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El Imperio Carolingio (vinculaciones con los francos y con la Iglesia Católica, influencias en la formación del feudalis

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El Imperio Carolingio (vinculaciones con los francos y con la Iglesia Católica, influencias en la formación del feudalismo, organización política, social y económica, Renacimiento carolingio). Bibliografía: - National Geographic: (Revista) “Historia: La Europa Medieval, el mundo del año mil” (2016) -utilizado- Rosamond McKitterick: “La Alta Edad Media” (2002) -utilizado- Jacques Le Goff: “La civilización del Occidente Medieval” (1999) -utilizado- Perry Anderson: “Transiciones de la antigüedad al feudalismo” (1997) utilizado- Giuseppe Sergi: “La idea de Edad Media” (2001) -utilizado- J. A. García de Cortázar y J. A. Sesma Muñoz: “Manual de Historia Medieval” (2014) -utilizado- Emilio Mitre: “Historia de la Edad Media en Occidente” (1995) España, Madrid: Ediciones CÁTEDRA S.A.

Mapa extraído de: Duby, Georges. (2007) “Altas Histórico Mundial”. (Página 86) Barcelona, España: LARROUSE

Escogimos este mapa porque allí se puede distinguir minuciosamente los diversos territorios incorporados al imperio carolingio distinguiéndose las conquistas previas y

las pertenecientes a la época de Carlomagno propiamente dicha así como sus zonas de influencia, su extensión, la organización territorial, los estados pontificios y los pueblos circundantes y sus movimientos sobre el Imperio, así como los movimientos de éste. Introducción: “El Imperio Carolingio debe su nombre a Carlomagno, que apostó por un modelo territorial que uniera Austrasia y Neustria con el Rin como eje, y en cuya organización política y administrativa tuvieron un importante papel las marcas. Como emperador Carlomagno aspiraba a integrar Europa en una única entidad política…” (National Geographic : 2016 , pág. 83) “A comienzos del siglo VIII, el modelo germano-romano de sociedad se extendía desde la frontera de Escocia hasta Gibraltar y desde la costa atlántica hasta la del Adriático. En ese momento, entre los años 700 y 715 [...] daba los primeros pasos lo que será la construcción carolingia.” (J.A. García de Cortázar y J.A. Sesma Muñoz : 2014 , pág. 115) El ascenso carolingio comienza con la muerte de Pipino de Herstal en el año 714, quien hereda a su hijo (bastardo) Carlos (Martel) “las mayordomías de palacio de los tres reinos de Austrasia, Neustria y Borgoña, a cuyos títulos empezó a añadir otro, el de príncipe o duque de los francos. Tras los primeros años de dificultades para imponer su autoridad, Carlos Martel propuso a las aristocracias unos objetivos exteriores que permitieran relajar las tensiones internas. En el norte, continuar la tarea de sumisión de Frisia y controlar a alamanes y sajones. En el sur, frenar a los musulmanes que habían entrado en tierras francas; Carlos Martel los derrotó cerca de Poitiers en 732, lo que contribuyó decisivamente a realzar su prestigio. En los dos frentes, las victorias del mayordomo de palacio se apoyaron tanto en factores sociales como técnicos. Entre los primeros, la compra de voluntades de la aristocracia guerrera mediante la entrega de beneficios territoriales, que Carlos Martel había expropiado a las instituciones eclesiásticas. Entre los segundos, la adopción del estribo que dotó a la caballería de una notable eficacia en el combate. Los éxitos del caudillo franco animaron en 739 al propio papa Gregorio III a buscar la ayuda de Carlos Martel para asegurar las posiciones del papado en el complicado mapa político de la península italiana, que el pontífice veía amenazadas no tanto por los bizantinos, ya debilitados en Italia, cuanto por los lombardos bajo el mando de su monarca Liutprando (712-744). La llamada del pontífice no fue atendida por Carlos Martel pero estableció un precedente. El caudillo franco murió en 741 y, como un rey merovingio (aunque él no lo era) , repartió el poder entre sus dos hijos, Carlomán y Pipino «el Breve», como mayordomos de palacio. Seis años después, Pipino quedó solo al frente de todo el reino. El nuevo jefe de los francos, aunque apoyado por la aristocracia, buscó la legitimación de su poder en la confirmación del pontífice Zacarías. Con este objeto, envió una embajada a Roma para plantear al papa quién debía ser rey de Francia:

si el que poseía el poder de nombre o el que lo ejercía de hecho. La respuesta del pontífice a una pregunta que el papado esperaba desde el año 739 legitimó la decisión de Pipino de deshacerse del rey Childerico III, a quien en 751 confinó en un monasterio. En su lugar, una asamblea confirmó como rey a Pipino. El legado papal Bonifacio lo ungió como nuevo monarca por la gracia de Dios. Su persona se revestía de un aura sacramental que convertía en sacrilegio cualquier ataque contra ella. La alianza entre el papado y los francos había quedado sellada. [...] la llamada del pontífice (Esteban II), que concedió el título de «patricio de los romanos» al rey franco, fue atendida por Pipino «el Breve» [...] La muerte de Pipino en 768 trajo un nuevo reparto del regnum francorum entre sus hijos Carlomán y Carlos. El fallecimiento del primero tres años después dejó todo el poder en manos del segundo, pronto llamado «el Magno», esto es, Carlomagno. Su reinado y el de su sucesor, Luis «el Piadoso» constituyeron hasta el año 840 una síntesis de los elementos de la Cristiandad latina.” (Ídem, págs. 117 y 118) “En Europa occidental, el período comprendido entre el siglo VII y principios del XI está dominado por la expansión franca en Europa dirigida por la familia carolingia y sus sucesores. Los hombres dirigentes de la familia carolingia habían triunfado al monopolizar la posición superior de mayordomo de palacio en Austrasia (la región este del reino merovingio en el bajo Rin, el Mosela y las regiones del Mosa) hacia finales del siglo VII. Una serie de matrimonios acertados acrecentó su riqueza personal y gradualmente extendieron su poder e influencia sobre Neustria, esto es, la zona entre el Sena y el Loira y Borgoña (los valles de los ríos Ródano alto y Saône y la actual Suiza occidental). Las constantes sucesiones de conquistas francas dirigidas por los gobernadores carolingios Carlos Martel, Pipino III y Carlomagno en el curso del siglo VIII, durante el cual Alemania, Frisia, Aquitania, el reino lombardo del norte de Italia, Septimania, Baviera, Sajonia y Bretaña fueron añadidas al corazón de la Galia, crearon un inmenso Imperio.” (R. McKitterick : 2002 , pág. 28) Vinculaciones con los francos: Los francos eran los habitantes naturales y esenciales de la entidad política de la que Carlomagno obtuvo su sustento para la creación de su imperio. Antes de su coronación imperial, y antes incluso de su ascensión al trono franco, la situación política del reino franco era más bien una exhibición de aspectos y sensaciones mezcladas; los reyes holgazanes (llamados así por Eginardo, un biógrafo de Carlomagno con el objetivo de legitimar su dinastía) reinaban como tales, es decir, eran reyes, pero no ostentaban el ejercicio del poder en la práctica, por más que tuvieran sangre real, sin embargo, sus agentes más cercanos; los mayordomos de palacio, tenían la influencia y el alcance necesario en la corte real como para hacerse con el poder político efectivo dentro del reino tal y como lo hicieron, lo que llevó a que Dagoberto I le quitara el cargo a Pipino de Landen, que por cierto recuperó con el monarca Sigeberto III. Estos mayordomos tenían singular riqueza y diversas posesiones entre los ríos Mosa, Mosela y Rin en

