MOVIMIENTO PENTECOSTAL

HISTORIA Y DOCTRINA DEL MOVIMIENTO PENTECOSTAL INDICE UNIDAD I LOS AVIVAMIENTOS CRISTIANOS Y LOS MOVIMIENTOS DE RENOVA

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HISTORIA Y

DOCTRINA DEL

MOVIMIENTO PENTECOSTAL INDICE UNIDAD I LOS AVIVAMIENTOS CRISTIANOS Y LOS MOVIMIENTOS DE RENOVACION ESPIRITUAL ANTES DE LA REFORMA PROTESTANTE

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Ubica a la Historia del Movimiento Pentecostal dentro del contexto de la Historia de la Iglesia y de la Historia Universal organizando la información relevante de los avivamientos cristianos, personajes y movimientos de renovación espiritual que participaron antes de la Reforma Protestante como antecedentes a la formación, consolidación y difusión del Movimiento Pentecostal. 1.1 1.2 1.3 1.4 1.5 1.6

Historia y Doctrina del Movimiento Pentecostal Contexto histórico del derramamiento del Espíritu Santo en el siglo I El mensaje de Hechos La Historia de la Iglesia dentro de la Historia Universal. La Historia del Movimiento Pentecostal dentro de la Historia del Cristianismo. La pentecostalidad, los avivamientos cristianos y los Movimientos de Renovación Espiritual

UNIDAD II LOS AVIVAMIENTOS CRISTIANOS Y LOS MOVIMIENTOS DE RENOVACION ESPIRITUAL DESPUES DE LA REFORMA PROTESTANTE Ubica a la Historia del Movimiento Pentecostal dentro del contexto de la Historia de la Iglesia y de la Historia Universal organizando la información relevante de los avivamientos cristianos, personajes y movimientos de renovación espiritual que participaron después de la Reforma Protestante como antecedentes a la formación, consolidación y difusión del Movimiento Pentecostal. 2.1 2.2 2.3 2.4

La pentecostalidad y la Reforma Protestante Radical: Anabaptistas, Inspiracionistas y Racionalistas. La pentecostalidad, el Misticismo inglés y el Pietismo alemán. La pentecostalidad, el Movimiento Wesleyano inglés. El Movimiento de Santidad. La pentecostalidad y el Movimiento Pentecostal en EE.UU.

UNIDAD III LAS INFLUENCIAS DEL ENTORNO SOCIO-CULTURAL, POLÍTICO-RELIGIOSO DEL MOVIMIENTO PENTECOSTAL MODERNO Conoce y comprende los escenarios y las épocas donde surgieron y se desarrollaron las Iglesias del Movimiento Pentecostal, interpretándolos con un espíritu crítico y reflexivo. 3.1 3.2 3.3 3.4 3.5

La pentecostalidad y la Misión Norteamericana del Movimiento Pentecostal en el contexto socio-cultural peruano. La expansión y la influencia del Movimiento Pentecostal. El Movimiento Carismático o Neo-pentecostal. Las tendencias internas y la diversificación externa del Movimiento Pentecostal El Seudo-pentecostalismo. y la Ortodoxia-Orto praxis Pentecostal.

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UNIDAD IV LAS DOCTRINAS, PRÁCTICAS Y TENDENCIAS TEOLÓGICAS DEL MOVIMIENTO PENTECOSTAL ACTUAL  

4.1 4.2 4.3 4.4 4.5 4.6 4.7

Detecta las distintas tendencias doctrinales y teológicas que se han formado al interior del Movimiento Pentecostal y las explica a la luz de la Palabra de Dios. Explica la Doctrina y la Praxis del Movimiento Pentecostal actual en un nuevo escenario histórico y hace la lectura analítica y comparativa. Definición de conceptos en la Doctrina y Praxis Pentecostal. Doctrina Bíblica en el Antiguo y Nuevo Testamentos. El Espíritu Santo en la Doctrina Pentecostal. Las evidencias del Bautismo en y con el Espíritu Santo. El énfasis de la doctrina bíblica en la práctica pentecostal. El Movimiento Neo-Carismático y la Apostasía. El Movimiento del Espíritu Santo en las Misiones Modernas del Tercer Mundo.

UNIDAD I

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LOS AVIVAMIENTOS CRISTIANOS Y LOS MOVIMIENTOS DE RENOVACION ESPIRITUAL ANTES DE LA REFORMA PROTESTANTE

1.1

HISTORIA Y DOCTRINA DEL MOVIMIENTO PENTECOSTAL Es un fenómeno del siglo XX, sus raíces se encuentran profundamente establecidas en el pasado evangélico. El pentecostalismo se desprende de los tres grandes movimientos espirituales del siglo XVIII el wesleyano, el avivamiento calvinista, y el pietista alemán, quienes trataron explícitamente de restablecer al máximo el cristianismo característico de la Iglesia Primitiva. El pentecostalismo se inicio formalmente en Topeka, Kansas. Con un grupo pequeño de mujeres que asistían a una escuela bíblica quienes experimentaron por primera vez el 31 de diciembre de 1900 el hablar en otras lenguas, bajo la dirección de Charles F. Parham. Se consolido en La calle Azusa en 1906, con Charles Seymour, de raza negra, quien había asistido a una pequeña escuela bíblica que Parham dirigía en Houston, quien empezó a proclamar la promesa del don de lenguas. Allí broto un avivamiento, en medio de torrentes de emoción y numerosos casos de personas que hablaron en lenguas. Asambleas de Dios La denominación más grande se desprende de este avivamiento. Con su fundamento doctrinal: Cristo salva, sana, bautiza con el espíritu Santo y viene otra vez.

1.2

CONTEXTO HISTÓRICO DEL DERRAMAMIENTO DEL ESPÍRITU SANTO EN EL SIGLO I FIESTAS JUDÍAS Visitantes judíos: Cada año, alrededor de ese mismo tiempo, la ciudad de Jerusalén hacía de anfitriona a los visitantes judíos procedentes de todas partes de la tierra, que venían a celebrar una serie de fiestas antiguas. Fiestas solemnes: Todo el período de celebraciones duraba unos sesenta días. Los judíos habían venido celebrando esa temporada cada año por mucho más de mil años. Este año estaba ya probablemente cerca de los mil quinientos años de celebración de esa temporada de fiestas. SIEMBRA: comenzando con la cementera o siembra. PASCUA: Más tarde venia la solemne Pascua, era un recordatorio a Israel de una promesa muy importante. PRIMICIAS: seguida inmediatamente por la observancia de los primeros frutos o primicias Su significado espiritual era mucho más oscuro que el de la celebración de la Pascua. La mayor parte del pueblo judío sabía tan sólo que la misma tenía que ver con la siembra anual de cereales. Las primicias o primeros frutos era una celebración 4

que se efectuaba durante el tiempo de siembra de los cultivos: así, si Dios les concedía una buena temporada de siembra, y después una buena siega, eso significaba un buen año para Israel. Pero una siega pobre podía significar un desastre o incluso una hambruna. FIESTA DE LAS SEMANAS O PENTECOSTÉS: y, por último, siete semanas después, se celebraba una deliciosa festividad que llamaban la ‘Fiesta de las Semanas’ o ‘Pentecostés’. Juicio al Nazareno Durante ese año en particular había otro acontecimiento importante, pero no programado, que también estaba teniendo lugar en la ciudad. Se estaba celebrando un juicio del cual todos hablaban: se juzgaba a un Nazareno, respecto al cual corrían toda clase de rumores y cuya vida estaba en juego. Entonces, en forma imprevista lo sentenciaron a muerte. Su ejecución fue apresurada precipitadamente en las cortes, a fin de evitar que interfiriera con la observancia de la parte principal de la Pascua. DOS ACONTECIMIENTOS PARALELOS Y sucedió así que, precisamente mientras el Nazareno estaba siendo interrogado en la corte, un grupo de sacerdotes estaba examinando cuidadosamente un cordero para cerciorarse de que no tuviera defecto alguno, prestándolo para la Pascua. Esos dos acontecimientos —la ejecución de ese hombre y el sacrificio del cordero para la Pascua— corrían parejas uno con el otro en forma tan igual. Justo cuando llevaban al hombre sentenciado a muerte a la colina de ejecución, aquel cordero era conducido al templo y preparado para el sacrificio. DOMINGO FIESTA DE LAS PRIMICIAS: El día siguiente, que era sábado todos observaron el descanso sabático. Estaba por comenzar el domingo, día en que había de tener lugar la celebración de la fiesta de las primicias. Poco antes del amanecer del domingo, uno de los sacerdotes del templo salió del templo y se dirigió hacia un campo sembrado que estaba próximo a Jerusalén. Cuando el sacerdote llegó allí, observó cuidadosamente el suelo para ver si habían brotado de la tierra algunos tallitos (primicias) de la simiente sembrada. A sus pies se veían algunas plantitas que habían brotado de la tierra. ¡Unos menudos tallos, las primicias de la cosecha de ese año, habían brotado! En ese preciso momento sintió que la tierra se sacudía debajo de sus pies Entonces el sacerdote sacó pronto el tallito del suelo y lo llevó de vuelta al templo. Allí efectuó el ritual de las primicias. Sostuvo la plantita en las palmas de las manos levantadas delante del altar; y estando parado allí, la meció hacia adelante y hacia atrás delante de Dios. Ofreció a Dios el grano germinado, siguiendo un antiguo ritual de acción de gracias porque la simiente había brotado de la tierra

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María Magdalena, se encontraba levantada también. Era una de las seguidoras de Jesús y estaba yendo a inspeccionar la tumba donde Él había sido puesto antes de la fiesta. Mientras tanto, un absurdo rumor había comenzado a recorrer a Jerusalén. Parecía que se había originado con esa muchacha María Magdalena. Ella estaba declarando que cuando fue la tumba, la encontró vacía—y que Jesús se había levantado, saliendo de aquella tumba, ¡vivo! Fue en este tono que la segunda gran celebración, la de las ‘primicias’, terminó. FIESTA DE LAS SEMANAS O PENTECOSTES Es domingo 29 de mayo del año 30 A. D.. Son como las 5:00 de la mañana. El sol no ha salido aún. La ciudad de Jerusalén se encuentra todavía oscura. La puerta del templo se abre ligeramente y un solitario sacerdote sale por ella, baja por la escalinata y se encamina por las calles de Jerusalén. Hasta donde puede ver en el crepúsculo matutino, las calles están repletas de peregrinos dormidos, tendidos por todas partes en el pavimento empedrado. El sacerdote pasa por entre ese laberinto de gente dormida, sale por la puerta de la ciudad y echa a andar a campo traviesa. Se dirige hacia un próximo campo sembrado, el mismo campo que él salió a inspeccionar hace exactamente cuarenta y nueve días. Después que Jesucristo, los días subsiguientes a la ejecución del Señor fueron los días más tenebrosos y tristes que esos hombres y mujeres vivieron jamás. Toda aquella experiencia fue abrumadora —humanamente casi insufrible. Pero hoy hace cuarenta y nueve días que toda esa insoportable tristeza se convirtió en un inexpresable gozo. ¿Por qué? Porque fue en esa madrugada que María Magdalena volvió de ir a ver la tumba de Jesús y declaró que la tumba estaba vacía. Además, ella insistía en que había vista al Señor... ¡vivo! Aún estaba oscuro. Entonces alguien empezó a cantar suavemente un salmo; otros se unieron a él. ¡Fue así como comenzó la más trascendental reunión de oración de la historia humana! CELEBRACION DE LA FIESTA DEL PENTECOSTES El sacerdote que había salido del templo llegó al campo de trigo situado en las proximidades de la ciudad. Los primeros rayos de sol comenzaban a extenderse por el campo delante de él siete semanas antes, el día de las primicias, ese mismo sacerdote había venido para inspeccionar aquel mismo campo de siembra. Pero ese campo, a diferencia de cómo habían estado siete semanas antes, cuando sólo unos tallitos estaban brotando de la tierra, ahora estaba lleno de una abundante cosecha de grano bien maduro. La semilla sembrada durante la temporada de la Pascua había brotado y crecido, y era una mies alta y copiosa, lista para la siega. El sacerdote se metió entre la mies y empezó a cortar algunos tallos. Con gran esmero reunió dos manojos, dio la

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vuelta y partió de regreso a Jerusalén. El sacerdote volvió al templo y entró. Estaba por comenzar el siguiente paso importante del ritual de Pentecostés. El sacerdote fue hasta una mesa y allí empezó a batir las espigas que había recolectado, para sacarles el grano. A continuación, tomó una piedra lisa convexa y se puso a comprimir con ella cuidadosamente el grano, balanceándola a un lado y otro sobre el mismo. Siguió comprimiéndolo así, hasta que todo el trigo quedó completamente molido. Continuó aún la molienda, hasta que el grano era ya un montón de harina finamente molida. Entonces el sacerdote amontonó aún más esa harina finamente molida. Con cuidado vertió un poco de agua en ella y la amasó, dándole consistencia. Luego formó una hogaza de pan de aquella masa. Entonces tomó la hogaza y la deslizó en lo profundo de un horno encendido. Dio unos pasos hacia atrás, y esperó. El horno estaba muy caliente. Pronto aquella masa vendría a ser pan; en breve el sacerdote introduciría otra vez la paleta en lo profundo del calor, esta vez para sacar del horno la hogaza de pan ya cocido. Dentro de sólo unos breves momentos el sacerdote abriría la puerta del horno y sacaría aquella hogaza de pan. Enseguida la llevaría al altar y la alzaría delante del Señor. ESA OFRENDA SERÍA EL MOMENTO CULMINANTE DE LA FIESTA DE PENTECOSTÉS. Y ese momento estaba ya al llegar. LOS DISCIPULOS RECIBEN EL ESPÍRITU SANTO Eran aproximadamente las 8:00 de la mañana. Las oraciones en el aposento alto habían llegado a ser tremendamente reales, y muy denodadas. La presencia del Señor era también muy real. De repente se oyó un sonido muy fuerte. Parecía venir del cielo. Era un estruendo potente, ensordecedor, que se hacía más fuerte y más próximo. Aquel aposento casi se bamboleó bajo la furia de ese soplo, algo increíble estaba sucediendo. ¿Qué era aquello? ¿Era la vida de que Cristo había hablado? ¿O el Espíritu Santo que había prometido? ¿El poder que había prometido dar? ¿El reino del cual Él había hablado? Una cosa era cierta: algo celestial estaba a punto de dar en la tierra. Y entonces ocurrió, allí mismo delante de ellos El sonido de ese viento que venía del cielo entró en aquel aposento en la tierra. Los inundó aquella maravillosa sensación de la realidad, intimidad y presencia de Cristo, esa sensación que sólo habían experimentado cuando se encontraban en su real presencia mientras Él estuvo aquí sobre la tierra. Y ahora esa misma gloriosa presencia llenaba el aposento. Aún más, se percibía una tremenda sensación de su divina autoridad. ¡De repente todos lo supieron! ¡El Espíritu Santo había venido! El aliento divino estaba allí—asentado sobre cada persona que estaba en el aposento. El recinto entero estaba lleno, absolutamente lleno, saturado y rebosante del Espíritu Santo. La presencia del Espíritu de Él los envolvía y los sumergía a todos. 7

¡Nunca había habido nada semejante a aquello, nunca jamás! Entonces alguien gritó. Subió un grito de indecible gozo. Luego otro. Y otro más... Eran expresiones de alabanza y de gloria al Señor por lo que Él había hecho en medio de ellos. Pero no había forma en que un ser humano pudiera dar expresión adecuada a semejante momento. No obstante, todos tenían que tratar. Contener la alabanza en un momento semejante habría sido tan inconcebible como imposible. En unos momentos el gozo de todos los creyentes reunidos allí se fundió en un grandioso y ascendente crescendo de alabanza. El sacerdote sacó la hogaza de pan del horno. La llevó delante del altar y la levantó para el Señor. Había llegado el momento culminante de Pentecostés. La hogaza estaba completa. ¡La simiente divina había brotado! Antes, aquella vida divina había morado en un solo hombre; ¡ahora moraba en más de un hombre! Pero había mucho más que eso al respecto: Esos hombres que tenían vida divina, ahora eran todos uno —un cuerpo. Y había aún más: el Espíritu Santo había venido. Pero había más aún: ese Espíritu había envuelto y saturado a un grupo de hombres. Sí; pero había más todavía. ¿Es posible? ¿Podía haber más? Pues ¡sí! El sacerdote levantó la hogaza de pan delante del Señor. El día de Pentecostés había llegado. ¡No! El día de Pentecostés había más que llegado: ¡el día de Pentecostés se había cumplido! Había llegado finalmente el acontecimiento más titánico de toda la historia de la creación. Por fin había comenzado el propósito divino respecto de la existencia de este universo. Finalmente la idea suprema que Dios tuviera jamás era visible en la tierra. ¿Y qué era aquello? Ese día, en la ciudad de Jerusalén, el gobierno y el Reino que hasta entonces tan sólo el Cielo había conocido —al fin— invadieron la tierra. En ese día el Reino de los Cielos tocó la tierra. ¡Qué acontecimiento tan sobrecogedor! ¡Por fin el Reino de Dios se había ensanchado! Había pasado a la ofensiva. Había ocupado un nuevo territorio. Se había establecido una cabeza de playa para el Reino de los Cielos en este planeta. Podría parecer que fuera un humilde comienzo, pero estaba destinada a ensancharse. ¿Qué había sucedido? El acontecimiento más tremendo de la historia humana. ¡Una semilla había llegado a ser una hogaza! HABÍA NACIDO LA IGLESIA. EL IMPERIO ROMANO La Iglesia fue fundada bajo el Imperio Romano. Roma fue fundada en el año 753 a.C. Subyugó Italia 343-272 a.C. 8

Subyugó Cartago 264-146 a.C. Subyugó Grecia y Asia Menor 215-146 a.C. Subyugó España, Galia, Inglaterra y los teutones 133-31 a.C. 46 a.C. - 180 d.C. El cenit de la gloria de Roma. Se extendía del Atlántico al Eúfrates y desde el Mar del Norte basta el desierto africano. Su población era de unos 120, 000,000. LOS DOCE CESARES Julio Cesar, 46-44 a.C. Señor del mundo romano. Augusto, 31 a.C. - 14 d.C. En su reinado nació Cristo. Tiberio, 14-37 d.C. En su reinado Cristo fue crucificado. Calígula, 37-41 d.C. Claudio, 41-54 d.C. Nerón, 54-68 d.C.  Acusó a los cristianos por incendiar Roma  Las medidas sádicas incluyeron quemar cristianos vivos para iluminare los jardines de Nerón  Persiguió a los cristianos  Ejecutó a Pablo. Galba, 68-69 D.C. Oto, Vitelio, 69 d.C. Vespasiano, 69-79. Destruyó Jerusalén. Tito, 79-81. Domiciano, 81-96.  Persiguió a los cristianos  Desterró a Juan.  Los cristianos fueron perseguido por rechazar ofrecer incienso al emperador LOS CINCO EMPERADORES BUENOS Nerva, 96-98 d.C. Trajano, 98-117 d.C. Uno de los mejores emperadores, pero persiguió a los cristianos. Adriano, 117-138 d.C. Persiguió a los cristianos. Antonio Pío, 138-161 d.C. El más noble de los emperadores, pero persiguió a los cristianos. La edad de oro de la gloria de Roma. Marco Aurelio, 161-180 d.C. Persiguió a los cristianos. 180-416 d.C. DECAIMIENTO Y CAIDA DEL IMPERIO ROMANO. 192-284 d.C. "Emperadores de cuartel," nombrados por el ejército. Época de guerra civil y de grandes calamidades internas. Septimio Severo, 193-211 d.C. Persiguió a los cristianos. Caracalla, 211-217. Toleró al cristianismo. Elagabalo, 218-222. Toleró al cristianismo. Alejandro Severo, 222-235. Favorecía al cristianismo. Maximino, 235-238. Persiguió a los cristianos. Felipe, 244-249. Favorecía grandemente al cristianismo. Decio, 249-251. Perseguía ferozmente a los cristianos. Valeriano, 253-260. Perseguía a los cristianos. Galieno, 260-268. Favorecía a los cristianos. Aureliano, 270-275. Persiguió a los cristianos. Diocleciano, 284-305. Persiguió enfurecidamente a los cristianos. Constantino, 306-337. Se hizo cristiano él mismo. 9

Juliano, 361-363, El Apóstata. Intentó restablecer el paganismo. Joviano, 363-364. Restableció la fe cristiana. 1.3

EL MENSAJE DE HECHOS 1.3.1 El Espíritu Santo y la misión













1.3.2



   

Siempre ha llamado la atención la manera como los primeros cristianos vivieron su fe en medio de tensiones y de los conflictos que se presentaron cuando primero la oposición y, luego la persecución intentaron frenar el avance misionero. Su estilo de vida y la forma como expresaban cotidianamente su fe y su compromiso con Dios, más allá de las fallas como humanos y de los problemas que tuvieron cuando la iglesia empezó a expandirse y a crecer, deja varias lecciones que debemos considerar. El Texto Clave del libro de los Hechos es Hechos 1:8. En los escritos de Lucas, la geografía tiene una clara intensión teológica que apunta al propósito universal de Dios, de que la BUENA NUEVA SEA ESCUCHADA POR TODOS LOS SERES HUMANOS de toso los pueblos, naciones y culturas. Los temas dominantes del libro de los Hechos son EL ESPÍRITU SANTO Y LA MISIÓN. El escritor Bosh (Bosh 1993) menciona: “Que la íntima relación entre pneumatología y misión es la contribución distintiva de Lucas al paradigma misionero”. Esto se nota claramente ya que en la historia registrada por Lucas se nota:  El Espíritu Santo empodera para la misión (Hch 1:8)  Le da valor a los testigos del evangelio (Hch 4:8, 31; 7:55)  Llama a las personas para la misión (Hch 13:2)  Traza la ruta que se debe seguir y guía a los misioneros (Hch 16:6-10)  Ensancha el horizonte de la misión (Hch 10:19-20; 11:12; 16:6-8)  La expresión Espíritu Santo aparece 13 veces en el evangelio de Lucas y 41 veces en los Hechos.  Esto se nota claramente ya que en la historia registrada por Lucas se nota: Muchos escritores consideran que el libro de los Hechos de los Apóstoles debe llamarse, el libro de los Hechos del Espíritu Santo. La experiencia pentecostal en Hechos 2 La estructura de Hechos 2 tiene tres partes principales:  El relato del advenimiento del Espíritu Santo en la Fiesta del Pentecostés (Hch 2:1-13)  El sermón o explicación teológica de Pedro (Hch 2:14-41)  Primer sumario programático de la vida y misión de la iglesia (Hch 2:42-47) 120 discípulos esperaban en el aposento alto (Hch 1:13) Esa reunión estaba caracterizada por la comunión y la oración durante 10 días (Hch 1:14; 2:1) Pentecostés fue la promesa hecha por el Cristo resucitado a sus discípulos (Lc 24:49; Hch 1:4-5) Ellos recibieron el poder del Espíritu Santo. Hay una relación especial desde el comienzo entre la venida del Espíritu Santo y el poder para el testimonio “1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. 2 Y de repente

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vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch 2:1-4). Hay varios asuntos que se desprenden del relato de Lucas: 1) EL COMPAÑERISMO era la característica de la comunidad de discípulos (Hch 1:4, 12-14).  Perseveraban unánimes (Hch 1:14)  Estaban unánimes juntos (Hch 2:1)  Alcanzó a hombres y mujeres, inclusive maría la madre de Jesús (Hch 1:14)  No hay diferencia, Dios derrama su Espíritu Santo sobre toda carne (Hch 2:17)  La promesa del Espíritu Santo es para todos (Hch 2:39)  Transcendió las barreras culturales, lingüísticas y raciales (Hch 2:11) 2) EL DESCENSO DEL ESPÍRITU SANTO NO FUE UN EVENTO PROGRAMADO n planificado por el hombre.  Pentecostés fue un evento dentro de la soberanía de Dios  Fue un evento que cayó de sorpresa a los discípulos. Ellos tenían la promesa pero no el tiempo y la ocasión. 3) HUBO SEÑALES CLARAS Y VISIBLES de la presencia del Espíritu Santo  Un viento recio que llenó toda la casa (Hch 2:2)  Lenguas repartida como de fuego (Hch 2:3)  El viento y el fuego eran manifestaciones visibles del Advenimiento del Espíritu Santo. Viento símbolo del Espíritu Santo (Ez 37:9-14). Fuego fue anunciado por Juna (Lc 3:16)  Pedro en su explicación teológica del Espíritu Santo mencionó que este advenimiento fueron vistas y oídas (Hch 2:33) por la multitud (Hch 2:5)  Lucas es enfático cuando dice que las lenguas repartidas como de fuego se asentaron sobre cada uno de ellos (Hch 2:3) 4) HUBO EVIDENCIA FÍSICA, EL HABLAR EN LENGUAS (glóssais)  Estas lenguas fueron entendidas por las personas de distintas regiones (Hch 2:8, 11)  Los discípulos hablaron las maravillas de Dios en unas lenguas dadas por Dios (Hch 2:11) 5) EL DESCENSO DEL ESPÍRITU SANTO SUCEDIÓ EN UN MARCO TEMPORAL CONCRETO  Lucas investigó con diligencia (Lc :3). Entre estos sucesos estaba la experiencia del pentecostés.  Los primeros testigos fueron una multitud de diferentes razas, naciones y lenguas  Hubo dos interpretaciones: Atónitos y perplejos (Hch 2:12). Otros burlándose, llegaron a la conclusión que estaban llenos de mosto – ebrios (Hch 2:13)  Para muchos el día de hoy esta experiencia no se puede repetir, pero para los pentecostales sigue VIGENTE, incluso LA SEÑAL EN HABLAR EN

