Romanticismo Musical

EL ROMANTICISMO M.CG. DARIO D. AGUILLÓN Aunque suele ubicarse al romanticismo como un movimiento exclusivo del siglo XI

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EL ROMANTICISMO M.CG. DARIO D. AGUILLÓN

Aunque suele ubicarse al romanticismo como un movimiento exclusivo del siglo XIX, es en el siglo XVIII cuando empieza a gestarse, y hasta el XX cuando termina. Es un movimiento que revolucionó significativamente la cultura occidental. La sociedad, la política, la filosofía y el arte sufrieron cambios que alteraron para siempre la forma de vivir, de pensar y de crear. El romanticismo, como casi todos los movimientos culturales occidentales, surgió en Europa, más concretamente en Alemania e Inglaterra. Surge como una búsqueda de los intelectuales por romper con las reglas y estructuras tan rígidas del clasicismo que imperaba durante la segunda mitad del siglo XVIII. La falta de libertad de creación, la subversión del artista ante la nobleza y el clero, así como la prioridad de la razón sobre cualquier otra cosa, fueron los factores que llevaron a los intelectuales de la época a pensar en un movimiento contrastante que rompiera con todo lo establecido y les permitiera alcanzar sus ideales. No fue un movimiento súbito, sino que debieron pasar años para que se estableciera y dejara atrás a su antecesor clásico. Ya desde artistas tan representativos de la ilustración y del clasicismo, como Wolfgang Amadeus Mozart -quien ha sido llamado incluso “el primer romántico”- se veían las inquietudes de los artistas, ansiosos de libertad creativa. Es precisamente durante la época de Mozart, la segunda mitad del siglo XVIII, cuando ciertos acontecimientos en distintos países de Europa cimentaron el romanticismo que empezaba a asomarse. Libertad, Igualdad y Fraternidad “El hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive encadenado en todas partes” Jean-Jacques Rousseau La influencia de la Revolución Francesa en la vida política y social del mundo occidental es evidente hasta nuestros días. No podríamos entender los conceptos actuales de democracia, república y voluntad sin la enseñanza que la revolución nos dejó. Aunque sucede hasta 1789, la Revolución Francesa se basa en el pensamiento que se desarrolló durante todo el siglo XVIII, concretamente en el pensamiento filosófico y libertario de Jean-Jacques Rousseau. Rousseau fue el ideólogo involuntario de

la revolución, que representaba, también involuntariamente, los ideales del romanticismo por venir. Es precisamente este movimiento político el que define la corriente del romanticismo en Francia: ahí se desarrolla la idea del sentimiento popular, muy relacionado a la volonté generale que Rousseau había explicado en su Contrato Social. Otro hecho no menos importante es la publicación, a partir de 1751, de la Enciclopedia de Denis Diderot y Jean D'Alembert. La Enciclopedia pone al alcance de la sociedad todo un mundo de información que antes era exclusivo para la nobleza y el clero. Diderot y D'Alembert tenían el mismo objetivo que los románticos: romper la cadena que ataba a la cultura a la nobleza, y dejarla acercarse a la sociedad, particularmente la sociedad burguesa. La información, el arte, la filosofía, toda la cultura está al alcance de todos. Tormenta e Ímpetu “¡Oh amigos, no estas notas! entonemos otras más agradables y llenas de alegría ¡Alegría! Alegría!” Oda a la Alegría, Friedrich Schiller Alemania es otro de los países que reacciona contra la ilustración y el clasicismo. Y lo hace de forma mucho más violenta. El Sturm und Drang (tormenta e ímpetu) es un movimiento pre-romántico que exalta los sentimientos, el individualismo, el impulso y la emoción, como base y motivo de la creación artística. Figuras universales como Johann von Goethe, Friedrich Schiller y Osián, representaron este movimiento e influyeron notablemente en el arte del siglo XIX que ya se acercaba. La influencia de Goethe es innegable hasta nuestros días. Escritor, científico, poeta y alquimista, su Fausto es una de las obras imprescindibles de la literatura universal. La psicóloga estadounidense Catherine Cox Miles estudió entre 1922 y 1926 los cocientes intelectuales de 301 genios de la historia, basándose en los datos biográficos disponibles. El estudio arrojó en la primera posición a Goethe, con 210 puntos de cociente intelectual, según la escala Stanford-Binet. Más del doble que el promedio humano. Friedrich Schiller es otro de los grandes escritores que influyeron en el romanticismo europeo. Basta con mencionar que fueron las palabras, -aunque modificadas- de su Oda a la Alegría (originalmente llamada Oda a la Libertad), las que inspiraron a Beethoven a componer su novena Sinfonía, la Coral. Su influencia también alcanzó al movimiento operístico italiano, con óperas como Guillermo Tell, de Gioacchino Rossino, o Don Carlos, de Guisseppe Verdi.

