Temas Kantianos: Mario Caimi

Mario Caimi (Coord.) TEMAS KANTIANOS 1/10 Claudia Jáuregui condiciones de la constitución de un orden objetivo, la

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Mario Caimi (Coord.)

TEMAS KANTIANOS

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Claudia Jáuregui

condiciones de la constitución de un orden objetivo, la necesidad de nuestras facultades de buscar más y más unidad en lo empíricamente dado requiere que esta expectativa de unidad se vea satisfecha; y esto sólo puede suceder si la naturaleza de hecho se comporta regularmente. La uniformidad con que se presentan los fenómenos colabora pues con la posibilidad de que la experiencia cuente no sólo como conocimiento objetivo, sino como un proceso que avanza hacia grados de inteligibilidad creciente gracias a la formación de una red conceptual (empírica) cada vez más compleja.

Se piensa. Sobre una función del yo en la deducción transcendental Mario Caimi

En el presente trabajo nos proponemos examinar la cuestión de si es necesario que el sujeto del principio de la apercepción sea un yo (y no un ello impersonal). Intentaremos ofrecer una fundamentación de la incorporación del yo en la fórmula del principio de la apercepción, en atención al hecho de que algunos intérpretes consideran esa incorporación como comprensible de suyo sin necesidad de explicación, mientras que otros ofrecen –o bien exigen– una fundamentación completa de esa vinculación del yo con el principio, y otros, por fin, consideran innecesaria la presencia de la expresión “yo” en el principio de la apercepción, el que entonces podría expresarse de manera impersonal, como “se piensa” o “piensa”.

I. El yo y el pensamiento impersonal en la investigación kantiana Manfred Baum ha demostrado de manera irrefutable que la conciencia presupone, con necesidad lógica, el “yo pienso” (es decir, la conciencia de sí). Baum escribe: “Aunque la conciencia de sí parezca ser sólo una especie particular de conciencia, en verdad la conciencia presupone lógicamente la conciencia de sí, la apercepción originaria”.1

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Manfred Baum, “Logisches und personales Ich bei Kant”. En: Dietmar H. Heidemann (compilador), Probleme der Subjektivität in Geschichte und Gegenwart, Köln, Frommann-holzboog, 2002, pp. 107 – 123, aquí p. 108.

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Para fundamentar el pensar en un yo puro espontáneo, o en un sujeto activo, podemos añadir dos argumentos, además de los que propone Kant: por una parte, la acción espontánea del pensar efectuada en la pura espontaneidad, es decir, la síntesis activa, no puede ser producida por un proceso anónimo que simplemente sucede, sin sujeto; más bien debe ser iniciada y efectuada por un sujeto autónomo, espontáneo, que es en sí mismo unitario y que a la vez impone unidad. Por otra parte, ese “actus” del pensar no puede, por principio, ser inconsciente de sí mismo; antes bien, el sujeto que lo efectúa lo sabe como acto propio, cuando p. ej. rinde cuenta del grado de validez de sus juicios, lo que ocurre expresamente en las modalidades de los juicios, cuando se pregunta si éstos tienen validez posible, efectivamente real, o necesaria. Así, en un plano superior, el sujeto que constituye las síntesis judicativas en su validez se refiere, a la vez, a sí mismo como el que efectúa la síntesis. Tal referencia intelectual a sí mismo sólo puede atribuirse a un sujeto pensante. Por eso, debe expresarse como: “Yopienso”.4

De una manera semejante, Hans Dieter Klein ha mostrado la necesidad lógico-analítica de suponer un yo en cada acto de habla. Afirma que “ hay siempre un yo que es responsable de la pretensión de validez de un acto de habla. Por eso, toda proposición X tiene la forma gramatical profunda: ‘yo digo X’”.2 Klein da todavía un paso más, porque no presupone solamente la conciencia de sí, sino que presupone expresamente un yo que hace posible la conciencia. Según eso, la conciencia presupone conciencia de sí; pero ¿presupone con ello inmediatamente un yo? ¿son idénticos la conciencia de sí y el yo?¿El significado de “yo” se agota completamente en la conciencia de sí mismo? Es cierto que todo enunciado incluye de manera lógicamente necesaria un sujeto; pero ¿ese sujeto debe expresarse necesariamente con “yo”? O, dicho de otro modo, ¿recibe una determinación adicional la conciencia de sí, cuando se la considera como un yo? Muchas veces se han planteado esas preguntas, y se las ha respondido de maneras diversas.3 En ocasiones Kant parece hacer suya una observación de Lichtenberg, cuando, p. ej., en B 404 escribe: “Por ese Yo, o Él, o Ello (la cosa) que piensa, no se representa nada más que un sujeto trascendental de los pensamientos = x, que es conocido solamente por medio de los pensamientos que son sus predicados”. Pero sigue sin responder la pregunta de por qué Kant expresa el principio de la apercepción precisamente con un yo. ¿Será que el yo (en lugar del ello) cumple alguna función determinada en el principio de la apercepción? Klaus Düsing le da a esta pregunta una respuesta afirmativa. En primer lugar, es un sujeto unitario el que realiza la acción sintética del pensar; en segundo lugar, el sujeto de esa acción es consciente de sí. Las dos cosas: tanto la unidad del sujeto, como la conciencia de sí, son propias del yo. Por eso, el sujeto de la apercepción debe considerarse un yo. En las palabras del Prof. Düsing:

