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PRACTICOS Bozzalla L. & aiman F. ACERCA DEL RECIEN NACIDO: DESARROLLO Y SUBJETIVIDAD (P y T) Crecimiento: el aumento de

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PRACTICOS Bozzalla L. & aiman F. ACERCA DEL RECIEN NACIDO: DESARROLLO Y SUBJETIVIDAD (P y T) Crecimiento: el aumento de un organismo vivo en aspectos cuantitativos como peso o talla. Durante el primer año de vida, el peso, la longitud y el perímetro cefálico son aspectos cuantificables que los pediatras controlan como indicadores de crecimiento. Maduración: supone cambios cualitativos en la organización anatómica y fisiológica q afecta a las capacidades de acción y reacción. La maduración es la actualización de lo virtual, de lo posible, que si bien depende de factores innatos y endógenos, es imposible sin la interacción con el medio, donde la presencia del otro cobra relevancia importante. Desarrollo: comprende la totalidad de los fenómenos implicados en los cambios. Incluye los aspectos cualitativos (maduración) y cuantitativos (crecimiento) siempre en relación a un intercambio con el medio social como fuente y origen de los estímulos necesarios para completar ambos. Son cambios progresivos, en una secuencia que tiende a una complejidad y heterogeneidad cada vez mayor, que experimenta el organismo en el transcurso de su vida. El resultado del constante aprendizaje que realiza el niño en su intercambio con el medio no sólo depende de la cantidad sino también de la calidad de los estímulos recibidos. Se observan diferencias en los tiempos de adquisición de ciertos logros madurativos según la estimulación q recibe cada niño de acuerdo al medio social al q pertenezca. Tmb en los casos de privación sensorial, por sordera o ceguera, la ausencia de información sensoperceptiva modifica la maduración. El desarrollo se muestra así como un proceso complejo, en interjuego con factores biológicos, emocionales, sociales, etc. y, con una organización interna expresable en leyes o principios de desarrollo: 1) DIRECCIONES DE LA MADURACION: La maduración tiene lugar en dos direcciones interrelacionadas: a) Céfalo-caudal: En el desarrollo prenatal el extremo de la cabeza se desarrolla primero, mientras q las porciones inferiores del cuerpo toman forma en periodos ulteriores, tanto en el desarrollo pre como post-natal. Los músculos de la cabeza y el cuello maduran antes que el tronco y las extremidades. Así, el sostén cefálico que se adquiere alrededor de los 3 meses antecede a la función sedente (6 meses) y ésta a la posición erecta (12 meses). Es decir que se controlan antes las partes del cuerpo que están más cerca de la cabeza, y luego el control se extiende hacia abajo. b) Próximo-distal: Implica que la maduración funcional se produce desde el eje central del cuerpo hacia la periferia. O sea que se controlan antes las partes que están más próximas al eje corporal (entendiendo por éste a la línea imaginaria que divide al cuerpo de arriba hacia abajo en dos mitades simétricas). En el desarrollo de la prensión se observa que a los 4 meses el movimiento de aproximación al objeto depende sólo del hombro (articulación que se controla primero), a los 7 meses se observa también que está implicada la movilidad del codo y a los 9 meses incluye la articulación de la muñeca y posteriormente de los dedos de la mano. Siguiendo el patrón de las direcciones de la maduración, el niño va logrando realizar actividades motoras más complejas y más precisas cada vez, integrando y controlando voluntariamente mayor número de grupos musculares. Es así que se observa la secuencia de conductas como levantar la cabeza y el pecho, alcanzar objetos con los brazos y las manos, rodar, sentarse, pararse, caminar y más tarde correr debido a la mielinización de las vías nerviosas entre el cerebro y los músculos esqueléticos, que sigue las direcciones céfalocaudal y próximo-distal 2) DIFERENCIACION: El desarrollo va de lo simple a lo complejo, de lo general a lo específico. Al principio el bebé llora con todo su cuerpo, más tarde sus movimientos se especializan más. Al principio sus reacciones de malestar son siempre semejantes, luego se vuelven más específicas, de modo que es posible reconocer distintos llantos para el hambre, el dolor, la solicitud de compañía, etc. 3) SUBORDINACION FUNCIONAL: Los elementos diferenciados pasan a formar parte de una nueva organización, es decir, se verifica la subordinación de funciones parciales a una función total emergente. Por ejemplo, un bebé de 2 meses es capaz de aprehender los objetos a través de la mirada (prensión visual), y más adelante, cuando logre el dominio voluntario de la mano se subordinarán ambas funciones a la coordinación oculo-manual. 4) DISCONTINUIDAD DEL RITMO DE CRECIMIENTO: El crecimiento es muy rápido en la primera infancia, su ritmo se aminora durante los años preescolares y es relativamente lento durante los años intermedios de la niñez. La adolescencia se caracteriza por una nueva aceleración del crecimiento. 5) CRECIMIENTO SINCRONICO:

El cuerpo no crece en su totalidad al mismo paso, sino q diferentes regiones y subsistemas se desarrollan con ritmos distintos y en momentos distintos. Recién Nacido: Si bien no existen criterios uniformes para delimitar el periodo del recién nacido (RN) o neonato, utilizaremos estos términos para referirnos al bebé hasta el final del primer mes de vida. En el periodo intrauterino o de gestación tienen lugar los primeros movimientos. Tmb comienza el desarrollo sensitivo; aunq éste sea muy rudimentario despiertan ciertos sentidos propiamente dichos como el gusto o el olfato. Esta actividad se complejiza y no desaparece al nacer, sino q se continúa y transforma en la vida postnatal. A pesar de la incuestionable y evidente indefensión del recién nacido (y su imposibilidad de subsistencia sin la adecuada asistencia del adulto), los estudios del desarrollo de las ultimas décadas han cuestionado la imagen de un RN como un ser caótico e impredecible. Se tiende a pensarlo como alguien activo con necesidades innatas de contacto intersubjetivo y bidireccional, q cuenta con un equipo de conductas sensoriales y motrices q le permiten responder a estímulos tanto positivos (apropiados) como negativos (inapropiados) provenientes del medio. A su vez sus respuestas inciden en el tipo de interacción que entablan con el adulto, generándose una estructura comunicativa en la que la secuencia de mensajes va a estar definida tanto por las respuestas de la madre para mantener la homeostasis del bebé como por la propia capacidad de éste de comunicación y autorregulación. Ya en la vida intrauterina el feto recibe indicios de la madre, q lo moldean y preparan para responder luego, al nacer, a los ritmos y señales de ésta y así ir armándose la díada q permitirá su supervivencia y su constitución subjetiva. En el RN, a partir de estas dotaciones sensoriales y motrices, al entrar en un interjuego con el otro (madre u otra persona en dicha función) se van estructurando escenas y reconociendo gestos que abren la dimensión subjetiva del bebé y subjetivante del intercambio. La motricidad del bebé podrá ser significada desde el otro de diferentes maneras ya desde el embarazo 1) DESCRIPCION: Cuando un bebe nace está maduro para recibir ciertos estímulos sensoriales y motrizmente está incapacitado para organizar y ordenar sus respuestas, “dado que es más maduro en lo sensorio que en la esfera motriz” Desde esta perspectiva se podría decir que el bebe no está integrado. Escucha, pero no puede organizar su respuesta motrizmente. No puede, por ejemplo, girar la cabeza hacia el lugar del que proviene ese sonido, que él aún no sabe que es una voz. Ahí es importante la función de sostén del adulto que al acurrucarlo en sus brazos, al mecerlo, al significar sus movimientos y sus gestos al tiempo que lo humaniza, hace de su cuerpo una unidad. El bebé, sin auto-sostén, tiende a desparramarse. Distintos autores hablan de la importancia de la “anticipación simbólica”, tiempo fundante en el cual el otro ubica los comportamientos del bebé en una escena con sentido, haciendo de puente relacional entre lo sensitivo y lo motor. Es el decir y el hacer escénico del otro el que enlaza lo sensitivo motor como producción subjetiva. Una primera observación del RN pone de manifiesto una actitud postural característica ("ovillo fetal"), dada por la dominancia flexora global. La intervención de los mecanismos de maduración, al irse instaurando, se encargará de disolver dicha tendencia en la futura actividad del lactante mayor. La predominancia flexora sobre la extensora, como actividad espontánea, es lo que nos hace decir que el RN debe “desperezarse” para convertirse en un lactante y dejar de ser neonato. 2) FUNCIONES CORPORALES: El bebé al nacer pasa de un medio intrauterino líquido y cálido, donde toda función orgánica -oxigenación, digestión, regulación de temperatura- está cubierta, a un medio extrauterino aéreo y sólido, donde deberá activar y mantener un sistema complejo de funciones fisiológicas. Esos cambios significativos que se producen al nacer se manifiestan en la búsqueda de un equilibrio, de un control homeostático basado en un ritmo somático de tensión/alivio que depende tanto de la armonización interna (control incipiente de sus propios estados y sistemas fisiológicos) como de la asistencia contextual (actitud empática y tierna del entorno). a) Respiración: La respiración del bebé es, en general, superficial, irregular y ruidosa. Son frecuentes los estornudos y ruidos respiratorios de carácter inocuo que ponen de manifiesto los esfuerzos regulatorios sobre la función. La respiración es más rápida que la de los adultos, el doble que en éste. La respiración debe en esos primeros momentos coordinarse con la deglución, lo cual se hace visible en las primeras mamadas. La profundidad y el ritmo de la respiración varían durante la succión, según sea ésta nutritiva o no nutritiva. b) Alimentación y eliminación: El pecho materno no segrega leche hasta uno o dos días después del parto. Entretanto segrega un líquido lechoso, llamado calostro, que posee alto contenido de proteínas así como anticuerpos, cubriendo de este modo las necesidades nutritivas y de defensa del bebé. Este cuenta desde el nacimiento con las enzimas necesarias para la digestión así como con el reflejo de succión y la posibilidad de tragar.

El RN evacua el contenido intestinal varias veces al día (de 4 a 7 veces). Y a partir del 2do día orina de 10 a 20 veces por día. En cuanto a la lactancia, observaciones realizadas de manera sistemática por investigadores de la interacción en el vínculo temprano han puesto en evidencia un ordenamiento en la alternancia entre esfuerzos de succión y pausas, que ponen de manifiesto una suerte de regulación de parte del bebé, que favorece la relación temprana entre madre e hijo. Es en las pausas realizadas durante una succión nutritiva –o sea, en los momentos en que no se ingiere la leche que satisface la necesidad cuando se intercambian cierto tipo de señales (miradas, sonidos, gestos) fundamentales para la constitución subjetiva. c) Regulación de la temperatura: Como todos los animales de sangre caliente, el ser humano debe regular su temperatura corporal. Al nacer el bebé entra en un medio nuevo, con una temperatura sustancialmente más baja que el medio uterino (la temperatura fetal es de 37º). El sistema que regula la temperatura no funciona con mucha efectividad en las primeras semanas. Por eso la temperatura corporal es relativamente inestable y la función del adulto resulta fundamental para proporcionar al bebé estados de distensión. d) Circulación: No experimenta cambios dramáticos con el nacimiento, ya que está funcionando en la etapa intrauterina. Sin embargo, durante los primeros días del nacimiento se cierra gradualmente una abertura entre los ventrículos. e) Sueño: Hablar de la función del sueño en los recién nacidos nos lleva a considerar el tema de los estados de conciencia, es decir el nivel de accesibilidad del RN. Cuando se observan recién nacidos, es claramente perceptible que hay períodos en los que duermen apaciblemente y casi sin moverse, y otros en los que hacen muecas y se retuercen con frecuencia, aunque permanecen con los ojos cerrados y semiinconscientes. A ratos están despiertos y calmos, mostrando un estado de alerta muy accesible y otras veces se mueven continuamente. En algunas oportunidades lloran y en otras están amodorrados. Anteriormente se creía que todas estas reacciones en el movimiento eran casuales y desorganizadas, que no eran más que “meras actividades reflejas”, es decir que su conducta era subcortical. Sin embargo, al investigarse sistemáticamente este aspecto del desarrollo temprano, se halló que los recién nacidos presentan un patrón y una organización específica en su comportamiento. La interacción de un RN con un adulto atento varía de acuerdo a los estados de conciencia en el que aquel se encuentra. Según sea su estado de conciencia, una estimulación positiva puede ocasionar que el bebé se anime o atienda al estímulo y hasta que suprima conductas reflejas que le impedirían prestar atención. Wolff observó seis estados diferentes en relación al sueño del RN: - Sueño regular o profundo: El bebé permanece con los ojos cerrados, su respiración es profunda, regular y rítmica y no se mueve salvo alguna sacudida ocasional. Es relativamente inaccesible a los estímulos externos. Este estado se reitera en ciclos breves, cada 4hs aprox. - Sueño irregular o activo: El bebé permanece con los ojos cerrados, ejecuta pequeños y variados movimientos con sus extremidades, hace frecuentes muecas, respira más rápido y de modo no tan regular como en el caso anterior. En este estado son más vulnerables al mundo exterior. - Somnolencia: El bebé abre y cierra los ojos intermitentemente y está relativamente quieto. Su respiración es bastante regular. La estimulación en este estado lo llevara a un estado mas alerta y receptivo. - Vigilia con actividad alerta (despierto): Cuando el bebé tiene los ojos abiertos y está alerta pero quieto y relajado. - Vigilia activa (alerta inquieto): El bebe tiene los ojos abiertos y tiene movimientos generalizados difusos. Asimismo respira irregularmente. Es un estado de transición al llanto. El bebé esta accesible a los estímulos externos y, frente a un estimulo atractivo, puede calmarse o pasar a un estado de alerta. - Llanto: El bebé puede tener los ojos parcial o totalmente cerrados, al tiempo q efectúa vigorosos movimientos expansivos con sus brazos y piernas mientras llora. El llanto es un importante sistema de comunicación y hacia la segunda o tercera semana pueden distinguirse cuatro tipos de llanto: de dolor, de hambre, de aburrimiento y de molestia. 3) FUNCIONES SENSORIALES: Los bebés recién nacidos cuentan con una gama de capacidades perceptivas variadas para el contacto con las personas encargadas de su crianza. Como dijimos, lo sensorio se encuentra más maduro que lo motriz al nacer. Las posibilidades de intercambio inicial a través de sus sentidos posibilitan desde el inicio un rico intercambio. Brazelton y otros investigadores resaltan la importancia de todas las interacciones sensoriales con el recién nacido para su proceso de "vinculación". a) Visión: La vista en el recién nacido es algo más que una capacidad pasiva, a pesar de las limitaciones que evidencia. Sus posibilidades visuales tienen gran importancia para la adaptación pues contribuyen a vincular a la madre con su bebé. En el RN el contacto ojo a ojo con la madre, combinado con el sostén físico de la zona posterior del cuerpo (de la unión espalda nuca cabeza) y la experiencia de lactancia marcan el comienzo de la vinculación madre-bebé.

Los RN pueden ver objetos que estén ubicados frente a sus ojos y pueden detectar movimientos y cambios de luz. Los objetos muy próximos y muy lejanos pierden claridad. La distancia óptima para ver con claridad es de 30 cm. (varía de un bebé a otro, desde 21 a 45 cm.). De acuerdo a estas posibilidades biológicas, los bebés están en condiciones de fijar la mirada brevemente en el rostro humano desde su nacimiento, realizando un aprendizaje muy temprano sobre las personas que los cuidan y el mundo humano que los rodea (una madre puede sentir que el bebé la reconoce a las 3 semanas de vida y que responde de manera diferente a su padre u otro adulto encargado de la crianza a las 4 o 5 semanas). Los estímulos visuales que más les atraen parecen ser los ojos brillantes o la boca, así como los contornos del rostro. b) Audición: Desde el vientre materno el bebé experimenta ruidos, sonidos, sensaciones cenestésicas sin poder diferenciarlos. Se va configurando así un “baño sonoro” en el que se perfila y se destaca la voz materna. La capacidad auditiva de los recién nacidos también se manifiesta a través de ciertas conductas iniciales. Los recién nacidos tienen mayor tendencia a inhibir la conducta motriz y a experimentar una disminución de la frecuencia cardíaca ante los sonidos de la voz humana, mostrando predilección por la voz femenina c) Tacto: Ya en el útero, desde el segundo mes de vida se presenta la sensibilidad táctil a través de las primeras sensaciones perceptivas, interoceptivas y cenestésicas que el feto registra a través del contacto con la placenta y las paredes del vientre materno. Es por lo tanto el primero en constituirse, desde el punto de vista de la ontogénesis. Las vibraciones táctiles percibidas son registradas mucho antes que la vista, el olfato o la audición En el RN, la sensibilidad al tacto está bien desarrollada al nacer. El tacto es un medio fundamental de intercambio entre la madre y su hijo. El sentido táctil engloba toda la superficie corporal. A través del contacto corporal se lo anima y estimula o se lo calma. Existen determinados estímulos táctiles, como la estimulación alrededor de la boca y la presión en la palma de la mano, que desencadenan respuestas previsibles, de carácter automático. En el primer caso el bebé mueve la cabeza buscando alimento y succiona, y en el segundo abre la boca y gira la cabeza en dirección a esa mano. d) Gusto y olfato: Se sabe que están bien desarrollados al nacer. Los RN vienen al mundo con la posibilidad de comunicar sus sabores preferidos a sus cuidadores. Alejan la cabeza de los olores fuertes (vinagre) y rechazan también los sabores fuertes mientras que les atraen los olores dulces como el de la leche o las soluciones azucaradas. Rápidamente ciertos olores pasan a formar parte de la gestalt de la madre y le permiten reconocerla. 4) FUNCIONES MOTRICES: A las 7 semanas y media de gestación aparecen los primeros movimientos espontáneos, de flexión y extensión lenta del tronco, acompañado por el desplazamiento pasivo de brazos y piernas, que se presentan en secuencias irregulares y que ha sido llamado movimiento vermicular. Poco tiempo después son reemplazados por movimientos de carácter general, que incluyen la cabeza, el tronco y las extremidades, organizados en patrones motores distintivos y complejos, como por ejemplo encorvarse (8 semanas) y sacudirse (9 semanas). Casi al mismo tiempo se observan movimientos aislados de miembros inferiores y superiores, entre otros. Con el nacimiento comienza lo que los neurólogos han dado en llamar “Fase cortical inicial”: corresponde a las primeras semanas de vida extrauterina, es decir el período de RN. Si bien las células piramidales de la corteza cerebral se diferencian antes del nacimiento e incluso sus axones han hecho sinapsis con la neurona motora, es también después del nacimiento que comienza la mielinización de la vía piramidal. Es así que a medida que avanza la maduración se observa la paulatina inhibición de los reflejos que presenta el RN, desapareciendo éstos progresivamente entre los 3 y los 4 meses por la acción inhibidora de la función cortical. Desde la sexta y la octava semana hasta el final del primer año transcurre la fase del lactante. Luego se describe la fase del niño, desde los dos años hasta la edad escolar, fase ya con predominio cortical. El niño es capaz de caminar con soltura, saltar, subir escaleras, bailar. Los movimientos de las manos se precisan, el tono se modifica. El niño realiza actos complejos pero éstos son algo torpes. En la última fase el movimiento voluntario adquiere gradualmente la dirección, metría, fuerza y delicadeza que caracterizan al movimiento voluntario adulto. Esto requiere la madurez total de los sistemas piramidal, extrapiramidal y cerebeloso. a) Motilidad pasiva: tono muscular: El tono muscular es una capacidad específica de la fibra muscular estriada. Actividad regida por el sistema nervioso central, se expresa en los músculos como estado de tensión permanente de origen esencialmente reflejo. Es imprescindible para la realización de cualquier tipo de movimiento. No se concibe ningún desplazamiento muscular sin un estado tónico previo. Tiende, pues, al ajuste de las posturas y de las actividades en general. La cualidad de la función muscular juega un rol vital en la futura integridad de toda la función neurológica del lactante. b) Motilidad activa: Actividad espontánea: Se refiere a aquellos movimientos q, si bien corresponden a estímulos externos fijos, a situaciones definidas, no parecen reacciones sino q producen la impresión de espontaneidad.

