Neurosis

NEUROSIS Según la OMS, la neurosis es un trastorno psíquico sin una alteración orgánica demostrable, el las cuales el ju

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NEUROSIS Según la OMS, la neurosis es un trastorno psíquico sin una alteración orgánica demostrable, el las cuales el juicio de la realidad se halla conservado y hay lucidez. Las personas neuróticas son conscientes de su enfermedad, ya que reconocen sus síntomas, de los que la angustia es el más importante. Desde el punto de vista del psicoanálisis, las manifestaciones neuróticas son el resultado de conflictos inconscientes entre varias fuerzas impulsivas y defensivas, cuya distribución no ha sido exitosa. Los cuadros neuróticos se producen como consecuencia de conflictos en la estructura psíquica de la persona. Dichos conflictos son inconscientes. Aunque las causas son inconscientes, poco tiempo antes de la aparición del cuadro puede observarse que ha ocurrido un hecho de cierta significación, como la pubertad, embarazo, adolescencia, fallecimiento de un ser querido, divorcio, etc. Cuando los mecanismos internos que evitan el desequilibrio de las fuerzas fracasa, se desencadena un conflicto, provocando un daño a la persona. El término neurosis es clave e indispensable para pensar la nosografía en relación a la salud mental. Cabe esta aclaración porque tanto el manual de los trastornos mentales DSM-IV como el manual CIE-10 no utilizan el concepto de Neurosis por no considerarlo un principio organizativo, la razón fundamental de esto que el término ha sido utilizado por diferentes entornos teóricos por lo que consideran que se produjo una cierta vaguedad y generalización en su utilización. Por lo tanto los manuales antes citados (por razones de estructuración) consideraron oportuno simplificar la clasificación. Pero en la práctica resulta imposible no utilizar el concepto de neurosis, el cual resulta clave e impresindible para muchos otros enfoques. Es cierto que es un término bapuleado, sobre todo porque la psiquiatría tradicional llegó a designar una importante variedad de síntomas y problemas, entre las cuales consideró a la neurosis como un grado moderado de perturbación dentro de un esquema lineal. Pero para otras lecturas, por ejemplo el psicoanálisis, resulta imposible no considerarlo una entidad validada. Por lo tanto la utilización de la denominación conserva absoluta vigencia. Desde una perspectiva psicoanalítica, se habla de tres categorías nosográficas principales: psicosis, neurosis y perversión. En este sentido cabe diferenciar al psicoanálisis francés de otras posturas, por ejemplo de aquellas que sostienen una linealidad continuada de patologías de las cuales es posible entrar o salir. En el caso psicoanalítico se plantea una seriación de las estructuras, por lo que la constitución subjetiva de un sujeto no es modificable en ese sentido. El psicoanálisis no sostiene entonces la salida de estas estructuraciones básicas sino diferentes maneras de situarse en estas relaciones subjetivas. Se trata entonces de los modos que una

