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Ateísmo Filosófico práctico Consideraciones sobre la naturaleza, alcances y dificultades del ateísmo moderno y posmodern

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Ateísmo Filosófico práctico Consideraciones sobre la naturaleza, alcances y dificultades del ateísmo moderno y posmoderno

Armando H. Toledo

Cuernavaca, México

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La presente obra digital es el resultado de cientos de horas de investigación bíblica y bibliográfica. Es una edición de autor y se distribuye gratuitamente a los lectores de habla hispana en América Latina y el resto del mundo. El autor, que es un creyente e investigador mexicano (n. 1965), no tiene compromisos denominacionales con ninguna iglesia establecida, llámese católica, evangélica o de cualquier otra denominación. La UCLi es un ministerio mundial cristiano de investigación y docencia de carácter independiente. Primera publicación © 2003. Todos los derechos reservados. Se permite el uso de este material para ser citado, distribuido gratuitamente y estudiado en grupos religiosos y no religiosos, siempre y cuando no se altere su contenido y se den los respectivos créditos al autor y a La UCLi. © 2007 by The UCLi International Ministries Segunda edición: 2014. Todos los derechos reservados. Este producto intelectual es propiedad del autor y está prohibida su venta. Siempre se distribuirá gratuitamente a quienes lo soliciten en la siguiente dirección electrónica: [email protected] Impreso en México. Se usó tecnología digital CutePDF Writer© y Adobe Acrobat X-Pro©

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Desde hace al menos cincuenta años ya no vivimos más en la modernidad. El clima intelectual finisecular en el que nos encontramos bien puede ser calificado de posmoderno. Es una época plagada de problemas, violencia y falta de sentido. Y en medio de este estado desesperado de cosas, más de uno ha cuestionado la existencia de Dios. Otros, los más osados, han negado de plano que haya tal cosa como un Dios. El tema no es trivial, pues lo que uno crea con respecto a la existencia o no existencia de Dios puede afectar profundamente su visión del mundo, del hombre, de la historia, y del futuro; pero más 3

importante aún: el concepto que tengamos de Dios afectará nuestros valores y el trato que nos daremos los unos a los otros. Por ejemplo, sin Dios la supervivencia de la raza humana depende enteramente de las facultades del hombre —una perspectiva nada alentadora en vista del evidente potencial destructivo del ser humano. Como alguna vez lo dijera el filósofo existencialista francés, Jean Paul Sartre: “Si no hay Dios, entonces el hombre se encuentra completamente solo en el universo”. Por el contrario, si se cree que Dios está “ahí”, es más probable que se acepte que nuestra existencia en el cosmos tenga algún propósito trascendente y que está regida por ciertas reglas morales universales básicas. Aunque a lo largo de la historia se ha negado esporádicamente la existencia de Dios, sin embargo el ateísmo como cosmovisión o posición filosófica se ha sistematizado sólo en las últimas décadas. ¿Cómo ha podido ser así? De eso trata este ensayo. No hay tema que provoque más controversia entre la gente intelectualmente inquieta como el de si existe o no un Dios. El debate en torno al tema no es uno que solo se verifique en las reuniones informales de amigos sino que ha sido durante siglos el punto focal de acalorados debates teóricos entre los más prominentes intelectuales y académicos del mundo. Tal debate fue candente en tiempos antiguos tanto como los es en la época actual.

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1. Raíces de una nueva actitud hacia el Creador La negación sistemática de Dios alcanzó hacia el siglo XIX una fuerza impresionante. Los intelectuales —es decir aquellas personas que trabajaban con ideas— se preguntaron si acaso el universo, la vida y el hombre pudieron haber llegado a la existencia sin una Primera Causa de carácter sobrenatural. ¿Sería entonces la adoración de un Creador solo una pérdida de tiempo por no haberlo? Las respuestas de los filósofos reconocidos de la época fue enfática y casi unánime. Por ejemplo, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche dijo: “Tal como ya no necesitamos un código moral, tampoco necesitamos la religión”. Por su parte Ludwig Feuerbach afirmó que “la religión es el sueño del espíritu humano”. Y Karl Marx, cuyos escritos tendrían una profunda influencia en las siguientes décadas, expresó osadamente: “Quiero liberar más al espíritu de las cadenas de la religión”.1 Ahora bien, estas impresionantes declaraciones sólo eran las hojas, las ramas y el tronco de la actitud ateísta. Las raíces habían empezado a crecer desde antes de iniciarse el siglo XIX.

