Textos Sobre Els Regnes Cristians i El Feudalisme

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Textos sobre el feudalismo y los reinos cristianos Algunos aspectos de los feudos «Un feudo puede ser dado por un arzobispo, un abad, una abadesa, un marqués, un conde… También pueden hacerlo otros que reciban un feudo de ellos […] 2. Cómo debe jurar fidelidad el vasallo. […] “Juro sobre estos santos Evangelios de Dios que, a partir de hoy y hasta el último día de mi vida, seré fiel a ti [nombre del señor], mi señor, contra todo hombre, salvo el emperador o el rey”.» Consuetudines feudorum (mediados del siglo XII). Cit. J. VALDEÓN, El feudalismo, Historia 16, 1999, p. 165-167 [adaptado].

Las condiciones del contrato vasallático «Importa entonces que […] el vasallo provea fielmente a su señor de consejo y ayuda si desea parecer digno del feudo […]. El señor asimismo debe devolver a su fiel acciones similares. Si no lo hace, será considerado hombre de mala fe, al igual que el vasallo que falte a sus deberes será culpable de perfidia y perjurio.» Carta de Fulberto de Chartres al duque de Aquitania (1020). Cit. J. VALDEÓN, El feudalismo, op. cit., p. 164-165 [adaptado].

Fórmula de encomendación del vasallo a su señor «Al magnífico señor XX, yo X, considerando, como es sabido de todos, que no poseo de qué alimentarme o vestirme, he recurrido a vuestra benevolencia, y vuestra voluntad me ha concedido la posibilidad de poder entregarme y recomendarme a vuestra protección y sostén. Hago esto: vos deberéis ayudarme y mantenerme tanto con víveres como con vestidos en la medida en que yo pueda serviros y merecerlos de vos. Y en tanto viva deberé serviros y respetaros como puede hacerlo un hombre libre.» Formulario de Tours (siglos VII-VIII). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 97.

El juramento de fidelidad «Yo, Bernat Guillem, […] juro sobre el altar consagrado, a ti Ramón Berenguer, conde de Barcelona, que de esta hora en adelante te seré fiel […] por el honor que ahora tienes y que en adelante adquieras con mi consejo, en concreto del castillo de Besalú y de todos los castillos y fortalezas pertenecientes a su condado, y de Castellnou […], y que esto no te lo quitaré ni en su totalidad ni en parte. Y si hombre u hombres, mujer o mujeres te lo quitaran te ayudaré a poseerlos, defenderlos y guerrear contra todos los hombres o mujeres hasta tanto que recuperes lo perdido […]. Y del castillo de Besalú y de todos los sobredichos castillos y fortalezas te daré a ti la potestad y te haré señor […] de aquí en adelante […], tantas veces como tú me lo pidieres, por ti mismo o mediante tus enviados […]. Por Dios y estas santas reliquias.» Juramento de Bernat Guillén al conde de Barcelona Ramón Berenguer III (1112). Cit. J. VALDEÓN, El feudalismo, p. 165 [adaptado].

Prestación de homenaje de un vasallo a su señor «En la ciudad de Agen, el día 12 de enero, […] ante mi presencia, o sea de Pedro Maderan, notario […] y de nobles señores […] el noble y muy bueno señor Gastón,

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conde de Foix y vizconde de Bearn, se presentó […] ante el muy noble y muy poderoso señor, monseñor Edward, hijo mayor de nuestro soberano señor el rey de Inglaterra, príncipe de Aquitania y de Gales […]. El mencionado señor […] de rodillas […], sin espada y con la cabeza descubierta, sus manos juntas entre las dos manos de nuestro noble señor el príncipe […], prestó fe, juramento y homenaje por las tierras […] y por las cosas que tiene del principado de Aquitania. Por su vida y sus miembros, en el terreno del honor, fe y lealtad prometió cumplir y guardar para con todos y contra todos los que puedan vivir y morir […]. Prometió hacer todo lo bueno, leal […] que un vasallo debe a su verdadero y natural señor, salvo la lealtad debida a nuestro soberano señor el rey de Inglaterra […]. Y todo esto prometió y juro el mencionado vasallo, poniendo sus manos sobre el libro y la cruz y besándolos, para siempre, si Dios lo ayuda y los Santos Evangelios lo sostienen. Ante este homenaje y juramento de lealtad, nuestro muy temido señor el príncipe, recibiendo al nombrado vasallo, lo besó en la boca […].» Gastón Febus, conde de Foix, al Príncipe Negro (1364). Cit. J. VALDEÓN, El feudalismo, p. 172173 [adaptado].

El rito del vasallaje «El conde preguntó al futuro vasallo si quería convertirse en su hombre sin reservas, y aquel respondió: “Lo quiero”; después, juntando las manos, que el conde cubrió con las suyas, se aliaron con un beso. En segundo lugar, aquel que había hecho el homenaje prometió fidelidad al delegado del conde en estos términos: “Prometo por mi fidelidad ser fiel al conde Guillermo y guardar contra todos y enteramente mi homenaje, de buena fe y sin engaños”. En tercer lugar, juró esto sobre las reliquias de los santos. Seguidamente, con la vara que tenía en la mano, el conde dio las investiduras a todos aquellos que, por este pacto, le habían prometido seguridad, rendido homenaje y al mismo tiempo prestado juramento.» GALBERTO DE BRUJAS (siglo XII). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 98 [adaptado].