Austrasia, y sintieron que sus prácticas taumatúrgicas a la hora de probar su santidad y su ascendencia, no eran suficientes para legitimar su realpolitk que buscaba desplazar a los reyes holgazanes con el pretexto de su afección pagana. Las victorias de Carlos Martel sirvieron de acicate para este propósito y envalentonaron a Pipino el Breve para dirigir una embajada a Roma integrada por el obispo de Wurzburgo y el abad de Saint-Denis, que plantearon al papa Esteban II si Pipino debía ser rey cuando se daba la existencia de un rey paralelo que no ejercía el poder real, a lo que el papa respondió que “rex venit a regendo”; a rey se llega reinando, lo que confirmaba el apoyo del papado para la coronación de Pipino como rey de los francos en el 754, declarando a él y a sus hijos reyes de los francos, patricios romanos y también les prohibió bajo pena de excomunión declarar rey a cualquiera que no perteneciera a su linaje, y bajo esta sanción, se consolidaba el reino de Pipino III, pero aún faltaba un paso; el papa solicitó su asistencia ante la presencia lombarda en la península itálica donde éstos habían tomado Rávena, tras deponer a Childerico III, último rey merovingio, en el 751, Pipino se dirigió hacia las clusae y derrotó a Astolfo, rey longobardo, en lo que se interpretó como una victoria fingida en el año 755, pues tras ello Pipino tuvo que volver a atacar a los longobardos que estaban asediando Roma y con el asedio franco de Pavía en el año 757 lograron derrotar definitivamente a Astolfo y de este modo Pipino, para sellar de forma segura su alianza con el papado, realizó una donación de estos territorios de Rávena y Roma a la administración papal, creando así a los estados pontificios que dividían a la mitad el territorio de la península itálica. Esto fue posible no sólo gracias a la asistencia otorgada por Pipino al papado ante el asedio longobardo como intercambio por su coronación como rey de los francos, sino que también se debía a que el éxito arrasador e irresistible cosechado por Pipino en sus campañas había dejado a la cristiandad con la imagen de que Pipino era un individuo destinado por Dios para poner orden en el desorden, para dar lustre a los siglos. La palabra empleada por los escribanos de palacio para describir esta misión fue correctio, pues se trataba de una corrección del curso de la historia. Por tal motivo, no le fue de importancia el tomar por bueno un documento falso: la Donación de Constantino, donde éste, había jurado en una declaración de singular impresión lo siguiente: “Nosotros juzgamos oportuno transferir nuestro imperio (...) puesto que allí donde la jefatura sacerdotal y la capital de la religión cristiana han sido establecidas por el Emperador de los Cielos, no es justo que el Emperador terrestre ejerza su poder. Concedemos y entregamos (al papa) la ciudad de Roma, las regiones de Italia y Occidente para que estén gobernadas por él y sus sucesores y sean sometidas a su tutela.” El hecho político relevante fue que a partir de entonces las autoridades papales se dirigieron siempre a los carolingios cuando se vieran comprometidos los intereses de Roma, dejando de lado al emperador bizantino. Pipino también protagonizó un gesto que de cierto modo sentó una tradición y dotó de magnificación real a la dignidad papal; al arribar el papa a la ceremonia de coronación de Pipino, éste al verlo, descabalgó e hizo las veces de palafrenero guiando al caballo del papa, sin embargo, esto hizo a Pipino receptor de una

