Saussure

FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO Ferdinand de Saussure: un autor fundacional • (versión provisoria) Carlo

Views 120 Downloads 1 File size 755KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Ferdinand de Saussure: un autor fundacional • (versión provisoria) Carlos Hipogrosso LICCOM – FHCE -IPA

Es necesario ubicar, en primer lugar, al autor que nos ocupa en relación al sistema de pensamiento que lo explica. Para ello, se procederá a dar una breve explicación del concepto de paradigma tal cual se entiende en las ciencias sociales. En este sentido, entendemos paradigma como un modelo de interpretación, una forma de ver la realidad. Dicho modelo se traduce en determinados discursos que van cambiando a partir de un momento dado hasta unificarse en una misma línea interpretativa, que no necesariamente aporta datos nuevos sino que, al menos, y esto es lo fundamental, reordena los datos existentes en base a una nueva concepción. Se entiende, en general, que cuando un paradigma se impone como modelo de interpretación, las nuevas categorías bajo las cuales la realidad se intenta aprehender se instalan en los discursos de las distintas disciplinas y ciencias. Asimismo, el marxismo surge como un paradigma porque a partir de él aparecen determinadas categorías sobre la realidad en lo que se refiere al modelo social y la economía. Un paradigma, asimismo, se puede identificar con un nombre, nombre de carácter descriptivo, que, generalmente, coincide con su dimensión más relevante. Para el caso del autor que se intenta explicar en este apartado, el concepto con mayor fuerza explicativa es el de “estructura”, uno de los modos en que se presenta la concepción antipositivista que empieza a nacer a principios del siglo pasado. Eugenio Coseriu, lingüista de origen rumano, presenta en su libro Lecciones de lingüística general dos capítulos que, a los efectos de esta exposición, pueden ser aclaratorios de lo que se intenta exponer: el cap. II que lleva como nombre “La ideología positivista en la lingüística” y el III denominado “El antipositivismo”. Si bien es verdad que este autor no pretende dar cuenta de lo que aquí se denomina cambio de paradigma, el ordenamiento que propone en estos dos capítulos puede ser ilustrativo de lo que se quiere presentar en este primer apartado. Coseriu, a través de ocho principios, cuatro con los que ordena el pensamiento positivista y cuatro con los que ordena el pensamiento antipositivista, no solo es capaz de dar cuenta claramente que, por lo menos en los estudios del lenguaje, se produce un quiebre significativo, sino que, asimismo, varios de los conceptos por él expuestos, emergen, sin ninguna duda, en la teoría lingüística de Ferdinand de Saussure. Eugenio Coseriu presenta, además, en el capítulo III ya citado, lo que él ha elegido llamar ideología positivista. El concepto de ideología, se opone, en el marco de su explicación, al de filosofía positivista. Su concepción de ideología apunta al hecho de que, a su criterio, cuando los principios ordenadores de una concepción filosófica pierden su fuerza explicativa y se aplican de forma mecánica y sin mediación crítica a todos los •

Este trabajo no hubiera sido posible sin la constancia de Matías Ferrari, alumno mío en el IPA. Desgrabó mis clases y me cedió amablemente SU trabajo en formato electrónico 1

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

aspectos de la realidad, dichos principios se vuelven dogmáticos. Trasmutan su fuerza descriptiva en una red prescriptiva que inunda los discursos de manera dogmática. En este sentido, la interpretación darwinista que en muchos casos hace el S. XIX del cambio lingüístico es, por ejemplo, para este autor, ideológica en la medida en que se iguala, sin crítica mediante, un hecho natural a uno social. Los cuatro principios del positivismo según Coseriu 1) Principio del individuo o del atomismo. Este principio se basa en la generalización de los datos empíricos. El proceso de generalización, dentro de una ideología positivista, es empírico-inductivo. Se pretende construir clases a partir de una generalización de casos particulares. Dado que todos los hechos empíricos son, por definición diferentes, el investigador positivista se puede ver frente al problema de no sentirse capaz de arriesgar una teoría: para el investigador positivista los datos nunca son suficientes. 2) Principio de la substancia. Presupone que la identidad de un individuo o, entre los individuos, está dada por su materialidad. Desde el punto de vista lingüístico esto presenta varios inconvenientes: Repárese en los siguientes ejemplos: a) Voy por ese camino b) Camino todos los días cuarenta cuadras Desde el punto de vista material, tanto en su realización fónica como gráfica, se podría arriesgar que el camino del primer ejemplo no se diferencia en nada del segundo. Se pierde fuerza explicativa en la medida en que, para cualquier hablante nativo del español, el primero no funciona como el segundo. 3) Principio del evolucionismo. El evolucionismo supone que las clases de hechos se consideran en su evolución, y que esa evolución está eventualmente predeterminada. El positivismo se manifiesta en dos elementos: el concepto de evolución de raigambre darwinista y el de necesidad, propio de las ciencias físicas. Dadas determinadas causas, necesariamente se producirán ciertos efectos. Este principio lleva a privilegiar la historia de una lengua en detrimento su descripción. 4) Principio del naturalismo. Dado que las clases de hechos se reducen al tipo de hechos naturales, estos se pueden explicar por un conjunto de leyes. De esta forma, los hechos de carácter social se podrían prever y calcular al modo de los acontecimientos físicos. En los estudios del lenguaje surgen un conjunto de metáforas biologicistas con fuerte carácter explicativo dentro del modelo: lenguas madres, familias de lenguas, lenguas muertas, etc. Los cuatro principios del antipositivismo

2

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

1) Al principio del atomismo, la concepción antipositivista le opondría fundamentalmente dos elementos: a) la universalidad del individuo: todo individuo es capaz de manifestar no solo su individualidad sino su universalidad. No es necesario una muestra empírica exhaustiva de individuos. Aprehender el primer hecho, comprenderlo, supone comprender hechos similares. Esto permite al investigador arriesgar teorías antes del dato (en forma de hipótesis), durante la observación del dato (corrección de las hipótesis) y al final de la recolección de los datos. b) el sistema de hechos o el contexto: los hechos son aprehendidos en su contexto y se explican por el sistema del cual forman parte. 2) Al principio de la sustancia se le opone el de la forma y la función. Los hechos deben ser explicados por su forma y su función. De esta manera, dos hechos que pueden tener sustancias idénticas pueden representar formas o funciones diferentes (en este sentido cfr. “camino” en a) y en b), uno es un sustantivo y otro un verbo) y dos hechos materialmente distintos pueden estar cumpliendo la misma función y por tanto los declaramos idénticos. En lingüística, podemos arriesgar que el segmento i- de irrepetible es idéntico al segmento in- de inseguro en la medida en que i- cumple la misma función en irrepetible que in- en inseguro. Este concepto es de capital importancia en la teoría del valor de F. de Saussure. 3) Al principio del evolucionismo se le opone el de la esencialidad estática, es decir, los hechos presenta su esencialidad en un momento determinado. Dos comentarios al respecto. En primer lugar, se entiende que un hecho no se puede aprehender mientras cambia, lo que se puede observar es el cambio mismo. En segundo lugar, cuando un hecho cambia, todo el juego de relaciones que le atañan, cambian con él. Esta concepción privilegiará tanto el concepto de estructura, como el de descripción sincrónica. 4) Por último, al principio del naturalismo se le opondrá el principio de la cultura. Coseriu entiende que los hechos de la cultura no se comportan como los de la naturaleza. Frente a la necesidad de los hechos de la naturaleza, se opone la libertad de los hombres. Es decir, sometidos a las mismas causas, los acontecimientos humanos pueden estar orientados a distintos fines. Se opone fuertemente la causalidad a la finalidad, es decir, los hechos no ocurren solamente por algo, sino para algo. Agreguemos a estos cuatro puntos que intentan dar cuenta de dos visiones diferentes un comentario del argentino Eliseo Verón. Este autor en su libro La semiosis social, presenta a Saussure como un autor fundacional. En este sentido, podemos afirmar que en el Curso de lingüística general ambos paradigma, el positivista y el antipositivista están en conflicto. Esta es una de las causas de que su lectura se vuelva compleja. Verón, a grandes rasgos, presenta dos posibles lecturas del Curso. a) llama “lectura en producción” a la que se define a partir de las circunstancias que hicieron posible la aparición de una obra. X 3

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

b) propone como “la lectura en recepción”, al conjunto de interpretaciones que a dicha obra se le asignan luego de editada. X En este sentido, el Curso de lingüística general, leído “en producción”, es altamente positivista. Sin embargo, leído “en recepción”, la lingüística del S. XX lo ha elevado al libro fundacional del estructuralismo. En el fondo, ambas concepciones están en pugna en su desarrollo. Si consideramos, además, que lo que conocemos como la Vulgata, es decir, lo que sus alumnos publicaron de sus clases, su lectura se vuelve más compleja. En efecto, este libro es el resultado de los apuntes de clase de tres cursos consecutivos que Saussure dicta en Ginebra. En ellos, el autor va reformulando los conceptos. Si bien, podemos asegurar que su proyecto teórico está bien definido, los pasajes elegidos por los editores muchas veces entran en conflicto y dan cuenta de un hombre que, extremando su razonamiento, rompe con las concepciones de su época. Lo que sigue es un comentario de los capítulos más relevantes de este libro. Dichos capítulos son los que mejor dan cuenta de lo que se ha dado en llamar el Saussure público, es decir lo que generalmente recogen los manuales de lingüística más relevantes. CAPÍTULO II DE LA INTRODUCCIÓN DEL “CURSO DE LINGÜÍSTICA GENERAL” MATERIA Y TAREA DE LA LINGÜÍSTICA. SUS RELACIONES CON LAS CIENCIAS CONEXAS “La materia de la lingüística está constituida en primer lugar por todas las manifestaciones del lenguaje humano, ya que se trate de pueblos salvajes o de naciones civilizadas, de épocas arcaicas, clásicas o de decadencia, teniendo en cuenta, en cada período, no solamente el lenguaje correcto y el “bien hablar”, sino todas las formas de expresión. Y algo más aún: como el lenguaje no está las más veces al alcance de la observación, el lingüista deberá tener en cuenta los textos escritos, ya que son los únicos medios que nos permiten conocer los idiomas pretéritos o distantes.”

Si bien as fuentes de este capítulo provienen del tercer curso que dictó Saussure, lo que supone que el proyecto teórico del autor está bien avanzado se manifiestan ciertas imprecisiones que, más adelante serán salvadas. Por ejemplo, la distinción entre lenguaje y lengua no cobra en esta presentación mayor relevancia. Por otra parte, este capítulo remite de manera necesaria al siguiente: “Objeto de la lingüística”. En efecto, bajo la concepción positivista “materia” y “objeto” se definen uno en relación con el otro. La materia constituye la realidad inordenada, lo que Saussure va a entender como el lenguaje mientras que el objeto se define como el elemento ordenado y homogéneo que permite clasificar y estudiar la materia.

4

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Saussure comienza presentando sus discrepancias con los estudios tradicionales del lenguaje, en particular con la gramática normativa particularmente prescriptiva. Al autor le interesa, en cambio, describir cómo realmente habla la gente. El hablar correcto es una manifestación más de la materia sujeta a estudio. Por otro lado esta “corrección idiomática” tiene, en el S. XIX como modelo la escritura. En efecto, los textos son modelos a imitar, incluso en la comunicación oral. Lo que aquí se plantea es un objetivo que, de alguna manera, replantea la cuestión: ¿qué es lo que realmente dice la gente? Circunscribir los estudios del lenguaje a la escritura es dejar de lado una gran cantidad de aquello que constituye la materia. Su intención es privilegiar la oralidad en la medida que la supone más representativa de todas las manifestaciones del lenguaje humano. Sin embargo, la escritura no se descarta de forma definitiva. Esta se constituye en documento de épocas precedentes. En efecto, la tradición filológica de la que proviene este autor, da cuenta de cómo, a través de textos escritos, podemos deducir formas de hablar de otras épocas. Baste pensar que sería imposible sin ellos deducir la existencia de un latín hablado (vulgar) distinto del latín culto. Las cartas personales en donde giros coloquiales se ponen de manifiesto, los graffitis descubiertos en antiguas ciudades, las listas de palabras “mal empleadas” por el vulgo, permiten reconstruir un proceso histórico que de otra forma nos sería vedado. Nosotros contamos con otros instrumentos, grabaciones, películas, etc. Sin embargo, la escritura ha sido siempre, y lo es todavía, una fuente relevante de formas de hablar de épocas pasadas. Tómese en cuenta, entonces, que la escritura, no es un punto central en su teoría, solo importa como medio de acceso a una oralidad olvidada. Son tres los puntos de los que, a su criterio, se debe ocupar la lingüística: a) Hacer la descripción y la historia de todas las lenguas de que pueda ocuparse, lo cual equivale a hacer la historia de las familias de lenguas y a reconstruir en lo posible las lenguas madres de cada familia b) Buscar las fuerzas que intervengan de manera permanente y universal en todas las lenguas, y sacar las leyes generales a que se puedan reducir todos los fenómenos particulares de la historia c) Deslindarse y definirse ella misma Respecto de a) se puede apuntar que ya se perfila una de las grandes “dicotomías” saussurianas. En efecto descripción e historia van a ser reformuladas en el libro como sincronía y diacronía (cronos del griego, tiempo): un estudio en donde la variable tiempo es anulada y un estudio del lenguaje a través del tiempo. Descripción Sincronía Historia

Diacronía

Estos estudios son ambos necesarios pero distintos. De hecho, un estado sincrónico se explica por una determinada evolución diacrónica. Un estudio sincrónico es el estudio de una lengua en un momento dado, y un estudio diacrónico es el estudio de la evolución de una lengua.

5

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Sin embargo, es posible estudiar el funcionamiento de una lengua sin considerar su historia y es posible estudiar la historia de una lengua sin detenernos en cada uno de sus estados sincrónicos. En definitiva, como se apreciará más tarde, ambos estudios dan nacimiento, en sentido estricto, a dos ciencias. Si bien estas ciencias son complementarias, tanto sus objetos como sus métodos, serán diferentes. El aspecto más relevante, sin embargo, será el de la lingüística sincrónica. Respecto del estudio diacrónico los aportes de este autor son menos relevantes. En este punto, no parece apartarse mucho de la tradición del S. XIX. Respecto de b), son dos las fuerzas que actúan de manera universal (es decir en todas las lenguas) y de manera permanente: el tiempo y la coerción social. Constituyen las condiciones necesarias para que una lengua sea una lengua. De ellas se explican la historicidad, la arbitrariedad, la mutabilidad y la inmutabilidad. El resto es un postulado que lo acerca a las posiciones fisicistas de los neogramáticos, sus maestros. En efecto, las ciencias físicas intentan sacar las leyes generales a que se puedan reducir todos los fenómenos particulares. Saussure va a intentar este cometido en la parte que dedica a la lingüística diacrónica. Sin embargo, a los efectos de este curso dicho interés no nos resulta relevante. Respecto de c), el punto más escueto en su formulación, se desarrolla en todo el resto del capítulo y, a nuestro criterio, en gran parte del Curso. En efecto, su decisión es fundacional. Fundar una ciencia supone, en principio, hacerse cargo de un aspecto del que otras ciencias no se han ocupado hasta ahora. Muchas son, a su juicio, las ciencias que de una u otra forma estudian el lenguaje (fisiología, psicología, etc.), por lo que él se plantea el problema de la pertinencia. Es decir, habiendo tantas ciencias que estudian el lenguaje, ¿qué sentido tiene la existencia de una nueva? La suya, es una necesidad de tipo epistemológico. El linde es, entonces, la clave: los límites de esta nueva ciencia están marcados, por decirlo de alguna manera, por ciencias ya existentes. “La lingüística tiene conexiones muy estrechas con varias ciencias, unas que le dan datos, otras que se los toman. Los límites que la separan de ellas no siempre se ven con claridad. Por ejemplo, la lingüística tiene que diferenciarse cuidadosamente de la etnografía y de la prehistoria, donde el lenguaje no interviene más que a título de documento; tiene que distinguirse también de la antropología, que no estudia al hombre más que desde el punto de vista de la especie, mientras que el lenguaje es un hecho social. Pero ¿tendremos entonces que incorporarla a la sociología? ¿Qué relaciones existen entre la lingüística y la psicología social? En el fondo, todo es psicológico en la lengua, incluso sus manifestaciones materiales y mecánicas, como los cambios fonéticos; y puesto que la lingüística suministra a la psicología social tan preciosos datos, ¿no formará parte de ella? Estas son cuestiones que aquí no hacemos más que indicar para volver a tomarlas luego.”

Los estudios del lenguaje necesitan, por una parte, de ciertas ciencias y, por otra, hacen aportes a otras. Algunos ejemplos intentarán dar cuenta de este fenómeno. El lingüista, por ejemplo, reconoce que hay un cambio de sonido entre “pala” y “bala”, y que tiene consecuencias en su significado. ¿En qué consiste dicha diferencia? Los sonidos /p/ y /b/ son diferentes porque en uno las cuerdas vocales vibran y en el otro no. Es

6

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

el fisiólogo quien proporciona este dato al estudioso del lenguaje. En este sentido se puede decir que la lingüística “toma” de otras ciencias. Por otra parte, los estudios del lenguaje también aportan datos a otras ciencias. Por ejemplo, es un dato relevante el que un texto aporta a la historia. La historia requiere de los estudios del lenguaje para dar cuenta de la autenticidad de una posible fecha, de la interpretación semántica, de las posibles lecturas de un documento. El hecho de que los estudios del lenguaje estén tan relacionados con otras ciencias no hace otra cosa que requerir, de una vez por todas, su especificidad. Saussure comienza a dar cuenta de dicha especificidad en el hecho de que el lenguaje (más adelante la lengua) es un hecho social. La convención social va a ser, para el autor, un hecho esencial. Su mecanismo de análisis le lleva a preguntarse por el hecho de que si lo social es definitorio, la lingüística, ¿no debería formar, entonces, parte integrante de la sociología y qué relación tiene la misma con la psicología social? Dos precisiones al respecto. La primera, tiene que ver con el hecho de que Saussure necesita deslindar la lingüística de la sociología en la medida de que solo así, se justificaría como ciencia autónoma. La segunda, tiene que ver con un concepto que Saussure va trabajar en todo el Curso: su interés no radica en lo psicológico individual, aquello que nos hace totalmente diferentes. Su interés va a estar en aspectos psicológicos (lingüísticos) que tenemos en común, es decir aquello que podemos definir, en algún sentido, como social. Aunque esta cuestión no parece resolverse del todo en este capítulo, apuntemos aquí algunas cosas. Frente a la pregunta ¿debe la lingüística formar parte de la sociología?, la respuesta es no. No debe formar parte de la sociología porque esta toma de las instituciones lo que tienen en común y deja de lado lo que tienen de particular. La sociología no puede dar cuenta, según Saussure, de la especificidad que haría del lenguaje la materia de una ciencia nueva. La psicología social, por su parte, remite a los aspectos colectivos de orden psicológico, del cual, el lenguaje es solo uno. Esto le permitirá, más adelante, proponer a la psicología social como la ciencia marco dentro de la cual se insertaría la lingüística. En efecto, de lo psicológico, lo único que le interesa a Saussure es el aspecto social internalizado. En este sentido, para él hasta las manifestaciones materiales del lenguaje (los sonidos, por ejemplo) son nada más que la posibilidad de confrontar lo que de común tenemos con el otro. Comienza entonces el verdadero proyecto teórico de Saussure: la lengua es forma y no sustancia. Todos emitimos sonidos diferentes porque tenemos voces diferentes. Uno de los problemas más profundos en la teoría saussuriana es la irrelevancia fónica. Las consecuencias de este hecho solo se harán totalmente evidentes en la teoría del valor. Tres cosas más deberían señalarse de este capítulo, una a modo de resumen y dos a modo de conclusión: 1) es imprescindible fundar una ciencia nueva, la lingüística, porque las ciencias que actualmente estudian el lenguaje, no lo estudian en sí mismo sino a propósito de otra cosa. El lenguaje no ha manifestado, por lo tanto, en el campo científico, su verdadera naturaleza. 2) la lingüística no es solo una ciencia nueva, es también una ciencia útil. Todo aquel que trabaja con textos debe comprender su verdadera naturaleza. Los textos están hechos de palabras. Comprender cómo

7

FERDINAND DE SAUSSURE

3)

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

funcionan las palabras, qué velan y qué descubren, nos permitirá una nueva forma de abordar los textos. el lenguaje es materia opinable. Todo el mundo habla sobre el lenguaje pero nadie sabe cómo funciona. Por ser materia opinable, el lenguaje se carga de prejuicios. La lingüística permitirá dar cuenta de dichos prejuicios y, a partir de ellos, definir los aspectos más relevantes que, como ciencia, deberá esclarecer. CAPÍTULO III DE LA INTRODUCCIÓN DEL “CURSO DE LINGÜÍSTICA GENERAL” § 1. LA LENGUA; SU DEFINICIÓN

“¿Cuál es el objeto a la vez integral y concreto de la lingüística? La cuestión es particularmente difícil; ya veremos luego por qué; limitémonos ahora a hacer comprender esa dificultad.”

El capítulo comienza en el párrafo titulado: “La lengua; su definición.” Ya sabemos con esto que el objeto de la lingüística va a ser la lengua. Comienza así planteándose Saussure una serie de problemas previos que le permitirán abordar el objeto. Partiremos de dos adjetivos para nada irrelevantes en la pregunta que inaugura este capítulo: “integral” y “concreto”. A primera vista, la necesidad de proponer un objeto concreto parece casi irrelevante. Es decir, si entendemos que un objeto supone una construcción del teórico, un punto de vista desde el cual se construye y se aborda una ciencia, su posibilidad de concreción es casi imposible. Quizás podamos explicar mejor esta formulación recurriendo al marco histórico en el que la teoría se está formulando. Los neogramáticos, en tanto epígonos del positivismo, rehuyen las explicaciones filosóficas, y Saussure, como dijimos, es un neogramático. Lo abstracto para un positivista es sinónimo de “irreal” en tanto que se desprende del dato puramente físico, la abstracción y la metafísica se confunden. A pesar de que en su intento de definir a la lengua no pueda escapar del grado de abstracción que toda generalidad requiere, Saussure, intentará justificar la “concretud” de la lengua. Esto ocurre en dos sentidos. Por un lado, si se puede mostrar que los hablantes hacen un uso de la lengua para hablar 1 , su existencia queda demostrada y su calidad de abstracta negada. Por otro, el lingüista puede describirla y definirla 2 , y esto da cuenta, también, de su existencia real. Fijar y definir el objeto supone un movimiento relevante: es la piedra sobre la que se construye toda la teoría; es un principio ordenador para la ciencia. No menos relevante resulta el otro adjetivo en el que se ha reparado: “integral”. En tanto principio ordenador, dicho objeto permitirá integrar aquellos elementos del lenguaje que, en principio quedan fuera. El objeto ordena la materia y la integra a una ciencia, puede ser abarcada, clasificada, estudiada. Lo inordenado adquiere sentido. 1 2

Más adelante, como se verá, el autor dirá que la lengua es el instrumento del habla. ¿Observarla? 8

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Otras ciencias operan con objetos dados de antemano y que se pueden considerar en seguida desde diferentes puntos de vista. No es así en la lingüística. Alguien pronuncia la palabra española desnudo: un observador superficial se sentirá tentado de ver en ella un objeto lingüístico concreto; pero un examen más atento hará ver en ella sucesivamente tres o cuatro cosas perfectamente diferentes, según la manera de considerarla: como sonido, como expresión de una idea, como correspondencia del latín (dis) nudum, etc.

Esta formulación aparentemente plantea una diferencia entre las ciencias físicas y las ciencias sociales. Las primeras trabajan con “objetos dados de antemano”. Para el autor, el dato físico se impone. Sin embargo, lo único que trasluce esta observación es un prejuicio fisicista. En realidad, el dato físico tampoco es abordado “tal cual es”, las distintas ciencias de la naturaleza construyen distintos objetos a partir de la misma materia. La posición del autor, no deja de mostrar su lado positivsta. Reparemos, sin embargo, en las apreciaciones sobre el lenguaje. Saussure parte de un ejemplo que le permitirá mostrar la heterogeneidad del lenguaje. Las distintas posibilidades que presenta la palabra “desnudo”: entendida en tanto conjunto de sonidos, como representación de una idea y mirada desde una perspectiva histórica. Estas “miradas” suponen la posibilidad de abordar un “punto de vista” que merezca más atención que otros. Esta decisión no es inocente, supone un anclaje epistemológico. “Lejos de preceder el objeto al punto de vista, se diría que es el punto de vista el que crea el objeto, y, además, nada nos dice de antemano que una de esas maneras de considerar el hecho en cuestión sea anterior o superior a las otras.”

De las palabras citada, dos cosas se deben destacar. En primer lugar, el punto de vista crea el objeto de estudio. Lo que él llama “punto de vista” es un método de abordaje. En segundo lugar, él admite también que el objeto de estudio es un constructo teórico del investigador. Esto supone un método que permita deslindar 3 esta ciencias de las otras. “Por otro lado, sea cual sea el punto de vista adoptado, el fenómeno lingüístico presenta perpetuamente dos caras que se corresponden, sin que la una valga más que gracias a la otra. Por ejemplo:”

Para poder deslindar esta ciencia, Saussure va a recurrir a un método de análisis que la bibliografía ha consignado como las famosas dicotomías saussurianas. Quizás tengamos que reformular esta expresión y admitir un método explicativo basado en dos principios: la oposición y la complementariedad. Los editores evidencian la fuerza explicativa de esta metodología a través de algunos ejemplos. “1º Las sílabas que se articulan son impresiones acústicas percibidas por el oído, pero los sonidos no existirían sin los órganos vocales; así una n no existe más que por la correspondencia de estos aspectos. No se puede, pues, reducir la lengua al sonido, ni separar el sonido de la articulación bucal; a la recíproca, no se pueden definir los movimientos de los órganos vocales si se hace abstracción de la impresión acústica.”

3

Cap. II de la Introducción 9

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Es importante no perder de vista el objetivo del ejemplo, que es demostrar la existencia de la oposición y la complementariedad actuando juntas. Un primer problema que plantea este ejemplo es que Saussure habla por un lado de “sonidos” y por otro de “impresiones acústicas”. Aquí aparece un conjunto de presupuestos: cuando la lingüística define un sonido, no se trata de cualquier sonido que emite un ser humano, que en teoría son infinitos, sólo cobran importancia aquellos que tienen relevancia en una instancia de comunicación, en la conformación del sentido, en el reconocimiento de una lengua particular. Por ejemplo, un lingüista que defina el sonido /p/ en oposición al /b/ va a decir que ambos son consonánticos, orales (porque el aire sale por la boca), oclusivos (hay un cierre en alguna parte del conducto) y bilabiales (la oclusión se produce en los labios). Sin embargo, una diferencia es relevante en el español: en la producción de uno (/b/), las cuerdas vocales vibran y en la producción del otro, no. El estudioso es capaz de observar que el rasgo de sonoridad es lingüísticamente relevante, en este caso, porque su presencia o su ausencia supone un cambio de significado (cf. /poka/ “poca” con /boka/ “boca”). No obstante, aunque en determinados contextos la sonoridad es relevante, en otros no lo es. Un hispanohablante entiende lo mismo si la realización de “apto es tanto /abto/ como /apto/. Aquí se dice que la oposición cae. Al lingüista le interesa definir esa oposición (la de /p/ y /b/) cuando es lingüísticamente pertinente, cuando guarda alguna relación con el significado. Pero lo relevante es que, desde la mirada de Saussure, resulta imposible explicar el sonido (más adelante las impresiones acústicas) sin los movimientos articulatorios necesarios para que se produzcan, como también es imposible, considerar dichos sonidos sin tener en cuenta los movimientos necesarios para producierlos. Lo articulatorio es un hecho fisiológico, lo acústico es un hecho físico, y, sin embargo uno se explica por el otro (oposición y complementariedad: son distintos pero complementarios). “2º Pero admitamos que el sonido sea una cosa simple: ¿es el sonido el que hace al lenguaje? No; no es más que el instrumento del pensamiento y no existe por sí mismo. Aquí surge una nueva y formidable correspondencia: el sonido, unidad compleja acústico-vocal, forma a su vez con la idea una unidad compleja, fisiológica y mental:”

Este pasaje introduce la dicotomía “significante” y “significado”, una de las más relevantes en el Curso de lingüística general y que tendrá un abordaje central en los capítulos referentes al signo Uno de los aspectos más relevantes e innovadores de su proyecto teórico consiste en tratar de demostrar la poca relevancia del sonido. En efecto, su teoría propone una suerte de desustancialización de la lengua: La lengua es forma y no sustancia afirmará más adelante. Para pensar que es uno de los aspectos más innovadores baste pensar en el concepto de buena pronunciación con el que tanto se insiste en las clases de lengua extranjera. Sin embargo, el sonido por sí solo no es nada. En efecto, como lo propone el autor, si escuchamos hablar a dos personas en una lengua que no conocemos, oímos los sonidos y no accedemos a los significados. Es más, si lo pensamos con detenimiento, los sonidos que oímos no son para nosotros fácilmente discriminables. Y esto no ocurre porque tengamos algún defecto fisiológico. Simplemente somos incapaces de discriminar dónde empieza y dónde termina cada palabra. No reconocemos unidades y somos incapaces de aislarlas.

10

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Esto que se presenta como normal para una lengua extranjera que desconocemos, también tiene consecuencias en nuestra propia lengua. En efecto, si se escucha, en forma descontextualizada la secuencia “alaimpedida”, ¿cómo se la puede interpretar? Dos posibilidades nos asigna la lengua, es decir, el español: 1) a la impedida 2) ala impedida 3) No es posible la segmentación “al-aim-ped-ida”, por ejemplo. La secuencia de sonidos solo es interpretable en relación con significados ya dados por la lengua. El español tiene determinadas reglas de significado que hacen que, de todos los contextos que se busquen, haya sólo dos formas de segmentación en el caso anterior. Para cualquier contexto, la lengua me permitirá acceder o bien a 1) o bien a 2) pero nunca a 3). Nuevamente oposición y complementariedad: los sonidos son interpretados cuando hay significados asignables y a dichos significados accedemos gracias a los sonidos. Sonidos y significados se oponen (son distintos) pero se complementan (uno no es nada sin el otro). “3º El lenguaje tiene un lado individual y un lado social, y no se puede concebir el uno sin el otro. Por último:”

En esta exposición de su método, Saussure introduce, también otra de sus “dicotomías”: la de “lengua” y “habla”; la lengua es lo social mientras que el habla es lo individual. Los hablantes tienen determinadas convenciones sociales, hablan con las mismas reglas, y por más creativos que sean, cualquiera se va a dar a entender porque dicha creatividad la va a usar, practicar o ejercer con las mismas reglas que los demás. Por ello, más allá de lo individual está lo social. Si un oyente entiende lo que un hablante produce es porque ambos comparten las mismas unidades y las mismas regalas, es decir, si el oyente no lo produjo antes es porque simplemente no se le ocurrió o no tuvo oportunidad, pero podría haberlo hecho y por eso lo entiende. Lo individual se explica por lo social, y lo social supone lo individual (oposición y complementariedad). “4º En cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema establecido y una evolución; en cada momento es una institución actual y un producto del pasado. Parece a primera vista muy sencillo distinguir entre el sistema y su historia, entre lo que es y lo que ha sido; en realidad, la relación que une esas dos cosas es tan estrecha que es difícil separarlas. ¿Sería la cuestión más sencilla si se considerara el fenómeno lingüístico en sus orígenes, si, por ejemplo, se comenzara por estudiar el lenguaje de los niños? No, pues es una idea enteramente falsa esa de creer que en materia de lenguaje el problema de los orígenes difiere del de las condiciones permanentes. No hay manera de salir del círculo.” (el destacado es nuestro)

He aquí una nueva dualidad: “sincronía” y “diacronía”.

11

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Respecto de este punto, dos palabras presentan gran relevancia: “sistema” e “institución”. La palabra “sistema” implica que en el lenguaje hay determinadas unidades que todos usamos y que las combinamos de acuerdo a determinadas reglas. En relación al punto anterior, independientemente de que todos realicemos distintos sonidos ya que nuestra constitución física es diferente (tenemos distintas bocas, distintas lenguas, distintas narices, etc.) las unidades y las reglas a las que estamos sujetos son las mismas, el sistema es el mismo. Un ejemplo puede dar cuenta de la solidaridad que suponen los conceptos de sistema e institución. En el español existen cuatro artículos determinantes y en el inglés solamente uno. Esto es relevante porque en el español hay una distinción de género en los sustantivos. Esta distinción de género me determina ciertas reglas para el español. Dicha distinción en el inglés no existe, no es pertinente. La distinción en el inglés la tengo en el sustantivo (boy/boys), pero la de género, como dijimos, no tiene pertinencia. Esto se hace evidente en el determinante. EL LA LOS LAS

THE

Las reglas del español no son ni mejores ni peores que las del inglés, son distintas. El español tiene una historia que generó determinadas reglas para la actual sincronía y el inglés tiene otra historia que generó otras reglas. Es más, puedo describir el español, sus reglas, sin hacer referencia a la historia que las generó. Puedo también estudiar esa historia sin describir exhaustivamente cada estadio del español. Es decir: historia (diacronía) y sistema establecido (sincronía) son aprehensibles en forma independiente. Sin embargo, es completamente comprensible que esta sincronía depende de una historia que la generó. Otra vez oposición y complementariedad, son cosas distintas, pero una no se entiende sin la otra. Destaquemos de este 4º punto: “Sistema establecido” e “institución actual” son dos aspectos de una misma realidad. Cuando se insiste en hablar de sistema el foco de atención son las reglas; cuando se insiste en la institución, la carga está en el aspecto coercitivo que tienen dichas reglas. Una institución es algo que se impone. En definitiva, el sistema es una institución que se impone, o, si se quiere, la lengua es una institución que nos impone un sistema: están “estas reglas y no otras.” Más adelante Saussure se va a postular este problema de la arbitrariedad como una consecuencia de la historicidad: la lengua es arbitraria porque es histórica. El párrafo se cierra con una reflexión sobre el origen y la adquisición del lenguaje. Desde una perspectiva saussuriana, remontarnos al lenguaje infantil, por ejemplo, no soluciona nada. En efecto, cuando se admite que un niño habla (por más “simple” que dicho lenguaje parezca), las oposiciones planteadas por el autor, ya están dadas. Los sonidos que se emiten son inteligibles por determinadas articulaciones que los hicieron posibles, tienen relación con significados y los significados son vehiculizados por esos 12

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

sonidos, dichos significados son el resultado de una convención social que se le impuso y esa convención social tiene su historia peculiar, la historia de la lengua en la que empezó a hablar y que se le impone. “Así, pues, de cualquier lado que se mire la cuestión, en ninguna parte se nos ofrece entero el objeto de la lingüística. Por todas partes topamos con este dilema: o bien nos aplicamos a un solo lado de cada problema, con el consiguiente riesgo de no percibir las dualidades arriba señaladas, o bien, si estudiamos el lenguaje por muchos lados a la vez, el objeto de la lingüística se nos aparece como un montón confuso de cosas heterogéneas y sin trabazón. Cuando se procede así es cuando se abre la puerta a muchas ciencias – psicología, antropología, gramática, normativa, filología, etc.-, que nosotros separamos distintamente de la lingüística, pero que, a favor de un método incorrecto, podrían reclamar el lenguaje como uno de sus objetos.”