Actividad refleja: Los reflejos son reacciones automáticas desencadenadas por estímulos determinados, tendientes a favorecer la adecuación del sujeto al ambiente. Apenas separado del cuerpo materno, el RN debe poner en funcionamiento su flamante aparato respiratorio por intermedio del llanto. Reflejos: se entiende por reflejo a las reacciones automáticas, involuntarias q son desencadenadas por estimulos externos o internos capaces de provocar un impulso q se transmite de un receptor a un efector. Algunos reflejos revisten el valor de supervivencia y perduran toda la vida. Pueden clasificarse en: a) De supervivencia: - referidos a la alimentación (orales): reflejos de búsqueda, succión y deglución. - Otros (no desaparecen): tos, estornudo, bostezo, contracción pupilar, parpadeo, hipo b) De inmadurez: arcaicos. Es importante señalar el destacable valor diagnóstico del examen neurológico de los reflejos arcaicos; su ausencia en las primeras semanas o su permanencia más allá de la fecha señalada para su desaparición son indicadores de daño neurológico. La inhibición de los reflejos arcaicos, se debe a la entrada en funciones de la corteza cerebral que a su vez posibilita las conductas voluntarias. 1) Reflejos orales/referidos a la alimentación: Consisten en un encadenamiento de reflejos que persiguen el acto alimentario, y facilita la interacción entre el niño y su madre. Comprenden los reflejos de búsqueda, succión y deglución. a) El reflejo de búsqueda, se refiere al movimiento de orientación de la cabeza y los labios del RN hacia el lado desde donde se ejerce el estimulo. Cuanto más semejantes son las características de dicho estímulo al pezón humano, mayor es su capacidad de excitación. La cabeza gira hacia el lado de donde proviene el estímulo. El reflejo de búsqueda inhibe temporariamente al reflejo tónico cervical en función de la alimentación. b) Reflejo de succión: Una vez llevada a cabo la prensión bucal del pezón o del biberón, tiene lugar la puesta en marcha de los movimientos de succión y deglución. Esta succión no se verifica tan sólo mediante el movimiento labial, sino que la actividad es más compleja e intervienen las mejillas, la lengua y las mandíbulas. Para desencadenar este reflejo conviene introducir en la boca del RN un objeto q simule ser el pezón, la tetina o el chupete y aun el dedo del experimentador cumplen bien tal cometido, no así los objetos rígidos los cuales pueden provocar reacciones defensivas. Los reflejos orales deben estar presentes desde el nacimiento, aun en niños prematuros. El reflejo de búsqueda tiende a desaparecer hacia el segundo mes de vida. c) Reflejo de deglución: el feto ya succiona y deglute en el interior del útero. Esto es importante para la lactancia de niños prematuros. El reflejo de deglución tiene dos componentes, cada uno de los cuales ayuda a introducir la leche en la boca. En primer termino, mediante movimientos de la mandibula logra q los labios formen un sello alrededor del pezon, lo q origina un vacio en la boca. El segundo componente incluye cierto jugueteo con la lengua q presiona al pezon haciendo q la leche fluya hacia la parte posterior de la boca. La complejidad de este reflejo se incrementa por la necesidad de coordinar la succión, la deglución y la respiración en el bebé. Reflejos de inmadurez (arcaicos): 1) Reflejo de Grasping o presión palmar: Al tocar la palma de la mano, esta se cierra con fuerza incluyendo al pulgar. La mano del RN puede permanecer cerrada mientras dure el estimulo. Si este reflejo persiste mucho tiempo impedira el apoyo sobre la mano abierta (no habra reacción de equilibrio). Su ausencia total es signo patológico. Para determinar la presencia por intensidad de esta reacción, los pediatras suelen suspender al niño prendido con ambas manos de los dedos del observador, ya que el cierre de la mano sobre un objeto sólido va acompañado de un mantenimiento en tensión de los flexores. La intensidad de este componente disminuye rápidamente luego del primer mes. El reflejo se disipará al final del segundo mes y casi no existe durante el tercer mes de vida. Y es necesario que haya desaparecido para que sea posible la prensión voluntaria. 2) Reflejo de Moro: Es la reacción corporal masiva, difusa, estereotipada e inadaptada, subsiguiente al sobresalto determinado por varios estímulos que inducen a una brusca extensión de la cabeza que altera su relación con el tronco. Ha sido asociado con la sensación de caída en el bebé. Provocan en el RN un sobresalto q lo lleva a extender bruscamente la cabeza y los miembros tanto superiores como inferiores. El estimulo puede consistir en un sonido fuerte, una sacudida provocada, o bien puede provenir del interior del cuerpo del bebé. El modo de explorar este reflejo consiste en ubicar al RN de espaldas (decúbito dorsal), sosteniendo cabeza y tronco para luego dejarlo caer bruscamente como si se lo fuera a soltar. Inmediatamente surgirá como primera rpta la separación o alejamiento, o sea q separara los brazos del cuerpo en forma simétrica y llevara la cabeza hacia atrás. Primero tiene lugar una extensión bilateral y una abducción de los miembros superiores (reflejo de los brazos en cruz), luego se da un retorno hacia la línea media de los miembros superiores delante del tórax (reflejo de abrazo). Existe una equivalencia en los miembros inferiores que se llama Moro inferior. Este reflejo se manifiesta

de igual manera a ambos lados del cuerpo, toda asimetría es anormal. Mantiene su intensidad hasta fines del segundo mes, para atenuarse hasta desaparecer a fines del tercer mes. Cualquier manifestación asimetrica del reflejo de moro es considerada patológica así como tmb su prolongación en forma viva o estereotipada luego del tercer mes de vida. Su extinción se da en forma paulatina y se ha observado q en niños hospitalizados desaparece mas tardiamente. Los médicos, mediante varias maniobras semiológicas, exploran este reflejo: ubicado el RN en posición decúbito dorsal, dan un golpe seco sobre la superficie de apoyo o soplan el rostro del bebé con una mano bajo el tronco y dejan caer hacia atrás la cabeza. En ambientes estimulantes se acelera su desaparición mientras que persiste durante largos meses cuando la ejercitación postural es escasa, por ejemplo en bebés criados en instituciones. En cuanto al significado biológico del reflejo de Moro, podría considerarse como una reacción equilibradora arcaica de defensas. 3) Reflejo tónico-cervical (reflejo postural asimétrico/postura del esgrimista): El reflejo tónico cervical asimétrico resulta de la tendencia a mantener la cabeza rotada hacia un lado del cuerpo, actitud q se puede comprobar tanto en decubito dorsal como ventral. Es de gran importancia para el desarrollo del conocimiento del cuerpo y de su ubicación en el espacio. Este reflejo resulta de la tendencia a mantener la cabeza rotada hacia uno u otro lado. La asimetría postural provoca cambios tónicos asimétricos en los músculos del cuello y la respuesta motriz que cierra el arco reflejo determina la extensión de los miembros hacia los cuales se orienta la cara. La persistencia de tal actitud de manera rígida y estereotipada, también llamado “posición del esgrimista” sugiere patología, sobre todo indicaría lesión cerebral; por el contrario, su ausencia se observa en alteraciones congénitas del SN como en el caso del Síndrome de Down. Este reflejo es de notoria importancia en la maduración del niño: la actitud de la cabeza rotada le permitirá ver los barrotes de la cuna, paredes, muebles o personas. Entre estos objetos el rostro de la madre será prontamente reconocido. Otro objeto importante a ser percibido será su propia mano ya que gracias a este reflejo la mano, como objeto móvil, cruza su campo perceptual. Con el transcurso de las semanas se irá atenuando el predominio del tono flexor y la mano comenzará a abrirse; una vez más abierta se vuelve más visible. Así, sensaciones visuales se unen a sensaciones “propioceptivas” (abrir y cerrar la mano). Desaparece aproximadamente a los 6 meses, pero da las bases del conocimiento de la mano, hito fundamental del esquema corporal. 4) Reflejo de Marcha: Si se mantiene al niño erecto y suspendido en posición vertical, agarrándolo firmemente con ambas manos en el tronco, a la altura de las axilas, al contactar las plantas de los pies con una superficie horizontal plana, toda la extremidad se flexiona y la otra se extiende. Este movimiento se alterna y pueden observarse pequeños pasos, mientras el tronco del bebé se inclina hacia delante. Se desencadena el reflejo que consiste en una serie de pasos dados por el niño que asemejan la marcha de un adulto. El pie se posa por el talón. Su ausencia indica daño neurológico. La desaparición de esta respuesta se produce aproximadamente al 2do mes de vida. Es un reflejo muy difícil de provocar cuando hay una patología. A su vez, cuando un bebé en el reflejo de marcha apoya el pie por las puntas es indicador de patología. 5) Reflejo de incurvación del tronco: Es una de las reacciones más primitivas. Si se excita la piel de una zona costolumbar, la columna se incurva hacia ese lado, como si se tendiera a abarcar en su concavidad al agente estimulante. Además hay movimientos leves de rotación del tronco y elevación de la pelvis del lado estimulado. Este reflejo está presente aún en prematuros y se atenúa rápidamente en las semanas siguientes al nacimiento, desapareciendo en el curso del segundo mes. La posición de decúbito ventral es la propicia para solicitar este reflejo, que debe ser simétrico si se ha tomado la precaución de mantener la cabeza en la línea media. 6) Reflejo de ojos de muñeca japonesa: Durante el primer mes de vida el bebé realiza muy pocos movimientos oculares, q varían entre desplazamientos hacia la luz o bien una brusca oculusión cuando ella es muy intensa (orientación o defensa). Si en estado de reposo vigil (pupilas en el centro) se imprime a la cabeza del niño un movimiento de rotación, los globos oculares no acompañarán el movimiento de la cabeza, sino que se desplazarán en sentido contrario; ya que tienen un retardo para seguir el movimiento de la cabeza. Quedan entonces fijos donde estaban, con las pupilas descentradas en relación a la apertura de los párpados dando la impresión de q se desplazan en sentido contrario. Luego de un momento se reacomodan en la línea media. Este reflejo se atenúa rápidamente a partir del décimo día de vida y es reemplazado luego por el reflejo de fijación ocular. 7) Reflejo de enderezamiento estático: Para desencadenar este reflejo se hace necesario ubicar al RN de modo tal q apoye ambos pies sobre una superficie plana. La respuesta consistirá en un aumento de la flexión e inmediatamente pasará a una extensión momentánea. Luego extenderá las piernas y disminuirá la flexión del tronco.

Calzetta, J.J. (2006). Algunas puntualizaciones sobre los momentos iniciales en la constitución del aparato psíquico (P y T) El hombre no renuncia jamás totalmente a nada. Cada uno de los momentos constitutivos del aparato psíquico, cada una de las configuraciones desiderativo–defensivas permanece y hasta puede resurgir en circunstancias particulares. Junto con el concepto de resignificación (reinscripción o reorganización del material mnémico, al que se le asigna nuevo sentido en función de experiencias ulteriores), el concepto de la conservación del material psíquico como regla -a menos, claro está, que medie lesión de la sustancia nerviosa- es indispensable para entender la cuestión de la evolución del aparato psíquico. Puede entonces concebirse un punto de partida inicial indiscriminado, en los primeros momentos de la vida, cuando el Yo (en el sentido de sentimiento de sí, lo que el sujeto considera como su mismidad) no ha reconocido aún a un otro, un mundo, un “no–Yo”. Freud establece una primera localización, a la que apenas correspondería denominar psíquica, que se funda sobre la comprobación de que ciertos estímulos son discontinuos (el niño asocia su desaparición con los movimientos que realiza con su cuerpo), mientras que otros mantienen constante su presión, por más que se realicen movimientos; es decir, no resulta posible apartarse de ellos. Para comprender esta cuestión es necesario recordar que el psicoanálisis parte de conceptualizar a la sustancia nerviosa, y en principio al aparato psíquico por ella soportado, como un dispositivo destinado al apartamiento de estímulos, de acuerdo con el Principio de Constancia que tiende a mantener en todo momento la excitación en el nivel más bajo posible. Por esa razón adquiere particular importancia la posibilidad de suprimir estímulos mediante la fuga, la que comienza siendo un reflejo. El Yo Real primitivo, que se funda en la discriminación arriba señalada, comienza por circunscribir un lugar (antecedente de lo interior) como sede de lo inevitable. Por fuera queda un incipiente exterior, que en principio será aquello que puede ser suprimido, de lo que es posible fugarse, es decir, lo indiferente. Las exigencias provenientes del soma rompen una y otra vez la tendencia original al apartamiento total de estímulos. La madre (en tanto función) cumple para el pequeño el papel de asegurar la satisfacción de las necesidades que él, en la más total inermidad, es aún incapaz de reconocer más que como urgencias sin nombre. Estas primeras experiencias de satisfacción dejan sus huellas, primeras marcas mnémicas (o sea, de memoria), sobre las que irá a fundarse, con toda su complejidad, la delicada armazón del aparato psíquico. Estas primeras huellas inauguran el polo del placer de lo que será después la serie placerdisplacer. Son estas primeras investiduras, estas primeras transformaciones de cantidad en cualidad, los basamentos del narcisismo primitivo; el punto de partida de la representación del Yo, así como, al mismo tiempo, de la del objeto deseado. Se va constituyendo así un incipiente aparato capaz de procesar la cantidad de excitación que llega desde las fuentes somáticas. Este primario proceso psíquico consiste en la reactivación de las huellas mnémicas por vía de la alucinación. Esta es un intento de repetir la experiencia que había sido anteriormente ocasión del descenso de la cantidad de excitación, dado que proporcionó la satisfacción adecuada. Ese movimiento psíquico prefigura las posteriores

identificaciones; pero por el momento, en tanto el Yo no se diferencia de su objeto, la identificación es indistinguible de la investidura de objeto, o aún del deseo. No existe todavía un otro, un no–Yo definido. Se origina en estos momentos iniciales la polaridad afectiva amor– indiferencia. Yo real primitivo 