“Príncipes hay muchos, Beethoven solo hay uno” Es posible que Ludwig van Beethoven sea uno de los mejores representantes de los ideales del romanticismo. No son pocas las anécdotas en su vida que demuestran la desesperación por la búsqueda de la libertad creativa y la independencia del artista. Beethoven logró lo que Mozart ya había buscado, se independizó de los príncipes y las cortes y se dedicó a componer con total libertad. A partir de él, una sinfonía puede componerse durante años, y no durante días como en el clásicismo. ¿Cuántas sinfonías hubiera compuesto Mozart si no hubiera sido por encargo? ¿Hubieran sido mejores? Seguramente si. Beethoven buscó la perfección musical sin prisas ni compromisos. Y es él quien exige ser tratado como un artista y no como un sirviente. Su respuesta ante la orden del príncipe Lichnowski de sentarse al piano, es tan representativa de la rebeldía romántica: “Príncipes hay muchos, Beethoven solo hay uno”. Beethoven representa la transición porque musicalmente se formó en el clasicismo. Aunque toda su obra fue compuesta con estructuras clásicas, empieza a explorar y aumentar los límites del sonido de todos los instrumentos a su alcance. La orquesta beethoveniana suena con mucha mayor fuerza que la orquesta clásica. Sus sonatas y sus cuartetos tienen mucho más impulso y mucha más violencia. El contraste sonoro es típico en su obra. El fortissimo súbito que rompe la tranquilidad del piano es uno de sus recursos comunes. Beethoven llevó a la música hacia el movimiento que se estaba formando en toda Europa: el romanticismo. El Nuevo Siglo y la Nueva Música La influencia de Beethoven en los músicos de su tiempo fue igual o más grande que en los músicos de la actualidad. Era considerado el músico vivo más grande de toda Europa -y por ende de todo el mundo- y eran cientos los músicos que desdeaban aprender de él, o siquiera conocerle. El aislamiento al que se sometió Beethoven durante sus últimos años de vida, hizo que esto fuera posible sólo para muy pocos. Pero seguramente todos asisitieron a los funerales de finales de marzo de 1827. Algunos incluso tuvieron el honor de cargar el féretro del Maestro. Uno de ellos fue Franz Peter Schubert. Considerado el primer músico nacido en el Romanticismo (1797), fue un músico casi desconocido en aquellos años. Murió en 1828, tan solo un año después que Beethoven. A pesar de haber dejado composiciones de distintos géneros (sonatas, sinfonías, impromptus, cuartetos, etc.) fueron suss lieder o canciones las que le dieron mayor reconocimiento, y las que sentaron el precedente