He aquí el problema epistemológico: o estudiar esta complejidad en su conjunto y fracasar en el intento de deslindar la lingüística de otras ciencias o abordar uno de estos aspectos, el más relevante, el que haga del estudio del lenguaje un hecho científico, una decisión relevante. “A nuestro parecer, no hay más que una solución para todas estas dificultades: hay que colocarse desde el primer momento en el terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje. En efecto, entre tantas dualidades, la lengua parece ser lo único susceptible de definición autónoma y es la que da un punto de apoyo satisfactorio para el espíritu.”

Para interpretar este párrafo hay que recordar lo planteado hasta el momento. En primer lugar, hay varios aspectos en el estudio del lenguaje y esto supone plantearse qué aspecto privilegiar para dar sentido, orden a lo que se nos presenta como inordinado: el elenguaje. Como se ha dicho, a simple vista están en juego aspectos psicológicos, sociológicos, físicos, etc. Para abordar este problema, aunque sin definirla aún, Saussure presenta la lengua: la instaura como el elemento ordenador. Plantear “que es norma de las otras manifestaciones del lenguaje” supone fundamentar la base sobre la cual construir toda la teoría. La lengua va a satisfacer la pretensión del primer enunciado del capítulo: “¿Cuál es el objeto a la vez integral y concreto de la lingüística?” La lengua es ese principio de clasificación que va a permitir ordenar la materia. “Pero ¿qué es la lengua? Para nosotros, la lengua no se confunde con el lenguaje: la lengua no es más que una determinada parte del lenguaje, aunque esencial. Es a la vez un producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos.”

Consideremos este fragmento como una primera aproximación al concepto de lengua. Las caracterizaciones que el autor da son varias y el concepto se va reformulando desde distintos puntos de vista a lo largo del texto. Primera cuestión, entonces: es una parte del lenguaje aunque no cualquier parte sino una esencial. A la heterogeneidad del lenguaje se opone la homogeneidad de la lengua. Su esencialidad consiste en el hecho de que nos permite ordenar la materia que se nos presenta como caótica: como afirmará más adelante, es un principio de clasificación.

13

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Si nos preguntamos de dónde deviene su homogeneidad, a lo largo del Curso.. vamos a obtener más de una respuesta, pero detengámonos en la primera. La lengua está constituida por un conjunto de convenciones. Dos cosas deben destacarse en este punto: la relación de Saussure con Durkheim, relación que va a tener su más alto grado en su concepto de institución (es decir, un concepto de época) y la noción de convención en relación con la homogeneidad y la cohesión social. En efecto, su proyecto de desustancialización de la lengua es posible definirlo en función de su concepto de convención. Los hablantes de una misma comunidad lingüística, en tanto individuos únicos e irrepetibles, somos capaces de materializar de forma distinta y original la lengua en cada uno de nuestros actos de habla, pero el conjunto de convenciones con el que contamos son las mismas, de ahí la homogeneidad necesaria para la cohesión social. Si tenemos las mismas convenciones somos capaces de comprender y ser comprendidos, es decir, lo que un hablante es capaz de realizar, está previsto en el conjunto de convenciones que todos los hablantes poseemos. Más adelante se profundizará en el hecho de que ese conjunto de convenciones se manifiesta como un conjunto de unidades gobernadas por ciertas reglas, es decir un sistema. En efecto, como se apuntaba antes, el hecho de que el inglés manifieste únicamente un determinante (the) mientras que el español manifieste cuatro (el, la, los, las), no solo constituye una diferencia entre las reglas del inglés y del español, sino que en tanto dichas reglas se nos imponen históricamente, son convenciones socialmente aceptadas y que funcionan en forma coercitiva en una comunidad lingüística. Sus consecuencias son fatales: la distinción de género en español, por ejemplo, en tanto fenómeno gramatical (combinación de ciertos sustantivos con los artículos el/los y ciertos otros con los artículos la/las) no es pertinente para el inglés. Esta posibilidad de organización diversa entre el español y el inglés, es independiente de la cosa del mundo referida en cada caso. Cada lengua nos impone su orden propio como un conjunto de convenciones que aceptamos pasivamente. Mientras que el lenguaje manifiesta aquello que tenemos en común y de diferente, la lengua manifiesta sólo lo que tenemos en común. La lengua es también “un producto social de la facultad del lenguaje”, es decir, un resultado lingüístico de un determinado proceso histórico. Un grupo social, en su devenir histórico, produce determinadas convenciones y no otras. “Tomado en su conjunto, el lenguaje es multiforme y heteróclito; a caballo en diferentes dominios, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al dominio individual y al dominio social; no se deja clasificar en ninguna de las categorías de los hechos humanos, porque no se sabe cómo desembrollar su unidad.”

Saussure opone entonces lengua a lenguaje. Más adelante va a oponer lengua y habla. El lenguaje presenta, por tanto, muchas formas (una forma física, una social, una individual, etc.) de donde se deriva su heterogeneidad. Como corolario, su aprehensión, su estudio, es imposible desde una sola ciencia. “La lengua, por el contrario, es una totalidad en sí y un principio de clasificación. En cuanto le damos el primer lugar entre los hechos de lenguaje, introducimos un orden natural en un conjunto que no se presta a ninguna otra clasificación.”

14

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Por el contrario, la lengua es homogénea y permite establecer un principio de clasificación. Clasificar es ordenar. La lengua, el objeto, permitirá ordenar el lenguaje, la materia. Esta afirmación constituye uno de los núcleos duros en la teoría saussuriana. Como en muy pocos autores, las condiciones en que fue hecho este libro, permite evidenciar una un proceso de reflexión evidenciado por una metodología de trabajo. En efecto, el autor ha llegado a afirmaciones temerarias y las someterá a pruebas. Para ello se permitirá adelantar las objeciones que se le puedan formular y se esmerarán en poder sortearlas. En este acto, queda comprometida la legitimidad de su ciencia. “A este principio de clasificación se podría objetar que el ejercicio del lenguaje se apoya en una facultad que nos da la naturaleza, mientras que la lengua es cosa adquirida y convencional que debería quedar subordinada al instinto natural en lugar de anteponérsele.”

Recapitulemos y continuemos. ¿Cuál es la conclusión más relevante a la que había llegado Saussure? Lo fundamental en el lenguaje es la parte que es social. Dado que es lo que todos tenemos en común, se puede presentar como homogénea y se manifiesta en reglas que todos compartimos. He aquí una primera objeción que se plantea es: ¿Y si hay algo natural más importante que lo social? En ese caso se caería abajo toda la teoría lingüística, que está construida sobre lo social. Anteriormente, el autor ha señalado la existencia una facultad del lenguaje que podríamos aventurar como la capacidad de cualquier ser humano construir una lengua. Una pregunta se desprende de tal afirmación: esa facultad del lenguaje, ¿no será algo natural del ser humano (algo genético, en términos más modernos)? O dicho de otra forma: ¿puede haber algo natural que sea más importante que lo social? Si esto es así, la teoría cae, lo social no es lo esencial, porque sin lo natural no existe. Dos precisiones respecto de este punto. La Vulgata, es decir, el texto que nos queda de Saussure, no termina concluyendo con la negación de lo natural. Por el contrario el autor apunta a tratar de mostrar que aquello que se vislumbra como natural (hecho de la naturaleza), está lejos de serlo. Lo natural va a estar concentrado en dos aspectos: la pretendida existencia de un “aparato fonador” y la pretendida presunción de que una zona de nuestro cerebro esté especializada en el lenguaje. Ambas posibilidades permitirían afirmar una pretendida naturalidad del lenguaje respecto de la especie. 4 A nuestro criterio, Saussure nunca demuestra que lo natural no existe, lo que él demuestra es que lo natural es incomprobable; y si no se puede comprobar lo natural, lo social no pierde el lugar de preeminencia que él le dio como la base fundamental de la ciencia que está tratando de inaugurar. No deja de ser una postulación positivista y prolija a la vez. “He aquí lo que se puede responder. En primer lugar, no está probado que la función del lenguaje, tal como se manifiesta cuando hablamos, sea enteramente natural, es decir, que nuestro aparato vocal esté hecho para hablar como nuestras piernas para andar. 4

Cabe aclarar que él no duda de que haya una zona del cerebro que gobierne el lenguaje, sino que él ataca la idea de que ello sea genético, natural. 15

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Los lingüistas están lejos de ponerse de acuerdo sobre esto. Así, para Whytney, que equipara la lengua a una a una institución social con el mismo título que todas las otras, el que nos sirvamos del aparato vocal como instrumento de la lengua es cosa del azar, por simples razones de comodidad: lo mismo habrían podido los hombres elegir el gesto y emplear imágenes visuales en lugar de las imágenes acústicas. Sin duda, esta tesis es demasiado absoluta; la lengua no es una institución social semejante punto por punto a las otras; además, Whytney va demasiado lejos cuando dice que nuestra elección ha caído por azar en los órganos de la voz; de cierta manera, ya nos estaban impuestos por naturaleza. Pero, en el punto esencial, el lingüista americano parece tener razón: la lengua es una convención y la naturaleza del signo en que se conviene es indiferente. La cuestión del aparato vocal es, pues, secundaria en el problema del lenguaje.”

Tómese en cuenta, en primer lugar, el concepto de “aparato vocal”. Como se verá, en este caso, la nominación supone una descripción. En efecto “aparato”, tomado tal cual se menciona en la tradición cobra el mismo “status” para aparato fonador, digestivo, respiratorio, circulatorio, etc. En este sentido se podría anotar lo siguiente: es propio de la fisiología humana y, en consecuencia está al servicio de la supervivencia del individuo y de la especie. Sin embargo, podríamos afirmar, con Saussure, que el llamado “aparato vocal” o “aparato fonador”, no existe en realidad. Lo que así se denomina está constituido por un conjunto de órganos que, solo de manera muy arbitraria se podría afirmar que son puestos en relación por nuestra especie, de forma natural, para hablar. En sentido estricto, se podría afirmar, incluso, que lo que llamamos “aparato fonador” está constituido por órganos que en realidad son parte de otros “aparatos” que sí cumplen una función fisiológica relacionada con la supervivencia: el aparato digestivo y el aparato respiratorio. Si este es realmente un razonamiento afortunado, se puede concluir, que la especie ha utilizado algo natural (los órganos que ponemos en juego) para algo que no lo es (hablar). Es decir, como seres simbólicos que somos, hemos construido algo natural en algo cultural. Quizás se pueda objetar que las cuerdas vocales no pertenecen ni al aparato digestivo ni al respiratorio, pero también es cierto, que otras especies poseen cuerdas vocales y no “hablan”. Es en este sentido que podemos decir con el lingüista ginebrino que “no está enteramente probado que nuestro aparato vocal esté hecho para hablar como nuestras piernas para caminar”. Es decir, si el lenguaje, la lengua más específicamente hablando, tuviera algo de natural, difícilmente se podría fundamentar por el hecho de que exista un llamado “aparato vocal”. Así como a las piernas es natural que las tengamos para caminar, pero es cultural que las usemos para bailar, para jugar al fútbol, etc., es cultural que usemos otros órganos para comunicarnos. Es indudable que tenemos una caja de resonancia natural, pero no lo es el hecho de que haya sido diseñada para que hagamos uso de algunos de los sonidos que podemos producir con el fin de asociarlos a significados. Por otra parte, según Whytney, esa supuesta naturalidad a tal punto es prescindente que la lengua se podría materializar en otra cosa que no sean los sonidos, como imágenes o gestos. Para este autor, la lengua es una institución como cualquier otra, y se podría materializar en otra cosa cualquiera sin perder el valor.

16

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Si bien Saussure está mayormente de acuerdo con el pensamiento de Whytney, destaca algunas discrepancias. En primer lugar, la lengua sí es una institución social, pero no como cualquier otra. Esta discrepancia va a tomar su mejor magnitud en relación con la arbitrariedad. Un ejemplo del propio Saussure, que aquí se adelanta, da cuenta de este fenómeno. El matrimonio, por ejemplo, es una institución en tanto que para tener determinados derechos en la sociedad hay que estar casado. En este sentido se impone tanto a los que están casados como a los que no lo están. Quien está casado tiene determinados derechos, pero también determinadas obligaciones que quien no lo está no tiene. En una sociedad determinada se podría discutir, si las condiciones así lo habilitaran, sobre las ventajas y las desventajas del matrimonio monogámico o poligámico, por ejemplo. Se podría, incluso, cambiar una institución por otra y de forma radical. Si una ley promulgara el matrimonio poligámico podría decir algo así como: “el matrimonio poligámico será el único válido en todo el territorio de la República a partir del 23 de agosto del corriente año”. En efecto, si estas circunstancias se dieran, la institución cambiaría radicalmente a las 0 horas del día 23. Es decir, una institución suplantaría a la otra. Esto nunca podría suceder con la lengua. Ni siquiera es factible, como también lo dice más adelante el propio autor, un cambio revolucionario en esta materia. No es posible pensar que una comunidad lingüística cambie, de un momento a otro, toda su forma de hablar. Por otra parte, si bien es posible argumentar respecto de un tipo de matrimonio o de otro, no lo es respecto de las convenciones lingüísticas que se nos imponen. Hablamos así, porque antes de nosotros se ha hablado así. La comunidad lingüística acepta esta tradición como la única realidad posible. Ni se la cuestiona ni la intenta cambiar. Ya se ahondará más sobre este aspecto. Lo cierto es que historicidad supone en la teoría de saussure tradición, y tradición supone arbitrariedad. Cuanto más histórica es una institución, cuanto menos implicados estamos en su fundación, cuanto más heredada es para una comunidad, más arbitraria se vuelve. La lengua es, para Saussure, la más arbitraria de todas las instituciones y los individuos quedan completamente a su arbitrio. La segunda precisión que hace Saussure con respecto a la afirmación de Whytney es que cuando él dice que usamos por azar los órganos de la voz no es tan así. Saussure dice que es más natural que usemos la voz para la lengua que, por ejemplo, los gestos. Quizá quepa interpretar la expresión por naturaleza como de manera normal. En efecto, como afirmarán otros lingüistas posteriores, el sonido nos envuelve, no es necesario mirar para uno u otro lado para captarlo. Si la lengua se materializara en gestos, lo visual es más limitado en la medida de que exige siempre una dirección frontal. Somos capaces de escuchar a la distancia, a través de una puerta, pedir auxilio en mitad de un monte, etc. Las ventajas de lo auditivo frente a lo visual, en condiciones normales, son indiscutibles. Esto no implica que necesariamente la lengua se materialice en sonidos. Cuando se materializa en gestos puede, igualmente, constituir su propio orden. Es decir, como se verá más adelante, el problema de la sustancia es ajeno a la lengua como sistema. por lo que no tenemos que mirar hacia un lado u otro para captarlo. Los gestos son mucho más limitados. A alguien que lee los labios tenemos que mirarlo a la cara para poder hacernos entender. Entonces, cuando Saussure dice que hay algo de natural en la voz lo 17

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

dice en el sentido de que hay algo de cómodo en la voz, de conveniente; que no es el azar lo que nos lleva a usarla, a elegirla entre las demás posibilidades de comunicación. La lengua se explica por las convenciones y estas son independientes de la sustancia en que se materializan (gráfica, textual, sonora, etc.). Concluyendo este párrafo, la pretendida naturalidad del aparato vocal es, cuando menos, cuestionable, y si es cuestionable lo social no pierde el estatus primordial que la teoría le asigna. A modo de resumen: 1. no hay nada de natural empíricamente probado en el aparato vocal 2. la desustancialización: la lengua constituye un orden propio, un sistema, con independencia su materialización fónica, gráfica o gestual. “Cierta definición de lo que se llama lenguaje articulado podría confirmar esta idea. En latín articulus significa “miembro, parte, subdivisión, serie de cosas”; en el lenguaje, la articulación puede designar o bien la subdivisión de la cadena hablada en sílabas, o bien la subdivisión de la cadena de significaciones en unidades significativas; este sentido es el que los alemanes dan a su gegliederte Sprache. Ateniéndonos a esta segunda definición, se podría decir que no es el lenguaje hablado el natural al hombre, sino la facultad de construir una lengua, es decir, un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas.”

Siguiendo esta línea de razonamiento, es posible destacar en el párrafo anterior, una segunda definición de lengua (destacada con subrayado). Saussure recurre ahora al concepto de lenguaje articulado. En efecto, el lenguaje, la cadena fónica, cualquier emisión, constituye un conjunto de unidades articuladas. El concepto de articulación, se opone, en cierta medida, al concepto de mera yuxtaposición o amalgama. Repárese en la secuencia citada anteriormente /alaimpedida/. Las unidades que llamamos sílabas se articulan entre sí para formar las diferentes combinaciones que dan como resultado los diferentes significados de la secuencia (más adelante hablaremos de signos). Esas mismas unidades pueden ser segmentadas en unidades más pequeñas (conocidas en la lingüística como fonemas: /a/, /l/, /i/, /m/, etc. 5 ). Estas unidades más pequeñas constituyen un repertorio muy reducido en una lengua: no más de veinte o treinta. Lo característico de una lengua es que con muy pocas unidades de este tipo, los hablantes podamos hacer, gracias a reglas que nuestra lengua también nos impone, infinitas unidades del primer tipo, es decir, unidades con significado: “ala”, “impedida”, etc. Este fenómeno, que se le conoce como la doble articulación del lenguaje da cuenta de un aspecto particular en el cual todos los lingüistas han reparado: la creatividad. Lo esencial para Saussure no consiste entonces en que el lenguaje se materialice en sonidos. Lo esencial consiste en la capacidad de constituir un sistema en donde exista un limitado repertorio de unidades de un tipo y reglas que den cuenta de su posible combinación. De esta potencialidad, surgirán unidades de un tipo superior, signos, regidos también por ciertas reglas de selección y de combinación. Estas reglas y estas unidades 5

Estas unidades no coinciden con las “letras” o “grafemas”. En realidad, en los sistemas de escritura fonográfica, la correspondencia entre “letra” y “fonema” es siempre imperfecta. 18

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

constituyen un orden cuya explicación no es otra que la historia que los generó. Las lenguas son sistemas heredados y arbitrarios que se nos imponen por convención. Si esta convención se materializa en gestos o en sonidos resulta indiferente. Como lo adelantamos, hay otro aspecto esencial de la argumentación de Saussure respecto de que no hay nada natural en el lenguaje: el cerebro en tanto entidad física. “Broca ha descubierto que la facultad del habla está localizada en la tercera circunvolución frontal izquierda: también sobre esto se han apoyado algunos para atribuir carácter natural al lenguaje. Pero esa localización se ha comprobado para todo lo que se refiere al lenguaje, incluso la escritura, y esas comprobaciones, añadidas a las observaciones hechas sobre las diversas formas de la afasia por lesión de tales centros de localización, parecen indicar: 1º que las diversas perturbaciones del lenguaje oral están enredadas de mil maneras con las del lenguaje escrito; 2º que en todos los casos de afasia o de agrafia lo lesionado es menos la facultad de proferir tales o cuales sonidos o de trazar tales o cuales signos, que la de evocar por un instrumento, cualquiera que sea, los signos de un lenguaje regular. Todo nos lleva a creer que por debajo del funcionamiento de los diversos órganos existe una facultad más general, la que gobierna los signos: ésta sería la facultad lingüística por excelencia. Y por aquí llegamos a la misma conclusión arriba indicada.”

Respecto de este aspecto, el razonamiento de Saussure no carece de ciertas sutilezas. En efecto, si la facultad del lenguaje estuviera comandada por el cerebro, se podría llegar a decir que la misma estaría genéticamente determinada. O, dicho de otra manera, cabría la posibilidad de que fuera “natural”. De ser así lo social perdería preeminencia frente a lo genético, y toda la teoría lingüística de Saussure se vendría abajo. Saussure, por lo tanto, se cuestiona el lugar que ocupa el cerebro en relación con el lenguaje. Para ello se va a servir de los descubrimientos de Paul Broca (1824-1880), cirujano y antropólogo francés, quien descubrió el centro del habla (conocido como el área de Broca) en el cerebro. En efecto, cuando se tiene un accidente (un golpe, un accidente vascular) que afecta la zona relacionada con el lenguaje (el área de Broca), se produce una disfunción conocida con el nombre de “afasia”. Se entiende como afasia, a grandes rasgos, una disfunción cerebral que afecta el habla pero no la inteligencia ni los órganos fonatorios. La “afasia de Broca” se caracteriza por la poca fluidez y un efecto de tartamudeo. En esta afasia, sin extendernos en ella, la emisión se ve más afectada que la comprensión. Esta afasia va acompañada también de problemas en la lectura y la escritura. Hasta aquí la descripción de la patología. Lo más importante es el razonamiento del autor. Saussure parece querernos decir lo siguiente: se podrá discutir la naturalidad del lenguaje, pero para la escritura no hay discusión, la escritura es necesariamente aprendida. Si la escritura es comandada por el cerebro (este se lesiona y aquella también) y si la escritura es aprendida, no todo lo que tiene su asiento en el cerebro es natural. También las cosas aprendidas terminan localizándose en alguna parte del cerebro. Es decir, el hecho de que exista un “área de Brocca” no es razón suficiente para que el lenguaje sea “natural”, porque esta área comanda lo aprendido como perfectamente lo demuestran las perturbaciones de los afásicos en la lecto-escritura.

19

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

La pretendida naturalidad del lenguaje es, entonces, un incomprobable y su institucionalidad, su fuerza social, su coerción, por el contrario, está a la vista. § 2. LUGAR DE LA LENGUA EN LOS HECHOS DEL LENGUAJE “Para hallar en el conjunto del lenguaje la esfera que corresponde a la lengua, hay que situarse ante el acto individual que permite reconstruir el circuito de la palabra. Este acto supone por lo menos dos individuos: es el mínimum exigible para que el circuito sea completo. Sean, pues, dos personas, A y B, en conversación:”

A

B

A partir del parágrafo 2 van a ir apareciendo sucesivas definiciones de lengua y de habla. Saussure va a tratar de ubicar el lugar que ocupa la lengua en el lenguaje. Como digresión, se debe apuntar aquí un único error de traducción en la edición de Amado Alonso. En efecto, en donde dice “palabra”, debe leerse “habla”. En síntesis, lo que Saussure se va a preguntar es, en ese acto puramente individual que es el hablar, dónde está lo social. O sea, todos hablamos diferente con diferente tono de voz, pero todos nos entendemos debido a que tenemos las mismas convenciones (las mismas reglas, los mismos signos). ¿Dónde está entonces la lengua (que es social) en esa comunicación individual, particular? “El punto de partida del circuito está en el cerebro de uno de ellos, por ejemplo, en el de A, donde los hechos de conciencia, que llamaremos conceptos, se hallan asociados con las representaciones de los signos lingüísticos o imágenes acústicas que sirven a su expresión. Supongamos que un concepto dado desencadena en el cerebro una imagen acústica correspondiente: éste es un fenómeno enteramente psíquico, seguido a su vez de un proceso fisiológico: el cerebro transmite a los órganos de la fonación un impulso correlativo a la imagen; luego las ondas sonoras se propagan de la boca de A al oído de B: proceso puramente físico. A continuación el circuito sigue en B un orden inverso: del oído al cerebro, transmisión fisiológica de la imagen acústica; en el cerebro, asociación psíquica de esta imagen con el concepto correspondiente. Si B habla a su vez, este nuevo acto seguirá –de su cerebro al de A- exactamente la misma marcha que el primero y pasará por las mismas fases sucesivas que representamos con el siguiente esquema:” (el destacado es nuestro)

Saussure distingue, en el acto de comunicación entre dos personas, por lo menos tres momentos o procesos. El primer proceso se da en la cabeza de las personas, y él lo ubica como un proceso psicológico de selección. Luego hay un proceso fisiológico en el cual el cerebro da órdenes a determinadas partes del cuerpo (los órganos de fonación). Y, por último, hay un proceso físico en el cual las ondas sonoras van de la boca de A al oído de B. En el oyente (B) se dan también dichos tres procesos, pero en orden inverso, ya que hay 20

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

una transmisión fisiológica de la imagen acústica del oído al cerebro, y en el cerebro se produce una asociación psíquica de esta imagen con el concepto correspondiente. No obstante, la pregunta de Saussure es la siguiente: ¿Cuál de estos procesos (psicológico, fisiológico o físico) es el fundamental? ¿En cuál de estos procesos yo reconozco lo que todos tenemos en común a pesar de las diferencias? ¿En cuál se manifiesta? Saussure dice que lo primero que se produce es la asociación de un concepto con una imagen acústica. A este respecto cabe aclarar que la conocida edición del libro (de ahora en más la vulgata) en algunos casos, como si fuesen sinónimos, los términos concepto, pensamiento, idea y significado. Dado que esta primera formulación tiene una perspectiva en algún sentido psicológica, un concepto se asocia a una imagen acústica, una palabra. Palabra, imagen acústica y significante aparecen, también, en el otro plano de la lengua, eventualmente como sinónimos. Más adelante, como se Saussure hará una precisión terminológica a partir de la cual su terminología se va a volver más rigurosa respecto del proyecto teórico que tiene en mente. En efecto significado y significante son parte de una nomenclatura que da cuenta de su concepción estructural. Respecto de este hecho, anotemos lo siguiente. El término concepto no refleja con precisión lo que el autor quiere describir. En términos puramente lógicos, es decir, si atendemos a la estructura de nuestro pensamiento, podríamos llegar a afirmar, que la formación de los conceptos es independiente de la lengua que hablamos. Sin embargo, cada lengua delimita los conceptos de una forma y no de otra. Un ejemplo común en los manuales de lingüística puede dar cuenta de este hecho. El español distingue dos significados a través de los signos que contiene para cierta porción de la realidad: “pez”, para el animal vivo y en su medio y “pescado” para el animal fuera del agua. En efecto, cuando alguien va a comprar animales con intención de ponerlos en una pecera se dice en español que se va a comprar “peces” y no “pescado”. Por el contrario, cuando vemos a alguien que viene de pescar o del mercado de comidas, podemos afirmar que esa persona traía muchos “pescados” y no muchos “peces”. Estos ejemplos tratan de dar cuenta del hecho de que concepto y significado no coinciden. En efecto, el inglés tiene para ambas posibilidades el significado que encontramos en la palabra fish. Sin embargo, sería totalmente absurdo pensar que un angloparlante no puede distinguir entre el animal vivo y en su hábitat y el animal muerto y pronto para ser comercializado. Podríamos afirmar, que los conceptos que maneja un hispanohablante y un angloparlante son semejantes. Sin embargo, desde el punto de vista léxico, una lengua recorta unos y no otros: la distinción que a este respecto hace el inglés no es la misma que la que hace el español. Este ejemplo es, por su exterioridad, uno de los más transparentes para quien empieza a pensar en estos temas. Pero la teoría de Saussure supone distinciones incluso más sutiles. En efecto, tanto el signo pez como el signo pescado son, en español, de género masculino. Distinguimos el género en español por la posibilidad que tienen los sustantivos de combinarse o bien con el artículo el o bien con el artículo la. Esta combinación no es posible no es posible en inglés que solo admite el determinante the. Es decir, el género es un significado propio del español y no del inglés. Si bien los conceptos pueden ser extralingüísticos, los significados no. Estos se definen en cada lengua en particular.

21

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Saussure se da cuenta de que una cosa es hablar de concepto como “unidad pensada” y otra es hablar de un significado lingüístico. Nosotros, como seres humanos, tenemos la capacidad de pensar los mismos conceptos; pero unas lenguas “eligen” unos conceptos y otras lenguas otros distintos. Debido a este “descubrimiento” Saussure deja de hablar de concepto como categoría de pensamiento y comienza a hablar de significado. En el inglés la forma verbal was puede ser traducida al español como, por lo menos, dos pasados en lugar de uno: estuvo/estaba. A este hecho se agrega el del lexema verbal (ser o estar) Por lo tanto, los significados que tiene a su disposición un hispanohablante no son los mismos que tiene un angloparlante. Estos significados se generan en cada lengua. Dicha codificación es social, es un acuerdo tácito entre los hablantes. Si bien la lengua es un conjunto de posibilidades con las que cuenta el hablante, por otro es un límite que se le impone. La imagen acústica es también repensada y, por consecuencia, presentada también con otra término que intenta ser más preciso respecto de su teoría: significante. Sin embargo, en este pasaje, es todavía la representación mental que tenemos de la palabra. Esto quiere decir que nosotros nos representamos la palabra independientemente de cómo se realice en cualquier voz. Esta perspectiva es todavía sicológica, pero intenta explicar que la sustancia nunca es determinante. La identidad no es nunca material. Saussure parece sugerir, por otra parte, que es la imagen acústica (significante) quien evoca al concepto (significado) y no al revés. Este movimiento recibirá luego, en el capítulo en que estudia el signo el nombre de significación y sobre él nos detendremos en su debido momento. “Este análisis no pretende ser completo. Se podría distinguir todavía: la sensación acústica pura, la identificación de esa sensación con la imagen acústica latente, la imagen muscular de la fonación, etc. Nosotros sólo hemos tenido en cuenta los elementos juzgados esenciales; pero nuestra figura permite distinguir en seguida las partes físicas (ondas sonoras) de las fisiológicas (fonación y audición) y de las psíquicas (imágenes verbales y conceptos). Pues es de capital importancia advertir que la imagen verbal no se confunde con el sonido mismo, y que es tan legítimamente psíquica como el concepto que le está asociado.”

Con independencia de que un esfuerzo clasificatorio más detallado pudiera haber establecido partes menores y claramente diferenciadas de un mismo proceso, tres grandes fenómenos son el centro de su interés: el psíquico, el fisiológico y el físico. Son cuatro aspectos los que le interesa destacar respecto de estos tres fenómenos. Su interés consiste en presentarlos de tal manera que quede en evidencia la relevancia de unos y la irrelevancia de otros: “El circuito, tal como lo hemos representado, se puede dividir todavía: a) en una parte externa (vibración de sonidos que van de la boca al oído) y una parte interna, que comprende todo el resto; b) en una parte psíquica y una parte no psíquica, incluyéndose en la segunda tanto los hechos fisiológicos de que son asiento los órganos, como los hechos físicos exteriores al individuo; c) en una parte activa y una parte pasiva: es activo todo lo que va del centro de asociación de uno de los sujetos al oído del otro sujeto, y pasivo todo lo que va del oído del segundo a su centro de asociación.”

Reformulemos estos puntos de esta manera:

22

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

a) Hay una parte interna que incluye lo fisiológico y lo psíquico, y una parte externa en donde se coloca lo puramente físico b) Pertenece a la parte psíquica la imagen acústica unida al concepto. Tanto lo fisiológico como lo físico son no psíquicos. c) Es activo todo lo que “hace” el hablante y pasivo todo lo que “pasa” en el oyente. Sin embargo, se sabe bien que oír, no es un proceso puramente pasivo. “Por último, en la parte psíquica localizada en el cerebro se puede llamar ejecutivo todo lo que es activo (c → i) y receptivo todo lo que es pasivo (i → c).”

Una reformulación el último tramo del concepto comentado advierte que todo lo que “acontece” en el oyente es “receptivo” y lo que “hace” el hablante es “ejecutivo”. Sin embargo, lo relevante, no queda planteado en esta simple enumeración de tramos de un proceso. Hay que advertir que una pregunta sigue aún pendiente: ¿en cuál de estas partes está comprometido lo social? Para contestarla, es necesario vincular estos tramos con la siguiente afirmación. “Es necesario añadir una facultad de asociación y de coordinación, que se manifiesta en todos los casos en que no se trate nuevamente de signos aislados; esta facultad es la que desempeña el primer papel en la organización de la lengua como sistema (ver pág. 147 y sigs.).”

Es decir, ninguna de estas partes (psíquica, fisiológica y física) tiene sentido en sí misma, es necesario considerar lo que presenta como una facultad de asociación y coordinación. Un autor del Círculo lingüístico de Moscú y luego del Círculo Lingüístico de Praga, Roman Jakobson, va a reformular esta “facultad” como un proceso que se realiza sobre dos ejes, el de la “selección” y el de la “combinación”. Estos dos ejes son presentados por el propio Saussure, como el eje “asociativo” y el eje “sintagmático”. Un ejemplo puede dar cuenta del proceso que pone en juego el hablar. La proferencia del sintagma “la casa blanca” pone en juego una serie de relaciones que evidencian, para cualquier hablante, que estas palabras no están meramente yuxtapuesta; estas relaciones producen ciertos sentidos y no otros, ni su orden, ni su elección son indiferentes. Confróntese estos ejemplos respecto del orden: a) la casa blanca b) la blanca casa (hay por lo menos una alteración estilística, un estilo más “poético”) c) blanca, la casa (lo que ahora se dice es otra cosa totalmente distinta a la de a y b) El orden, por tanto, es un elemento constitutivo. Por otro lado, entre ellas se establecen relaciones. Estas se ponen en evidencia en la selección hecha o la asociación que estas unidades mantienen con otras que están ausentes. En efecto, en lugar de “la”, podríamos haber tenido “esa”, “una”, “esta”, “mi”. En lugar de “casa”, podríamos haber tenido “mansión”, “choza”, pero también “avioneta”, “paloma”, “rancho” (en cuyo caso la primera unidad sería o bien “el”, o bien “ese”, o bien “un” o bien

23

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

este”, etc. y la última “blanco”). Podemos comprobar lo mismo para la última de las unidades (“roja”, “grande”, “hermosa”, “pobre”, etc.). De esta consideración se desprenden dos corolarios: las unidades que están en comprometidas en el sintagma no están meramente yuxtapuestas, el cambio de una supone el cambio de las otras, tanto desde el punto de vista sintáctico como semántico, son unidades “coordinadas” el hecho de haber elegido unas supone el hecho de haber descartado otras que pudieron haber estado en su lugar porque con ella se “asocian” como lo sugieren los ejemplos de a, b y c, el hecho de haber consignado ciertas reglas de combinación en un caso, supone el haber descartado las reglas consignadas en otro, no solo hay un acto de selección de unidades sino de reglas que permiten “coordinar” esas unidades Una conclusión que se deriva de estas observaciones es particularmente relevante para Ferdinand de Saussure. Hablar es una actividad que pone en juego todo un sistema. Expresar ciertas unidades combinadas por ciertas reglas, supone descartar otras unidades y otras reglas. Es tan relevante lo que el hablante dice como lo que calla. Al decir de O. Ducrot, es tan relevante el decir como lo dicho como lo no dicho. Es decir, si lo dicho se entiende, es porque también se entiende lo que no está dicho. En efecto, baste pensar en un profesor de secundaria discutiendo con un alumno adolescente. Imagínese el hecho de que la discusión va cambiando de tono y el docente empieza progresivamente a cambiar el “voseo” (tratamiento de “vos”) por un tratamiento de tercera persona (“Ud.”). Es evidente que el juego pronominal y verbal (“quedate tranquilo” vs. “quédese tranquilo”) basta para poner en juego ciertos significados que implican distanciamiento, advertencia, etc. Para los interlocutores que están en juego, el hecho de haber dicho “quédese tranquilo” supone el hecho de no haber dicho “quedate tranquilo”. Estos significados, mucho más sutiles que los que cada unidad léxica pudieran comportar, son entendidos claramente en una acto comunicativo. Se pone en juego una diferencia: lo que está cobra sentido por lo que nos está, es decir, todo lo dicho cobra luz por lo no dicho: en un acto de habla concreto se pone en juego TODO el sistema, algunas de sus partes se evidencian por lo que es perceptible en presencia y otras por lo que es perceptible en ausencia. “Pero para comprender bien este papel hay que salirse del acto individual, que no es más que el embrión del lenguaje, y encararse con el hecho social.”