Concesión de un feudo «En nombre del Señor, Yo, Rogelio de Besiers, te doy en feudo a ti, Arnaldo de Corleano, y a tu yerno Beltrán de Peirala, a vuestro hijos y a sus descendientes, mi castillo llamado de Claramont, que fortifico y mando fortificar en mi condado Redense, en mi honor, con las fortificaciones que hay en el castillo y que en lo sucesivo se construyan, a excepción de una casa que me reservo para hacer toda mi voluntad. Os entrego el castillo para que lo tengáis en feudo mío, salvo mi fe, mis derechos señoriales y mi justicia […]. Año 1138 de la Encarnación del Señor, el día 15 de las calendas de junio, bajo el reinado del rey Ludovico.» Historia general de Languedoc, ed. Privat, tomo V, col. 1018. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 98.

El bisbe de Barcelona dóna com a feu el castell d’Albà a Guitardo de Muradén (978) «Este es el acuerdo que hace el obispo Vivas […] con don Guitardo de Muradén […] en relación con el castillo de Albano y con todos sus términos, […] para que lo tengas y poseas […] y dones a mí y a mis sucesores el derecho de utilización de ese mismo castillo de Albà, […] y no pongas allí castellanos sin mi consejo, que siempre me prestarán homenaje y fidelidad. Y en el dicho castillo retengo para mi provecho las iglesias con sus diezmos y primicias y ofrendas y las parcelas mías que están entre

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el castillo de Albà y el castillo de Ceume y mi reserva señorial […], con todos sus términos y todas sus pertenencias, con sus molinos y cursos de agua y fuentes […], sin derecho señorial alguno […]. Y yo, Guitardo acuerdo contigo, el obispo Vivas mi señor, y con tus sucesores que te seré fiel en lo que se refiere a tu persona y a ese castillo antes mencionado, y daré a ti y a tus sucesores derecho de utilización sobre el predicho castillo, […] cuantas veces me lo demandéis, por ti o por tus enviados, y te haré [servicio de] hueste y cabalgada y otros servicios […]. Y si alguien quisiera romper este pacto y acuerdo, indemnícelo con dos libras de oro de la mejor ley y en adelante este pacto y acuerdo persistan en vigor en todo momento.» Cit. J. VALDEÓN, El feudalismo, Historia 16, 1999, p. 162-164 [adaptado].

Juan II de Castilla concede la villa de Gahete a Gutierre de Sotomayor (1444) «Yo el Rey, para hacer bien y merced a vos, mi bien amado y leal caballero don Gutierre de Sotomayor […], con respeto y consideración hacia los buenos, leales y señalados servicios que los de vuestro linaje hicieron a los Reyes […] mis progenitores, y a los que me habéis hecho y hacéis cada día, como remuneración de ellos […] os hago merced de la villa de Gahete, con todos los vecinos y moradores que al presente viven en ella y en su término; y con todos sus distritos, jurisdicción, producción, rentas, esquilmos [beneficios que se sacan de las haciendas y el ganado], tributos, justicia y jurisdicción civil y criminal, alta y baja […], prados, pastos, montes y aguas […]. […] merced que yo os hago para siempre jamás para vos y para vuestros hijos, herederos y sucesores, […] para que pongáis y quitéis alcaldes, alguacil, regidores y otros oficiales, horca y azote en vuestra villa, y uséis la dicha justicia civil y criminal, […] y podáis cobrar para vos mismo todos los dichos tributos y cosas pertenecientes a dicho señorío. Y por la presente mando al concejo, alcaldes, alguacil, regidores, oficiales, vecinos y moradores de la dicha villa que os tengan y reciban como señor de la villa y os obedezcan y cumplan vuestros mandamientos. […] Y os concedo todo ello para que la podáis vender, dar, cambiar y hacer con ello todo lo que queráis […].» Cit. J. VALDEÓN, El feudalismo, p. 173-175 [adaptado].

Relaciones entre señores y vasallos «Ley I. Cuando algún hidalgo se quisiere tornar vasallo de otro, bese la mano a aquel que recibe como señor, y conviértase en su vasallo […]. Ley IV. […] Toda cosa que recibiere el caballero del señor como donación, ya sea en lorigas [un tipo de armadura], ya sea en otras armas o caballos, considérelo como suyo, al igual que todo lo que haya ganado con ello. Y si quisiere dejar al señor que se lo dio, y tomar otro, lo podrá hacer: pero deberá devolver al señor que deja las armas, los caballos y todo lo que de aquel tenía, salvo las soldadas [pago que se hace a un soldado] que hubiere obtenido.» Fuero Real (1255). Cit. J. VALDEÓN, El feudalismo, p. 168-170 [adaptado].

Carta de convocatoria al servicio de armas «Carlos, pacífico y gran emperador, a Fulrado, abad. Te informamos que hemos convocado a nuestro plaid general [asamblea de guerreros*], este año, en Sajonia oriental, sobre el río Bode […]. Te rogamos que asistas con todos tus hombres, bien armados y equipados, con armas, bagajes y todo el aprovisionamiento de guerra, en lo referente a víveres y vestimenta, el 15 de las - Pág. 3 de 14 -

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calendas de julio [17 de junio]. Que cada jinete tenga un escudo, una lanza, una espada larga y una espada corta, un arco y un carcaj lleno de flechas. Que haya en vuestras carretas útiles de todo tipo, y también víveres para tres meses a partir del momento de reunión, así como armas y vestimentas para un semestre. […] En cuanto a los dones que debes presentarme en nuestra asamblea, envíalos a mediados de mes de mayo, allí donde estemos en ese momento. Procura no cometer negligencia alguna, si deseas beneficiarte con nuestra buena gracia.» Carta de Carlomagno al abad Fulrado de Saint-Quentin (806)*.



