(Resumen) Bauman, Z.turistas y Vagabundos

Sesión 6: Jueves 19 de junio: Globalización y transformación de los sujetos Texto: Zygmunt Bauman. La globalización. Con

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Sesión 6: Jueves 19 de junio: Globalización y transformación de los sujetos Texto: Zygmunt Bauman. La globalización. Consecuencias Humanas. México Fondo de Cultura Económica. 1999. Capítulo 4: Turistas y Vagabundos. Págs. 103 – 133. “En la actualidad, todos vivimos en movimiento” (103). El autor parte de la idea de interconexión y continúo flujo del mundo contemporáneo, donde las barreras espaciales y temporales, que dibujan los límites del aquí y el ahora, constituyen realidades ficticias en un mundo enraizado en realidades virtuales: “La mayoría estamos en movimiento aunque físicamente permanezcamos en reposo (…) En el mundo que habitamos, la distancia no parece ser demasiado importante (…) Ya no existen “fronteras naturales” ni lugares evidentes que uno debe ocupar” (103) La sociedad actual es la sociedad del consumo: una sociedad dedicada a la construcción de lo efímero, lo volátil y lo precario. En la sociedad del consumo las económicas están destinadas a la producción de atracciones y tentaciones, en un mundo siempre interconectado donde todas las personas nos convertimos en viajeros voluntarios o involuntarios. “La naturaleza propia de las atracciones consiste en que tientan y seducen sólo en tanto nos hacen señas desde esa lejanía que llamamos futuro; por su parte, la tentación no sobrevive mucho tiempo a la rendición del tentado, así como el deseo jamás sobrevive su satisfacción (105) En el presente capítulo, el autor realiza una reflexión sobre los límites de las dimensiones témporo-espaciales en una sociedad motivada por los deseo del consumo, más que por la satisfacción de necesidades, situación que encuentra máxima expresión en la dialéctica turistas-vagabundos. El capítulo está divido en cuatro partes: 1) “Ser consumidor en una sociedad de consumo” (106-112), 2) “Divididos en marcha” (113-118), 3) “Pasar por el mundo versus el mundo que pasa” (118-123), y 4) “Para bien o para mal… unidos” (123-133). Ser consumidor en una sociedad de consumo “La nuestra es una sociedad de consumo” (106). Al contrario de la sociedad de la etapa industrial, que era una “sociedad de producción” que utilizaba a sus miembros como productores y soldados (en el sentido de que los instaba a seguir órdenes), el mundo actual se caracteriza porque el dicta a sus miembros el deber de cumplir con la función de consumidores (106). Evidentemente el desarrollo de la especie humana se basa en el consumo, indispensable para la supervivencia; sin embargo, el símbolo que caracteriza la sociedad actual de basa en el dilema “si uno debe consumir para vivir o vive para consumir” (207). En la sociedad del consumo el “tiempo” es un factor fundamental para entender la lógica del consumo. La lógica de la economía orientada hace el consumo se basa en la satisfacción “instantánea” del consumidor en un doble sentido: por un lado, el bien consumido debe causar una satisfacción inmediata, y al mismo tiempo la satisfacción debe terminar enseguida. “Para lograr esa reducción necesaria del tiempo, conviene que los consumidores no puedan fijar su atención ni concentrar su deseo en un objeto durante mucho tiempo; que sea impacientes, impulsivos, inquietos; que su interés se despierte fácilmente y se