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LENGUAR COMO EVIDENCIA INICIAL DEL BAUTISMOEN EL ESPÍRITU SANTO.  La presencia del Espíritu Santo está íntimamente relacionada con la conversión y la santificación: Es el sello de la identidad de los discípulos (Ef 1:13-14). Los creyentes no solo deben vivir en el Espíritu, sino también andar en el Espíritu (Ga 5:16, 25).  La experiencia del Pentecostés en Hechos 2 resalta que el poder del Espíritu Santo, es un poder que está vinculado al testimonio intergral de la iglesia. ¿Lo necesitamos hoy?  EL PODER DE DIOS EN LOS PRIMEROS CRISTIANOS  Está presente en sus vidas y confían plenamente en el poder de Dios  Su fuente de poder para su testimonio diario está en la presencia del Espíritu Santo en sus vidas.  El Espíritu Santo fue el motor que impulsó su compromiso misionero.  El Espíritu Santo fue la fuente de su vitalidad espiritual  El poder del Espíritu Santo hizo posible que todos los discípulos tuvieran abundante gracia (Hch 4:33).  Las nuevas comunidades estaban fortalecidas por el Espíritu Santo (Hch 9:31)  Los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo (Hch 13:52)  El poder del Espíritu Santo hizo posible que los discípulos hablaran en el nombre de Jesús asumiendo todos los riesgos. Nunca confiaron en sus fuerzas o capacidad como humanos. 1.3.3 La vida de los primeros cristianos. La naturaleza y misión de la iglesia

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Los rasgos característicos de la iglesia apostólica es encuentran en Hechos 2:4247; 4:32-37; 5:12-16; 5:42; 6:7). Veamos las características de esta iglesia: 1) PERSEVERABAN EN LA DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES  “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles….” (Hch 2:42)  “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hch 5:42).  Los discípulos dedicaban tiempo para la enseñanza en el templo y por las casas.  Perseverar en la doctrina fue una señal poderosa de la acción del Espíritu Santo.  La iglesia primitiva puso atención a la enseñanza apostólica, PERSEVERO y PERSISTIÓ cada día. Pablo continuó este énfasis en sus epístolas. A Timoteo le dijo que guardara el buen depósito (2 Ti 1:14). Que siguieran la sana doctrina (1 Ti 1:10; Tit 2:1). A Corinto les recordó lo que el mismo les había enseñado (1 Co 15:1-5). 2) LA VIDA DE COMPAÑERISMO DE LOS DISCÍPULOS  Los discípulos experimentaban cada día la unidad en el Espíritu (Hch 2:42; 44-45)  Comunión se traduce del griego KOINONÍA cuya raíz significa compartir.

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 La comunión se expresaba en el acto de partir el pan (Hch 2:42, 46) era la cena del Señor.  Expresaban su amor mediante la ayuda mutua unos con otros (Hch 4:32, 3435)  No había ningún necesitado (Hch 4:34-35)  Es interesante notar que ellos no solo se limitaban a proclamar el evangelio sino tenían una preocupación por ayudar a los más pobres y necesitados. 3) LA ADORACIÓN AL SEÑOR  se daba en un espíritu de fiesta y compañerismo (Hch 2:42, 47)  La alegría con la que alababan al Señor fue el fruto directo de la acción del Espíritu Santo en sus vidas 4) TENÍAN UNA PRÁCTICA CONTINUA DE ORACIÓN  Esta oración era personal y comunitaria, esta era base de la vitalidad de la iglesia (Hch 2:42)  La oración es la base para la comunión y el testimonio público  La oración iba paralelo a cumplir su misión que es de proclamar el evangelio a todos los perdidos.  En las iglesias pentecostales la oración ha sido la clave para el avance misionero 5) PROCLAMAR LA BUENA NUEVA DE SALVACIÓN  Su identidad de esta iglesia está basado en la proclamación del evangelio.  Su crecimiento numérico fue continuo (Hch 2:41: 4:4; 5:14; 6:7)  Pedro y otros discípulos proclamaron el evangelio y el Señor cada día añadía los que habían de ser salvos (Hch 2:42)  Daban testimonio de su fe en el Señor con muchas maravillas y señales (Hch 2:43) 1.4

LA HISTORIA DE LA IGLESIA DENTRO DE LA HISTORIA UNIVERSAL 1.4.1 CRISTIANISMO E HISTORIA 



Desde sus mismos orígenes, el evangelio se injertó en la historia humana. De hecho, eso es el evangelio: las buenas nuevas de que en Jesucristo Dios se ha introducido en nuestra historia, en pro de nuestra redención. Los autores bíblicos no dejan lugar a dudas acerca de esto. (1) El Evangelio de San Lucas nos dice que el nacimiento de Jesús tuvo lugar en tiempo de Augusto César, y “siendo Cirenio gobernador de Siria” (Lucas 2:2). Poco antes, el mismo evangelista coloca su narración dentro del marco de la historia de Palestina, al decirnos que estos hechos sucedieron “en los días de Herodes, rey de Judea” (Lucas 1:5). (2) El Evangelio de San Mateo se abre con una genealogía que enmarca a Jesús dentro de la historia y las esperanzas del pueblo de Israel, y casi seguidamente nos dice también que Jesús nació “en días del rey Herodes” (Mateo 2:1). (3) Marcos nos da menos detalles, pero no deja de señalar que su libro trata de lo que “aconteció en aquellos días” (Marcos 1:9).

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(4) El Evangelio de San Juan quiere asegurarse de que no pensemos que todas estas narraciones tienen un interés meramente transitorio, y por ello comienza afirmando que el Verbo que fue hecho carne en medio de la historia humana (Juan 1:14) es el mismo que “era en el principio con Dios” (Juan 1:2). Pero después todo el resto de este evangelio se nos presenta a modo de narración de la vida de Jesús. (5) Primera Epístola de San Juan, cuyas primeras líneas declaran que “lo que era desde el principio” es también “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos”(l Juan 1:1). La importancia de la historia para comprender el sentido de nuestra fe no se limita a la vida de Jesús, sino que abarca todo el mensaje bíblico. (1) En el Antiguo Testamento, buena parte del texto sagrado es de carácter histórico. No sólo los libros que generalmente llamamos “históricos”, sino también los libros de la Ley —por ejemplo, Génesis y Éxodo, y de los profetas nos narran una historia en la que Dios se ha revelado a su pueblo. Aparte de esa historia, es imposible conocer esa revelación. (2) En el Nuevo Testamento encontramos el mismo interés en la historia.  Lucas, después de completar su evangelio, siguió narrando la historia de la iglesia cristiana en el libro de Hechos. Esto no lo hizo Lucas por simple curiosidad anticuaria. Lo hizo más bien por fuertes razones teológicas.  En efecto, según el Nuevo Testamento la presencia de Dios entre nosotros no terminó con la ascensión de Jesús. Al contrario, el propio Jesús les prometió a sus discípulos que no les dejaría solos, sino que les enviaría otro Consolador (Juan 14:16–26).  Y al principio de Hechos, inmediatamente antes de la ascensión, Jesús les dice que recibirán el poder del Espíritu Santo, y que en virtud de ello le serán testigos “hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). La venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés marca el comienzo de la vida de la iglesia.  Por lo tanto, lo que Lucas está narrando en el libro que generalmente llamamos “Hechos de los Apóstoles” no es tanto los hechos de los apóstoles como los hechos del Espíritu Santo a través de los apóstoles.  Lucas escribe entonces dos libros, el primero sobre los HECHOS DE JESUCRISTO, y el segundo sobre los HECHOS DEL ESPÍRITU. El segundo libro, empero, casi parece haber quedado inconcluso. Al final de Hechos, Pablo está todavía predicando en Roma, y el libro no nos dice qué fue de él ni del resto de la iglesia. Esto tenía que ser así, porque la historia que Lucas está narrando necesariamente no ha de tener fin hasta que el Señor venga. Naturalmente, esto no quiere decir que toda la historia de la iglesia tenga el mismo valor o la misma autoridad que el libro de Hechos. Al contrario, la iglesia siempre ha creído que el Nuevo Testamento y la edad apostólica tienen una autoridad única. Pero lo que antecede sí quiere decir que, desde el punto de vista de la fe, la historia de la iglesia o del cristianismo es mucho más que la historia de

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una institución o de un movimiento cualquiera. La historia del cristianismo es la historia de los hechos del Espíritu entre los hombres y las mujeres que nos han precedido en la fe. 

A veces en el curso de esta historia habrá momentos en los que nos será difícil ver la acción del Espíritu Santo. Habrá quienes utilizarán la fe de la iglesia para enriquecerse o para engrandecer su poderío personal. Otros habrá que se olvidarán del mandamiento de amor y perseguirán a sus enemigos con una saña indigna del nombre de Cristo. En algunos períodos nos parecerá que toda la iglesia ha abandonado por completo la fe bíblica, y tendremos que preguntarnos hasta qué punto tal iglesia puede verdaderamente llamarse cristiana. En tales momentos, quizá nos convenga recordar dos puntos importantes:  El primero de estos puntos es que la historia que estamos narrando es la historia de los hechos del Espíritu Santo, sí; pero es la historia de esos hechos entre gentes pecadoras como nosotros. Esto puede verse ya en el Nuevo Testamento, donde Pedro, Pablo y los demás apóstoles se nos presentan a la vez como personas de fe y como miserables pecadores. Y, si ese ejemplo no nos basta, no tenemos más que mirar a los “santos” de Corinto a quienes Pablo dirige su primera epístola.  El segundo punto que debemos recordar es que ha sido precisamente a través de esos pecadores y de esa iglesia al parecer totalmente descarriada que el evangelio ha llegado hasta nosotros. Aun EN MEDIO DE LOS SIGLOS MÁS OSCUROS DE LA VIDA DE LA IGLESIA, NUNCA FALTARON CRISTIANOS QUE AMARON, ESTUDIARON, CONSERVARON Y COPIARON LAS ESCRITURAS, y que de ese modo las hicieron llegar hasta nuestros días. Además, según iremos viendo en el curso de esta historia, nuestro propio modo de interpretar las Escrituras no deja de manifestar el impacto de esas generaciones anteriores.



Una y otra vez a través de los siglos el Espíritu Santo ha estado llamando al pueblo de Dios a nuevas aventuras de obediencia. Nosotros también somos parte de esa historia, de esos hechos del Espíritu.

1.4.2 EL CUMPLIMIENTO DEL TIEMPO 



El tiempo y el lugar del nacimiento de Jesús no fueron dejados al azar. Al contrario, aquellos cristianos veían la mano de Dios preparando el advenimiento de Jesús en todos los acontecimientos anteriores a la Navidad, y en todas las circunstancias históricas que la rodearon. Lo mismo puede decirse del nacimiento de la iglesia, que es el resultado de la obra de Jesús. Dios había preparado el camino para que los discípulos, una vez recibido el poder del Espíritu Santo, pudieran serle testigos “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

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La iglesia nunca fue una comunidad desprovista de todo contacto con el mundo exterior. Los primeros cristianos eran judíos del siglo primero, y fue como judíos del siglo primero que escucharon y recibieron el evangelio. Después la nueva fe se fue propagando, tanto entre los judíos que vivían fuera de Palestina como entre los gentiles que vivían en el Imperio Romano y aun fuera de él. En consecuencia, a fin de comprender la historia de la iglesia en sus primeros siglos debemos primero echar una ojeada hacia el mundo en que esa iglesia se desenvolvió.

EL JUDAÍSMO EN PALESTINA  



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Palestina, la región en donde el cristianismo dio sus primeros pasos, ha sido siempre una tierra sufrida. En tiempos antiguos esto se debió principalmente a su posición geográfica, que la colocaba en la encrucijada de las dos grandes rutas comerciales que unían al Egipto con Mesopotamia, y a Arabia con Asia Menor. En el siglo IV a.C., con Alejandro y sus huestes macedonias, un nuevo contendiente entró en la arena. Al derrotar a los persas, Alejandro se hizo dueño de Palestina. Alejandro murió en el año 323 a.C. Las conquistas de Alejandro habían tenido una base ideológica. Era convertir a la humanidad bajo una misma civilización de tonalidad marcadamente griega. El resultado de esto fue el helenismo. En términos generales le dio a la cuenca oriental del Mediterráneo una unidad que sirvió primero a la expansión del Imperio Romano y después a la predicación del evangelio. Pero para los judíos el helenismo no era una bendición. Los judíos veían en el helenismo una seria amenaza a la fe en el Dios único de Israel, debido a los diversos dioses que se introdujeron. Puede verse como el conflicto constante entre las presiones del helenismo por una parte y la fidelidad de los judíos a su Dios y sus tradiciones por otra. El punto culminante de esa lucha fue la rebelión de los Macabeos. se rebelaron contra el helenismo de los Seleucos, que pretendía imponer dioses paganos entre los judíos. Por fin, en el año 63 a.C., el romano Pompeyo conquistó el país y depuso al último de los Macabeos, Aristóbulo II. La política de los romanos era por lo general tolerante hacia la religión y las costumbres de los pueblos conquistados. Poco tiempo después de la deposición de Aristóbulo, los romanos les devolvieron a los descendientes de los Macabeos cierta medida de autoridad, dándoles los títulos de sumo sacerdote y de etnarca. Herodes, nombrado rey de Judea por los romanos en el año 40 a.C., fue el último gobernante con cierta ascendencia macabea, pues su esposa era de ese linaje. Pero aun la tolerancia romana no podía comprender la obstinación de los judíos, que insistían en rendirle culto sólo a su Dios, y que se rebelaban ante la menor amenaza contra su fe. Herodes hizo todo lo posible por introducir el helenismo en el país. EL PARTIDO DE LOS CELOTES, que se oponía tenazmente al régimen romano, siguió existiendo y jugó un papel importante en la gran rebelión que estalló en el año 66 d.C. 16



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Esa rebelión fue quizá la más violenta de todas, y a la postre llevó a la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., cuando el general —y después emperador— Tito conquistó la ciudad y derribó el Templo. En medio de tales luchas y tentaciones, el judaísmo se vuelve cada vez más legalista. LOS FARISEOS eran el partido del pueblo. Para ellos lo importante era asegurarse de cumplir la Ley aun en los tiempos difíciles en que estaban viviendo. LOS SADUCEOS, por su parte, eran el partido de la aristocracia, cuyos intereses le llevaban a colaborar con el régimen romano. Además, aristócratas y conservadores como eran, los saduceos rechazaban las doctrinas de la resurrección y de la existencia de los ángeles, que según ellos eran meras innovaciones. Además había otras sectas como LOS CELOTES Y LOS ESENIOS. a los esenios muchos autores atribuyen los famosos “Rollos del Mar Muerto”, eran un grupo de ideas puristas que se apartaba de todo contacto con el mundo de los gentiles, a fin de mantener su pureza ritual. Los judíos sostenían en común: el monoteísmo ético y la esperanza escatológica. EL MONOTEÍSMO ÉTICO sostenía que hay un solo Dios, y que este Dios requiere, aún más que el culto apropiado, la justicia entre los seres humanos. LA ESPERANZA ESCATOLÓGICA era la otra nota común de la fe de Israel. Todos, desde los saduceos hasta los celotes, guardaban la esperanza mesiánica, y creían firmemente que el día llegaría cuando Dios intervendría en la historia para restaurar a Israel y cumplir sus promesas de un Reino de paz y justicia. De todos estos grupos, el más apto para sobrevivir después de la destrucción del Templo era el de los fariseos. En efecto, esta secta tenía sus raíces en la época del Exilio, cuando los judíos no podían acudir al Templo a adorar, y por tanto su fe se centraba en la Ley.

EL JUDAÍSMO DE LA DISPERSIÓN 



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Durante los siglos que precedieron al advenimiento de Jesús hubo un número cada vez mayor de judíos que vivían fuera de Palestina. Algunos de estos judíos eran descendientes de los que habían ido al exilio en Babilonia, y por tanto en esa ciudad así como en toda la región de Mesopotamia y Persia había fuertes contingentes judíos. En el Imperio Romano, los judíos se habían esparcido por diversas circunstancias, y ya en el siglo primero las colonias judías en Roma y en Alejandría eran numerosísimas. En casi todas las ciudades del Mediterráneo oriental HABÍA AL MENOS UNA SINAGOGA. Pero por lo general estos judíos de la “Dispersión” o de la “Diáspora” !que así se les llamó! NO CONSTRUYERON TEMPLOS en los cuales ofrecer sacrificios, sino más bien SINAGOGAS en las que se estudiaban las Escrituras. El judaísmo de la Diáspora es de suma importancia para la historia de la iglesia cristiana. Pues más rápidamente se extendió la nueva fe por el Imperio Romano.

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Ese judaísmo le proporcionó a la iglesia LA TRADUCCIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO AL GRIEGO que fue uno de los principales vehículos de su propaganda religiosa. Este judaísmo se distinguía de su congénere en Palestina principalmente por dos características: su uso del idioma griego, y su contacto inevitablemente mayor con la cultura helenista. EL USO DE IDIOMAS. eran muchos los judíos, aun en Palestina, que no usaban ya el antiguo idioma hebreo. En Palestina y en toda la región al oriente de ese país se hablaba el arameo, los judíos que se hallaban dispersos por todo el resto del Imperio Romano hablaban el griego. Los judíos perdieron el uso de la lengua hebrea, y fue necesario traducir sus Escrituras al griego. Esa versión del Antiguo Testamento al griego recibe el nombre de SEPTUAGINTA, que se abrevia frecuentemente mediante el número romano LXX. Ese nombre —y número— le viene de una antigua leyenda según la cual el rey de Egipto, Ptolomeo Filadelfo, ordenó a setenta y dos ancianos hebreos que tradujesen la Biblia independientemente, y todos ellos produjeron traducciones idénticas entre sí. La importancia de la Septuaginta fue enorme para la primitiva iglesia cristiana. Esta es la Biblia que cita la mayoría de los autores del Nuevo Testamento, y ejerció una influencia indudable sobre la formación del vocabulario cristiano de los primeros siglos. La otra marca distintiva del judaísmo de la Dispersión fue su inevitable contacto con la cultura helenista. En cierto sentido, podría decirse que la Septuaginta es también resultado de esta situación. Como vemos, en su dispersión por todo el mundo romano, en su traducción de la Biblia, y aun en sus intentos de dialogar con la cultura helenista, el judaísmo había preparado el camino para el advenimiento y la diseminación de la fe cristiana.

EL MUNDO GRECORROMANO 









Empero en esa diseminación la nueva fe tuvo que abrirse paso a través de SITUACIONES POLÍTICAS Y CULTURALES que unas veces le abrieron camino, y otras le sirvieron de obstáculo. A fin de comprender la vida cristiana en esos primeros siglos, debemos detenernos a exponer, siquiera en breves rasgos, esas circunstancias políticas y culturales. El Imperio Romano le había dado a la cuenca del Mediterráneo una unidad política nunca antes vista. La política del Imperio fue fomentar la mayor uniformidad posible sin hacer excesiva violencia a las costumbres de cada región. La unidad política de la cuenca del Mediterráneo les permitió a los primeros cristianos viajar de un lugar a otro sin temor de verse envueltos en guerras o asaltos. Los caminos romanos, que unían hasta las más distantes provincias, y algunos de los cuales existen todavía sirvió a los cristianos que iban de un lugar a otro llevando el mensaje de la redención en Jesucristo. Puesto que el comercio florecía, las gentes iban de un lugar a otro, y así el cristianismo llegó frecuentemente a alguna nueva región, no llevado por misioneros 18













o por predicadores itinerantes, sino por mercaderes, esclavos y otras personas que por diversas razones se veían obligadas a viajar. En este sentido, las condiciones políticas de la época fueron beneficiosas para la diseminación de la nueva fe. La amenaza para el cristianismo. Parte de la política imperial consistía en fomentar la uniformidad religiosa. Esto se hacía mediante el sincretismo y el culto al emperador. EL SINCRETISMO, que consiste en la mezcla indiscriminada de religiones, fue característica de la cuenca del Mediterráneo a partir del siglo III a.C. El sincretismo era la moda religiosa de la época. En tal ambiente tanto los JUDÍOS COMO LOS CRISTIANOS parecían ser gentes intransigentes, que insistían en su Dios único y distinto de todos los demás dioses. Por esta razón, muchos veían en el judaísmo y en el cristianismo un quiste que debía ser extirpado de la sociedad romana. Pero fue el culto al emperador el punto neurálgico que desató la persecución. CULTO AL EMPERADOR. El culto al emperador era uno de los medios que Roma utilizaba para fomentar la unidad y la lealtad de su imperio. Negarse a rendir ese culto era visto como señal de traición o al menos de deslealtad. Según el apóstol Pablo, el cristianismo penetró en el mundo “cuando vino el cumplimiento del tiempo”. Quizá alguno podría entender esto en el sentido de que Dios les facilitó el camino a aquellos primeros cristianos. Y no cabe duda de que mucho de lo que estaba teniendo lugar en el siglo primero facilitó el avance de la nueva fe. Pero también es cierto que esos mismos acontecimientos le planteaban a la iglesia difíciles retos que exigían enorme valor y audacia. El “cumplimiento del tiempo” no quiere decir que el mundo estuviera listo a hacerse cristiano. En los designios inescrutables de Dios, había llegado el momento de enviar al Hijo al mundo a sufrir muerte de cruz, y de esparcir a los discípulos por ese mismo mundo para dar ellos también costoso testimonio de su fe en el Crucificado.

1.4.3 LA IGLESIA DE JERUSALÉN

... los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas (Hech 2. 41) 





El libro de Hechos nos da a entender que hubo desde los inicios una fuerte iglesia en Jerusalén. Sin embargo, después de sus primeros capítulos, ese mismo libro nos dice muy poco acerca de la historia de aquella comunidad original. Esto se entiende, pues el propósito del autor de Hechos no es escribir toda una historia de la iglesia, sino más bien mostrar cómo, por obra del Espíritu Santo, la nueva fe fue extendiéndose hasta llegar a la capital del Imperio. El resto del Nuevo Testamento nos dice aún menos acerca de la iglesia de Jerusalén, puesto que en este caso también la mayor parte de los libros del Nuevo Testamento trata acerca de la vida de la iglesia en otras partes del Imperio. Esto quiere decir que al intentar reconstruir la vida y la historia de aquella primera iglesia nos encontramos ante una infortunada escasez de datos. Sin embargo,

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leyendo cuidadosamente el Nuevo Testamento, y añadiendo algunos pormenores que nos ofrecen otros autores de los primeros siglos, podemos hacernos una idea aproximada de lo que fue aquella primera comunidad cristiana UNIDAD Y DIVERSIDAD 









La firmeza y elocuencia de Pedro en el día de Pentecostés nos hacen olvidar sus dudas y vacilaciones en cuanto a qué debía hacerse con los gentiles que eran añadidos a la iglesia. Y el hecho de que los discípulos poseían todas las cosas en común frecuentemente eclipsa las dificultades que esa práctica acarreó, según puede verse en el caso de Ananías y Safira, y en la “murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria” (Hechos 6:1). Este último episodio, que se menciona como de pasada en Hechos, nos indica que ya en la primitiva iglesia comenzaban a reflejarse algunas de las divisiones que existían entre los judíos en Jerusalén. Es a esto que se refiere Hechos 6:1 al hablar de los “griegos” y los “hebreos”. No se trata aquí verdaderamente de judíos y gentiles —pues todavía no había gentiles en la iglesia, según nos lo da a entender más adelante el propio libro de Hechos— sino más bien de dos grupos entre los judíos. LOS “HEBREOS” eran los que todavía CONSERVABAN TODAS LAS COSTUMBRES Y EL IDIOMA de sus antepasados, mientras que LOS “GRIEGOS” eran los que se mostraban más abiertos hacia las INFLUENCIAS DEL HELENISMO. Como resultado de este conflicto, los doce convocaron a una asamblea que eligió a siete personas “para servir a las mesas”. Los siete eran representantes del grupo de los “griegos” —todos ellos tenían nombres griegos— y que el propósito de su elección era entonces darle cierta representación a ese grupo. Desde muy temprano por lo menos algunos de los siete se dedicaron también a la predicación y a la tarea misionera.

