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Casi TODO sobre el San Pedro Bia Labate* entrevista a: Anthony Henman El antropólogo Anthony Henman divide su tiempo entre una casa de campo en el país de Gales y una terraza en el barrio de Barranco, en Lima. La casa peruana sirve como base para sus viajes por el interior del país en busca de variedades del cactus de San Pedro o wachuma (Echinopsis pachanoi), un potente alucinógeno cuyo principio activo es la mescalina. A los 54 años, Henman es uno de los pioneros de la difusión sociológica sobre drogas en América Latina. Su obra más conocida es Mama Coca publicada en Londres en los setenta y ahora reeditada en el Perú por Juan Gutemberg (2004).

Nuestro conocido San Pedro comprende varias especies de un género que antiguamente era llamado Trichocereus y ahora ha sido reunido dentro del género Echinopsis. Son por lo menos tres especies principales: la Echinopsis pachanoi es originaria de Ecuador y norte del Perú, extendiéndose hasta Huánuco; la Echinopsis peruvieanus comienza en el departamento de Ancash y va hasta Cusco; la Echinopsis bridgesii corre alrededor del lago Titicaca y llega a La Paz. En el sur de Bolivia y norte de Argentina hay además dos o tres especies que no se conocen muy bien. Son bastante diferentes entre sí: unas miden de 5 a 6 metros, otras nunca pasan de 1.5 metros; algunas tienen troncos de 30 cm. de grosor y otras de apenas 7 cm.; hay especies con 4, 5 y hasta 12 segmentos o divisiones laterales. La cantidad de espinas también varía mucho. Pero todas las especies contienen el mismo principio activo, la mescalina. Esta aparece siempre más o menos en la misma concentración: alrededor de 1.2% del peso de la planta verde. Una dosis activa de mescalina es de 300 mg. aproximadamente. Entonces para tener un buen efecto es necesario procesar 250 g. de planta en estado crudo. Wachuma es el antiguo nombre indígena del San Pedro. La primera descripción detallada de su uso es del padre Bernabé Cobo, un jesuita que hizo un trabajo sobre plantas, animales y minerales en el siglo XVII. El cambio de nombre a San Pedro tiene que ver con el uso mestizo de esta planta, que se desarrolló en los últimos 200 o 300 años. La identificación de la mescalina La identificación de la mescalina en el San Pedro, no fue inmediata. La mescalina en sí ya había sido aislada en la década de 1890 en los EEUU, a partir del peyote (Lophora williamsii ). En ésta época, poetas e intelectuales experimentaban un efecto alucinógeno por primera vez en la era moderna e industrial. Paralelamente, en la década de 1930 la variedad E. pachanoi de San Pedro fue ampliamente distribuida como una curiosidad botánica y como base de injerto para otras especies de cactus, estando presente en casi todos los viveros del mundo. Mas esto ocurrió antes de que las personas se dieran cuenta de que esta especie contenía mescalina. A pesar de los usos tradicionales del San Pedro en el Perú, los botánicos no se interesaron mucho en buscar su principio activo. En los años 40, algunos médicos en Lima sugirieron que podría haber mescalina en el San Pedro pero no consiguieron hacer los análisis necesarios. Fue recién en 1960 que se logró esta identificación y la publicación de lo hallado. El estatus legal de la wachuma La mescalina está en todas las listas de substancias prohibidas de hecho y desgraciadamente eso va a ser muy difícil de cambiar. Al mismo tiempo, las «especies vegetales» que contienen mescalina están en una tierra de nadie; no