pierda con la misma facilidad. La cultura de la sociedad de consumo no es de aprendizaje sino principalmente de olvido” (109)1 Dos ideas subyacen de la nota anterior: 1) en la sociedad actual, la industria es generadora de necesidades ficticias que promueven una lógica de consumo basada en los criterios satisfacción y olvido inmediato. 2) la promesa y la esperanza de satisfacción, son condiciones que preceden la necesidad de satisfacción inmediata, por encima de la necesidad persistente. Un ejemplo que nos podría ayudar a entender los anterior (se me ocurre, el autor no lo pone así), es la siempre afanosa necesidad que tenemos de actualizarnos tecnológicamente, por ejemplo en materia de telecomunicaciones. Con mayor frecuencia sentimos la necesidad de tener el último Smartphone del mercado porque nos ofrece nuevas funcionalidades que no cumple la versión inmediatamente anterior del mismo aparato que tenemos; sin embargo, con frecuencia olvidamos que la necesidad persistente que buscamos satisfacer es la comunicación. En este caso, la satisfacción de otras necesidades asociadas al uso del Smartphone es tan inmediata y efímera como el hecho que nos olvidamos (y volvemos obsoleto) el dispositivo que compramos un par de meses atrás, pero actuamos motivados por la promesa y la esperanza de satisfacer nuevas necesidades que no habíamos contemplado antes cuando decidimos actualizar nuestro teléfono celular a la última (en este momento penúltima) versión. Por ello el autor insiste en considerar que “Al buen consumidor no lo atormenta la satisfacción de su deseo, sino que son los tormentos de deseos jamás experimentados ni sospechados los que vuelven tan tentadora la promesa” (109). Para el consumidor en la sociedad de consumo, buscar y no encontrar no es síntoma de un malestar sino por el contrario de felicidad, y en ese sentido, la satisfacción de viajar no está dada por el hecho de llegar a un lugar sino por la esperanza que produce llegar. Para Bauman “Los consumidores son, ante todo, acumuladores de sensaciones; son coleccionistas de cosas sólo en un sentido secundario, como subproducto de lo anterior”. Esto quiere decir que la seducción, la exposición a tentaciones, el descubrimiento de lo desconocido son cosas que caracterizan al consumidor de la sociedad de consumo como un viajero inevitable. Divididos en marcha A pesar de las características antes mencionadas de la sociedad de consumo, en esta: “no todos pueden ser consumidores. No basta desear; para que el deseo será realmente deseable, una auténtica fuente de placer, es necesario tener la esperanza razonable de acercarse al objeto deseado” (113). En este apartado el autor aborda la dinámica de la desigualdad que se reproduce en la sociedad de consumo, asociada a la posibilidad real de satisfacción del deseo. “La posmoderna, de consumo, es una sociedad estratificada, como todas las que se conocen. Pero se puede distinguir una sociedad de otra por la escala de estratificación. La escala que ocupan “los de arriba” y “los de abajo” en la sociedad de consumo es la del grado de movilidad, de libertad para elegir el lugar que ocupan” (114)

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Las cursivas son mías.

De acuerdo con Bauman, en la sociedad de consumo, “los de arriba”, es decir aquellas personas que gozan de mayor libertad y tienen acceso a los medios necesarios para satisfacer la necesidad de consumo, puede alejarse de “los de abajo” de manera voluntaria; sin embargo, estos últimos no pueden hacen lo propio. “En las ciudades contemporáneas se produce un apartheid à rebours: los que tiene medios suficientes abandonan los distritos sucios y sórdidos a los que están atados, a aquellos que carecen de esos medios” (114) Otra diferencia entre “los de arriba” y “los de abajo” es que los primeros pueden andar por la vida a voluntad, pueden elegir sus destinos de acuerdo con los placeres que ofrecen y buscan satisfacer, mientras que la elección de “los de abajo” no es voluntaria y con frecuencia son echados del lugar que quisieran ocupar más de una vez (115), un ejemplo que propone el autor para entender este punto es la necesidad de creación de las visas como mecanismo para separar a unos de otros (estratificación) dentro del actual patrón de “movilidad global”, indicando la dimensión global del privilegio y la privación. El patrón anterior de movilidad global sugiere la existencia de dos mundos: el de los “globalmente móviles” (“los de arriba”) y el de “los localmente sujetos” (“los de abajo”). A continuación se puede ver las principales diferencias que caracterizan cada uno de estos: Mundo de “los globalmente móviles” Se caracteriza porque el espacio ha perdido sus cualidades restrictivas (espacio abierto) y se atraviesa fácilmente en dos versiones: la “real” y la “virtual” (hiperrealidad). Sus residentes viven en el tiempo; para ellos el espacio no existe pues cualquier distancia se puede recorrer de manera instantánea (a través de redes virtuales, por ejemplo). Para sus residentes las fronteras nacionales tal como sucedió para las mercancías, el capital y las finanzas mundiales en el desarrollo del sistema capitalista. Sus residentes viajan a voluntad, encontrando diversión. La sociedad los seduce a viajar y los recibe con los brazos abiertos

