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Zigmunt Bauman – La globalización: consecuencias humanas – Cap. 3 1. Después del Estado nacional...qué? La economía -el capital- se mueve a una velocidad mucho mayor que la que puede tener el control ejercido por cualquier estado territorial. Esta velocidad, producto del avance tecnológico, que incluso puede llevar el tiempo de comunicación a cero con el servicio de mensajería instantánea, prácticamente derrumba cualquier tipo de limitación proveniente de las restricciones territoriales de los países. Este poder de proyección por fuera de las fronteras nacionales, provoca que las empresas pierdan su significación como representantes de un país concreto porque su capital y su movimientos financieros no tienen un domicilio establecido. Las fuerzas que extinguen el Estado son transnacionales. El mundo moderno y globalizado se encuentra en “desorden” dice Bauman, y lo que sucede es que nos encontramos ante la añoranza de la posesión del control. Estamos ante una virtual “extinción” de los estados nacionales. Según su exposición, este mundo desordenado está padeciendo la caída de la política de bloques que antes daba cierto marco de referencia. El mundo dividido de la Guerra Fría daba la sensación de totalidad, ordenaba el pensamiento y hacía que las naciones supieran hacia que lugar orientarse. Una vez superado el Cisma, el mundo se ha vuelto un lugar disperso. Lo que sucede ahora es que nadie controla ese mundo, dice el autor, y tampoco no hay nadie que se atreva a tomar el estandarte para dirigir al resto. 2. ¿Universalizar o ser globalizado? La globalización implica la desaparición de un centro y el “caracter indeterminado, ingobernable y autopropulsado de los asuntos mundiales...”. El concepto de globalización viene a sustituir el antiguo concepto de universalización utilizado por el discurso de la modernidad. Esta idea, se orientaba hacia la sistematización de una forma de pensamiento ya que apuntaba a la construcción de un orden: dar iguales oportunidades a todos, crear condiciones de vida similares e incluso, la igualdad. La globalización se refiere a acciones que no tienen un punto de partida determinado pero que nos afectan a todos en tanto su carácter es global, por tanto, dichas acciones son imprevisibles y se encuentran al margen de la capacidad de planificación de cualquier individuo. La globalización es una especie de segundo momento en la historia de la dominación del mundo, donde aquellas naciones que de alguna manera “domesticaron” a las sociedades que se hallaban al margen de la civilización comienzan a perder el control sobre sus pretensiones universales. El Estado constituyó la agencia privilegiada para la construcción del orden que mediante reglas y normas ordenaría el

caos. A su vez la imposición de este orden le daba pie al Estado para construir su soberanía. Siguiendo a Castoriadis, Bauman entiende por Estado, a una organización jerárquica, separada de la colectividad, que ejerce la administración y control sobre un territorio determinado, y que posee una burocracia civil, clerical o militar. Es un aparato burocrático jeráquico. La política global era entendida como la reafirmación de los derechos de cada estado a ejercer el control sobre su territorio. La política de bloques llevó a la superposición de entidades de tipo supraestatal dando lugar a un escenario de coexistencia y competencia de bloques de estados. Este hecho minó las posibilidades de los estados de llevar adelante una política de autosuficiencia militar, económica y cultural. Y una vez que el mundo bipolar cayó, apareció una desesperación por obtener la calidad de Estado en el seno de muchas comunidades. 3. La nueva expropiación: esta vez, el Estado La soberanía estatal dice Bauman, es un trípode; cuyas patas están compuestas por la autosuficiencia militar, económica y cultural. De acuerdo a él, la pata económica es la más seriamente afectada y eso deja a los estados a merced de los grandes mercados globales que imponen su lógica de una manera despiadada sobre el planeta, siendo la globalización una manifestación de este autoritarismo, dejando en último término a los países con un escaso margen de acción donde unos pocos eventos concatenados pueden llevar a la caída de instituciones e incluso, los Estados mismos. La consecuencia última de esto es que los estados pueden perder toda su soberanía y quedar como simples títeres de las megaempresas. La economía, dice Bauman, se define como el “área de lo no político”. El resto de las actividades se presentan abiertas a la intervención del Estado, pero la economía parece tener una lógica propia que ejerce un poder coercitivo sobre aquel ya que difícilmente pueda resistir más que unos días las presiones especulativas de los mercados en la medida que sus reservas bancarias son exiguas. El sistema económico globalizado basado en el libre mercado, además necesita de la existencia de estados débiles. De hecho, para que se pueda dar la libre circulación de capitales es necesario evitar que estos estados puedan darse una política económica autónoma y dejar que únicamente se dediquen a una vigilancia policial que garantice el correcto flujo de los negocios, sin afectar los intereses de las grandes compañías globales. La clave en todo esto es que la agenda política no detenga a la economía en su accionar dado que ese el camino por donde la globalización actúa más eficazmente. De esa forma, se erosionan las jerarquías, las fronteras desaparecen y el poder instituido se vacía.