LA VIDA RELIGIOSA 





Los primeros cristianos no creían pertenecer a una nueva religión. Ellos habían sido judíos toda su vida, y continuaban siéndolo. Esto es cierto, no sólo de Pedro y los doce, sino también de los siete, y hasta del mismo Pablo. Su fe no consistía en una negación del judaísmo, sino que consistía más bien en la convicción de que la edad mesiánica, tan esperada por el pueblo hebreo, había llegado. Según Pablo lo expresa a los judíos en Roma hacia el final de su carrera, “por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena” (Hechos 28:20). Es decir, que la razón por la que Pablo y los demás cristianos son perseguidos no es porque se opongan al judaísmo, sino porque creen y predican que en Jesús se han cumplido las promesas hechas a Israel. Los cristianos de la iglesia de Jerusalén seguían guardando el sábado y asistiendo al culto del Templo. Pero además, porque el primer día de la semana era el día de la resurrección del Señor, se reunían en ese día para “partir el pan”’, en 20







conmemoración de esa resurrección. Aquellos primeros servicios de comunión no se centraban sobre la pasión del Señor, sino sobre su resurrección y sobre el hecho de que con ella se había abierto una nueva edad. Fue sólo mucho más tarde —siglos más tarde, según veremos— que el culto comenzó a centrar su atención sobre la crucifixión más bien que sobre la resurrección. En aquella primitiva iglesia el partimiento del pan se celebraba “con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2:46). Era costumbre entre los judíos más devotos ayunar dos días a la semana, y los primeros cristianos seguían la misma costumbre, aunque muy temprano comenzaron a observar dos días distintos. Mientras los judíos ayunaban los lunes y jueves, los cristianos ayunaban los miércoles y viernes, probablemente en memoria de la traición de Judas y la crucifixión de Jesús. Además de los doce, sin embargo, JACOBO EL HERMANO DEL SEÑOR TAMBIÉN GOZABA DE GRAN AUTORIDAD. Aunque Jacobo no era uno de los doce, Jesús se le había manifestado poco después de la resurrección (1 Corintios 15:7), y Jacobo se había unido al número de los discípulos, donde pronto gozó de gran prestigio y autoridad.

EL OCASO DE LA IGLESIA JUDÍA 

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1.5

Pronto, sin embargo, arreció la persecución contra todos los cristianos en Jerusalén. El emperador Calígula le había dado el título de rey a Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande. Según Hechos 12:1–3, Herodes hizo matar a Jacobo, hermano de Juan —quien no ha de confundirse con Jacobo el hermano de Jesús— y al ver que esto agradó a sus súbditos hizo encarcelar también a Pedro, quien escapó milagrosamente. En el año 62 Jacobo, el jefe de la iglesia, fue muerto por iniciativa del sumo sacerdote, y aun contra la oposición de algunos fariseos. Ante tales circunstancias, los jefes de la iglesia de Jerusalén decidieron trasladarse a Pela, una ciudad mayormente gentil al otro lado del Jordán. Frente al nacionalismo que florecía en Palestina, los romanos sospechaban de cualquier judío que pretendiera ser descendiente de David. Por tanto, este movimiento judío, que seguía a un hombre condenado como malhechor, y dirigido por gentes del linaje de David, tenía que parecer sospechoso ante los ojos de los romanos. Poco tiempo después alguien acusó a Simeón como descendiente de David y como cristiano, y este nuevo dirigente de la iglesia judía sufrió el martirio.

LA HISTORIA DEL MOVIMIENTO PENTECOSTAL DENTRO DE LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO 1.5.1 LA IGLESIA PENETECOSTAL DEL SIGLO I



La Iglesia de Cristo comenzó su historia como un movimiento mundial el día de pentecostés, a fines de la primavera del año 30 d. C. Cincuenta días después de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo y diez días después de la ascensión. 21



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Según Jess Lyman el efecto de este hecho fue triple: (1) Iluminó sus mentes (2) Les dio un nuevo concepto del reino de Dios, que no era un imperio político, sino un reino espiritual, donde el Señor ascendido, aunque invisible, gobernaba activamente a todos los que le aceptaron por la fe. (3) Les dio poder al impartir a cada miembro un fervor de espíritu y un poder de expresión, de modo que su testimonio era convincente para quienes lo escuchaban. Desde el día que se derramó el Espíritu Santo, el natalicio de la iglesia cristiana, a la confraternidad de los primeros años se le ha llamado “la iglesia pentecostal” Al principio los miembros de esta iglesia eran judíos. En la lectura de los primeros seis capítulos del libro de los hechos se nota que el líder de la iglesia era Pedro. Podríamos suponer que Pedro era el único predicador. Sin embargo, una lectura cuidadosa de la historia muestra que todos los apóstoles y la iglesia testificaban del evangelio. Cuando el Espíritu Santo descendió sobre los ciento veinte, todos se convirtieron en predicadores. En general, esta iglesia “pentecostal” no tenía faltas. Era poderosa en fe y testimonio. En la persecución que empezó con la muerte de Esteban, la iglesia en Jerusalén se esparció por todas partes. Algunos escaparon a Damasco, otros a Antioquía. En esta ciudad se desarrolló una iglesia donde judíos y gentiles adoraban juntos disfrutando los mismos privilegios. Bajo la dirección del Espíritu Santo, dos de sus líderes más prominentes, Bernabé y Saulo, salieron en una misión evangelizadora a otras tierras. La historia de los siguientes capítulos después del trece, informan solo la obre del Apóstol Pablo. Sin embargo hubieron otros misioneros, porque poco después del final de esta época, se menciona iglesia en lugares donde Pablo no visitó. (ver cuadro con los apóstoles y los lugares de predicación)

1.5.2 ESQUEMA DEL TRANSFONDO HISTÓRICO DEL MOVIMIENTO

PENTECOSTAL EN RELACIÓN A LA HISTORIA CRISTIANA Siglo I – XXI (ver cuadro en anexo 1) Iglesia apostólica Siglo I

Movimiento Montanista Siglo II-IV Época oscurantista de la edad media – Iglesia Católica – romana Movimiento Valdense

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Siglo XII-XIV Iglesia Católico – romana Reforma protestante Siglo XVI Iglesia de los reformadores radicales: Anabautistas Iglesia de los reformadores moderados: Luterana, calvinista (Presbiteriana), Anglicana (Episcopal) Movimientos Místicos y Pietistas Siglo XVII-XVIII Iglesia de los Cuáqueros, congregacionales Iglesia de los moravos

Movimiento Wesleyano Siglo XVIII Iglesias: Bautista, Moravos, Menonitas, Cuáqueros, congregacional, Metodistas Iglesia Episcopal, Luterana Presbiteriana Movimiento de Santidad Siglo XIX Iglesia de Santidad: De Dios, Del Nazareno, de los peregrinos. Corrientes teológicas fundamentalistas Corrientes teológicas liberales Movimiento Pentecostal Siglo XX Iglesias pentecostales de la Fe Apostólica, De Dios en Cristo Asociación Texas-Arkansa Asociación Palabra y Testimonio

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Concilio General de Las Asambleas de Dios 1914-1916 Iglesias pentecostales independientes Las Asambleas de Dios en otros países Las Asambleas de Dios del Perú Inicios 1919

Las Asambleas de Dios del Perú Organización 1939 Denominaciones no pentecostales: Alianza Cristiana y Misonera Igl. Metodista del Perú, Igl. Luterana, Igl. Presbiteriana, Igl. Evangélica del Perú Iglesias carismáticas Década del 50 Iglesias pentecostales: Iglesia Evangélica Pentecostal del Perú, Iglesia de Dios del Perú, Igl. Pentecostal Misionera, Igl. Pentecostal de Jesucristo, Igl. Pentecostales Independientes Denominaciones no pentecostales Iglesias Neopentecostales Década del 80 Surgen muchas iglesias independientes Pentecostales Auge de Iglesias no pentecostales Estancamiento de algunas Iglesias históricas Movimiento apostólico Redes apostólicas (Gobiernos gerárquicos)

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1.6

LA PENTECOSTALIDAD, LOS AVIVAMIENTOS CRISTIANOS Y LOS MOVIMIENTOS DE RENOVACIÓN ESPIRITUAL 1.6.1 MOVIMIENTO MONTANISTA

A fines del siglo II la historia registra la aparición del Movimiento Montanista que tuvo repercusiones al siglo III y IV. En este movimiento se empezó a notar dos aspectos que caracterizarán a todos los avivamientos cristianos especialmente al Pentecostalismo; la protesta contra el formalismo de la iglesia, y el retorno al fervor espiritual de los cristianos del primer siglo. Respecto a este movimiento Samuel Vila escribió lo siguiente: “Es evidente que no faltaron en el seno del movimiento Montanista exageraciones y exaltamientos lamentables. Lo mismo ha sucedido en movimientos similares ocurridos en siglos posteriores dentro de las comunidades evangélicas, y muchos creen que el Montanismo tiene un gran parecido con el pentecostalismo moderno. Pero no podemos ignorar el hecho de que había en el Montanismo un impulso de retorno al fervor espiritual de los tiempos apostólicos”. FUENTES HISTÓRICAS 



Para reconstruir la historia del movimiento montanista recurriremos a la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea. Eusebio reconoció haber dependido de cuatro fuentes para elaborar su historia; Apolinario de Hierápolis, el historiador Miltiades, Apolonio, y Serapión, obispo de la Iglesia en Antioquía en esa época. Por lo menos una de las fuentes que Eusebio consultó, Apolinario de Hierápolis, no fue escrita hasta unos cuarenta años después de los hechos y refleja francamente los prejuicios acumulados durante muchos años de lucha entre el movimiento montanista y las autoridades eclesiásticas establecidas. Por otra parte, Tertuliano, quien participó en el movimiento durante los últimos trece años de su vida, nos provee, en sus escritos de la época montanista, con testimonios que nos ayudan a comprender la orientación general y ciertos elementos concretos de la historia del movimiento.

UNA DESCRIPCIÓN DEL MOVIMIENTO  En medio de las repetidas olas de persecución, que sufrió la Iglesia en Asia a fines del siglo I y en la primera mitad del siglo II, surgió en la provincia de Frigia un nuevo movimiento profético. Los nombres de varias personas aparecen asociados con el incipiente movimiento: Montano, Alcibíades, Teodoto y, más tarde, Priscila y Maximila.  La característica que más destacaba al movimiento era su convicción de ser una «nueva profecía»; una nueva expresión carismática en que el espíritu de la profecía volvía a florecer en la Iglesia cristiana, en contraste con las estructuras institucionales de la autoridad eclesiástica. (Eusebio de Cesarea: Historia eclesiástica, V, 3).

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Los cristianos en las aldeas rurales de Frigia, situadas a unos veinticuatro kilómetros de Filadelfia en Asia Menor, procedían de un trasfondo pagano, de origen humilde, y muchos de ellos eran esclavos. Vivían bajo condiciones precarias y difíciles, y a ello se sumó la persecución, primero de parte de las autoridades imperiales, y luego, a manos de la iglesia mayoritaria. Entre ellos surgió una tendencia a interpretar estas condiciones como señales del inminente desenlace final de la historia, llevándoles a enfatizar los aspectos escatológicos, incluso apocalípticos, de la tradición cristiana. La Iglesia en el imperio empezó a tomar nota del movimiento alrededor del año 172. Su situación fue discutida en Roma cuando Ireneo, obispo de la iglesia en Lyon, intercedió en favor del movimiento ante las autoridades eclesiásticas.

LA PERSECUCIÓN Y EL MARTIRIO 











Los sufrimientos y las severas persecuciones, que padecieron las comunidades cristianas en Frigia y Asia Menor, determinaron, en gran parte, sus actitudes hacia la sociedad secular y, también, hacia la iglesia mayoritaria. Los cristianos en Asia Menor sufrieron cuatro persecuciones principales en el curso del siglo II: bajo Trajano en el año 112, bajo Antonino Pío en el año 155, y bajo Marco Aurelio en los años 165 y 185. En contraste, la Iglesia en Siria sufrió poco, con la excepción de una breve persecución oficial en 112, cuando Ignacio de Antioquía fue llevado a Roma y padeció el martirio. En el norte del África la persecución se dio después del año 180. Generalmente se ha pensado que el movimiento montanista surgió en el contexto de la primera de estas persecuciones, alrededor del año 156. Bajo la misma persecución, Policarpo, el obispo de la iglesia cercana en Esmirna, había sufrido el martirio. No sólo fueron perseguidos por las autoridades imperiales. Sus vecinos paganos los delataban como criminales comunes y reclamaban su muerte en los procesos judiciales. El Martirio de Policarpo, un documento cristiano posterior que recuerda el evento, nos ofrece un ejemplo de esto. «El procónsul … dio orden a su heraldo que diera por tres veces este pregón: «¡Policarpo ha confesado que es cristiano!» Apenas dicho esto por el heraldo, toda la turba de gentiles, y con ellos los judíos que habitaban en Esmirna, con rabia incontenible y a grandes gritos, se pusieron a vociferar: «Ese es el maestro de Asia, el padre de los cristianos, el destructor de nuestros dioses, el que ha inducido a muchos a no sacrificarles ni adorarlos». … Entonces dieron voces todos en gritar unánimemente que Policarpo fuera quemado vivo.» (Martirio de San Policarpo, XII). Tertuliano, quien fue atraído al movimiento alrededor del año 207, unos trece años antes de su muerte, refleja en algunos de sus escritos tardíos esta actitud heroica de parte de los montanistas hacia el sufrimiento y el martirio. «Así, Juan nos enseña que hemos de poner nuestra vida por los hermanos, … más aun entonces por el Señor. … ¿Qué aprueba él más que ese consejo del Espíritu? Pues, efectivamente, incita a casi todos a entregarse para el martirio, y no huir de

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él. Si te exponen a la infamia pública, será para tu bien. Pues el que no queda expuesto a la infamia humana, lo será delante del Señor. … No busquéis morir en cama, … ni a causa de fiebres, sino a morir la muerte del mártir, para que sea glorificado el que ha muerto por vosotros.» (Tertuliano: De la fuga bajo persecución, 9). Perseguidos por las autoridades imperiales, los cristianos en Frigia tendían a oponerse al poder civil. Por su parte, los obispos de las iglesias en el imperio tendían a aliarse, o por lo menos a hacer la paz, con la sociedad secular a fin de mantener la protección de sus feligreses y el desarrollo de las comunidades cristianas. Más tarde Tertuliano, ante la disyuntiva de hacer una elección entre los obispos de la Iglesia y los montanistas, optó por los últimos, convencido de que entre ellos se encontraba el espíritu y la vida cristiana verdaderos. Los escritos posteriores de Tertuliano reflejan marcadamente este conflicto entre la Iglesia cristiana y el poder civil de su época. En la medida en que Tertuliano puede ser considerado como un intérprete fiel del movimiento montanista, nos sirve de ejemplo en su oposición, en el nombre de Cristo, a toda contemporización con los reclamos absolutistas del poder civil. Sus escritos fueron dirigidos contra la ideología del imperio romano, pero también contra la de los obispos que estaban dispuestos a hacer ciertas concesiones en su trato con Roma. A comienzos del siglo III, hubo una severa persecución bajo el emperador Séptimo Severo. En todas las regiones del imperio el montanismo se destacó como el partido de los mártires.

CRISIS DE AUTORIDAD ESPIRITUAL 





Es evidente que el movimiento montanista surgió en medio de un renovado énfasis sobre el papel del Espíritu en la Iglesia. Este movimiento, que intentaba restaurar el carácter fundamentalmente carismático de la autoridad en la Iglesia, surgió como reacción frente a una creciente institucionalización de la autoridad eclesiástica. Durante su período formativo, la autoridad en la Iglesia cristiana se expresaba en formas notablemente carismáticas. (1) El profetismo ocupaba un lugar prominente en la Iglesia primitiva. (2) Las comunidades paulinas, cuya vida interior se halla reflejada en textos como 1 Corintios 12-14, Romanos 12, y Efesios 4, manifestaban esta orientación. (3) La Didaché, escrita alrededor del año 100, refleja una situación semejante. Había que otorgar libertad a los profetas para participar en las reuniones de la comunidad. (4) Además, una serie de criterios adicionales para discernir entre los profetas auténticos y los falsos, que encontramos en la Didaché, 11-13, indican que el profetismo carismático y el apostolado itinerante seguían siendo realidades importantes en la vida de la Iglesia. Justino Mártir, quien escribió en Roma alrededor del año 150, también destacó el lugar fundamental que el profetismo seguía ocupando en la Iglesia de su tiempo.

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En su debate con los judíos de la época, Justino insistía en que la presencia de la profecía carismática entre las comunidades cristianas y su desaparición entre los judíos era una clara indicación de la forma en que la comunidad mesiánica había reemplazado al judaísmo en los designios salvíficos de Dios. «y así entre nosotros pueden verse hombres y mujeres que poseen carismas del Espíritu de Dios.» «Porque entre nosotros se dan hasta el presente carismas proféticos; de donde vosotros mismos debéis entender que los que antaño existían en vuestro pueblo, han pasado a nosotros. Mas a la manera que entre los santos profetas que hubo entre vosotros se mezclaron también falsos profetas, también ahora hay entre nosotros muchos falsos profetas, también ahora hay entre nosotros muchos falsos maestros. Mas ya nuestro Señor nos advirtió de antemano que nos precaviéramos de ellos.» (Diálogo con Trifón, 88, 1; 82, 1). 





A través de un lento proceso que duró varios siglos, LA AUTORIDAD ESPIRITUAL EN LA IGLESIA CRISTIANA LLEGÓ A INSTITUCIONALIZARSE, tomando la forma del canon, del credo y del episcopado monárquico. En su lucha contra la heterodoxia, y especialmente contra las ideas de Marción en Roma, la Iglesia llegó a formar un canon de sus escrituras, una lista oficial de los escritos de reconocida autoridad espiritual en la Iglesia. Este proceso fue gradual en la Iglesia esparcida por el imperio, duró varios siglos y desembocó finalmente en la formalización de una lista de los testimonios acreditados por la Iglesia, frente a otros escritos que podían presentarse. El así llamado CREDO DE LOS APÓSTOLES empezó probablemente como una especie de confesión de fe para los catecúmenos que se bautizaban en la Iglesia en Roma. Más tarde, también sirvió para identificar claramente a los que estaban en comunión con el obispo de Roma, en contraste con otros que se consideraban herejes. Hacia el año 150 el Credo de los apóstoles al parecer estaba cumpliendo esta función. Desde comienzos del siglo II la presencia del obispo se consideraba como una garantía de la unidad de la Iglesia. Ignacio de Antioquía, quien escribió alrededor del año 112, nos ofrece uno de los primeros testimonios sobre este proceso. «Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre. … Que nadie, sin contar con el obispo, haga nada de cuanto atañe a la Iglesia. Sólo aquella Eucaristía que se celebre por el obispo o por quien de él tenga autorización ha de tenerse por válida. Dondequiera apareciere el obispo, allí esté la muchedumbre, al modo que dondequiera estuviere Jesucristo, allí está la Iglesia universal. Sin contar con el obispo, no es lícito ni bautizar ni celebrar la Eucaristía; sino, más bien, aquello que él aprobare, eso es también lo agradable a Dios, a fin de que cuanto hiciereis sea seguro y válido.» (Ignacio de Antioquía: Carta a los esmirniotas, VIII, 1-2).

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Mientras Ignacio proponía al OBISPO como signo de autoridad en una CONGREGACIÓN LOCAL, esta visión del obispado monárquico fue ampliada hasta aplicarse al obispo de las congregaciones cristianas situadas en las ciudades principales del imperio, tales como Roma, Alejandría, Antioquía, etc., en sus relaciones con otras congregaciones. Así que, la ORTODOXIA DE LAS PERSONAS LLEGÓ A DETERMINARSE CON BASE EN SU RELACIÓN CON EL PENSAMIENTO DE ESTOS OBISPOS. Finalmente, en el imperio, el obispo de Roma llegó a ser reconocido como el primus inter pares, institucionalizándose con ello la autoridad episcopal. En el curso de su historia, entre los siglos segundo y tercero, LA IGLESIA, PARA CONVALIDAR SU EXISTENCIA, miraba en forma creciente no al futuro, iluminado por la parusía inminente de su Señor, ni al presente, iluminado por los dones carismáticos del Espíritu Santo, sino al pasado, iluminado por la composición del canon apostólico, la formulación del credo apostólico, y el establecimiento del episcopado apostólico. Éstas llegaron a ser las normas para medir la ortodoxia. Y la ortopraxis servía cada vez menos para la identidad eclesial. LA PROTESTA MONTANISTA SE DIRIGIÓ FUNDAMENTALMENTE CONTRA LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA. Abogaba por comunidades cristianas, edificadas mediante una amplia gama de ministerios carismáticos, que podían seguir escuchando la voz viva del Espíritu, con los testimonios apostólicos escritos en sus manos, y esperando siempre una nueva luz para su edificación. En el caso del movimiento montanista, el Espíritu no les reveló nuevos dogmas. Aun los enemigos del movimiento tuvieron que admitir su ortodoxia doctrinal. En lugar de girar en torno a obispos o cuestiones teológicas, el concepto de sucesión apostólica, que caracterizaba a este movimiento radical, implicaba una preocupación por una sucesión de la praxis apostólica. De allí surgió su insistencia en una ética mucho más rigurosa que la que se daba en la iglesia mayoritaria.

UNA ÉTICA CRISTIANA RIGUROSA 



Frente a una tendencia creciente en la Iglesia a rebajar el nivel de disciplina, que había caracterizado a las comunidades cristianas desde el principio, el movimiento montanista llamó a los cristianos a un compromiso ético renovado. Una de las diferencias más evidentes entre los cristianos y sus vecinos paganos tenía que ver con sus prácticas sexuales. En una sociedad libertina, entregada de manera desenfrenada a la promiscuidad sexual, los cristianos se distinguían notablemente. MATRIMONIO MONÓGAMO: Los montanistas iban aún más lejos. Comenzaron imponiendo una serie de restricciones al matrimonio. Limitaban a sus miembros a un solo matrimonio. Las segundas nupcias después de la muerte de uno de los miembros de la pareja eran vistas como una bigamia sucesiva, tan reprobable como un concubinato inmoral.

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CONCEPTO DE VIRGINIDAD: La virginidad se glorificaba como un ideal para los cristianos. Y la abstinencia sexual se consideraba superior a las relaciones sexuales, aun dentro del matrimonio. TERTULIANO, en su tratado Exhortación a la castidad, también ENSALZÓ LA VIRGINIDAD Y LA CONTINENCIA SEXUAL. Y para ese fin citó a Priscila, la profetisa montanista. «La santa profetisa Priscila declara asimismo que todo santo ministro sabrá cómo administrar las cosas santas. Porque —dice ella— la continencia produce la armonía del alma y los puros ven visiones, e inclinándose profundamente, oyen voces que les dicen claramente palabras de salvación y secretas.» AYUNO: Los montanistas tomaron más en serio otras disciplinas espirituales, tales como el ayuno. En sus esfuerzos por autodisciplinarse, ellos ayunaban varios días cada semana, incluso períodos más o menos extensos durante el año. VIDA DE SANTIDAD: La disciplina congregacional también era practicada con mayor rigor entre los montanistas. Desde su perspectiva, la santidad de la Iglesia, se hallaba más en la vida concreta de sus miembros, que en su vocación institucional. MINISTERIO DE MUJERES: También era notable la actitud montanista hacia las mujeres, que constituían una parte tan esencial de las comunidades cristianas. La comunidad neotestamentaria, siguiendo el ejemplo de Jesús, había reconocido los ministerios que las mujeres ejercían en su interior. Y ahora, en este movimiento de renovación carismática, florecen de nuevo estos ministerios ejercidos por mujeres. Seguramente, para estas mujeres rurales, acostumbradas al servilismo a que eran sometidas por las estructuras sociales tradicionales, y que las duras labores agrícolas sólo servirían para hacer más agudo, esto representaba una gran liberación. En la tradición bíblica los hombres y las mujeres participaban en igualdad de condiciones como vehículos del Espíritu. Ahora, en un nuevo florecer del Espíritu, los ministerios carismáticos se compartían una vez más en la Iglesia. Mientras tanto, la iglesia mayoritaria se mostró muy poco interesada en el papel de la mujer en la Iglesia. Poco a poco prevalecieron las fuerzas eclesiásticas de ley y orden, y se establecieron como predominantes las estructuras de la jerarquía (término que literalmente significa las autoridades del templo). Antes de morir, alrededor del año 179, Maximila se quejaba de ser «perseguida como lobo en medio del rebaño. No soy lobo. Soy palabra, espíritu y poder».

