La pandemia que viene (Armando H. Toledo)

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Introducción La epidemia más mortal del mundo ha sido la Gripe Española. La historia de la gran pandemia de 1918 se ha interpretado más como un asesinato misterioso que como un fracaso médico. Las víctimas de la asesina conocida como “La Dama Española” eran en su mayoría jóvenes, fuertes y robustas, y las únicas pistas que dejaba para entenderla eran sepultadas con sus víctimas. Hoy, a cien años de ese evento y de la investigaciones y avances sorprendentes en el mundo de la biología molecular, los biólogos creen estar listos para descubrir el enigma de la pandemia más mortífera de la historia. Algunos especialistas opinan que cada año que pasa estamos más cerca de la siguiente pandemia. Aquel terrible episodio de la asesina española ocurrió hace ya 100 años. Pero, ¿conocemos hoy la causa de aquella enfermedad? ¿Podría volver a ocurrir una calamidad semejante? En caso de que así fuera, ¿sabríamos cómo protegernos? ¿Se protegen los cristianos fieles de una manera especial contra las epidemias? ¿Dice la Biblia algo acerca de estas desgracias humanas? La respuesta a esta última pregunta es, sí. En este artículo veremos que el periodo de la primera posguerra inauguró una nueva era en el cumplimiento de las profecías relacionadas con el fin del mundo actual. Dichas profecías mencionaron también terribles escaseces de alimentos, grandes terremotos, aumento de la rebeldía y un

notable deterioro de los valores morales. Les invito a conocer historias no ficticias del pasado reciente, y a descubrir por ustedes mismos la más terrible realidad de lo que nos depara el futuro próximo.

La peor plaga de la historia La gripe española de 1918 mató a más gente que cualquier otra enfermedad infecciosa de la historia. Comenzó su azote en marzo, a finales de la I Guerra Mundial (1914ꟷ1918) y se difundió por todo el mundo fulminando repentinamente a quien se cruzaba en su camino. En el término de solo año y medio provocó la muerte de más de 50 millones de personas. En aquel entonces no se conocía un remedio o cura eficaz, de modo que la cantidad de víctimas era literalmente incontable. Millones de jóvenes sanos morían repentinamente en la flor de la vida, y los cadáveres se acumulaban con tanta rapidez que no daba tiempo de enterrarlos. En algunos lugares, llegaron a desaparecer aldeas y pueblos enteros. Si, por ejemplo, observamos las estadísticas de una sola ciudad, como Filadelfia, en los EUA, veremos que hubo 100 muertes por gripe durante la segunda semana de octubre de 1918, y 4,000 muertes por gripe durante la semana siguiente. Si en la era actual surgiera algo tan mortal como el mutante de 1918, los especialistas creen que podrían morir más de 100 millones de personas en todo el planeta.

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Fin de una guerra, inicio de una plaga

muerto. Durante el trayecto de cinco kilómetros fallecieron seis personas a bordo del tranvía, entre ellas el conductor”.

Hacia octubre de 1918, el mundo seguía inmerso en la I Guerra Mundial. Aunque las hostilidades estaban a punto de llegar a su fin, todavía se mantenía cierta censura sobre la prensa. De ahí que fuera precisamente un país neutral en el conflicto, España, quien se decidiera a informar que la población civil de muchas naciones estaba enfermando y muriendo a un ritmo alarmante. Por esta razón, dicha plaga pasó a la historia con el nombre de gripe española.

2. Miedo generalizado. A lo repentino de sus ataques hay que agregar el miedo que generó, un miedo a lo desconocido. La ciencia no sabía qué causaba la enfermedad ni cómo se transmitía exactamente. Con todo, se tomaron medidas en interés de la salud pública: se pusieron en cuarentena los puertos y se cerraron cines, iglesias y otros locales públicos. En la ciudad de San Francisco (California, EE.UU.), por ejemplo, las autoridades ordenaron que toda la población usara cubrebocas. Cualquiera que no las llevara en público se arriesgaba a ser multado o encarcelado. Sin embargo, nada parecía funcionar: las precauciones eran pocas y, cuando se tomaban, ya era demasiado tarde.

