Oyente de La Palabra

Oyente de la palabra En la segunda parte, Rahner define al oyente del mensaje como una persona y como un sujeto. La pala

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Oyente de la palabra En la segunda parte, Rahner define al oyente del mensaje como una persona y como un sujeto. La palabra “persona” dícese que el oyente no puede ser reducido a un mero producto de las fuerzas que lo han formado. No, el oyente es capaz no sólo de escuchar, sino de responder libremente. La palabra “sujeto” tiene también un significado técnico. Los sujetos son seres humanos capaces de reflexionar sobre sí mismos. Pueden preguntarse qué son realmente, y acerca de lo que es, su verdadero ser. La tercera parte, establece que el oyente del mensaje es un ser trascendental. Los oyentes reconocen que son limitados. Pero reconociendo sus limitaciones, comienzan a imaginarse cómo quizás superen sus límites. Ése es el primer paso que los transciende. La cuarta parte describe al oyente del mensaje como responsable y libre. Cada persona puede preguntarse si una elección es mejor que otra, y cuándo puede hacer esa elección. Cuando la persona toma cierta elección, también toma responsabilidad y actúa libremente. La quinta parte conecta al oyente del mensaje a la salvación. Las personas que reconocen sus límites comienzan a imaginarse cómo pueden ellos trascender. La trascendencia se les presenta con elecciones. Cuándo ellos escogen la mejor alternativa, ellos no sólo actúan libremente, sino responsablemente. Ellos llegan a ser agentes de la salvación. Se dan cuenta de qué Dios los ha llamado a ser. En la sexta parte, Rahner reconoce que el oyente del mensaje es un ser dependiente. Aún la persona libre esta limitada por el tiempo y el espacio. Podemos solamente imaginarnos las posibilidades que la historia ha puesto en nuestra disposición. Mas aún en esta manera limitada y dependiente, la persona humana experimenta una libertad espiritual. Los seres humanos somos capaces de oír el mensaje y responderlo libremente. El mensaje nos invita a llegar a ser lo que Dios quiere que seamos. Parte 1: Relación entre filosofía y teología No hay filosofía que es absolutamente libre de la teología, dice Rahner. Siempre que decimos, “Una persona es capaz de oír a otra persona,” significamos que Dios nos ha creado con la habilidad de oír. Las personas son formadas por la historia. La historia de la cristiandad los confronta, cristiandad no solamente como una institución, sino como gracia y mensaje de Dios. Así que la filosofía que presume que el ser humano es capaz de oír, no es absolutamente libre de la teología. De hecho, es una teología implícita. Y la teología presupone la antropología. La antropología entiende que el humano es el ser creado con la habilidad de oír la Palabra de Dios.

Esta antropología nos permite entender cómo el mensaje cristiano se puede oír y puede ser entendido. Cuándo la cristiandad encuentra a las personas, las encuentra como oyentes. Las personas a las que encuentra la cristiandad se les pueden preguntar, “¿Reconocen en ustedes lo que la cristiandad dice?”