Dieter Henrich ha sostenido, en un trabajo destacado, la tesis de que el principio de la apercepción está apoyado en la identidad (y por consiguiente, podemos suponer, en el yo).5 Por eso, no precisa proponerse la pregunta por la legitimidad de la inclusión del yo en la fórmula de la apercepción, ya que esa inclusión es comprensible de suyo. Henrich reconoce que Kant “no ha distinguido en ningún lugar el proyecto de Deducción transcendental basado en la simplicidad [es decir, en la unidad, MC] del sujeto, del proyecto de tal Deducción basado en la identidad de éste ”.6 Sin embargo, el “argumento clave” de la Deducción transcendental ha de buscarse en el concepto de identidad, aunque “Simplicidad e identidad sean aspectos igualmente originarios

4 Klaus Düsing, “Apperzeption und Selbstaffektion in Kants Kritik der reinen Vernunft. Das Kernstück der »transzendentalen Deduktion der Kategorien”. En: Norbert Fischer (compilador), Kants Grundlegung einer kritischen Metaphysik. Einführung in die Kritik der reinen Vernunft, Hamburg, Meiner, 2010, pp. 139 –153, aquí p. 143. Véase también K. Düsing, “Spontane, diskursive Synthesis. Kants neue Theorie des Denkens in der kritischen Philosophie”. En: Sabine Doyé, Marion Heinz y Udo Rameil (compiladores), Metaphysik und Kritik. Festschrift für Manfred Baum zum 65. Geburtstag, Berlín, De Gruyter, 2004, pp. 83-108, especialmente pp. 102-103. Véase asimismo K. Düsing, “Das reine Ich denke und die Kategorien”. En: Antonio Moretto (compilador), Scienza e conoscenza secondo Kant, Padova, Il Poligrafo, 2004, pp. 79-100, esp. p. 85: “La efectuación de la síntesis no puede [...] tener lugar de manera anónima o sin un actor”. Aquí se afirma que un yo es indispensable para el pensar; pero no se explica por qué es así. 5 Dieter Henrich, Identität und Objektivität. Eine Untersuchung über Kants transzendentale Deduktion, Heidelberg, Carl Winter, 1976, p. 72. 6 Henrich, a. a. O. p. 94.

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Hans-Dieter Klein, “Subjektivitätstheorie als dialektische Monadologie”. En: Dietmar H. Heidemann (compilador), Probleme der Subjektivität in Geschichte und Gegenwart, Köln, Frommann-holzboog, 2002, pp. 151 – 161, aquí p. 157. 3 Un tratamiento de esta cuestión con referencia al Teeteto de Platón se encuentra en: Hans Sluga, “Von der Uneinheitlichkeit des Wissens”. En: Marcelo Stamm (compilador), Philosophie in synthetischer Absicht. Synthesis in Mind, Stuttgart, Klett-Cotta, pp. 133-153, aquí p. 145: Se dice “que deberíamos decir propiamente ‘[se] piensa’ , ‘[se] conoce’, ‘[se] sabe’ (tal como decimos ‘llueve’), y no ‘yo pienso’, ‘yo conozco’, ‘yo sé’. Pero entonces se plantea la pregunta de por qué esa reforma del uso lingüìstico ha resultado inaplicable en la práctica.”

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de la conciencia de sí”.7 Henrich llega al punto de sostener que el yo de la apercepción es algo real, un “individuo efectivamente existente”.8 En esas interpretaciones del principio de la apercepción que hemos mencionado se presupone que la inclusión del yo en la fórmula del principio de la apercepción es comprensible de suyo. Pero se pueden encontrar otras interpretaciones de la relación de la conciencia con el yo. En varios trabajos se refiere el Prof. Düsing a la observación de Lichtenberg: “Habría que decir piensa, así como se dice llueve. Decir cogito es ya decir demasiado, si se traduce por yo pienso. Admitir el yo, postularlo, es una necesidad práctica”.9 También Johann Gottlieb Fichte toma en consideración un sujeto impersonal que piensa: “Bien puedo decir [...]: se piensa [...], o más cautelosamente: se presenta el pensamiento de que yo tengo una sensación, que intuyo, que pienso; pero de ninguna manera puedo decir : yo tengo una sensación, yo intuyo, yo pienso. Sólo lo primero es un hecho; lo segundo es adición inventada”.10 En el mismo sentido escribe Alois Riehl: “La representación yo es producida por la unidad de la conciencia. Sólo la ley de la unidad de la conciencia es a priori; la representación es generada como consecuencia de la ley”.11 Aquí se ha diluido la identidad del yo y la apercepción; la conciencia de sí “produce”, ante todo, la representación “yo pienso”,12 y por tanto no es idéntica a ésta. Karen Gloyllama la atención sobre la posibilidad de concebir la conciencia sin recurrir a un yo. Comenta, en un sentido muy afín al nuestro, los “motivos para suponer una estructura egológica”de la conciencia.13 Gloy llega a la conclusión de “que la estructura egológica de la conciencia de sí como sujeto, unidad sintética e identidad numérica no puede apoyarse en ninguna realidad, sino que se basa solamente en la estructura lógico-gramatical de la proposición que contiene las notas de sujeto, unidad e identidad, como implicaciones analíticas”.14