Principio de constancia



Polaridad afectiva: amor-indiferencia



Angustia automática

A partir de lo señalado, se concluye que operan simultáneamente dos tendencias distintas: a) una orientación realista inicial cuyo fundamento es biológico, reflejo; y b) una tendencia a la repetición imaginaria de la experiencia de satisfacción. De la interacción de estos principios organizativos surge un nuevo nivel: el Yo-placer purificado, lo que incrementa la estabilidad de la estructura yoica. En esta nueva forma del Yo, éste queda identificado con el polo de lo placiente, mientras que lo displaciente es proyectado al exterior. El borde yoico prefigurado en el Yo Real Primitivo (es decir, el borde que separa lo evitable mediante la fuga de lo no evitable) es ahora utilizado con un nuevo sentido. Comienza a surgir un No-Yo, un exterior ahora no indiferente en torno al Yo, constituído por lo odiado, lo relacionado con el dolor y el displacer, aquello de lo cual procura fugarse el Yo una vez descubierta la posibilidad de la fuga. La polaridad afectiva no es más “amor–indiferencia”, sino, a partir de este momento, amor–odio. El primer sentimiento destinado a un objeto reconocido como exterior es, entonces, el odio; y, en una aparente paradoja, ese objeto exterior es primordialmente el interior del propio cuerpo, en tanto que es asiento de las sensaciones displacientes. Queda ahora completada la serie placer–displacer que se superpone con “Yono Yo”. Las representaciones–cosa que constituyen el núcleo del Yo son también las del objeto amado; o mejor las del objeto fusionado con las partes del cuerpo propio con las que entra en contacto (como, por ejemplo, boca y pezón, que forman un continuo). Obsérvese que no hay aún posibilidad alguna para el niño de establecer una distinción entre Yo y objeto amado. En este sentido el Yo es, ante todo un Yo corporal, en la medida en que partes de la superficie del cuerpo han sido significadas libidinalmente (investidas) por la madre, en el curso de la alimentación y el cuidado del bebé. Este Yo ahora configurado, omnipotente (supremo) en su capacidad de reproducir al objeto satisfaciente mediante el recurso alucinatorio apenas se establece la tensión de necesidad, es el lugar de lo “bueno absoluto”. Se constituye así un Yo Ideal cuyo rastro se hallará más tarde en la construcción del Ideal del Yo. A lo largo de todos estos momentos constitutivos, los procesos de carga de las representaciones– cosa van excediendo la mera alucinación y dan lugar a formas primitivas de pensamiento como transferencia de carga entre dichas representaciones. Tal pensamiento es aún inconsciente ya que las huellas mnémicas son en sí inconscientes y carecen de signos de cualidad perceptibles por la conciencia, salvo en el caso que se reactualice su percepción, o sea alucinatoriamente. Paulatinamente, las primitivas representaciones aisladas en un principio e independientes de sus relaciones mutuas, comienzan a vincularse entre sí, constituyendo una trama

representacional cada vez más compleja. Este camino conduce a la inhibición de los procesos primarios y la instalación del Juicio de Realidad. Un nuevo nivel de complejidad se produce con el acceso a la palabra, que surge apoyándose sobre el llanto que invocaba a la madre: el pensamiento, hasta entonces inconsciente, adquiere la posibilidad de consciencia dado el enlace de las huellas mnémicas de cosa con las de palabra. Se constituye así el proceso preconsciente y se enriquece extraordinariamente la capacidad de procesamiento de cantidades de excitación. Este nuevo nivel de funcionamiento mental conduce a la implementación de la acción específica por parte del Yo, lo que permite obtener satisfacciones de manera más autónoma. La instalación del Juicio de Realidad, que marca el final del Yo de Placer Purificado, se establece por imperio de la necesidad. Hasta ese momento –es decir, durante el predominio del Yo Placer Purificado-, la demora que el sistema interponía en el camino de la descarga vía acción inespecífica (llanto, movimientos espontáneos, alteraciones internas, etc.), era aún muy pequeña. El Yo, en tanto sede omnipotente del bien, que fabricaba alucinatoriamente su objeto cada vez que la tensión aumentaba, podía mantenerse escaso tiempo. La urgencia corporal insistía exigiendo la reducción de tensión y terminaba por desarticular esa ilusión. La realización alucinatoria estallaba en una explosión de displacer, la angustia automática o cuantitativa, que sigue el modelo de la reacción ante el nacimiento y desarticula al incipiente aparato psíquico. Tal angustia solo cesaba cuando el auxiliar externo -la madre– acudía a proporcionar una nueva experiencia de satisfacción. La reiteración de estas frustraciones obliga al Yo a desarrollar un dispositivo que inhiba las grandes transferencias de cantidad de excitación que constituyen el proceso primario. Para que esa inhibición del proceso primario sea posible –o sea, para que se instale el proceso secundario- es necesario que se produzca la complejización de la trama representacional, lo que permite atenuar la cantidad de carga que inviste a la huella mnémica de la cosa. En otros términos: el Yo logra reprimir la reproducción alucinatoria del objeto deseado, ya que ese camino (la Identidad de Percepción) demostró terminar ocasionando displacer. Comienza a actuar el Principio de Realidad, el que en última instancia está al Servicio del Principio del Placer y lo perfecciona, ya que su finalidad es, precisamente, evitar el displacer. (Yo real definitivo) Este procedimiento por el cual el Yo logra evitar la repercepción alucinatoria de la satisfacción es llamado por Freud “Defensa Primaria”. Permite el pasaje de la Identidad de Percepción (alucinación primitiva) a la búsqueda de Identidad de Pensamiento (rodeos mentales necesarios para alcanzar efectivamente la satisfacción) o, en otras palabras, discrimina la percepción del recuerdo. El Yo se defiende así de la sensación de displacer que sobreviene a la frustración y se asegura algunas formas de actuar en el mundo exterior para lograr la satisfacción real. Por esta razón es que, si bien el Principio de Realidad parece contrariar al de Placer, oponiéndose a la realización alucinatoria que es el intento de obtener placer sin demora, en realidad lo perfecciona, poniéndose a su servicio. El Yo que logra esta doma no es más en principio que un sistema de representaciones investidas libidinalmente, que retiene en esa trama representacional una cantidad de energía suficiente como para asegurar su eficacia. Las ideas que lo forman se

estructuran alrededor de la representación de objeto. Esa representación primitiva de objeto es, a la vez, representación del Yo mismo. El núcleo del Yo es esa identificación primaria. De su objeto –al principio no reconocido como tal- aprende el Yo su capacidad discriminadora, habilidad que le resultará imprescindible en el progresivo dominio de la realidad. Este aprendizaje se produce, precisamente, como consecuencia de la identificación. El otro y su perspectiva están incluidos en el Yo desde el comienzo de la constitución psíquica. Este proceso lleva a que el Yo logre al fin diferenciarse de manera estable de su objeto. Antes, la inmediata producción alucinatoria con que se intentaba cancelar todo aumento de tensión impedía esta discriminación. Si el Yo reproducía el objeto a voluntad, éste era entonces parte de aquél: precisamente su parte más valiosa. Pero desde el momento en que el objeto se reconoce como externo, el Yo debe tolerar el doloroso aprendizaje de que esas partes valiosas de sí mismo se encuentran, en realidad, fuera de él. En otras palabras: el Yo debe comenzar a aprender a esperar. Es decir, deberá aplazar los movimientos de descarga (acciones específicas) hasta que haya comprobado los signos de realidad que aseguran que se ha reencontrado afuera el objeto deseado. De modo que lo “bueno” absoluto se fractura; el amor al Yo y el odio al objeto son ya insostenibles. Si parte de lo bueno está afuera, en el No-Yo, y parte de lo malo es propio del Yo, la ambivalencia afectiva se torna inevitable. Los sentimientos hacia el objeto -y también hacia el Yo- consistirán en una mezcla de amor y odio. Así como en la etapa anterior la principal exigencia planteada al incipiente aparato psíquico había sido la cualificación de las cantidades de excitación, ahora se hace imperativo el dominio del objeto. Por imposición de la realidad el Yo se vio obligado a separarse de él, pero al hacerlo, el objeto arrastró consigo algunas de las pertenencias más valiosas del Yo. Este último queda entonces marcado, para el resto de su historia, por la tendencia perpetuamente insatisfecha a recuperar lo perdido, reincorporando el objeto. Es cierto que la anterior forma de buscar el placer, vía realización alucinatoria, terminaba siendo frustrante; pero es particularmente difícil renunciar a las ilusiones. El Yo deberá soportar en adelante la nostalgia de un objeto perdido que en realidad nunca poseyó. El mantenimiento de la defensa primaria, que permite el ejercicio del juicio de realidad, representa un tensionamiento constante que el Yo debe esforzarse por sostener; sólo prescinde de él en esa profunda transformación que experimenta cada noche, cuando se entrega al reposo, y las alucinaciones oníricas reinstalan un primitivo modo de procesar los deseos. Desde el punto de vista económico ese esfuerzo se explica como el mantenimiento, dentro de la trama representacional yoica, de una cantidad de energía psíquica que se sustraerá a la descarga, oponiéndose a la tendencia más elemental del sistema, que era, como se recordará, a la descarga sin demora y lo más completa posible. Es claro, entonces, que si no puede reincorporar el objeto perdido deberá procurar dominarlo por cuanto medio disponga. Esta es, precisamente, la edad del dominio muscular y también de los caprichos. En tanto manifestación de la pulsión de dominio, éstos tienen por finalidad imponer el objeto que se aleja una conducta determinada por los propios deseos. Es también la edad del sadismo, porque en el sufrimiento del otro, ocasionado por el Yo, se manifiestan la

voluntad del dominio y la ambivalencia afectiva. Por ese camino se llega a un desenlace paradójico: el mayor dominio posible consiste en la destrucción del objeto y, por lo tanto, su pérdida definitiva. De esta dramática comprobación parte también la primera gran renuncia por amor: el control de esfínteres. Para retener el amor, inseparable aún de la presencia corporal del objeto, el Yo renuncia a su placer y a su producto. La angustia experimenta en esta etapa una gran transformación. Si antes puede considerarse que era producto de una invasión de cantidad de excitación, que excedía las posibilidades metabolizadoras de la estructura yoica (y por lo tanto, destruía momentáneamente al Yo) ahora será en cambio, anticipación. El Yo, advertido de la posibilidad de perder a su objeto, anticipará las condiciones de su pérdida: separado de su objeto, quedaría nuevamente expuesto a las invasiones de cantidad. Es que el tipo de vínculo que puede establecer con un objeto conserva aún mucho del modo de enlace identificatorio narcisista. El Yo construye su objeto a su semejanza y mantiene con él una relación de prolongación y apoyo. Se dice que se trata de una elección objetal–narcisista. La pérdida del objeto implica, necesariamente, un desgarro vivido como irreparable en el Yo. A través de los avatares de esta creación del mundo, el Yo encuentra en la realidad obstáculos para el desarrollo de su sadismo (la educación por parte de los padres, el control de esfínteres) que determinan la actuación de su forma reflexiva: el masoquismo; retorno autoerótico de la pulsión que implica la recuperación de un modo narcisista de satisfacción. El Yo se identifica con el objeto de la pulsión sádica produciendo un pasaje de la actividad a la pasividad, polaridad que impregna todos los vínculos que se establecen en esta etapa. El antecedente de la pulsión de dominio es el esfuerzo del Yo por dominar las cantidades de excitación que afluyen del cuerpo, asignándoles cualidad; esto es, enlazándolas a la representación de objeto y elaborando la serie placer–displacer, según la cual se establece un adentro y un afuera en el sentido de lo propio–amado, y lo ajeno–odiado, respectivamente. Después se tratará de dominar el objeto mismo, dominio que se apoya en el anhelo subyacente de desobjetalizarlo; es decir, reincorporarlo al Yo. Lo que en el momento de la constitución yoica denominando Yo-placer Purificado se plantea en términos de oposición adentro–afuera se reeditará luego como activo–pasivo, dominador–dominado, sádico–masoquista. De esta polaridad tomará sus materiales la posterior diferencia fálico-castrado, sobre la que se apoya masculino–femenino. Pero el Yo de la etapa sádica no reconoce aún tales diferencias o, por lo menos, no les asigna mayor significación; el objeto es, ante todo, igual al Yo. Más tarde, cuando la comprobación de las diferencias sexuales se haga inevitable, comenzará a ponerse en escena el drama edípico.

FASE ORAL Identidad de percepción

Defensa

FASE SÁDICO-ANAL

Primaria Búsqueda de identidad de pensamiento

Ser = tener

Ser =/= tener

Enlace identificatorio

Elección de objeto narcisista

Cualificación de las cantidades

Dominio del objeto

Angustia automática

Angustia de pérdida de objeto

Indiferencia yo-objeto

Diferencia yo-objeto

Acción inespecífica

Acción específica frente a los signos de realidad

Paolicchi, G., Cerdá, M. R. & Kameniecki, J. (1995) Reflejos del recién nacido. Buenos Aires: UBA, Facultad de Psicología, Depto. de Publicaciones. (PyT)

Gesell, A., Ilg, F., Ames, L., & Rodell, J. (1979). El infante y el niño en la cultura actual. Buenos Aires: Paidós. (Primera parte: Cap. 1 punto 1 y 2, Cap. 2: Segunda parte: Cap. 8 a 14 inclusive -selección-). Piaget, J. & Inhelder, B. (1981). Psicología del niño. (Introducción, Conclusiones, y Capítulo 1) (EN TEORICOS)

Rabinowicz, E. (2006) La adquisición de la marcha. Buenos Aires: UBA, Facultad de Psicología, Depto. de Publicaciones. (TyP) El desarrollo comprende todos los cambios progresivos, en una secuencia q tiende a una complejidad y heterogeneidad cada vez mayor, q experimenta el organismo en el transcurso de la vida. Estos cambios son tanto de orden cuantitativo (crecimiento) como cualitativo (maduración). Dicha secuencia avanza, para todos los vertebrados, en un proceso q sigue dos direcciones simultáneamente: céfalo caudal (de la cabeza a la cola) y próximo distal (del eje corporal a las extremidades). Así, las conductas motoras de prensión y marcha se irán adquiriendo durante el primer año de vida: 3 meses-sostén cefálico: El sostén cefálico se da alrededor del 2do mes, aunq la lordosis cervical (curvatura de la columna a nivel de la nuca) q permitirá superar la inclinación hacia delante se marcará recién en el 3er mes. El tronco mantiene la cifosis generalizada propia de la posición fetal y el nacimiento. Cifosis: curvatura de la Columba vertebral de convexidad posterior. Es patológica en el adulto pero normal en el bebe RN. Ira enderezándose a lo largo del primer año de vida en dirección cefalo-caudal. 4 meses-comienzo de prensión: A los 4 meses, la dirección céfalo-caudal se combina con la próximo-distal, dando lugar a la primera forma de la prensión voluntaria, q se produce en espejo, con los dos brazos convergiendo en el centro del eje corporal. A la vez, la parte superior del tronco se rectifica. 6 meses-posición en trípode: A los 6 meses la rectificación alcanza la parte media del tronco. El bebé logra las primeras formas de la posición sentada, aunq con poca estabilidad. 7-8 meses-posición sentada definitiva: A los 8 meses el tronco, ya completamente recto, permite el logro de la posición sentada definitiva. El bebé puede mantener el equilibrio incluso si se inclina para tomar un objeto, logrando volver a la posición inicial. La prension tmb ha evolucionado: usa cada mano en forma independiente y el pulgar ha comenzado a intervenir en el movimiento de la mano para agarrar un objeto, aunq solo como tope. El bebe intenta la posición cuadrúpeda, aunq aun no la logra. 9 meses-gateo: A los 9 meses, algunos bebes comienzan a gatear, aunq la ausencia de esta conducta no es significativa en el desarrollo. Su presencia marca el umbral de la marcha independiente. 10 meses-posición en pie: A los 10 meses aprox, el bebe ya logra permanecer en pie sosteniendo el peso de su cuerpo sobre las piernas. Sin embargo, la adquisición del equilibrio necesario para lograrlo sin apoyo no es inmediata. Requiere de cierto tiempo de práctica.

11meses-marcha con apoyo/pinza fina: Alrededor de los 11 meses se marca la lordosis lumbar (curvatura de la columna a nivel de la zona baja de la espalda), lo cual permitirá superar la inclinación del tronco hacia delante y lograr el equilibrio de la posición en pie definitiva. Paralelamente, el desarrollo en dirección próximo-distal a nivel de los miembros superiores ha alcanzado la adquisición de la pinza fina usando el pulgar y el índice. Ya logra caminar, pero sólo si un apoyo externo ayuda a mantener el equilibrio. Todavía su medio más eficaz para la locomoción es el gateo, pero ya puede usar apoyos para adquirir por sí mismo la posición en pie. Mantiene la inclinación hacia delante. El desarrollo próximo-distal de los miembros inferiores aun no ha alcanzado al pie, por lo q la articulación talón-punta no se verifica. El “andar de pato” (con toda la planta del pie contra el piso) es típico de este periodo. 12/13meses-marcha independiente: A los 12 meses puede mantenerse en pie sin apoyo, y los primeros pasos independientes, aunq aun bruscos y rígidos hacen su aparición. El equilibrio general ha mejorado, pero aun es dificultoso. El medio circundante es un potente estimulo q incentiva a la practica de nuevas adquisiciones. 14/15 meses-afianzamiento: A los 14 o 15 meses, la marcha se ha afianzado lo suficiente para q los trayectos sean mas largos y las caídas bruscas menos frecuentes. Los brazos se ubican a los costados del tronco y acompañan a la marcha con un movimiento pendular. Pronto va a alcanzarse la articulación talón-punta. Puede subir escaleras, aunq aun sin alternar los pies. Este logro deberá esperar hasta los dos años y medio, en tanto la alternancia para bajar recién será adquirida a los tres años y medio. 18 meses-carrera: A los 18 meses ya puede correr, lo q permite afirmar q la conducta de la marcha ha sido adquirida. Las edades de cada logro son relativamente variables, dependiendo del interjuego entre el bagaje genético del bebe y la estimulación q el ambiente ofrezca. La herencia biológica es una condición necesaria para la maduración, pero no suficiente; el medio puede acelerar o retrasar los procesos.

