Talento

NO se permite la adaptación de esta fanfic, la traducción o publicación en otro lado, actualmente solamente la historia

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NO se permite la adaptación de esta fanfic, la traducción o publicación en otro lado, actualmente solamente la historia en general se encuentra publicada en wattpad.

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NO se aceptan juegos de rol, copias, plagio, o historias derivadas de cualquier tipo.

Los personajes NO me pertenecen, se pertenecen a sí mismos, no se busca lucrar con el siguiente PDF, por lo tanto, su venta está estrictamente PROHIBIDA.

Los créditos de narración e historia pertenecen a Susana Vázquez, autora de la fanfic.

Los créditos de diseño y edición a Delaine Lora, editora/diseñadora gráfica de la fanfic.

01

Para Jimin, Daegu era una ciudad grande, aunque no tanto como lo era su querida Busan, la cual definitivamente no extrañaba. Su madre y su padre controlaban su vida y cuidaban de cada paso que daba, así que mudarse a los suburbios de una ciudad tradicional le hacía sentir como una feliz y libre ave. Vivía en un buen vecindario, claro, si ignorábamos todas las peleas que sucedían en la esquina y el sonido de las sirenas sonando a las dos de la mañana; tal vez decir buen era una palabra intermedia, tal vez estaba mejor decente, aquel era un vecindario decente y que Jimin podía pagar.

Tenía mucho dinero en su cuenta bancaria, y sus padres cada fin de semana depositaban una cantidad esplendorosa, pero Jimin no solía tocar tal dinero al menos que fuera realmente una necesidad. A él le gustaba costear sus gastos con el dinero que ganaba vendiendo pinturas y en los shows de baile que solía presentar con su grupo de la universidad. En cuanto se halló viviendo en aquella ciudad, lo primero que hizo fue buscar universidades. Encontró su tan amada academia de artes y sin esperarlo, había encontrado a los hermanos Min.

Claro que, muy pocos sabían que había una relación entre Min ShinJun y Min YoonGi. Puesto que compartir un lazo o era algo que los hermanos amaban, Jimin lo aprendió muy bien cuando Min ShinJun puso sus ojos en él y después de algunas charlas y una relación formal entre superior y alumno. ShinJun tuvo la suficiente confianza como para decirlo.

Todos conocían a Min Yoongi...sin saber que era Min Yoongi realmente. Su nombre no existía para nadie, él no era un Min, ni mucho menos Yoongi.

Cuando Jimin lo conoció. Había sentido como todo su mundo revolucionaba dentro de su cabeza.

Le decían Agust D, el chico malo, el rey de las palabras rápidas y el dueño de todo Daegu.

Botas militares, pantalones rotos y ajustados, una campera verde y una gorra blanca, era la vestimenta favorita de Agust, aunque secretamente, en su mente a Jimin le gustaba decirle Yoongi. 

Min ShinJun era el director general de la Academia de Artes de Daegu, tenía bonitos autos y siempre vestía trajes elegantes, su cabello nunca estaba desordenado y esa sonrisa de dientes perlados jamás abandonaba su rostro. Era atractivo, de ojos gatunos y cuerpo delgado, pero más alto que el promedio, bastante parecido a Yoongi. Jimin a veces no podía evitar compararlos a ambos.

A diferencia de Yoongi, ShinJun vivía en el piso más alto de un enorme edificio, con una vista que dejaba maravillado a cualquiera. Con puertas automáticas y miles de cámaras de seguridad.

En cambio, Jimin se reía internamente cada vez que Agust llegaba a su departamento (porque si, el chico rebelde vivía justo a cinco pasos de su puerta) y maldecía cuando la llave se quedaba atorada en la manija de la puerta.    

A veces, sólo a veces (más veces de las que le gustaría en realidad) Jimin abriría su puerta, recargándose de brazos cruzados sobre el marco de su puerta. En algunas ocasiones sostenía una taza de café, otras simplemente comía un chocolate, pero en la última ocasión, la más reciente, Jimin sólo se había abrazado a si mismo mientras bostezaba, eran las dos de la mañana y el insomnio había hecho lo suyo así que así fue como termino restregando sus ojos mientras miraba como su chico malo, a quien tenía por vecino peleaba con su puerta una vez más.

02

—¿Crees que hoy también tengas espacio para este vagabundo?

Con una sonrisa coqueta, Jimin resopló—eres el vagabundo más guapo que he visto, supongo que si hay espacio para ti. Mi sofá te ama, no te voy a mentir.

—Yo también amo a tu sofá, siempre huele a galletas—susurró el rubio mientras frotaba sus manos, ambos hablaban y podían ver el vapor salir de sus bocas, era una noche bastante fría.

—También tengo algunas y un poco de chocolate caliente.

—Siempre has sido mi vecino favorito ¿ya lo dije? la señora Choix es una amargada de primera. Ella y sus gatos, amargados todos, excepto tú y yo, caramelito, nosotros somos geniales.

Caramelito, Agust gustaba de llamarle por ese apodo desde que Jimin llegó al vecindario disfrutando de unapaleta y sujetando una bolsa con golosinas.

Agust parecía una persona divertida y bromista, bastante, era un pervertido y usaba palabras sucias al expresarse, pero por alguna razón se volvía un poco tranquilo cuando se encontraban juntos.

—Eso es porqué contigo me siento como el viejo yo.

—¿Dónde quedo Min Yoongi?—preguntó Jimin bebiendo de su café. Estaba lloviendo terrible afuera, y un café era perfecto en esos momentos.

—Min Yoongi está muerto, yo lo maté—susurró Agust entre risas. El hombre estaba ebrio hasta las orejas, Jimin podía verlo, por lo que cuando el rubio llegaba en tal estado, a Jimin le gustaba protegerlo y cuidarlo en la seguridad de su apartamento.

Lo agradeció profundamente cuando de pronto escucho violentos golpes y gritos.

"¡Sal de ahí, Agust! ¡Vamos! ¡No seas cobarde!"

Jimin miró el reloj mientras añadía otra cucharada de azúcar a su café. Normalmente los pandilleros que eran enemigos de Agust venían alrededor de las 10, tocaban y gritaban, una vez lograron abrir la puerta y dispararon a todo lo que vieron.

Claro que nadie sospechó que el rubio estaba escondido en el departamento de enfrente.

Ese día, Jimin nunca se había sentido tan inteligente.

—Si mamá, estoy estupendo ¿mi casa? está bien, la semana pasada compré unas cortinas nuevas y un nuevo sofá, ahora tengo dos y creo que necesitare una nueva mesita—musitó Jimin al ver como Yoongi roncaba libremente con sus botas cubiertas de lodo arriba de la mesita—, es un buen lugar mamá, no necesitas venir.

"¡Agust d! ¡Tienes tres malditos minutos para salir o dispararemos y entraremos!"

—Si, como decía ¿los disparos? no, es una película, se llama Agust D—Se rio mientras sujetaba su teléfono para que no cayera—, deberías verla algún día, es como una mala imitación de el padrino, pero seguramente te gustará.

