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HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL NUEVA ESCUELA HISTORICA ARGENTINA FOLIA HISTÓRICA Se origina y propaga inicialmente en centros universitarios y se caracteriza fundamentalmente por la aplicación rigurosa de los criterios metodológicos que se difundieron en Europa en la segunda mitad del siglo XIX, en una concepción nacional y americanista de la historia argentina. Su surgimiento era anunciado, en forma quizás profética por el Dr. Ricardo Rojas en 1909, estableciendo la necesidad de su existencia como un órgano de restauración nacional. Rómulo Carbia ubica el surgimiento de la Nueva Escuela a partir de la fecha en que se celebró el primer centenario de mayo y la caracteriza como un “nuevo despertar de los estudios históricos motivado por la abundante bibliografía de documentos que instituciones científicas han hecho conocer…”. A esto se agregaba la formación de “bibliotecas especialistas en obras históricas, americanas y el acceso libre a otras para el público…”. Los factores mencionados, considera, eran propicios para avivar la fecundidad productora de libros. En la opinión del Dr. Ricardo Levene, “No se trataba de la aparición de una escuela histórica, que habría implicado la revelación de una nueva obra histórica, distinta de las existentes”, sino de la “intensificación en el estudio de la historia y el hallazgo de nuevas fuentes históricas” (se puede notar su negativa de considerar el movimiento como una nueva escuela). El Dr. Ravignani, en nota al Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay se refiere al nuevo movimiento que ha marcado nuevas direcciones en la investigación y crítica de las fuentes documentales. Resulta evidente que se trata de algo nuevo. Si bien es cierto que representa una intensificación del estudio de la historia, que ya se había hecho con anterioridad, la novedad está dada en el hecho de que ello se hace en forma sistemática, enunciando previamente los grandes problemas de la historia nacional considerada en su totalidad, y planificando el tratamiento de los temas, teniendo en vista la posible rectificación de errores y con la finalidad última de elaborar la historia argentina general. El hallazgo de nuevas fuentes documentales responde a ese objetivo y se concreta mediante una tarea en equipo, con definidos objetivos, orientada hacia archivos europeos y locales, incluidos los del interior del país que hasta ese momento habían permanecido casi inexplorados. Por otra parte, el nuevo estudio de la historia argentina va a realizarse a la luz de nuevas influencias ideológicas y en función de un sentido nacionalista, enmarcado en el sentimiento de solidaridad americana. Es posible entonces afirmar que la Nueva Escuela Histórica existió verdaderamente. Fue una realidad, sobre todo en el campo metodológico. Constituyó una respuesta a los problemas que contemporáneamente planteaba la investigación histórica y que en alguna medida habían sido anunciados por Paul Groussac. Se manifestó en principio en el ámbito universitario, teniendo como centro inicial a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Se proyectó gradualmente a otros centros universitarios y a instituciones consagradas a los estudios históricos, inclusive a la Junta de Historia y Numismática Americana. Ganó prestigio en el exterior, aún en países con avanzados movimientos historiográficos como Francia y Alemania. Sus efectos fueron de singular trascendencia. Fundamentalmente se logró la formación científica de historiadores. Como consecuencia de su afán heurístico, un importante lote de material documental fue puesto a disposición de los investigadores en cuidadas ediciones. La elaboración de la historia general argentina y la revisión de la que se había escrito con anterioridad fueron objetivos que marcaron logros importantes. A partir de la década del treinta los principales efectos del movimiento se habían generalizado, al punto de que es posible afirmar que la mayoría de los autores de relevancia en la época, debían algo a la Nueva Escuela Histórica. 1

HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL El personaje que encabeza el movimiento es el Dr. Emilio Ravignani. Paul Groussac es considerado por Carbia como precursor, con mucho acierto, pero de ninguna manera puede ser ubicado como iniciador del mismo. Groussac plantea los problemas fundamentales y aventura las soluciones, pero sus ideas sólo sirven de punto de partida. Es más, puede luego hasta ser considerado adversario de la nueva postura historiográfica, de carácter eminentemente científico, que el movimiento adopta. La época en que la Sección de Historia se transforma en Instituto de Investigaciones Históricas y pasa a ser dirigida por el Dr. Ravignani, va a señalar la década de apogeo de la acción del movimiento. Características de la Nueva Escuela Histórica Señalan deficiencias en la producción historiográfica: el enfoque unilateral del contenido histórico (una marcada preferencia por la llamada historia externa política, militar), la ausencia del cultivo de la historia genética, y finalmente la reticencia a abordar temas de la historia argentina contemporánea, fundamentalmente aquellos correspondientes a la segunda mitad del siglo XIX. Estas falencias que presenta la historiografía contemporánea que se produce en el país, lleva a los historiadores del nuevo movimiento a enunciar, defender y divulgar los nuevos principios que se refieren tanto a las formas como al contenido. En lo que hace al primero de los aspectos, hay una mayor preocupación heurística que se concreta en la búsqueda sistemática de fuentes en los archivos de la Capital y de las provincias. Con posterioridad, esta tarea se extenderá a los archivos españoles y a los de otros países históricamente relacionados con la Argentina: Francia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Consecuencia inmediata de esta característica será el logro del relevamiento de los archivos de nuestro país y la posterior organización de estas entidades, en base a principios modernos. Se propicia la publicidad de los documentos hallados en esos archivos, con el objeto de estimular las investigaciones tendientes a establecer la verdad sobre ciertos hechos, que habían sido tratados con incertidumbre por desconocerse su verdadera fuente informativa, en este sentido, es posible afirmar que la Nueva Escuela iniciará la revisión de la historia nacional, de acuerdo con los nuevos principios metodológicos. Los trabajos emprendidos revelan la aplicación rigurosa y la difusión de los principios de crítica histórica y de síntesis postulados por Bernheim. Se manifiesta preferencia por la obra monográfica, de concreto y reducido asunto. Se postula la posterior fusión de las monografías en un intento de llegar a la última etapa del conocer histórico: la síntesis científica. Los adelantos metodológicos se proyectan a nivel educativo. Se adopta la práctica del seminario en las cátedras universitarias. En lo que se refiere al contenido de la producción histórica, se sostiene fundamentalmente que la historia y sus principios son obra de la reflexión, del análisis, de la crítica de los conceptos, para fomentar la aptitud superior de la síntesis. La historia argentina es concebida dentro del fenómeno americano, debiendo establecerse los procesos con concepto de universalidad, intentando abarcar la totalidad de la historia argentina en dimensión geográfica y temporal y tratando de vincular los hechos históricos que se producían en el interior, con la historia que se desarrollaba en Buenos Aires. Se realiza el enfoque genético de la historia nacional, con verdadera preocupación por desentrañar las causas de los sucesos. Por ejemplo, se sustenta la necesidad de conocer previamente la historia colonial para poder interpretar correctamente el proceso revolucionario de 1810. El interés antes centrado en la historia política y militar, va a extenderse a otros aspectos de las manifestaciones históricas: constitucional, jurídico, cultural, ideológico, etc. 2

HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL La Nueva Escuela Histórica trató de desterrar las falencias que señalaba y en buena medida lo logró, excepto en el hecho de que tampoco trató con la frecuencia deseada, los temas de la historia argentina contemporánea. Tal vez su insistencia en sostener la concepción genética de la historia, concebida en su totalidad, los inclinó en general al tratamiento de los temas de la historia colonial. Si bien es cierto no se advierte en todos los autores una formación ideológica homogénea, puede determinarse en general, la marcada influencia de algunas corrientes de pensamiento o ideologías como el positivismo y el nacionalismo. Los historiadores de la Nueva Escuela fueron eminentemente positivistas. El método experimental se convirtió para ellos, en el único medio que aseguraba el éxito, o sea la verdad, en la reconstrucción histórica, y el uso del documento constituyó el camino más conveniente para lograr ese fin, garantizando al mismo tiempo la objetividad y el carácter científico de la historia. Para estos historiadores, la historia es única e indiscutiblemente una ciencia. Su objetivo es estudiar los elementos y fenómenos históricos, sometiéndolos a procedimientos analíticos y positivos. El verdadero papel del historiador es ponerse en contacto con los documentos, sin mezclar nada de sí mismo, a la manera postulada por Langlois. El afán cientificista