respiramos.

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Después de un largo camino llegaron a un parque que estaba sucio y el guardabosque dijo: - Vamos a limpiarlo. Entre todos limpiaron el parque. María dibujaba el parque, Marga una ardilla. Elena jugaba al escondite con niños y Sandra hablaba con Sonia, otra niña de su clase. Todas se lo pasaron genial y cuando llegaron a casa se lo contaron a sus padres, con todos los detalles.

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Marta Alberni Vicente 6º de Primaria

Colegio Cristo Crucificado (BADAJOZ) Profesora: Mª Ángeles García Carrón

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Comenzamos a caminar, y poco a poco pudimos sentir cómo nuestros pulmones se llenaban de un aire fresco y limpio, diferente al que respirábamos en nuestra ciudad. Era como si los árboles nos dieran la bienvenida.

Una soleada mañana de primavera, mis compañeros y yo recorrimos varios kilómetros para visitar un frondoso bosque. Comenzamos a caminar, y poco a poco pudimos sentir cómo nuestros pulmones se llenaban de un aire fresco y limpio, diferente al que respirábamos en nuestra ciudad. Era como si los árboles nos dieran la bienvenida. Mientras avanzábamos por la senda fuimos descubriendo rincones maravillosos, donde habitaban otros seres: ardillas que

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trepaban por los árboles al oír nuestros pasos, conejos que huían a sus madrigueras, lagartijas que se escondían… Podíamos oír trinos de pájaros que habitaban en las copas de los árboles; en las zonas más sombrías crecían setas de diferentes formas. Dejamos volar nuestra imaginación y soñamos con seres de cuentos como las hadas, los duendes, los elfos… que siempre habitaban en estos parajes. La mañana fue avanzando, el calor fue más intenso, los árboles nos protegieron con su sombra y nos ofrecieron su frescor. Llegamos hasta un río de aguas claras donde habitaban peces, tritones, ranas… Pudimos ver plantas acuáticas que no conocíamos. En sus aguas frescas y cristalinas refrescamos nuestros pies cansados por la caminata. Tomamos nuestros bocadillos y refrescos para reponer fuerzas. Al terminar nos encargamos de recoger toda la basura para no dañar el entorno natural. Seguimos nuestra excursión y unas oscuras nubes comen-

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zaron a aparecer en el cielo, de pronto comenzó a llover. Encontramos un refugio de montaña hecho con maderas de árboles y con un fuego donde pudimos secarnos y calentarnos. En unos bancos de maderas nos sentamos a leer mientras pasaba la tormenta. Y así nos dimos cuenta de cómo el bosque, de nuevo, nos protegía, nos ofrecía su calor y hasta el libro que leíamos, un día había sido parte de estos árboles. Reanudamos el camino. Llegamos a una pradera donde encontramos árboles cargados de flores y abejas que recolectaban polen. En el pueblo cercano sus habitantes tenían rica miel y jugosos frutos que les ofrecían estos árboles. Encontramos rebaños que pastaban y pastores que en el pueblo vendían ricos quesos. También podíamos disfrutar del colorido de las flores y de las mariposas que revoloteaban sobre ellas.

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Terminó nuestro día en el bosque. Desde el autobús podíamos ver las hojas de los árboles mojadas, brillando bajo los últimos rayos de sol. Era como si el bosque con su brillo se despidiera de nosotros y nos invitara a pasar un nuevo día.

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Noemí Fernández Valera 6º de Primaria

Colegio Esclavas de María (Almansa - ALBACETE) Profesora: Margarita López de la Cruz

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Un día un mago se situó debajo de un árbol y le cayó una manzana en la cabeza. El mago, al observar esta falta de educación, le echó un conjuro al bosque.

Érase una vez un bosque hermoso en Estrafalarius. La gente iba a visitarlo, comían en él, etc. Un día un mago se situó debajo de un árbol y le cayó una manzana en la cabeza. El mago, al observar esta falta de educación, le echó un conjuro al bosque. - Vosotros, árboles, podéis hablar, pero jamás volveréis a echar flores y frutos- dijo el mago. Los árboles se pusieron tan tristes que de repente se les cayeron todos los frutos.

