Memoria e Identidad Colectiva Plaza de La Paz

MEMORIA E IDENTIDAD COLECTIVA: LA PLAZA DE LA PAZ, BARRANQUILLA “En esta última etapa de mi peregrinación por los camin

Views 28 Downloads 0 File size 948KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

MEMORIA E IDENTIDAD COLECTIVA: LA PLAZA DE LA PAZ, BARRANQUILLA

“En esta última etapa de mi peregrinación por los caminos de Colombia, como Mensajero de la paz de Cristo, tengo el gozo de encontrarme en esta plaza de la Paz, cuyo nombre aúna, hoy más que nunca, los anhelos de todos los colombianos. He querido ser en todas partes pregonero de la paz de Cristo, mensajero de ese Cristo que es «nuestra paz »”. Con estas palabras hace 27 años inició su saludo a los barranquilleros el Beato Pontífice Juan Pablo II, en una visita que no solo se convertiría en un acontecimiento para la ciudad, sino que marcaría el rumbo del espacio urbano que aglomeró en ese día a cientos de feligreses.

Construida en 1986 para recibir al entonces obispo de Roma, la Plaza de la Paz ha sido desde ese momento uno de los principales espacios de encuentro y manifestación de la ciudad. Sin embargo, la hoy reconstruida plaza, donde se celebraron con luces y destellos los 200 años de la ciudad, no siempre brilló del mismo modo. Por muchos años quedó descuidada y abandonada a su suerte. Se convirtió en una plaza decadente, con los bancos en su mayoría en ruinas, árboles en mal estado y maleza seca. Este lugar emblemático de la ciudad, donde se levantaron múltiples manifestaciones y encuentros, poco a poco fue perdiendo su esencia de organismo viviente y quedó, para muchos, estática en el olvido.

Como nuestra vida es corta en comparación con los siglos que tienen las ciudades, no hacemos conciencia del devenir de los espacios, solo recordamos su presente, tal como están hoy que nos ha tocado vivirlos y pocas veces somos conscientes de los grandes cambios que han experimentado hasta llegar al momento actual (Bazant, 2010).

Tal vez Barranquilla no tenga siglos de fundada y la Plaza de la Paz sólo tanga 27 años de haber sido construida, sin embargo en su relativamente corto tiempo de vida, y con la reciente reconstrucción, la plaza ha experimentado un cambio significativo que permite analizarla desde una antes y un después. Un pasado y un presente que de cuenta de la ciudad vivida.

Así, por medio de una metodología etnográfica y utilizando dispositivos de activación de memoria colectiva, se buscó reconstruir la memoria colectiva que tienen los barranquilleros de la Plaza de la Paz, a fin de identificar las representaciones colectivas predominantes entre la población joven y adulta, acerca de este espacio urbano. El presente ensayo recoge los hallazgos más significativos.

El espacio público como espacio de recuerdo común “El espacio público es un espacio de recuerdo común. De alguna manera, somos lo que recordamos o lo que creemos recordar.” (Innerarit, 2006)

En la introducción de su libro Espacios Urbanos, el arquitecto mexicano Jan Bazant describe las plazas son espacios de encuentro. Encuentro de una persona con su ciudad, sus costumbres y sus valores; encuentro entre los distintos tiempos de la arquitectura que tienen los edificios que la conforman; encuentro de los edificios y el espacio con el cielo abierto y el sol. Las plazas ligan el espacio y el tiempo; en este caso, el pasado y el presente con el devenir de la ciudad. De este modo, las plazas contienen la historia de la ciudad, pues alrededor de los espacios estas se construyeron en el tiempo. De aquí la importancia de poseer un mínimo de conocimiento de historia para estar en

posibilidades de entender y diseñar una plaza en el presente y por tanto visualizar que devenir podrá tener en el futuro (Bazant, 2010). Yendo más allá, se puede afirmar que es importante conocer no solo su historia, es decir, los datos “duros” e información precisa de la realidad material, sino también los temas relacionados con la psique y los afectos de manera que se permita construir la lógica de la identidad colectiva. Es aquí donde juega un papel importante la recuperación colectiva de la historia como metodológicas de producción de conocimiento.