Lee los textos anteriores y busca el significado de las palabras o expresiones que no entiendas (aparecen en negrita las que tienen que ver con esta unidad).



Elabora un cuadro con dos columnas: en una anotarás las obligaciones de un vasallo hacia su señor; y, en la otra, lo que el señor otorgaba a su vasallo.



Observa que el obispo Vivas retuvo ciertas partes del feudo otorgado a Guitardo de Muradén. ¿Por qué podía interesarle mantenerlas en su poder? (¿Qué crees que podía obtener de cada uno de esos elementos?)

Los tres órdenes de la sociedad feudal* «El orden eclesiástico no compone sino un sólo cuerpo. En cambio la sociedad está dividida en tres órdenes. Aparte del ya citado, la ley reconoce otras dos condiciones: el noble y el siervo, que no se rigen por la misma ley. Los nobles son los guerreros, los protectores de las iglesias. Defienden a todo el pueblo, a los grandes lo mismo que a los pequeños y al mismo tiempo se protegen a ellos mismos. La otra clase es la de los siervos. Esta raza de desgraciados no posee nada sin sufrimiento. Provisiones y vestidos son suministradas a todos por ellos […]. Así pues la ciudad de Dios que es tenida como una, en realidad es triple. Unos rezan, otros luchan y otros trabajan. […] Los servicios de cada uno de estos órdenes permiten los trabajos de los otros dos. […] Mientras esta ley ha estado en vigor el mundo ha estado en paz. Pero, ahora, las leyes se debilitan y toda paz desaparece. Cambian las costumbres de los hombres y cambia también la división de la sociedad.» ADALBERÓN DE LAON, Carmen ad Robertum regem francorum (998). Cit. M. ARTOLA, Textos fundamentales para la Historia, Madrid, 1968, p. 70.

División de la sociedad en “órdenes” «Defensores son uno de los tres estados por los que Dios que se mantuviese el mundo. Los que ruegan a Dios por el pueblo son los oradores; los que labran la tierra y hacen en ella las cosas que los hombres necesitan para vivir y mantenerse son los labradores; y los que han de defender a todos son los defensores. Por tanto, los antiguos quisieron que los hombres que deben hacer esto último sean muy escogidos, porque en defender recaen tres cosas: esfuerzo, honra y poderío.» Partida 2ª, título XXI, Introducción (segunda mitad del siglo XIII). Cit. J. VALDEÓN, El feudalismo, p. 171 [adaptado].



¿Qué tres grupos formaban la sociedad cristiana medieval, según estos dos textos? ¿A qué se dedicaba cada uno? ¿Crees que podían intercambiar sus funciones?

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¿Crees que el autor estaba a favor o en contra de esta división? Justifica tu respuesta con alguna frase del texto. Piensa en alguna posible razón para que el autor tuviera esta opinión.



¿Observas alguna preferencia en los textos por uno de los tres órdenes?



¿Hay en los textos alguna frase que intente justificar esta división de la sociedad? ¿Te parece válida? ¿Crees que lo sería en aquella época? ¿Por qué?

La importancia de la tierra «[…] la tierra es la base de la riqueza, del poder, de la posición social. La clase dominante, que es una aristocracia militar, es al mismo tiempo la clase de los grandes propietarios de la tierra. La entrada en esta clase se hace recibiendo por herencia, o por otorgación de un superior, un regalo, un beneficium, un “feudo”. Esencialmente, un trozo de tierra.» J. LE GOFF, La Baja Edad Media, p. 16. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 98.

La vida señorial a finales del siglo XII «No hemos de callar sus importantes gastos, tanto con ocasión de las grandes asambleas como con ocasión de las guerras, los torneos y la distribución de feudos a los buenos caballeros; tampoco hemos de silenciar el hecho de que hablase siempre a sus caballeros en términos agradables y correctos […]. Además, aunque fuese aficionado a las delicias de este mundo, se preocupaba de oír los oficios divinos, es decir, las misas y el rezo de las horas canónicas; compadeciéndose del desvanecimiento de los pobres, les distribuía muy generosamente como limosna los platos de su mesa.» GISLEBERT DE MONS, Chronicon Hanoniense. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 109.

Los torneos medievales: «Por la mañana se oyen las trompetas, tambores y flautas que tocan la llamada al torneo y dan a los caballeros y los caballos el deseo de galopar. Con el conde de Lovaina va a luchar el mejor conde que existió jamás, el de Toulouse. Ambos se dan golpes tan grandes sobre los escudos que los llegan a romper. Ellos cortan las sillas de montar. Caen al suelo los dos juntos. Sus caballeros acuden al rescate. Se empujan, se golpean, se vuelven; las lanzas se hacen añicos, las mazas caen y vuelven a caer. Las espadas chocan contra los yelmos, las unas se mellan, y los otros se abollan. Cada uno quiere mostrar que es valiente. Un caballero gana dieciséis caballos de Castilla todos equipados y sus amos, que son hechos prisioneros.» Canción de trovador (siglo XIII).