importante condecoración al ayudar a la Iglesia católica a recuperarse en un momento de singular dificultad. Como rey de los francos, Carlomagno ejerció una política expansionista cuando, en 771, tres años después del fallecimiento de Pipino III el breve, su hermano, Carlomán, murió de una enfermedad, dejándolo como el único rey de los francos, y en su notoria ambición deseaba expandir su domnio. (National Geographic: (Revista) “Historia: La Europa Medieval, el mundo del año mil”) (2016) Vinculaciones con la Iglesia Católica: “El Imperio carolingio, compendio de los territorios de la Cristiandad latina, que elaboró una síntesis de la cultura que tendrá larga vigencia en Occidente en aspectos relativos a la enseñanza y a la configuración de un imaginario de la sociedad y al papel de la Iglesia.” (J. A. García de Cortázar y J. A. Sesma Muñoz : 2014 , pág. 115) “La consolidación de la fuerza carolingia y la creación de solidaridad entre la élite del reino fue posible por el liderazgo guerrero que los gobernantes carolingios ofrecían. Replegaron las fuerzas francas contra amenazas exteriores como las que representaban los frisios, sajones, ávaros y árabes en el siglo vm y los vikingos y magiares en los siglos IX y X. Aunque tales incursiones y evasiones trastornaban bastante la vida política de las distintas regiones del Imperio, tuvieron en ella un impacto poco duradero como entidad cultural o territorial. La extensión de la educación y la cultura carolingia [...], la fundación de nuevos obispados y nuevos monasterios y la creación de estructuras francas y cristianas para la vida social y política fueron logros importantes y perdurables. El personal de estos obispados y monasterios, además de los magnates laicos destacados, desempeñó un papel decisivo en el reino, tanto en sus propias instituciones como en las asambleas convocadas por el soberano.” (R. McKitterick : 2002 , pág. 29) “La protección del papado, además, se convirtió en un cometido cada vez más urgente. [...] Este era un papel que aumentaba tanto el prestigio del rey, al menos a los ojos de su familia, como su legitimidad.” (Ídem) “Tal historia (la de la Cristiandad latina) estuvo presidida por los esfuerzos de Carlomagno y sus sucesores en los ámbitos de la cultura (renacimiento carolingio) y de la Iglesia (fortalecimiento doctrinal; reforma del clero, tanto secular como regular; regulación de la práctica religiosa; cristianización del mundo rural) tendentes a modelar, con un alto grado de pragmatismo, una sociedad cristiana.” (J. A. García de Cortázar : 2012 , pág. 180) “La alianza entre Carlomagno y el papado se fortaleció en los últimos años del siglo VIII gracias a la personalidad del nuevo pontífice, León III. Ambos se buscaron para convertir en ley lo que era una realidad desde hacía una década: convertir a

Carlomagno en el gobernante supremo del Occidente cristiano. El Imperio romano de Occidente era una sindicatura papal desde la exoneración del niño-césar Rómulo Augústulo en el año 476. Trescientos veinticuatro años después, la sola idea de que volviera a haber un emperador que no fuera el de Constantinopla resultaba absurda. Pero eso cambió en la Navidad del año 800. Fue el acto final de un proceso de adquisición de los reyes francos, que se realizó conforme a la buena regla bizantina: coronación por el obispo metropolitano, aclamación por el pueblo, adoración por todos los presentes. La restauración fue, al cabo, la coincidencia de varias voluntades personales.(...) El 25 de abril de 799, apenas tres años después de haber sido elegido, el papa León III fue atacado por un grupo de hombres armados cuando se dirigía en procesión hacia la misa de Pascua que debía celebrarse en Roma. Se vertieron sobre él graves acusaciones de adulterio y de perjurio, pero logró escapar en medio de rumores que hablaban de que los conjurados le habían sacado los ojos y cortado la lengua; sin embargo, la realidad es que había huido en busca del rey de los francos, el único que podía prestarle ayuda.(...) Cuando León llegó junto a él (Carlomagno) se descubrió la verdad, y en medio del regocijo del papa le recordó que su deber era defender la Iglesia de Roma con todos los medios y, por tanto, dirigirse a Roma para imponer el orden católico. Carlomagno aceptó el reto, aunque sin ninguna prisa, consciente de la dificultad de ejercer el arbitraje entre el papa y la aristocracia romana. El informe recibido de las presuntas actuaciones de León III hacía aún más difícil la situación. En el 800, llegó por fin y se proclamó a favor de la inocencia del papa. Después, en la misa de Navidad que se celebraba en la basílica de San Pedro, y según narran los Anales de los reyes francos, Carlomagno se arrodilló ante la tumba del apóstol en el momento en el que la tercera misa tocaba a su fin. Entonces el papa León colocó una corona sobre su cabeza, y lo aclamó ante las personalidades congregadas en el templo repitiendo por tres veces la fórmula de coronación: “Salud, victoria y felicidad al grande y pacífico Carlos Augusto, coronado por Dios emperador de los romanos”. Después, como prueba de lo que decía, el papa se postró a sus pies con la cabeza agachada y los brazos estirados; un gesto que sólo debía hacerse ante el emperador de Constantinopla. Con ello se quiso decir que urbi et orbi que Occidente volvía a tener un emperador propio”. National Geographic: (Revista) “Historia: La Europa Medieval, el mundo del año mil” (2016)(Págs 90-91)

Formación del Feudalismo: “El periodo que discurre entre el ascenso de los carolingios al poder y los años iniciales del siglo X ha sido considerado desde la óptica de los institucionalistas como el segundo momento en la evolución de las relaciones feudovasalláticas” (Mitre, 1995, pág. 119)