Memoria e identidad colectiva De acuerdo con el historiador francés Jacques Le Goff (citado por Ibarra, 2007), la memoria es la materia prima de los historiadores. Mientras éstos “ponen en orden” el pasado, recuperando fuentes y organizando testimonios, la memoria colectiva, por ser una memoria no consciente, resulta el lugar en el que mejor se manifiestan los sentimientos religiosos, de identidad, de júbilo o de tristeza de la gente.

La memoria colectiva alude a la manera en que el grupo se relaciona con su pasado, al significado que este pasado tuvo para sus protagonistas, el sentido que se le otorga en el presente y como lo transfiere a futuras generaciones. Por lo tanto, la memoria colectiva no da cuenta tanto sobre los acontecimientos pasados como sí del significado que éstos tuvieron en el grupo.

Como productora de sentido, de experiencia y de pertenencia social, la memoria colectiva guarda una relación dialéctica con la cultura y la identidad pues en la medida en que cada generación asume la tradición heredada y la transmite a la siguiente se conserva la identidad del conjunto.

El repertorio de representaciones que un colectivo

posee de su pasado, así como sus usos y actualizaciones, alimenta su sentido de pertenencia, orienta sus prácticas presentes y define el horizonte de posibilidades de su actuar futuro (Torres, 2010) . De aquí el carácter práctico de la memoria colectiva: orienta hábitos cotidianos y prácticas sociales, forja lazos de solidaridad y lealtad, da continuidad a saberes, creencias y representaciones que crean sentido de pertenencia. Es decir, garantiza la construcción de una identidad colectiva.

La identidad, entonces, como cultura internalizada que define las fronteras de lo propio y lo ajeno, es memoria colectiva actualizada (Torres, 2010), e involucra modos de ser que van de lo que se ejecuta a lo que se imagina, lo virtual, lo deseado, lo que se ha conseguido normar y las aspiraciones utópicas (Ibarra, 2007).

Reconstrucción de la memoria Citando a la autora Pilar Riaño-Alcalá (2006) la reconstrucción de la memoria es una antropología del recuerdo y el olvido; una observación etnográfica de aquello que se recuerda y se olvida y de cómo se actualizan las memorias en la vida diaria.

Esta modalidad de producción de conocimiento busca reconstruir la historia/memoria de hechos y procesos compartidos por colectivos populares involucrando de forma activa a sus protagonistas. Tiene como finalidad, entre otras, aprender del pasado, reconocer quienes somos desde nuestro propio reconocimiento, fortalecer vínculos y sentidos de pertenencia desde el recuerdo y construir futuro desde la memoria.

En Mirando hondo: reflexiones del estado de la educación popular, Alfonso Torres Carrillo hace un recorrido por el encuentro con lo cultural y explica como a mediados

de los ochenta se despertó un interés por reconstruir procesos de configuración de colectivos, de develar la identidad de actores sociales. Empieza a hablarse de “recuperar la historia”. Esta “recuperación histórica” consistió inicialmente en el rescate de testimonios, archivos de baúl y experiencias históricas de los sectores populares. Pero en un trabajo realizado por Fals Borda en 1985 sobre experiencias investigativas con campesinos en Nicaragua, México y Colombia, el autor se refiere a la recuperación crítica de la historia del pueblo, como “la versión selectiva de los conflictos de clase del pasado, producida por la gente de los caseríos y veredas a través de la memoria colectiva, los recuerdos individuales, la tradición oral y los documentos y objetos recogidos en los viejos baúles de hogares humildes” (Fals Borda, 1985, citado por Torres, 2010).

Así, la recuperación colectiva de la historia se configuró como modalidad investigativa con finalidades y metodologías propias, en la que se plantearon estrategias para reconstruir y comunicar aquellas versiones del pasado provenientes no sólo de la memoria individual sino también en las estructuras físicas, los muebles, objetos y utensilios que deliberadamente o no se conservan en el ámbito personal, familiar y local, las fotografías, videos, materiales escritos: diarios, actas, recortes de prensa, y las prácticas sociales y culturales, que permanecen en el presente como costumbres y tradiciones .

