Trastornos de La Conducta

U N I V E R S I B E R O A I D M É A R D C I D A F aculta d de Ps ico lo gía III cuatrimestre P sico lo gía Educa

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA PROFESORA: GABRIELA ESPINOZA

Carolina Castillo Marysia Esquivel

San Jose, Costa Rica. 12 de abril, 2010

E

Índice

Introducción

1

Marco Teórico

3

Trastorno Negativista Desafiante

3

Trastorno Disocial

6

Trastorno de la Conducta No Especificado

10

Comportamientos Agresivos

10

Evaluación de los trastornos de la conducta

12

Tratamientos para los trastornos de la conducta

14

Conclusión

22

Bibliografía

24

Anexo 1- Cuestionario Basado del DSM-IV para el diagnóstico del trastorno disocial 26 ANEXO 2-BASC, escalas evaluativas de los padres (6-11 años).

Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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Introducción

Los cambios sociales ocurridos en las últimas décadas, han ido provocando una se-

rie de cambios y necesidades de adaptación por parte del ser humano para la convivencia social. Sin embargo, estos cambios son complejos y se pueden considerar condiciones contrapuestas, que según Rojas, Espinoza y Ugalde (2004), han provocado la emergencia de una serie de fenómenos como la violencia, el delito, la carencia de hogar, abusos de sustancias, familias disfuncionales, y nuevas condiciones demográficas. Estas situaciones han provocado una seria de problemas psicológicos que aunque ahora pueden ser tratados con mayor éxito dados los resultados de las investigaciónes. Por lo tanto se pueden desarrollar tratamientos más eficaces para el tratamiento de trastornos.

Los problemas de comportamiento y trastornos de la conducta son un área de in-

terés creciente para todas las personas involucradas en procesos educativos (padres, profesores y psicólogos educativos, entre otros). Es por lo tanto, imperativo tener claro que se debe de determinar la severidad de los comportamientos y si existe en efecto, un trastorno y no mera indisciplina en el niño o adolescente. Se debe de buscar, no solo cumplir los criterios clínicos específicos, si no que también sea un trastorno que tenga consecuencias en todas las áreas de desempeño de la persona, así como un tiempo prolongado en el cual se repiten las conductas. Además, se deben de descartar situaciones externas que pueden provocar comportamientos de este tipo.

Se reconoce que los trastornos de la conducta en niños y adolescentes son compli-

cados a nivel de diganóstico y tratamiento, y muchas veces tienen prognosis poco optimistas. Sin embargo, se puede considerar que la detección temprana de estas situaciones, asi como los programas de prevención influyen de manera positiva en los resultados del comportamiento que se van a observar después.

La intervención de este tipo de trastornos, es idealmente, interdisciplinario e in-

volucra todas las áreas en las que se desarrolla el niño, y además extenderse durante Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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periódos prolongados. Es ideal involucrar técnicas de modificación de las conductas disruptivas y desadaptadas desde la familia, escuela y tratamiento individual. Por lo tanto, es importante que haya una comunicación clara y consistente departe de estas tres áreas y se eviten confusiones y ambiegüedades para el niño. En la escuela, específicamente, se pueden implementar una serie de programas preventivos y correctivos.

Mediante la observación y supervisión cuidadosa que se hace en las escuelas y co-

legios, se pueden implementar programas adecuados y específicos para los problemas y conductas individuales para cada niño, y de esta manera mejorar sus habilidades sociales y de adaptación, reduciendo considerablemente las consecuencias negativas como deserción escolar, problemas interpresonales graves, inestabilidad emocional y laboral, todas características de los trastornos de personalidad antisociales.

A través de todas estas herramientas, se puede esperar la mejora del comporta-

miento de los niños y adolescentes, los cuales les va a permitir tener vidas más estables y más adaptadas a vivir en sociedad.

Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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Marco Teórico Trastorno Negativista Desafiante

Es bien sabido que los niños muchas veces se comportan de manera hostil, desobe-

diente y desafiante ante las figuras de autoridad, sin embargo no todos los niños que presentan estas conductas pueden ser diagnosticados con el trastorno negativista desafiante, ya que su diagnóstico depende de la frecuencia con la que se presentan las conductas y si tienen o no implicaciones serias para el niño o en su relación con los demás. Por ejemplo, Ortiz y otros definen este trastorno como “un patrón recurrente de conducta negativista, desafiante, desobediente, y hostil dirigido a las figuras de autoridad” (2008:58). Es importante observar que en su definición utilizan la palabra recurrente, lo cual quiere decir que son conductas que se tienen que presentar con cierta frecuencia para ser considerado un trastorno, pues de lo contrario todos los niños serían diagnosticados con este trastorno ya que es normal que en uno u otros momentos, y sobre todo en ciertas etapas del desarrollo, los niños tiendan a presentar estas conductas en cierto grado. El problema se encuentra cuando estas conductas se vuelven recurrentes y cuando se mantienen durante un periodo prolongado de tiempo. Por ejemplo, como se puede ver a continuación, uno de los criterios del DSM-IV para diagnosticar este trastorno es que la conducta debe prolongarse lo mínimo 6 meses. Antes de este tiempo todavía no puede considerarse como un trastorno. Criterios diagnósticos para el trastorno negativista desafiante según el DSM IV: A. Un patrón de comportamiento negativista, hostil y desafiante que dura por lo menos 6 meses, estando presentes cuatro (o más) de los siguientes comportamientos: 1. A menudo se encoleriza e incurre en pataletas 2. A menudo discute con adultos 3. A menudo desafía activamente a los adultos o rehúsa cumplir sus obligaciones 4. A menudo molesta deliberadamente a otras personas 5. A menudo acusa a otros de sus errores o mal comportamiento 6. A menudo es susceptible o fácilmente molestado por otros 7. A menudo es colérico y resentido 8. A menudo es rencoroso o vengativo Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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Nota: considerar que se cumple un criterio sólo si el comportamiento se presenta con más frecuencia de la observada típicamente en sujetos de edad y nivel de desarrollo comparables B. El trastorno de conducta provoca deterioro clínicamente significativo en la actividad social, académica o laboral. C. Los comportamientos en cuestión no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno psicótico o de un trastorno del estado de ánimo. D. No se cumplen los criterios de trastorno disocial, y, si el sujeto tiene 18 años o más, tampoco los de trastorno antisocial de la personalidad. (DSM-IV-TR, 2002)

A parte de los comportamientos mencionados anteriormente del DSM IV, Obrero

comenta que estos niños además tienden a “utilizar lenguaje obsceno, son mentirosos e incumplidores y suelen tener problemas académicos” (2009:87).