En efecto, este es un hecho que tiene cabal sentido en la medida en que el sistema que se pone en juego tienen una dimensión social. “Entre todos los individuos así ligados por el lenguaje, se establecerá una especie de promedio: todos reproducirán –no exactamente, sin duda, pero sí aproximandamente- los mismos signos unidos a los mismos conceptos.”

La primera aproximación a la lengua es presentarla como un promedio (palabra que va a aparecer de forma mucho más explícita en otros pasajes del Curso) Un acto de habla particular, si tiene sentido, en principio, y esto es lo que se intentó mostrar más arriba, es

24

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

porque quienes los producen o quienes los escuchan, son capaces de entenderlos. Es decir, la dimensión individual está traspasada por la dimensión social. Un promedio supone el hecho de que aproximadamente los mismos conceptos están vinculados con, aproximadamente, las mismas imágenes acústicas. En efecto, la idea de promedio intenta rescatar varias consideraciones que evidentemente inquietan a Saussure. Los hablantes no tienen exactamente ni las mismas unidades, ni las mismas certezas respecto de esas unidades, ni las mismas reglas combinatorias que las rigen. Es más, unidades que un hablante puede tener en forma totalmente “activa”, otro las puede tener en forma totalmente pasiva. Así, aunque en el léxico que un hablante montevideano de cierta edad use no figure, por ejemplo, la palabra “toque”, no quiere decir que no la entienda cuando ciertos jóvenes la usan. Lo mismo que ocurre con las unidades ocurre con las reglas. Es decir, reglas que un hablante usa (cf. por ejemplo “habemos muchos que pensamos distinto”, donde el verbo “haber” está usado de una manera no normativa para el español) son entendidas por otro que no las realiza efectivamente. Hay por lo menos una gradación efectiva en lo que los hablantes de una lengua comparten y lo que no. Si bien las diferencias son notorias, estas no impiden la intercomprensión, porque el hecho de que no la use, no implica que no la entienda. Pero, ese promedio, ¿cómo se origina y cómo se manifiesta en el hablar? O, en las palabras de Saussure: “Cuál es el origen de esta cristalización social? ¿Cuál de las dos partes del circuito puede ser la causa? Pues lo más probable es que no todas participen igualmente.”

Como se ve, el circuito del habla es capaz de dar cuenta de un hecho que está más allá de su pura contingencia, la “cristalización” de un “hecho social”, es decir, la lengua. Esta “cristaliza” ciertos lazos que hay entre los individuos. La lengua es una entidad que está entre los individuos, los une y les da cohesión. Si esto es lo relevante, hay que dar cuenta de aquel aspecto del circuito que, incluso en su realización puramente individual, es capaz de revelar su relación con lo social. “La parte física puede descartarse desde un principio. Cuando oímos hablar una lengua desconocida, percibimos bien los sonidos, pero por nuestra incomprensión, quedamos fuera del hecho social.”

Saussure descarta en primera instancia la parte física. En efecto, cuando escuchamos a alguien hablando una lengua extranjera que desconocemos, no solamente somos incapaces de entender qué es lo que dice sino que somos incapaces de reconocer unidades en el complejo fónico proferido, esto es, no podemos dar cuenta de dónde empieza y dónde culmina cada palabra, si hay más de una palabra, etc. “La parte psíquica tampoco entra en juego en su totalidad: el lado ejecutivo queda fuera, porque la ejecución jamás está a cargo de la masa, siempre es individual, y siempre el individuo es su árbitro; nosotros lo llamaremos el habla (parole).”

El que Saussure nos diga que la parte psíquica no entra en juego en su totalidad significa, en consecuencia, que hay algo que sí entra en juego. Aquí encontramos una definición de habla. De la parte psíquica, la parte puramente individual, que es la parte ejecutiva, y que él descarta (selección, coordinación, fonación, intención, etc.).

25

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Sin embargo el habla, hecho individual, es incomprensible sin el hecho social que lo hizo posible. La realización individual no es otra cosa que la puesta en ejecución de unidades y reglas que todos compartimos y podemos usar de manera original para producir sentidos nuevos. Si se comprenden esas realizaciones individuales es porque quien las escucha, reconoce en ellas sus propias unidades y sus propias reglas, reconoce que él podría haber hecho también esas proferencias porque tenía los mecanismos para hacerla. Reconoce, también, los sentidos que de ellas se pueden derivar. Lo psíquico, entendido como puramente individual, es intransmisible, lo que se transmite está en relación con lo psíquicamente compartido, es decir, lo social. La lengua, que nos permite el habla (tanto proferir como comprender) es la parte psíquica común a la masa. “Lo que hace que se formen en los sujetos hablantes acuñaciones que llegan a ser sensiblemente idénticas en todos es el funcionamiento de las facultades receptiva y coordinativa. ¿Cómo hay que representarse este producto social para que la lengua aparezca perfectamente separada del resto? Si pudiéramos abarcar la suma de las imágenes verbales almacenadas en todos los individuos, entonces toparíamos con el lazo social que constituye la lengua.”

En el oyente se da el mismo proceso que en el hablante, pero a la inversa. El hablante es capaz de entender que si se ha seleccionado un signo, no se han seleccionado otros y que, si se ha seleccionado una regla, no se han seleccionado otras. El oyente comprende, como ya dijimos, todo lo que el hablante dice y todo lo que no dice. El oyente es capaz de entender las unidades y las reglas que están en juego, incluso más allá de los sentidos particulares que estas vehiculicen en una proferencia específica. Hay, entonces, una suerte de relación dialéctica entre lengua y habla; la lengua la se aprende mediante el habla de otros, escuchando lo que los demás dicen. En este sentido, la lengua se visualiza como un producto social. En efecto, no es una mera suma, porque lo que se constituye, un sistema, es mucho más que la suma de las proferencias individuales: es el conjunto de reglas y unidades que constituyen el sistema, ese sistema que, como un promedio, se manifiesta en todos y que, por tanto, es social. Saussure intentará precisar en qué consiste: “Es un tesoro depositado por la práctica del habla en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad, un sistema gramatical virtualmente existente en cada cerebro, o, más exactamente, en los cerebros de un conjunto de individuos, pues la lengua no está completa en ninguno, no existe perfectamente más que en la masa.”

El autor ofrece una de sus definiciones más importante de lengua haciendo uso de una metáfora; identifica a la lengua con un tesoro. Esta idea de acumulación, en donde cada una de las monedas o joyas que se fueron acopiando constituyen en el conjunto algo más que la mera suma de ellas es la misma que pretende transmitir con la imagen de que la lengua procede del cúmulo de manifestaciones individuales siendo mucho más que su mera suma. La imagen del “tesoro” sugiere, además, la entidad que nos une y que nos da sentido, es una imagen de la cohesión social. En este sentido, también, como en otros casos, toda identidad supone una diferencia: nos identificamos por y en nuestra lengua y nos diferenciamos de otras comunidades por dicha identificación. Ese tesoro es, asimismo, reformulado luego como “sistema gramatical virtualmente existente en cada cerebro, o, más exactamente .... la lengua ... no existe perfectamente más

26

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

que en la masa”. Dos apreciaciones se imponen respecto de lo que acabamos de citar: lo relativo a la noción de sistema y lo concerniente al hecho social. El primer aspecto está claramente expresado en la expresión “sistema gramatical”. Efectivamente, un sistema gramatical, en un sentido profundo, incluye no solo las unidades sino que estas se definen por las reglas que las gobiernan. Unas y otras son aprehendidas de las manifestaciones de habla manifestadas. Además, y como ya dijimos, ese sistema, tiene una existencia virtual en la medida de que la realización siempre es individual. Por último, su complejidad, como dijimos, no se da por entero en cada uno de los hablantes ya que todos lo tienen en diferente grado: su realidad se completa en la totalidad de la comunidad. Por esta razón, los hablantes manifiestan solo un promedio, no todos tienen en igual grado la totalidad del sistema. A modo de recapitulación, Saussure destaca lo siguiente: “Al separar la lengua del habla (langue et parole), se separa a la vez: 1º lo que es social de lo que es individual; 2º lo que es esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental.”

Esto constituye una primera aproximación a la oposición lengua / habla. Mientras que la lengua constituye el hecho social, el habla es siempre una realización individual. Si la lengua es esencial sin ella no se puede hablar y no existe el elemento de cohesión que ella produce, los actos de habla son accesorios en la medida de su contingencia, pueden existir o no. De hecho una lengua puede existir sin que nadie la hable: a esto nos referimos cuando hablamos de lenguas muertas como el latín. En efecto, su estudio, en la actualidad, no pretende otra cosa que estudiar lo que otros han producido como los textos de Virgilio. Pero difícilmente un profesor de lengua latina pretenda que esta se “hable” en el sentido de lo que pretende un profesor de inglés, por ejemplo. En efecto, como dice el autor: “La lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto que el individuo registra pasivamente; nunca supone premeditación, y la reflexión no interviene en ella más que para la actividad de clasificar, de que hablamos en la pág. 147 y sigs.”

Dos cosas se deben destacar de la cita anterior. En primer lugar, el individuo es pasivo frente a la lengua en el sentido de que es incapaz de defenderse de sus efectos. La registra pasivamente, es decir, se le impone como toda institución social. Un hispanohablante habla el español porque este se le impuso históricamente aún cuando no haya hecho ningún esfuerzo para ello. En efecto, ningún hablante es sometido al aprendizaje de su lengua materna en forma sistemática. Si hay sistematización, esta constituye un proceso tardío de metarreflexión sobre lo que ya sabe y de esto se encarga el sistema educativo cuando lo cree conveniente. Pero los hablantes quedan sujetos a la lengua que su comunidad habla, se impone como toda institución, aun cuando no tengan una enseñanza escolar y sistemática. En segundo lugar, el autor discrimina, en este proceso pasivo, en qué medida interviene la reflexión. El texto nos lleva, con su indicación sobre las páginas a las que alude, a un capítulo posterior, el de las relaciones asociativas y sintagmáticas. En efecto, aprender una lengua supone, en cierto sentido, un proceso de clasificación (y es en este sentido en el que está usada la palabra reflexión). Aprender una lengua no consta simplemente en el registro pasivo de un conjunto de ítemes léxicos, también supone el registro de las reglas que lo gobiernan. Entender una palabra supone comprender cómo se

27

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

usa. En este sentido, es que se produce un proceso de clasificación (y de reflexión, aunque no en el sentido metalingüístico) por el cual un verbo, por ejemplo, es comprendido no solo por lo que significa sino por los tiempos, modos, personas y números que puede expresar y nunca se confunde, con un artículo o un nombre. En suma, aprender una palabra supone registrar sus posibilidades combinatorias. Elementos tan sutiles como el hecho de que un hablante del español diga “sé que tus intereses prosperan” en un caso y “espero que tus intereses prosperen” en otro (con el verbo saber ocurre una forma indicativa [prosperan] y con el verbo esperar una subjuntiva [prosperen]) son posibilidades combinatorias propias del español que el hablante aprende sin proponérselo: se le imponen y no se equivoca. “El habla es, por el contrario, un acto individual de voluntad y de inteligencia, en el cual conviene distinguir: 1º las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua con miras a expresar su pensamiento personal; 2º el mecanismo psicofísico que le permita exteriorizar esas combinaciones.” (el destacado es nuestro)

En oposición a la lengua, el habla no se manifiesta en nosotros de forma inconsciente. Cuando hablamos lo hacemos con un propósito; es un acto volitivo; tiene un fin específico. Por eso es que el habla es un acto individual de la voluntad y de la inteligencia. Lo que es pasividad en la lengua es pura actividad en el habla, elegimos los signos y su forma de combinarlos en forma consciente y voluntaria. Respecto de los dos elementos constitutivos del habla señalados por Saussure, cabe destacar: 1º En primer lugar se expresa una definición de habla que conviene apuntar. “Las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua” son propias del hablante y no están del todo exigidas por la institución. Respecto de esta definición, hay que reparar en la palabra “código”. Saussure asimila la lengua (por primera y única vez) a un código. Un código tiene de común con la lengua el poseer unidades estables que se combinan por reglas también estables. Sin embargo, el hecho de que Saussure no use nunca más la palabra “código” sugiere a los críticos la idea de que esta asimilación no le gustaba demasiado. La palabra código asociada la mayoría de las veces a la señalización marítima, a los sistemas de comunicación vial, etc. suponen unidades altamente denotativas. Esto significa que no son connotativos, que no existe en ellos la posibilidad de ambigüedad. Los “mensajes”, por así decirlo, no están sujetos a la interpretación de quien lo recibe. La palabra “código” no parece satisfacer del todo a Saussure ni a la definición que pretende dar de lengua. Aunque sus posibilidades combinatorias están bien determinadas, los significados del mensaje, de un acto de habla concreto, no son fácilmente cancelables. Admiten siempre más de una interpretación. No es preciso ahondar mucho sobre esta peculiaridad de las lenguas naturales. Cuando un hablante pregunta, testea, “qué quisiste decir”, difícilmente aluda al hecho de que no oyó o no comprendió el sentido de las palabras en uso. Lo más frecuente es que aluda al sentido que a estas se les deba dar. Es decir, la posibilidad de que comporten más de un sentido es inherente a ellas. Esto no es posible en los códigos de señalización por ejemplo: un cartel de “pare” no quiere decir otra cosa que pare y si así no se interpretare, los accidentes serían todavía más frecuentes de lo que hoy son. La asimilación entre una lengua y un código resulta a veces insuficiente.

28

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

2º En el segundo punto Saussure se refiere al “mecanismo psicofísico que le permita exteriorizar esas combinaciones”. Este mecanismo es evidentemente individual. Por qué se eligen tales palabras y no otras, resulta tan individual como los sonidos que cada persona puede proferir. Una cuestión es relevante en este punto. Saussure la destaca muy bien. El autor ha distinguido entre lenguaje, lengua y habla. Estas constituyen entidades que hay que tener en cuenta, no hay que confundir, a la hora de estudiar una lengua concreta o a la hora de hacer teoría del lenguaje. En este sentido aclara: “Hemos de subrayar que lo que definimos son cosas y no palabras; las distinciones establecidas nada tienen que temer de ciertos términos ambiguos que no se recubren del todo de lengua a lengua. Así en alemán Sprache quiere decir lengua y lenguaje; Rede corresponde bastante bien a habla (fr. parole), pero añadiendo el sentido especial de ‘discurso’. En latín, sermo significa más bien lenguaje y habla, mientras que lingua designa la lengua, y así sucesivamente. Ninguna palabra corresponde exactamente a cada una de las nociones precisadas arriba; por eso toda definición hecha a base de una palabra es vana; es mal método el partir de las palabras para definir las cosas.”

A pesar de las dificultades que pudiere tener en otras lenguas la nomenclatura elegida por el autor (probablemente subsanable en el lenguaje técnico) en el español, existe la tríada lengua, lenguaje y habla (como en el francés), lo cual no sucede en todos los idiomas. Sin embargo, lo que Saussure define, resulta válido para cualquier lengua. Tomando esto último recapitula los caracteres de la lengua los cuatro puntos que se expondrán y comentarán separadamente. “Recapitulemos los caracteres de la lengua. 1º Es un objeto bien definido en el conjunto heteróclito de los hechos de lenguaje. Se la puede localizar en la porción determinada del circuito donde una imagen acústica viene a asociarse con un concepto. La lengua es la parte social del lenguaje, exterior al individuo, que por sí solo no puede ni crearla ni modificarla; no existe más que en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de la comunidad. Por otra parte, el individuo tiene necesidad de un aprendizaje para conocer su funcionamiento; el niño se la va asimilando poco a poco. Hasta tal punto es la lengua una cosa distinta, que un hombre privado del uso del habla conserva la lengua con tal que comprenda los signos vocales que oye.”

En primer lugar se refiere a la lengua como un “objeto bien definido” por el hecho de ser homogénea. Esta característica de la lengua es la que permite estudiarla, a diferencia del lenguaje; las convenciones son siempre las mismas con independencia de la sustancia (la voz de cada uno, por ejemplo) en que se materialicen. El “circuito” del lenguaje, mencionado con anterioridad, supone un componente esencial, el psicológico, entendido como “compartido” (es decir social). En efecto, en seguida, y reafirmando lo que aquí se plantea, expresa su aspecto social con la metáfora (¿dieciochesca?) del contrato: las convenciones sociales, explícitamente o no, están convenidas (“si es social hay acuerdos”). Por otro lado, el hecho de que el individuo no puede crear ni modificar la lengua alude a que dichas convenciones se generan históricamente. Cuando el individuo nace

29

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

dichas convenciones ya existen (preexisten), la lengua se le impone y no la puede cambiar. Como veremos, al individuo se le presenta como arbitraria. Asimismo, cuando Saussure dice que un individuo tiene necesidad de un aprendizaje para conocer su funcionamiento, cancela la pretendida naturalidad de la lengua. Por el contrario, la lengua es social. Cierra este punto mediante el ejemplo de un hombre privado del habla, que aún conserva la lengua: alguien que no puede hablar, un problema físico, un voto de silencio. Se pone en evidencia que lengua y habla son dos cosas bien diferentes. Una puede existir sin la otra. “2º La lengua, distinta del habla, es un objeto que se puede estudiar separadamente. Ya no hablamos las lenguas muertas, pero podemos muy bien asimilarnos su organismo lingüístico. La ciencia de la lengua no sólo puede prescindir de otros elementos del lenguaje, sino que sólo es posible a condición de que estos otros elementos no se inmiscuyan.”

Lo que hallamos planteado en este punto no es ni más ni menos que un problema metodológico. Lengua y habla están sumamente interrelacionadas, pero Saussure trata de demostrar que, metodológicamente, se las puede tratar por separado. Él pone, para ello, el ejemplo de alguien que aprende una lengua muerta como el latín. Aunque Dicha lengua ya no se habla sino en situaciones extremadamente ritualizadas, esto no impide que se la entienda e incluso se la estudie. Si “la lengua, distinta del habla, es un objeto que se puede estudiar separadamente” es porque desde el punto de vista metodológico es posible separar lo que en la experiencia aparece indisolublemente unido. “Mientras que el lenguaje es heterogéneo, la lengua así delimitada es de naturaleza homogénea: es un sistema de signos en el que sólo es esencial la unión del sentido y de la imagen acústica, y donde las dos partes del signo son igualmente psíquicas.”

Ya vimos por qué la lengua es homogénea: el conjunto de convenciones es el mismo en todos los hablantes y estas se manifiestan como un sistema altamente estructurado. Cabe señalar en este pasaje una de las definiciones de lengua que el Curso aventura: es definida a través del signo. Si lo que se hereda son determinados significados, determinados significantes y determinadas uniones (y no otras) entre los mismos la lengua, por su condición de historicidad, es arbitraria. “La lengua, no menos que el habla, es un objeto de naturaleza concreta, y esto es gran ventaja para su estudio. Los signos lingüísticos no por ser esencialmente psíquicos son abstracciones; las asociaciones ratificadas por el consenso colectivo, y cuyo conjunto constituye la lengua, son realidades que tienen su asiento en el cerebro. ....”

Hay una insistencia en el autor: la lengua es de “naturaleza concreta”. Baste recordar el principio del capítulo en donde se enuncia que la lengua es un “objeto integral y concreto”. Todorov y Ducrot (Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje) nos advierten que los neogramáticos le temen a las grandes explicaciones filosóficas porque su divorcio del dato puramente empírico. Lo abstracto, como ya dijimos, no existe. Saussure, no lo olvidemos, tiene una formación de neogramático.

30

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Sin embargo, más allá de su formación, hay dos elementos en los que se apoya Saussure para sostener la concreción de la lengua: la lengua es concreta porque los hablantes operan con ella (hablan), la lengua es concreta porque existe como un conjunto de convenciones homogéneas, un sistema que se puede observar y describir. § 3. LUGAR DE LA LENGUA EN LOS HECHOS HUMANOS. LA SEMIOLOGÍA “Estos caracteres nos hacen descubrir otro más importante. La lengua, deslindada así del conjunto de los hechos del lenguaje, es clasificable entre los hechos humanos, mientras que el lenguaje no lo es. Acabamos de ver que la lengua es una institución social, pero se diferencia por muchos rasgos de las otras instituciones políticas, jurídicas, etc. Para comprender su naturaleza peculiar hay que hacer intervenir un nuevo orden de hechos. La lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y por eso comparable a la escritura, al alfabeto de los sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas de cortesía, a las señales militares, etc., etc. Sólo que es el más importante de todos los sistemas. Se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. Tal ciencia sería parte de la psicología social, y por consiguiente de la psicología general. Nosotros la llamaremos semiología (del griego semēion ‘signo’). Ella nos enseñará en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan. Puesto que todavía no existe, no se puede decir qué es lo que ella será; pero tiene derecho a la existencia, y su lugar está determinado de antemano. La lingüística no es más que una parte de esta ciencia general. Las leyes que la semiología descubra serán aplicables a la lingüística, y así es como la lingüística se encontrará ligada a un dominio bien definido en el conjunto de los hechos humanos.” (los subrayados son nuestros)

Saussure no sólo postula la lingüística, sino también la semiología como ciencia. La palabra “semiología” procede de la transliteración del griego semēion, que significa “signo”. La semiología sería entonces la ciencia que estudia todos los signos, de la cual, dice Saussure, la lingüística debería de ser una subdisciplina, ya que estudia un signo en particular. Esto último será retomado por el autor en el capítulo de la arbitrariedad de la arbitrariedad del signo. Dos cosas respecto a este parágrafo: la primera es que, cuando Saussure habla de signo, él llama signo a aquello que tiene cierto grado de convencionalidad. Determinados autores hacen la diferencia entre signo o señal y síntoma o indicio. El síntoma o indicio es algo natural, como el hecho de tener más 37º de temperatura corporal que indica al médico algún tipo de anomalía posible. Asimismo, para el meteorólogo, por ejemplo, cuando hay determinado tipo de nubes, es un indicio de una alta probabilidad de lluvia. Por ende, el síntoma o el indicio es un hecho que ocurre en la naturaleza. En cambio, un signo o señal es, como afirma Prieto, un “indicio” creado con cierto propósito. En ese sentido, es tan signo un signo lingüístico como el escudo nacional, la balanza (que representa a la justicia), o el bastón blanco (con que se identifica a los no videntes). En tanto vivimos en un mundo de signos somos seres hermenéuticos; estamos continuamente interpretando signos: al llegar a una esquina, por ejemplo, nos fijamos en la luz del semáforo antes de cruzar. Es por esto que a Saussure le sorprende que no exista ninguna ciencia que dé cuenta de este fenómeno.

31

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Los signos tienen, entonces, siempre, cierto grado de convencionalidad. Convenimos, por ejemplo, que el bastón de un ciego sea blanco y no verde. Por otro lado, decir que son convenidos es lo mismo que decir que son arbitrarios. Ahora bien, hay distintos grados de arbitrariedad. Por ejemplo, el hecho de que en los baños públicos de nuestro país se represente en la puerta al usuario previsto o bien con un ícono que representa a una persona del sexo femenino gracias a lo que entendemos como una pollera o que se represente a una del sexo masculino con un dibujo que simula un pantalón es arbitrario. Basta con observar una clase en pleno invierno: las muchachas presentes difícilmente lleven pollera. Lo más frecuente es que todos tengan pantalones. Podríamos, incluso, afirmar que el ícono dominante es la pollera. En efecto, es mucho más significativo el hecho de que en nuestra sociedad, la falda es algo que nunca llevaría, en condiciones normales un hombre. Podríamos decir que es una representación de carácter negativo. De todas maneras, este ejemplo trata de ilustrar que representar a una persona del sexo femenino con una pollera tiene cierto grado de arbitrariedad ya que las mujeres también usan con mucha frecuencia, y sobre todo en invierno, pantalones. Lo mismo podríamos ilustrar con el bastón de un ciego. Dicho bastón suele tener no solo cierta forma particular (se pliega, etc.) sino que es, por lo general, blanco. Es decir, se ha convenido un color y no otro. En ambos casos, la convención es transparente. Como ya dijimos, en el primer caso la convención supone el hecho de que los hombres, en situaciones normales, no llevan falda. En el segundo, el color refiere al hecho de que el no vidente debe ser identificado rápidamente, sobre todo en una multitud (por ejemplo en el abordaje a un metro en las grandes ciudades). En efecto, somos los videntes quienes lo tenemos que identificar, esquivar, facilitar su acceso al lugar requerido. Podríamos preguntarnos por qué no se ha elegido otro color, el amarillo, por ejemplo, ya que es particularmente llamativo. Probablemente se haya pensado en el hecho de que no todas las personas que ven, ven claramente los colores. El blanco se torna, entonces, un elemento identificador inequívoco. Ambos ejemplos tratan de mostrar, entonces, un cierto grado de arbitrariedad. Sin embargo, esta arbitrariedad es susceptible de ser explicada. Es decir, se puede argumentar por qué se elige una representación icónica y no otra, se puede argumentar por qué se elige un color y no otro. El signo lingüístico, es totalmente arbitrario. En efecto, no hay ninguna razón para que un significante evoque a un significado y no a otro. Es decir, si en el conjunto de signos que constituyen la lengua hay determinados significantes y no otros y hay determinados significados y no otros y, por último, determinados significantes evocan determinados significados y no otros, es porque dichas relaciones se nos imponen históricamente. “Padecemos” esas relaciones y no otras por una circunstancia histórica: parafraseando a Saussure, decimos hombre y perro porque nuestros padres ya decían hombre y perro. No hay ninguna otra razón, no hay un porqué, no hay una causa a favor o en contra de la que podamos argumentar nada. Ahora bien, si para ser signo, el requisito que se exige es que haya cierto grado de arbitrariedad en la relación existente entre significado y significante, cuanto más arbitraria es esta relación, más fuerte es su condición sígnica. El signo lingüístico es el más arbitrario, es el signo más signo de todos, es, por ende el más semiológico de todos. Varias consecuencias se derivan de este planteo. En primer lugar, Saussure presenta la semiología como una subdisciplina de la psicología social. Recordemos que al autor le interesa lo psicológico que tenemos de 32

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

común y no lo que tenemos de individual. Todo signo es susceptible de ser interpretado, en cierto sentido, inequívocamente por todos de cierta manera. De otra forma, la incomprensión sería total. En segundo lugar, presenta la lingüística como una subdisciplina de la semiología. Esto es posible ya que la segunda estudia todos los signos en el seno de la vida social y la primera un signo en particular, el signo lingüístico. Como corolario, los principios que rijan a la semiología regirán también a la lingüística. En tercer lugar, y esto termina de desarrollarse en el capítulo que se dedica a la arbitrariedad, surge de su razonamiento una consecuencia en cierto sentido paradojal (que el propio autor plantea): a pesar de ser la lingüística una subdisciplina de la semiología, es su modelo por tener el signo más semiológico de todos, es decir, el más arbitrario. Por otro lado, y esto no es realmente menor, cualquier signo (no sólo el lingüístico) es susceptible de ser interpretado lingüísticamente. Ahora bien, Saussure, ante hechos tan evidentes, por lo menos desde un punto de vista racional, se hace la siguiente pregunta: si es tan claro que el ser humano es un ser interpretador por naturaleza, ¿por qué no surgió la semiología con anterioridad a su planteo? Para el ginebrino existieron determinadas causas históricas que impidieron la aparición de la semiología. “Al psicólogo toca determinar el puesto exacto de la semiología; tarea del lingüista es definir qué es lo que hace de la lengua un sistema especial en el conjunto de los hechos semiológicos. Más adelante volveremos sobre la cuestión; aquí sólo nos fijamos en esto: si por vez primera hemos podido asignar a la lingüística un puesto entre las ciencias es por haberla incluido en la semiología. ¿Por qué la semiología no es reconocida como ciencia autónoma, ya que tiene como las demás su objeto propio? Es porque giramos dentro de un círculo vicioso: de un lado, nada más adecuado que la lengua para hacer comprender la naturaleza del problema semiológico; pero, para plantearlo convenientemente, se tendría que estudiar la lengua en sí misma; y el caso es que, hasta ahora, casi siempre se la ha encarado en función de otra cosa, de otros puntos de vista.” (el destacado es nuestro)

Como se puede observar, Saussure plantea que una de las causas es el hecho de que no haya aparecido hasta ese momento la lingüística. En efecto, es justamente la lingüística la que permite dar cuenta de que existe el hecho semiológico. La lingüística pone en primer lugar a la lengua, la lengua pone en evidencia al signo lingüístico, el más arbitrario de todos los signos. Como consecuencia se pone en evidencia el hecho semiológico. Dicho hecho consiste en que el signo, para ser signo, debe tener cierto grado de convencionalidad. Se desencadena entonces una segunda pregunta: ¿y por qué no ha surgido hasta ahora la lingüística? He aquí su razonamiento. “Tenemos, en primer lugar, la concepción superficial del gran público, que no ve en la lengua más que una nomenclatura, lo cual suprime toda investigación sobre su naturaleza verdadera.”

Saussure nos dice que lo que impide la aparición de la lingüística, en primer, lugar es la concepción del “gran público”. Cuando el autor habla de “gran público” hace referencia a la gente en general y a la concepción que ésta tiene de la lengua. El gran público entiende que la lengua es una nomenclatura. Este tema nos va a llevar un gran

33

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

esfuerzo, ya que se trata de un tema esencial; todo el libro de Saussure está dedicado a demostrar que la lengua no es una nomenclatura sino, por el contrario, un sistema de signos. Se puede ilustrar lo que es una nomenclatura con ejemplos más conocidos que los que específicamente trata el autor. La palabra “nomenclatura” es un término que se utiliza, entre otras cosas, en la química. Para un conjunto de elementos, existe un conjunto de nombres que claramente los designan. A este conjunto de elementos le corresponden, en una relación inequívoca, uno a uno, un conjunto de nombres como las etiquetas a un frasco cuando queremos identificar su contenido. Tómese en cuenta que los nombres, no designan en realidad los elementos, sino una representación abstracta de los mismos. En efecto, el símbolo Li no designa este o aquel litio, sino el concepto de litio. Dada una lista de elementos dados de antemano, hay una lista de nombres con que se los identifica. Quizás otro ejemplo, el nomenclátor de las calles de una ciudad, pueda ser todavía más esclarecedor. Es altamente imprevisible que, dado un nombre al que se le quiere rendir homenaje, el gobierno de una ciudad decida crear una calle para que tome dicho nombre y sea recordado. En general el proceso es al revés: cuando surgen barrios nuevos (por ejemplo en nuestro país), las calles son identificadas primariamente por nombres muy generales (oficial 1, oficial 2, etc.) para luego, llevar el nombre de alguien que, para el gobierno de turno, merece ser homenajeado y, por consiguiente, recordado. Este ejemplo, como el anterior, trata de mostrar que las entidades (en el caso anterior conceptos, en este cosas) están dadas de antemano y los nombres se les adosan como etiquetas a un frasco. La concepción nomenclaturista del “gran público” no es azarosa. De hecho, en el episodio bíblico en el cual Dios crea a los animales para que Adán les ponga nombre (Génesis 2:19-20) presenta esta concepción que es, incluso, parafraseada en varios episodios de la literatura universal (cf. la peste del insomnio y del olvido en “Cien años de soledad” en donde Aureliano tiene que etiquetar las cosas para poder recordar qué son y cuál es su utilidad, esfuerzo vano cuando olvide leer). La concepción de la lengua como una nomenclatura supone, o bien que hay una lista de cosas universalmente dadas para las cuales cada lengua asigna un nombre, o, en el mejor de los casos, que hay una lista de conceptos universalmente dados para los cuales cada lengua asigna un nombre. En consecuencia, los nombres serían algo así como “etiquetas” de las cosas o “etiquetas” de los conceptos, de lo que se deduce que traducir (llevar de una lengua a la otra) sería meramente un cambio de “etiqueta”. O sea, que la relación que existe entre las “etiquetas” y las cosas sería una relación simple. Esta concepción es, para el autor, totalmente equivocada. Allí donde el inglés dice WENT, en el español puede decirse FUE o IBA. En el inglés hay sólo una posibilidad, mientras que en el español hay dos. Es decir que traducir un texto supone interpretarlo, y esto no sucedería nunca si las lenguas fueran una nomenclatura. Dicho de otra manera, toda traducción es una interpretación. Del mismo modo, las diferencias de género que hace el español, independientes de las entidades sexuadas en el mundo real, son de total indiferencia para el inglés. No hay, en ninguna lengua, nada dado de antemano. Cada lengua constituye un orden propio, independiente del orden de otra lengua y del mundo. Hay un problema que se le plantea al autor en relación con el concepto: en tanto unidad de pensamiento los conceptos pueden ser los mismos para un chino, un hindú, un jamaiquino, etc.; todos podemos elaborar los mismos conceptos desde el momento en que 34

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

tenemos la misma estructura neuronal, desde el momento en que somos seres humanos. Lo que no podemos tener son los mismos significados si no tenemos la misma lengua. Es por esta razón que Saussure termina cambiando el término “concepto” por la de “significado”. En otras palabras, aunque exista el significado “árbol” en el español y el significado “TREE” en el inglés, dichos significados no se constituyen como dos etiquetas intercambiables para la misma entidad. En el español, “árbol”, entre otras cosas, supone la idea de masculino, así como “rama” supone la idea de femenino. Se trata de un significado gramatical de la palabra que no existe en el inglés. La intraducibilidad de estos significados hace evidente el hecho de que una lengua no es una nomenclatura. “Luego viene el punto de vista del psicólogo, que estudia el mecanismo del signo en el individuo. Es el método más fácil, pero no lleva más allá de la ejecución individual, sin alcanzar al signo, que es social por naturaleza.”

El punto de vista del psicólogo es, para Saussure, también insuficiente. Aunque el autor refiera insistentemente a una “psicología social”, que tiene en cuenta aquello que compartimos y no lo estrictamente individual (en el sentido actual, nuestra historia de vida), el psicólogo está más pendiente de aquello que, aunque común, se manifiesta en nosotros en tanto individuos. Lo social aparece desdibujado. “O, por último, cuando algunos se dan cuenta de que el signo debe estudiarse socialmente, no retienen más que los rasgos de la lengua que la ligan a otras instituciones, aquellos que dependen más o menos de nuestra voluntad; y así es como se pasa tangencialmente a la meta, desdeñando los caracteres que no pertenecen más que a los sistemas semiológicos en general y a la lengua en particular. Pues el signo es ajeno siempre en cierta medida a la voluntad individual o social, y en eso está su carácter esencial, aunque sea el que menos evidente se haga a primera vista.”

