Herencia Pentecostal

El pentecostalismo de origen protestante no es un movimiento reciente, puesto que ya ha cumplido su primer siglo de exis

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El pentecostalismo de origen protestante no es un movimiento reciente, puesto que ya ha cumplido su primer siglo de existencia. Sus raíces histórico-teológicas se hunden en el movimiento de santidad que durante el siglo XIX marcó profundamente al protestantismo anglosajón. Este, a su vez, se remonta al movimiento renovador de John Wesley en la Inglaterra del siglo XVIII. En el contexto de una Iglesia en la que convivían, no sin tensiones, las tradiciones teológicas y espirituales del catolicismo y del protestantismo, Wesley predicó acerca de la santificación como una obra de la gracia subsecuente a la justificación. Así, sin abandonar el acento protestante en la gratuidad de la salvación, redescubrió la importancia del camino hacia la santidad (perfección cristiana) y sus implicaciones para la vida personal, social y para la misión. De esta forma, se sumó a otras reacciones continentales (el pietismo y el puritanismo) frente a una ortodoxia protestante que, en su defensa de la iniciativa divina, la sola gracia, había dejado muy poco espacio para la piedad, para la ética y para la acción misionera. 3. Aunque Wesley no interpretó la santificación como una obra específica de la tercera persona de la Trinidad , esto es, como un bautismo en el Espíritu Santo, sí lo hizo su contemporáneo (y sucesor como líder del metodismo naciente), el suizo John Fletcher. Wesley no alentó esta línea de interpretación, y aunque rechazaba la idea de que los dones y señales extraordinarias del Espíritu Santo hubieran sido un privilegio exclusivo de la era apostólica, prefería alentar el cultivo de los frutos –por sobre los dones- del Espíritu Santo. Pero esta interpretación “pentecostal” de la santificación ya quedo insinuada, y fue tomando cada vez más fuerza: el poder para la transformación que implica el camino de santidad proviene del bautismo del espíritu Santo, como también los carismas necesarios para el cumplimiento del mandato misionero. Esta búsqueda del poder del Espíritu Santo caracterizó a los avivamientos («revivals») evangélicos de fines del siglo XIX. 4. El nacimiento del “pentecostalismo clásico” se asocia generalmente al avivamiento ocurrido en 1906 en Los Angeles (calle Azusa), Estados Unidos, sobre la base de una enseñanza cuya difusión había iniciado Cherles Parham en el año nuevo de 1900: la “evidencia inicial” del bautismo del Espíritu Santo, según las Escrituras (Hechos de los Apóstoles), es el don de hablar en lenguas. Este avivamiento, dirigido por un pastor negro (William Seymour) en un precario templo, duró más de tres años y fue efectivamente un centro al cual llegó gente de muchas partes, y desde donde partieron misioneros a distintos lugares de los Estados Unidos y del mundo entero. La doctrina de la “evidencia inicial” sería el acento teológico que separó al pentecostalismo del movimiento de santidad, y que le otorgó su identidad. Sin embargo, hoy en día la mayoría de los historiadores reconoce que este fue uno de los focos de mayor impacto en los orígenes del pentecostalismo, pero no el único. Hubo otros avivamientos contemporáneos e independientes, por ejemplo en India y en Chile, que dieron origen a movimientos pentecostales que mantuvieron más fuertemente sus raíces wesleyanas, y no adoptaron la mencionada doctrina de la “evidencia inicial”. 5. La presencia pentecostal en América Latina es mucho más temprana de los que se suele pensar (los casos más tempranos son Chile: 1909; Argentina y Brasil: 1910; Perú: 1911; Nicaragua: 1912; México: 1914; Guatemala y Puerto Rico: 1916). Esto significa que la historia del pentecostalismo en América Latina comienza antes que se constituyeran las grandes denominaciones pentecostales norteamericanas o europeas. Mientras en Chile se trató de un avivamiento local, en los demás países mencionados el trabajo lo iniciaron

misioneros solitarios o inmigrantes. Por lo tanto, la primera fase de expansión pentecostal no contó con respaldo institucional ni financiero de denominaciones norteamericanas o europeas. Casi sin excepción, en esta primera fase las iglesias pentecostales crecieron en sectores rurales empobrecidos y en los emergentes barrios periféricos. Por lo tanto, se trata efectivamente de sectores de población que aunque hubieran sido bautizados, no contaban con asistencia pastoral, lo que había debilitado su adhesión a la Iglesia Católica . los sujetos de esta evangelización han sido, en la mayoría de los casos, personas del pueblo que han querido compartir su propia experiencia de encuentro con Cristo. 6. Cuando décadas más tarde las denominaciones pentecostales norteamericanas iniciaron su actividad misionera en América Latina, el patrón de crecimiento basado en ministerios y recursos locales ya estaba establecido. Por lo tanto, la importancia de misioneros y recursos extranjeros es mucho menos significativa de lo que generalmente se supone, con la excepción de algunas áreas con alta presencia indígenas. Los grupos más recientes, generalmente denominados “neopentecostales”, no provienen del pentecostalismo clásico. Históricamente, deben ser vistos más bien como derivados del movimiento de renovación carismática que comenzó en los 1960s en las iglesias tradicionales (Católica y Protestantes). 7. Las dificultades para el diálogo ecuménico Pentecostal-Católico en América Latina, más allá de las obvias diferencias histórico-teológicas, deben entenderse en el contexto de las tensiones propias que emergen cuando se da una relación de minoría-mayoría religiosa. Aunque existe un proceso de diálogo Católico-Pentecostal iniciado en el año 1972, este es apenas conocido en América Latina. Sin embargo, hay evidencias que también en nuestro continente el cambio de lenguaje para referirse unos a otros, y la apertura al diálogo, puede producir buenos frutos. En Chile, por ejemplo, donde se constituyó la “Fraternidad Ecuménica” el año 1972, con participación de algunas iglesias pentecostales, existe ya una larga tradición de oración común y de co-participación en otras iniciativas de interés público. Un punto culminante fue la firma, en mayo de 1999, de un compromiso de reconocimiento mutuo del Bautismo celebrado según la fórmula trinitaria. Ya en 1998 se realizó en Quito un primer encuentro latinoamericano entre sacerdotes católicos y pastores pentecostales, convocado conjuntamente por CELAM y CLAI (Consejo Latinoamericano de Iglesias). Una de sus principales conclusiones fue que para avanzar en el diálogo hay que crear espacios para conocerse, orar juntos, y así derribar los prejuicios mutuos. 8. Lo más importante de este tipo de aproximación, es que al generar oportunidades para el reconocimiento mutuo como “hermanos y hermanas en Cristo”, permite que el ejercicio de la vocación misionera y de la atención pastoral se desarrolle con creciente respeto mutuo. De esa manera va emergiendo una cultura de convivencia y un ecumenismo práctico que se evidencia en situaciones tan cotidianas como velatorios, visitación de enfermos, acompañamiento en situaciones de crisis, etc. La herencia Wesleyana Un significativo número de estudiosos consideran que el "avivamiento wesleyano" (gestor del metodismo y otras denominaciones santificacionistas) de la Inglaterra del siglo XVII es el antecesor inmediato del pentecostalismo moderno.(5) La tesis histórica señala que el