03

Fue justamente cuando cortó la llamada que Jimin escuchó como derribaban la puerta de su vecino. Escuchó gritos y disparos, maldiciones y otras palabras groseras que ni siquiera sabía que existían. Pero el solamente siguió bebiendo de su café. Agust se había removido a su lado, el chico se sentó con los ojos cerrados aún y con el cabello desparramado en todas direcciones.

—Ahg... esos bastardos—habló entre balbuceos, dándose cuenta de que aún estaba bajo los efectos del alcohol. Jimin lo tomó de la manga de su suéter y lo jaló levemente hacia el sofá. El rubio no se opuso, parecía más contento de regresar a su lado que salir y enfrentar a los hombres que gritaban su nombre.

—¿Quieres una taza con chocolate caliente?—preguntó Jimin cuando Yoongi dejó caer su cabeza sobre sus piernas, el mayor había tomado su mano y la había puesto sobre sus cabellos indicándole que necesitaba caricias, o eso había entendido entre maldiciones y balbuceos que para Jimin fue un gesto tierno.

—Algún día caramelito...—murmuró Agust sobre su vientre, tenía los ojos entrecerrados y extendió su mano para tocar su mejilla—, seré yo quien te invite una taza con chocolate caliente, también te comprare un departamento nuevo, de esos bonitos, lejos de este jodido vecindario, donde nadie pueda molestar. Entonces yo me comprare el que este justo enfrente de ti y todas las noches olvidare mi clave, porque si, esta vez serán claves y no jodidas llaves que se atoren en las jodidas chapas, entonces tú abrirás tu puerta para mí y podremos ser felices juntos, ¿qué te parece?

Una risa resonó en todo el lugar, y Jimin negó levemente con la cabeza—dices muchas cosas imposibles cuando estas borracho.

El mayor comenzó a toser y arrugó su nariz, Jimin se agachó para verlo mejor—¿Estas bi-mpphhh...!—Agust D sólo había movido su mano de su mejilla para dar en su cabeza y tomar un puñado de cabellos atrayéndolo a sus labios.

—También hago cosas que creo imposibles cuando estoy ebrio—susurró sobre sus labios, besándolos una vez más. Jimin sonrió y volvió a reír, extendió su mano y agarró su taza de café de la mesita de al lado, esa noche Yoongi durmió sobre su regazo, y aunque en la mañana despertaron ambos totalmente enredados entre sí en aquel sofá, a ninguno pareció importarle.

Jimin sabía pintar, y lo hacía muy bien. Comenzaba con un dibujo fino y terminaba coloreándolo con acuarelas o pinturas acrílicas, dependiendo de lo que fuera hacer.

El sueño de su madre siempre había sido ver sus cuadros en una gran exposición de artes. Ella decía que era un logro haber podido hacer entrar algunas de sus creaciones al Mushen, un museo de artes en Seúl, el más famoso y visitado del país. Había tenido una habitación para sí mismo, y habían ido muchas personas importantes.

Entre ellos George Hwang. Un coreano mitad ingles que parecía ser el Dios de todos los artistas, la inspiración de Jimin en cuanto a contexto artístico se hablaba. Su madre estaba tan encantada cuando George había hablado sobre una posible vacante en la universidad de artes modernas de Londres. Y Jimin también lo había estado, había llegado a casa y había estado tan emocionado hablándole a las sirvientas y hasta a su chofer sobre esa gran oportunidad.

04

Curiosamente su padre también se veía tranquilo y emocionado como su madre. Incluso los había escuchado hablar a escondidas sobre que era una gran oportunidad para su hijo y que él viviría feliz y cómodamente como siempre lo había hecho. Todo hasta que Jimin realmente entendió el detrás de aquel misterio que rodeaba a su padre. Una semana antes de que Jimin pudiera responder el correo de George Hwang, Kim JongHun se había presentado en las puertas de su hogar, con un elegante traje y corbata, vistiendo zapatos caros y esa sonrisa que Jimin sabia no era una verdadera.

Jimin conocía a JongHun, era hijo de uno de los inversionistas de su padre. JongHun trabajaba en la empresa familiar y durante la agradable cena, el hombre había dicho que los planes para expandir la empresa hasta Londres habían quedado sellados.

Sus padres se veían felices y contentos, y Jimin era el único que no entendía, sin embargo, levantó su copa durante el brindis.

No fue hasta el final, cuando llegaron más personas, entre ellos el padre de Kim JongHun.

Era una fiesta de compromiso de la que él no estaba enterado, y eso que el compromiso nupcial lo incluía a él y a JongHun. La idea de que Jimin viviera en Londres sólo había sido un bonus para poder expandir la empresa hasta dicha ciudad. Jimin sabía que su padre no era un hombre malo, sólo veía por su bien.

Pero dos días antes de que el compromiso se volviera formal, Jimin se había ido a la estación de trenes y había comprado un boleto, con las manos sujetando dos maletas y unos pocos billetes en su bolsillo, Jimin llegó a Daegu.

Había recibido miles de llamadas y tal vez si no hubiera contestado a los llamados de su histérica madre por teléfono, estaba seguro de que su rostro hubiera estado en los noticieros el día siguiente a primera hora.

Jimin había nacido en una cuna de oro, pero sin embargo jamás había adaptado la mediocre personalidad de sus primos. La familia de su padre siempre había sido ególatra y egoísta, pero su madre siempre le había enseñado a cuidar sus cosas y cuidar de los demás.

Es por eso por lo que jamás se quejó de que Agust D viviese frente a su departamento.

Era un buen chico, por eso fruncía el ceño discretamente cuando ShinJun hablaba mal de su hermano.

—Siempre fue el hermano menor rebelde, ya sabes, el típico que se revela por todo. Mis padres siempre estuvieron decepcionados de él, yo le tenía afecto hasta cierto punto. Era un puerco de primera, ¿Sabes a cuantas chicas llevaba a casa? mi pobre madre tenía que soportar todo aquello.

Y bebiendo de su copa de vino, Jimin tuvo que engañarse a sí mismo y decir que el aguijón doloroso que se instaló en su pecho no fue precisamente por celos.

El hombre tomó su tenedor y cuchillo. Con delicadeza cortó un pequeño trozo de carne—lo salve de ir a prisión dos veces, lo encontraron durmiendo dentro de un camión que exportaba kilos de drogas, él insistía en que lo habían dormido a la fuerza, nunca volví a creer en sus palabras cuando una bala se incrustó en mi hombro.

—¿Te hirió? —preguntó Jimin sin creerlo.

ShinJun limpió cuidadosamente sus labios con la servilleta—No, fue una confrontación entre vándalos. Yo sólo pasaba por ahí, trataba de hacerle regresar a casa, regresar a su vieja vida, él no era de callejones sucios ni ropa rota, nacimos en un buen seno familiar y el dinero nunca nos faltó. Realmente no sé qué sucedió con él, ¿sabes que se hace llamar Agust D?

—Eso es nuevo—Mintió. No le diría a Min ShinJun que su hermano era su vecino. No lo haría, sentía esa pequeña conexión solamente entre Agust y él, nadie más debía enterarse.

—Yoongi tenía ocho años cuando comenzó a llamarse así mismo Agust D... pero en aquel entonces, él solo quería ser un superhéroe.