También Heiner Klemme ha investigado la posibilidad de una concepción de la apercepción que no esté basada en el yo. Según esa interpretación, las representaciones son “representaciones mías precisamente cuando es una propiedad de esas representaciones la de poder ser enlazadas en el concepto de un objeto, dentro de un juicio enunciado por mí”.15 Si se presta asentimiento a esa interpretación del principio de la apercepción, resulta, según Klemme, “irrelevante”16 que se acompañen las representaciones con la proposición “yo pienso”. En consecuencia, el principio de la apercepción se puede formular también sin intervención del yo. En un sentido análogo, Karl Ameriks planteó la pregunta de por qué la apercepción “exige en general un sujeto personal genuino”.17 Ameriks se opone a la propuesta de Lichtenberg (aunque no se refiere expresamente a éste) explicando que la presencia del yo en la fórmula de la apercepción es comprensible de suyo. En lo que respecta a su efectuación, la apercepción transcendental se basa, según Ameriks, en una apercepción empírica, que “per definitionem” corresponde a un yo efectivamente existente y es efectuada por éste.18 Claudia Jáuregui observa que aquella conciencia objetivante que es consciente de sí y consciente de su propia identidad no puede ser caracterizada propiamente como un yo: “El yo que se nos hace presente en el cogito, en tanto fundamento de toda objetivación, permanece él mismo siempre no objetivado”.19 Por ese motivo, cuando intentamos tematizar o caracterizar esa conciencia objetivante “lo que decimos nunca es totalmente adecuado. Y tampoco lo son las expresiones a través de las cuales intentamos poner en palabras este tipo de autoconciencia”. El pronombre personal “yo” es solamente un re-

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Heiner Klemme, Kants Philosophie des Subjekts. Systematische und entwicklungsgeschichtliche Untersuchungen zum Verhältnis von Selbstbewußtsein und Selbsterkenntnis, Hamburg, Meiner, 1995, p. 195. 16 Klemme, loc. cit., p. 196. 17 Karl Ameriks, “Apperzeption und Subjekt”. En: Dietmar Heidemann y Kristina Engelhard (compiladores), Warum Kant heute? Systematische Bedeutung und Rezeption seiner Philosophie in der Gegenwart, Berlín y New York, de Gruyter, 2004, pp. 76 – 99, aquí p. 86. 18 Ameriks, en el lugar citado. Compárese: “Yo bien puedo existir sin ese particular pensamiento de la reflexión; pero ese pensamiento particular no puede, como acto concreto, existir sin mí. ” (Ameriks, loc. cit., p. 87). 19 Claudia Jáuregui, Sentido interno y subjetividad. Un análisis del problema del auto-conocimiento en la filosofía trascendental de Kant, Buenos Aires, Prometeo, 2008, p. 139.

Henrich, a. a. O. p. 98. Henrich, a. a. O. p. 111, compárese allí mismo, p. 83. 9 Georg Christoph Lichtenberg, Sudelbuch K, Nr. 76. 10 Johann Gottlieb Fichte, Die Bestimmung des Menschen, Berlín, in der Vossischen Buchhandlung, 1800, p. 172. Citamos según el facsímil digital de la Bayerische Staats Bibliothek. 11 Alois Riehl, Der philosophische Kritizismus. Geschichte und System, tomo 1. 3ra. ed., Leipzig, Kröner, 1924, p. 515 nota. 12 KrV B 132. 13 Karen Gloy, “Der Begriff des Selbstbewußtseins bei Kant und Fichte”. En: D. Heidemann (compilador), Probleme der Subjektivität in Geschichte und Gegenwart, Köln, Frommann-holzboog, 2002, pp. 125-140, aquí p. 134s. 14 Karen Gloy, loc. cit., p. 137. 8

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curso para caracterizar, por analogía, al sujeto de la apercepción. “Al decir ‘yo pienso’, se estaría tomando prestado el significado que tiene el término ‘yo’ cuando designa el fenómeno interno del que somos empíricamente autoconscientes, y se lo emplearía para pensar, por analogía, la forma de autoconciencia originaria que Kant llama apercepción trascendental.”20 El examen de las interpretaciones que acabamos de exponer nos permite concluir que no hay consenso entre los intérpretes acerca de si es necesario, o si es, al menos, admisible, incluir al yo en la fórmula de la apercepción, o si acaso ese pronombre personal pudiera ser sustituido por uno impersonal. Ése será el problema que trataremos a continuación.

un Ello, como sujeto de la conciencia. Por consiguiente, ahora tenemos que determinar con mayor precisión la función del yo en la unidad suprema. Por eso se plantea de nuevo la pregunta: ¿para qué está el yo en la fórmula de la apercepción? ¿Cuál podrá ser la función que ejerce el yo en esa fórmula? Wolfgang Carl ha planteado esa pregunta con especial claridad y precisión. Escribe: “Es un hecho notable, el que él [es decir, Kant. MC] describe siempre con ayuda de la aplicación de la expresión ‘yo’ la función que tiene que cumplir la apercepción pura como condición formal del pensar o del conocer. [...] ¿Cómo se explica la conexión del concepto de la apercepción con la expresión ‘yo’?”.23 En cierto sentido, la incorporación del yo en el principio de la apercepción produce incluso una perturbación. Pues podría inducirnos a suponer un sujeto efectivamente existente que, como un substrato (sea como un ser humano, o como una substancia), sirviera de fundamento de las representaciones,24 lo que ha sido expresamente negado por Kant mismo. Aún más problemática se presenta la incorporación del yo en el principio de la apercepción si se toma en cuenta otra determinación del yo, a saber, la identidad. Este rasgo esencial del yo, que pertenece a la representación de él, no se agota en la mera representación de sí mismo como el mismo sujeto a lo largo de todas las mudanzas. Significa, además, que yo no soy otra persona que yo mismo, incluso cuando no se presenten mudanzas o no se las tome en consideración.25 Me califico a mí mismo como un yo, delimitándome con respecto a otros sujetos-yoes: Yo no soy él, aunque él se denomine “yo” a sí mismo. Quizá alguien podría objetar que el deslinde del yo con respecto a otros sujetos-yo es algo que sólo se presenta en el caso de un yo empírico. Pero bien mirado, ese deslinde del yo con respecto a otros yoes se produce por las mismas razones por las cuales el yo de la apercepción se distingue de sus objetos: pues sin tal delimitación o deslinde el yo sería tan vario y multicolor como los objetos de la conciencia. Tanto la identidad como la conciencia de