Es indispensable recordar que a la hora de evaluar a un niño es necesario tener pre-

sente la etapa de desarrollo que se encuentra atravesando y los cambios conductuales que son comunes para esa etapa del desarrollo, pues puede ser que el comportamiento que el niño esté presentando forme parte del proceso normal y no implique que tenga una problema más grave.

En relación a la prevalencia de este trastorno no existe un consenso entre los diver-

sos autores sobre las edades más comunes en las cuales se presenta, pues para Sarason y Sarason “el trastorno no se diagnostica comúnmente antes de los 10 años” y “tiene su punto más alto en la adolescencia” (2006:490).

Por otro lado, Obrero comenta que “Este trastorno suele aparecer en el niño,

comenzando a los tres años como una manifestación de oposición y desafío, y manifestándose claramente a partir de los 7 años” (2009: 87). Esta perspectiva es también compartida por Ortíz (2008) y por Rigau (2006).

En cuanto a la prevalencia según el sexo, existe consenso acerca de que el trastorno

es más común en niños que en niñas. Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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Respecto a la comorbilidad de este trastorno, la mayor parte de los autores comen-

tan que los niños que desarrollan un trastorno negativista desafiante son más propensos a desarrollar un trastorno disocial en la adolescencia y luego un trastorno antisocial en la edad adulta, de manera que se consideran como un continuo “en cuanto a la intensidad, severidad, frencuencia y cronicidad de los trastornos del comportamiento perturbador, que va desde la normalidad hasta los trastornos disociales” (Diaz; 2009: 12).

Además, se ha visto que he este trastorno suele estar asociado en muchos casos al

Déficit de atención e hiperactividad. Al respecto Ortiz comenta que “Entre 30 y 50% de los pacientes con TDAH tienen TOD. Hasta 60% de los sujetos con TDAH pueden presentar una conducta negativista y desafiante” (2008:58).

En cuanto a la etiología del trastorno, no existe un único factor que lo provoca. Es

decir, existen una serie de factores ambientales, familiares e individuales que convergen dando paso a que se desarrolle. Por ejemplo, Sarason y Sarason (2006) comentan que es más probable que se desarrolle en niños cuyos padres tienen un trastorno negativista desafiante, una trastorno disocial, un trastorno de déficit de atención e hiperactividad, trastono de personalidad antisocial, trastorno de ánimo o trastorno por abuso de sustancias.

Además, su desarrollo puede estar determinado por: el estilo de crianza, ya sea

porque los padres son muy rígidos o muy despreocupados; porque los padres no se involucran activamente en la disciplina del niño; porque no ayudan a los niños a socializar o a controlar su conducta de acuerdo a las diversas circunstancias.

Dentro de los factores individuales que pueden contribuir a su desarrollo están:

pobres habilidades para relacionarse con los demás, dificultades para solucionar problemas, el trastorno de déficit de antención e hiperactividad, el temperamento del niño, problemas de aprendizaje, entre otras cosas.

En cuanto a los factores ambientales se pueden mencionar: una situación económica

precaria, la convivencia con un grupo de pares conflictivo, la participación en actividades Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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de riesgo para la salud como consumo de drogas o alcohol, vivir en la zona urbana, entre otros aspectos.

Trastorno Disocial

El trastorno disocial se puede considerar de mayor gravedad que el trastorno nega-

tivista desafiante, pues este primero tiene consecuencias más serias tanto para el niño como para la gente que lo rodea.

Se caracteriza, de acuerdo con Sarason y Sarason por “la violación de importantes

normas de la sociedad y (…) falta de respeto por los derechos de los demás” (2006:491). Precisamente en esto reside la diferencia entre ambos trastornos, ya que en el trastorno negativista desafiante el niño aún se percata de los derechos de los demás, mientras que en el disocial el niño no los toma en consideración. Como consecuencia, son niños que muestran tener menor empatía, se preocupan poco por las consecuencias que van a tener sus actos en los demás, sienten poca culpa o remordimiento.

Rigau también comparte esta conceptualización del trastorno, pues lo define como

“un patrón repetitivo y persistente de conducta que comporta la violación de los derechos básicos de los demás, de las normas sociales o de las leyes” (2006: 83). Estos comportamientos disruptivos se basan en conductas agresivas que amenazan o dañan a las demás personas o animales, o comportamientos no agresivos que dañan propiedad privada. También, pueden robar o hacer fraudes.

Además, de acuerdo con Obrero (2009), muchas de las conductas disruptivas de es-

tos niños de deben a que interpretan de manera errónea los actos de los demás atribuyéndoles propósitos negativos de manera que esa es su forma de reaccionar.

