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Nadie en Casa De la creencia a la claridad Las doctrinas, procesos y senderos progresivos que buscan la iluminación s

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Nadie en Casa

De la creencia a la claridad

Las doctrinas, procesos y senderos progresivos que buscan la iluminación sólo exacerban el problema que pretenden solucionar, al reforzar la idea de que el yo puede encontrar algo que supuestamente había perdido. Es ese mismo esfuerzo, esa misma inversión en auto-identidad es la que recrea continuamente la ilusión de estar separado de la unidad. Este es el velo en cuya existencia creemos. Es el sueño de la individualidad. Tony Parsons.

El mensaje básico de la mayoría de las religiones es que hay algo que va mal en el mundo y en las personas que viven en él. Algunos pretenden saber lo que está mal y qué hacer al respecto. El problema de seguir un camino espiritual es que puede darnos la impresión de que «aún no hemos llegado». Se nos dice que debemos seguir cierto sendero para alcanzar la salvación prometida. La cumbre de la montaña parece muy lejana, y se espera que nos esforcemos y trabajemos duro por alcanzarlas. El problema de los mapas y planos del terreno es que sugieren que tenemos que seguir una ruta específica. Frecuentemente, el problema de las organizaciones espirituales es que sugieren que estamos muy lejos de nuestro objetivo, que ellas nos van a facilitar las reglas para poder llegar allí, y que son las únicas que conocen el camino secreto que conduce a la cima.

Capítulo 7 Una nueva perspectiva Detén toda demora, toda búsqueda y esfuerzo. Abandona tus conceptos, ideas y creencias. Quédate inmóvil un momento y encuéntrate directamente con el núcleo silencioso y desconocido de tu ser. En ese instante, la libertad te abrazará y revelará el Despertar que eres. Adyashanti

LA CANCIÓN DE AMOR DE LA OLA HACIAEL OCÉANO Si yo soy «todo lo que es», entonces soy todas las cosas y estoy por todas partes’. CHUCK HILLIG Aunque veamos nuestra verdadera naturaleza, podemos seguir pensando que se requiere una atención especial para ser conscientes de ella en nuestra actividad cotidiana. Como dijimos antes, el descubrimiento de nuestra Transparencia puede ocurrir en un segundo, pero vivir desde ella diariamente puede requerir una atención repetida: no tanto para descubrir algo nuevo como para desenmascarar los hábitos mentales y emocionales que parecen encubrir esta Transparencia. Al igual que un sistema informático bloqueado por viejos programas y datos irrelevantes, nuestro sistema nervioso está obturado por todos los sistemas de creencias que hemos ido construyendo capa tras capa. Todas estas construcciones mentales recubren la Transparencia subyacente que en realidad no ha desaparecido nunca. De algún modo, esto suena aún como si fuéramos a alcanzar un estado superior en algún momento futuro. ¿Qué pasaría si reconociéramos la conciencia desnuda dentro del momento presente? Ahora mismo, mientras leemos estas palabras. ¿Cómo se desplegaría la vida si dejáramos que esto fuera el trasfondo de todo cuanto existe?

Si suponemos que el momento presente es infinito, si imaginamos que cualquier cosa que podemos experimentar con nuestra mente y sentidos sólo es una parte limitada de quienes somos, ¿cómo influye esto en nuestra manera de mirar el mundo? ¿Qué pasaría si todo esto no fuera algo imaginario, sino real? ¿Cómo influiría en nuestro sentido de identidad? Si imaginamos que lo que llamamos realidad es una Unidad, ¿cómo transformaría esta comprensión nuestra manera de vivir la vida? ¿Cómo afectaría este reconocimiento de la Unidad nuestra manera de relacionarnos con los demás? ¿Cómo influiría en nuestra conducta el hecho de ver que todos los seres humanos compartimos esta conciencia? ¿Qué efecto tendría este reconocimiento del Silencio consciente en nuestra manera de abordar los problemas sociales? Ser consciente de esta Apertura puede ser un punto de partida interesante para vivir nuestra vida de manera grácil y natural. A medida que la mente se rinde a esta Conciencia, vamos despertando a la plenitud de quienes somos. Una vez familiarizados con esta unidad, y después de haber saboreado en nuestro interior la «transparencia», dejamos que las imágenes surjan y desaparezcan en nuestra pantalla hasta que el Trasfondo se revela espontáneamente. Este cambio de percepción puede revelar una visión que ya está allí, pero que todavía no ha sido reconocida. Así, finalmente, no hay nada que ganar ni nada que perder: todo ocurre espontaneamente. Tony Parsons dice: El sueño que vivimos no tiene absolutamente ningún otro propósito que nuestro despertar de él. Este despertar nos lleva a emerger fuera del sueño, fuera del tiempo, y está mucho más allá del radio de acción de cualquier esfuerzo, camino, proceso o creencia individual.

