El Otro

La relación con el Otro Alumno: Tomás Herrera Profesor: Luis Placencia Ayudante: Daniela Alegría ¿Quién es el Otro? ¿

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La relación con el Otro

Alumno: Tomás Herrera Profesor: Luis Placencia Ayudante: Daniela Alegría

¿Quién es el Otro? ¿Puede ser este aprehendido? Si es que puede ser aprehendido, ¿no tendería todo conocimiento del Otro en una reducción del sujeto al carácter de objeto? La pregunta por el Otro es de gran interés para la filosofía y las ciencias sociales contemporáneas, hoy en día se vive en una sociedad globalizada e interconectada dónde la figura del Otro está más presente que nunca. Con el paso de los años se ha avanzado enormemente en la expansión de la frontera de lo que se considera normal y por lo tanto, ha permitido incluir a diversas minorías dentro del carácter de lo propio. Hoy en día, por ejemplo, existen múltiples discusiones sobre la extranjería, el género o los derechos de los animales. Todas ellas sedimentadas en la pregunta por el Otro. En éste ensayo se tratará de responder a la pregunta, ¿puede haber una inclusión del Otro? Para ésto, se trasará primeramente una reflexión de qué es el Otro, qué es lo que dentro de él se incluye. Luego anclado en la filosofía de Jean-Paul Sartre se hará un exámen sobre cómo nos relacionamos con el Otro, desde una perspectiva fenomenológica. Después se presentarán posibles soluciones a la inclusión del Otro, para finalmente acabar con las conclusiones que pretender demostrar la hipótesis de que, en realidad, la paradoja del Otro es posible de ser solucionada. 1.- ¿Quién es el Otro? La pregunta por el Otro siempre, en cierta medida, es la pregunta por el sí-mismo, la normalidad. ¿Qué es lo que se considera normal y por lo tanto, no es extranjero a mí? ¿Qué es lo que se escapa de mi ego y que se me presenta como una amenaza? La pregunta por el Otro, siempre lleva consigo la idea de una distancia entre el yo que conoce y el Otro: el individuo que no forma parte de mí-mismo y que no lo puedo considerar propio de mi comunidad y que, de forma instintiva, se me presenta como una amenaza. La idea del Otro, nace con la filosofía de Hegel y su dialéctica del amo-esclavo. En La fenomenología del Espíritu, Hegel explica que la historia siempre está constantemente desarrolándose por un deseo. Este deseo nace del yo por su reconocimiento, y para alcanzarlo necesita de un Otro. Hegel luego desarrollará una compleja dialéctica que servirá para explicar el origen de la historia, sin embargo, la figura que ideó sirvió para el posterior desarrollo de múltiples filosofías como puede ser el existencialismo, el feminismo o la psicología, de forma paralela. La figura del Otro, sin embargo, ha mutado a lo largo de la historia. En la época anterior a la escritura,

el Otro podría ser haber sido una tribu enemiga, por ejemplo. Con la expansión de los territorios y las comunidades, la figura del Otro (el que está afuera) pudo haber sido incluída dentro de la categoría de lo propio, sin embargo ésta figura siempre ha estado mutando. En la época del renacimiento, por ejemplo, con la expansión territorial de Europa, la figura del Otro fue el indígena, el ciudadano “salvaje” que no está sujeto a las reglas europeas. Hoy en día, se vive claramente en una sociedad dónde gradualmente se ha avanzado en la tolerancia o la inclusión, sin embargo aún quedan sujetos fuera y que constituyen la figura del Otro en la contemporaneidad. Piénsese, por ejemplo, en las minorías sexuales, el extranjero, el animal, el indígena, entre algunos. 2.- El Otro en Sartre Jean-Paul Sartre, filósofo existencialista francés desarrolla un pensamiento que, partiendo desde la pregunta de ¿qué es el ser?, llega hasta la cuestión del Otro. Cómo anteriormente se señaló, primero se debe esclarecer qué es el ser -para Sartre-, y cómo llega a conocer a lo que está afuera de sí. Su pensamiento se desarrolla principalmente con fuertes influencias de la fenomenología de Husserl y el posterior desarrollo que Heidegger hace en éste campo. La fenomenología, por una parte, introduce el concepto de una consciencia que apunta hacia los objetos del mundo y que éstos se aparecen en cuánto hay una yo que los “señala” Sin embargo lo que conoce la consciencia que desvela no son más que los fenómenos del ser en cuestión. Por ejemplo, lo que comúnmente se denomina como corriente eléctrica es una esfera de fenómenos como son el calor, la incadescencia, la electrólisis y nada más que eso. El ser-en-sí de la electricidad son sus apariciones, el ser de ésta no se esconde detrás de estos fenómenos, lo que también se traduce en que éste es un infinito: manifestación de un conjunto de fenómenos, que sin embargo nunca lo agotan. De ahí se puede concluir que el conocimiento que una consciencia tiene sobre un Otro, no es nada más que una experiencia y una parte de su totalidad. Sartre para entender la experiencia que se tiene sobre el Otro, ocupa el ejemplo de la vergüenza. La vergüenza, en sí misma, siempre es una vivencia que se refiere a un objeto; siempre se tiene vergüenza de algo, nunca se experimenta la sensación pura. Hecho que finalmente logra confirmar la presencia de un Otro que ante sí me des-vela. Ahora, ¿por qué la vergüenza, en sí misma, se produce? La respuesta está en la separatividad; si es que mi ser fuese absoluto la figura del Otro estaría dentro de mí y por lo tanto su mirada no me sería ajena. Sin embargo, mi ser se reduce sólo a mí y la figura del Otro se me des-vela como separada de yo.