aplicado a la historia los lleva a concentrar su preocupación en el material de los archivos que pasa a constituir el elemento primordial de la investigación, desplazando a veces a una función accesoria el papel del investigador. En mayor o en menor medida participan ellos de la filosofía nacionalista que se gestó y difundió en nuestro país en el primer cuarto de nuestro siglo y que alcanzó a diversas disciplinas, principalmente a la historia. Pero este nacionalismo fue más precisa y elocuentemente expresado en el campo de la literatura. Allí tuvo como paladín al Dr. Ricardo Rojas. En Rojas, el nacionalismo se identifica con el patriotismo que tiene como base territorial y política a la Nación. Para la Nueva Escuela Histórica, el objetivo de la historia es la reconstrucción de los modos de vida, inquietudes y aspiraciones de los hombres, elementos con los cuales se define la personalidad de un pueblo y a través de los cuales se logra despertar la conciencia en sus propias fuerzas y en su destino manifiesto. La Nueva Escuela, en síntesis, trata de llegar a la verdad con espíritu científico para que ello contribuya a la toma de conciencia de nuestra identidad como Nación. En cuanto a la concepción metodológica, la idea genética aplicada a la historia, se convierte en requisito indispensable de la investigación. Es frecuente hallar como objeto de estudio a los “procesos” históricos y no a los hechos. Se advierte también la idea de contemporaneidad filosófica de la historia de Croce, autor de cierta gravitación en algunos de los autores del movimiento. Desde el punto de vista metodológico, los historiadores del movimiento manifiestan, en general, aplicar los más estrictos métodos de Bernheim. Sin embargo, en los primeros tiempos, se observa la indudable influencia del manual de Langlois y Seignobos. Para la Nueva Escuela, el punto de partida de la reconstrucción histórica son las fuentes. Ellas deberán ser sometidas a severos procesos de crítica para comprobar su autenticidad y posteriormente, a través del análisis, desintegradas en sus elementos constitutivos. Entre ellos, el historiador seleccionará aquellos de valor con los que abordará la reconstrucción del hecho histórico. Por otra parte, afirman aplicar las mismas técnicas de la Escuela Alemana de Ranke y así lo demuestran en la tarea de examinar fuentes manuscritas y de editarlas si consideraban que eran auténticas y útiles en beneficio de la investigación. También incursionan en técnicas propias de esta escuela como la lectura paleográfica, la aplicación del método filológico y la crítica bíblica.

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HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL Podemos señalar también que se aproximan a la escuela de Ranke, en el sentido nacionalista que impulsa su labor. Hacia la tercera década del siglo, se hace sentir la influencia de la contemporánea Escuela de Síntesis Francesa. Ello se advierte fundamentalmente en el objetivo, reiteradamente manifiesto, de llegar a alcanzar la síntesis científica de la historia argentina, mediante la elaboración de trabajos monográficos planificados, a su vez, síntesis eruditas que habrían de conjugarse, por último, en la forma final del trabajo histórico: la síntesis científica, en la terminología de Henri Berr. Este objetivo creerá ser alcanzado cuando se concreta la publicación de la Historia de la Nación Argentina por parte de la Academia Nacional de la Historia, en cuya elaboración intervienen numerosos miembros del Instituto de Investigaciones Históricas. La influencia de Paul Groussac Carbia lo asigna como precursor. La producción historiográfica de Paul Groussac está dirigida fundamentalmente al período hispánico, en especial al siglo XVI. Sus ideas historiográficas se convierten en el elemento que prueba su influencia y justifica su nominación como precursor del movimiento. La historia, para Groussac, tiene como primera razón de ser, la investigación de la verdad. Para ello necesitaba fundarse en sólida base documental, sobre la cual se ejecutaba la tarea de crítica y de análisis. La crítica, análisis e interpretación eran función propia del historiador, quien a partir de los documentos intentaba hallar la verdad oculta, por inferencia o deducción. Manifiesta la conveniencia de que el investigador realice previamente el inventario completo y minucioso de todos los documentos inéditos para tratar de llegar a la verdad, aunque reconoce que esta será siempre relativa y precaria. Su actitud de crítica apunta en varias oportunidades hacia sus contemporáneos a quienes acusa de practicar, en historia, una moral flexible y oportunista que se reserva “para solucionar cómodamente los conflictos entre nuestras pasiones y las ajenas”. A