Parte 2: El hombre como persona y sujeto En esta sección, Rahner define lo que significa “persona” (A). Este concepto es esencial, para la cristiandad, es dirigido a la persona humana. Uno necesita saber lo que una persona es, esto es, saber el ser con quién Dios habla, para entender la cristiandad (B). Y la característica principal de las “personas” humanas es que pueden poner en duda su ser, y así pueden trascender A. Personalidad como presupuesto del mensaje cristiano Cuándo nosotros como cristianos hablamos del ser humano como una “persona,” hablamos de algo específico. Entendemos que el ser humano es capaz de trascender, de ser responsable, de ser libre, de ser honrado en la historia, de estar abierto al misterio. El mensaje cristiano presupone que sus oyentes son seres con estas capacidades – en una palabra, son personas. B. Carácter oculto y amenazado de la experiencia de la persona En la experiencia personal de oír la Palabra de Dios, la Palabra queda oculta. Por ejemplo, está implícito en la Biblia, en lo dogmático, en la eclesiología, pero no contenida inmediatamente en ellos. A través de ellos, Dios habla a los creyentes cristianos. Ellos oyen la Palabra de Dios en los medios que llamamos la Palabra de Dios. Cuándo nosotros decimos eso, nosotros reconocemos que decimos algo general acerca del ser humano. Creamos una antropología cristiana. Y como cualquier antropología, la de Rahner está limitada. En sus declaraciones generales, la antropología procura ver al ser humano como el efecto de esa o aquella causa. Puede tentar aún a los seres humanos a cambiar sus responsabilidades por sus elecciones o algo más – por ejemplo la historia, digamos, o la naturaleza. Pero vale la pena tomar el riesgo de cambiar responsabilidades. Vale la pena tomar el riesgo para decir algo acerca del ser humano en su totalidad, algo verdadero, o si es incompleto. C. La peculiaridad de la experiencia personal El carácter de la experiencia personal es esto: nosotros “tenemos” en todo lo que hacemos, pero nosotros no siempre reflexionamos en la experiencia conscientemente. En la antropología de Rahner, seres humanos experimentan así mismos como “personas,” como seres capaces de trascender. Somos más

que lo que una antropología mecanicista dice que somos. Y es precisamente eso “más” que Rahner nos invita a tener una expresión consciente. Cuando nosotros reconocemos que somos los productos de la historia, la psicología, etc., es decir, que somos los productos de elementos extraños a nosotros, entonces podemos situarnos en la pregunta. Podemos preguntarnos por nuestro ser verdadero. Y eso es lo que “el sujeto” es, saber que uno puede ponerse en la pregunta.

Las ciencias nos tientan a que pensemos que podemos conocernos completamente. Pero esto es ilusorio. La experiencia trascendental sugiere que yo comprendo cada esfuerzo que la ciencia hace para explicar quien soy. La persona sobrepasa toda sugerencia de reducirlo a un sistema o que se piense que puede ser entendido en su totalidad. Parte 3: El hombre como el ser que trasciende esta parte, Rahner explica lo que significa trascendencia. Esto es el concepto central en su “teología trascendental.” Dios “llama” a los seres humanos a imaginarse aquellas posibilidades para hacer el bien que podrían con su potencial. También en el hacer, Dios les permite trascender (A). Aunque haya la posibilidad que las personas se nieguen a reflexionar su experiencia (B), no quiere decir que no tengan la capacidad para reflexionar, porque es constitutiva del ser humano. Reflexionando en nuestros límites, nosotros comenzamos a imaginarnos las nuevas posibilidades que tenemos (C) y a trascender nuestros límites (D). A. La estructura anticipativa del conocimiento (I.3.A, p. 51) Siempre que una persona afirma la posibilidad que puede preguntarse acerca de las cosas, aún en una manera finita, esa persona supera la finitud. ¿Por qué? Porque el horizonte de finitud siempre retrocede cuando uno descubre más. Y cuando la persona experimenta ese horizonte que retrocede, la persona se experimenta a sí misma como espíritu. Uno es espíritu siempre que uno reconoce sus límites. En ese reconocimiento, uno ya ha superado los límites, por lo menos como una posibilidad. Siempre que buscamos el consejo, la guía, o el perdón, nosotros reconocemos nuestros límites y la posibilidad de superarlos. B. Posible alejamiento de la experiencia de la trascendencia Uno puede evadir la experiencia de trascendencia en una variedad de maneras. Uno puede decir ingenuamente, “Autorreflexión es una pérdida de tiempo – ¿por qué debo preocuparme?” O puede uno sin entusiasmo y poco imaginativo “aceptar” una existencia sin curiosidad. Esto sucede cuando

