Etica y Economia

ETICA Y ECONOMÍA Por: Carlos María Vitta, Stella Marís Scarafiocca y Santos Jesùs Fior Resumen: Se analiza la relación

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ETICA Y ECONOMÍA Por: Carlos María Vitta, Stella Marís Scarafiocca y Santos Jesùs Fior

Resumen:

Se analiza la relación entre ética y economía a lo largo de la historia. Partiendo de la antigüedad va mostrando como ambos conceptos, que al principio estaban muy unidos, se fueron separando. En la Grecia Antigua, no había una diferencia clara entre filosofía (ética), política y economía. En la Edad Media, con la filosofía cristiana y la escolástica, la ética continúa siendo entendida como la guía práctica de la actividad económica, lo que se intenta lograr a través de la enunciación de “preceptos”, como los relativos a la propiedad, a la usura, al trabajo, al salario, al desprendimiento de la riqueza, al sentido social de ésta. La separación del análisis científico de los hechos sociales y económicos respecto al juicio y guía moral sobre ellos tiene lugar en los albores de la época moderna, De la conciencia como sujeto ético se pasa a la conciencia como sujeto cognitivo. La racionalidad ética parece haber perdido la partida histórica en que se ha enfrentado con la racionalidad científica. Sin embargo, como disciplina precriptiva que es, ha mantenido la presencia de su discurso buscando eficacia práctica por caminos diferentes. Coincidimos con Adela Cortina, en que la garantía de la articulación entre ética y economía se fundamenta en la afirmación de que “Nada de lo Humano es ajeno a la moral”. Y si la economía es una actividad humana que busca la felicidad de las personas y de la sociedad, entonces es esencialmente ética.

Adela Cortina, en una conferencia reciente en Bogotá, sobre “La ética empresarial y de las organizaciones en el tercer milenio”, nos recordaba que las relaciones entre ética y economía no han sido siempre tan lejanas como parece. En la Grecia Antigua, no había una diferencia clara entre filosofía (ética), política y economía. Es interesante, por lo tanto, hacer una breve reseña histórica de este proceso a fin de comprender acerca del momento y la situación en que nos encontramos. Podemos comenzar con La República de Platón, en que aparece la que es tal vez la primera formulación conceptual sobre la economía. El modelo político-económico propuesto por Platón se funda exclusivamente en motivaciones éticas, en cuanto toda la propuesta busca forjar un nuevo hombre en el cual la virtud y la buena disposición del alma guiarán sus acciones y lo alejaran del vicio y la violencia. Platón rechaza la propiedad privada y postula la propiedad común. Es consciente que hay una absoluta distancia entre la economía real y su formulación ética de la economía, pero es clara su intención de que ésta llegue a aplicarse. En este contexto se comprende claramente del siguiente diálogo, en La República, 592 b: “Glaucón: Ya entiendo; quieres decir: en aquella ciudad que ahora hemos fundado y discutido, que tiene su sede en nuestros razonamientos y discursos, pues no creo que exista en ningún lugar de la tierra. Sócrates: Pero en el cielo quizás exista un modelo de ella para el que quiera verla, y viéndola se proponga fundarla en sí mismo”. Por su parte “Aristóteles creía que una sana economía es indispensable para que los seres humanos puedan vivir una vida feliz y que así mismo para esa vida feliz es indispensable la política ...la economía se encargaría de satisfacer o de ayudar a satisfacer las necesidades de los seres humanos en la casa y la ética se ocuparía de ir enseñando que son los modelos de vida buena...” En definitiva la ética derivaría en la política, y ésta, entendida como la ciencia del obrar humano, se encargaría de que es lo justo y lo injusto en la ciudad –estado (griega) o polis. En la Edad Media, con la filosofía cristiana y la escolástica, la ética continúa siendo entendida como la guía práctica de la actividad económica, lo que se intenta lograr a través de la enunciación de “preceptos”, como los relativos a la propiedad, a la usura, al trabajo, al salario, al desprendimiento de la riqueza, al sentido social de ésta.

El justo precio, se sostenía, es el que fija el mercado, siempre y cuando ninguna de las partes se aproveche de la ignorancia o la debilidad de la otra. Si bien se entiende que la economía es algo que como realidad es independiente, todo el saber económico apunta a subordinarla a la ética. De este modo el conocimiento económico se manifiesta en forma de enunciados sobre el “deber ser” de las decisiones económicas.