Winnicott, D. W. (1980) La familia y el desarrollo del individuo. (Capítulo 2: La relación inicial de una madre con su bebé) (TyP) La pareja madre-lactante. En un estudio de la relación que existe entre una madre y su bebe, es necesario examinar por separado aquello que es privativo de la madre y lo que está comenzando a desarrollarse en el niño. Se dan aquí dos clases distintas de identificación: la de la madre con su hijo y el estado de identificación de éste con la madre. La madre aporta a la situación una aptitud desarrollada, mientras que el niño se encuentra en ese estado porque es así como comienzan las cosas. Observamos en la mujer embarazada una creciente identificación con el niño, a quien ella asocia con la imagen de un "objeto interno", un objeto que la madre imagina se ha establecido dentro de su cuerpo y que pertenece allí a pesar de todos los elementos adversos que existen también en ese ámbito. El bebé significa también otras cosas para la fantasía inconsciente de la madre, pero tal vez el rasgo predominante sea la disposición y la capacidad de la madre para despojarse de todos sus intereses personales y concentrarlos en el bebé; aspecto de la actitud materna que he denominado "preocupación materna primaria". Esto es lo que otorga a la madre su capacidad especial para hacer lo adecuado: ella sabe exactamente cómo se siente el niño. Nadie más lo sabe. Hay dos clases de trastornos maternos que pueden afectar esta situación. En un extremo, tenemos a la madre cuyos intereses personales son demasiados compulsivos como para abandonarlos, lo cual le impide sumergirse en ese extraordinario estado que casi parece una enfermedad, aunque constituya un signo de salud. En el otro extremo, tenemos a la madre que tiende a estar permanentemente preocupada por algo, y el niño se convierte entonces en su

preocupación patológica. Esta madre tal vez cuente con una especial capacidad para prestarle su propio self al niño, pero ¿qué sucede en definitiva? Es parte del proceso normal que la madre recupere su interés por sí misma, y que lo haga a medida que el niño vaya siendo capaz de tolerarlo. La madre patológicamente preocupada no sólo sigue estando identificada con su hijo durante un tiempo demasiado prolongado, sino que además, pasa muy bruscamente de la preocupación por el bebé a su preocupación previa. La forma en que la madre normal supera este estado de preocupación por el bebé equivale a una suerte de destete. El primer tipo de madre enferma no puede destetar al niño porque éste nunca la tuvo realmente, de modo que no corresponde aquí hablar de destete; el otro tipo de madre enferma no puede destetarlo, o tiende a hacerlo en forma demasiado brusca y sin tener en cuenta la necesidad que se va desarrollando gradualmente en el niño de ser destetado. Cuando la madre se encuentra en el estado que acabo de describir, es sumamente vulnerable. Esto no siempre se advierte, porque por lo común se forma una especie de círculo de protección en torno de la madre, organizado quizás por su compañero. Estos fenómenos secundarios pueden aparecer naturalmente en torno de un embarazo, lo mismo que el estado especial de la madre parece rodear al niño. Sólo cuando estas fuerzas protectoras naturales de protección dejan de funcionar, podemos percibir hasta qué punto es vulnerable la madre. A algunas mujeres no sólo les resulta difícil desarrollar esa preocupación materna primaria, sino que también la vuelta a una actitud normal frente a la vida y al self puede provocar una enfermedad clínica, atribuible en cierta medida, a la ausencia o falta de la envoltura protectora, de eso que permite a la madre volcarse hacia dentro y desentenderse de todo peligro externo, al tiempo que se encuentra concentrada en esa preocupación maternal. La identificación del niño con la madre. Al examinar el estado de identificación del niño me refiero al niño recién nacido, o que tiene unas pocas semanas o meses de vida. Un bebé de seis meses está saliendo ya de la etapa que examinaremos ahora. El niño en cuestión tiene una madre suficientemente buena. Sólo si es así, el niño inicia un proceso de desarrollo que es personal y real. Si la actitud materna no es lo bastante buena, el niño se convierte en un conjunto de reacciones frente a los choques, y el verdadero self del niño no llega a formarse o queda oculto tras un falso self que se somete a los golpes del mundo y en general trata de evitarlos. El yo de este niño es a la vez débil y fuerte, todo depende de la capacidad de la madre para proporcionar apoyo al yo del niño. El yo de la madre está sintonizado con el del niño y ella puede darle apoyo si logra orientarse hacia su hijo en la forma, que ya he reseñado parcialmente. Cuando la pareja madre-bebé funciona bien, el yo del niño es muy fuerte, porque está apuntalado en todos los aspectos. El yo reforzado y, por lo tanto, fuerte del niño puede, desde muy temprano, organizar defensas y desarrollar patrones que son personales y que ostentan visiblemente las huellas de las tendencias hereditarias. Es precisamente este niño con un yo fuerte gracias al apoyo yoico de la madre el que se convierte desde temprano en él mismo, real y verdaderamente. Cuando el apoyo yoico de la madre no existe, es débil o tiene altibajos, el niño no puede desarrollarse en forma personal, y entonces el desarrollo está condicionado más por

una serie de reacciones frente a las fallas ambientales que por las exigencias internas y los factores genéticos. Los niños que reciben una atención adecuada son los que con mayor rapidez se afirman como personas, cada una de las cuales es distinta de todas las demás existentes en la actualidad o en el pasado, mientras que los bebés que reciben un apoyo yoico inadecuado o patológico tienden a parecerse en cuanto a los patrones de conducta (inquietos, suspicaces, apáticos, inhibidos, sometidos). Este aspecto teórico es necesario a fin de llegar al mundo de los bebés, un lugar extraño, donde nada se ha separado aún cómo no-yo, de modo que todavía no existe un yo. Aquí la identificación es el punto de partida del niño. No es que se identifique con la madre, sino más bien que no conoce a una madre ni objetos externos; e incluso esta formulación es errónea porque todavía no existe un self. Cabría decir que el self del niño en esta etapa temprana sólo existe en potencia; cuando un individuo regresa a este estado, se fusiona con el self de la madre. El self infantil aún no se ha formado de modo que no puede decirse que esté fusionado, pero los recuerdos y las expectativas pueden comenzar a acumularse y a tomar forma. Debemos recordar que estas cosas sólo ocurren cuando el yo del niño es fuerte porque se lo ha robustecido. Al examinar este estado infantil debemos retroceder un paso más de lo que habitualmente hacemos. Por ejemplo, poseemos conocimientos acerca de la desintegración, y esto nos permite pasar fácilmente a la idea de integración. Pero en este contexto necesitamos un término como no-integración a fin de expresar lo que queremos decir. Asimismo, conocemos también la despersonalización, de la cual pasamos sin dificultad a la idea de que existe un proceso por el cual uno se transforma en una persona, se establece una unidad entre el cuerpo o las funciones corporales y la psiquis. Pero al considerar el crecimiento temprano, debemos pensar que el niño aún no tiene problemas en este sentido, pues en esa etapa la psiquis apenas si está comenzando a elaborarse en torno del funcionamiento corporal. También conocemos las relaciones objetales, y de allí llegamos sin el menor problema a la idea de un proceso que permite establecer la capacidad para relacionarse con objetos. Pero aquí es necesario pensar en una situación previa, en la que el concepto de objeto aún no tiene significado para el niño, aunque éste experimente ya satisfacción al relacionarse con algo que nosotros vemos como un objeto, o que podríamos llamar objeto parcial. Estas cuestiones muy arcaicas comienzan a funcionar cuando la madre, identificada con su bebé, puede y quiere proporcionarle apoyo en el momento preciso en que aquél lo requiere. La función materna. A partir de estas consideraciones es posible agrupar en tres categorías la función de una madre suficientemente buena en las primeras etapas de vida de su hijo: I) Sostenimiento (Holding). II) Manipulación. III) Mostración de objetos. I) La forma en que la madre toma en sus brazos al bebé está muy relacionada con su capacidad para identificarse con él. El hecho de sostenerlo de manera apropiada constituye un factor básico del cuidado, cosa que sólo podemos precisar a través de las reacciones que suscita cualquier deficiencia en este sentido. Aquí cualquier falla provoca una intensa angustia en el niño, puesto que no hace sino cimentar: la sensación de desintegrarse, la sensación de caer

interminablemente, el sentimiento de que la realidad externa no puede usarse cono reaseguración, y otras ansiedades que en general se describen como "psicóticas". II) La manipulación contribuye a que se desarrolle en el niño una asociación psicosomática que le permite percibir lo "real" como contrario a lo "irreal". La manipulación deficiente milita contra el desarrollo del tono muscular y contra lo que llamamos "coordinación", y también contra la capacidad del niño para disfrutar de la experiencia del funcionamiento corporal y de la experiencia de SER. III) La mostración de objetos o realización (esto es, hacer real el impulso creativo del niño) promueve en el bebé la capacidad de relacionarse con objetos. Las fallas en este sentido bloquean el desarrollo de la capacidad del niño para sentirse real al relacionarse con el mundo concreto de los objetos y los fenómenos. En síntesis, el desarrollo es producto de la herencia de un proceso de maduración, y de la acumulación de experiencias de vida, pero no tiene lugar a menos que se cuente con un medio favorable. Dicho medio tiene al comienzo una importancia absoluta, y más tarde sólo relativa, y es posible describir el curso del desarrollo en términos de dependencia absoluta, dependencia relativa y tendencia a la independencia. Resumen. He intentado describir aquí la relación madre-bebé, pero sobre todo en lo que atañe a este último, en quien lo que encontramos no es en realidad una identificación, sino algo no organizado que se va organizando en condiciones sumamente especializadas y va separándose gradualmente de la matriz favorable. Esto es lo que se forma en el vientre y lo que gradualmente evoluciona hasta convertirse en un ser humano. Pero no es algo que pueda llevarse a cabo en un tubo de ensayo, por grande que éste sea. Somos testigos, si bien no oculares, de la evolución de la experiencia inmadura de la pareja formada por el lactante y su madre, una sociedad madrebebé en la que la primera, en virtud de una suerte de identificación, se pone en contacto con el estado original de indiferenciación del niño. Sin ese estado especial de la madre al que me he referido aquí, el niño no puede salir verdaderamente de su estado original, y lo que puede suceder entonces, en el mejor de los casos, es el esarrollo de un falso self que oculta todo posible vestigio de un verdadero self.

Winnicott, D. W. (1986). Realidad y juego (Capítulos 1 y 9). (TyP) 1. Objetos transicionales y fenómenos transicionales. (D. Winnicott) I. Mi primera hipótesis. Es bien sabido que los recién nacidos tienden a usar el puño, los dedos, los pulgares, para estimular la zona erógena oral, para satisfacer los instintos en esa zona y, además, para una tranquila unión. También se sabe que al cabo de unos meses los bebés encuentran placer en jugar con muñecas, y que la mayoría de las madres les ofrecen algún objeto especial y esperan, por decirlo así, que se aficionen a ellos. Existe una relación entre estos dos grupos de fenómenos, separados por un intervalo de tiempo. La primera posesión. Pautas que exhiben los bebés en su uso de su primera posesión de "noyo": Quienes se encuentran en estrecho contacto con los intereses y problemas de las madres

tendrán ya conocimiento de las riquísimas pautas que exhiben los bebés en su uso de su primera posesión de "no-yo". Gracias a que las exhiben, es posible someterlas a observación directa. Se advierte una amplia variación en la secuencia de hechos que empieza con las prime-ras actividades de introducción del puño en la boca por el recién nacido, y que a la larga lleva al apego a un osito, una muñeca o un juguete, blando o duro. Resulta claro que aquí hay algo importante, aparte de la excitación y satisfacción oral, aunque estas puedan ser la base de todo lo demás. Se pueden estudiar muchas otras cosas de importancia, entre ellas: 1. La naturaleza del objeto. 2. La capacidad del niño para reconocer el objeto como un "no-yo". 3. La ubicación del objeto: afuera, adentro, en el límite. 4. La capacidad del niño para crear, idear, imaginar, producir, originar un objeto. 5. La iniciación de un tipo afectuoso de relación de objeto. Introduzco los términos "objetos transicionales" y "fenómenos transicionales" para designar la zona intermedia de experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el desconocimiento primario de la deuda y el reconocimiento de ésta. Mediante esta definición, el parloteo del bebé y la manera en que un niño mayor repite un repertorio de canciones y melodías mientras se prepara para dormir se ubican en la zona intermedia, como fenómenos transicionales, junto con el uso que se hace de objetos que no forman parte del cuerpo del niño aunque todavía no se los reconozca del todo como pertenecientes a la realidad exterior. Lo inadecuado de la formulación habitual de la naturaleza humana. De cada individuo que ha llegado a ser una unidad, con una membrana limitante, y un exterior y un interior, puede decirse que posee una realidad interna, un mundo interior que puede ser rico o pobre, encontrarse en paz o en estado de guerra. La tercera parte de la vida de un ser humano es una zona intermedia de experiencia a la cual contribuyen la realidad interior y la vida exterior. Se trata de una zona que no es objeto de desafío alguno, porque no se le presentan exigencias, salvo la de que exista como lugar de descanso para un individuo dedicado a la perpetua tarea humana de mantener separadas y a la vez interrelacionadas la realidad interna y la exterior. Existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebé para reconocer y aceptar la realidad, y su creciente capacidad para ello. No me refiero exactamente al osito del niño pequeño, ni al uso del puño por el bebé (pulgar, dedos). No estudio específicamente el primer objeto de las relaciones de objeto. Mi enfoque tiene que ver con la primera posesión, y con la zona intermedia entre lo subjetivo y lo que se percibe en forma objetiva. Desarrollo de una pauta personal. En el desarrollo de un niño pequeño aparece, tarde o temprano, una tendencia a entretejer en la trama personal objetos-distintos-que-yo. En cierta medida, estos objetos representan el pecho materno. En el caso de algunos bebés, el pulgar se introduce en la boca mientras los demás dedos acarician el rostro mediante movimientos de pronación y supinación del antebrazo. La boca,

entonces, se muestra activa en relación con el pulgar, pero no respecto de los dedos. Los que acarician el labio superior o alguna otra parte pueden o no llegar a ser más importantes que el pulgar introducido en la boca. Más aun, se puede encontrar esta actividad acariciadora por sí sola, sin la unión más directa de pulgar y boca. En la experiencia corriente se da uno de los casos siguientes, que complican una experiencia autoerótica como la succión del pulgar: i) con la otra mano el bebé toma un objeto exterior, digamos una parte de la sábana o frazada, y lo introduce en la boca junto con los dedos; o. ii) el trozo de tela se aferra y succiona de alguna manera, o bien no se lo succiona; por supuesto, entre los objetos usados se cuentan las servilletas y (más tarde) los pañuelos, y ello depende de lo que se encuentre fácil y cómodamente al alcance de la mano; o. iii) desde los primeros meses el bebé arranca lana y la reúne y la usa para la parte acariciadora de la actividad; es menos común que trague la lana, incluso hasta el punto de provocar trastornos; o. iv) se producen movimientos de masticación, acompañados por sonidos de "mam-mam", balbuceos, ruidos anales, las primeras notas musicales, etcétera. Se puede suponer que estas experiencias funcionales van acompañadas por la formación de pensamientos o de fantasías. A todas estas cosas las denomino fenómenos transicionales. Por lo demás, de todo puede surgir algo, o algún fenómeno —quizás un puñado de lana o la punta de un edredón, o una palabra o melodía, o una modalidad—, que llega a adquirir una importancia vital para el bebé en el momento de disponerse a dormir, y que es una defensa contra la ansiedad, en especial contra la de tipo depresivo. Puede que el niño haya encontrado algún objeto blando, o de otra clase, y lo use, y entonces se convierte en lo que yo llamo objeto transicional. Este objeto sigue siendo importante. Los padres llegan a conocer su valor y lo llevan consigo cuando viajan. La madre permite que se ensucie y aun que tenga mal olor, pues sabe que si lo lava provoca una ruptura en la continuidad de la experiencia del bebé, que puede destruir la significación y el valor del objeto para éste. Yo sugiero que la pauta de los fenómenos transicionales empieza a aparecer desde los cuatro a seis meses hasta los ocho a doce. Las pautas establecidas en la infancia pueden persistir en la niñez, de modo que el primer objeto blando sigue siendo una necesidad absoluta a la hora de acostarse, o en momentos de soledad, o cuando existe el peligro de un estado de ánimo deprimido. Pero en plena salud se produce una ampliación gradual de la gama de intereses, y a la larga esa ampliación se mantiene incluso cuando está cercana la ansiedad depresiva. La necesidad de un objeto o de una pauta de conducta específicos, que comenzó a edad muy temprana, puede reaparecer más adelante, cuando se presente la amenaza de una privación. Esta primera posesión se usa junto con técnicas especiales derivadas de la primera infancia, que pueden incluir actividades autoeróticas más directas o existir aparte de estas. En su vida el niño adquiere poco a poco ositos, muñecas y juguetes duros. Los varones tienden en cierta medida a pasar al uso de estos últimos, en tanto, que las niñas se orientan en forma directa a la

adquisición de una familia. Pero tiene importancia destacar que no existe una diferencia apreciable entre los varones y las niñas, en su uso de la primera po-sesión "no-yo", que yo denomino objeto transicional. Cuando el bebé empieza a usar sonidos organizados ("mam", "ta", "da") puede aparecer una palabra para nombrar al objeto transicional. Es frecuente que el nombre que da a esos primeros objetos tenga importancia, y por lo general contiene en parte una palabra empleada por los adultos. A veces no existe un objeto transicional aparte de la madre misma. O el bebé se siente tan perturbado en su desarrollo emocional, que no le resulta posible gozar del estado de transición, o bien se quiebra la secuencia de los objetos usados. Esta, sin embargo, puede mantenerse oculta. Resumen de cualidades especiales de la relación: 1. El bebé adquiere derechos sobre el objeto, y nosotros los aceptamos. Pero desde el comienzo existe como característica cierta anulación de la omnipotencia. 2. El objeto es acunado con afecto, y al mismo tiempo amado y mutilado con excitación. 3. Nunca debe cambiar, a menos de que lo cambie el propio bebé. 4. Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así como al odio, y si se trata de una característica, a la agresión pura. 5. Pero al bebé debe parecerle que irradia calor, o que se mueve, o que posee cierta textura, o que hace algo que parece demostrar que posee una vitalidad o una realidad propias. 6. Proviene de afuera desde nuestro punto de vista, pero no para el bebé. Tampoco viene de adentro; no es una alucinación. 7. Se permite que su destino sufra una descarga gradual. de modo que a lo largo de los años queda, no tanto olvidado como relegado al limbo. Quiero decir con esto que en un estado de buena salud el objeto transicional no "entra", ni es forzoso que el sentimiento relacionado con él sea reprimido. No se lo olvida ni se lo llora. Pierde significación, y ello porque los fenómenos transicionales se han vuelto difusos, se han extendido a todo el territorio intermedio entre la "realidad psíquica interna" y "el mundo exterior tal como lo perciben dos personas en común", es decir, a todo el campo cultural. Relación del objeto transicional con el simbolismo. Es cierto que un trozo de frazada (o lo que fuere) simboliza un objeto parcial, como el pe-cho materno. Pero lo que importa no es tanto el valor simbólico como su realidad. El que no sea el pecho (o la madre) tiene tanta importancia como la circunstancia de representar al pecho (o a la madre). Estudio Teórico. 1. El objeto transicional representa el pecho materno, o el objeto de la primera relación. 2. Es anterior a la prueba de la realidad establecida. 3. En relación con el objeto transicional el bebé pasa del dominio omnipotente (mágico) al dominio por manipulación (que implica el erotismo muscular y el placer de la coordinación). 4. A la larga el objeto transicional puede convertirse en un objeto fetiche y por lo tanto persistir como una característica de la vida sexual adulta.