El tercer gran impedimento que tiene la lingüística para aparecer es, entonces, según Saussure, que aquellos que se han percatado de la importancia de lo social en la lengua han equiparado a la misma con cualquier otra institución, y no han visto qué tiene la lengua como institución peculiar. La lengua no es cualquier institución, es la más arbitraria de todas, la única que no se puede cambiar a voluntad, porque es una institución que se nos impone históricamente: históricamente se han generado determinados significados y no otros, históricamente se han generado determinados significantes y no otros, e históricamente se han generado determinadas relaciones y no otras. Cuando el individuo nace ese proceso ya se ha dado y simplemente se le impone con la fuerza de aquello que lo precede. Como se ha señalado, cuanto más arbitraria es una institución más semiológica es. “Así, el carácter no aparece claramente más que en la lengua, pero también se manifiesta en las cosas menos estudiadas, y de rechazo se suele pasar por alto la necesidad o la utilidad particular de una ciencia semiológica. Para nosotros, por el contrario, el problema lingüístico es primordialmente semiológico, y en este hecho importante cobran significación nuestros razonamiento. Si se quiere descubrir la verdadera naturaleza de la lengua, hay que empezar por considerarla en lo que tiene de común con todos los sistemas del mismo orden; factores lingüísticos que a primera vista aparecen como muy importantes (por ejemplo, el juego del aparato fonador) no se deben considerar más que de segundo orden si no sirven más que para distinguir a la lengua de los otros sistemas. Con eso no solamente se esclarecerá el problema lingüístico, sino que, al considerar los ritos, las

35

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

costumbres, etc., como signos, estos hechos aparecerán a otra luz, y se sentirá la necesidad de agruparlos en la semiología y de explicarlos por las leyes de esta ciencia.”

Por último, y como consecuencia de lo anterior, Saussure concluye el capítulo diciendo que, a la luz de lo mencionado, entidades que, a primera vista parecen relevantes como el sonido-, en realidad no lo son. Lo importante de la lengua es su carácter semiológico (lo compartido con otros sistemas de signos). Mientras lo semiológico se manifieste, que se materialice en dibujos, sonidos, luces, etc., no tiene relevancia. La lengua es forma y no substancia. CAPÍTULO IV DE LA INTRODUCCIÓN DEL “CURSO DE LINGÜÍSTICA GENERAL” LINGÜÍSTICA DE LA LENGUA Y LINGÜÍSTICA DEL HABLA “Al dar a la ciencia de la lengua su verdadero lugar en el conjunto del estudio del lenguaje, hemos situado al mismo tiempo la lingüística entera. Todos los demás elementos del lenguaje, que son los que constituyen el habla, vienen por sí mismos a subordinarse a esta ciencia primera, y gracias a tal subordinación todas las partes de la lingüística encuentran su lugar natural. Consideramos, por ejemplo, la producción de los sonidos necesarios en el habla: los órganos de la voz son tan exteriores a la lengua como los aparatos eléctricos que sirven para transmitir el alfabeto Morse son ajenos a ese alfabeto; y la fonación, es decir, la ejecución de las imágenes acústicas, no afecta en nada al sistema mismo. En esto puede la lengua compararse con una sinfonía cuya realidad es independiente de la manera en que se ejecute; las faltas que puedan cometer los músicos no comprometen lo más mínimo esa realidad.”

Este capítulo comienza retomando el problema de la sustancia y la forma. Dos símiles dan cuenta ahora de este postulado. En efecto, el alfabeto Morse es independiente de los medios que se utilicen para transmitir mensajes cifrados en dicho alfabeto. En este sentido, el código Morse puede materializarse de múltiples formas (luces, sonidos, etc.). El segundo ejemplo que nos da Saussure no es tan feliz como el primero. Él compara la lengua con una sinfonía. Una sinfonía seguiría siendo “la misma” en manos de un mal intérprete o de un excelente intérprete (¿hasta qué punto podría reconocerse en manos de un pésimo intérprete?). En este sentido, habría ejecuciones de la lengua más felices que otras. Pero en realidad no se puede comparar la ejecución de la lengua con la de una sinfonía. No puede uno hablar mal el español, o se habla español o no se lo habla. De todas formas lo que se sugiere es que, lo que se reconoce en todos los casos, es un juego de relaciones que se independiza de cualquier ejecución individual. “A tal separación de la fonación y de la lengua se nos podrá oponer las transformaciones fonéticas, las alteraciones de sonidos que se producen en el habla y que ejercen tan profunda influencia en los destinos de la lengua misma. ¿Tendremos verdaderamente el derecho de pretender que una lengua en tales circunstancias existe independientemente de esos fenómenos? Sí, porque no alcanzan más que a la sustancia material de las palabras. Si afectan a la lengua como sistema de signos, no es más que indirectamente, por el cambio resultante de interpretación; pero este fenómeno nada tiene de fonético. Puede ser interesante buscar las causas de esos cambios, y el estudio de los sonidos nos ayudará en ello; pero tal cuestión no es esencial: para la ciencia de la

36

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

lengua, bastará siempre con consignar las transformaciones de sonidos y calcular sus efectos. Y esto que decimos de la fonación valdrá lo mismo para todas las otras partes del habla. La actividad del sujeto hablante debe estudiarse en un conjunto de disciplinas que no tienen cabida en la lingüística más que por su relación con la lengua.” (el destacado es nuestro)

Saussure tiene una formación neogramática. Una de las preocupaciones básicas de sus maestros es el cambio fonético. Este es, para ellos, mecánico (de origen articulatorio e inconsciente) y su acción es “ciega” (produce irregularidades). Es decir, para el contexto en que se formó, los cambios fonéticos son relevantes en la medida de que alteran la lengua. Una de las objeciones que el propio autor se plantea es, entonces, la posibilidad de que el hecho de que, si los cambios fonéticos son capaces de alterar la lengua, el sonido no sea tan irrelevante como parece. Sin embargo, para Saussure no todo cambio fonético es un cambio lingüístico. Varias son las consideraciones que están en juego. En primer lugar, hay cambios fonéticos realmente irrelevantes. Por ejemplo, en el español rioplatense se viene produciendo un cambio en la prepalatal reilada. En efecto, en algunos hablantes la prepalatal sonora /ž/ de /žubia/ y /žerba/ (“lluvia” y “yerba” dicho como lo decimos en el Río de la Plata y haciendo vibrar las cuerdas vocales) se ha ensordecido. En efecto, encontramos realizaciones de /šubia/ y /šerba/ (donde las cuerdas vocales no vibran: sonido parecido al del inglés en la palabra shoping, por ejemplo). Este constituye un cambio articulatorio (dejan de vibrar las cuerdas vocales) que tiene consecuencias fonéticas. Sin embargo, para Saussure, no constituye un cambio lingüístico. No produce ninguna reestructuración del sistema y por tanto es un cambio puramente material y no afecta el juego de relaciones existentes. La forma del sistema queda inalterada y los hablantes reconocen la misma palabra con independencia de su materialización fónica. En segundo lugar, hay cambios en el sistema que no tienen ninguna manifestación material. Veamos el siguiente ejemplo ya consignado en todas las gramáticas del español. Tradicionalmente tendemos a pensar que hay un pasado, “canté”, un presente, “canto” y un futuro “cantaré”. Sin embargo, no es frecuente la ocurrencia: “mañana compraré ese libro”. Se dice generalmente: “mañana voy a comprar ese libro”. La perífrasis voy + a + infinitivo ha desplazado a la forma tradicional del futuro. Por otro lado, cuando alguien pregunta sobre la edad de otra persona se suele escuchar como respuesta: “tendrá cuarenta años”. En este ejemplo, la forma “tendrá” ya no señala una entidad futura. El hablante modaliza su afirmación, es decir, plantea lo significado como posible. Equivale a “Calculo que tenga cuarenta años”. El llamado futuro actualmente se usa como un presente modal, condicional, de probabilidad en todo el mundo hispanohablante. Como el futuro por definición es lo que todavía no ha sucedido, lo que es meramente probable, tiene la capacidad de expresar la probabilidad aun en presente: “A esta hora Juan estará llegando a su casa”. Es decir, el sistema se reestructuró, la forma tradicionalmente considerada futuro es desplazada por una perífrasis y ella misma es usada, habitualmente, para expresar un presente dudoso. Hay cambios, relevantes en este caso porque reestructuran el sistema, que no implican una alteración fonética. Por último, tradicionalmente se ha dicho que el latín “lupus” del cambia al español “lobo”. Con esto se quiere consignar que el sonido /p/ del latín se convierte en el sonido /b/ del español. Esto quiere decir que una oclusiva sorda se transforma en una oclusiva sonora 37

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

en posición intervocálica. Por ende, el cambio del español al latín sería entonces un cambio fonético. No obstante, Saussure dice que esto, pensado así, sería una verdad a medias. Lo relevante para el autor, no es que en latín la palabra sea lupus y en español lobo. En realidad, la palabra lupus del latín tiene doce realizaciones posibles según la función sintáctica y el número, mientras que lobo, en español, tiene dos realizaciones posibles, singular y plural (loba a, estos efectos, es otra palabra). Lo que cambió es todo un juego de relaciones. Lo fonético se toma como una marca del cambio estructural y no al revés, dicho cambio fonético (el de lupus en lobo) es un emergente de que ha cambiado todo el sistema. conclusión: el cambio fonético no invalida la secundariedad del sonido en la lengua Saussure ha dejando en clara que el sonido (uno de los aspectos del habla) es irrelevante a la hora de definir la lengua. Sin embargo muestra que entre lengua y habla hay una relación de implicación muy fuerte y que, desde cierto punto de vista, una no se puede entender sin la otra “El estudio del lenguaje comporta, pues, dos partes: la una, esencial, tiene por objeto la lengua, que es social en su esencia e independiente del individuo; este estudio es únicamente psíquico; la otra, secundaria, tiene por objeto la parte individual del lenguaje, es decir, el habla, incluida la fonación, y es psicofísica. Sin duda, ambos objetos están estrechamente ligados y se suponen recíprocamente: la lengua es necesaria para que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos; pero el habla es necesaria para que la lengua se establezca; históricamente, el hecho de habla precede siempre. ¿Cómo se le ocurriría a nadie asociar una idea con una imagen verbal, si no se empezara por sorprender tal asociación en un acto de habla? Por otra parte, oyendo a los otros es como cada uno aprende su lengua materna, que no llega a depositarse en nuestro cerebro más que al cabo de innumerables experiencias. Por último, el habla es la que hace evolucionar a la lengua: las impresiones recibidas oyendo a los demás son las que modifican nuestros hábitos lingüísticos. Hay, pues, interdependencia de lengua y habla: aquella es a la vez el instrumento y el producto de ésta. Pero eso no les impide ser dos cosas absolutamente distintas.” (el destacado es nuestro)

Saussure plantea, entonces, una la relación bastante singular entre lengua y habla. En efecto, para el autor, es imposible pensar en un acto de habla que no responda a las reglas de la lengua. Por más original que un hablante sea en el uso de la lengua, otro lo entiende porque lo se dice podría, potencialmente haberlo dicho él. Es decir, si posee las mismas unidades y las mismas reglas, estas se reconocen en el otro cuando habla. Por otro lado, un acto de habla sin lengua no sería más que ruido, no transmitiría ningún significado convencional y no sería interpretable. Sin embargo, “el habla es necesaria para que la lengua se establezca.” Son los actos individuales los que van formando la convención en todos. Esto permite que la lengua se establezca en todos, aún cuando esta conlleve siempre un acto innovador. Basta que dicha innovación se comience a utilizar socialmente para que el acto de habla referido se convierta en lengua. A esto se refiere Saussure cuando dice: “el habla es la que hace evolucionar la lengua”. Son las prácticas individuales de los hablantes las que van formando la lengua aunque esas prácticas no serían posibles si la lengua no existiera. Por otro lado, “históricamente”, el acto de habla precede siempre. Es una relación de implicación muy fuerte. Este es un proceso no consciente. Es muy difícil que un 38

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

hablante pueda prever que un cambio por él producido tenga aceptación social, es decir, se convencionalice. Es decir, si esto sucede, es a pesar del hablante y no gracias a él. Es muy probable que, por ejemplo, si un hablante produce un cambio que reconoce después en los otros, piense que ese cambio ya existía y no lo haya escuchado antes. Respecto de cómo los cambios se imponen a pesar del hablante y no gracias a él es interesante poner como ejemplo a los “puristas” de la lengua. En efecto, esta es una posición frente al lenguaje muy particular. El estudioso se erige en juez y protesta frente al cambio, trata de normativizar, de decir qué está bien y qué está mal. Sin embargo, basta con observar este proceso con cuidado. Cuando la queja se hace presente es porque el cambio se ha producido y se ha impuesto. El purista no escapa a esta imposición porque lo rechaza. Si lo rechaza, es porque siente que se le ha impuesto y, aunque no haga un uso activo del mismo, no lo “use” cuando habla, tiene un uso pasivo del mismo. Si lo rechaza, es porque lo identifica, lo entiende. En otras palabras, la práctica del habla va construyendo determinadas convenciones que configuran la lengua. “Hay, pues, interdependencia entre lengua y habla: aquella es a la vez el instrumento y el producto de ésta.” “Aquella”, la lengua, es el “instrumento”, lo que hace posible el habla, pero, a su vez la lengua es el producto del habla porque de la actividad de hablar procede la lengua. Se confirma, entonces, que la separación entre lengua y habla es una separación metodológica. No obstante, en los hechos, lengua y habla son inseparables. “La lengua existe en la colectividad en la forma de una suma de acuñaciones depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos ejemplares, idénticos, fueran repartidos entre los individuos. Es, pues, algo que está en cada uno de ellos, aunque común a todos y situado fuera de la voluntad de los depositarios. Este modo de existencia de la lengua puede quedar representado por la fórmula:”

Este razonamiento se concluye retomando la idea de lengua como promedio. Los hablantes tienen aproximadamente la misma gramática (reglas para combinar los signos) y el mismo “diccionario” (los signos). En este pasaje la metáfora del diccionario es particularmente ilustrativa. Un diccionario, el inventario de signos de una lengua, da cuenta, frecuentemente, no solo del significado léxico de las unidades, sino de ejemplos que den cuenta de las ocurrencias posibles de esos signos. Es decir, se presentan en una combinatoria que explicita las reglas que los rigen. Los signos no son, entonces, el listado de los nombres de una nomenclatura. No son etiquetas que se adosan a los conceptos o a las cosas. El juego de relaciones que ellos presuponen, nunca podría estar ejemplificado en una simple nomenclatura. Por último, dos fórmulas quieren dar cuenta de la distinción entre lengua y habla. La primera fórmula representa a la lengua: 1 + 1 + 1 + 1 + 1 ... = I (modelo colectivo) Algunas observaciones de esta fórmula pueden ser esclarecedoras. En primer lugar la suma da cuenta, en los sumandos, de unidades similares (1, lo que cada hablante tiene internalizado). En segundo lugar, el resultado es también similar: es un uno romano que se lo interpreta como “modelo colectivo”. Es decir, la lengua es un promedio y no está completa más que en la masa.

39

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Por su lado se distingue del habla: “¿De qué modo está presente el habla en esta misma colectividad? El habla es la suma de todo lo que las gentes dicen, y comprende: a) las combinaciones individuales, dependientes de la voluntad de los hablantes; b) los actos de fonación igualmente voluntarios, necesarios para ejecutar tales combinaciones. No hay, pues, nada de colectivo en el habla; sus manifestaciones son individuales y momentáneas. En ella no hay nada más que la suma de los casos particulares según la fórmula:”

(1 + 1’ + 1’’ + 1’’’...) Los elementos propios del habla serían entonces, en primer lugar, las combinaciones individuales de cada hablante; y, en segundo lugar, los actos de fonación propios de cada hablante. Por ende, no hay nada de colectivo en el habla, porque es la suma de lo que todo el mundo dice. Esto queda expresado mediante una nueva fórmula que es necesario interpretar. Algunas observaciones sobre la misma. La suma no tene signo de igual ni resultado. Si los actos de habla son individuales, y por ende distintos, la suma parece imposible, o por lo menos forzada. Es una representación de la heterogeneidad del habla. Se puede observar, además, que esta suma está comprendida entre dos paréntesis: parece querer sugerirse que es una suma forzada, si los miembros están contenidos, es a la fuerza. Los puntos suspensivos parecen expresar, por su parte, que las emisiones individuales, en una comunidad, ni siquiera son inventariables en su totalidad ya que son innumerables. Sin embargo, por más distintos y originales que sean los actos de habla, todos proceden del modelo colectivo que es la lengua. En efecto, en la fórmula todos son “unos” (“1 + 1 + 1...”). No hay nada tan original ni nada tan individual que ya no esté previsto por las reglas de la lengua. Los “unos” representan lo que tienen en común dichos actos de habla, aún siendo diferentes (“todos son actos de habla del español, o actos de habla del japonés, etc.”). Todos se basan en las mismas reglas y en los mismos signos. Por consiguiente, aclara el autor: “Por todas estas razones sería quimérico reunir en un mismo punto de vista la lengua y el habla. El conjunto global del lenguaje es incognoscible porque no es homogéneo, mientras que la distinción y la subordinación propuestas lo aclaran todo. Tal es la primera bifurcación con que topamos en cuanto se intenta hacer la teoría del lenguaje. Hay que elegir entre dos caminos que es imposible tomar a la vez; tienen que ser recorridos por separado. Se puede en rigor conservar el nombre de lingüística para cada una de estas dos disciplinas y hablar de una lingüística del habla; pero con cuidado de no confundirla con la lingüística propiamente dicha, ésa cuyo objeto único es la lengua. Nosotros vamos a dedicarnos únicamente a esta última, y si, en el transcurso de nuestras demostraciones, tomamos prestada alguna luz al estudio del habla, ya nos esforzaremos por no borrar nunca los límites que separan los dos terrenos.”

CAPÍTULO V DE LA INTRODUCCIÓN DEL “CURSO DE LINGÜÍSTICA GENERAL” ELEMENTOS INTERNOS Y ELEMENTOS EXTERNNOS DE LA LENGUA

40

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

“Nuestra definición de la lengua supone que descartamos de ella todo lo que sea extraño a su organismo, a su sistema, en una palabra, todo lo que se designa con el término de ‘lingüística externa’. Esta lingüística externa se ocupa, sin embargo, de cosas importantes, y en ellas se piensa sobre todo cuando se aborda el estudio del lenguaje. Son, en primer lugar, todos los puntos en que la lingüística toca a la etnología, todas las relaciones que pueden existir entre la historia de una lengua y la de una raza o de una civilización (...) En segundo lugar hay que mencionar las relaciones entre la lengua y la historia política. Grandes hechos históricos, como la conquista romana, han tenido una importancia incalculable para un montón de hechos lingüísticos. La colonización, que no es más que una forma de conquista, transporta un idioma a medios diferentes, lo cual entraña cambios en ese idioma (...) Esto nos lleva a un tercer punto: las conexiones de la lengua con las instituciones de toda especie, la Iglesia, la escuela, etc. Estas, a su vez, están íntimamente ligadas con el desarrollo literario de una lengua, fenómeno tanto más general cuanto que él mismo es inseparable de la historia política (...) Por último, todo cuanto se refiere a la extensión geográfica de las lenguas y a su fraccionamiento dialectal cae en la lingüística externa (...)”

El objetivo principal, en el estudio de este capítulo, va a estar centrado en mostrar aquellos elementos que definen el orden interno de una lengua por oposición a aquellos otros, externos, que nada tienen que ver con el sistema propiamente dicho. “Creemos que el estudio de fenómenos lingüísticos externos es muy fructífero; pero es falso decir que sin ellos no se pueda conocer el organismo lingüístico interno. Tomemos como ejemplo los préstamos de palabras extranjeras: lo primero que se puede comprobar es que de ningún modo son un elemento constante en la vida de una lengua. Hay, en ciertos valles retirados, dialectos que, por así decirlo, jamás han admitido un solo término artificial venido de fuera. ¿Diremos que esos idiomas están fuera de las condiciones regulares del lenguaje, que son incapaces de darnos una idea de lo que es el lenguaje, y que esos dialectos son los que piden un estudio ‘teratológico’ por no haber sufrido mezcla? Pero, ante todo, las palabras de préstamo ya no cuentan como tales préstamos en cuanto se estudian en el seno del sistema; ya no existen más que por su relación y su oposición con las palabras que les están asociadas, con la misma legitimidad que cualquier signo autóctono.” (el destacado es nuestro)

Dos cosas queremos destacar al respecto. En primer lugar, el orden propio de una lengua es tal, que ni las palabras que entran en préstamo pueden escapársele. El lingüista tendrá que dar cuenta de este orden a través de la descripción de la lengua. En segundo lugar, y como corolario de lo anteriormente expuesto, “lingüística externa” y “lingüística interna” se corresponden, para el autor, en dos ciencias en tanto que sus objetos de estudio y sus métodos difieren. Veamos el caso de los préstamos. Palabras, signos, que a primera vista pueden considerarse “externas” al sistema, dejan de serlo en la medida de que son constreñidas por la lengua de arribo. En efecto, un ejemplo puede dar cuenta con más precisión de lo que aquí se está hablando. El español toma muchas palabras del inglés: chat, scanner, computadora, etc. Muchas palabras provenientes del inglés, como es el caso de las citadas, ingresan al español por un lenguaje técnico. Quizás los casos más notorios son los del fútbol y la informáticas. Ambos, han tenido una aceptación los suficientemente general para que el léxico se generalice, por distintas razones, muy rápidamente.

41

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Dos cosas, por lo menos, pueden dar cuenta en ambos casos del orden arbitrario que se le impone a estos términos. En el nivel fonológico, dichos términos pueden ser, por su uso popular, “absorbidos” por la fonología propia del español a tal punto que las reglas de escritura terminan respondiendo a las de la lengua de arribo y no a las de origen. Es el caso justamente de la palabra fútbol. Si se ha impuesto esta transcripción, es porque se la ha aceptado como una palabra del español y las reglas ortográficas dan cuenta de ello: una palabra grave terminada en cualquier consonante que no sea ni n ni s no lleva tilde. Es indudable que si los ámbitos académicos han registrado esta forma de representarla por escrito, es porque los hablantes del español la han sometido con anterioridad a un proceso de fonologización arbitrario, el de su propia lengua. Este proceso está vinculado inevitablemente al significante del signo en cuestión. En el nivel del significado, los signos sufren también un proceso de transformación que los somete a las reglas del español bajo las mismas restricciones de los términos autóctonos. Por ejemplo, ni la palabra football, ni la palabra scanner, ni la palabra computer tienen género en inglés por el hecho de que el inglés no hace distinción de género gramatical. En efecto, mientras que el español distingue para el significado del nombre el masculino y el femenino, el inglés no lo hace y esto se hace patente en la ocurrencia de un único determinante: the. Sin embargo, estas palabras, al ingresar al español, quedan sometidas a sus reglas y adquieren género: el fútbol, el escáner, la computadora. Como se ve, además, la adjudicación del género en español es arbitrario: la razón que dé cuenta de por qué la palabra fútbol adquiere en español el género masculino y la palabra computadora el femenino no está a la vista ni de los hablantes ni de los estudiosos de la lengua. Baste pensar en el hecho de que en otras variedades lingüísticas del español computadora es ordenador y es una palabra de género masculino. Estos ejemplos darían cuenta, entonces de los elementos internos y los externos de la lengua. Es externo al español cómo fue que estos términos entraron y por qué se generalizaron. Es interno, sin embargo, el hecho de que queden sometidos a reglas que en la lengua de origen les eran ajenas. Como decíamos, el aspecto interno y el externo de una lengua dan origen a dos ciencias distintas. “La mejor prueba es que cada uno de ellos crea un método distinto. La lingüística externa puede amontonar detalle sobre detalle sin sentirse oprimida en el torniquete de un sistema. Por ejemplo, cada autor agrupará como mejor entienda los hechos relativos a la expansión de una lengua fuera de su territorio; si se estudian los factores que han creado una lengua literaria frente a los dialectos, siempre se podrá echar mano de la simple enumeración; si se ordenan los hechos de un modo más o menos sistemático, eso será no más que por necesidades de claridad. Para la lingüística interna la cosa es muy distinta: la lingüística interna no admite una disposición cualquiera; la lengua es un sistema que no conoce más que su orden propio y peculiar.” (el destacado es nuestro)

Como se puede apreciar en el pasaje citado, los datos de la lingüística externa (quiénes hablan y dónde se habla el español, etc.) son recopilados y va a ser el investigador quien los ordene en forma sistemáticamente. Dichos datos por sí mismos no forman un sistema; quien los ordena es el investigador por razones de claridad expositiva.

42

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Por el contrario, la lingüística investiga sobre el orden propio de cada lengua, es decir, su constitución sistemática. Hay pues una caracterización de lengua como sistema. Saussure recurre, como es frecuente, a un ejemplo externo al lenguaje para explicar lo que se acaba de exponer. “Una comparación con el ajedrez lo hará comprender mejor. Aquí es relativamente fácil distinguir lo que es interno de lo que es externo: el que haya pasado de Persia a Europa es de orden externo; interno, en cambio, es todo cuanto concierne al sistema y sus reglas. Si reemplazo unas piezas de madera por otras de marfil, el cambio es indiferente para el sistema; pero si disminuyo o aumento el número de piezas tal cambio afecta profundamente a la ‘gramática’ del juego. Es verdad que para hacer distinciones de esta clase hace falta cierta atención. Así en cada caso se planteará la cuestión de la naturaleza del fenómeno, y para resolverlo se observará esta regla: es interno cuanto hace variar el sistema en un grado cualquiera.” (el destacado es nuestro)

En efecto, un historiador puede dar cuenta tanto del contexto histórico en que el juego surgió y cómo fue que se popularizó en Europa. Este conocimiento puede perfectamente prescindir de las reglas internas del juego. No es necesario saber jugar al ajedrez para dar cuenta del mismo. Del mismo modo, todos sabemos que hay excelentes jugadores de ajedrez (los niños que han sido campeones locales o en ligas mayores) que, aún conociendo perfectamente las reglas del juego, pueden desconocer su historia y su origen. Están en juego pues, dos “conocimientos” que, aunque se presuponen, son independientes uno del otro y se pueden estudiar por separado y con métodos distintos. Se agrega además, el problema de la sustancia, el cambio de una ficha por otra de otra forma y material no afecta al sistema siempre y cuando se convenga que las reglas que afectan a la sustituta siguen siendo las mismas que afectaban a la sustitudida. En rigor, nos dice el autor, el problema de la sustancia es indiferente a la gramática del juego, es decir, al orden interno que lo configura. A propósito de lo antedicho, estudiosos del lenguaje posteriores a Saussure harán la diferencia entre reglas regulativas y reglas constitutivas. Las primeras, dirán, traducibles a una orden (no matarás) se pueden violar y en efecto se violan constantemente; las segundas, interpretables como la descripción de un fenómeno constante (los sustantivos en español tienen significado de género) no pueden transgredirse. Si en un momento determinado del partido, un jugador de ajedrez empieza a mover sus peones en cualquier dirección y su contrincante lo acepta, se dirá no que dichos jugadores están jugando mal al ajedrez, sino que, en un momento del juego, dejaron de jugar al ajedrez aunque con las piezas que materialmente lo representan. La constante asimilación que el autor hace de la lengua con un juego ha sido tomada por varios críticos para dar cuenta del orden interno de un sistema, entre ellos, el francés O. Ducrot. NATURALEZA DEL SIGNO LINGÜÍSTICO Los materiales que conforman este capítulo fueron tomados del tercer curso que Saussure impartió en Ginebra y sobre él se pueden inferir datos de suma relevancia.

43

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

El tema comienza a darse el 2 de mayo y sus alumnos apuntan, en sus cuadernos, el mismo título que figura en este apartado: “Naturaleza del signo lingüístico”. No obstante, el 19 de mayo Saussure comienza un repaso de lo dado hasta ese momento y los alumnos, sorprendentemente, anotan: “La legua como sistema de signos”. La crítica ha deducido de este hecho que el interés del autor no está en el signo propiamente dicho sino en la lengua. Dos elementos parecen avalar esta interpretación, uno de carácter general que supone la concepción en la cual la teoría saussuriana se inscribe y otro más particular, el análisis del texto mismo. Respecto del primero podemos afirmar que, como el autor en otros pasajes del texto destaca, la relación de todo y parte es muy peculiar en una visión estructural, de tal forma, de que el todo necesariamente remite a la parte y la parte, necesariamente remite al todo. Respecto del segundo, no parece indiferente el hecho de que el capítulo comience haciendo una alusión directa al concepto de lengua: las lenguas no son nomenclaturas, son sistemas. Parece ser que el propósito del mismo es dar cuenta de esta tesis. Además, el mismo se estructura en tres partes fundamentales: consideraciones generales del signo, el principio de la arbitrariedad y el principio de la linealidad del significante. En la primera de estas partes, como se verá, la relación del todo con la parte, incluso dentro del propio signo, es de una importancia mayor. A este capítulo, sucede, además, otro: Inmutabilidad y del signo. De ello, permítanos sacar algunas conclusiones. Para Saussure existen dos y solamente dos principios el de la arbitrariedad y el de la linealidad del significante. Las otras dos, inmutabilidad y mutabilidad, no están en el mismo nivel, son tratadas, como dijimos, en capítulo aparte y se derivan de los principios. Vamos, a los efectos de esta presentación a llamarlas características del signo. Además, dichas características son consecuencia del primer principio que es, sin duda, el estructurador de la teoría. Agreguemos por último, que Saussure, inexorablemente, comienza hablando de la arbitrariedad del signo para culminar en la arbitrariedad de la lengua, comienza hablando de la linealidad en el signo para remitirnos a la combinabilidad en la lengua, comienza hablando la inmutabilidad y de la mutabilidad en el signo para, también, desembocar en la lengua. Es evidente, entonces, que la parte, en su teoría, es solo comprensible en relación con el todo de que forma parte. PRIMERA PARTE PRINCIPIOS GENERALES CAPÍTULO I NATURALEZA DEL SIGNO LINGÜÍSTICO § 1. SIGNO, SIGNIFICADO, SIGNIFICANTE “Para ciertas personas, la lengua, reducida a su principio esencial, es una nomenclatura, esto es, una lista de términos que corresponden a otras tantas cosas. Por ejemplo:”

: ARBOR

: EQUOS 44

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Esta concepción es criticable por muchos conceptos. Supone ideas completamente hechas preexistentes a las palabras (ver sobre esto pag. 191); no nos dice si el nombre es de naturaleza vocal o psíquica, pues arbor puede considerarse en uno u otro aspecto; por último, hace suponer que el vínculo que une un nombre a una cosa es una operación simple, lo cual está bien lejos de ser verdad. Sin embargo, esta perspectiva simplista puede acercarnos a la verdad al mostrarnos que la unidad lingüística es una cosa doble, hecha con la unión de dos términos.”

El primer parágrafo apunta a definir y jerarquizar conceptos de su teoría: signo, significado y significante. que de alguna manera ya están definidos en lo que dimos hasta ahora del curso de Saussure. Como se destacara antes, su primera mención es a “la concepción de la lengua como una nomenclatura”. Su teoría apunta a definir qué es la lengua, y la tesis de que es un sistema se opone radicalmente a la concepción nomenclaturista. Para ello parte de la concepción vulgar la lengua (la de la “gente común”). La lengua como nomenclatura supone que existen para todas las lenguas los mismos conceptos. Varios son los problemas que plantea esta concepción. 1. Por un lado por porque supone elementos preexistentes a las lenguas. Si los conceptos preexisten, ya están dados, la lengua no hace otra cosa que “etiquetarlos”. Sin embargo, esta concepción ingenua, y peligrosa, no es real. No hay nada de antemano que se imponga a la lengua. Cada lengua configura sus propios significados y sus propios significantes con independencia de los conceptos y de las cosas. Un ejemplo claro es el que se expuso respecto del inglés y el español. El hecho de que el español, como significado del nombre, haga una distinción que el inglés no hace, la distinción de género, es independiente del mundo y de lo que la gente piensa sobre él. Estas distinciones se nos imponen de forma arbitraria a los hispanohablantes y no a los angloparlantes. He aquí uno de los problemas fundamentales del autor: el término “concepto”, puede no ser fiel a dicha concepción. En efecto, nada impediría que, en tanto seres humanos pertenecientes a una misma cultura, hispanoparlantes y angloparlantes, pudiéramos tener los mismos conceptos. Es posible, entonces, considerar el concepto como una entidad extralingüística. Saussure se decide por significado. Dos cosas están en juego en esta decisión: los significados sí son impuestos como tales por cada lengua y se definen con independencia de los conceptos y las cosas que existen fuera de ellas. Esta precisión es presentada como parte de su esfuerzo de desustancialización de la lengua. Desde el punto de vista del significante se da un proceso similar. En efecto, el sintagma imagen acústica hace inevitablemente alusión al sonido. El término significante, sin embargo, solo define una función con independencia de la materia en que se realice. 2. En segundo lugar, en una nomenclatura, la relación entre las palabras y las cosas está presentada como una relación simple. En efecto, como se ha planteado en el punto no hay sinónimos entre las lenguas y los significados que están comprometidos en una lengua no coinciden con los de otra. Las relaciones que estas mantienen, entonces, como se ha lo aludido, no es una relación simple.

45

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Esto puede ser ejemplificado con la más simple de las traducciones. Si las lenguas fuesen nomenclaturas, la traducción podría darse término a término. Sin embargo, una pregunta del tipo How old are you? no es traducible al español como ¿cuán viejo sos? De hecho, lo que podría ser normal para un niño angloparlante de diez años, se vuelve casi ininterpretable, o por lo menos jocoso, para un niño hispanoparlante de la misma edad. La imagen acústica y el concepto “Hemos visto en la pág. ..., a propósito del circuito del habla, que los términos implicados en el signo lingüístico son ambos psíquicos y están unidos en nuestro cerebro por un vínculo de asociación. Insistamos en este punto. Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, no es el sonido material, cosa puramente física, sino su huella psíquica, la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; es imagen es sensorial, y si llegamos a llamarla ‘material’ es solamente en este sentido y por oposición al otro término de la asociación, el concepto, generalmente más abstracto. El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas aparece claramente cuando observamos nuestra lengua materna. Sin mover los labios ni la lengua, podemos hablarnos a nosotros mismos o recitarnos mentalmente un poema. Y porque las palabras de la lengua materna son para nosotros imágenes acústicas, hay que evitar el hablar de los ‘fonemas’ de que están compuestas. Este término, que implica una idea de acción vocal, no puede convenir más que a las palabras habladas, a la realización de la imagen interior en el discurso. Hablamos de sonidos y de sílabas de una palabra, evitaremos el equívoco, con tal que nos acordemos de qué se trata de la imagen acústica. El signo lingüístico es, pues, una entidad psíquica de dos caras que puede representarse por la siguiente figura: Concepto Imagen acústica

Estos dos elementos están íntimamente unidos y se reclaman recíprocamente. Ya sea que busquemos el sentido de la palabra latina arbor o la palabra con que el latín designa el concepto de ‘árbol’, es evidente que las vinculaciones consagradas por la lengua son las únicas que nos aparecen conformes con la realidad, y descartamos cualquier otra que se pudiera imaginar.” árbol

arbor

arbor

De la concepción de la lengua como nomenclatura lo que Saussure rescata solamente es que están en juego dos elementos. Sin embargo, estas dos entidades no son el significado y la “cosa”, sino la imagen acústica y el concepto. Tanto la imagen acústica como el concepto son psíquicos, lo que es lo mismo que decir, en palabras de Saussure, que ambos son sociales. Recuérdese que al autor lo que le interesa es aquello que compartimos y no lo que tenemos en particular. Intenta demostrar que son igual de psíquicos el concepto y la imagen acústica.