Se llama epidemia al brote de una enfermedad que ataca a muchas personas en un mismo lugar: un vecindario, una ciudad o todo un país. Una pandemia es lo mismo que una epidemia, pero a escala internacional o mundial. La pandemia de la gripe española comenzó en marzo de 1918. Muchos investigadores creen hoy en día que se originó en el estado de Kansas (EE.UU.), desde donde al parecer se extendió a Francia con la llegada de soldados norteamericanos. Tras producirse un gran número de muertes por gripe, en julio de 1918 parecía que lo peor ya había pasado. Poco se imaginaban los médicos de entonces que la enfermedad solo estaba recuperando fuerzas para convertirse en un asesino más despiadado. El mundo se alegró cuando la I Guerra Mundial llegó a su fin el 11 de noviembre de 1918. Irónicamente, casi al mismo tiempo, la enfermedad se extendía a lo largo y ancho de la Tierra. Se había convertido en un monstruo que acaparaba los titulares del mundo entero. De los que vivieron en aquel tiempo, pocos salieron ilesos, pero todos estaban aterrorizados. Se dice que, en 1918, la esperanza de vida, al menos en los Estados Unidos, se acortó en más de diez años. ¿En qué se diferenciaba esta epidemia de otras ocurridas antes? 1. Muertes repentinas. Una de las diferencias más alarmantes fue lo repentino de sus ataques. Una muestra de ello nos la da el escritor John M. Barry en su obra The Great influenza [La gran gripe], donde dice lo siguiente: “En Río de Janeiro, el estudiante de medicina Ciro Viera DaCunha esperaba el tranvía cuando un hombre le preguntó algo con voz perfectamente normal y, acto seguido, murió. En Ciudad del Cabo (Sudáfrica), Charles Lewis estaba subiéndose a un tranvía para regresar a casa cuando el cobrador se desplomó,

También provocaba miedo el hecho de que la gripe no discriminara a nadie. Por razones aun sin aclarar, los principales afectados por la pandemia de 1918 no fueron personas de edad avanzada, sino jóvenes sanos. La mayoría de las víctimas mortales de la gripe española tenían entre 20 y 40 años de edad. 3. Alcance mundial. Fue una epidemia de alcance mundial. De los principales países del mundo, ninguno escapó sin sufrir numerosas bajas. Ni siquiera las islas tropicales se libraron. En Samoa Occidental (ahora llamada Samoa), la enfermedad entró a bordo de un barco el 7 de noviembre de 1918, y en dos meses mató al 20% de sus 38,300 habitantes (es decir a más de 7,500 personas). Según ciertas crónicas, la influenza española parece haber entrado a México a finales de octubre de

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1918 y terminado su labor asesina hacia finales de enero de 1919. Se trató de una experiencia traumática para los habitantes de esta nación, pues el número de defunciones que se registraron, al menos en la región norte, superó los de cualquier otra en la República Mexicana. Se dice que tan solo allí se alcanzó la cifra de 22 mil personas muertas. En Torreón, únicamente, el registro civil dio cuenta de mil defunciones en el periodo de octubre-noviembre de 1918. Si bien se ha dicho que toda familia en la “Comarca Lagunera” tuvo algún muerto debido a esta enfermedad, sin embargo, ésta golpeó principalmente a la población de bajos recursos, y atacó con igual fuerza tanto al campo como a la ciudad.

mueren anualmente por enfermedades cardiacas, cáncer, apoplejías, enfermedades pulmonares crónicas, sida y Alzheimer”. Resumiendo: la gripe española fue la pandemia más devastadora de la historia de la humanidad. Hasta ahora…

4. Magnitud. Analicemos el caso de Filadelfia (Pensilvania, EE.UU.) ciudad a la que la enfermedad atacó con rapidez y de forma sumamente letal. A mediados de octubre de 1918, no había ya suficientes ataúdes. Se dice que cierto fabricante de féretros aseguró que hubiera podido vender 5,000 en dos horas, de haberlos tenido. Había ocasiones en que el depósito de cadáveres de la ciudad tenía diez cuerpos por cada féretro disponible… En relativamente poco tiempo, la gripe había matado a más personas que cualquier otra pandemia similar de la historia humana. Hoy, por lo general, se acepta que murieron 21,000,000 de personas en todo el mundo. Sin embargo, hay epidemiólogos que creen que la cifra fue mucho mayor, quizá 50 o incluso 100 millones. El citado escritor John M. Barry, ha señalado también lo siguiente: “La gripe española mató a más personas en un año que la peste negra de la Edad Media en un siglo; mató a más personas en veinticuatro semanas que las que ha matado el sida en veinticuatro años”. Se dice también, por increíble que parezca, que fallecieron más estadounidenses en aproximadamente un año debido a la gripe que los que murieron luchando en las dos guerras mundiales juntas. A propósito, la escritora americana Gina Kolata, en su libro Flu—The Story of the Great Influenza Pandemic of 1918 and the Search for the Virus that Caused It (La gripe: la historia de la gran pandemia de influenza de 1918 y la búsqueda del virus que la causó), ha señalado lo siguiente: “Si una plaga semejante se desatara hoy y acabara con un porcentaje similar de la población de Estados Unidos, morirían un millón y medio de norteamericanos, cifra que superaría la de quienes