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Pasó tiempo y la gente ya no iba tan a menudo como antes. Lo árboles eran muy feos ya que sólo tenían corteza, pero no corazón. Todos gastaban bromas a la gente excepto uno. ¡No le había caído el conjuro! Este árbol se llamaba José. Este tenía amigos como Bartola, y enemigos como Pepito. Pepito le hacía la vida imposible a José, porque en él había caído el conjuro. Un día un hada llamada Elvira decidió vivir en el bosque. Con sus ojos observó qué árbol tenía corazón. Cuando vio que únicamente José tenía corazón, decidió vivir en él. Elvira observó la forma en la que actuaban los demás árboles con José. Le sorprendió mucho que los árboles pudiesen hablar, entonces Elvira decidió aprender el lenguaje de los árboles y hablar con ellos, aprender sus costumbres y lograr entender por qué José era el único que tenía corazón. Pasaron meses y el hada descifró el lenguaje de los árboles.

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José al ver que Elvira hacía todo lo posible por averiguar el pasado de José se lo contó todo. Elvira se quedó sorprendida al saber que un mago pudiese hacer lo que hizo este. Elvira buscó al mago con todas sus fuerzas pero no consiguió encontrarlo. Esta decidió regresar al bosque, pero mientras iba de camino se encontró al mago. Tras estar un largo tiempo hablando, Elvira le pidió que le quitara el conjuro al bosque. El mago no le hizo caso y se marchó a casa. Cuando Elvira llegó al bosque se lo contó todo a José. - Pero, ¿qué has hecho? ¿Cómo has podido hablarle al mago? -le preguntó José. - Le pedí que quitara el conjuro, pero no me ha hecho ni caso - contestó Elvira. - Y jamás te podrá hacer caso. ¡Está sordo! - dijo José.

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Al final no se sabe cómo consiguió el mago quitar aquel conjuro.

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Gerson Gandón Aguilar 5º de Primaria

Colegio Montealto (Jerez de la Frontera - CÁDIZ) Profesora: María Rosario Benítez

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Todos estaban orgullosos porque daban sombra y frutos silvestres. Pero Romero no daba nada y nadie lo quería.

Érase una vez un arbusto que vivía en medio del bosque. Era Romero. Él veía a los árboles tan altos, tan robustos, y al compararse con ellos no se gustaba nada. A su alrededor había un pino que se llenaba de unos frutos muy curiosos, eran los piñones. También había una encina y un acebuche. Todos estaban orgullosos porque daban sombra y frutos silvestres. Pero Romero no daba nada y nadie lo quería. Tan solo algunos insectos iban a visitarlo. A él le gustaba mucho

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una mariposa de muchos colores que algunas veces se posaba sobre él. Al día siguiente notó que le picaban sus ramas, y al despertarse se dio cuenta de que tenían unos capullitos pequeños de color azul. Estaba muy feliz por lo que le había pasado. Pasó una semana y los capullitos se hicieron más grandes. La mariposa cuando se acercó le dijo que olía muy bien y algunos animales fueron a verlo, porque tenía un olor muy fragante. Entonces el Romero se sintió muy importante y empezó a crecer. Él notaba que todos lo felicitaban: animales, insectos… También los árboles ancianos, los más sabios de todo el bosque. Un día un árbol muy viejo le dijo que por el camino venían unas carretas y cuando llegaron a donde él estaba se pararon allí y una niña se acercó y le cogió una ramita. Al día siguiente las carretas salieron para El Rocío. Aquella niña le ofreció a la Virgen del Rocío aquella rama y Romero pensó que había sido muy afortunado.

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Manel Iglesias Mateo Tercer Ciclo de Primaria

Colegio María Inmaculada (Tremp - LÉRIDA) Profesora: Isabel Araque Fernández

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- Señor árbol, ¿me puedes dar esa manzana, por favor? Es que soy pobre y no tengo dinero y también me he perdido.

Érase una vez un niño que se había perdido y, como era un día que llovía mucho, pasó por debajo de un árbol, que le dijo: -¿Dónde vas pequeño? - Señor árbol, es que me he perdido, ¿me podrías decir el camino por este bosque para llegar a Madrid? - De acuerdo, pero no te puedes separar de mí. - Señor árbol, ¿me puede llevar a cuello? Es que estoy muy cansado de tanto buscar a mis padres -respondió el niño.