Jimin estaba confuso, siempre había sido de los chicos directos. No le gustaba mucho dar vueltas en un mismo tema; si lo sabía lo decía, si lo aprendía lo hacía. Pero últimamente, sólo dejaba el tema de los hermanos Min para después. Realmente no sabía con exactitud qué era lo que había en la cabeza de ShinJun, el chico era apuesto y soltero, Jimin estaba consciente de eso, pero cuando el hombre comenzó a esperarlo después de clases y le llevo a lujosos almuerzos, Jimin no supo que creer ni que decir.

—Me gusta el hecho de que sepas de lo que hablo, que conozcas de cultura y tengas una buena educación. Es todo lo que cualquier persona desearía en una pareja—Mencionó ShinJun una vez que ambos se reunieron en la cafetería de la universidad. Jimin había estado incomodo, no todos los días se veía a un simple alumno comer con el director general de la institución. Pero ahí estaban, y ShinJun lucía una simple camisa de cuadros y pantalones vaqueros, su cabello no tenía algún producto como acostumbraba, se veía natural y suave.

Y cuando sonrió mostrando sus encías.

Jimin se dio cuenta de cuanto extrañaba a Agust D, pues ahora hasta podía verlo en su hermano. Se parecían, demasiado, ahora Jimin no sabía si sólo era el hecho de que comenzaba a sentir algo por su vecino o simplemente eran unos genes familiares demasiado fuertes.

No podía evitar compararlos, trataba, pero no lo lograba ¿Cómo poder ignorar el hecho de que Yoongi prefería el chocolate caliente y ShinJun un vino tinto de 1890? O que ShinJun no podía durar más de una semana repitiendo la misma prenda y Yoongi amaba su campera verde la cual le veía usar desde que se mudo a aquel vecindario. / Nota mental de coser el agujero de la campera de Yoongi al llegar a casa.

—¿Le gustan las películas?—Preguntó Jimin a ShinJun.

—Me gusta disfrutar de ver los documentales de Sebastián Hiffdrock, un historiador de los noventa.

—¿Te gustan las películas?—Preguntó Jimin a Yoongi.

—Me gusta Scooby Doo, ¿Eso cuenta?

Jimin siempre había escuchado de parte de su madre que no escuchara a su padre. Y siempre había escuchado de parte de su padre, que no escuchara a su madre. Pero a Jimin le gustaba escucharlo a ambos y después crear una perspectiva misma de las cosas.

Le gustaba cuando su madre algunas veces se despegaba de sus libros y se sentaba a un lado hablándole sobre lo bonito que era viajar por el mundo y conocer cosas nuevas. Ella era una escritora famosa y aunque Jimin sabía que su madre no había dado la vuelta al mundo, la escuchaba hablar como si hubiese viajado hasta a otra galaxia. Escribir y leer libros tenía ese encanto.

También le gustaba cuando en las noches su padre salía de su despacho, quitándose las gafas y masajeando su cabeza. Se lo encontraba en los pasillos justo cuando iba a dormir, por lo que su padre siempre lo veía en pijama, por lo que el hombre le daba un reconfortante abrazo y besaba su frente deseando unas buenas noches.

—Sabes... decidí que dejaría de apostar—mencionó Agust jugando con su mano, al mayor le gustaban las manos de Jimin. Por eso el pelinegro siempre lo dejaba hacer esa misma acción, Agust tomaría sus pequeñas manos entre las suyas y sonreiría cálidamente ante la diferencia de tamaño—, quiero darte algo mejor caramelito... ¿me permites? —susurró.

Y Jimin esa noche no vio a un vándalo, ni a un chico malo, Agust D no estaba, tampoco el rey de Daegu, sólo era Min Yoongi y un par de ojos sinceros.

—¿Por qué harías eso por mí?

—Por la misma razón por la que tú haces todo esto por mí.

—Entonces sólo eres un buen chico de bonito corazón—Rio Jimin.

Uniéndose a su diversión, Jimin observó al rubio sonreír—Si, espero que eso se mantenga entre nosotros, tengo una imagen que mantener, ya sabes. Agust D, el chico de Daegu.

—Eres un vagabundo.

—Casualmente alguien me dijo una vez que era el vagabundo más guapo que había visto.

Pasar tiempo con Agust se hizo parte de la vida diaria de Jimin. No supo en qué momento fue, sólo que Yoongi se encontraba parado en su puerta con una mochila vieja al hombro.

—Si, bueno, como digo esto... por fin me echaron de aquí después de diez meses sin pagar la renta. O realmente no sé si fue el cuerpo que encontraron en mi cuarto...—el mayor se encogió de hombros y miró a Jimin—, espero que me creas cuando digo que no tengo nada que ver, llevar un cuerpo muerto a la puerta de alguien es como una advertencia, pero ya ni sé de qué pandilla es la advertencia...—después se recargó en el marco y sonrió—, caramelito, tu rey tiene tantos enemigos, pero tú serás mi fiel caballero ¿verdad?

Rodando los ojos, Jimin se hizo a un lado con una expresión divertida en su rostro—no deberías ni preguntar, hasta creo que ofende un poco, tú sólo pasa.

—Caramelito, tu casa siempre huele a galletas, ¿es que no te da miedo que un día te pongas rechoncho?

—No, en realidad tengo un buen metabolismo, pero creo que estoy ganando algo de peso—murmuró mirando sus muslos.

Agust se relamió los labios—está bien, es mejor cuando tienes de dónde agarrar.

—Sí, es mej-...¡Oye!

Jimin no estaba seguro de lo que había sucedido después. De un momento a otro, tener a Yoongi alrededor fue tan normal como respirar. No sabía que era lo que Agust hacia cuando él iba a la academia, tampoco es como si tuviera mucha curiosidad.

No dijo nada la vez en que Yoongi regresó con una ceja rota y un labio partido, limpió con cuidado la sangre de sus nudillos y besó sus mejillas, porqué antes sus ojos, Agust D no era alguien malo.

—¿Qué hare el día en que te des cuenta de que soy una total mierda, Caramelito? —susurró el rubio acariciando su mejilla. Jimin había terminado de vendar sus lastimadas manos y sólo miró en silencio al mayor.

—No lo eres.

—Claro que sí, un día te darás cuenta y cuando lo hagas, no querrás verme jamás.

—Estoy seguro de que eso jamás pasara.

Agust esta vez tomó su rostro entre ambas manos y se acercó hasta que ambas narices se tocaron—estoy tan enamorado de ti caramelito, pero tan enamorado que prefiero que sigas ciego.

Jimin sonrió levemente—si fuera un ciego, no podría ver la maravillosa persona que realmente eres.

El rubio ladeó un poco su cabeza, sus labios tan cerca que podían sentir el aliento de ambos—soy peligroso, necesitas saberlo.

—Eso solo lo hace más tentador—murmuró para unir sus labios.

Jimin pasó semanas huyendo de Min ShinJun, no era que el mayor de los Min no le agradara, le gustaba, era un buen amigo. Pero al parecer Min ShinJun tenía una idea equivocada de su amistad, porqué tomarlo de la mano sin discreción alguna enfrente de muchas personas era una prueba de que Min ShinJun estaba imaginando más allá de los límites.