pentecostalismo surgió de los "círculos de santidad" norteamericanos, como una derivación del pietismo inglés de implantación americana. A diferencia de los ingleses del siglo XVII, el metodismo americano sustituyó su ética social por una ética individualista y el "milenarismo"(6) por la filantropía.(7) Según Richard Niebuhr, "los hermanos Wesley--forjadores del movimiento wesleyano-reemplazaron el concepto del Reino (de Dios) por el símbolo del cielo" y vieron el pecado como un relajamiento y un vicio individual y no como una opresión o un desajuste social. El pentecostalismo en cambio, nacido de una profundización de la vida espiritual y religiosa, eliminó la filantropía de las obras, sin más arreglo, el lugar del pecado, pero no llegó a desligarse del individualismo heredado de las sociedades misioneras de origen. Sin embargo, no son solamente consideraciones de orden teológico e histórico las que explican la ética y moral pentecostales. Sociólogos de la religión contemporáneos acusan por el contrario, determinaciones sociales y económicas. Les es usual entender el pentecostalismo como una forma de respuesta a la situación de anomía social (8) y una manifestación religiosa que acompaña a los procesos de inmigración, industrialización y urbanismo en América latina (Así, E. Willems, Christian Lalive D'Epinay, P.F. Camargo, M. Marzal). El pentecostalismo es, para otros, la expresión religiosa de una determinada ética social y económica. Sociólogos de la religión como Francisco Cartaxo Romil (brasileño) y Jean Pierre Bastian (suizo-francés), señalan que el pentecostalismo es la religión de las camadas pobres de la sociedad y se explica en la dinámica de las relaciones sociales del modo de producción capitalista que le imprime su sello a su condición de clase y a su ideología .(9) En todos los casos, el pentecostalismo aparece como una respuesta a la necesidad del pueblo de crear y ordenar contextos simbólicos propios para dar sentido a la realidad y para ordenar la conducta en la vida cotidiana. Siendo pues un "sistema simbólico", el pentecostalismo--como a su turno lo fueron los catolicismos de cristiandad y nueva cristiandad en América Latina, los protestantismos "históricos" y de misión, los socialismos y los populismos-- significó y significa aún, para los oprimidos del continente, una alternativa de satisfacción religiosa al trauma de la conquista y colonización que desestructuró lo social con la utilización de la religión y de las manifestaciones de lo sagrado entonces vigentes.(10) Bajo la forma de una "protesta social" y una utopía de liberación, el movimiento pentecostal nos recuerda movimientos históricos como el de Taki Onqoy en la sociedad andina del siglo XVI (Huamanga 1560-1570) en el Perú .(11) El punto de comparación entre uno y otro debe verse en su apocalipticismo (idea del fin del mundo con trastornos históricos radicales) más bien que en el comportamiento religioso que en el caso de los "taquiongos" fue de tipo mesiánico y justiciero. Es precisamente ese apocalipticismo pentecostal, junto con una ideología de santificación (conciencia del pueblo elegido, prevalencia de un líder carismático con autoridad divina, rechazo de la vida mundanal) lo

que lo moviliza y explica que el pentecostalismo adopte una ética de separación del mundo que pone al grupo elegido "fuera" de la trama social y lo coloca algunas veces de espaldas al cambio social. Fenómeno conocido hoy como "huelga social". Con todo, la misma realidad de pobreza de América latina y la nueva coyuntura mundial (Globalización, neo-liberalismo, etc.) ha obligado a las comunidades pentecostales a ponerse de cara a la realidad. Tanto en Perú como en otros países del Continente, los pentecostales vienen participando activamente en la sociedad civil, recreando formas de participación otrora rechazadas (participación política, acción social). Ese rechazo al mundo organizado, ese aparente aislamiento (fugamundi), que toma formas de un rigorismo ético (no tomes, no fumes, no bailes, consérvate puro, etc.) y de "sociedades sustituidoras" de la sociedad real, no es sino una respuesta a la marginación de la que son objeto por parte de las sociedades religiosas predominantes y de los grupos de poder económicos y políticos. Categorías y caracterizaciones del pentecostalismo en la dirección de una huelga social, hoy resultan anacrónicas. Asistimos a una edad madura del pentecostalismo en la que cada vez se siente con más fuerza la necesidad de que seamos los sujetos protagonistas de nuestra propia historia. Orígenes del Pentecostalismo Los primeros "Pentecostales" modernos aparecieron en 1901 en Topeka, Kansas en la escuela Bíblica Betel conducida por Charles Fox Parham, maestro de Santidad y ex pastor Metodista. La primera persona en ser bautizada con el Espíritu Santo fue Agnes Ozman, una de las estudiantes de la Escuela Bíblica Betel, quien habló en lenguas el primer día del nuevo siglo, el primero de Enero de 1901. Como resultado de este Pentecostés de Topeka, Parham formuló la doctrina de que las lenguas eran la "Evidencia Bíblica" del bautismo con el Espíritu Santo. Parham fundó un movimiento eclesiástico el cual llamó "Fe Apostólica" y comenzó a tener avivamientos través del Medio Oeste Americano para promover esta nueva experiencia. Fue en 1906, cuando el Pentecostalismo consiguió atención mundial a través del avivamiento de la Calle Azuza de Los Ángeles, California, dirigidos por el predicador Africo-Americano William Joseph Seymour. El aprendió acerca del bautismo con el Espiritu Santo y su evidencia inicial de hablar en lenguas en una escuela Bíblica que Parham condujo en Houston, Texas en 1905. Invitado a pastorear una congregación negra de Santidad en Los Ángeles en 1906, Seymour abrió su histórica reunión en Abril, 1906 en un edificio de una antigua Iglesia Africana Metodista Episcopal (AME) en 312 Calle Azusa en el centro de Los Ángeles. Por mas de tres años, la "Misión Apostólica de Fe" de la calle Azusa condujo tres servicios al día, siete días a la semana, donde miles de personas recibieron el bautismo con el Espíritu Santo y su evidencia de hablar en lenguas.