VISIÓN ESCATOLÓGICA 

LA ESPERANZA MILENIAL: A mediados del siglo II, para las comunidades atribuladas y perseguidas de Frigia y Asia Menor, la esperanza de un reino milenial restaurado era muy atractiva. Para Eusebio, el historiador de la Iglesia, el reino había llegado ya en la nueva era «dorada» constantiniana, y no le interesaba otro. Pero los pueblos atribulados suelen vivir y sobrevivir en la seguridad de una esperanza. Así había sido con las comunidades cristianas de Asia Menor (situadas precisamente en la misma área geográfica en que surgió el movimiento montanista), que recibieron la carta profética de Juan, el Apocalipsis,

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hacia finales del siglo I. Y así también era ahora, unos cincuenta años después, entre las congregaciones de la misma región. Los montanistas vivieron un CRISTIANISMO POPULAR EXTREMADAMENTE RIGUROSO con un gran entusiasmo apocalíptico. Reconocieron en la ciudad de Roma, al igual que en la estructura imperial entera, el reino de las tinieblas en lucha mortal contra el reino de la luz, exactamente como los cristianos que leyeron primeramente el Apocalipsis de Juan. MONTANO, AL IGUAL QUE JUAN, el profeta apocalíptico, llamaba a la Iglesia al arrepentimiento ante la inminente llegada del reino de Dios. Se trataba de una renovación de la esperanza escatológica, al igual que de la autoridad carismática y de una seriedad ética. Eusebio tildaba de herético al movimiento por su milenarismo, esta visión estaba bastante extendida en la Iglesia primitiva. En su Diálogo con Trifón, escrito en Roma alrededor del año 150, Justino Mártir confiesa su esperanza de «que ha de reconstruirse la ciudad de Jerusalén y … que allí ha de reunirse … el pueblo (cristiano) y alegrarse con Cristo, con los patriarcas y profetas y los santos. … Yo y otros muchos sentimos de esta manera, de suerte que sabemos absolutamente que así ha de suceder; pero también te he indicado que hay muchos cristianos … que no admiten estas ideas. … Yo, por mi parte, y … otros cristianos de recto sentir en todo, no sólo admitimos la futura resurrección de la carne, sino también mil años en Jerusalén, reconstruida, hermoseada y dilatada como lo prometen Ezequiel, Isaías y otros profetas ». (Diálogo con Trifón, 80). Los temas juaninos que reaparecen en el montanismo son realmente notables. (1) Se ha sugerido que el movimiento montanista es una repetición ampliada de la visión juanina. (2) Los montanistas tomaron su término para el Espíritu, Paracleto, de Juan. (3) Los temas de la escatología y del milenarismo, del martirio, del conflicto entre Roma y Jerusalén, son temas de Apocalipsis. (4) La exaltación de la virginidad. (5) En el montanismo, al igual que en el libro de Apocalipsis, notamos una marcada antipatía cristiana hacia todo el sistema opresivo que Roma representaba.

IMPORTANCIA DEL MOVIMIENTO MONATANISTA 





El movimiento montanista tuvo sus simpatizantes en todo el imperio, en el occidente al igual que en el oriente. Ireneo, el obispo de la Iglesia en Lyon en el sur de Francia, le escribió al obispo de Roma rogándole que «no apagara al Espíritu» por medio de acciones severas iniciadas para su represión. Tertuliano, que se encontraba entre los obispos y la iglesia de los montanistas, optó por estos, convencido de que ellos representaban la Iglesia verdadera. Él insistía en que el Paracleto vino a la Iglesia para establecer una nueva calidad de vida, más bien que una nueva doctrina. Él mismo llamaba a los montanistas «hombres del Espíritu». Rechazados por la iglesia mayoritaria, los montanistas se organizaron en iglesias. En lugar de incluir el título de «obispo» entre sus ministerios, reconocieron a patriarcas y a compañeros (koinonos) del Señor. Este último título informal de honor era utilizado entre

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los cristianos en Asia Menor, especialmente para confesores y mártires, tales como Policarpo, entre otros. En las ciudades del imperio la iglesia mayoritaria se impuso gradualmente. Sin embargo, algunos vestigios del movimiento montanista perduraron hasta el siglo V, especialmente en las áreas rurales. No obstante, aunque el movimiento montanista finalmente desapareció. Posteriormente surgieron otros movimientos, una y otra vez, con el mismo espíritu de renovación y con agendas reformistas similares: el novacianismo, el monasticismo, el donatismo, los valdenses, los anabaptistas y muchos más.

1.6.2 MOVIMIENTO VALDENSE

SU ORÍGEN 











Durante la Edad Media, y especialmente en los siglos XII y XIII, hallamos un importante movimiento evangélico que se extiende por Francia, Italia, España y otros países de Europa. Lo componían numerosas comunidades de cristianos que, separándose de la iglesia papal, se esforzaban por restaurar el cristianismo puramente evangélico, y luchaban heroicamente por la fe que fue dada una vez a los santos. Eran generalmente CONOCIDOS BAJO LA DENOMINACIÓN DE VALDENSES Y ALBIGENSES, y a éstos hay que saber distinguir de las sectas que profesaban las doctrinas de los maniqueos, y que por lo tanto no pueden ser clasificadas entre los elementos que representaban el simple y primitivo cristianismo. Lo confunden como sectas. Muchos historiadores, de quienes tendríamos motivos de esperar mayor exactitud, no han sabido hacer diferencia entre sectas y sectas, y hacen aparecer a los valdenses y albigenses profesando creencias que nunca profesaron. EL ORIGEN DE ESTE MOVIMIENTO está bastante envuelto en el misterio que rodea a todos los problemas históricos de aquella época. No ha faltado quien ha creído que los valdenses remontaban a los tiempos apostólicos, pero esta teoría es hoy desechada por falta de documentos en qué apoyarla. Se ha preguntado dónde nació el movimiento, y quién fue el origi-nador del mismo. Los estudios serios que han ocupado la actividad indagadora de buenos escritores llevan a la conclusión de que el movimiento no tuvo origen en un solo país ni es fruto de los trabajos de un solo hombre. Así como la Reforma, en el siglo xvi, se levantó simultáneamente en Francia, Alemania, Suiza, entre otros; y tuvo por instrumentos a Farel, Lutero, Zwinglio, y otros, obrando independientemente unos de otros, bajo el impulso del mismo deseo de Reforma. EL MOVIMIENTO VALDENSE NACIÓ SIMULTÁNEAMENTE EN VARIOS PAÍSES, bajo la acción de diferentes hombres. Entre éstos figuran principalmente Pedro de Bruys, en Tolosa, en el año 1109; Enrique de Quny, en Mans, en el año 1116; Amoldo de Brescia, en Italia, en el año 1135; y Pedro Valdo, en Lyon, en el año 1173.

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En espíritu, el movimiento era el mismo en todas partes, y cuando sus adherentes, huyendo de la persecución, llegaban a otro país, encontraban hermanos que los recibían con los brazos abiertos. EL NOMBRE DE VALDENSE APARECE POR PRIMERA VEZ —sostiene el historiador valdense Gay— en el año 1180, en el informe sobre una discusión que tuvo lugar en Narbona, escrito por Bernardo de Fontcaud, titulado Contra Vallenses et Árlanos. La forma primitiva de este nombre, "vallenses", excluye la idea de que pueda derivar de Pedro Valdo, y hace más bien suponer que su inventor lo haya hecho derivar de Vallis, nombre latino de Lavaur, fortaleza de los evangélicos en aquel tiempo, de donde habían venido a Narbona, los que tomaron parte en la discusión. Gay, sin embargo, se inclina a creer que si el nombre vállense, se convirtió en valúense, fue debido no sólo a la evolución fonética, sino como un homenaje a Pedro Valdo, el personaje más importante de la comunidad.

VIDA Y TRABAJO DE LOS HOMBRES MÁS SOBRESALIENTES DEL INMENSO MOVIMIENTO. PEDRO DE BEUYS





A fines del siglo XI y a principios del XII, aparece este intrépido y vehemente misionero, que dirigía a los que se unían bajo el estandarte del evangelio para protestar y luchar contra los errores del papismo. Era cura en una pequeña parroquia de los Alpes, y de ahí se dirigió a otras parroquias, aldeas y ciudades predicando en forma tal, que llenaba de asombro a todos los que le oían. (1) Rechazaba la autoridad de la iglesia y de los padres, no reconociendo como obligatorias más doctrinas y costumbres que las que podían demostrarse con la Biblia. (2) Se oponía con energía al bautismo de los párvulos, sosteniendo que no era bautismo lo que se recibía antes de tener la fe personal qué sólo puede darle significación, y por consiguiente aquellas personas que se unían al movimiento que representaba, eran bautizadas sin tener en cuenta si habían recibido el bautismo en la niñez. (3) Dice Neander: "Los seguidores de Pedro de Bruys, rehusaban ser llamados anabaptistas, un nombre que les era dado por la razón mencionada: porque el único bautismo, decían, que podían mirar como verdadero, era un bautismo unido al conocimiento y a la fe." (4) Atacaba la misa y la transustanciación, sosteniendo que el sacrificio de Cristo no puede repetirse, y que esta doctrina tiene por objeto mantener el predominio sacerdotal sobre el pueblo. "No creáis —decía— a esos falsos guías, obispos y sacerdotes; porque os engañan, como en otras cosas también, en el servicio del altar, cuando falsamente pretenden que hacen el cuerpo de Cristo y lo presentan a vosotros para la salvación de vuestras almas."

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(5) Luchaba contra toda forma de idolatría, y mayormente contra la adoración

de la cruz, a la que llamaba leño maldito instrumento del suplicio del Hijo de Dios, que se debe destruir en todas partes donde uno lo vea. En su oposición a esta forma exterior de manifestar los sentimientos religiosos, los petrobrusianos llegaban a extremos que en nada favorecían la buena causa que defendían. Los que veían el desprecio que hacían de la cruz, no siempre tenían preparación suficiente para comprender que aquel acto no implicaba el rechazo de la obra redentora del Calvario. Un viernes santo juntaron todas las cruces que pudieron hallar, y las quemaron delante de una multitud. Con seguridad que esta protesta contra la superstición de que era objeto la cruz, no pudo ser entendida por los que presenciaron el acto, y sus autores habrán sido tenidos por sacrílegos detestables. (6) Pedía la demolición de todos los edificios dedicados al culto público. Conviene recordar que los templos levantados por el romanismo en esta época de grosera superstición, eran tenidos no como simples edificios construidos para la comodidad de congregarse, sino como santuarios, a los que se acudía en busca de gracias que se suponía no podían hallarse en otra parte. (7) Pedro de Bruys enseñaba que las bendiciones divinas no están ligadas a un determinado lugar de cultos, que la oración sincera es tan eficaz en un taller o en un mercado como en un templo, y que es tan agradable a Dios si sube desde un altar como de un pesebre. Al atacar la magnificencia de los templos atacaba también la pompa de las ceremonias, el canto en lengua desconocida y la música teatral. (8) Enseñaba que la Iglesia debe componerse de personas regeneradas que puedan vivir de acuerdo con la profesión de fe que hacen. No reconocía como iglesias a esas agrupaciones de personas que llevan el nombre de Cristo pero que no conocen la eficacia de una vida pura y santa. (9) Nadie debe pretender ser miembro de una iglesia a menos de ser un verdadero creyente que vive piadosamente y testifica con su conducta en favor del poder regenerador del evangelio. (10) Por no encontrarlo en el Nuevo Testamento, combatía el culto a los muertos, lo mismo que las oraciones, ayunos y ofrendas por los mismos, sosteniendo que "todo depende de la conducta del hombre durante su vida; esto es lo que decide sobre su destino futuro. Nada que se haga por él después de su muerte puede serle de beneficio." (11) Las doctrinas de Pedro de Bruys, a la base de las cuales estaba el evangelio y el rechazo de toda tradición humana, han sido resumidos en estos cinco puntos: 1) El bautismo administrado solamente a los adultos creyentes. Bautizaba a

los católicos cuando se convertían. 2) Acerca de la eucaristía negaba absolutamente que el sacerdote o

cualquier otra persona pudiese cambiar la hostia en cuerpo de Cristo. 3) Los sufragios, oraciones, limosnas, etc., por los muertos, los rechazaba como de ningún valor.

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4) Era contrario a la construcción de templos, diciendo que la Iglesia se

componía de "piedras vivas", es decir de fieles que procuran hacer la voluntad de Dios. 5) La cruz, instrumento de tortura, en la que Cristo murió, no debe ser adorada, ni venerada, sino detestada, rota y quemada. SU MUERTE Durante veinte años, este infatigable soldado de la verdad, no cesó de predicar viajando por todas partes de la Francia Meridional. Un día llegó a San Giles, cerca de Nimes, asiento de un rico convento de frailes. Sin temor a las consecuencias se puso a reunir cruces y con ellas levantó una hoguera. La multitud enfurecida se apoderó de él y lo hizo morir, siendo quemado vivo, probablemente en el año 1124. Así terminó gloriosamente su carrera terrenal, este hombre que no supo lo que era temor, y quien en días de espantosas tinieblas y tempestades mantuvo encendido el faro del evangelio para conducir las almas al puerto de segura salvación. ENRIQUE DE CLUNY













Se cree que este apóstol evangélico de la Edad Media era oriundo de Italia, probablemente de los valles del Piamonte. Se le conoce en la historia bajo el nombre de Enrique de Lausana, por haber principiado su obra en esta ciudad de la Suiza, en el año 1116, y también es llamado Enrique de Cluny, porque fue monje de esta ciudad. La vida monacal que abrazó en su juventud no tardó en llenarle de disgusto, al ver el enorme contraste que ofrecía con la actividad apostólica, y no pudiendo conformarse a la inacción corruptora, arrojó de sí su manto de benedictino para consagrarse a la obra misionera, yendo de ciudad en ciudad para sembrar la palabra de la verdad evangélica. Los datos que poseemos acerca de su persona y obra, lo hallamos en los escritos de sus adversarios, de modo que es difícil formarse una idea correcta de su carácter; pero bastan para saber que era uno de aquellos hombres que guiados por la lectura del Nuevo Testamento. Procuraban predicar las doctrinas del cristianismo primitivo, atacando con energía las creencias y ceremonias del papismo. Dice Neander: "Derivó su conocimiento de las verdades de la fe, del Nuevo Testamento más que de los escritos de los padres y teólogos de su tiempo. El ideal de los trabajos apostólicos lo estimulaba, y se esforzaba por imitarlos. Su corazón estaba inflamado de un vivo celo de amor que lo interesaba en las necesidades religiosas del pueblo, que se encontraba completamente descuidado o extraviado por un clero nada digno." Era hombre modestísimo y piadoso, a tal punto que sus mismos enemigos se veían obligados a reconocerlo así, temían más a la influencia de su vida santa que a las doctrinas que predicaba. Durante unos diez años recorrió varias provincias predicando con éxito extraordinario. En todas partes acudían multitudes a escucharle, no sólo por oír su elocuencia ardiente, sino para recibir luz y consuelo espiritual. Predicaba abierta35





















mente contra la depravación del clero y también contra las costumbres licenciosas del pueblo, sin tener en cuenta a ninguna clase de la sociedad. Sus auditorios estaban compuestos de hombres y mujeres de todas las condiciones, y era tal el poder espiritual que acompañaba a sus sermones llamando a la gente al arrepentimiento que en todas partes muchos resolvían dar las espaldas al mundo corrompido para empezar una vida nueva de acuerdo con los sanos preceptos del evangelio. Acompañado de dos predicadores italianos, caminaba descalzo en todas las estaciones del año, llevando un bastón en forma de cruz. Llegó a Mans y consiguió que el obispo Hildetaert le permitiese predicar en los templos. Sus sermones produjeron una impresión profunda. Las multitudes acudían a escucharle. El clero se sintió ofendido ante los dardos que lanzaba Enrique, y el mismo obispo que lo había recibido afablemente se le puso en contra. Empezaron a desacreditarlo ante el pueblo, diciendo que era un lobo vestido de oveja, y que bajo el manto de santidad ocultaba una refinada hipocresía. Pero Enrique les respondía con argumentos más eficaces, apelando siempre a la Palabra de Dios para demostrar la necesidad de reformar las doctrinas y costumbres de los cristianos. Cuando se le prohibió predicar, el pueblo mostró su profundo disgusto, diciendo que nunca habían oído a un predicador que como él pudiese mover los más duros corazones y despertar las conciencias adormecidas. Pero nada pudo hacer cambiar la resolución del obispo, y Enrique tuvo que salir de la ciudad. Aparece entonces en Poitiers, Perigueux, Burdeos y Tolosa. Su separación de Roma era cada vez más pronunciada, y la persecución que se levanta contra su obra y persona le convence de que toda comunión de la luz con las tinieblas es imposible. Expuso sus ideas en un escrito que tuvo una extensa circulación, pero que no ha llegado hasta nosotros. Los que se adherían a él ya no podían quedar confundidos con la multitud inconversa. El bautismo de los nuevos convertidos demuestra que no quedaba ningún vínculo que los uniese al romanismo. La gente los llamaba apostólicos. Sus misioneros salían a recorrer las provincias más lejanas, sin poseer nada, y viviendo de las ofrendas de las personas que simpatizaban con el movimiento. El éxito de Enrique en el sur de Francia, alarmó al alto clero, y lo hicieron encarcelar. Llevado por el arzobispo de Arles al Concilio de Pisa, en el año 1134, fue condenado como hereje, y encerrado en un convento. No se sabe cómo, pero consiguió escaparse. Reaparece en el sur de Francia y se pone de nuevo al frente de la obra, sin amedrentarse de los adversarios. Durante diez años predica y trabaja activamente en Tolosa, Albí y otros pueblos vecinos, donde el favor de algunos pudientes que simpatizaban con la causa le libra de caer en manos de sus enemigos. Alfonso, conde de Tolosa, le miraba como a un santo, y tenía en él mucha confianza, y la relativa libertad de que gozaban las iglesias fundadas por Enrique, hizo que aumentasen considerablemente en número, habiendo entre los convertidos muchos curas y personas de influencia social.

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El papa mandó a Albí un legado para interesar a los príncipes en una campaña inquisitorial contra el movimiento evangélico. Se dice que el pueblo salió a recibirlo con una procesión de asnos. Cuando se supo en Roma la manera cómo el legado había sido recibido, y no pudiendo el papa contar con el apoyo del brazo secular, apeló al gran santo de la época, Bernardo de Claraval. Cuando éste llegó a Albí entró a conferenciar con los principales hombres del movimiento. No tenemos más datos sobre las discusiones que tuvieron lugar, sino los mismos que escribieron los romanistas, pero a pesar de todo, es fácil ver que los argumentos rebuscados de las doctrinas humanas, se despedazaban al chocar con la sólida roca de las doctrinas de la Palabra de Dios. Bernardo no hacía sino lamentar el fracaso de sus inútiles tentativas. "¡Cuánto mal ha hecho —decía— y hace todos los días, a la Iglesia de Dios, como lo hemos sabido y visto nosotros mismos, el hereje Enrique! Los templos están vacíos, el pueblo sin sacerdotes, los sacerdotes sin honra y los cristianos sin Cristo. Las iglesias son reputadas sinagogas; se niega que el santuario de Dios sea santo; los sacramentos no son más tenidos como sagrados, los días de fiesta privados de toda solemnidad; los hombres mueren en sus pecados y las almas son llevadas, una tras otra, ante el tribunal sin estar reconciliadas por medio de la penitencia, ni munidas de la santa comunión. Se niega la vida a los niños al negárseles la gracia del bautismo." Bernardo se dirigió al conde de Tolosa anunciando que se dirigía a sus dominios para atacar a Enrique, a quien lo llenaba de nombres insultantes: "Parto para el país donde este monstruo hace estragos y donde nadie le resiste. Porque aun cuando su impiedad es conocida en la mayor parte de las ciudades del reino, encuentra a vuestro lado un asilo, donde sin temor, y bajo vuestra protección, destruye el rebaño de Cristo". Cuando Bernardo vio que sus argumentos y amenazas no lograban convertir a nadie, procuró ganar algo por medio de la fuerza. Enrique fue arrestado, y en el año 1148 condenado por el Concilio de Reinas a prisión perpetua, porque el arzobispo se negaba a dar su consentimiento para que fuese condenado a muerte. No se sabe cuánto tiempo permaneció encarcelado, pero como no se oye más acerca de él, se cree que terminó sus días, como prisionero de Cristo Jesús, en las tenebrosidades de alguna cárcel subterránea.

PEDRO VALDO



UN JOVEN NEGOCIANTE LLAMADO PEDRO, NATIVO DE UNA LOCALIDAD LLAMADA VALDE, SE ESTABLECIÓ EN LYON, FRANCIA, POR EL AÑO 1152. Entregado por completo a las especulaciones comerciales, vio prosperar sus negocios, a tal punto que al cabo de los años era uno de los grandes ricachos de la comercial ciudad. Era casado, tenía dos hijas, y las atenciones domésticas y comerciales ocupaban todo su tiempo. En el año 1160, un amigo íntimo, con quien estaba conversando, cayó muerto repentinamente, y este incidente produjo en él una impresión tal, que desde aquel momento, dejando a un lado sus febriles ocupaciones comerciales, se puso a pensar seriamente en su salvación. 37



















El conocimiento limitado que tenía de las cosas religiosas no lograba darle aquella paz y seguridad que satisfacen el alma ansiosa. Sus anhelos se hacían cada vez más intensos, y en busca de luz fue a uno de los sacerdotes de la ciudad, preguntándole cuál era el camino seguro para Hegar al cielo. El sacerdote le respondió que había muchos caminos, pero que el más seguro era el de poner en práctica las palabras del Señor al joven rico cuando le dijo: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo". Se cree que el cura le contestó así con algo de ironía, SABIENDO QUE VALDO ERA HOMBRE DE GRAN FORTUNA, pero seguramente no esperaba que esas palabras iban a encontrar tanto eco en el corazón del rico negociante. Valdo creyó oír un mandamiento de Dios dirigido a él personalmente, y resolvió deshacerse de sus bienes terrenales empleándolos para aliviar las necesidades de los pobres. Hizo esto no bajo el impulso de un falso entusiasmo, sino deliberadamente, con calma y con buen acierto, para que el sacrificio que se imponía fuese realmente útil a sus semejantes. Dio a su esposa e hijas lo que necesitaban, y el resto, parte fue distribuyendo entre los más necesitados de la ciudad, y parte DESTINABA A EMPLEAR PERSONAS QUE HICIESEN TRADUCCIONES Y COPIAS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS. Encargó a dos eclesiásticos que vertiesen el Nuevo Testamento del latín a la lengua vulgar. Uno de ellos fue Esteban de Ansa, hombre muy versado en las cuestiones filológicas, y otro Bernardo Ydros, hábil escribiente que trasladaba al pergamino lo que su compañero le dictaba. Valdo se puso a leer con gran interés estos maravillosos escritos que eran agua viva para su alma sedienta, y pan para su corazón hambriento. Esta lectura le confirmaba más y más en la noble resolución que había tomado. Quería imitar a los apóstoles, y vivir no más consagrado a los negocios de esta vida pasajera, sino para ser rico en aquellas riquezas que no se corrompen y que los ladrones no hurtan. No quiso tampoco poner la luz debajo del almud, sino que mandó hacer muchas copias del evangelio para que su lectura fuese causa de bendiciones a otros. El número de personas que tomaban interés en esta lectura era cada vez mayor, y sin pensar en separarse de la Iglesia de Roma, se reunían para leer juntos y celebrar cultos espirituales. Se apoderó de ellos un fuerte espíritu de propaganda y toda la ciudad y sus alrededores se llenó del conocimiento del evangelio. Sin buscarlo, vino inevitable el choque con la iglesia papal, dentro de cuyo seno aún permanecían Valdo y sus adeptos. El contraste entre el cristianismo del Nuevo Testamento y el de la iglesia papal, era demasiado pronunciado para que fuera posible un acuerdo. El clero empezó a mirar con recelo a estos hombres humildes que de dos en dos, descalzos y pobremente vestidos iban por todas partes predicando la palabra. El arzobispo Guichard concluyó por citarlos, y creyendo que de un solo golpe podía sofocar el movimiento, les prohibió predicar.