—¿Es...? ¡Es él!—exclamó ShinJun cuando este se bajó del auto con rapidez. Jimin sabía que había sido mala idea aceptar que ShinJun le llevara a casa, porqué justo cuando el auto se estacionó, Agust salió caminando por la baldosa, directo a ellos. Sin embargo, ShinJun fue más rápido y corrió a su encuentro.

Jimin jamás había visto a Yoongi tan enojado ni molesto antes, el hombre parecía querer matar a su hermano.

ShinJun gritaba y alardeaba como un loco, por un momento Jimin pensó que Yoongi lo golpearía o le contestaría de igual manera, pero sólo lo esquivo golpeando su hombro con fuerza.

—¿Conoces a Agust D?—preguntó ShinJun a Jimin.

Agust se quedó de pie, en medio de ambos. Miraba a Jimin, y Jimin también a él.

—No...—contestó, sintiendo el nudo de angustia en su garganta el cual le impedía decir más.

Agust se rio con burla y negando con la cabeza, caminó lejos, dejando a ambos solos.

Sin embargo, Jimin siguió hablando—no conozco a Agust D... pero conozco muy bien a Yoongi—Susurró, aunque para entonces, el rubio ya iba demasiado lejos.

No ver a Yoongi había vuelto depresivo a Jimin. El no escucharlo balbucear cosas sin sentido mientras leía una de esas tontas revistas con los pies sobre la mesilla. O cuando veía televisión y se quejaba de los malos programas (que por más malos que fueran, los seguía viendo).

Jimin comenzó a hacerse la idea de que había pasado algo todo ese tiempo que Yoongi vivió con él.

Comenzó a pensar en cuanta dependencia había creado cuando no pudo dormir noches y pasaba horas mirando el techo de la habitación pensando que, en cualquier momento, tal vez Agust podría aparecer.

No supo con exactitud si era amor.

Pero era algo que se asemejaba al cariño. Le tenía eterno cariño a Min ShinJun, pero el aprecio que sentía por Yoongi era totalmente distinto. Pasaba más allá de cualquier barrera que Jimin creo y al final él mismo término derrumbando.

Pensó que las cosas se tornaronreales y serias cuando de un momento se vio caminando de noche por las calles,con la oportunidad de poder encontrar a Yoongi.

Pregunto por él y buscó entre los más sucios callejones.

Mas no lo encontró.

Incluso hizo mención de él a ShinJun pero él tampoco sabía dónde se había metido y sin embargo, no se le veía del todo preocupado. Jimin se sentía molesto, molesto con ShinJun, molesto con Yoongi pero más con él mismo. Por no darse cuenta de lo que sentía a tiempo, cuando Yoongi estaba ahí con él, cuando el chico reía a su lado, cuando le hacía promesas que ahora parecían solo ilusiones rotas.

A él ni siquiera le importaba Agust D, tampoco la cantidad de sangre con la que Agust había manchado sus manos, ni la cantidad de drogas que vendía o que en algún momento llegó a consumir.

A Jimin sólo le importaba Yoongi, sólo él y nadie más.

Pero el tiempo pasó, y Yoongi jamás regresó.

Las llamadas constantes de su madre se hicieron presentes, de pronto todo había pasado tan rápido en su vida, fue como una tormenta que llegó con una leve llovizna y terminó por inundar su vida de sólo problemas y estrés.

Ya no había comentarios sarcásticos que lo hacían reír. Sólo podía escuchar los inteligentes diálogos de ShinJun, los cuales se hicieron más y más frecuentes. De un momento a otro, ShinJun se convirtió en un rostro de todos los días, uno que lo acompañaba en sus comidas, y en sus cenas.

Y sin verlo venir, en sus desayunos, en sus mañanas, al despertar y al dormir. De pronto su viejo departamento en aquel mal barrio apoderado de criminales había pasado a ser el último piso de un exuberante edificio.

Jimin resopló mientras miraba la copa de champagne en la mesa, sus padres se veían contentos y hablaban animadamente con ShinJun, mientras este reía con elegancia y no hacía más que halagar a él y a sus padres.

—Y cuando Jimin me dio una oportunidad, me prometí hacerlo el hombre más feliz del mundo.

Jimin ni siquiera brindó, tampoco comió mucho. No participo en la alegre charla ni mucho menos prestó atención cuando su madre menciono las palabras de "compromiso" y "boda".

Su mente estaba hecha un desastre, sentía como si hubiera retrocedido tres años en su vida. Cuando vivía con sus padres y estos se encargaban de tomar cada decisión por él.

Esa noche Jimin comprendió muchas cosas.

Que un ave enjaulada puede ser libre, pero en algún momento volverá a su jaula.

Y que, así como Agust D había matado a Min Yoongi, también había acabado con el alma de Park Jimin al decidir irse y no volver.

Jimin sabía que estaba bien, estaba nervioso, más que nunca, sus manos temblaban y estaba esa aura llena de pánico rodeándolo. Pero sabía que estaba siendo lo correcto, eso quería creer, ¿Que más daba?

Yoongi no estaba, Agust se había ido, y sólo quedaba el martirio de su corazón, lento y doloroso, necesitado y constante.

Su madre le miró con una sonrisa, y ojos brillosos, se veía feliz, ¿cómo podía Jimin tener el descaro de borrar esa sonrisa? no podía hacerlo, así que resopló y se levantó, poniéndose de pie, mirando su reflejo en el enorme espejo.

—Te ves estupendo, Jimin, mi niño hermoso, ¿por qué luces tan triste? ¿son los nervios?

—Tal vez.

Jimin había aprendido mucho en todo el tiempo que paso al lado de Yoongi. Las cosas que alguna vez no tuvieron importancia ahora no dejaban de hostigarle. Sentía las lágrimas acumularse en sus ojos cuando bajo un cielo estrellado, una enorme limosina se posó frente a él.

¿Debería subir?

"Algún día, caramelito..."

Sólo escuchó el sonido de la puerta cerrarse, las lágrimas resbalando por sus mejillas. No quería, no lo deseaba. Porque por más que se mintiera a si mismo diciendo que era lo correcto, que era lo que sus padres querían y que estaba bien, no lo sentía así, no lo sentía como tal.

¿De qué había servido escapar de un compromiso y llegar a Daegu sólo para meterse en otro? y con la persona más dolorosa.

Min Yoongi era la misma imagen que su hermano ShinJun, por lo tanto, el constante recuerdo del hombre que jamás pudo tener estaría hostigando a Jimin los próximos años de su vida, ¿de verdad se iba a someter a tal tortura?

"Seré yo quien te invite una taza con chocolate caliente, también te comprare un departamento nuevo, de esos bonitos, lejos de este jodido vecindario, donde nadie pueda molestar."

Sólo quería ver a Yoongi, una última vez, aunque fuera un segundo, aunque este volviera a irse, quería volver a verlo, necesitaba tocarlo y besar sus labios nuevamente. Quería fundirse entre el aroma a tabaco y chocolate del mayor, quería despeinar esos alborotados cabellos rubios, necesitaba decirle que por fin había arreglado su campera, pero que si gustaba podía comprarle otra, todas las que quisiera, todas las que necesitaba y sólo tal vez, viéndolo, teniéndolo una vez más frente a él, susurrarle, pedirle, rogarle... que no lo dejara, que lo necesitaba, que lo amaba.