Este avivamiento se propagó por medio de 'La Fe Apostólica', un periódico que Seymour enviaba gratuitamente a 50,000 subscriptores. De la calle Azusa, el Pentecostalismo se propagó rápidamente alrededor del mundo y comenzó a adelantar hasta convertirse en una de las mayores fuerzas del cristianismo teniendo en la actualidad más de 500 millones de miembros entre pentecostales y el movimiento carismático que surgió posteriormente.

Pentecostalismo El término "pentecostal" se origina del episodio bíblico "Pentecostés" (ver iglesias pentecostales). Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, el día de la fiesta judía de Pentecostés, el Espíritu Santo bajó a los apóstoles reunidos en el cenáculo y les transmitió un profundo deseo de alabar a Dios y la fortaleza necesaria para predicar el Evangelio, junto con un don de lenguas, de manera que se hicieran entender entre gente de distintas regiones y países. Durante la Edad Media y Moderna, tales dones sólo eran atribuidos a ciertos personajes místicos, santos o de cualidades excepcionales, pero a fines del siglo XIX se produjo un cambio en los hechos. El movimiento Pentecostal dentro del cristianismo protestante fue impulsado cerca de 1901 por Charles Fox Parham, un ministro de origen metodista en Topeka, Kansas. Este impulso surgió cuando Agnes Ozman recibió el llamado don de lenguas en el Colegio Bíblico Bethel administrado por Charles Parham en Topeka en 1901. Parham formuló a partir de ese evento una doctrina que señalaba al don de lenguas como "evidencia bíblica" de recibir el Bautismo del Espíritu Santo. Aunque el hablar en lenguas en sí, no es particular de la religión cristiana, ya que muchas otras religiones a través de los siglos y la historia lo han practicado. A esto se le conoce como 'Glosolalia' (del griego, "γλώσσα" (glossa), lengua y "λαλώ" (lalô), hablar). Parham se fue de Topeka y empezó un ministerio evangelístico ("campañas de evangelismo") que terminó en una conexión con el "Avivamiento de la calle Azusa" gracias a William J. Seymour, principal dirigente de ese "despertar espiritual" protestante. Seymour había sido alumno de Parham en Houston, Texas. La expansión del movimiento empezó entonces con el "Avivamiento de la calle Azusa", iniciado el 9 de abril de 1906 en Los Ángeles, California, en el hogar de Edward Lee, cuando Lee experimentó lo que él denominó "una llenura del Espíritu Santo" durante un culto de oración. El pastor responsable, William Seymour, también declaró haber recibido el Espíritu Santo el 12 de abril de 1906. El 18 de abril de 1906, Los Angeles Times publicó un artículo al respecto de este movimiento en su primera página. Antes de la tercera semana de abril de 1906, los pocos, pero crecientes fieles del "pentecostalismo" habían alquilado una iglesia abandonada de la African Methodist Episcopal Church en el 312 de Calle Azusa y se habían organizado como la Misión de Fe Apostólica.

Como todo movimiento de carácter protestante, el pentecostalismo comparte la creencia en la salvación por gracia de Dios, mediante la fe en Jesucristo, la autoridad puesta sólo en la Biblia (interpretada en conciencia) y la aceptación del bautismo y de la Santa Cena como únicos sacramentos. Además de la creencia en el llamado "Bautismo en el Espíritu Santo", y la glosolalia, el pentecostalismo pregona, de acuerdo a los relatos bíblicos al respecto, el otorgamiento por parte de Dios, de una serie de dones o carismas particulares, que deben ser utilizados para el fortalecimiento de la comunidad cristiana y la extensión del anuncio evangélico, dichos carismas van desde los más espectaculares, como el don de sanación, el de lenguas y el de predicación, hasta los más reservados, como el don de organizar asambleas, dirigir grupos, enseñar, etc. El pentecostalismo suele utilizar una predicación basada en la conversión y en el testimonio de vida, presentada bajo formas altamente sensibles e impactantes. Es frecuente además, la utilización de música rock y pop en los servicios religiosos, con alta carga emocional, entre ellos se esconden farsantes como Benny Hin, jimmy swaggart y otros, que solo buscan dinero.lavan el cerebro de la gente y ni siquiera creen en lo que predican. Hacia 1909, el movimiento pentecostal hace su arribo a América Latina, expandiéndose con creciente fuerza, especialmente en los países del Caribe, el norte de Suramérica y Brasil. El pentecostalismo ha crecido dividiéndose, por lo que es posible hallar infinidad de pequeñas iglesias y denominaciones aparentemente desconectadas entre sí, pero siguiendo principios similares. Con el tiempo han surgido iglesias de carácter nacional, totalmente desconectadas de las iglesias pentecostales de Estados Unidos, e incluso, existen iglesias "híbridas", que integran elementos religiosos tomados del cristianismo protestante, católico e incluso de otras religiones no cristianas. Un ejemplo de ello es el la denominada "iglesia de la Oración Fuerte al Espíritu Santo" (Iglesia Universal del Reino de Dios), nacida en Brasil. Dado que el pentecostalismo es un movimiento, este ha impregnado distintas iglesias cristianas, tanto de tradición protestante, como católica. En el catolicismo el pentecostalismo se conoce como Renovación Carismática, contando con un creciente número de seguidores, especialmente en América Latina. Octavo artículo de esta serie sobre las iglesias "Pentecostales" escrita por el historiador Mario Escobar Golderos. Origen y creencias del movimiento pentecostal (VIII) El pentecostalismo no es propiamente una corriente de pensamiento ni una nueva denominación protestante, como ya hemos señalado en otros artículos. El pentecostalismo es un movimiento para eclesial que ha afectado de una manera u otra a la mayor parte de las iglesias, incluida la Iglesia Católica. La historia del movimiento pentecostal es clara. Nace a principios del siglo XX en Estados Unidos de una forma espontánea y se extiende rápidamente por el mundo. Poco tiempo después de su nacimiento sufre el rechazo de alguna de las denominaciones clásicas y crea sus propias denominaciones.