Para que pueda realizarse un diagnóstico de este trastorno, las conductas de este

tipo deben mantenerse durante un periodo prolongado de tiempo. Por ejemplo, en el DSM IV se establece que deben presentarse recurrentemente a lo largo de un año y por lo menos una de ellas en los últimos seis meses, como se verá a continuación: Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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Criterios diagnósticos del trastorno disocial según el DSM IV: A. Un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos básicos de otras personas o normas sociales importantes propias de la edad, manifestándose por la presencia de tres (o más) de los siguientes criterios durante los últimos 12 meses y por lo menos de un criterio durante los últimos 6 meses: 1. A menudo fanfarronea, amenaza o intimida a otros 2. A menudo inicia peleas físicas 3. Ha utilizado un arma que puede causar daño físico grave a otras personas (p. ej., bate, ladrillo, botella rota, navaja, pistola) 4. Ha manifestado crueldad física con personas 5. Ha manifestado crueldad física con animales 6. Ha robado enfrentándose a la víctima (p. ej., ataque con violencia, arrebatar bolsos, extorsión, robo a mano armada) 7. Ha forzado a alguien a una actividad sexual. 8. Ha provocado deliberadamente incendios con la intención de causar daños graves 9. Ha destruido deliberadamente propiedades de otras personas (distinto de provocar incendios). 10. Ha violentado el hogar, la casa o el automóvil de otra persona 11. A menudo miente para obtener bienes o favores o para evitar obligaciones (esto es, "tima" a otros) 12. Ha robado objetos de cierto valor sin enfrentamiento con la víctima (p. ej., robos en tiendas, pero sin allanamientos o destrozos; falsificaciones). 13. A menudo permanece fuera de casa de noche a pesar de las prohibiciones paternas, iniciando este comportamiento antes de los 13 años de edad. 14. Se ha escapado de casa durante la noche por lo menos dos veces, viviendo en la casa de sus padres o en un hogar sustitutivo (o sólo una vez sin regresar durante un largo período de tiempo) 15. Suele hacer novillos en la escuela, iniciando esta práctica antes de los 13 años de edad. B. El trastorno disocial provoca deterioro clínicamente significativo de la actividad social, académica o laboral C. Si el individuo tiene 18 años o más, no cumple criterios de trastorno antisocial de la personalidad Especificar el tipo en función de la edad de inicio: 1. Tipo de inicio infantil: se inicia por lo menos una de las características criterio de trastorno disocial antes de los 10 años de edad Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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2. Tipo de inicio adolescente: ausencia de cualquier característica criterio de trastorno disocial antes de los 10 años de edad. Especificar la gravedad: – Leve: pocos o ningún problema de comportamiento exceden de los requeridos para establecer el diagnóstico y los problemas de comportamiento sólo causan daños mínimos a otros – Moderado: el número de problemas de comportamiento y su efecto sobre otras personas son intermedios entre "leves" y "graves" – Grave: varios problemas de comportamiento exceden de los requeridos para establecer el diagnóstico o los problemas de comportamiento causan daños considerables a otros F91 Trastornos de la conducta Trastornos caracterizados por un patrón repetitivo y persistente de conducta asocial, agresiva o desafiante. Es necesario que este comportamiento alcance niveles importantes de violación de la conducta socialmente esperada para la edad del paciente, razón por la cual debe ser más grave que la travesura infantil corriente o la rebeldía de la adolescencia, y suponer un patrón perdurable de comportamiento (de seis meses o más). Entre los ejemplos sobre los cuales se fundamenta el diagnóstico se cuentan niveles excesivos de pelea y de fanfarronería, crueldad hacia las demás personas y hacia los animales, destrucción grave de la propiedad, conducta incendiaria, robo, mentira repetitiva, falta a la escuela y fuga del hogar, y rabietas y desobediencia extraordinariamente frecuentes y graves. Cualquiera de estas conductas, si es marcada, es suficiente para el diagnóstico, pero no lo son las acciones antisociales aisladas. F91.0 Trastorno de la conducta limitado al contexto familiar F91.1 Trastorno de la conducta antisocial F91.2 Trastorno de la conducta sociable F91.3 Trastorno oposicionista desafiante Trastorno de la conducta que ocurre habitualmente en niños pequeños, que se caracteriza principalmente por un comportamiento notablemente desafiante, desobediente y perjudicial, y que no incluye acciones delictivas ni las formas extremas de comportamiento agresivo o asocial. F91.8 Otros trastornos de la conducta F91.9 Trastorno de la conducta, no especificado F92 Trastornos mixtos de la conducta y de las emociones F92.0 Trastorno depresivo de la conducta F92.8 Otros trastornos mixtos de la conducta y de las emociones F92.9 Trastorno mixto de la conducta y de las emociones, no específicado (DSM-IV-TR, 2002)

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En cuanto a la prevalencia del trastorno, de acuerdo con Sarason y Sarason (2006),

la cantidad de casos a aumentando considerablemente en los últimos 50 años, sobre todo en los países industrializados.

En relación a las edades de mayor incidencia, estas dependen del sexo, pues las ni-

ñas presentan un pico en la conducta alrededor de los 15 años, mientras que los hombres lo presentan alrededor de los 10 años. Además, es más frecuente entre los niños que en las niñas.

Es importante mencionar que aquellos que todavía al final de la adolescencia pre-

sentan conductas de este tipo y calzan con los criterios del DSM IV tienen un gran riesgo de padecer una conducta antisocial y de padecer abuso de sustancias. Además, entre más joven aparezcan las conductas en la infancia aumenta la probabilidad de desarrollar estos trastornos, conductas violentas y conducta criminal.

Respecto a la comorbilidad, este trastorno se asocia con el trastorno de déficit de

atención e hiperactividad; con los trastornos de ansiedad; con los trastornos del estado de ánimo, sobre todo la depresión, entre otros.

Al igual que con el trastorno negativista desafiante, existen varios factores ambien-

tales, personales y familiares que facilitan el desarrollo de este trastorno. En cuanto a los factores de riesgo familiares se encuentra que son más factibles en familias en las que los padres tienen algún trastorno psiquiátrico, estilos poco adecuados de crianza, desintegración de la familia, situaciones de violencia, presencia de armas en el hogar, entre otros.

En relación a los factores de riesgo personales podemos destacar factores genéticos,

una disfunción del lóbulo frontal que dificulta tareas como evitar riesgos o aprender de las experiencias negativas, padecer del trastorno de déficit atencional e hiperactividad, falta de habilidades sociales, consumo de drogas o alcohol, entre otros.

Por último, dentro de los factores de riesgo ambientales se encuentran la pobreza, la

violencia en los medios de comunicación o en el entorno, un grupo de pares con conductas delictivas, entre otros. Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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Trastorno de la Conducta No Especificado

Según explica el DSM-IV, en esta categoría incluyen los trastornos caracterizados

por comportamientos caracterísitcos de los trastornos negativista y disocial, pero no cumplen los criterios para el diagnóstico. Por ejemplo, cuando no cumple un número adecuado de criterios, pero si demuestra un deterioro en el comportamiento que se considera clínicamente significativo.