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Valdo entonces apeló al papa, esperando, como más tarde Lutero, que la justicia de su causa sería reconocida. En Roma compareció junto con uno de sus colaboradores ante el concilio de Letrán, en marzo de 1179. El papa Alejandro III los trató amablemente y se interesó en la obra que hacían, tal vez abrigando el pensamiento de que los pobres de Lyon, como los llamaban, podrían permanecer dentro del seno de la Iglesia y quedar convertidos en algo parecido a una orden monástica. Los padres que componían el concilio les fueron hostiles y rehusaron acordarles la autorización de predicar. Gualterio Mapes, un fraile franciscano inglés, que se hallaba presente, escribió un relato acerca de la petición de estos valdenses: "No tienen —dice— residencia fija. Andan por todas partes descalzos, de dos en dos, vestidos con ropa de lana, no poseen bienes; pero como los apóstoles, tienen todas las cosas en común; siguiendo a aquel que no tuvo dónde reclinar la cabeza". El concilio nombró una comisión para que examinase el caso. El franciscano mencionado era miembro de esta comisión. Dice que procuró saber cuáles eran sus conocimientos y su ortodoxia, y los halló sumamente ignorantes, y halló extraño que el concilio les prestase atención. Pero el hecho es que en lugar de examinar a los valdenses sobre la Palabra de Dios y las doctrinas vitales del cristianismo, los examinadores les hicieron una serie de preguntas escolásticas sobre el uso de ciertos términos y frases del lenguaje eclesiástico, conduciéndolos por las sendas intrincadas de las especulaciones trinitarias. Los valdenses, felizmente, nunca habían aprendido estas cosas inútiles, y de ahí la comisión resolvió expedirse aconsejando que se les prohibiese predicar. Vueltos a Lyon, los hermanos tuvieron que resolver qué actitud asumirían, y hallando que es menester obedecer antes a Dios que a los hombres, resolvieron seguir predicando aún a despecho de las prohibiciones del arzobispo y del papa. Convencidos de que nada podían esperar de este mundo, resolvieron romper definitivamente los vínculos que aun los ligaban al romanismo, y empezaron aún bajo la persecución, a sentir los beneficios de la libertad cristiana. En el año 1181 fue lanzada contra ellos la definitiva excomunión papal, pero durante algunos años pudieron eludir sus consecuencias, gracias a las poderosas amistades que tenían en la ciudad, donde Valdo era generalmente estimado. Pero después de la promulgación del Canon del Concilio de Verona, en el año 1184, que condenaba a los pobres de Lyon, se vieron en la necesidad de salir de la ciudad y esparcirse por toda Europa, lo que hacían sembrando la simiente santa del evangelio por todas partes, como en siglos anteriores lo había hecho la Iglesia de Jerusalén al ser perseguida por Heredes. Pedro Valdo, huyendo de la intolerancia y del despotismo clerical llegó hasta Bohemia, donde terminó sus días en el año 1217, después de cincuenta y siete años de servicios al Señor.

EXTENSIÓN DEL MOVIMIENTO VALDENSE

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PODEROSO MOVIMIENTO. "Uno se formaría una idea muy errónea —dice Gay— de la importancia de la separación valdense del siglo XII, si se la redujese a las dimensiones de una secta oscura trabajando en una esfera limitada. ¡No! Fue más bien un poderoso movimiento que se extendió rápidamente y arrancó al papado centenares de miles de fíeles en toda la Europa. Es así como se explican los temores del papado y las medidas extremas de represión que inventó para defenderse". Los valdenses, animados de un santo celo misionero llegaron a España y se establecieron especialmente en las provincias del Norte. El hecho de que dos concilios y tres reyes se hayan ocupado de expulsarlos, demuestra que su número tenía que ser considerable. El clero era impotente para detener el avance, y alarmado, pidió al papa Celestino III que tomase medidas en contra del movimiento. El papa entonces mandó un legado, en el año 1194, quien convocó una asamblea de prelados y nobles, la cual se reunió en Lérida, asistiendo personalmente el mismo rey Alfonso II. Allí se confirmaron los decretos papales contra los herejes, y se promulgó otro nuevo concebido en estos términos: "Ordenamos a todo valdense que, en vista de que están excomulgados de la santa iglesia, enemigos declarados de este reino, tienen que abandonarlo, e igualmente a los demás estados de nuestros dominios. En virtud de esta orden, cualquiera que desde hoy se permita recibir en su casa a los susodichos valdenses, asistir a sus perniciosos discursos, proporcionarles alimentos, atraerá por esto la indignación de Dios todopoderoso y la nuestra; sus bienes serán confiscados sin apelación, y será castigado como culpable del delito de lesa majestad... Además cualquier noble o plebeyo que encuentre dentro de nuestros estados a uno de estos miserables, sepa que si los ultraja, los maltrata y los persigue, no hará con esto nada que no nos sea agradable". Este terrible decreto fue renovado tres años después en el Concilio de Gerona, por Pedro II, quien lo hizo firmar por todos los gobernadores y jueces del reino. Desde entonces la persecución se hizo sentir con violencia, y en una sola ejecución, 114 valdenses fueron quemados vivos. Muchos, sin embargo, lograron esconderse y seguir secretamente la obra de Dios en el reino de León, en Vizcaya, y en Cataluña. Eran muy estimados por el pueblo a causa de la vida y costumbres austeras que llevaban, y hasta se menciona al obispo de Huesca, uno de los más notables prelados de Aragón, como protector decidido de los perseguidos valdenses. Pero Roma no descansaba en su funesta obra de hacer guerra a los santos, y la persecución se renovaba constantemente, llegando a su más alto desarrollo allá por el año 1237, en el vizcondado de Cerdeña y Castellón, y en el distrito de Urgel. Cuarenta y cinco de estos humildes siervos de la Palabra de Dios fueron arrestados, y quince de ellos quemados vivos en la hoguera. El odio llegó a tal punto, que hicieron quemar en la hoguera los cadáveres de muchos sospechosos de herejía, que habían fallecido en años anteriores, entre los que figuraban Amoldo, vizconde de Castellón y Ernestina, condesa de Foix. En Francia el movimiento era extenso y fuerte. En Tolosa, Beziers, Castres, Lavaur, Narbona y otras ciudades del mediodía, tanto los nobles como los plebeyos, eran en su mayoría valdenses o albigenses. El papa Inocencio III alarmado, empleó 40



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toda clase de medidas para sofocarlos y detener su avance por Europa. Los emisarios papales nada podían conseguir ni con sus discusiones ni con sus amenazas. El mismo "santo" Domingo fue encargado por el papa de suprimir la herejía, y la falta de éxito les llevó a proclamar la cruzada de la que hablaremos más adelante. En el Delfinado se establecieron los valdenses al ser expulsados de Lyon, y en medio de constantes persecuciones supieron mantenerse unidos y proseguir vigorosamente la obra de amor por la que exponían sus vidas y sus bienes. En Alsacia y Lorena, hubo desde el año 1200, tres grandes centros de actividad misionera; en Toul, el obispo Eudes ordenaba a sus fieles a que prendiesen a todos los waldoys y los trajesen encadenados ante el tribunal episcopal; en Metz, el barba (pastor) Crespín y sus numerosos hermanos confundían al obispo Bertrán, quien en vano se esforzaba por suprimirlos; en Estrasburgo, los inquisidores mantenían siempre encendido el fuego de la intolerancia contra la propaganda activa que hacía el barba Juan, el presbítero y más de 500 hermanos que componían la iglesia mártir de esa ciudad. En Alemania, los valdenses sembraban la Palabra de norte a sur y de este a oeste. Tres siglos después se hallaban los frutos de sus heroicos esfuerzos. En Bohemia, donde se supone que el mismo Pedro Valdo terminó su gloriosa carrera, los resultados de las misiones fueron fecundos. A mediados del siglo xiii, los cristianos que habían sacudido el yugo del papismo eran tan numerosos, que el inquisidor Passau nombraba cuarenta y dos localidades ocupadas por los valdenses. En Austria era también muy activa la obra de propaganda, y a principios del siglo xiv, el inquisidor Krens hacía quemar 130 valdenses. Se cree que el número de éstos en Austria no bajaba de 80.000. En Italia los valdenses estaban diseminados y bien establecidos en todas partes de la península. Tenían propiedades en los grandes centros y un ministerio itinerante perfectamente organizado. En Lombardía los discípulos de Amoldo de Bres-cia se habían unido a los pobres de Lyon, y bajo la dirección espiritual de Hugo Speroni mantenían viva la protesta contra la corrupción del romanismo. En Milán poseían una escuela que era el centro de una gran actividad misionera. En Calabria se establecieron muchos valdenses del Pia-monte desde el año 1300, en las vastas posesiones de Fuscaldo, en Montalto, para cultivar la tierra, y transformaron en un jardín esa región inculta, construyendo también algunas villas, como ser San Sixto y Guardia. Habían conseguido cierta tolerancia, y se les permitía celebrar secretamente sus cultos con tal de que pagaran los diezmos al clero. En tres de los valles del Piamonte —Lucerna, Perusa y San Martín— los valdenses se establecieron en las primeras décadas del siglo xv. Los documentos históricos a que se puede recurrir actualmente no autorizan a sostener que los habitasen antes de esta época, aunque muchos lo suponen. Es la región que ocupa el principal lugar en la historia de este pueblo, porque mientras en otras partes fueron exterminados o perdieron su existencia como pueblo distinto, en los valles ya mencionados se han conservado hasta nuestros días. Se supone que se establecieron en los valles después de la expulsión de Lyon. Encontraron esa región muy poco 41

habitada y al principio disfrutaron la relativa tranquilidad, pero en 1297 empezaron las persecuciones que a pesar de ser crueles y constantes no lograron abatir ni dominar al ejército heroico que fue llamado "el Israel de los Alpes" y que mantuvo el culto de Dios verdadero en aquellos días de densas tinieblas y groseras supersticiones.

VIDA RELIGIOSA DE LOS VALDENSES

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Ahora que hemos bosquejado el origen y desarrollo del movimiento valdense, nos ocuparemos de las creencias y costumbres de este pueblo admirable. Sus trabajos misioneros eran el fruto de una consagración general de todos los miembros de las iglesias y se llevaban a cabo planes bien definidos y sistemáticamente ejecutados. La base de todas las operaciones era el hospicio o casa valdense; en todas las ciudades donde podían, los valdenses tenían una casa atendida por un rector, y hermanas que se ocupaban del trabajo interno, en la que los misioneros itinerantes encontraban no sólo hospedaje sino un lugar de culto, donde convocaban a los creyentes del distrito para oír la predicación de los barbas o pastores. Cuando se sentaban a comer pronunciaban la siguiente oración: "El Dios que bendijo a los cinco panes de cebada y a los dos peces para sus discípulos en el desierto, bendiga los alimentos que están sobre esta mesa y los que serán traídos". Al levantarse de la mesa decían: "Dios recompense abundantemente a todos los que nos hacen bien, y que después de darnos lo material, nos dé el pan espiritual. ¡Que siempre esté con nosotros!" El inquisidor de Passau presenta a los colportores valdenses viajando de pueblo en pueblo, vendiendo mercaderías para ganar entrada en las casas y así poder anunciar el evangelio, después de preparar sabiamente el terreno. A las casas ricas entraban ofreciendo joyas. Después de mostrar los anillos, prendedores, aros y otras prendas, si les preguntaban qué otras joyas tenían, contestaban: "Sí, tenemos joyas más preciosas que las que ustedes han visto, se las mostraremos si se comprometen a no denunciarnos al clero:" Cuando obtenían la promesa formal de que se mantendría el secreto, proseguían: "Tenemos una piedra preciosa, tan brillante que por su luz el hombre puede ver a Dios, y tan radiante que puede encender el amor de Dios en el corazón del que la posee". Así continuaban hablando hasta presentar el pergamino sobre el que estaban escritos algunos trozos de la Palabra de Dios. El culto entre ellos consistía principalmente en la lectura del Nuevo Testamento, seguido de explicaciones y exhortaciones. Terminaban repitiendo de rodillas el Padre Nuestro. La lectura de la Biblia ocupaba un lugar muy importante en la vida de este pueblo. El inquisidor antes mencionado pone en sus labios estas palabras: "Entre nosotros enseñan los hombres y las mujeres, y los alumnos de una semana ya enseñan a otros Entre lo católicos se encuentra difícilmente un maestro que pueda repetir de memoria, letra por letra, tres capítulos de la Biblia; pero entre nosotros, es difícil hallar un hombre o una mujer que no pueda repetir todo el Nuevo Testamento, en su idioma nativo". 42





Las creencias religiosas de los valdenses, según se desprende de sus escritos y de los de sus adversarios, han sido estudiadas a fondo y expuestas por Juan Francisco Gay en su tesis teológica presentada a la Academia de Lausana, en 1844. De ese estudio resulta que las doctrinas valdenses eran en el fondo las mismas que profesan las iglesias evangélicas actualmente. Las Sagradas Escrituras eran para ellos la única regla de fe y práctica; todo lo que podía demostrarse por medio de ella era aceptado como divinamente revelado, pero lo que se enseñaba sin esa base era rechazado como doctrina de hombres e innovaciones peligrosas. Sostenían que las Escrituras debían ser leídas por todos los creyentes y no sólo por los que tenían el don de enseñar la doctrina Condenaban como absurdo el uso de una lengua desconocida en los actos del culto. La fe verdadera está siempre acompañada de buenas obras, pero no son las obras las que salvan. El pecador es justificado delante de Dios solamente por la fe en Cristo Jesús. Lo que se llama "méritos" hechos por los hombres, no pueden expiar el pecado y dar la salvación. La misa es una abominación a Dios; Cristo fue ofrecido una sola vez por los pecados de muchos. Las indulgencias que concede la iglesia romana no tienen ningún valor. El purgatorio no existe. Todo lo que se hace por la salvación de los muertos son cosas inútiles. Repetir oraciones en una lengua desconocida es un acto sin beneficio. Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, según la enseñanza de San Pablo en su Primera Epístola a Timoteo, y otros pasajes de la Biblia. En lugar de invocar a los santos debemos imitar sus virtudes. El culto de los santos y de las imágenes es una idolatría que Dios desaprueba. Sólo es iglesia verdadera aquella que profesa la doctrina pura, que se distingue por la santidad de sus miembros, y administra las ordenanzas del bautismo y de la santa cena en conformidad con la institución primitiva. La Iglesia de Roma no es la iglesia de Jesucristo; es la ramera apocalíptica, embriagada con la sangre de los santos, y hay que salir de ella para escapar de los castigos que sobrevendrán a los que participan de sus abominaciones. El papa es el hombre de pecado e hijo de perdición, mencionado en Segunda Tesalonicenses, cap. segundo. La gracia de Dios se recibe por medio de la fe y no por virtud sacramental. La consagración sacramental no obra la pretendida transubstanciación. La adoración de la hostia es un acto idolátrico. La misa es un sacrilegio que fue inventado para abolir la cena del Señor. Hay que confesar los pecados a Dios. Las penitencias no son necesarias; Cristo perdonaba y enviaba en paz a los pecadores sin imponerles penitencias. Hay que rechazar los ritos papistas del matrimonio. La extremaunción no fue establecida ni por Cristo ni por los apóstoles. No hay sacerdotes en las iglesias cristianas del Nuevo Testamento. Todos los creyentes son profetas y deben asegurarse, por medio de las Escrituras, de la verdad que predican. Todos los creyentes son reyes y sacerdotes, espiritualmente hablando, y deben tomar parte en el gobierno de la iglesia que no reconoce autoridad clerical despótica. Basados en el sermón del monte, interpretado literalmente, condenaban el juramento civil, el servicio militar, la pena capital y todo derramamiento de sangre y peleas.

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A la pureza doctrinal unían la santidad de la vida que confundía a sus más encarnizados enemigos. Oigamos lo que el inquisidor de Passau dice acerca de ellos: "Uno puede conocerlos por sus costumbres y sus conversaciones. Ordenados y moderados evitan el orgullo en el vestido, que son de telas ni viles ni lujosas. No se meten en negocios, a fin de no verse expuestos a mentir, a jurar ni engañar. Como obreros viven del trabajo de sus manos. Sus mismos maestros son tejedores o zapateros. No acumulan riquezas y se contentan de lo necesario. Son castos, sobre todo los lioneses, y moderados en sus comidas. No frecuentan las tabernas ni los bailes, porque no aman esa clase de frivolidades. Procuran no enojarse. Siempre trabajan y, sin embargo, hallan tiempo para estudiar y enseñar. Se les conoce también por sus conversaciones que son a la vez sabias y discretas; huyen de la maledicencia y se abstienen de dichos ociosos y burlones, así como de la mentira. No juran y ni siquiera dicen es verdad, o ciertamente, porque para ellos eso equivale a jurar". ¡Admirable sabiduría de Dios que dispuso que el elogio de sus siervos fuese escrito por sus mismos verdugos, y es conservado a través de los siglos, hasta nuestros días!

ANTIGUA LITERATURA VALDENSE











Las bibliotecas públicas de muchas de las grandes ciudades de Europa poseen preciosos manuscritos sobre pergamino que contienen escritos valdenses de gran antigüedad. Hay ejemplares manuscritos del Nuevo Testamento valdense en las bibliotecas de París, Estrasburgo, Munich, Zurich, Grenoble, Dublín, Cambridge y Ginebra. Los valdenses del siglo xin tenían su propio dialecto, al cual, desde su origen, tradujeron los libros de las Sagradas Escrituras. También escribieron muchos libros y tratados de los cuales se conservan algunos hasta hoy. El dialecto que hablaban es semejante al italiano, francés y español, como se puede ver en la siguiente frase: La ley velha deffent solamen perjurar, Ma la novella di al pos tot non jurar". La mayor parte de estos escritos son sermones o tratados de edificación sobre temas como éstos: El Padre Nuestro; Los Diez Mandamientos; Los Siete Dones del Espíritu Santo; El Purgatorio y la Penitencia; El Anticristo; Las Virtudes; Las Penas y los Goces del Paraíso; La Invocación de los Santos, etc. Citaremos algunos párrafos de El Anticristo, en el cual se ve que los valdenses tenían sobre este punto la misma idea que siglos más tarde fue creencia en todas las iglesias reformadas, es decir, que cuando el Nuevo Testamento habla del Anticristo no se refiere a un individuo sino a un sistema de maldad y de error, el cual se ha manifestado en la Iglesia de Roma. Dice así, entre otras cosas: "El Anticristo es una falsedad o engaño barnizado con la apariencia de verdad, y de la justicia de Cristo y de su esposa, pero en oposición al camino de verdad, justicia, fe, esperanza, caridad,. como a la moral. No se trata de una persona en particular, establecida en algún rango, oficio o ministerio, sino de un sistema de falsedad que se opone a la verdad, cubriéndose y adornándose con apariencia de hermosura y piedad, pero inconveniente a la iglesia de Cristo, como puede verse por los 44



nombres, los oficios, las Escrituras, los sacramentos y varias otras cosas. El sistema de iniquidad así completado con sus ministros, grandes y chicos, sostenidos por los que son inducidos a seguirlo con corazón malo y ojos vendados —es la congregación, que en conjunto compone lo que se llama Anticristo o Babilonia, la cuarta bestia, la ramera, el hombre de pecado, el hijo de perdición. Sus ministros son llamados falsos profetas, maestros mentirosos, ministros de tinieblas, el espíritu de error, la ramera apocalíptica, la madre de las fornicaciones, nubes sin agua, árboles sin hojas, dos veces muertos, desarraigados, estrellas erráticas, baalamitas y egipcios". "Es llamado Anticristo porque cubierto con los nombres de Cristo y de su iglesia y miembros fieles, combate la salvación que Cristo hizo, y que es verdaderamente administrada en su Iglesia, y de cuya salvación los creyentes participan por medio de la fe, la esperanza y el amor. Se opone a la verdad por medio de la sabiduría de este mundo, por medio de la falsa religión por medio de la santidad aparente, por medio de los poderes eclesiásticos, por la tiranía secular, y por las riquezas, honores, dignidades, con los placeres y comodidades de este mundo. Hay que tener muy en cuenta que el Anticristo no podía existir sin que concurriesen estas cosas, formando un sistema de hipocresía y de falsedad, con los sabios de este mundo, las órdenes religiosas, los fariseos, ministros y doctores; el poder secular, con la mezcla del pueblo mundano. Porque el Anticristo estaba concebido en los días de los apóstoles, estaba entonces en su infancia, imperfecto, no terminado, rudo, sin forma y mudo. Necesitaba estos ministros hipócritas y ordenanzas humanas y la exhibición exterior de órdenes religiosas que más tarde obtuvo. Como no tenía riquezas ni otros medios necesarios para atraer ministros a su servicio, y que le permitiesen multiplicar, defender y proteger sus adherentes, y también necesitaba poder secular para obligar a otros a dejar la verdad y abrazar la mentira. Pero al crecer sus miembros, esto es, sus ciegos y disimuladores ministros, y sujetos mundanos, llegó por fin a la edad madura, cuando hombres con los corazones ligados a este mundo, ciegos en fe, multiplicados en la iglesia, y por la unión de la iglesia y el estado, consiguió tener en sus manos el poder de ambos". UNIDAD II

LOS AVIVAMIENTOS CRISTIANOS Y LOS MOVIMIENTOS DE RENOVACION ESPIRITUAL DESPUES DE LA REFORMA PROTESTANTE Ubica a la Historia del Movimiento Pentecostal dentro del contexto de la Historia de la Iglesia y de la Historia Universal organizando la información relevante de los avivamientos cristianos, personajes y movimientos de renovación espiritual que participaron después de la Reforma Protestante como antecedentes a la formación, consolidación y difusión del Movimiento Pentecostal. 2.1

La pentecostalidad y la Reforma Protestante Radical: Reforma protestante, Anabaptistas.

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2.1.1 LA REFORMA PROTESTANTE 

En el siglo XVI se dio la reforma protestante que constituyó no tanto un avivamiento espiritual, sino más bien un despertamiento bíblico que dio lugar a un esclarecimiento teológico, del cual surgieron dos grandes grupos reformadores: Los moderados y los radicales.

MARTÍN LUTERO 1483 – 1546   



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Después de Jesucristo y de Pablo, el hombre más grande de todos los siglos. Encabezó al mundo en su lucha de liberación de la institución más despótica de toda la historia; el "Fundador de la Civilización Protestante." Nació de padres pobres en Eisleben, 1483. Ingresó a la Universidad de Erfurt en 1501 para estudiar leyes. "Magnífico estudiante, gran conversador y polemista, muy sociable y buen músico", se graduó en un tiempo notablemente breve. En 1505, de pronto decidió ingresar a un monasterio. Monje ejemplar, y sumamente religioso, practicó todas las formas de ayunos y azotamientos, e inventó otras nuevas. Durante dos años soportó, como él decía, "tales angustias que ninguna pluma podrá describir." Un día en 1508, mientras leía la epístola a los Romanos, de pronto vino la luz y la paz: "El justo vivirá por la fe." Vio por fin, que la salvación se recibía mediante la confianza en Dios por medio de Cristo, y no por los ritos, sacramentos v penitencias de la Iglesia. Esto cambió su vida entera, y el curso entero de la historia. Aun cuando su hallazgo hizo innecesaria una iglesia sacerdotal él no se dio cuenta de ello inmediatamente. Todavía aceptaba todas las usanzas de la Iglesia: misas, reliquias, indulgencias, peregrinaciones y la jerarquía papal. En 1508 llegó a ser profesor de la universidad de Wittenherg, puesto que ocupó hasta su muerte en 1546. En 1511 fue a Roma, y aun cuando aterrado por la corrupción y los vicios de la corte papal, todavía aceptaba la autoridad de aquella Iglesia. Volvió a Wittenberg, en donde sus sermones sobre la Biblia Comenzaron a atraer a estudiantes de todas partes de Alemania.