5. A consecuencia de la organización erótica anal, el objeto transicional puede representar las heces (pero no se debe a ello que llegue a tener mal olor y a no ser lavado). Relación con el objeto interno (Klein). El objeto transicional no es un objeto interno (el cual constituye un concepto mental); es una posesión. Pero (para el bebé) tampoco es un objeto exterior. El bebé puede emplear un objeto transicional cuando el objeto interno está vivo, es real y lo bastante bueno (no demasiado persecutorio). Pero ese objeto interno depende, en lo referente a sus cualidades, de la existencia, vivacidad y conducta del objeto exterior. El fracaso de este último en el cumplimiento de alguna función esencial lleva en forma indirecta al carácter inerte o a una cualidad persecutoria del objeto interno. Cuando subsiste la característica de insuficiencia del objeto exterior, el interno deja de tener significado para el bebé, y entonces, y solo entonces, el objeto transicional se vuelve también carente de sentido. Este último puede, pues, representar el "pecho externo", pero en forma indirecta, debido a que representa un pecho "interno". Nunca se encuentra bajo el dominio mágico, como el interno, ni está fuera de ese dominio como ocurre con la madre verdadera. Ilusión-desilusión. Un niño no tiene la menor posibilidad de pasar del principio del placer al de realidad, o a la identificación primaria y más allá de ella, si no existe una madre lo bastante buena. La "madre" lo bastante buena es la que lleva a cabo la adaptación activa a las necesidades de este y que la disminuye poco a poco, según la creciente capacidad del niño para hacer frente al fracaso en materia de adaptación y para tolerar los resultados de la frustración. Por supuesto, es más probable que su propia madre sea mejor que cualquier otra persona, ya que dicha adaptación activa exige una preocupación tranquila y tolerada respecto del bebé; en rigor, el éxito en el cuidado de este depende de la devoción, no de la inteligencia o de la ilustración intelectual. La madre bastante buena comienza con una adaptación casi total a las necesidades de su hijo, y a medida que pasa el tiempo se adapta poco a poco, en forma cada vez menos completa, en consonancia con la creciente capacidad de su hijo para encarar ese retroceso. Entre los medios con que cuenta el bebé para enfrentar ese retiro materno se cuentan los siguientes: 1. Su experiencia, repetida a menudo, en el sentido de que la frustración tiene un límite de tiempo. Es claro que al comienzo este debe ser breve. 2. Una eficiente percepción del proceso. 3. El comienzo de la actividad mental. 4. La utilización de satisfacciones autoeróticas. 5. El recuerdo, el revivir de experiencias, las fantasías, los sueños; la integración de pasado, presente y futuro. Si todo va bien, el bebé puede incluso llegar a sacar provecho de la experiencia de frustración, puesto que la adaptación incompleta a la necesidad hace que los objetos sean reales, es decir, odiados tanto como amados. La consecuencia es que si todo va bien el bebé puede resultar perturbado por una adaptación estrecha a la necesidad, cuando di-cha adaptación continúa

durante demasiado tiempo y no se permite su disminución natural, puesto que la adaptación exacta se parece a la magia y el objeto que se comporta a la perfección no es mucho más que una alucinación. Pero al principio tiene que ser casi exacta, pues de lo contrario al bebé no le es posible empezar a desarrollar la capacidad para experimentar una relación con la realidad exterior, o por lo menos formarse una concepción de ella. La ilusión y su valor. Al comienzo, gracias a una adaptación de casi el 100 por ciento, la madre ofrece al bebé la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él. Por así decirlo, parece encontrarse bajo su dominio mágico. Lo mismo puede decirse del cuidado en general del niño, en los momentos tranquilos entre una y otra excitación. La omnipotencia es casi un hecho de la experiencia. La tarea posterior de la madre consiste en desilusionar al bebé en forma gradual, pero no lo logrará si al principio no le ofreció suficientes oportunidades de ilusión. El bebé crea el pecho una y otra vez a partir de su capacidad de amor, o (podría decirse) de su necesidad. Se desarrolla en él un fenómeno subjetivo, que llamamos pecho materno. La madre coloca el pecho en el lugar en que el bebé esta pronto para crear, y en el momento oportuno. Por consiguiente, al ser humano le preocupa desde su nacimiento el problema de la relación entre lo que se percibe en forma objetiva y lo que se concibe de modo subjetivo, y en la solución de este problema no hay salud para el ser humano que no fue iniciado lo bastante bien por la madre. La zona inmediata a que me refiero es la que se ofrece al bebé entre la creatividad primaria y la percepción objetiva basada en la prueba de la realidad. Los fenómenos transicionales representan las primeras etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no tiene sentido para el ser humano la idea de una relación con un objeto que otros perciben como exterior a ese ser. En cierto momento teórico, al comienzo del desarrollo de todo individuo humano, un bebé ubicado en determinado marco proporcionado por la madre es capaz de concebir la idea de algo que podría satisfacer la creciente necesidad que surge de la tensión instintiva. Al principio no se puede decir que sepa qué se debe crear. En ese momento se presenta la madre. En la forma corriente, le ofrece su pecho y su ansia potencial de alimentarlo. Cuando su adaptación a las necesidades del bebé es lo bastante buena, produce en este la ilusión de que existe una realidad exterior que corresponde a su propia capacidad de crear. En otras palabras, hay una superposición entre lo que la madre proporciona y lo que el bebé puede concebir al respecto. Para el observador este percibe lo que la madre le presenta, pero eso no es todo. Solo percibe el pecho en la medida en que es posible crear uno en ese momento y lugar. No hay intercambio entre él y la madre. En términos psicológicos, el bebé se alimenta de un pecho que es parte de él, y la madre da leche a un bebé que forma parte de ella. En psicología, la idea de intercambio se basa en una ilusión del psicólogo. [En la Figura 2] se da forma a la zona de ilusión, para mostrar cuál entiendo yo que es la función principal del objeto y el fenómeno transicionales. Uno y otro inician al ser humano en lo que siempre será importante para él, a saber, una zona neutral de experiencia que no será atacada. Acerca del objeto transicional puede decirse que se trata de un convenio entre nosotros y el bebé, en el sentido de que nunca le formularemos la pregunta: "¿Concebiste esto, o te fue

presentado desde afuera? "Lo importante es que no se espera decisión alguna al respecto. La pregunta no se debe formular. Este problema, que al principio le interesa sin duda al bebé humano en forma oculta, se convierte poco a poco en un problema evidente debido a que la tarea principal de la madre (aparte de ofrecer la oportunidad para una ilusión) consiste en desilusionarlo. Esto es previo a la tarea del destete, y además sigue siendo una de las obligaciones de los padres y los educadores. Ese aspecto de la ilusión es intrínseco de los seres humanos, e individuo alguno lo resuelve en definitiva por sí mismo, aunque la comprensión teórica del problema pueda proporcionar una solución teórica. Si las cosas salen bien en ese proceso de desilusión gradual, queda preparado el escenario para las frustraciones que reunimos bajo la denominación de destete; pero es preciso recordar que cuando hablamos de los fenómenos (que Klein esclareció específicamente con su concepto de la posición depresiva) que rodean al destete, damos por supuesto el proceso subyacente gracias al cual se ofrece una oportunidad para la ilusión y la desilusión gradual. Si la ilusión-desilusión toman un camino equivocado, el bebé no puede recibir algo tan normal como el destete, ni una reacción a este, y entonces resulta absurdo mencionarlo siquiera. La simple terminación de la alimentación a pecho no es un destete. Se advierte la enorme importancia de este en el caso del bebé normal. Cuando presenciamos la compleja reacción que se desencadena en determinado bebé debido al proceso del destete, sabemos que puede producirse en él porque el proceso de ilusión-desilusión se desarrolla tan bien, que podemos hacer caso omiso de él mientras analizamos el des-tete real. Desarrollo de la teoría de la ilusión-desilusión. Aquí se da por supuesto que la tarea de aceptación de la realidad nunca queda termina-da, que ser humano alguno se encuentra libre de la tensión de vincular la realidad interna con la exterior, y que el alivio de esta tensión lo proporciona una zona intermedia de experiencia. Dicha zona es una continuación directa de la zona de juego del niño pequeño que "se pierde" en sus juegos. En la infancia la zona intermedia es necesaria para la iniciación de una relación entre el niño y el mundo, y la posibilita una crianza lo bastante buena en la primera fase crítica. Para todo ello es esencial la continuidad (en el tiempo) del ambiente emocional exterior y de determinados elementos del medio físico, tales como el o los objetos transicionales. Al bebé se le pueden permitir los fenómenos transicionales gracias al intuitivo reconocimiento, por parte de los padres, de la tensión inherente a la percepción objetiva, y no lo desafiamos respecto de la subjetividad u objetividad, en ese punto en que existe el objeto transicional. Si un adulto nos exige nuestra aceptación de la objetividad de sus fenómenos subjetivos, discernimos o diagnosticamos locura. Pero si se las arregla para disfrutar de su zona intermedia sin presentar exigencias, podemos reconocer nuestras correspondientes zonas intermedias y nos complacemos en encontrar cierta medida de superposición, es decir, de experiencia en común entre los miembros de un grupo de arte, religión o filosofía. Resumen. Llamamos la atención hacia el rico campo de observación que proporcionan las primeras experiencias del niño sano, tales como se expresan ante todo en la relación con la primera posesión.

Esta se vincula en el tiempo con los fenómenos autoeróticos y la succión del puño y del pulgar, y más adelante con el primer animal o muñeca blandos y con los juguetes duros. Por otra parte tiene vinculaciones con el objeto exterior (el pecho materno) y con los objetos internos (el pecho mágicamente introyectado), pero es distinta de ellos. Los objetos y fenómenos transicionales pertenecen al reino de la ilusión que constituye la base de iniciación de la experiencia. Esa primera etapa del desarrollo es posibilitada por la capacidad especial de la madre para adaptarse a las necesidades de su hijo, con lo cual le permite forjarse la ilusión de que lo que él cree existe en la realidad. La zona intermedia de experiencia, no discutida respecto de su pertenencia a una realidad interna o exterior (compartida), constituye la mayor parte de la experiencia del bebé, y se conserva a lo largo de la vida en las intensas experiencias que corresponden a las artes y la religión, a la vida imaginativa y a la labor científica creadora. Por lo general el objeto transicional del bebé se descarga poco a poco, en especial a me-ida que se desarrollan los intereses culturales. De estas consideraciones surge la idea de que la paradoja aceptada puede tener un valor positivo. Su solución conduce a una organización de defensa que en el adulto se puede encontrar como autoorganización verdadera o falsa. II. Una aplicación de la teoría. Es claro que lo transicional no es el objeto. Este representa la transición del bebé, de un estado en que se encuentra fusionado a la madre a uno de relación con ella como algo exterior y separado. Psicopatología que se manifiesta en la zona de fenómenos transicionales. Como bien se sabe, cuando se encuentra ausente la madre, o alguna otra persona de la cual depende el bebé, no se produce un cambio inmediato porque este tiene un recuerdo o imagen mental de la madre, o lo que podemos denominar una representación interna de ella, que se mantiene viva durante cierto período. Si la madre se ausenta durante un lapso superior a determinado límite medido en minutos, horas o días, se disipa el recuerdo de la representación interna. Cuando ello se produce, los fenómenos transicionales se vuelven poco a poco carentes de sentido y el bebé no puede experimentarlos. Presenciamos entonces la descarga del objeto. Antes de la pérdida vemos a veces la exageración del empleo del objeto transicional como parte de la negación de que exista el peligro de desaparición de su sentido. III. Material clínico: aspectos de la fantasía. A un niño de menos de dos años tampoco se le puede informar como corresponde acerca del nuevo bebé que se espera, aunque a "los veinte meses, más o menos" resulta cada vez más factible explicarlo con palabras que un niño pequeño logre entender. Cuando no es posible ofrecer una explicación y la madre se encuentra ausente para tener un nuevo hijo, está muerta desde el punto de vista del pequeño. Ese es el significado de muerta. Es una cuestión de días, horas o minutos. Antes de llegar al límite la madre sigue viva: después de superarlo está muerta. Entre uno y otro momento hay un precioso instante de ira, pero se pierde muy pronto, o quizá nunca se lo experimenta, siempre existe en potencia y alberga el temor a la violencia.

De aquí llegamos a los dos extremos, tan distintos entre sí: la muerte de la madre cuando se halla presente, y su muerte cuando no puede reaparecer y por lo tanto volver a vivir. Esto se relaciona con el momento anterior a aquel en que el niño logró la capacidad de dar vida a las personas en la realidad psíquica interna, lejos de la tranquilidad de ver, sentir, oler.

TEORICOS DEMAUSE, HISTORIA DE LA INFANCIA. El libro trata las condiciones de desarrollo y de crianza del niño durante la historia, se estudian las actitudes y prácticas de los padres respecto de sus hijos. El trato despiadado de los niños era y es simplemente un aspecto de la agresividad y crueldad que hay en el fondo de la naturaleza humana, de la indiferencia innata respecto de los derechos y sentimientos de los demás. A la vez el potencial reproductivo ilimitado del ser humano, es decir, el nacimiento de niños más allá de los que la sociedad podía acomodar o emplear, explica el infanticidio, sobre todo en las niñas. A partir del siglo XVIII fue desarrollándose gradualmente una actitud más humanitaria. Los niños al ser físicamente incapaces de oponer resistencia a la agresión eran víctimas de fuerzas sobre las cuales no tenían control y eran maltratados en muchas formas imaginables y en algunas casi inimaginables que expresaban los motivos conscientes o las más de las veces inconscientes de sus mayores. Siempre han nacido más niños de los que la sociedad podía acomodar o emplear. De esta manera se articularon las relaciones sexuales y su fruto con lo pecaminoso, por ende el niño era desde el momento de su nacimiento un ser malo. Se hacía trabajar a los niños desde muy pequeños. El motivo por el que no hay tantos registros de la vida infantil es porque esta pertenecía en gran parte al ámbito de la vida íntima. La evolución de las relaciones paternas filiales constituye una causa independiente del cambio histórico. El origen de esta evolución se halla en la capacidad de sucesivas generaciones de padres para regresar a la edad psíquica de sus hijos y pasar por las ansiedades de esa edad en mejores condiciones esta segunda vez que en su propia infancia. La historia de la infancia es una serie de aproximaciones entre adulto y niño en la que cada acortamiento de la distancia psíquica provoca nueva ansiedad. La reducción de esta ansiedad del adulto es la fuente principal de las prácticas de crianza de los niños de cada época. La infancia resulta generalmente idealizada y son muy pocos los biógrafos que han dado información útil acerca de los primeros años de la vida del personaje que se trate. Se reta importancia a los primeros años de niño, se estudia interminablemente el contenido formal de la educación y se elude el contenido emocional haciendo hincapié en la legislación sobre los niños y dejando a un lado el hogar. Las prácticas de crianza de los niños son la base de la personalidad adulta. DeMause idea la teoría epigénica del desarrollo infantil, teoría evolutiva del cambio histórico en las relaciones paternofiliales: Los cambios históricos no se producen por modificaciones económicas, avances tecnológicos, etc. sino por los cambios “psicogénicos” (“en la psique”) de la personalidad resultantes de interacciones de padres e hijos en sucesivas generaciones. Esta teoría se apoya sobre 5 hipótesis: 1La evolución de las relaciones paternofiliales se debe a la capacidad de sucesivas generaciones de padres para regresar a la edad psíquica de sus hijos, para descender al sentir y pensar de sus hijos, y pasar por las ansiedades de esa edad en mejores condiciones esta segunda vez que en su propia infancia (proceso similar al del psicoanálisis, implica un regreso y una segunda oportunidad de enfrentar las ansiedades de la infancia). 2Esta “presión generacional” a favor del cambio psíquico es espontánea y se produce independientemente del cambio social y tecnológico 3Cada acortamiento de la distancia psíquica entre el adulto y el niño provoca nueva ansiedad. La reducción de esa ansiedad del adulto es la fuente principal de las prácticas de crianza de los niños de cada época 4La historia supone una mejora general de la puericultura, cuanto más se retrocede en el tiempo menos eficacia muestran los padres en la satisfacción de las necesidades del desarrollo del niño. 5La estructura psíquica se transmite entre generaciones a través de la infancia, las prácticas de crianza de una sociedad no son simplemente uno entre otros rasgos culturales; son la condición misma de la transmisión y desarrollo de todos los demás elementos culturales e imponen límites concretos a lo que se puede lograr en todas las demás esferas de la historia Con arreglo a esta teoría, el supuesto tradicional de la mente como tabula rasa se invierte y es el mundo el que se considera como tabula rasa. Cada generación nace en un mundo de objetos carentes de sentido que sólo