Finalmente, la globalización crea una especie de estratificación mundial decidida por la circulación de capitales y la libertad de los mercados, que provoca que los inversores actúen autónomamente, controlando la instauración de regímenes políticos favorables a sus intereses económicos. La diferenciación entre estados fuertes y débiles en el contexto de la posmodernidad es el producto de esa estratificación que menciona Bauman y que se decide de manera prácticamente aleatoria al no entrar en la discusión las presiones de tipo político sino que es la simple circulación de los bienes y de los capitales los que en buena medida deciden los gobiernos que se instalan en las naciones.

Michael Hardt – Antonio Negri – Imperio Los autores parten de la premisa de que existe una nueva fuerza que gobierna el mundo: el Imperio. Este imperio es producto de la globalización del mundo moderno y de la caída de las restricciones económicas que un mundo polarizado le imponía al comercio y las relaciones internacionales. Este imperio, que tiene su base en la potencia de los intercambios económicos y culturales, se ha constituido a si mismo como un nuevo sujeto político que se ha empezado a imponer por sobre las soberanías nacionales. Dicen los autores que la soberanía en si, no ha desaparecido como entidad, pero que frente al proceso de globalización, la soberanía de los estados nacionales ha perdido el vigor que antaño tenía. Este debilitamiento se puede ver en la mayor movilidad a través de los límites nacionales de factores como tecnología, dinero, gente y bienes. Dicen entonces Hardt y Negri: “Nuestra hipótesis básica es que la soberanía ha tomado una nueva forma, compuesta por una serie de organismos nacionales y supranacionales unidos bajo una única lógica de mando. Esta nueva forma global de soberanía es lo que llamamos Imperio”. (Hardt, Negri, 2000, p.2) La idea de “imperio” que nos traen los autores, no implica necesariamente “imperialismo”. Esto se debe a que el imperialismo en su forma clásica se creó a partir de la afirmación de la soberanía de los estados europeos que se lanzaron a la conquista del mundo, y por lo tanto sus imperios fueron extensiones de sus propias metrópolis. En cambio, el imperio del que aquí se habla es más abstracto, y se basa en el principio contrario, que es el resquebrajamiento de la soberanía de los estados-nación. Su aparato está descentralizado y deterritorializado. Tiene fronteras abiertas y expansivas. Sus identidades son híbridas y sus jerarquías flexibles. Existen quienes alegan que los EE.UU son quienes han tomado las riendas del imperialismo perdido por las potencias europeas decimonónicas. Se plantea que si el siglo XIX fue europeo, el XX fue americano. Sin embargo, el

nuevo proceso imperial no tiene que ver con la proyección de la soberanía de un estado-nación dicen los autores. El concepto de Imperio tiene las siguientes características: 1. Es trascendente a las fronteras territoriales. Gobierna sobre todo el mundo “civilizado”. 2. Es un régimen histórico atemporal, eterno. Fija su mando por fuera de la historia, o en el fin de la historia. 3. Se extiende a las profundidades del mundo social e intenta regir sobre la naturaleza humana. En ese sentido es que su dominación adopta la forma del biopoder. 4. La práctica del Imperio se dirige hacia el establecimiento de la paz perpetua y universal, fuera de la historia.