Al principio puede parecer que libramos una lucha entre nuestro «ser desnudo», por un lado, y la identificación con la personalidad, por otro. Sigue pareciendo que nuestra vida mantiene un equilibrio entre la transparencia y la limitación, entre la apertura y la contracción, entre la visión en Primera Persona y la visión en tercera persona. Como hemos dicho antes, muchos profesores dicen que nuestra atención puede enfocarse en nuestra personalidad y la vida que está viviendo, o puede llenarse de la «dimensión impersonal». En el primer caso, nos identificamos con nuestro cuerpo y mente, y vivimos como una persona en el mundo. Cuando pensamos que ya no vemos el infinito en nosotros y a nuestro alrededor, nos «retraemos» a la persona separada, nos identificamos con esta ilusión contenida dentro de los límites de nuestro cuerpo: creemos que estamos limitados a ser esta persona que está sentada aquí, leyendo este texto En otras palabras, reintroducimos nuestro limitado sentido del yo. En la segunda «situación», vemos que la persona que nos consideramos es un sueño y descubrimos la Conciencia «detrás» de nuestra vida. Vemos que hay una Energía universal penetrándolo y abarcándolo todo. En lugar de pensar que vivimos en el mundo, vemos (o, mejor aún, «es visto») que el mundo ocurre en nosotros, que “somos vividos”. En otras palabras, nos damos cuenta de que nuestra vida aparece en la Conciencia. Cuando ponemos todos nuestros sistemas de creencias en perspectiva, desnudamos la Conciencia hasta que se revela el tesoro que está más allá del espacio y del tiempo. Desde la perspectiva de esta Visión Transparente somos ilimitados, sin fronteras, no hemos nacido ni moriremos.

No obstante, podemos sentirnos hipnotizados una y otra vez por la creencia de que somos seres humanos separados, que somos uno de los seis mil millones de seres humanos que habitan esta tierra. ¿Cómo podemos reconciliar este sentimiento de separación con el reconocimiento de la infinitud que hemos mencionado antes? Se dice que somos seres humanos, pero ¿qué significan realmente estas palabras? La parte «humana» está constituida por nuestros sentimientos de separación, mientras que la parte «ser» es el sentimiento de unidad. La primera es nuestra personalidad, la segunda es nuestro Centro de Unidad; ambas son los dos polos de una realidad, del mismo modo que la ola y el océano son manifestaciones del elemento agua. En otras palabras, todos expresamos conciencia de manera diferente, pero la Conciencia misma es Una. De modo que hay diversidad y equivalencia. Podemos reconocer estos mismos conceptos en algunos jardines Zen japoneses. La parte humana está expresada por las rocas (el elemento vertical); la parte Ser está simbolizada por la arena (el elemento horizontal). La parte humana se basa en el sentimiento de separación; la parte Ser se relaciona con nuestro sentido de ser Conciencia infinita. Del mismo modo que las olas y el océano son una entidad, las rocas y la arena son los símbolos de la Energía universal: las rocas son —tal como los castillos de arena en una playa arenosa— extensiones de la arena. Aunque las rocas y la arena parecen estar separadas, en esencia son Uno. Manteniendo en mente ambas opiniones, «vemos» que somos una extensión de la misma Energía universal, el infinito disfrazado. Vemos que somos al mismo tiempo la ola y el océano; reconocemos que somos simultáneamente forma y lo informe. En lugar de ser sólo otra ola en el mar, vemos que nuestra Esencia es el océano mismo. A esto se le llama la canción de amor de la ola hacia el océano: la conversación entre la individualidad y la universalidad.

