Al Hablar de Identidad Colectiva

Al hablar de identidad colectiva, se debe considerar varios elementos que conforman el concepto. En este apartado nos de

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Al hablar de identidad colectiva, se debe considerar varios elementos que conforman el concepto. En este apartado nos dedicaremos a definir el concepto de identidad colectiva, abordando primero la identidad individual, para después explicar la idea de la colectividad y todos los factores que la conforman; pues es a partir de esta que el sujeto toma consciencia de sí mismo y se distingue del otro. La identidad colectiva es un concepto delicado, en el sentido que todos lo usan pero nadie a ciencia cierta lo define, existe una enorme difusión en torno a dicha palabra, que parece quedar cristalizada al limitarse en ciertos enfoques o ciertas nociones que la homogenizan, como las teorías propuestas por Durkheim o Parsons donde la identidad solo concibe como un proceso funcional de orden social (Dubet, 2014). En la lectura y discusión que ofrece Gilberto Giménez, afirma que “la teoría de la identidad no es más que una extensión de la teoría del actor y de la acción social, y que, por lo mismo, es indisociable de lo que algunos autores han llamado el ‘retorno del sujeto’ en las ciencias sociales” (Giménez, 2002, pág. 37); refiriendo a la acción social como parte de un movimiento social que atañe un conflicto, este se transforma debido a las orientaciones culturales y las formas de organización ya definidas por las normas sociales; al momento de llevar a cabo una acción colectiva pueden diferenciarse de los otros y esto provoca una afiliación de una identidad en grupo. Ampliamos esta discusión al comentar que la identidad también se considera la suma de todo un conjunto de elementos culturales interiorizados, conformados por una interacción, una pertenencia, un reconocimiento y una distinción con el otro. Para llegar a una explicación respecto a la identidad colectiva, nos acercamos primeramente a la significación de la identidad individual. El individuo al tener conocimiento de lo que es ser el mismo, tanto en el mundo, como en su contexto; Morin señala que tiene una conciencia individual que lo ayuda a diferenciarse del otro para reconocerse a sí mismo, (2010): es decir -el ser un individuo-, hace de nosotros seres únicos y dentro de este ser único, es lo que nos hace tener más común con todos, pues compartimos rasgos que nos unen y diferencian, es decir, cuando una persona está consiente del papel que toma ante los otros, con causa a que nadie más será o es así, delimita la identidad individual. La relación que tiene la identidad individual con la identidad colectiva, es en torno a las representaciones que se hacen con objetos o prácticas y estos pasan a ser elementos socialmente compartidos; sin embargo y tratando de establecer las diferencias encontradas, podemos decir que la identidad colectiva enfatiza la similaridad que existe entre los individuos que conforman un grupo; y la identidad individual nos lleva a una suerte de enfatizar las diferencias con el otro. El individuo conforma su identidad debido a las diversas dimensiones que acontece en su cultura, su contexto y su historia, puesto que la identidad al ser