persona encuentra de ubicarse frente al Otro, frente a la significación y la constitución subjetiva del mismo. Para entender esto es preciso distinguir que la psicología tradicional realiza sus diagnósticos a partir de sucesos fenomenológicos observables, como por ejemplo mediante una descripción de comportamientos al modo de los manuales diagnósticos. El psicoanálisis parte de una base organizativa mayor por lo que los rasgos sintomáticos no bastan para definir una estructura. Por otra parte el psicoanálisis cuestiona la distinción tradicional normalidad – enfermedad por considerarla dependiente de la connotación médica, debido a que bajo una lectura psicoanalítica, todas las personas presentarían un posicionamiento en alguna de las tres grandes categorías. Se parte así de un origen lógico en relación a la dinámica edípica, y una fuerte concepción teórica pero de difícil apreciación por parte de aquellas personas (profesionales o no) que no se encuentran familiarizadas con la lógica teórica ni con la terminología característica del psicoanálisis. Las estructuras básicas dependen de una relación simbólica en la dialéctica también simbólica del paso edípico del ser al tener. Cobra importancia el significante en relación a la falta y la completud del Otro (significante fálico). Planteado así, se parte de momentos lógicos cruciales y determinantes en la constitución del sujeto, y de diferentes maneras según las cuales un sujeto se relaciona o no con lo simbólico de estas apreciaciones. Así cobra importancia la posible intervención del significante llamado paterno (no del padre real) y su intervención en la dialéctica. En este sentido los tres grandes caminos posibles: En la neurosis se reprime la significación primordial, reservándose entonces el término utilizado por Freud característico de la estructuración neurótica Verdrängung (Represión). Esta estructura esta Basada en inscripción de la función significante como punto de origen. La neurosis se describe en relación a la función simbólica relacionada con la instancia de demarcación de una legalidad en relación a la triangulación edípica (significante nombre del padre). Lo que planeta el psicoanálisis es que a partir de la trama edípica cobra importancia el mecanismo represivo. De este modo la función paterna, la perspectiva individual de cada sujeto marcan un modo de posicionarse frente a los avatares de la vida, se produce entonces un efecto de repetición, anclado en determinados significantes. Se trata de un abordaje de lo real con los elementos que se cuenta (siempre fallidos). La neurosis impone la renuncia a cierto goce prohibido en función de un goce fálico (lícito). La neurosis encarna estructuralmente la dinámica de una pregunta, pregunta sin una respuesta definitiva que no posee respuesta psíquica en relación al significante. Al modo de la

histeria relacionada con la identidad sexual (¿soy hombre o mujer? o ¿qué es ser una mujer?); al modo del obsesivo relacionada con la contingencia de la propia existencia (¿quién soy?, ¿qué soy?, ¿estoy vivo o muerto?, ¿por qué existo? o ¿soy o no soy?). Para la psicosis el término utilizado es Verwerfung (Forclusión), a diferencia de la neurosis donde se reprime la significación, en este caso se la expulsa del aparato psíquico. En la psicosis no se registra una trama edípica al modo que se pensaría en la neurosis. Para la perversión el término utilizado por Freud es Verleugnung (renegación), aquí la significación del significante primordial se mantiene, pero no se deja de renegar contra ella. Así el perverso queda capturado en la dialéctica del ser y el tener, donde la terceridad será reconocida pero solo para no dejar de impugnarla (desafío y trasgresión).

Una persona neurótica es, simplemente, una persona que sufre. Que sufre mucho. El concepto “neurosis” es sinónimo de “dolor emocional excesivo”, con las secuelas psicoconductuales correspondientes. Estas secuelas pueden ser de muchos tipos (ansiedades, fobias, depresión, agresividad, hiperactividad, adicciones, obsesiones, miedos, problemas de personalidad, etc.), pero, en general, todas ellas comparten una misma naturaleza, un solo significado. ¿Cuáles son éstos? ¿Qué es la neurosis y cómo se cura? Desde un enfoque psicodinámico, podemos ver la neurosis desde muchos ángulos y, por tanto, definirla de varias maneras. Por ejemplo, podemos decir que: 1) La neurosis es un conflicto. Ciertamente, se trata del resultado de un conflicto, generalmente inconsciente, entre los sentimientos que el sujeto siente realmente pero no se atreve a admitir y mostrar (p.ej., dolor, ira, miedo, culpa, apego, autodesprecio, etc.) y los sentimientos/conductas que se cree obligado, por la educación recibida y/o las exigencias sociales, a expresar. De esta contradicción, de este choque, surge habitualmente una máscara "intermedia", un sentimiento/conducta más o menos deformado, al que llamamos síntoma. Un conjunto de síntomas recibe el nombre de "trastorno". 2) La neurosis es un bloqueo. Como resultado del conflicto anterior y sus síntomas derivados, la persona no puede fluir y adaptarse con facilidad a la realidad, se "atasca", fracasa aquí y allá (pareja, trabajo, relaciones sociales, proyectos, felicidad, etc.), sufre mucho por todo ello. Como resultado, sus síntomas se realimentan y perpetúan. 3) La neurosis es una defensa. ¿Contra qué? Precisamente contra sus dolores más secretos e insoportables: su desamor, sus traumas,