"Entonces yo me comprare el que este justo enfrente de ti y todas las noches olvidare mi clave, porque si, esta vez serán claves y no jodidas llaves que se atoren en las jodidas chapas, entonces tú abrirás tu puerta para mí y podremos ser felices juntos, ¿qué te parece?"

Cuando Jimin tenía ocho años, su papá le había comprado una cometa de color azul con un enorme moño blanco en el centro y otro en el hilo de la coleta. A Jimin le gustaba demasiado aquella cometa, a veces corría por los extensos pasillos de su casa y brincaba desde tres escalones antes de llegar al suelo solo para impulsar al azulado papalote.

Una vez, durante la tarde de un invierno, Jimin intentó volar su cometa y aunque sus padres le dijeron que era imposible debido al clima, él confiaba en su azulado amigo.

Lo había visto volar durante el verano, alcanzaba distancias largas y muy altas, era casi envidiosa la manera en que parecía retar a las corrientes de viento, así que confiaba que en invierno volaría aún más.

Pero lamentablemente aquella bonita cometa quedó destrozada debajo de un gran bulto de nieve. Y no importa cuánto lloro, ni cuantas cometas coloridas su padre le compró. No hubo ninguna como aquella, y sabia, a muy temprana edad, que jamás lo habría.

Así que Jimin estaba consciente que no importa cuántas lagrimas derramará por Yoongi, el chico no volvería, y no importa si ShinJun le promete la vida eterna, el sol, la luna y las estrellas, no habrá nadie como Yoongi, jamás lo habrá.

Así como también estaba totalmente seguro de que no existirá otra persona que pudiera llegar a amarlo como él. Jimin amaba a Yoongi. El chico sabía que no existiría persona que amara al mayor como él, de una manera tan sencilla pero tan perfecta, tan pura pero tan apasionada, tan humilde pero tan fiel.

Yoongi fue como su cometa azul, vino cuando más lo necesito, le demostró los placeres de volar alto y de la mera libertad.

Y es que nadie iba a amar a su hyung de la manera en que él lo hacía.

Porqué todos sólo verían a Agust.

Nadie conocía a Min Yoongi tanto como él lo hacía.

A Agust le gustaban las cosas simples, pero sabía que muy dentro de él, Yoongi era un poco detallista. Lo sabía, no por nada el mayor se había pasado horas en su cocina tratando de hacer un poco de chocolate a la perfección.

"Escucha caramelito, tienen que ser los granos de cacao correctos, la cantidad de azúcar perfecta, las piscas de canela más aromáticas que encuentres y los bombones más esponjosos de la bolsa."

¿Qué tanto valía su felicidad? ¿Una sonrisa? ¿La sonrisa de su madre? su felicidad no tenía un precio, no tenía una estimación ni cantidad y nunca lo haría, era sólo así, libre y espontanea, no tenía por qué tener un límite o condición.

Pero al parecer el destino le hizo una cruel broma, porque su felicidad si era condicional. Tenía nombre y figura, era rubio y le gustaban las galletas.

Agust fue lo que una vez nunca quiso, pero lo aprendió a amar, lo supo embriagar en una reconfortante aura de amor, y cuando conoció a Yoongi. Se dio cuenta que, en realidad, Agust siempre fue lo que deseo.

El cielo estaba nublado y hacia frio, justo como aquel día en que bajó de su auto y se llevó un par de caramelos a la boca.

"Oye.... tú...ohhh pero que niño tan bonito y dulce, ¿Qué comes? ¿Caramelos? ahh caramelos. Entonces, caramelito, ¿eres nuevo?"

Las puertas frente a él, para muchos, eran las puertas del perdón y del paraíso. Donde Dios esperaría pacientemente del otro lado. Pero para Jimin sólo era la entrada a su propio martirio, el comienzo a su agónica vida junto a un hombre que por más trataba de entender y comprender, su corazón no encajaba con la pieza de su rompecabezas.

Dejó salir un suspiro, las puertas se abrieron y la música comenzó a sonar. La sonrisa de su madre era enorme pero nivelada, su padre lucio una expresión serena, ¿había valido tanto? amaba sus padres, ¿pero valía tanto sacrificio en realidad? podía darse la vuelta, soltar el brazo de su padre y correr.

Lo hizo una vez, ¿por qué no de nuevo?

Había escapado de una pequeña jaula para entrar a una más grande, Jimin se sentía como un ave que no podía volar, un pajarito con las alas listas para marchar, pero sin poder despegar.

Entonces vio algo. Una sonrisa, una sonrisa familiar. Era una mujer, mayor y con expresión cansada, la única que se encontraba sentada, sostenía un bastón, tenía un elegante sombrero blanco que hacía juego con su atuendo. Una sonrisa que mostraba unas peculiares encías.

"¿Sabes que me gusta cuando sonríes? luces tan adorable, hyung, mostrando tus encías de esa manera, quisiera verla todos los días."

"Si te quedas a mi lado, prometo que podrás verla siempre, caramelito."

Pero aquella mujer no le sonreía a él, parecía sonreírle a otra persona. Jimin frunció el ceño y miró alrededor, las luces se habían apagado, y aunque no hubo gran diferencia porqué era de día y había grandes ventanales, llamó la atención de las personas.

Las puertas de la iglesia se abrieron con un enorme estruendo, y personas con chaquetas de cuero y motonetas entraron al lugar, espantando a la gente, algunos gritaban de la sorpresa y las mujeres corrían escondiendo sus bolsos. Hizo una mueca, si, esa debía ser la familia de su padre.

—¿Qué está sucediendo? ¿Qué paso con las personas de seguridad afuera? —Jimin escuchó la voz de su papá, pero su mente no estaba prestando atención al desastre que de pronto comenzó. Un hombre corpulento, sin cabello y con barba llego hasta donde el padre, con una sonrisa de suficiencia, mientras sujetaba una botella de tequila.

—¡Disculpe padrecito de mi corazón! pero hoy—habló el hombre quitándole el micrófono—, no habrá boda.

Bastante distraído para poner atención a las palabras del extraño, Jimin olfateó el aire, conocía ese leve aroma. Humo, cigarrillos y galletas.

Su corazón comenzó a latir con mucha rapidez mirando hacia los lados, la gente corría y gritaba y los motociclistas daban un espectáculo entre ellos, riendo y quebrando los adornos del lugar.

—¡Ven conmigo! —exclamó ShinJun tomándolo del brazo y jalándolo para adentrarse aún más a la iglesia, corrieron por un pasillo y Jimin intentó zafarse cuando escuchó a su madre llamarlo a lo lejos.

—¡Espera!

—¡No hay tiempo! ¡Ese tonto ya viene! —el hombre dijo unas palabras más en voz baja que no logró escuchar.

—¿Quién viene? ¡espera! ¡ShinJun! —Jimin forcejeó un poco más, logrando soltarse.

ShinJun se quedó quieto, mirándole confuso—¿Qué sucede? tenemos que llegar al auto.

Jimin ladeó su cabeza—¿por qué? ¿por qué insiste en huir de aquí?