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K. Marx and F. Engels, Collected Works, vol. 3: Introduction to a Critique of the Hegelian Philosophy of Right, by Karl Marx (London: Lawrence & Wishart, 1975).

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Notemos que hay una palabra común a las anteriores afirmaciones: la palabra “religión”. Estos intelectuales están atacando ferozmente a la religión organizada. Y lo peor de todo es que están identificando a la religión con Dios. Por eso Karl Marx dice que “la crítica de la religión desilusiona al hombre, para hacerlo pensar y actuar y moldear su realidad como un hombre que ha sido desilusionado y ha entrado en razón, para que gire alrededor de sí mismo”. Pero, ¿de qué manera ha “desilusionado” la religión a los hombres? Sabemos que durante la Edad Media la Iglesia Católica ejerció un dominio total sobre las conciencias de los individuos. Era un verdadero imperio religioso en el que “la jerarquía parecía mal preparada para atender las necesidades espirituales del pueblo. Las altas jerarquías, especialmente los obispos, se reclutaban de la nobleza y veían su oficio principalmente como una fuente de prestigio y poder”.2 Durante el Renacimiento, algunos individuos preocupados por esta tendencia “desilusionante” de la religión organizada, intentaron reformar la Iglesia. Algunos de ellos fueron Lutero y Calvino. Pero un acercamiento objetivo al movimiento de Reforma nos muestra que aunque ayudó a reducir el poder de la Iglesia Católica, y el Vaticano ya no pudo ostentar el monopolio de la fe religiosa, no obstante la intolerancia, el derramamiento de sangre y muchas de las antiguas prácticas y doctrinas siguieron presentes en la nueva institución protestante.3 En efecto, en el mejor 2

Enciclopedia Americana. Siguió habiendo templos, ritos religiosos, sacerdocio y pagos impuestos; doctrinas incorrectas sobre el Infierno, la Trinidad y el Reino futuro.

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de los casos muchos individuos se unieron a las nuevas modalidades religiosas reformadas, pero otros, decepcionados, hicieron de la Razón Humana un objeto de adoración. La razón fue endiosada, resultando todo ello en una nueva actitud humanístico-liberal que empezó a dar cabida a multitud de opiniones sobre Dios.

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2. El nacimiento del escepticismo Hacia el s. XVIII, el “Siglo de las Luces”, la razón humana fue declarada la panacea para los problemas del mundo. El gran filósofo alemán Emmanuel Kant, quien afirmó que el hombre veía estorbado su progreso por su dependencia de la dirección política y religiosa, también recomendaba: “¡Atrévete a saber! ¡Ten el valor de usar tu propia inteligencia!”. Esta fue la actitud característica del Siglo de las Luces, conocido también como “Siglo de la Razón”. Esta revolución cultural, que abarcó todo el siglo XVIII, estuvo marcada por una búsqueda obsesiva de conocimiento. “El escepticismo reemplazó a la fe ciega. Se cuestionaron todas las ortodoxias antiguas”.4

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Milestones of History; W.W. Norton & Company; January 1971.

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Y una de estas ortodoxias antiguas que estuvo sometida a la crítica racionalista, fue la religión institucionalizada. De hecho, “el hombre cambió su modo de ver la religión. Ya no le satisfacía la promesa de ser recompensado en el cielo; pedía una vida mejor aquí en la tierra. Empezó a perder la fe en lo sobrenatural”.5 La mayoría de los intelectuales del Siglo de la Razón despreciaron y rechazaron la religión... al menos la religión organizada, y culparon en particular al clero de la Iglesia Católica —ávida de poder— por mantener a la gente en la ignorancia y la sumisión. Había quedado abierta la puerta a los que desafiarían la posición de las religiones establecidas. “Los pensadores de Europa —la vanguardia del pensar europeo— ya no discutían sobre la autoridad del Papa; debatían sobre la misma existencia de Dios”.6 La Ilustración ha sido descrita como “un tiempo en el que todas las fuerzas del escepticismo fueron dirigidas contra la teología cristiana clásica. Tal descripción, sin embargo, sería una sobresimplificación y una caricatura de este período. La Ilustración provocó un intenso movimiento de debate intelectual que abrió muchas de las suposiciones de generaciones anteriores a preguntas serias. De hecho, todos los campos de investigación intelectual fueron tocados por este movimiento”.7 Algunos de estos filósofos, desilusionados e insatisfechos con la religión, pero no queriendo abandonar la premisa de la existencia de un Ser Supremo, se hicieron deístas. Ellos creían en Dios, pero a su modo —según la razón les guiaba a concebirlo. Por ejemplo, afirmaban que el diseño del universo 5

