Dieta Cetogenica

Sandía 70 Plátano verde 70 Dátil 70 Melón amarillo 65 Pasas 65 Papaya 58 Fruta en conserva 55 Níspero japo

Views 162 Downloads 6 File size 1MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Sandía

70

Plátano verde

70

Dátil

70

Melón amarillo

65

Pasas

65

Papaya

58

Fruta en conserva

55

Níspero japonés

55

Mango

50

Kiwi

50

Kaki-Caqui

50

Lichi fresco

50

Piña fresca

45

Uva

45

Pera

45

Plátano crudo

45

Arándano agrio

45

Higo seco

40

Ciruela secas

40

Melocotón

40

Manzana

40

Naranja

35

Naranja zumo recién exprimido

Vegetales Chirivias Zanahorias cocidas Nabo cocido Calabaza Colinabo Remolacha roja Maíz en grano para ensaladas Castaña Yuca Ñame Guisantes Judías secas Lentejas Habas verdes Habas cocidas Garbanzos

40

Judías negras

Granada fresca

35

Frijol

Ciruelas frescas

35

Zanahorias crudas

Nectarina fresca

35

Soja

Chirimoya

35

Bróculi

Membrillo

35

Col lombarda

Coco

35

Berenjena

Albaricoque seco

30

Calabacín

Pomelo

30

Cereza

25

Tomate

15

Tomate frito

45

Vegetales verdes

Raviolis0-15 trigo duro Sémola de trigo duro Arroz silvestre

Patatas

Arroz moreno Cereal de arroz

Patatas salteadas

95 Arroz integral

Patatas al horno con piel

90 Pasta integral

Patatas fritas

Spagheti95 integral

Ñoquis

70 Arroz salvaje

Puré de patata

80

Patatas cocidas

70

Patatas cocidas con piel Boniato

Arroces y pastas Risotto Arroz caldoso Arroz instantáneo Copos de arroz Fideos de huevo Arroz blanco Pasta común Tallarines chinos de arroz Arroz basmati Spaghetis blancos Cuscús

70 Panes, bollos, harinas 55

y cereales Fécula de patata-almidón Harina de arroz Harina blanca de trigo 113 Tapioca 90 Pretzel 85 Panecillo hamburguesa 80 Pan blanco 70 Palomitas de maíz 70 Copos de maíz 65 Arroz inflado 65 Pan rallado para rebozar 60 Maíz 60 Pan de molde 60 Bollos blancos

Baguette -pan francés blanco

Pan con 70 alto porcentaje de trigo triturado

Bagels

Pan de avena 70 y salvado

Croisants

Pan integral 70 tostado

Brioche

Copos de 70avena

Media luna

Pastel/torta 70

Harina de maíz

Trigo en70 grano

Mijo

Cebada 70 en grano

Polenta

Harina integral 70 centeno

Cereales refinados

Pasta de70 trigo integral

Musli azucarado

Harina de 70quinoa

Harina de espelta

Crepes integrales 65

Pan integral de trigo

Amaranto 65

Pan semi-integral

Harina de 65garbanzo

Pan negro

Centeno65 en grano

Bizcocho de trigo integral

Pan integral 65

Cereales mixtos

Mostaza65

Galletas de trigo

Linaza (semillas) 65

Harina trigo completa

60

Pizza

60

Pan de leche Porridge de avena

60 Dulces y tentenpiés 60

Pan pita

Jarabe de 55maíz

1

Levadura de centeno

Glucosa 55

1

Avena

Patatas chips 55

Cereal de arroz

Galletas55 saladas

Musli sin azúcar

Gominolas 55

Pan de centeno integral

Helado de 50 cucurucho

Pan de bulgur

Donuts (Doughnuts) 50

Arroz con leche Azúcar refinado

75 Bebidas 70

Azúcar moreno

Cerveza70

Miel

Zumo de75 frutas con azúcar

Galletas comunes

Bebidas 75 isotónicas

Galletas Graham

75 Limonada

Rosca blanca

Bebidas 75 de cola

Pastas con levadura

Zumo de72 piña sin azúcar

Croisant

Zumo de70 manzana sin azúcar

Barrita de chocolate

Zumo de70 arándano sin azúcar

Chocolate con leche

Zumo de70 naranja sin azúcar

Bizcochos de trigo integral

65 Sidra seca

Galletas de trigo

Zumo de65 tomate

Mermelada (con azúcar)

Zumo de65 limón sin azúcar

Sorbete/helado

65

Dulce de membrillo con azúcar

65

Jarabe de arce

65 Productos lácteos

Panela

65

Magdalenas

62 Crema helada

Helado crema con azúcar o edulcorante

Leche de60 coco

Fruta en bote con azúcar

60 fruta Yogur con

Galletas de mantequilla

Nata

Polvorón con azúcar

55 Leche entera

Nutella

55 Leche desnatada

Compota de manzana sin azúcar

Leche de35 avena

Manzanas secas

Leche de35 soja

55

Leche de almendra Requesón

1

Yogur sin agregados, sin azúcar

Cebolla 15 Coliflor Bróculi

Bajo índice glucémico

Repollo Lechuga

Mahonesa industrial

Acelgas 60

Aceite de oliva

0 Espinacas

Huevo

0 Espárragos

Mahonesa casera

Pepinos 0

Quesos

0 Setas, champiñones

Foie gras

Soja

0

Pescado, salmón, atún, etc

tofu

0

Carnes

Jengibre 0

Embutidos

0 Fisalis-alquejenje

Marisco

Rábano 0

Mahonesa en casa, huevo, aceite

0 Judías verdes

Café, té

Coles de0bruselas

Aves, pollo, pavo, etc

Endibias 0

Salsa de soja

Hinojo

0

Crustáceos

Apio

5

Hierbas aromáticas

Brotes de5 semillas

Especias condimento

5 Chile, pimiento picante

Vinagre

Pistacho 5

Vinagre balsámico

5 Anacardos

Aguacate

Nueces 10

Aceitunas

Piñón

Almendras

15 Cacahuetes

Avellanas

Salvado 15 de trigo, de avena

15

Pimientos rojos

Puré de 15 almendras sin azúcar

Calabacín

Hummus15-puré de garbanzos

Puerros

Moras 15

Col fermentada-chucrut

Arándanos 15 frescos

Grosella negra

Grosella15 blanca

Pepinillo

Grosella15 roja

Tempeh

Fresas 15

Garrofín (semillas algarroba)

Pipas calabaza 15

Berenjena

Cerezas20

Alcachofa

Guisantes 20secos partidos

Acerola

Bayas de20 goji

Salsa tamari sin dulce

Mandarinas-clementinas 20

Zanahoria cruda

Tomates20

Cacao en polvo sin azúcar

Garbanzos 20

Chocolate negro 80%

Ajo

Chocolate amargo negro 85%

Albaricoque 20 fresco

Chocolate negro 70%

Mermelada 25 sin azúcar

20

Guisantes secos

25

Frambuesa fresca

25

Durante los últimos 10 años he trabajado con más de 500 pacientes con cáncer como director de nutrición de los “Centros de Tratamiento contra el cáncer en América”, en Tulsa, Okla. Me sorprende cómo no se tiene en cuenta el simple concepto de que “el cáncer se alimenta de azúcar” dentro de un plan de tratamiento integral del cáncer. De los 4 millones de pacientes con cáncer que han sido tratados hoy en América, casi a ninguno se le ofrece una terapia de nutrición con base científica más allá de recomendarles que coman “alimentos saludables”. La mayoría de los pacientes con los que trabajo no han sido asesorados nutricionalmente. Creo que muchos

pacientes de cáncer mejorarían mucho si controlaran el aporte del combustible favorito de cáncer, la glucosa. Al disminuir la tasa de crecimiento del cáncer, los pacientes permiten a sus sistemas inmunológicos y a las terapias médicas (quimioterapia, radiación y cirugía para reducir la masa del tumor) vencer a la enfermedad. Controlar los niveles de glucosa mediante dietas, suplementos nutricionales, ejercicios, meditación, y medicamentos cuando sea necesario, puede ser uno de los componentes más cruciales en un programa de recuperación del cáncer. La cantinela que “el azúcar alimenta al cáncer” es simple. Sin embargo, la explicación resulta un poco más

compleja. En 1931 el premio Nobel en medicina German Otto Warburg, descubrió por primera vez que las células cancerígenas tienen un metabolismo energético diferente comparado al de las células sanas. El quid de las tesis de este premio Nobel era que los tumores malignos, al contrario que los tejidos normales, presentan frecuentemente un incremento en la glicólisis anaeróbica – un proceso en el que las células cancerígenas usan la glucosa como carburante y obtienen como producto de deshecho ácido láctico. Posteriormente, esta gran cantidad de ácido láctico generado por la fermentación de la glucosa de las células cancerígenas es transportada al hígado. Esta conversión de glucosa en lactato genera un pH más ácido en los tejidos cancerígenos, así como fatiga generalizada derivada de la elaboración del ácido láctico. Así, los tumores grandes tienden a exhibir un pH más ácido. Este ineficiente proceso de metabolismo energético produce únicamente 2 moles de adenosín trifosfato de energía por un mol de glucosa. Extrayendo solamente alrededor del 5% (2 con respecto a 38 moles de ATP) de la energía disponible en los alimentos y en los almacenes de energía del cuerpo, el cáncer está desperdiciando energía, y el paciente se encuentra cansado y mal nutrido. Esta es la razón por la cual el 40% de los pacientes de cáncer mueren de malnutrición o cachesia. De ahí que las terapias contra el cáncer deban regular los niveles de glucosa a través de la dieta, suplementos nutricionales, soluciones no orales para los pacientes con cachesia que han perdido el apetito, medicación, ejercicio, pérdida gradual de peso y reducción del estrés. En este punto del proceso cancerígeno, una orientación profesional acompañada de la auto disciplina del paciente son cruciales. El objetivo no es eliminar azúcares o carbohidratos de la dieta sino mantener los niveles de glucosa en unos márgenes estrechos para conseguir matar de inanición al cáncer y fortalecer el sistema inmunológico. El índice glicémico mide como un determinado

alimento afecta los niveles de glucosa en sangre, asignando a cada alimento un número dentro de una clasificación. Cuanto menor sea la puntuación obtenida más lento será el proceso de digestión y asimilación, lo que implica una absorción más gradual de los azúcares en la sangre. De forma paralela, una puntuación elevada significa que los niveles de glucosa se incrementan de forma rápida, lo que estimula al páncreas a segregar insulina para bajar los niveles de azúcar. Esta rápida fluctuación de los niveles de azúcar en sangre es contraproducente debido al estrés que genera en el cuerpo.

El azúcar en el cuerpo y la dieta El azúcar es un término genérico usado para identificar a los carbohidratos simples, lo que incluye monosacáridos como la fructosa, glucosa y galactosa; y disacáridos como la maltosa y la sucrosa (azúcar de mesa). Piense en estos azúcares como ladrillos de diferentes tamaños en una pared. Si la fructosa es el monosacárido dominante en la pared, se considera que el índice glicémico es más saludable, ya que este azúcar simple es absorbido lentamente en el intestino, para pasar después a convertirse en glucosa en el hígado. Lo que resulta en una lenta absorción de los alimentos que ofrece un incremento y un descenso más gradual en los niveles de insulina. Si la glucosa es el monosacárido predominante en la pared de ladrillos, el índice glicémico será más alto, y, por tanto, menos saludable para el individuo. Cuando la pared de ladrillos se rompe durante la digestión, la glucosa es impulsada a través de la pared intestinal directamente al flujo sanguíneo, elevando rápidamente los niveles de glucosa. En otras palabras, hay una “ventana de eficiencia” para la glucosa en la sangre: niveles demasiado bajos le hacen sentir a uno letárgico y pueden derivar en hipoglucemia; niveles demasiado altos crean picos hiperglucémicos característicos de los diabéticos. En 1997 los estándares para los niveles de glucosa en sangre de la Asociación de Diabéticos Americanos establecía una cantidad

de 126 mg de glucosa por decilitro en la sangre o mayor en una persona diabética. Menos de 110 mg/dL era considerado normal, entre estos dos valores se consideraba que la persona padecía de intolerancia a la glucosa. Sin embargo, se ha estimado que las dietas paleolíticas de nuestros antepasados, que consistían en carnes magras, verduras y pequeñas cantidades de cereales, nueces, semillas y frutas, producían unos niveles de glucosa entre 60 y 90 mg/dL. Obviamente, las dietas de hoy en día con unos niveles tan altos en azúcar están teniendo efectos poco saludables en lo que concierne al azúcar en sangre. El exceso de glucosa en sangre puede contribuir a la proliferación de la cándida, deterioro de los vasos sanguíneos, enfermedades cardiacas y otros problemas. Entender y utilizar el índice glicémico es un importante aspecto a tener en cuanta al confeccionar la dieta de los pacientes con cáncer. Sin embargo, existe también evidencia que los azúcares pueden alimentar al cáncer de forma más eficiente que los almidones (formados por largas cadenas de azúcares simples), por lo que centrarse únicamente en el índice glicémico puede ser engañoso. Un estudio con ratas alimentadas con raciones que contenían una cantidad equivalente de calorías procedentes de azúcares y almidones encontró que las ratas con una dieta alta en azúcares desarrollaban más casos de cáncer de pecho. El índice glicémico es una herramienta útil para guiar al paciente hacia una dieta más saludable, pero no es infalible. Si sólo se usa el índice glicémico se puede deducir que una taza de azúcar blanco es más sano que una patata asada. Eso es así porque el índice glicémico de una comida azucarada puede ser menor que el de un alimento rico en almidón. Para asegurarse, recomiendo tomar menos fruta, más verdura y la eliminación de los azúcares no refinados en la dieta de los pacientes con cáncer.

Lo que dice la literatura Los tumores de pecho inducidos en ratones demostraron que los tumores son sensibles a los niveles de glucosa. 68 ratones fueron

inyectados con una cepa agresiva de cáncer de pecho. A continuación, se les administró dietas altas en glucosa para inducir altos niveles de azúcar en sangre (hiperglucemia), normoglucemia o bajos niveles de azúcar (hipoglucemia). Se encontró que la tasa de supervivencia dependía de las dosis: cuanto más bajo era el nivel de azúcar en sangre más elevada era la tasa de supervivencia. Después de 70 días, 8 de los 24 ratones hiperglucémicos sobrevivieron comparado con 16 de los 24 normoglucémicos y 19 de los 20 hipoglucémicos. Lo que sugiere este estudio es que regular el consumo de azúcar es la clave para disminuir el crecimiento del cáncer de pecho. En un estudio con humanos, a 10 personas sanas se les midió los niveles de glucosa en sangre en ayunas y el índice de fagocidad de los neutrófilos, lo que mide la capacidad de las células del sistema inmunológico para rodear y destruir a invasores como el cáncer. Una ingesta de 100gr de carbohidratos procedentes de la glucosa, sucrosa, miel y zumo de naranja todos disminuyeron la capacidad de los neutrófilos de engullir bacterias. El almidón demostró no tener este efecto. Un estudio de cuatro años de duración en el Instituto Público Nacional de Protección Medioambiental en los Países Bajos comparó los conductos biliares de 111 pacientes de cáncer con 480 pacientes sanos. Se encontró que el riesgo de cáncer asociado con la ingesta de azúcares, independientemente de otras formas de energía, era más del doble en los pacientes de cáncer. Además, un estudio epidemiológico es 21 países modernos que hacen un seguimiento de morbilidad y mortalidad (Europa, Norte América, Japón y otros) reveló que la ingesta de azúcar es un factor de riesgo muy importante que contribuye a un incremento en la incidencia de cáncer de pecho, particularmente en mujeres adultas. Limitar el consumo de azúcar puede que no sea la única línea de defensa. Por ejemplo, un extracto botánico de la planta del aguacate (Persea americana) parece resultar

prometedora en el tratamiento contra el cáncer. Cuando un extracto purificado de aguacate llamado mannoheptulose se añadió a un número de células cancerígenas que fueron testadas in vitro por investigadores del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Oxford en Gran Bretaña se encontró que inhibían la captación de glucosa de las células cancerígenas de un 25 a un 75%, e inhibían la enzima glucokinase responsable de la glicólisis. También inhibía la tasa de crecimiento de los cultivos tumores cancerígenos. Los mismos investigadores trataron a los animales de laboratorio con una dosis de mannoheptulosa de 1,7 mg/g de peso corporal durante cinco días, lo que redujo los tumores del 65 al 79%. Basándose en estos estudios, existen razones para creer que el extracto de aguacate puede ayudar a los pacientes con cáncer limitando el aporte de glucosa a los tumores cancerígenos. Dado que las células cancerígenas derivan la mayor parte de su energía de la glucólisis anaeróbica, Joseph Gold, director del Instituto para la Investigación contra el Cáncer de Siracusa, previamente investigador en las Fuerzas Armadas de USA, encontró que una sustancia denominada sulfato de hidracina, usada en el combustible de los cohetes, podía inhibir la excesiva gluconeogénesis (conversión de los aminoácidos en azúcar) que ocurre en los pacientes con cachesia. El trabajo de Gold demostró la capacidad del sulfato de hidracina para reducir y curar la cachesia de pacientes con cáncer en estado avanzado. Un experimento controlado por placebo de 101 pacientes de cáncer que tomaron 6 mg de sulfato de hidracina 3 veces al día o un placebo demostro que después de 1 mes, el 83 por ciento de los pacientes tratados con sulfato de hidracina incrementaron su peso comparado con un 53 por ciento de los pacientes a los que se les administró un placebo. Un estudio similar por los mismos investigadores, fundado en parte por el Instituto Nacional del Cáncer en Bethesda incluyó a 65 pacientes. Los que tomaron sulfato de hidracina, y estaban en buenas condiciones físicas antes que el estudio comenzara, vivieron una media de 17 semanas más.

