Saussure, Ensayo

Se expone aquí el planteo central del texto extraído del capitulo III, “El objeto de la lingüística”, del Curso de lingü

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Se expone aquí el planteo central del texto extraído del capitulo III, “El objeto de la lingüística”, del Curso de lingüística general, obra que contiene las ideas que Ferdinand de Saussure expuso a lo largo de los cursos que dictó en Ginebra, y que fue póstumamente redactada por dos de sus discípulos en base a una compilación de apuntes tomados por varios alumnos. En cuanto al requerimiento del cuadernillo de enmarcar al pensador en una corriente teórica, no sé si sea correcto decir de Saussure que era un “estructuralista”, al ser él mismo ignorante de la existencia de dicha corriente. En dicho texto, como bien indica el título, se intenta definir el objeto “íntegro y concreto” de la lingüística, en cuya finalidad se alza la intención de definirla como ciencia. Es necesario para que una ciencia sea tal, establecer los límites que la diferencian del resto de los campos de estudio, esto es, estrechar de alguna manera la vertiginosa corriente por las que puede desplazarse el conocimiento, para concentrarse en una materia particular, y sacar el mayor provecho que sea posible de dicha reducción, tal como bien dejó por sentado Descartes en su “Discurso del método”. Situándonos a principios del siglo XX, y siguiendo las palabras con las que comienza Saussure (o las que sus alumnos ponen en su boca), se hace particularmente dificultosa la tarea de establecer el papel de la lingüística como ciencia, y especialmente por un motivo, que a su vez, se ramifica en otros tantos: La amplitud del término “lingüística”. No era posible, en ese entonces (ignoro si ahora también), saber a qué exactamente uno se refería cuando pensaba estudiar lingüística, y quizás la respuesta más acertada, y por qué no, también la más triste, es que ella misma se encontraba desfragmentada, o mejor dicho, diseminada en una considerable cantidad de otras ciencias, tales como la filología, la fisiología, la psicología, etc., que tomaban de ella cuanto les era útil, y cada una aplicando sus propios métodos y términos y objetos, y la pobre lingüística siempre usada, en espera de un salvador que recoja los despojos desparramados por el campo del saber y la ponga en marcha, lista para dar sus pasos como una ciencia propiamente dicha. El salvador, claro está, fue Saussure. Pero este salvador se hubo en problemas, similares a los del primer hombre que se preguntó por el ser (definitivamente exagero) al preguntarse por la lingüística, dado que si bien era posible rastrear sus partes adheridas en tantas otras ciencias, al reunirlas todas quedaba algo así como un gigantesco baobab que abarcaba prácticamente la totalidad del entendimiento humano (como bien dirá después Wittgenstein, “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”). Cada parte, a su vez, se relacionaba con otra que clamaba su derecho de ciudadanía en ese tremendo árbol, formando ramas fértiles que procreaban más ramas, y todas se entrelazaban en una maraña ciertamente muy difícil de desatar, así como el nudo que hubo de descifrar Alejandro de Macedonia. En mi opinión, Saussure se decantó por la solución de éste. Blandió su espada, y a sablazos, cortó gran parte de ese árbol “heteróclito de cosas sin vínculos entre sí” (me gustaría decir acá, que al parecer esas cosas debían de tener algún tipo de vínculo, no veo de qué otro modo hayan ido a parar a la misma hoja del mismo libro, no siendo éste

un poemario de corte surrealista), y a lo que quedó le llamó “lengua”, y le situó como “norma de todas las demás manifestaciones del lenguaje”. ¿Y qué es la lengua? Pues bien, me parece conveniente citar aquí para no incurrir en ripios, dice Saussure (o sus alumnos): “Es a la vez un producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al ámbito individual y al ámbito social”. Claro está que esto no es un cuento, y este no es un final feliz. Esa lengua poseía una extremidad molesta, revoltosa, rebelde, bautizada como habla, pero eso es otra historia.