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- Sí muy bien. Te llevaré a Madrid. Después de caminar horas y horas, un pobre hombre sentado en una silla muy vieja y el hombre pregunta: - Señor árbol, ¿me puedes dar esa manzana, por favor? Es que soy pobre y no tengo dinero y también me he perdido. - Coge todas las manzanas que quieras y también te diré el camino para llegar a Madrid. Y todos tres van caminando a Madrid y cuando tienen hambre el árbol les da todas las manzanas que quieren. Y también, al caminar horas y horas sin parar, cuando hacía calor se ponían debajo de las ramas del árbol. Cuando era de noche cogían las ramas y hacían una cabaña para dormir y hacían papel para dibujar cosas. Pero un día que

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caminaban encontraron un cartel que ponía Madrid y el hombre pobre dio las gracias al árbol y al niño. Y el pobre en realidad era un hombre rico y les dio un regalo y el niño encontró a sus padres y le dice el niño al árbol: -¿Quieres vivir en mi patio? Y el árbol responde: - De acuerdo. Y desde ahora viven juntos y he aquí un perro y he aquí un gato que este cuento se ha acabado.

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Gloria Mateu Ribalta 6º de Primaria

CEIP Set Focs (Bellaguarda - LLEIDA) Profesora: Marta Vidal Mateu

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No podía creerlo pero el hombre de pieles de la prehistoria me miraba y dijo: - ¡Hola! ¿Te gustaría saber cómo era el bosque en mi tiempo?

Un día estaba pensando en cómo vivían los hombres en el pasado y vi el mural de "Los vestidos a través de la historia", que lo tenía colgado en la pared de mi habitación, y me pasó por la cabeza qué haría yo en aquellas épocas. No podía creerlo pero el hombre de pieles de la prehistoria me miraba y dijo: - ¡Hola! ¿Te gustaría saber cómo era el bosque en mi tiempo? - Sí. - Eran lugares muy verdes con árboles gigantes y toda

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clase de plantas. Habitaban allí unos seres enormes y peligrosos. El bosque era nuestra despensa y, al mismo tiempo, la tienda de las herramientas. - No teníais tantas cosas como nosotros, ¿verdad? Ahora en cierta manera somos esclavos de los objetos innecesarios. - Éramos felices, aunque nos preocupaba mucho la supervivencia tanto en la alimentación como en no perecer en los ataques con los animales. Lo demás lo intentábamos arreglar con destreza, así para la comodidad de nuestras cuevas cogíamos lo necesario del bosque. - ¿No teníais máquinas para hacer objetos? - Las únicas máquinas que teníamos eran nuestras manos. Ellas eran un bien muy valioso, como ahora lo es el oro para vosotros, ¿no? - Lo que más me gusta de vuestro bosque es el aire que respirabais. Aquel aire no estaba contaminado. Sin embargo, nosotros tenemos un montón de animalitos que están viviendo por encima de los árboles, encima de las rocas, en el río…, pero la contaminación los hace desaparecer al igual que la caza y

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pesca descontrolada. - Nosotros cazábamos los animales por sus pieles y para comer. En el río cogíamos los animales necesarios para subsistir. - ¿Cómo comíais los animales? - Siempre crudos, hasta que un día llegó una tormenta, y un rayo quemó un árbol, después cogimos la llama y siempre la mantuvimos encendida. De los residuos de la hoguera tuvimos un colorante para pintar, igual con la sangre de los animales. Los mezclábamos con grasa de animales y por las noches podíamos pintar en las cavernas. - ¡El bosque es magnífico! Tendríamos que cuidarlo mucho, ¿verdad? - ¿Por qué no plantáis más árboles y liberáis animales, que cuidáis, en los bosques? - Tienes razón, tenemos que vigilar que los seres vivos de este medio no desaparezcan. - Siempre que necesites algún comentario sobre el pasado, nosotros te podemos ayudar. - Gracias y hasta otra.