LAS INDULGENCIAS  



La ocasión del rompimiento de Lutero con Roma fue la venta de indulgencias por Tetzel. Una indulgencia era una disminución de los dolores del purgatorio; es decir, una remisión del castigo del pecado. Según la enseñanza romanista, el purgatorio se parece bastante al infierno, solamente que no dura tanto; pero todos tienen que pasar por él. Pero el Papa reclamaba tener potestad de disminuir estos sufrimientos o de remitirlos del todo, como prerrogativa exclusiva suya. Esto comenzó con los Papas Pascual 1 (817-24) y Juan VIII (872-82). Las indulgencias penales resultaron sumamente lucrativas, y pronto estaban en uso general. Se ofrecían como aliciente en las Cruzadas y en las guerras contra los herejes o contra algún rey a quien el Papa quería castigar a los inquisidores quienes traían leña para quemar a un hereje; a quienes hacían peregrinación a Roma o para promover cualquier empresa pública o privada del Papa, o a cambio de dinero.

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El Papa Sixto IV, l476, fue el primero en aplicarlas a las almas ya en el purgatorio las indulgencias se contrataban al por mayor, para su reventa "esto de "vender el privilegio de pecar" llegó a ser una dc las principales fuentes de las rentas papales. En 1517 Juan Tctzel recorría Alemania vendiendo certificados firmados por el Papa, que ofrecían a los compradores y a sus amigos el perdón de todo pecado sin confesión, arrepentimiento, penitencia ni absolución sacerdotal. Decía al pueblo, "Tan pronto como vuestro dinero suena en el cofre, las almas de vuestros amigos se elevan del purgatorio al cielo." Esto horrorizaba a Lutero.

LAS 95 TESIS  

El 31 de octubre de 1517, Lutero colocó en la puerta de la iglesia de Wittenberg 95 tesis, casi todas las cuales se relacionaban con las indulgencias, pero que en el fondo atacaban la autoridad papal. Era solamente un anuncio de que él estaba dispuesto a discutir estos temas en la Universidad. Pero las copias impresas se buscaban febrilmente por toda Europa. Aquello resultó ser "la chispa que levantó en llamas a Europa." Siguió tratado tras tratado, en latín para los eruditos y en alemán para el pueblo común. Ya en 1520, Lutero era el hombre más popular de Alemania.

LA ESCOMUNIÓN DE LUTERO 

En 1520 el Papa emitió una bula que excomulgaba a Lutero y declaraba que si no se retractaba dentro de 60 días, recibiría "la pena debida a la herejía" (es decir, la muerte). Cuando Lutero recibió la bula la quemó públicamente, el 10 de diciembre de 1520. "Aquel día comenzó una nueva era".

LA DIETA DE WORMS 

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En 1521 Lutero fue llamado por Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano (que en aquel tiempo incluía a Alemania, España, los Países Bajos y Austria), a que se presentara ante la Dieta de Worms. Ante una asamblea de dignatarios del Imperio y de la Iglesia se le ordenó retractarse. Contestó que de nada podía retractarse mientras no se le convenciese mediante la Escritura o la razón. "Aquí estoy; ninguna otra cosa puedo hacer; así me ayude Dios." Fue condenado, pero tenía demasiados amigos entre los príncipes alemanes para que se cumpliese el edicto. Le escondió un amigo cerca de un año, y luego volvió a Wittenberg para continuar su obra de predicar y escribir. Entre otras cosas tradujo al alemán la Biblia, lo cual "espiritualizó a Alemania y creó el idioma alemán." La guerra papal contra los protestantes alemanes. Alemania se componía de gran número de pequeños Estados, regidos cada uno por un príncipe. Muchos de estos príncipes, juntamente con sus Estados enteros, habían sido ganados para la causa de Lutero. Ya en 1540, todo el norte de Alemania era luterana. Se les ordenó volver al redil romanista. En lugar de esto, se unieron para su defensa en la llamada Liga de Esmalcalda. El Papa Paulo III instó al emperador Carlos V a que procediera contra ellos, y le ofreció un ejército. Declaró esta guerra como Cruzada, y ofreció indulgencias a todos los que tomaran parte en ella. La guerra duró de 1546 a 1555, y terminó con la paz de Augsburgo, en la cual los luteranos ganaron el reconocimiento legal de su religión. El Papa instigó esta guerra para lograr el

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sometimiento de los luteranos. Él fue el agresor; los luteranos estaban a la defensiva. EL NOMBRE DE PROTESTANTE  

La Dieta de Espira, 1529 d.C., en la cual los católicos romanos formaban mayoría. Dictó que los católicos podían enseñar su religión en los Estados reformistas. Pero prohibió la enseñanza luterana en los Estados romanistas. Contra esto los príncipes luteranos hicieron una protesta formal, y desde entonces se les conocía como los "protestantes. ‘‘ Aplicado originalmente a los luteranos, el nombre ha llegado a aplicarse o el uso popular a todos los que protestan contra la usurpación papal, inclusive a toda entidad cristiana evangélica.

LA TEOLOGÍA DE LUTERO Los siguientes principios y términos dan un posible resumen de lo que constituye la fe cristiana en el entendimiento luterano. Solus Christus (sólo Cristo) 

El único fundamento de toda la iglesia, de su fe y de la fe de cada uno de los cristianos es Cristo y solamente Cristo. Como señala el apóstol Pablo: “Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, que es Jesucristo”(1Corintios 3:11).



Dios se acercó al mundo y al hombre en Cristo. Sólo en Cristo podemos conocer el infinito amor de Dios. El entregó la vida de su hijo sin pecado en la cruz para compartir con la condición humana, con nuestra debilidad, nuestra mortalidad y nuestra pecaminosidad y con este acto nos libera de la muerte, de nuestros fracasos y abre el camino a la resurrección y a la vida eterna.

Sola Gratia (sólo la gracia) 





El hombre se encuentra en condiciones en que él a sí mismo no se puede liberar de su estado pecaminoso. El hombre siempre fracasa, tiene que enfrentar condiciones que le complican la vida, ya sea por equivocarse en la vida cotidiana, por ser egoista, por tener malos pensamientos, por no tener la fuerza y la ganas de cambiar estructuras injustas o por estar en situaciones de dilema etc. Lutero describió esta constitución también con el termino “incurvatus in se ipsum” “encorvado en sí mismo” explicando que ser pecador se significa la incapacidad de excederse y estar completamente sin egoísmo. Este estado de fracaso también nos aleja de Dios que nos da la vida. Como es imposible librarse de esto dependemos completamente de la gracia de Dios. Pero Dios nos ama igual incondicionalmente y nos acepta como sus hijos aunque fracasemos en la vida y ante él. Él nos perdona con su misericordia y gracia pura, a través de la muerte vicaria de Cristo en la cruz (vicario significa “en lugar de”). Este es un regalo que, a menudo, nos cuesta aceptar precisamente por ser gratuito.

Sola fide (sólo la fe)

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La fe es la única vía de unión entre Dios y el ser humano. La fe es la « certeza de lo que se espera y confianza de lo que no se ve» (Hebreos 11:1), es decir, la fe implica tanto creer en Dios, como confiar en Dios, entregarse a Él y vivir la vida en esa fe. La cita «el justo por la fe vivirá» (Romanos 1:17) será la que cambiaría la vida de Lutero y también del mundo, al entender que el justo (el bautizado) vive y es justo sólo por su fe, y no por sus obras ni trabajo. Nosotros mismos no podemos salir del estado humano en que fracasamos. No son los buenos méritos sino la fe que obra en nosotros un cambio profundo de corazón y de actitud ante Dios y el prójimo. La fe nos hace aceptar el regalo de la atención divina de gracia que no necesita ningún mérito porque es como dice la palabra “gracia” “gratis”.

Sola scriptura (sólo las escrituras) 



La única fuente de revelación son los Escritos Canónicos de las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento. Nos referimos a escritos canónicos como todos los escritos bíblicos que están dentro del Canon. Antiguamente se usaba la palabra griega kanoon para referirse a los libros separados por su autoridad reconocida. La palabra Canon quiere decir «lista», «norma» o «regla». Por eso, hasta hoy, se habla de libros canónicos para indicar el conjunto de libros y escritos que forman en AT y NT. Los libros canónicos son la norma de fe y de vida del pueblo de Dios; así lo son también para nosotros hoy, que somos parte del Pueblo de Dios, la Iglesia.

LA REFORMA EN OTROS PAÍSES 

En Suiza, tierra histórica de la libertad, la reforma fue comenzada por Zuinglio y llevada adelante por Calvino. La unión de los seguidores de ambos en 1549, constituyó la "Iglesia Reformada." Sus reformas fueron aún más completas que las de Lutero.



Zuinglio, 1484-1531, se convenció alrededor de 1516, de que la Biblia era el medio de purificar a la Iglesia. En 1525 Zurich acogió oficialmente sus enseñanzas, y paulatinamente las iglesias abolieron las indulgencias, las misas, el celibato y las imágenes, guiándose únicamente por la Biblia.

JUAN CALVINO 

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Francés, aceptó las enseñanzas reformistas en 1533. Fue arrojado de Francia en 1534, y llegó a Ginebra en 1536. Allí su Academia se hizo Centro y pivote del protestantismo, atrayendo a eruditos de muchos países. Fue llamado "el más grande teólogo del cristianismo," y por Renán, "el hombre más cristiano de su generación." Más que ningún otro, ha orientado el pensamiento protestante. En los Países Bajos, la Reforma fue acogida desde muy temprano; el luteranismo, y luego el calvinismo, y desde aun antes eran muy numerosos los anabaptistas. Del 1513 al 1531 se hicieron 25 diferentes traducciones de la Biblia en holandés, flamenco y francés. Los Países Bajos eran parte de los dominios de Carlos V. En 1522 él estableció la Inquisición, y mandó que se quemara todos los escritos luteranos. En 1525 prohibió toda reunión religiosa en que se leyera la Biblia.

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En 1546 prohibió imprimir o poseer la Biblia ya sea la Vulgata o cualquier traducción. En 1535 decretó la "muerte por fuego" para los anabaptistas. Felipe II (1566-98), sucesor de Carlos V., ratificó los edictos de su padre, y con la ayuda de los jesuitas llevó adelante la persecución con aun mayor furia. Por una sola sentencia de la Inquisición, la población entera fue condenada a muerte, y bajo Carlos V y Felipe II más de 100,000 fueron masacrados con crueldad in-creíble. Algunos eran encadenados a una estaca cerca del fuego y asados lentamente hasta morir; otros eran arrojados a mazmorras, azotados y torturados en el potro antes de ser quemados vivos. A las mujeres se les enterraba vivas, prensadas en ataúdes demasiado pequeños y apisonados por los pies del verdugo. Quienes trataban de huir a otros países eran interceptados por los soldados y masacrados. Después de años de resistencia bajo crueldades inauditas, los protestantes de los Países Bajos se unieron bajo la dirección de Guillermo de Orange, y en 1572 comenzaron la gran rebelión. Después de increíbles padecimientos, ganaron en 1609 su independencia. Holanda, al norte, se hizo protestante; Bélgica, al sur, católica romana. Holanda fue el primer país que fundó escuelas públicas mantenidas mediante impuestos, y que legalizó principios de tolerancia religiosa y de libertad de prensa. En Escandinava el luteranismo fue introducido desde muy temprano. Fue hecho religión del Estado en Dinamarca en 1536, en Suecia en 1539 y en Noruega en 1540. Cien años después, Gustavo Adolfo (1611-32) rey de Suecia rindió notables servicios en derrotar el esfuerzo de Roma para aplastar a la Alemania protestante.

EN FRANCIA 



Ya en 1520 las enseñanzas de Lutero habían penetrado en Francia, y pronto siguieron las de Calvino. En 1559 había cerca de 400,000 protestantes. Se les llamaba "hugonotes". Su sincera piedad y vidas puras formaban notable ontraste con las vidas escandalosas del clero romano. En 1557 el Papa ordenó su exterminio. El rey decretó que se les masacrara y mandó que todo súbdito leal ayudara en cazarlos. Los jesuitas recorrían Francia persuadiendo a los fieles a que llevaran armas para su destrucción. Perseguidos así por los agentes papales tal como en los días de Diocleciano, se reunían en secreto, a menudo en sótanos y a media noche.

LA MATANZA DE SAN BARTOLOMÉ 



Catalina de Médicis, madre del rey, ardiente romanista e implemento complaciente del Papa, dio la orden, y en la noche del 24 de agosto de 1572 fueron masacrados 70,000 hugonotes, incluso la mayor parte de los dirigentes. Hubo grandes regocijos en Roma. El Papa y su colegio de cardenales fueron en solemne procesión a la Iglesia de San Marcos, y se cantó el Te Deum en hacimiento de gracias. El Papa también hizo acuñar una medalla en conmemoración de la masacre, y envió a París a un cardenal con las felicitaciones del Papa y de los cardenales para el rey y la reina madre. "Francia estaba a un pelo de hacerse realmente protestante; pero la noche de San Bartolomé de 1572 Francia asesinó al protestantismo. En 1792 vino a Francia una protesta de otra clase.

LAS GUERRAS HUGONOTES

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Después de la matanza de San Bartolomé los hugonotes se unieron y se armaron para resistir, hasta que por fin en 1598 el Edicto de Nantes les dio el derecho de libertad de conciencia y de culto. Pero mientras tanto, unos 200,000 habían perecido como mártires. El Papa Clemente VIII llamó el Edicto de Tolerancia de Nantes una "cosa maldita," y después de años de trabajo bajo cuerda de los jesuitas, en 1685 el edicto fue revocado, y 500,000 hugonotes huyeron a países protestantes. La Revolución Francesa de 1789, cien años después, fue una de las convulsiones más espantosas de la historia. El pueblo, en frenesí contra las tiranías de la clase reinante (incluso el clero, propietario de la tercera parte del suelo francés, ricos, indolentes, inmorales, e implacables en su trato de los pobres), se levantó en un reino de terror y de sangre. Abolieron el gobierno, cerraron las iglesias y confiscaron sus propiedades, suprimieron el cristianismo y el día domingo, y entronizaron a la Diosa de la Razón (representada por una mujer disoluta). Napoleón restableció a la Iglesia, pero no sus bienes; en 1802 concedió la tolerancia para todos; y Casi terminó con el poder político de los Papas en todo país. En Bohemia, en 1600, de los 4, 000,000 habitantes el 80 por Ciento era protestante. Cuando terminaron su obra los Hapsburgos y los jesuitas, quedaban solamente 800,000, todos católicos romanos. En Austria y Hungría, más de la mitad de la población se había hecho protestante, pero bajo los Hapsburgos y los jesuitas todos fueron muertos. En Polonia, a fines del siglo 16, parecía que el romanismo estaba a punto de desaparecer del todo; pero aquí también los jesuitas mataron la Reforma mediante la persecución.

LA REFORMA Y LA INQUISICIÓN 





En Italia, el propio país del Papa, la Reforma ya estaba bien arraigada; pero comenzó a trabajar la Inquisición, y casi no dejó trazas del protestantismo. En España la Reforma nunca hizo gran progreso por cuanto la Inquisición ya estaba allí desde antes. Todo intento de libertad o de pensamiento independiente se aplastaba con mano implacable. El inquisidor Torquemada (1420-98), monje dominico, en 18 años quemó a 10,200 y condenó a cadena perpetua a 97,000. A las víctimas generalmente se les quemaba vivas en la plaza pública como motivo de festividades religiosas. De 1481 a 1808 hubo cuando menos 100,000 mártires y 1, 500,000 desterrados. En los siglos XVI y XVII, la Inquisición extinguió la vida literaria de España, y puso a la nación casi fuera del círculo de la civilización europea. Cuando la Reforma comenzó, España era el país más poderoso del mundo. Su actual estado insignificante muestra lo que puede hacer de un país el Papado.

JUAN KNOX (1515-72)  

En Escocia, aún existía la influencia de Wyciif. Las enseñanzas de Lutero penetraron cerca de 1528, y luego las de Calvino. La historia de la Reforma escocesa es la historia de Juan Knox. Juan Knox fue sacerdote escocés, comenzó a enseñar ideas reformistas cerca del año 1540. En 1547 fue apresado por el ejército francés y enviado a Francia, en donde fue esclavo galeote 19 meses.

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Fue libertado mediante la influencia del gobierno británico, y volvió en 1549 a Inglaterra, en donde siguió predicando. Cuando ascendió al trono Maria la Sanguinaria en 1553, fue a Ginebra, en donde se compenetró de la enseñanza de Calvino. En 1559 fue llamado a Escocía por el Parlamento de los Lores Escoceses, para encabezar el movimiento nacional de reforma. La situación política hizo que la reforma eclesiástica y la independencia nacional fueran un solo movimiento. En gran parte, Juan Knox hizo de Escocía lo que es hoy día.

2.1.2 EL MOVIMIENTO ANABAPTISTA  

Tanto Lutero como Zwinglio se quejaban de que a través de los siglos el cristianismo había dejado de ser lo que había sido en tiempos del Nuevo Testamento. Lutero deseaba librarlo de todo lo que contradijera las Escrituras. Zwinglio iba más lejos, y sostenía que sólo ha de practicarse o de creerse lo que se encuentre en la Biblia. Pero pronto aparecieron otros que señalaban que el propio Zwinglio no llevaba esas ideas a su conclusión lógica.

LOS PRIMEROS ANABAPTISTAS 









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Según esas personas, Zwinglio y Lutero olvidaban que en el Nuevo Testamento hay un contraste marcado entre la iglesia y la sociedad que la rodea. Ese contraste pronto resultó en persecución, porque la sociedad romana no podía tolerar al cristianismo primitivo. Luego, la avenencia entre la iglesia y el estado que tuvo lugar a partir de la conversión de Constantino constituye en sí misma un abandono del cristianismo primitivo. Por tanto, la reforma iniciada por Lutero debía ir más lejos si verdaderamente quería ser obediente al mandato bíblico. La iglesia no debía confundirse con el resto de la sociedad. Y la diferencia fundamental entre ambas es que, mientras se pertenece a una sociedad por el mero hecho de nacer en ella, y sin hacer decisión alguna al respecto, para ser parte de la iglesia hay que hacer una decisión personal. La iglesia es una comunidad voluntaria, y no una sociedad dentro de la cual nacemos. La consecuencia inmediata de todo esto es que EL BAUTISMO DE NIÑOS ha de ser rechazado. Ese bautismo da a entender que se es cristiano sencillamente por haber nacido en una sociedad supuestamente cristiana. Pero tal entendimiento oculta la verdadera naturaleza de la fe cristiana, que requiere decisión propia. Además, estos reformadores más radicales sostenían que la fe cristiana era en su esencia misma pacifista. El Sermón del Monte ha de ser obedecido al pie de la letra, a pesar de las muchas objeciones sobre la imposibilidad de practicarlo, pues tales objeciones se deben a la falta de fe. Los cristianos no han de tomar las armas para defenderse a sí mismos, ni para defender su patria, aun cuando sea amenazada por los turcos. Como era de esperarse, tales doctrinas no fueron bien recibidas en Alemania, donde la amenaza de los turcos era constante, ni tampoco en Zurich y los demás cantones protestantes de Suiza, donde la fe protestante estaba en peligro de ser aplastada por los católicos. Estas opiniones aparecieron en diversos lugares en el siglo XVI, al parecer sin que hubiera conexión directa entre sus diversos focos.

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Pero fue en Zurich donde primero surgieron a la luz. Había allí un grupo de creyentes, asiduos lectores de la Biblia, y varios de ellos ilustrados, que instaban a Zwinglio a tomar medidas más radicales de reforma. En particular, estas personas, que se daban el nombre de “hermanos”, sostenían que se debía fundar una congregación o grupo de los verdaderos creyentes, en contraste con quienes se decían cristianos por el hecho de haber nacido en un país cristiano y haber sido bautizados de niños. Cuando por fin resultó evidente que Zwinglio no seguiría el camino que ellos propugnaban, algunos de los “hermanos” decidieron fundar ellos mismos esa comunidad de verdaderos creyentes. En señal de ello, el ex sacerdote Jorge Blaurock le pidió a otro de los hermanos, Conrado Grebel, que lo bautizara. El 21 de enero de 1525, junto a la fuente que se encontraba en medio de la plaza de Zurich, Grebel bautizó a Blaurock, quien acto seguido hizo lo mismo con otros hermanos. Aquel primer bautizo no fue todavía por inmersión, pues lo que preocupaba a Blaurock, Grebel y los demás no era la forma en que se administraba el rito, sino la necesidad de que la persona tuviera fe y la confesara antes de ser bautizada. MÁS TARDE, EN SUS ESFUERZOS POR SER BÍBLICOS EN TODAS SUS PRÁCTICAS, EMPEZARON A BAUTIZAR POR INMERSIÓN. Pronto se les dio a estas personas el nombre de “ANABAPTISTAS”, que quiere decir “rebautizadores”. Naturalmente, ese nombre no era del todo exacto, porque lo que los supuestos rebautizadores decían no era que fuese necesario bautizarse de nuevo, sino que el primer bautismo no era válido, y que por tanto el que se recibía después de confesar la fe era el primero y único. Pero en todo caso la historia los conoce como “anabaptistas”, y ése es el nombre que les daremos aquí a fin de evitar confusiones. El movimiento anabaptista pronto atrajo gran oposición, tanto por parte de los católicos como de los reformadores. Aunque esa oposición se expresaba comúnmente en términos teológicos, el hecho es que los anabaptistas fueron perseguidos porque se les consideraba subversivos. A pesar de todas sus reformas, Lutero y Zwinglio continuaron aceptando los términos fundamentales de la relación entre el cristianismo y la sociedad que se habían desarrollado a partir de Constantino. Ni el uno ni el otro interpretaban el evangelio de tal modo que fuera un reto radical al orden social. Y eso fue, aun sin quererlo, lo que hicieron los anabaptistas. Su pacifismo extremo les resultaba intolerable a los encargados de mantener el orden social y político, particularmente en una época de gran incertidumbre, como fue el siglo XVI. Además, al insistir en el contraste entre la iglesia y la sociedad natural, los anabaptistas estaban implicando que las estructuras de poder en esa sociedad no han de transferirse a la iglesia. Aun contra los propósitos iniciales de Lutero, el luteranismo se veía ahora sostenido por los príncipes que lo habían abrazado, quienes gozaban de gran autoridad, no solamente en los asuntos políticos, sino también en los eclesiásticos. En la Zurich de Zwinglio, el Concejo de Gobierno era quien en fin de cuentas dictaba la política religiosa. Y lo mismo era cierto en los territorios católicos donde se conservaba la tradición medieval. Aunque esto no quiere decir que la iglesia y el estado concordaran en todos los puntos, sí había al menos un cuerpo de presuposiciones comunes, y era dentro de

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ese contexto que se producían los conflictos entre las autoridades civiles y las eclesiásticas. Los anabaptistas echaban todo esto por tierra al insistir en UNA IGLESIA DE CARÁCTER VOLUNTARIO, DISTINTA DE LA SOCIEDAD CIVIL. Además, muchos de los anabaptistas eran igualitarios. Muchos se trataban entre sí de “hermanos”. En la mayoría de sus grupos las mujeres tenían tantos derechos como los hombres. Al menos en teoría, los pobres y los ignorantes eran tan importantes como los ricos y los sabios. Todo esto resultaba ser altamente subversivo en la Europa del siglo XVI, y por tanto pronto se comenzó a perseguir a los anabaptistas. En 1525 los cantones católicos de Suiza empezaron a condenar a los anabaptistas a la pena capital. Al año siguiente el Concejo de Gobierno de Zurich decretó también la pena de muerte para quien rebautizara o se hiciera rebautizar. A los pocos meses todos los demás territorios protestantes de Suiza siguieron el ejemplo de Zurich. En Alemania no existía una política uniforme, pues se aplicaban a los anabaptistas las viejas leyes contra los herejes, y cada estado seguía el curso que le parecía. En 1528 Carlos V decretó la pena de muerte para los anabaptistas, apelando a una vieja ley romana, creada para extirpar el donatismo, según la cual quien se hiciera culpable de rebautizar o de rebautizarse debía ser condenado a muerte. La dieta de Spira de 1529, la misma en que los príncipes luteranos protestaron y recibieron por ello el nombre de “protestantes”, aprobó el decreto imperial contra los anabaptistas. Y esta vez nadie protestó. El único príncipe alemán que, sin protestar formalmente, se negó por razones de conciencia a aplicar el decreto imperial en sus territorios fue el landgrave Felipe de Hesse. En algunos lugares, como en la Sajonia electoral en que vivía Lutero, se acusó a los anabaptistas tanto de herejes como de sediciosos. Puesto que lo primero era un crimen religioso, y lo segundo civil, tanto las cortes eclesiásticas como las civiles tenían jurisdicción para castigar a quien se atreviera a repetir el bautismo, y a quien se negara a presentar a sus hijos pequeños para que lo recibieran. El número de los mártires fue enorme, probablemente mayor que el de todos los que murieron durante los tres primeros siglos de la historia de la iglesia. El modo en que se les aplicaba la pena de muerte variaba de lugar a lugar, y hasta de caso en caso. Con cruel ironía, en algunos lugares se condenaba a los anabaptistas a morir ahogados. Otras veces eran quemados vivos, siguiendo la costumbre establecida siglos antes. Pero no faltaron casos en los que fueron muertos en medio de torturas increíbles, como la de ser descuartizados en vida. Las historias de heroísmo en tales circunstancias llenarían volúmenes. Y tal parecía que, mientras más se le perseguía, más crecía el movimiento.