algo plural establece relaciones o no, marcando un límite para reconocerse a sí mismo y diferenciarse del otro. La idea de saber quiénes somos y saber quiénes son los otros, con base en representaciones, como un repertorio de atribuciones culturales valorizadas (Giménez, 2004). Las representaciones que conciernen a la identidad es lo que permite definir lo que se es, los procesos simbólicos constituyen algo que hace tener un nosotros y diferenciarnos del resto; por lo que la identidad es una serie de representaciones que pueden ser vistas como símbolos o códigos que logran ser el constructor de sus propias significaciones y quedan en el recuerdo para prevalecer. La realidad de una identidad es lograda por su representación y su reconocimiento (Giménez, 2005). A partir del reconocimiento de las representaciones, el sujeto lleva a formar su identidad en la inclusión y la exclusión; lo comenta Edgar Morin (2010, pág. 44) explicando que “la condición de sujeto conlleva (…) al principio de exclusión y al de inclusión; el primero nos permite incluirnos en una comunidad, en un nosotros, y de incluir este nosotros en nuestro centro del mundo”. En la exclusión se habla de una dualidad al hacer que ‘el otro’ se convierta en el punto central para diferenciarse, existe una aceptación o un rechazo de acuerdo a la construcción de la identidad. La distinción como diría Danilo Martuccelli (2010) es la creación de una frontera, donde las identidades existen debido a que hay una oposición a esta. Las identidades colectivas son pues una selección operada subjetivamente, donde se es la imagen que cada quien da de sí mismo (…) las identidades colectivas emergen y se afirman en la medida que se confrontan con otras identidades en el proceso mismo de la interacción social, (…) el sentido de pertenencia para la autoidentificación en su participación con una colectividad en la medida que esta autoidentificación es reconocida por los otros de manera subjetiva (Gutiérrez Martínez, 2010, pág. 89). El concepto de identidad se encuentra a su vez íntimamente relacionado con el concepto de cultura que no podemos dejar a un lado. Esto nos remite a que la identidad colectiva puede formarse a partir de las diversas culturas y subculturas en las que participa y pertenece; pues al estar en contacto con una lengua, un discurso, una imagen, produce ideas que van arraigándose hasta formar parte de esta identidad en cada individuo como un empapamiento cultural. Hablar de cultura sin duda nos lleva a términos bastante amplios y exhaustivamente estudiados. En esta investigación no nos concentraremos plenamente en ello, solo lo abordaremos desde el sentido en que nos sirve para ampliar la explicación de identidad colectiva. La cultura nos la presenta Geertz (2003) como una telaraña de significados, ya que hay una serie de interpretaciones compartidas respecto a algún objeto o

evento donde las experiencias de las personas recurren a una vida similar; la cultura remite también a la organización social, donde los sujetos forman representaciones que comparten y se vuelven objetivizadas en formas simbólicas; el contexto histórico y la estructura social son a su vez componentes importantes de la cultura. La modernidad en que vivimos ha mercantilizando la cultura, lo que provoca una serie de consumos influidos por la posición social, económica, política, entre otras; sumando que el consumo va dirigido a un gusto especifico sin condicionantes externos. Estos productos culturales que son mercancía, se les da un uso, mientras nos permita ser parte de algo (Giménez, 2004). Este consumo cultural se da también en un sentido simbólico, ya que cobra un significado más importante que se vuelve propio. Consumir significa entonces crearnos un gusto que conduce nuestra identidad y desde la modernidad con sus cambios y desapegos que involucra, solo es un factor que ayuda a construir la identidad individual como la identidad colectiva, pues en ella se producen ideas que quedan plasmadas en los símbolos y códigos, que mencionaremos más adelante. La identidad en tanto comienza su distinción con el otro, se crea por medio de los rasgos culturales distintivos como lo menciona Gilberto Giménez (2004), ya que compartir estos rasgos llenos de significado hace que la identidad perdure en el tiempo. Estos rasgos significativos culturales logran ser objetivables al ser observables en su comportamiento, discurso, imagen, practicas, entre otros. A su vez, el contexto cultural y social nos lleva a una similaridad con el otro pues los rasgos culturales también son el medio por el que tenemos algo en común. Danilo Martuccelli (2010, pág. 62) nos señala que “la identidad es la articulación entre una historia personal y una tradición social y cultural”, la historia de cada individuo se relaciona con el contexto en que se encuentra, por lo que ciertos rasgos culturales y sociales podrán compartirse de acuerdo al gusto y vivencia de cada individuo. Ya sea de manera individual o colectiva la pertenencia cabe dentro de la experiencia cultural, pues existe una confrontación para poder establecer quienes son. “Lo que nos sucede tiene un valor fundamental, porque todo lo que va pasando es lo que estructura nuestra dinámica cultural” (Michel Cuen, 2010, pág. 36); y esta dinámica cultural es lo que nos guía a la estructuración de una identidad colectiva. Pertenecer a un grupo nos lleva a concebir la identidad colectiva por medio de las relaciones de pertenencia donde se adquiere un compromiso, cómo lo ha planteado Giménez (2009), existe una identidad propia en integridad a un núcleo colectivo de representaciones sociales; hay un resultado en tanto como nos vemos y el cómo nos ven los demás.