La ciencia médica impotente A principios de la I Guerra Mundial, la medicina parecía haber logrado grandes avances en la lucha contra las enfermedades. Incluso durante la guerra, los médicos se enorgullecían de haber reducido los efectos de las enfermedades infecciosas. Por aquel entonces, por ejemplo, una revista americana titulada The Ladies Home Journal llegó a afirmar que los hogares norteamericanos ya no precisaban una habitación para velar a los muertos, y proponía llamar de ahí en adelante a esas estancias Living Rooms, literalmente “salas para los vivos”. Pero entonces vino la gripe española y los médicos no pudieron hacer nada para salvarles la vida. En su obra titulada Epidemic and Peace: 1918 [Epidemia y Paz: 1918], el historiador Alfred W. Crosby declara que “los profesionales médicos de 1918 fueron parte del mayor fracaso de la medicina del siglo XX o, si se mide en función del número total de muertos, el [mayor fracaso] de todos los tiempos”. Pero para quitarles un poco de responsabilidad a los profesionales de la salud, el escritor John M. Barry, en The Great influenza, aclara lo siguiente: “En aquel entonces, los científicos captaron a la perfección la magnitud de la plaga, sabían cómo curar las neumonías secundarias causadas por bacterias y

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propusieron medidas sanitarias que hubieran salvado a decenas de miles de estadounidenses. Pero los políticos no les hicieron caso”. Así pues, volviendo a nuestros días, 100 años después, ¿qué se ha descubierto sobre aquella terrible enfermedad? ¿Cuál fue la causa de su excepcional capacidad asesina? ¿Podría volver a ocurrir? ¿Está ocurriendo ya? Si así fuera, ¿se le podría vencer?

Un rasgo temible de este organismo simple es su facilidad para realizar mutaciones. Y es que se reproduce tan rápidamente (incluso mucho más rápido que el VIH) que sus numerosas “copias” no salen exactas. Algunas cambian lo imprescindible para que el sistema inmunológico no las detecte. Por eso, todos los años nos enfrentamos a nuevas cepas de gripe con antígenos distintos que ponen a prueba nuestro sistema inmunológico. Si el antígeno logra cambiar lo suficiente, el sistema inmunológico casi no podrá defenderse y puede producir una pandemia. Por desgracia, los virus de la gripe (influenza) también afectan a animales, lo que supone una amenaza para los seres humanos. Se cree que el cerdo puede alojar tanto a variedades del virus que ataca a pollos y patos como a otras que afectan al hombre. Si dos tipos de cepas, una animal y otra humana, infectan al mismo cerdo, los genes de ambos virus pueden mezclarse y producir una cepa de gripe totalmente nueva contra la que la humanidad no esté inmunizada. Hay quienes opinan que las comunidades rurales en donde conviven aves, cerdos y personas muy cerca unos de otros ―como suele ocurrir en Asia, por ejemplo― son posibles fuentes de nuevas cepas de gripe.

Lo que se sabe hoy de la Dama Española Hoy sabemos que el causante de la gripe, llamada también influenza, es un virus que se transmite de una persona a otra a través de secreciones respiratorias expulsadas al toser, estornudar y hablar. Es común en todo el mundo, incluso en los trópicos, donde puede atacar en cualquier época del año. En el hemisferio norte, la temporada de gripe transcurre de noviembre a marzo, mientras que, en el hemisferio sur, de abril a septiembre. El virus de la gripe de tipo A ―la forma más peligrosa en que se puede presentar esta enfermedad― es pequeño en comparación con muchos otros, y suele consistir en una esfera con proteínas que se proyectan a modo de púas. Cuando infecta una célula humana, se reproduce con tanta rapidez que, a menudo en menos de diez horas, salen a través de la membrana celular entre 100 mil y 1 millón de nuevas “copias” de este virus.