LOS ANABAPTISTAS REVOLUCIONARIOS   

Aunque muchos de los primeros jefes del movimiento eran eruditos, y casi todos ellos eran pacifistas, pronto aquella primera generación pereció víctima de la persecución. El movimiento se fue haciendo entonces cada vez más radical, y se mezcló con el resentimiento popular que había dado lugar a la rebelión de los campesinos. Poco a poco, el pacifismo original se fue olvidando, y el movimiento tomó un giro violento.

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Aun antes de que surgiera el movimiento anabaptista, Tomás Muntzer había unido algunas de las doctrinas que ese movimiento después promulgaría con las ansias de justicia por parte de los campesinos. Ahora muchos anabaptistas hicieron lo mismo. Entre ellos se contaba Melchor Hoffman, un talabartero que había sido predicador laico luterano en Dinamarca, pero que más tarde había rechazado las teorías de Lutero acerca de la comunión, para hacerse seguidor de Zwinglio. En Estrasburgo, donde el anabaptismo era relativamente fuerte, y donde había cierta medida de tolerancia, Hoffman se hizo anabaptista. Poco después empezó a anunciar que el día del Señor estaba cercano. Su predicación inflamó a las multitudes, que acudieron a Estrasburgo, donde según él se establecería la Nueva Jerusalén. El propio Hoffman predijo que sería encarcelado por seis meses, y que entonces vendría el fin. Además, abandonó el pacifismo inicial de los anabaptistas, declarando que al aproximarse el fin sería necesario que los hijos de Dios tomaran las armas contra los hijos de las tinieblas. Cuando fue encarcelado, y se cumplió así la primera parte de su profecía, fueron muchos los que acudieron a Estrasburgo en espera de la señal de lo alto para tomar las armas. Pero el hecho mismo de que cada día eran más los anabaptistas que había en la ciudad obligó a las autoridades a tomar medidas cada vez más represivas. Y Hoffman continuaba encarcelado. Entonces alguien dijo que en realidad la Nueva Jerusalén seria establecida, no en Estrasburgo, sino en Munster. En esa ciudad el equilibrio entre católicos y protestantes era tal que existía una tregua entre todos los partidos, y en consecuencia no se perseguía a los anabaptistas. Hacia allá acudieron los visionarios, y la gente cuya creciente opresión les había llevado a la desesperación. El reino vendría pronto. Vendría en Munster. Y entonces los pobres recibirían la tierra or heredad. Pronto el número de los anabaptistas en Munster fue tal que lograron apoderarse de la ciudad. Sus jefes eran un panadero holandés, Juan Matthys, y su principal discípulo, Juan de Leiden. Una de sus primeras medidas fue echar a los católicos de la ciudad. El obispo, expulsado de su sede, reunió un ejército y sitió a la Nueva Jerusalén. Mientras tanto, dentro de la ciudad, se insistía cada vez más en que todo se ajustara a la Biblia. Los protestantes moderados fueron también echados por impíos. Constantemente se destruían las esculturas, pinturas y demás artefactos del culto tradicional. Fuera de la ciudad, el obispo mataba a cuanto anabaptista caía en sus manos. Los defensores se exaltaban más cuanto más desesperada se volvía su situación, pues escaseaban los víveres. A diario había quienes creían recibir visiones de lo alto. En una salida militar contra las fuerzas del obispo, Juan Matthys resultó muerto, y Juan de Leiden lo sucedió. Debido a la guerra constante, y al éxodo de muchos varones, la población femenina de la ciudad era mucho mayor que la masculina, y Juan de Leiden decretó la poligamia, a la usanza de los patriarcas del Antiguo Testamento. Por ley, toda mujer en la ciudad te nía que estar casada con algún hombre. El sitio se prolongaba y, al mismo tiempo que los sitiados carecían de víveres, los fondos del obispo comenzaban a escasear. En una acción desesperada, Juan de Leiden salió con un puñado de hombres, y derrotó en una escaramuza a los soldados del obispo.

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Entonces, en celebración de aquella victoria, fue proclamado rey de la Nueva Jerusalén. 

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Empero poco después un grupo de habitantes de la Nueva Jerusalén, quizá hastiados de los excesos que se cometían, o quizá impulsados por el hambre y el miedo, le abrieron las puertas de la ciudad al obispo, cuyas tropas arrasaron a los defensores del reducto apocalíptico. El Rey de la Nueva Jerusalén fue hecho prisionero, y exhibido por toda la región, con sus dos principales lugartenientes, en sendas jaulas de hierro. Poco después fueron torturados y ejecutados. Así terminó el principal brote del anabaptismo revolucionario. Melchor Hoffman continuó encarcelado y olvidado, al parecer hasta su muerte. Y hasta el día de hoy, en la iglesia de San Lamberto, en Munster, pueden verse las tres jaulas en que fueron exhibidos el Rey y sus dos lugartenientes.

EL ANABAPTISMO POSTERIOR 

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La caída de Munster le puso fin al anabaptismo revolucionario. Pronto se comenzaron a escuchar las voces de quienes decían que la tragedia de Munster se debía a que se había abandonado el pacifismo original, que era parte de la verdadera fe. Al igual que los primeros anabaptistas, estos nuevos jefes creían que la razón por la que los cristianos no están dispuestos a cumplir los preceptos del Sermón del Monte no es que no sean factibles, sino que es más bien la falta de fe. Quien de veras tiene fe, practica el amor que Jesús enseñó, y deja las consecuencias de ello en manos de Dios. El más notable portavoz de esta nueva generación fue Menno Simons, un sacerdote católico holandés que abrazó el anabaptismo en 1536, es decir, el mismo año en que fueron ejecutados Juan de Leiden y sus compañeros. Simons se unió a un grupo de anabaptistas holandeses cuyo jefe era Obbe Philips, pero pronto descolló entre ellos de tal manera que EL GRUPO RECIBIÓ EL NOMBRE DE “MENONITAS”. Aunque los menonitas sufrieron las mismas persecuciones de que eran objeto los demás anabaptistas, Menno Simons logró sobrevivir, y pasó el resto de su vida viajando por Holanda y el norte de Alemania, y predicando su fe. Para él, el pacifismo era parte fundamental de la fe cristiana, y por tanto repudiaba toda relación con el ala revolucionaria del anabaptismo. Los cristianos, según creía Menno Simons, no han de prestar juramento alguno, y por tanto no han de ocupar cargos públicos que requieran tales juramentos. Pero sí han de obedecer a las autoridades civiles en todo, excepto en lo que las Escrituras prohíban. El bautismo, que Menno practicaba echando agua sobre la cabeza, sólo ha de serles administrado a los adultos que confiesen su fe. Ni ese rito ni la comunión confieren gracia alguna, sino que son señales externas de lo que sucede internamente entre el cristiano y Dios. Además, siguiendo el ejemplo de Jesús, Menno y los suyos practicaban el lavado mutuo de los pies. Aunque se abstenían de participar activamente en cualquier acto de subversión, LOS MENONITAS PRONTO FUERON CONSIDERADOS SUBVERSIVOS POR MUCHOS GOBIERNOS, pues se negaban a participar de la vida común de

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2.2

la sociedad, particularmente en lo que a portar armas se refería. Esto a su vez los hizo esparcirse por toda Europa. Muchos emigraron hacia Europa oriental, particularmente hacia Rusia. Otros marcharon hacia Norteamérica, donde la tolerancia religiosa les prometía poder vivir en paz. Pero también en Rusia y en Norteamérica tuvieron dificultades, pues en ambos casos el estado quería que se ajustaran a sus leyes sujetándose al servicio militar obligatorio. Por esa causa, en los siglos XIX y XX fuertes contingentes emigraron hacia Sudamérica, donde todavía había territorios donde podían vivir en aislamiento relativo del resto de la sociedad. Hasta el día de hoy, los menonitas son la principal rama del viejo movimiento anabaptista del siglo XVI, y continúan insistiendo en su pacifismo, y dedicándose frecuentemente al servicio social.

LA PENTECOSTALIDAD, EL MISTICISMO INGLÉS Y EL PIETISMO ALEMÁN 2.2.1 MISTICISMO INGLES La opción espiritualista  



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Las discusiones al parecer interminables acerca de los dogmas, y la intolerancia que los cristianos de diversas confesiones mostraban entre sí, llevaron a muchos a buscar refugio en una religión puramente espiritual. Acontecimientos tales como la Guerra de los Treinta Años daban a entender que ambos bandos se habían olvidado de la caridad, que es parte esencial de las enseñanzas de Jesús. Al mismo tiempo, el énfasis excesivo en la recta doctrina tendía a darles mayor poder en la iglesia a las clases pudientes, que tenían mejores oportunidades de educación. Quienes carecían de tales oportunidades eran vistos como niños que necesitaban de alguien que les guiara a través de los vericuetos del dogma, para no caer en el error. Por ello, el movimiento espiritualista de los siglos XVII y XVIII atrajo tanto a personas cultas cuya amplitud intelectual no podía tolerar las estrecheces de los teólogos de la época, como a otras de escasa educación formal, para quienes ese movimiento era una oportunidad de expresión. Así se explica el hecho de que, mientras algunos de los fundadores de los diversos grupos y escuelas eran personas relativamente incultas, pronto contaron entre sus seguidores a otras gentes de más letras y más elevada posición social. Por la naturaleza misma del tema, la historia del movimiento espiritualista es difícil de narrar. Se trata de un sinnúmero de corrientes y de maestros cuyas doctrinas y discípulos se entremezclan y confunden entre sí, de tal modo que no siempre es posible distinguir entre unos y otros, o determinar quién fue el primer proponente de tal o cual idea. Nos limitaremos a dar una idea de la naturaleza del movimiento mismo dirigiendo nuestra atención a tres de sus principales maestros: Boehme, Fox y Swedenborg.

Jacobo Boehme 

Jacobo Boehme nació en 1575 en la región alemana de Silesia. Sus padres eran de origen humilde, y luteranos convencidos.

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En medio de aquella familia piadosa, el joven Jacobo se interesó desde un principio en la fe cristiana, pero pronto las prédicas de los pastores, que se habían vuelto discursos acerca de las diversas cuestiones teológicas que se debatían entonces, comenzaron a disgustarle. A los catorce años de edad sus padres lo hicieron aprendiz de zapatero, y ése fue su oficio para toda la vida. Pero su espíritu inquieto no se contentaba con la religiosidad fácil de quienes se limitaban a asistir a la iglesia, y su mente requería otra ocupación que la de remendar calzado. Al poco tiempo de empezar su aprendizaje de zapatero, empezó a tener visiones, y a la postre el patrón lo echó de la casa, diciendo que lo que quería era un aprendiz, y no un profeta. Boehme se hizo entonces zapatero ambulante, yendo de un lugar a otro remendando zapatos. En esas idas y venidas se fue convenciendo de que los supuestos dirigentes eclesiásticos habían creado una verdadera “torre de Babel” con sus interminables discusiones sobre toda clase de dogmas. En consecuencia, se dedicó a cultivar su vida interior, y a estudiar cuanto escrito acerca de temas espirituales cayó en sus manos. Así llegó a una serie de convicciones acerca de la naturaleza del mundo y de la vida humana, y esas convicciones fueron confirmadas mediante visiones y otras experiencias espirituales. Pero por lo pronto no hizo gran cosa por dar a conocer lo que creía haber recibido en un “relámpago” de iluminación de lo alto. Cuando contaba unos veinticinco años, les puso fin a sus andanzas, se casó y estableció una zapatería en el poblado de Goerlitz, donde llegó a gozar de una vida relativamente cómoda. Aunque no se sentía llamado a predicar, Boehme sí estaba convencido de que Dios le había ordenado escribir acerca de sus visiones. El resultado fue el libro Brillante amanecer, en el que el visionario afirmaba repetidamente que lo que escribía era lo que Dios le había dictado, letra por letra, y que él no era más que una pluma o un instrumento en las manos de Dios. Boehme no publicó su libro, pero a pesar de ello una copia manuscrita fue a dar a manos del pastor del lugar, quien lo acusó ante las autoridades. Amenazado con ser deportado, Boehme prometió no volver a escribir o enseñar acerca de cuestiones religiosas, y durante cinco años guardó silencio. En 1618, impulsado por nuevas visiones y por algunos de sus admiradores, empezó a escribir de nuevo. Cuando uno de esos admiradores publicó tres de sus obras, éstas cayeron en manos del pastor, quien lo llevó de nuevo ante las autoridades, y Boehme se vio obligado a abandonar la ciudad. Fue entonces a la corte del Elector de Sajonia, donde varios teólogos lo examinaron sin llegar a decisión alguna, pues se confesaban incapaces de entender a cabalidad lo que aquel zapatero decía. Su recomendación fue que se le diese a Boehme más tiempo para aclarar sus ideas. Pero el tiempo no le sería dado, pues el visionario se sentía enfermo de muerte y decidió regresar a Goerlitz, donde murió entre los suyos, poco antes de cumplir cincuenta años de edad. Las enseñanzas de Boehme, son una reacción contra el dogmatismo frío de los teólogos, y contra la liturgia al parecer vacua de la iglesia. Frente a ello, Boehme contrapone la libertad del espíritu, la vida interior, y la revelación directa e individual. A veces llega hasta a decir que, puesto que “la letra mata”, la guía del creyente no ha de ser la Biblia, sino el Espíritu Santo, que inspiró a los escritores bíblicos y aún sigue inspirando a los creyentes.

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Según él mismo dijo, “Me basta con el libro que soy yo. Si tengo en mí el Espíritu de Cristo, toda la Biblia está en mí. ¿Para qué quiero más libros? ¿Por qué discutir acerca de lo que está fuera, sin haber aprendido lo que está dentro de mí?” Al principio, Boehme no tuvo muchos seguidores. Pero poco a poco, a través de sus escritos, fue aumentando el número de sus admiradores. En Inglaterra, la lectura de esos escritos dio lugar a la secta de los “boehmenistas”, que pronto chocaron con los cuáqueros de Jorge Fox. Luego, resulta interesante notar que el movimiento espiritualista, nacido en protesta contra las contiendas de los teólogos tradicionales, no logró ponerles fin, sino que a la postre se vio envuelto en ellas.

Jorge Fox y los cuáqueros  

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Jorge Fox nació en una pequeña aldea de Inglaterra en 1624, el mismo año en que murió Boehme. Sus padres, también de origen humilde, lo hicieron aprendiz de zapatero. A los diecinueve años, disgustado con las costumbres de algunos de sus compañeros, y sintiéndose impulsado por el Espíritu de Dios, abandonó su oficio y se dedicó a vagar por el país, asistiendo a asambleas religiosas de diversas sectas y buscando la iluminación de lo alto, al tiempo que se dedicaba a estudiar las Escrituras hasta el punto que se decía que las sabía de memoria. Poco a poco se fue convenciendo de que, no solo la religión tradicional de los católicos, sino también la de los muchísimos grupos protestantes, dejaba mucho que desear, y que buena parte de ella le repugnaba a Dios. Andando de lugar en lugar, a veces pasando hambre, otras en medio de angustias internas, y otras, alentado e inspirado por sus experiencias religiosas, Fox fue formando sus convicciones contra todas las diversas sectas que pululaban entonces en el país. Si Dios no habita en casas hechas de manos ¿por qué llamar “iglesias” a esos edificios en que las gentes se reúnen? Fox los llamaba entonces “casas con campanarios”. Y todos los pastores que recibían salarios no eran sino “sacerdotes”, por muy protestantes que fuesen, y “asalariados”, aunque se llamasen pastores. Los himnos, los órdenes de culto, los sermones, los sacramentos, los credos, los ministros, todo era un obstáculo humano a la libertad del Espíritu. Frente a estas cosas, Fox coloca la “luz interior”. Esta luz es una semilla que existe en todos los seres humanos, y es el verdadero camino que debemos seguir para encontrar a Dios. La doctrina calvinista de la corrupción total de la humanidad le parecía una negación del amor de Dios y de su propia experiencia. Al contrario, decía él, en toda persona queda una luz interna, por muy eclipsada que esté por el momento. A su vez, esto quiere decir que, gracias a ella, los paganos pueden salvarse. Empero esa luz no ha de confundirse con el intelecto ni con la conciencia. No se trata de una razón natural, como la de los deístas, ni tampoco de una serie de principios de conciencia que señalen hacia Dios. Se trata más bien de algo que hay en nosotros que nos permite reconocer y aceptar la presencia de Dios. Es por la luz interna que reconocemos a Jesucristo como quien es; y es también gracias a ella que podemos creer y entender las Escrituras. Luego, en cierto sentido, la comunicación con Dios mediante la luz interna es anterior a todo medio externo. Aunque sus más allegados conocían algo del fuego interno que consumía a Fox, durante varios años éste se abstuvo de proclamar lo que creía haber descubierto acerca del verdadero sentido de la fe cristiana.

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Era la época en que existía en Inglaterra la multitud de sectas a que nos hemos referido anteriormente, y Fox asistía a muchas de sus reuniones sin sentirse a gusto en ninguna. En una asamblea de bautistas, se sintió movido por el Espíritu y comenzó a exponer sus opiniones. Pronto tuvo varios seguidores, y no faltó quien tuviera visiones acerca de la gran misión que Dios tenía reservada para el nuevo profeta. Repetidamente, Fox se sintió movido por el Espíritu a hablar u orar en alguna asamblea religiosa. Frecuentemente de tales intervenciones surgían debates, en los que se mostraba firme y convincente. En ocasiones, sus palabras no eran bien recibidas, y lo golpeaban o echaban a pedradas. Pero esto no le arredraba, y pronto se encontraba en otra “casa con campanario”, interrumpiendo el culto y proclamando su mensaje. El número de sus seguidores creció rápidamente. Al principio se daban a sí mismos el nombre de “hijos de la luz”. El propio Fox prefería darles sencillamente el título de “amigos”. Pero el pueblo, viendo que a veces su exaltación religiosa era tal que temblaban, dio en llamarles “cuáqueros” (del inglés quake, temblar), a la postre ése fue su nombre más común. Puesto que Fox y los suyos creían que toda estructura en el culto podía obstaculizar la obra del Espíritu, el culto de los “amigos” se celebraba en silencio. Si alguien se sentía llamado a hablar o a orar, lo hacía. Cuando el Espíritu las impulsaba a ello, las mujeres tenían tanto derecho a hablar o a orar en voz alta como los hombres. El propio Fox no iba a tales reuniones preparado a decir un discurso, sino que sencillamente dejaba que el Espíritu lo moviera. En ocasiones, aun cuando había numerosas personas reunidas para escucharlo, se negó a hablar, o a orar en voz alta, porque no se sentía movido por el Señor. Los cuáqueros no creían en los sacramentos, pues decían que el agua del bautismo, y el pan y el vino de la comunión, hacían centrar la atención sobre lo material, y ocultaban a Dios en lugar de revelarlo. Este fue el principal punto de conflicto entre los cuáqueros y los boehmenistas, quienes continuaban usando de los sacramentos, aunque llamándolos “ordenanzas”. Al mismo tiempo, Fox sabía que su énfasis en la libertad del Espíritu podía llevar a un individualismo excesivo. Repetidamente en la historia del cristianismo se han dado movimientos que han subrayado hasta tal punto la libertad del Espíritu para hablar en cada persona, que a la postre se han disuelto, pues sus miembros insistían en ir cada cual por su lado. Frente a ese peligro, Fox respondió subrayando la importancia de la comunidad y del amor. En las reuniones de los amigos no se sometían a votación los asuntos que se discutían. Si no se llegaba a un acuerdo, se posponía la decisión, a veces volviendo al silencio hasta tanto alguien recibiera una inspiración que resolviera la dificultad, y otras dejando el asunto para otra ocasión. De ese modo, cuando había algún desacuerdo, lo que se hacía no era ver qué bando lograba más votos, sino buscar una solución aceptable para todos. Las prédicas y prácticas de Fox y los suyos no eran del agrado de muchos. Los jefes religiosos no gustaban de estos “fanáticos” capaces de interrumpir sus servicios religiosos para discutir sobre las Escrituras o para orar en voz alta. Los poderosos veían la necesidad de escarmentar a estos “amigos” que se negaban a pagar diezmos, a prestar juramentos, a inclinarse ante sus “mejores”, o a descubrirse ante cualquiera que no fuese Dios.

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Además, decían los cuáqueros, si tratamos de “Tú” a Dios, ¿por qué mostrar más respeto hacia nuestros semejantes? La dificultad estaba en que muchos de esos semejantes estaban acostumbrados a que se les rindiera pleitesía, y la ausencia de ella les parecía una falta de respeto y una insubordinación intolerables. En consecuencia, Fox fue maltratado repetidamente, y pasó un total de seis años en prisión. La primera vez fue encarcelado por interrumpir a un predicador que decía que la verdad última estaba en las Escrituras, y arguirle que estaba más bien en el Espíritu Santo que las había inspirado. Otras veces se le encarceló por blasfemo, y otras se le acusó de conspirar contra el gobierno. En algunos casos se intentó librarle mediante un perdón por parte de las autoridades, y en esas ocasiones se negó a aceptarlo, diciendo sencillamente que no era culpable, y que aceptar un perdón sería por tanto faltar a la verdad. En otra oportunidad, cuando estaba a punto de cumplir una condena de seis meses por blasfemia, se le invitó a unirse al ejército republicano. Fox se negó, pues no creía que un cristiano debía apelar a otras armas que las de índole espiritual. La consecuencia fue una nueva pena de seis meses de prisión. A partir de entonces los cuáqueros se han distinguido por la firmeza de sus convicciones pacifistas. Cuando no estaba preso, Fox pasaba parte del tiempo en su casa de Swarthmore, que vino a ser el cuartel general de los amigos. Pero el resto lo pasaba viajando por Inglaterra y el extranjero, visitando asambleas de cuáqueros y llevando su mensaje a nuevas regiones. Primero fue a Escocia, donde se le acusó de sedicioso; después a Irlanda; más tarde pasó dos años en el Caribe y Norteamérica; y por último hizo dos visitas al continente europeo (a Holanda y Alemania). En todos estos lugares el movimiento se extendía, y a la muerte de Fox, en 1691, sus seguidores se contaban por decenas de millares. Esos seguidores fueron también perseguidos. Repetidamente se les encarcelaba, acusándoseles de ser vagabundos, de blasfemar, de incitar a motines, o de no pagar los diezmos. Cuando, en 1664, Carlos II prohibió las asambleas religiosas, otros grupos continuaron reuniéndose en secreto. Pero los cuáqueros decidieron hacerlo en público, y millares de ellos fueron encarcelados. Cuando, en 1689, Jaime II promulgó la tolerancia religiosa, los cuáqueros contaban con varios centenares de mártires, que habían muerto en la cárcel.