“... existen unas razones de índole política que conducen a la extensión del vasallaje bajo los carolingios. En primer lugar, el vasallaje fue visto por los propios monarcas francos como un medio de consolidar su propia autoridad. Recurriendo al principio de la fidelidad, los carolingios pensaron que se podían establecer unos estrechos lazos entre el poder central y los grandes magnates investidos en muchos casos como agentes de la autoridad real: condes, duques, marqueses… Una forma en definitiva de compensar la debilidad de las propias instituciones. En segundo lugar, la propia inseguridad de los tiempos y el deseo de éstos mismos grandes de crear sus propios sistemas de vasallaje acabaron grandes de crear sus propios sistemas de vasallaje acabaron entrando en connivencia. Numerosos hombres libres, así, ante el peligro de los conflictos civiles o de las razzias de magiares o normandos, optaron por entrar, bajo alguna forma de vasallaje, en la casta de los guerreros, para no dejarse confundir con los simples campesinos. Se fue creando de este modo todo el sistema de vasallajes y subvasallajes, típico de una sociedad feudal en la que lo que cuenta es la relación con un personaje de superior categoría, no las conexiones con una abstracta noción de Estado, por aquel entonces en progresiva descomposición. Este proceso, que se fue acentuando desde la muerte de Carlomagno, en el 814, condujo a que el elemento real (el beneficio) acabase imponiéndose sobre el personal (vasallaje). (...) Entre las altas esferas de poder, la disgregación política, que los mecanismos de la feudalidad propiciaban, provocó una regionalización del poder. En algunos casos, el secesionismo político (...) puede conducir al establecimiento de auténticos poderes que contestan abiertamente a la autoridad real. En otros, un principado feudal (...) puede erigirse en plataforma de regeneración del poder central mediante un cambio de dinastía. Y, en múltiples casos, mediante privilegios de inmunidad otorgados por los soberanos, los señores logran sustraer sus beneficios a la autoridad de los agentes reales”. (ídem, p. 119-120). “...los derechos de propiedad del señor sobre su tierra eran normalmente sólo de grado: el señor recibía la investidura de sus derechos de otro noble (o nobles) superior, a quien tenía que prestar servicios de caballería, esto es, provisión de una ayuda militar eficaz en tiempo de guerra. En otras palabras, recibía sus tierras en calidad de feudo. A su vez, el señor ligio era frecuentemente vasallo de un superior feudal, y la cadena de esas tenencias dependientes vinculadas al servicio militar se extendía hacia arriba hasta llegar al punto más alto del sistema –en la mayoría de los casos, un monarca–, de quien, en última instancia, toda la tierra podía ser en principio dominio eminente. A comienzos de la época medieval, los vínculos intermedios característicos de esa jerarquía feudal, entre el simple señorío y la monarquía soberana, eran la castellanía, la baronía, el condado y el principado. La consecuencia de tal sistema era que la soberanía política nunca se asentaba en un solo centro. Las funciones del Estado se desintegraban en una distribución vertical

de arriba abajo, precisamente en cada uno de los niveles en que se integraban por otra parte las relaciones políticas y económicas. Esta parcelación de la soberanía era consustancial a todo el modo de producción feudal.” (Anderson, 1997, p. 148)

“…se había consolidado sobre la tierra una aristocracia germánica, con un campesinado dependiente situado por debajo de ella e incluso en algunos casos con esclavos indígenas.” (P. Anderson : 1997 , pág. 113) “En Inglaterra, el abismo más abrupto que existía entre los órdenes romano y germánico condujo posiblemente a un cambio más radical en los métodos del cultivo agrícola. En todo caso, el modelo de los asentamientos rurales anglosajones contrastaba notablemente con el de la agricultura romana que le había precedido y prefiguraba algunos de los más importantes cambios de la posterior agricultura feudal. Mientras las fincas romanas estaban situadas normalmente en terrenos montañosos con suelos ligeros, que se parecían a los de tipo mediterráneo y podían cultivarse con arados superficiales de madera, las anglosajonas estaban situadas habitualmente en valles con suelos densos y húmedos, cuyos habitantes utilizaban arados de hierro; mientras la agricultura romana tenía un componente pastoril más importante, los invasores anglosajones tendieron a despejar grandes zonas de bosque y pantanos para convertirlas en tierras cultivables.” (Ídem, págs. 122 y 123) “La síntesis histórica que finalmente tuvo lugar fue, por supuesto el feudalismo. […] La colisión catastrófica de dos modos anteriores de producción –primitivo y antiguo– en disolución produjo finalmente el orden feudal que se extendió por toda la Europa medieval. […] el feudalismo occidental fue el resultado específico de una fusión de los legados romano y germánico…” (Ídem, pág. 126) “El señorío, por su parte, procede ciertamente del fundus o villa galorromana […] son fincas autosuficientes, cultivadas por campesinos dependientes o coloni que entregan a su señor terrateniente productos en especie…” (Ídem, pág. 129) “Los mancipia carolingios eran generalmente familias campesinas adscritas a la tierra y obligadas a entregas en especie y a la prestación de trabajo personal a sus señores. […] Lo más frecuente era que los mancipia fueran complementados, para el trabajo en las tierras del señor, con trabajadores asalariados y verdaderos esclavos...” (Ídem, pág. 141) Organización política: “La herencia de Pipino el Breve quedó durante algún tiempo en manos de sus dos hijos Carlos y Carlomán. La muerte de este último, en 771. dejó a Carlos como único gobernante del regnum francorum.

La figura de Carlomagno ha sido identificada con frecuencia —y con demasiada generosidad también— como la del primer unificador del Occidente europeo. Unificación que habría de tener su plasmación en el restablecimiento del Imperio en el 800. De hecho, Carlos no hizo más que consolidar las posiciones de sus antecesores, dando al territorio franco una mayor estabilidad.” (E. Mitre : 1995 , pág. 95) “Como sistema político, el Imperio carolingio era una emulación consciente del pasado romano, en especial porque recreaba dentro de sus límites gran parte del antiguo territorio del mismo Imperio Romano occidental. Era por encima de todo el antiguo Imperio Romano cristiano, y en particular los emperadores cristianos Constantino y Teodosio, quien proporcionaba la inspiración más fuerte a los gobernadores francos.” (R. McKitterick : 2002 , pág. 29) “El Imperio carolingio fue dividido en muchos reinos y ducados pequeños. [...] La nueva dinastía capeta en Francia, que reemplazaba a la familia carolingia en el año 987, gobernó sobre un grupo dispar de principados territoriales semiautónomos. Pero aún muchos vínculos, simbólicos y reales (en especial los del matrimonio entre las élites gobernantes), siguieron uniendo a todos, muy especialmente en aquellos territorios que habían formado parte alguna vez del gobierno carolingio. La proeza y la leyenda del mismo Carlomagno resultaron ser inspiraciones poderosas para sus muchos sucesores.” (Ídem, págs. 30 y 31) Referente al s. VI “...la particular importancia política y social de este período necesita observarse, primero, en el contexto de la transformación gradual del mundo romano. En segundo lugar, desde el siglo VIII en adelante, el ejercicio de la autoridad política por los francos estaba determinado por sus conquistas y expansión al este y al norte hacia el interior de las regiones que no habían formado parte del Imperio Romano y por la incorporación de nuevos pueblos que gobernar. Los límites de los reinos francos de los gobernantes carolingios en el norte y el este eran prácticamente también los de la cristiandad latina hacia el último tercio de este período.” (Ídem, pág. 33) “...la magnitud del reino franco contribuyó sustancialmente a la configuración de la Europa medieval tardía y a las orientaciones de su política. Todavía es importante observar que las fronteras francas fueron heredadas de aquellos a los que los gobernantes carolingios sujetaron al dominio franco, en lugar de ser el resultado de una opción estratégica deliberada. En otras palabras, los francos se adaptaron a las configuraciones existentes aun cuando no podemos, por ahora, reconstruir este hecho con precisión. El Imperio franco en su apogeo se extendía desde Bretaña a Carintia, desde los Pirineos e Italia septentrional hasta el Mar del Norte y el Mar Báltico. Comprendía muchos pueblos diferentes. Así, las relaciones entre el centro y estas regiones periféricas (desde una perspectiva franca) son de importancia vital para nuestra