En 1990 contacté con la hospitales más importantes especializados en el tratamiento del cáncer buscando alguna información del papel crucial que juega la nutrición intravenosa en los pacientes de cáncer. Alrededor del 40% fallecieron por cachesia, Sin embargo, a muchos de los pacientes que se están muriendo literalmente de hambres no se les ofrece ningún soporte nutricional a parte de la solución intravenosa estándar de la UVI. Esta solución proporciona un 70% de las calorías en forma de glucosa. Muy frecuentemente, creo, estas soluciones altas en glucosa no ayudan a los pacientes cachésicos tanto como soluciones con más glucosa y menos aminoácidos y lípidos. Estas soluciones permitirían al paciente fortalecerse y no alimentarían al tumor. El estamento médico está dejando pasar por alto el azúcar y su papel en la tumorigénesis. El dispositivo de tomografía, denominado PET, cuyo coste es de medio millón de dólares es considerado como la herramienta más moderna y puntera en la detección de tumores. El escaner PET usa glucosa radioactiva para detectar las células cancerígenas hambrientas de azúcar. Los escaners PET se usan en el seguimiento de los pacientes de cáncer, así como para evaluar que los protocolos prescritos son efectivos. En Europa, el concepto de que el azúcar alimenta al cáncer está tan asumido que los oncologistas, usan el protocolo de Terapia Sistémica del Cáncer (SCMT). Concebida por Manfred von Ardenne en Alemania en 1965, la SCMT implica inyectar a los pacientes con glucosa para incrementar las concentraciones de la misma, lo que disminuye los valores de pH en los tejidos cancerígenos debido a la formación de ácido láctico. A su vez, esto intensifica la sensibilidad térmica de los tejidos malignos e induce el rápido crecimiento del cáncer. A continuación se somete a los pacientes a una hipertermia en todo el cuerpo para estresar aún más a las células cancerígenas, seguido de radiación o quimiotrerapia. SCMT fue testado en 103 pacientes con metástasis de cáncer o tumours primaries recurrentes en la primera fase de un estudio clínico en el Instituto Von ARdenne de

Investigación Médica Aplicada en Dresde, Alemania. Los porcentajes de supervivencia de cinco años en pacientes que siguieron la terapia SCMT se incrementaron del 25 al 50 por ciento, y los de regresión del tumor se incrementaron del 30 al 50 por ciento. El protocolo induce un rápido crecimiento del cáncer, para poder tratarlo de forma más efectiva con terapias tóxicas y obtener de este modo una considerable mejora. El irrefutable papel de la glucosa en el crecimiento y la metástasis de las células cancerígenas se puede tener en cuenta en muchas terapias. Algunas de estas incluyen dietas designadas con el índice glicémico en mente para regular los incrementos de la glucosa en la sangre, lo que mata de hambre de forma selectiva a las células cancerígenas; soluciones TPN bajas en glucosa, extracto de aguacate para inhibir la absorción de glucosa por las células cancerígenas, sulfato de hidracina para impedir la gluconeogénesis en las células cancerígenas y SCMT. Una paciente de 50 años con cáncer de pulmón, vino a nuestra clínica después de que su oncologista de Florida le hubiera dado una sentencia de muerte. Estaba dispuesta a cooperar y entendió la conexión que existe entre la nutrición y el cáncer. Cambió considerablemente su dieta, eliminando el 90 por ciento del azúcar que solía comer. Descubrió que el pan de trigo y los cereales de avena eran dulces, incluso sin azúcar añadido. Con una terapia médica restrictiva –incluyendo radiación de altas dosis focalizada a los tumores y quimioterapia fraccionada, una técnica que distribuye la dosis de quimio semanal en una infusión de 60 horas que dura días –, una actitud positiva y un programa nutricional óptimo, venció a su cáncer terminal de pulmón. La vi el otro día, han pasado cinco años y la enfermedad no ha recurrido, y además probablemente tenía mejor aspecto que el médico que la desahució.

Por el Dr. Mercola Para algunos, una dieta cetogénica no es más que una tratamiento contra el cáncer sin medicamentos. En esta dieta se exige la eliminación de los carbohidratos y remplazarlos con grasas saludables y proteínas. La premisa es que, dado a que las células de cáncer necesitan de la glucosa para prosperar y una vez que los carbohidratos entran en su cuerpo se convierten en glucosa, entonces eliminar el consumo de carbohidratos literalmente matará de hambre a las células cancerosas. Este tipo de dieta, en la que se remplazan los carbohidratos con cantidades moderadas de proteínas de alta calidad y con altas cantidades de grasas benéficas, es lo que recomiendo a todas las personas, ya sea que tengan cáncer o no. Simplemente es un tipo de alimentación que lo ayudará a optimizar su peso y salud en general, comer de esta manera le ayudará a cambiar del modo de quema de carbohidratos a quema de grasa. La Dieta Cetogénica Podría Ser la Clave para Recuperarse del Cáncer Cerebral Thomas Seyfried, PhD, es uno de los principales críticos de los detalles sobre cómo tratar el cáncer por medio de la nutrición. Estoy programando una entrevista con él en poco tiempo y espero tener esa entrevista a finales de este año. El profesor Seyfried habla sobre cómo el cáncer cerebral maligno, como trastorno metabólico que implica la desregulación de la respiración, puede manejarse por medio de cambios en el entorno metabólico. “En contraste con las neuronas normales y gila, que hace la transición de los cuerpos cetónicos (beta-hidroxibutirato) para la energía respiratoria cuando se reducen los niveles de glucosa, los tumores cerebrales malignos en su mayoría depende de un nivel de fosforilación no oxidativo debido a las anormalidades estructurales y funcionales en la mitocondria. La glucosa y la glutamina son los principales combustibles de las células cancerosas malignas. La transición de glucosa a cuerpos cetónicos como una fuente de energía es una adaptación ancestralmente conservada en los tiempos de privación de alimentos, que permite la supervivencia de las células normales durante cambios realmente extremos en el entorno nutricional. Sólo las células con un genoma flexible, perfeccionado a través de millones de años de forcejeo ambiental y variabilidad de selección, pueden pasar de un estado de energía a otro. Proponemos un enfoque diferente para el control del cáncer cerebral en el que se aprovecha la flexibilidad metabólica de las células normales a expensas de los defectos genéticos y los desafíos metabólicos. Este enfoque evolutivo y metabólico para controlar el cáncer cerebral está respaldado por estudios realizados en modelos de ratones ortotópicos con cáncer cerebral, así como en estudios de caso en pacientes. La restricción de calorías y la dieta cetogénica (R-KD), que reducen los niveles de glucosa circulante y elevan los niveles de cetonas, son anti-invasivos, anti-angiogénicos y proapoteóticos para el cáncer cerebral maligno.”1 El tratamiento contra el cáncer actual por lo general involucra la quimioterapia y la terapia por radiación. La quimioterapia es un veneno citotóxico y la radiación es devastadora para el cuerpo humano. La mayoría de las veces es el tratamiento el que en realidad mata al paciente. Esto ya no puede ser aceptado como “lo mejor que podemos hacer”. Como dice el Dr. Seyfried: “La razón por la que tenemos tan pocos sobrevivientes es gracias a la calidad de la atención médica. Tiene que cambiarse, si no se cambia, no habrá ningún progreso. Punto.” La Terapia Metabólica/Dieta Cetogénica Comienza a Ser Investigada como Tratamiento contra el Cáncer CBN News recientemente publicó un artículo sobre la dieta cetogénica.2 Claramente, muchas personas están empezando a darse cuenta que lo que han estado haciendo para combatir el cáncer simplemente no está funcionando y no podemos darnos el lujo de continuar haciéndolo de la misma manera. La prevención debe ser el primer paso si queremos cambiar el rumbo de la creciente incidencia de cáncer en todos los grupos de edad. Pero aún más sorprendente, en términos detratamiento, es que el cáncer podría responder a algo tan simple como la alimentación. “El Dr. Fred Hatifield es un tipo impresionante: un campeón de levantamiento de poder, autor de docenas de libros, un hombre de negocios millonario con una esposa hermosa. Pero él le dirá que su mayor logro ha sido vencer el cáncer al último momento,” escribe la CBN News. “El doctor me dio tres meses de vida debido a que el cáncer metatásico se había expandido por toda mi estructura ósea,” recordó. “Tres meses, tres doctores diferentes me dijeron lo mismo.” El Dr. Hatfield se había preparado para morir cuando escucho por primera vez de la terapia metabólica, también conocida como dieta cetogénica. No tenía nada que perder por lo que decidió probarla y…le funcionó. El cáncer desapareció por completo y hasta el momento de entrevista, había estado libre de cáncer durante más de una año.

El Dr. Dominic D´Agostino quien, junto con un equipo de investigadores de la Universidad del Sur de Florida estudia la terapia metabólica. Encontraron que cuando los animales de laboratorio eran alimentados con una dieta sin carbohidratos, sobrevivieron a un cáncer metastásico altamente agresivo y tuvieron mejores resultados en comparación con aquellos tratados con quimioterapia. La CBN reporta: “Tuvimos un dramático aumento en supervivencia con la terapia metabólica”, dijo el Dr. D´Agostino. “Así que pensamos que es importante compartir esta información”. No sólo los ratones de laboratorio tuvieron éxito, el Dr. D´Agostino también ha visto resultados similares en personas- muchas personas. “He estado en contacto con un gran número de personas,” dijo. “Al menos una docena el año pasado y la mitad en dos años y todos ellos siguen con vida, a pesar de las probabilidades. Así que esto es muy alentador.” ¿Cómo la Dieta Cetogénica Mata de Hambre a las Células de Cáncer? El Dr. D´Agostino explica cómo la dieta cetogénica puede tener un dramático efecto (y rápido) sobre el cáncer. Todas las células de su cuerpo se alimentan de glucosa. Incluyendo a las células de cáncer. Sin embargo, las células de cáncer tienen un gran defecto- no tienen la flexibilidad metabólica que tienen las células normales, por lo que no pueden adaptarse a los cuerpo cetónicos y usarlos como combustible, a diferencia de las otras células. Así que cuando usted altera su alimentación y se convierte en lo que se conoce como “adaptado a las grasas” su cuerpo comienza a utilizar las grasas como combustible en lugar de los carbohidratos. Cuando cambia los carbohidratos por las grasas saludables, entonces lo que hace es matar de hambre al cáncer, ya que no le está dando el combustible-glucosa- que necesita para crecer. Como lo explica el Dr. D´Agostino: “Sus células normales tienen la flexibilidad metabólica para adaptarse al cambio de la glucosa a los cuerpos cetónicos. Pero las células de cáncer carecen de esta flexibilidad metabólica. Así que podemos aprovechar esta situación.” Ya he hablado anteriormente sobre como “matar de hambre” al cáncer y la eliminación del azúcar/fructosa y granos (carbohidratos) es el primer paso en la lista. Es el paso más básico sin el cual pocas estrategias alimenticias tendrán éxito. Con el fin de que sean efectivas, lo primero es DEJAR de hacer lo que está promoviendo el crecimiento del cáncer (o mala salud en general) y después todas las estrategias de prevención tendrán la posibilidad de mostrar un verdadero impacto. ¿Qué Hace a una Dieta Capaz de Combatir el Cáncer? Por favor recuerde que modificar su alimentación debería ser el primer paso de su lista. Naturalmente, los alimentos procesados y las sodas no pertenecen a un tipo de alimentación o dieta para prevenir el cáncer, ya que están llenos de carbohidratos que se convierten en el combustible de las células de cáncer. Los carbohidratos también aumentan sus niveles de insulina y leptina, y mantener la señalización de la insulina y la leptina saludable es imperativo si quiere evitar las enfermedades crónicas de todos tipos, incluyendo el cáncer. Los alimentos procesados también podrían contener grasas trans- el único tipo de grasas que realmente necesita evitar como si fueran una plaga. También están llenos de grasas omega-6, lo cual no es mencionado en el video. Tener una mala relación entre las grasas omega-6 y omega-3 es otra poderosa manera de aumentar su riesgo de proliferación de células cancerígenas. ¿Qué Sucede con la Proteína? Uno de mis mentores principales en la importancia de la insulina y la leptina, el Dr. Rosedale, fue uno de los primeros profesionales en defender la alimentación baja en carbohidratos y moderada en proteínas (y por lo tanto el alto consumo de grasas de alta calidad). Esto era contrario a lo que la mayoría de los defensores de las dietas bajas en carbohidratos que aceptaban y siguen aceptando, el consumo de proteínas como remplazo de los carbohidratos. Si usted o alguien a quien conoce se está enfrentando al cáncer, la opción más saludable podría ser remplazar los carbohidratos con grasas benéficas y limitar su consumo de proteína únicamente a las provenientes de fuentes orgánicas de alta calidad. El Dr. Rosedale aconseja 1 gramo de proteína al día (o 0.5 gramos por kilo de masa corporal magra). Aunque puede llevar los carbohidratos a niveles muy bajos dentro de la dieta cetogénica, debe consumir algo de proteína a diario para remplazar las necesidades de su cuerpo. La clave es añadir grasas saludables para remplazar los carbohidratos y el exceso de proteína. Aceitunas y aceite de oliva

Cocos y aceite de coco

Mantequilla hecha de leche orgánica

Nueces crudas orgánicas, especialmente las nueces de macadamia, que son bajas en proteína y grasas omega-6

Yemas de huevo orgánicas y carnes provenientes de animales alimentados con pastura

Aguacates

Las Falacias de las Grasas y los Carbohidratos Coincidentemente, el Dr. Robert Lusting- otro experto en los peligros de las dietas ricas en carbohidratos- fue entrevistado recientemente en el segmento de radio Science Friday de NPR3. Su nuevo libro llamado, “Fat Chance: Beating the Odds Against Sugar, Processed Food, Obesity and Disease”, en donde aborda los mitos persistentes sobre las grasas que están dañando la salud de millones de personas. Es difícil saber cuántas personas sufren de mala salud debido a que siguen las recomendaciones convencionales sobre alimentaciones bajas en grasas, pero estoy seguro de que el número es bastante alto. El hecho es que usted ha sido completamente engañado en lo que respecta a las recomendaciones alimenticias. En la actualidad, muchos médicos, nutriólogos y oficiales de salud pública le dirán que debe evitar las grasas saturadas y mantener el consumo de grasas por debajo del 10 por ciento y que debe mantener los carbohidratos como un 60 por ciento de su alimentación. Esto es una locura, ya que es todo lo contrario de una alimentación que le brindará una buena salud. Como ejemplo, probablemente ha visto una etiqueta de grano entero, que está certificada por la Asociación Americana del Corazón. ¿Los granos enteros refuerzan la buena salud? No lo creo. El siguiente fragmento tomado de la transcripción habla sobre esto: “Flatow:…Ayer se publicó algo de Harvard…y habla sobre uno de los estándares industriales más utilizados, el sello integral. Sirve para identificar productos de grano (que llevan la estampa) que contienen más azúcar y calorías que los productos que no tienen la estampa. Lusting: Absolutamente. Y para serle honesto, el grano entero no significa mucho…Básicamente lo que significa es que usted comienza con el grano entero, que tiene almidón en el interior, el núcleo o las cascara o salvado en el exterior, y lo que quiera hacer con él está perfectamente bien. Sigue siendo grano entero. Así que si lo pulveriza y agrega azúcar, sigue siendo grano entero porque es con lo que se comenzó. Pero, ¿sabe algo? Todos los beneficios que se obtienen del grano entero desaparecen tan pronto como lo pulverice. Por lo que…lo que significa es irrelevante porque la definición no es útil.” Otros Factores del Estilo de Vida que Influyen en su Riesgo de Cáncer Otros factores del estilo de vida que se ha descubierto tienen un impacto en las enfermedades crónicas y en el cáncer incluyen:  Vitamina D: Existe bastante evidencia que señala el hecho de que la deficiencia de vitamina D desempeña un papel muy importante en el desarrollo del cáncer. Usted puede disminuir su riesgo de cáncer en más de la mitad con el simple hecho de optimizar sus niveles de vitamina D por medio de la exposición solar o una cama de bronceado segura.



Y, si usted está siendo tratado contra el cáncer, es probable que niveles más altos en la sangreprobablemente alrededor de 80-90 ng/ml- serían benéficos. En términos de protección contra el cáncer, se ha encontrado que la vitamina D ofrece protección de muchas maneras, incluyendo: o Regulación de la expresión genética o Aumento de la auto-destrucción de las células mutadas (lo que, si permite la réplica, podría producir cáncer) o Reducción de la propagación y reproducción de las células de cáncer o Causar que las células de cáncer se puedan diferenciar (las células de cáncer por lo general carecen de diferenciación) o Reducción del crecimiento de nuevos vasos sanguíneos de los pre-existentes, es un paso en la transición de tumores latentes a cancerosos Dormir bien: tanto en términos de dormir lo suficiente como dormir en ciertas horas. De acuerdo con la medicina Ayurvedica, las horas ideales para dormir son entre las 10 p.m. y las 6 a.m. La investigación moderna ha confirmado el valor de esta recomendación, ya que ocurren ciertas fluctuaciones hormonales durante el día y la noche y si usted realiza las actividades apropiadas durante esas horas, entonces estará “montando la ola” por así decirlo y será capaz de obtener niveles óptimos. Trabajar en contra de su biología manteniéndose despierto cuando debería estar dormido y viceversa, interfiere con estas fluctuaciones hormonales.





Hay un aumento de melatonina entre la media noche y la 1 a.m. que no querrá perderse debido a que las consecuencias son bastante graves. La melatonina no sólo es la hormona del sueño, sino que es un poderoso antioxidante. Disminuye la cantidad de estrógenos producidos por su cuerpo y refuerza el sistema inmunológico. También interactúa con otras hormonas. Así que si se acuesta después de las 10 p.m., estará aumentando significativamente su riesgo de cáncer de mama. Hacerle frente al estrés de forma efectiva: Las investigaciones demuestran que si experimenta un evento traumático o excesivamente estresante, como la muerte de un familiar, su riesgo de cáncer de mama será 12 veces más alto en los siguientes cinco años. Creo que las herramientas de la energía psicológica son ideales para hacerle frente al estrés en su vida. Mi favorita es la Técnica de Liberación Emocional (EFT), pero existen muchas otras disponibles. Ejercicio: Si usted es como la mayoría de las personas, cuando piensa en reducir su riesgo de cáncer, el ejercicio no viene inmediatamente a su mente. Sin embargo, existe evidencia convincente que dice que el ejercicio puedeacabar con su riesgo de cáncer. Una de las formas principales en la que el ejercicio disminuye el riesgo de cáncer es reduciendo los niveles elevados de insulina, que crean un ambiente bajo en azúcar que fomenta el crecimiento y la propagación de las células de cáncer. Además, el ejercicio mejora la circulación de las células inmunes en su sangre. Su sistema inmunológico es su primera línea de defensa en contra de cualquier enfermedad, desde un resfriado hasta una enfermedad mortal como el cáncer. El secreto del ejercicio, es entender cómo utilizarlo correctamente. Esto le asegura alcanzar todos los beneficios, no hacer mucho ejercicio como para causar lesión y hacer la variedad correcta para equilibrar toda su estructura física, mantener la fuerza, flexibilidad y niveles aeróbicos y anaeróbicos. Esta es la razón por la que veo el ejercicio como un medicamento que necesita ser prescrito cuidadosamente con el fin de alcanzar los mejores beneficios. Para instrucciones detalladas, por favor échele un vistazo a este artículo.