Mundo de “los localmente sujetos” El espacio se encuentra cerrado como producto de su impedimento para el libre desplazamiento, y por causa de ello deben soportar los cambios que sufra la localidad a la que están atados. Viven en el espacio: pesado, resistente, intocable, que ata el tiempo y lo mantiene fuera de su control. Su tiempo es vacuo; en él, nunca pasa nada Para sus residentes los muros de controles migratorios, las leyes de residencia, las políticas de “calles limpias” y “aniquilación de delitos” son cada vez más altos. Sus residente viajan de manera restringida muchas veces de forma ilegal. La sociedad los recibe con recelo, en algunos casos son detenidos y deportados.

Elaboración propia basado en notas de Bauman (116-118)

Pasar por el mundo versus el mundo que pasa Para explicar mejor la diferencia en las vivencias de esta polarización y sus consecuencias psicológico-culturales, el autor plantea dos ejemplos. El primer ejemplo es tomado del texto de Agnes Heller, Where are we at home?, y muestra como una persona considerada como trotamundos (perteneciente al mundo de “los globalmente móviles”), a pesar de no ter hogar fijo, no se siente como una persona sin hogar, pues donde quiera que esté se encuentra cómoda. El segundo ejemplo es tomado del libro de Jeremy Seabrook, Landscapes of poverty, y

muestra una persona del segundo mundo (el de “los localmente sujetos”) vuelve a una realidad que detestaba luego de haber escapado de ella, como producto de su condición psicocultural. “La compañera de viaje de Heller vive en una casa imaginaria que no necesita; por eso, no le importa que sea imaginaria. La conocida de Seabrook protagoniza fugas imaginarias de un hogar que detesta por ser embrutecedoramente real. La virtualidad del espacio sirve a ambas, pero tanto los servicios como los resultados son radicalmente diferentes” (120). De acuerdo con Bauman, la primera es una vivencia de libertad postmoderna y el paradigma de las vivencias del turista, viajeros que privilegian los sueños de la nostalgia por el calor del hogar porque así lo desean. Mientras que la segunda corresponde a una sensación de esclavitud en tiempos postmodernos, viajeros que están en marcha porque quedarse en casa en un mundo hecho a la medida del turista parece humillante y sofocante, y en ese sentido, corresponde al paradigma de los vagabundos. A continuación, las principales diferencias que caracterizan a turistas y vagabundos: Turistas Se desplazan o permanecen en un lugar según sus deseo, pues son bienvenidos en todas partes Se desplazan porque el mundo a su alcance (global) en irresistiblemente atractivo Viajan porque quieren hacerlo, constituyen la libertad de elección.

Vagabundos Saben que no se quedarán mucho tiempo en un lugar por más que lo deseen, ya que no son bienvenidos en ninguna parte. Se desplazan porque el mundo a su alcance (local) es insoportablemente inhóspito Viajan porque no tiene otra elección soportable.

Elaboración propia basado en notas de Bauman (121-122)

La sociedad de consumo, enraizada en la era global, está estructurada para satisfacer los sueños y deseos de los turistas, su principal efecto secundario es el sostenimiento de las barreras que separan los dos mundos, y en ese sentido, la transformación de muchos en vagabundos. Sin embargo, esta contradicción constituye las bases de la identidad de unos y otros, pues “No hay turistas sin vagabundos, y aquellos no pueden desplazarse sin sujetar a éstos…” (123). Para bien o para mal… unidos Finalmente, el autor explica en detalle cómo se construye este espacio de identidad a partir de la contradicción entre turistas y vagabundo. Vale la pena indicar que la dialéctica del turistavagabundo es una metáfora a la que recurre para explicar el funcionamiento de la dinámica global-local que subyace al proceso de globalización. “El vagabundo es el otro yo del turista” (123). En la sociedad de consumo, una característica que acerca a turistas y vagabundos es el hecho que ambos son consumidores, es decir, ambos están en busca de sensaciones y experiencias nuevas. Sin embargo, mientras el primero es un consumidor efectivo, el segundo es un consumidor defectuoso (126). Los vagabundos difícilmente podrán costearse las elecciones en las que se suponen sobresalen los consumidores, debido que su acceso a los medios necesarios para el consumo son escasos. Sobre la base de esta diferenciación se sustenta la causa de su precaria posición social.