comprensión del gobierno a partir del siglo VIII. Las fronteras seguían siendo regiones de intercambio y canales de comunicación para los líderes militares y oficiales locales, comerciantes, peregrinos y las poblaciones locales, así como lo habían sido en el Imperio Romano. No obstante, los pueblos de las periferias de los reinos francos tenían a su vez relaciones independientes con los pueblos del norte, sur, oeste y este. La expansión del territorio y la consolidación del control político también trajeron nuevos contactos y requirieron nuevos esfuerzos dentro de las regiones periféricas para mantener la paz y la estabilidad.” (Ídem, pág. 34) “Más allá de la esfera de control franca pero todavía en algún tipo de interacción con ella estaban Escandinavia, las Islas Británicas, la España musulmana, el papado, Bizancio, los Balcanes y Europa oriental. Debido a la enorme región bajo jurisdicción franca en el siglo IX y a los contactos con las formas de gobierno vecinas, las influencias francas en la práctica y en la ideología de gobierno son un elemento tan decisivo en la formación política de Europa como el legado romano.” (Ídem) “La conducta política de las gentes de la alta Edad Media puede reconstruirse a partir de sus acciones y sus expectativas copiadas en las fuentes primarias. Los relatos narrativos, como las llamadas historias nacionales de los francos, godos, lombardos y anglosajones, y la extensa serie de anales de todas partes de Europa occidental han sido muy influyentes determinando mucho de nuestra comprensión actual de las culturas de poder en este período. Estas fuentes enfatizan sobre todo dos aspectos: el consenso y la proximidad al gobernante. [...] está claro que la política a nivel local reflejaba la conducta política, con los potentes, los hombres poderosos, participando activamente en el gobierno a cada nivel. La monarquía es un sistema político en el que la habilidad personal, el talento y los recursos del gobernante son tan importantes como el propio sistema. Hasta cierto punto, como atestiguan las muchas minoridades, interregnos o regencias que pueden documentarse en todos los reinos altomedievales, el sistema podía sustentar a un individuo como rey, que era personalmente incapaz de ganar el consentimiento de la extensa comunidad política para lo que él quería hacer. Pero el caso de un rey o de una serie de reyes que buscasen aprovecharse demasiado del sistema o, más comúnmente, a quienes les faltase la tenacidad para explotarlo lo suficiente, como vemos en el caso de los visigodos y los francos merovingios, podía suponer, respectivamente, la caída de un individuo o de una dinastía aunque la monarquía como institución permaneciera. [...] La lealtad era algo que se ganaba y se retenía, pero también podía ser comprada e institucionalizada. Obsequios en forma de oro, joyas, armas o animales, concesiones de tierra y cargos podían fomentar una cohorte de hombres fieles alrededor de un rey, así como acrecentar su propio poder. Los seguidores que elegían a un rey también se proclamaban sus partidarios fieles.” (Ídem, págs. 44, 45 y 46) “En la mayoría de las regiones de la Europa latina, los poseedores reales del poder público en el siglo X, los focos de placita (asambleas judiciales) y los defensores de

la paz eran, sin embargo, duques y condes en vez de reyes. Lo hicieron al modo carolingio, pero actuaban a escala más pequeña.” (Ídem, pág. 48) “Los hombres reunidos en la corte actuaban como consejeros del rey y funcionarios dentro de palacio. Una manera de entender el gobierno del período altomedieval es no categorizar sus oficiales o sus estructuras y sus esferas de jurisdicción demasiado estrictamente. [...] Bajo los carolingios, la versatilidad de los oficiales públicos es particularmente evidente. Un notario judicial también podía ser erudito y clérigo. Un obispo podía administrar su diócesis espiritual y materialmente, pero también servir como consejero real, missus [...] y embajador. Un conde podía ser missus, juez, mandar una sección del ejército en campaña, administrar su propio dominio, ser un erudito y un mecenas de la Iglesia. Los clérigos jugaban un papel importante en el gobierno. Los laicos mantenían la Iglesia y algunos poseían abadías, al menos en el siglo IX. Era cuestión de premiarlos por su servicio. Disfrutaban de los ingresos procedentes de un monasterio pero también se les exigía tener el debido cuidado de los hermanos y proteger sus intereses. Tenían el mismo papel los clérigos y los laicos en la expansión y en la consolidación del dominio del reino franco. Cada uno tenía ambiciones similares premiadas de una manera similar que producían las mismas manifestaciones de poder y riqueza. Aunque la causa común de clérigos y laicos en el ámbito político está mejor documentada en las fuentes francas, es probable que ambiciones muy similares prevalecieran en otras partes.” (Ídem, págs. 48 y 49) “Todos los reyes dependían de un grupo de oficiales que llevaban a cabo funciones administrativas en la corte y en otras partes del reino. Una chancillería real franca con un canciller principal y notarios puede documentarse a lo largo del los siglos VIII, IX y X. [...] También los francos fundaron una capilla en el palacio con capellán y personal (quienes pueden haber tenido una función dual como notarios). [...] El grado en el que las cortes reales de los diversos reinos bárbaros, de manera más importante las de los carolingios, expedían instrucciones orales y escritas y textos es sorprendente y confirma el alto nivel de alfabetización pragmática en la Europa altomedieval. Era una sociedad en la que la escritura y la administración estaban arraigadas en la práctica social y política. Un resultado directo de la gran expansión de los gobernantes carolingios hacia el este fue la reorganización de la administración laica y eclesiástica, además de la corte y la cooperación íntima entre ellos a cada nivel. En Francia, el rey afianzó las líneas de comunicación local y la administración, en primer lugar, a través de una red de condes que actuaban como agentes en las localidades. En segundo lugar, está la institución franca de los missi dominici, probablemente de finales del siglo VIII, reorganizada en el año 802 y cuyos deberes parecen haber ido unidos con los de los príncipes locales a finales del siglo IX. Los missi eran agentes reales que actuaban en parejas, un conde y un obispo, a cargo de una área conocida como missaticum. Juntos, los missi arbitrarían e investigarían que los asuntos funcionasen propiamente y la justicia se preservase.” (Ídem, pág. 50)