adquieren su significado si el niño recibe un determinado tipo de crianza. La teoría psicogénica ha de permitir en definitiva saber por qué la organización social, las formas políticas y la tecnología cambian en determinados momentos y direcciones pero no en otros Las pautas de crianza modifican o condicionan la personalidad futura del niño, que recibió esas pautas de crianza. En tanto los cambios sociales las modifican, lo que ocurre entre las generaciones es que se modifica el concepto que se tiene sobre el niño. Principios psicológicos de los modos de reacción del adulto hacia las necesidades del niño: Inversión: Niño y padre invierten papeles. El niño satisface las necesidades de los padres. Utiliza al niño como sustituto de una figura adulta importante de su infancia, como a un adulto que puede ayudar a protegerlo. El niño actúa como defensor del adulto frente a su propia ansiedad. Proyección: Proyecta contenidos de su inconciente sobre el niño; desde las responsabilidades a aspectos no reconocidos de sí que tenían que ver con los deseos o necesidades del adulto.  Doble imagen: Puede generar patologías. Sentimiento de ambivalencia, el niño va ser bueno y malo, amadoodiado, recompensado-castigado al mismo tiempo (es el protector –figura padre/madre- y al mismo tiempo responsable de necesidades y deseos que el adulto rechaza) Empatía: Es la reacción adecuada; el adulto considera al niño como tal, posee la capacidad de comprender las necesidades del niño e identificarlas sin proyecciones No era la capacidad de amar la que le faltaba al padre de otras épocas sino más bien la madurez afectiva necesaria para ver al niño como a una persona distinta de sí mismo. La reacción de inversión se manifiesta con la máxima claridad en la interacción emocional de niños y adultos. Ejemplos de reacciones de inversión son vestir al niño como a un adulto en miniatura, sin importar la edad se lo viste como a la madre del padre. La madre renace literalmente en el hijo. La idea de que el abuelo renace en el niño era común en la Antigüedad. Besar, chupar y apretar no son más que algunos de los usos que se hacen del niño como pecho Los deseos de muerte de las madres con respecto a sus hijos derivan de un poderoso impulso de “anular” la maternidad para evitar el castigo que sus propias madres les infligirán, sacrifican a sus hijos para aplacar a su propia madre. Hasta el siglo XVIII por lo general los padres con medios económicos dedicaban el mínimo tiempo a criar a sus hijos quienes pasaban sus primeros años en casa de un ama de cría, volvían al hogar para ser cuidados por sirvientes para luego a los siete años ir a aprender un oficio o ir a la escuela. Además de esas formas de abandono institucionalizado, la forma más extrema de abandono es la venta de niños, presente desde la Antigüedad. Otra forma de abandono era utilizar a los niños como rehenes políticos y como prenda de deudas (con lo cual a veces pagaban la mala fe de sus padres). La simple entrega de los hijos a otras personas era bastante frecuente hasta el siglo XIX. Hasta el siglo XVIII la mayoría de los padres confiaban a sus hijos al ama de leche inmediatamente después de nacer; incluso mujeres pobres se negaban en muchos casos a dar el pecho a sus hijos y les daban papillas. Los hijos existen únicamente para satisfacer las necesidades de los padres y es casi siempre el hecho de que el niño-como-padre no demuestre cariño lo que provoca la paliza. Las reacciones proyectiva y de inversión se daban a veces simultáneamente en los padres, produciendo un efecto de doble imagen”, se veía al niño como un ser lleno de los deseos, hostilidades y pensamientos sexuales proyectados del adulto y al mismo tiempo como figura de padre o de la madre. Si ocurrían muchos accidentes era porque a los niños se les dejaba solos muy a menudo. La creencia de que los niños estaban a punto de convertirse en seres malvados en una de las razones por las que se ataba o se les tajaba bien apretados y durante tanto tiempo. Sujetar al niño con diversos tipos de trabas era una práctica casi universal. La paralización se consideraba necesaria porque el niño estaba lleno de peligrosas proyecciones de los adultos, si se lo dejaba suelto se sacaría los ojos, se arrancaría las orejas, se rompería las piernas, se deformaría los huesos, se sentiría aterrorizado al ver sus propios miembros e incluso se arrastraría a cuatro patas como un animal. Los ingleses fueron los primeros en suprimir el fajamiento, como también en poner fin a la crianza fuera del hogar. Siglo tras siglo, los niños golpeados crecían y a su vez golpeaban a sus hijos. A medida que empezaron a disminuir los azotes fue preciso buscar sustitutivos. Por ejemplo, encerrar a los niños en lugares oscuros fue una práctica muy generalizada en los siglos XVIII y XIX Hay indicios suficientes de que los abusos sexuales cometidos con los niños eran más frecuentes en otros tiempos que en la actualidad, y que los severos castigos infligidos a los niños por sus deseos sexuales en los últimos doscientos años eran producto de una etapa psicogénica tardía en la que el adulto utilizaba al niño para refrenar, en lugar de poner por obra, sus propias fantasías sexuales. En la Antigüedad, el niño vivía sus primeros años en un ambiente de manipulación sexual. En Grecia y Roma no era infrecuente que los jóvenes fueran utilizados como objetos sexuales por hombres mayores. Es muy posible

que pedagogos y maestros abusaran sexualmente de niños más pequeños en todos los períodos de la Antigüedad. no es posible que se cometan abusos sexuales con los niños en forma generalizada sin la complicidad, por lo menos inconsciente, de los padres; en otras épocas los padres ejercían el control más absoluto sobre sus hijos y eran ellos quienes tenían que acceder a entregarlos a quienes los ultrajaban. Ciertamente no era la capacidad de amar la que le faltaba al padre de otras épocas, sino más bien la madurez afectiva necesaria para ver al niño como persona distinta de sí misma. El infanticidio de hijo legítimos e ilegítimos se practicaba normalmente en la antigüedad, que la de los hijos legítimos se redujo solo ligeramente en la Edad Media, (y desde la prehistoria) y que se siguió matando a los hijos ilegítimos hasta entrado ya el siglo XIX. Hasta el siglo XVIII el niño medio de padres acomodados pasaba sus primeros años en casa de un ama de cría, volvía a su hogar para permanecer al cuidado de otros sirvientes y salía del a la edad de siete años para servir, aprender un oficio o ir la escuela, de modo que el tiempo que los padres con medios económicos dedicaban a criar a sus hijos era mínimo. Los efectos de esta y otras formas de abandono institucionalizado por parte de los padres sobre el niño muy pocas veces se han estudiado. El cristianismo fue quien introdujo en el debate un concepto nuevo: la inocencia del niño. La campaña contra la utilización sexual de los niños continuó a lo largo del siglo XVII, pero en el siglo XVIII tomó un giro totalmente nuevo: castigar al niño o niña por tocarse los genitales. Los médicos empezaron a difundir el mito de que la masturbación daba origen a la locura, la epilepsia, la ceguera y causaba muerte. Los efectos que producían en el niño los graves abusos físicos y sexuales eran enormes. El efecto psicológico se observo en enorme cantidad de pesadillas y alucinaciones sufridas por niños. Además hubo niños que sufrieron realmente un retraso físico a consecuencia de la falta de cuidados. Periodización de la formas de relaciones paternofiliales: La periodización indica la evolución de los tipos de relaciones paternofiliales. Representa una secuencia continua de aproximación entre padres e hijos a medida que, generación tras generación, los padres superaban lentamente sus ansiedades y comenzaban a desarrollar la capacidad de conocer y satisfacer las necesidades de sus hijos. Modelos históricos: 1. Infanticidio (Antigüedad- Siglo IV): El mito no hace más que reflejar la realidad. Los padres rutinariamente resolvían sus ansiedades acerca del cuidado de los hijos matándolos, ello influía profundamente en los niños que sobrevivían. Respecto de aquellos a los que se les perdonaba la vida, la reacción proyectiva era la predominante, y el carácter concreto de la inversión se manifestaba en la difusión de la práctica de la sodomía con el niño. 2. Abandono (Siglos IV-XIII): Una vez que los padres empezaron a aceptar al hijo como poseedor de un alma, la única manera de despojarse a los peligros de sus propias proyecciones era el abandono, entregándolo al ama de cría, internándolo en el monasterio o en el convento, cediéndolo otras familias en adopción, enviándolo a casa de otros nobles como criado o como rehén, o manteniéndolo en el hogar en una situación de grave abandono afectivo. La proyección continuaba siendo preeminente, puesto que el niño seguía estando lleno de maldad y era necesario siempre azotarlo, pero como demuestra la reducción de la sodomía practicada con niños, la inversión disminuyó considerablemente. 3. Ambivalencia (Siglo XIV-XVII): Al niño cuando se le permitía entrar en la vida afectiva de los padres, seguía siendo un recipiente de proyecciones peligrosas por eso la tarea de éstos era moldearlo; no hubo imagen más popular que la del moldeamiento físico del niño. Como el niño seguía siendo un recipiente de proyecciones peligrosas de los padres, la tarea de estos era la de moldearlo. Se observa un aumento de numerosos de manuales de instrucción infantil. Proliferación de la madre solicita (Virgen María). Este tipo de relación se caracteriza por una enorme ambivalencia. Cualquier reacción vinculada al desarrollo siempre era valorada como desobediencia o rechazo al adulto. 4. Intrusión (Siglo XVIII): Se da una radical reducción de la proyección y la casi desaparición de la inversión. El niño ya no estaba tan lleno de proyecciones peligrosas y en lugar de limitarse a examinar sus entrañas con un enema, los padres se aproximaban más a él y trataban de dominar su mente a fin de controlar su interior, sus rabietas, sus necesidades, su masturbación, su voluntad misma. El niño criado por tales padres era amamantado por la madre, no llevaba fajas, no se le ponían sistemáticamente enemas, su educación higiénica comenzaba muy pronto, se rezaba con él pero no se jugaba con él, recibía azotes pero no sistemáticamente, era castigado por masturbarse y se le hacía obedecer con prontitud tanto mediante amenazas y acusaciones como por otros métodos de castigo. Como el niño resultaba mucho menos peligroso, era posible la verdadera empatía, y nació la pediatría. Se redujo la mortalidad infantil. 5. Socialización (Siglo XIX- mediados del XX): A medida que las proyecciones seguían disminuyendo, la crianza de un hijo no consistió tanto en dominar su voluntad como en formarle, guiarle por el buen camino, enseñarle a adaptarse: socializarlo. El método de la socialización sigue siendo para muchas personas el único modelo en función del cual puede desarrollarse el debate sobre la crianza de los niños. De él derivan todos los modelos

psicológicos del siglo XX. El padre comienza por vez primera a interesarse en forma no meramente ocasional por el niño, y por su educación y a veces incluso ayuda a la madre en el cuidado de los hijos. 6. Ayuda (comienza a mediados del XX): El método de ayuda se basa en la idea de que el niño sabe mejor que el padre lo que necesita en cada etapa de su vida e implica la plena participación de ambos padres en el desarrollo de la vida del niño, esforzándose por empatizar con él y satisfacer sus necesidades peculiares y crecientes. No supone intento alguno de corregir o formar “hábitos”. El niño no recibe golpes ni represiones, y sí disculpas cuando se le da un grito motivado por la fatiga o el nerviosismo. Este método exige de ambos padres una enorme cantidad de tiempo, energía y diálogo, pues ayudar a un niño a alcanzar sus objetivos cotidianos supone responder continuamente a sus necesidades: se debe dialogar, jugar con él, tolerar sus regresiones, estar a su servicio y no a la inversa, interpretar sus conflictos emocionales y proporcionar los objetos adecuados a sus intereses de evolución. Son pocos los padres que han intentado hasta ahora aplicar sistemáticamente esta forma de crianza de los niños. De los cuatro libros en que se describe a niños criados con arreglo a este método se desprende que su resultado es un niño amable, sincero; que nunca está deprimido ni tiene un comportamiento imitativo o gregario; de voluntad firme y no intimidado en absoluto por la autoridad.

Freud, S. (1907). El esclarecimiento sexual del niño En general es lícito proporcionar a los niños esclarecimientos sobre los hechos de la vida genésica, a qué edad convendría hacerlo y de qué manera. ¿Qué se pretende lograr escatimando a los niños tales esclarecimientos sobre la vida sexual humana? En general, ciertas cosas son veladas en exceso. Es sano mantener limpia la fantasía de los niños pero esa pureza no se preserva mediante la ignorancia. Se cree que la pulsión sexual falta en los niños, y solo se instala en ellos en la pubertad, con la maduración de los órganos genésicos. Esto es un error, de serias consecuencias tanto como para el conocimiento como para la práctica. En realidad, el recién nacido trae consigo al mundo una sexualidad, ciertas sensaciones sexuales acompañan su desarrollo desde la lactancia hasta la niñez, y pocos los niños que se sustraen, en la época anterior a la pubertad, que quehaceres y sensaciones sexuales. Los órganos de la reproducción no son los únicos órganos sexuales que procuran sensaciones sexuales placenteras, la naturaleza ha establecido con todo rigor las cosas para que durante la infancia sean inevitables aun las estimulaciones de los genitales. Se designa como periodo de autoerotismo a esa época de la vida en que por la excitación de diversas partes de la piel (zonas erógenas), por el quehacer de ciertas pulsiones bilógicas y como coexcitación sobrevenida a raíz de muchos estados afectivos, es producido un cierto monto de placer indudablemente sexual. La pubertad procura el primado a los genitales entre todas las otras zonas y fuentes dispensadoras de placer, imponiendo así al erotismo a entrar al servicio de la función reproductora. Mocho antes de la pubertad el niño es capaz de la mayoría de las operaciones de la vida amorosa (ternura, entrega y celos). El interés intelectual del niño por los enigmas de la vida genésica, su apetito de saber sexual, se exterioriza en una época de la vida temprana. Sin duda los padres están afectados de una particular ceguera hacia ese interés del niño o, si no les fue imposible ignorarlo, se empeñaron por ahogarlo enseguida. “El pequeño Hans”, muestra desde hace un tiempo vivo interés por aquella parte de su cuerpo que suele designar como “hace-pipi”. A los tres años ha preguntado a su madre: Mamá, ¿tú también tienes un hace-pipi? A lo cual la madre respondió: Naturalmente, ¿Qué te has creído?

Igual pregunta habría realizado a su padre. A la misma edad lo llevaron a visitar un establo, vio ordeñar a una vaca y exclamo: ¡Mira, del hace-pipi sale leche!, a los tres años tres cuartos ve a una locomotora largando agua y dice: ¡Mira, la locomotora hace-pipi! Luego, él mismo, agrega: un perro y un caballo tienen hace-pipi; una mesa y un sillón, no. Cuando la bañaban a su hermanita señalo: “Pero su hace-pipi es todavía chiquitito. Cuando ella crezca se le agrandar”. El pequeño Hans no ha sido sobresaltado, no lo aqueja la conciencia de culpa y por eso da a conocer sin recelo sus procesos de pensamiento. El segundo gran problema que atarea el pensar de los niños, es el de, el origen de los niños, anudado a la indeseada aparición de un nuevo hermanito. Las respuestas usuales a la crianza de los niños dañan su honesta pulsión de investigar y casi siempre tiene como efecto conmover por primera vez su confianza en sus progenitores, a partir de ese momento, en la mayoría de los casos empiezan a desconfiar de los adultos y a mantenerles secretos sus intereses mas íntimos. Pienso que no existe fundamento para rehusar a los niños el esclarecimiento que pide su apetito de saber. Cuando los niños no reciben los esclarecimientos en demanda de los cuales han acudido a los mayores, se siguen martirizando en secreto con el problema y arriban a conclusiones en que lo correcto se mezcla de la manera más asombrosa con inexactitudes grotescas, a raíz, de la conciencia de culpa de joven investigador, se imprime a la vida sexual el sello de los cruel y lo asqueroso. Lo importante es que los niños nunca den en pensar que se pretende ocultarles los hechos de la vida sexual más que cualesquiera otros todavía no accesibles a su entendimiento. Para conseguir esto se requiere que lo sexual sea tratado desde el comienzo en un pie de igualdad con todas las otras cosas dignas de ser conocidas. La curiosidad del niño nunca alcanzara un alto grado si en cada estadio del aprendizaje halla la satisfacción correspondiente. El esclarecimiento sobre las relaciones específicamente humanas de la vida sexual y la indicación de su significado social debería darse al finalizar la escuela elemental, vale decir, no después de los diez años.

Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Capítulo 1 Freud se manda cartas con un amigo, una de las cartas que Freud le envía trata a la religión como una ilusión y el amigo le responde, que comparte su juicio acerca de la religión pero lamentaba que Freud no hubiera apreciado la fuente genuina de la religión. Explicaba: la religión es un sentimiento particular, que a él mismo no suele abandonarlo nunca. Un sentimiento que preferiría llamar sensación de “eternidad”; un sentimiento como algo sin límites, sin barreras, por así decirlo, un sentimiento oceánico. Ese sentimiento es puramente subjetivo, no un artículo de fe, es la fuente de la energía religiosa. Solo sobre la base de ese sentimiento es lícito llamarse religiosa, aun cuando uno desautorice toda fe y toda ilusión. Esta manifestación le deparo a Freud varias dificultades. No puede descubrir en él ese sentimiento oceánico. Si ha entendido bien a su amigo, él quiere decir lo mismo que un original y literato brinda: “de este mundo no podemos caernos”, es decir, un sentimiento de la atadura indisoluble, de la copertenencia con el todo del mundo exterior.

Para Freud, este sentimiento coincide con la situación del lactante. El lactante no separa todavía su mundo exterior como fuente de las sensaciones que le afluyen. Aprende a hacerlo poco a poco, sobre la besa de incitaciones diversas. Muchas de las fuentes de excitación en que más tarde comprenderá a sus órganos corporales pueden enviarle sensaciones en todo momento, mientras que otras- la más anhelada: el pecho marteño- se le sustraen temporariamente y solo consigue recuperarlas chillando en reclamo de asistencia. De este modo, se contrapone por primera vez al yo un “objeto” como algo que se encuentra “afuera” y solo mediante una acción particular es esforzado a aparecer. Una posterior impulsión a separar el Yo de la masa de sensaciones, es decir, a reconocer un “afuera”, un mundo exterior, es la que proporcionan las frecuentes, múltiples e inevitables sensaciones de dolor y displacer, que el principio de placer, ordena cancelar y evitar. Mace la tendencia a segregar del yo todo lo que pueda devenir fuente de un tal displacer, a arrojarlo hacia afuera, a formar un puro Yo- Placer, al que se contrapone a un ahí- afuera ajeno, amenazador. Mucho de lo que se querría resignar, porque dispensa placer, no es Yo sino objeto, y mucho de la martirizado que se pretendería arrojar de sí demuestra se no obstante inseparable del yo, en tanto es de origen interno. Asi se aprende un procedimiento que, permite distinguir lo interno (perteneciente al yo) de un mundo externo. Con ello se da el primer paso para instaurar el principio de realidad, destinado a gobernar el desarrollo posterior. Ese distingo sirve, al propósito practico de defenderse de las sensaciones displacenteras y de las que amenazan. Originariamente el yo lo contiene todo, mas tarde segrega de si un mundo exterior. Si no es licito discernir que ese yo primario se ha conservado, en mayor o menor medida, en la vida anímica de muchos seres humanos, acompañaría a modo de un correspondiente, al sentimiento yoico de la madurez, más estrecho y de más nítido apunte. Si tal fuera, los contenidos de representación adecuados a él serian, justamente, los de ilimitación y la atadura con el todo, esos mismos con que mi amigo ilustra el sentimiento oceánico. ¿Tenemos derecho a suponer la supervivencia de lo originario junto con lo posterior (devenido de él)?. En el ámbito del alma es frecuente la conservación de lo primitivo junto con lo que ha nacido de él por transformación. Ese hecho es casi siempre consecuencia de una escisión del desarrollo. Una porción cuantitativa de una actitud, de una moción pulsional, se ha conservado inmutada, mientras que otra ha experimentado al ulterior desarrollo. En la vida anímica no puede sepultarse nada de lo que alguna vez se formo, todo se conserva de algún modo y puede ser traído a la luz de nuevo en circunstancias apropiadas. Estando dispuestos a admitir que en muchos seres humanos existe un sentimiento oceánico e inclinado a reconducirlo a una fase temprana del sentimiento yoico, planteo una pregunta: ¿qué titulo tiene ese sentimiento para ser considerado como la fuente de las necesidades religiosas? Un sentimiento solo puede ser una fuente de energía si él mismo constituye la expresión de una intensa necesidad. Y en cuanto a las necesidades religiosas derivan de la necesidad infantil y de la añoranza del padre que aquel despierta, tanto más si se piensa que este ultimo sentimiento no se prolonga en forma simple desde la vida infantil, sino que en conservado duraderamente por la angustia frente al hiperpoder del destino. De este modo, el papel del sentimiento oceánico aspiraría a restablecer el narcisismo irrestricto, es esforzado a salirse del primer plano.

Freud, S. (1940). Esquema del Psicoanálisis. Parte I, capítulo III: “El desarrollo de la función sexual” Según la concepción corriente, la vida sexual humana emergería en la pubertad- edad de la madurez genésica- al servicio de la reproducción. No obstante hay ciertos hechos notorios: 

Hay personas para quienes solo individuos del propio sexo y sus genitales poseen atracción.



Otras cuyas apetencias se comportan en un todo como si fueran sexuales, prescinden por completo de las partes genésicas o de su empleo normal, “perversos”



Muchos niños muestran muy tempranamente un interés por sus genitales y por los signos de excitación de estos.

El psicoanálisis contradigo todas las opiniones populares sobre la sexualidad. Sus principales resultados son: 

La vida sexual no comienza solo con la pubertad. Sino que se inicia en el nacimiento.



Es necesario distinguir entre sexual y genital



La vida sexual incluye la función de la ganancia de placer a partir de zonas del cuerpo, función puesta con posterioridad al servicio de la reproducción.

El principal interés se dirige a que, a temprana edad, el niño da señales de una actividad corporal sexual y a la que se conectan fenómenos psíquicos que hallamos más tarde en la vida sexual adulta, ejemplo, fijación a determinados objetos, los celos, etc. Estos fenómenos que emergen en la primera infancia responden a un desarrollo acorde a ley, tienen un acrecentamiento regular, alcanzando un punto culminante hacia el final del quinto año de vida, a los que sigue un periodo de reposo. Transcurrido este periodo, llamado de “latencia”, la vida sexual prosigue en la pubertad, vuelve a aflorar. Aquí tropezamos con la acometida en dos tiempos de la vida sexual. El primer órgano que aparece como zona erógena y propone al alma una exigencia libidinosa es, a partir del nacimiento, la boca. Al comienzo, toda actividad anímica se acomoda de manera de procurar satisfacción a la necesidad de esta zona. Ella sirve en primer término a la autoconservación por vía del alimento. Muy temprano en el chupeteo se evidencia una necesidad de satisfacción que aspira a una ganancia de placer independientemente de la nutrición, que por eso puede y debe llamarse sexual. Durante esta fase “oral” entran en escena junto con la aparición de los dientes, unos impulsos sádicos aislados. En la segunda fase “sádico-anal” la satisfacción es buscada en la agresión y en la función excretora. La tercera fase “fálica” se asemeja a la plasmación ultima de la vida sexual. Aquí no desempeñan un papel los genitales de ambos sexos, sino, solo los masculinos “el falo”. Los genitales femeninos permanecen por largo tiempo ignorados, el niño en su intento por comprender los procesos sexuales, rinde tributo a la venerable teoría de la cloaca, que tiene su justificación genética. Con la fase fálica y en el transcurso de ella, la sexualidad de la primera infancia alcanza su apogeo y se aproxima al sepultamiento. Desde entonces varoncito y niña

tendrán destinos separados. Ambos empezaron a poner su actividad intelectual al servicio de la investigación sexual, y ambos parten de la premisa de la presencia universal del pene. Ahora los caminos de los sexos se divorcian. El varoncito entra en la fase edípica, inicia el quehacer manual con el pene, junto a unas fantasías simultaneas sobra algún quehacer sexual de este pene en relación a la madre, hasta que el efecto conjugado de una amenaza de castración y la visión de la falta de pene en la mujer le hacen experimentar el máximo trauma de su vida, iniciador del periodo de latencia con todas sus consecuencias. La niña vivencia el acierto de su falta de pene, de su inferioridad clitoridea. A raíz de este primer desengaño, reacciona lisa y llanamente con un primer extrañamiento de la vida sexual. Estas tres fases se superponen entre sí, coexisten juntas. En las fases tempranas, las diversas pulsiones parciales con reciproca independencia a la consecución de placer, en la fase fálica se tienen los comienzos de una organización que subordina las otras aspiraciones al primado de los genitales y significa el principio del ordenamiento de la aspiración general de placer dentor de la función sexual. La organización plena solo se alcanza en la pubertad, en una cuarta fase “genital”. Así queda establecido un estado en que: 

Se conservan muchas investiduras libidinales tempranas.



Otras son acogidas dentro de la función sexual como unos actos preparatorios de apoyo, cuya satisfacción da por resultado el llamado “placer previo” y



Otras aspiraciones son excluidas de la organización y son por completo sofocadas (reprimidas) o bien experimentan una aplicación diversa dentro del yo, forman rasgos de carácter, padecen sublimaciones con desplazamientos de meta.

Piaget, J. & Inhelder, B. (1981). Psicología del niño. (Introducción, Conclusiones, y Capítulo 1) INTRODUCCION: La psicología del niño estudia el crecimiento mental o el desarrollo de las conductas (es decir, de los comportamientos, comprendida la conciencia) hasta esa fase de transición, constituida por la adolescencia. El crecimiento mental es indisociable del crecimiento físico, especialmente de la maduración de la maduración de los sistemas nerviosos y endocrinos que prosigue hasta alrededor de los 16 años. Psicología del niño, es el estudio de un sector particular de una embriogénesis general, que se prosigue después del nacimiento, y que engloba todo el crecimiento, orgánico y mental, hasta llegar al estado de equilibrio relativo que constituye el nivel adulto. La psicología del niño conviene distinguirla de la “psicología genética”, aunque constituya instrumento esencial de ella. Genética se refiere exclusivamente a los mecanismos de herencia, al desarrollo individual (ontogénesis). CONCLUSIONES: LOS FACTORES DEL DESARROLLO MENTAL:

El desarrollo mental del niño aparece como una sucesión de tres grandes construcciones, cada una de las cuales prolonga la precedente, reconstruyéndola, en un nuevo plano para sobrepasarla luego cada vez más. La construcción de los esquemas sensomotores prolonga y sobrepasa la de las estructuras orgánicas durante la embriogénesis. Luego, la construcción de las relaciones semióticas, del pensamiento y de las conexiones interindividuales interioriza esos esquemas de acción, reconstruyéndolos en ese nuevo plano de la representación y los rebasa hasta constituir el conjunto de las operaciones concretas y de las estructuras de cooperación. Finalmente, el pensamiento formal. Existen 4 factores generales asignados a la evolución mental: 

El crecimiento orgánico y especialmente la maduración del complejo formado por el sistema nervioso y los sistemas endocrinos (la madurez desempeña un papel durante todo el crecimiento mental). La maduración consiste sobre todo en abrir nuevas posibilidades y constituye una condición necesaria para la aparición de ciertas conductas, es necesario que esta se acompañe de un ejercicio funcional y de un mínimo de experiencia. La maduración interviene sola cada vez menos y las influencias del ambiente físico y social, crecen en importancia.



El papel del ejercicio y de la experiencia adquirida en la acción efectuada sobre los objetos (x oposición a la experiencia social). Hay dos tipos de experiencias: la física, que consiste en actuar sobre los objetos para abstraer sus propiedades. La experiencia lógico matemática, que consiste en actuar sobre los objetos pero con la finalidad de conocer el resultado de la coordinación de las acciones. En este caso, el conocimiento es abstraído de la acción y no de los objetos de modo que la experiencia constituye simplemente la fase práctica y casi motora.



Interacciones y transformaciones sociales: este factor es insuficiente por sí solo. La acción social es ineficaz sin una asimilación activa del niño.



En el caso del desarrollo del niño, no hay plan preestablecido, sino una construcción progresiva tal que cada innovación solo se hace posible en función de la precedente. La explicación del desarrollo debe tener en cuenta esas dos dimensiones, una ontogénica y la otra social. En cada construcción parcial, y en cada paso de un estadio al siguiente, se da un proceso de equilibración, una autorregulación de una serie de compensaciones activas del sujeto en respuesta a las perturbaciones exteriores y de una regulación a la vez retroactiva y anticipadora. No existe ninguna conducta que n ose entrañe con los factores afectivos. Los dos aspectos, afectivo y cognoscitivo, son a la vez inseparables e irreductibles. Es necesario un equilibramiento para conciliar las aportaciones de la maduración, de la experiencia de los objetos y de la experiencia social. En cuanto a la reversibilidad, es un sistema completo, enteramente equilibrado de compensaciones, tales que a cada transformación corresponde la posibilidad de una inversa o de una reciproca.

CAPITULO 1: EL NIVEL SENSO-MOTOR

Puede decirse que cada periodo del desarrollo informa, en parte, de los siguientes. Al periodo anterior al lenguaje puede llamársele senso-motor porque a falta de la función simbólica, el lactante no presenta todavía pensamiento no efectividad ligada a representaciones que permitan evocar las personas o los objetos ausentes. El desarrollo mental durante los primeros 18 meses es particularmente rápido y de importancia especial, porque el niño elabora a ese nivel el conjunto de las subestructuras cognoscitivas que servirán de punto de partida a sus construcciones perceptivas e intelectuales ulteriores, así como cierto número de reacciones afectivas elementales, que determinaran su efectividad subsiguiente. I.

LA INTELIGENCIA SENSOMOTORA

Existe una inteligencia antes del lenguaje, que es práctica. A falta de lenguaje y de función semiótica, esas construcciones se efectúan apoyándose exclusivamente en percepciones y movimientos, mediante una coordinación senso-motora de las acciones. Se da entonces, una sucesión continua de estadios, cada uno de los cuales señala un nuevo progreso parcial. De los movimientos espontáneos y del reflejo a los hábitos adquiridos y de estos a la inteligencia hay una progresión continua. El mecanismo de esa progresión, es la asimilación, es decir que toda relación nueva está integrada en un esquematismo o en una estructura anterior. Estadio I: El punto de partida del desarrollo, se da en las actividades espontáneas y totales del organismo y en los reflejos. En los recién nacidos, dan lugar al “ejercicio reflejo”, es decir, una consolidación por ejercicio funcional. .De este modo, el bebé mama de manera más segura y encuentra más fácilmente el pezón, que en los primeros ensayos. La asimilación reproductora o funcional que asegura ese ejercicio, se prolonga en una asimilación generalizado (chupar en el vació o chupar otros objetos) en una asimilación recognoscitiva (distinguir el pezón de otros objetos). Estadio II: Según tal modelo se constituyen los primeros hábitos, que dependen directamente de una actividad de sujeto, como en el caso precedente o parecen impuestos desde el exterior como en el de los “condicionamientos” Llamamos hábitos a las conductas adquiridas tanto en su formación como en su resultado automático, el hábito no es aún inteligencia. Un habito se basa en un esquema sensomotor de conjunto, en el seno del cual no existe, desde el punto de vista del sujeto, diferenciación entre los medios y los fines, ya que el fin en juego solo se alcanza por una obligada sucesión de movimientos que a él conducen. En un acto de inteligencia, por el contrario, existe la persecución de un fin planteado desde el comienzo, luego la búsqueda de medios para alcanzarlo. Reacción circular primaria, obre el propio cuerpo, se integra un elemento que antes no estaba, repite. Estadio III: Hay coordinación entre visión y aprehensión (coordinación de esquemas) Un sujeto de esa edad (4 meses y medio) por ejemplo, atrapa un cordón que pende del techo de su cuna, lo que tiene por efecto sacudir todos los sonajeros suspendidos sobre él. Repite enseguida ese acto una serie de veces, con resultados insólitos, lo que constituye una reacción circular, esto es, un hábito en estado naciente, sin finalidad previamente diferenciada de los medios empleados. Pero basta con suspender un nuevo juguete del techo para que niño busque el cordón, lo que constituye un principio de diferenciación entre el fin y el medio. Nos hallamos

esta vez en el umbral de la inteligencia. Reacción circular secundaria; busca la reacción conocida. Causalidad mágico fenoménica, la causa no es objetivada. Repetición en bloque de una acción. Estadio IV: Se observan actos más complejos de inteligencia práctica. Se le impone al sujeto una finalidad previa (alcanzar un objeto lejano o tapar un objeto). El niño levanta la tela para tomar el objeto, es decir que si la coordinación de los medios y de los fines es nueva y se renueva en cada situación imprevista, los medios empleados solo se toman de los esquemas de asimilación conocidos. Inteligencia práctica, comienza a ver diferencia de medios y de fines. Estadio V: (11/12 meses) se añade a las conductas anteriores una reacción esencial: la búsqueda de medios nuevos por diferenciación de los esquemas conocidos. Conducta de soporte: Si un objeto demasiado lejano se halla sobre una alfombra, el niño, después de haber intentado en vano alcanzar el objetivo, puede lograr coger una esquina del tapiz 8por causalidad) y observando entonces una relación entre los movimientos de la alfombra y los del objeto, llega, poco a poco, a tirar de la alfombra para conseguirlo. Reacción circular terciaria; busca la novedad. Estadio VI: Señala el término del periodo sensomotor, y la transición con el periodo siguiente: El niño se hace capaz de encontrar medios nuevos por combinaciones interiorizadas que desembocan en una comprensión repentina o Insight, es decir, combinaciones mentales, por ejemplo, el niño, ante una caja de fósforos apenas entreabierta trata, en primer lugar, de abrir la caja mediante tanteos materiales, pero después del fracaso presenta esa reacción muy nueva, de un paro en la acción y un examen atento de la situación (durante el cual abre y cierra lentamente la boca, como para imitar el resultado por obtener, es decir, la ampliación de la apertura) tras lo cual, bruscamente, desliza su dedo en la hendidura y consigue así abrir la caja. II.