II. Planteo del Problema En el presente ensayo quisiéramos explorar la posibilidad de que el sujeto de la apercepción no estuviera expresado por un yo, sino por un sujeto impersonal. Procuraremos demostrar que esa suposición no puede admitirse, porque de ella se siguen algunas consecuencias paradójicas. Luego propondremos un fundamento para la admisión del yoen la fórmula de la apercepción, de manera que queden resueltas las paradojas planteadas por la hipotética admisión de un sujeto impersonal. El principio de la apercepción se presenta en el § 16 de la “Deducción” como la solución de un problema que consiste en la explicación de la posibilidad del enlace en general. Pues la experiencia se produce mediante síntesis; la síntesis, por su parte, presupone una unidad; de manera que una unidad suprema y universal, semejante a la “unidad del tema en un drama, en un discurso, en una fábula”,21 se presupone como la condición suprema de la experiencia. Para ese propósito se introduce la apercepción. Ella caracteriza la unidad suprema,22 la que por su parte hace posible que haya una única experiencia (surgida por medio de la síntesis). Si admitimos esa explicación de la función de la apercepción, tenemos que preguntarnos si acaso esa función pudiera ser realizada igualmente por

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Wolfgang Carl, “Ich und Spontaneität” en: Marcelo Stamm (compilador), Philosophie in synthetischer Absicht. Synthesis in Mind, Stuttgart, Klett-Cotta, pp. 105-122, aquí pp. 110 y ss. 24 Véase p. ej. Roderick M. Chisholm: “On the Simplicity of the Soul. Some Logical Considerations”. En: Marcelo Stamm (compilador): Philosophie in synthetischer Absicht. Synthesis in Mind. Stuttgart, Klett-Cotta, pp. 53- 62. 25 Contra esto afirma Henrich que el pasaje de un estado a otro es lo decisivo para la identidad. Véase Henrich, loc. cit., p. 86.

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Claudia Jáuregui, comunicación personal al autor. B 114. 22 Véase contra esto: Henrich, loc. cit., pp. 62 y ss. 21

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sí se explican mediante esta función de delimitación o deslinde.26 Pues la conciencia de sí no consiste, como es sabido, en que el yo se conozca a sí mismo. Más bien hay que entender por identidad y por conciencia de sí el deslinde con respecto al no-yo, deslinde que es una determinación fundamental del yo. Esto se ve claramente en el ámbito de lo práctico: un yo práctico determinado no se hace cargo de la responsabilidad por las acciones de otro yo. El deslinde con respecto a otros yoes se presenta también, y principalmente, en nuestro uso empírico de la expresión “yo”. Yo soy “el que no es otro”; la exclusión de otros yoes forma parte inseparable del concepto empírico de mi yo. Si, en cambio, consideramos el principio de la apercepción, parece presentarse una paradoja: el yo de la apercepción no se delimita a sí mismo con respecto a otros yoes. No los excluye, como debiera. El enlace de lo múltiple realizado de acuerdo con la unidad de la apercepción es un enlace universal y objetivo, que produce una unidad objetiva y universal, que no vale para un yo determinado, con exclusión de otros. Una unidad objetiva es “una unidad tal, que puede ser efectuada por cualquier entendimiento discursivo”;27 en consecuencia es una unidad universal. La tarea del yo transcendental no es la fundación de lo diferente, sino la fundación de lo común y universal. Parece, entonces, que el yo de la apercepción careciera de aquella determinación del yo (a saber, de la mencionada delimitación) por la cual el yo-sujeto no solamente se distingue del no-yo que son sus representaciones, sino también de todos los otros yo-sujetos. Un yo anónimo parece contradictorio consigo mismo; y sin embargo el yo de la apercepción parece ser precisamente eso, en la medida en que la delimitación con respecto a otros yoes falta en él.28 La discusión que acabamos de exponer hace que se ponga de manifiesto la necesidad de esclarecer el significado de la palabra “yo”, ya sea este yo el transcendental, el empírico, el lógico, el práctico o el psicológico. Sólo mediante esa clarificación podemos esperar eludir la perplejidad en que nos ha puesto la discusión del principio de la apercepción y de su carácter egológico.