El individuo al pertenecer e identificarse con un grupo forma su identidad a partir de la interacción con los otros, esto lo lleva a tener una experiencia que logra situarse en un plano más profundo, incluso llegando a lo sentimental. La interacción cotidiana, donde el reconocimiento marca una diferencia con el otro, es un proceso que involucra la creación de una identidad pues se da un “proceso de legitimación en el que se busca la aceptación y el reconocimiento de la propia identidad (…)” (Cruz, 1995, pág. 9). El sentido de pertenencia social para conformar una identidad colectiva, significaría que en la inclusión de un individuo a una colectividad eventualmente se activan apropiaciones e interiorizaciones respecto a un complejo simbólico y cultural que “(…) funge como emblema de la colectividad en cuestión, (…) de donde se sigue que el status de pertenencia, tiene que ver fundamentalmente con la dimensión simbólico-cultural de las relaciones e interacciones sociales” (Giménez, 2009, pág. 31). La identidad colectiva es importante en el desarrollo de cualquier sociedad, y el proceso mediante el cual el individuo utiliza categorías para poder definir lo que es y lo que no es, nos ayuda a aclarar cómo se construye esta. La identidad se atribuye siempre en primera instancia a una unidad distinguible, cualquiera que esta sea (…) la posibilidad de distinguirse de los demás también tiene que ser reconocida por los demás en contextos de interacción y de comunicación (…) las personas (…) están investidas (…) de una identidad cualitativa, que se forma, se mantiene y se manifiesta en y por los procesos de interacción y comunicación social (Giménez, 2009, pág. 27-28). En las relaciones surgidas en el grupo encontramos una implicación emocional, pues se presenta el sentimiento de pertenencia que lleva al individuo a sentirse parte de una comunidad; es también cuando el espacio territorial se va perdiendo, el lugar donde desarrollaban sus prácticas puede ser sustituido, ya que la variedad de espacios simbólicos representan un impulso más grande para converger una identidad colectiva. La identidad colectiva acarrea prácticas donde los individuos se involucran ya sea en un espacio territorial o simbólico6; se relacionan para lograr su cometido particular en la realización de determinadas actividades. Las relaciones que surgen entre los individuos son reconocidas por los miembros del grupo y también por los que no pertenecen a este. La diferenciación marca un reconocimiento con el otro en un sentido colectivo. Espacio territorial refiriendo a lo tangible y real. El espacio simbólico refiere a lo que el imaginario social significa. La re-significación del espacio que es ahora un espacio simbólico, desarrolla las identidades individuales y colectivas; provocando que la apropiación del espacio territorial sea más fugaz y solo necesario para el

desarrollo de actividades que cohesionen al grupo y reafirmen la identidad colectiva (Zebadúa Carbonell, 2012). En la construcción de la identidad colectiva el reconocimiento que se logra con el otro es mediante el discurso; ya que el lenguaje es de carácter público y en su incidencia ayuda en el desarrollo de las prácticas y actividades que involucran la conformación de la identidad. La experiencia que se crea al conformarse una identidad colectiva es donde los sujetos en torno a su contexto van estableciendo su memoria (más adelante ahondaremos en el papel de la memoria), aquí destacamos la influencia que tiene la música para esto. Destacamos la expresión de la música para entender y explicar del porqué en esta experiencia se acepta una determinada forma artística o estética y no otra para formar parte de la identidad colectiva. La música, coincidiendo con Frith (2011), se produce y se crea en torno a la experiencia donde se asume una identidad subjetiva y colectiva, lo estético se significa a partir de experimentar a nosotros mismos de manera diferente. Entendemos que esta expresión se construye en tanto nos sabemos diferenciar con el otro y saber de nosotros mismos.