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Alejandro Mulero García 5º de Primaria

CP Enrique Segura Covarsí (BADAJOZ) Profesora: María Dolores Pérez Blanco

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Todos los árboles se quemaron, los animales salieron huyendo y a partir de entonces la gente tuvo que cambiar su forma de vida. La mayoría se tuvieron que ir a las grandes ciudades para ganar dinero y los más viejos se quedaron en el pueblo muy tristes.

Había una vez un pequeño pueblo que estaba al lado de un bosque. La gente del pueblo, iba todos los días a recoger leña, madera y frutales del bosque. Todos vivían de lo que el bosque les daba. Los que recogían leña la vendían y los que recogían madera iban a la fábrica y la vendían y los que cogían frutos los vendían por todo el pueblo. Sólo tenían un día de descanso que era el domingo. Los domingos la gente del pueblo iba a pasear por el bosque o por

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el pueblo. Un día llegó una familia de fuera que iba a quedarse unos días en el pueblo. Pasaron los días y esa familia hacía lo mismo que las demás personas. Así que el último día que se iban a quedar en el pueblo lo celebraron haciendo una hoguera en el bosque. Así que llevaron todas las maletas a su coche y se fueron al bosque. Cuando llegaron al bosque cogieron leña y encendieron la hoguera, comieron y después se les olvidó apagar la hoguera y se fueron. A los dos días el bosque salió ardiendo. Todos los árboles se quemaron, los animales salieron huyendo y a partir de entonces la gente tuvo que cambiar su forma de vida. La mayoría se tuvieron que ir a las grandes ciudades para ganar dinero y los más viejos se quedaron en el pueblo muy tristes.

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María Simó Mir 6º de Primaria

CEIP Sant Jordi (LLEIDA) Profesora: Montse Satué

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Tenían un sistema de limpieza y guardas deambulando por ahí. Ponía lo que se podía hacer y lo que no. Había tantas actividades diversas para lo pequeños, para los mayores, para todos era como… un "bosque multiusos".

Érase una vez un bosque del cual se sacaban muchos beneficios. Ese bosque estaba en un pueblo llamado Piugverd. A las afueras tenían una zona para plantas, sacar muebles y papel; otra para el turismo, para el piragüismo, para el ciclismo. También ponían carteles diciendo: "Bosque = vida, el bosque nos da oxígeno, cuídalo por tu bien y por el de todos". Tenían un sistema de limpieza y guardas deambulando por ahí. Ponía lo que se podía hacer y lo que no. Había tantas actividades diversas para lo pequeños, para los mayores, para

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todos era como… un "bosque multiusos". La verdad es que en Puigverd tuvieron que sufrir para conseguirlo. Todo empezó con un señor que venía de Barcelona. Era empresario. Vio ese bosque que estaba en muy mal estado e inició un proyecto. Primero acordó con el alcalde ese proyecto, pero había un problema: no tenía dinero. Ese empresario tenía una gran fortuna, pero se vino al pueblo porque ya no tenía más dinero. Lo pensaron mucho hasta que decidieron hacerlo ellos mismos. Empezaron haciendo una conferencia, diciendo lo que el bosque nos daba y lo que querían hacer con él. Harían primero una limpieza general del bosque, plantarían y arreglarían los árboles, dividirían el bosque en dos partes: una para hacer actividades y otra para sacar papel y hacer muebles. Pondrían también guardas forestales y limpieza general una vez al mes.

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Una vez aprobado todo eso se pusieron manos a la obra y limpiaron el bosque de arriba abajo. Luego plantaron y arreglaron los árboles. Dividieron el bosque en dos partes, una para sacar papel y muebles y otra para las variadas actividades que irían haciendo. El bosque poco a poco iba mejorando. El pueblo estaba contento, pusieron guardas forestales y durante los siguientes años se notaron los cambios. Pero había un problema. Cada vez hacían menos caso del bosque, el pueblo estaba con sus cosas y hacía tres meses que no hacían limpieza. Jorge, el empresario, estaba desolado y les dijo lo importante que era el bosque otra vez, pero no le hicieron caso. Probó diciendo que harían el bosque más divertido, harían ciclismo, piragüismo, excursiones escolares para observar, cursos de verano, etc. El pueblo poco a poco se fue ilusionando y volvieron a la limpieza. Era el año 1999. Ese bosque estuvo bien hasta ahora y lo seguirá estando y es que un empresario cumple sus proyectos.