través de las ideas que expone el autor es posible reconocer postulados que más adelante pondrá en práctica la Nueva Escuela. Fundamentalmente rescatamos las siguientes: Jerarquiza a la heurística como paso previo e indispensable en la investigación histórica. Postula la rigurosidad en la aplicación de los principios de la crítica histórica. Asigna capital importancia a los archivos nacionales y europeos. Manifiesta la necesidad de rehacer desde los cimientos nuestra historia en base a documentos y prescindiendo de las obras anteriores. Carbia señala diferencias con Groussac: la ausencia de la universalidad del fenómeno histórico, la importancia que asigna en la función del historiador al don personal de penetración, que la Nueva Escuela parece ignorar. Analizando el proceso de evolución de la nueva postura historiográfica, observamos que en sus inicios existe un profundo respeto y consideración por aquel a quien en algunos momentos llaman el “ilustre maestro”. Con el correr del tiempo, los integrantes de la Nueva Escuela acentúan sus críticas hacia quienes cuidaban excesivamente de lo externo en la obra histórica, atacando al uso de la retórica, de la declamación, del conceptualismo, en una palabra, a quienes confundían la historia con el arte de escribir, crítica que en alguna medida alcanza a los principios sustentados por Groussac. Por otra parte, el avance creciente y la aceptación de la nueva corriente, lo previnieron contra ella y es entonces cuando se inician sus ataques contra la nueva metodología histórica propiciada. En su concepto, ésta se reducía a formular principios aplicables a solamente dos operaciones correlativas: la recolección, ordenamiento y análisis de los documentos y el empleo racional de los mismos en la reconstrucción histórica, prescindiendo de toda preocupación literaria. Al mismo tiempo no reconocía a los progresos alcanzados como ninguna novedad o como algo original. Sin embargo no deja de reconocer algunos aspectos positivos en la reciente producción 4

HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL historiográfica y evidentemente lo halaga el hecho de que la nueva generación de historiadores lo señale como precursor. En el fondo, sus divergencias con la Nueva Escuela radicaban en la aparente antinomia entre la historia-arte y la historia-ciencia. Los historiadores que iniciaron el movimiento habían rechazado la primera por entender que hacía peligrar la existencia de la segunda. Groussac sostiene que la historia no puede pretender ser una ciencia y llegar a la verdad, por cuanto los hechos históricos son únicos y su falta en el contexto no puede ser reparada sino por hipótesis o conjeturas. Solamente puede aspirar a aproximaciones conjeturales y subjetivas. La rígida postura de la nueva generación de historiadores en este sentido, fue atenuándose con el tiempo, pero nunca admitieron los principios de Groussac. Su exagerada insistencia en el dato objetivo a través de la documentación prolija y copiosa, se flexibilizó más adelante, para dar lugar también al ejercicio del razonamiento y hasta de la intuición como recurso para lograr la comprensión explicativa de los hechos históricos. Pero el enfoque literario o el factor emocional, no tuvieron cabida en la concepción histórica del grupo. La nueva generación de historiadores, irá alejándose poco a poco del “maestro”. Varias circunstancias así lo indican, pero tal vez el hecho más significativo de este proceso, sea la participación del grupo inicial en el Congreso de Ciencias Sociales celebrado en Tucumán, en 1916. En la ocasión, en el trabajo de conjunto que presentan, se critican duramente las publicaciones de documentos realizados por Groussac en los Anales de la Biblioteca, aduciendo que en ellas no se han tenido en cuenta los cánones críticos. Se señala allí que el autor “no da fe de autenticidad, no indica el lugar donde se hallan, no enmienda ni reduce fechas, no dispone orden serial…” Hacia la tercera década del siglo, la Nueva Escuela Histórica irá convirtiéndose en sistemática censora de Groussac. Chaneton llegará a señalar graves deslices en el maestro, acusándolo de actuar de novelista en las ocasiones en que debió hacerlo de historiador. En época en que Groussac está lejos del país, en Francia, buscando alivio para sus males físicos, casi ciego pero siempre trabajando, miembros del Instituto de Investigaciones Históricas dan noticias periódicas de sus trabajos y exaltan su obra de investigador de nuestro pasado. Producido su deceso, el Instituto le rinde su homenaje a través de la publicación de su bibliografía. Paul Groussac puede ser considerado, efectivamente precursor, porque anunció los problemas que debía encarar la Nueva Escuela Histórica. De ninguna manera