Además es probable que al integrar el ejercicio con ayuno intermitente catalice mejor el potencial del ejercicio hasta tal punto de reducir el riesgo de cáncer y estimular la curación y el rejuvenecimiento. PUEDE Vencer “al Sistema”… El cáncer es la segunda enfermedad más letal en los Estados Unidos después de la enfermedad cardiaca (sin contar la mortalidad iatrogénica, también conocida como “muerte por medicina”). Todos sabemos que la guerra contra el cáncer ha sido un completo fracaso. Trágicamente, la idea convencional es ciega cuando se trata de la prevención y el tratamiento contra el cáncer y cientos de miles de personas están muriendo prematuramente cada año como resultado de esto. Tiene poca o nada de apreciación de los conceptos de los que hablamos en este artículo. Pero usted no tiene por qué caer en esta trampa, ya que tiene un mejor conocimiento y puede tomar el control de su salud y tendrá la capacidad de tratar el cáncer usted mismo. La dieta cetogénica, que puede ser resumida como una dieta alta en grasas, moderada en proteínas y baja en carbohidratos, le ha regresado la salud a muchas personas, incluso después de ser diagnosticados con un cáncer agresivo y no haber tenido esperanza de sobrevivir. Hasta entonces, haga su propia investigación y tome el control de su salud y la de su familia. Limite severamente su consumo de azúcar/fructosa, los alimentos procesados de todo tipo, bebidas endulzadas (así como sus versiones de dieta o light) y remplace los carbohidratos con grasas saludables y proteínas de alta calidad, todo esto hará lo que la medicina no puede hacer- prevenirlo de una enfermedad e incluso podría revertirla si usted ha sido diagnosticado con cáncer o cualquier otra enfermedad crónica. A esto agréguele la exposición al sol, dormir bien, manejar el estrés y hacer ejercicio de forma regular y se encontrará por encima del resto de la población.

Grasas y aceites Ten cuidado con las nueces ya que contiene cantidades altas de omega 6 (lo cual es altamente inflamatorio). Aceitunas Aguacate Aceite de Oliva Aceite de Coco Aceite de Macadamia Aceite de Palma Rojo Mantequilla Grasa del Pollo Grasa de Pato Nueces de Macadamia Mayonesa (ten cuidado la que tiene carbohidratos agregado, busca la versión libre de azúcares) Peanut Butter (Manteca de cacahuate), no uses los que tienen carbohidratos agregados, límite tu ingesta ya que contiene omega 6 Sebo de Carne Tocino

Fuentes de proteínas       

La carne con más grasa es preferible ya que contiene más grasa que proteína. Pescados: Preferentemente: salmón, atún, tilapia, mahi-mahi, calamares, bacalao, sardinas. Mariscos: Cangrejo, almeja, calamares, mejillones, ostras, camarones, langosta. (evitar la carne de cangrejo de imitación) Huevos: Puedes prepararlos de cualquier forma Carne: De vaca, becerro, pato, etc. Cerdo: tener cuidado con la calidad del puerco, ya que muchas crías en México no son bien alimentados y se llenan de parásitos. Aves de Corral: Pollo, pato, pavo. Salchicas y tocino: Ten cuidado a los que le agregan azúcar (que es la mayoría, sí los que venden en costco tienen azúcar agregado, para que comas más).

Vegetales frescos La mayoría de los vegetales sin almidón tienen bajos carbohidratos. Consume vegetales orgánicos para evitar efectos de los pesticidas y otros químicos. Limita tu consumo de zanahorias, tomate, pimientos, calabazas. Evita la papa, chícharo y el maíz ya que contienen gran cantidad de carbohidratos. Aceitunas Acelga Ajo Apio Brócoli Brotes de alfalfa Brotes de bambú Brotes de haba

Castañas de agua Cebollas (no mucho , ya que tienen más azúcar ) Cebollino Col rizada Coles de Bruselas Coliflor Cualquier verdura de hoja verde Espárragos Espinacas Guisantes de nieve Hongos Lechugas y verduras para ensalada Nabos Pepinos Puerros Rábanos Raíz de apio Remolacha Verdes Repollo Salmueras de eneldo

Productos lácteos      

Productos lácteos organicos de preferencia. Crema agria ( Revisa las etiquetas para evitar aditivos de carbohidratos) Crema de leche Queso cottage Queso crema ( cuenta cada porción de queso de 1 oz como 1 carbohidrato en general ) Yogur de leche entera sin azúcar (límita su ingesta ya que es un poco más alto en carbohidratos ) Todos los quesos duros y blandos : ( cuenta cada porción de queso de 1 oz como 1 carbohidrato en general )

Nueces y semillas 

Puedes consumir nueces, almendras y macadamias ya que son los que menor nivel de carbohidratos. Pero no te sobrepases ya que contienen niveles altos de omega 6. Bebidas Agua Te verde sin cafeína y sin azúcar

Especies Basil , pimienta Negro , pimienta de Cayena , canela , clavo, eneldo, jengibre, menta, semillas de mostaza , orégano , perejil, pimienta de chile ,romero , salvia, semillas de comino, semillas de cilantro, tomillo , y la cúrcuma.

Alimentos que parecen buenos que debes evitar    

Frutas: La mayoría de las frutas no estan en la lista por el alto contenido de azúcares (son el dulce de la naturaleza). Productos basados en el tomate: Como salsa de tomate, catsupt, etc. Soda de dieta: Si pudieras tomarla, pero aumentará tu hambre y disminuye la posibilidad de seguir la dieta. Pimientos

Dieta cetogénica contra el cáncer (I). Resumen y prejuicios derribados Serie dedicada a la Dieta cetogénica contra el cáncer. Suscríbete para recibir información de nuevos artículos Para aquellos que (generalmente con razón) leen este tipo de titulares con escepticismo, vaya por delante que en el momento en que escribo estas líneas -marzo del 2013- ya se están emprendiendo ensayos clínicos para probar la eficacia de la dieta cetogénica contra el cáncer, en centros como el Albert Einstein de Nueva York y ya se ha completado una primera fase en el hospital de Würtzburg, en Alemania. Además, numerosos oncólogos y bioquímicos, que saben que el cáncer es una enfermedad metabólica, han presentado estudios que demuestran los beneficios de la dieta cetogénica contra el cáncer, si bien no pertenecen a la corriente mayoritaria oficial, empecinada en que el cáncer procede de miles de mutaciones genéticas diferentes, lo que conllevará a crear miles de fármacos al respecto, tan poco efectivos y tóxicos como son los actuales. En este post resumiré los aspectos principales de la dieta cetogénica y explicaré el camino de descubrimiento que me permitió derribar mis iniciales prejuicios contra ella. ¿En qué consiste la dieta cetogénica? La dieta cetogénica consiste en limitar el consumo de carbohidratos hasta niveles muy bajos y aumentar el de las grasas, manteniendo niveles adecuados de proteínas. Los alimentos de alto índice glucémico y alto contenido en carbohidratos (pan, pastas, arroz, patatas, azúcar, todo tipo de galletas y productos refinados, incluso legumbres) se sustituyen por verduras, setas y alguna fruta. Se persigue con ello que el cuerpo deje de emplear la glucosa como principal fuente de energía y metabolice la grasa. La glucosa procede de los hidratos de carbono consumidos y de una parte de las proteínas consumidas en exceso. Los cuerpos cetónicos proceden de las grasas. Durante el metabolismo de los ácidos grasos se producen cuerpos cetónicos que el organismo utiliza como ‘combustible’ en un estado metabólico llamado cetosis. La cetosis es el estado típico del hambre y el ayuno, donde el cuerpo usa sus reservas de grasa para sobrevivir. Es, en realidad, el estado normal del hombre, al que ha estado sometido durante los dos millones de años de evolución previos al descubrimiento de la agricultura, aquél para el cual nuestros genes se han adaptado y, por tanto, el más natural. La dieta cetogénica imita los efectos bioquímicos del ayuno pero sin necesidad de pasar hambre. En siguientes artículos hablaré de los alimentos más adecuados y de las proporciones adecuadas de cada macronutriente si queremos aplicar la dieta cetogénica contra el cáncer. Resumen de efectos beneficiosos de la dieta cetogénica contra el cáncer La base de la dieta cetogénica contra el cáncer es conseguir niveles muy bajos de glucosa en el organismo. El cuerpo puede funcionar de manera saludable usando en gran parte los cuerpos cetónicos y los ácidos grasos como combustible, y la presencia de éstos permite que los niveles de glucosa puedan estar incluso por debajo de lo que se consideraría hipoglucemia en dietas normales, sin perjuicio alguno para el cuerpo sano. Las células tumorales necesitan metabolizar grandes cantidades de glucosa para vivir, y no pueden funcionar con cuerpos cetónicos ni ácidos grasos (de hecho estos son tóxicos para ellas), en virtud del efecto Warburg, que expliqué en otro artículo. Es decir, la dieta cetogénica tiene como objetivo privar de su alimento a las células tumorales y que se vean imposibilitadas para crecer a gran velocidad. En siguientes artículos explicaré más a fondo todos los beneficios de la dieta cetogénica contra el cáncer, pero también contra otras enfermedades crónicas y también para mantener niveles sanguíneos saludables en cualquier persona sana. Mi camino de descubrimiento de la dieta cetogénica contra el cáncer. Los prejuicios derribados.

La primera vez que escuché referencias a la dieta cetogénica contra el cáncer fue en 2008. Encontré el reporte del caso de dos niños, enfermos de glioma cerebral maligno, cuya dolencia progresaba pese a haber sido tratados con todas las medidas disponibles en el arsenal convencional, y que por ello estaban desahuciados y se esperaba un desenlace trágico en un breve plazo. Se decidió entonces aplicarles una dieta cetogénica y contuvieron la enfermedad durante mucho más tiempo del previsto. Uno de ellos aún seguía vivo varios años después. Tomé esa noticia con todas las precauciones que merece un universo muestral tan pequeño, pero guardé la referencia porque, aun siendo dos únicos casos, todos los oncólogos saben a qué se enfrentan cuando se habla de un glioma maligno y también saben lo poco que las caras y tóxicas medidas oficiales pueden hacer contra esta enfermedad. Unos pocos casos que viven mucho más de lo esperado ya constituyen una singularidad que debería invitar, al menos, a reflexionar acerca de las posibles causas. Este tipo de observaciones son las que permiten construir hipótesis que la ciencia se encarga de poner a prueba y ya se sabe que las hipótesis no matan a nadie. Son los prejuicios y la ausencia de hipótesis los que lo hacen. La dieta cetogénica pasó a formar parte de las posibles medidas que aplicar en la enfermedad de mi mujer, aunque sólo en caso de llegar a un punto en que no hubiera más remedio porque, por entonces, aún creía que este tipo de dietas serían muy peligrosas de ser aplicadas durante largos períodos de tiempo, tal y como nos avisaban los medios de comunicación y numerosas webs. A fin de cuentas, la dieta cetogénica se basa en conceptos que contradicen de raíz la actual pirámide “ideal” de los alimentos y por entonces yo aún confiaba en que un comité de expertos se comportase como tal y asumiera su trabajo con vistas a asegurar únicamente el bien común, sin agendas económicas ocultas. La dieta cetogénica contra la epilepsia Poco tiempo después accedí a un informe que hablaba acerca de la dieta cetogénica en el tratamiento de las epilepsias infantiles refractarias a los fármacos y que se venían aplicando, oficialmente y con éxito, desde hacía décadas. El informe concluía que la dieta era bien tolerada y que, sobre todo en adolescentes que ya habían pasado la etapa de crecimiento, podía ser aplicada durante largos períodos de tiempo sin ningún problema, como revelaban los análisis sanguíneos de los pacientes, que se mantenían en un estado de salud excelente. Por primera vez, un método natural y no tóxico, una dieta, una “simple” dieta cetogénica, era reconocida por el estamento médico como un arma que podía superar al arsenal farmacológico a la hora de manejar una dolencia. La dieta cetogénica controlaba las crisis, además, de manera muy efectiva: en la mayoría de los casos, las crisis epilépticas disminuían extraordinariamente en frecuencia y magnitud al aplicar la dieta cetogénica, cuando no desaparecían por completo. La dieta cetogénica parecía contradecir el paradigma nutricional oficial y además parecía ser útil contra dos enfermedades crónicas tan “diferentes”. El hecho me sorprendió, pero no demasiado, porque ya por entonces comenzaba a apoyar la teoría de que todas las enfermedades crónicas están relacionadas y que lo que actúa contra una lo hace contra todas, que es tanto como decir que existe una manera ideal de tratar la mayoría de enfermedades crónicas al situarnos en una especie de “zona bioquímica de salud”, donde los procesos principales que rigen la enfermedad (consumo de energía, hormonas, inflamación, sistema inmune), están equilibrados. Por supuesto no estoy tan loco como para no saber que esta idea es una mera hipótesis pero, eso sí, una hipótesis plausible que merecería la pena someter a prueba debido a las abundantes evidencias preliminares que la sustentan. A partir de un determinado momento comencé a encontrar periódicamente cada vez más referencias de casos de enfermos de cáncer que se habían beneficiado en mayor o menor medida de una dieta cetogénica, incluso había casos que habían alcanzado una remisión completa por largos períodos de tiempo, a pesar del avanzado estado de su enfermedad. Los esquimales y la dieta cetogénica La epidemiología de ciertas poblaciones con modos de vida ancestrales también llamaba poderosamente la atención. En concreto era destacable el caso de los inuit.

Su dieta se basaba, a veces en más de un 80%, en el consumo de grasas de origen animal. El resto eran proteínas y sólo consumían un 2% de hidratos de carbono durante el verano, cuando podían acceder a algunas bayas, algas y raíces. La dieta cetogénica de la población esquimal era extrema pero mantenían bajas tasas de obesidad, estaban libres de diabetes o enfermedades cardiovasculares y tenían bajísimas tasas de cáncer. Evitaban la deficiencia de vitamina C comiendo algo de carne cruda, y en su dieta abundaban las fuentes de vitamina D y de ácidos grasos omega 3. El libro Cancer: disease of civilization?, escrito en 1960 por el explorador islandés Vilhjalmur Stefansson, que convivió durante años (desde 1908 hasta 1912) con la población esquimal, ponía el dedo en la llaga, con datos empíricos, en el hecho de que el cáncer era una enfermedad metabólica y aseguraba que la dieta más adecuada se basaba en una baja cantidad de hidratos de carbono no refinados. Cuanto más continuaba yo investigando, encontraba más casos que se habían beneficiado de una dieta cetogénica y, lo que era más importante, su mecanismo de acción era perfectamente coherente con lo que la ciencia básica descubría acerca del metabolismo tumoral. Había todo un mundo por descubrir y multitud de prejuicios que desterrar: la ciencia era clara y contradecía al marketing y a los periodistas voceros del poder corporativo. En siguientes artículos continuaré explicando el mecanismo de acción de la dieta cetogénica contra el cáncer, las pruebas científicas que certifican sus beneficios y el porqué de la manipulación a que nos vemos sometidos por los medios de comunicación de masas para inducir un rechazo generalizado, basado en cuestiones económicas, de la dieta cetogénica y sus efectos terapéuticos.

Dieta cetogénica contra el cáncer (II). Los combustibles del cuerpo sano y los dos estados metabólicos. Serie dedicada a la Dieta cetogénica contra el cáncer. Suscríbete para recibir información de nuevos artículos La oncología oficial (espoleada por la Industria Farmacéutica) se empecina en encontrar cientos de fármacos que cubran todas las posibles combinaciones de genes mutados que (dicen) están involucrados en las 200 enfermedades que (dicen) es el cáncer, mediante ataques frontales, caros y muy tóxicos. Por contra, otros bioquímicos y oncólogos que defienden un paradigma diferente del cáncer, entendido como enfermedad metabólica, proponen atacar al enemigo de otra manera, menos directa pero más universal; menos tóxica y, desde mi punto de vista, mucho más inteligente: haciéndole pasar hambre mediante una dieta cetogénica y otras medidas que comentaremos en otros artículos. Es decir, se intenta convertir el cuerpo, que el cáncer pretende conquistar, en un terreno inhóspito para él. Comprender las particularidades metabólicas de nuestro enemigo, aquellas que lo diferencian de las del cuerpo sano, nos permitirá usar con mayor efectividad dicho conocimiento contra él y entenderemos porqué es una buena medida terapéutica adoptar una dieta cetogénica contra el cáncer. En este artículo explicaremos los dos estados metabólicos del cuerpo sano y en el siguiente los compararemos con el estado metabólico propicio para el cáncer. Los combustibles metabólicos de las células sanas. Un breve resumen. Las células del organismo pueden usar varios tipos de combustibles metabólicos, bien directamente, bien tras un proceso previo, o bien como resultado de un ‘reciclaje’ de productos de desecho: glucosa, aminoácidos, ácidos grasos libres, triglicéridos, cuerpos cetónicos, alcohol, lactato, glicerol… pero los dos principales combustibles metabólicos son la glucosa y los ácidos grasos. La glucosa se puede obtener directamente de los hidratos de carbono ingeridos, cuya parte no consistente en fibra se transforma casi al 100% en glucosa; también puede proceder, durante períodos de ayuno o durante un ejercicio físico intenso, de los depósitos corporales de glucógeno almacenados en músculos e hígado.