Historia Universal del Mundo. Historia de la Civilización: Parte VII –Comienza la Era de la Razón. 7 Sproul, R. C.; If There is a God, Why Are There Ateists? [Si Dios existe, ¿por qué hay ateos?]; Ligonier Ministries, 1997, p. 22. 6

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acusa una Inteligencia Suprema, pero ese Creador había puesto en marcha la creación de la misma manera a como lo hace un relojero a su reloj; luego le dio la espalda y se olvidó de ella. Creían que actualmente Dios ya no se interesaba más en la Humanidad.8 Los deístas “creían que el ateísmo era un error nacido de la desesperación, pero que la estructura autoritaria de la Iglesia Católica y la rigidez e intolerancia de sus doctrinas eran aun más deplorables”.9 Otros se declararon abiertamente ateos, como el filósofo franco-alemán Paul Henri Thiry d’Holbach (quien se caracterizó a sí mismo como “el enemigo personal de Dios”). D’Holbach, figura prominente del movimiento ilustrado, decía que la religión era “fuente de divisiones, locura y crímenes”, y que “la creencia universal en la existencia de Dios no puede significar más que el terror universal ante las calamidades universales al parejo con la ignorancia de las leyes naturales”.10 Con el paso del tiempo, muchos más se siguieron hastiando de la religión cristiana y compartieron los sentimientos y opiniones de D’Holbach. Esto es lo más paradójico de todo: los mismos que se declaraban teístas espolearon el surgimiento y el desarrollo del ateísmo. Lo que nos parece increíble es que, como dice M. J. Buckley: “Las iglesias fueron el caldo de cultivo del ateísmo. Las religiones organizadas escandalizaron y disgustaron 8

Vizcaya Canales, Isidro, et al.; Historia Moderna de Occidente; SEP; México; 1983. 9 The Modern Heritage, [La Herencia Moderna]; 1996; Pág. 135. 10 Citado por James Collins en Dios en la Filosofía Moderna, Chicago: Gateway, 1967, p. 151.

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profundamente la conciencia de occidente. Las iglesias y sus sectas habían devastado Europa, habían perpetrado masacres, habían exigido la resistencia o la revolución religiosa y habían intentado excomulgar o deponer monarcas”. Ya en el s. XIX, la negación de Dios se confesaba abiertamente y sin tapujos; los intelectuales científicos y filosóficos la defendían con ahínco y (¡oh paradoja!) con una energía casi religiosa. Un ateo confeso expresó así su nuevo credo: “Nuestro enemigo es Dios. El odio a Dios es el principio de la sabiduría. El progreso verdadero de la humanidad tiene que fundamentarse en el ateísmo”. Pero durante el siglo XX se produjo un cambio muy sutil. La negación de Dios desde la tribuna filosófica se fue haciendo cada vez menos militante; pasó de moda el academicismo antiteísta, y un nuevo tipo de ateísmo comenzó a difundirse incluso entre quienes afirmaban creer en Dios. 3. Definición y variedades del ateísmo La presencia de la corriente ateísta en nuestra civilización nos es ya tan familiar que no nos impresiona que alguien se confiese ateo. Aunque al principio la osadía de pocos provocó muchos debates filosófico-teológicos en el siglo XIX, la abierta negación de Dios en el siglo XX no escandalizó ni preocupó a nadie. Una era permeada por la democracia y la tolerancia ideológica en la mayoría de las naciones de occidente ha permitido que en muchos lugares el ateísmo coexista pacíficamente con el teísmo, o creencia en un Dios personal. 11