LA ILUSIÓN DE PERCEPCIÓN Eres la interioridad profunda de todas las cosas, la última palabra que se pueda pronunciar nunca. Te revelas a cada uno de nosotros de manera diferente: a la nave como línea costera, a la costa como nave. RUMÍ Antes hemos descubierto que al tomar este libro en nuestras manos no podemos afirmar categóricamente si sentimos el papel o si sólo notamos lo que está ocurriendo en la punta de nuestros dedos. Lo que ocurre desde el punto de vista médico es una transmisión de señales desde los receptores situados en nuestra piel hasta el sistema nervioso central; después, la señal asciende por la médula espinal hasta que llega al cerebro. Una corriente eléctrica específica provoca una reacción química en las células nerviosas del córtex cerebral que se corresponde con la sensación específica de las puntas de nuestros dedos en contacto con el papel. Vemos objetos y personas porque construimos imágenes mentales de ellos en nuestra mente: así es como funciona nuestro sistema nervioso.

Cuando observamos un objeto, la imagen mental que tenemos en nuestra mente depende de la posición de nuestros ojos con relación al objeto; además, esta imagen está influida por el modo que tiene nuestra mente de integrar todos los impulsos en un cuadro específico. Asimismo, la imagen mental está conformada por nuestras experiencias del pasado y es comparada con nuestras experiencias actuales; también está coloreada por nuestras creencias y expectativas. Para Immanuel Kant, «las cosas externas y materiales, con todas sus configuraciones y alteraciones, no son más que apariencias, es decir, representaciones en nosotros de la realidad de la que somos conscientes». Se suele decir que lo que llamamos mundo real (el planeta en el que todos creemos vivir, todos los continentes y océanos, y todas las personas que vivimos sobre él) es una ilusión, un sueño, porque no tiene una identidad diferenciada, aparte de nuestra mente. Ver esta ilusión, reconocer la hipnosis de esta ensoñación es como despertar de un sueño en medio de la noche: mientras creamos en él, nos parece real. Este es el truco mágico de nuestra mente: creamos un mundo a nuestro alrededor y, como creemos en él, es verdad en cada uno de sus aspectos. En otras palabras, somos capaces de crear nuestra propia realidad (virtual), y esto es tan aplicable a casas y coches como a nuestro cuerpo y sus deseos. Podemos crear (y volver a destruir) lo que queramos. Todas nuestras creencias, se basen en almas y espíritus o en vidas pasadas, parecen disponer de una realidad absoluta para cada individuo que cree en ellas. Pues bien, son productos de la mente. Parecen reales porque las hemos creado nosotros mismos, y esto no tiene nada de malo. Así es como funciona nuestra mente. Los videntes y místicos suelen decir que descubrir el aspecto ilusorio del mundo es como despertar de un sueño. Mientras dormimos y soñamos, todo lo que vemos y sentimos nos parece real. Pero todas estas imágenes están producidas por la mente, y por eso no pueden ser probadas ni falseadas. Aunque en el sueño pase algo imposible, nuestra mente acaba reconciliándose con esa visión. En otras palabras, el sueño, como sueño, no nos permite dudar de su realidad. Asimismo tampoco podemos dudar de la realidad del denominado mundo real de nuestra experiencia de vigilia. Mientras soñemos, nos parecerá real. Tanto el mundo de la experiencia de vigilia como el mundo de ensueño no son más que creaciones de la mente. Supongamos que en un sueño tenemos sed; beber agua ilusoria puede mitigar nuestra sed ilusoria, y esto no nos parecerá ilusorio hasta que tomemos conciencia de que el sueño mismo es ilusorio. Podemos dibujar un escenario similar para lo que llamamos mundo real: ¿existe el mundo por sí mismo? ¿Es posible ver el universo sin ayuda de la mente? Muchos profesores espirituales dicen que cuando despertamos del sueño, nos damos cuenta de la relatividad de su existencia, y podemos volver a preguntarnos: «¿Es el mundo externo el que afirma su realidad, o sólo pretendemos que es real?». Esto nos recuerda la siguiente historia Zen: Dos monjes Zen estaban discutiendo sobre una bandera. Uno de ellos decía: «La bandera se mueve», y el otro monje respondía: «Es el viento el que se mueve». El sexto patriarca, que pasaba en ese momento por allí, dijo: «Ni el viento ni la bandera; es la mente la que se mueve».