Indirectamente, la glucosa puede sintetizarse mediante un proceso llamado gluconeogénesis (que tiene lugar mayoritariamente en el hígado), por la degradación, entre otras moléculas, de aminoácidos glucogénicos y ácidos grasos. Algo más de la mitad de las proteínas sobrantes de la dieta pueden llegar a transformarse en glucosa mediante ese proceso, mientras que sólo puede realizar esa transformación un 10% de los ácidos grasos, la parte correspondiente al glicerol. Los ácidos grasos pueden también ser usados directamente como combustible por las células sanas, más tarde veremos en cuáles y en qué condiciones. Una parte de esos ácidos grasos pueden ser convertidos por el hígado en cuerpos cetónicos, que se utilizarán preferentemente para nutrir al cerebro cuando se alcanza el estado de cetosis, tras el período de adaptación inicial de una dieta cetogénica. Profundizaremos más tarde en estos conceptos. Los dos estados metabólicos Como hemos dicho, pese a que el organismo puede emplear una amplia variedad de combustibles, son sólo dos los principales. Cada uno representa un determinado estado metabólico y uno de ellos se alcanzará tras aplicar una dieta cetogénica. Estado 1. Glucosa: el metabolismo ‘de emergencia’ convertido en habitual La glucosa es un combustible “de emergencia”. Cuando ingerimos hidratos de carbono, las enzimas digestivas transforman los diferentes azúcares en glucosa. Cuando el nivel de glucosa en sangre se eleva, el páncreas segrega cantidades proporcionales de insulina con el fin de distribuirla: una parte se emplea para proporcionar energía inmediata a las células, otra se transforma en glucógeno para rellenar los pequeños depósitos de músculos e hígado y el sobrante se almacena en el tejido adiposo, bien directamente o bien previo paso por el hígado, que producirá triglicéridos (de ahí que el nivel de triglicéridos dependa sobre todo de los hidratos de carbono ingeridos, no de las grasas). Cuando hay glucosa suficiente, es el combustible preferido por el organismo. Éste interpreta que se encuentra ante una situación de abundancia excepcional y pone en marcha una serie de procesos destinados a almacenar la energía que “cree” que necesitará más adelante, cuando vengan épocas duras. Los niveles de insulina se elevan, se almacena grasa a partir de la glucosa sobrante y, a la vez, la insulina también impide que dicha grasa se use como energía. Nuestros genes han sido labrados en épocas donde estos picos de glucosa eran excepcionales, y sólo ocurrían, como mucho, unas pocas semanas al año. Por ello, el cuerpo “dice”: atención, esta abundancia no volverá a suceder en bastante tiempo, dejemos de usar reservas de grasa que nos serán muy valiosas el resto del año, consumamos esta energía rápida que nos permitirá sobrevivir un día más y aumentemos el panel adiposo para cuando vengan épocas duras. Los depósitos de grasa de un hombre medio podrían mantenerle con vida durante muchas semanas. Por contra, el total de depósitos de hidratos de carbono del cuerpo se agotaría en poco más de un día o dos. La insulina es anabólica y promueve la creación de hormonas eicosanoides inflamatorias, pero es un precio bajo a pagar a corto plazo, puesto que en otras épocas su presencia era puntual. El problema es que la alimentación moderna, tan alejada de una dieta cetogénica, está llena, a diario, de situaciones antes poco frecuentes: una pirámide alimenticia con casi un 70% de carbohidratos llenos de energía, que nos cubren de glucosa todos los días del año y hacen que lo que en otras épocas era excepcional ahora sea habitual. Y a esa excepcionalidad convertida en habitual aún no se han ‘acostumbrado’ nuestros genes y nuestra fisiología, tallada durante millones de años en la escasez y el alimento poco denso en energía. Nuestra época, especialista en crear bombas de alimento, densas en calorías y glucosa, nos hace permanecer todo el año en un estado de glucosa e insulina altas, con la inflamación que ello conlleva. Un estado antinatural, si por antinatural entendemos aquello que perjudica a nuestro organismo, por no ser a lo que está acostumbrado. Podríamos trazar una ruta explicativa de todas las enfermedades crónicas partiendo de los altos niveles crónicos de glucosa e insulina y su relación con la inflamación, algo que haremos en otros artículos. En estos nos enfocaremos en su participación en el cáncer. Estado 2. Grasas: el metabolismo favorable a nuestra fisiología convertido en excepcional Cuando el nivel de glucosa en sangre desciende, como durante el ayuno o durante una dieta cetogénica, nuestro cuerpo cambia a otro estado metabólico: la insulina también disminuye y se eleva

la hormona que la complementa y es su reverso, el glucagón, producida igualmente en el páncreas. También se segregan en mayor cantidad catecolaminas (epinefrina y norepinefrina), cuyo mecanismo de acción es similar al del Glucagón con respecto al metabolismo. Estas hormonas hacen que se liberen las reservas de glucógeno y, cuando éstas se agotan en parte, ponen en marcha el mecanismo de liberación de grasas. La insulina representa al estado metabólico de la glucosa. El glucagón representa el de las grasas y ambas hormonas son los extremos de un eje: cuando la insulina es alta, el glucagón es bajo y predomina el metabolismo de la glucosa. Cuando la insulina baja, sube el glucagón y predomina el metabolismo de las grasas. Siguiendo con el lenguaje simbólico, durante milenios el glucagón fue nuestro mejor representante, presente durante casi todo el año debido a una alimentación muy similar a la dieta cetogénica, haciendo que el organismo viviera durante los períodos de escasez, los más frecuentes, de las reservas de grasa acumuladas en períodos de abundancia, los más escasos, durante los cuales la insulina aumentaba. En nuestros días, el glucagón ha sido “arrinconado” por la insulina, valiosísima en períodos cortos, nefasta cuando sus niveles están crónicamente elevados. La relación se ha invertido: la hormona del corto plazo lo es ahora del largo plazo, y viceversa. Cada hormona “representa un estado” para el cual “no está preparada”. Comparación de ambos sistemas metabólicos Dicho de manera sencilla, el cuerpo tiene dos sistemas preferentes de uso de energía, que funcionan casi en forma de interruptor. Aunque siempre existe una convivencia de ambos tipos de combustibles, el organismo salta a uno u otro dependiendo de las condiciones externas de acceso a nutrientes. El ejemplo más extremo de metabolismo “basado en la glucosa” lo constituye la dieta de la civilización occidental. El más extremo de metabolismo “basado en la grasa” lo constituye la dieta cetogénica. Cuando la cantidad de glucosa sobrepasa determinado nivel, la cetosis no es posible debido a que la insulina corta la posibilidad de acceder a las grasas como combustible. En ese estado, casi todo el cuerpo utiliza la glucosa como principal fuente de energía, a excepción del corazón, que usa con preferencia ácidos grasos (aunque también puede metabolizar glucosa, lactato o cuerpos cetónicos). En el siguiente artículo de esta serie, dedicada a la dieta cetogénica contra el cáncer, reflexionaremos acerca de las implicaciones de esta particularidad. Cuando la glucosa e insulina descienden durante la aplicación de la dieta cetogénica contra el cáncer, el glucagón aumenta, vacía los depósitos de glucógeno y permite acceder a los ácidos grasos como combustible. Durante el tiempo de adaptación a la dieta cetogénica, el hígado produce también cuerpos cetónicos a partir de los ácidos grasos. A lo largo de las, aproximadamente, 3 semanas que dura la adaptación completa a la dieta cetogénica contra el cáncer, el cuerpo utiliza ácidos grasos y cuerpos cetónicos como combustible metabólico, pero cada día menos de estos últimos, que son reservados cada vez en mayor cantidad para su utilización por el cerebro. Ello es debido a que el cerebro no puede usar ácidos grasos como combustible: son moléculas grandes que no pueden atravesar la barrera hematoencefálica. Los cuerpos cetónicos sí la atraviesan, y conforme pasan los días el cerebro requiere más cuerpos cetónicos para sustituir a una glucosa cada vez más escasa, así que son reservados para que sea el cerebro quien los use como combustible metabólico durante la dieta cetogénica contra el cáncer. Al final del período de adaptación a la dieta cetogénica, casi todo el cuerpo funciona con ácidos grasos, mientras que el cerebro cubre entre un 60 y un 75% de sus demandas de energía con cuerpos cetónicos, y el restante 25 a 40% continúa necesitando de la glucosa. Algunos otros sistemas celulares siguen usando también exclusivamente la glucosa, como los eritrocitos. Otros órganos, como el intestino delgado, prefieren metabolizar aminoácidos como la glutamina. Al final, tras el período de adaptación completa a la dieta cetogénica contra el cáncer, el cuerpo en cetosis profunda pasa a depender en, aproximadamente, un 95%, de los ácidos grasos y los cuerpos cetónicos para sus necesidades metabólicas, y la glucosa se usa para atender sólo el 5% restante.

La relación de combustibles “preferidos” por los órganos en cada estado metabólico (dieta occidental “ideal” y dieta cetogénica) quedaría distribuida tal y como se refleja en el siguiente dibujo.

[NOTA: hemos evitado representar el combustible correspondiente a los eritrocitos en la dieta cetogénica contra el cáncer, que sería la glucosa, porque los glóbulos rojos no pueden transformarse en células cancerígenas.] En el siguiente artículo hablaremos de los combustibles de la célula tumoral y los compararemos con los que acabamos de conocer de la célula sana. De esa manera comprenderemos el porqué de las ventajas de adoptar una dieta cetogénica contra el cáncer.

Dieta cetogénica contra el cáncer (III). El origen y los combustibles del cáncer. Beneficios de las dietas low-carb, keto o paleo Serie dedicada a la Dieta cetogénica contra el cáncer. Suscríbete para recibir información de nuevos artículos En el anterior artículo explicamos los dos tipos fundamentales de metabolismo mediante los que el cuerpo obtiene energía, cada uno de los cuales se basa en diferentes combustibles metabólicos. Ahora veremos qué caracteriza el metabolismo tumoral, y comprenderemos porqué es tan buena idea adoptar una dieta cetogénica contra el cáncer. Las dos vías del metabolismo energético en la célula sana Para obtener energía, las células usan principalmente dos sistemas metabólicos: la fosforilación oxidativa (respiración o metabolismo aerobio, en presencia de oxígeno) y la fosforilación a nivel de sustrato (glucólisis anaeróbica o fermentación, sin presencia de oxígeno) La primera es el principal metabolismo energético de la célula sana, su “preferido” en la mayoría de situaciones metabólicas, debido a que es el más eficiente de los dos y permite obtener hasta 15 veces más ATP de la glucosa. La fosforilación oxidativa se realiza en la mitocondria, que es la “central de energía” de todo proceso metabólico donde se vea involucrado el oxígeno. En la mitocondria se oxidan los principales combustibles metabólicos: glucosa, ácidos grasos o cuerpos cetónicos.

  



 

El segundo sistema metabólico, la glucólisis anaeróbica, se utiliza en algunos órganos generalmente durante breves períodos de tiempo, durante los cuales una privación transitoria de oxígeno obliga a la célula a usar un proceso metabólico diferente. Sucede ocasionalmente, por ejemplo, en los músculos, durante un ejercicio intenso que agota las reservas de oxígeno. La glucólisis fermenta glucosa y produce ácido láctico, que en algunos órganos como el corazón puede usarse directamente, de nuevo, como combustible, pero que generalmente es un producto de desecho que se lleva al hígado para ser transformado de nuevo en glucosa y devolverla al torrente sanguíneo mediante el llamado ciclo de Cori. Pocos tipos de células usan permanentemente la glucólisis anaeróbica. Un ejemplo de esa excepción lo constituyen los eritrocitos o glóbulos rojos, que carecen de mitocondria y, por ello, sólo pueden metabolizar glucosa mediante fermentación, no mediante oxidación. La glucólisis es mucho menos eficiente que la respiración, pero es un proceso muy rápido, por tanto se considera un mecanismo excepcional para sortear una situación potencialmente peligrosa para la célula, cuando ésta no puede metabolizar energía por oxidación. La glucólisis es un proceso fermentativo que sucede en el citosol, fuera de la mitocondria. Los combustibles metabólicos que pueden ser fermentados son la glucosa y algunos aminoácidos como la glutamina, pero no que se pueden fermentar los ácidos grasos o los cuerpos cetónicos. La única vía del metabolismo energético en la célula tumoral Tal y como ya he explicado en este blog en varias ocasiones, las características metabólicas de todo cáncer se explican con gran facilidad en virtud del Efecto Warburg. Voy a sintetizar de nuevo el proceso que convierte a una célula normal en tumoral para explicar sus particularidades metabólicas. Las mitocondrias de la célula sufren algún tipo de daño (estructural, en el ADN mitocondrial, o en su membrana lipídica), que les impide funcionar correctamente. La mitocondria controla la apoptosis, o suicidio programado de la célula. Al perder su funcionalidad mitocondrial, la célula no puede ya suicidarse y se convierte en inmortal. El metabolismo de la mitocondria es oxidativo, así que, independientemente de las cantidades de oxígeno disponibles, la célula pierde la capacidad de usar la fosforilación oxidativa de glucosa, ácidos grasos o cuerpos cetónicos para obtener ATP y tiene que recurrir a la fermentación de glucosa o de aminoácidos como la glutamina para obtener la energía. En situaciones de hipoxia, cuando hay poco oxígeno disponible, en las células se sintetiza una molécula llamada HIF-1alfa (factor de crecimiento por hipoxia) que provoca una proliferación. Es una molécula típicamente presente en procesos de glucólisis. En células normales, pertenecientes, por ejemplo, a un órgano sometido a una isquemia, la HIF-1alfa sirve para incrementar la proliferación y reparar la zona dañada. En el caso del tumor, a pesar de haber oxígeno suficiente disponible no puede ser usado debido al daño mitocondrial, con lo cual se interpreta que realmente hay una hipoxia, se sintetizan altas cantidades de HIF-1alfa y se produce una situación muy peligrosa que a la postre conduce al cáncer: la proliferación descontrolada de una célula que, además, no puede suicidarse. Al ser la glucólisis un proceso metabólico muy poco eficiente, la célula tumoral necesita consumir grandes cantidades de glucosa para mantener sus niveles de energía y su proliferación. Una glucosa muy abundante en el cuerpo de quien siga una dieta típica occidental. Para nutrir a las nuevas células tumorales que van surgiendo, el tumor debe crear nuevos vasos sanguíneos en un proceso conocido como angiogénesis. Dicho proceso necesita un estado inflamatorio para poder ser llevado a cabo. La insulina alta favorece el estado inflamatorio. Faltaría hablar el proceso de formación de metástasis, del que escribiré en próximos artículos, y que tampoco necesita de la intervención de miles de mutaciones genéticas para poder ser explicado con sencillez. Con ello, obtendríamos una visión aproximada pero elegante y universal de todos los cánceres. ¿Qué podemos deducir de esos 6 puntos respecto al metabolismo tumoral? Pues que: La célula tumoral no puede oxidar combustibles metabólicos en la mitocondria, que está dañada, sólo puede fermentarlos en el citosol. Y sólo pueden ser fermentadas la glucosa y la glutamina, pero no los ácidos grasos ni los cuerpos cetónicos.

A continuación muestro un resumen de los combustibles metabólicos de la célula sana y del cáncer, así como de las principales vías metabólicas de cada una.

 

¿Qué implicaciones tienen estos conocimientos en la estrategia de un posible tratamiento? Unas implicaciones que habrán sorprendido a las personas inteligentes que hayan leído hasta aquí y que tal vez se hayan hecho unas preguntas muy simples. Mientras se las hacían, tal vez hayan pensado también: “no puede ser tan sencillo”. Pregunta 1: ¿Y si cambiamos el metabolismo de la glucosa por el de las grasas? ¿Le negaríamos así al tumor la mayor parte de su combustible principal, la glucosa, y le haríamos pasar hambre? ¿Tal vez lo detendríamos o incluso lo mataríamos? Pregunta 2: ¿Y si bloqueamos la fermentación de la glucosa y de la glutamina, o sea, la glucólisis y la glutaminólisis?, ¿Le impediríamos así acceder a su única manera de usar los combustibles que puede metabolizar y podríamos matarlo de hambre? La respuesta a las dos preguntas es SÍ. Y ésa es la razón por la cual en este blog lucho por que la gente vea que, de haberse investigado hace 50 años en la dirección correcta, de haberse usado toda la inversión desorbitada que se ha malgastado durante ese tiempo en la dirección correcta, el cáncer sería una enfermedad controlable desde hace muchos años. Y todo eso no lo digo yo, sino muchos bioquímicos y oncólogos de todo el mundo, a quienes los medios de comunicación no hacen entrevistas por no formar parte del statu quo oficial protegido por la Industria Farmacéutica. La pregunta 1 es la que intentamos contestar en esta serie de artículos acerca de la dieta cetogénica contra el cáncer: Si pasamos de un estado metabólico donde el cuerpo consume glucosa casi al 100% a otro, que se produce tras la aplicación de una dieta cetogénica, donde el metabolismo de la glucosa desciende a menos de un 5%, resulta lógico pensar que el tumor lo tendrá difícil para crecer y prosperar, porque no es capaz de metabolizar ácidos grasos ni cuerpos cetónicos. La pregunta 2, la relativa a la inhibición de la glucólisis y la glutaminólisis, la contestaremos en artículos futuros, donde explicaremos métodos y sustancias relativamente fáciles de usar ahora mismo y dirigidas a ese fin, y también moléculas sintéticas no tóxicas, baratas y no patentables, que están actualmente siendo estudiadas por laboratorios de todo el mundo, aunque generalmente pequeños y con medios insuficientes para poner en marcha ensayos clínicos extensos. Lamentablemente, como explico en el porqué de este blog, nadie pagará jamás por llevar a cabo esos estudios clínicos de dichas moléculas, porque atentaría contra el paradigma actual del cáncer, que tantos beneficios está aportando a la industria farmacéutica y a los oncólogos-estrella afines a él. Y esa es la razón por a que a los millones de enfermos muertos se le añadirán muchos más a no ser que algo cambie, por la sencilla razón de que, de esta manera, se gana más dinero. Una verdad obscena y pútrida, que algún día será de conocimiento general.

¿Puede el tumor alimentarse de grasas y cuerpos cetónicos? La controversia del “efecto Warburg inverso”. Es justo que hagamos mención del único estudio que dice lo contrario de los cientos publicados hasta ahora: que la célula tumoral sí puede metabolizar ácidos grasos, cuerpos cetónicos e incluso lactato y usar esos combustibles para crecer http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/19923890 El estudio proponía una nueva visión del efecto Warburg, llamado “efecto Warburg inverso”. Según él, demostraban que las células cancerígenas sí podían respirar correctamente, pero “provocaban” (de alguna manera) en los fibroblastos adyacentes un estado de impedimento mitocondrial que les hacía metabolizar glucosa de forma anaerobia y excretar lactato. Las células cancerígenas “pastoreaban” a dichas células adyacentes y usaban ese lactato procedentesde la glucólisis de éstas para nutrirse. También sugerían que el tumor podía nutrirse de cuerpos cetónicos y ácidos grasos http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/20818174 El estudio fue llevado a cabo por un grupo de trabajo de la Universidad Thomas Jefferson de Filadelfia. Su publicación provocó un enorme revuelo en la comunidad científica, sobre todo en aquellos que promueven un modelo del cáncer como enfermedad metabólica. Pero, una vez estudiada a fondo la metodología del estudio, se comprobó que ésta dejaba bastante que desear, e incluso el bioquímico Thomas Seyfried escribió una carta denunciando sus profundas inconsistencias. Los científicos de la universidad de había inyectado en ratones cuerpos cetónicos directamente, en vez de provocar la subida mediante una dieta, con lo cual provocaban un estado no natural. Ese y otros detalles, junto con oscuros tejemanejes de dos de los científicos del grupo investigador, que han sido denunciados por la Universidad, hacen que no se invaliden en absoluto los cientos de estudios, procedentes de numerosos centros de todo el mundo, que certifican la validez del efecto Warburg y que las células tumorales no pueden oxidar glucosa, cuerpos cetónicos ni ácidos grasos, sino sólo fermentar glucosa y glutamina. El caso paradigmático del cáncer de corazón. ¿Alguna vez has oído que alguien padezca de cáncer de corazón? En realidad existen casos, pero es un tipo de tumor excepcional, y casi el 75% de los tumores cardíacos son benignos, así que un sarcoma maligno de corazón es extraordinariamente raro. Lo cierto es que las células cardíacas son casi completamente aeróbicas y tienen una muy alta cantidad de mitocondrias: tienen una densidad mitocondrial que ocupa casi un 40% del espacio celular. Aunque el corazón puede utilizar durante un breve período de tiempo la glucólisis anaerobia, ésta es apenas funcional. Además, el corazón es el único órgano que siempre usa como combustible principal ácidos grasos en vez de glucosa, tanto si se sigue una dieta típica como una dieta cetogénica. Eso tiene todo el sentido, porque una máquina sometida a semejante esfuerzo continuo no puede depender de un combustible cuyas reservas corporales son tan bajas y que puede sufrir grandes fluctuaciones. La grasa es siempre un combustible más fiable y que casi siempre está disponible. Para que una célula cardíaca se transforme en maligna deben ser dañadas a la vez casi todas sus mitocondrias, algo menos probable que cuando la densidad mitocondrial es menor. Además, como ya hemos visto, los ácidos grasos no pueden ser metabolizados por las células cancerígenas. Por último, el corazón sólo puede usar la glucólisis anaerobia durante breves períodos de tiempo. Todo ello dificulta que un sarcoma cardíaco maligno pueda prosperar. Como contrapartida, al no poder hacer frente a una posible hipoxia, usando las herramientas proliferativas (y en este caso reparadoras) típicas de la glucólisis anaerobia, el corazón es más vulnerable a la isquemia. Es el precio que debe pagar por no poder sufrir apenas cáncer. El caso del corazón explica porqué es tan buena idea usar los ácidos grasos y cuerpos cetónicos como combustible prioritario del resto del cuerpo mediante una dieta cetogénica contra el cáncer, y también porqué el paradigma del cáncer como enfermedad metabólica tiene mayor sentido que el paradigma del cáncer fruto de miles de mutaciones genéticas. Otras ventajas de la dieta cetogénica contra el cáncer