para un nuevo género musical que habría de desarrollarse durante todo el siglo. A partir de Schubert, muchos compositores vieron en el lieder una nueva forma de expresión, ejemplo perfecto de la unión de las artes, característica esencial del movimiento romántico. Si durante el Barroco y el Clasicismo, era impensable que una obra musical tratara de “algo” más allá de su propio lenguaje, durante el romanticismo fue una constante la relación entre la música y las otras artes, principalmente la literatura. Los poemas de Goethe, Schiller, Müller o Heinrich Heine fueron la fuente de inspiración para crear ciclos completos de canciones que, además, generalmente iban acompañadas por el instrumento romántico por excelencia: el piano. El lieder es el antecedente directo de la canción moderna, aunque es necesario decir que ya entrado el siglo XIX, la música podía prescindir de las palabras para contar una historia. La costumbre de asignar títulos a las obras se hizo presente con mayor fuerza, para permitir al público encontrar significados no necesariamente musicales en una obra musical. Heroica, La Tempestad o La Bella Molinera, son títulos que permiten que el oyente de la obra musical relacione los sonidos con un tema o atmósfera específica. ¿En qué pensamos al escuchar La Muerte y la Doncella? ¿Qué viene a la mente cuando suena El Canto del Cisne? Ambas obras de Schubert predisponen al oyente a que ejercite su imaginación, por el solo hecho de tener un título. ¿Qué pasaría si el cuarteto La Muerte y la Doncella se llamara simplemente Cuarteto de Cuerdas Número 14 en re menor? ¿Pensaríamos o imaginaríamos lo mismo? Seguramente no. Cada uno de nosotros pensaría en algo distinto y adaptaría la música a situaciones o experiencias totalmente distintas. Es aquí donde los músicos ven un horizonte mucho más amplio y mucha más enriquecido artísticamente. A partir de ahora, la música tiene el poder de expresar mucho más de lo que había expresado en todos los siglos anteriores. Drama y Locura: El Siglo de las Emociones La exaltación de los sentimientos y las emociones que trajo el Sturm und Drang, fueron aprovechadas al máximo por los compositores de la nueva época. Llevar una vida dramática o tener tendencia a la locura son ideas relacionadas comúnmente con los artistas románticos. Novalis, Friedrich Hölderlin, Frédéric Chopin, Robert Schumann e incluso Friedrich Nietzche pueden ser ejemplos de ello. La vida de Chopin (1810-1849) es el drama romántico por excelencia. Auto-exiliado de su natal Polonia, la patria a la que nunca pudo volver, Chopin dejó en su música todas las emociones de su frágil y corta existencia. La nostalgia y la melancolía están presentes en un catálogo lleno de nocturnos, valses, polonesas y mazurkas. Desde niño mostró ser un prodigio, que para la adolescencia ya estaba creando verdaderas obras maestras, como sus dos Conciertos para Piano y Orquesta, literatura

obligada para cualquier estudiante de piano. Chopin fue capaz de expresar sus emociones con tanta precisión que es imposible no sentir algo al tocar su música. Además le dio al piano una nueva voz, adoptada años después por compositores como Debussy o Fauré y que indudablemente sigue viva hasta hoy. En su tiempo, Chopin fue ampliamente reconocido por la sociedad parisina y por sus colegas. Fue uno de ellos quien lo llamó por primera vez el poeta del piano. Robert Schumann nació también en 1810. Desde muy joven demostró un gran talento para el piano, pero un desafortunado intento de mejorar su técnica a través de un artefacto inventado por el mismo arruinó su carrera. Pudo haber sido uno de los grandes pianistas del siglo XIX, lugar que dejó a su esposa Clara. La música perdió un pianista, pero ganó uno de sus mejores compositores. A partir de entonces Schumann se dedicó a estudiar y a innovar la manera de componer, creando obras tan celebradas como las Escenas de Niños, la Kreisleriana, sinfonías, sonatas y fantasías. Su Concierto para Piano y Orquesta en la menor Op. 54 es uno de los preferidos de los melómanos de todo el mundo. Llevó la relación música-literatura a sus límites, dejando obras como las Papillons (Mariposas) que cuentan una serie de historias no necesariamente relacionadas entre sí. Fue además uno de los pioneros de una nueva industria: las revistas musicales y la crítica musical. En su Neue Zeitschrift für Musik (Nueva Revista de Música) publicaba críticas a sus contemporáneos, a veces bajo el nombre de sus alter-ego Eusebio y Florestán. Las críticas en forma de diálogo entre estos personajes eran a veces tan duras que podían desanimar a cualquiera. Tenía una gran habilidad literaria que pudo desarrollar a través de la crítica. Si Chopin representa al drama, Schumann representa a la locura. Su desequilibrio mental era evidente desde su juventud, siendo en los períodos de lucidez en los que componía. Su locura progresiva lo llevó hasta el fondo del Rin en 1854. A partir de ese fallido intento de suicidio, el genio viviría recluido en un sanatorio mental hasta su muerte dos años después. Su música fue ampliamente difundida por su esposa. Clara Schumann fue considerada la mejor pianista de su época. Poseía un virtuosismo que le permitió tocar y dominar las complejas obras de su marido. El público la comparaba con Liszt y otros grandes virtusos, lo que le abrió las puertas de la escena musical europea. Fue gran amiga de otro de los grandes compositores románticos: Johannes Brahms. A veces considerado postromàntico, fue un gran admirador de los clásicos, especialmente de Beethoven. Brahms dejó un vasto catàlogo musical que incluye música orquestal, de cámara y para instrumento solo. Dejó también una amplia colección de lieds. Su importancia como compositor lo llevó a ser nombrado, junto con Bach y Beethoven, uno de las 3 grandes B de la música alemana.