—¿Es que acaso no lo viste, Jimin? él mandó a sus estúpidos amigos aquí arruinar lo nuestro, me odia Jimin, de seguro lo hizo para vengarse de mí, ¿qué otra razón habría para que mi hermano quisiera interrumpir mi boda?

Otra voz habló—hay una razón más por la que lo hizo, de hecho, la única y verdadera razón.

Jimin se quedó quito cuando escucho su voz. Casi sintió las lágrimas acumularse en sus ojos, se dio media vuelta lentamente mientras retrocedía sin poder creerlo.

El cabello de Agust lucia tan rubio y largo como la última vez que le vio. Sus ojos se veían perdidos y cansados, dio una sonrisa torcida y dejó salir una calada de humo del cigarrillo que tenía en sus dedos.

—¿Qué carajos haces aquí, Yoongi? ¿qué es lo que quieres? ¿venganza? ¡lo has tenido! ¡has arruinado nuestra boda!

Agust rio burlesco.

—¿Su boda dices? ¿de verdad ibas a casarte con él? —preguntó el rubio, pero esta vez mirando a Jimin.

Sin saber que responder, Jimin sólo esquivo su mirada. Por fin lo tenía enfrente, había tantas cosas que quería decirle que todas las palabras se amontaban en su lengua y terminaba quedándose mudo.

—Vine por mi caramelito.

Jimin levantó su mirada, sorprendido y confuso—¿Qué?

Yoongi se acercó, haciendo retroceder a ShinJun quien gruño con molestia. Jimin se quedó quieto en su sitio, sin tener algo que decir en realidad.

—Te llevaste a mi caramelito, hermano mayor—murmuró Yoongi caminando, acercándose cada vez más a ellos—, te llevaste a la única persona de este jodido planeta a la que le entregaría mi vida sin dudar. Te la llevaste sin mi permiso y lo ibas a condenar a una vida infeliz, y tú vienes... y tú todavía te atreves, a decirme, ¿Que sí que carajos hago aquí? —Otra risa por parte de Agust lo aturdió—, ven—extendió su mano en dirección a Jimin.

—Jimin...

Pero la voz de ShinJun no era nada en ese momento. Jimin sólo veía a su pequeña cometa azul volar en lo alto de los cielos, sólo veía la llave de sus cadenas, sólo veía libertad, sólo veía el amor y la plenitud en los ojos de Min Yoongi.

Cuando tomó su mano, Yoongi lo jaló hacia él, abrazándolo con fuerza con un brazo. Sin poder evitarlo, Jimin se echó a llorar, tenía todas las emociones acumuladas en su pecho y garganta, sólo quería gritar y gritar, pedirle, cuestionarle, preguntarle, proclamarle ¿Dónde estuviste? ¿Por qué te fuiste?

—No te vayas, no te vayas nunca más, no me dejes, por favor no me dejes.

—Shhh, vamos a casa caramelito, vamos a casa.

—¡Jimin!

Agust besó la frente del menor antes de dejarlo para caminar hacia su hermano quien seguía de pie donde mismo, estupefacto, desolado y decepcionado.

—¿Es lo que harás siempre, Yoongi? ¿Robar la felicidad de otras personas? Jimin es...—susurró ShinJun con la voz triste y cansada.

Agust negó con la cabeza, en su mano derecha aún quedaba un poco del gastado cigarrillo, le dio una última calada antes de exhalar—Jimin es un príncipe, esto es Daegu, este es mi reino, y yo soy el rey.

Y cuando las cenizas cayeron al suelo, cuando la suela de los zapatos de Agust apagó el cigarrillo, se acabó el martirio de Jimin. Quien al tener a Yoongi una vez frente a él no dudo en lanzarse a sus brazos.

Cuando Jimin pisó por primera vez Daegu, supo que no era una ciudad cualquiera. Era un reino de poder, en donde habitaba un rey.

Le decían Agust D el chico malo, el rey de las palabras rápidas, el dueño de todo Daegu, y el único dueño del corazón de Jimin.

Pateó una lata de refresco mientras maldecía en voz baja, todavía escuchando la voz de Jimin en su cabeza, y su hermano, verlos bajándose juntos del auto simplemente le había… revuelto el estómago, sabía que Jimin tenia contacto con su hermano, pero le molestaba y se odiaba por el sentimiento posesivo que comenzó a emerger de su cuerpo.

Negó con la cabeza varias veces, él era mejor que eso, lo era.

—¿Qué haces aquí? ¿no deberías estar escondiéndote de los hombres de Jongin? —el hombre barbudo detrás de la barra le sonrió juguetonamente mientras le pasaba un tarro que Yoongi no tardó en tomar.

La cerveza se deslizó por la comisura de sus labios y resbalo por su barbilla, sin importarle nada se terminó el gran tarro de un sólo trago, dejándolo en la barra con un estruendo, limpió el desastre de su boca con la manga de su campera y gruñó—, me da igual quien venga por mí ahora.

—Eso no decías hace meses.

—Hace meses era distinto.

El hombre, con la etiqueta de “Yung” en la camisa de cuadros, resopló y dejó de limpiar la barra para prestarle atención—escucha chico, no habías venido desde hace tiempo, tus visitas se hicieron demasiado cortas, lucias mas feliz y sonriente y ahora pareces querer entrar un coma etílico—murmuró el mayor al ver al chico tomando esta vez dos tarros.

Yung siguió dándole una charla motivacional que sólo logro hacerlo cabrear más, Yoongi no estaba para charlas motivacionales o para que le recordaran lo estúpido que había sido.

Su Jimin… su querido Park Jimin, su dulce caramelito, a quien había amado y aún amaba fuertemente, empuño sus manos y se terminó otro tarro con rapidez, pensando agriamente en como ShinJun siempre había logrado quitarle todo lo que lograba conseguir. De chicos siempre fue así, el mayor era el único que se llevaba las felicitaciones, el que no tenía que esconderse detrás de las faldas de su madre, el hermano e hijo perfecto a la luz de los medios. Maldijo nuevamente y quiso tener a su hermano en frente sólo para golpearlo, pero tenia que contenerse, no podía ser impulsivo (aunque ya lo había hecho al irse).

Jimin lo había negado, Jimin había dicho no, su dulce caramelito, su algodón de azúcar, su pastelillo de arroz había dicho no.

Pero había algo que no cuadraba, algo que no tenia sentido del todo, no podía simplemente ser así.

—¡Carajo, debí quedarme a escuchar que más decía! —farfullo interrumpiendo lo que fuera que Yung estuviera diciéndole.

El hombre suspiró nuevamente y asintió—estaba diciendo que, si estas así por alguien entonces estoy decepcionado de ti.

Aquellas palabras llamarón su atención, miró a Yung alzando una ceja—¿de que estas hablando?

—Creí que eras del tipo que realmente iba por ello, pero en cambio, sólo estas gastando dinero que posiblemente no tienes—Yung dejó otro tarro frente a él—, toma, es el último que daré y va por la casa.