De hecho, todo el conocimiento disponible para construir el denominado mundo real sólo es real mientras estamos despiertos: desaparece inmediatamente en cuanto nos quedamos dormidos. Pero incluso ahora mismo, mientras estamos despiertos leyendo estas palabras, ¿es este libro el que dice «yo soy real», o lo dice nuestra mente? Podemos mirar este libro, tocarlo, leerlo, y, aun así, preguntarnos si es verdaderamente real... Lo único que «tenemos» son imágenes en nuestra mente. La famosa historia hindú sobre la cuerda y la serpiente ilustra esta idea a la perfección. Un hombre va caminando por el bosque y de repente cree ver una serpiente en la hierba, justo delante de él. Está aterrorizado (su hermano murió de una mordedura de serpiente hace seis meses) y quiere salir corriendo, pero decide tomarse un segundo para mirar. Al observar más detenidamente se da cuenta de que la serpiente no es tal, sino un trozo de cuerda. Repara en que estaba en un mundo virtual, construido por sus propios miedos. ¿Qué ocurre? Sus miedos desaparecen y —aunque nada ha cambiado realmente, la cuerda sigue estando allí— el hombre sonríe y sigue su camino.

TAN REAL COMO EN LAS PELÍCULAS Aparte del pensamiento, no hay una entidad independiente llamada el mundo. Ramana Maharshi

Cuando nos consideramos espectadores de nuestra propia vida es como si estuviéramos sentados en el cine viendo una película que llevara por título Autobiografía de mí mismo. Cuando reconocemos la Luz en las imágenes de la pantalla, vemos que el personaje que estamos representando es sólo un papel. Entonces podemos percibir que nuestra película es mera ilusión, que es un ensueño que aparece en el campo de conciencia, una serie de imágenes surgidas en una pantalla en blanco. Esto sólo es un primer paso. También nos damos cuenta de que en el ensueño no percibimos lo que percibimos, sino lo que nuestra mente añade a la percepción. Como hemos dicho antes, la mente se sirve de la memoria, la fantasía y la abstracción para crear una personalidad virtual que vive en un mundo virtual. Así, construimos nuestra vida a partir de un perceptor personal influido por la educación, la religión, las reglas sociales, sus experiencias «personales»... Y, consiguientemente, usamos los mismos mecanismos (memoria, fantasía y abstracción) para crear el mundo virtual que rodea a esta persona virtual. Pero cuando desenmascaramos todas estas ideas, creencias, convicciones, opiniones, etcétera y vemos que no son sino conceptos mentales, nos damos cuenta de que podemos tener una visión mucho más amplia de lo que ocurre. Cuando reparamos en que los sucesos del sueño no son reales, podemos reconocer que el soñador también es una ilusión.