III. Una propuesta de solución Algunas de las interpretaciones que hemos considerado permiten suponer que la instancia de la suprema unidad podría quizá estar formada por un sujeto impersonal. Hemos encontrado, en nuestro examen de la bibliografía, fundamentos para suponer que la conciencia piensa sin hacer intervenir un yo en esa actividad. Por eso nuestra pregunta, planteada en el apartado I del presente trabajo, fue: ¿para qué sirve un yo? ¿Qué obtiene la espontaneidad pensante, cuando se vuelve un “yo pienso”? No nos preguntamos aquí si existe un yo (sea nouménico o empírico). No nos preguntamos tampoco si es posible conocer, de alguna manera, el yo. No pretendemos determinar el yo de ninguna manera. La cuestión que nos planteamos es más bien: ¿cuál es la función del yo en el Principio de la apercepción? Cuando la espontaneidad pura es concebida como un yo, se expresa con ello que ella es igual a sí misma en todas las efectuaciones de sus operaciones (es decir, que tiene identidad); y que tiene un saber de su propia identidad. En ese saber acerca de la propia identidad consiste el carácter de yo, lo que podríamos llamar la yoidad. La identidad, a su vez, es una condición para pensar una unidad última e incondicionada. Sólo gracias a la conciencia de la propia identidad (es decir, sólo gracias a su yoidad) la espontaneidad pensante es un sujeto único que acompaña todas sus representaciones. La concepción clara y distinta de esa unidad suprema es lo que se obtiene cuando se introduce la expresión ‘yo’ en el principio de la apercepción. El yo es necesario, porque es posible un mal uso del principio de la apercepción, a saber, un uso en el que se perdiera la unidad del sujeto: si se excluye el yo, la exigencia del principio, por la cual el “yo pienso” debe poder acompañar todas mis representaciones (convertida en: “ el ‘se piensa’ debe poder acompañar todas las representaciones”), podría ser satisfecha si varios sujetos impersonales diferentes e independientes los unos de los otros acompañaran las representaciones singulares de la siguiente manera: El sujeto impersonal 1 piensa la representación a; el sujeto impersonal 2 piensa la representación b; el sujeto impersonal 3 piensa la representación c, etc. Así se satisface la condición de que (algún) sujeto impersonal pueda acompañar todas las representaciones.29

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Donald Davidson ha señalado, desde un punto de vista analítico, la importancia del deslinde como condición de la identidad. Davidson escribe: “ The concept of oneself as an independent entity depends on the realization of the existence of others, a realization that comes into its own with communication”. Donald Davidson, “The Irreducibility of the Concept of the Self”. En: Marcelo Stamm (compilador), Philosophie in synthetischer Absicht. Synthesis in Mind, Stuttgart, Klett-Cotta, pp. 123-130, aquí p. 128. 27 Baum, loc. cit., p. 117. 28 Véase sobre esto nuestro apartado V.

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Para una discusión detallada de esa pluralidad de sujetos véase Sasa Josifovic, “The Crucial Role of Pure Apperception within the Framework of Kant’s Theory of Synthesis and Cognition”. En:

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Se ha intentado remediar esto suponiendo un “nivel superior” de la apercepción,30 que enlaza una multiplicidad de actos de pensamiento en la forma: Un sujeto de segundo nivel piensa que el sujeto de primer nivel 1 piensa la representación a, y también, que el sujeto de primer nivel 2 piensa la representación b, y también, que el sujeto de primer nivel 3 piensa la representación c. Pero si en la fórmula del principio de la apercepción se renuncia al yo, entonces esos niveles superiores se pueden multiplicar sin límite, de la forma: Un sujeto impersonal de tercer nivel piensa, que un sujeto impersonal de segundo nivel piensa, que un sujeto impersonal de primer nivel 1 piensa la representación a, y también que un sujeto impersonal de primer nivel 2 piensa la representación b. Y luego: Un sujeto impersonal de cuarto nivel piensa que un sujeto impersonal de tercer nivel piensa, que un sujeto impersonal de segundo nivel piensa, que un sujeto impersonal de primer nivel 1 piensa la representación a, y también que un sujeto impersonal de primer nivel 2 piensa la representación b. Y luego: Un sujeto impersonal de quinto nivel piensa..., etc.31

Si en cambio admitimos un yo en lugar del sujeto impersonal, la multiplicación ilimitada de los niveles se vuelve imposible o vacía: el yo permanece el mismo en todos los niveles, y es siempre único. Es “uno [...] y el mismo yo”,32 de manera que no tiene ya sentido suponer una multiplicidad de niveles superiores. Al estar determinado el sujeto de la conciencia de sí como un yo, se presenta como “uno y el mismo sujeto”.33 Sólo de esa manera es posible evitar esa interpretación algo paradójica, pero lógicamente posible, del principio de la apercepción, según la cual la exigencia del principio se satisface mediante una multiplicación de los sujetos. Ha sido Wolfgang Carl quien, refiriéndose a la explicación del concepto de persona por Harry Frankfurt,34 señaló que la expresión ‘yo’ es imprescindible. En su explicación de la persona, Frankfurt recurre a “intenciones de segundo nivel”, que se refieren a intenciones de primer nivel para adjudicarlas al sujeto.35 Carl comenta: Eso es posible solamente si interpretamos el esquema “x tiene la intención de que y tenga la intención” de tal manera que no solamente sea válido que x es igual a y, sino que además sea válido que las variables se reemplacen con la expresión “yo”. Las autoatribuciones exigen el empleo de esa palabra [...]. El uso de nombres coextensivos o de caracterizaciones no puede ser suficiente aquí.36

Lo que aquí es válido para la explicación de la persona moral es válido también para la función imprescindible del yo en la autoatribución de representaciones. También en ese caso (de la autoatribución de representaciones) estamos obligados, como dice Carl, al “uso imprescindible de la palabra ‘yo’”.

