Clase de Spinoza de Mario Caimi

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1 Historia de la Filosofía Moderna Prof. Caimi Clase del 16 de septiembre de 2010 (Facultad tomada) Spinoza La Ética demostrada según el orden geométrico, de Benedictus de Spinoza (16321677), no es un libro de fácil lectura. Sin embargo, aun el lector más desprevenido advierte sin esfuerzo su inmensa grandeza y la maravillosa trabazón de sus partes, aunque le resulte difícil comprender los detalles de su contenido. La Ética fue publicada por los amigos de Spinoza en 1677, muy poco después de la muerte de él. Antes habían circulado entre esos amigos los manuscritos del libro, en diversas etapas de elaboración. La edición del texto latino que se suele tomar por definitiva o canónica es la de Carl Gebhardt, publicada en Heidelberg por la editorial Carl Winters, en 1924, en el tomo II de las obras completas. ¿Qué es lo que se propone Spinoza con su libro? Se ha afirmado que no es evidente que se trate verdaderamente de una ética.1 ¿Por qué, entonces, lo llama “Ética” su autor? Porque es un libro en el que se busca fundamentalmente la felicidad.2 Es una doctrina para conseguir la “felicidad humana”.3 Esto se confirma por el título mismo de una obra que es una exposición de los temas de la Ética: el Breve tratado de Dios, el hombre y la felicidad de éste.4 El esfuerzo de Spinoza, tanto en el Breve tratado como en la Ética, está dirigido a la búsqueda de la felicidad (alguien hubo que interpretó la Ética como un libro de los que se suelen llamar “de autoayuda”).5 Algún lector irreverente podría preguntarse: ¿acaso necesitamos a Spinoza para que nos diga en qué consiste la felicidad, cuando ya nuestras abuelas habían resuelto la cuestión cuando nos decían “Tres cosas hay en la vida: Salud, dinero y amor...”? ¿Entonces para qué tomarse el trabajo de leer toda la Ética, si ya sabemos qué es lo que 1

Zac, p. 1. Hubbeling, p. 40: “El móvil de Spinoza era liberar al hombre de la servidumbre.” También p. 41: “Hemos de considerar el mundo y a nosotros mismos sub specie aeternitatis. Entonces el hombre puede conseguir una felicidad verdadera y eterna.” 3 En un sentido semejante, dice Alquié que “la exigencia fundamental de Spinoza es exigencia de salvación”. (Alquié p. 75). Alquié sostiene (p. 240ss.) que Spinoza no consigue darnos ni la salvación, ni la serenidad, ni el consuelo que promete en la Ética. 4 Korte Verhandeling van God, de Mensch en des zelfs welstand, en ed. Gebhardt I, pp. 1-121. 5 Bennett, p. 16: “manual de supervivencia y felicidad”; en la misma obra, p. 17: “La ética es totalmente médica o psicoterapéutica: para mejorarte a ti mismo debes entender tu mecanismo y luego intervenir en él de tal manera que reduzcas tu propensión a sentir, pensar y actuar en formas que te dañen y te hagan infeliz.” 2

2 tenemos que buscar? Parece un chiste, pero detrás del chiste hay algo serio. También Spinoza se pregunta si acaso será así, que con salud, dinero y amor alcanzamos la felicidad? Y se lo pregunta mientras está tratando de poner las bases metódicas de su doctrina. En el Tratado que suele llamar “De la reforma (o de la enmienda) del entendimiento”, desarrolla justamente ese tema. Cito el primer párrafo de ese Tratado: “Después de que la experiencia me enseñó que todas las cosas que ocurren frecuentemente en la vida ordinaria son vanas y fútiles; cuando vi que todas las cosas de las que recelaba y a las que temía no contenían en sí nada de bueno ni de malo, sino en la medida en que el ánimo era movido por ellas, tomé al fin la decisión de investigar si existía algo que fuese un bien verdadero, capaz de comunicarse y que fuese el único que —desechados todos los demás— actuase sobre el ánimo; más aún: si existía algo con cuyo descubrimiento y adquisición yo gozara eternamente de continua y suprema alegría.”6 Vemos que está buscando aquello cuya adquisición le pudiera dar verdadero contento del alma, verdadera felicidad. Y a partir de ahí se pone a investigar sobre aquellas tres cosas que habíamos mencionado (las cosas que nos decían nuestras abuelas). Dice así: “En efecto, las cosas que de ordinario se dan en la vida y que los hombres, por lo que se puede colegir de sus obras, estiman como supremo bien [son]: riqueza, honor y líbido...”7 Se trata entonces, de encontrar cuáles son las cosas – éstas u otras – capaces de dar verdadero, definitivo, auténtico contento al ánimo. Por supuesto que es muy fácil demostrar que hay cosas que podrán procurarnos alegría momentánea; pero lo que se 6