Pero, ¿cómo es el pentecostalimos latinoamericano? Las estadísticas hablan por si mismas, entre un 60 % y un 70% de los protestantes latinoamericanos son pentecostales. Estos porcentajes se repiten en la mayoría de países del Tercer Mundo, siendo tan sólo más bajos en los países europeos. A nivel mundial podemos estar hablando de 93 millones de pentecostales, a los que hay que unir unos 30 millones de carismáticos protestantes y unos 10 millones de carismáticos activos católicos y unos 60 millones de pos-carismáticos católicos. Los Pentecostales es el movimiento religioso que más crece en el mundo, con un índice de crecimiento de un 8,1%. Por ejemplo el índice de crecimiento católico es de un 1,3% y el de musulmanes un 2,9%. Las doctrinas Pentecostales se centran en el mover del Espíritu Santo en la Iglesia, según el libro de Hechos 2. El Espíritu Santo reparte dones a la Iglesia, esta creencia es generalizada en el cristianismo, pero el pentecostalismo hace énfasis en manifestaciones de poder como: sanaciones milagrosas, don de lenguas, profecía, etc. Dentro del pentecostalismo hay una serie de denominaciones clásicas muy extendidas y con varios decenios de existencia como Asambleas de Dios. En la actualidad hay movimientos neo Pentecostales que están creciendo de una manera rápida, su énfasis son la “Super fe” y la teología de la prosperidad. El movimiento pentecostal ha influido notablemente en la liturgia de las iglesias protestantes, animando la alabanza y enfatizando la relación personal con Cristo y el deber de evangelizar. Tal vez uno de los fenómenos más importantes ha sido el freno puesto al movimiento carismático católico y su notable descenso. En la declaración de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña (1977), por ejemplo, ya se habla del peligro del carismatismo. Por un lado se duda de que los fenómenos carismáticos provengan del Espíritu Santo y lo ven como una renovación importada del protestantismo. Uno de los documentos más curioso sobre el pentecostalismo en América Latina es el escrito por el director de ecumenismo de la Conferencia Episcopal de Chile, Robert E. Mosher. Mosher ve el pentecostalismo Latino Americano de una forma muy positiva. Dice de él cosas como: “El pentecostalismo chileno da evidencias de haber desarrollado una forma de vida cristiana muy criolla...El pentecostalismo abre para sus miembros un importante camino de la interculturación de la fe cristiana... el tipo de autoridad ejercido por los pastores. En los casos que me ha tocado conocer, el pastor parecía ejercer una especie de patriarcado sobre la comunidad...el mismo énfasis en la espiritualidad vivencial que hace el pentecostalismo, permite mayor desarrollo para la mujer en campos de liderazgo social...”. Mosher, aunque advierte de algunos peligros del extremismo, tiene una visión positiva del pentecostalismo, sobre todo en los tres puntos expuestos de religión adaptada a la cultura, cuidado pastoral y desarrollo de la mujer.

Muchos asocian el triunfo del pentecostalismo a la nueva cultura posmoderna y a una nueva expansión de movimientos irracionalistas. Pero lo que podemos afirmar es que el cambio religioso más importante del siglo XX y que sigue en expansión es el movimiento pentecostal. Mario Escobar Golderos Noveno artículo de esta serie sobre las iglesias "Pentecostales" escrita por el historiador Mario Escobar Golderos. Origen y creencias del movimiento pentecostal (IX) La sanidad como parte integral del mensaje del Evangelio es uno de los anuncios fundamentales del cristianismo pentecostal. Paul Tournier en su libro Dinámica de la Sanidad, al hablar de la importancia de la sanidad en la predicación dice: Jesús vino para libertar y sanar. Vino para los enfermos. Y no para los sanos. Y esto es cierto tanto para lo físico como para lo metafísico… Debemos anunciar el poder y el amor de Cristo (1) . JOHN G. LAKE John G. Lake nació en el seno de una familia numerosa de origen canadiense, el 18 de marzo de 1870 en Notario, Canadá, pero pasó la mayor parte de niñez en Michigan. A los dieciséis años se convirtió al Evangelio tras escuchar una predicación en una reunión del Ejército de Salvación. Desde muy joven Lake tuvo que enfrentarse al dolor y la enfermedad de los que le rodeaban. Ocho de sus hermanos murieron de diferentes enfermedades y la enfermedad siempre estuvo presente en su vida. Todo esto le llevó a interesarse por las ciencias y comenzó sus estudios en medicina, para poco tiempo después abandonarlos. En 1891, Lake ingresó en la Seminario Metodista de Chicago. Allí se le asignó a una iglesia en Peshtigo, Wisconsin, pero declinó la oferta y se mudó a Illinois, donde se dedicó al periodismo fundando un periódico local. Allí conoció a la que sería su esposa, Jennie Stevens. Se casaron el 5 de febrero de 1893. Tras dos años de feliz matrimonio Jennie contrajo tuberculosis, la enfermedad más temida de la época. Lake y su familia se trasladaron a Michigan por recomendación médica, pero su esposa fue empeorando hasta que en 1898 fue desahuciada por sus médicos. Lake había escuchado del ministerio de sanidad del pastor John Alexandre Dowie y le escribió una carta en la que le pedía ayuda. Pocos después, su hermana también enfermó gravemente. Lake la visitó y cuando vio en la cuna a su bebé de pocos años se conmovió y oró por ella. Al final mejoró milagrosamente. La situación familiar de Lake no mejoró mucho, el 28 de abril de 1898 su esposa estaba en las puertas de la muerte. Lake se aferró al versículo 28 de Hechos de los Apóstoles capítulo 10: “… Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y como este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.