Guillermo Penn (ddiscipulo de Fox) 





El más famoso de los seguidores de Fox fue Guillermo Penn, cuyo nombre lleva el actual estado norteamericano de Pennsylvania. Penn era hijo de un almirante británico, quien se esforzó en proveerle la mejor educación posible. Pero mientras era estudiante, el joven Guillermo se hizo puritano. Después su padre lo mandó a Francia, donde estudió bajo célebres maestros hugonotes. De regreso a Inglaterra, se hizo cuáquero en 1667. Algún tiempo más tarde, su enfurecido padre lo echó de la casa. Pero Penn no se amedrentó, sino que continuó dando muestras de sus convicciones cuáqueras, y hasta tuvo que pasar siete meses preso en la Torre de Londres. Se dice que en esa ocasión le hizo llegar al Rey un mensaje en el sentido de que la Torre era el peor de los argumentos para tratar de convencerlo, ya que, no importa quién tenga la razón, quien usa de la fuerza por motivos religiosos está necesariamente errado. Por fin, gracias a la intervención de su padre y de otras

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personas de prestigio, fue libertado, y entonces pasó varios años viajando por Europa, escribiendo tratados en defensa de los amigos, y estableciendo un hogar. Empero sus argumentos en pro de la tolerancia religiosa no eran bien recibidos, y hasta se llegaba a decir que en verdad era jesuita, y que lo que deseaba era sencillamente devolverles a los católicos los privilegios que habían perdido. Fue entonces que Penn concibió la idea de lo que llamó su “experimento santo”. Algunos amigos le habían hablado de Nueva Jersey, en Norteamérica. Puesto que la corona le debía una fuerte suma, y no estaba deseosa de pagarla en metálico. Penn logró que Carlos Il le concediera territorios en lo que hoy es Pennsylvania. Su propósito era fundar una nueva colonia en la que hubiera completa libertad religiosa. Anteriormente otros ingleses habían fundado varias colonias en Norteamérica. Pero, excepto en Rhode Island, la intolerancia reinaba por doquier. En Massachusetts, la más intolerante de todas, se perseguía a los cuáqueros, y se les condenaba a destierros, mutilaciones y hasta muerte. Lo que ahora Penn se proponía era una nueva colonia en la que cada cual pudiera adorar como mejor le pareciera. Pero había otro elemento de ese “experimento santo” que lo hacía parecer todavía más descabellado. Aunque la corona inglesa le había concedido esas tierras, Penn se proponía comprárselas a los indios, que según él creía eran sus legítimos dueños, y establecer con ellos relaciones tan cordiales que no hubiera necesidad de fuerzas armadas para defender a los colonos.”. La capital del santo experimento llevaría el nombre de “Filadelfia”, que quiere decir “amor fraternal. Por muy descabellado que algunos dijeran ser el experimento de Penn, pronto hubo gran número de personas, no solo en Inglaterra, sino también en otros países de Europa, dispuestas a tomar parte en él. Muchos de ellos eran cuáqueros, y por tanto los seguidores de Fox dominaron la vida política de la nueva colonia por algún tiempo. Pero no faltaron otras gentes de diversas persuasiones. Bajo la dirección de Penn, quien fue el primer gobernador de la nueva colonia. Las relaciones con los indios fueron excelentes, y durante largo tiempo se pudo cumplir el sueño de Penn, de una colonia sin fuerzas armadas. Cuando, tres cuartos de siglo después de fundada la colonia (es decir, en 1756), el Gobernador les declaró la guerra a los indios, los cuáqueros se retiraron de sus cargos públicos. Pero la tolerancia religiosa que era parte fundamental del “santo experimento” de Penn pasó a formar después parte de la Constitución norteamericana, y también de las de muchas otras naciones.

Emanuel Swedenborg   

Representantes del movimiento espiritualista. Jorge Fox nació el mismo año en que murió Boehme, y Emanuel Swedenborg, de quien ahora nos ocuparemos, nació solo tres años antes de la muerte de Fox. Luego, las vidas de los tres grandes maestros del movimiento espiritualista cubren la casi totalidad de los dos siglos que narramos en esta sección. Las doctrinas de Swedenborg eran parecidas a las de Boehme y Fox. Pero en otros aspectos Swedenborg era muy distinto de los otros dos. Mientras Boehme y Fox eran personas de origen humilde, Swedenborg provenía de una familia aristocrática. Y, en contraste con aquéllos, éste recibió la mejor educación

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disponible, pues estudió en la Universidad de Upsala, y después pasó cinco años viajando por Inglaterra, Holanda, Francia y Alemania en busca de sabiduría. Además, mientras Fox y Boehme mostraron profundas inquietudes religiosas y tendencias místicas desde muy jóvenes, Swedenborg se interesó principalmente por las cuestiones científicas, y fueron esos estudios los que a la postre le llevaron a buscar las experiencias y conocimientos que hicieron de él uno de los principales portavoces y maestros del movimiento espiritualista. Tras largos años de investigaciones científicas, Swedenborg tuvo una visión en la que, según él, penetró al mundo espiritual, y pudo así ver las realidades eternas. A partir de entonces escribió varias obras voluminosas acerca del verdadero sentido de la realidad y de las Escrituras. Según Swedenborg, todo cuanto existe es reflejo de los atributos de Dios, y por tanto el mundo visible “corresponde” al invisible. Lo mismo es cierto de las Escrituras, en las que todo corresponde a realidades que solo puede ver quien ha penetrado al mundo espiritual. Swedenborg estaba convencido de que sus escritos serían el comienzo de una nueva era en la historia del mundo y de la religión. Aún más, decía que lo que había sucedido al recibir él sus revelaciones era lo que la Biblia prometía al hablar de la segunda venida de Cristo. Como era de esperarse, tales ideas no fueron bien recibidas por la mayoría de sus contemporáneos, y por tanto el círculo de sus discípulos siempre fue reducido. El propio Swedenborg no se sentía llamado a fundar una nueva iglesia, sino más bien a llamar la antigua a una nueva percepción de la realidad y de su mensaje. En 1784, doce años después de su muerte, sus discípulos fundaron la Iglesia de la Nueva Jerusalén, cuya membresía nunca fue numerosa, pero que ha logrado subsistir hasta el siglo XX. Además, a principios del siglo XIX se fundó una “Sociedad Swedenborgiana” con el propósito de publicar y divulgar sus obras.

Importancia de Jacobo Boehme, Jorge Fox y los cuáqueros, y Emanuel Swedenborg 



Los tres personajes que hemos estudiado en este capítulo difieren entre sí. Dos de ellos eran de origen humilde, y desde muy temprano se inclinaron hacia las visiones y experiencias religiosas. El tercero, aristócrata, se dedicó primero a las ciencias, y fue solo más tarde que comenzó su carrera teológica. Aunque los tres tuvieron seguidores, y a la postre hubo comunidades de discípulos formadas alrededor de las doctrinas de cada uno de ellos, solamente Fox mostró las aptitudes necesarias para dirigir y organizar un gran movimiento. Esto se debió en parte a que, en contraste con Boehme y Swedenborg, estaba convencido de que la comunidad de los creyentes era absolutamente necesaria para la vida religiosa. Además, Fox y los cuáqueros se distinguieron del resto del movimiento espiritualista por su interés en los problemas sociales, y por su participación activa en ese ámbito. Pero, fuera del caso de los cuáqueros, el movimiento espiritualista estaba destinado a tener poco impacto en la vida de la iglesia y de la sociedad.

2.2.2

PIETISMO ALEMAN

La opción pietista

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El más notable movimiento de protesta contra el tono de fría intelectualidad que parecía dominar la vida religiosa fue el pietismo. Este se opuso a la vez al dogmatismo que reinaba entre teólogos y predicadores, y al racionalismo de los filósofos. Ambos le parecían contrastar con la fe viva que es esencia del cristianismo. Mas, antes de pasar adelante, conviene que nos detengamos a aclarar lo que quiere decir el término “pietismo”. Como ha sucedido en tantos otros casos, éste fue al principio un mote que sus enemigos le pusieron al movimiento, cuyos jefes no se daban tal nombre. Luego, la palabra “pietismo” frecuentemente ha tenido connotaciones negativas de santurronería. Pero, como veremos en el presente capítulo, los jefes de este movimiento, aunque sí se preocupaban por la santidad de vida y por los ejercicios religiosos, estaban lejos de ser santurrones de rostros pálidos y expresiones amargas. Al contrario, parte de lo que les preocupaba era que la fe cristiana parecía haber perdido algo de su gozo, que era necesario redescubrir.

Significado del término “pietismo”: 

Se utiliza a veces para referirse únicamente al movimiento que tuvo lugar en Alemania, entre luteranos, bajo la dirección de personas tales como Spener y Francke. Pero aquí incluiremos bajo ese título otros movimientos de semejante inspiración, dirigidos por Zinzendorf y Wesley.

El pietismo luterano: Spener y Francke    

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Aunque muchos de los elementos que después recibieron el nombre de “pietismo” circulaban en Alemania desde antes, generalmente se ha llamado “el padre del pietismo” a Felipe Jacobo Spener (1635–1705). Este nació en Alsacia, en territorios que hoy son franceses, pero entonces eran parte de Alemania. Allí se crió entre aristócratas de profunda convicción luterana. Entre los libros que leyó de joven había varios que insistían en la necesidad de una fe personal por encima de la creencia en la recta doctrina. Además, en los círculos en que se movía se condenaban las diversiones frívolas y la falta de seriedad. A los dieciséis años de edad comenzó sus estudios teológicos, primero en la vecina Estrasburgo y después en Basilea y en Ginebra. En esta última ciudad conoció al francés Jean de Labadie, quien era uno de los principales críticos de la frialdad intelectual y dogmática en que había caído el protestantismo. Cuando, tras estudiar en varios otros centros, recibió el título de doctor, Spener estaba listo para dedicarse al pastorado, y en 1666 fue llamado al púlpito de Frankfurt. Allí fundó en 1670 sus “colegios de piedad”, que eran grupos dedicados a la devoción y al estudio cuidadoso de la Biblia. Cinco años más tarde publicó su obra Pia desideria —deseos píos—que pronto se volvió la carta fundamental del pietismo. Los “deseos píos” del pastor de Frankfurt pronto provocaron amargos ataques. Lo que Spener deseaba era un despertar en la fe de cada cristiano. Para ello apelaba a la doctrina luterana del sacerdocio universal de los creyentes, y sugería que se hiciera menos énfasis en las diferencias entre laicos y clérigos, y más en la responsabilidad de todos los cristianos.

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Esto a su vez quería decir que debía haber más vida devocional y más estudio bíblico por parte de los laicos, como sucedía ya en los “colegios de piedad”. En cuanto a los pastores y teólogos, lo primero que debía hacerse era asegurarse de que los candidatos a tales posiciones fueran “verdaderos cristianos” de fe profunda y personal. Spener invitaba a los predicadores a dejar su tono académico y polémico, pues el propósito de la predicación no era mostrar la sabiduría del predicador, sino llamar a todos los fieles a la obediencia a la Palabra de Dios. En todo esto no había ataque alguno a la doctrina de la iglesia, hacia la cual Spener mostraba gran respeto y con la cual afirmaba estar de acuerdo. Pero sí había un intento de colocar esa doctrina en su justo lugar, de tal modo que no viniera a ser el centro de la fe. El propósito del dogma no es servir de sustituto a la fe viva y personal. Es cierto que el error en cuestiones de dogmas puede tener funestas consecuencias para la vida cristiana; pero también es cierto que quien se queda en el dogma no ha penetrado al centro del cristianismo, y confunde la envoltura con la sustancia. Lo que Spener proponía era nada menos que una nueva reforma, o al menos que se completara la que había comenzado en el siglo XVI, y había quedado interrumpida en medio de las luchas doctrinales. Pronto algunos de entre sus seguidores empezaron a ver en él a un nuevo Lutero. De todas partes de Alemania le llegaban cartas agradeciéndole su inspiración y solicitando sus consejos. Los jefes de la ortodoxia luterana no veían con buenos ojos el movimiento que Spener encabezaba. Este parecía prestarles poca atención a las cuestiones doctrinales que tantas disputas habían costado. Las doctrinas luteranas, y los grandes documentos confesionales, le parecían útiles como modos de resumir las enseñanzas bíblicas; y lo mismo era cierto con respecto a los escritos de Lutero, a quien Spener citaba frecuentemente. Pero nada de esto podía ponerse al nivel de las Escrituras. Aún más, éstas no debían leerse con la actitud fría y objetiva de quien lee un documento jurídico, sino que era necesario leerlas con fe personal y bajo la dirección del Espíritu Santo. Todo esto no era sino lo que el propio Lutero había dicho. Empero ahora la ortodoxia luterana veía en ello una negación de la autoridad del gran Reformador, y por ello atacó vehementemente a Spener y sus seguidores. Había, sin embargo, ciertos elementos en los que Spener iba más allá de lo que había dicho Lutero. El Reformador estaba tan preocupado por la doctrina de la justificación, que le prestó poca atención a la santificación. En medio de sus luchas por la doctrina de la justificación por la fe, Lutero había insistido en que lo importante no era la pureza del creyente, o la clase de vida que llevara, sino la gracia de Dios, que perdona al pecador. Calvino y los reformados, al tiempo que concordaban con Lutero, señalaban que el Dios que justifica es también el Dios que regenera y santifica al creyente, y que por tanto hay un lugar importante para el proceso de santificación. La santidad de vida no es lo que justifica al cristiano. Pero Dios sí le ofrece su poder santificador al creyente a quien justifica. En este punto, Spener y los suyos se acercaban más a Calvino que a Lutero. El propio Spener había conocido en Estrasburgo y en Ginebra las doctrinas y prácticas de la tradición reformada, y le parecía que el luteranismo necesitaba

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mayor énfasis en el proceso de la santificación. Esta era parte de la reforma que ahora proponía, y por ello algunos de los teólogos luteranos lo acusaban de ser un calvinista disfrazado de luterano. Por último, conviene mencionar un aspecto de su doctrina en el que Spener se hizo vulnerable a los ataques de sus contrincantes. Desesperado por las condiciones reinantes en la vida de la iglesia, llegó a la conclusión de que las profecías del Apocalipsis se estaban cumpliendo. Cada símbolo que aparece en ese libro le parecía tener su contraparte en las cosas y acontecimientos de su época. El fin estaba cercano. Como en tantas otras ocasiones en la historia de la iglesia, el curso de los acontecimientos mostró que el profeta erraba en este punto, y por tanto sus enemigos pudieron acusarle de errar también en otros. Pero en cierto sentido lo que estaba en juego en toda esta controversia era la cuestión de si la fe cristiana habría de servir sencillamente para sancionar la moral de la época, o si la vida cristiana era algo distinto a la del común de las gentes. La predicación ortodoxa, ocupada como estaba en cuestiones académicas y detalles de doctrina, daba a entender que lo que Dios requería de los creyentes no era sino una vida decente, según los patrones de la época. El pietismo insistía en el contraste entre lo que la sociedad espera de sus miembros y lo que Dios requiere de sus fieles. Para muchos, tanto laicos como pastores, tal prédica era un reto incómodo.

Augusto Germán Francke (discípulo de Spener)   

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Entre los muchos seguidores que Spener tuvo en toda Alemania, el más distinguido fue Augusto Germán Francke. Este también se había criado en el seno de una familia luterana de profunda devoción y buena posición económica. Tras una breve visita, quedó tan prendado de él que a partir de entonces lo trató de “padre mío”, y comenzó a utilizar sus conferencias en Leipzig para divulgar y defender las propuestas de Spener. Esas conferencias llegaron a ser las más populares en toda la ciudad, y pronto los profesores de la Universidad comenzaron a quejarse de que los estudiantes preferían ir a escuchar a Francke en lugar de dedicarse a estudios “más serios” de teología dogmática. Mientras tanto, a través de sus contactos con el gobierno de Brandemburgo, Spener había logrado hacer de la Universidad de Halle un centro del movimiento pietista, y a esa universidad Francke fue llamado a fines de 1691. Poco antes, Francke había tenido una experiencia de conversión que él mismo describe en los siguientes términos: De repente, Dios me oyó. Así como uno vuelve la mano, todas mis dudas desaparecieron. En mi corazón tuve la seguridad de la gracia de Dios en Jesucristo. Desde entonces pude llamar a Dios, no solamente “Dios”, sino “Padre”. La tristeza y la angustia desaparecieron inmediatamente de mi corazón. Y repentinamente me sobrecogió una ola de gozo, de tal modo que en voz alta alabé y magnifiqué a Dios, quien me había mostrado tal gracia. Esta descripción, y las de otros como Wesley, hicieron que después se pensara que los pietistas insistían en la necesidad de una experiencia semejante. Pero lo cierto es que tal no era el tema fundamental del movimiento. Lo importante era una fe viva y personal, y no el modo o el momento en que se había llegado a ella. Las ideas de Francke eran semejantes a las de Spener, aunque nunca se dejó llevar por las tendencias apocalípticas de éste último.

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Aún más que Spener, Francke subrayaba el gozo de la vida cristiana, que debía convertirse en un canto al Señor. La nueva reforma que debía tener lugar no consistiría en una serie de dogmas rígidos, ni en legalismos morales, sino en una fe viva que, al tiempo que aceptara los dogmas establecidos, los aplicara a la vida cotidiana y a todas las decisiones que esa vida requiere. Para ello, era necesario que los cristianos invirtieran el tiempo y los esfuerzos necesarios, es decir, la vida toda. Hay que establecer una disciplina que incluya la lectura de la Palabra, tanto en público como en privado, la participación frecuente en el sacramento de la comunión, la oración, el examen de la propia vida, y el arrepentimiento cotidiano. El movimiento pietista pronto cautivó el interés y la dedicación de millares de cristianos. Muchos de los teólogos lo atacaban repetidamente, acusándolo de ser en extremo individualista, subjetivo, emotivo, y hasta herético. Pero a pesar de ello las gentes seguían sumándosele, pues veían en él un retorno a la fe viva del Nuevo Testamento y de los reformadores. A la postre, y aun a pesar de la oposición de muchos círculos oficiales, el pietismo se adentró de tal modo en el luteranismo, que dejó sobre éste un sello indeleble, y le puso fin a la frialdad de la ortodoxia luterana. COMIENZO DEL MOVIMIENTO MISIONERO PROTESTANTE. Pero el pietismo tuvo otra consecuencia de gran importancia para la historia del cristianismo: el comienzo del movimiento misionero protestante. Los reformadores del siglo XVI no les habían prestado gran atención a las misiones, pues estaban enfrascados en difíciles luchas en sus propias tierras. Algunos hasta llegaron a decir que la comisión dada por Jesús de ir por todo el mundo y predicar se aplicaba solamente a los apóstoles, y que la tarea de los cristianos a partir de entonces consistía en permanecer en el lugar en que Dios los había colocado. Los primeros pietistas tampoco mostraron interés por las misiones. Pero sí se preocupaban por las necesidades de las gentes en su derredor, fundando escuelas, orfanatos y otras instituciones de servicio social. Fue en 1705 que el Rey de Dinamarca, admirador de los pietistas, decidió enviar unos misioneros a sus colonias en la India. En su propio país no encontró gran interés en la empresa, y solicitó entonces que le fueran enviados dos de los más prometedores discípulos de Francke en la Universidad de Halle. Estos dos, Bartolomé Ziegenbalg y Enrique Plutschau, fundaron en 1706 la misión de Tranquebar, en la India. Sus cartas e informes fueron muy bien recibidos por los pietistas alemanes, quienes los circularon. Pronto, bajo la dirección de Francke, la Universidad de Halle se volvió un centro en el que se recaudaban fondos y se preparaba personal para la obra misionera. También se fundó en Copenhague, con el apoyo del Rey y bajo inspiración pietista, una escuela de misiones que se interesó particularmente en Laponia y Groenlandia.

Zinzendorf y los moravos 

El impacto de Spener y del pietismo se había hecho sentir en el joven Nicolás Luis, conde de Zinzendorf, en cuyo bautismo Spener había servido de padrino.

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Desde niño, Zinzendorf mostró profundos sentimientos religiosos, y él mismo decía, a diferencia de muchos otros pietistas, que, aunque recordaba varias experiencias religiosas, nunca se había sentido apartado de Dios, y por tanto ninguna de esas experiencias podría verdaderamente llamarse una conversión. Cuando llegó la hora de hacer estudios superiores, sus guardianes, pietistas convencidos, lo enviaron a la Universidad de Halle, donde estudió bajo Francke. De allí pasó a la Universidad de Wittenberg, que era entonces uno de los principales centros de la ortodoxia dogmática, y sus conflictos con varios profesores y compañeros sirvieron para arraigar aún más sus convicciones pietistas. Más tarde viajó por Europa y, a insistencia de su familia, estudió derecho. Después se casó y entró al servicio de la corte de Dresden. Fue entonces que Zinzendorf entró por primera vez en contacto con los moravos, quienes cambiarían el curso de su vida. El movimiento de Juan Huss y a la Unitas Fratrum o “Unidad de los hermanos” llegó a hacerse fuerte en Moravia. Los desastres de la Guerra de los Treinta Años y su secuela habían llevado a algunos de estos husitas moravos a emigrar, y Zinzendorf les ofreció asilo en ciertas tierras que había comprado recientemente. Allí se establecieron los moravos, y fundaron una comunidad que llamaron Herrnhut (el redil del Señor), y que estaba destinada a jugar un papel importantísimo en la historia de las misiones. Zinzendorf se interesó tanto en aquella comunidad, que renunció a sus responsabilidades en Dresden y se estableció en ella. Bajo su dirección, los moravos decidieron hacerse parte de la parroquia luterana que les correspondía. Pero siempre hubo tensiones, pues los luteranos no estaban dispuestos a aceptar en su seno a aquella comunidad que Zinzendorf había vuelto un foco de pietismo. ZINZENDORF Y LAS MISIONES. En 1731, en una visita a Copenhague, Zinzendorf conoció a unos esquimales que se habían convertido gracias a la labor del misionero luterano Hans Egede, y a partir de entonces su entusiasmo por la obra misionera no tuvo límites. Pronto la comunidad de Herrnhut se contagió con el mismo entusiasmo. En 1732 partieron los primeros misioneros hacia el Caribe, donde se establecieron primero en las Islas Vírgenes y después en la Guayana. En 1735 un grupo de moravos partió para Georgia, en Norteamérica, para evangelizar a los indios, y poco después otro contingente los siguió. Este segundo grupo, sin embargo, acabó por establecerse en Pennsylvania. A la sazón, Zinzendorf se hallaba desterrado a causa de sus conflictos con las autoridades luteranas de Sajonia, y había ido a Norteamérica para ver lo que podía hacerse en pro de los indios. Además, soñaba con extender las ideas y el estilo de vida de los moravos a otros grupos religiosos. Cuando el contingente moravo de Pennsylvania decidió establecer su propia comunidad, Zinzendorf estaba presente, y en la Nochebuena de 1741 fundó la aldea de Belén (Bethlehem). Esa comunidad, y las dos posteriores de Nazaret (también en Pennsylvania) y Salem (en Carolina del Norte) fueron el centro del movimiento moravo en Norteamérica. Allí se estableció un estilo de vida semimonástico y semicomunitario. Pero además esas comunidades se dedicaron a producir los recursos necesarios para sostener la obra misionera entre los indios. Su obra entre ellos logró buenos resultados, aunque parte fue destruida tras la independencia de los Estados Unidos, a consecuencia de los desmanes y atropellos cometidos contra los indios por los blancos (y por el gobierno de la nueva nación).

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No solamente en Norteamérica los moravos establecieron misiones, sino también en Sudamérica, Africa e India. Pronto aquel movimiento, que al principio contaba solamente con doscientos refugiados, tuvo más de cien misioneros en esas regiones. Mientras tanto, en 1747, se le permitió a Zinzendorf regresar a Sajonia, y al año siguiente se hicieron las paces entre los luteranos y la comunidad de Herrnhut, que fue reconocida como verdaderamente luterana. Zinzendorf pasó algún tiempo más en Inglaterra, donde logró que el Parlamento reconociera la legitimidad del movimiento moravo y de sus órdenes (el propio Zinzendorf había sido hecho obispo de los moravos). En 1755, regresó definitivamente a Herrnhut, donde murió en 1760. Poco después, el movimiento moravo rompió definitivamente con los luteranos. Aunque Zinzendorf deseaba que su movimiento permaneciera dentro de la iglesia luterana, lo cierto era que tal deseo se había vuelto imposible desde que, en 1735, el devoto conde aceptó el título de obispo, y fue consagrado como tal por quienes continuaban la sucesión de la antigua Unitas Fratrum. Aunque la Iglesia de los Moravos nunca contó con grandes multitudes, y pronto le resultó imposible continuar sosteniendo un número muy elevado de misioneros, su impacto en la historia del cristianismo protestante fue notable: (1) Porque contribuyó al gran despertar misionero del siglo XIX (2) Porque imprimió su sello sobre Juan Wesley y, a través de él, sobre el metodismo.

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