son propiamente legales ni ilegales. En los países andinos, no ha habido un debate legal significativo en torno al estatus del San Pedro. El peyote, por el contrario, generó bastante polémica como resultado de su consumo por la Native American Church (NAC) en Estados Unidos y por los indígenas huicholes en México. Los huicholes están autorizados por el Estado mexicano a recolectar y consumir peyote (no siendo ello atribución de otras etnias). Set, Setting y plantas maestras Los científicos sociales insisten en que es necesario estudiar el consumo de drogas a partir de un modelo que tenga en cuenta el contexto social ( «setting») y la expectativa del individuo («set») oponiéndose a lecturas más estrictamente médicas y farmacológicas que generalmente son predominantes en el debate público. Norman Zinberg estableció estos conceptos durante los años 1960. Sus investigaciones fueron importantes porque demostraron que algunas personas podían tener una relación no problemática con los opiáceos, en aquella época considerados como el fin de la caída, por llevar inevitablemente al vicio. Desde el punto de vista teórico, la separación entre estas esferas es una división artificiosa entre ‘mente’ y ‘cuerpo’. Las expectativas del sujeto (set) representan el aspecto mental, y el ambiente cultural (setting), el cuerpo. Cuando estos conceptos son fetichizados, acabas con un modelo un poco mecánico, que intenta predecir cuál será el efecto si le proporcionas una sustancia a un sujeto, de acuerdo con una expectativa determinada y en un ambiente específico. Mas si analizamos la experiencia de una persona, vemos que la cosa es más complicada. Hay muchos ciclos de retroalimentación (feedback-loops): cosas que vienen de la cabeza y van hacia el cuerpo y viceversa. Es muy difícil decir exactamente si una sensación que está en el cuerpo viene de una euforia cerebral o viceversa. Preferiría crear un modelo donde se asuma que el efecto de una sustancia es de alguna manera imprevisible. El hombre nunca conseguirá domesticar totalmente la experiencia. Esa magia es, desde el punto de vista indígena sudamericano, lo que se concibe como el «espíritu de la planta». Este espíritu es autónomo, tiene su propia fuerza. Supera la división mente-cuerpo. Yo defiendo el concepto de planta maestra, la planta que enseña, que reduce esa actitud de prepotencia humana de que todo puede ser controlado por medio de disciplinas físicas y mentales. Técnicas de preparación Es necesario entender la relación que el hombre andino tiene con San Pedro desde las primeras épocas pre-cerámicas, (dos o tres mil años a.C.). Restos de la planta seca han sido encontrados en varias excavaciones en el litoral peruano. Pero en estos lugares, la wachuma debió ser traída desde bastante lejos pues su hábitat se ubica entre los 2 o 3 mil metros de altitud. Dadas las condiciones de transporte de la época –considerando que una caminata desde la sierra hasta la playa sería de por lo menos 80 kilómetros– es muy probable que se acarreara el cactus luego de secarlo al sol. Independientemente del registro arqueológico, lo que predomina actualmente en el Perú es el cocimiento de la planta verde, la que se corta en rajas y se cocina por varias horas. Después se cuela, eliminando las partes sólidas de la planta, y se toma el líquido viscoso que queda. Recientemente, algunas personas, yo inclusive, han redescubierto la técnica original de secar la planta antes de cocerla. Creo que de alguna forma, esto afecta su rendimiento, haciendo que algunos alcaloides precursores de la mescalina, se conviertan en mescalina, y potencialicen el efecto total. Las michas