Pasión y Virtuosismo “Thalberg es el mejor pianista del mundo, pero Liszt es el único” Princesa Cristina di Belgiojoso, después del duelo de piano en 1837, entre Sigismond Thalberg y Franz Liszt

El romanticismo musical le dio un nuevo giro a la música de concierto. Los músicos salieron de la corte y entraron a los salones de los palacios. París era el centro cultural de la Europa romántica, y fue ahí donde los conciertos alcanzaron la masividad y el espectáculo. Los grandes virtuosos se presentaban en salas y teatros llenos de espectadores deseosos de ver al prodigio en turno. Uno de esos virtuosos fue el violinista Niccolo Paganini, nacido en Italia en 1782. Su asombrosa habilidad con el violín propició la leyenda de su pacto con el diablo. Paganini era todo un showman del siglo XIX. Extravagante e impulsivo, su pasión en el escenario le hacía romper las cuerdas del violín mientras tocaba. Pero lejos de detenerse, la leyenda dice que continuaba incluso con un sola cuerda, improvisando para un público ya de por sí maravillado. Aunque dejo composiciones para su instrumento, fueron su técnica y su virtuosismo los que influyeron después en compositores como Franz Liszt o Sergéi Rachmaninov. Talvez Liszt sea el virtuoso más reconocido en toda la historia de la música. Niño prodigio, dejó su natal Hungría para viajar a París y construir su carrera como pianista y compositor. Discípulo de Czerny y gran admirador de Beethoven, el joven Franz pronto adquirió fama de prodigio del piano. Además de componer en los géneros existentes como sonatas, valses, rapsodias o conciertos, creó el Poema Sinfónico en su búsqueda de nuevas formas musicales. Liszt también defendía la música programática, siempre buscando evocar ideas extra musicales en sus espectadores. Dante, los Valses Mefisto y la Totentanz, son ejemplos de ello. Asombrado e influenciado por Paganini, Liszt decidió que el piano podía hacer lo mismo, o incluso más, que lo que hacía el violín del italiano. Se dedicó a tocar y a componer de una forma que hasta hoy sus obras son consideradas entre las de mayor dificultad técnica e interpretativa. Sus dificilísimos Estudios de ejecución Trascendental no carecen de belleza ni de emociones. Igualmente sus Conciertos para Piano y Orquesta, sus Liebestraum o sus Rapsodias Húngaras.