Con esto no queremos decir que la mayoría de las personas inteligentes nieguen a Dios directamente; por el contrario, los resultados de cierta encuesta realizada en once países de Europa, Asia y América pusieron de manifiesto que sólo un poco más del 2% de la población, en promedio, afirma ser atea. El verdadero problema que intentaremos exponer en las siguientes líneas es que hoy predomina una nueva actitud atea, incluso entre aquellos que dicen creer en Dios. Como hemos dicho, el ateísmo o antiteísmo consiste en el rechazo de cualquier forma de teísmo. En términos académicos, ser ateo implica la negación de la existencia de cualquier dios o familia de dioses. Este, podríamos decir, es el enfoque teórico de la posición ateísta. Pero el ateísmo también puede definirse como el rechazo de Dios en la vida práctica independientemente de que se crea que él esté “ahí”. Esta forma de ateísmo, que consiste en pasar por alto a Dios, no requiere que se niegue su existencia. Por esta razón, esta segunda connotación del término ateísmo se refiere a todo aquel que “vive prescindiendo de la realidad del Ser divino”.11 Así es: el ateísmo puede implicar tanto (a) una negación teórico-filosófica de la existencia de Dios, como también (b) una negación práctica de su autoridad en la vida cotidiana. En palabras del Dr. Robert C. Sproul, “tan religiosa como es la humanidad y aun siendo tantos los teístas, en el nivel práctico el asunto se hace más complejo. Existe siempre una brecha entre la profesión de la fe de una persona y la práctica de la misma. Así, se hace necesario a veces distinguir entre el ateísmo teórico y el ateísmo práctico [...]. El ateísmo práctico se refiere a 11

Diccionario de términos religiosos y afines.

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aquella situación en la que la gente profesa creer en algún tipo de deidad, pero, para todo propósito práctico, vive como si no hubiera Dios. Si consideramos esta dimensión práctica, quizá el número total de ateos en el mundo (particularmente en el mundo moderno) se vería sustancialmente incrementado”.12 Las Sagradas Escrituras corroboran la existencia de este tipo de ateísmo práctico cuando se refiere a todos aquellos que “tienen corrompidas la mente y la conciencia. Profesan conocer a Dios [Nótese: no solo se reconoce que Dios existe...], pero con sus acciones lo niegan”.13 4. Orígenes del ateísmo práctico Esta modalidad práctica del ateísmo posmoderno que consiste en el rechazo de la autoridad de Dios, podemos rastrearla hasta la primera pareja de seres humanos. Eva, por ejemplo, admitía la existencia de Dios, sin embargo quiso ‘ser como Dios, para conocer lo bueno y lo malo’, es decir que quiso poder definir por sí misma lo que era bueno y lo que era malo y lo que debía o no hacer, creando de este modo su propio código moral. Más tarde, Adán se manifestó de acuerdo con Eva y también rechazó la autoridad divina.14 Había nacido el ateísmo práctico. Este tipo de ateísmo práctico no solo es más antiguo que el ateísmo filosófico, sino que es el más sutil y el que se encuentra más extendido en la actualidad, y se evidencia en la búsqueda de la independencia de Dios. Podría decirse que “la gente 12 13 14

Sproul, Op. cit. p.20. Tito 1:16. Ver Génesis 3:5-6.

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hoy está cansada de vivir bajo la vigilancia de Dios [...], prefiere vivir en libertad [...] La gente se ha resignado a la ausencia de Dios y está organizando su vida independientemente, para bien o para mal, y sin ninguna referencia a Dios”.15 Por eso se rechaza el código moral de la Biblia, por considerarlo impráctico y poco realista. De esta manera, el modo de pensar de un gran número de personas el día de hoy queda representado por el de aquél faraón egipcio que declaró en tono un tanto soberbio y desafiante: “¿Quién es el SEÑOR para que yo le obedezca? ¡Yo ni conozco al SEÑOR!”.16 El ya había rechazado la autoridad de Dios. Así pues, la negación más vergonzosa de la autoridad de Dios ha provenido de aquellos que dicen creer y conocer a Dios, de aquellos creyentes denominacionales que han negado la autoridad de Dios y la han cambiado por una religiosidad neurótica. De hecho, el mismo clero tanto católico como protestante (o evangélico), no ha podido frenar el éxodo de quienes abandonan la iglesia no solo por no encontrar respuestas sino por hallar múltiples contradicciones. 5. El ateísmo como cosmovisión inviable Hoy en día, un número siempre creciente de personas ya no busca a Dios, pues o no cree que exista o no está segura de ello. Algunos filósofos de la historia hasta han usado el término “era poscristiana” para calificar a nuestra época. Lo que ahora resta preguntarnos es: ¿Será cierto que los adelantos de la ciencia, la tecnología y la filosofía han condenado a muerte al 15 16

One hundred years of debate about god; [Cien Años de Debates Sobre Dios]. Éxodo 5:2