reconocemos que esa existencia posee una pregunta, pero no obstante desechamos seguirla. Podemos aún desesperanzarnos. La desesperación surge cuando paramos de seguir la pregunta porque nosotros no creemos que tenga algún significado C. La anticipación del ser El ser, Rahner dice, lo encontramos en la esperanza, en el movimiento hacia la libertad, en la toma de responsabilidad. ¿De qué habla él? Él dice que siempre que nosotros nos imaginamos una posibilidad para nosotros mismos, presuponemos que hay tales posibilidades. Ellas son la infinidad de la realidad, la infinidad del ser. Nosotros las tomamos como posibilidades del espíritu humano. Sí, somos limitados. Pero en nuestros límites, estamos conectados con lo que es el absoluto. Y el absoluto (en este punto Rahner lo llama el ser, pero él habla de Dios) puede alcanzar algo – puede alcanzar en nosotros lo que esperamos y deseamos. En resumen, nosotros aprehendemos el ser porque estamos en apertura. Y siempre que preguntamos por misterio de vida nuestra, nosotros nos concebimos como personas que “reciben” el ser. Nosotros lo recibimos como una gracia, la gracia de la libertad. D. La anticipación como constitutivo de la persona Esta apertura al ser nos marca como lo que somos, es decir, personas. Por estar en apertura, experimentamos en nosotros, como una participación en la infinidad de posibilidades. Esta participación nos permite a anticipar nuestro propio cumplimiento. Y eso es una forma de trascendencia. Trascendemos lo que somos por estar en apertura a lo que el ser nos ofrece. Esto no sucede por tratar deliberadamente por “pensar” en la trascendencia. No, sucede indirectamente. Puede suceder en una inusual experiencia mística, por ejemplo, en la experiencia común de la soledad. Parte 4: El hombre como el ser responsable y libre En esta sección Rahner define la libertad. Para él, no es un fenómeno psicológico, sino una “experiencia trascendental” (A). Nosotros lo “sabemos” como la presuposición fundamental de nuestro pensamiento y las elecciones (B). Siempre que escogemos actuar “responsablemente,” reflexionando en nuestra habilidad de hacer las elecciones y escogiendo deliberadamente un curso sobre otro como más responsable, conocemos la libertad (C). A. La libertad no es ningún dato particular Uno no puede descubrir la libertad como algo dado. Éste era el proyecto de la psicología escolástica, y contradice la esencia de la libertad. La libertad no es simplemente otro fenómeno en el campo de la psicología. Es más bien una

experiencia trascendental. Una experiencia tan trascendental que subyace en la experiencia concreta de la libertad, por ejemplo, la jurisprudencia y la filosofía de la ley. No descubrimos la libertad como algo dado, sino como una presuposición. Esto presupone nuestro interrogatorio acerca de si somos libres y responsables. Nuestra muy inquisitiva presuposición es la libertad de preguntar. B. La mediación concreta de la libertad La libertad trascendental es lo que la filosofía clásica llamó una idea. Reflexionamos en esta idea cuando llega a ser concreta en el mundo de elecciones y decisiones libres, pero de la idea no se reduce a ellos. Esta detrás de cada acto libre y pensamiento, por ello no puede quedarse incomprensible. Conocemos la idea de la libertad en las acciones y los pensamientos libres que expresan la idea. Así que uno no puede señalar a un acto dado en la historia y decir, “Eso es un puro producto de la libertad.” La libertad no es un acto, sino una idea. C. Responsabilidad y libertad como realidad de la experiencia trascendental Una libertad se limita. Aunque dentro de esos límites, uno puede actuar. Y el reconocimiento de esa libertad es el reconocimiento de la experiencia trascendental. Yo me conozco como alguien que puede asumir responsabilidad y actuar libremente, eso es, como un “sujeto” dentro del horizonte del ser. Para estar seguro, uno puede tratar de evadir responsabilidad y fingir que uno es meramente un producto de fuerzas fuera de sí mismo. Sin embargo eso es una mentira. Los seres humanos son capaces de decidir acerca de sí mismos y renovarse por sí mismos. El trabajo espiritual de decidir y renovarse (más que la habilidad concreta hacer esto o aquello) es el ejercicio de la verdadera libertad. Parte 5: La cuestión personal de la existencia como pregunta de la salvación ¿Puede haber un ser verdadero como tal? Rahner dice que lo hay, y siempre que escogemos llegar a realizar lo que Dios nos invitó a ser, llegamos a ser agentes auto-conscientes en la historia de la salvación A. El punto de partida teológico y antropológico para el entendimiento de la “salvación” La salvación no es un futuro que lo hace alguien desde el exterior. Ni es algo concedió por el juicio moral. Más bien, la salvación es la verdad de nosotros mismos ante Dios. Somos invitados a conocernos verdaderamente y darnos cuenta de que somos seres verdaderos. Esto se hace “ante Dios,” es decir, cuando reconocemos quiénes somos como Dios nos ha creado. Estamos “salvados” cuando nosotros nos desarrollamos libremente como Dios nos ha