46

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

La representación icónica del signo que aparece en el libro tiene, como se puede apreciar dos flechas, una que va desde la imagen acústica al concepto y otra que va desde el concepto hacia la imagen acústica. Esto se corresponde con la siguiente afirmación: “estos dos elementos están íntimamente unidos y se reclaman recíprocamente”. Sin embargo, en las fuentes manuscritas, la flecha que va desde el concepto a la imagen acústica falta. Constituye un agregado de los editores. Podemos conjeturar que, como se verá en el capítulo referido al valor, lo que a Saussure le interesa es la función sígnica, es decir, la capacidad de un significante de evocar un significado: esta relación intrasígnica será conocida más adelante con el nombre de significación. Por otra parte, su manifestación es acorde con el concepto de arbitrariedad de la lengua. Los hablantes asumen dichos signos como si fueran la única realidad posible. No nos cansaremos de repetir que, aprender una lengua extranjera, consiste en someternos a un orden que registramos como ajeno. De ahí, su dificultad. “Esta definición plantea una importante cuestión de terminología. Llamamos signo a la combinación del concepto y de la imagen acústica: pero en el uso corriente este término designa generalmente la imagen acústica sola, por ejemplo una palabra (arbor, etc.). Se olvida que si llamamos signo a arbor no es más que gracias a que conlleva el concepto ‘árbol’, de tal manera que la idea de la parte sensorial implica la del conjunto. La ambigüedad desaparecería si designáramos las tres nociones aquí presentes por medio de nombres que se relacionen recíprocamente al mismo tiempo que se opongan. Y proponemos conservar la palabra signo para designar el conjunto, y reemplazar concepto e imagen acústica con significado y significante; estos dos últimos términos tienen la ventaja de señalar la oposición que los separa, sea entre ellos dos, sea del total de que forman parte. En cuanto al término signo, si nos contentamos con él es porque, no sugiriéndonos la lengua usual cualquier otro, no sabemos con qué reemplazarlo. El signo lingüístico así definido posee dos caracteres primordiales. Al enunciarlos vamos a proponer los principios mismos de todo estudio de este orden.”

Como adelantáramos, Saussure plantea que hay dos problemas en la terminología que ha manejado hasta aquí: la palabra “signo” muchas veces se utiliza para denominar la imagen acústica sola. En consecuencia, él propone usar la palabra “signo” para la totalidad, así como para la imagen acústica la palabra “significante” y para el concepto la palabra “significado”. Con esto último Saussure logra una precisión terminológica, no sólo un mero cambio de nomenclatura científica. En primer lugar, los tres elementos en juego tienen una raíz común (signo, significante y significado, por lo que se entiende, tienen como raíz el verbo “significar”), lo que muestra la íntima relación que poseen entre sí. Por otro lado, “significante” es el participio activo del verbo “significar”, y “significado” es el participio pasivo. De ello se entiende que uno presupone al otro. Por último y como señalamos ya, el término imagen acústica supone la presencia del sonido, mientras que significante no. Asimismo, el término concepto evoca a pensamiento y mientras que el término significado no. El autor logra desustancializar la lengua, logra expresar las dos partes que componen el signo lingüístico por la función que cumplen con independencia a cualquier cosa exterior a él. Esta es una concepción estructural del signo, ya que las partes se definen en relación al todo, y el todo en relación a las partes.

47

FERDINAND DE SAUSSURE

Lamentablemente, cuando terminológica parece desdibujarse.

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

comienza

el

primer

principio

esta

precisión

§ 2. PRIMER PRINCIPIO: LO ARBITRARIO DEL SIGNO “El lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien, puesto que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un significante con un significado, podemos decir más simplemente: el signo lingüístico es arbitrario. Sí, la idea de sur no está ligada por relación alguna interior con la secuencia de sonidos s-u-r que le sirve de significante; podría estar representada tan perfectamente por cualquier otra secuencia de sonidos. Sirvan de prueba las diferencias entre las lenguas y la existencia misma de lenguas diferentes: el significado ‘buey’ tiene por significante bwéi a un lado de la frontera franco-española y böf (boeuf) al otro, y al otro lado de la frontera francogermana es oks (Ochs).”

Se expresa en este principio que no hay nada del significado “sur” que tenga que ver con el significante “sur”. Algunas precisiones, sin embargo, son relevantes. En primer lugar, los editores, en forma desprolija, vuelven a hablar de “idea” y de “sonidos” con total indiferencia de las precisiones hechas en el apartado anterior. Es justamente este tipo de desprolijidades lo hace del Curso un libro de muy difícil lectura. Es probable que los alumnos, fieles a las palabras del maestro hayan tomado ejemplos que desde el punto de vista didáctico estaban claros en el transcurso de una clase y no así cuando quedan por escrito. En segundo lugar, el ejemplo, tal cual es presentado por los editores, también es malo. En efecto, el mismo nos sugiere que para tres significantes distintos, bwéi, böf y oks hay un único significante, bwéi dado de antemano. Esto rebatiría todo lo dicho antes ya que presentaría las lenguas como nomenclaturas. Este ejemplo, sin embargo, es a su vez rebatido por los que presenta en su “teoría del valor” donde demuestra claramente que las lenguas no son nomenclaturas. Pensemos en él como en un recurso didáctico que los editores no supieron obviar. Las conclusiones, sin embargo, son de la mayor importancia. Este principio fundamenta, efectivamente, la existencia de las distintas lenguas. Ahora bien, intentemos desarrollar este punto. De todos los significados que el español podría llegar a elegir, por ejemplo, y, de todos los significantes que el español podría tener (que en teoría son infinitos), el español se quedó con unos y descartó otros tantos. ¿Por qué? Hubo un proceso histórico que así lo determina. Los hispanohablantes operamos con los signos estaban al nacer. Estos se nos imponen de forma arbitraria. Para Saussure históricamente se generan determinados significantes, históricamente se generan determinados significados e históricamente se generan determinados lazos entre significantes y significados. Nada está dado de antemano. Este proceso es totalmente arbitrario. En una lengua son arbitrarios los significantes, los significados y las relaciones que hay entre ellos. Algunos autores, parafraseando al mismo autor, afirman que para Saussure el signo lingüístico es radicalmente arbitrario.

48

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

“El principio de lo arbitrario del signo no está contradicho por nadie; pero suele ser más fácil descubrir una verdad que asignarle el puesto que le toca. El principio arriba enunciado domina toda la lingüística de la lengua; sus consecuencias son innumerables. Es verdad que no todas aparecen a la primera ojeada con igual evidencia; hay que darles muchas vueltas para descubrir esas consecuencias y, con ellas, la importancia primordial del principio.”

Encontramos una extraña afirmación en este pasaje. Saussure dice que este principio no está contradicho. En principio, esta afirmación no es real. Platón, por ejemplo, en uno de sus diálogos, El Cratilo supone una relación fuerte entre la palabra y la cosa. Es dudoso que el ginebrino no conozca, por lo menos, a Platón. Tenemos que atribuir a este pasaje una de las tantas lagunas que dejan las fuentes manuscritas. Es decir, probablemente no estuviera contradicho por nadie este principio, en el contexto en que se estaba desarrollando el curso que dictaba. Sin embargo, parece mucho más relevante lo segundo: el lugar que Saussure le da al principio. Domina toda la lingüística de la lengua. Es, entonces, el principio estructurador de toda su teoría. “Una observación de paso: cuando la semiología esté organizada se tendrá que averiguar si los modos de expresión que se basan en signos enteramente naturales –como la pantomima- le pertenecen de derecho. Suponiendo que la semiología los acoja, su principal objetivo no por eso dejará de ser el conjunto de sistemas fundados en lo arbitrario del signo. En efecto, todo medio de expresión recibido de una sociedad se apoya en principio en un hábito colectivo o, lo que viene a ser lo mismo, en la convención. Los signos de cortesía, por ejemplo, dotados con frecuencia de cierta expresividad natural (piénsese en los chinos que saludan a su emperador prosternándose nueve veces hasta el suelo), no están menos fijados por una regla; esa regla es la que obliga a emplearlos, no su valor intrínseco. Se puede, pues, decir que los signos enteramente arbitrarios son los que mejor realizan el ideal del procedimiento semiológico; por eso la lengua, el más complejo y el más extendido de los sistemas de expresión, es también el más característico de todos; en este sentido la lingüística puede erigirse en el modelo general de toda semiología, aunque la lengua no sea más que un sistema particular.”

Una digresión da cuenta de la importancia del primer principio. Saussure vuelve al tema de que hay signos que son más arbitrarios que otros. Para ello se refiere a los signos de la pantomima, al saludo hacia el emperador en los chinos y al signo lingüístico. La elección de estos tres ejemplos deriva de que hay en ellos diferente grado de arbitrariedad. Tomemos el ejemplo de la pantomima. Cuando el mimo, v.g., hace que llora su signo, el menos arbitrario de los tres, posee cierto lazo de la naturalidad. En efecto, el gesto que hace el mimo se parece, “imita”, aunque de manera convencional, a la forma en que se suele llorar. La prosternación de los chinos, por su parte, es susceptible de ser explicada de manera racional. He aquí una posibilidad: existe en nuestras culturas una suerte de metáfora espacial por la cual se entiende que el que está arriba es el que manda y el que está abajo el que obedece. De dicha metáfora se expresa de muy diversas maneras: le besaría los pies (símbolo de humillación y respeto), le pisaría la cabeza (pretensión de poder sobre el otro), dependemos de nuestros superiores (jerarquía de mandos), etc. Sea como sea, es posible encontrar una explicación que proviene desde fuera del signo mismo, es decir, de la cultura. Hay entre el significante, la posternación, y el significado, la sujeción, una relación que es pasible de ser explicada. Sin embargo, no deja de ser más

49

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

arbitrario (aunque posiblemente explicable) el hecho de que los chinos se posternen nueve veces y no una. El signo lingüístico por el contrario, es el más arbitrario de todos, no tiene otra razón de ser que el de la convención que lo generó y esta, por su lado, solo es posible por el proceso histórico que lo genera. Si no hay ninguna razón por la que un significante evoque un significado y no otro, el signo lingüístico, al ser el más arbitrario de todos, es el que pone de forma más evidente la relación sígnica por excelencia: la arbitrariedad. El signo lingüístico es, entonces, el más signo de todos los signos. Como habíamos mencionado, entonces, en anterior oportunidad, la semiología tendría como signo modelo al signo lingüístico. Si bien la lingüística es una subdisciplina de la semiología, es a su vez su modelo porque en ella se da el hecho semiológico por excelencia: la total arbitrariedad. Por otra parte, Saussure tiene necesidad mostrar a qué se refiere con “arbitrariedad” y para ello opone signo a símbolo. “Se ha utilizado la palabra símbolo para designar el signo lingüístico, o, más exactamente, lo que nosotros llamamos el significante. Pero hay inconvenientes para admitirlo, justamente a causa de nuestro primer principio. El símbolo tiene por carácter no ser nunca completamente arbitrario; no está vacío: hay un rudimento de vinculo natural entre el significante y el significado. El símbolo de justicia, la balanza, no podría reemplazarse por otro objeto cualquiera, un carro, por ejemplo.”

Una balanza con dos platos a la misma altura evoca, en ciertas culturas la idea de justicia. Es decir, es posible explicar porqué se ha elegido la balanza y no otra cosa. En el símbolo hay un motivo por el cual yo elijo el significante. Un símbolo, entonces, no es arbitrario como un signo. Saussure restringe entonces, el significado de la palabra “arbitrario”. En efecto, esta palabra tiene, a criterio del autor, cierta peligrosidad. Arbitrario podría interpretarse de otra forma de la que él pretende. Es decir, si la relación entre significante y significado es arbitraria, podría llegarse a entender que un hablante, para un significado dado, podría elegir, arbitrariamente (caprichosamente), el significante que quisiera. Sin embargo, esto no es así, la libertad, ya lo vamos a ver, está acotada por la historicidad y arbitrario quiere decir en la teoría saussuriana algo bien definido: “La palabra arbitrario necesita también una observación. No debe dar idea de que el significante depende de la libre elección del hablante (ya veremos luego que no está en manos del individuo el cambiar nada en un signo una vez establecido por un grupo lingüístico); queremos decir que es inmotivado, es decir, arbitrario con relación al significado, con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural.” (el destacado es nuestro)

No hay pues, ningún motivo por el cual la un significante evoque a un significado. Cabe agregar aquí que Saussure, admite también, la existencia de signos relativamente arbitrarios. Si bien se va a referir a ellos en el capítulo del “Mecanismo de la lengua”, adelantemos este concepto. Los signos relativamente arbitrarios se forman a partir de reglas y de signos que ya están en la lengua. Así, si el signo limón es arbitrario y el sufijo –

50

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

ero es arbitrario, limonero (formado por la combinación de ambos y de acuerdo a reglas muy estrictas de la lengua, es relativamente arbitrario. Del mismo modo pasa con los diminutivos, por ejemplo, si los diminutivos fuesen todos distintos, no los podríamos recordar. Por ejemplo, el Cap. 68 de la novela Rayuela de Julio Cortázar empieza diciendo: “Apenas el le amalaba el noema ...” Una de las características del mismo es que existen en él muchas palabras ‘inventadas’ por el autor. El autor experimenta con lo que el lenguaje sugiere antes de con lo que dice. Tomemos por ejemplo la palabra “noema”. Es, en efecto, un neologismo de Cortázar. Sin embargo, ¿no sabemos nada de ella? Sí, “noema” es un sustantivo masculino. Su significado gramatical se desprende de su combinación sintagmática: está precedido por el artículo “el” y es el objeto directo del verbo “amalaba”. Sabemos, entonces, aunque no esté presente en la novela, el diminutivo del mismo. En efecto, basta con relacionarlo con un sustantivo similar, por ejemplo “poema”, para que nos demos cuenta de que su diminutivo es “noemita” como el de “poema” es “poemita”. Los signos relativamente arbitrarios se forman por asociación con otros, como en matemáticas los términos de una regla de tres. Quizás el ejemplo más perspicaz de Saussure es el del nombre de los números. Mientras los signos ingüísticos “diez” y “nueve” son arbitrarios, dice Saussure, “diecinueve”, es relativamente arbitrario. Póngase atención. Saussure no está hablando de los números, está hablando de los nombres de los números que son signos lingüísticos. En efecto, es imposible que en nuestra historia hayamos dicho u oído todos los nombres de los números porque son infinitos. Sin embargo, cualquier hablante del español sabrá que el nombre que corresponde por ejemplo a 5423 es “cinco mil cutroscientos veintitrés” con independencia de que lo haya dicho u oído antes. Esto es posible porque como hablantes aprendemos las reglas que nos permiten formar los nombres de los números. Sería imposible memorizarlos todos si no hubiera entre ellos alguna relación. Si esto es posible es porque la lengua es un sistema. Por último, Saussure se plantea un tema de rigor. Ha dicho que el principio de la arbitrariedad rige a toda la lengua. Si hubiera algún signo no arbitrario, su teoría caería ya que toda ella se edifica sobre este principio. Se plantea, entonces, las posibles objeciones: “Señalemos, para terminar, dos objeciones que se podrían hacer a este primer principio: 1ª Se podría uno apoyar en las onomatopeyas para decir que la elección del significante no siempre es arbitraria. Pero las onomatopeyas nunca son elementos orgánicos de un sistema lingüístico. Su número es, por lo demás, mucho menor de lo que se cree. Palabras francesas como fouet ‘látigo’ o glas ‘doblar de campanas’ pueden impresionar a ciertos oídos por una sonoridad sugestiva; pero para ver que no tienen tal carácter desde su origen, basta recordar sus formas latinas (fouet deriva de fagus ‘haya’, glas es classicum); la cualidad de sus sonidos actuales, o, mejor, la que se les atribuye, es un resultado fortuito de la evolución fonética. En cuanto a las onomatopeyas auténticas (las del tipo glu-glu, tic-tac, etc.), no solamente son escasas, sino que su elección ya es arbitraria en cierta medida, porque no son más que la imitación aproximada y ya medio convencional de ciertos ruidos (cfr. Francés ouaoua y alemán wauwau, español guau guau). Además, una vez introducidas en la lengua, quedan más o menos engranadas en la evolución fonética, morfológica, etc., que sufren las otras palabras (cfr. pigeon, del latín vulgar pipio, derivado de una onomatopeya): prueba evidente de que ha perdido algo de su carácter primero para adquirir el del signo lingüístico en general, que es inmotivado.”

51

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

El principio de la arbitrariedad puede ser cuestionado por dos tipos de palabras: las onomatopeyas y las exclamaciones. En primer lugar, cabe destacar que las onomatopeyas de una lengua son palabras. No hace referencia aquí, Saussure, a cualquier otro recurso fónico de la lengua. Esta es, en efecto, una primera restricción. Las palabras del español tienen sílabas y las sílabas vocales. Esto es ya, arbitrario. Asimismo, lo que Saussure llama “exclamaciones”, son en su mayoría interjecciones. Lo que el autor destaca de las onomatopeyas y de las interjecciones es que, a primera vista, el significante parece indicar el significado, esta relación parece tener algo de motivado, por lo que se podrían llegar a interpretar más como símbolos que como signos. Sin embargo, él va a tratar de rebatir esto último, porque, y como decíamos, siendo que la arbitrariedad el principio ordenador de la lengua y de la teoría, no podría haber palabras que no dieran cuenta de dicho principio. En primer lugar distingue dos tipos de onomatopeyas: 1) Onomatopeyas que se han formado casualmente en el devenir histórico de la lengua. 2) Onomatopeyas auténticas Saussure da dos tipos de argumentos que intentan avalar su teoría, los que podríamos llamar argumentos débiles y los que podríamos llamar argumentos fuertes Respecto de los primeros son dos: 1.las onomatopeyas son pocas en todas las lenguas y 2. no son elementos orgánicos de la lengua. En relación con 1, comentaremos que el hecho de que las onomatopeyas sean pocas en una lengua no impide que el primer principio se vea cuestionado. En efecto, si como ha planteado Saussure, este es un principio que domina “toda la lingüística”, su jerarquía es tal que no podría haber, se supone, ningún signo capaz de violarlo. Se entienden que todas las consecuencias de la teoría se derivan de él y, por tanto, quedarían invalidadas. En relación con 2, diremos que lo que se intenta decir es que no existe una categoría de palabras a las que podamos llamar “onomatopeyas”. En realidad, este es un efecto que se produce en la relación significante – significado que es capaz de atravesar toda la lengua. Así como existen sustantivos onomatopéyicos (tictac), también existen verbos (ronronear) y bien podrían existir adjetivos. Con esto, Saussure, está ya previendo el carácter arbitrario de las onomatopeyas en la medida de que no podemos prever en qué palabra se va a presentar el fenómeno ni por qué. Ahora bien, hay además palabras, y empezamos con los argumentos fuertes, que casualmente han sido interpretadas como onomatopeyas en el devenir histórico. Uno de los ejemplos que pone el autor, fouet (látigo) puede dar cuenta de este fenómeno. Esta palabra deriva del latín clásico, fagus. El desgaste fonético que va permitiendo el paso del permite, a su vez, una asociación del significante con el sonido del látigo en los franceses que responde a circunstancias fortuitas. Es decir, no hay ninguna relación necesaria entre el significante de dicho signo y el sonido que efectivamente hace el látigo al golpear. Esta asociación es totalmente convencional y, por tanto arbitraria, y si se les impone a los hablantes del francés es por efecto de la historicidad del término. Respecto a las onomatopeyas auténticas, se deben tomar en cuenta varias consideraciones. En primer lugar, no existen las mismas onomatopeyas en todas las 52

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

lenguas y, las que coinciden, difieren de una lengua a otra. Esto es un argumento en favor de la arbitrariedad. Es decir, por qué se convencionalizan en una lengua determinadas onomatopeyas y no otras es ya un hecho arbitrario. En inglés, por ejemplo, existen verbos onomatopéyicos, “to ring”, “to click, intraducibles al español. A lo sumo, el segundo de ellos constituye para nosotros un préstamo, clickear, que respeta más una onomatopeya propia del inglés que del español. Si la relación existente entre significado y significante fuera motivada, lo sería para ambas lenguas y podríamos, en ambos casos, encontrar ejemplos perfectamente paralelos y eso no sucede. Por otro lado, cuando las onomatopeyas tienen tal grado de generalidad que existen en más de una lengua, su convencionalización es distinta para las diferentes lenguas. Por ejemplo, la onomatopeya que representa el ladrido de los perros difiere para el español (guauguau), el inglés (bow wow) y el francés (ouah-ouah). Lo mismo ocurre para el canto del gallo como bien lo aclara Amado Alonso en nota a pie de página: quiquiriquí para el español, coquerico para el francés y cock-a-doodle-do para el inglés. Cada lengua elige los significantes que tiene a su disposición para producir estos efectos. Cada lengua tiene a su disposición unos significantes y no otros: estos han sido heredados e impuestos en cada comunidad y, este hecho, ya es arbitrario. Por último, las onomatopeyas sufren, como cualquier otra palabra, la acción del cambio fonético. Es decir, palabras que hoy son onomatopeyas pueden dejar de serlo. La palabra “pigeon” del francés, proviene de una onomatopeya del latín. Si el simbolismo de las onomatopeyas fuera tan radical como parece, estos cambios no se producirían. “2ª Las exclamaciones, muy vecinas de las onomatopeyas, dan lugar a observaciones análogas y no son más peligrosas para nuestra tesis. Se tiene la tentación de ver en ellas expresiones espontáneas de la realidad, dictadas como por la naturaleza. Pero para la mayor parte de ellas se puede negar que haya un vínculo necesario entre el significado y el significante. Basta con comparar dos lenguas en este terreno para ver cuánto varían estas expresiones de idioma a idioma (por ejemplo, al francés aïe!, esp. ¡ay!, corresponde el alemán au!). Y ya se sabe que muchas exclamaciones comenzaron por ser palabras con sentido determinado (cfr. fr. diable!, mordieu! = mort Dieu, etc.). En resumen, las onomatopeyas y las exclamaciones son de importancia secundaria, y su origen simbólico es en parte dudoso.”

Como se puede apreciar, con las exclamaciones (e interjecciones) pasa lo mismo que con las onomatopeyas. Sin embargo, Saussure agrega una elemento más en este caso: muchas provienen de palabras arbitrarias que pierden su sentido original. Su fuerza radica, se podría decir, en los matices afectivos que se derivan de su uso con independencia de cuál fue el motivo que los generó. Saussure pone un ejemplo en francés: “mordieu!”, que proviene de “mort Dieu” (“muera Dios”). Sin embargo, ya nadie atiende a su significado literal al momento de proferir dicha exclamación. Un ejemplo en español podría estar representado en la palabra “¡carajo!”. Ya nadie atiende tampoco a su significado original. La palabra “carajo”, en realidad, designa la parte del barco sobre el mástil en la cual iba el vigía. La canasta que lo contenía era tan inestable que luego de un par de horas quien estaba en ella volvía totalmente mareado. Parece haber sido un lugar de castigo en el barco por dichos efectos y de ahí la expresión “mandar al carajo”. Por otro lado, quizá por asociación con el palo mayor del

53

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

barco, es una de las tantas palabras que en algunas variedades del español se asocia al órgano sexual masculino. Probablemente, todos estos sentidos perduren, aunque de manera no consciente, en la variedad rioplatense. Sin embargo, la mayoría de los hablantes carecerían de argumentos si se les preguntase por qué es esta una “mala palabra” o por lo menos una expresión bastante fuerte y propia de la lengua coloquial. Se impone como tal a los hablantes de forma totalmente arbitraria. El autor concluye este apartado con la conclusión de que el carácter pretendidamente simbólico de las onomatopeyas y de las exclamaciones es, por lo argumentado, por lo menos cuestionable. § 3. SEGUNDO PRINCIPIO: CARÁCTER LINEAL DEL SIGNIFICANTE “El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve en el tiempo únicamente y tiene los caracteres que toma del tiempo: a) representa una extensión, y b) esa extensión es mensurable en una sola dimensión; es una línea.” .

Según este principio, lo que es lineal es el significante y no el significado ni tampoco el signo. Esta precisión va a cobrar especial importancia en el capítulo referido al mecanismo de la lengua. Saussure define la linealidad del significante diciendo que los signos son de naturaleza auditiva y se suceden unos a otros formando una línea en el tiempo, y que esta línea es mensurable en una sola dimensión. En consecuencia, no pueden ocurrir dos signos a la vez, una palabra se dice después de la otra. 6 Planteado así, este principio, en vez de regir la lengua, parecería regir el habla, porque, en el sistema, los signos no tienen un orden. Si efectivamente rige al habla, ¿por qué entonces Saussure le otorga una jerarquía tan importante dentro de la lengua? Esto parece explicarse en el segundo párrafo: “Este principio es evidente, pero parece que siempre se ha desdeñado el enunciarlo, sin duda porque se le ha encontrado demasiado simple; sin embargo, es fundamental y sus consecuencias son incalculables: su importancia es igual a la de la primera ley. Todo el mecanismo de la lengua depende de ese hecho (ver pág. 207).”

Los editores nos remiten a la pág. 207 del libro. En ella se presentan las relaciones sintagmáticas. Cuando se comienza a hablar de estas relaciones, lo primero que hace Saussure es recordar este principio. Ahora bien, las relaciones sintagmáticas son relaciones de los signos previstas por la lengua, aunque, como veremos, para el autor hay sintagmas que pertenecen a la lengua y sintagmas que pertenecen al habla. Si las relaciones sintagmáticas son relaciones previstas para los signos por la lengua, probablemente estas se puedan interpretar como la potencial combinabilidad de los signos. Jakobson, en este sentido, preferirá hablar del “eje de la combinación”. En este sentido, se puede entender que esta combinabilidad está reglada por la lengua, y numerosos ejemplos pueden dar cuenta de ello. 6

En este sentido habría dos cocepciones de tiempo en Saussure, el tiempo de la historia de una lengua o diacronía y el tiempo del discurso. 54

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

En efecto, basta contrastar dos lenguas para apreciar el fenómeno. En inglés, el adjetivo precede siempre al sustantivo (white horse), mientras que en español el orden es más libre. ¿Por qué sucede esto? Porque históricamente en inglés se han generado unas reglas y en español otras. Esto se nos impone de forma arbitraria. Es decir, el principio de la linealidad está regido por el de la arbitrariedad. Por otro lado, en español, el orden no es tan libre como parece. Si bien podemos decir tanto “caballo blanco” como “blanco caballo”, su ocurrencia no es indiferente. Hay por lo menos variaciones estilísticas: “blanco caballo” parece tener más marcado un uso literario que “caballo blanco”. En otros casos, el orden altera fuertemente el significado: “viejo amigo” / “amigo viejo”. Por último, hay adjetivos que en español van siempre pospuestos al sustantivo (“las decisiones presidenciales” pero no “las presidenciales decisiones”) y adjetivos que van siempre antepuestos al sustantivo (“nueve lunas” y no “lunas nueve”). Estos ejemplos intentan ilustrar que el orden en una lengua está fuertemente reglado con independencia de que los hablantes sepan o no conscientemente estas reglas. Sin embargo, los hablantes son incapaces de quebrantarlas. “Por oposición a los siguientes significantes visuales (señales marítimas, por ejemplo), que pueden ofrecer complicaciones simultáneas en varias dimensiones, los significantes acústicos no disponen más que de la línea del tiempo; sus elementos se presentan uno tras otro; forman una cadena. Este carácter se destaca inmediatamente cuando los representamos por medio de la escritura, en donde la sucesión en el tiempo es sustituida por la línea espacial de los signos gráficos”

En tercer lugar, Saussure opone los significantes acústicos a los visuales porque, mientras los acústicos necesariamente son sucesivos (una palabra viene necesariamente después de la otra: o hay sucesividad en el tiempo –habla- o en el espacio –escritura-, los significantes visuales pueden ser simultáneos. Veamos un ejemplo:

En esta señal, que quiere decir universalmente “no fumar”, vemos dos significantes visuales superpuestos. Si estuviera el cigarrillo solo querría decir “zona para fumadores”. Sin embargo, la barra que lo atraviesa significa negación. Lo mismo podría pasar con un letrero para peatones. Sin embargo, aunque los editores se hayan detenido en la simultaneidad de los elementos, lo fundamental sigue siendo el hecho de que la combinación esté reglada. En efecto, la barra de negación está convencionalmente aceptada en un lugar del círculo que atraviesa y en una dirección. Los signos que están en juego –el círculo, el cigarrillo y la barra- no admiten una combinación cualquiera. Esta combinación está fuertemente regulada y esta regulación es convencional y, por tanto, arbitraria. Nuevamente se ha partido de una peculiaridad del signo y se ha arribado, inevitablemente, a una particularidad de la lengua. CAPÍTULO II INMUTABILIDAD Y MUTABILIDAD DEL SIGNO

55

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

§ 1. INMUTABILIDAD “Si, con relación a la idea que representa, aparece el significante como elegido libremente, en cambio, con relación a la comunidad lingüística que lo emplea, no es libre, es impuesto.” (el destacado es nuestro)

En el capítulo II de esta parte Saussure va a centrarse sobre todo en el tiempo histórico como explicación de dos características del signo y, por consecuencia, de la lengua. Inmutabilidad y mutabilidad no son elementos contradictorios. Para la primera Saussure toma la perspectiva de la masa hablante o del individuo frente a la lengua. Ni la masa ni el individuo pueden cambiar a voluntad la convención históricamente generada. Para la segunda, el punto de vista es la lengua misma. En efecto, la lengua, como las demás cosas, sometida al tiempo, está condenada a cambiar. El comienzo del primer párrafo es sumamente importante porque presenta los dos aspectos de la arbitrariedad. En primer lugar, el significante es presentado libremente respecto de la significado que evoca, siendo que podría haber evocado cualquier otro. En segundo lugar, si bien en potencia cualquier significante podría haberse unido con cualquier significado, para el hablante o la comunidad lingüística la elección ya está hecha, esta se impone como consecuencia de la historicidad. Ambos elementos no son otra cosa que la arbitrariedad. “A la masa social no se le consulta ni el significante elegido por la lengua podría tampoco ser reemplazado por otro. Este hecho, que parece envolver una contradicción, podría llamarse familiarmente la carta forzada. Se dice a la lengua ‘elige’, pero añadiendo: ‘será ese signo y no otro alguno’. No solamente es verdad que, de proponérselo, un individuo sería incapaz de modificar en un ápice la elección ya hecha, sino que la masa misma no puede ejercer su soberanía sobre una sola palabra; la masa está atada a la lengua tal cual es.” (el destacado es nuestro)

Saussure usa una expresión propia del francés para mostrar cuán fuerte es la convención: la carta forzada. Se alude aquí a una de las particularidades del prestidigitador respecto del juego de cartas. En efecto, en este juego de ilusiones, el espectador que se somete al juego cree elegir una carta que ya está elegida previamente por el ilusionista. La metáfora del juego trata de explicar la idea de que la elección se da sobre algo que ya está dado para el hablante. Acá Saussure retoma el tema de que la convención lingüística no es como cualquier otra convención, sino que es mucho más arbitraria. Esto recuerda obviamente la objeción planteada a Whytney, la lengua es una institución pero no como cualquier otra, es la institución más arbitraria de todas. “Veamos, pues, cómo el signo lingüístico está fuera del alcance de nuestra voluntad, y saquemos luego las consecuencias importantes que se derivan de tal fenómeno. En cualquier época que elijamos, por antiquísima que sea, ya aparece la lengua como una herencia de la época precedente. El acto por el cual, en un momento dado, fueran los nombres distribuidos entre las cosas, el acto de establecer un contrato entre los conceptos y las imágenes acústicas, es verdad que lo podemos imaginar, pero jamás ha sido

56

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

comprobado. La idea que así es como pudieron ocurrir los hechos nos es sugerida por nuestro sentimiento tan vivo de lo arbitrario del signo.”

El tema de la arbitrariedad es tan fuerte para Saussure que se plantea la hipótesis de si nos podemos remontar a una etapa en que la lengua no haya sido arbitraria. Es imposible remontarse a tal época, porque cada generación recibe la lengua de la anterior. El único dato que se puede comprobar es que, para cada generación, la lengua ha sido heredada de forma arbitraria. “De hecho, ninguna sociedad conoce ni jamás ha conocido la lengua de otro modo que como un producto heredado de las generaciones precedentes y que hay que tomar tal cual es. Esta es la razón de que la cuestión del origen del lenguaje no tenga la importancia que se le atribuye generalmente. Ni siquiera es cuestión que se deba plantear; el único objeto real de la lingüística es la vida normal y regular de una lengua ya constituida. Un estado de lengua dado siempre es el producto de factores históricos, y esos factores son los que explican por qué el signo es inmutable, es decir, por qué resiste toda sustitución arbitraria 7 .”

Un simple razonamiento nos lleva a la conclusión de que, con independencia de la época a la cual nos remontemos, siempre nos vamos a encontrar con el fenómeno de la arbitrariedad de la lengua. Nos podemos imaginar una época en la cual hayan existido las personas que le pusieron el nombre a las cosas, pero jamás la podremos encontrar. Por ende, tal búsqueda no nos lleva a nada. Esa es la razón por la cual para Saussure el origen de las lenguas es un factor de poca importancia. “Pero decir que la lengua es una herencia no explica nada si no se va más lejos. ¿No se pueden modificar de un momento a otro leyes existentes y heredadas? Esta objeción nos lleva a situar la lengua en su marco social y a plantear la cuestión como se plantearía para las otras instituciones sociales. ¿Cómo se transmiten las instituciones? He aquí la cuestión más general que envuelve la de la inmutabilidad. Tenemos, primero, que apreciar el más o el menos de libertad de que disfrutan las otras instituciones, y veremos entonces que para cada una de ellas hay un balanceo diferente entre la tradición impuesta y la acción libre de la sociedad. En seguida estudiaremos por qué, en una categoría dada, los factores del orden primero son más o menos poderosos que los del otro. Por último, volviendo a la lengua, nos preguntaremos por qué el factor histórico de la transmisión la domina enteramente excluyendo todo cambio lingüístico general y súbito.” (el destacado es nuestro)

Toda institución se basa en un acuerdo explícito o no, en una convención. Cuando más arbitraria es esta convención menos libertad se tiene de cambiarla en la medida de que no se suelen tener argumentos para cambiar aquello que no tiene otra razón de ser que la coerción social y la historicidad que la impone. En este sentido, se establece como un sutil equilibrio entre convencionalidad y libertad. La lengua deja mucho menos margen de libertad para cambiarla que otras instituciones: no hay otra razón para que un hablante use una lengua que el hecho de que sus padres la usaron antes que él.