La letalidad de la gripe de 1918 Si se ha entendido lo anterior, la pregunta forzada es: ¿Qué tenía de particular la cepa de 1918 que mataba a los jóvenes de neumonía? Aunque aun no se dispone de una muestra viva del virus de entonces, los científicos creían desde hace tiempo que, si pudieran hallar una muestra congelada, quizás fueran capaces

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de aislar el ARN intacto y descubrir qué hizo a aquella cepa tan letal. Y en cierta medida, lo han logrado.

En 2003, un artículo de la publicación médica Vaccine advertía:

El científico de origen suizo, Dr. Johan Hultin, se planteó como misión en 1997 encontrar una muestra congelada del virus de 1918. En Brevig, una pequeña aldea inuit en la tundra helada de la península de Seward (Alaska), logró exhumar el cadáver de una mujer joven que él y sus cuatro ayudantes esquimales desenterraron del permafrost. La mujer, a quien cariñosamente llamó “mi Lucy”, fue una víctima de la gripe española, y había estado sepultada allí en el hielo desde entonces. El científico esperaba hallar todavía en los pulmones de la mujer el agente responsable de aquella variedad de gripe, para luego aislarlo e identificarlo mediante avanzadas técnicas genéticas.

“Han transcurrido treinta y cinco años desde que se produjo la última pandemia de influenza, y el intervalo entre pandemias más largo del que se tienen datos fiables es de treinta y nueve años […] El próximo virus pandémico puede surgir en China o en un país cercano, y es posible que incluya antígenos de superficie o factores de virulencia derivados de cepas de gripe animal […] La infección se propagará rápidamente por todo el mundo en varias oleadas y afectará a personas de todas las edades. Habrá trastornos generalizados en las actividades sociales y económicas a escala internacional. La desproporcionada mortalidad alcanzará prácticamente a todos los grupos de edad. Ni siquiera parece probable que los sistemas de salud de las naciones con economías más desarrolladas sean capaces de satisfacer de forma adecuada la demanda de atención médica”.

Gracias a la muestra congelada de Alaska, un equipo de investigadores liderados por el patólogo molecular, Dr. Jeffery Taubenberger, ha podido identificar y secuenciar la mayor parte del genoma del virus de 1918. Aun así, los científicos todavía no han descubierto por qué era tan agresiva esa cepa. Parece, no obstante, que estaba emparentada con una variedad que infecta a cerdos y aves.

Tal perspectiva debiera alarmarnos mucho. Tal vez se piense que en la actualidad ya se cuenta con tratamientos eficaces contra la gripe. Pues bien, hay buenas y malas noticias al respecto. Las buenas son que hay antibióticos que pueden reducir el número de muertes debidas a neumonías secundarias causadas por bacterias, y que existen fármacos eficaces contra algunas cepas de la influenza. Además, la inmunización ayuda a combatir el virus si se identifica la cepa específica y las vacunas se preparan a tiempo. ¿Quieren saber las malas noticis? La historia de la inmunización contra la gripe tiene sus páginas negras: desde el desafortunado episodio de vacunación contra la gripe porcina en 1976 hasta la insuficiente producción de vacunas en 2004. Y aunque la medicina ha realizado grandes avances desde la I Guerra Mundial, la comunidad médica todavía no conoce ninguna cura definitiva contra un virus potente.

Un virus latente

No es de sorprenderse, pues, que algunos que conocen la historia pregunten: “¿Podría repetirse lo ocurrido en 1918?” El Instituto Nacional de Investigación Médica, de Londres, afirmó hace poco en un informe lo siguiente:

Muchos especialistas opinan que no es cuestión de si ese despiadado virus de la gripe volverá a aparecer, sino cuándo y cómo lo hará. De hecho, algunos calculan que aproximadamente cada once años aparece un nuevo brote de influenza importante, y cada treinta, uno muy grave. De acuerdo con estas predicciones, hace tiempo que a la humanidad le tocaba sufrir otra pandemia.