“La presencia real era una manifestación física del poder del rey. La corte estaba donde el rey estaba. [...] la residencia del rey era una localización central de su poder y la ubicación de una administración central (si la había), así como un complejo palaciego. Sin embargo, muchos reyes del período altomedieval, al principio al menos, también eran itinerantes. Una corte itinerante vivía en palacios urbanos y rurales y en pabellones de caza. [...] El rey y su séquito también eran los invitados de obispos y abades en las grandes sedes y monasterios del reino. [...] Las asambleas eran un medio principal de gobierno y de toma de decisiones. Eran grandes reuniones públicas de magnates laicos y eclesiásticos, a nivel central y local. En ellas se zanjaban disputas, se oían peticiones, se tomaban decisiones y se hacían leyes. Las asambleas, a menudo, se programaban para coincidir con el pase de revista al ejército en primavera antes de una campaña militar.” (Ídem, pág. 52) “Muchos elementos del sistema legal y judicial elaborados en los varios reinos del período altomedieval, y de las instituciones y métodos de gobierno introducidos o consolidados por los gobernantes carolingios, proporcionaron un legado duradero y un modelo para los períodos alto y bajomedieval. [...] La Iglesia era una parte integral de ese logro. No sólo cumplía con su contribución personal a los asuntos del gobierno y la administración; sus ideales espirituales eran una parte esencial de la ideología política de los gobernantes seculares. Las preocupaciones religiosas e intelectuales eran asunto tanto de los gobernantes seculares como de los clérigos. Más tarde las distinciones entre «Iglesia» y «Estado» no son relevantes en el período altomedieval. Es notable que muchos eclesiásticos importantes insistieran en la autoridad del derecho y ayudaran a mantenerlo.” (Ídem, págs. 53 y 55) “Es en las recompensas o el pago por ayudar al gobernante en el gobierno, donde se aprecia gradualmente la mayor diferencia entre el sistema romano y el de los reinos de Europa occidental en la alta Edad Media. Aunque los visigodos mantuvieron un sistema de tributos y lo mismo, hasta c. 600, hicieron los francos, no hay ningún indicio de que fuera más que un aspecto subsidiario del poder real. Los importantes por el servicio y la lealtad eran ahora la tierra, no el dinero; y sobre todo, los títulos como conde o duque eran inútiles si no podían defenderse las tenencias privadas y clientelas de dependientes militares. Incluso los ejércitos de cada reino eran poco más que colecciones de clientelas privadas armadas. Estas clientelas también esperaban ser premiadas principalmente con tierras.” (Ídem, págs. 58 y 59) “Desde finales del siglo VII, los reyes contaron con la solidaridad creciente de las élites políticas inspiradas por el éxito militar. En la Francia de tiempos de Carlos Martel (714-741), e incluso de Pipino III (741-768) y Carlomagno (768-814), las campañas militares y la expansión progresiva del territorio constituyeron un aspecto regular y dominante de la vida franca y un aumento continuado de la riqueza de tierras. Los historiadores han insistido correctamente en la fuerza creciente del ejército franco, de guerreros profesionales, armados y normalmente montados a

caballo, cuyo sustento estaba asegurado con la concesión de propiedades reales y eclesiásticas en beneficio. [...] Aunque continuaron gobernando a través de magnates como intermediarios, los gobernantes carolingios también buscaron dotar a la Iglesia de nuevos recursos y nuevos instrumentos. La economía política del período carolingio estuvo dominada a lo largo del siglo VIII y primer tercio del siglo IX por la necesidad de centralizar y suministrar mano de obra, instrumentos agrícolas y productos alimenticios al rey. El más importante entre los nuevos recursos del gobernante fue el nuevo método de dirección de las propiedades reales y eclesiásticas.” (Ídem, pág. 61) “...el ejército fue organizado en principio, mediante el reclutamiento de todos los hombres libres. Esto se mantuvo en teoría hasta el siglo IX. Carlomagno introdujo al final del siglo vin un sistema según el cual el servicio real sólo requería hombres en posesión de una cierta cantidad de tierra alodial. En el año 808, la cantidad estaba fijada en cuatro mansos. Otros hombres combinarían recursos para equipar a un hombre combatiente, o por regla general, para pagar los impuestos sustitutorios a un magnate que actuaba como intermediario. La forma más común de los derechos pagados al gobernante, junto al servicio al ejército y otros deberes exigidos por el gobernante, era el obsequio anual dado por los magnates al rey (annua dona; eulogiaé) que era una costumbre no romana.” (Ídem, pág. 62) “Esta nueva partida se sitúa en primer lugar en el espacio. La reconstrucción de la unidad occidental por los carolingios se lleva a cabo en tres direcciones: al sudeste, en Italia; al sudoeste, en España y al este, en Germania. Pipino el Breve, aliado del papa, inicia la política carolingia en Italia.” (J. Le Goff : 1999 , pág. 40) Organización económica: “El proceso de ruralización iniciado con el Bajo Imperio no se interrumpió bajo los carolingios. La degradación de la vida urbana, que era un hecho en la Tardía Antigüedad, se ratificó en el alto Medievo. Se ha destacado, en este sentido, la importancia del fenómeno urbano en el mundo musulmán frente a su debilidad en el ámbitocristiano. Los 100.000 habitantes de la Córdoba de los Omeyas constituyen una cifra no alcanzada en los principales puntos de concentración demográfica del mundo carolingio. Las 20.000 o 30.000 almas fijadas por el estudio de Roblin para el París altomedieval constituyen un fenómeno excepcional, debido principalmente a la gran fertilidad de la región. La recuperación de algunas ciudades españolas por parte de los cristianos (Lugo, en el 750; León, en el 856; Barcelona, en tomo al 800) no contribuyó de manera esencial a alterar un panorama demográfico, caracterizado por la debilidad de las manifestaciones urbanas. Lo que a veces de una forma un tanto convencional llamamos ciudad y que en los documentos de la época aparece bajo distintas denominaciones (urbs, chitas, burg, oppidum, castrum...) suele ser un reducido núcleo de población caracterizado indistintamente por ser el centro del poder político o religioso,constituir una plaza