Las ventajas de la dieta cetogénica contra el cáncer no se limitan a conseguir determinados niveles de combustibles metabólicos en la sangre. Con ser esta medida excepcionalmente útil, la dieta aporta otras ventajas sustanciales, a saber: Dieta antiinflamatoria. Los bajos niveles de insulina y los altos de glucagón que induce la dieta cetogénica contra el cáncer, provocan que se favorezca la síntesis de hormonas eicosanoides antiinflamatorias. Un estado antiinflamatorio dificulta que el tumor pueda crear nuevos vasos sanguíneos mediante el fenómeno de la angiogénesis. Bajos niveles de IGF-1. La hormona Insulin-like Growth Factor sigue vías diferentes a las de la insulina, pero los niveles de ambas guardan correspondencia. Los niveles bajos de ese factor de crecimiento hacen que el tumor vea dificultada su “tendencia a crecer”. El estado de cetosis profunda no es exactamente un estado catabólico, porque durante él se impide en gran medida la degradación de las proteínas musculares, pero no es tampoco un estado típicamente anabólico, es decir, no se facilita el crecimiento de tejidos, neoplásicos o sanos. Bajos niveles de hormonas tiroideas. Durante la dieta cetogénica contra el cáncer, los niveles de hormona Triiodotiroxina (T3) descienden. Ésta es una de las hormonas más activas del cuerpo y está implicada, entre otras funciones, en el control de la tasa metabólica y la síntesis de proteínas. Al descender el nivel de T3 se dificulta dicha síntesis proteica, lo que implica dificultar la síntesis de cualquier tejido. Esa es la razón por la cual una dieta cetogénica contra el cáncer, que puede inducir una cetosis profunda, es poco indicada para atletas que pretendan aumentar su masa muscular. Pero, como muchos estudios han mostrado, las hormonas tiroideas (Tiroxina y Triiodotiroxina) tienen una relación directa en el crecimiento de los tumores y las metástasis. Al descender los niveles de dichas hormonas mediante una dieta cetogénica contra el cáncer, el crecimiento del tumor se frena igualmente. Potenciación del sistema inmune. Hay estudios que demuestran que el sistema inmunitario se beneficia y potencia con una dieta cetogénica. Tal vez su explicación tenga relación con los mismos eicosanoides antiinflamatorios de los que antes hablábamos. Un fuerte sistema inmunitario es una poderosa arma contra el cáncer, como veremos en artículos futuros. Las dietas low-carb, keto y paleo, y su beneficio contra el cáncer Desde hace un tiempo están aparecido nuevos tipos de dieta (casi nuevos estilos de vida) que están ganando cada vez más seguidores. La dieta paleo está basada en consumir lo mismo que nuestros antepasados del paleolítico, antes del descubrimiento de la agricultura, aquellos alimentos que forjaron nuestros genes en épocas duras y a lo que nuestra naturaleza está más adaptada, por constituir la etapa más larga, con diferencia, durante nuestra estancia en la tierra como especie. En ella puede no llegarse permanentemente a un estado de cetosis, como en su variante Keto, que es parecida a la dieta cetogénica contra el cáncer que promulgaremos aquí, pero ambas son bajas en hidratos de carbono. El escepticismo que muchos pueden sentir ante lo que podría ser un nuevo ‘milagro’ nutricional tantas veces publicitado resulta bastante lógico a la vista de la historia reciente pero, al revisar la ciencia en que se basan estas dietas cetogénicas, comprobamos que se trata de buena ciencia. Muchos bloggers y nutricionistas honestos que indagan en los estudios publicados al efecto y que promueven estas dietas, pueden resultar una inestimable ayuda (de la que a veces ni siquiera son conscientes) no sólo para adelgazar, aumentar el rendimiento deportivo o mejorar la resistencia a la insulina o la diabetes, sino para ayudar en el tratamiento de otras enfermedades como el cáncer. Casos prácticos en siguientes artículos En siguientes artículos consideraremos un ejemplo de aplicación práctica de la dieta cetogénica contra el cáncer. Para ello usaremos los datos existentes de estudios ya elaborados y de testimonios de enfermos que aplicaron de manera exitosa una dieta cetogénica; también usaremos ejemplos de aplicación de la dieta cetogénica para otras dolencias o como método de adelgazamiento, así como todo lo que conocemos de la bioquímica de la nutrición.

Dieta cetogénica contra el cáncer (IV). Niveles óptimos de glucosa y cuerpos cetónicos para hacer manejable el cáncer Después de los anteriores artículos, donde establecimos las bases teóricas que justificaban la adopción de una dieta cetogénica contra el cáncer, vamos a comenzar a explicar su aplicación práctica. El objetivo fundamental, sabiendo que las células cancerígenas necesitan ingentes cantidades de glucosa y que, para muchos tipos de células tumorales, los cuerpos cetónicos resultan tóxicos, es disminuir al mínimo los niveles sanguíneos de glucosa y aumentar los de cuerpos cetónicos. En este artículo veremos cuáles son dichos niveles. La estrategia de la dieta cetogénica contra el cáncer persigue esas dos condiciones. Mediante las siguientes recomendaciones explicaremos cómo aproximarnos a los niveles deseados aunque, para afinar del todo el resultado, serán las mediciones sanguíneas individuales y el método de prueba y error las que permitirán a cada enfermo alcanzar el objetivo. ¿Cuáles son los niveles sanguíneos mínimos de glucosa e insulina que podemos alcanzar? El cuerpo siempre necesitará un determinada cantidad mínima de glucosa para nutrir aquellos órganos que, bien en parte, bien totalmente, la utilizan como combustible metabólico. Como decíamos en artículos anteriores, los hematíes sólo pueden fermentar glucosa, que constituye su único combustible metabólico, y el cerebro puede obtener aproximadamente un 75% de sus necesidades metabólicas de los cuerpos cetónicos, pero el restante 25% debe cubrirlo con glucosa (los principales destinos de la glucosa en el sistema nervioso central son el cerebelo, la médula espinal y el bulbo raquídeo). Los testículos, la médula renal, las células musculares tipo II y las células de la córnea y el cristalino también dependen por completo de ese combustible. Los niveles sanguíneos de azúcar pueden descender hasta los 55-65 mg/dl sin que el cuerpo se resienta debido a la hipoglucemia, a condición de que el nivel de cuerpos cetónicos sea lo suficientemente elevado como para servir de fuente de energía alternativa al cerebro. Los límites de lo que constituye hipoglucemia son difusos y, en muchas ocasiones, no dependen de una cifra sino de los síntomas subjetivos que experimente cada individuo. Además, por regla general, las tablas que regulan los límites sanguíneos que determinan dónde comienza una hipoglucemia no tiene en cuenta un estado de cetosis, que suele ser poco habitual en la civilización occidental. En cetosis, los ácidos grasos y cetonas sustituyen en gran parte a la glucosa y evitan que esos niveles tan bajos puedan ser perjudiciales. Alcanzar dichos niveles, y aún más mantenerlos, es bastante difícil, y requiere una monitorización larga y constantes modificaciones de las cantidades totales y del porcentaje de macronutrientes de la dieta, y lo normal es no alcanzar nunca niveles tan bajos, sino que ronden los 63-72 mg/dl. La insulina, por su parte, cae desde unos niveles ‘normales’ de 40-50 microU/ml, hasta unos 7-10 microU/ml. Ese dato es casi aún más importante que el nivel de glucosa, por cuanto la insulina será la que haga efectivo el transporte de la glucosa a las células y la que impulsa los efectos inflamatorios y proliferativos. El organismo tiene mecanismos para regular los niveles de azúcar en sangre de manera que, incluso aunque la ingestión de hidratos de carbono sea mínima, se asegure la glucosa necesaria para el correcto funcionamiento de todos los órganos. ¿Cómo se asegura el organismo la glucosa que necesita? Al inicio de la dieta cetogénica un adulto necesita, aproximadamente, unos 160 gramos de glucosa al día, de los cuales 120 gramos se destinan al cerebro. Tras la adopción de una dieta cetogénica contra el cáncer hay que distinguir dos fases: Etapa inicial: Durante esta etapa el cuerpo establece los cambios metabólicos necesarios (explicados en artículos anteriores) para adaptarse a la dieta cetogénica contra el cáncer. Su duración es variable, dependiendo de lo estricto de la aplicación de la dieta cetogénica. En ayuno total, dura entre 1 y 3 días, pero puede extenderse más tiempo cuando se ingieren alimentos, un número de días que dependerá de las cantidades de nutrientes y sus proporciones.

En esa primera etapa el cerebro “se resiste” a dejar de depender de la glucosa, el resto de órganos aún no se han adaptado a depender sobre todo de los ácidos grasos como combustible metabólico, y los cuerpos cetónicos no llegan al cerebro en cantidades suficientes como para servir de base metabólica. Inicialmente el cuerpo utiliza las reservas de glucógeno almacenadas en hígado y músculos pero, cuando éstas se preagotan, debe obtener la glucosa por medios alternativos. Es por esa razón por la cual esta primera etapa se caracteriza por una rápida pérdida de cierta cantidad de masa muscular: el organismo no encuentra manera de reponer la glucosa que le falta y degrada la proteína muscular para transformar gran parte de ella en glucosa, en el hígado, mediante el proceso de la gluconeogénesis. Ese proceso dura pocos días, porque el cuerpo no se puede permitir perder una materia tan valiosa. Por ello, y sólo en caso de que desee minimizar la pérdida de masa muscular, el paciente deberá incrementar temporalmente su ingesta de proteínas (más tarde calcularemos las cantidades) hasta que se alcance la siguiente etapa. Al degradarse las proteínas se produce nitrógeno, que se almacena en el torrente sanguíneo y, al ser un producto tóxico, se incrementa durante esta etapa su excreción por la orina. Etapa final: Pasadas unas semanas (un mínimo de 3), el cuerpo ya funciona casi totalmente gracias a los ácidos grasos y el cerebro utiliza sobremanera cuerpos cetónicos como combustible. Las cantidades de glucosa que necesita el organismo se obtienen sobre todo por gluconeogénesis del lactato (procedente de la glucólisis en músculos y glóbulos rojos, unos 40g) y el glicerol (procedente de separar en ácidos grasos y glicerol los triglicéridos de las grasas ingeridas o acumuladas). También se metabolizan algunos aminoácidos libres, sobre todo glutamina, en el riñón. Una vez alcanzada la última etapa, en la cual se consolida la cetosis, las necesidades corporales de glucosa se limitan a unos 75 gramos al día, de promedio, en un individuo adulto. El cerebro, en esta etapa, ha pasado a requerir tan sólo unos 40 gramos de glucosa. Los 35 gramos restantes se destinan al metabolismo del resto de células dependientes del azúcar. En esa etapa se produce un fenómeno inverso al de la etapa anterior: una degradación mucho menor de las proteínas musculares, para impedir que se use como fuente de energía un recurso extraordinariamente valioso. Hace cientos de miles de años, cuando la privación y el ayuno eran frecuentes, los hombres debían evitar perder aquello que les permitiría desplazarse, perseguir y cazar a sus presas. Esa adaptación fisiológica permanece y, por ello, una vez bien establecida la cetosis, la pérdida de masa muscular se minimiza, así como la excreción de nitrógeno por la orina. Teniendo en cuenta el dato numérico de glucosa antes consignado, así como la forma como se metaboliza cada macronutriente, que explicaremos más adelante, podremos establecer las cantidades necesarias de cada macronutriente para minimizar el nivel sanguíneo de glucosa y aumentar el de cetonas. Algo que haremos en próximos artículos de esta serie, dedicada a la dieta cetogénica contra el cáncer. ¿Cuáles son los niveles máximos de cuerpos cetónicos? Los niveles de cuerpos cetónicos en sangre dependerán de la profundidad de la cetosis alcanzada. Un mayor nivel de cuerpos cetónicos se relaciona con una mayor capacidad de hacer descender sin problemas los niveles de glucosa. Aunque está muy difundida la idea de que un alto nivel de cetonas es peligroso, lo cierto es que suele deberse a la confusión entre cetosis y cetoacidosis. La cetoacidosis diabética es un fenómeno que acontece cuando las cetonas sobrepasan determinados niveles y, a la vez, la cantidad de glucosa se dispara. Ese fenómeno sólo puede producirse cuando se sufre diabetes, y puede conllevar un desequilibrio ácido de la sangre muy peligroso, con valores de ph que pueden bajar de 7,30. La sangre tiene unos rangos de variación máximo y mínimo del ph muy estrecho, por encima o por debajo de los cuales se compromete seriamente la vida. Mientras que durante la cetosis fisiológica, producida por una dieta cetogénica contra el cáncer, la concentración de glucosa alcanza unos 63-72 mg/dl y el de cetonas unos 4-9 nmol/día, durante la

cetoacidosis diabética se alcanzan niveles que pueden superar los 300 mg/dl de glucosa y más de 20 nmol/día de cuerpos cetónicos. La diferencia entre ambos estados es evidente. Lo cierto es que se han relacionado los niveles de cuerpos cetónicos en el cerebro con fenómenos neuroprotectores y preventivos de enfermedades neurodegenerativas. Igualmente, se ha demostrado que los cuerpos cetónicos son tóxicos para muchas líneas celulares cancerígenas, como las del neuroblastoma, por lo cual el efecto beneficioso de la dieta cetogénica contra el cáncer no se limita a producir bajos niveles de glucosa, sino altos de cetonas. Los cuerpos cetónicos se revelan, por tanto, como excelentes aliados de nuestro cerebro, y eso explica que la dieta cetogénica sea recomendada sobremanera para enfermos de tumores cerebrales y también para pacientes de Alzheimer o Parkinson. Haciendo“manejable” el cáncer EL bioquímico Thomas Seyfried ha confeccionado un gráfico (publicado en su libro “Cancer as a metabolic disease”) que muestra la evolución en el tiempo de los niveles de glucosa y cuerpos cetónicos conforme avanzamos más profundamente en al cetosis impuesta por la dieta cetogénica contra el cáncer.

Niveles de glucosa y cuerpos cetónicos en dieta cetogénica contra el cáncer La zona que se dibuja a partir del momento en que ambas líneas se cortan e invierten la tendencia (la de glucosa que baja y la de cetonas que sube, aproximadamente dos semanas después del inicio de la dieta cetogénica), es la que permite hacer ‘manejable’ el cáncer, por cuanto su sutrato metabólico está bajo mínimos y existen una serie de condiciones añadidas que dificultan su crecimiento, tal y como explicaba en el anterior artículo de la serie. Thomas Seyfried hace referencia concreta a los tumores cerebrales, por ser el cerebro el único órgano donde, una vez instalada la cetosis, los niveles de cetonas son considerables. En el siguiente artículo de la serie veremos cómo calcular las necesidades calóricas individuales que debe cubrir la dieta cetogénica contra el cáncer. Hasta ahora hemos visto el porqué de la dieta cetogénica; en los siguientes artículos iremos aproximándonos al cómo.

Dieta cetogénica contra el cáncer VI: fundamentos y dudas resueltas Vamos a explicar un método práctico para calcular las necesidades de macronutrientes de cada persona que desee seguir una dieta cetogénica, primer paso para la elaboración de menús específicos. Este es un post muy largo. Había decidido escribir en una sola entrada tanto la justificación y las bases de la dieta como los ejemplos de aplicación práctica, pero entonces el post sería kilométrico, así que he decidido partirlo en dos.

En este artículo explicaré los fundamentos prácticos de la dieta basados en todas las pruebas presentadas en los artículos anteriores de esta serie, así como los alimentos aconsejados y desaconsejados de cada grupo. También daré las respuestas a algunas dudas bastante frecuentes que asaltan a quienes se plantean comenzar a seguir la dieta cetogénica. En el siguiente artículo, que publicaré en cuestión de días, lo prometo ;), propondré por fin un ejemplo paso a paso para calcular los macronutrientes y planificar una dieta individualizada.