La riqueza del monasterio de Bobbio «En el año 643, viven en él por lo menos 150 monjes. Alrededor de la iglesia de Bobbio hay 10 edificios centrales de varios pisos y 30 edificios centrales de uno solo, habitados especialmente por los servidores domésticos. Esta parte de las vastas posesiones de Bobbio, que constituye algo así como su “capital”, está rodeada por un espacio económico confiado a 28 campesinos; tampoco falta el bosque, capaz de alimentar a 2.000 cerdos. Alejándonos de este centro encontramos otras posesiones del monasterio que se agrupan en torno a siete iglesias menores. En total parece que Bobbio obtenía la siguiente producción anual: 2.100 celemines de trigo [1 celemín =

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4,5 litros], 1.600 carretas de heno y 2.700 libras de aceite [1 libra = medio litro]; además, el monasterio poseía 5.000 cerdos. A esto hay que añadir la producción de sus 300 aparceros y sus 350 arrendatarios.» G. PEPE, Le moyen âge barbare, p. 221-222. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 110.

La Iglesia y la paz de Dios «No invadiré en ningún caso las iglesias, ni los sótanos de las iglesias como no sea para apresar a un malhechor que haya violado la paz o cometido un homicidio. No asaltaré a los monjes y clérigos que no lleven armas. No me apoderaré de bueyes, de vacas ni de ningún otro animal de carga. No secuestraré ni al campesino, ni a los mercaderes, ni les robaré su dinero, ni les obligaré a pagar rescate. No haré que pierdan sus bienes a causa de la guerra de su señor y no les azotaré para que me entreguen sus provisiones. De las Calendas de mayo hasta el día de Todos los Santos, no me apoderaré ni de caballo, ni de yegua, ni de asno alguno de las tierras de pasto. No destruiré las casas, ni arrancaré las viñas, ni cogeré sus uvas bajo pretexto de guerra.» Juramento prestado por los señores y el rey de Francia ante el obispo de Beauvais (1003). Cit. Historia de las civilizaciones, Ed. Tarraco, p. 122.

Llamamiento de Urbano II a la Cruzada «Es importante ofrecer con prontitud a vuestros hermanos de Oriente la ayuda tantas veces prometida y tan necesitada. Los turcos y los árabes los atacan. Si se lo permitís ahora sin resistir, extenderán ampliamente su oleada sobre muchos fieles servidores de Dios. Por esta razón, os ruego que ofrezcáis una ayuda oportuna a los adoradores de Cristo. Es Cristo mismo quien lo pide. Si aquellos que van perdieran su vida durante el viaje por tierra o por mar o en la batalla contra los paganos, sus pecados les serán perdonados en ese momento. Aquellos que estaban acostumbrados a combatir en guerra privada contra los fieles, que se batan ahora contra los infieles; aquellos que han sido bandidos, que se conviertan en soldados; aquellos que antaño eran mercenarios, que ganen en el momento las recompensas eternas.» FOUCHER DE CHARTRES, Historia de las peregrinaciones de los francos a Jerusalén (siglo XII).

La vida de los monjes: regla de san Benito (siglo VI) «El ocio es el enemigo del alma y por eso los monjes deben dedicarse a unas horas determinadas al trabajo manual y a otras a las lecturas espirituales. Y por esto creemos que este debe ser el horario que debe regir. Desde Pascua hasta primeros de octubre, desde primera hora que se levanten hasta casi la hora cuarta, trabajarán en lo que fuera necesario. Desde la hora cuarta hasta la sexta que se ocupen en la lectura. Después de la hora sexta y después de levantarse de la mesa que descansen en sus lechos completamente en silencio, y, si por casualidad alguno quisiera leer, lea, pero de tal modo que no moleste a los demás. Se recitarán las nonas un poco antes de la mitad de la hora octava y después se continuará con lo que se estaba haciendo hasta vísperas. Si las exigencias del lugar o la pobreza lo exigiera, los monjes se ocuparán en cultivar los frutos de la tierra con sus propias manos, y no se entristezcan cuando se vean obligados a ello, porque entonces es cuando serán verdaderamente monjes, cuando vivan del trabajo de sus manos como hacían nuestros padres y los apóstoles. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 110.

Corrupción y reforma de la Iglesia

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«Os traen plato tras plato y, para compensaros de la abstinencia de la carne, la única comida que os está prohibida, os sirven enormes pescados en dos tandas. Apenas os habéis saciado con los primeros, se os ofrecen otros que os harán olvidar los precedentes. El paladar, estimulado por salsas de nueva invención, siente en cada momento, como si estuviera en ayunas, el despertar de sus deseos. ¿Quién será capaz de enumerar todas las maneras de preparar los huevos? […] Después de tales comidas, os levantáis de la mesa con las venas hinchadas y la cabeza pesada; ¿qué hacer entonces, sino dormir? Si, en tal estado, fuese necesario ir a rezar el oficio divino, ¿podríais cantar?, ¿cómo llamar entonces a las súplicas que saldrían de vuestros pechos?». Crítica de san Bernardo al lujo de los monjes benedictinos (siglo XII). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 111.

«He sido ordenado por el arzobispo y para obtener la gracia episcopal yo le he dado cien sueldos de oro. Si no se los hubiese dado, no habría obtenido el episcopado; y, sin embargo, si no muero, pronto recuperaré mi dinero. Yo ordeno sacerdotes, consagro diáconos y a cambio de ello recibo oro. Así vuelve a mi bolsa el oro que salió […]. En la Iglesia, propiedad únicamente de Dios, casi nada se da más que a cambio de dinero: obispado, sacerdocio, […] órdenes menores, bautismo […].» ABBON, abad de Fleury, refiriéndose a la simonía (siglo XI). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 111 [adaptado].