En la tradición del norte del Perú, los curanderos usan plantas llamadas michas, que aumentarían el poder de la bebida. Sirven para «seguir el rastro», seguir una pista para el tratamiento de dolencias provocadas por causas mágicas. El uso de estas especies favorecería la interpretación de las alucinaciones del curandero y del paciente. Varias de estas plantas no tienen ningún poder psicoactivo; es decir, tienen apenas una eficacia «simbólica». Aquellas que poseen algún contenido farmacológico activo, son de la familia de las solanáceas, principalmente brugmansias, que se concentran en el noroeste amazónico, en las áreas adyacentes a los Andes. La Brugmasia candida es una variedad con flor blanca; otra que se cultiva mucho en los jardines de la amazonía es el Toé. ¿Cómo se cultiva? Se necesita un terreno bien drenado, con un poco de arena y piedra. En general, dejo un San Pedro unos seis meses sin agua al principio, para que desarrolle bien su raíz. Una vez que las raíces ya están presentes, la planta acepta una gran variación climática. Cuando cultivamos estas plantas en la intimidad de nuestro propio jardín, ellas acaban convirtiéndose en verdaderos personajes. Todos los días cuando me levanto, tengo un momento de concentración frente a estas plantas y asumo una relación con cada una de ellas. Además, por cuestión de abono, aunque también por razones mágicas, pongo cosas vegetales alrededor del San Pedro como tabaco, restos de café, mate etc. Parece que le gustara. En Lima tengo unas cien plantas en macetas de diferentes tamaños. Algunas ya tienen dos o tres metros y otras son ramas que acabo de recoger y están en macetas pequeñas desarrollándose bien. En Inglaterra, que tiene un clima no muy favorable (húmedo y frío), no riego entre octubre y marzo y las dejo dentro de casa, donde reciben calefacción y luz. Durante el verano europeo, las coloco fuera. Como llueve bastante, el clima se parece al del verano de la sierra del Perú. Mas en Lima, el mismo cactus crece dos veces más que en Inglaterra. Chavín y el San Pedro El San Pedro era usado ritualmente en el Horizonte Chavín, una de las primeras civilizaciones peruanas, alrededor del 800 a.C., especialmente en el centro ceremonial de Chavín de Huántar. En este lugar hay representaciones de sacerdotes con el cactus en la mano, pero es difícil saber los detalles del culto que se practicaba allí. Probablemente, incluía un momento de concentración en un patio externo a la pirámide y después las personas ingresaban a unas galerías subterráneas, donde había una serie de pequeños corredores y cuartos y un sistema muy complejo de canales para dejar pasar aire y agua –lo que producía efectos sonoros en el interior de la pirámide. Hoy es posible visitar esos locales, ¡Yo estuve allí y puedo decir que es fascinante! En seguida, los participantes eran conducidos delante de un gran monolito que representaba la divinidad mayor, un gran felino –más que un simple jaguar– con atributos de serpiente, pájaro y otros animales. El arqueólogo Richard Burger, de la Universidad de Yale, afirma que el ritual incluía también la ingesta de alguna otra sustancia. De acuerdo con el investigador –y concuerdo con su visión– en el momento de mayor intensidad probablemente ellos shingaban (aspiraban por la nariz) una dosis de «huilca». ¿Qué es la huilca? La huilca es un polvo preparado a partir de semillas de Anadenanthera peregrina, un árbol muy común en la selva, que crece desde los Andes hasta Sâo Paulo. Esta semilla contiene dimetiltriptamina, el mismo principio activo de la ayahuasca (Banisteriopsis Caapi + Psicotria viridis). Cuando se toma San Pedro y adiciona huilca, se provoca una alteración pronunciada del campo visual. Este efecto (de la huilca) dura de media a una hora como