Comportamientos Agresivos

La agresión se puede definir como una forma de conducta en la cual se pretende

herir física o psicológicamente a alguien (Berkowitz citado en Graciano, 2001). Esta se puede expresar de diferentes maneras, como la física directa (morder, pegar), física indirecta (rompiendo objetos de la persona que provoca la agresión), exploraciones agresivas (cuando el individuo no puede controlar sus reacciones y se desarga gritando y con golpes), y agresiones verbales ( como insultar, amenzar y gritar).

Teniendo en cuenta la amplia gama de comportamientos agresivos que puede

manifestar un niño o adolescente, se considera que estos van a depender de la causa de la agresión y la edad del niño. Graciano (2001), define una serie de factores que van a provocar el comportamiento agresivo. •a) Frustración: El niño puede transformar su exigencia ante la frustración con conductas agresivas: gritar, pelear, patadas.. La infancia es una etapa larga y de grandes frustraciones. • b) Sentimientos de inseguridad: Cuando la seguridad del individuo se siente amenazada este puede reaccionar con violencia y agresividad. El niño que se siente inseguro en la familia puede que se defienda atacando y se trasforme en un niño agresivo.

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• c) La disciplina dura innecesaria e inconsistente también puede generar en el niño reacciones agresivas. Los niños incitan las conductas que los mayores tienen con ellos. •d) La sobreprotección: los padres que impiden que un niño se desarrolle con autonomía e independencia genera en el niño que se comporte de forma agresiva y despótica con aquellos que le protegen en cambio suelen ser inseguros y temerosos en el entorno social. • e) Entrenamiento incorrecto: Si a un niño se le permite que consiga beneficios de un comportamiento persistirá en el futuro y siempre tendrá respuestas agresivas cada vez que quiera conseguir algo. • f) Falta de acuerdo entre los padres a la hora de educar contraviniendo y criticando entre ellos las decisiones que tienen en la educación de los hijos esto genera en los niños confusión, irritabilidad, inseguridad etc... • g) La imitación: tanto a los padres como a personajes agresivos de películas, comics..., dicha imitación lleva consigo un importante componente de frustración que puede generar agresividad en el niño. • h) El rechazo afectivo: los padres inmaduros pueden tener una acusada incapacidad para querer y dar al niño el afecto y la seguridad que necesita convirtiendo al niño en agresivo. • i) Problemas físicos: Las lesiones cerebrales pueden provocar comportamientos hiperactivos, inquietos y agresivos. Los niños enfermos son más propensos a sentirse frustrados irritables y agresivos más que aquellos que gozan de buena salud.

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Evaluación de los trastornos de la conducta

En primer lugar, para realizar una evaluación adecuada de estos trastornos debe

llevarse a cabo una entrevista clínica con el niño, los padres y los maestros.

De acuerdo con Ortíz (2008), debe observase el comportamiento del niño con sus

padres antes de entrar al consultorio para determinar si presenta ansiedad al separarse de ellos o si hace caso a las órdenes que estos le dan.

Una vez en el consultorio es importante observar si el niño muestra deterioro en las

habilidades sociales o su capacidad de comunicarse, pues por lo general es difícil lograr el rapport con estos niños, de manera que hay que utilizar un modelo de entrevista adecuado para esas situaciones. Javaloyes y Redondo recomiendan que la entrevista incluya preguntas que puedan recabar información acerca del “uso de sustancias tóxicas y evaluar la capacidad para empatizar, tomar responsabilidad, sentir arrepentimiento y tolerar la frustración” (2005: 29).

Además, es importante evaluar el estado mental, en especial el estado de ánimo,

pues como se vio anteriormente puede haber un trastorno comorbido como la depresión y deben evaluarse las relaciones que mantiene el niño con su grupo de pares.

La entrevista debe incluir datos acerca del desarrollo del niño. Es decir, se debe

evaluar su comportamiento en las etapas anteriores para ver si existe un cambio significativo en ellas o su duración, así como la posibilidad de que exista abuso de algún tipo.

En cuanto a la entrevista a sus padres, esta debe estar dirigida a conocer los estilos

de crianza y el manejo de la disciplina, el estrés que maneja la familia, sus habilidades de afrontamiento, antecedentes psiquiátricos o abuso de sustancias.

Por último, a los maestros se les debe preguntar sobre el comportamiento del niño

en la escuela, su rendimiento escolar, la relación que mantiene con su grupo de pares y puede ser necesario realizar una evaluación para determinar si existen problemas de aprendizaje.

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También resulta conveniente tener información de tipo médico para descartar que

haya alguna afectación neurológica, auditiva, visual o de algún otro tipo.

Existen una serie de escalas que pueden ser aplicadas al niño, a sus padres o a sus

maestros con el objetivo de apoyar y fundamentar el diagnóstico, pues muchas veces este no queda claro con solo llevar a cabo la entrevista.

Estas escalas estandarizadas sirven para obtener información cuantitativa que

pueda ser completamente fiable y objetiva. Algunas de ellas son: CONERS, STRENGHT AND DIFFICULTIES y la CHILD BEHAVIOR CHECK LIST de Achenbach.

También otro ejemplo lo da Puerta (2004) quien construyó una escala utilizando el

modelo semicontinuo de la lista de síntomas de Achenbach para diagnosticar el trastorno disocial. Esta escala se elaboró utilizando una calificación discreta de 0 a 3 que va desde “nunca” a “casi siempre”. (Ver anexo 1).

Su escala fue probada demostrando que tiene una “alta consistencia interna y, por

tanto, puede utilizarse para estudios demográficos sobre la salud mental o como apoyo cuantitativo en el diagnóstico clínico del TDC en los adolescentes” (2004:3).

Otro ejemplo es el BASC (Behavior assesment system for children), que es una es-

cala multidimensional que se utiliza para medir varios aspectos de la conducta y de la personalidad. Esta puede detectar problemas de comportamiento o trastornos emocionales, pero también puede detectar aspectos positivos que puede tomarse en consideración en el tratamiento.