7

Es necesario destacar que aquí, la palabra “arbitraria” significa “caprichosa”. Es decir, no tiene el significado específico de la teoría: esos factores son los que explican por qué el signo es inmutable, es decir, por qué resiste toda sustitución caprichosa. 57

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Saussure precisa este concepto: las lenguas cambian, en efecto. Si esto no fuera así, nunca habría podido postular la mutabilidad. Lo que es imposible es que la lengua sufra un cambio “general y súbito”. Más adelante dirá que es imposible un cambio “revolucionario” en la lengua. Lo que es empíricamente improbable para Saussure, y así lo creemos nosotros, es que una comunidad lingüística se levante un día hablando una lengua totalmente distinta a la que hablaba la noche anterior. Esto se da por varios motivos que en el capítulo se van a detallar. Primero los presenta en forma de una introducción general al problema y luego, a forma de resumen y sistematización, los ordena en cuatro puntos. “Para responder a esta cuestión se podrán hacer valer muchos argumentos y decir, por ejemplo, que las modificaciones de la lengua no están ligadas a la sucesión de generaciones que, lejos de superponerse unas a otras como los cajones de un mueble, se mezclan, se interpenetran, y cada una contiene individuos de todas las edades.”

Como se puede apreciar, el lingüista usa una comparación muy ilustrativa: las generaciones no se suceden como los cajones de un mueble (un cajón sigue a otro, los límites son precisos e incluso existe algún elemento que los separe definitivamente para que estos puedan deslizrse); las generaciones, por el contrario, se mezclan y se interpenetran. Dos cosas hay que destacar de esta observación. Un estado sincrónico no es, para Saussure, un plano. Tiene un espesor ya que en él coexisten individuos de varias edades, coexiste el cambio mismo. Por otro lado, estos individuos se entienden entre sí, es decir, el cambio no es tal que impida la intercomunicación generacional. La propia condición social de la lengua impide que esta sufra un cambio “general y súbito”. “Habrá que recordar la suma de esfuerzos que exige el aprendizaje de la lengua materna, para llegar a la conclusión de la imposibilidad de un cambio general.”

En efecto, la historicidad, el hecho de que necesitemos de tiempo para aprender una lengua, el hecho de que esa lengua la aprendamos de y con otros, hace imposible un cambio revolucionario. “Se añadirá que la reflexión no interviene en la práctica de un idioma; que los sujetos son, en gran medida, inconscientes de las leyes de la lengua; y si no se dan cuenta de ellas ¿cómo van a poder modificarlas?”

Otro aspecto de la lengua que contribuye a fundamentar el de la inmutabilidad del signo es que, dice Saussure, los hablantes no son conscientes de sus reglas. Sin embargo las conocen, porque las usan, pero no de forma consciente. Un hablante común no sabría explicitarlas. En consecuencia, según Saussure, ¿cómo pueden los hablantes cambiar algo que no conocen conscientemente? “Y aunque fueran conscientes, tendríamos que recordar que los hechos lingüísticos apenas provocan la crítica, en el sentido de que cada pueblo está generalmente satisfecho de la lengua que ha recibido.”

Un tercer y último argumento que él utiliza en esta parte introductoria para justificar la inmutabilidad es, de alguna forma, una apreciación de carácter sociológico.

58

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Hay un “sentido de pertenencia” que una lengua da a los individuos respecto del grupo y es raro que los hablantes se cuestionen su forma de hablar. No dejemos de observar, insistamos, en que si bien Saussure empezó hablando de la inmutabilidad del signo, está considerando, sin duda, el fenómeno de la inmutabilidad en las lenguas. Como decíamos, la parte lleva al todo y el todo a la parte. Cuatro son los argumentos que sistematizan los editores al final del capítulo. Estos, se supone, son de especial relevancia, aunque como se podrá apreciar, muchos de los factores que allí se consideran, ya estaban contemplados en las reflexiones anteriores. “1. El carácter arbitrario del signo. – Ya hemos visto cómo el carácter arbitrario del signo nos obligaba a admitir la posibilidad teórica del cambio; y si profundizamos, veremos que de hecho lo arbitrario mismo del signo pone a la lengua al abrigo de toda tentativa que pueda modificarla. La masa, aunque fuera más consciente de lo que es, no podría discutirla. Pues para que una cosa entre en cuestión es necesario que se base en una norma razonable. Se puede, por ejemplo, debatir si la forma monogámica del matrimonio es más razonable que la poligámica y hacer valer las razones para una y otra. Se podría también discutir un sistema de símbolos, porque el símbolo guarda una relación racional con la cosa significada (ver. Pág. 131); pero en cuanto a la lengua, sistema de signos arbitrarios, esa base falta, y con ella desaparece todo terreno sólido de discusión; no hay motivo alguno para preferir soeur a sister o a hermana, Ochs a boeuf o a buey, etc.”

Este primer argumento ya fue suficientemente debatido: es la arbitrariedad. Si no hay ningún motivo por el cual un significante se una a un significado no hay ningún motivo para que esta relación se altere. Se podrá argumentar respecto de un tipo de matrimonio u otro, pero no se puede argumentar respecto de aquello que se nos impone de forma arbitraria ya que entre significado y significante no existe un lazo motivado. Si no existe el motivo no hay argumento que se pueda rebatir. No dejemos, sin embargo, pasar por alto esta frase: “...el carácter arbitrario del signo nos obligaba a admitir la posibilidad teórica del cambio...” En efecto, la lengua es una entidad en donde distintos hechos se explican por los mismos motivos: la arbitrariedad va a ser, también, la causa principal de la mutabilidad. “2. La multitud de signos necesarios para constituir cualquier lengua. – Las repercusiones de este hecho son considerables. Un sistema de escritura compuesto de veinte a cuarenta letras puede en rigor reemplazarse por otro. Lo mismo sucedería con la lengua si encerrara un número limitado de elementos; pero los signos lingüísticos son innumerables.” “3. El carácter demasiado complejo del sistema. – Una lengua constituye un sistema. Si, como luego veremos, éste es el lado por el cual la lengua no es completamente arbitraria y donde impera una razón relativa, también es éste el punto donde se manifiesta la incompetencia de la masa para transformarla. Pues este sistema es un mecanismo complejo, y no se le puede comprender más que por la reflexión; hasta los que hacen de él un uso cotidiano lo ignoran profundamente. No se podría concebir un cambio semejante más que con la intervención de especialistas, gramáticos, lógicos, etc.; pero la experiencia muestra que hasta ahora las injerencias de esta índole no han tenido éxito alguno.”

El segundo punto a favor de la inmutabilidad va unido con el tercero. Saussure habla primero de la multitud de signos necesarios para constituir cualquier lengua, y del carácter demasiado complejo de una lengua. En efecto, si los signos de una lengua son innumerables es por el carácter complejo del sistema. Algunos ejemplos intentarán dar cuenta de este fenómeno.

59

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Si en español existe un verbo “amar” y el adjetivo “amable”, existe también en potencia el verbo “pasear” y el adjetivo “paseable”. El hecho de que no se lo use no es debido a que los hablantes no han sentido, hasta ahora por lo menos, la necesidad estilística de ponerlo en uso. Existe, en efecto, una enorme cantidad de verbos, sustantivos y adjetivos que están en potencia en la lengua, que se podrían reconocer como signos del español, y que bastaría que alguien los introdujera por error o por necesidades estilísticas o afectivas y que fortuitamente sean aceptados por la comunidad para que estos pasaran de su condición virtual a una condición real. De hecho esto pasa frecuentemente: el signo “toque” con que los jóvenes aluden a un tipo de espectáculo musical con ciertas características fue posible en nuestra variedad de español porque se forma de “tocar” como “empate” de “empatar” o “embarque” de “embarcar”. En la situación contraria, si desaparece del uso el adjetivo “admirable”, aún se encontraría en potencia en la lengua mientras existiese el verbo “admirar” y otros adjetivos como “amable”, “contable”, etc. Para eliminar dicho signo tendría que desaparecer la regla que permite formar adjetivos en “-able” en español. Estos signos son, como ya se vio, relativamente arbitrarios, y su existencia está pautada por el hecho de que la lengua es un sistema. Saussure afirma, además, que se necesitaría un conjunto de gramáticos, lógicos y lingüistas para producir un cambio en la lengua, y que, sin embargo, los cambios en este sentido no han tenido efecto hasta ahora. En efecto, los hablantes no han reparado nunca en lo que los especialistas recomiendan. Es más, el interés actual de tales especialistas, y en concordancia con Saussure, no es prescribir sino describir y si es posible explicar lo que los hablantes producen. “4. La resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüística. – La lengua –y esta consideración prevalece sobre todas las demás- es en cada instante tarea de todo el mundo; extendida por una masa y manejada por ella, la lengua es una cosa de que todos los individuos se sirven a lo largo del día entero. En este punto no se puede establecer ninguna comparación entre ella y las otras instituciones. Las prescripciones de un código, los ritos de una religión, las señales marítimas, etc., nunca ocupan más que cierto número de individuos a la vez y durante un tiempo limitado; de la lengua, por el contrario, cada cual participa en todo el tiempo, y por eso la lengua sufre sin cesar la influencia de todos. Este hecho capital basta para mostrar la imposibilidad de una revolución. La lengua es de todas las instituciones sociales la que menos presa ofrece a las iniciativas. La lengua forma cuerpo con la vida de la masa social, y la masa, siendo naturalmente inerte, aparece ante todo como un factor de conservación.” (el destacado es nuestro)

En el cuarto punto Saussure habla sobre la inercia colectiva a toda innovación lingüística, y termina diciendo que la masa es conservadora. Esta no es, por cierto, una apreciación política. El autor contrasta la lengua con otros sistemas semiológicos. Mientras que la lengua es usada todo el tiempo, otros sistemas son empleados por determinadas personas en determinadas circunstancias. En efecto, la lengua está presente cuando hablamos, cuando escuchamos, cuando pensamos, cuando leemos, e, incluso, cuando dormimos. Es imposible pensar desde un punto de vista real que de un momento para otro toda una comunidad cambie súbitamente su lengua. Un sistema de señalización, por ejemplo las señalizaciones que usan los controladores aéreos en los aeropuertos de todo el mundo pueden cambiarse de un momento para otro. Basta con planificar el hecho y marcar la fecha y la hora exacta en que esto vaya a ocurrir.

60

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

En este sentido se puede afirmar que “la masa es un factor de conservación” no por una resistencia social a los cambios sino porque frente a la lengua no hay otra opción. Está en la condición misma de la lengua la imposibilidad de una cambio revolucionario. “Estos dos hechos son inseparables. En todo instante la solidaridad con el pasado pone en jaque a la libertad de elegir. Decimos hombre y perro porque antes que nosotros se ha dicho hombre y perro. Eso no impide que haya en el fenómeno total un vínculo entre esos dos factores antinómicos: la convención arbitraria, en virtud de la cual es libre la elección, y el tiempo, gracias al cual la elección se halla ya fijada. Precisamente porque el signo es arbitrario no conoce otra ley que la de la tradición, y precisamente por fundarse en la tradición puede ser arbitrario.” (el destacado es nuestro)

Este apartado termina con una formulación que sintetiza la relación entre inmutabilidad, historicidad y arbitrariedad: “Decimos hombre y perro porque antes que nosotros se ha dicho hombre y perro. En efecto, la lengua es inmutable porque es arbitraria y es arbitraria porque es histórica. La historicidad acota la libertad de elegir. Se dice elige, pero elige esto y no otra cosa. Esta continuidad asegura, por otra parte, que reconozcamos en esa historicidad una misma lengua a pesar de los cambios. § 2. MUTABILIDAD “El tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, tienen otro efecto, en apariencia contradictorio con el primero; el de alterar más o menos rápidamente los signos lingüísticos, de modo que, en cierto sentido, se puede hablar a la vez de la inmutabilidad y de la mutabilidad del signo.”

El tiempo es sin duda otra de las formas que tiene Saussure de referirse a la historicidad. Todo lo que está sometido al tiempo está sujeto a cambios. La mutabilidad es, por consiguiente, una de las características a la que está sometido el signo. “En último análisis, ambos hechos son solidarios: el signo está en condiciones de alterarse porque se continúa. Lo que domina en toda alteración es la persistencia de la materia vieja; la infidelidad al pasado sólo es relativa. Por eso el principio de alteración se funda en el principio de continuidad.”

El tema está centrado en un aspecto fundamental: para reconocer que ago cambió, ineludiblemente hay que reconocer, también, que desde algún lugar sigue siendo lo mismo. Este aspecto es de fundamental importancia. Tratar de dar cuenta de que las lenguas aun cuando cambian siguen siendo las mismas no es una tarea fácil para Saussure. De alguna manera esto está siempre presente: ¿cómo dar cuenta del hecho de que el español que hablamos en este momento no es el mismo del siglo XIV y sin embargo no dudamos en decir que es español? El problema de Saussure está en ver qué hay de igual y qué hay de diferente cuando un cambio lingüístico se produce. En efecto, ¿hasta qué punto podríamos decir que la palabra ómnibus del latín tiene relación con la palabra ómnibus del español? La persistencia de la materia vieja, de lo fónico nos permite vincular dos signos entre sí en dos instancias temporales distintas. La sustancia, irrelevante desde un punto de vista sincrónico se vuelve relevante desde un punto de vista diacrónico.

61

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

“La alteración en el tiempo adquiere formas diversas, cada una de las cuales daría materia para un importante capítulo de lingüística. Sin entrar en detalles, he aquí lo más importante de destacar. Por de pronto no nos equivoquemos sobre el sentido dado aquí a la palabra alteración. Esta palabra podría hacer creer que se trata especialmente de cambios fonéticos sufridos por el significante, o bien de cambios de sentido que atañen al concepto significado. Tal perspectiva sería insuficiente. Sean cuales fueren los factores de alteración, ya obren aisladamente o combinados, siempre conducen a un desplazamiento de la relación entre el significado y el significante.” (el destacado es nuestro)

La identidad sincrónica es una identidad material. Evidentemente, en el ejemplo que pusimos, ómnibus, la realización material del significante parece ser la misma. Sin embargo es necesario hacer varias observaciones. En primer lugar, ómnibus es en latín un adjetivo (su traducción podría ser para todos) y en español un sustantivo. En segundo lugar, los nombres en latín se declinan. Veamos cuántas posibilidades tiene el adjetivo omni en latín:

omnis, -e SINGULAR

PLURAL

masculino / femenino

neutro

masculino / femenino

neutro

nominativo

omnis

omne

omnes

omnia

vocativo

omnis

omne

omnes

omnia

acusativo

omnem

omne

omnes

omnia

genitivo

omnis

omnium

dativo

omni

omnibus

ablativo

omni

omnibus

Como se puede apreciar, según el caso (la función sintáctica que cumple) y el género del sustantivo con el que se combine, este adjetivo tiene diez y ocho formas posibles. En español, sin embargo, el signo ha cambiado por dos razones: es un sustantivo y su posibilidad de ocurrencia es única. Justamente por las reglas que rigen al sustantivo en español, éste en particular es igual en singular y en plural. Si distinguimos cuál es su número ha de ser por el contexto situacional o lingüístico: el ómnibus, los ómnibus. Es decir, el juego de relaciones que tiene ómnibus en latín no es el mismo que el que tiene en español. En este sentido podemos afirmar que SON dos signos distintos. Su identidad es nada más que material, ya que la relación significado – significante se ha desplazado y forman parte de estructuras completamente distintas. Al desplazarse dicha

62

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

relación, se reacomodan las PIEZAS del sistema. Un cambio no es nunca meramente material. Los cambios puramente materiales no son relevantes. La identidad diacrónica es una identidad material, esta se reconoce en la sustancia de los signos. La identidad sincrónica, por su lado, es puramente relacional; un elemento se reconoce porque mantiene identidades constantes en el sistema. Se puede decir, por ejemplo, que “-aba” es el mismo signo que “-ia” en “cantaba” y “comía” respectivamente en la medida de que –aba mantiene con cantar la misma relación que –ía mantiene con comer. Otro ejemplo de la identidad sincrónica: tolerable posible legal

intolerable imposible ilegal

Este ejemplo trata de ilustrar, al igual que el anterior, que tanto in- como im- como i- son variantes contextuales de UN MISMO prefijo. Es decir, no es que existan en español tres prefijos distintos de negación sino que el mismo se presenta de distintas formas según reglas combinatorias muy específicas en la lengua. Independientemente de que no describamos aquí cómo son esas reglas, es muy fácil entender que la relación que hay ente tolerable e intolerable es la misma que hay entre posible e imposible y la misma que hay entre legal e ilegal. Insistiremos con este hecho cuando nos ocupemos del valor. Mientras la identidad diacrónica es entre signos aislados en dos momentos de la historia de una lengua, la identidad sincrónica es una identidad del signo consigo mismo en un momento determinado y solo se la reconoce en función de relaciones constantes que se verifican en todo el sistema. Por último, cuando un signo cambia, todo el sistema se altera. Esto supone un principio estructural ya mencionado: el todo es mucho más que la suma de las partes. Por tanto, cambiar una parte supone cambiar el todo. Otra vez nos encontramos ante el mismo fenómeno. Es imposible hablar de la mutabilidad del signo sin dar cuenta de la mutabilidad de la lengua. Los ejemplos del propio Saussure son los siguientes: 1. “Veamos algunos ejemplos. El latín necāre ‘matar’ se ha hecho en francés noyer ‘ahogar’ y en español anegar. Han cambiado tanto la imagen acústica como el concepto; pero es inútil distinguir las dos partes del fenómeno; basta con consignar globalmente que el vínculo entre la idea y el signo se ha relajado y que ha habido un desplazamiento en su relación.” “Si en lugar de comparar el necāre del latín clásico con el francés noyer, se le opone al necare del latín vulgar de los siglos IV o V, ya con la significación de ‘ahogar’, el caso es un poco diferente; pero también aquí, aunque no haya alteración apreciable del significante, hay desplazamiento de la relación entre idea y signo.”

2.

63

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

“El antiguo alemán dritteil ‘el tercio’ se ha hecho en alemán moderno Drittel. En este caso, aunque el concepto no se haya alterado, la relación se ha cambiado de dos maneras: el significante se ha modificado no sólo en su aspecto material, sino también en su forma gramatical; ya no implica la idea de Teil ‘parte’; ya es una palabra simple. De una manera o de otra, siempre hay un desplazamiento de la relación.”

Este ejemplo es particularmente interesante porque tiene algunas similitudes con el que planteamos respecto del signo ómnibus. Saussure analiza la palabra Drittel, y ubica su procedencia etimológica en el antiguo alemán dritteil, descomponiéndola en dos partes: “teil” (parte) y “drit” (tercero), adjetivo que significaría “tercera parte de”. Esto, en el alemán moderno, se ha convertido en Dritel. En consecuencia, perdió el significado de “parte” (Teil): cambió el significado y la categoría ya que ahora es un sustantivo. 3. “En anglosajón la forma preliteraria fōt ‘pie’ siguió siendo fōt (inglés moderno foot), mientras que su plural *fōti ‘pies’ se hizo fēt (inglés moderno feet). Sean cuales fueren las alteraciones que supone, una cosa es cierta: ha habido desplazamiento de la relación: han surgido otras correspondencias entre la materia fónica y la idea.”

Este ejemplo puede ser el más claro ya que de una evolución fonética surge un nuevo tipo de plural para el inglés. Palabras que han surgido en otros estadios del inglés siguen, por analogía, la misma regla: foot / feet, tooth / teeth. Es decir. Es sistema se reestructura en la medida de que surge una forma nueva de hacer plural en inglés. “Una lengua es radicalmente incapaz de defenderse contra los factores que desplazan minuto tras minuto la relación entre significado y significante. Es una de las consecuencias de lo arbitrario del signo. Las otras instituciones humanas –las costumbres, las leyes, etc.- están todas fundadas, en grados diversos, en la relación natural entre las cosas; en ellas hay una acomodación necesaria entre los medios empleados y los fines perseguidos. Ni siquiera la moda que fija nuestra manera de vestir es enteramente arbitraria; no se puede apartar más allá de ciertos límites de las condiciones dictadas por el cuerpo humano. La lengua, por el contrario, no está limitada por nada en la elección de sus medios, pues no se adivina qué sería lo que impidiera asociar una idea cualquiera con una secuencia cualquiera de sonidos.”

Algunos comentarios de estas últimas reflexiones de Saussure. En primer lugar, es la arbitrariedad la responsable de la mutabilidad como lo es de la inmutabilidad. En efecto, podríamos decir que si no hay ninguna razón para que un significante evoque un significado determinado, tampoco hay ninguna razón para que esa relación se desplace. Podemos también decir que los desplazamientos que ocurren entre significante y significado son arbitrarios, es decir, poco valen las protestas de los puristas de la lengua. Estos desplazamientos se producen no gracias a los hablantes sino a pesar de ellos. En segundo lugar, si bien todas las instituciones son arbitrarias, la lengua es la más arbitraria de todas. El ejemplo de la moda parece ser muy significativo. En efecto, la moda puede interpretarse como altamente arbitraria. Estamos sometidos a los caprichos de los diseñadores y de las grandes industrias que la imponen. Sin embargo, hasta la moda tiene un límite externo a ella misma: el cuerpo humano. No

64

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

existe diseñador que imponga, o pretenda imponer, un tipo de prenda que no se pueda usar en ninguna parte del cuerpo. La lengua, por el contrario, no tiene nada exterior a ella que la condicione. Para hacer ver bien que la lengua es pura institución, Whitney ha insistido con toda razón en el carácter arbitrario de los signos; y con eso ha situado la lingüística en su eje verdadero. Pero Whitney no llegó hasta el fin y no vio que ese carácter arbitario separa radicalmente a la lengua de todas las demás instituciones. Se ve bien por la manera en que la lengua evoluciona; nada tan complejo: situada a la vez en la masa social y en el tiempo, nadie puede cambiar nada en ella; y, por otra parte, lo arbitrario de ss signos implica teóricamente la libertad de establecer cualquier posible relación entre la materia fónica y las ideas. De aquí resulta que cada uno de esos dos elementos unidos en los signos guardan su vida propia en una proporción desconocida en otras instituciones, y que la lengua se altera, o mejor, evoluciona, bajo la influencia de todos los agentes que puedan alcanzar sea a los sonidos sea a los significados. Esta evolución es fatal; no hay un solo ejemplo de lengua que la resista. Al cabo de cierto tiempo, siempre se pueden observar desplazamientos sensibles. Tan cierto es esto que hasta se tiene que cumplir este principio en las lenguas artificiales. El hombre que construya una de esas lenguas artificiales la tiene a su merced mientras no se ponga en circulación pero desde el momento en que tal lengua se ponga a cumplir su misión y se convierta en cosa de todo el mundo, su gobierno se le escapará. El esperanto es un ensayo de esta clase; si triunfa ¿escapará a la ley fatal? Pasado el primer momento, la lengua entrará probablemente en su vida semiológica; se transmitirá según las leyes que nada tenen de común con las de la creación reflexiva y ya no se podrá retroceder. El hombre que pretendiera construir una lengua inmutable que la posteridad debería aceptar tal cual la recibiera se parecería a la gallina que empolla un huevo de pato: la lengua construida por él sría arrastrada quieras que no por la corriente que abarca a todas las lengua. (el destacado es nuestro)

Inevitablemente, Saussure termina fundamentando nuevamente la arbitrariedad. Para ello recuerda a Whitney. Es cierto, la lengua es una institución pero no como cualquier otra: es la institución más arbitraria de todas, aquella contra la que los hablantes nada pueden. Tampoco los hablantes pueden evitar que los desplazamientos en la relación significante significado se realicen. Esta característica es tan relevante que una lengua artificial que se pretendiera invariable como el esperanto no escaparía a ella. En efecto, el esperanto fue creado con la ilusión de que los pueblos adoptaran una única lengua y se destruyera así la babel en que vivimos. Sin embargo, si esto fuera posible, no remediaría esta condición. Como dice Saussure, “pasado el primer momento, la lengua entrará probablemente en su vida semiológica”. Es decir, puede que para las primeras generaciones, las que son conscientes del pacto, esta lengua resulte una convención libremente adquirida. Pero para sus sucesores, ese primer momento no será más que un borroso recuerdo, una instancia de la que no participaron. Esa lengua se les impondrá de forma arbitraria. La hablarán `porque sus padres la hablaron. Esta arbitrariedad la condena, necesariamente, al cambio. La comparación que usa el autor es muy significativa: por más que una gallina se empecine en empollar un huevo de pato, de él surgirá un pato y no un pollo. Por más que nos empecinemos en construir una lengua invariable, si es lengua, estará sujeta a las fuerzas que continuamente obran sobre todas las lenguas: la arbitrariedad y el tiempo. Ambos elementos conducen, inevitablemente, al cambio.

65

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

La continuidad del signo en el tiempo, unida a la alteración en el tiempo, es un principio de semiología general; y su confirmación se encuentra en los sistemas de escritura, en el lenguaje de los sordomudos, etcétera. Pero ¿en qué se funda la necesidad del cambio? Quizá se nos reproche no haber sido tan explícitos sobre este punto como sobre el principio de la inmutabilidad; es que no hemos distinguido los diferentes factores de la alteración, y tendríamos que contemplarlos en su variedad para saber hasta qué punto son necesarios. Las causas de la continuidad están a priori al alcance del observador¸no pasa lo mismo con las causas de alteración a través del tiempo. Vale más renunciar provisoriamente a dar cuenta cabal de ellas y limitarse a hablar en general del desplazamiento de relaciones; el tiempo altera todas las cosas; no hay razón para que la lengua escape de esta ley universal. (el destacado es nuestro)

En efecto, continuidad y alteración se explican una a la otra. Es un modo de comprender que una lengua, a pesar de haberse alterado, sigue siendo la misma. Al español hace siglos que lo consideramos español. Mientras las causas de la continuidad están al alcance de la observación (identidad material) las causas de la alteración no son observables. Toda alteración es arbitraria y la única explicación que queda es el pasaje del tiempo. Recapitulemos las etapas de nuestra demostración, refiriéndonos a los principios establecidos en la “Introducción”. 1.º Evitando estériles definiciones de palabras, hemos empezado por distinguir, en el seno del fenómeno total que representa el lenguaje, dos factores: la lengua y el habla. La lengua es para nosotros el lenguaje menos el habla. La lengua es el conjunto de los hábitos lingüísticos que permiten a un sujeto comprender y hacerse comprnder. 2.º Pero esta definición deja todavía a la lengua fuera de su realidad social, y hace de ella una cosa irreal, ya que no abarca más que uno de los aspectos de la realidad, el aspecto individual; hace falta una masa parlante para que haya una lengua. Contra toda apariencia, en momento alguno existe la lengua fuera del echo social, porque es un fenómeno semiológico. Su naturaleza social es uno de sus caracteres internos¸su definición completa nos coloca ante dos cosas inseparables, como lo muestra el esquema siguiente:

Pero en estas condiciones la lengua es viable , no viviente; no hemos tenido en cuenta más que la realidad social, no el hecho histórico. 3.º Como el signo lingüístico es arbitrario, parecería que la lengua, así definida, es un sistema libre, organizable a voluntad, dependiente únicamente de un principio racional. Su carácter social, considerado en sí mismo, no se opone precisamente a este punto de

66

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

vista. sin duda la psicología colectiva no opera sobre una materia puramente lógica; haría falta tener en cuenta todo cuanto hace torcer la razón en las relaciones prácticas entre individuo e individuo. Y, sin embargo, no es eso lo que nos impide ver la lengua como una simple convención, modificable a voluntad de los interesados: es la acción del tiempo, que se combina con la de la fuerza social; fuera del tiempo, la realidad lingüística no es completa y ninguna conclusión es posible. Si se tomara la lengua en el tiempo, sin la masa hablante –supongamos un individuo aislado que viviera durante siglos- probablemente no se registraría ninguna alteración; el tiempo no actuaría sobre ella. Inversamente, si se considerara la masa parlante sin el tiempo no se vería el efecto de fuerzas sociales que obran en la lengua. Para estar en la realidad hace falta, pues, añadir a nuestro primer esquema un signo que indique la marcha del tiempo:

Ya ahora la lengua no es libre, porque el tiempo permitirá a las fuerzas sociales que actúan en ella desarrollar sus efectos, y se llega al principio de continuidad que anula a la libertad. Pero la continuidad implica necesariamente la alteración, el desplazamiento más o menos considerable de las relaciones.

Varias cosas querríamos decir de este final. En primer lugar se trata de una recapitulación que, como se ha hecho notar antes, tiene como objetivo la lengua. En efecto, los capítulos “referidos al signo lingüístico” desembocan inevitablemente en la lengua. En segundo lugar, esta recapitulación incluye en su primer punto una nueva caracterización de la lengua que la vuelve a asimilar a un código. Sin embargo, por quedarse en un hecho de habla, un potencial diálogo, dicha caracterización se muestra como insuficiente. En tercer lugar, se muestra que el hecho social da la dimensión semiológica a la lengua. Es decir, en tanto es una convención, tendrá cierto grado de arbitrariedad. Esta es la condición sígnica por excelencia. Por último y, en cuarto lugar (punto 3 de la recapitulación), esa condición sígnica se ve afectada por el tiempo. En efecto, como la convencionalidad es heredada, la arbitrariedad se vuelve absoluta y es por eso que “la continuidad anula la libertad”. Dicho con otras palabras, la potencial libertad que una comunidad tendría de constituir cualquier lengua se ve anulada por la historicidad, es decir, por el hecho de que la lengua es una convención heredada. Se hablará “esta” lengua y no otra.

67

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

LA LINGÜÍSTICA ESTÁTICA Y LA LINGÜÍSTICA EVOLUTIVA § 4. LA DIFERENCIA DE LOS DOS ÓRDENES ILUSTRADA POR COMPARACIONES “(...)Del mismo modo también, si se corta transversalmente el tronco de un vegetal, se advierte en la superficie de la sección un diseño más o menos complicado; no es otra cosa que la perspectiva de las fibras longitudinales, que se podrán percibir practicando otra sección perpendicular a la primera. También aquí cada una de las perspectivas depende de la otra: la sección longitudinal nos muestra las fibras mismas que constituyen la planta, y la sección transversal su agrupación en un plano particular; pero la segunda es distinta de la primera, pues ella permite comprobar entre las fibras ciertas conexiones que nunca se podrían percibir en un plano longitudinal.”

Vamos a ver este cuarto parágrafo del Cap. III simplemente con el fin de explicar las diferencias y complementariedades entre sincronía y diacronía. Dos ejemplos de Saussure nos parecen relevantes. El primero es el del tallo de una planta. Se dice que en éste se pueden hacer dos tipos de corte: uno transversal y otro longitudinal. En el corte longitudinal se pueden ver los filamentos a lo largo del tallo, lo cual representaría su historia, la evolución de ese tallo. Esto debemos trasladarlo a la lengua. El recorrido de esos filamentos, sería el recorrido de los signos a través de su historia. A su vez, un corte transversal en el tallo mostraría los diferentes estados sincrónicos, “un diseño más o menos complicado”. Cada estado sincrónico de la lengua es un dibujo completamente distinto formado por el dibujo que se forma en la superficie que deja el corte transversal. Si bien son dos cosas bien diferentes, una depende de la otra: oposición y complementariedad. Es evidente que el “dibujo” que se forma por el corte transversal, depende del recorrido de los filamentos hasta ese lugar, hecho que podríamos observar en el corte longitudinal. Si bien un momento sincrónico de una lengua yo se puede entender independientemente de la historia que lo generó es evidente que es el resultado de esa historia. Se puede entender la diacronía como un proceso: cada estado sincrónico (un corte en algún punto de ese proceso) sería, a su vez, el resultado del proceso en dicho momento.

68

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

“Pero de entre todas las comparaciones que se podrían imaginar, las más demostrativa es la que se hace entre el juego de la lengua y una partida de ajedrez. En ambos juegos estamos en presencia de un sistema de valores y asistimos a sus modificaciones. Una partida de ajedrez es como una realización artificial de lo que la lengua nos presenta en forma natural.”

El segundo ejemplo que da Saussure para mostrar la relación entre lo sincrónico y lo diacrónico es comparar la lengua con una partida de ajedrez (ya no con el juego, sino con la realización del mismo). Es en este ejemplo que él introduce la teoría del valor. La teoría del valor proviene de la economía. A este respecto debemos destacar lo siguiente: a) Es imposible pensar, en términos económicos, en entidades absolutas. Frente a la aseveración “fulano gana 1.000 dólares”, hacen falta algunos datos para que se vuelva realmente interpretable. En efecto, esa cantidad de dinero es bastante exigua en un país como Italia, es un sueldo bastante digno en Uruguay y es una suma exorbitante en un país como Cuba. b) Si decimos que un pan vale $5 también faltan datos para que esta afirmación se vuelva interpretable. No es lo mismo que el sueldo promedio del que se parta sea de $10 que de $ 10.000. c) Tampoco queda claro qué quiere decir que un pan vale $5 si, por ejemplo, un auto vale $ 10. O bien, en dicha economía, los panes son muy caros o bien los autos son muy baratos. d) Por último, si digo que un pan vale $5, tanto da si lo pago con una moneda de $5, cinco de $1, diez de 50 centésimos, etc. El valor se independiza de la sustancia en que se materializa. Esto tiene, por supuesto, una fuerte relación con la desustancialización de la lengua que pretende el autor. Es decir, los valores son entidades relativas y no materiales Los elementos en la economía, como en cualquier otro sistema, se definen unos en relación con los otros. En el juego de ajedrez se puede encontrar una similitud con lo que acá se acaba de plantear. El valor de las piezas es relativo. Un peón, por ejemplo se define en relación con otras piezas del juego, por ejemplo una torre. En principio, si el jugador está en la alternativa de que cualquier movimiento que haga pierde una pieza (en este caso o bien un peón o bien una torre) va a elegir perder “la que menos valga” (en este caso el peón). Sin embargo, esto tampoco es absoluto. Hay momentos en que un peón, por su posición en el tablero, puede incluso valer más que una torre: por ejemplo, si está en la penúltima fila; si alcanza la última fila (la primera de su contrincante), ese peón puede convertirse en cualquier pieza, su valor es el más alto. Por eso Saussure plantea esta relación, la del valor, en una partida de ajedrez. Porque el valor de las piezas va cambiando a cada movimiento de los jugadores. “Veámoslo más de cerca. En primer lugar un estado del juego corresponde enteramente a un estado de la lengua. El valor respectivo de las piezas depende de su posición en el tablero, del mismo modo que en la lengua cada término tiene un valor por su oposición con todos los otros términos. En segundo lugar, el sistema nunca es más que momentáneo: varía de posición a posición. Verdad que los valores dependen también, y sobre todo, de una convención

69

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

inmutable, la regla de juego, que existe antes de iniciarse la partida y persiste tras cada jugada. Esta regla admitida una vez para siempre existe también en la lengua: son los principios constantes de la semiología. Por último, para pasar de un equilibrio a otro, o –según nuestra terminología- de una sincronía a otra, basta el movimiento y cambio de un solo trebejo: no hay mudanza general. Y aquí tenemos el paralelo del hecho diacrónico con todas sus particularidades. En efecto:

Como se puede apreciar la comparación comienza como ya anotábamos más arriba. Igual que en una partida de ajedrez, “el sistema nunca es más que momentáneo” en la medida en que un movimiento de una pieza supone una reorganización del valor del resto de las piezas en el juego. Lo mismo pasa con la lengua: los signos están en constante cambio y el sistema se reacomoda constantemente. Por otra parte, lo único constante es en el ajedrez, que siempre se está jugando al mismo juego, en la lengua, las fuerzas que inervienen – como se dice en la introducción – de manera constante en toda lengua, el paso del tiempo, la coerción social y, por ende, la arbitrariedad, la inmutabilidad y la mutabilidad. a) Cada jugada de ajedrez no pone en movimiento más que una sola pieza; lo mismo en la lengua, los cambios no se aplican más que a los elementos aislados.”