Lake oró por su esposa y al final recuperó la salud. Poco tiempo después comenzó un ministerio de sanidad en su ciudad. En 1901, la familia Lake se fue a vivir a Sion, para estudiar con Dowie sobre la sanidad divina. En 1904, cuando las cosas empezaron a marchar mal en Sion, abandonó la ciudad y se dirigió a Chicago, donde se convirtió en un próspero hombre de negocios, amasando una formidable fortuna. En 1906, Lake estaba cansado del mundo de los negocios y percibía cómo su vida espiritual se enfriaba. Durante meses oró pidiendo a Dios que le bautizara con el Espíritu Santo, hasta que recibió el derramamiento del Espíritu Santo y habló en otras lenguas. La familia Lake decidió vender todas sus posesiones y viajar a África como misioneros. En mayo de 1908 llegaran a Johannesburgo (Sudáfrica), donde conocieron a un pastor que les buscó una casa y les dejó al cargo de su iglesia mientras él realizaba un viaje. La iglesia creció tanto en esos meses que tuvieron que buscar un local más grande. Lake fundó la iglesia Tabernáculo Apostólico de Johannesburgo; en menos de un año había ayudado a la formación de cien iglesias por toda la región. Su trabajo se extendió por todo el continente y comenzó a viajar a otras regiones para predicar. En diciembre de 1898, mientras Lake estaba en Kalahari, su esposa Jennifer murió. Algunos piensan que su muerte se debió al agotamiento producido por su intensa labor social. Al año siguiente Lake decidió regresar con su familia a los Estados Unidos, pero su ministerio no había hecho más que empezar.

Cuarto artículo de esta serie sobre las iglesias "Pentecostales" escrita por el historiador Mario Escobar Golderos. Origen y creencias del movimiento pentecostal (IV) El sabio Platón puso en boca de su amado maestro Sócrates las palabras aprendidas y las propias, hasta no llegar a distinguir entre lo uno y lo otro. Por ello cuando Sócrates en uno de sus diálogos memorables le dice a Fedro con respecto de la importancia de la verdad en el discurso: “Es aquel que unido al conocimiento se escribe en el alma del que aprende; aquel que por una lado sabe defenderse así mismo; y por otro hablar o callar ante quienes conviene” (1). Le informa que lo aprendido es imposible separarlo de lo propio, ya que todo, en definitiva, es aprendido. Los errores ajenos también pueden ayudarnos a recorrer el camino. Los orígenes del pentecostalismo pueden remontarse casi hasta donde la imaginación alcance. Desde el Espíritu Santo moviéndose por la faz de las aguas, pasando por las escuelas proféticas, La voz audible de Dios a Samuel, la llenura del rey Saúl, el baile de David ante el arca o los sueños de Daniel, pero si bien, todos estos hechos definirían el pentecostalismo, como manifestación de Dios a través de los tiempos, no llegarían a aprehender los parámetros, medidas y formas del pentecostalismo contemporáneo.

Recorrer otro camino y llegar a los orígenes de la Iglesia, el día de Pentecostés, los Hechos de los apóstoles o las cartas apostólicas, nos ayudarían a acotar el origen y raíz de algunas doctrinas, pero tampoco servirían para identificar y expresar el pentecostalismo moderno. El pentecostalismo, aunque a los pentecostales no nos guste reconocerlo, tiene una tradición propia. Las raíces metodistas del pentecostalismo, que tantas veces se han argüido, los movimientos anabaptistas de tintes proféticos, el puritanismo inglés o las iglesias congregacionalistas norteamericanas, son base y raíz de algunos rasgos del pentecostalismo, pero, con toda seguridad, lo son de los más genéricos e interdenominacionales. Los mismos orígenes que se pueden ver en las Iglesias bautistas o las Asambleas de hermanos. ¿Dónde nace pues la verdadera raíz del pentecostalismo contemporáneo? Algunos críticos dirán, que en la teología milagrera de Dowie, en el fanático de Parham, en el mesianismo de la señora Beuhla o en Sanford, el fundador de la “lluvia tardía”. Todos estos y otros muchos son efecto que no causa del movimiento pentecostal. La raíz, como siempre que hay un nuevo despertar, un acercamiento a la Palabra de Dios, un deseo de santidad, nace de la aspiración del pueblo por buscar a Dios. En palabras de Séneca SACRA POPULI LINGUA EST (2): “El Pueblo de Dios busca la auténtica voz de Dios”. Uno de los primeros líderes del nuevo movimiento nacido del Gran Despertar norteamericano y británico fue John Alexander Dowie. A Dowie no puede considerársele un pentecostal como tal, ya que no tiene algunos rasgos fundamentales como: el énfasis en los dones, las lenguas o la forma cúltica. A pesar de ello, Dowie fue uno de los iniciadores modernos de las grandes campañas evangelísticas, que luego se hicieron comunes en Estados Unidos, Australia o Reino Unido. John Alexander Dowie, nacido en 1847 en Edimburgo, Escocia, en el seno de una familia cristiana. Se integró rápidamente en la iglesia de sus padres, en una humilde capilla de su ciudad. A los trece años, después de su conversión, viajó con sus padres a Australia. A pesar de su escasa formación logró medrar en su nuevo país y convertirse en un hombre de negocios. A los veintiún años tomó la decisión de dedicar el resto de su vida a Dios. Estudió en la Universidad de Edimburgo en la Facultad de la Iglesia Libre. Su primera misión fue la de capellán de la enfermería de su facultad. Allí se decepcionó del trato que se daba a los enfermos y de las pocas esperanzas que proporcionaba la medicina en aquella época. Muchos autodenominados médicos eran simples mercachifles que sacaban fortunas a sus pacientes por supuestas recetas milagrosas. Tras su regreso a Australia pastoreó una iglesia en Alma, después pastoreó otras congregaciones por el país. Al llegar a la dirección de la iglesia de la calle Newton, en Sydney, una terrible epidemia de desató en la ciudad y que permitió que Dowie pusiera en práctica sus creencias sobre los dones de sanidades. En 1876 se casó con Jeanie y dos años más tarde abandonó su denominación para crear una iglesia independiente. En 1888, Dowie estableció su residencia en California y comenzó campañas de sanidad por todo el estado. Después de recorrer todos los Estados Unidos se instaló en Chicago. Aprovechando la exposición universal que se hizo en la ciudad, el reverendo Dowie instaló a la entrada una carpa con un gran cartel que decía “Cristo es todo”. Abrió “Casas de Sanidad” por toda la ciudad, lo que levantó las iras de algunos sectores y fue acusado de abrir clínicas ilegales. Pagó una multa, pero el Tribunal Supremo le dio la razón en última estancia. Creo la revista “Hojas de Sanidad”, que tuvo un gran