fuerte frente a las agresiones exteriores o haberse erigido en centro de unos débiles intercambios mercantiles.”(Mitre, Emilio, Historia de la Edad Media en Occidente, 1995, España, Madrid, Ediciones CÁTEDRA S.A, página 107) “Las dificultades políticas y los ataques del exterior forzaron a muchas de las antiguas ciudades a permanecer como recintos cerrados. En el 869, Carlos el Calvo ordenó a las ciudades fortificar sus murallas. Los barrios que permanecieron en los suburbios sufriíásén cruelmente las agresiones, como ios de Narbona, en el 793. Incluso los propios recintos murados fueron expugnados en ocasiones, como les sucedió a los de las ciudades hispanocristianas en la segunda mitad del X ante las razzias de Almanzor: Coimbra, en 987; Barcelona, en 985, o Compostela, en 997. Las sistemáticas incursiones danesas en la Inglaterra alfrediana llevaron a algunos monarcas anglosajones a multiplicar el número de recintos fortificados o «boroughs» para refugio de la población de los alrededores. Ejemplo éste que parece fue imitado por los monarcas sajones de la Alemania del siglo X, promotores de ía fundación de diversos «burgi». Las segundas invasiones (sarracenos, normandos, magiares) no fueron obstáculo para el mantenimiento de algunas ciudades como centros de intercambios comerciales, por más que éstos fueran muy limitados, y a merced de los golpes de los incursores,como el barrio de mercaderes de Hamburgo, barrido por los normandos, en el 845. Los sufijos wic, wik o ztrich se encuentran en los nombres de un alto número de poblaciones, canto al sur (Quencovic) como al norte del Canal de la Mancha, designando a localidades en las que el tráfico mercantil tiene alguna importancia. En la Inglaterra de los siglos vil ai x se encuentran no sólo a lo largo de las costas, sino también de los ríos navegables: Fordwich, Sandwich, Norwich, ípswich, etc…”(ídem, página 108) “Según R. Doehaerd, «... la debilidad demográfica sigue siendo el gran marco al cual hay que referir la actividad económica del hombre» a lo largo del alto Medievo. Los signos de crecimiento de la época carolingia serán demasiado tímidos, comparados con los posteriores del siglo XI. Durante todo el siglo x, aun en las mejores y más eficazmente administradas explotaciones, la mano de obra sigue siendo escasa y los vacíos creados por las frecuentes agresiones exteriores resultaban difíciles de cubrir.”(ídem) “El cereal, en sus diversas variedades de trigo, cebada o avena, constituía la fuente básica de la alimentación de las poblaciones del alto Medievo. Los impuestos en especie de los colonos suelen ir con frecuencia especificados en grano. Los productos de huerta, y los frutales (manzano, peral, ciruelo...) se encuentran mencionados también con cierta frecuencia. De ios otros dos productos de la «trilogía mediterránea», la vid no parece que sufra un retroceso, sino que, por el contrario, a lo largo de estos siglos experimentó una difusión incluso hasta límites en donde las circunstancias climatológicas lo hacían difícil.

Las necesidades del culto en unos años de franca expansión del cristianismo explican en buena medida esta vitalidad. El olivo mantuvo su predominio en las zonas más meridionales de Europa, pero una de las grandes productoras — la España del sur— cayó en estos años en la órbita política del Islam. Aunque siempre complementaria de la agricultura, la ganadería aparece en todas las grandes explotaciones agrícolas. Diversas especies figuran no sólo en los bienes propios de algunos monasterios, sino también entre los tributos pagados por colonos y arrendatarios. Cerdos y cameros parecen constituir el ganado más habitual que provee de carne la mesa de los poderosos. Sin embargo, sugiere Doehaerd, la preferencia en relación con el ganado mayor, va, en primer lugar, en función de su fuerza de tracción. Luego, en virtud, de los productos lácteos y el abono. Y, sólo en último lugar, por la producción de cuero, o carne.. En relación con un ganado de no muy buena calidad se encuentra el aprovechar miento del bosque (el «saltas»), que constituye la zona de caza y pastoreo por exce lenda y del que además se obtiene la madera para la construcción o la calefacción y las pieles para la vestimenta. Algunas disposiciones como el Capitular de milis, o ciertas cartas otorgadas por Carlos el Calvo hada el 864, reglamentaron lo que podían ser unas ordenadas roturaciones en los espados boscosos. Los intermitentes avances sobre el valle del Duero o la Cataluña Vieja fueron, igualmente, marcados por la puesta en cultivo de antiguas tierras. Algo similar tuvo lugar en ei siglo X hada Oriente, en los bosques situados entre Bohemia y el Danubio. Un fenómeno que tendrá en las abadías sus prindpales agentes y que es una premonidón de otro de mucho mayores dimensiones que se desarrollará después del año 1000.” (Ídem, página 109) “El siglo VII se ha considerado, por algunos autores como la primera etapa en la difusión de unas técnicas agrícolas que alcanzarán su plenitud en las centurias siguientes. Se ha mencionado, en este-sentido, la utilización de la rotación trienal que permitía la existencia de una hoja de siembra en primavera. Fuentes escritas al norte del Loira, en d Rin y en Baviera son bastante elocuentes a este respecto. Sin embargo, ei paso de la rotación bienal a la trienal parece sólo ceñido a ciertas grandes explotaciones, en las que el crecimiento demográfico facilita un superior aporte de trabajo.”(Ídem)