“En algunos aspectos, nos encontramos en las mismas condiciones que en 1918: un elevado flujo internacional de personas debido al desarrollo de los medios de transporte, los consabidos problemas de desnutrición y falta de higiene en las zonas de guerra, y una mayor proporción de la población mundial ―ya que alcanza los 6,500 millones de habitantes― viviendo en zonas urbanas donde los servicios de eliminación de residuos están en franco deterioro”.

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La pandemia que viene La pandemia de gripe que tuvo lugar en el año 1918 ha hecho recordar a algunos analistas las profecías bíblicas. Por ejemplo, en el libro antes mencionado de Gina Kolata, se señala: “A la plaga de 1918 le dieron el nombre de gripe, pero nunca antes hubo una gripe igual. Parecía más bien una profecía bíblica haciéndose realidad”. ¿En verdad dice la Biblia algo que se relacione con esta desgracia humana? Pues sí lo dice. Cuando sus discípulos le pidieron a Jesús una señal “del fin del mundo”, él les respondió: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes” (Mateo 24:37; Lucas 21:7, 10, 11). La Biblia también predice que, durante el tiempo del fin, habría “epidemias” (Apocalipsis 6:8). La gripe española comenzó su azote a finales de lo que hoy conocemos como la I Guerra Mundial (19141918), llamada entonces la Gran Guerra. Este período marcó el inicio del cumplimiento de ciertas profecías bíblicas acerca de “los últimos días”. Dichas profecías mencionaron terribles escaseces de alimentos, grandes terremotos, aumento de la rebeldía y un notable deterioro de los valores morales (Mateo 24:3-14; 2 Timoteo 3:1-5).

amenaza de las enfermedades infecciosas. [Sin embargo, éstas] no han dejado de aparecer una y otra vez”. La revista Nature del 8 de julio de 2004 expone el resultado: “Se calcula que hay unos quince millones [...] de muertes anuales en todo el mundo directamente relacionadas con las enfermedades infecciosas”. La misma revista indica: “La aparición del sida nos recordó las consecuencias de los nuevos brotes de enfermedades infecciosas y que no podemos evitarlos”. ONUSIDA, un programa auspiciado conjuntamente por las Naciones Unidas y otros organismos, informa: “En los 45 países más afectados, se prevé la muerte prematura de 68 millones de personas entre 2000 y 2020 debido al sida”. La devastadora plaga del sida ha matado a más de veinte millones de personas en los pasados veinticinco años. La gripe española también mató a millones, pero en poco más de un año. Pues bien, los expertos llevan tiempo advirtiendo que ya debería haber surgido otra forma de gripe muy agresiva para la cual no estamos preparados. El 19 de mayo de 2005, el servicio de noticias para organizaciones humanitarias AlertNet, de la Fundación Reuters, informaba sobre la continua aparición de nuevos virus de gripe, y añadió que “constituyen una constante amenaza de pandemia cada vez más probable”. Un día antes, The Wall Street Journal había dicho: “El virus de la gripe aviar que asola en la actualidad Asia, se conoce como H5N1 y se detectó por primera vez en los mercados de aves de corral de Hong Kong en 1997. Lo que lo hace singular es su virulencia: mata al 80% de los infectados”. Los informes indican que puede contagiarse cualquier persona que esté en estrecho contacto con animales infectados.

El inicio del cumplimiento de las profecías sobre “pestes” y “plagas mortíferas” ha ocasionado incontables temores, sufrimientos y pérdidas de vidas. Según la revista Microbes and Infection, “no hay motivos para creer que no se producirá otra pandemia pronto. Parece inevitable que ocurra”. Otra revista, Emerging Infectious Diseases, dice en su número de abril de 2005: “Los optimistas creían que para nuestros días ya se habría erradicado la

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Aprendiendo de la higuera Y bien, ante todo lo expuesto solo me resta expresar unas palabras de reflexión. En el discurso del Monte de los Olivos, Cristo Jesús habló directamente del tiempo de su retorno y de las condiciones mundiales en las que sucedería. Dijo: “Aprendan de la higuera esta lección: Tan pronto como se ponen tiernas sus ramas y brotan sus hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Igualmente, cuando vean todas estas cosas, sepan que el tiempo está cerca, a las puestas. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan” (Mateo 24: 32-34. NVI).