El virtuosismo se desarrolló durante todo lo que resta del siglo XIX, creando así una escuela pianística vigente hasta nuestros días. Pero en Liszt y en muchos de sus contemporáneos el romanticismo no sólo estaba en su música o en su arte. También estaba en su vida personal. Uno de los aspectos de la vida de los artistas románticos más tratados, sobre todo en el cine y en la narrativa, son sus relaciones personales. Las historias de amor de Beethoven, la relación de Chopin y George Sand e incluso la de Clara Schumann y Brahms, han sido contada tantas veces como sus historias musicales. En el romanticismo se pone especial atención en ello. ¿A quién le dedicó Beethoven sus mejores sonatas? ¿Quién inspiró a Chopin para componer esa música tan melancólica? ¿Quién inspiraba a Liszt? La vida de Liszt está llena de amor y de pasión, de condesas y princesas de toda Europa. La libertad que tiende al libertinaje fue una constante en su vida, que ni su unión a la Orden Franciscana en Roma pudo quitarle. Liszt también era un hombre religioso y espiritual, en constante búsqueda de la verdad. Talvez nadie pueda describirlo mejor que como lo hizo él mismo en alguna ocasión: “Músico filósofo que vive en el Parnaso, que viene de la duda y va hacia la verdad” Liszt influyó en muchos compositores de su época, como Richard Wagner y Hector Berlioz. También influyó, -y sigue influyendo- en centenares de pianistas e instrumentistas en general. La escuela pianística que dejó a través de sus alumnos sigue formando pianistas por todo el mundo, muchos de los cuales ven todavía en Liszt la cumbre del virtuosismo musical. La Música y la Exaltación Nacional “Me voy de Polonia a morir rodeado de extraños” Frédéric Chopin, 1831 Una de las características del período romántico es el nacionalismo musical. A pesar de que en el sentido estricto del término, el nacionalismo ha existido desde que la música folklórica empezó a difundir la cultura de cada región o país, es en el siglo XIX cuando el nacionalismo en la música toma mucha más fuerza. Además de las Polonesas de Chopin, las Rapsodias Húngaras de Liszt o el Réquiem Alemán de Brahms, destacan obras de compositores como el noruego Edvard Grieg; los rusos Piotr Illych Tchaikovsky, Mikhail Glinka, Mili Balakirev o Modest Mussorgsky; el finlandés Jean Sibelius; los checoslovacos Bedrich Smetana y Antonin Dvorak; los húngaros Béla Bartók y Zoltán Kodály; y los españoles Isaac Albéniz, Enrique Granados y Manuel de Falla. La característica esencial

del romanticismo es la expresión de los sentimientos, y uno de los más importantes en la época es el sentimiento por la patria. Utilizando como base la recuperación de la música folklórica de cada uno de sus países, todos estos compositores pusieron su trabajo musical al servicio de su patria. El sentimiento popular que Rousseau había definido como uno de los ideales románticos, ahora tenía grandes obras musicales con las cuales identificarse. ¿Sigue vivo el Romanticismo? Desde finales del siglo XIX, y sobre todo en el XX, surgieron movimientos musicales y artísticos tan fugaces e innovadores que aparentemente cambiaron el estudio y sentido de la música en varias direcciones. El llamado post-romanticismo de Sergéi Rachmaninov, Aleksandr Scriabin y Gustav Mahler se desarrolló al mismo tiempo que el impresionismo de los franceses Claude Debussy y Maurice Ravel. Después vinieron los movimientos atonales de Schonberg, Alban Berg, Shostakovich, Stravinski y Prokofiev. Muchos de estos movimientos, además de ser resultado de investigaciones teóricas, fueron propiciados por movimientos intelectuales o sociales de la época. Adolfo Salazar, en su libro La Música como Proceso histórico de su Invención, afirma que la nueva música del siglo XX no es más que una extención del romanticismo del XIX. Un romanticismo que renueva sus formas, que expermienta con los ritmos y las tonalidades y que altera su manera de expresarse, pero a fin de cuentas romanticismo. No es difícil encontrar la gran influencia de los compositores románticos en las grandes sinfonías de Mahler o en las obras de Scriabin. Si consideramos que la esencia del romanticismo es la expresión sobre la razón, la exaltación de los sentimientos y la individualidad del artista, entonces podemos preguntarnos ¿tales valores siguen vigentes hasta hoy? ¿Las innovaciones teóricas y técnicas pueden crear nuevos movimientos dignos de sustituir a un movimiento cuya base es mucho más profunda que la teoría? Mientras el artista sea libre, consciente de que el arte es la forma más elevada de la expresión humana, y honesto a la hora de sentir y tansmitir lo que siente a través de su obra, entonces descubriremos que el romanticismo no se ha ido, y talvez, por el bien del arte, nunca deba irse.