permitido hacerlo. De esa manera nosotros cumplimos nuestro destino, como personas destinadas a la trascendencia. Tal trascendencia es una invitación de Dios y sucede en la unión con Dios. B. Salvación en la historia Nuestro ser, dice Rahner, no es algo que nosotros “tenemos.” Sino, se experimenta en todas las cosas, la mayor parte son ajenas a nuestra voluntad: el tiempo, el mundo, y la historia. Nuestra experiencia del ser no está en nuestra disposición. Más bien en la multitud de experiencias, nosotros encontramos lo que está en nuestra disposición. Encontramos nuestra propia subjetividad y libertad. Nuestra experiencia de estar en el mundo incluye nuestros sentimientos de que somos únicos y diferentes. En el sentir, nos descubrimos y nos afirmamos. Procuramos llegar a ser lo que somos, para llegar a ser lo que estamos llamados a ser. Y la suma total de este esfuerzo humano se puede llamar historia de salvación. Es el esfuerzo de la humanidad de responder a la invitación, para reconocer como el ser puede trascender. Para así cumplir con las posibilidades con que se creó, y en la tentativa para darse cuenta de su destino. Esta historia es la historia de Dios, el Dios que llama a los seres humanos a reconocerse a sí mismos, lo que ellos son y para llegar a ser lo que ellos están llamados a ser.

Parte 6: Sumisión del hombre a la disposición ajena Rahner, en esta sección breve, dice que los seres humanos son dependientes del mundo y de la historia. Aunque dentro de esta dependencia, nosotros ejercitamos nuestra trascendencia y reconocemos nuestra libertad. A. Sustentado por el misterio Nosotros a través de la experiencia como seres humanos sabemos que no tenemos el control de nuestras vidas, sino al estar en la disposición de otras cosas. En esa experiencia, sin embargo nos imaginamos otras posibilidades, y así que tenemos una medida de la libertad. Eso es también lo que llamamos trascendencia. De ahí somos ambos libres y dependientes sobre esas cosas que limitan nuestras elecciones. Aún nuestra trascendencia es experimentada como algo que no causamos. Fue establecida por otro. ¿Quién es el otro que permite que trascendamos? Llamamos al otro “el misterio inefable.” B. Condicionamiento histórico-mundano

Es verdad decir eso, en la propia experiencia de nosotros como condicionados, hemos movido más allá que la condición previa. Siempre que nosotros nos reconocemos como seres en la disposición de otros, como seres condicionados y seres exhaustos, tomamos un viaje a la imaginación, imaginándonos como libres. Experimentamos la libertad espiritual. Pero, no podemos dejar atrás las condiciones restrictivas. Y eso es la condición humana: ser condicionado y ser limitado, y todavía poder trascender esas condiciones en libertad. Experimentamos la libertad siempre que hacemos las elecciones. Aunque, esa libertad nunca está completamente a nuestra disposición. Más bien, tomamos las decisiones como una síntesis: una síntesis de posibilidades y elecciones. Sólo algunas cosas son posibles para nosotros. Cada elección deja fuera otras elecciones posibles. Y llegamos a la verdad de la realidad soportando y aceptando que el conocimiento de esa realidad no está en nuestras manos. Únicamente nuestra esperanza y perseverancia, el conocimiento de quienes somos, y esto es el ser llamados, más que lo que somos.