Postquam me experientia docuit, omnia, quae in communi vita frequenter occurrunt, vana et futilia esse; cum viderem omnia, a quibus et quae timebam, nihil neque boni neque mali in se habere, nisi quatenus ab iis animus movebatur; constitui tandem inquirere, an aliquid daretur, quod verum bonum et sui communicabile esset, et a quo solo reiectis ceteris omnibus animus afficeretur; imo an aliquid daretur, quo invento et acquisito c o n t i n u a a c s u m m a i n a e t e r n u m f r u e r e r l a e t i t i a. (Citado según la versión electrónica de la edición del Tractatus por Bruder (1843), versión electrónica de Rudolf W. Meijer, Amsterdam, 2003) . El texto español es el de: Tratado de la reforma del entendimiento [etc.]. Estudio preliminar, traducción y notas de Lelio Fernández y Jean Paul Margot. Madrid, ed. Tecnos, 1989. Hemos introducido algunas modificaciones nuestras. 7 Nam quae plerumque in vita occurrunt, et apud homines, ut ex eorum operibus colligere licet, tamquam summum bonum aestimantur, ad haec tria rediguntur: divitias scilicet, honorem atque libidinem

3 busca es aquello que da el contento estable y duradero. Si hubiera alguna cosa que nos diera el verdadero, inmutable y definitivo contento, por conseguirla podríamos dejar de lado incluso a aquellas tres tan ponderadas: salud, dinero, y amor. Trataremos de mostrar, en este curso, que el pensamiento de Spinoza va mucho más allá de la búsqueda limitada de felicidad; o mejor dicho: que en su búsqueda de la felicidad humana Spinoza se ve obligado a investigar la cuestión del puesto del hombre en el mundo, y así llega a descubrir algo que sobrepasa su modesta meta inicial: llega a descubrir la estructura general del universo. La búsqueda de la felicidad (o de la salvación, como dice Alquié en el pasaje citado en una nota de este texto) consiste primeramente en una liberación. El primer paso (quizá el único) para encontrar la felicidad es liberarse uno de cierta servidumbre: de la servidumbre de la ilusión. Estamos sujetos a ilusiones que nos impiden comprender la verdadera constitución del universo y nuestro puesto en él. Para Spinoza, esta liberación es posible y consiste en una modificación, no de la acción, sino más bien del conocimiento. No se trata de adquirir más conocimiento, sino que se trata de liberarnos, mediante el conocimiento, de una ilusión que nos tiene presos y que distorsiona la comprensión de nosotros mismos y de nuestra situación en el universo. Ésa es la causa o el origen de nuestro descontento y de nuestra infelicidad. Somos presos de una ilusión. Por eso la obra principal de Spinoza se llama Ética: porque en ella se trata de un cambio de actitud del sujeto actuante, del sujeto pensante, que puede encontrar felicidad, paz del ánimo, serenidad, con sólo modificar su actitud errónea ante el mundo, actitud errónea basada en un conocimiento falso o ilusorio. En este curso no leeremos la Ética completa; nuestro trabajo consistirá sólo en la lectura y explicación de un pasaje relativamente breve: el “Apéndice” a la parte I, “De Deo”. Pero para comprender debidamente ese pasaje tendremos que procurarnos cierto conocimiento del contexto, y también cierto conocimiento general de la doctrina del autor. Por eso, vamos a hacer primero una exposición general de la doctrina; después, en las dos clases siguientes, recorreremos la parte I de manera resumida. Una vez hecho esto, podremos dedicarnos a comentar el Apéndice.