La separación del análisis científico de los hechos sociales y económicos respecto al juicio y guía moral sobre ellos tiene lugar en los albores de la época moderna, y sus inicios pueden atribuirse a Nicolás Maquiavelo, considerado el fundador de la ciencia política. Maquiavelo formula un riguroso enunciado científico sobre cómo funcionan la política y el poder, donde los objetivos se logran con independencia respecto a la ética. Entre la segunda mitad del siglo XV y mediados del XVII aparece la teoría económica conocida como “mercantilismo”, que por primera vez examina la economía como realidad objetiva independiente de las doctrinas. Las formulaciones de J.B.Colbert, entre otros, constituyen el comienzo del proceso de autonomización de la ciencia económica respecto a la ética; pero es una separación precaria, pues todavía se busca apoyo moral para las formulaciones y propuestas económicas. En efecto, en un contexto cultural dominado por las concepciones religiosas, el mercantilismo busca todavía una fundamentación ética, o más exactamente, encuentra una justificación ética en la Reforma Protestante, por ejemplo, que da una valoración positiva de la actividad económica, de los negocios y del enriquecimiento personal y de las naciones. Es importante tener en cuenta la función cumplida por la reforma protestante en este cambio de perspectiva. Max Weber examina en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de qué modo la Reforma estableció los fundamentos doctrinarios y éticos necesarios para justificar el ‘espíritu del capitalismo’, que identifica en la búsqueda racional de las ganancias económicas y que supone la dedicación a los negocios como una actividad que no es ‘mundana’ sino necesaria y éticamente justificada. Por cierto, la ética protestante valora el bienestar y la riqueza solamente cuando son obtenidos mediante el esfuerzo personal y el trabajo, la vida modesta y el ahorro, la creatividad y el espíritu emprendedor. A su vez, Max Weber defendía la tesis de que la empresa está ligada a la ética por que la vocación del empresario es generar riqueza para la colectividad y no para un individuo particular (4). Después de Maquiavelo, todas las ciencias sociales, incluida la economía, separan rigurosamente los juicios sobre los hechos de los juicios de valor, el análisis de la realidad considerada objetiva (de lo que es) del análisis del deber ser (considerada una cuestión subjetiva). Así, por ejemplo, la sociología con Durkheim, identifica el principio metodológico de “tratar los hechos sociales como cosas”. Es la gran revolución realizada por el positivismo, que marca la ruptura de la conciencia moderna respecto a las filosofías anteriores y la conciencia antigua y medieval.

De la conciencia como sujeto ético se pasa a la conciencia como sujeto cognitivo. Contribuyó grandemente a esta separación el liberalismo, que grafica esta independencia en la famosa frase “laissez faire, laissez passer” de Vicente de Goumay.

En los inicios del capitalismo, Adam Smith, que era profesor de filosofía moral, afirmaba que aunque la tarea de la economía es generar riqueza, la economía está en manos de los seres humanos y su finalidad es que la humanidad sea más libre. Estar sometidos a las necesidades no permite una vida en libertad. Smith era un filósofo y su primera obra “Teoría de los Sentimientos Morales” tenía un marcado carácter ético en cuanto se centraba en el estudio de la conducta humana. Pero la obra por la cual se lo reconoce como economista – La Riqueza de las Naciones- establece que los objetivos de la economía son: a) permitir que la gente se proporcione ingresos, y b) proporcionar al Estado los ingresos crecientes que le permitan la prestación de los servicios públicos. La ética ha desaparecido así de los objetivos de la economía, y también del análisis económico. En efecto, Adam Smith plantea que la economía se caracteriza por hechos constantes y uniformes que se repiten y constituyen leyes. Es así que formula como principios y leyes principales de la economía tras el logro de sus objetivos de generar riqueza: a) el interés propio como motor de la actividad; b) la competencia como impulsor de la eficiencia; c) la ley de la oferta y demanda como mecanismo regulador, y d) la ley del valor del trabajo como fundamento de la acumulación económica. La ciencia económica continuará desde entonces como una disciplina que analiza los hechos y propone modelos teóricos exclusivamente en base a la información empírica interpretada por conceptos supuestamente referidos a los hechos, relaciones y procesos prácticos, ajena a toda consideración ética. El proceso de independización de la economía respecto de la ética llega a su máxima expresión con Keynes, que por primera vez reconoce y formula algo que estaba implícito en autores anteriores: que la economía funciona de manera adecuada cuando se organiza contrariando directamente los principios éticos tradicionales. Escribe Keynes textualmente: “Cuando más virtuosos seamos, cuando más resueltamente frugales, y más obstinadamente ortodoxos en nuestras finanzas personales y nacionales, tanto más tendrán que descender nuestros ingresos… La obstinación sólo puede acarrear un castigo y no una recompensa, porque el resultado es inevitable. Por tanto, después de todo, las tasas reales de ahorro y gasto totales no dependen de la precaución, la previsión, el orgullo o la avaricia. La virtud y el vicio no tienen nada que ver con ellos”. (Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, pág. 105) De este modo la racionalidad ética parece haber perdido la partida histórica en que se ha enfrentado con la racionalidad científica. Sin embargo, como disciplina precriptiva que es, ha mantenido la presencia de su discurso buscando eficacia práctica por tres caminos diferentes. El primero ha sido el de plantear formas económicas éticas como propuestas alternativas a las predominantes. Así, por ejemplo, el cooperativismo, las finanzas éticas, el consumo ético, el comercio justo. En todos estos proyectos, se proponen modelos de unidades económicas (producción, distribución y consumo) derivados de