  

Recordando los objetivos perseguidos Tal y como hemos explicado en el resto de artículos de esta serie, nuestro objetivo es disminuir al mínimo la glucosa circulante e incrementar los cuerpos cetónicos, señal inequívoca de que el cuerpo habrá cambiado a otro estado metabólico donde en vez de ser la glucosa el principal medio de obtención de energía, pasan a ser los ácidos grasos y los cuerpos cetónicos los combustibles primordiales. De esa manera, el tumor se ve obligado a pasar hambre. Otras dietas cetogénicas estándar Las dietas cetogénicas estándar empleadas hasta ahora para otras enfermedades como, por ejemplo, la epilepsia refractaria, adolecen de una ausencia de individualización. Se basan en rangos de calorías y en ratios genéricos de macronutrientes (dietas para 1200, 1400 o 1800 calorías, ratios de grasas/proteínas +carbohidratos de 4/1 o de 3/1), que pueden ser muy válidos para algunos enfermos pero no para otros. Si bien esas dietas tienen la ventaja de su rapidez de aplicación y han demostrado ser efectivas, creo que dejan escapar la oportunidad de hacer un ajuste aún más preciso, que dependerá de las características físicas individuales de cada enfermo. Principios de la dieta propuesta Hemos demostrado también que es tan importante el consumo total de calorías como la distribución porcentual de los macronutrientes, y que el ayuno es un poderoso potenciador del sistema inmune, que induce un estado de shock en el tumor. Emplearemos estos y otros ingredientes ya explicados en otros artículos para confeccionar una dieta que cumple con las siguientes normas: Provee al organismo el mínimo preciso de ciertos macronutrientes indispensables (usando alimentos con propiedades adicionales que ayuden a luchar contra el tumor) y en una combinación que imita lo más posible los efectos del ayuno y la cetosis que éste conlleva. Supone la ingestión de un mínimo de calorías, una restricción calórica que maximiza el nivel de cuerpos cetónicos y el shock al tumor. A pesar de que puede ser inevitable en las primeras etapas de la dieta, el hambre se reduce significativamente, hasta desaparecer, en etapas posteriores. NOTA: debo dejar claro que el propósito de esta dieta es terapéutico, y su fin es luchar contra una enfermedad como el cáncer, razón por la cual no es conveniente que se use con fines puramente estéticos: en ese caso bastaría con seguir la simple norma de disminuir o eliminar ciertos carbohidratos de la dieta y quienes lo hagan adelgazarán disfrutando a la vez de la comida sin estar atados a una tabla de cálculo. Pero los enfermos de cáncer son otro cantar: la dieta es una terapia que pretende luchar contra el tumor induciendo un cambio metabólico profundo, razón por la cual es necesario medir con exactitud tanto la dosis de la ‘terapia’ como sus efectos, tal y como se haría con cualquier medicamento. Necesidades mínimas del organismo que hay que cubrir Necesidades mínimas de glucosa Hemos dicho en otros artículos que, una vez alcanzado el estado de cetosis, el organismo tiene aún unas necesidades mínimas de glucosa que sirven para nutrir aquellas células que carecen de mitocondria, como es el caso de los glóbulos rojos o de algunas células del sistema nervioso central. El cuerpo se las arreglará para alcanzar esas necesidades mínimas de glucosa tanto si ingerimos hidratos de carbono como si no, porque esas células sin mitocondria podrían morir y son vitales. Mediante la gluconeogénesis, el hígado degradará parte de las proteínas ingeridas o procedentes de los músculos y también el glicerol que procede del metabolismo de los triglicéridos. Así, aunque no se

ingiera ningún carbohidrato, el cuerpo mantendrá un nivel mínimo de glucosa indispensable para la vida. La primera regla que debemos atender es: ya que el organismo necesita una pequeña cantidad de glucosa en cetosis, asegurémonos de que se la proporcionamos nosotros mediante la ingesta de ciertos carbohidratos que, adicionalmente, posean propiedades beneficiosas para el organismo. Necesidades mínimas de proteínas Recordemos que el ayuno es un beneficioso mecanismo que mejora la eficiencia de la insulina, incrementa la actividad inmune y supone un duro shock para el tumor, obligado como está a pasar hambre, al negársele sus mecanismos metabólicos basados exclusivamente en glucosa y glutamina. La grasa acumulada por un hombre medio pueden aprovisionarle de energía durante semanas o meses, y se conocen casos de obesos mórbidos que permanecieron un año sin ingerir alimentos, nutriéndose tan sólo de sus reservas de grasa, una vez pulsado el interruptor que cambia el metabolismo desde uno basado en la glucosa a uno basado en los ácidos grasos y los cuerpos cetónicos. Pero el problema del ayuno (o de una dieta que imite sus efectos) lo representa el gasto de proteínas: el cuerpo se ‘desgasta’ y necesita un aporte mínimo diario de ‘ladrillos’ con los cuales reponer esas estructuras (músculos, piel, huesos, vísceras, sistema inmune), que se van desgastando por el uso. Así, el límite del ayuno no lo impone el hambre, sino la pérdida intolerable de masa estructural que conduce a una situación insostenible. Por otra parte, el cuerpo tiene muy poca capacidad de almacenar los aminoácidos ‘sobrantes’, que no se necesitan para reconstruir más tejidos, de manera que casi todo lo que no se usa se transforma en glucosa. La segunda regla que debemos atender es: hay que proporcionar al cuerpo la cantidad indispensable de proteínas para que reponga los sistemas desgastados y evitar una pérdida de funciones vitales, pero no tanta como para que el exceso se transforme en glucosa. En este punto es donde radica realmente la clave y la dificultad en la elaboración de la dieta: en el cálculo preciso de las proteínas que hay que consumir. Hidratos de carbono Como ya hemos explicado anteriormente, los hidratos de carbono son los principales suministradores de glucosa. Nuestra gastronomía diaria se basa, cada vez más desde hace unas décadas, en los hidratos de carbono de alto índice glucémico procedentes del grano. Nuestra economía depende de que se consuma, constantemente, la cantidad de grano suficiente como para asegurar el beneficio de quienes se dedican a cultivar, recoger, refinar, trasformar, envasar y distribuir las gigantescas cosechas de las que depende buena parte de la economía global (y con la que los especuladores de turno obtienen cuantiosas ganancias). Si observamos la base de la pirámide alimenticia actual ‘ideal’, veremos que las ‘autoridades’ nutricionales aconsejan que nuestra alimentación consista, hasta casi un 70%, en cereales: trigo, arroz, soja, maíz. Y no es casualidad que estos cultivos, mucho más rentables económicamente, mucho más sencillos de cultivar y trasladar que cualquier otro alimento, constituyan la base, también, de la economía alimenticia. El proceso no es: ‘resulta beneficioso, por lo tanto cultivémoslo’, sino: ‘digamos que es beneficioso aquello que más nos interesa económicamente cultivar’. En ese hecho puede radicar la devastadora epidemia de obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedades degenerativas, enfermedades autoinmunes y otras como el cáncer que asolan la civilización occidental. A diferencia de las necesidades calóricas y de proteínas, con rangos de variación individual muy grandes, la cantidad requerida mínima de glucosa presenta una media con menor grado de dispersión individual. Es decir, no depende tanto de la corpulencia, sexo o actividad física de la persona y es bastante más constante. No obstante, hay que recalcar que las cantidades consignadas aquí reflejarán datos medios que pueden presentar ciertas desviaciones individuales. La única manera de ajustar con exactitud las cantidades de macronutrientes finales será mediante mediciones sanguíneas y constantes ajustes que el paciente deberá llevar a cabo a lo largo de algunas semanas. A continuación, unos párrafos con la justificación de las cantidades mínimas de glucosa que necesita el organismo, en cursiva por si prefieres saltarte esta teoría un poco ardua.

Al aplicar la dieta occidental, llena de glucosa, el cuerpo tiene a su disposición toda la que necesita (unos 160 gramos, de los cuales 120 van al cerebro) y es ella su principal sustrato metabólico.Por el contrario, durante la dieta cetogénica, la ingestión total de glucosa suele ser menor que la mínima necesaria una vez alcanzada la cetosis (unos 75 gramos, de los cuales unos 40 gramos van al cerebro) y el organismo utiliza en parte la gluconeogénesis para asegurarla, mediante el reciclaje de productos metabólicos de desecho. Los principales sustratos metabólicos con los que el hígado y riñones sintetizan glucosa mediante la gluconeogénesis son (por orden de preferencia) el lactato, el piruvato, el glicerol y los aminoácidos libres. El lactato y el piruvato son productos de desecho procedentes, sobre todo, de la glucólisis de músculos y eritrocitos. En realidad, la gluconeogénesis es una especie de reverso de la glucólisis y comparte con ella varios pasos reversibles, aunque tres de ellos no lo son, y explican el porqué la gluconeogénesis necesita de cierto aporte de energía, mientras que la glucólisis la produce. Por tanto, la cantidad de glucosa procedente de la gluconeogénesis del lactato y el piruvato siempre será menor que la cantidad de glucosa que inicia el proceso inverso de glucólisis para obtener esa cantidad de lactato y piruvato. Pueden obtenerse, aproximadamente, unos 35-40 gramos al día de glucosa mediante la gluconeogénesis de lactato y piruvato. Como ésa es, aproximadamente, la cantidad de glucosa que necesitan aquellos tejidos que sólo metabolizan glucosa a excepción del cerebro, podemos centrarnos, a efectos de simplificación del cálculo, en las necesidades de glucosa del cerebro en cetosis (unos 40 gramos al día) y olvidarnos del lactato y el piruvato. El glicerol se obtiene tras la hidrólisis de los triglicéridos, bien los almacenados en el tejido adiposo, bien los suministrados por la dieta. Los triglicéridos se catabolizan en un 90% en ácidos grasos y en un 10% en glicerol, que se traslada al hígado para convertirlo en nueva glucosa, y la cantidad total de glicerol dependerá de la tasa metabólica. Una vez bien establecida la cetosis de una dieta cetogénica, donde el metabolismo principal corre a cargo de las grasas, sabemos que éste supone aproximadamente un máximo del 93% de todo el consumo metabólico. Eso quiere decir que, para un hombre con unas necesidades calóricas diarias medias de 2800 calorías, unas 2600 procederán de las grasas en cetosis. Por tanto, metaboliza el día aproximadamente unos 260 gramos de grasa (bien de la ingerida, bien de la corporal o de ambas). Como un 10% de esa cantidad produce glicerol y éste se transforma casi al 100% en glucosa, obtendríamos como metabolito secundario de la oxidación de los lípidos unos 26 gramos diarios de glucosa. Nos quedarían 14 gramos hasta alcanzar los 40 mínimos necesarios (redondeemos a 15). La tercera vía de la gluconeogénesis la constituyen los aminoácidos libres. El cuerpo tiene muy poca capacidad para albergar un pool de almacenamiento de aminoácidos, así que éstos, o bien son utilizados casi inmediatamente o se metabolizan de nuevo en forma de glucosa. Dichos aminoácidos pueden provenir bien de las proteínas de la dieta o bien de la degradación de las proteínas musculares. Ambos casos son desaconsejables. El primero porque el metabolismo de las proteínas produce desechos que presentan cierta toxicidad y el segundo porque la conservación de la masa muscular es muy importante. Por ello la cantidad ideal de carbohidratos a consumir para asegurar que proveemos al cuerpo de esa pequeña porción de glucosa que necesita y que no se vea obligado a degradar músculo para obtenerla, serían los que asegurasen unos 15 gramos adicionales al día de glucosa. Consideremos, debido a las diferencias normales que una dieta puede albergar (esto no es matemática pura, hablamos de cálculos medios), que necesitaremos proveernos de entre 10 y 20 gramos de glucosa mediante carbohidratos beneficiosos. ¿Qué carbohidratos es aconsejable consumir? Entre 10 y 20 gramos de glucosa puede parecer muy poco alimento, y realmente lo sería si usásemos ciertos carbohidratos refinados basados en azúcar, almidones y harinas (da igual que sean integrales o no). Con entre 15 y 40 gramos de pan, arroz, azúcar o pasta sobrepasaríamos fácilmente y de una sentada ese nivel. No sólo eso, sino que al ser alimentos de alto índice glucémico, su consumo provocaría que la

glucosa entrase rápidamente en el torrente sanguíneo, induciendo un incremento proporcional de los niveles de insulina, y ya hemos visto qué consecuencias tiene eso para el cuerpo y el tumor. Sin embargo, para asegurarnos esa cantidad de glucosa habría que consumir una cantidad estimable de verduras, setas o algas (los carbohidratos aconsejados). Algunas, como las coles, la lechuga, el apio, la espinaca o la berenjena aportan un máximo de 5g de carbohidrato y, por tanto, de glucosa, por cada 100 gramos de alimento. Pesad 100 gramos de espinaca y veréis que resulta un plato muy estimable. Hemos dicho que aunque no comiéramos hidratos de carbono en absoluto el cuerpo se las arreglaría para obtener la parte mínima de glucosa que necesita mediante la degradación de proteína y algo de grasa y que, por tanto, es mejor asegurarnos de que le proveemos esa pequeña porción nosotros. ¿Por qué? Por una parte, porque las proteínas son valiosísimos macronutrientes cuyo principal cometido es reponer las estructuras celulares y no servir como fuentes de energía. Por otra, porque al ingerir determinados carbohidratos permitidos, ingerimos también beneficiosas vitaminas, minerales y fitoquímicos que están demostrando un poderoso efecto antitumoral. Puede parecer que escribir acerca de esta dieta me convierte en un anti-hidratos, pero lo cierto es que sólo me convierte en anti-grano. Además, aconsejo encarecidamente que las verduras que se consuman procedan de cultivos ecológicos. ¿Por qué? Pues porque una de las propiedades más beneficiosas del consumo de verduras, los fitoquímicos con efectos ‘quimioterápicos’, presentan concentraciones mayores, hasta en varios órdenes de magnitud, en alimentos orgánicos (si habéis visitdo alguna tienda que venda esos productos veréis que no tienen ese aspecto simétrico, lustroso y rotundamente artificial de las frutas y verduras que acostumbramos a comprar en supermercados convencionales). Los suelos en que se cultivan los productos ecológicos son ricos en nutrientes, y eso implica que las plantas que crezcan en ellos también serán mucho más ricas en vitaminas, minerales y oligoelementos si los comparamos con el mismo peso de alimento no orgánico. Además, no se utilizan pesticidas para la protección de los cultivos orgánicos. De por sí este hecho ya es muy importante pero, además, hay que considerar que los fitoquímicos de las plantas no son sino intentos de éstas por segregar sus propios ‘pesticidas’ internos que ahuyenten a los parásitos y que una planta a la que se le aplican pesticidas externos no ‘necesita’ segregar los suyos propios y, como resultado, una planta cultivada por medios convencionales tiene una cantidad mucho menor de fitoquímicos que una cultivada por medios ecológicos. De esa manera, al consumir una cantidad equivalente de verduras orgánicas, obtenemos la misma cantidad de glucosa, pero niveles muchísimo mayores de elementos que nos proporcionarán una ayuda adicional en la pelea contra el cáncer. No se trata de cantidad, como siempre, sino de calidad y racionalidad a la hora de saber qué y cómo consumir. Sé que lo que aconsejo es más caro. Hemos llegado a un punto donde lo natural es más caro que lo ‘artificial’, pero si hay que invertir en salud mejor hacerlo con cabeza, racionando lo que se come pero usando alimentos de la mayor calidad. Respecto a las frutas: son concentrados de fructosa que no suelen ayudar a alcanzar la cetosis, al menos en los primeros estadios, así que hay que consumirlas con moderación y NUNCA en zumos. La única e importantísima excepción la constituye el zumo de limón, tal vez la fruta más potente y beneficiosa, con muy poca carga glucémica: tomar un par de limonadas diarias (el zumo de un limón en un vaso de agua) endulzadas con stevia pura, constituye una excelente práctica (sólo ese edulcorante está permitido, y sólo el puro, no las marcas comerciales de supermercados, porque no incrementa la glucemia: hablaremos en otros artículo de ella). Por tanto, como resumen de la primera recomendación de la dieta: Consumir verduras, setas y/o algas de cultivo ecológico de manera que el consumo diario total aporte entre los 10 y los 20 gramos de hidratos de carbono (el porcentaje de hidratos de carbono respecto al peso total de alimento variará de uno a otro). Consumir frutas con mucha moderación, preferentemente zumo de limón y frutas del bosque. Proteínas

Como hemos visto, las proteínas son los ladrillos del cuerpo, y constituyen el único macronutriente totalmente imprescindible (junto con un par de ácidos grasos). Si se consumen en exceso, el cuerpo carece de un sistema de almacenamiento (o ‘pool’) de aminoácidos (los componentes de las proteínas), de manera que todas las proteínas no usadas para reconstruir tejidos dañados se transformarán en glucosa. Si se consume una cantidad menor que la que necesita el cuerpo, se producirá un desgaste progresivo y una pérdida de masa muscular. Esa es la razón por la cual el cálculo de las proteínas necesarias es tan importante y debe hacerse de manera precisa. Hay estudios que confirman la importancia de mantener una ingesta adecuada de proteínas durante toda la vida con el fin de que no se produzca un desgaste progresivo de nuestros órganos, pero también existen estudios que sitúan a las proteínas en un ‘término medio’ como promotoras del cáncer, con los hidratos de carbono como ‘malvados’ de la película (la incidencia es proporcional a la cantidad consumida) y las grasas como ‘héroes’ (el incremento de consumo de grasa no guarda relación con un incremento en la tasa de cáncer). Las proteínas deben consumirse en su justa medida para aprovechar todas las ventajas de un cuerpo que se repone adecuadamente y evitar los inconvenientes de la glucosa añadida que acarrea su consumo excesivo. Más tarde veremos que lo difícil es conocer con precisión cuál es esa cantidad justa de proteínas que debe consumirse. Hace tiempo se creía que casi la mitad de todas las proteínas ingeridas, sin importar su cantidad, se transformaban en glucosa, algo contraintuitivo teniendo en cuenta la dificultad que la naturaleza tiene de sintetizar cada gramo de proteína y lo necesaria que resulta para reponer tejidos. Pero experimentos recientes han puesto en duda esa teoría y demuestran que el cuerpo intenta aprovechar al máximo con fines estructurales las proteínas ingeridas, y sólo las metaboliza a glucosa cuando el exceso le impide reponer la estructura de más tejidos. En otras dietas el cálculo se basa en las calorías consumidas, pero la realidad es que el factor clave lo marcan las necesidades precisas de proteínas para no incrementar los niveles de glucosa y, a la vez, permitir que se repongan adecuadamente las estructuras de los tejidos dañados. Tradicionalmente se han identificado las dietas cetogénicas con dietas hiperproteicas. Si bien es verdad que algunas dietas hiperproteicas, como la dieta Dukan, pueden ser cetogénicas y ésa es la razón por la cual producen una pérdida de grasa, no todas las dietas cetogénicas son hiperproteicas. De hecho, la dieta que proponemos aquí supone consumir incluso una menor cantidad absoluta de proteínas que con algunas dietas convencionales. La principal diferencia estriba en el consumo de carbohidratos (tanto en cantidad como en tipo), por lo que, para ser exactos, las dietas cetogénicas más útiles se definen como dietas muy bajas en hidratos de carbono o low-carb. El cálculo de las necesidades proteicas de cada individuo es el factor clave de la dieta y el más complicado de obtener, porque no se basa en el peso corporal total, sino en el peso magro, es decir, el total menos el peso de grasa. Para calcular las necesidades proteicas debemos, en primer lugar, calcular dicho peso magro y aplicar factores de corrección que dependerán del sexo, constitución y nivel de actividad física del enfermo. El proceso es un poco complejo, así que lo explicamos en el siguiente artículo, mediante un par de ejemplos concretos. ¿Qué fuentes de proteínas son las mejores? Como ya he comentado en un artículo dedicado a los ácidos grasos omega3, la mala fama de la carne tiene que ver, sobre todo, con la miserable crianza a la que se ven sometidas las reses, que provoca que la carne contenga intolerables niveles de antibióticos y hormonas, amén de un balance descompensado entre ácidos grasos omega 3 y omega 6. La solución: de nuevo, tal y como aconsejaba en el apartado dedicado a los hidratos de carbono, consumir carnes procedentes de crianzas ecológicas, sin apenas interferencias artificiales y con ganado que obtiene su comida en pastos abiertos: vacuno, cerdo, pavo, pollo, caza (jabalí o ciervo) son excelentes fuentes de proteínas mientras procedan de crianzas ecológicas. Respecto a los pescados existen problemas similares: algunos, como los salmones criados en piscifactorías, presentan deficientes balances de ácidos grasos omega 3 y 6, de manera que dejan de ser buenas fuentes de los saludables omega3.