número de subscritores. En el año 1900 planeó la construcción de una nueva ciudad llamada Sión, pero la soberbia logró que Dowie tomara en serio las adulaciones de algunos que le proclamaban que era Elías que había de venir. En 1904 se autoproclamó Primer Apóstol, pero sufrió un ataque cardiaco mientras predicaba, tras una breve estancia fuera de la ciudad fue expulsado por el Consejo de la Ciudad de Sión. Los últimos meses, antes de su muerte en 1907, recuperó la cordura y regreso al mensaje primigenio del Evangelio. J. V. V. Barnes dijo de él: “...la última noche que John Alexander pasó en esta Tierra, estaba una vez más en el espíritu, sobre la plataforma, hablando a multitud de su gente. Esa noche predicó pensando que exponía los principios del evangelio a miles de personas. Mientas enseñaba las viejas verdades...cayó otra vez en un sopor...La última canción que cantó, mientras la luz del día comenzaba a asomarse fue: “Soy un soldado de la Cruz”. A pesar de los graves errores de Dowie, su ministerio produjo miles de conversiones y confirmó en el pastorado a muchos predicadores que continuaron la labor que el abandonaba. Es fácil juzgar desde nuestra posición el envanecimiento de Dowie y su caída, pero la vanidad, el pecado más común de los predicadores, puede seducirnos a todos. El profeta Jeremías nos da la clave para entender la Historia de la Iglesia y no caer en sus tropiezos cuando dice: Maldito el hombre que confía en el hombre (3). Quinto artículo de esta serie sobre las iglesias "Pentecostales" escrita por el historiador Mario Escobar Golderos. Origen y creencias del movimiento pentecostal (V) Cuando la locura habló en boca de Erasmo, tal vez no hubo nunca locura tan cuerda, riéndose de los desafortunados “maestros” retóricos, que juzgan a los hombres por la pléyades de títulos y las palabra enrevesadas e incomprensibles, dijo sin ruborizarse: “Me parece adecuado imitar en esto a los maestros retóricos de nuestros días, que creen ser ni más ni menos que dioses, si pueden mostrar, como las sanguijuelas, dos lenguas, y que consideran gran hazaña engarzar en sus discursos en latín alguna palabra griega, a manera de mosaico, aunque el lugar no sea el más a propósito para ello” (1). Cristo no parecía muy dispuesto, durante los tres años de su ministerio, a buscar entre las rabínicas escuelas a los portadores de su mensaje. Pablo, como un abortivo, fue la excepción que confirmaba la regla, aunque en la primera carta a los Corintios, el propio apóstol confirma la vocación de la mayor parte de los creyentes (lo vil, lo menospreciado, lo que no tiene nombre, etc.). Decir de un líder cristiano que “su biografía es lamentable, dado que no tenía los conocimientos bíblicos necesarios”, se une con la corriente actual, de que, lo académico está por encima de la experiencia y el corazón. Circula ahora por algunas iglesias ese deseo de reconocimiento “mundano(2)”, donde se pide un extenso currículum a los pastores, olvidando, en muchos casos, otros elementos de su formación pastoral. C.F. PARHAM

Charles F. Parham nació el 4 de junio de 1873 en un pequeño pueblo de Iowa, llamado Muscatine. Sus padres se trasladaron con él a Kansas y le criaron como un verdadero pionero; en una tierra inhóspita rodeada de tribus indias y pistoleros. Perdió a su madre a la edad de siete años y diversas enfermedades produjeron en él una infancia triste y difícil. Desde lo nueve años sintió el llamado a predicar el Evangelio y aprovechó su postración para leer todo tipo de libros. Compaginó su formación autodidacta con el cuidado de las vacas de su padre. Desde muy joven Parham ayudó como profesor de la Escuela Dominical y como obrero en su iglesia. Su primer predicación fue a la edad de 15 años. Comenzó sus estudios universitarios en el Southwestern Collage (Kansas) a los diecisiete años. Empezó la carrera de medicina y olvidó su vocación ministerial, pero una nueva enfermedad le devolvió a su deseo de ser predicador. Abandonó sus estudios a la edad de dieciocho años, iniciando su carrera como evangelista. Un año más tarde, pastoreaba la iglesia metodista de Edora (Kansas) y por las tardes colaboraba en otra iglesia. En seguida tuvo problemas con su denominación al predicar que ninguna denominación salvaba y abandonó el pastorado para dedicarse a su labor de evangelista. Poco tiempo después se casó con Sarah Thislewaite. La enfermedad de su primer hijo le empujó a orar fervientemente por él, ya que la medicina le había desahuciado y éste se curó a los pocos días. Desde entonces, Parham comenzó a incluir en sus mensajes evangelísticos el de la sanidad divina. Una vez instalado en Topeka (Kansas) abrió un lugar de reuniones llamado Bethel, en él se atendía todo tipo de necesidades; se recogía a los huérfanos, se ayudaba a los desempleados o se oraba por los enfermos. Parham comenzó a editar un boletín llamado “La fe apostólica”. En el año 1900 abrió un instituto bíblico llamado “Stone’s Folly”. En diciembre de aquel mismo año, comenzaron unos estudios sobre el libro de Hechos de los Apóstoles y Parham pidió a los alumnos que hicieran un trabajo sobre las evidencias bíblicas del bautismo del Espíritu Santo. Después de estudiar Hechos, una alumna llamada Agnes Ozman le pidió a Parham que orara por ella para recibir el bautismo del Espíritu Santo. Al poco tiempo la mujer comenzó a hablar en un idioma extranjero. Unas semanas después Parham predicó en su iglesia en derramamiento del Espíritu Santo con manifestación de lenguas. Él mismo recibió el bautismo espiritual y muchos miembros de su iglesia también. Parham recorrió varios estados predicando sobre el bautismo del Espíritu Santo, especialmente en Texas. Los viajes de Parham le llevaron a Sión, la ciudad fundada por Dowie, cuando la iglesia pasaba su peor momento y Dowie estaba apartado del ministerio. Después visitó la iglesia de Azusa en Los Ángeles, aunque de esto ya hablaremos en otro artículo, su popularidad fue notable y produjo una gran oposición en algunos sectores conservadores. Sus enemigos acusaron a Parham de sodomía, pero el caso fue desestimado por la corte de Texas. Libre de sus acusaciones realizó un viaje a Jerusalén. Poco después de su regreso, a la edad de sesenta y seis años murió rodeado de sus familiares y amigos.