principios éticos; pero tienen un problema que no logran resolver, y es que no son verdaderamente eficientes, exigen sacrificios a sus participantes (cuando la lógica de la economía es la de maximizar los beneficios y el bienestar), y finalmente no logran consolidarse ni expandirse en el mercado, permaneciendo como islas testimoniales marginales respecto a la economía en su conjunto. El segundo camino ha sido buscar la subordinación de la economía a la ética a través de la acción del poder social y político. Las razones éticas proporcionan argumentos a las luchas sociales de los sectores que experimentan la marginación o la subordinación económica, y a las corrientes políticas que las convierten en políticas del Estado y que imponen, por la vía de la autoridad y las regulaciones, las exigencias éticas sobre la economía. Los resultados parciales que se han logrado por esta vía suelen ser fuertemente resistidos por los economistas en cuanto implican sacrificios de la eficiencia macroeconómica, y en realidad no constituyen una genuina validación de la ética sino de la razón política por sobre la razón económica. El tercer modo en que se mantiene vigente el pensamiento ético sobre la economía es a través de propuestas intermedias que buscan algún equilibrio entre la búsqueda de la eficiencia económica y las exigencias de la ética. Se sacrifica en parte la racionalidad económica y se moderan las exigencias de la racionalidad ética, en una suerte de compromiso cultural. Conceptos como los de responsabilidad social empresarial, salario ético, políticas redistributivas, van en esta dirección. El problema es que tales equilibrios intermedios dejan insatisfechas tanto a las razones de la economía como a las de la ética. La cuestión se convierte en un dilema donde ninguna medida satisface a ambas partes. El problema de fondo de estas tres maneras de enfrentar esta cuestión es que en realidad la ciencia económica tiene razón cuando sostiene que la subordinación de la lógica económica a la ética, o más exactamente, las interferencias de ésta en el mercado capitalista, implican sacrificar parte de la eficiencia de este modo de organización económica. ¿Significa esto que la ética debe renunciar a su intento de obtener que la economía proceda siempre hacia el bien social y que cumpla el objetivo de favorecer el más completo desarrollo humano, contribuyendo a crear las condiciones para que se instalen los valores en la vida social y las virtudes en las conductas de los individuos? De ningúna manera. La ética siempre va a mantener vigentes sus postulados. Sus resonantes no se silenciarán jamás. De la mano del P. Fernando Montes SJ, Rector de la Universidad Alberto Hurtado, de Chile, podemos identificar algunos aspectos que no se pueden claudicar.

En primer lugar, la necesidad de una economía que no nos quite el carácter de ser sujetos de la actividad humana. Hay que revitalizar la ética para que las leyes económicas no sean concebidas como algo inexorable sino como una oportunidad para que el hombre sea sujeto de la historia, libre, y responsable de los demás.

En segundo lugar, debemos ser concientes que “lo más humano ni se compra ni se vende; tiene valor pero no tiene precio”. La amistad, el amor, la solidaridad pertenecen al ámbito de la gratuidad. En tercer lugar, la no separación entre la ética personal y la ética organizativa (social). Porque de ser así, las instituciones y las organizaciones estarían “más allá del bien y del mal moral”. Finalmente, cerrar esta reflexión sobre las relaciones entre ética y economía diciendo con Adela Cortina, que la garantía de la articulación entre las mismas se fundamenta en la afirmación de que “Nada de lo Humano es ajeno a la moral”. Y si la economía es una actividad humana que busca la felicidad de las personas y de la sociedad, entonces es esencialmente ética. El actual desafío consiste, esencialmente, en allanar la distancia entre discurso y acción.