sus miedos, sus sentimientos reprimidos, su infancia perdida para siempre, su responsabilidad de hacerse cargo de sí mismo/a, etc. 4) La neurosis es una estrategia. Paradójicamente, los síntomas neuróticos ofrecen también sus ventajas, pues dan al sujeto la oportunidad de ser el centro de atención, reclamar amor y mimos, dominar el entorno, evitar la vida y las responsabilidades, etc. Así, el neurótico, por comodidad y pereza inconscientes, se resiste sin saberlo a "curarse". 5) La neurosis es inmadurez. Todo lo anterior es una manifestación y, a la vez, un reforzador del secreto infantilismo -o narcisismo- del neurótico que, en el fondo, no es más que un niño asustado estancado en el pasado, evitando la vida, renunciando a su libertad. El neurótico, en suma, paradójicamente aferrado a su problema, se resiste a crecer. ¿Cómo se cura la neurosis? Si ésta es, como hemos visto, la expresión cifrada de un conflicto, un bloqueo, una defensa, una estrategia y una forma de inmadurez, entonces curarse requerirá explorar y sacar a la luz, con valentía, los conflictos básicos del sujeto para, con la ayuda y apoyo del terapeuta, revivirlos sin máscaras y superarlos con lucidez y responsabilidad. El paciente tendrá que descubrir, aceptar y aprender a convivir con las verdades más duras de sí mismo y de su entorno pasado y presente; tendrá que llorar y enfadarse; tendrá que abandonar sus sentimientos de culpa; y deberá superar, en fin, sus últimas resistencias infantiles. Entonces podrá asumir, sin miedo, con autoestima y con un dolor cada vez menos agudo, que "ya no necesito seguir huyendo de mí mismo, pues me siento totalmente capaz de afrontar mi pasado, mi vida y mi destino". Y sólo entonces la felicidad comenzará a entrar en su vida.

El psicoanálisis, y la más elemental y desprejuiciada observación de los trastornos neuróticos, nos revela de inmediato que la mayoría de éstos no son sino la manifestación de determinadas heridas y conflictos conscientes o inconscientes que, a su vez, son el fruto de un determinado grado de maltrato en la infancia. Dicho maltrato no hay que entenderlo exclusivamente en sentido físico, sino de un modo mucho más amplio, profundo y sutil. Psicodinámicamente hablando, es maltrato cualquier tipo y grado de frustración de las necesidades intrínsecas del niño. Las cuales podemos resumir del siguiente modo: 1. necesidades de seguridad (protección y cuidados físicos y emocionales) 2. necesidades de afecto (cariño, empatía, contacto físico y psíquico)

3. necesidades de respeto (a los sentimientos, espontaneidad y forma de ser del niño/a) Tales actitudes indispensables por parte de la familia y cuidadores del niño deben ser, obviamente, sinceras -y no aparentes- tanto a nivel consciente como inconsciente; y han de ser invariables, o sea, sin interrupciones ni altibajos. Cuanto más prematuramente, más intensamente o durante más largo tiempo se aleje la crianza de un niño/a de estas actitudes básicas, tantos más microtraumas o grandes heridas acumulará a lo largo de su infancia, y más síntomas neuróticos comenzará a desarrollar, generalmente a partir de la adolescencia. Tal como resumió magníficamente Alice Miller, podemos observar una típica sucesión de fases en la génesis de los trastornos neuróticos: 1. el niño/a recibe una serie de daños (desamor, agresiones, desprecios, carencias, miedos, pérdidas, etc.) entre los 0 y los 13 años. 2. el niño/a reprime (es decir, se "traga") instintiva e inadvertidamente sus emociones al respecto (dolor, ira, odio, pánico, etc.) para no perder el supuesto amor de su familia, cuyos errores minimiza o ni siquiera percibe (la idealiza). 3. el niño/a, a medida que crece, va olvidando la mayor parte de su nocivo pasado (tal como se olvidan los sueños), del que sólo quedan, como islotes, algunos recuerdos. Pero dichos recuerdos son sólo imágenes frías desprovistas de sus afectos asociados, que permanecen reprimidos. 4. a partir de la adolescencia, o tras algún suceso desencadenante en la edad adulta (frustraciones, divorcio, muerte de un familiar, nacimiento de un hijo, etc.), el sujeto comienza a mostrar extraños síntomas neuróticos (inseguridades, ansiedades, fobias, obsesiones, agresividad, depresión, adicciones, etc.). 5. como el pasado ya está lejos y olvidado, nadie entiende nada. Los padres son ahora unos ancianos "inofensivos" e "inocentes" que activan el sentimiento de culpa y el forzado -y por ello falso y prematuro- "perdón" de su hijo/a maltratado/a. Comienza así el calvario de la psiquiatría y las malas psicoterapias basadas en "culpar al enfermo", que encubrirán aún más -ahora con argumentos pseudocientíficos las causas biográficas del drama interior del neurótico.