«Luego, el Abad y sus hermanos, no olvidándose de su promesa, determinaron unánimemente ordenar y guardar en aquel lugar la Regla de San Benito, rechazando cualquier cosa que pudiera oponerse a la Regla; esto es, flecos y pellizas, telas y aun capuchas y calzones, peines y cubiertas, jergones de paja y diversos platos de manjares en refectorio, y todo lo demás que era contrario a la pureza de la Regla. Y teniendo, así, la rectitud de la Regla como ejemplar de vida en todo, se amoldaron y conformaron a las huellas de la Regla tanto en las observancias eclesiásticas como en las demás. Y puesto que ni en la Regla ni en la vida de San Benito hallaban que el santo […] hubiese poseído iglesia o altares, […[ o sepulturas, o diezmos de otros, hornos o molinos, o granjas; ni tampoco que hubiesen entrado mujeres en su monasterio, […] por eso renunciaron a todas aquellas cosas.» Exordium Cisterciensis Cenobii (siglo XII). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 111 [adaptado].

Las prestaciones del campesinado en la Inglaterra del siglo XIII «Juan Butery tiene una […] tierra por la cual debe, cada año, quince dineros […] Tres días por semana debe trillar una medida de trigo […] o hacer otro trabajo a voluntad de su señor. Cada año, en invierno, todas las veces que sea llamado, debe labrar un bonnier y rastrillarlo; el señor lo alimentará […]. En el día de San Martín, debe labrar tres acres. Y si un señor va a Bec por este señorío y se halla desprovisto de montura o escudero, debe ir a caballo con él durante un día, es decir, durante treinta leguas […]. Igualmente, debe lavar las ovejas, segar el prado del señor […], recoger el heno y acarrearlo […]. Y, durante toda la semana de la siega, no debe dedicarse a los otros trabajos […]. Durante todo el otoño, a partir del día de San Pedro, debe, de manera continua y cotidiana, medir la producción de medio acre o realizar otros trabajos equivalentes […]. No puede casar a su hija ni a su nieta sin la autorización del señor, ni vender, sin su permiso, un caballo o un buey de su propio ganado […]. Debe ir al molino del señor […].

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A la muerte [del campesino] el señor debe recibir su mejor animal. Y si muere sin haber hecho testamento, todo su ganado quedará a disposición del señor.» Cit. J. VALDEÓN, El feudalismo, p. 172 [adaptado].

Obligaciones de los campesinos hacia su señor «Por San Juan los campesinos deben segar los prados del señor y llevar los frutos al castillo. Después deben limpiar los fosos. En agosto deben llevar a la granja la cosecha del trigo, pero no pueden entrar sus gavillas hasta que el señor haya retirado su parte. En septiembre deben entregar un cerdo de cada ocho, y de los más buenos. Por San Diego deben pagar el censo. A comienzos del invierno deben trabajar la tierra del señor para prepararla, sembrarla y rastrillarla. Por San Andrés, un pastel. Por Navidad, los pollos buenos y finos. Después la cebada y el trigo. El Domingo de Ramos deben entregar los corderos. Después deben trabajar en la herrería, ir al monte y cortar la leña para el señor y hacer con su carreta todos los transportes del señor. Añadid además que el molinero del castillo, por moler el trigo del campesino, se queda con una parte del grano y otra de la harina; que para cocer el pan también hay que pagar, y que si el panadero no se lleva su parte, cuece mal el pan y lo quema. Historia de Verson (cuento del siglo XIII). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 102.

Lo que los campesinos deben entregar al señor «Al llegar la Pascua, un cordero; al segar el heno, seis piezas de moneda; al segar el trigo, una comida y una medida de avena; al vendimiar, doce denarios, tres panes y vino; al llegar la Cuaresma, un capón; a media Cuaresma, seis monedas.» Cartulario de Saint Vincent de Mâcon.

La impotencia frente a la naturaleza : ineficacia de la técnica «La más terrible impotencia de los hombres del siglo XI frente a la naturaleza no es ya su dependencia con relación a un dominio forestal donde se van introduciendo más que explotándolo, ya que su débil instrumental [la azuela, sobre todo] impone un freno. Sino que reside sobre todo en su capacidad de extraer del suelo una alimentación suficiente en cantidad y calidad. […] Es una economía que es ante todo una “economía de subsistencia”, dominada por la simple satisfacción de las necesidades alimenticias; la tierra es el fundamento y casi el todo de la economía. […] la tierra es la base de la riqueza, del poder, de la posición social. […] Ahora bien, aquella tierra era ingrata. La debilidad de las herramientas impedía cavarla, removerla, quebrantarla con la suficiente fuerza y la necesaria profundidad para hacerla más fértil […] Todo esto explica la extrema debilidad de los rendimientos.» J. LE GOFF, La Baja Edad Media, p. 16. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 98.