Gertrudis Van de Vijver, Boris Demarest (compiladores), Objectivity after Kant: its meaning, its limitations, its fateful omissions, Hildesheim, Zürich, New York, Olms, 2013, pp. 221-233, especialmente pp. 229 y ss. 30 Ameriks (obra citada, p. 83) introduce también el pensamiento de una pluralidad de estratos de la apercepción 2. Según Ameriks, el estrato superior corresponde a la apercepción transcendental. “Ésta tiene el lugar de la ‘posibilidad necesaria’ de un ‘yo pienso’ ‘global’ u ‘omniabarcador’, un ‘yo pienso’ que podemos aplicar para enlazar unos con otros todos los actos de pensamiento del ‘primer estrato’, producidos por un sujeto singular, que así tiene por correlato todo el mundo de la experiencia.” Ameriks desarrolla este asunto en una dirección diferente de la nuestra. Busca en la apercepción empírica “la característica distintiva del estrato de aquellos actos [...] que son algo para mí y que por eso pertenecen a la identidad de un yo como tal” (p. 86). La pregunta por la función del yo de la apercepción se responde así mediante la referencia a un yo existente, específico, propio “de una perspectiva individual” (p. 86). 31 En el ámbito de lo práctico, Harry Frankfurt indica que la estratificación de “deseos” y “voliciones” de orden superior o inferior es una característica esencial de la persona humana. Afirma que “a person may have [...] desires and volitions of a higher order than the second. There is no theoretical limit to the length of the series of desires of higher and higher orders”. Harry G. Frankfurt, “Freedom of the Will and the Concept of a Person”. En: The Journal of Philosophy. Vol. 68, nr. 1 (Jan. 14, 1971), pp. 5-20, aquí p. 16.

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IV. La Función del “yo” en el Principio de la Apercepción Nuestra investigación no tiene por propósito determinar el yo transcendental, sino que se propone solamente explicar el motivo por el cual se ha introducido la expresión “yo” en el principio de la apercepción. Es sabido que 32

Düsing, “Apperzeption und Selbstaffektion”, p. 144. Anthropologie, AA VII, 134 nota. 34 Harry G. Frankfurt, “Freedom of the Will and the Concept of a Person”. En: The Journal of Philosophy, Vol. 68, nr. 1 (Jan. 14, 1971), pp. 5-20. 35 En verdad, Frankfurt no se refiere a “intenciones”, sino a deseos y a actos de voluntad. 36 Carl, obra citada, pp. 117 y ss. 33

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el yo “no es mera función lógica sino que determina al sujeto [...] con respecto a la existencia”.37 Pero eso cae fuera de los límites del problema que queremos tratar. Como conclusión de nuestras reflexiones podemos decir que el yo de la fórmula de la apercepción tiene una función rigurosamente determinada y enteramente formal, que no debe ser confundida con las funciones de un yo efectivamente existente.38 Para el cumplimiento de la función que el yo desempeña dentro de la fórmula de la apercepción se puede prescindir de muchas otras funciones, aunque éstas sean funciones y características esenciales del yo real. La función de la expresión “yo” dentro de la fórmula de la apercepción consiste en expresar la unidad universal y necesaria que es condición de la objetividad.39 Objetiva es una síntesis cuando el producto resultante de ella no está sintetizado “de manera azarosa” ni “de manera caprichosa”, sino de manera necesaria.40 Necesaria es aquella síntesis cuyo contrario no es posible.41 No sería posible una síntesis de representaciones, si algunas de esas representaciones no pertenecieran al mismo sujeto que las demás. Por eso, lo contrario de una síntesis que lleve representaciones a la unidad universal del sujeto no es posible (lo que equivale a decir que el mismo y único sujeto debe poder acompañar todas mis representaciones).42 En consecuencia, la pertenencia de las

representaciones a un único sujeto es necesaria y es una condición de la objetividad. Así lo dice la Crítica de la razón pura: [T]oda unión de las representaciones exige unidad de la conciencia en la síntesis de ellas. En consecuencia, la unidad de la conciencia es lo único que constituye la referencia de las representaciones a un objeto, y por tanto, la validez objetiva de ellas, y en consecuencia, [es lo único que hace] que ellas lleguen a ser conocimientos; y sobre ella, en consecuencia, reposa la posibilidad misma del entendimiento.43

La palabra “yo” en la fórmula de la apercepción expresa esa condición de la objetividad. Pues caracteriza a un sujeto que permanece siempre el mismo y se sabe a sí mismo idéntico, es decir, que es único. La conciencia de la propia identidad (que es lo propio del yo) sirve solamente para consolidar la unidad del principio supremo.44 La unidad suprema del sujeto de la experiencia (que es a la vez la unidad suprema de la experiencia misma) sólo puede ser expresada, como lo hemos visto, por la palabra “yo”; pues sólo un sujeto consciente de sí y de su identidad (es decir, un yo) puede ser caracterizado como una unidad suprema, más allá de la cual no se puede ir. Sólo por ese motivo nos servimos de la palabra “yo” para caracterizar esa condición suprema. La inclusión del yo en la fórmula de la apercepción no tiene el propósito de caracterizar al yo, ya sea el de la psicología, el de la metafísica o el de la antropología.45 Se incluye el pensamiento yo en la fórmula solamente para que cumpla la función de una unidad invariable que sirva de fundamento de la objetividad y de la unidad de la experiencia. Con ello no se determina al sujeto, sino que se determina solamente la función.