Además, tiene versiones para diferentes grupos de edad, ya sea para preescolar en-

tre 4 y 5 años, escolares entre los 6 y los años, y adolescentes entre los 12 y los 18 años. También, hay escalas para aplicar con los padres y los maestros. (Ver anexo 2).

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Tratamientos para los trastornos de la conducta

Existen tratamientos para estos trastornos desde diferentes enfoques, por lo que a

continuación se van a describir y explicar algunos de las intervenciones o tratamientos que proponen algunos autores.

Javoloyes y Redondo (2005) proponen una intervención de tipo preventiva, pues lo

ideal es corregir aquellos aspectos que pueden intervenir como factores de riesgo de manera que el trastorno como tal no llegue a desarrollarse. Es decir, la idea es dirigirse al manejo de aquellos aspectos que pueden incidir en el desarrollo futuro de uno de estos trastornos con el propósito de evitarlo. Para ello la atención primaria debe ir dirigida a la familia, al niño o adolescentes y a su entorno.

A nivel familiar los autores recomiendan: ayudar a los padres a modificar el estilo

de crianza si este es inadecuando; si los padres poseen alguna sintomatología psiquiátrica o psicológica ayudarle a buscar la ayuda necesaria; transmitir la importancia de desarrollar un vínculo afectivo padre-hijo durante el primer año; remitir a la pareja a terapia si es necesario para que aprendan a manejar conflictos; y detectar tempranamente la posibilidad de abuso.

A nivel personal los autores recomiendan brindar apoyo psicoeducativo y voca-

cional; fortalecer las habilidades sociales; detectar de forma temprana problemas de aprendizaje o retraso mental; ayudar a los padres a que aprendan a potenciar las habilidades del niño; detectar de forma temprana otras trastornos o padecimientos mentales.

En cuanto a la prevención social, los autores proponen que es fundamental incenti-

var que el niño forme parte de un grupo no conflictivo, con actividades positivas; involucrar al centro educativo para que presten especial atención al progreso académico del niño y a una adecuada integración con los demás.

Obrero (2009) también propone algunas medidas o intervenciones que pueden ser

utilizadas para prevenir o reducir la aparición de conductas disruptivas. Algunas de estas son: Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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•Escuela para padres: esto consiste en enseñar a los padres el manejo de límites con sus hijos basado en el mejor estilo de crianza, comunicación asertiva, premios, castigos, entre otras cosas. El objetivo es que los padres puedan disciplinar a los niños de la manera más adecuada, así como fortalecer el vínculo entre ellos, la comunicación, el afecto y el respeto mutuo. •Terapia multisistémica: “Involucra tratamiento de tipo biológico, psicosociales y psicoeducativos con una ambientación ecológica” (2009: 91). Este tipo de terapia trabaja tanto con el niño, como con la familia y el entorno, por consiguiente, los padres trabajan directamente en la intervención. •Las intervenciones pueden ser diarias o tres veces por semana durante unos tres o cuatro meses y un equipo multidisciplinario compuesto por psiquiatra, trabajador social, psicólogo, pediatra, pedagogo, neurólogo y psicoterapeuta son los encargados de brindar el apoyo y proveer porque se cumplan los objetivos. •Terapia comunitaria: Esta terapia se basa en promover conductas prosociales y así reducir las disruptivas por medios de los juegos, la música, deportes y demás. Se pretende que el niño pueda canalizar sus energías en el desarrollo de estas otras actividades, al mismo tiempo que se le enseña sobre la resolución de conflictos y habilidades sociales. •Terapia de grupo: estas se realizan al interior de las escuela con los compañeros, pues estos pueden contribuir a que el niño mejore sus habilidades de socialización. •Terapia famacológica: No existen medicamentos específicos para estos trastorno, sin embargo, se ha visto que algunos fármacos junto con la terapia dan mejor resultado. Algunos de ellos son: los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina y la clonidina que ayudan a disminuir las conductas agresivas.

Rigau y otros (2006) proponen una intervención desde la perspectiva conductista y

otra desde la perspectiva cognitiva.

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La perspectiva conductista parte de que estos trastornos se desarrollan gracias a un

mal manejo disciplinario por parte de los padres. Como consecuencia, “el niño ha aprendido que la conducta oposicionista es eficaz para manipular a los adultos con el fin de que recapitulen ante sus deseos” (2006:84). La terapia, por lo tanto, está dirigida al trabajo con la familia, la escuela y el niño, y se basa en el análisis de la conducta desde el enfoque ABC (antecedentes, conductas, consecuencias).

Un ejemplo de este tipo de terapia es el programa Defiant Children desarrollado

por Barkley, el cual se utiliza principalmente para el trastorno negativista desafiante. Este programa está desarrollado en 8 pasos, cada uno a intervalos de una semana, los cuales están pensados para que el niño deba aplicar determinados principios los cuales irán modificando su conducta para alcanzar el éxito tanto en la escuela como en la casa.

La modificación del comportamiento del niño se realiza por medio de: una lista de

conductas que el niño debe llevar a cabo, premios y castigos, y un sistema de fichas.

Las perspectivas cognitivas, por otro lado, parten de que las conductas disruptivas

del niño se deben “un retraso en el desarrollo de habilidades cognitivas concretas” (2006:85) o la dificultad para llevarlas a cabo cuando es necesario. Es decir, sus dificultades cognitivas son las que provocan las dificultades en su conducta, por lo que esta terapia esta dirigida a estimular las áreas cognitivas que estén implicadas y así modificar su conducta.

Esta forma de percibir la problemática puede ayudar a que el adulto comprenda

que la conducta del niño no es intencional y a raíz de esto puede ser más fácil el identificar las habilidades específicas que necesitan de entrenamiento.