maestro orientador, porque en momentos en que se da el movimiento, ya se ha convertido en casi un enemigo del mismo. Su fondo romántico no podía conciliarse con el acentuado positivismo y exagerado rigor metodológico de los nuevos historiadores. Historiadores de la Nueva Escuela Histórica Constituyeron el núcleo inicial de este movimiento de renovación de los estudios históricos, tanto García como Ravignani, Luis María Torres, Molinari, Carbia y Correa Luna dentro de la Sección de Historia y Ricardo Levene y Ruiz Guiñazú fuera de ella. Para la década del treinta, época en que podemos considerar estabilizada la constitución del Instituto bajo la dirección del Dr. Ravignani, son adscriptos honorarios: Caillet Bois, Canter, Carbia, Correa Luna, Chaneton, Molinari. Los maestros orientadores, profesores e investigadores que intervienen en la formación ideológica y metodológica: García, Dellepiane, Quesada, David Peña, Larrouy y Luis María Torres. La generación conductora: Luis María Torres, Emilio Ravignani, Diego Luis Molinari, Rómulo Carbia, Ricardo Levene, Enrique Ruiz Guiñazú, Carlos Correa Luna, José Torre Revello. La figura epónima de esta generación sería el Dr. Ravignani. Los epígonos, continuadores y difusores de los principios y objetivos de la Nueva Escuela: Juan Canter, Narciso Binayán, Caillet Bois y Abel Chaneton.

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HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL De los grupos citados nos ocupa fundamentalmente el segundo. Constituye efectivamente una generación. Se advierte en ellos cierta homogeneidad de formación, sus integrantes son coetáneos, la mayoría ha egresado de la Facultad de Derecho o de la de Filosofía y Letras y se desempeñan en funciones de docencia universitaria. Asimismo existe un lenguaje generacional que surge de una particular concepción de la historia nacional y de una marcada preocupación metodológica. La Nueva Escuela Histórica en la perspectiva del tiempo En 1905 se crea la primitiva Sección de Historia, se toma este como año inicial y como final en año 1947, fecha en que el Dr. Ravignani deja la dirección del Instituto de Investigaciones Históricas. Surgen cuatro períodos fundamentales: 1. la época inicial que se ubica en la primera década del siglo. Época de los maestros formadores, en la cual los nuevos principios metodológicos tienen cabida tímidamente en las cátedras universitarias. Momento en que la circunstancia de celebrarse el Centenario de la Revolución de Mayo acentúa el interés por los temas históricos y proporciona el marco apropiado para incentivar los primeros ideales. 2. la etapa de la configuración y consolidación del movimiento. Época de armonía de principios y de objetivos. Lapso que concluirá con la transformación de la Sección de Historia en Instituto de Investigaciones Históricas y con el cambio de autoridades de la institución. 3. el período de apogeo de la actividad, la tercera década del siglo, con el Instituto como entidad aglutinadora de los historiadores y difusora de los nuevos principios, promoviendo la investigación histórica monográfica, relacionándose con el movimiento historiográfico mundial e iniciándose la proyección del movimiento hacia otros centros. Este periodo se cierra a comienzos de la década del treinta. 4. la cuarta época, de difusión plena. La extensión de las nuevas ideas halla concreta expresión en la producción de historiadores formados por el movimiento, en el surgimiento de instituciones consagradas, en la celebración de congresos y reuniones sobre temas históricos y en la concreción de la edición de la Historia de la Nación Argentina. Etapa en la que también influyen negativamente la crisis económica, las ideas políticas diferentes. Estos factores frustran algunos planes y conducen paulatinamente al desgranamiento del núcleo inicial. A estos cuatro momentos agregaríamos los años que transcurren en la década del cuarenta. El grupo inicial ya está casi desmembrado, sin embargo no es posible hablar de decadencia. Porque la acción realizada ya ha dado sus frutos. El rumbo ha quedado marcado. La historiografía argentina se ha transformado en científica. La perspectiva de alcanzar la proyectada síntesis de la historia argentina se malogró, tal vez por la insistencia en el enfoque del detalle minúsculo y la prisa por concretar el plan. Con frecuencia se quedaron en la historia de “acontecimientos”, que teóricamente desdeñaban como un nivel inferior de investigación. La postulada revisión de la historia nacional se frustró también, en alguna medida, por la tendencia a la polémica estéril. La excesiva individualidad y la, con frecuencia obsesiva, insistencia en atender a aspectos metodológicos, unida a un severo sentido crítico ejercido entre ellos, fueron mellando la armónica relación inicial de sus integrantes. El permanente afán erudito quitó a algunas obras históricas de valor, el atractivo, el dinamismo y la belleza de expresión que vivifican la historia. No obstante estos defectos, es preciso también destacar que sus logros fueron de real magnitud y que ellos sitúan a la Nueva Escuela como un importantísimo momento en el desarrollo de la historiografía argentina. Fundamentalmente, contribuyó a un conocimiento más acabado y completo de nuestro pasado, cimentando la crítica histórica sobre bases firmes, eliminando la fraseología vaga o el juicio apresurado de los hechos históricos y aportando mayor precisión al relato. 6

HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL Produjo, a través de la enseñanza de la historia, la divulgación de los nuevos principios metodológicos de la Escuela Alemana con las técnicas instrumentales de Ranke y los de la Escuela Francesa de Síntesis, contribuyendo eficazmente a la formación de investigadores y ubicando a la historia nacional en el cauce científico y a la historiografía argentina en el concierto mundial. Inició la revisión de los contenidos de la historia argentina, en base a los adecuados criterios heurísticos y críticos y produjo paralelamente un acrecentamiento del interés hacia el estudio de los problemas históricos. Acometió, en fin, la gran empresa de elaborar la historia general argentina, tarea inconclusa que aún espera continuadores. Gustavo A. Prado Las condiciones de existencia de la historiografía decimonónica argentina La historiografía argentina 1854 1916. Dos interpretaciones Rómulo Carbia en su Historia crítica de la historiografía argentina (1939) propone: Entre 1925 y 1940 la Nueva Escuela Histórica (NEH) formuló en su genealogía oficial un modelo interpretativo ya clásico del periodo fundacional de nuestra historiografía, en el que proponía la clave de su propia legitimación. Esta visión “triunfalista” proponía no solo la existencia de una polaridad entre dos escuelas: la historiografía filosofante y la rigurosamente erudita, sino que terminaba presentando la NEH como un punto de equilibrio entre el rigor heurístico y la inteligencia aplicada; filiando claramente su propuesta con la de la historiografía erudita, pero reconociendo a la vez, su condición de “engendro feliz” de aquellas tensiones y modelos alternativos. La NEH racionalizo la experiencia historiográfica argentina como si ésta se tratara de un proceso lineal, caracterizado por el conflicto y la sucesión de grandes escuelas y la interferencia marginal de géneros y perspectivas menores. El resultado concreto de este ejercicio fue una visión institucionalizante de la producción historiográfica de la segunda mitad del siglo XIX que obedecía, sin duda, a la necesidad de un grupo de historiadores de construir una tradición a partir de la cual legitimarse. ¿Podríamos pensar en autenticas escuelas historiográficas cuando no existe un marco común de formación o cuando no existen aun o no se han consolidado suficientemente la red de instituciones públicas que garantizan un acceso amplio al conocimiento del pasado? Por supuesto que podemos encontrar semejanzas interpretativas, filiaciones intelectuales, pero ¿debe ello desembocar necesariamente en una idea tan precisa como la de Escuela? En los años 80 Tulio Halperin Donghi esbozó una línea de interpretación alternativa que, no obstante de legitimar en su crítica lo sustancial de la visión genética de Ricardo Rojas o Carbia, plantea una visión de la historiografía alejada de los criterios de la NE. Esta interpretación nos habla de un desarrollo de la disciplina sobre la base de la articulación de un paradigma que entraría posteriormente en crisis por su inadecuación con la realidad política y que no lograría ser reemplazado por otro consistente entre el 80 y el centenario una etapa singularmente caracterizada como aquella en la que la historiografía argentina deambula treinta años buscando un rumbo. Halperin Donghi ve en la supuesta inadecuación entre el modelo mitrista y la realidad política del 80 no solo el origen de la caducidad de una interpretación “optimista” de la historia argentina o de una idea filosófica rectora de la indagación histórica sino la principal causa de la disipación de la estrategia narrativista en sí misma. El surgimiento de la narratividad historiográfica argentina (cuyo paradigma seria Mitre) aparece en Halperin Donghi, sostenido por la ubicuidad cultural y la fuerza social que entre 1852 y 1880, pudo mostrar el proyecto político. Proyecto que, condenado a no poder encontrar una fórmula operativa capaz de gobernar el país según imágenes republicano-democráticas, mal pudo resultar adecuado a la cruda realidad política de las tres presidencias fundacionales. Halperin Donghi no puede sino inferir de las desventuras políticas de Mitre y López en los años 80 la crisis de la historiografía misma. Es por ello que aun cuando es incontrastable que el proceso de 7

HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL transformación continúa en sus aspectos económicos, sociales y culturales entre el 80 y el Centenario, Halperin Donghi diagnostica que la narrativa historiográfica se hace súbitamente incompatible con la realidad del país, entrando en crisis sus parámetros de racionalización y habilitando nuevos géneros de análisis del pasado, más adecuados con el clima de la época y representados por el cientificismo positivista, el economicismo incipiente, o el sociologismo renovado. Es entonces a partir de la supuesta crisis de aquel modelo primigenio como podría explicarse tanto la recaída erudita como la filiación con la historiografía mitrista, que ensayara la NE en su búsqueda de legitimación para su propio proyecto profesionalista. Si bien es cierto que las obras de Álvarez, García o Ramos Mejía son cronológicamente posteriores a las obras de Mitre y López y que sus estrategias discursivas y objetivos se diferenciaron casi por completo de los que hicieron suyos los historiadores clásicos, creo que sería útil replantearse la idea comúnmente aceptada, de que su estilo fue radicalmente innovador. Por otra parte, sostener hasta las últimas consecuencias el agotamiento del narrativismo por su inadecuación con la realidad política puede compelirnos a desvirtuar de antemano las posteriores obras de Mitre y Saldías, es decir que el desarrollo de la narrativa historiográfica se perpetua luego de 1883. Sesenta años en busca de un rumbo Planteada entonces la revisión crítica de los “modelos” antes considerados, el desafío es proponer una visión que, por un lado sea capaz de abordar el problema del nacimiento de la historiografía argentina, rescatando la inspiración sistemática de los hombres de la NE, y que por otro lado sea capaz de integrar en el análisis los aspectos sociopolíticos. Nuestros principales puntos de partida son los siguientes: 1) la historiografía no preexiste formalmente como genero sustantivo, lo cual habilita una indagación de su conformación como discurso de la moderna sociedad capitalista. 2) la constitución de una historiografía argentina en la segunda mitad del siglo XIX no deviene de la simple importación de un género europeo sino de determinadas condiciones políticas, sociales, culturales eminentemente locales. 3) lo que retrospectivamente conocemos como historiografía decimonónica argentina nace en un espacio intelectual precario en el que los discursos no estaban suficientemente distinguidos. 4) en este contexto, la historiografía no pudo irrumpir en la cultura argentina del siglo XIX como un discurso científico sustancialmente diferente de los géneros literarios sino al contrario como un discurso experimental inmerso en las “bellas artes”. 5) estas condiciones de existencia de la historiografía rigen en los sesenta años que van desde Caseros hasta el Centenario. Se trata de un replanteamiento que implica trocar el modelo escolar que transmite la idea de un espacio historiográfico preconstruido, completo y homogéneo, por la idea de un espacio intelectual abierto en el que interactúan intelectuales polifacéticos con diferentes papeles en la sociedad civil y en el sector público, con diferentes estrategias personales, alienándose en un mundo cultural de acuerdo con una lógica que excede la de la simple voluntad cognoscitiva y la de las convicciones filosóficas, o ético políticas , para adecuarse a determinadas prácticas políticas y sociales. Es importante notar que pese a su ardoroso debate, tanto Mitre como López muestran interesantes adaptaciones y concesiones a sus respectivas estrategias originales que serán luego incorporadas en sus obras posteriores. Por ejemplo el López despechado del Debate histórico… (1882), al perseguir la desacreditación de Mitre recurre a la invocación y critica de documentos, es importante comprobar que el López de Historia de la República Argentina 1883 1893 se muestra casi obstinado por ilustrar sus juicios de valor y apoyar sus fuentes orales y vivenciales con documentos prolijamente incorporados a los diez volúmenes de su obra. Asimismo luego del 8

HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL debate con López Mitre editará la cuarta y definitiva edición de Historia de Belgrano 1887, revisada críticamente a la luz de las anteriores polémicas y abonada por nuevas evidencias, en cuyo prologo declara su compromiso, critico pero no menos cierto, con las evidencias extraídas de la tradición oral. Por esta misma razón es que tampoco resulta conveniente pensar la realidad de la historiografía entre el 80 y el Centenario de acuerdo con la idea de crisis paradigmática, ya que de esta forma supondríamos una situación previa de normalidad. Esta reconfiguración de la naciente historiografía debe integrar ciertos elementos que el actual estado de nuestra disciplina y los estudios acerca de su historia ha logrado establecer. En primer lugar, es necesario admitir que los actores que intervienen en este protoespacio historiográfico no se ajustan ni al perfil de historiador estrictamente erudito que delineo la NE, ni al perfil de científico social moderno que posee hoy el historiador profesional. En segundo lugar debemos captar la singularidad de las formas de socialización de estos intelectuales, las cuales no se crean alrededor de instituciones especializadas sino que se articulan sobre redes personales y circuitos políticos y culturales que ya relacionaban a los miembros de la elite social y política. Se constituyo una instancia de socialización del conocimiento histórico, a partir de la cual se fueron condensando lentamente ciertos usos, costumbres y criterios del naciente oficio, o al menos clarificando ciertas opciones para su ejercicio. Para ello influyo por una parte, el dinamismo polémico de estos autores y la flexibilidad que mostraron para adaptar los contenidos a los formatos comerciales que el mercado sugería y por otra, la existencia de canales abiertos y cruzados de discusión que consolidaron un ámbito de difusión y discusión pública de problemas históricos: diarios, revistas, libros, folletos, editoriales nacionales y extrajeras. En tercer lugar es necesario no incorporar a priori una idea restringida y parcelada del espacio intelectual decimonónico de acuerdo con nuestros criterios profesionales. Las fronteras que parecen separar tajantemente las obras de historiadores, sociólogos, politólogos y literatos estaban lejos de ser operativas en la época que nos ocupa. Época caracterizada más por la experimentación que por la vigencia de un canon, y en la que convivían y se cruzaban distintos géneros y estrategias, los que solo posteriormente podrán ser reclamados como los primeros exponentes de alguna de las disciplinas contemporáneas. En cuarto lugar, debemos tener en cuenta que, cuando la profesión historiadora no existe, cuando el de historiador no es sino un rol circunstancial que se usa para intervenir en el debate cultural o político que suscita el proceso de construcción de una nación, cuando incluso el campo cultural e intelectual no se halla plenamente constituido no puede esperarse que los productos que se elaboren en ese espacio mal delimitado posean los atributos de los textos que se elaboran al amparo de un genero establecido y consolidado y se ajusten a prácticas metodológicas irreprochables. Es entonces en este marco cultural en el Bs As postrosista cuando comienza lentamente a construirse un genero historiográfico. La historiografía no nace con la publicación de Historia de Belgrano. Es decir no nace por la sola presencia de una obra fundacional, sino porque esa obra, aparecida en un marco cultural propicio, suscitó respuesta, nuevas intervenciones y acidas polémicas. Es a partir del dialogo recurrente y plurilateral como se condensaron criterios intersubjetivos acerca de la investigación historiográfica, se crearon vocaciones protohistoriadoras entre los intelectuales locales y se conformo un público interesado por el conocimiento de la historia. Los historiadores decimonónicos en el contexto cultural rioplatense ¿Quiénes escriben la historia en el siglo XIX? El historiador típico de este periodo es cualquier cosa menos un profesional de la historia: abogado, medico, o simplemente letrado autodidacta, no posee una formación sistemática ni metodológica. 9

HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA SEGUNDO PARCIAL La inexistencia de una comunidad profesional determinó una historiografía atomizada, en la que los historiadores no se formaban de acuerdo con normas comunes ni compartían experiencias o intereses ligados a sus carreras profesionales. La historiografía fue adquiriendo entidad a medida que la interacción de determinados individuos en el espacio intelectual fue delineando progresivamente un espacio de difusión de ideas, obras y de debate público. Este espacio sin embargo no funcionó como un espacio de producción de conocimiento. En efecto, el conocimiento historiográfico era producido individualmente en un clima de soledad introspectiva. Su financiamiento era absolutamente privado y la intervención historiográfica no estaba guiada ni contenida dentro de una lógica académica o comercial.

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