Es así como existen múltiples fuentes a las que hay que acudir quienes vayan a hacer reconstrucciones históricas y las posibilidades de acceder a ellas; la recuperación colectiva de la memoria acude a diversos “dispositivos” de activación de memoria, los

cuales no sólo sirvan para reconstruir el recuerdo, sino también para reconstruir los vínculos sociales y las identidades colectivas.

Estos dispositivos son técnicas conversacionales que reconstruyen realidades pasadas y activan lazos subjetivos entre quienes participan. Algunos de estas técnicas activadoras de memoria son: las tertulias, los museos comunitarios, los paseos del recuerdo, las audiciones de música del ayer, los mapas parlantes y talleres, entre otros.

Riaño-Alcalá (2006) en su libro Jóvenes, memoria y violencia en Medellín: una antropología del recuerdo y el olvido, ilustra cómo la aplicación de estos dispositivos permite a los individuos construir significado y fortalecer vínculos sociales y de identificación mutua: “Generalmente, el relato de una historia revive el recuerdo de otras historias que, tras ser escuchadas, activan un proceso de reflexión. Tales procesos de recuerdo en cadena entretejen las historias individuales en una red discernible de memorias y narraciones reflexivas. En el tiempo y el espacio de un taller se negocia lentamente un consenso narrativo en torno a lo que ha vivido y su impacto. No todos los participantes han vivido las mismas experiencias y el recuerdo revela facetas de experiencia y relaciones previamente desconocidas. Estas instancias de negociación y consuelo hacen posible la reconstrucción y resignificación de la experiencia y la elaboración de significado.” (pag.lvi)

Antes de proceder a describir los hallazgos referentes a los relatos y expresiones simbólicas que suscitaron la utilización de estos dispositivos, es importante realizar un recuento de lo que fue y es la Plaza de la Paz en y para Barranquilla.

La Plaza de la Paz La Plaza de la Paz es un espacio público ubicado entre las carreras 45 y 46, y las calles 50 y 53, frente a la Catedral Metropolitana María Reina de Barranquilla. Fue construida en 1986, con el fin de albergar a la multitud de feligreses que recibió al Papa Juan Pablo II en su visita a Barranquilla durante su peregrinación apostólica a Colombia.

“El Papa sembró una historia en la ciudad que comenzó hace 25 años cuando logramos que nos visitara. Esto significa mucho para nuestra historia porque fue la consolidación de un sueño que anhelamos todos los barranquilleros en esa época: tener nuestra Catedral y una plaza frente a ella”, afirmó el arzobispo auxiliar de Barranquilla, Monseñor Víctor Tamayo, en entrevista para el Heraldo el 31 de mayo de 2011.

En ese entonces fueron muchas las gestiones que hizo la iglesia local del Atlántico en compañía de la las autoridades civiles, expresó el obispo.

“Lo primero fue declarar de utilidad pública toda la zona hasta donde comienza el Banco de la República. Luego se compraron algunos predios que estaban alrededor de la catedral y de la plaza. El nombre fue una petición expresa del ex presidente Belisario Betancourt, quien dijo que ayudaba a conseguir los recursos pero con la condición que se debía llamar Plaza de la Paz ya que el Papa Juan Pablo II era considerado el mensajero de la paz”.

El proyecto original contempló que la plaza estuviera ubicada entre las calles 45 y 53, carreras 45 y 46, pero a fines de los años 1980, el Banco de la República construyó su

nueva sede en la ciudad en la manzana comprendida entre las calles 45 y 47, carreras 45 y 46.

Desde sus inicios, la plaza ha sido un importante escenario de protesta social, llegando a convertirse en un espacio en donde convergen «los actores y adversarios de las movilizaciones sociales en Barranquilla». De igual modo, la plaza de la Paz ha sido el espacio con mayor número de movilizaciones en la ciudad durante las últimas décadas, llegando a albergar a cerca de 350 000 manifestantes (Velásquez, 2009).