Así como el soñador es una figura del sueño (mientras estamos durmiendo), el ensoñador es una figura de la ensoñación (mientras estamos despiertos): el «yo» que somos durante el día (la persona que pretende estar caminando por el planeta) también es una construcción mental. Nos identificamos con esta máquina cuerpo-mente que responde continuamente desde una serie de sistemas de creencias condicionados. Como hemos señalado antes, creamos (para nosotros mismos y para los demás) una serie de cualidades y características personales, como culpabilidad, egocentrismo, pecado, heroísmo, etc. Después juntamos todas nuestras características en una caja y decimos: «esto es lo que siento», «esto es lo que pienso», «así es como soy». Acabamos juntando todas nuestras presuntas características y decimos: «Esto es lo que soy», pero ¿podemos realmente hacer esto? ¿Es esto lo que verdaderamente somos, una colección de pensamientos, sentimientos y percepciones? En sí misma, la identificación con nuestras principales características no es más que una serie de imágenes efímeras, un truco de nuestra memoria que hace que nos parezcan «duraderas», aunque no tienen realidad permanente. El momento en que redescubrimos el Testigo es un momento mágico. Puede ocurrir durante un suceso trascendental, o podríamos simplemente despertar una mañana y decir: «¡Por supuesto, es tan evidente!». Entonces vemos repentinamente que nuestra personalidad —eso que siempre hemos creído ser— ¡es algo que puede ser observado! Como descubrimos en los capítulos anteriores, es una «cosa» (un concepto, una idea) entre otra serie de cosas que podemos percibir. Sólo es una imagen que se desliza por la pantalla. Cuando vemos que lo que realmente somos es el proceso de observación de todo esto, nos damos cuenta de que no estamos limitados a esta máquina cuerpo-mente que ahora mismo está leyendo este texto. El verdadero centro es Conciencia, no nuestra autoimagen. ¡Y esta cualidad de observación nunca nos ha dejado! ¿No es sorprendente ver —ver verdaderamente— que la «luz» que mira a través de nuestros ojos es la misma cuando tenemos quince años que cuando tenemos cincuenta, setenta o noventa? Esta Luz, esta Conciencia, es in-temporal e inmutable. Sí, está siempre ahí, la reconozcamos o no.

LA ETERNIDAD ES AHORA El futuro y el pasadoson pensamientos en las mentes de los personajes que tú Conciencia, estás representando ahora. Nathan Gill Cuando nos identificamos con la mente, vivimos a través de la memoria y la anticipación. Estamos atrapados en nuestra propia trama temporal. Vivimos en un mundo conceptual, hipnotizados por el pasado y el futuro. ¿Por qué es así? Porque el juego favorito del ego es creer en el tiempo. Siendo así, ¿por qué el pasado resulta tan atractivo? Una de las razones es que nos da una identidad: nos permite «mirar atrás» a lo que hemos conseguido, a lo que creemos ser. Esto confirma y fortalece nuestro habitual sentido del yo. ¿Y qué pasa con el futuro? Bien, el futuro contiene la promesa de la liberación, y nos gusta poner esta imagen ante nuestros ojos para que nos mantenga en marcha, como la zanahoria delante del burro.

La mente pensante ha creado este concepto del tiempo lineal por motivos prácticos, pero nuestro ego también lo utiliza para convencerse de que es real. Y mientras nuestro ego se relaciona con el tiempo lineal, nos movemos hacia delante y hacia atrás a lo largo de esta línea imaginaria. Nos proyectamos hacia el pasado y el futuro sin ver el precioso momento presente. Cuando queremos aproximarnos al presente, vemos que se nos escapa de las manos una y otra vez. Cada vez que registramos mentalmente una sensación, ya está en el pasado. Finalmente reconocemos que el momento presente está fuera del tiempo. Vemos que es imposible «vivir en el ahora» y seguir siendo una persona, porque la persona también es un concepto. En cuanto estamos en el momento presente, ¡desaparecemos! Entonces no queda nada que decir; lo que queda es nuestra vida cotidiana vista desde la conciencia intemporal. De hecho, somos incapaces de experimentar la duración de un segundo o de un minuto, de un día o de un mes. Podemos pensar en un minuto o en un mes, podemos intentar imaginar su duración, pero nunca experimentaremos la duración misma. Sólo experimentamos lo que es, y esta corriente no puede ser detenida. En cada momento-ahora se oculta lo inasible. Cada momento-ahora es infinito y, como tal, inexistente. Cuando «vemos» esto, miramos cara a cara la Conciencia. Cuando miramos lo que ocurre en este momento, puede presentarse un misterio: este momento-ahora es esencial, pero al mismo tiempo es inasible. En la China del siglo XIII, el poeta Wu-men escribió: Un momento es eternidad Eternidad es ahora. Cuando ves a través del momento, ves a través del que ve.

Esta última frase es muy importante: cuando desenmascaramos el momento presente, nos fundimos espontaneamente en lo que es. Durante ese momento de clara observación, la entidad personal no tiene ninguna relevancia. Cuando estamos alerta y despiertos al momento presente, no nos preocupamos por el pasado o por el futuro. Simplemente nos fundimos en el momento, y entonces ese momento es intemporal.

Jan Kersschot