Si el Otro, por lo tanto, es en-sí-misma la figura que siempre se escapa al mí-mismo. ¿Cómo me puedo relacionar con éste? A través de sus fenómenos, sus apariciones -puesto que éstas son las únicas manifestaciones de su ser-. Un ejemplo para entender al Otro, podría ser el del lenguaje no-verbal. 1 Si el Otro frunce el ceño, podría deducir que está molesto, siente asco o tiene ira. ¿Cómo puedo saber finalmente cuál es la respuesta correcta? Una forma sería entenderlo en proporción a mis propias reacciones físicas, sin embargo, eso es un error, puesto que cuando yo siento cólera, por ejemplo, vivo el sentimiento y no lo experimento de forma objetiva. Si yo no puedo des-velar mis propias sensaciones de forma objetiva, por lo tanto decodificar las reacciones de Otro por analogía a las mías sería absurdo. La “solución” que se presenta sería la de decodificar al Otro en un estatuto de objeto del mundo, lo que lo reduce a la misma categoría de una piedra, por ejemplo. Reducir a la figura del Otro también significaría la existencia de una relación sádica, en el sentido que, yo me pongo por encima y lo domino. Si por el contrario, el Otro me cosifica a mí, se vuelve una relación masoquista puesto que el yo se vuelve el objeto de la dominación por parte del Otro. 3.- Lévinas y el Otro Ante la filosofía de Sartre parece llegarse a un punto sin retorno en dónde la idea de conocer al Otro en su otredad parece ser algo imposible. En realidad, Sartre llega hasta el fondo de la cuestión y muestra cómo es imposible el aprehendimieno del Otro. El Otro se presenta entonces así, como una frontera a la que la conciencia no puede penetrar. De aquí es dónde nace la pregunta, ¿qué posibilidad hay para “solucionar” este “problema? ¿Cómo se puede relacionar con el Otro sin dejarlo de lado? La cuestión del Otro tiene para el filósofo francés Emmanuel Lévinas una importancia vital para su trabajo, tanto así que gran parte de su obra se basa en la pregunta por la figura del Otro. Por su propia experiencia personal en campos de concentración durante la segunda guerra mundial, considera de relevancia plantearse la pregunta por un nuevo enfoque en la filosofía. Lévinas tuvo estrecha relación con Husserl y Heidegger de quiénes tomó la influencia fenomenológica, sin embargo, luego se separa y da vuelta la pregunta que sus antecesores plantearon. Según él, el tema que había preocupado a la filosofía hasta entonces era la ontología, la pregunta por la esencia, el ser; pregunta que a su vez deja de lado la cuestión del sujeto, la figura del Otro. Si entonces la filosofía debería retomar la pregunta por la 1

El lenguaje no-verbal, sin embargo, tiene un origen en el instinto humano más que en la cultura del sujeto. De ahí que se entienda, por ejemplo, que la sonrisa es una expresión de agrado de forma universal, sin importar la lengua de un pueblo, una sonrisa será unívoca (aún cuando ésta sea fingida o no). Sin embargo, para efectos de la claridad, aquí se ocupará un signo no-verbal que puede ser polisémico.

otredad, la ética se presenta como la rama más importante, de ahí se entiende que Lévinas llegue a afirmar en su libro Ética e Infinito que la filosofía primera es una ética. Pero cabe preguntarse, ¿por qué Lévinas le da tan protagonismo al Otro? ¿Por qué es importante preguntarse por el Otro? La respuesta yace en la misma naturaleza del hombre, puesto que este es un sujeto incerto en una sociedad, en una complicada red de relaciones interpersonales, de intersubjetividades. Sin embargo, que el yo no se encuentra solo en el mundo es algo evidente, pero que el Otro sea una figura clave para el desarrollo y el conocimiento del Yo es una postura diferente frente a la pregunta. ¿Por qué entonces es de importancia la pregunta por el Otro? Porque éste es la frontera del yo y la única figura que rompe el esquema egoísta del yo en su mismidad. El yo es el único que puede re-conocerme porque está fuera de mí y nunca está dentro y a la vez, el yo es el único que puede reconocer al Otro puesto que sino, éste a su vez se encierra en su mismidad y se vuelve a caer en la misma dicotomía. Un aspecto también importante de mencionar es la posible relación que se podría desarrollar entre la filosofía de Sartre y Lévinas. Al parecer ambas tenderían a una antítesis, sin embargo no es así y al contrario, se complementan; puesto que Sartre desarrolla una filosofía muy clara y precisa para entender qué es el ser-en-sí (la mera manifestación de sus fenómenos) y cómo es que llegamos a conocer al Otro. Por otro lado, Lévinas parte de la imposibilidad del conocimiento del Otro y la resignifica, no se plantea como un problema al que se está condenado, sino como un problema que se debe tomar en cuenta para de éste partir a la creación de una ética.