LAS PRIMERAS TRANSFORMACIONES DEL MUNDO FEUDAL (SIGLOS XI-XIII)

Una roturación «En Vaucresson hemos fundado un pueblo y edificado una iglesia y una casa señorial, y hemos hecho roturar con el arado de ruedas la tierra inculta. Los que ocupan esta fundación saben mejor que nadie el producto que sacan de ella, pues hay ya casi 60 huéspedes y todavía quieren venir muchos otros. Este lugar era como una

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cueva de ladrones, ya que estaba desierto en más de dos leguas [11 km] y no tenía ninguna relación con nuestra abadía; por su proximidad al bosque, abundaban los bandidos y los vagabundos.» SUGER [abad de Saint-Denis], Liber de rebus in administratione sua gestis (mediados del siglo XII). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 114.

Los progresos técnicos «Este período se abrió con un conjunto de progresos técnicos que modificarían profundamente las relaciones del hombre con su medio. Uno de estos elementos fue el molino, tanto de agua como de viento, que liberó una considerable fuerza de trabajo, que, a partir de entonces, pudo dedicarse a las labores agrícolas, multiplicándolas extraordinariamente. Por supuesto, esos diversos progresos penetraron, según las regiones, de manera desigual. […] así, la difusión del arado de ruedas y, en general, un mejor equipamiento técnico en la Europa del norte diferenciaron a esta de la Europa del sur, donde el hierro era más escaso y donde solamente un mulo o una yunta de bueyes seguían tirando de los arados romanos.» G. BOIS, «El progreso del mundo rural», en Historia universal, IV, p. 21-23. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 115.

El desarrollo comercial: vida itinerante de un mercader «¿Dónde has logrado tantos bienes? ¿En qué país, en qué feudo pasas tu vida? Guillermo respondió: “Os lo diré con exactitud. Los adquirí en parte en la dulce Francia; estuve en Lombardía, en Calabria, en Alemania, hasta en Romania y en Toscana y desde allí fui a Hungría; al regreso fui hacia Galicia, atravesando España, tierra bien provista; estuve después en el Poitou y hasta en Normandía. A continuación estuve en Inglaterra, en Escocia, sin dejar de ir al País de Gales; a continuación llevé mis bienes a Crac, lugar donde hay una feria muy antigua. Realicé mis intercambios con el reino de Venecia.» Le Charroi de Nîmes. Canción de gesta anónima del siglo XII. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 116.  TRAZAR, SOBRE UN MAPA DE EUROPA, LA RUTA SEGUIDA POR EL MERCADER DEL TEXTO.

Dificultades del comercio por tierra en el siglo XII «Yo, Landri le Gros, seducido y arrastrado por el deseo que se apodera frecuentemente del corazón de los hombres del siglo, reconozco haber detenido a los mercaderes de Langres que pasaban por mi dominio. Les arrebaté sus mercancías y las guardé […]. Los mercaderes, para […] poder en el futuro atravesar mis tierras sin inquietud, han consentido en pagarme una cierta suma en concepto de tributo. Este primer pago me sugirió la idea de un segundo y decidí imponer […], a todos los que pasen por mis tierras, ya sean comerciantes o peregrinos, un impuesto llamado peaje.» Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 116.

El desarrollo de las ciudades «Bajo la influencia del comercio, las antiguas ciudades romanas se revitalizan y se repueblan, enjambres de mercaderes se agrupan al pie de los burgos y se establecen a lo largo de las costas marítimas, la borde de los ríos, en las zonas de su confluencia, y en las encrucijadas de las vías naturales de comunicación. Cada una de estas ciudades constituye un mercado cuya atracción, según su importancia, llega al país

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circundante o a zonas alejadas. Grandes o pequeñas, se las puede hallar por todas partes. […] Entre ellas y el campo se establece un intercambio recíproco de servicios […], el campo atendiendo al aprovisionamiento de las ciudades y las ciudades proporcionando a su vez productos comerciales y objetos manufacturados.» H. PIRENNE, Las ciudades de la Edad Media, p. 68. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 117 [adaptado].

Origen de la ciudad de Brujas (Bélgica, siglo XI) «[Balduino de Flandes construyó una muralla para proteger su residencia de la piratería normanda]. Después, para cubrir las necesidades de los de la fortaleza, comenzaron a afluir ante la puerta, cerca de la salida del castillo, algunos negociantes, es decir, mercaderes de artículos costosos; después, vinieron los taberneros; después, los hoteleros para atender al alimento y al albergue de los que venían a negociar con el señor, y de los que construían las casas y preparaban los albergues para las personas no admitidas en el interior de la fortaleza. Se decía corrientemente entre todos estos: “Vamos al puente”. Los habitantes crecieron de tal manera que pronto nació una ciudad importante que hasta hoy conserva su nombre vulgar de puente, pues brugghe [Brujas] significa puente en lengua vulgar.» J. LELONG, Chronica Sancti Bertini. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 117.

La actividad en una ciudad y el asombro de un caballero al entrar en ella «[…] llena de gente distinguida, / y las mesas de los banqueros / todas cubiertas de monedas. / Vio las plazas y las calles / llenas de buenos artesanos / que ejercían distintos oficios: / aquellos pulían las espadas, / unos batanaban telas, otros las tejían, / aquellos las peinaban, estos las tundían. / Otros fundían oro y plata / y hacían buenas y bonitas obras, / hacían copas y bandejas / y joyas esmaltadas, / anillos, cinturones y broches. / Se podría haber pensado y dicho / que en la ciudad siempre había mercado, / tan llena de riquezas estaba: / cera, pimienta, púrpura, / pequeñas pieles grises / y toda clase de mercancía.» Chrétien de Troyes. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 118.