Hasta la intervención de 2011, en el parque anexo a la plaza se encontraban la escultura «El Policía Amigo», representación de un policía sosteniendo una paloma blanca, y el punto cero de la ciudad, el cual es tomado como base para las coordenadas de Barranquilla. Además, en la plaza funcionaba un CAI de la Policía Nacional.

La remodelación La construcción de la Plaza de la Paz Juan Pablo II, como fue denominada luego de su reconstrucción, hizo parte de un programa de recuperación de plazas y parques liderado por Gobernación del Atlántico. Según Monseñor Tamayo, no fue una idea reciente, sino que surgió el mismo año en que fue inaugurada la plaza durante la visita del Sumo Pontífice.

La nueva plaza fue concebida como un espacio multifuncional, utilizado para hacer manifestaciones ciudadanas, eventos religiosos, militares y culturales; con capacidad para 25 mil personas y diseñada para eventos masivos. Un espacio amplio que sirviera

para que la gente hiciera deportes, caminara, y donde los municipios del Departamento expusieran sus eventos o artesanías.

En el 2011 se desató una polémica en la ciudad por el proyecto de remodelación de la plaza. Principalmente porque el nuevo diseño, tal como fue anunciado, contemplaba una amplia zona pavimentada y preocupaba qué iba a pasar con los árboles que poblaban el sector. Finalmente, tras concretar unos cambios, los arquitectos encargados rediseñaron el proyecto para darle lugar a más zonas verdes.

En contraste con la antigua, y más modesta plaza, el proyecto incluyó construcción de una tarima para eventos, plaza de comidas, baños, muro de exposiciones, camerino, parqueadero subterráneo, y espacios comerciales.

Además de los cambios estructurales que tuvo la plaza, se destacan también dos cambios a los referentes simbólicos de la antigua plaza: el traslado del CAI a la calle 50 y la desaparición del icónico monumento del policía amigo.

Memoria colectiva e identidad local en la Plaza de la Paz de Barranquilla Reconstruir la memoria colectiva e identificar las representaciones predominantes que tienen los barranquilleros sobre la Plaza de la Paz, implicó conocer qué se recuerda (y qué se ha olvidado) de este espacio urbano.

Para responder a este interrogante y cumplir con el objetivo propuesto, se emplearon dispositivos de activación de la memoria como técnica investigativa. Teniendo en cuenta los limitantes de tiempo y acceso a la población, se realizó un grupo de

entrevistas en la que se conversó de manera abierta sobre la plaza, los recuerdos que de ella se tienen y los usos que ha tenido en el pasado y en la actualidad. Por otra parte, se realizó un taller de memoria en el que los participantes expresaron en papel, con palabras o dibujos, las sensaciones y sentimientos que emergen al evocar la plaza.

Los participantes estuvieron clasificados en dos pequeños grupos: una población joven, conformada por aquellos sujetos que actualmente hacen uso de la plaza y una población adulta, que fue convocada dado que conoció y vivió la plaza original. La selección de la muestra fue no probabilística, pues el interés no es generalizar los resultados a una población más amplia.

Aprender del pasado y construir futuro desde la memoria La plaza en la actualidad es concurrida por gran número de jóvenes y niños que han encontrado en este espacio un lugar agradable para estar. Por una parte, para muchas familias jóvenes la plaza se ha convertido en espacio para la recreación de los niños, el lugar donde éstos pueden manejar bicicleta, patinar, correr, saltar. Por otro lado, dadas la calidad de las experiencias que ofrece el entorno físico, la plaza se ha convertido en escenario de nuevas formas de organizaciones sociales conformadas por jóvenes. Diferentes actores urbanos han construido una identidad colectiva desde el uso del espacio: deportistas extremos, artistas callejeros, músicos, bailarines de freestyle, punks, ‘skaters’, practicantes del BMX, teatreros, raperos, metaleros, neo hippies, para mencionar algunos. Así, la plaza ha dado cabida a diferentes discursos de lo que es ‘ser joven’.