“Los turistas abominan de los vagabundos más o menos por la misma razón que éstos consideran a aquéllos sus gurúes e ídolos: en la sociedad de los viajeros, en la sociedad viajera, turismo y vagancia son las dos caras de la misma moneda (…) el vagabundo es el otro yo del turista. La línea divisoria entre ellos es tenue y no siempre nítida; es fácil cruzarla sin darse cuenta” (126-127) Ambos se encuentra en viajando, consumiendo emociones, sensaciones, sueños, esperanza; sin embargo, el límite que representa el acceso a los medios para la satisfacción del consumo en ocasiones es difuso, en un mundo donde la pobreza no habita separada de la riqueza, pues el reconocimiento de esta requiere que los pobres habiten en el mundo creado para el beneficio de aquellos con dinero. Este límite difuso cobra especial importancia en los rangos medios entre turistas y vagabundos, pues entre ambos extremos subsiste la mayor parte de la sociedad de consumidores-viajeros, “que nunca tiene plena certeza acerca de dónde están parados en un momento dado no, menos aún, de si conservaran su situación actual al día siguiente” (127). De esta forma, no todos los turistas se encuentran en viaje permanente, confiados siempre de ir en la dirección correcta, sin preocupación en el “vagabundeo”; por el contrario, algunos encuentran dificultades en el camino que ponen en peligro su estilo de vida. Como otro inmediato, el vagabundo es la pesadilla del turista. Su temor no se justifica por lo que el vagabundo es, sino porque se puede convertir en el él: un ser que habita un espacio cerrado, impedido en su tránsito libre por el mundo; por ello, el mundo sin vagabundos es la utopía de la sociedad de los turistas. Sin embargo, el turista necesita del vagabundo para mostrarle cómo sería la alternativa de vida en la sociedad de los viajeros, una vida que a pesar de las bondades ofrecidas por la sociedad de consumo, no deja de estar plagada de dificultades, como la imposibilidad de detenerse, la incertidumbre que genera cada elección, los riesgos de cada decisión (128). “El mundo de los viajeros los necesita a ambos, y los necesita unidos: atados por un nudo gordiano que aparentemente nadie sabe desatar, y a nadie tienen (ni busca) una espada para cortarlo” (129) La suerte de uno y otros, turistas y vagabundos (en los extremos), semituristas y semivagabundos (en medio), están entrelazadas. Pero ambos destinos dan lugar a percepciones distintas del mundo, que a pesar de ser distintas, son similares en sus defectos. Por un lado, una ideología empieza a tomar forma en los discursos de los voceros globales a través de los intelectuales vinculados a los medios de comunicación, una ideología centrada en la identidad cosmopolita y que se constituye la doxa del mundo actual, es decir, “una prueba que no debatida e indebatible” (130, citando a Bourdieu). Por el otro lado, las acciones de los sujetos locales y localizados a la fuerza que contradicen políticamente este nuevo orden global. Desde este punto de vista, asistimos dos percepciones de mundo distinto que producen una paradoja: “esta realidad posmoderna del mundo consumista regulado/desregulado, globalizador/localizador, encuentra apenas un reflejo pálido, unilateral, groseramente deformado en esta narrativa posmoderna. La hibridación y derrota de los esencialismo

proclamada por el elogio posmoderno del mundo “globalizador” distan de transmitir la complejidad y las agudas contradicciones que desgarran al mundo” (132) Al final, Bauman hace una crítica a la lectura posmodernista del mundo, que por centrarse en expresar las vivencias de los globales, excluye de su análisis otras vivencias que integran la escena posmoderna, como las vivencias de los sujetos locales. Finalmente, esta paradoja conduce a otra más importane: La era de la “comprensión espacio/tiempo”, la transferencia desinhibida de la información y la comunicación instantánea, es también la de una ruptura casi total de la comunicación entre las elites cultas y el populus”