4 La mejor manera – me parece- de comprender aquello que veníamos diciendo acerca de liberarnos de una ilusión mediante el conocimiento, es considerar la primera proposición de la Parte I de la Ética, que dice: “La sustancia es anterior, por naturaleza, a sus afecciones” Encontramos, en esta primera proposición, una especie de brújula que nos sirve para navegar por el texto; encontramos un programa que nos muestra cuál es esa manera de liberarnos del error e ir al encuentro de la verdad, que a la vez es encuentro con la felicidad. Esta primera proposición sirve de clave de lectura de la Ética. Trataré de explicar por qué sostengo que ahí está la clave de la lectura. La posición ingenua, espontánea, que tenemos ante los objetos de conocimiento, hace que primero consideremos la afección, y después la sustancia. La experiencia cotidiana nos pone en contacto, en primer lugar (primero en el sentido temporal), con las afecciones de la sustancia (es decir, con los accidentes de ella, con sus modificaciones). Quedamos presos de esa primera manera de conocer; y eso nos impide alcanzar el verdadero orden del filosofar, que es el orden geométrico. Spinoza dice, en la proposición primera, que hay que empezar por lo que es primero, a saber: por la sustancia. Ése es el verdadero orden del filosofar. La posición ingenua invierte ese orden; comienza por las afecciones, y así quedamos presos en la consideración de éstas. ¿Qué significa esto de “quedar presos en la consideración de las afecciones”? Significa que quedamos cautivos de una ilusión que consiste en que, deslumbrados por los objetos fenoménicos que nos rodean, entendemos que el conocimiento se limita a ser conocimiento de esos objetos, y entendemos que esos objetos son las cosas que verdaderamente existen. Son lo primero que se me presenta; la ilusión hace que los tome como lo primero por naturaleza, y que intente deducir de ellos todos los demás conocimientos. En nuestra manera ingenua y habitual de conocer, tratamos de conocer las cosas que nos rodean. Detengámonos en esta frase: “tratamos de conocer las cosas que nos rodean” ; la expresión “nos rodean” indica algo que está “alrededor” de nosotros, pero para que algo esté alrededor yo tengo que estar en el “centro”. Entonces, cuando trato de conocer las cosas que me rodean estoy poniéndome yo mismo en el centro. Mientras que si viera el mundo o la realidad como es, vería que mi posición es muchísimo más modesta

5 que la de estar en el centro. ¿Por qué yo me voy a considerar el centro y voy a disponer todas las cosas en torno de mí, rodeándome a mí? ¿Quién me dio esa prioridad, quién me dio ese honor, quién me dio esa función? Nadie. Eso es completamente arbitrario. Al ponerme en el centro, estoy constituyéndome en una especie de “imperio dentro de otro imperio” – esta es cita textual del Prólogo de la Parte III de la Ética de Spinoza- Ningún imperio toleraría un impero autónomo dentro de sí mismo. Y precisamente me constituyo en imperio parásito, en un Estado parásito dentro del Estado verdadero, cuando, sin saber verdaderamente cuál es el centro del universo ni cuál es el principio del que todo depende, me instalo yo allí y asumo esa función de centro refiriendo a mí mismo todo el ser y el acontecer. Se produce así una distorsión fundamental en el “orden del filosofar” cuando uno, como individuo singular, se pone como centro y se refiere a lo que “lo rodea” como si uno fuera el centro, y se dedica a conocer solamente lo que “lo rodea” como si eso fuera lo que hay que conocer. Entonces, el cambio de actitud que Spinoza está pidiendo es el abandono del falso orden del filosofar para tratar de filosofar en el orden verdadero. Nos pide que abandonemos esa ilusión de ser el centro alrededor del cual se disponen los objetos del conocimiento; o todavía más: que nos liberemos de esa ilusión de ser el centro alrededor del cual se dispone el universo. Filosofando en el orden verdadero pronto se descubre que los objetos con los que nos encontramos en la experiencia son solamente afecciones de la substancia. Spinoza los llama “modos” de la substancia. Pero no solamente los objetos son modos: también nosotros mismos lo somos. Es un poco difícil concebir esto último; pero es una consecuencia inevitable de la correcta comprensión de lo que debe entenderse por substancia. Por ahora tendremos que aceptar provisionalmente eso que Spinoza demuestra en la parte I de su Ética, a saber: que sólo puede haber una única substancia, y que tanto nuestro yo singular como lo que se nos presenta con la apariencia de objetos independientes no son más que modos de esa substancia única. El conocimiento de esto nos libera de la ilusión de ser nosotros mismos substancias independientes que ocupan el centro del universo. La felicidad que se busca es, entonces, la liberación de una ilusión. Pero tiene también un aspecto positivo: al liberarnos de la ilusión que nos hace creer que somos el

6 centro del universo, encontramos nuestro verdadero lugar en él. Al reconocer que no somos substancias que se den a sí mismas el ser, reconocemos la substancia a la que le debemos el ser. Y como el amor es “el conocimiento de un bien, unido al conocimiento de su causa”,8 amamos a esa substancia que es la causa del bien que recibimos al recibir el ser. La liberación de la ilusión culmina así en el “amor Dei intellectualis”, que es la felicidad buscada. Es un amor que no es un afecto (por eso es amor “intelectual”), sino una consecuencia inevitable de la comprensión de cómo son las cosas. Con esto, el sujeto humano se integra adecuadamente al todo del que forma parte. Encuentra su lugar verdadero en él. Tal comprensión se alcanza cuando se filosofa en el verdadero orden del filosofar: cuando se pone en primer lugar lo que es primero por naturaleza: la substancia. Ese orden es el que va de la condición a lo condicionado, o de la causa (entendida ésta en un sentido amplio que ya veremos) al efecto. Es el mismo orden en el que consistía el método según Descartes.9 El orden geométrico de exposición de la Ética no es, pues, un capricho del autor ni un mero recurso expositivo, sino que es el verdadero reflejo de la constitución del universo.