En las conversaciones con estos actores, especialmente los jóvenes, emergieron diferentes nociones sobre la plaza y su relación con ella. Muchos no conocieron o recuerdan el espacio original, sin embargo, el nombre de la plaza inmediatamente les evocó esa historia común que la rodea y que ellos sí pudieron identificar: la visita del Papa Juan Pablo II. Pese al malestar que ha generado entre algunos residentes el hecho de que la plaza haya sido rebautizada para incorporar el nombre del Santo Padre, es innegable que el beato forma parte del pasado histórico de la Plaza de la Paz. Un pasado que está grabado en la memoria colectiva de los barranquilleros, y que el nuevo nombre permite perpetuar.

Otros testimonios dieron cuenta de algunos imaginarios presentes entre barranquilleros sobre la plaza. Entre lo que rememoraron los participantes durante las conversaciones, emergieron los siguientes las nociones comunes:

1. La plaza antigua era un lugar de paso: “esto era el camino para Sao” “de paso si, casi siempre era un camino, nunca me sentaba” “uno venía era pa’cogé el bus, antes de cogé el bus uno venía se refrescaba si salía uno del trabajo a las 4, cuatro y media” 2. No era concebida como lugar de esparcimiento o recreación: “no se veía a la gente así divirtiéndose y eso” “no había bancas adecuadas” “ahora está más bacana porque ahora los niños vienen más. Antes aquí los niños no venían, aquí lo que venía era pura gente adulta, vaina de novios y vaina, no había nada de pelaitos por aquí.”

3. Lugar inseguro, lleno de indigentes y drogadictos: “simplemente tú estabas aquí y te podía coger un loco y hacer un daño” “ya no se ven los muchachos fumando ni nada por ahí como antes” “estaba el cai pero últimamente ya era peligroso” “habían locos, ya los locos por aquí no se ven” “aquí había mucha gente drogándose, mucha delincuencia” 4. Lugar solo, poco concurrido: “yo recuerdo el poco de árboles, y esto solo así solo” “o sea nada más se veían eran los loquitos ahí acostados así” 5. Zona verde: “yo recuerdo el poco de árboles”

Durante las actividades que se realizaron durante el taller de memoria se pudo asociar algunos de los testimonios de los participantes con las categorías emergentes resultado de las charlas con los jóvenes. Inseguridad, zonas verdes, indigencia, fueron algunas de las más recurrentes. En esta actividad se les pidió a los participantes que plasmaran en papel, ya fuera con palabras o dibujos, aquello que les evocaba la plaza:

“Recuerdo árboles, un espacio amplio pero tradicional, asociado más a la plaza como centro de reunión del pueblo. Indigentes y un lugar de noche una tanto peligroso y oscuro” “recuerdo la estatua del policía, las palomas y los árboles, pero también el desaseo y la negligencia del Estado en este espacio público.” “Desperdicio de espacio público, calor, soledad, suciedad, de noche, miedo”

“Basura, indigentes, descuido de la naturaleza, miedo, ladrones, malos olores, oscuridad”

No obstante, los talleres también propiciaron el espacio para que surgieran un nuevo grupo de asociaciones. Así, los relatos individuales, especialmente de los participantes más adultos, rescataron una plaza menos temerosa, un lugar de encuentro público, eventos conmemorativos y de manifestaciones.

“Un sitio que congregaba a quienes querían manifestarse libremente.” “Aquí se realizaban eventos de la policía nacional, del carnaval, muchos eventos!””

Finalmente, se permitió que los participantes relataran un acontecimiento vivido en la plaza que encontraran significativo. Este tipo de relatos permitió poner en perspectiva la memoria personal con la memoria colectiva. Una de las participantes narró uno de sus recuerdos: “Esa plaza se construyó para ponerle un frente a la catedral, porque eso eran casas con unos patios grandes con un solo frente sobre la carrera 45, y patios para atrás para el lado de la 46. Eso era creo que como 10 casas que tumbaron las compró el municipio para hacer ese sector de ahí relacionado con la catedral. Digamos yo me acuerdo de las viejitas y todo. Yo me acuerdo de mi niñez, de porque iban a tumbar esas casas o sea comprar esas casas para hacer un parque, ¿cuál paz? Yo decía pero ¿cuál paz? Yo estuve mucho tiempo en esa plaza que no se le llamaba plaza sino la plazoleta de la catedral. Ahí se hacían muchas cosas” Conclusiones El presente ensayo recogió los hallazgos más significativos de un proceso de activación de memoria colectiva en el que se indagaron los recuerdos e imaginarios que tiene un grupo de barranquilleros sobre la Plaza de la Paz. Se buscó con esto poder entretejer los relatos y testimonios de los participantes para hilvanar un sentido histórico compartido

sobre el pasado de este espacio público. Así, se lograron identificar las representaciones colectivas más predominantes.