Conocer a Jimin para Yoongi había sido una de las mejores cosas de su vida, si no es que la mejor. La primera vez que Yoongi decidió que necesitaba cambiar fue cuando era un adolescente, él y a quienes llamó amigos tenían planeado asaltar un supuesto camión de carga misterios el cual la policía tenía previsto revisar, ellos querían saber primero, querían demostrar que no eran una simple pandilla de novatos (y realmente lo eran), sin embargo las cosas terminaron mal, la policía se acercaba y vieron más fácil dejar al miembro más joven (en este caso hablamos de Yoongi) como el que debería llevarse toda la responsabilidad, así que de un golpe lo dejaron inconsciente dentro del camión de carga sobre cientos de paquetes de droga que iban a exportarse.

La mirada decepcionada de su abuela fue lo que provocó el pensamiento de Yoongi, que necesitaba cambiar por ella. Era la única persona que lo había querido incluso si Yoongi llegaba a su casa con las ropas manchadas de sangre y un labio roto, la vieja nana Min aún seguiría apretándole las mejillas mientras lo arrullaba cual bebé y le diría que estaba demasiado escuálido y pálido, que necesitaba comer más.

Mientras sus padres lo miraban como un insignificante insecto, su abuela le decía que era la persona más genial que había tenido el placer de conocer en su vida, un alto guapetón que un día haría cosas asombrosas en la vida.

Así que lo intentó, dejar los juegos baratos, las corridas clandestinas, el tráfico en el que estaba metido y las pandillas a las que servía. Por qué su abuela lo valía, y por un momento estuvo bien, hasta que… sucedió algo que no se suponía que tenía que salir así.

No se suponía que la misma organización política que su pandilla de aquel entonces tenía que asaltar fuera la misma para la que su familia era benefactora, tampoco que las cosas se salieran tanto de control y que ShinJun…tuviera que salir herido. Su padre le puso un ultimátum que Yoongi no pudo emplear, que no podía simplemente hacer, si sacrificar a su familia le costaba la libertad de la que su abuela tanto le habló, entonces que así fuera.

Sin embargo, el tiempo pasó y su abuela no fue eterna como él quería que fuera, se sintió decepcionado…, se sintió la peor persona del mundo y volvió a caer nuevamente en un agujero negro.

—Apuntalo a la cuenta, Yung—su marcado acento borracho se hizo presente—, ¡tengo que irme ahora mismo! —exclamó levantándose de su asiento, se tambaleó un poco pero no lo suficiente para no poder usar su auto.

—Pero tú no tienes una cuenta, Agust…¡Agust!

Condujo por las calles que le pertenecían, con la libertad que tenía y por la que tanto había luchado, era perseguido, pero nadie se animaba atraparlo, era amenazado, pero nadie podía enfrentarlo.

Ese era el poder del Rey de Daegu, de Agust D y Yoongi había luchado tanto por ello.

Su abuela tal vez fue una incitación a querer ser mejor, pero Park Jimin fue el producto, aquello que realmente lo motivó y no quería decepcionar. Sabía que era demasiado tarde pero aún así condujo a su destino, pensando solamente en los ojos de Jimin y en lo hermoso que era cuando sonreía, cuando reía… sólo quería verlo nuevamente, y dormir con él, dejarse mimar por él…

Aparcó el auto en la calle, la enorme mansión se alzaba entre todas las otras costosas casas, bufó por lo bajo y una vez bajó del auto, puso la clave en el recibidor para que las rejas pudieran abrirse, al parecer… no había cambiado nada.

El jardín siempre había sido enorme pero ahora a Yoongi se le hacía demasiado corto, pequeño o tal vez no quería llegar a la puerta todavía. Una figura alta y vestida con un pijama de cuadros estaba en la entrada, lo reconoció al instante, a su padre, con expresión cansada y mirándole intrigante. Tal vez la notificación de seguridad le había dicho que alguien había entrado, y por eso estaba ahí, obviamente no esperaba visitas.

—Yoongi…

Se quedó quieto en su lugar, al comienzo de los escalones para subir, su padre lo miraba desde arriba, más confundido que enojado.

—¿Qué estás haciendo aquí tan tarde y solo?

Aquella pregunta hizo que Yoongi dejara soltar el aire retenido, no preguntaba por qué estaba ahí, simplemente que hacía ahí a esa hora, y solitario, había preocupación genuina en la voz del señor Min y Yoongi sintió una extraña sensación apretando su pecho.

—Papá…—Su voz ronca, tal vez por el alcohol, por el cansancio, por múltiples razones, hizo que la expresión del hombre mayor se volviera suave.

El señor Min suspiró y movió sus manos—vamos, entra…, ha pasado un tiempo.

El vecindario no se veía justamente igual como en la foto, de hecho, parecía uno completamente distinto. Pero la dirección era la misma, pagó al conductor del taxi y se bajó con su maleta a su costado, mirando confundido alrededor, no había un guardia en la entrada o algo por el estilo, las baldosas estaban sucias y podía escuchar a alguien gritar desde algún lugar de aquellos departamentos.

Un hombre con ropa sucia le miraba sentado en el sucio piso, sonriéndole con una característica sonrisa de dientes amarillos y faltantes.

Jimin se encogió de hombros más sonrió regresando el pequeño saludo, quitó su mirada cuando escucho un fuerte ruido, un par de hombres encapuchados salieron corriendo fuera de la vecindad, uno de ellos golpeando su hombro en el proceso.

Se quejó por lo bajo más no dijo nada, busco en sus bolsillos la bolsa de caramelos que había guardado durante el viaje, llevo un par de pequeñas gomitas a su boca y su atención fue captada al instante por una risa singular.

Un hombre de su estatura le miraba divertido, llevaba una campera verde y fumaba un cigarrillo, tenía un gran moretón en una de sus mejillas y no pudo evitar sentir un poco de preocupación por el desconocido.

—Hola—susurró sin saber exactamente qué decir.

El rubio desconocido exhalo el humo de su cigarro sin quitarle la mirada de encima—Hola, niño.

Encogiéndose de hombros una vez más, Jimin tomó su maleta y comenzó a caminar, pasando al hombre extraño que lo había seguido con la mirada.

—Oye…tú…—Jimin se giró a mirarlo y sus mejillas se pusieron rojas cuando la capucha del hombre cayó hacia atrás y observo a un guapo chico, este pareció darse cuenta porqué sonrió y añadió: —, ohhh pero que niño tan bonito y dulce, ¿Qué comes? ¿Caramelos? Ahh, caramelos, entonces, caramelito, ¿eres nuevo?

—Así es señor—respondió sin saber exactamente como presentarse—, mi nombre es Park Jimin—saludo con una tímida sonrisa, debía ser amable con las personas que vivían ahí, tal vez ese chico podría ser su vecino.

—Dime dulce caramelito, ¿Cuántos años tienes? —preguntó el hombre guapo de cabello rubio.

El apodo se escuchaba dulce en los oídos de Jimin—veintitrés…

Acercándose, el rubio sonrió ladinamente, robando indiscretamente uno de los caramelos de la bolsa de Jimin para llevarlo a su boca luego de haber tirado su cigarrillo—, entonces, soy tu hyung, pero… me gusta más Agust.

—¿Agust?

—Así es, bienvenido a mi reino, caramelito.

—Necesitas… ¿Qué haga qué? —pregunto su padre nuevamente, era de día, anoche no habían tenido tiempo de hablar como se debía, ambos fueron a dormir.