Miles de personas se convirtieron por medio de las predicaciones del ignorante vaquero de Iowa. El “fanático flaco y enfermizo”, el “loco” hizo verdaderas las palabras de Cicerón cuando dijo DA MIHI TESTIMONIUM MUTTUM (Dame como préstamo un testimonio). Sexto artículo de esta serie sobre las iglesias "Pentecostales" escrita por el historiador Mario Escobar Golderos. Origen y creencias del movimiento pentecostal (VI) Los viejos clichés siempre son ineficaces para profundizar en las verdaderas intenciones de los hombres. Las conspiraciones, las organizaciones secretas, los hombres “oscuros” que se introducen en lugares “santos”, a pesar de estar bien para las novelas, hacen un flaco favor en la difusión del Cristianismo. Si bien la Biblia nos advierte de los falsos maestros y los falsos pastores, ¿cuántas veces se ha usado este argumento para perseguir lo que no nos agrada? Tomas Moro en su libro Utopía nos describe de una manera magistral a ese tipo de hombre inmovilista, conformista, que se cree en la posesión de la verdad absoluta y que intenta frenar al Espíritu y al tiempo. En la carta a su amigo Peter Giles, que le sirve de excusa para introducir su libro, Moro argumenta que si se trata de uno que posee un pequeño atisbo de estudio, rechaza como trastos caseros y lugares comunes lo que no está repleto de términos viejos y apolillados y desusados. Algunos hay que sólo encuentran placer en antiguallas enmohecidas. Y algunos sólo en se sus propias acciones (1). Algunos confunden la conspiración del Espíritu Santo para cambiar el mundo, con propia conspiración para que todo siga igual. WILLIAM J. SEYMOUR Seymour nació en el esclavista estado de Louisiana, el 2 de mayo de 1870. Sus padres habían sido esclavos y, tras la Guerra Civil, fueron liberados, pero la violencia racial obligó a muchos negros del Sur a abandonar sus casas hacia tierras más tolerantes. La familia de Seymour continuó trabajando para sus antiguos amos. Pero cuando el joven William tuvo la oportunidad, decidió emigrar a los veinticinco años para encontrar un trabajo que le sacara de la miseria. En Indiana, Seymour se integró en la Iglesia Metodista Episcopal Simpson Chapel, una rama de profunda tradición evangelística. Después se mudó a Ohio y tras recibir el rechazo por su condición racial, terminó integrándose en un grupo denominado Movimiento de Reforma de la Iglesia de Dios. Este grupo, radical en sus conceptos externos, le acogió muy bien. Al poco tiempo enfermó de viruela, perdiendo la visión en un ojo. Su enfermedad le animó a dedicar el resto de su vida al pastorado. Viajó a Texas y se instaló allí con unos familiares. En 1905 conoció a Parham, que realizaba una campaña evangelística en la ciudad de Houston. Poco después, Seymour se inscribió en el centro de estudios bíblicos creado por Parham en la capital de Texas. Después de completar sus estudios en la escuela bíblica, Seymour recibió una invitación de la señorita Nelly Ferry para pastorear una congregación en California.

La llegada de Seymour a Los Ángeles no pudo ser en un mejor clima espiritual; muchas iglesias de distintas denominaciones estaban experimentando un notable crecimiento. El primer sermón de William a la pequeña congregación fue sobre el texto de Hechos 2:4 (El día de Pentecostés). Su mensaje no fue muy bien acogido por algunos miembros de la congregación. Pero logró reunir un grupo de creyentes en febrero de 1906. Las reuniones en casas humildes no hacían presagiar el imponente movimiento que se estaba gestando en la ciudad. El grupo fue creciendo y un hermano de la iglesia recibió el primer bautismo del Espíritu Santo, aunque el propio Seymour no logró ser bautizado hasta días más tarde. El crecimiento del grupo les animó a buscar un local para reunirse. Seymour y varios ancianos de la iglesia recorrieron las calles de Los Ángeles hasta dar con una vieja iglesia metodista abandonada, la capilla estaba en la calle Azusa. (Continuará) . Séptimo artículo de esta serie sobre las iglesias "Pentecostales" escrita por el historiador Mario Escobar Golderos. Origen y creencias del movimiento pentecostal (VII) Los hombres confundimos muchas veces nuestras propias intenciones con las de Dios. Los más altos principios se ven asfixiados por las ambiciones personales. Tolkien en su libro El Señor de los Anillos lo describe mejor que nadie. En una de las últimas escenas de la primera parte del libro, Frodo, el hobbit protagonista, se enfrenta con la ambición de Boromir, uno de los reyes humanos que le ayudan. Su conversación no puede ser más elocuente: ¿Por qué eres tan poco amable – dijo Boromir -... Necesito tu anillo, ahora lo sabes...- ¡Vamos, vamos mi querido amigo! –dijo Boromir con su voz más endulzada-. ¿Por qué no librarte de él? ¿Por qué no librarte de tus dudas y tus miedos? Puedes echarme la culpa, si quieres. Puedes decir que yo era demasiado fuerte y te lo quité. ¡Pues soy demasiado fuerte para ti, mediano (1) . Boromir nos representa, en cierta medida, a todos nosotros. Nuestro ego muchas veces se interpone en la forma en la que hacemos las cosas y en la imagen que tenemos de las personas. “Nosotros poseemos la razón, las cosas hechas a nuestra manera son las acertadas”. El apóstol Pablo nos advierte de que las rencillas nacen porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?(2). La Historia de la Iglesia está llena de esta carnalidad, en la que, de una manera demasiado ligera, se clasifica a otros cristianos según la visión particular del Evangelio que tenga cada uno. William J. Seymour, el Profeta de Pentecostés, calificado como “el gritón sin letras, que impone sus interpretaciones a gritos(3)” nos recuerda, salvando las distancias cronológicas y culturales, a la visión que tenía el Sanedrín en libro de Hechos cuando dice: Entonces viendo el denuedo de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras, se maravillaban y les reconocían que habían estado con Jesús(4). Los “vulgares” apóstoles, ninguno de ellos perteneciente a la clase alta de su época ni a la intelectualidad, levantaban al pueblo con sus enseñanzas heterodoxas. Llevando detrás suyo esa legión de “pobres, analfabetos o de poca preparación académica, carentes de conocimiento bíblico...que aceptan sin discernir todo lo que les den envuelto en sentimiento y aparente espiritualidad (5)”, que siempre ha sido el grueso del Pueblo de Dios, porque el propio apóstol Pablo lo reconoce al describir en 1ª de