Históricamente, la plaza ha sido un lugar donde se ha manifestado lo propio de la vida cultural y de la cotidianidad de los habitantes de las ciudades, es el reflejo de ellos mismos y de su contexto (Ramos & Peña, 2007).

De acuerdo con Muñoz y a Seguel, 2001 (citado Ramos & Peña, 2007), la plaza “Fue el centro de la vida urbana, escenario de fiestas y carnavales, sede de un mercado informal y punto de convergencia de los principales símbolos de la fe y el poder civil y religioso. Era el espacio donde se reunían los monumentos más representativos de la cultura oficial; era un centro en torno al cual gravitaban la vida social, política, religiosa, económica y comercial”.

Al hilvanar los testimonios de los participantes sobre los recuerdos que tienen de la plaza, se concluye que en la memoria colectiva de los barranquilleros, la Plaza de la Paz no está representada como lugar antropológico o de reproducción social. Más que escenario de la vida cotidiana y punto de convergencia, la plaza es recordada como un espacio oscuro, solitario y peligroso. Un lugar donde no había convergencia, donde la gente no llegaba, o si lo hacía no permanecía. Es decir, una plaza, no plaza.

El gran imaginario que está presente entre los participantes es que pasamos de tener un lugar nauseabundo a un espacio digno de disfrutar. En la plaza se realizaron muchas actividades sociales, políticas y culturales que se fueron perdiendo dado el abandono y la inseguridad que se apoderó del espacio. La nueva plaza retoma el uso del lugar desde

su concepción original de lo que es una plaza tal como Ramos y Peña mencionan: “ un sitio donde los individuos no están aislados los unos de los otros, sino que interactúan, a través de relaciones sociales de diferentes índoles, conformando espacios urbanos que los identifican y los hacen reconocibles.”

Bibliografía Bazant, J. (2010) . Espacios Urbanos. Historia, teoría y diseños. México. Editorial Limusa Flores, P. y Escalante, K. (2005). La «plaza de la paz» y el diario «el heraldo» como espacios públicos de la protesta social en Barranquilla (Colombia) Análisis de las noticias sobre protestas sociales consideradas acontecimientos periodísticos. Investigación y desarrollo vol. 13, n° 2 Ibarra, A. (2007). Entre la historia y la memoria. memoria colectiva, identidad y experiencia. discusiones recientes. Instituto De Investigaciones Históricas Innerarit, D. (2006). El nuevo espacio público. Madrid, España. Editorial Espasa Plaza de la Paz será como las más importantes del mundo: Tamayo. (Mayo 31, 2011). El Heraldo. http://www.elheraldo.co/node/23564 Consultado el 23 de marzo de 2013 Ramos, L. y Peña, J. ( 2007) . Una pérdida significativa. Los factores que incidieron en la pérdida de la Plaza de San Nicolás como lugar político. Tesis de pregrado. Riaño-Alcalá, P. (2006). Jóvenes, memoria y violencia en Medellín: una antropología del recuerdo y el olvido. Medellín, Colombia. Editorial Universidad del Antioquia. Torres, A. (2010). Activación de memoria e identidad colectiva desde la recuperación colectiva de la historia. En Pablo Páramo (comp.), La investigación en ciencias sociales. Editorial Universidad Piloto de Colombia Torres, A. (2010). Educación popular y producción de conocimiento. La Piragua nº 32 Mirando hondo: Reflexiones del estado de la Educación Popular Velásquez, T. (2009). Barranquilla, un solo carnaval de paz. El Heraldo. Consultado el 23 de marzo de 2013

Anexos: Evidencia de los talleres de memoria:

Evidencia visita etnografica – Plaza actual