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teísmo? ¿El ateísmo práctico de tantos creyentes representa el fracaso de la fe cristiana? ¿Deberíamos seguir creyendo en Dios? A muchos ateos confesos, por ejemplo, les resulta difícil conciliar la creencia en Dios con la presencia de tanto sufrimiento en el mundo. Como alguna vez lo expresara Simone de Beauvoir: “Me resulta más fácil creer en un mundo sin creador que en un creador cargado con todas las contradicciones del mundo”. Esto equivale a decir: “Hay demasiado mal en este mundo; por tanto, no puede haber un Dios”. El problema con esta posición intelectual es que al admitir que hay tal cosa como el mal la persona tiene forzosamente que admitir también que hay su contraparte, es decir el bien. Pero si usted admite la existencia de tales cosas como el bien y el mal, tendrá por consiguiente que admitir una ley moral; de lo contrario no habría una base moral sobre la cual diferenciar entre “el bien” y “el mal”. ¿No es así? Ahora bien, cuando alguien ha admitido la existencia de una ley moral, debe necesariamente reconocer una fuente o un dador de esa ley, el cual es Dios. Y es a Dios a quien, de alguna manera, se trató de desaprobar con el argumento original. Porque si no hay un dador de la ley moral, tampoco hay ley moral. Si no hay ley moral, no hay tal cosa como el bien. Si no hay bien, tampoco hay mal. Por lo tanto, el argumentador no habrá expresado nada. Uno puede imaginarse una charla entre dos personas —una creyente y la otra no— en la que en un momento del debate el creyente pregunta: ―Señor X; usted cree en el bien y en el mal, ¿no es así? 15

—Sí, así es: creo en el bien y en el mal. —Y ¿cómo establece usted la diferencia entre ambos? En ese momento el señor X encogería los hombros, como suele hacer cuando sus argumentos llegan a un punto sin salida y diría: —Pues de la misma manera que hago la diferencia entre el blanco y el negro. El creyente contestaría con gracia: —Pero señor X, usted establece esa diferencia mediante el sentido de la vista, ¿no es así? Dígame entonces, ¿cómo diferencia entre el bien y el mal? El Señor X, daría la respuesta más insípida que podría haber dado: —Pues sobre la base de los sentimientos. ¿Qué mas? El creyente observa que el señor X ha quedado atrapado con su misma respuesta en el callejón sin salida de la “muerte lógica”, y lanza la pregunta: —Señor X, en algunas culturas, la gente ama a su prójimo; en otras, se lo come, y ambas sobre la base de los sentimientos. ¿Tiene usted alguna preferencia? Es cierto que los filósofos han tratado de arribar a una ley moral sin intervención de Dios, pero sus esfuerzos son contradictorios en sus presunciones y conclusiones.17 G. K. Chesterton dijo una vez que fue la lectura de los ateístas lo que lo condujo a Dios al considerar sus argumentos simples y totalmente no convincentes. 17

Zacharias, Ravi; Can Man Live Without God?; Word Publishing; 1994. Hay versión en español: Zacharias, Ravi; ¿Puede el hombre vivir sin Dios?; Editorial Caribe Inc.; 1995.

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6. La respuesta de Dios a los ateístas También hay una clase de ateos que piensan que no es lógico creer en Dios, puesto que no pueden verlo, oírlo o tocarlo. Los típicos comentarios al respecto incluyen planteamientos pueriles tales como: “A ver: si Dios existe ¿por qué no se me aparece?”, o “si Dios quiere que creamos en él, ¿por qué no nos da pruebas de su existencia o hace o dice algo?” Algunos ateos son bien conocidos por invitar a Dios a que los mate. (“Si Dios existe, que me caiga un rayo.”) A menudo se ha dicho que existen dos tipos de libros que nos hablan de la existencia de Dios: el “Libro de la Creación”, es decir la naturaleza que nos rodea, y la Biblia. Desde hace siglos millones de personas han usado estos dos “Libros” para basar su fe en Dios. El reverendo J. Brodie Innes, quien pastoreó al mismísimo Charles Darwin, solía recordarle a éste último que “el Libro de la Naturaleza y la Escritura, procediendo de la misma Fuente Divina, han seguido líneas paralelas, y si se les entiende rectamente nunca se interferirán”.18 El rey judío David, por ejemplo, declaró en uno de sus hermosos poemas compuestos hacia el s. XI a.C.: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos” (Salmos 19:1). En tiempos modernos, el científico naturalista Irving William Knobloch, después de contemplar las pruebas físicas, como las subpartículas atómicas, los aminoácidos y la complejidad del Sistema Nervioso Central, dijo: “Creo en Dios porque, para mí, Su divina existencia es la única explicación lógica del estado de las cosas”. Así mismo, el fisiólogo Marlin Books Kreider dice: “Como ser humano común, y 18

Citado en Darwin: Autobiografía y Cartas, p. 343.