máximo. Probablemente en este momento las personas eran colocadas delante de la deidad felínica. Esta tesis se apoya en la existencia, en Chavín, de una serie de cabezas incrustadas en las paredes de la pirámide en varios estadios de transformación: desde un humano totalmente humano, hasta un felino totalmente dragón. La metamorfosis, como muestran algunos investigadores, está claramente asociada con la hinchazón de la nariz. Por tanto, mi interpretación es que la huilca –que es shingada– producía una transformación felínica, una verdadera «encarnación» del espíritu tutelar del culto. Hay también muchas evidencias del uso conjunto de las dos sustancias (San Pedro y huilca) en otras culturas que aparecen después, en el Horizonte medio del Perú, como los Mochica, los Nasca y los Wari. Las «tabletas» de huilca, especie de bandejitas para shingar el polvo, también estuvieron ampliamente distribuidas en épocas pre-hispánicas en el sur andino, hasta el norte de Chile y Argentina. Allí no se sabe si las personas usaban el cactus también –es difícil precisar si las dos plantas siempre estuvieron asociadas o en algunos casos usadas separadamente. En el caso amazónico, es claro que la huilca fue usada sin San Pedro, en un área extensa que incluía parte de Brasil. Pero las evidencias de Chavín me estimularon a hacer experiencias conmigo mismo y con por lo menos veinte personas bajo mi orientación. Todos parecen concordar que el efecto combinado de San Pedro y huilca es más interesante, internándonos en espacios más insólitos que aquellos provocados por cada una de las sustancias separadamente. No hay absolutamente ninguna evidencia histórica de que los Incas consumieran la wachuma, así como no hay pruebas arqueológicas ni etnográficas de que los Incas ingirieran la ayahuasca. Hay certeza, sí, de que usaban hojas de coca y que consumían las semillas de huilca molidas, mezcladas con chicha (bebida de maíz fermentada). Los maestros curanderos del norte El consumo de San Pedro fue estigmatizado por los misioneros, siéndole atribuida una pesada carga de brujería, de rito satánico. Las nuevas prácticas mestizas –que adoptaron la terminología «San Pedro» en una referencia a la simbología cristiana, con el claro objetivo de legitimar su consumo– surgen a partir de una tradición preexistente, de raíces indígenas, pero fuertemente afectada por la colonización española. Las prácticas indígenas fueron re-trabajadas no a partir del cristianismo, sino de conceptos mágicos esotéricos del Mediterráneo, los cuales a su vez, incorporaban elementos árabes, clásicos, paganos, cabalísticos, etc. Este nuevo tipo de curanderismo permaneció sociológicamente invisible hasta la década de 1930, cuando se naturalizó dentro de las demás tradiciones medicinales folclóricas peruanas, llegando a ser hoy totalmente aceptado como parte de la «cultura popular». El curanderismo puede funcionar muy bien en ciertos tipos de estados psíquicos, como son las depresiones. Tiene la virtud de dar a la persona la sensación de que está enfrentando algún mal, y conseguir extirparlo. El problema es que las cosas siempre se explican dentro de un marco interpretativo un tanto paranoico: todo es resultado de influencias negativas. El tema preponderante es la envidia. Tantas veces he escuchado «todo es envidia». En la tradición norteña tanto el paciente como el curandero toman San Pedro, aunque la dosis de San Pedro que los participantes toman no es suficientemente fuerte para producir efectos relevantes. Los curanderos conocen el efecto real del San Pedro porque hacen sus dietas, toman mayores cantidades y en concentraciones más fuertes. Para la gran mayoría de los pacientes, toma la planta por razones casi simbólicas. Esto queda claro también en otro aspecto del ritual, que es la shingada. Esta es una preparación de aguardiente con rapé de tabaco, agua florida y otras aguas perfumadas, que es aspirado por la nariz utilizándose como recipiente una concha. Esta mixtura quema por dentro como pimienta, limpia la cabeza, mas no tiene efectos alucinógenos. La shingada sería una especie de sobrevivencia simbólica de lo que antiguamente habría sido el uso de la huilca asociado a la wachuma.