   

Las tradicionales fuentes de omega 3 de pescados azules están, en niveles intolerables, envenenados con mercurio, y su consumo masivo no es aconsejable, sobre todo en especies grandes, que acumulan los niveles de los animales que cazan. La solución: acudir a pescados pequeños, fuentes humildes pero extraordinariamente interesantes como la sardina o, sobre todo, la caballa, uno de los más baratos y con mayores niveles de omega 3. O consumir pescado blanco y suplementar con aceite de pescado (algo que, de todas formas, como aconsejo en este artículo, deberíamos hacer siempre). Y consumir también marisco, crustáceos y moluscos, que son excelentes fuentes de proteínas. Los quesos grasos son fuentes de grasas saludables, pero también de proteínas de muy alto valor biológico. Y no podemos olvidarnos de uno de los más difamados: el huevo. Una fuente magnífica de proteínas que ha soportado el sambenito de incrementar el colesterol durante décadas, algo que es falso por partida doble: ni incrementa el colesterol que realmente es perjudicial, ni el colesterol es el villano que han intentado vendernos durante décadas, como comento en el anterior artículo de esta serie. Grasas Las grasas son la mejor fuente de energía metabólica, además de servir como señalizadores en importantes procesos bioquímicos o con fines estructurales para formar membranas celulares. Tradicionalmente han sido el villano de esta película lamentable en la que el mundo se encuentra inmerso desde hace decenios pero, al igual que sucede con cualquier otra de las incontables manipulaciones a las que nos someten los poderes corporativos o financieros (los verdaderos amos del mundo), ese hecho no se sostiene a la luz de los datos. Lo que es beneficioso nos ha sido vendido como perjudicial, y viceversa. Una realidad obscena, posible debido a que los psicópatas mandan en todas las capas del poder real y porque existe un lobby del hidrato de carbono, pero no un lobby de las grasas. La verdad es justamente la contraria: las grasas son potentes aliados de la salud, y sólo debemos evitar aquéllas que durante decenios han sido promovidas como saludables, mientras que grasas tradicionalmente adscritas por los gurús alimentarios a hábitos saludables no lo son en absoluto. ¿Qué grasas debo y no debo consumir? Debemos evitar: Grasas trans (artificiales), de productos como la margarina y la inmensa mayoría de productos industriales (galletas, galletitas, snacks, aperitivos, bollería y, en general, casi cualquier comestible que se venda en los pasillos centrales de un supermercado y que un antepasado de hace cientos de años no reconocería como comida) Grasas llenas de omega 6 proinflamatorio como el aceite de girasol. Evitar también consumir en exceso cierto tipo de frutos secos como las nueces. Podemos consumir: Grasas saturadas (presentes en alimentos proteicos como carnes, huevos, mantequilla o quesos grasos, así como en coco o aceite de coco) Grasas monoinsaturadas (en aceite de oliva, aguacates y ciertos frutos secos como nuez de Macadamia, avellana y almendra, recordando que los frutos secos tienen también carbohidratos y no hay que consumir más de 40 gramos al día) Grasas poliinsaturadas Omega 3 (en aceite de pescado, pescado, mariscos o algas) La cantidad de grasas, como ya hemos comentado, será el comodín que nos permitirá ajustar más o menos las calorías ingeridas, una vez sepamos la cantidad de hidratos de carbono y proteínas que debemos consumir y que (estos sí) deben calcularse con exactitud. En el siguiente artículo veremos un par de ejemplos para calcular las necesidades específicas de grasa diarias. Algunas dudas habituales respecto a la dieta cetogénica ¿Cuántas veces hay que comer al día? ¿Cómo repartir esas necesidades de macronutrientes? Los expertos nutricionales de los últimos tiempos aconsejan comer ‘poco y a menudo’. Me gustaría saber cómo habrían recibido nuestros antepasados paleolíticos, aquellos que forjaron nuestros genes modernos, ante semejante consejo, teniendo en cuenta que su comida habitual era, ‘a

menudo’, bastante reacia a dejarse cazar y saltar al plato. ‘A menudo’ nuestros antepasados comían cuando podían y se atracaban cuando su comida se dejaba atrapar. Lo cierto es que las recomendaciones de comer poco y a menudo proceden de una gastronomía basada en la glucosa: ante los picos de insulina y las subidas y bajadas de glucosa que una dieta basada en el grano provoca, la única manera de sortear este problema sin aconsejar otro tipo de dieta es comiendo ‘a menudo’ pequeños bocados, con el fin de que los niveles de glucosa permanezcan constantes. Es una tarea constante de alimentar una máquina basada en el combustible más perecedero en vez de en el más adecuado. Pero existe otra manera: hacer que el metabolismo pase a otro en ‘modo grasa’, de manera que exista un acceso directo constante a las reservas del panículo adiposo y la glucosa permanezca estable de manera natural. No hace falta, por tanto, comer tan a menudo una vez establecida la cetosis, puesto que el cuerpo no necesita un suministro externo constante de combustible: tiene todo el que necesita con las reservas grasas almacenadas a las que por fin tiene acceso, y podemos recuperar las tres comidas al día (el desayuno-comida-cena de toda la vida), o bien saltarnos alguna o retrasarla si aún no tenemos hambre. El picoteo, destinado a paliar la hipoglucemia leve ocasional, se termina cuando el cuerpo tiene acceso directo, una vez los niveles de insulina descienden drásticamente durante la cetosis, a otro combustible más eficiente. ¿Pasaré mucha hambre? ¿Disminuirá ésta en algún momento? Durante los primeros días de la dieta el cerebro pide a gritos su ‘chute’ de glucosa, pero lo va obteniendo de las reservas de glucógeno en músculos e hígado. Una vez pasados dos o tres días, cuando la droga deja de fluir y el cerebro protesta, el cuerpo trata de acomodar todo su metabolismo a la nueva situación. Hasta que eso sucede del todo, y mientras el cuerpo comienza a quemar cada vez mayor cantidad de grasa, se puede pasar hambre, asociada sobre todo a la restricción calórica. Pero conforme pasan los días suceden varias cosas: el cuerpo termina por pasar enteramente el ‘modo grasa’ y el acceso al panículo adiposo, con sus grandes reservas, hace que el organismo pueda obtener energía de manera interna sin necesitar tan perentoriamente el suministro constante del combustible externo. Una vez pasadas dos o tres semanas, casi todos los que ayunan o siguen dietas muy estrictas relatan que el hambre disminuye extraordinariamente o desaparece, incluso consumiendo una cantidad significativamente menor de calorías que antes. Si a eso añadimos que la dieta cetogénica imita al ayuno pero proporciona, evidentemente, nutrientes externos para paliar el desgaste estructural, y que el metabolismo basal desciende conforme quemamos grasa, llega un momento en que las calorías consumidas se igualarán a las metabolizadas y el hambre desaparecerá. Tal vez haya que lidiar más penosamente con el ‘hambre psicológica’, esa sensación aprendida de que hay que comer cada cierto tiempo y con el deber de evitar las tentaciones suculentas que en el pasado consumíamos sin contemplaciones y que nos atacarán a la vista sin piedad. Mientras que el hambre física cesa con el tiempo, el hambre psicológica y las tentaciones visuales sólo pueden ser afrontadas con fuerza de voluntad. ¿Sobrecarga el riñón o el hígado? ¿Produce piedras? Este tipo de mitos son los que tienden a enfadarme más. Mientras que nadie parece comprender el peligro de las dietas occidentales o incluso de la típica dieta ‘ideal’ aconsejada por expertos, cuyo impacto en la salud parece más que evidente a la luz de las estadísticas y de la epidemiología, cada nueva dieta es usada por los medios de comunicación como un medio de infundir temor a la población y que permanezca en el redil nutricional de toda la vida. ‘La dieta asesina’, he llegado a leer en uno de tantos blogs que atacan la dieta cetogénica como si fuera obra del diablo. Sobrecarga el hígado. Produce piedras. No existe un solo estudio serio que demuestre que la dieta cetogénica perjudica seriamente el organismo.

Sólo hay estudios que demuestran que tiende a elevar el nivel de colesterol pero, como ya expliqué en un artículo anterior, la realidad es más compleja y los niveles sanguíneos que realmente importan y muestran el estado general de salud sí mejoran ostensiblemente. Una persona con insuficiencia renal o hepática puede tener ciertos problemas al metabolizar las proteínas, pero eso sucederá en cualquier dieta y no habrá sido producida por ésta, sino que será una condición previa de quien la adopte. Tampoco se ha demostrado que exista relación entre la dieta cetogénica y una mayor incidencia de piedras en el riñón, sobre todo teniendo en cuenta que la cantidad de proteínas que propondremos en esta serie de artículos es similar a la que se consume con una dieta convencional. ¿Hay que beber más durante la dieta? ¿Es cierto que una gran parte del peso que se pierde puede ser de agua? Sí. Eso es cierto. La dieta induce un incremento en la excreción de líquidos, pero se soluciona de forma tan sencilla como bebiendo más agua. El cuerpo nos avisará con ese proceso tan antiguo llamado sed y no hay demasiado riesgo de que nos deshidratemos. La reflexión que me hago es que esa pérdida de líquidos puede tomarse como una oportunidad para que los riñones efectúen de manera más frecuente y eficiente su labor como eliminadores de impurezas a través de la orina: anula la retención de líquidos y de productos metabólicos de desecho, permitiendo que se drenen y expulsen del organismo. Tal vez ese hecho no signifique que se pierda demasiado líquido, sino que estamos acostumbrados a retener demasiado. Tal vez, como tantas otras veces, lo que nos parece habitual resulta no ser ni lo natural ni lo más aconsejable. ¿Puede aplicarse la dieta a la vez que los tratamientos convencionales? Estudios con ratones, y algunos casos reales con humanos arrojan buenos resultados y confirman las sospechas de que la dieta cetogénica incrementa la toxicidad de la quimio y la radioterapia en las células tumorales y retrasa la aparición de recidivas, sobre todo cuando se establece una fuerte reducción calórica que imite al máximo los efectos del ayuno. Thomas Seyfried recomienda una dieta que no sobrepase las 600 calorías durante el tiempo de aplicación de la quimio. Eso induce un shock extremo en el tumor que lo hará más vulnerable al tratamiento convencional. Es evidente que no todo el mundo puede soportar un régimen tan estricto. En este blog yo no puedo aconsejar una medida que nadie sabe con certeza si va a surtir efecto, pero sí puedo aconsejar que se siga una dieta cetogénica aunque la restricción calórica no sea tan extrema y el aporte calórico total sea superior. En el siguiente artículo propondré valores de restricción bastante llevaderos, que darán como resultado unas calorías diarias bastante más bajas que las medias de consumo actuales, pero suficientemente altas como para asegurar una correcta provisión de macro y micronutrientes y que la dieta pueda seguirse sin problemas a largo plazo. ¿Y qué pasa con la caquexia en algunos estadios de la enfermedad? ¿Cómo puede aplicarse esta dieta con tan pocas calorías? Algunas personas pueden pensar que no tiene sentido ‘hacer dieta’ cuando la enfermedad provoca una caquexia de mayor o menor severidad. Que el paciente debe ‘comer’ lo suficiente. Es lo que los médicos siguen aconsejando la mayoría de las veces a los enfermos: la misma dieta occidental ‘ideal’ que nos ha traído hasta aquí, rebosante de hidratos de carbono y grano, cegados aún por la incapacidad de hacer cosas diferentes, hasta finalizar con inyecciones intravenosas de glucosa que no son sino una forma, supongo que involuntaria, de eutanasia. Lo único que consigue la dieta occidental es introducir en el torrente sanguíneo una glucosa que va directamente al tumor y no al cuerpo sano, ayudada por los altos niveles de insulina. Y eso sucederá sin importar las calorías que se ingieran. De hecho, a mayor cantidad de calorías procedentes de esa dieta, mayor probabilidad de que el tumor siga expandiéndose. Si, por el contrario, comemos de manera que el cuerpo aproveche las reservas de grasas o las grasas consumidas, estaremos nutriendo el organismo sano (repito de nuevo que éste es capaz de usar los cuerpos cetónicos y los ácidos grasos como combustible, algo de lo que no son capaces las

células tumorales), de manera que sí tendrá oportunidad de usar los nutrientes pero el tumor no lo tendrá tan sencillo para continuar con su festín. Y esto sucederá a pesar de que la cantidad de calorías ingeridas sean sustancialmente menores que con una dieta convencional. La cantidad no es el factor determinante, sino la calidad, sobre todo en un cuerpo enflaquecido que no necesita un aporte calórico excesivo. En el siguiente post presentaré por fin un par de ejemplos de aplicación práctica de la dieta, y usaré los conceptos presentados en el presente artículo para comenzar a planificar menús específicos e individualizados.

Dieta cetogénica contra el cáncer (VII): Ejemplos de aplicación práctica paso a paso Vamos a explicar, por fin, el mecanismo para planificar una dieta cetogénica específica, en función de las características individuales. Hay que tener en cuenta también el listado básico de alimentos permitidos y desaconsejados que escribí en el artículo anterior de esta serie dedicada a la dieta cetogénica. Intentaré publicar en el futuro una lista más extensa con todos los alimentos permitidos así como sus valores nutricionales. Un importante recordatorio La dieta cetogénica que propondremos aquí va específicamente dirigida a enfermos de cáncer, con el objetivo de mantener bajos sus niveles de glucosa y elevar los de cuerpos cetónicos, un saludable estado que he justificado en el resto de artículos de esta serie. No obstante, puede ser una excelente medida si simplemente se utiliza para adelgazar con salud. La lista de enfermedades que, se sospecha, la dieta cetogénica puede evitar, tratar en cierta medida o cuyos síntomas puede paliar, se hace cada día más extensa. Quien quiera usar la dieta únicamente para adelgazar, debe recordar que no tiene porqué ser tan estricto con las cantidades que calcule ni aplicar tanta restricción calórica: la vida es demasiado corta para permanecer atado a una calculadora cada vez que uno quiera comer. Los enfermos de cáncer son otro cantar: esta es una medida terapéutica, y como tal debe ser tomada. Datos previos que hay que conocer Cada enfermo debe conocer, previamente al cálculo, 6 datos. Cinco de ellos son comunes a ambos sexos, y uno de ellos cambiará según se trate de un hombre o de una mujer. El primero es el factor de actividad, que depende del nivel de actividad física de una persona. Los valores aparecen consignados en la tabla 1. En función de cuál sea la actividad física de quien vaya a seguir la dieta, debe elegirse un factor u otro. Ante la duda entre dos posibles valores, mejor elegir el más bajo, porque se ha demostrado que, generalmente, las personas tienden a sobrestimar su nivel de actividad. Tabla 1: factores de actividad

Factor Actividad

Tipo de actividad

1.2

Sedentario(Escaso o nulo ejercicio + trabajo sedentario)

1.3-1.4

Ligeramente activo(Poca actividad diaria y ejercicio ligero 1-3 veces por semana, como ir a trabajar o hacer la compra)

1.5-1.6

Moderadamente activo(Vida diaria moderadamente activa y ejercicio moderado 3-5 veces por semana)

1.7-1.8

Bastante activo(Estilo de vida físicamente exigente y ejercicio o deportes intensos 6-7 días por semana)

1.9-2.0

Extremadamente activo(Ejercicio intenso a diario y trabajo físico)

El segundo es la edad. ACTUALIZACIÓN del día 27/07/2015 Conforme aprendo me doy cuenta del papel fundamental de las proteínas en el cáncer, no sólo porque el exceso de proteína se convierte en glucosa sino porque el tumor necesita aminoácidos para la síntesis de nuevas células. Por eso me he dado cuenta de que es necesario no sólo restringir las proteínas, sino ingerir los alimentos con un balance más adecuado de aminoácidos y que aporten la mayor densidad nutricional. En general, creo que las pruebas indican que es adecuado comer entre 30 y 70 g de proteína al día, con esos 70g como tope en enfermos excepcionalmente corpulentos: un máximo de 0.8 gramos por kilo de peso magro. Eso implica poder ingerir algo más de hidratos de carbono en forma de vegetales (hasta los 30 gramos al día) y/o de grasas. Además, hay que intentar ingerir en menor cantidad la carne del músculo y sustituirla por dos tipos de alimentos – Órganos internos, sobre todo hígado, pero también corazón, riñones o sesos – Partes gelatinosas y cartilaginosas: caldo de huesos, gelatina, piel, etc De esa manera restringiremos la metionina y aportaremos más glicina, un balance de extraordinaria importancia. En el futuro ampliaré esta nueva información para explicar con mayor profundidad estos cambios. Ten en cuenta este añadido para los cálculos de la dieta que explico más abajo. Las 4 siguientes son medidas antropométricas sencillas de obtener con una báscula y un metro. Insertamos una tabla con valores que vamos a utilizar más adelante: proporción de grasa por sexo según valores de obesidad. Tabla 2: valores de referencia de porcentajes de grasa corporal según el sexo y el grado de obesidad