Corintios capitulo 1º versículos 26 al 31, el tipo de personas que se acerca al Evangelio y que, a pesar de su escaso conocimiento, son recibidos por Dios. SEYMOUR Y PARHAM La calle Azusa se convirtió en poco tiempo en uno de los centros de difusión del Evangelio más notorio de la ciudad de Los Ángeles. Sus cultos eran muy animados, la mayoría de la congregación era afro-americana y expresaba de una forma notoria su efusividad. Los cultos, en algunas ocasiones, duraban diez o doce horas. En ocasiones los predicadores eran interrumpidos por la congregación, si está percibía que el mensaje no estaba respaldado por el Espíritu Santo. En este sentido se hizo famosa la “Madre Jones” una devota feligresa, que se ponía en pie cada vez que pensaba que el sermón no estaba siendo ungido. Muy pronto la iglesia se llenó de gente de todas las clases. El pastor John G. Lake decía de las predicaciones de Seymour: Tenía el vocabulario más disparatado. Pero quisiera decirles que había médicos, abogados y profesores, escuchando las cosas maravillosas que brotaban de sus labios. No fue lo que decía en palabras, sino lo que decía de su espíritu a mi corazón, lo que me mostró que había más de Dios en ese hombre, que en cualquiera que yo hubiera conocido hasta ese momento. Era Dios en él quien atraía a la gente(6). En 1906 Seymour comenzó la publicación del boletín La fe apostólica que llegó a tener veinte mil suscriptores. Los buenos tiempos dieron lugar a otros más lóbregos. Hubo varios divisiones internas y muchas iglesias de otras denominaciones atacaron la forma agresiva de predicar que tenía Seymour. A esto se unió la errada idea, de que el hablar en lenguas era un medio para evangelizar en países extranjeros. La confusión y el deseo de confirmación en la obra emprendida, llevó a Seymour a llamar a Parham, para que supervisara la iglesia de Azusa. Tras la llegada de Parham a Los Ángeles, muy pronto surgieron las desavenencias entre los dos líderes y Seymour se sintió desanimado. Parham dedicó varios sermones a reprender algunas prácticas y enseñanzas de la iglesia. Seymour, en cambio, esperaba ayuda y comprensión, pero un abismo separaba dos visiones distintas del pentecostalismo. Parham observó horrorizado la “libertad” excesiva en los cultos de la calle Azusa. Él era más partidario de un mover del Espíritu con orden. En la iglesia de Los Ángeles la gente bailaba, gritaba, se sacudía y temblaba. Parham narra su propia experiencia en Azusa: Me apresuré a llegar a Los Ángeles, y para mi completa sorpresa y asombro, encontré que la situación era aún peor de lo que había imaginado...manifestaciones de la carne, control espiritista, personas que practicaban hipnotismo a los que se acercaban al altar para recibir el bautismo, aunque muchos recibían el bautismo real del Espíritu Santo...Al hablar de las diferentes fases de fanatismo que hemos encontrado aquí, lo hago con todo amor y al mismo tiempo, con justicia y firmeza...Encontré influencias hipnóticas, influencia de espíritus familiares, influencias espiritistas, y toda clase de ataques, espasmos, personas que caen en trance...Una palabra sobre el bautismo en el Espíritu Santo. El hecho de hablar en lenguas nunca es producto de ninguna de las prácticas o influencias mencionadas anteriormente...El Espíritu Santo no hace nada que sea antinatural o impropio, y cualquier esfuerzo extraño al cuerpo, la mente o la voz no es obra del Espíritu Santo...El Espíritu Santo nunca nos lleva más allá del autocontrol o el control de los demás(7).

La disensión entre Parham y Seymour apuntan a dos visiones distintas de entender el pentecostalismo. Una visión de completa “libertad” en la que todo está permitido y otra, que se paraba a medir y discernir espiritualmente todas las supuestas manifestaciones del Espíritu Santo. En mayo de l908 Seymour se casó con Jennie Evans Moore. En los años siguientes el número de personas que asistían a los cultos comenzó a descender. Seymor dejó la obra de Azusa en manos de varios ancianos y partió para Chicago. En el lugar de Seymour, la iglesia eligió a William H. Durham y la iglesia comenzó a crecer de nuevo. Durham y Seymour tenían ideas diferentes acerca de la pérdida de la salvación, produciéndose al poco tiempo la expulsión de Durham de la iglesia de Azusa y la formación de una nueva congregación, pastoreada por el expulsado. Seymour volvió al pastorado en Los Ángeles, pero la iglesia estaba casi vacía. El 28 de septiembre de 1922 sufrió un repentino ataque al corazón y murió. Su esposa pastoreó la iglesia hasta su desaparición definitiva.