Además, según este modelo “el resultado de la conducta depende del grado de

compatibilidad entre las características del niño y las del adulto” (2006:85), de manera que las conductas negativistas se dan como consecuencia de la incompatibilidad entre el niño y el adulto, pues las conductas del niño van a ser valoradas negativamente por el padre generando conductas desadaptativas. Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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A raíz de esto, el primero objetivo de la terapia consiste en identificar y resolver

aquellos puntos en los cuales hay una incompatibilidad. Para ello es necesario conocer cuales son las situaciones en las cuales el niño presenta las conductas negativistas, pues ahí se encuentra la clave acerca de cuales son las funciones cognitivas de las que carece. Como lo explican Rigau y otros: “La conducta explosiva se da cuando las demandas cognitivas superan las capacidades del niño para responder de forma adaptativa” (2006:86).

Una vez que se han identificado todas las conductas y los momentos en los cuales

se presentan, se pasa a ubicarlas en alguna de las siguientes tres categorías: A-

Incluye aquellas conductas que implican un riesgo de hacerse daño o hacer daño a los demás o a la propiedad privada de otra persona.

B-

Conductas que no generan riesgo pero que causan grandes problemas a nivel familiar.

C-

Conductas que se consideran inadecuadas pero que no generan ni riesgos ni problemas graves a nivel familiar.

Las intervenciones en cada conducta dependen de su categoría, pues aquellas que

se ubiquen en la categoría A simplemente deben ser reprimidas. No se debe caer en la discusión, en el argumento o en la pelea pues el adulto debe imponer su autoridad en esos momentos.

Las conductas de la categoría B son las que dan paso a que se un mayor cambio,

pues ahí es cuando el niño pueden aprender a controlar su conducta y sus emociones.

En cuanto a las conductas de la categoría C, lo mejor es no intervenir pues se pre-

sentan en la vida diaria y si son intervenidas se puede generar resentimiento obstaculizando el verdadero aprendizaje.

Para lograr un cambio verdadero y prolongado, el adulto debe mostrarse empático

y darle la oportunidad al niño para que juntos encuentren una solución aceptable en la cual ambos deberán ceder. Esto permite que el niño tome responsabilidad de sus actos y Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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que sienta que se le toma en consideración, al mismo tiempo que se le estimula su capacidad para tomar decisiones, para reflexionar sobre sus actos, entre otras cosas.

En el aula:

Dado que gran parte del tiempo del día del niño o adolescente transcurre durante

horas de escuela, es importante que la intervención del comportamiento se haga también desde el ámbito educativo. Javaloyes y Redondo (2005), especifican que una vez identificado el trastorno de conducta, la escuela debe de determinar si el grupo de iguales son postivas y no conflictivas, y tratar de ayudar al estudiante a incurrir en actividades de ocio positivas y beneficiosas. Además, se debe de intentar de mejorar la integración del estudiante con sus compañeros y el buen progreso académico.

Woolfenden, Williams y Peat (2008), explican de una investigación en la cual se en-

cuentra que en casos de delincuencia juvenil, frecuentemente producto del mal manejo de trastornos de la conducta, hay una tendencia preocupante hacia una reducción en las matriculas escolares. Esto puede ser determinado por factores como poco apoyo de pares, malas relaciones entre estudiantes y profesores y problemas de aprendizaje desatendidos. Por lo tanto, se le debe de poner un cuidado especial a estas áreas para evitar la deserción escolar departe de los niños y adolescentes con estos trastornos.

Bragado, Bersabé y Carrasco (1999), definen una serie de factores de riesgo para los

trastornos de conducta que pueden ser interferidos desde el área educativa. Bajos niveles intelectuales y dificultades académicas se han encontrado relacionados con los trastornos de la conducta, específicamente, cuando el niño se ve obligado a repetir un curso. Por lo tanto, puede ser buena estrategia preventiva evitando este tipo de situaciones, dandoles el apoyo académico necesario. Si esta situación llegara a ocurrir, seria importante hacer un acompañamiento y una supervisión cercana de las actitudes del niño y trabajar con este las habilidades adaptativas y sociales que va a requerir dentro de su nuevo grupo.

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De acuerdo con Obrero (2009), es importante eliminar o disminuir las situaciones

conflictivas que se puedan presentar en el centro educativo y ayudarle al niño a que aprenda a controlar sus emociones de ira o enojo, por ejemplo, enseñarle a darse un tiempo cuando sienta que no va a poder manejar una situación de la mejor manera en ese momento o enseñarle técnicas de relajación para que pueda manejar y disminuir su estrés.

También, se debe recompensar al niño por sus actos positivos, como cuando

demuestra flexibilidad o cooperación con sus compañeros. Otro aspecto es que se deben establecer prioridades para que el niño sepa que se espera que haga y así evitar enfrentamientos, y establecer límites claros junto con las consecuencias que se aplicarían en el caso de que el niño decida no respetarlos.

Graciano, (2001), propone una serie de alternativas para controlar conductas agresi-

vas en los niños y adolescentes dentro del aula. Primero, se deben de reconocer las causas específicas que provocan las conductas agresivas, para luego eliminar los factores desencadenantes o enseñarle al niño como manejar esas situaciones específicas. Es muy importante, que en el momento en que el niño se ponga agresivo, se le haga un time out o tiempo fuera, en el cual se aisla al niño para que esta agresividad no lastime a nadie mas, y preferiblemente a el mismo tampoco.

Además, como técnicas de corrección se deben de emplear el moldeamiento, refor-

zando comportamientos tranquilos y pacíficos, y preferiblemente situar al niño cerca de los alumnos más tranquilos para que por medio de imitación se logre la conducta más fácilmente. Como otra estrategia, se puede utiliza la economía de fichas.

Desde un estudio comparativo, involucrando estudios previos, Rojas, Espinoza y

Ugalde (2004), declaran que en programas educativos para la corrección de trastornos de conducta y actividades delictivas, se pueden utilizar la economía de fichas, contratos conductuales, sensibilización sitemática y condicionamiento de evitación. Esto disminuye la tasa de violación de reglas y la mala conducta. Además, comprueban mediante estudios que los programas de tratamiento educativos que se implementan en niños antes de los

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ocho años permite hacerlos más resistentes a la emisión de conductas antisociales, y de lo contrario, una vez manifestadas estas conductas, es dificil modificar el comportamiento.