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KrV B 429. En consecuencia, Ameriks distingue (obra citada, p. 90) una concepción del yo como sujeto epistémico, de una concepción del yo como sujeto existente. En la presente investigación nos referimos solamente a la primera concepción del yo. Véase, por el contrario, Henrich, obra citada, p. 111. 39 Así también Hermann Cohen, Kants Theorie der Erfahrung, tercera ed., Berlín, Bruno Cassirer, 1918 (1871), p. 409: “El « yo pienso » ha de pensarse como la conjunción y la unidad de todas las condiciones”. Véase también, en la misma obra, p. 412: “La conciencia de sí consiste en la unidad de la síntesis de lo múltiple”. 40 KrV A 104. 41 A. G. Baumgarten: Metaphysica, § 101. Citamos la Metafísica de Baumgarten según la edición histórico-crítica : Alexander Gottlieb Baumgarten, Metaphysica / Metaphysik. Historisch-kritische Ausgabe. Übersetzt, eingeleitet und herausgegeben von Günter Gawlick und Lothar Kreimendahl. Stuttgart-Bad Cannstatt, Frommann-holzboog, 2011. Esa edición se basa en la editio IV (1757). Kant, Refl. 6393, AA XVIII, 704: “Que una cosa es necesaria sólo podemos comprenderlo por la contradicción de su opuesto (ya sea que el concepto mismo se contradiga, ya sea que contradiga la existencia de otras leyes dadas)”. 42 “One may view such necessity as ultimately founded in the transcendental unity of apperception, as Kant himself seems to suggest in the first edition of the Critique of Pure Reason (A 106-7)”. Helmut Holzhey y Vilem Mudroch (compiladores), Historical Dictionary of Kant and Kantianism, Lanham, Toronto, Oxford, Scarecrow, 2005, lema “Necessity”, p. 191. 38

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KrV B 137. Compárese B 139: “La unidad trascendental de la apercepción es aquella por la cual todo el múltiple dado en una intuición es reunido en un concepto de objeto”. 44 Por el contrario, Henrich, como ya hemos dicho, sostiene la tesis de que no es la unidad, sino la identidad la función fundamental del sujeto en el principio de la apercepción. Véase Henrich, obra citada, pp. 62 y ss. y pp. 79 y ss. 45 Compárese: Ameriks, obra citada, p. 81: “El punto importante en la aplicación de ‘Apercepción’ en la Crítica de la razón pura no es que se definan el espíritu ni la subjetividad como tales, sino que se destaque el nivel cognitivo mínimo que es característico del conocimiento humano específico, que debe estar situado por encima de la pura receptividad o de la mera actividad espiritual”.

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ferencia al yo necesario de la apercepción, el sujeto empírico no es un yo, sino un conglomerado contingente de representaciones y de impulsos. Quisiera sugerir que no es el hecho de que haya una actividad judicativa del sujeto individual, lo que da ocasión a que se produzca el pensamiento de la apercepción (como parece afirmarlo Ameriks); 46 sino que a la inversa, es el yo de la apercepción el que hace posible que se conciba al sujeto individual como un yo. Con ello se resuelve también aquella paradoja mencionada en nuestro apartado II, según la cual el yo transcendental funda solamente una unidad común a todos los sujetos de conciencia, mientras que es un rasgo esencial de cada verdadero yo el de deslindarse con respecto a otros yoes. La paradoja se resuelve tan pronto como uno reconoce que los yoes singulares reciben su yoidad sólo gracias a que participan del yo universal originario. El yo universal de la apercepción presenta también aquel rasgo fundamental del deslinde: se delimita respecto de la multiplicidad de la intuición. La ulterior diferenciación de los yoes singulares (incluso el deslinde de unos con respecto a los otros) resulta de circunstancias contingentes que tienen propiamente poco que ver con el yo originario y fundamental de la apercepción.

V. El yo y nosotros, los sujetos empíricos Podemos caracterizar como yoica a esa condición necesaria, porque ofrece las determinaciones de conciencia de sí, de unidad y de identidad, que son propiedades que normalmente atribuimos a un yo. Pero quizá debamos decir, con mayor exactitud, que podemos caracterizar a cada yo empírico precisamente como un yo, solamente porque tiene en común con el originario yo de la apercepción esas propiedades (referencia a sí mismo, unidad, identidad). La yoidad, el carácter de yo, que es característico de la conciencia en general, se encuentra también en cada conciencia singular. Me puedo llamar a mí mismo un yo, sólo en la medida en que mi propia conciencia está constituida igual que la conciencia universal a la que pertenece la apercepción. El yo de la conciencia universal, el yo de la apercepción, es el yo originario; el yo de los sujetos empíricos es derivado y se llama yo sólo por analogía con aquél. El yo de la conciencia singular expresa esa misma condición de la experiencia omniabarcadora y de la conciencia en general, a la que hemos llamado “apercepción”. En el individuo singular, esa estructura necesaria de la conciencia la encontramos mezclada con factores contingentes corporales, históricos y circunstanciales, y acompañada por la sensibilidad y la imaginación. Así surge el yo empírico. Llamamos a ese yo empírico un “yo”, solamente porque su estructura fundamental es la misma que hemos hallado en la conciencia en general. La caracterización del sujeto empírico como un yo no ocurre como consecuencia de una investigación empírica o metafísica. Se basa en que la estructura fundamental del sujeto empírico es precisamente la que se encuentra en la universal conciencia de sí: el sujeto empírico se dice un yo en la medida en que es el sujeto único, consciente de sí y siempre idéntico, de una actividad sintética que se desenvuelve de acuerdo con las condiciones necesarias de la posibilidad de la experiencia. El yo del principio de la apercepción, su yoidad abstracta y universal, sirve de fundamento o de condición de los yoes empíricos. Si a éstos los llamamos yo, es sólo porque la estructura de cada yo empírico singular y concreto coincide con la estructura abstracta y universal del principio de la conciencia de sí. Esa estructura universal es lo fundamental. Ella es la que nos permite designar como un yo al sujeto empírico del conocimiento. Sin esa re108