Debemos señalar que la incuestionable responsabilidad de la familia en la formación de hijos neuróticos no solamente es ignorado por aquélla, sino también por algunos profesionales de la salud mental, que están sujetos a diversos intereses sociales e ideológicos y, además, ellos mismos tampoco han concienciado y resuelto sus propios dramas familiares. De este modo, las responsabilidades parentales quedan siempre en la sombra (excepto en los casos más graves), sin que la mayoría de psicoterapias vigentes quieran ocuparse del problema. Es cierto que el enfoque convencional, subjetivista, de la neurosis es indispensable desde el punto de vista terapéutico. Pero para comprender y curar a fondo aquélla y, sobre todo, para prevenirla, es también inexcusable -y socialmente urgente- completar dicho enfoque con una visión más amplia, sociofamiliar, que sepa reconocer sin miedo el verdadero papel de todas y cada una de las personas involucradas en la génesis y perduración del drama neurótico. Mientras no lo hagamos así, nos convertimos sin quererlo ni saberlo en cómplices y encubridores de dicho drama. No podemos, por ejemplo, seguir aferrándonos a la idea superficial de que la biología, los pensamientos y los aprendizajes determinan la felicidad -lo que sólo es cierto en parte-. Debemos asumir, además, que la personalidad, los comportamientos, la salud psicológica están también poderosísimamente condicionados por la clase de trato psicofísico recibido por el sujeto a lo largo de sus largos años de crianza. Según nos trataron, así somos y actuamos, a veces de modos terriblemente compulsivos. Y quienes nos trataron -bien o mal- no son personas desconocidas, sino nuestros propios padres, hermanos, abuelos, parientes, profesores, amigos, etc., que a menudo siguen ejerciendo su nociva influencia sobre el neurótico hasta el fin de sus días. Si la sociedad se empeña en ocultar al neurótico los verdaderos autores inconscientes de su mal -es decir, los encubre y absuelve, cosa que no hace, por otra parte, con los maltratadores de mujeres, violadores, etc.-, ¿qué entendemos exactamente por "curación"? Psicodinámicamente, la curación del neurótico exige recorrer el camino inverso al que causó el problema, es decir, descubrir las emociones ocultas que subyacen a los síntomas, asociarlas a sus verdaderas causas (los maltratos y conflictos familiares, el desamor, etc.) y, reviviéndolas en el presente con coraje y sin culpa (no sirve su mero conocimiento intelectual), superarlas poco a poco con la ayuda del terapeuta. Esto implica un largo proceso de autoconocimiento, duelo y liberación que ayudará al sujeto a madurar, asumir el presente y superar definitivamente el pasado. Sólo entonces, no siendo ya necesarios, la mayoría de sus síntomas desaparecerán por sí mismos y el auténtico perdón sobrevendrá espontáneamente. En conclusión, así como el neurótico es, en esencia , un niño bloqueado que se resiste a crecer, jamás debemos olvidar que

también es una víctima, un niño maltratado que desconoce sus heridas y a sus verdugos (de hecho, como en el "síndrome de Estocolmo", está profundamente apegado a aquéllos). Ambas visiones, absolutamente complementarias, deberían formar parte de cualquier psicoterapia eficaz.