Además, hay otros factores que deben de ser controlados y modificados para evitar

la aparición y ayudar a la eliminación de trastornos de conducta. Esta aparición y dificultades para extinguir las conductas son: variables motivacionales ( ruido ambiental en las clases, dificultades previas ocurridas en contexto extraescolar, instrucciones confusas y defectuosas), falta de claridad ( ausencia de conocimiento en las reglas y políticas al interior de los establecimientos), bajo apoyo del staff directivo para establecer una disciplina clara de conducta (inconsistencias administrativas y ausentismo laboral), diferencias entre los estudiantes (habilidades sociales, habilidades académicas e inconsistencia en premios y castigos administrados por las conductas). Estas carencias y confusiones deben de ser evitadas, puesto que la educación escolar es importante para la preparación laboral futura y la formación del individuo.

El National Resource Center on AD/HD ( 2005), propone una serie de intervencio-

nes que se pueden y deben hacer con niños con conductas perturbadoras dentro del ámbito escolar. En general, debe de existir un apoyo conductual positivo para toda la escuela. Esta va a tener un impacto significativo sobre los patrones de conducta del niño, y por lo tanto se deben de implementar programas que ofrecen apoyo conductual positivo para toda la escuela. Tienen como objetivo fomentar comportamientos sociales y logros académicos exitosos para todos los estudiantes. Van a estar compuestos por consecuencias claras y consistentes para las conductas inapropiadas, contingencias positivas para conductas apropiadas y servicios basados en un equipo para estudiantes con necesidades conductales más extremas.

Dentro del aula, se propone que se debe de luchar porque exista un ambiente de

aceptación y apoyo, en el cual se promuevan destrezas sociales y emocionales, con reglas y procedimientos claros. La conducta del niño debe de estar siempre supervisada, para de esta manera poder recompensar las conductas prosociales y responder de manera consis-

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tence a conductas problemáticas y determinar cuando y porque el niño incurre en comportamientos agresivos para poder prevenir y manejar estas situaciones más adecuadamente.

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Conclusión

Como se ha examinado en las páginas posteriores, los trastornos de la conducta y

las conductas desadaptadas y disruptivas tienen ciertas complejidades que dificultan la identificación y por lo tanto tratamientos adecuados para estas poblaciónes. Además, una vez identificados, son trastornos que ofrecen cierta dificultan en el manejo, características de la resistencia que definen estos trastornos.

Sin embargo, es de necesidad imperativa corregir estos trastornos a pesar de que

tienen altos costos y requieren de mucho esfuerzo de todas las partes involucradas en la vida del niño o adolescente.

Se logra identificar que, los trastornos representan oposiciones fuertes a los intentos

de modificar y corregir estas conductas, y por lo tanto se puede considerar que los programas más efectivos van a ser los de prevención a nivel global. Se les debe de enseñar a los padres como poner límites claros y consistentes, y hacerlo de la misma manera en las escuelas, para evitar la aparición de estos trastornos. Estas intervenciones tempranas van a facilitar la recepción de límites y reglas, así como la aceptación de las consecuencias negativas y postivas por parte de los niños y adolescentes.

Además, esta claro que para minimizar los efectos sociales que pueden tener estos

individuos más adelante en sus vidas, como el desempleo y pobreza que los pueden llevar a incurrir en actos delictivos, es imperativo ayudarles con los procesos educativos. Si bien es una población característica de la deserción escolar, se ha demostrado que se puede prevenir con las atenciones necesarias que van a requerir de manera individual, tal como los problemas de aprendizaje específicos y el énfasis que se debe de tener con respecto a las habilidades sociales y la aceptación en su grupo de pares.

En estos procesos, se debe de incluir además, la correcta educación y el entendi-

miento por parte de los padres, brindandoles herramientas y programas que les ayuden a manejar las situaciones dificiles que van a enfrentar a partir de la aparición de estos trasTr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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tornos. En muchos casos, estos pueden ser eventos disparadores para las conductas agresivas y desadaptadas que van a presentar los niños, y que probablemente los padres no sepan darle un manejo y un enfrentamiento adecuado.

Con el niño de manera individual, se le puede hacer una marcada importancia en

procesos terapéuticos, a las habilidades sociales y el control y manejo del enojo y estrés. Si bien se ha reconocido en terapias como la mencionada cognitiva-conductual, el reconocimiento de los factores desencadenantes por parte de los niños y adolescentes puede ser clave para el mejor desempeño. Deben de aprender, que aunque no pueden cambiar las situaciones a las que se enfrentan y los problemas que van a tener, hay maneras adecuadas de reaccionar y actuar, y así no incurrir en agresividad y violencia para manejarlas.

Investigar sobre temas con complejidades en su origen, diagnóstico y tratamiento,

como lo son los trastornos de la conducta, son lo que permite a profesionales y profesionales en formación mejorar en su abordaje y tratamiento de estos trastornos, y aconsejar mejor a padres y profesionales en educación para darles a estos niños y adolescentes mejores pronósticos a pesar de sus condiciones adversas.

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Bibliografía Bragado, C., Bersabé, R., Carrasco, I. (1999) “Factores de Riesgo para los Trastornos Conductuales, de ansiedad, Depresivosy de Eliminación en niños y adolescentes” Revista Psicothema, Vol 11, N˚4. (pag. 939-956)

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Greciano, I. ( 2001). “Alteraciones del comportamiento en el Aula” Revista Ponencias. Edición Diciembre 2001. Santiago de Compostela, Chile.

Javaloyes, A. y Redondo, A. (2005) “ Trastornos de conducta en la edad infantil” Pediatría Integral. Monografías de psiquiatría infantil.

López-Ibor Aliño, J. (2002) DSM-IV: Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Editorial Elsevier Masson; Barcelona, España.

Obrero, O. (2009). “Los trastornos disóciales en el aula”. Revista Digital Enfoques Educativos. N° 37. URL: http://www.enfoqueseducativos.es/enfoques/enfoques_37.pdf#page=86 Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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Revisado: 28 de marzo Hora: 5:25 pm.