VI. Mirada retrospectiva y conclusión El yo es la expresión de la conciencia de sí; o por lo menos, es la palabra (o el concepto) con el que se nombra la conciencia de sí. Baum lo define de la siguiente manera: “El yo es, pues, la expresión de la conciencia intelectual de sí de un ser que tiene entendimiento y que no solamente puede pensar sus representaciones y pensamientos, sino que también puede pensar a aquél que tiene esas representaciones y pensamientos, es decir, que puede pensar lo que se llama el yo mismo”.47 El mismo Baum explica que el “yo” es “la representación de aquél que es consciente de sus representaciones y pensamientos”.48 46

Ameriks, obra citada, p. 87. Manfred Baum: obra citada, p. 108. 48 Baum, ibidem. No entraremos aquí en la discusión acerca de la conciencia de representaciones sólo pasivas, u obscuras. 47

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En la conciencia de sí se pueden distinguir los siguientes elementos: 1) La conciencia de sí es un acto y no es la recepción pasiva de una representación. Se puede describir ese acto como “percatación”. Si bien, como lo demuestra Kant, la conciencia de sí no permite un conocimiento del yo, ella es, no obstante, una especie de conocimiento; el conocimiento que llamamos “conciencia de sí” se dirige a la conciencia misma;49 es la conciencia de que hay un contenido en mi mente. Así lo explica Kant en la Lógica: La conciencia (es decir, el conocimiento que se refiere al sujeto y no al objeto) “es una representación de que hay otra representación en mí”.50 La conciencia de sí es un acto que pertenece a la espontaneidad y no a la sensibilidad pasiva. 2) Se distingue, en la conciencia de sí, un momento o aspecto de identidad.51 Por ser un acto de la espontaneidad, la conciencia de sí se opone a la pasividad y se distingue de ésta y de sus representaciones. En esta distinción hay un deslinde respecto de lo que no es espontaneidad ni conciencia de sí (es decir, respecto de lo que es sólo dato sobre el cual se ejerce el acto de conciencia). Frente a toda la multiplicidad que pueda ser contenido de la conciencia, ésta (como conciencia de sí o como acto de conciencia) permanece siempre igual a sí misma. La conciencia no se confunde con sus contenidos, no tengo ese “yo multicolor” del que se habla en KrV B 134. 3) Se distingue además un aspecto o momento de unidad. En la conciencia de una multiplicidad dada es necesario que haya unidad. Ésta puede entenderse al menos de dos maneras: a) la unidad relativa a una cierta multiplicidad delimitada (p. ej., un concepto empírico, en el que se reúnen muchas representaciones sensibles en una sola); y b) la unidad absoluta, que abarca toda la multiplicidad que puede ofrecerse en general a la conciencia y toda la multiplicidad que es la materia de la experiencia en general. Ésta es la unidad de la conciencia misma. Es absolutamente necesaria, porque sin ella no habría conciencia, ni objeto, ni experiencia.

Hemos querido sugerir en nuestro trabajo que el aspecto de unidad es el fundamental y último en la apercepción (contra lo que sostiene Henrich).52 El aspecto de identidad tiene la función subsidiaria de permitir que se conciba adecuadamente la unidad, que es lo necesario para la posibilidad de la experiencia. El yo interviene en la fórmula de la apercepción para expresar esta identidad, que a su vez tiene la función de garantizar la unidad del sujeto de la apercepción. La introducción del yo en la fórmula del principio de la apercepción impide la multiplicación infinita de instancias cada vez más altas de conciencia: la conciencia de la conciencia de objeto; la conciencia de la conciencia de la conciencia de objeto, etcétera. Ésa es una función que el ello impersonal no puede cumplir.

49 Logik, AA IX, 33: “Todo nuestro conocimiento presenta una doble relación: en primer lugar una relación con el objeto, en segundo lugar una relación con el sujeto. Considerado en el primer respecto hace referencia a representación, en el segundo a conciencia”. Citamos según la traducción de María Jesús Vázquez Lobeiras: Immanuel Kant, Lógica. Un manual de lecciones, Madrid, Akal, 2000. 50 Logik, AA IX, 33: “A decir verdad, la conciencia es una representación de que hay en mí otra representación”. 51 Seguimos a Dieter Henrich en la distinción de identidad y unidad dentro de la conciencia de sí. Dieter Henrich, obra citada, pp. 72 y ss.

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Identität und Objektivität, cit., pp. 84 y ss.

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