Si el movimiento de una pieza supone un juego de relaciones nuevas en la partida, lo mismo pasa en la lengua. Los signos no cambian todos a la vez ya que no es posible un “cambio general y súbito”. Si se produce un desplazamiento entre significado y significante, el sistema se reacomoda. Esta es, sin duda, una ley estructural. b) “A pesar de eso, la jugada tiene repercusión en todo el sistema: es imposible al jugador prever exactamente los límites de ese efecto. Los cambios de valores que resulten serán, según la coyuntura, o nulos o muy graves o de importancia media. Una jugada puede revolucionar el conjunto de la partida y tener consecuencias hasta para las piezas por el momento fuera de cuestión. Ya hemos visto que lo mismo exactamente sucede en la lengua.”

En efecto, en el juego de ajedrez, el jugador más hábil es el que es capaz de calcular mejor las consecuencias de su jugada no solo en relación con el próximo movimiento del contrincante sino en relación con otros que puedan sucederle. Sin embargo, no existe jugador que pueda calcularlo todo. Una de las dificultades mayores del juego es la imposibilidad de calcularlo todo. Lo mismo pasa con la lengua, un movimiento en un signo, puede afectar a zonas del sistema que incluso, a primera vista, parecen no tener relación con el. c) “El desplazamiento de una pieza es un hecho absolutamente distinto del equilibrio precedente y del equilibrio subsiguiente. El cambio operado no pertenece a ninguno de los dos estados: ahora bien, lo único importante son los estados. En una partida de ajedrez, cualquier posición que se considere tiene como carácter singular el estar libertada de sus antecedentes; es totalmente indiferente que se haya llegado a ella por un camino o por otro; el que haya seguido toda la partida no tienen la menor ventaja sobre el curioso que viene a mirar el estado del juego en el momento crítico; para describir la posición es perfectamente inútil recordar lo que acaba de suceder diez segundos antes. Todo esto se aplica igualmente a la lengua y consagra la distinción radical entre lo diacrónico y lo sincrónico. El habla nunca opera

70

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

más que sobre un estado de lengua, y los cambios que intervienen entre los estados no tienen en ellos ningún lugar.”

Por último, el cambio en sí mismo no es relevante. Lo relevante son los estados sincrónicos que se estructuran luego de cada cambio. Un juez de ajedrez que tiene a su cargo dos partidas simultáneas puede desatender una en un momento determinado para después volver a ella sin que esto signifique que no entienda la posición que tienen en ese momento las piezas. Con esto se quiere ilustrar que un estado sincrónico se puede entender con independencia del proceso diacrónico que lo generó. Si bien es evidente que toda sincronía es el resultado de una diacronía, lo interesante está en que se pueden estudiar en forma independiente. “No hay más que un punto en que la comparación falla: el jugador de ajedrez tiene la intención de ejecutar el movimiento y de modificar el sistema, mientras que la lengua no premedita nada; sus piezas se desplazan –o mejor se modifican- espontánea y fortuitamente (...)” (el destacado es nuestro)

Saussure termina el parágrafo diciendo que la comparación con el juego de ajedrez falla sólo en un punto: los cambios en la lengua se producen sin ninguna intención, son arbitrarios, sin premeditación. No obstante, los cambios en la posición de las piezas en una partida de ajedrez son intencionales. SEGUNDA PARTE LINGÜÍSTICA SINCRÓNICA CAPÍTULO II LAS ENTIDADES CONCRETAS DE LA LENGUA § 1. ENTIDADES Y UNIDADES. DEFINICIONES “Los signos de que se compone la lengua no son abstracciones, sino objetos reales (ver pág. 59); esos signos y sus relaciones son los que estudia la lingüística, y se les puede llamar las entidades concretas de esta ciencia. Empecemos por recordar los principios que presiden toda la cuestión: 1º La entidad lingüística no existe más que gracias a la asociación del significantes y del significado (ver pág. 129) (...) la sílaba no tiene valor más que en la fonología. Una sucesión de sonidos sólo es lingüística si es el soporte de una idea; tomada en sí misma no es más que la materia de un estudio fisiológico. Lo mismo ocurre con el significado, si lo separamos de su significante. Conceptos como ‘casa’, ‘blanco’, ‘ver’, etc., considerados en sí mismos, pertenecen a la psicología; sólo se hacen entidades lingüísticas por asociación con imágenes acústicas (...) 2º La entidad lingüística no está completamente determinada más que cuando está deslindada, separada de todo lo que la rodea en la cadena fónica. Estas entidades deslindadas o unidades son las que se oponen en el mecanismo de la lengua.”

En este capítulo -acercándonos a la teoría del valor- Saussure se pregunta cómo hacen los hablantes para reconocer las entidades constitutivas de una lengua, y nos advierte que se trata de un proceso complejo. Los hablantes hacemos diferencias muy sutiles en el reconocimiento de estas entidades. Es por ello que Saussure se pregunta cómo pueden

71

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

suceder semejantes sutilezas en una hablante común y corriente, y analiza el método a partir del cual un hablante deslinda las unidades de la lengua. Saussure recurre a varias denominaciones según su propósito: a veces usa el término entidad, a veces el término unidad, a veces el término signo y a veces el término valor. Cuando él habla de entidades se está refiriendo a esos elementos constitutivos de la lengua en términos muy generales (cómo se delimita una entidad de una lengua, por ejemplo). Cuando habla de signo está considerando la relación significante-significado. Cuando habla de unidad reflexiona sobre un en forma aislada (por ejemplo en diacronía). Cuando habla de valor considera el signo en el seno del sistema, en relación con otros signos. “A primera vista nos podemos sentir tentados de equiparar los signos lingüísticos a los signos visuales, que pueden coexistir en el espacio sin confundirse, y quizá nos imaginemos que se puede hacer del mismo modo la separación de los elementos significativos (...) Pero ya sabemos que la cadena fónica tiene como carácter primario el ser lineal (ver pág. 133). Considerada en sí misma, la cadena fónica no es más que una línea, una cinta continua, en la que el oído no percibe ninguna división suficiente y precisa; para eso hay que echar mano de las significaciones. Cuando oímos una lengua desconocida, somos incapaces de decir cómo deberá analizarse la secuencia de sonidos; y es que este análisis es imposible si no se tienen en cuenta más que el aspecto fónico del fenómeno lingüístico. Pero cuando sabemos qué sentido y qué papel hay que atribuir a cada parte de la cadena, entonces vemos deslindarse esas partes unas de otras, y la cinta amorfa se corta en fragmentos (...) En resumen, la lengua no se presenta como un conjunto de signos deslindados de antemano, como si en ellos bastara estudiar la significación y la disposición; es una masa indistinta en la que la atención y el hábito son los únicos que nos pueden hacer hallar los elementos particulares. La unidad no tiene carácter fónico especial, y la única definición que se puede dar de ella es la siguiente: un trozo de sonoridad que, con exclusión de lo que precede y de lo que sigue en la cadena hablada, es el significante de cierto concepto.” (los destacados son nuestros)

En principio, cuando un hablante habla, produce una corriente fónica. La imagen de la cinta nos muestra que una proferencia continua; no hay cortes entre palabra y palabra. Sin embargo, los hablantes son capaces de distinguir las unidades que están en juego. Cómo es este proceso es lo que Saussure se pregunta. § 2. MÉTODO DE DELIMITACIÓN “Quien posee una lengua deslinda sus unidades con un método muy sencillo, por lo menos en teoría. Tal método consiste en colocarse en el habla, mirada como documento de lengua, y en representarla con dos cadenas paralelas, la de los conceptos (a) y la de las imágenes acústicas (b). Una delimitación correcta exige que las divisiones establecidas en la cadena acústica (α, β, γ...) correspondan a las de la cadena de conceptos (α’, β’, γ’...):”

α

β

γ

α’

β’

γ’

...

a b

72

...

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

El autor nos da una solución: “colocarse en el habla mirada como documento de lengua”, es decir, dar cuenta a través de las manifestaciones del habla cuáles son las entidades constituyentes de la lengua. Si en español se escucha que un hablante del español dice “siyolaprendo” (“sižlaprã” en el primer ejemplo que da Saussure), ¿cuáles son las interpretaciones que se puede asignar a esta corriente fónica? He aquí tres interpretaciones: a) Si yo la prendo b) Si yo la aprendo c) Si yo la aprehendo ¿Qué es lo habilita a realizar estos cortes y no otro cualquiera como siyol aprend o? Evidentemente, estas tres posibilidades, y no la última, están habilitadas por los significados del español con independencia de cualquier contexto. Varias conclusiones se derivan de este fenómeno: 1) La cadena fónica habilita un conjunto de significados y no otros. 2) Los sonidos por sí mismos no son nada: son en la medida que los significados le dan una forma, es decir, permiten hacer los cortes que señalamos. 3) Los cortes no son mecánicos, están mucho más allá de lo que se oye. Por ejemplo la posibilidad de reconocer dos “a” en un corte como b) (si yo la aprendo) cuando es muy posible que la realización fónica efectiva sea una sola “a”. “Para verificar el resultado de esta operación y asegurarnos de que estamos de hecho ante una unidad, es preciso que, al comparar una serie de frases donde se encuentre la misma unidad, se la pueda en cada caso separar del resto del contexto, comprobando que el sentido autoriza la delimitación. Sean los dos miembros de frase lafọrsdüvã (‘la force du vent’) y abudfọrs (‘à bout de forċe’): en uno y en otro el mismo concepto coincide con la misma porción fónica fọrs; es, pues, una unidad lingüística. Pero en ilmafọrsaparlẹ (‘il me force à parler’), fọrs tiene un sentido completamente diferente; es, pues, otra unidad.”

Este es otro de los ejemplos de Saussure para mostrar cuán sutil es el hablante en el reconocimiento de las unidades. En español: “lafuerzadelviento” y “mefuerzablar” 8 . ¿Cómo hace el hablante para darse cuenta aquí de los cortes? ¿Cómo es capaz de darse cuenta de que la misma porción de sonoridad responde a entidades diferentes? a) la fuerza del viento b) me fuerza a hablar En el ejemplo a “fuerza” podría ser sustituido por “potencia” y en b por “forzó”, “forzará”, etc. El hablante es capaz de reconocer diferencias muy sutiles: sustancias parecidas, formas distintas. Saussure va aún más lejos. Un hablante es capaz de reconocer entidades que no se “recortan” como los trozos de una cinta continua. En definitiva esto ya está demostrado en 8

Preferimos no hacer aquí una transcripción fonológica por el tipo de destinatario a quien va dirigido este comentario. 73

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

ejemplos como “mefuerzablar”, donde podemos reconocer tres “a” donde materialmente hay una: fuerza a hablar. Pongamos un ejemplo en inglés similar al que Saussure pone en francés. Si pensamos en los sustantivos “boy” y “boys” del inglés, podríamos tener la ilusión de que lo que el angloparlante reconoce son dos unidades perfectamente delimitables como trozos de una cinta: boy + ø (“ausencia de” que significa singular) en el primer caso y boy + -s (que significa plural) en el segundo caso. Sin embargo, esta operación que parece ser automática, no es explicable por este procedimiento en el par foot / feet. En efecto para que este corte fuese automático, tendríamos que decir que la palabra es f t y que su singular es oo y su singular es ee. Esto no responde ni siquiera a la intuición de un hablante ingenuo del inglés. La operación que el hablante hace se puede expresar como una relación proporcional en la que boy como foot boys feet Es decir, reconoce que la relación que hay entre boy y boys es la misma que hay entre foot y feet. Es decir, el hablante reconoce unidades más abstractas, más sutiles, que las que se pueden obtener como resultado de un corte de una cinta. En español pasa lo mismo. Cualquier hablante del español se da cuenta que “-aba” en “cantaba es lo mismo que “-ia” en “comía”. Saussure trata de demostrar que las entidades o unidades constitutivas de una lengua son difíciles de delimitar (responden a procesos complejos) y, sin embargo, los hablantes las delimitan. 9 (...) La lengua presenta, pues, el extraño y sorprendente carácter de no ofrecer entidades perceptibles a primera vista, sin que por eso se pueda dudar de que existan y de que el juego de ellas es lo que la constituye. Éste es sin duda un rasgo que la distingue de todas las otras instituciones semiológicas.”

CAPÍTULO III IDENTIDAD, REALIDAD, VALORES “La reflexión que acabamos de hacer nos coloca ante un problema tanto más importante cuanto que en lingüística estática toda noción primordial depende directamente de la idea que nos hagamos de la unidad, y hasta se confunde con ella. Esto es lo que quisiéramos mostrar sucesivamente a propósito de las nociones de identidad, de realidad y de valor sincrónico.”

Este tercer capítulo Saussure lo divide en tres literales, tres aspectos de un mismo fenómeno. En el literal “A” va a hablar sobre la identidad sincrónica, en el “B” sobre realidad sincrónica y en el “C” sobre los valores. 9

A propósito de la dificultad de la delimitación de unidades de una lengua, permítasenos una anécdota. Un niño jugando al conocido juego del “veo veo” con un adulto le propone una palabra que empieza con s y termina con a. El adulto no la adivina y pide la respuesta. El niño contesta sotea. Es evidente que este niño de aproximadamente seis años todavía no ha asimilado las reglas de escritura. Quizá oyera de su madre frases como: “no vayas a la azotea” (novayasalasotea) de donde la delimitación “sotea”, es posible (“la sotea”). Esta anécdota es real y solo intenta ilustrar que la delimitación no es tan fácil como parece. Es probable que con el aprendizaje sistemático, haya corregido este primer acercamiento. La anécdota es real. 74

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

“A. ¿Qué es una identidad sincrónica? No se trata aquí de la identidad que une la negación nada con el participio latino natam (rem natam = ‘cosa nacida’), identidad de orden diacrónico –ya lo estudiaremos más adelante, ver pág. 290-, sino de esa otra, no menos interesante, en virtud de la cual declaramos que dos frases como ‘no sé nada’ y ‘no le digas nada de esto’ contienen el mismo elemento. Cuestión ociosa, se dirá: hay identidad porque en las dos oraciones la misma porción de sonoridad (nada) está revestida de la misma significación. Pero esta explicación es insuficiente, porque si la correspondencia de los trozos fónicos y de los conceptos prueba la identidad (ver más arriba ‘la force du vent’ y ‘à bout de forċe’), lo recíproco no es verdadero: puede haber identidad sin esa correspondencia.”

Para entender el planteo del autor analicemos sus ejemplos junto con dos más que son de nuestra cosecha: a) b) c) d)

no sé nada no le digas nada de eso Juan nada muy bien Cuidado con la manada

En primer lugar, Saussure advierte que no se va a ocupar de la identidad que une nada con natam (cosa nacida), o sea, de la identidad diacrónica sino por la sincrónica. Su interés está en cómo hace un hablante para darse cuenta de que la porción de sonoridad “nada” en el ejemplo “a” es la misma que en el ejemplo “b”, y que no tiene nada que ver con la los ejemplos “c” y “d”. En primer lugar, según Saussure, reconocer identidades en una lengua supone reconocer diferencias. Es decir, si reconocemos que la porción comprometida en a) es la misma que está en b), es porque nos damos cuenta de que es distinta a c) y a d). Si no reconocemos las diferencias entre a) y c), es muy dudoso que reconozcamos las identidades que suponen a) y b). En segundo lugar, esas identidades (“nada” del “a” y “nada” del “b”) se reconocen con independencia de la materialidad con que se presenten, es decir, con independencia de que dos individuos las expresen con distinto tono y con distinta voz. ¿Cómo es que un hablante reconozca cosas tan sutiles? Para explicar mejor esto Saussure pone tres ejemplos: “Cuando en una conferencia se oye repetir en varias ocasiones la palabra ¡señores!, se tiene el sentimiento de que se trata cada vez de la misma expresión, y sin embargo las variaciones del volumen del soplo y de la entonación la presentan, en los diversos pasajes, con diferencias fónicas muy apreciables, tan apreciables como las que sirven en otras ocasiones para distinguir palabras diferentes (cfr. fr. pomme ‘manzana’ y paume ‘palma’, goutte ‘gota’ y je goûte ‘yo gusto’, fuir ‘huir’ y fouir ‘abrir un hoyo’); además, ese sentimiento de identidad persiste, aunque desde el punto de vista semántico tampoco haya identidad absoluta entre un ¡señores! y otro, lo mismo que una palabra puede expresar ideas muy diferentes sin que su identidad resulte seriamente comprometida (cfr. ‘adoptar una moda’ y ‘adoptar un niño’, ‘la flor del naranjo’ y ‘la flor de la nobleza’, etc.).”

75

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Supongamos que en el desarrollo de una clase un docente usa tres veces la palabra “señores” pronunciándola de tres maneras diferentes (ya que nadie puede emitir exactamente igual los mismos sonidos dos veces) y con tres sentidos distintos (un saludo inicial al comienzo, un llamado de atención, una forma de dar concluida la clase al final). Es muy probable que a ningún hablante se le ocurra que se trate de palabras distintas. Puede materializarse una palabra de diferente forma fónica y semántica, y aún así el hablante sigue reconociendo la misma palabra. Opóngase el ejemplo anterior al siguiente: a) Leo este libro todos los veranos. b) Libro este cheque para que pagues las cuentas de una vez. Es obvio que, en este segundo ejemplo, el hablante reconoce ahora sí, palabras diferentes. ¿Cómo es posible, se pregunta Saussure, que un hablante sea capaz de entender cosas tan sutiles? Un ejemplos más del propio autor: en “la flor del naranjo” y en “la flor de la nobleza” se pone en evidencia que la nobleza no da flores como lo hace un naranjo. Sin embargo, a nadie se le ocurre pensar, en este caso, que existen dos palabras sino que es un uso distinto de la misma. Un ejemplo más: un hablante reconoce que la “m” de “imposible” y la “n” de “increíble” son equivalentes, pero también reconoce que la “m” de “mula” no equivale a la “n” de “nula”. Es obvio, entonces, que las identidades que reconoce no son materiales. En qué consisten entonces. Tres ejemplos (comparaciones) del autor con elementos extralingüísticos, van a tratar de dar cuenta de este fenómeno (como ha recurrido en otras oportunidades al ajedrez). “El mecanismo lingüístico gira todo él sobre identidades y diferencias, siendo éstas la contraparte de aquellas. El problema de las identidades, pues, se vuelve a encontrar en todas partes; pero también se confunde parcialmente con el de las entidades y de las unidades, del cual no es más que una complicación, por lo demás fecunda. Este carácter se desprende bien de la comparación con algunos hechos tomados de fuera del lenguaje.” “Así, hablamos de identidad a propósito de dos expresos ‘Ginebra-París, 8hs. 45 de la tarde’, que salen con veinticuatro horas de intervalo. A nuestros ojos es el mismo expreso y, sin embargo, probablemente la locomotora, los vagones, el personal, todo es diferente.”

El primer ejemplo trata sobre el expreso París-Ginebra. Saussure compara dos expresos que salen con 24 horas de diferencia. ¿Por qué decimos que es el mismo expreso si pueden variar la locomotora, el conductor, el color, etc.? Es decir, podríamos encontrar un enunciado en el que alguien dijera “tomo todos los días el expreso París-Ginebra de las 8hs. 45 para ir a trabajar”, como cuando decimos en nuestro país “tomo todo los días el mismo ómnibus para ir a trabajar”. ¿Qué identidad se está reconociendo? Es obvio que no se va a esperar la misma unidad, ni el mismo conductor, ni siquiera exactamente el mismo horario. Lo que se reconoce es una unidad relacional. El expreso París-Ginebra une estas ciudades (una determinada distancia) en un determinado lapso de tiempo. Por ende, se trata de una relación espacio-tiempo. Dicha relación es la que permite

76

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

reconocerlo como ese expreso y distinguirlo de cualquier otro que una, por ejemplo, Madrid-París o que tenga otro horario. “O bien si una calle es destruida y luego reconstruida decimos que es la misma calle, aunque materialmente quizá no subsista nada de la antigua. ¿Por qué se puede reconstruir una calle de arriba abajo sin que deje de ser la misma? Porque la entidad que la constituye no es puramente material; está fundada en ciertas condiciones a que es extraña su materia ocasional, por ejemplo su situación con respecto a las otras calles; parejamente, lo que hace al expreso es su hora de salida, su itinerario y en general todas las circunstancias que lo distinguen de otros expresos. Siempre que se realicen las mismas condiciones se obtienen las mismas entidades. Y sin embargo tales entidades no son abstractas, puesto que una calle o un expreso no se conciben fuera de una realización material.” (el destacado es nuestro)

En el segundo ejemplo Saussure se pregunta lo siguiente: ¿por qué si una calle es destruida y reconstruida (en su aspecto material, se entiende: edificios, veredas, etc.) yo sigo diciendo que es la misma? ¿Por qué podemos encontrar la misma esquina? Porque porque sigue teniendo la misma relación respecto a las demás esquinas de la ciudad (va a estar a la misma cantidad de cuadras y en misma orientación respecto a las otras esquinas que antes de haber sido destruida). En consecuencia, yo puedo seguir diciendo que es la misma calle (dice Saussure) porque la relación que guarda con las otras calles es la misma que antes. Otra vez estamos ante una entidad que se define relacionalmente. “Opongamos a los casos precedentes este otro –tan diferente- de un traje que hubieran robado y que yo encuentro en la tienda de un ropavejero. Aquí se trata de una entidad material, que reside únicamente en la substancia inerte, el paño, el forro, los adornos, etc. Otro traje, por parecido que sea al primero, no será el mío. Pero la identidad lingüística no es la del traje, sino la del expreso y de la calle. Cada vez que empleo la palabra ¡señores! renuevo la materia; es un nuevo acto fónico y un nuevo acto psicológico. El lazo entre los dos empleos de la misma palabra no se basa ni en la identidad material, ni en la exacta semejanza de sentidos, sino en elementos que habrá que investigar y que nos harán llegar a la naturaleza verdadera de las unidades lingüísticas.”

El tercer ejemplo que da Saussure es el de un traje que me fue robado y después yo lo encuentro en la tienda de un ropavejero. ¿Cómo lo reconozco? Debido a que es el mismo paño, el mismo color, a que tiene determinados detalles personales que me hacen reconocerlo. O sea, lo reconozco porque materialmente es el mismo. Sin embargo, de la lengua que los hablantes reconocen no es la del traje, sino la del expreso o la de la calle. Las identidades que los hablantes reconocen son identidades relacionales. La relación que guarda “-aba” con “cantar” es la misma que guarda “-ia” con “comer”; la relación que guarda “-i” con “legal en “ilegal” es la misma que guarda “-in” con “oportuno” en “inoportuno” y la misma que guarda “-im” con “posible” en “imposible”. Las identidades sincrónicas son relacionales. “B. ¿Qué es una realidad sincrónica? ¿Qué elementos concretos o abstractos de la lengua se pueden llamar así? Sea por ejemplo la distinción de las partes de la oración: ¿en qué se funda la clasificación de las palabras en sustantivos, adjetivos, etc.? ¿Se hace en nombre de un principio puramente lógico, extralingüístico, aplicado desde fuera a la gramática como los grados de longitud y de latitud al globo terrestre? ¿O bien corresponde a algo que tiene su

77

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

sitio en el sistema de la lengua y esté condicionado por ella? En una palabra ¿es una realidad sincrónica? Esta suposición parece la probable, pero se podría defender la primera. ¿Es que en la frase francesa ‘ces gants son bon marché’ (‘estos guantes son baratos’), bon marché es un adjetivo?”

En el literal B, Saussure se pregunta qué es una realidad sincrónica. El autor plantea el problema de que en su época (“y quizás ahora también”) las gramáticas de las distintas lenguas se hacían en base a gramáticas modélicas; es decir que se tomaban como modelos generales como por ejemplo las gramáticas latinas o griegas, y a veces, las gramáticas eslavas. En consecuencia, cuando se definía un adjetivo, por ejemplo, se trataba de que esa definición fuera tan amplia que abarcara todas las lenguas. Saussure ve el problema que se plantea a la hora de definir categorías para cualquier lengua de la misma manera. Asimismo, otras corrientes se basaban en la lógica. Esto es la “Gramática general y razonada” de Port Royal. El hecho de que en muchas gramáticas se insista para el análisis oracional partir del sujeto y del predicado tiene que ver con esto; se trata de una herencia de la lógica, porque las categorías sujeto-predicado son, en principio, categorías lógicas. Suponen un modelo en donde el lenguaje es un reflejo del pensamiento. Podríamos plantear la cuestión de la siguiente manera: 1. No tenemos porqué encontrar las mismas categorías en todas las lenguas. No todas las lenguas tienen porqué tener artículo, por ejemplo, como sucede con el latín. 2. Lo que definimos como adjetivo en español no tiene por qué coincidir conlo que definimos como adjetivo en inglés. Ya vimos que en español, en principio, el adjetivo tiene una posición más libre: mientras que en español puede ir antepuesto o pospuesto al sustantivo, en inglés va siempre antepuesto; mientras que en español concuerda en género y número con el sustantivo, en inglés es invariable. Por tanto lo que llamamos adjetivo en una lengua no es lo mismo que llamamos adjetivo en otra, ni sintáctica ni morfológicamente tienen los mismos comportamientos. Probablemente el mismo nombre provenga de una concepción extralingüística (lo sustantivo: lo principal / lo adjetivo: lo accesorio). El ejemplo del adjetivo bon marché (literalmente buen mercado, buen precio) da cuenta de una clasificación general que no se ajusta a los comportamientos habituales de los adjetivos en francés. “Lógicamente tiene ese sentido, pero gramaticalmente la cosa es más dudosa, porque bon marché no se comporta como un adjetivo (es invariable, nunca se coloca delante del sustantivo, etc.); por otro lado está compuesto de dos palabras; ahora bien, justamente la distinción de las partes de la oración debe servir para clasificar las palabras de la lengua: ¿cómo se podrá atribuir a una de esas ‘Partes’ un grupo de palabras? Pero al revés, no comprendemos bien esta expresión si decimos que bon (‘bueno’) es un adjetivo y marché (‘mercado, precio?) un sustantivo. Por lo tanto aquí tenemos una clasificación defectuosa o incompleta; la distinción de las palabras en sustantivos, verbos, adjetivos, etc., no es una realidad lingüística innegable.”

Saussure plantea los siguientes problemas:

78

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

a) Un adjetivo puede ir antepuesto o pospuesto en el francés, pero éste va pospuesto únicamente. b) Todos los adjetivos del francés concuerdan con el sustantivo (si es femenino, si es plural, etc.), pero éste es invariable. c) ¿Cuál es el sentido de clasificar las palabras en adjetivos, sustantivos, pronombres, verbos, etc.? Clasificar supone ordenar y ordenar supone entender. Se supone que una clasificación premite ordenar cualquier palabra en una de las mencionadas categorías. Pero “bon marché” son dos palabras: “marché” es un sustantivo y “bon” un adjetivo. Sin embargo, ambas están clasificadas en el francés como un adjetivo. Por lo tanto, lo que plantea Saussure es que esta clasificación es defectuosa, y que se llegó a ella debido a la aplicación de una clasificación tan general de adjetivo que cualquier cosa que complementa un sustantivo es un adjetivo. Cerrando este punto, lo que es una realidad propia de una lengua no tiene porqué serlo para otra. Cada lengua tiene un orden propio, su propia gramática. Toda lengua es arbitraria, las lenguas no son nomenclaturas. Saussure propone una “lingüística inmanente” que tome en cuenta las características propias de una lengua sin tomar como modelo las de otras lenguas o las de la lógica. Por último, una identidad lingüística de una lengua es una realidad de esa lengua y no lo es de otra. “C. Por último, todas las nociones estudiadas en este parágrafo no difieren esencialmente de lo que hemos llamado valores. Otra comparación más con el juego de ajedrez nos lo hará comprender (ver pág. 158 y sigs.). Tomemos un caballo: ¿es por sí mismo un elemento del juego? Seguramente no, porque con su materialidad pura, fuera de su casilla y de las demás condiciones del juego, no representa nada para el jugador, y no resulta elemento real y concreto más que una vez que esté revestido de su valor y haciendo cuerpo con él. Supongamos que en el transcurso de una partida esta pieza viene a ser destruida o extraviada: ¿se la puede reemplazar por otra equivalente? Ciertamente: no sólo otro caballo, hasta cualquier figura sin semejanza alguna con él será declarada idéntica, con tal de que se le atribuya el mismo valor. Se ve, pues, que en los sistemas semiológicos, como la lengua, donde los elementos se mantienen recíprocamente en equilibrio según reglas determinadas, la noción de identidad se confunde con la de valor y recíprocamente.”

El ítem C incluye la idea del valor. Para el valor Saussure pone el ejemplo de la pieza de ajedrez. Esta podría ser sustituida por un botón de plástico, por ejemplo, con tal de que en el juego valga como un caballo. Basta que los jugadores lo hayan “convenido” previamente. No es la sustancia lo que da valor a la pieza sino la relación que esta tenga con las del resto del juego. De esta manera se puede concluir que el valor recubre, entonces la noción de realidad y de identidad. Es por eso necesario detenerse en el problema del valor. “He aquí por qué en definitiva la noción de valor recubre las de unidad, de entidad concreta y de realidad. Pero si no existe diferencia alguna fundamental entre estos diversos aspectos, resulta que el problema se puede plantear sucesivamente en varias formas. Ya se intente determinar la unidad, la realidad, la entidad concreta o el valor, siempre plantearemos y volveremos a plantear la misma cuestión central que domina toda la lingüística estática.” (el destacado es nuestro)

79

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

CAPÍTULO IV EL VALOR LINGÜÍSTICO § 1. LA LENGUA COMO PENSAMIENTO ORGANIZADO EN LA MATERIA FÓNICA “Para darse cuenta de que la lengua no puede ser otra cosa que un sistema de valores puros, basta considerar los dos elementos que entran en juego en su funcionamiento: las ideas y los sonidos.”

¿Qué quiere decir Saussure con valores puros? Que no importa la sustancia, el valor es independiente de la misma. “La lengua es también comparable a una hoja de papel: el pensamiento es el anverso y el sonido el reverso: no se puede cortar uno sin cortar el otro; así tampoco en la lengua se podría aislar el sonido del pensamiento, ni el pensamiento del sonido; a tal separación sólo se llegaría por una abstracción y el resultado sería hacer psicología pura o fonología pura. (el subrayado es nuestro) La lingüística trabaja, pues, en el terreno limítrofe donde los elementos de dos órdenes se combinan; esta combinación produce una forma, no una substancia.”

Como decíamos, y más adelante se verá, lo importante es la forma, no una sustancia. No importa cómo se materialice ni el significante ni el significado. No importa si el significante se materializa por medio de la voz, la escritura, etc. Del lado del significado pasa lo mismo. Algo nos permite entender que cuando en “flor del naranjo” y “flor de la nobleza”, la palabra “flor” es la misma. § 2. EL VALOR LINGÜÍSTICO CONSIDERADO EN SU ASPECTO CONCEPTUAL “Cuando se habla del valor de una palabra, se piensa generalmente, y sobre todo, en la propiedad que tiene la palabra de representar una idea, y, en efecto, ése es uno de los aspectos del valor lingüístico. Pero si fuera así, ¿en qué se diferenciaría el valor de lo que se llama significación? ¿Serían sinónimas estas dos palabras? No lo creemos, aunque sea fácil la confusión, sobre todo porque está provocada menos por la analogía de los términos que por la delicadeza de la distinción que señalan. El valor, tomado en su aspecto conceptual, es sin duda un elemento de significación, y es muy difícil saber cómo se distingue la significación a pesar de estar bajo su dependencia. Sin embargo, es necesario poner en claro esta cuestión so pena de reducir la lengua a una simple nomenclatura (ver pág. 127).”

Saussure analiza aquí dos cosas que son diferentes pero están relacionadas: el “valor” y la “significación”. “Tomemos primero la significación tal como se suele representar y tal como la hemos imaginado en la página 129. No es, como ya lo indican las flechas de la figura, más que la contraparte de la imagen auditiva. Todo queda entre la imagen auditiva y el

80

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

concepto, en los límites de la palabra considerada como un dominio cerrado existente por sí mismo. Significado Significante

Pero véase el aspecto paradójico de la cuestión: de un lado, el concepto se nos aparece como la contraparte de la imagen auditiva en el interior del signo, y, de otro, el signo mismo, es decir, la relación que une esos dos elementos es también, y de igual modo, la contraparte de los otros signos de la lengua.”

Este capítulo presenta un problema, en él aparecen dos acepciones de la palabra “significación”. En primer lugar, Saussure llama significación a la relación que existe entre significado y significante. Por otra parte insiste en la idea de que uno requiere del otro, y de esa manera los desubstancializa. Él pone el acento en la relación que hay entre los constituyentes, es una relación que se da dentro del signo. La significación es, entonces, la capacidad de un significante de evocar un significado. En este sentido se podría afirmar que esta relación es única para cada signo. No existiría, según esta interpretación, ni homonimia ni sinonimia en la lengua (no todos están de acuerdo en interpretar de esta manera este pasaje). En efecto, que “can” y “perro” no son sinónimos se puede vislumbrar en sus derivados: se dice “una tos perruna” pero no “una tos canina”, se dice “productos caninos” pero no “productos perrunos”. De la misma manera, podríamos afirmar que en “leo un libro” y “libro un cheque”, el significante en ambos signos coinciden casualmente en la misma materia fónica. En realidad, cada uno es un significante distinto que se define en relación con el significado que evoca. Por tanto, son dos significantes distintos. Mientras la relación de significación es una relación que se da dentro del signo, la relación de valor es una relación entre los signos. Para explicar esto último recurre al ejemplo de una hoja de papel. Se trata de una hoja partida vista de atrás y de adelante donde los dos trozos tiene un anverso y un reverso: A y B, A’ y B’ respectivamente

A

A’ B

B’

Supongamos que tenemos una lengua tan sencilla que dispone de sólo dos signos. Para poder volver a armar la hoja no sólo tenemos que juntar los dos pedazos, sino que lo tenemos que hacer con un orden.