Ortiz, B. y otros. (2008). “Trastorno oposicional desafiante: enfoques diagnósticos y terapéutico y trastornos asociados”. Revista IATREIA, Vol 2, N° 1, pag. 52-62.

Puerta, I. (2004) “Instrumentos para evaluar las alteraciones de la conducta”. Revista de Neurología, Vol. 38, Nº. 3, pags. 271-276

Rigau, E. y otros. (2006). “Tratamiento del trastorno por oposición desafiante”. Revista de Neurología. N° 42 (supl. 2) pag. S83-S88.

Rojas, P., Espinoza, M., Ugalde, F. (2004) “Intervenciones Piscológicas basdas en la Evidencia para la Prevención de la Delincuencia Juvenil. Un programa de Habilidades Sociales en Ambientes Educativos.” Revista Terapia Psicológica, vol 22. N˚001. pag 83-91. Santiago, Chile.

Sarason, I y Sarason, B. (2006). “Psicopatología: Psicología anormal: el problema de la conducta desadaptada”. Editorial Pearson Educación de México.

Woolfenden, S., Williams, K. Peat, J. (2008) “Intercenciones dirigadas a la familia y a los padres en adolescentes con trastorno de conducta y delincuencia entre 10 y 17 años.” Reproducción de una revisión de Cochrane, publicada en La Biblioteca Cochrane Plus, 2008, N˚2.

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Anexo 1- Cuestionario Basado del DSM-IV para el diagnóstico del trastorno disocial 1. Intimida

AV

F

S

1.¿Ha

provocado de manera intencional incendios?

N

AV

F

S

2.¿Ha

entrado violentamente en la casa o vehículos ajenos?

N

AV

F

S

ha quedado fuera de la casa en la noche sin permiso?

N

AV

F

S

AV

F

S

3.¿Se

4.¿Inicia 5.¿Ha

o amenaza a otras personas? N

las peleas y arremete físicamente a otros?

N

destruido a propósito cosas que pertenecen a otras personas? N AV F

S 6.¿Engaña

a otras personas para quitarles dinero u obtener objetos ajenos? N AV

F

S

7.¿Se

ha fugado o se ha escapado de la casa durante más de 24 horas? N AV

F

S

8.¿Utiliza

AV 9.¿Es

F

armas u objetos que puedan hacer daño a otros (bates, cuchillos, etc.)? N S

cruel con las personas y le gusta hacerlas sufrir? N

10.¿Roba

AV

F

S

objetos de valor cuando tiene la oportunidad de hacerlo? N AV F

S 11.¿Ha

robado o atracado con armas o amenazado a otros?

12.¿Ha

N

AV

F

S

forzado o amenazado a alguien para tener relaciones sexuales? N AV

F

S

13.¿Ha

sido cruel con los animales y le gusta hacerlos sufrir? N

AV

F

S

N: nunca; AV: algunas veces; F: frecuentemente; S: siempre

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ANEXO 2-BASC, escalas evaluativas de los padres (6-11 años). 1. Se adapta bien a los(as) maestros(as) nuevos(as) NVFS 2. Amenaza con hacerle daño a otras personas NVFS 3. Se preocupa NVFS 4. Escucha las instrucciones que se le dan NVFS 5. Se mece hacia delante y hacia atrás durante largos períodos de NVFS tiempo 6. Se va de casa sin permiso NVFS 7 Dice: 'no tengo ningún amigo(a)' NVFS 8. Es incapaz de esperar turnos NVFS 9. Asiste a actividades extraescolares NVFS 10. Dice: ‘por favor’ y da las gracias NVFS 11. Se queja de asfixia NVFS 12. Inicia conversaciones fácilmente con gente que acaba de conocer N V F S 13. Juega con fuego NVFS 14. Le gusta lucirse con los demás NVFS 15. Es demasiado serio(a) NVFS 16. Se orina en la cama NVFS 17. Trata de herirse a sí mismo(a) NVFS 18. Tiene amigos(as) que se meten en problemas NVFS 19. Dice: ‘quiero matarme’ NVFS 20. Se levanta de la mesa durante las comidas NVFS 21. Se une a clubes o grupos sociales NVFS 22. Anima (estimula) a la gente a que hagan las cosas lo mejor posibleN V F S 23. Se queja de mareos NVFS 24. Cambia de dirección para evitar tener que saludar a alguien NVFS 25. Desafía o reta a otros(as) niños(as) a que hagan cosas NVFS 26. Tartamudea NVFS 27. Dice: 'tengo miedo de lastimar a alguien' NVFS 28. Tiene problemas con la policía NVFS 29. Llora fácilmente NVFS 30. Le dan rabietas NVFS 31. Toma medicamentos NVFS 32. Felicita a los demás cuando les pasan cosas buenas NVFS 33. Se queja de frío NVFS Tr a s t o r n o s d e l a C o n d u c t a

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34. Le pega a otros(as) niños(as) 35. Tiene problemas de los ojos 37. Se burla y fastidia a los demás 38. Se preocupa de lo que piensan los padres 39. Olvida las cosas 40. Repite continuamente una actividad 41. Usa lenguaje vulgar y grosero 42. Dice: ‘nadie me comprende’ 43. Necesita demasiada supervisión 44. Inicia actividades por sí mismo(a) 45. Tiene sentido del humor 46. Se queja de dolores 47. Evita competir con otros(as) niños(as) 48. Se altera cuando se cambian planes 49. Discute con los padres 50. Dice: ‘los exámenes me ponen nervioso’ 51. Se distrae fácilmente 52. Toca constantemente las cosas, tales como sus propios cabellos, uñas o ropa 53. No le importan los sentimientos de los demás 54. Se frustra fácilmente 55. Es inquieto(a) cuando ve una película 56. Tiene muchas ideas 57. Se ofrece a ayudar a los demás 58. Vomita 59. Es tímido(a) con otros niños(as)

NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS NVFS

N: nunca; AV: algunas veces; F: frecuentemente; S: siempre

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