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también como hombre que ha dedicado su vida a la investigación y al estudio científico, no tengo ninguna duda sobre la existencia de Dios”. Estos hombres no son los únicos. Según el profesor de Física y ganador del premio Nobel, Henry Margenau, “entre los científicos de primerísima categoría se encuentran muy pocos ateos”. Un artículo de la revista New Scientist dijo que la “opinión común de ver un incrédulo en todo científico [...] es sumamente errónea”. En general, podemos decir con el autor de la Carta a los Romanos que “lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente [...] porque él mismo lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa”.19

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Romanos 1:19-20.

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Pero Dios no echó mano solamente del “libro de la naturaleza” para revelarse a la raza humana. Inspiró también su otro “Libro”: las Sagradas Escrituras, la Biblia, para que el hombre pudiera conocer sus planes y su dirección para vivir la vida práctica. Es precisamente por medio de las Escrituras que podemos “relacionarnos personalmente” con él y conocer las excelentes intenciones que tiene para nuestra existencia individual y social.

7. La singularidad de la Biblia El típico planteamiento de los que todavía dudan es este: “¿Cómo podemos estar seguros de que la Biblia es la palabra o medio de comunicación de Dios a los seres humanos? ¿y si fuera solamente la palabra de los hombres”? Antes que nada debemos hacer notar el hecho de que la historia no conoce otro libro que haya sido más injustamente criticado, insultado, odiado ni atacado que la Biblia. No obstante, ha sobrevivido a toda prueba y se ha convertido en la obra más atesorada y amada para millones de personas a lo largo de la historia, y el libro más ampliamente traducido y distribuido de que se sabe. Por ejemplo, según las cifras publicadas por las Sociedades Bíblicas Unidas, la Biblia, completa o en parte, se ha traducido a tan solo 2,212 idiomas frente a los 6,500 idiomas que se hablan en el planeta. Si tomamos en cuenta que muchas personas son bilingües, se calcula que la Biblia, completa o en parte, se ha traducido en suficientes idiomas como para que el 90% de la población mundial pueda leerla. Por lo demás, existe una cantidad 19

apabullante de evidencia convincente de que la Biblia es una obra sobrenaturalmente inspirada y digna de confianza.20

8. Algunas consideraciones finales Después de haber considerado las pruebas que presentan los “Libros” de Dios, el “Libro-Mundo” y el “Libro-Palabra”, sobre la existencia de Dios, ¿a qué conclusión podemos llegar? Pues que estos dos libros son válidos —como siempre lo han sido— para responder a los planteamientos de los incrédulos intelectualmente honestos. Lo que sucede es que cuando estamos dispuestos a investigar de manera objetiva el asunto que hemos abordado en estas líneas, en vez de dejar que nuestras ideas preconcebidas dirijan erróneamente nuestro razonamiento, hallamos que cualquier objeción puede vencerse de manera razonable. Sí: hay respuestas para el que es sincero en sus planteamientos, pero se requiere de cierta disposición de ánimo para buscarlas y aceptarlas. 20

Para un estudio más amplio de este tema, ver: Toledo, A.H. (2000); Preguntas sobre la Biblia; Departamento de Investigaciones Bibliológicas; UCLi International Ministries.

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A fin de cuentas la mayoría de los que han abandonado su búsqueda de Dios no lo han hecho porque hayan examinado por sí mismos y de manera cuidadosa todas las pruebas y hayan descubierto que la Biblia no sea veraz. Más bien, como hemos visto muchas de esas personas se han apartado de la fe porque algunos que dicen creer en la existencia de Dios viven como si él no existiera. Como dijo el escritor francés Pierre Valadier: “Fue la tradición cristiana la que produjo como fruto el ateísmo; llevó al asesinato de Dios en la conciencia de los hombres al poner ante ellos un Dios en quien no daban ganas de creer”. Si eso fue así o no, de cualquier manera nos consuelan las palabras del apóstol Pablo: “Si a algunos les faltó la fe, ¿acaso su falta de fe anula la fidelidad de Dios? ¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz, aunque el hombre sea mentiroso. Así está escrito: ‘Por eso, eres justo en tu sentencia, y triunfarás cuando te juzguen’.”21

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Romanos 3:3-4.

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