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Natalia Pérez García de la Puente 5º de Primaria

Colegio San José de Calasanz (VALENCIA) Profesora: María Ángeles Herrero

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Aquí dentro está la fuente de la vida, son semillas de árbol, los árboles son nuestros amigos, nos dan sombra, vida, madera, papel, cobijan a los animales, participan en el ciclo del agua…

Unos niños, cuyos nombres eran Jorge y Esther, eran hermanos. Jorge era bajito, moreno y podríamos decir que era más bien inquieto. ¡Vaya!, que no paraba de moverse como un rabo de lagartija. Esther, en cambio, era alta, rubia y tranquila, se parecía a su madre. Vivían en un chalet al lado del bosque con su abuelo, que iba en silla de ruedas porque tuvo un accidente. Todos los

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días después de comer salían a dar un paseo al bosque. Esther solía empujar su silla mientras el abuelo les contaba historias increíbles. Aquella tarde era soleada, se oían los pájaros. El abuelo sacó de su bolsillo una pequeña y misteriosa caja dorada con una bonita cerradura. Le dijo: - Queridos nietecitos, ha llegado el momento de que os dé este pequeño tesoro. A Jorge se le abrieron los ojos como platos y saltando alrededor del abuelo preguntó: - ¿Qué es, qué es? - Tranquilo, Jorge - dijo el abuelo mientras abría la curiosa caja -. Aquí dentro está la fuente de la vida, son semi-

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llas de árbol, los árboles son nuestros amigos, nos dan sombra, vida, madera, papel, cobijan a los animales, participan en el ciclo del agua… - Bah, si sólo son unas simples semillas - dijo Jorge, mientras les daba un manotazo y se iban rodando por el suelo. En esos momentos los árboles empezaron a agitarse, un viento enorme movía sus ramas. Una especie de trueno parecía decir: - ¿Qué has hecho, Jorge? Jorge estaba muy asustado, el aire y el ruido cada vez eran mayores. Jorge no aguantó más y gritó: - ¡No, no os volveré a despreciar, perdón! En ese momento todo paró, el aire y el ruido. El abuelo siguió contando tranquilamente su historia, pero ahora Jorge sí le hacía caso, mientras se preguntaba: - ¿Ha pasado de verdad o ha sido mi imaginación?

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Cedric Ortiz Pena 6º de Primaria

CEIP Sant Jordi (LLEIDA) Profesora: Montse Satué

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Así lo hizo, cogió los frutos del bosque secreto.

Érase una vez un mendigo que era muy, pero que muy pobre. Dormía en un hogar de acogida y allí comía, dormía y se limpiaba. Al mendigo, que se llamaba Jaime, le gustaba mucho pasear. Acostumbraba a pasear por el parque, pero un día se perdió y fue a parar a un bosque medio muerto y contaminado. Siguió andando durante mucho tiempo y al final de un largo camino apareció un bosque más vivo, con algún animal. Unos metros más lejos era ya un bosque muy bonito lleno de árboles, plantitas y muchos animales. No dejemos de lado los inconvenientes de los mosquitos y sus desagradables picaduras,

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pero eso es lo de menos. En ese bosque había unos frutos excelentes y el mendigo probó unos cuantos y quedó muy satisfecho. Jaime cogió unos frutos para el centro donde vivía. Al llegar todos lo probaron y quedaron alucinados y le propusieron hacer una paradita con los frutos. Así lo hizo, cogió los frutos del bosque secreto. Tuvo mucho éxito y daba dinero al centro donde había vivido. Jaime sólo tenía una pequeña paradita y quiso montar una tienda. La tienda daba mucho pero hacían falta algunos dependientes. Tuvo la idea de contratar a sus amigos del centro y les pagaría muy bien. Tenía mucha faena y abrió más tiendas para la ciudad. Pero esas tiendas eran sólo para trabajadores que eran mendigos. Jaime fue ampliando el negocio y al final tuvo una multinacional.

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