Estatutos de un gremio: los cuchilleros de París «1. Ninguno puede ser cuchillero en París si no compra el oficio del rey. 2. Una vez que el cuchillero ha comprado el oficio, debe jurar por los santos que guardará el oficio y obrará bien y lealmente, según los usos y costumbres del oficio, que son los siguientes: 3. Ningún cuchillero podrá tener más de dos aprendices y no los podrá tener menos de seis años a su servicio. 4. Ningún cuchillero podrá ni deberá trabajar en los días de fiesta que celebra el común de la ciudad, ni de noche en las cosas que pertenecen a su oficio de cuchillería, pues la claridad de la noche no basta para hacer bien su oficio. 5. Ninguno podrá ni deberá trabajar en tiempo normal después de vísperas, ni en tiempo de Cuaresma […]. 6. Nadie podrá ni deberá sustraer aprendiz u oficial a otro, mientras no haya cumplido su tiempo de servicio.» E. BOILEAU, Le livre des Mestiers (s. XIII). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 119.

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Para ser maestro guarnicionero «El guarnicionero hará como obra maestra una silla de montar de bajo coste para un palafrenero o para montura de una dama o de cualquier otro tipo, tal como le irán ordenando los maestros del oficio. […] Siendo la mencionada obra revisada por los jurados ayudados por los leales prohombres del oficio. […] Esto lo deberán llevar a cabo todos los aspirantes a maestros, excepto aquellos que sean hijos de maestros del oficio o aquellos que sean del oficio y tomen por esposas a hijas de los maestros del mencionado oficio, que podrán comenzar su ejercicio profesional (con categoría de maestros) mediante el pago de los correspondientes derechos [impuestos] y sin ejecutar obra maestra de ningún tipo ni ser examinados.» Cit. J. HEERS, Occidente durante los siglos XIV y XV [adaptado].

Un contrato de aprendizaje «Cristóbal colocó a su hijo Pedro con el zapatero Boecio para que le enseñase el oficio durante cinco años, a cambio del pago anual al citado Boecio de 10 sueldos y la prestación de dos capones. Boecio prometió instruir bien y fielmente al citado Pedro, enseñándole a realizar trabajos de cuero, a cortar correas y tacones, a coser y a hacer todas las cosas pertenecientes al magisterio del citado oficio. [Cristóbal] prometió pagar cada año los 10 sueldos en la festividad de Santa María de agosto y entregar los mencionados capones el día de San Esteban; prometió [también] que su hijo trabajaría bien y continuamente en el citado oficio, que todo el beneficio que obtuviese lo entregaría a Boecio, que no se fugaría ni robaría […]». SALATIELE, Ars Notarie (s. XIII). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 120.

Carta de privilegios a la ciudad de Dreux (1180) «Yo, Roberto […], conde de Dreux y de Braine, hermano de Luis, ilustre rey de Francia, he querido […] notificar a todos los presentes y a los que vendrán después que […] hemos jurado a los burgueses [de Dreux] que no impondremos, Nos o nuestros sucesores, ningún tributo a los citados burgueses, ni les haremos ninguna violencia […]. Por otra parte, hemos concedido a los mismos burgueses que no forzaremos a nadie de su comuna a usar nuestros molinos ni a pagar otros censos […]. Además, cada vez que yo y mi heredero tengamos que ir al servicio militar con el rey, me proporcionarán, a mí y a mis herederos, tres caros enganchados a tres caballos, que correrán a mis gastos una vez fuera de la ciudad. Fuera de ese - Pág. 11 de 14 -

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momento, no podré forzar a los burgueses a entregarme o a prestarme carros o caballos. Pero ellos mismos, si quieren, […] podrán prestarme sus caballos y carros.» Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 121.

Carta-puebla de Zarauz, dada por Fernando III de Castilla (1237)* «Sea sabido y manifiesto a los presentes como a los futuros que yo, Fernando, por la gracia de Dios rey de Castilla […], junto con mis hijos Alfonso, Federico y Fernando, […] hago carta de donación, concesión y confirmación al concejo de Zarauz, presente y futuro: os doy y concedo por fuero que me deis dos sueldos al año, por cada casa en las fiestas de San Martín; y, si mataseis alguna ballena, me daréis una tira desde la cabeza hasta la cola, según es fuero; y en todas las demás causas tengáis el fuero que tiene el concejo de San Sebastián. Y esta mi carta de donación y concesión persevere válida y estable en todo tiempo […]. Hecha la carta en Burgos el vigésimo octavo día de septiembre […] Era milésima ducentésima septuagésima quinta. Y yo, el nombrado Fernando, reinando en Castilla […] corroboro y confirmo de mi propia mano esta carta que mandé hacer.» Cit. P. GOROSABEL, Diccionario Histórico-Geográfico-Descriptivo de los pueblos, valles, partidos, alcaldías y uniones de Guipúzcoa, Bilbao, 1972, tomo IV, p. 733.

El gobierno municipal «Vemos varias villas en las que ni los pobres ni los medianos participan en la administración de la ciudad, sino que está toda ella en manos de los ricos a causa de que las gentes del común les temen por su riqueza o por su linaje. De este modo ocurre que unos son alcaldes, jurados o tesoreros y, al año siguiente, eligen a un hermano, a un sobrino o a cualquier pariente cercano, de manera que en diez o doce años todos los ricos tienen en sus manos la administración de las villas.» PH. DE BEAUMANOIR, Coutumes du Beauvaisis (segunda mitad del s. XIII). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 121.