Lo que nos depara el futuro próximo Dado lo anterior, tal vez parezca que nuestras perspectivas de ser librados de las enfermedades y de disfrutar de un futuro sin ellas difícilmente se hagan realidad. Al hablar de las pestes de los últimos días, Jesucristo indicó con claridad que hay motivos para preocuparse. Sin embargo, la Biblia también nos da esperanza. Tomemos, por ejemplo, el caso de Noé y su familia y la promesa que Dios le hizo antes del diluvio universal. Primero le advirtió de que se aproximaba una destrucción, y entonces le mandó construir un arca, donde él y otros pudieran refugiarse (Génesis 6:13, 14;7:1). El apóstol Pedro explicó que “en los tiempos antiguos […] Dios esperaba con paciencia mientras se construía el arca” y que, cuando esta se completó, las personas que sobrevivieron “se salvaron mediante el agua” (1ª Pedro 3:20, NVI). Jesucristo, quien pronunció muchas profecías acerca de las condiciones mundiales en medio de las cuales vivimos hoy, reveló que nuestros tiempos se parecerían a los de Noé. Quienes, como Noé, confían en Dios tienen la perspectiva de sobrevivir a una extensa destrucción (Lucas 17:26, 27). Juan, que era apóstol de Jesús, escribió: “El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1ª Juan 2:17). Por tanto, está claro que el sistema civilizacional de nuestros días tarde o temprano tiene que llegar a su fin. De hecho, es eso lo que pedimos al decir: “Padre nuestro […], venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra…”

En este pasaje del Nuevo Testamento, examinado en su contexto y en su sentido literal, el Señor Jesús dice claramente que habrá señales que indicarán que Él está ‘cerca, a las puertas’, y que la generación que esté viva cuando ‘todas estas cosas’ empiecen a suceder, comenzando con los ‘falsos cristos’ (falsos mesías o falsos salvadores de la humanidad), no moriría ‘hasta que todo esto sucediera’. Cabe observar que los judíos del tiempo de Jesús no se daban cuenta de que su Mesías (el Cristo) tendría que venir a la Tierra dos veces y que un largo intervalo (¡de más de dos mil años!) se interpondría entre esa época y la del cumplimiento de esta profecía. Esta es la razón por la que incluso aquellos que creían que efectivamente Jesús era el Mesías no comprendieron que la generación de la cual el Señor estaba hablando realmente viviría en el futuro lejano, durante el último periodo de la historia del mundo tal como lo conocemos. Es obvio que ninguna de ‘estas cosas’ a las que se refería Jesús realmente comenzó a suceder durante la vida de quienes lo estaban escuchando, ni en la de ninguna generación de la Iglesia desde entonces. Así pues, el retorno de Cristo todavía no podía considerarse ‘cerca, a las puertas’ sino hasta que ‘estas cosas’ realmente comenzaran a suceder. Pero veamos qué más dijo Jesús al respecto: “En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre. La venida del Hijo del hombre será como en tiempos de Noé. Porque en los días antes del diluvio comían, bebían y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no supieron nada de lo que sucedería hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos. Así será en la venida del Hijo del hombre” (Mateo 24: 36-39).

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Es decir, la generación que vivirá para ver ‘estas cosas’ que Jesús menciona en la primera parte será también testiga del regreso de Cristo, aunque ‘solo el Padre’ conozca ‘el día y la hora’ de su retorno. En cuanto al mundo incrédulo, su retorno ocurrirá en un tiempo cuando todo parezca ir de maravilla para aquellos que se hayan entregado a la falsa seguridad otorgada por el imperio que el Anticristo ofrecerá a la humanidad como respuesta a los múltiples problemas que la agobiarán al final, de la misma manera que los incrédulos del día de Noé no tuvieron ni idea de la inminente destrucción hasta que la lluvia empezó a caer y hubo pasado toda oportunidad de ponerse a salvo en el arca.

malos deseos, se mofará: ‘¿Qué hubo de esa promesa de su venida?’.” (2ª Pedro 3:3-4). Y cuando el Anticristo ascienda de incógnito, con su fachada de ‘hermano cósmico’ y como gran líder mundial de un imperio ‘extraterrestre’, con sus promesas de paz y prosperidad en la ‘nueva era de oro’, el mundo en general le mirará con esperanza en vez de empezar a buscar las ‘señales’ de la venida del verdadero Mesías y del establecimiento de su reino justo anunciado desde milenios atrás. El mundo se burlará de los pocos fieles que aun queden, de la misma manera que los detractores de Noé lo ridiculizaron a él. Finalmente, los incrédulos tomarán parte en una persecución mundial contra los escogidos de Dios (Mateo 24:22).