Capítulo 1 El Imperio existe por el simple hecho de que hay un orden mundial, el cual se expresa mediante una formación jurídica. Pero hay que hacer dos puntualizaciones: primero, este orden no surge espontáneamente, no es neutral ni natural. Segundo, no es producto de una teoría de la conspiración de la globalzación impulsado por un solo poder. Tiene varios centros neurálgicos. Relacionando las ideas de Z. Bauman con las de M. Hardt y A. Negri Las líneas de análisis de los autores que aquí enfrentamos tienen bastantes puntos en común. Es claro que los tres se posicionan en el contexto de un mundo pos Guerra Fría, donde la desaparición del sistema bipolar dio rienda suelta al poder de los grandes intereses económicos que antes se encontraban, tal vez, frenados por la fuerza política de los antiguos bloques comunista y capitalista. Tanto Bauman, como Hardt y Negri, concuerdan en que la liberalización de los mercados que antes se encontraban retenidos por la fuerza ideológica, provocó un intenso proceso de globalización en el ámbito financiero, tecnológico e ideológico, que empezó a socavar las antiguas formas de dominación que ejercían los estados nacionales. De hecho, la afirmación de que la globalización va en detrimento de la capacidad afirmativa de las soberanías nacionales, tiene sentido al considerar que esa globalización es mayoritariamente de carácter económico, financiero y bursátil. Esto significa, que elemento político de los estados-nación, pasa a estar en un segundo plano porque las fuerzas que dirigen el nuevo mundo globalizado son literalmente intangibles y escapan al control directo de los gobiernos. Esto es especialmente importante a la hora de analizar aquellos lugares en donde las grandes empresas multinacionales deciden instalar sus filiales. Como hemos visto que se

desprende de el análisis de Hardt y Negri, el Imperio es característicamente inmaterial y trasciende a las fronteras físicas, por ello para comprender este mundo globalizado, debemos redefinir la idea de soberanía que subyace a esta cuestión. Ya no hablamos de la soberanía emanada de la política. Ahora la soberanía la ejerce el capital que no sabe de fronteras que se le impongan. La idea de Imperio no implica imperialismo a la manera clásica. El Imperio es atemporal y pretende situarse por fuera de la historia. Ello no significa que no sea un producto histórico, sino que esa es su pretensión. Aún así, lo que se necesita para que el Imperio funcione adecuadamente es una conjugación de libertad de movimiento de los capitales y el resquebrajamiento de la noción de soberanía política territorial. El imperio funcionará mejor en aquellos países que como menciona Bauman, revisten cierta vulnerabilidad que no les permita hacer frente a los embates de las tendencias globalizadoras del capital y de la información. Además estos estados deberán limitarse a ser eficaces jueces y gendarmes que provean un ambiente propicio para los intercambios económicos. Entonces, la cuestión es que en un mundo cada vez más interconectado, con mayores posibilidades de acceso a la información, con menores restricciones a las fuerzas del capital y en un contexto de redefinición de las soberanías nacionales; se plantea la pregunta de quienes son realmente los que están ejerciendo el poder. Claramente, existe una alianza entre las clases políticas de cada país y los grupos de empresarios que aleatoriamente se instalan en una u otra nación, y estas alianzas crean grupos aún más herméticos de poder, que muchas veces no pueden ser fácilmente identificables pero que en última instancia son quienes elaboran los pronósticos, las perspectivas de desarrollo y distribuyen los recursos que llegan (o no) al grueso de la población. Esto entraña el peligro de estar presenciando la escalada inevitable de un poder que se retroalimenta y que de ninguna forma puede ser detenido, ya que paralelamente estos individuos son quienes manejan los ámbitos de producción de la información que llega a la población y realizan los informes donde se estipulan las previsiones a futuro y las perspectivas de desarrollo, donde claro está, se dice cómo y en función de qué se promoverán acciones puntuales en ese sentido.