81

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

El trozo A y el trozo B constituyen los dos signos. El lado A’ es el significante y el lado A el significado de uno y el lado B’ el significante y el lado B el significado del otro. Esto supone algunos conceptos fundamentales: 1. ambos lados son indisociables y no se puede concebir uno sin su relación con el otro (oposición pero complementariedad). Así se expresa la significación 2. el todo es más que la suma de las partes, está constituido por las partes y las relaciones que existen entre ellas, no se pueden unir los trozos de cualquier manera sino que existe un orden que me permite rearmar la hoja. 3. El valor es la relación que guarda un signo con el resto de los signos de una lengua. Entonces, el valor de A’ está dado su posición en relación con B’ y el valor de A está dado en relación con B, es decir, el valor es una entidad relacional. Por lo tanto, aunque valor y significación no sean lo mismo, uno depende del otro. En la relación significado-significante “tú”, el significante “tú” evoca al significado “tú”. Sin embargo, mientras que el “tú” de Montevideo se define con relación a un “vos” o a un “usted”, el de España se define sólo en relación a un “usted”. Por lo tanto, la relación que hay entre significado y significante no es la misma, aunque materialmente sean lo mismo. Mientras que la significación es una relación intrasígnica, el valor es una relación intersígnica o intrasistémica. “Para responder a esta cuestión, consignemos primero que, incluso fuera de la lengua, todos los valores parecen regidos por ese principio paradógico: Los valores están siempre construidos: 1º, por una cosa desemejante susceptible de ser trocada por otra cuyo valor está por determinar; 2º, por cosas similares que se pueden comparar con aquella cuyo valor está por ver. Estos dos factores son necesarios para la existencia de un valor. Así, para determinar lo que vale una moneda de cinco francos hay que saber: 1º, que se la puede trocar por una cantidad determinada de una cosa diferente, por ejemplo, de pan; 2º, que se la puede comparar con un valor similar del mismo sistema, por ejemplo, una moneda de un franco, o con una moneda de otro sistema (un dólar, etc.). Del mismo modo una palabra puede trocarse por algo desemejante: una idea; además, puede compararse con otra cosa de la misma naturaleza: otra palabra. Su valor, pues, no estará fijado mientras nos limitemos a consignar que se puede ‘trocar” por tal o cual concepto, es decir, que tiene tal o cual significación; hace falta además compararla con los valores similares, con las otras palabras que se le pueden oponer. Su contenido no está verdaderamente determinado más que por el concurso de lo que existe fuera de ella. Como la palabra forma parte de un sistema, está revestida, no sólo de una significación, sino también, y sobre todo, de un valor, lo cual es cosa muy diferente.”

Se insiste aquí en la teoría del valor. Como ya se había hecho notar, este concepto proviene de la economía y es aquí donde se explicita con claridad. Los elementos que están en juego en la economía son:

82

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

1. dos cosas desemejantes: con 5 pesos se puede comprar un pan, es decir, por un lado dinero y por el otro un bien. En este sentido decimos que un pan vale $5. 2. dos cosas semejantes: comparamos también bienes con bienes y ponemos en relación dinero con dinero. Para saber si ese pan es caro o barato necesito saber cuánto gano (dinero) y que otros bienes podría comprar con esa cantidad. En el primer caso estaríamos frente a la significación (primer aspecto del valor), un significante se define en relación con el significad que evoca. En el segundo caso estaríamos frente al valor propiamente dicho, un significado se define en relación con los otros significados de la lengua un significante en relación con los otros significantes de la lengua. Ahora bien, el siguiente párrafo incluye una nueva acepción de la palabra “significación”. En este caso es entendida como “denotación”, es decir como la capacidad que tiene un signo de señalar un elemento del mundo. “Algunos ejemplos mostrarán que es así como efectivamente sucede. El español carnero o el francés mouton pueden tener la misma significación que el inglés sheep, pero no el mismo valor, y eso por varias razones, en particular porque al hablar de una porción de comida ya cocinada y servida a la mesa, el inglés dice mutton y no sheep. La diferencia de valor entre sheep y mouton o carnero consiste en que sheep tiene junto a sí un segundo término, lo cual no sucede con la palabra francesa ni con la española.”

El ejemplo que Saussure pone es, por un lado, el mismo que ya habíamos visto con pez y pescado en relación a la palabra inglesa fish, pero a la inversa. En este caso, tenemos dos significados en inglés (mutton y sheep) y uno en español (carnero). Hasta acá no hay ningún concepto nuevo. Sin embargo se agrega que mouton (del francés), mutton (del inglés) y carnero (del español pueden tener la misma significación. Si se pone atención a lo trabajado hasta ahora, se podrá observar que, según lo explicado, NO pueden tener la misma significación porque es propia de cada signo. Se concluye que aquí Saussure quiere decir otra cosa con la palabra “significación”. Se entiende, habitualmente, que lo que se quiere expresar es que, a pesar de tener valores distintos, pueden denotar las mismas cosas. Si admitimos esta tesis, se puede decir que los hablantes de distintas lenguas pueden llegar a denotar los mismos elementos del mundo (pueden hablar de lo mismo) pero con distintos valores. Se puede preguntar por la edad de una persona tanto en inglés como en español (How old are you? y ¿Qué edad tenés? respectivamente), sin embargo la traducción literal es imposible. En efecto, preguntar en español a un niño ¿Cuán viejo sos? resulta totalmente inadecuado. Sin embargo, la traducción es posible y de hecho siempre ha existido. Si admitimos esta tesis (que por cierto no todo el mundo admite), llegamos a una importante conclusión: las lenguas no son sistemas totalmente cerrados (solipsismos) sino que se abren al mundo cuando es necesario denotar; pero las lenguas tampoco están signos que no tienen relación entre sí (nomenclaturas) y que solo son etiquetas de las cosas o los conceptos. Las lenguas son sistemas de signos capaces de denotar, de abrirse al mundo. Saussure vuelve al concepto de valor, luego de esta digresión, si lo es, para centrarse en el hecho de que los signos se definen unos en relación a los otros. En la lengua todo es relativo.

83

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

“Dentro de una misma lengua, todas las palabras que expresan ideas vecinas se limitan recíprocamente: sinónimos como recelar, temer, tener miedo, no tienen valor propio más que por su oposición; si recelar no existiera, todo su contenido iría a sus concurrentes. Al revés, hay términos que se enriquecen por contacto con otros; por ejemplo, el elemento nuevo introducido en décrépit (‘un viellard décrépit”, ver pág. 151) resulta de su coexistencia con décrépi (‘un mur décrépi’). Así el valor de todo término está determinado por lo que lo rodea; ni siquiera de la palabra que significa ‘sol’ se puede fijar inmediatamente el valor si no se considera lo que la rodea; lenguas hay en las que es imposible decir ‘sentarse al sol’.”

Si existe en el español “tener miedo”, “recelar” y “temer”, es porque hay algo en “temer” que no lo podemos hallar en “tener miedo” o en “recelar”; para Saussure no hay sinónimos en la lengua. Ahí vemos el aspecto diferencial, los elementos se definen por oposición, unos son lo que los otros no son. Como los signos se definen en relación con lo que los rodea, Saussure muestra que también hay términos que se enriquecen (o definen) en contacto con otros. El ejemplo está en francés, pero Amado Alonso, en nota a pie de página, pone un ejemplo en español: “el elemento nuevo introducido en el uso argentino de latente (‘un entusiasmo latente’) resulta de su coexistencia con latir (‘un corazón latiente’).” Es decir, por contacto con latiente, latente (en potencia), adquiere también el significado de estar vivo. Dos ejemplos más que pone Saussure sobre el valor parecen ser clarificadores. 1) En español existen dos números para el nombre, singular y plural. En sánscrito, existen tres, singular, dual y plural. Aunque en ambos casos hablemos de singular, es evidente que no nos referimos a lo mismo: mientras que en español el singular es lo que no es plural, en sánscrito el singular es lo que no es ni plural ni dual; aunque en ambos casos hablemos de plural, tampoco nos referimos a lo mismo: mientras que en español el plural es lo que no es singular, en sánscrito el plural es lo que no es ni singular ni dual. Como se ve, no son etiquetas de una nomenclatura. El valor es puramente diferencial y opositivo. 2) En español tenemos un solo verbo, alquilar, tanto para quien posee una casa y la da en alquiler (alquilo esta casa) como para quien no teniendo casa paga a un extraño por vivir en una suya (alquilo esta casa). En alemán existen dos verbos que se diferencian perfectamente: mieten y vermieten. Aunque puedan denotar lo mismo, no tienen el mismo valor. Si imaginamos una situación en la cual se produce un juego de palabras en español con alquilar usado en los dos sentidos y produciendo una confusión (humor de lenguaje, por ejemplo), esto sería intraducible al alemán. Por último, habrá que anotar que para Saussure, la significación (en su primera acepción: relación significante / significado), es una relación positiva (un significante efectivamente evoca un significado), el valor es una relación negativa (opositiva) ya que un valor es lo que los otros no son. CAPÍTULO V RELACIONES SINTAGMÁTICAS Y RELACIONES ASOCIATIVAS

84

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

§ 1. DEFINICIONES

“Así, pues, en un estado de lengua todo se basa en relaciones; ¿y cómo funcionan esas relaciones? Las relaciones y las diferencias entre términos se despliegan en dos esferas distintas, cada una generadora de cierto orden de valores; la oposición entre esos dos órdenes nos hace comprender mejor la naturaleza de cada uno. Ellos corresponden a dos formas de nuestra actividad mental, ambos indispensables a la vida de la lengua. De un lado, en el discurso, las palabras contraen entre sí, en virtud de su encadenamiento, relaciones fundadas en el carácter lineal de la lengua, que excluye la posibilidad de pronunciar dos elementos a la vez (ver. Pág. 133). Los elementos se alinean uno tras otro en la cadena del habla. Estas combinaciones que se apoyan en la extensión se pueden llamar sintagmas. El sintagma se compone siempre, pues, de dos o más unidades consecutivas (por ejemplo: re-leer, contra todos; la vida humana; Dios es bueno; si hace buen tiempo, saldremos, etc.). Colocado en un sintagma, un término sólo adquiere su valor porque se opone al que le precede o al que le sigue o a ambos.” (el destacado es nuestro) Podríamos imaginarnos a un interlocutor de Saussure que le hiciera este reproche: “Ud. ha señalado hasta ahora que todo en la lengua son relaciones, pero ¿de qué relaciones está Ud. hablando?”. Y Saussure podría contestar: “esas relaciones son nada más que de dos tipos, relaciones sintagmáticas y relaciones asociativas”. Como se verá, estas relaciones no hacen otra cosa que continuar la teoría del valor. Este capítulo se divide en tres partes: una introducción, las relaciones sintagmáticas y las relaciones asociativas. Comienza presentando las relaciones sintagmáticas como relaciones que se dan en el discurso y vinculándolas con el principio de la linealidad del significante. Los problemas teóricos que se presentan son los mismos: ¿Son relaciones que los signos contraen en el habla o en la lengua? Este problema se va a tratar en extenso en el parágrafo 3. Para ilustrar estas relaciones pone los siguientes: releer (palabra); contra todos (sintagma preposicional); Dios es bueno (sintagma nominal); si hace buen tiempo, saldremos (oración compleja). Como se ve, los ejemplos tienen cierto orden: se parte de un ejemplo simple y se termina con uno complejo pasando por una serie intermedia. Varias conclusiones se derivan de esta presentación. En primer lugar, un sintagma puede ser tan simple como una palabra o tan complejo como una oración con una subordinada dentro. En segundo lugar, un sintagma puede estar incrustado en otro. En efecto, buen tiempo, por ejemplo, es un sintagma que está dentro del sintagma si hace buen tiempo, saldremos. Esto remite a una cualidad de la lengua: su recursividad, es decir, la posibilidad de generar, en una suerte de cajas chinas, unas estructuras dentro de otras. Esta propiedad, para otros autores como Chomsky, daría cuenta de la creatividad lingüística. En tercer lugar, no existe la unidad palabra no es coextensiva con la unidad signo. Una palabra puede contener más de un signo (releer), un palabra puede coincidir con un signo (hoy) y en algunos casos dos palabras pueden en realidad representar un único signo (ser humano). En la mayoría de los casos, una palabra es un sintagma (combinación de dos o más signos). No nos extrañemos, entonces, que algunos autores prefieran hablar de grupo sintagmático nominal en lugar de grupo sintáctico nominal: si consideramos que un sustantivo es un sintagma (tiene por lo menos la combinación de un signo léxico con uno de número), esta consideración es coherente. El núcleo es un sintagma.

85

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

En este pasaje se vuelve a la noción de valor: un signo adquiere su valor en relación con lo que le precede, con lo que le sigue o con ambas cosas. Esta formulación tampoco es nueva en el curso. En el capítulo dedicado al valor ya había advertido que hay lenguas en las que no puede decirse “sentarse al sol”, es decir, el signo manifiesta su valor en la combinaciones sintagmáticas que la lengua permite. Pensemos en los siguientes ejemplos: a) b) c) d)

es un la sostenido la casa acaba de derrumbarse no quiero verla a este anillo le hace falta una perla

Estos cuatro ejemplos intentan mostrar que frente “la”, en español, puede estar representando elementos bien diferentes. En los tres primeros ejemplos “la” es efectivamente un signo, en el último, una sílaba. En el primer ejemplo es un sustantivo (nombre de una nota musical), en el segundo un artículo y en el tercero un pronombre (en función de objeto directo. Efectivamente manifiestan su valor en la combinación sintagmática que realizan. Su identidad material, como ya se había mencionado en otras oportunidades, es meramente casual e irrelevante para determinar el valor (o la identidad sincrónica). Por último, las relaciones sintagmáticas son relaciones im praesentia. es decir, relaciones de signos copresentes. Las relaciones asociativas, en cambio, se definen como relaciones in absentia. Mientras que las relaciones sintagmáticas serán presentadas por Jakobson como el eje de la combinación las relaciones asociativas constituirán el eje de la selección. Estas últimas se conocen también como relaciones paradigmáticas. “Por otra parte, fuera del discurso, las palabras que ofrecen algo de común se asocian en la memoria, y así se forman grupos en el seno de los cuales reinan relaciones muy diversas. Así la palabra francesa enseignement, o la española enseñanza, hará surgir inconscientemente en el espíritu un montón de otras palabras (enseingner, renseigner, etc., o bien armement, changement, etc., o bien éducation, apprentisage); por un lado o por otro, todas tienen algo en común. Ya se ve que estas coordinaciones son de muy distinta especie que las primeras. Ya no se basan en la extensión; su sede está en el cerebro, y forman parte de ese tesoro interior que constituye la lengua de cada individuo. Las llamaremos relaciones asociativas. La conexión sintagmática es in praesentia; se apoya en dos o más términos igualmente presentes en una serie efectiva. Por el contrario, la conexión asociativa une términos in absentia en una serie mnemónica virtual.”

Saussure plantea que dichas relaciones responden a una serie mnemónica virtual. Este planteo, cuyo punto de vista, en principio, es psicologista, tendrá luego, una presentación más estructural. Ya habíamos visto en “el mecanismo del habla” que elegir unos signos implica descartar otros. Es decir, los que están presentes valen en función de los que están ausentes. El decir y no decir son hechos que se involucran irremediablemente. No importa, como ya habíamos advertido lo dicho sino por lo que se calla. Saussure trata de representar icónicamente estas relaciones con el siguiente esquema: 86

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

ENSEÑANZA enseña enseñemos aprendizaje etc. educación

lanza templanza

balanza etc.

esperanza

etc.

etc.

La palabra “enseñanza” es como el centro de una constelación donde aparecen diferentes relaciones de tipo asociativo: en la primera serie la asociación se da a partir de la raíz (“enseñ-“), en la segunda a partir del significado (léxico y/o gramatical: todos son sustantivos), en la tercera por el sufijo (enseñar / enseñanza; templar / templanza) y en la última por el significante (como en la rima). Jakobson va a explicar, más adelante, que el principio que rige este eje es el de la equivalencia. Lo que tienen en común estos elementos es lo que les permite funcionar de la misma manera. Por último, si bien el autor las debe presentar por separado, estas dos relaciones se dan juntas en la lengua. Esto le permitirá a Saussure presentar a la lengua como un mecanismo. Como es se aprecia habitualmente en el libro, se recurre primero a un ejemplo extralingüístico para presentar luego la explicación lingüística propiamente dicha. “Desde este doble punto de vista una unidad lingüística es comparable a una parte determinada de un edificio, una columna por ejemplo; la columna se halla, por un lado, en cierta relación con el arquitrabe que sostiene; esta disposición de dos unidades igualmente presentes en el espacio hace pensar en la relación sintagmática; por otro lado, si la columna es de orden dórico, evoca la comparación mental con los otros órdenes (jónico, corintio, etc.), que son elementos no presentes en el espacio: la relación es asociativa.”

Se trata de un ejemplo arquitectónico. Un travesaño puede tener las mismas dimensiones que las columnas que lo sostienen, pero su valor no lo determina su forma (el que sea columna o travesaño no tiene nada que ver con la forma material, en el piso, podrían ser tres elementos idénticos), sino su posición. Su valor, el hecho de que dos sean columnas y uno travesaño, está en función de la relación que hay entre ellos. Este es un buen ejemplo de relaciones sintagmáticas. Pero si una de estas columnas se rompiera y alguien consiguiera un tronco del mismo tamaño que cumpliera su función, el problema se subsanaría. Este intenta ser un ejemplo de las relaciones asociativas. Es decir tienen una relación de equivalencia. Enfrentados a la lengua asistimos al mismo problema. COLUMNA

COLUMNA

TRAVESAÑO

87

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

En “deshacer” se pueden reconocer dos signos: “des-“ y “hacer”. Si reconocemos dos signos en relación sintagmática (copresentes) es porque existen dos series asociativas (ausentes) que permiten tal segmentación. deshacer descomponer

hacer

destapar

rehacer

etc.

etc.

Es decir, se repiten con cierta regularidad, y con el mismo valor, tanto la unidad “des-“ como la unidad “hacer”. Otro ejemplo nos muestra que esto no es siempre posible. En “desidia”, por lo menos en la actual sincronía, la inexistencia de la unidad “idia” me impide segmentar esta palabra en dos unidades. Lo que permite reconocer una secuencia sintagmática en el primer ejemplo donde “des-“ es una unidad claramente segmentable, no existe en el segundo ejemplo por no encontrar una serie asociativa en la que la unidad “idia” se repita con cierta regularidad. § 2. RELACIONES SINTAGMÁTICAS “Nuestros ejemplos de la página 207 ya dan a entender que la noción de sintagma no sólo se aplica a las palabras, sino también a los grupos de palabras, a las unidades complejas de toda dimensión y de toda especie (palabras compuestas, derivadas, miembros de oración, oraciones enteras). No basta considerar la relación que une las diversas partes de un sintagma (por ejemplo contra y todos en contra todos, contra y maestre en contramaestre); hace falta también tener en cuenta la relación que enlaza la totalidad con sus partes (por ejemplo contra todos opuesto de un lado a contra y de otro a todos, o contramaestre opuesto a contra y a maestre). Aquí se podría hacer una objeción. La oración es el tipo del sintagma por excelencia. Pero la oración pertenece al habla, no a la lengua (ver pág. 57); ¿no se sigue de aquí que el sintagma pertenece al habla? No lo creemos así. Lo propio del habla es la libertad de combinaciones; hay, pues, que preguntarse si todos los sintagmas son igualmente libres.” (el destacado es nuestro)

Los dos primeros párrafos quedan explicados en lo expresado en el apartado anterior. Conviene en este apartado centrarnos en un problema fundamental: el sintagma, ¿es una unidad del habla o es una unidad de la lengua? El problema se introduce a partir de dos presupuestos de la tradición gramatical y una conclusión que podría derivarse de ellos (expresados como 1º, 2º y 3º): 1º La oración es el sintagma por excelencia.

88

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

2º La oración pertenece al habla. 10 3º ¿Esto quiere decir que todos los sintagmas pertenecen al habla? La respuesta a esta pregunta es NO. Su propósito es tratar de demostrar que hay sintagmas que pertenecen a la lengua “Hay, primero, un gran número de expresiones que pertenecen a la lengua; son las frases hechas, en las que el uso veda cambiar nada, aún cuando sea posible distinguir, por la reflexión, diferentes partes significativas (cfr. francés à quoi bon?, allons donc!, etc.). 11 Y, aunque en menor grado, lo mismo se puede decir de expresiones como prendre la mouche, forcer la main à quelqu’un, rompre une lance, o también avoir mal à (la tête, etc.), à force de (soins, etc.), que vous ensemble?, pas n’est besoin de..., etc. 12 , cuyo carácter usual depende de las particularidades de su significación o de su sintaxis. Estos giros no se pueden improvisar; la tradición los suministra. Se pueden también citar las palabras que, aun prestándose perfectamente al análisis, se caracterizan por alguna anomalía morfológica mantenida por la sola fuerza del uso (cfr. en francés difficulté frente a facilité, etc., mourrai frente a dormirai, etc.) 13 .”

Amado Alonso presenta en español ejemplos clarísimos respecto de lo que Saussure pretende expresar. Ejemplos como ganar de mano o romper una lanza, no presentan una combinación sintagmática libre. El hablante no podrá elegir entre ganar de pie o ganar de dedo o romper un cuchillo o romper una espada. Lo mismo ocurre con los refranes. Quien dice el que fue a Sevilla perdió su silla no tiene por qué saber cuál fue el origen de la expresión, basta con que sepa usar adecuadamente este refrán. El hecho de que se afirme que este tipo de combinaciones no son libres sino que están dados por la tradición implica reconocer que pertenecen a la lengua y no al habla. Si estas expresiones nos son dadas por la tradición se nos imponen arbitrariamente, y si se nos imponen arbitrariamente, son hechos de lengua y no manifestaciones del habla. El hablante no elige libremente. La convención se le impone. “Y no es esto todo: hay que atribuir a la lengua, no al habla, todos los tipos de sintagmas construidos sobre formas regulares. En efecto, como nada hay de abstracto en la lengua, esos tipos sólo existen cuando la lengua ha registrado un número suficientemente grande de sus especímenes. Cuando una palabra como fr. indécorable o esp. ingraduable surge en el habla (ver. Pág. 267 y sigs.), supone un tipo determinado, y este tipo a su vez sólo es posible por el recuerdo de un número suficiente de palabras similares que pertenecen a la lengua (imperdonable, intolerable, infatigable, etc.). Exactamente lo mismo pasa con las oraciones y grupos de palabras establecidas sobre patrones regulares; combinaciones como la tierra gira, ¿qué te ha dicho?, responden a tipos generales que a su vez tienen su base en la lengua en forma de recuerdos concretos.”

10

Esta afirmación responde a cierta tradición gramatical que no es la tomada en el curso de LENGUA ESCRITA. (Adaptación de Amado Alonso) [En español tienen esta condición frases como ¡Vamos, hombre! arg. ¡salí de ahí! como negativa en oposición al interlocutor; ¿y a ti qué?, etc. A. A.] 12 (Adaptación de Amado Alonso) [Frases de carácter equivalente en español: ganar de mano, arg. pisar el poncho, romper una lanza, a fuerza de (cuidados, etc.), no hay por qué (hacer tal cosa), soltar la mosca (‘dar dinero a pesar de la resistencia o repugnancia’). A. A.] 13 (Adaptación de Amado Alonso) [En español querré frente a moriré, dificultad frente a facilidad. A. A.] 11

89

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Saussure reconoce también como propios de la lengua los sintagmas tipo. En este sentido, se encuentran considerados en su razonamiento dos posibilidades de suma importancia: 1. los que se expresan con el ejemplo de ingraduable: este sintagma no existe en la norma del español, pero en la medida de que existen imperdonable, intolerable e infatigable (entre otros), existe la posibilidad de construir cualquier adjetivo que siga el tipo in- + verbo en infinitivo + -ble, como in- + pasear + -ble, es decir, impaseable. Los sintagmas tipo, en este sentido, son lo que posteriormente se van a reconocer como reglas productivas: reglas que nos permiten formar palabras de manera regular en una regla. 2. la tierra gira y ¿qué te ha dicho? responden a dos tipos de oraciones diferentes en el español, el tipo de las oraciones aseverativas y el tipo de las oraciones interrogativas; en este sentido, están también en la lengua las reglas que nos permiten formar todas las oraciones aseverativas y todas las oraciones interrogativas (entre otras), que somos capaces de emitir efectivamente en el habla (esta es, ni más ni menos, que una proto diferencia entre lo que luego va a ser distinguido como la oración y el enunciado). “Pero hay que reconocer que en el dominio del sintagma no hay límite señalado entre el hecho de la lengua, testimonio del uso colectivo, y el hecho de habla, que depende de la libertad individual. En muchos casos es difícil clasificar una combinación de unidades, porque un factor y otro han concurrido para producirlo y en una proporción imposible de determinar.”

Este apartado termina con una conclusión muy interesante: frente a un sintagma concreto, es imposible distinguir cuánto hay en él de habla y cuánto de lengua. En efecto, cualquier oración aseverativa que un hablante enuncie va a estar permitida por las reglas que ya están previstas en la lengua. Por otro lado, cada vez que un hablante use, por ejemplo, un refrán (el que fue a Sevilla perdió su silla), sintagma impuesto por la lengua, lo va a enunciar en una situación histórica inédita y con un sentido específico para el interés que le ocupe (hecho de habla, por cierto). § 3. RELACIONES ASOCIATIVAS “Mientras que un sintagma evoca enseguida la idea de un orden de sucesión y de un número determinado de elementos, los términos de una familia asociativa no se presentan ni en número definido ni en un orden determinado. Si asociamos deseoso, caluroso, temer-oso, etc., nos sería imposible decir de antemano cuál será el número de palabras sugeridas por la memoria ni en qué orden aparecerán. Un término dado es como el centro de una constelación, el punto donde convergen otros términos coordinados cuya suma es indefinida.”

Podemos considerar que lo fundamental de las relaciones asociativas ya ha sido planteado en el primer apartado. Detengámonos simplemente en lo nuevo que introduce este párrafo citado supra. Mientras el sintagma supone un orden (no es lo mismo caballo blanco que blanco caballo) y un número determinado de términos, las relaciones asociativas no presentan ni un orden dado ni un número definido. En efecto, como cada signo es el centro de una constelación y las asociaciones son de distinto orden, estas pueden ser innumerables. El orden no está dado en la lengua. Si a veces se presentan con

90

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

un orden (yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos) es con un fin mnemotécnico. Pero ni en el conocimiento del hablante, ni en la lengua, tienen un orden fijo. “Sin embargo, de estos dos caracteres de la serie asociativa, orden indeterminado y número indefinido, sólo el primero se cumple siempre; el segundo puede faltar. Es lo que ocurre en un tipo característico de este género de agrupaciones, los paradigmas de la flexión (...)”

Una última precisión es relevante: la falta de orden se cumple siempre; sin embargo, no siempre hay un número indeterminado de elementos. Esta consideración es la que le permitirá a la lingüística posterior hacer la distinción entre paradigmas cerrados y paradigmas abiertos. Los primeros no permiten a los hablantes la creatividad lingüística, los segundos sí. Son ejemplos de paradigmas cerrados los artículos, las conjunciones, los pronombres. Los hablantes no inventamos ni artículos ni conjunciones ni pronombres, estos ya están dados por la lengua. Son ejemplos de paradigmas abiertos, los sustantivos, los adjetivos y los verbos. Efectivamente, los hablantes crean constantemente sustantivos, adjetivos y verbos.

CAPÍTULO V MECANISMO DE LA LENGUA

En este capítulo el objetivo es mostrar cómo las relaciones asociativas y sintagmáticas funcionan juntas. De este capítulo se van a destacar solo algunas cosas. En primer lugar debemos reparar en la palabra “mecanismo”. Con ella Saussure parece querer mostrar que la lengua no es una entidad estática, las relaciones que presenta suponen en ella una suerte de dinamismo En segundo lugar, quisiéramos reparar en lo que él llama “solidaridades sintagmáticas: “Lo primero que nos sorprende en esta organización son las solidaridades sintagmáticas: casi todas las unidades de la lengua dependen, sea de lo que las rodea en la cadena hablada, sea de las partes sucesivas de que ellas mismas se componen. La formación de palabras basta para probarlo. Una unidad como deseoso se descompone en dos subunidades (dese-oso), pero no como dos partes independientes juntadas una con otra (dese + oso). Es un producto, una combinación de dos elementos solidarios, que sólo tiene valor por su acción recíproca en una unidad superior (dese [signo de multiplicar] oso). El sufijo, tomado aisladamente, es inexistente; lo que le da un puesto en la lengua es una serie de términos usuales tales como calur-oso, mentir-oso, verd-oso, etc. A su vez el radical no es autónomo; sólo existe por combinación con el sufijo; en el fr. roul-is el elemento no es nada sin el sufijo que le sigue. La totalidad vale por sus partes, las partes valen también en virtud de su lugar en la totalidad, y por eso la relación sintagmática de la parte y del todo es tan importante como la de las partes entre sí.”

El ejemplo propuesto por el autor parece insistir en dos cosas:

91

FERDINAND DE SAUSSURE

1.

2.

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

los signos, en una combinación sintagmática, valen por la solidaridad que contraen: así, deshacer es lo contrario de hacer y descomponer lo contrario de componer, pero destrozar no es lo contrario de trozar (cf. destrozar un pollo y trozar un pollo) el resultado final de una combinación nunca es una mera suma, por eso Saussure lo expresa como un producto. Es una consecuencia de su concepción estructural: el todo es mucho más que la suma de las partes. Si el significante es lineal, el significado no lo es. Si el significado final de un sintagma fuese la mera suma de los significados parciales, no existiría la ambigüedad en la interpretación y esto es imposible en las lenguas naturales.

92

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

Bibliografía AUSTIN, J. L. (1962) 1990. Cómo hacer cosas con palabras, Paidós Studio, Barcelona. -------- (1961) 1989. "Emisiones realizativas" en Ensayos filosóficos, Alianza, Madrid. BALLY, CH. 1941 El lenguaje y la vida Losada. Buenos Aires. BENVENISTE, E. (1966) 1979. Problemas de lingüística general I y II, Siglo XXI, Buenos Aires. BYNON, T. (1977) 1981 Lingüística histórica Gredos. Madrid. CARRETER, L. 1953 Diccionario de términos filológicos. Gredos. Madrid. ----------------- 1980 Estudios de lingüística Crítica. Barcelona. COSERIU, E. 1962 Teoría del lenguaje y lingüística general Gredos. Madrid. ------------------- 1981 Lecciones de lingüística general Gredos. Madrid ------------------- 1986 Introducción a la lingüística, Gredos, Madrid. CRYSTAL, D. 2000 Diccionario de lingüística y fonética Ediciones Octaedro S.L. Barcelona. DE MAURO, T., (1967) 1987, Introducción y notas a la edición crítica del Curso de Lingüística General. Ed. Alianza. Madrid. DUCROT, O. 1965 ¿Qué es el estructuralismo?. Ed. Losada, Buenos Aires, 1985. -------------- 1977 “De Saussure a la Filosofía del Lenguaje” en ECO Nº 186. -------------- (1984) 1986. El decir y lo dicho Paidós Comunicación. Barcelona. DUCROT, O. y JEAN-MARIE SCHAEFFER 1995 Nouveau dictionnaire encyclopédique des sciences du langage Seuil París. DUCROT, O. y T. TODOROV, (1972) 1974. Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje. Siglo XXI. Buenos Aires. ECO, U. et al. (1973) 1976 Introducción al estructuralismo. Alianza. Madrid. FONTAINE, J. 1980 El Círculo Lingüístico de Praga Gredos, Madrid. GODEL, R., 1969, Les sources manuscrites du Cours de Linguistique Générale, Ed. Droz, Génève. HJELMSLEV, L. 1943 Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Gredos, Madrid. -------------------1968 El lenguaje, Gredos, Madrid. ------------------ 1972 Ensayos lingüísticos Gredos. Madrid. -------------------1976 Principios de gramática general Gredos. Madrid. JAKOBSON, R. 1985. Ensayos de lingüística general Planeta-Agostini. Barcelona.

93

FERDINAND DE SAUSSURE

PROF. CARLOS HIPOGROSSO

LÁZARO CARRETER, F. 1999 Diccionario de términos filológicos (3ª Ed.) Gredos. Madrid. --------------------------- 2000 Estudios de lingüística Editorial Crítica. Barcelona. LEWANDOWSKI, T. 2000 Diccionario de lingüística Cátedra, Madrid. LYONS, J. 1980 Semántica Teide. Barcelona. ------------ 1981 Lenguaje, significado y contexto Paidós Comunicación. Barcelona. ------------ (1981) 1993 Introducción al lenguaje y a la lingüística Teide. Barcelona. MALMBERG, B. (1966) 1970 La lengua y el hombre . Introducción a los problemas generales de la Lingüística Ediciones Istmo. Madrid. MARTINET, A. (s.f.), "La notion de fonction en linguistique" En: Martinet: Studies in functional syntax, Ed. W. Fink, Munich. ------------ (1965) 1968 La lingüística sincrónica Gredos. Madrid. ------------ 1971, "Fonction et structure en linguistique" En: Martinet: Studies in functional syntax, Ed. W. Fink, Munich. MEILLET, A. 1952 Linguistique historique et linguistique générale Tome 2 1952, réimpression de l'éd. de 1936, Paris, Librairie C. Klincksieck. --------------- 1983 Linguistique historique et linguistique générale Tome 1 (1983), Genève, éd. Slatkine / Paris, Champion, réimpression en fac-similé de l'édition de Paris (1975) MILLER, G. A. (1981) 1985 Lenguaje y habla Alianza Editorial. Madrid. MOUNIN, G. (1967) 1971 Historia de la lingüística: desde los orígenes al siglo XX Gredos. Madrid. ---------------- (1968) 1976 Claves para la lingüística Anagrama. Barcelona. --------------- (1972) 1976 La lingüística del siglo XX Gredos. Madrid. NETHOL, A. 1971, F. de Saussure. Fuentes manuscritas y estudios críticos, Ed. Siglo XXI, México. PIAGET, J. 1968 El estructuralismo, Ed. Proteo, Buenos Aires. ROBINS, R. H. (1967) 2000 Breve historia de la lingüística Cátedra. Madrid. SAPIR, E. (1921) 1954 El lenguaje Breviarios. Fondo de Cultura Económica. México. Madrid. Buenos Aires. SAUSSURE, F. DE (1916) 1987 Curso de Lingüística General. Edición Crítica de Tulio de Mauro. Ed. Alianza universitaria. (También: Ed. Losada. Buenos Aires. 1945). SAUSSURE, F. DE 2004 Escritos de Lingüística General. Gedisa. Barcelona. STAROBINSKI, J. 1996 Las palabras bajo las palabras. La teoría de los anagramas de Ferdinand de Saussure Gedisa. Barcelona. VERÓN, E. 1993 La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad Gedisa. Barcelona.

94