La población prediluviana fue advertida con bastante anticipación: ¡120 años!, según Génesis 6:3, lo que lo coloca en la categoría del aviso más largo en la historia de las catástrofes preanunciadas. Sin embargo, la ceguera espiritual de esa generación le impidió escuchar tal advertencia. Ellos estaban muy cómodamente asentados en su sistema, y seguramente les pareció una soberana tontería el que Noé se pusiera a construir semejante armatoste y se pusiera a predicar la justicia (2ª Pedro 2:5).

‘Como en los días de Noé’, los testigos del Señor (incluidos tres poderosos ángeles fieles especialmente enviados para ello) advertirán al mundo de la ira venidera de Dios contra los que hayan participado voluntariamente en el establecimiento del imperio extraterrestre del Anticristo (Apocalipsis 14:9-10). Sin embargo, la humanidad inicua tampoco responderá en esta ocasión, pues...

Ahora bien, aunque las señales de aviso de la segunda venida del Cristo serán de una naturaleza diferente, sin embargo, serán pasadas por alto de la misma manera por el mundo incrédulo del día de hoy. De hecho, “vendrá gente burlona que, siguiendo sus

“Cuando estén diciendo: ‘Paz y seguridad’, vendrá de improviso sobre ellos la destrucción, como le llegan a la mujer encinta los dolores de parto. De ninguna manera podrán escapar. Ustedes, en cambio, hermanos, no están en la oscuridad para que ese día los sorprenda como un ladrón. Todos ustedes son hijos de la luz y del día. No somos de la noche ni de la oscuridad. No debemos, pues, dormirnos como los demás, sino mantenernos alerta y en nuestro sano juicio” (1ª Tesalonicenses 5:3-6). Cierto: Noé no conocía ‘ni el día ni la hora’ del comienzo del diluvio, pero estoy seguro que sabía cuando el tiempo se estaba acercando; de modo que cuando empezó, él ya estaba completamente preparado, según Dios lo había instruido previamente. De la misma manera, aquellos lectores que ya son fieles a Dios (o que desean empezar a serlo) que lleguen a entrar al inminente periodo final de la historia, tampoco sabrán con exactitud ni el día ni la hora de la segunda venida de Cristo, pero ¡sí podrán saber con anticipación cuándo será inminente su regreso! Cuando la gran persecución del imperio anticristiano se establezca en contra de quienes se nieguen a pertenecer a él, los fieles al bando de Cristo entenderán lo que está pasando gracias a su conocimiento de la profecía futura y de lo que sucedió con el proyecto nefílico en la antigüedad remota, y

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estarán preparados según la Palabra de Dios y Su provisión sobrenatural. Cuando suceda eso, es decir, cuando llegue a su fin este continuum histórico de civilizaciones malvadas dirigidas por Satanás, el “dios” de este mundo, ¿cómo será la vida de los sobrevivientes? El apóstol Juan tuvo una vista de las maravillosas condiciones en las que se encontrará la Tierra bajo el poderoso Reino de Dios: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios Él acampará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios!. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (Apocalipsis 21:3-4).

El futuro no tiene que ser sombrío para ti. Si te esfuerzas por conocer a Dios y aprendes a confiar plenamente en él, te espera un futuro muy hermoso. Dios nos garantiza que en ese nuevo mundo los muertos resucitarán (Juan 5:28-29; Hechos 24:15). Y las pestes desaparecerán para siempre. Como parte de una profecía que se cumplirá en ese nuevo mundo, la Biblia promete: “Ningún habitante dirá: ‘Estoy enfermo’.” (Isaías 33:24).

“Por una fe inteligente…” ©2009—19. La UCLi, México www.scribd.com [email protected] ______________________________ La Comunidad Estudiantil de la UCLi se reúne semanalmente para discutir los temas históricos y contemporáneos más trascendentes a la luz de las Sagradas Escrituras judeocristianas. En un ambiente de estudio académico, de contemplación y de compañerismo cristiano, semana a semana buscamos y descubrimos la verdad revelada para que los hombres conozcan al único Dios verdadero, a su Hijo nuestro Salvador, y el reino que viene de los cielos a gobernar con justicia a todos los hombres.

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