El gobierno municipal «Juan Sin Tierra, rey de Inglaterra, se dirige a sus súbditos: […] En primer lugar, hemos acordado y confirmado con el nombre de Dios y por la presente carta, por Nos y nuestros sucesores a perpetuidad, que la Iglesia de Inglaterra sea libre y goce de todos sus derechos y libertades sin menoscabo. Ningún impuesto será establecido en nuestro reino, si no es por el común consentimiento del mismo, excepto para el rescate de nuestra persona, para armar a nuestro hijo mayor caballero o para casar por vez primera a nuestra hija mayor. […] La ciudad de Londres gozará de todas sus antiguas libertades y libres usos, tanto en tierra como en el agua. También queremos y concedemos que todas las demás ciudades, burgos y aldeas […] y todos los puertos, gocen de todas sus libertades y libres usos. […] Ningún hombre libre será detenido ni preso ni desposeído de su tenencia, de sus libertades o libres usos, ni puesto fuera de la Ley, ni exiliado, ni molestado de manera alguna. Y Nos no pondremos ni haremos poner mano sobre él a no ser en virtud de un juicio legal de sus pares y según la ley del país. […] Instituimos y concedemos a nuestros barones la garantía siguiente: ellos elegirán veinticinco barones del reino que les plazca, los cuales deberán con todo su poder observar, mantener y hacer observar la paz y las libertades que hemos acordado.» Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 122.

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El hambre en Tournai «El año 1316, en el mes de mayo, la penuria y la carestía habían aumentado y hubo en nuestras regiones inclemencias del tiempo y desórdenes atmosféricos […]. La gente comenzó a comer poco pan, porque no había, y muchos mezclaban habas, cebada y cualquier tipo de granos que podían encontrar, con los que fabricaban el pan que comían […]. Los cuerpos comenzaron a debilitarse y las enfermedades se desarrollaron, de lo que resultó una mortandad tan grande como nunca se había visto […]. En Tournai morían diariamente tantas personas, hombres y mujeres, pertenecientes a las clases dirigentes, a los medianos y a los pobres […], que los curas de las parroquias no daban abasto. Pobres mendigos morían en tan gran número por las calles […] que los regidores de la ciudad encargaron a algunos la misión de enterrar los cuerpos pagando por cada persona sepultada un salario determinado.» Crónica y Anales de Gilles le Muisit, abad de San Martín de Tournai (s. XIV). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 129.

La peste en Florencia «En el año de Cristo de 1347, como parece que ocurre siempre después de una época de carestía y hambre, comenzó a darse en Florencia enfermedad, luego mortalidad de gente, especialmente mujeres y niños, en general gente pobre […]. Se estimó que murieron en este tiempo más de 4.000 personas. Murieron en proporción de uno sobre veinte […]. Era una especie de enfermedad en que el hombre no yacía sino tres días; aparecían en la ingle o bajo las axilas hinchazones llamadas bubones o glandulillas, algunos les decían chichones, de ellas manaba sangre. A menudo esta enfermedad y la pestilencia se contagiaban al sacerdote que confesaba al doliente o a los que lo cuidaban. De tal manera, todo enfermo se veía privado de confesión, de sacramentos, de medicinas y de cuidados […]. Muchas provincias y ciudades quedaban desoladas. Para que Dios hiciera cesar esta peste y guardase nuestra ciudad de Florencia y sus alrededores, se hizo una solemne procesión que duró tres días, a mediados de marzo de 1347. Estos son los designios de Dios para castigar los pecados de los hombres.» VILLANI, Crónicas florentinas (siglo XIV). Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 130.

Discurso del clérigo inglés John Ball incitando a los campesinos a la revuelta «”Buena gente: las cosas no pueden marchar ni marcharán bien en Inglaterra mientras no poseamos todas las riquezas en común y no se haga distinción entre siervos y nobles, sino que todos seamos iguales. ¿Por qué razón aquellos que llamamos señores son superiores a nosotros? ¿Qué méritos han adquirido para serlo? ¿Por qué nos tienen bajo servidumbre? Todos venimos de un padre y una madre, Adán y Eva. ¿Cómo pueden afirmar y demostrar que tienen sobre nosotros algún derecho, fuera del de la fuerza, con el cual nos obligan a producir lo que ellos consumen? […] Ellos nos llaman siervos y nos apalean si no cumplimos con prontitud su servicio […]. Acudamos al rey, que es joven; expongámosle nuestra situación; digámosle que queremos que cambien las cosas o, de lo contrario, nos procuraremos el remedio nosotros mismos.” Tales o parecidas eran las palabras que John Ball acostumbraba a decir los domingos a la salida de misa en las aldeas, y muchos de los humildes le aplaudían.» J. FROISSART, Chroniques. Cit. A. BALLARINI et al., Trabajos prácticos de Historia, Akal, 1989, p. 130.

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Relacionar encomendación (texto del Formulario de Tours) con mapa de las invasiones del siglo IX, para valorar el porqué de aquella en sus inicios.

Analizar las aportaciones técnicas, artísticas, etc. de ambas civilizaciones. ¿Se puede decir que hay culturas que son menos desarrolladas que otras por naturaleza? Ver los cambios técnicos que hicieron posible el crecimiento económico, demográfico y urbano entre los siglos XI y XIII. Examinar elementos de injusticia y desigualdad en ambas civilizaciones (cristiana e islámica): régimen señorial, despotismo de los califas, intolerancia religiosa...

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