FIN de esta primera clase. BIBLIOGRAFÍA CITADA Alquié, Ferdinand: Le rationalisme de Spinoza. París, Presses Universitaires de France, (1981) 3ra. ed. 1998. Bennett, Jonathan: A Study of Spinoza’s Ethics. Cambridge, University press, 1984. Citamos por la traducción española: Un estudio de la Ética de Spinoza. Traducción de José Antonio Robles García. México, Fondo de cultura económica, 1990. Hubbeling, H. G.: Spinoza. München – Freiburg, ed. Karl Alber, 1978. Citamos por la traducción española: Spinoza. Versión castellana de Raúl Gabás. Barcelona, ed. Herder, 1981. Zac, Sylvain: La morale de Spinoza. Paris, Presses universitaires de France, 2da. ed. 1966. BIBLIOGRAFÍA GENERAL Se señalan con un asterisco * las obras especialmente recomendadas 8

Ética parte III, prop. XIII scholium: “amor nihil aliud est, quam laetitia concomitante idea causae externae”. 9 Descartes: Regulae ad directionem ingenii, Regula V: “Tota methodus consistit in ordine...”. AT X, 379.

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Fuentes: Spinoza Opera, im Auftrag der Heidelberger Akademie der Wissenschaften, hrsg. v. C. Gebhardt, Heidelberg (1925) 1972. Baruch de Espinosa: Ética demostrada según el orden geométrico. Introducción, traducción y notas de Vidal Peña. Orbis, Hyspamérica, 1980. Estudios monográficos: * Alquié, Ferdinand: Le rationalisme de Spinoza, París: Presses Universitaires de France, (1981) 3ra. edición, 1998. Bartuschat, Wolfgang: Spinozas Theorie des Menschen. Hamburg: Meiner, 1992. * Cassirer, Ernst: El problema del conocimiento en la Filosofía y en la ciencia modernas. II Desarrollo y culminación del Racionalismo. El problema del conocimiento en el sistema del Empirismo. De Newton a Kant - La Filosofía crítica. México: Fondo de cultura económica, 1993. Traducción de Wenceslao Roces (Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und Wissenschaft der neueren Zeit, II. Berlin: Bruno Cassirer Verlag, 1907). Cohen, Diana: El suicidio: deseo imposible, o de la paradoja de la muerte voluntaria en Baruj Spinoza. Buenos Aires, ed. del Signo, 2003. * Delbos, Victor: Le Spinozisme. Cours professé à la Sorbonne en 1912-1913. París, Vrin, (3ra. ed.) 1950. Deleuze, Gilles: Spinoza et le problème de l’expression, Paris, 1968. (Hay traducción española). Gueroult, Martial: Spinoza I Dieu (Ethique, I). Paris: Aubier-Montaigne, 1968. * Hampshire, Stuart: Spinoza. Marmondsworth - Middlesex: Penguin Books, 1951. (Hay traducción española). Hazard, Paul: La crisis de la conciencia europea (1680-1715). Traducción de Julián Marías. Madrid: Ediciones Pegaso, 2da. ed., 1952. * Hubbeling, H. G.: Spinoza. Freiburg y München, 1978. Hay traducción española de Raúl Gabás, Barcelona, Herder, 1981. Jaquet, Chantal: Spinoza. París, Publications de la Sorbonne, 2005. * Macherey, Pierre: Introduction à l’Éthique de Spinoza. 5 vols., Paris, 1998. Madanes, Leiser: El árbitro arbitrario. Hobbes, Spinoza y la libertad de expresión. Buenos Aires, Eudeba, 2001. * Mignini, Filippo: Introduzione a Spinoza, Roma y Bari, (1983) 1994.

8 Mignini, Filippo: Ars imaginandi. Apparenza e rappresentazione in Spinoza. Napoli, 1981. Nidditch, P. H.: “Spinoza” en: D. J. O’Connor (compilador): Historia crítica de la filosofía occidental. III. Racionalismo, iluminismo y materialismo en los siglos XVII y XVIII (Capítulos X, XI, XIII y XVI de: A Critical History of Western Philosophy, Nueva York, 1964). Versión castellana de Néstor Míguez. Buenos Aires: Paidós, sin fecha (1968), pp. 61108. Rábade Romeo, Sergio: Espinosa: razón y felicidad. Madrid: Cincel, (1987) 1992. Zac, Sylvain: La morale de Spinoza. París: Presses Universitaires de France, 1966 (2da. ed.)