Organización social: “Los primeros siglos de la Edad Media no habían sido, por lo tanto, ni puros transmisores de valores de la antigüedad clásica, ni inertes campos de afirmación de los valores nuevos de los pueblos germanos, sino un terreno de integración de tradiciones diversas. La integración verdadera había sido realizada por los francos: la suya había sido

coronada con el éxito en mayor medida que los encuentros étnicos, parciales y frenados, realizados por otros pueblos en otras regiones.” (G. Sergi : 2001 , pág. 43) “Esta lograda integración explica por qué Europa fue una construcción franca: sobre esta base el Imperio Carolingio fue realmente una gran realización, original en el mantenimiento de fuertes connotaciones germanas y en la paralela inspiración institucional romano – bizantina. Primero en la Galia y después en Italia, insertándose progresivamente, los francos habían encontrado situaciones en gran parte nuevas respecto a sus costumbres. En un primer momento sus aldeas eran centros suministradores de explotación agrícola y refugios tras las expediciones de saqueo. A continuación, en cambio, los francos introdujeron en sus habituales modos de vida el latifundio y las ciudades. El latifundio, base de continuidad de las familias senatoriales galo – romanas, fue siempre considerado también por los francos un elemento imprescindible en los procesos de reforzamiento de las familias aristocráticas. Las ciudades, con sus obispos y sus cargos civiles, imponían un bagaje de tradiciones públicas a los nuevos dominadores, que en parte lo adaptaron a sus exigencias. Además, exponentes de las mayores familias galo – romanas se habían introducido en las cortes de los distintos reinos de la Galia – gobernados entonces por reyes de la dinastía llamada «merovingia»–, con misiones ligadas a su cultura y a las nuevas exigencias administrativas. Con la dinastía merovingia primero, y después, desde el siglo VIII, con la dinastía carolingia, se consolidó perfectamente el encuentro entre la cultura germánica –hecha de movilidad, mito del valor guerrero y traición de mando sobre los hombres– y la latina, hecha de componentes religioso – literarios, competencias administrativas, valoración del latifundio y tradición de poder sobre el territorio. Por tanto, en los primeros siglos de la Edad Media se había formado un estamento dirigente mixto, con composición distinta según las áreas de dominio franco (más latino en Aquitania, más germano en Austrasia, con fuerte presencia burgundia en Borgoña, particularmente equilibrado en Neustria)…” (Ídem, págs. 44 y 45) “El nuevo estamento dirigente altomedieval había conseguido, con dificultades pero también con éxito, conferir a la estructura social y a las instituciones un carácter híbrido […] Este carácter híbrido –un verdadero «Estado» de inspiración romana pero con muchísimos elementos de la sociedad tradicional germana en su interior– es el signo dominante del Reino carolingio. Precisamente por este carácter híbrido, por el delicado pero logrado equilibrio entre componentes distintos, las instituciones forjadas en aquel período condicionaron de modo significativo los siglos siguientes.” (Ídem, págs. 45 y 46) Renacimiento Carolingio: “La cristalización de un imperio cristiano se afianzó y se sostuvo en parte gracias a un eslogan creado por Alcuino de York y que a veces se oía en la voz de Carlomagno: renovatio Romani Imperii, es decir, la restauración del Imperio romano.

[...] La idea de la renovatio del Imperio romano consistía en el hecho de que el susodicho imperio actuaba por encima de todo como el garante y el guardián de la paz universal entre todos los pueblos, una paz que había que ganar y conservar día tras día, tanto en la vida de las naciones como en el corazón de los individuos, y ello con el fin de que el orden terrestre fuese el fiel reflejo del orden celestial. Para conseguirlo, el pueblo debía estar preparado para ponerse en movimiento con las armas y seguir al emperador allí donde fuera preciso. En este sentido, Carlomagno procuró regularlo y mejorarlo todo, desde las costumbres del clero hasta la aleación de la moneda; desde las colecciones de textos jurídicos hasta las canciones épicas populares. Fomentó, además, un decidido renacimiento de la cultura clásica, simbolizado en la adopción de los gestos y la indumentaria romanos, con gran disgusto -como era previsible- por parte de los tradicionalistas francos. El renacimiento carolingio representó, sin duda, un enorme esfuerzo por sostener la cultura latina, comenzando con la creación de la minúscula carolina como soporte de la escritura y terminando con el estudio de las letras clásicas. Gracias a este esfuerzo se pudo desarrollar una notable producción artística.” (National Geographic : 2016 , pág. 94) “La restauración imperial de la navidad del 800 es un acontecimiento clave en la evolución política de la Europa medieval, no sólo por el hecho en sí y el significado que adquirió en su momento, sino por la constitución de todo un mito que va a pesar enormemente en las generaciones sucesivas. La renovatio imperii romani constituyó, así, el primer intento coherente de dar unidad a la cristiandad occidental tanto frente al Islam como frente a la otra cristiandad que cada vez parece más lejana: la bizantina.” (E. Mitre : 1995 , pág. 97) Rosamond McKitterick: “La Alta Edad Media” “El medio principal para el pago de estos derechos era el denarius o penique de plata. [...] El sistema monetario de Europa occidental había evolucionado hacia el monometalismo, al principio basado en la acuñación en oro cada vez más rebajado y, con el tiempo, en plata. La emisión de moneda cambió gradualmente de la acuñación imperial romana a imitaciones de la acuñación imperial. A la larga se produjeron monedas distintivas de los gobernantes visigodos, lombardos, ingleses y francos, aunque el grado de control político ejercido sobre las casas de la moneda y sobre la acuñación varió considerablemente en los distintos reinos.” (pág. 62) “