Mujeres

Hombres

Grasa esencial

10–13%

2–5%

Deportistas

14–20%

6–13%

En Forma

21–24%

14–17%

Valor normal

25–31%

18–24%

Obesidad

      

más de 32%

más de 25%

Resumen de datos que se deben conocer para el cálculo de la dieta Factor de actividad física Edad en años Talla en cm Peso en kg Circunferencia de la cintura a la altura del ombligo (no de la parte más estrecha), en cm Además, si es mujer: Circunferencia de las caderas por la parte más ancha, en cm. Y si es hombre: Circunferencia de la muñeca de la mano dominante, justo donde articula mano y antebrazo, en cm. Vamos a seguir los pasos necesarios para el cálculo de las necesidades mediante un par de ejemplos, uno por sexo. Recordad, tal y como consignamos en el anterior artículo, que la cantidad de hidratos de carbono que deben consumirse debe ser casi constante, entre 10 y 20 gramos al día, siendo dichos hidratos exclusivamente verduras, setas, algas, especias, zumo de limón o frutas del bosque, todas ellas, preferiblemente, de cultivo ecológico. Recurso externo que aconsejo utilizar Para el cálculo de las proteínas diarias hay que conocer, en primer lugar, el porcentaje de grasa corporal. Hay diferentes métodos empíricos que pueden usarse, empleando aparatos de medición o mediante tablas al efecto, pero en todos ellos se requiere o bien material de apoyo, que puede no ser sencillo de adquirir, o bien el uso de tablas en una serie de pasos intermedios que pueden ser un poco liosas de aplicar y de usar en este blog. Por todo ello he decidido emplear un recurso externo de apoyo, en concreto una web llamada Calcuworld, que permite realizar online cálculos de todo tipo. Uno de dichos cálculos es el relativo a las necesidades proteicas que establece la dieta de la zona. La dieta de la zona es una popular dieta creada por el bioquímico Barry Sears, que propone un reparto de macronutrientes muy preciso que, según él, optimiza el rendimiento físico y permite adelgazar con salud. De entre todas las dietas no cetogénicas es la que me merece mayor respeto y, aunque el consumo de carbohidratos que propone resulta excesivo para los efectos que aquí perseguimos (la cetosis como arma terapéutica), sí permite realizar un cálculo bastante preciso de las necesidades proteicas, que son la base de toda dieta que persiga optimizar la salud. Hay que recordar que, como dijimos en el artículo anterior de esta serie, las necesidades de proteínas son la base de la dieta y son las que son, independientemente de la dieta que se siga. El cuerpo necesita reponer su deterioro estructural y esas necesidades son específicas de la cantidad de masa magra y permanecen bastante constantes en el tiempo. En los libros que el Dr.Sears ha escrito al respecto de dicha dieta, existen apéndices al final donde se explica la manera de calcular las necesidades proteicas usando tablas empíricas realizadas al efecto. Lo explico por si alguien desea conocer el método exacto de cálculo de dichas necesidades en vez de usar el método mucho más rápido y sencillo, pero menos explicativo, que aquí propondré. El enlace para el cálculo es éste http://calcuworld.com/nutrition-calculators/diet-zone-calculator/ y más adelante explicaremos cómo usarlo NOTA: si alguien accede a dicho vínculo y ve que ha sido eliminado o ya no funciona, le agradecería que me avisara para proponer otro. En los ejemplos que insertaré a continuación, basta con que cada paciente aplique sus propias medidas para obtener sus necesidades individuales. Importante: hago un cálculo para que el enfermo no adelgace más allá de su peso ideal. En otras calculadoras de dietas proponen un nivel de calorías muy bajo que provoca adelgazamiento más rápido, pero que puede ser excesivo si se prolonga. Con las calorías que propongo el enfermo alcanzará un peso adecuado pero no adelgazará por debajo de él y mantendrá al tiempo un nivel adecuado de cetosis

           o o o o  o o o

En el primer ejemplo se supone que el enfermo es una mujer, y en el segundo se supone que será un hombre. Ejemplo 1 – Mujer Factor de actividad = 1.3 Edad = 55 años Contorno de caderas = 103 cm Contorno de cintura = 76 cm Altura = 165 cm Peso = 71 Kg 1. Cálculo del porcentaje de grasa corporal y de la masa magra Acudimos al enlace de la web de calcuworld: http://calcuworld.com/nutrition-calculators/diet-zonecalculator/ Vamos a rellenar tan sólo los campos del primer bloque. Los últimos son específicos de la dieta de la zona y no los necesitaremos. En el primer bloque nos preguntan el género (Gender) y hay dos botones (Man) para hombre y (Woman) para mujer. Pulsamos el botón (Woman) Hay que rellenar la información de los 4 campos que se muestran en el bloque que aparece inmediatamente debajo: Height (altura) en centímetros = 165 Weight (peso) en kilos = 71 Outline hips (contorno de caderas) en centímetros = 103 Outline waist (contorno de cintura) en centímetros = 76 Pulsamos el botón (Calculate) y, en el bloque inferior, nos aparecerán automáticamente los datos que buscamos Percentage of body fat (porcentaje de grasa corporal) = 30% Body fat (masa de grasa) = 21 kg Lean body mass (masa magra) = 50 kg 2. Cálculo de las necesidades de proteínas Multiplicamos la masa magra recién calculada por el factor de actividad considerado, es decir: G de proteínas diarios = Masa magra x factor de actividad = 50 x 1.3 = 64 Por tanto, sus necesidades de proteínas serán de 64 gramos al día. 3. Cálculo de su tasa metabólica actual, necesidades diarias de calorías antes de la dieta Usamos la ecuación de Mifflinn St. Jeor para mujeres factor de actividad x (10 x peso + 6.25 x altura – 5 x edad – 161 ) 1.3 x (10 x 71 + 6.25 x 165 – 5 x 55 -161) = 1696 Redondeamos y consideramos que sus necesidades actuales son, aproximadamente, de 1700 calorías al día. 4. Cálculo de su peso ideal. Usamos la misma ecuación de antes, pero usando su peso ideal, que sería el que alcanzaría si su porcentaje de grasa fuera el ideal. Acudimos a la tabla 2, insertada más arriba y vemos que dicho porcentaje es de un 21%. Vamos a forzar un poco más, hasta el 20% Calculemos primero cuál deberá ser su peso ideal %grasa ideal = 20% Peso ideal =100 x Masa magra / (100 – %grasa ideal) = 1000 x 50 / (100 – 20) = 62 kilos (redondeamos a la baja) 5. Cálculo de las necesidades máximas de calorías para alcanzar su peso ideal. Usamos de nuevo la misma ecuación de Mifflin St. Jeor del punto 3, pero usando el peso ideal para calcular las calorías que se consumen con ese porcentaje de grasa corporal: factor de actividad x (10 x peso + 6.25 x altura – 5 x edad – 161 ) 1.3 x (10 x 62 + 6.25 x 165 – 5 x 55 -161) = 1580 Redondeando a la baja, aproximadamente 1500 calorías al día.

     

           o o o  o

La restricción calórica que aplicar será de (1700 – 1500)x100 / 1700 = aproximadamente un 12% Una restricción asumible aunque se aplique de golpe. Si al calcular la restricción calórica obtienes un número mayor de 15%, debes aplicar una restricción escalonada, por pasos. 6. Cálculo de las necesidades máximas de grasas para aplicar esa restricción calórica. Queremos mantener la masa magra y consumir sólo grasas, hasta alcanzar el nivel de grasa ideal consignado anteriormente. En un gramo de proteína o de hidrato hay 4 kcal. En un gramo de grasas hay 9 kcal. Sabemos que hay que consumir una cantidad constante, siempre, de entre 10 y 20 gramos de HC al día (pongamos 15 a efectos de cálculo), y hemos calculado que las necesidades de proteínas son de 65 gramos al día. Calorías = 4 x (gr de proteína + gr de hidratos) + 9 x gr de grasa Por tanto gr de grasa = (Calorías – 4*( gr de proteína + gr de hidratos)) / 9 = (1500 – 4*(65 + 15))/9 = aproximadamente 130 gr diarios 7. Calendario de etapas y necesidades de macronutrientes de cada una Etapa 1: dos días de ayuno (sólo agua) para agotar las reservas de glucógeno. (si no te sientes capaz de pasar dos días sin comer o tu estado físico no te lo permite, no te preocupes, pasa directamente a la etapa 2) Etapa 2: dos semanas durante las cuales el cuerpo pierde más masa muscular, por eso hay que consumir más proteína, un 20% más de lo calculado. Gr de proteína durante esta etapa = 1.2 x 65 = 78 > aproximadamente 80 gramos al día Etapa 3: A partir de la tercera semana, ya en cetosis, los valores ya calculados con anterioridad y resumidos a continuación Resumen final de necesidades de macronutrientes al día a partir de la etapa 3, para el ejemplo 1: Hidratos de carbono (constante) = 10-20 gramos al día Proteínas (constante) = 65 gramos al día Grasas (valor máximo para mantener esa restricción calórica)= 130 gramos al día. Estas medidas son orientativas para lograr una restricción calórica, pero si tenemos que pasarnos en algún macronutriente que sea en éste. Abajo del todo, en este mismo artículo, inserto un ejemplo de planificación de un menú diario. Ejemplo 2 – Hombre Factor de actividad = 1.4 Edad = 50 años Circunferencia muñeca = 20 cm Circunferencia cintura = 115 cm Talla = 185 cm Peso = 103 kg 1. Cálculo del porcentaje de grasa corporal y de la masa magra Acudimos al enlace de la web de calcuworld http://calcuworld.com/nutrition-calculators/diet-zonecalculator/ Vamos a rellenar tan sólo los campos del primer bloque. Los últimos son específicos de la dieta de la zona y no los necesitaremos. En el primer bloque nos preguntan el género (Gender) y hay dos botones (Man) para hombre y (Woman) para mujer. Pulsamos el botón (Man) Hay que rellenar la información de los 3 campos que se muestran en el bloque que aparece inmediatamente debajo: Weight (peso) en kilos = 71 Outline waist (contorno de cintura) en centímetros = 76 Outline edge (contorno de muñeca) en centímetros = 20 Pulsamos el botón (Calculate) y, en el bloque inferior, nos aparecerán automáticamente los datos que buscamos: Percentage of body fat (porcentaje de grasa corporal) = 32%

o o

       



Body fat (masa de grasa) = 33 kg Lean body mass (masa magra) = 70 kg 2. Cálculo de las necesidades de proteínas Al igual que en el ejemplo anterior, usamos la ecuación siguiente: factor de actividad x masa magra = 1.4 x 70 = 98 gramos al día 3. Cálculo de su tasa metabólica actual, necesidades diarias de calorías antes de la dieta Usamos la ecuación de Mifflinn St. Jeor para hombres factor de actividad x (10 x peso + 6.25 x altura – 5 x edad + 5) = 1.4 x (10 x 103 + 6.25 x 185 – 5 x 50 + 5) = 2717 Redondeando, aproximadamente 2700 calorías al día 4. Cálculo de su peso ideal. Según la tabla2, su porcentaje de grasa ideal es del 14% %grasa ideal = 14% Peso ideal =100 x Mm / (100 – %grasa ideal) = 7000 / (100 – 14) = 81 kilos 5. Cálculo de las necesidades máximas de calorías cuando alcance su peso ideal. Usamos de nuevo la misma ecuación de Mifflin St.Jeor del punto 3, pero usando el peso ideal, para calcular las calorías que se consumen con ese porcentaje de grasa corporal ideal: factor de actividad x (10 x peso + 6.25 x altura – 5 x edad + 5) = 1.4 x (10 x 81 + 6.25 x 185 – 5 x 50 + 5) = 2409 Redondeando a la baja, aproximadamente 2400 calorías al día La restricción calórica será de (2700 – 2400) x 100 / 2700 = 11% 6. Cálculo de las necesidades máximas de grasas para aplicar una restricción calórica. gr de grasa = (Calorías ideales – 4*( gr de proteína + gr de hidratos)) / 9 = (2400 – 4*(98+15))/9 = 216 gr de grasas al día 7. Calendario de etapas y necesidades de macronutrientes de cada una Etapa 1: dos días de ayuno (sólo agua) para agotar las reservas de glucógeno. (si no te sientes capaz de pasar dos días sin comer o tu estado físico no te lo permite, no te preocupes, pasa directamente a la etapa 2) Etapa 2: dos semanas durante las cuales el cuerpo pierde masa muscular. Por eso hay que consumir más proteína, un 20% más de lo calculado. Gr de proteína durante esta etapa = 1.2 x 98 = 117 gramos al día >Etapa 3: A partir de la tercera semana, ya en cetosis, los valores calculados con anterioridad y resumidos a continuación Resumen final de necesidades de macronutrientes al día a partir de la etapa 3, para el ejemplo 2: Hidratos de carbono (constante) = 10-20 gramos al día Proteínas (constante) = 98 gramos al día Grasas (valor para mantener esa restricción calórica)= 216 gramos al día, recordando que es un valor orientativo ¡Recuerda! Las necesidades de proteínas e hidratos de carbono que vamos a proponer son un dato bastante ajustado que debe medirse con cierta exactitud y, desde luego, no sobrepasarse por exceso. Ante la duda mejor quedarse cortos. Las necesidades de grasa representan una cifra orientativa que representa un máximo. Cuanta más grasa se consuma menos se perderá del panículo adiposo. A efectos estéticos es diferente la cantidad de grasa se consuma, claro está, pero a efectos bioquímicos no tanto. No obstante, cuantas menos calorías ingiramos, más fácilmente llegaremos a la cetosis. Por tanto, el valor de grasas es orientativo y representa el tope máximo. Propongo un total de calorías más alto que otras dietas de adelgazamiento rápido, porque de eta manera podemos comer con ese nivel de calorías sin preocuparnos de adelgazar en exceso, aunque siempre consumiremos menos que el ideal de calorías calculado Ejemplo de menú diario Vamos a usar los datos del ejemplo 1, pero la manera de preparar los menús es equivalente y sólo cambiarían las cantidades.

  

  

      

Sólo pretendo que te hagas una idea de qué habría que comer para cumplir con las exigencias de macronutrientes en la tercera etapa. Las combinaciones de platos y menús son, literalmente, infinitas. Es necesario conocer, en primer lugar, los valores nutricionales de macronutrientes de cada alimento (porcentajes de proteínas, hidratos de carbono y grasas que aporta cada 100gr de alimento). Existen multitud de recursos en internet que aportan dicha información introduciendo en el buscador términos como ‘valores nutricionales de…’, pero intentaré, en el futuro, sistematizar esa información y ofrecerla en un artículo o un enlace permanente. Desayuno – Dos huevos ecológicos revueltos con una loncha de jamón ibérico y un buen chorro de aceite de oliva. – El zumo de un limón ecológico en un vaso de agua con 4 gotas de stevia. – Dos cucharadas de aceite de pescado Hidratos de carbono – 4 g Proteínas – 15 gr Grasas – aproximadamente 40 gr Comida – 80 gr de Carne de ternera ecológica, guisada con abundante salsa, con 80gr de boletus y 50 gr de queso azul fundido – 1 yogur natural, a ser posible casero, con stevia Hidratos de carbono – 6 g Proteínas – 25 gr Grasas – aproximadamente 40 gr Cena – 100 gramos de salmón salvaje con 50 gramos de ensalada variada y abundante aceite de oliva. – El zumo de un limón ecológico en un vaso de agua con 4 gotas de stevia. – Dos cucharadas de aceite de pescado Hidratos de carbono – 5 g Proteínas – 25 gr Grasas – aproximadamente 40 gr TOTAL DEL DÍA: Hidratos de carbono – 15 g Proteínas – 65 gr Grasas – aproximadamente 120 gr Unas 1400 calorías Vemos que para las grasas no hemos cumplido las recomendaciones máximas del ejemplo 1 y nos hemos quedado cortos, pero hay que recordar que los valores de calorías y de grasas son máximos, y que sí debemos respetar con precisión los valores de hidratos y proteínas. ¿Qué hacer a partir de ahora? Hacer mediciones sanguíneas diarias y apuntar los resultados. El cometido de la dieta es producir un cambio metabólico. Como en toda terapia, debemos ser capaces de poder conocer si nuestros esfuerzos van bien encaminados. Para ello, nada mejor que medir los niveles de glucosa y cuerpos cetónicos. Tal y como consigné en el artículo de esta serie dedicado a los niveles sanguíneos deseados, el cometido es elaborar un gráfico donde se vea la evolución: la bajada de glucosa y la subida de cuerpos cetónicos. Para ese fin, hay que usar un medidor electrónico de glucosa y cuerpos cetónicos similar al que están acostumbrados a emplear los diabéticos: un pinchazo en un dedo, una o dos veces al día (siempre a las mismas horas), un par de medidores aplicados a la gotas de sangre, y anotamos los valores obtenidos para formar, con el tiempo, un gráfico que puede ser similar al ideal que Thomas Seyfried muestra.

   

Niveles de glucosa y cuerpos cetónicos en dieta cetogénica contra el cáncer Dicho gráfico estándar puede estar lejos de verse como el que el doctor Thomas Seyfried muestra en su libro. Seguramente presentará subidas y bajadas puntuales, pero lo importante es que muestre tendencias globales de bajada de glucosa y subida de cetonas conforme pasen los días de dieta cetogénica, de manera que estemos en la zona de la derecha de ese gráfico, donde el cáncer pasa a ser manejable o, al menos, más manejable. También es posible que no puedan alcanzarse niveles de glucosa tan bajos como los que Seyfried recomienda (55-65 mg/dl). Algunas personas no bajarán de los 72 mg/dl o incluso de los 80 mg/dl, pero lo más importante es, repito, la tendencia global que se observe, la subida de cetonas y que la insulina vaya descendiendo con el tiempo. El nivel de insulina es crítico, y puede descender hasta casi los 7-10 microU/ml. Por eso es importante hacerse análisis sanguíneos adicionales para comprobar esos niveles de insulina que no podemos medir de forma casera (no todos los días, claro está, tal vez una vez a la semana, cada dos semanas o cada mes), con el fin de comprobar que esa hormona se mantiene a raya. Planificar menús Teniendo en cuenta el listado básico de alimentos aconsejados que he consignado en el artículo anterior, cada uno debe, a partir de ahora, ir elaborando platos de su gusto con esos alimentos. El proceso es sencillo: Buscar el valor nutricional por 100 gramos de cada alimento que va a usarse en cada plato. Usar la cantidad correcta en combinación para que los tres platos del día más los postres elegidos no sobrepasen los valores de hidratos de carbono y proteínas diarias calculados. En el caso de las proteínas es conveniente ser bastante precisos. En el caso de los hidratos de carbono hay un margen entre los 10 y los 20 gramos. De todas formas, en caso de duda, mejor por defecto que por exceso. Ingerir grasas para dar sabor y gusto, intentando no obsesionarse con la cantidad (es complicado medir de manera exacta la grasa que se consume), pero estando seguros de no sobrepasar los valores máximos e grasa calculados previamente, con el fin de provocar un restricción calórica. Suplementar No podemos confiar tan sólo en la bala mágica de la dieta. Aun siendo un recurso potente, hay que atacar al enemigo desde todos los ángulos posibles, con todas las estrategias no tóxicas que estén a nuestra disposición. En un artículo anterior proponía un tratamiento global que abarcase todos los posibles resquicios bioquímicos por los que el tumor pudiera escaparse. Mi intención es dedicar, en el futuro, artículos específicos a cada una de esas medidas adicionales, intentando proponer posologías y dosificaciones. Mientras tanto, vamos a establecer un orden de

 

          

prioridades entre dichas propuestas, porque no quiero decir que deban aplicarse necesariamente todas las medidas o en todos los casos. Esa decisión dependerá de la gravedad de la situación del enfermo y de su acceso a dichos suplementos y medicamentos en función del grupo de médicos que le traten, de las facilidades de la zona geográfica donde habite, así como de sus recursos económicos. Es evidente que la Cloroquina y el Plerixafor son medicamentos que sólo pueden ser prescritos por médicos de mente abierta y valentía, algo que ocurrirá en muy contadas ocasiones. El DCA también es un medicamento, pero puede ser conseguido por el enfermo sin receta médica, usando medios legales y puede ser consumido con conocimiento de causa y sentido de la responsabilidad. De entre los suplementos restantes podemos establecer tres clasificaciones: un grupo que considero imprescindible, otro que considero de gran importancia y otros que pueden ser valiosos. .Imprescindibles: Resveratrol, para bloquear en cierta medida la glucólisis e impedir hasta cierto punto que el tumor fermente la poca glucosa que le quede disponible tras la dieta cetogénica. Extracto de té verde, para bloquear en cierta medida la glutaminólisis, e impedir el tumor fermente el otro combustible que el puede metabolizar (de manera secundaria a la glucólisis, pero que hay que tener también en cuenta) .Muy necesarios Aceite de pescado. Ver esta entrada con mi justificación Vitamima D3 Melatonina .Importantes Cúrcuma liposomada Calcio, magnesio y zinc Vitamina K3 .Otros Coenzima Q10 Boswellia Quercetina Extracto de coriolus versicolor …y un amplio etcétera…