Comparado con el consumo de ayahuasca, de huilca, de peyote, el número de personas que participan hoy en rituales de San Pedro es mucho mayor. El cactus es usado literalmente por decenas, si no centenas de miles de personas, mientras los demás cultos con plantas alucinógenas permanecieron ligados a contextos indígenas relativamente restringidos en términos numéricos. Por esto es curioso que la literatura sobre el uso de San Pedro sea tan limitada en comparación con la del uso de ayahuasca. Hay grupos en California, Texas, España y el sur de Francia, lo mismo que en Lima, que usan San Pedro de una forma «no tradicional». Mas ellos no tienen mayor relevancia por al menos dos razones: la primera es que no existe una tradición indígena «pura» que sirva como bandera –como ocurre con los huicholes y el peyote, los mazatecas mexicanos y los hongos, o los grupos indígenas de la amazonía occidental y el ayahuasca–. El modelo que existe, con sus ecos de magia medieval, no es muy atractivo para estas minorías alternativas interesadas en estos ritos. Otra razón es que dentro de la tradición actual mestiza, como dije antes, la planta es preparada de una manera muy rala. Así algunas personas que fueron hasta el Perú, han regresado diciendo que la sustancia «no agarra». Sería interesante crear un nuevo ambiente ideológico para el San Pedrito personalmente, estoy trabajando en ese sentido. Hasta ahora no ha surgido una nueva religión alrededor del San Pedro y yo encuentro esto positivo. No me gustaría ver un tipo de Santo Daime (religión brasilera donde se consume ayahuasca) ofreciéndome San Pedro… Yo pienso que la mescalina permite una ritualización mas libre, no requiere una disciplina tan estricta como el ayahuasca. Su efecto es más sobrio, menos atemorizador para la persona que lo toma por primera vez. Un tipo de ritual propio para el San Pedro, debería tener en cuenta que el efecto dura bastante y demora en subir –sólo después de dos horas se lo siente completamente; se vuela totalmente en la tercera, cuarta y quinta hora. Luego de otras tres o cuatro horas más el efecto va disminuyendo. Sería bueno, entonces, organizar las actividades conforme a estos tres bloques. Durante las primeras horas, las personas sienten muchas veces presión baja, sueño y frío. Ellas tienen que ser animadas– de hecho que un tipo de actividad ritual como música, danza, etc., podría ayudar a extraer la fuerza de la bebida. Ya en la fase principal, sería bueno el silencio, la posibilidad de que cada uno entre en sus introspecciones. En la fase de descenso, tal vez fuese posible combinar el efecto del San Pedro con otras sustancias, de manera que se salga de la experiencia ordenadamente, ayudando al aterrizaje. La personalidad del San Pedro Durante los primeros 25 años de mi relación con esta planta, lo tomé de forma bien irregular. En esta época a veces «agarraba» bien fuerte y otras no. Comencé a tomarlo con más seriedad a partir de 1996, y hasta hoy vengo tomándolo en promedio una vez por mes. El cactus crece bajo los rayos implacables del sol. Tienen una energía muy solar. Esto se traduce también en el tipo de alteraciones visuales que el San Pedro produce, muchas de las cuales tienen una forma mandálica. Estas formas generalmente tienen un centro, son equilibradas, estables, diferentes de las que se ven con las triptaminas (hongos, ayahuasca, LSD), que producen alteraciones visuales con vueltas, mas como serpientes, rabitos que desaparecen, espirales que suben. Es muy importante para mi tomar San Pedro, primero para mantener una cierta salud física. Yo siento que cada sesión da una «regulada general» y como si las espinas del cactus penetrasen en cada espacio de mi cuerpo, ajustándolo. Yo acredito que también limpia la cabeza. Consigo percibir mejor mis obsesiones amorosas, profesionales, etc. Hay ciertas puertitas en el fondo de nuestra mente que se ligan unas a otras, estableciendo conexiones, evocando memorias y pensamientos que normalmente no aparecen. Para mí, dos frases que vienen del contexto tradicional del norte del Perú encierran la sabiduría de San Pedro. Una es: «Vamos levantando, vamos levantando». Aquí está presente

la visión de que San Pedro te pone de pie, te fortalece, te hace enfrentar las cosas. Tiene mucho que ver con la fuerza que viene del cactus. La otra que siempre usan, es: «¡Vamos a florecer los caminos!». La idea ahora es de un florecimiento de las posibilidades; como desarrollar un trabajo, una relación, como hacerla florecer. La metáfora es buena, las plantas nacen para florecer y deberíamos hacer de la misma manera, creciendo y floreciendo. * Bia Labate, antropóloga y periodista brasilera. Traducción: Guillermo Vásquez Bresani