Yoongi mentiría si dijera que no extrañó su vieja cama, sin embargo, no durmió lo suficiente por pensar de qué forma podía explicarle a su padre la situación.

Miró su desayuno sin emoción, su madre había estado silenciosa desde que llegó, lo saludó efusivamente, pero se mantuvo pensativa durante todo el desayuno.

—Limpiar mi historial…—repitió una vez más.

Su padre bebió de su café y resoplo—me costará mucho, mover algunos hilos aquí y allá si te urge demasiado, y costará dinero… pero…

—Pero no voy defraudarte, no esta vez—exclamó Yoongi—quiero…quiero presentarles a alguien, cuando pueda traerlo… yo realmente quiero presentárselos.

Su madre se aclaró la garganta—esto parece una semana llena de dicha, tu hermano nos presentará a quien planea pedirle matrimonio justamente la semana entrante, esperamos buenas noticias de ti también—le miró unos segundos para después volver a su esposo—pero no le dejes las cosas fáciles.

Yoongi rodó los ojos—si salen con el tema de que nuevamente tengo que trabajar en la empresa yo-

—Es lo más esencial, nos lo debes—exclamó su madre con enojo.

—No.

Tanto como Yoongi y la señora Min miraron a la cabeza de la familia, el señor Min terminó con su café y dejó que una de las sirvientas le sirviera más—no nos debes nada…, si eso significará que te quedarás aquí.

—No puedo quedarme aquí… tengo un departamento que… se está cayendo a pedazos, pero sigue siendo mío y…

Negando con la cabeza, su padre le interrumpió—no me refiero a si, seria gratificante para mí si deseas volver a casa, pero no…, yo quiero decir… que solamente ya no te vayas diciendo adiós como si fuera siempre, simplemente hasta pronto…

La señora Min apretó su tenedor y sus delgados labios en una fina línea, las lagrima se acumularon y la tensión en la mesa finalmente explotó con la mujer lanzando un trozo de fruta a su hijo. Yoongi soltó una risa por lo bajo cuando un trozo de melón fresco dio contra su mejilla.

—¿Eso quiere decir que me extrañaste? —preguntó mirando a su madre.

—¡Descarado sinvergüenza! ¡no tienes ni la menor idea! —exclamó rompiendo en llanto.

Yoongi sonrió, aliviado y seguro, esta vez mirando a su padre—por favor… finalmente confía en mí.

Yung alzó una ceja cuando lo vio entrar, había pasado mucho tiempo desde aquella vez en que dejó el bar de la nada, tal vez semanas, meses, no lo sabía.

—Te ves diferente… no como antes, pero mejor desde la última vez—el hombre sonrió.

Yoongi resopló—vine a pagar lo que debía—contestó dejando un par de billetes en la barra.

—Te he dicho que iba por la casa—Yung deslizó nuevamente el dinero hacia su dueño—, mejor cuéntame, ¿Qué ha pasado contigo?

—Demasiadas cosas que decir—Yoongi tomó asiento en el banquillo—he regresado con mis padres, temporalmente.

—¿No tenías años sin ver a tus viejos? —el mayor se mostró pensativo—debió de ser algo importante… ¿es algo o alguien?

—Es amor y se llama Park Jimin—bufó.

—¡Amor! Agust está enamorado—se burló el otro—, quien iba decirlo. Nuestro rey ha encontrado a su reina, maravilloso, ¿y por qué no estas con él?

—Porqué somos un par de idiotas.

—Jóvenes, lo mismo de todos los días—Yung deslizó una tarjeta con un número—, cuando te des cuenta de lo que realmente estás perdiendo, llámanos, sabes que, aunque no seas oficialmente parte de la pandilla, tienes nuestra ayuda.

Yoongi miró alrededor, había bastante moteros en el bar y de ante mano sabía que Yung era uno ya retirado— como sea, ¿Cómo es que sabes que estoy perdiendo demasiado?

—Porque acabas de admitirlo, en el tiempo que llevo de conocerte, siempre te ha importado una mierda todo, casi pensé que eras un jodido condenado sin corazón—sonrió divertido, alzó sus brazos un poco para hacer énfasis y añadir—, pero eres un ser humano como cada bastardo aquí. Y, además, no creo que cualquier pueda hacer que Agust D se ponga como lo hiciste hace meses, estabas realmente mal.

Pensó en Jimin y su cuerpo, Jimin y en su sonrisa, Jimin y simplemente en su ser—él realmente me pone mal.

—¿Y qué estas esperando?

—Tiempo, hago tiempo… no estoy listo todavía, estoy limpiando cada mancha de mi vida poco a poco, no quiero buscarlo… y… hacerle ver que no he podido cambiar nada de lo que soy.

—Si te enamoraste de él tanto así, supongo que él de ti también. Y si es así, él te querrá incluso si eres un jodido reo, carajo—Yung negó con la cabeza mientras limpiaba la barra—pude haber sido un buen orientador.

Soltando una leve risa, Agust negó—no sabes que cosas dices, quiero cambiar no sólo por él, por mí, porqué es lo que siento que merezco, para mí… para ambos.

Yung se quedó en silencio—Sí algo me ha enseñado la vida, chico—se acercó—, es que, si encuentras a una persona que logra hacer que te ames a ti mismo, no la sueltes, atrápala, y no la sueltes jamás.

Apagó el cigarrillo luego de tirarlo al suelo, las campanas sonaban dejando saber que pronto habría una misa, la gente entraba a la iglesia, pues había una boda y Yoongi sólo podía ver a través de sus gafas negras, su teléfono en mano…esperando, esperando el momento.

—Tranquilo caramelito, tu rey va por ti, y te prometo…, te prometo que no te soltaré jamás.

Hola, es la autora aquí.

Mi nombre es Susy y si has llegado hasta aquí posiblemente es por qué has terminado de leer la historia y los perfiles, hoy voy a hablarte en este pequeño apartado un poco sobre Daegu King y su creación.

Daegu King comenzó como el inicio de una historia en donde Park Jimin veía al mundo con una visión dañada debido a la educación semi estricta de su padre y sus inseguridades internas, al principio no iba a estar Agust D como tal, quería una imagen que le ayudará a Jimin a tener esa solidez que algunas veces sólo ciertas personas pueden darnos, pero el Min Yoongi del comienzo no tenía una base sólida que le hablara a Jimin sobre la otra cara del mundo, así que decidí agregar su alter imagen la cual ya es bien conocida, Agust D.

Finalmente, Agust D y su personaje solido pudieron darle la madurez al personaje de Jimin, aunque ese proceso de desarrollo interno no está visible en la lectura, tal vez si entrecierras los ojos un poco puedas lograr verlo.

La historia fue creada en un mismo día, era un tiro largo que comencé a crear con la idea de tener una visión más acertada del YoonMin y que contra variada contra mis otras historias y sus géneros (Generalmente dulces y suaves). Muchos preguntaron por la aparición de los demás miembros, pero no le vi la necesidad de ponerlos si no iban a tener un papel importante en la historia, el tiro de pensamiento y percepción es de Jimin y como tal, sólo sería nuestro único expositor.