LA CONSTRUCCIÓN DE LO REAL

Los esquemas de asimilación senso-motores desembocan en una especie de lógica de la acción que implica ajustes de esquemas. La inteligencia sensomotora (el nivel práctico) organiza lo real, construyendo las grandes categorías de la acción que son los esquemas del objeto permanente, del espacio, del tiempo y de la causalidad. Ninguna de estas estructuras se da al comienzo; y el universo inicial está centrado en el cuerpo y la acción propios, en un egocentrismo tan total como inconciente de sí mismo (falta de una conciencia del yo). En el transcurso de los 18 primeros meses se efectúa una revolución copernicana, de des-centración general, de modo que el niño acaba por situarse como un objeto entre otros, estructurado de manera espacio-temporal. Objeto permanente: El universo inicial es un mundo sin objetos, solo consiste en “cuadros vivos” móviles e inconcientes, que aparecen y luego se reabsorben por completo, para no tornar, para reaparecer en forma modificada o análoga. En el estadio III cuando el niño va a coger un objeto y se tapa éste con una sabana, retira la mano tendida, o si se trata de un objeto de especial interés se pone a llorar: reacciona como si el objeto hubiera sido reabsorbido. Él sabe bien que el objeto existe donde ha desaparecido, pero no consigue resolver el problema de buscar y levantar la pantalla. Cuando empieza a buscar bajo la pantalla, estadio IV, puede hacerse el siguiente

control; ocultar el objeto en A, a la derecha del niño, que lo busco y lo encuentra; y luego, a su vista, quitar el objeto y ocultarlo en B, a la izquierda del niño; cuando éste ha visto desaparecer el objeto en B, ocurre a menudo que lo busque en A, como si la posición del objeto dependiese de las acciones anteriormente realizadas y no de sus desplazamientos autónomos e independientes de la acción propia. En el estadio V el objeto es buscado en función solo de sus desplazamientos, salvo si estos son muy complejos y en el estadio VI se añade a esto un juego de inferencias que logran dominar ciertas combinaciones (levantar el cojín y solo encontrar debajo otro obstáculo imprevisto, que es entonces levantado inmediatamente). La conservación del objeto, es principalmente, función de localización. La construcción del esquema del objeto permanente es solidaria de toda la organización espacio-temporal del universo práctico, así como de su estructuración causal. Espacio y tiempo: Al principio no existe ni un espacio ni un orden temporal que engloben los objetos y los acontecimientos. Solo se da un conjunto de espacios heterogéneos, centrados todos en el propio cuerpo: espacio bucal, táctil, visual, auditivo, posicional y ciertas impresiones temporales (espera, etc.) pero sin coordinaciones objetivas. Esos espacios se coordinan luego progresivamente, pero siguen siendo parciales durante mucho tiempo, en tanto que la construcción del esquema del objeto permanente no conduce a la distinción fundamental. En solidaridad con las conductas de localización y de búsqueda del objeto permanente, los desplazamientos se organizan, finalmente (estadios V y IV) en una estructura fundamental, la armazón del espacio practico, “grupo practico de desplazamiento” La evolución del espacio práctico es totalmente solidaria con la construcción de los objetos. La objetivación de las series temporales es paralela a la de la causalidad, y correlativa a la organización de las posiciones y de los desplazamientos en el espacio. Causalidad: la causalidad solo se hace objetiva y adecuada al término de una larga evolución, cutas frases iniciales se centran en la acción propia e ignoran aun relaciones espaciales y físicas inherentes a los esquemas caudales materiales. En el estadio III, cuando la criatura llega a sonreír a lo que ve y a manipular los objetos según diversos esquemas (cambiar de sitio, balancearse) solo conoce como causa única su acción propia, independientemente de los contactos espaciales. En la observación del cordón que cuelga del techo de la cuna, el niño no sitúa en el cordón la causa del movimiento de los sonajeros suspendidos, sino en la acción global de “tirar del cordón”. Esa causalidad inicial puede denominarse mágico-fenomenista, fenomenista; porque cualquier cosa puede producir cualquier otra y mágico porque se centra en la acción del sujeto, sin consideración de los contactos espaciales. A medida que el universo es estructurado por la inteligencia senso-motora según una organización espacio-temporal y por la constitución de objetos permanentes, la causalidad de objetiva y se especializa, es decir, que las causas reconocidas por el sujeto no están ya en la sola acción propia sino en objetos cualesquiera, y que las relaciones de causa a efecto entre dos objetos o sus acciones suponen un contacto físico y espacial. III.

EL ASPECTO COGNOSCITIVO DE LAS REACCIONES SENSO-MOTORAS

El esquematismo senso-motor se manifiesta bajo tres grandes formas sucesivas: 

Las formas iniciales están constituidas por estructuras de ritmo, cuyos reflejos son diferenciaciones progresivas.



Vienen en seguido regulaciones diversas que diferencian los ritmos iniciales siguiendo múltiples esquemas.



Comienzo de la reversibilidad fuente de futuras operaciones del pensamiento.

IV.

EL ASPECTO AFECTIVO DE LAS REACCIONES SENSO-MOTORAS

El aspecto cognoscitivo de las conductas consiste en su estructuración, y el aspecto afectivo, en su energética. Esos dos aspectos son, a la vez, irreducibles y complementarios: existe un paralelismo entre sus respectivas evoluciones. De un modo general, en efecto, mientras el esquematismo cognoscitivo pasa de un estado inicial centrado sobre la acción propia a la construcción de un universo objetivo y descentrado, la afectividad de los mismos niveles sensomotores procede de un estado de indiferenciación entre el yo y el entorno físico y humano para construir a continuación un conjunto de cambios entre el yo diferenciado y las personas (sentimientos interindividuales) o las cosas (intereses variados, según los niveles).

Bozzalla L. & Naiman F. (2013) Acerca del recién nacido: desarrollo y subjetividad. Buenos Aires: UBA, Facultad de Psicología, Depto. de Publicaciones. (TyP)

Calzetta, J.J. (2006). Algunas puntualizaciones sobre los momentos iniciales en la constitución del aparato psíquico. Buenos Aires: UBA, Facultad de Psicología, Depto. de Publicaciones. (TyP) Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. 2º ensayo: “La sexualidad infantil” EL DESCUIDO DE LO INFANTIL: Forma parte de la opinión popular acerca de la pulsión sexual la afirmación de que ella falta en la infancia y solo despierta en el periodo de la vida llamado pubertad. No es este un error cualquiera, sino que tiene graves consecuencias. Un estudio a fondo de las manifestaciones sexuales de la infancia nos revelara los rasgos esenciales de la pulsión sexual, dejaría traslucir su desarrollo y mostraría que está compuesta por diversas fuentes. AMNESIA INFANTIL: fenómeno psíquico que en la mayoría de los seres humanos cubre los primeros años de su infancia, hasta el sexto o el octavo año de vida. Se nos informa que en estos años, de los que después no conservamos en la memoria sino unos jirones incomprensibles, reaccionábamos con vivacidad frente a las impresiones, sabíamos exteriorizar dolor y alegría de una manera humana, mostrábamos amor, celos y otras pasiones que nos agitaban entonces con violencia.

Una vez en la adultez, nada de eso sabemos por nosotros mismos, ¿Por qué nuestra memoria quedo tan retrasada respecto de nuestras otras actividades anímicas? Principalmente cuando tenemos fundamento para creer que en ningún otro periodo de la vida la capacidad de reproducción y de recepción es mayor, justamente, que en los años de la infancia. Por otro lado, tenemos que suponer que esas mismas impresiones que hemos olvidado dejaron, no obstante, las más profundas huellas en nuestra vida anímica y pasaron s ser determinantes para todo nuestro desarrollo posterior. No puede tratarse, de una desaparición real de las impresiones infantiles, sino de una amnesia semejante a la que observamos en los neuróticos respecto de vivencias posteriores y cuya esencia consiste en un mero apartamiento de la conciencia (represión). ¿Cuáles son las fuerzas que provocan esta represión de las impresiones infantiles? En mi opinión la amnesia infantil que convierte la infancia de cada individuo en un tiempo anterior (prehistórico) y le oculta los comienzos de su propia vida sexual, es la culpable de que no se haya otorgado valor al periodo infantil en el desarrollo de la vida sexual. I.

El periodo de latencia sexual de la infancia y sus rupturas

El neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que siguen desarrollándose durante cierto lapso, pero después sufren una progresiva sofocación, esta, a su vez, puede ser quebrada por oleadas regulares de avance del desarrollo sexual o suspendida por peculiaridades individuales. Parece, que casi siempre hacia el tercero o cuarto año de vida del niño su sexualidad se expresa en una forma accesible a la observación. LAS INHIBICIONES SEXUALES: Durante el periodo de latencia se edifican los poderes anímicos que más tarde se presentaran como inhibiciones en el camino de la pulsión sexual y ensancharan su curso a la manera de unos diques (asco, sentimiento de vergüenza, los reclamos de ideales en lo estético y lo moral). En realidad este desarrollo es de condicionamiento orgánico, fijado hereditariamente, y llegado el caso puede reproducirse sin ninguna ayuda de la educación. FORMACION REACTIVA Y SUBLIMACION: En las mociones sexuales infantiles cuya energía es desviada del uso sexual y aplicada a otros fines mediante esa desviación de las fuerzas pulsionales sexuales de sus metas y su orientación hacia metas nuevas (proceso que merece el nombre de sublimación) se adquieren poderosos componentes para todos los logros culturales. Un proceso igual tiene lugar en el desarrollo del individuo y situaríamos su comienzo en el periodo de latencia sexual de la infancia. Mecanismo de sublimación: En los años de pubertad las mociones sexuales serían por un lado, inaplicables ya que las funciones de la reproducción están diferidas (aplazadas) y por otra parte, serian perversas ya que participarían de zonas erógenas y se sustentarían en pulsiones que dada la dirección del desarrollo del individuo solo provocarían sensaciones de displacer. Por eso suscitan fuerzas anímicas contrarias (mociones reactivas) que construyen para la eficaz sofocación de ese displacer los diques anímicos: asco, vergüenza y moral. II.

Las exteriorizaciones de la sexualidad infantil

EL CHUPETEO: Aparece ya en el lactante y puede conservarse hasta la madurez o persistir toda la vida, consiste en un contacto se succión con la boca (los labios), repetido rítmicamente, que no tiene como fin la nutrición. Una parte de los propios labios, la lengua, un lugar de la piel de

que al alcance son tomados como objeto sobre el cual se ejecuta la acción de mamar. Una pulsión de prensión que emerge al mismo tiempo suele manifestarse mediante un simultaneo tironeo rítmico del lóbulo de la oreja y el apoderamiento de una parte de otra persona con el mismo fin. La acción de mamar al adormecimiento o incluso a una reacción motriz en una suerte de orgasmo. La indagación psicoanalítica nos autoriza a considerar el chupeteo como una exteriorización sexual y a estudiar en él los rasgos esenciales de la práctica sexual infantil. AUTOEROTISMO: El carácter más llamativo de esta práctica sexual, es que la pulsión no está dirigida a otra persona, se satisface en el propio cuerpo, es autoerótica. La acción del niño chupeteador se rige por la búsqueda de un placer ya vivenciado y ahora recordado. Así, en el caso más simple, la satisfacción se obtiene mamando rítmicamente un sector de la piel o de mucosa. Primeras experiencias de ese placer que ahora aspira a renovar. Se primera actividad, l más importante para su vida, el mamar del pecho materno, no pudo menos que familiarizarlo con ese placer. Diríamos que los labios del niño se comportan como una zona erógena y la estimulación por el cálido flujo de leche fue la causa de la sensación placentera. Al comienzo la satisfacción de la zona erógena se asocio con la satisfacción de la necesidad de alimentarse. El quehacer sexual se apuntala primero en una de las funciones que sirven a la conservación de la vida y solo mas tarde se independiza de ella. En el chupeteo hemos observados tres caracteres: 

Nace apuntalada en una de las funciones corporales importante para la vida.



Es autoerótico y



Su meta sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena.

III.

La meta sexual de la sexualidad infantil

CARACTERES DE LAS ZONAS ERÓGENAS: Sector de la piel o mucosa en el que estimulaciones de cierta clase provocan una sensación placentera de determinada cualidad. META SEXUAL INFANTIL: La meta de la pulsión sexual infantil consiste en producir la satisfacción mediante la estimulación apropiada de la zona erógena que, de un modo u otro, se ha escogido. Para que se cree una necesidad de repetirla, esta satisfacción tiene que haberse vivenciado antes. La necesidad de repetir la satisfacción se trasluce por dos cosas; un peculiar sentimiento de tensión, que posee más bien el carácter de displacer y una sensación de estimulo o de picazón condicionada centralmente y proyectada a la zona erógena periférica. Por eso, la meta sexual procuraría sustituir la sensación de estimulo externo proyectada sobre la zona erógena, por aquel estimulo externos que la cancela al provocar la sensación de la satisfacción. Este estimulo externo consistiría la mayoría de las veces en una manipulación análoga al mamar. IV.

Las exteriorizaciones sexuales masturbatorias

ACTIVACION DE LA ZONA ANAL: La zona anal es apta por su posición para proporcionar un apuntalamiento de la sexualidad en otras funciones corporales. Los trastornos intestinales tan frecuentes en la infancia se ocupan de que no falten excitaciones intensas en esta zona. Los niños que sacan partido por la estimulación de la zona anal, se delatan por el hecho de que retienen las heces hasta que la acumulación de estas provoca fuertes contracciones musculares y al pasar por el ano, pueden ejercer un poderoso estimulo sobre la mucosa. De esa manera tienen que producirse sensaciones voluptuosas junto a las dolorosas. Uno de los mejores signos es que

un lactante se rehúse a vaciar su intestino. El contenido de los intestinos para el lactante, lo trata como a una parte de su propio cuerpo, representa el primer “regalo” por medio del cual el pequeño puede expresar su obediencia hacia el medio circundante exteriorizándolo, y a su desafío, rehusándolo. A partir de este significado de regalo, mas tarde cobra el de “hijo”, el cual, según una de las teorías sexuales infantiles, se adquiere por la comida y es dado a luz por el intestino. ACTIVACIÓN DE LAS ZONAS GENITALES: Las activaciones de las zonas erógenas, que corresponden a las partes sexuales reales, son sin duda el comienzo de la posterior vida sexual “normal”. Por su situación anatómica, por el sobreflujo de secreciones, por los lavados y frotaciones del cuidado corporal y por ciertas excitaciones accidentales, es inevitable que la sensación placentera que estas partes del cuerpo son capaces de proporcionar se haga notar al niño ya en su periodo de latencia, despertándolo una necesidad de repetirla. Mediante el onanismo del lactante, al que casi ningún individuo escapa, se establece el futuro primado de esta zona erógena para la actividad sexual. La acción que elimina el estimulo y desencadena la satisfacción consiste en un contacto de frotación con la mano o en una presión, sin duda prefigurada como un reflejo. Es preciso distinguir tres fases en la masturbación infantil: la primera en el periodo de lactancia, la segunda breve florecimiento de la práctica sexual hacia el cuarto año de vida y la tercera el onanismo de la pubertad. LA SEGUNDA FASE DE LA MASTURBACIÓN INFANTIL: En algún momento en la niñez, por lo general antes de los cuatro años, la pulsión sexual suele despertar de nuevo en esta zona genital y durar un lapso, hasta que una nueva sofocación la detiene o proseguir sin interrupción. Todos los detalles de esta segunda fase de la masturbación infantil dejan tras si, en la más profundas (inconcientes) huellas en la memoria de la persona, determinan el desarrollo de su carácter si permanece sana y la sintomatología de su neurosis si enferma después de la pubertad. RETORNO DE LA MASTURBACIÓN DE LA LACTANCIA: La sintomatología de estas exteriorizaciones sexuales es pobre; del aparato sexual todavía no desarrollado da testimonio casi siempre el aparto urinario, que se presenta, como portavoz. La mayoría de las llamadas afecciones vesicales de esta época son perturbaciones sexuales; la enuresis nocturna, cuando no responde a un ataque epiléptico corresponde a una polución. DISPOSICIÓN PERVERSA POLIMORFA: Bajo la influencia de la seducción el niño puede convertirse en un perverso polimorfo, siendo descaminado a practicar todas las trasgresiones posibles. Esto demuestra que en su disposición trae consigo la capacidad para ello, tales trasgresiones tropiezan con escasas resistencias porque según sea la edad del niño, no se han instituido todavía o están en formación los diques anímicos contra exceso sexuales: la vergüenza, el asco y la moral. PULSIONES PARCIALES: la vida sexual infantil, a pesar del imperio que ejercen las zonas erógenas, muestra componentes que desde el comienzo envuelven a otras personas en calidad de objetos sexuales. De esa índole son las pulsiones de placer de ver y de exhibir y de la crueldad. Aparecen con cierta independencia respecto de las zonas erógenas, y solo mas tarde

entran en estrechas relaciones con la vida genital. El niño pequeño carece de vergüenza y en ciertos años tempranos muestra una inequívoca complacencia en desnudar su cuerpo poniendo particular énfasis en sus genitales. El correspondiente de esa inclinación considerada perversa, la curiosidad por ver los genitales de otras personas, probablemente se hace manifiesto solo algo más avanzada la niñez, cuando el escollo del sentimiento de vergüenza ya se ha desarrollado en alguna medida. Con la independencia aun mayor respecto de las otras prácticas sexuales ligadas a las zonas erógenas, se desarrollan en el niño componentes crueles de la pulsión sexual, la crueldad es cosa enteramente natural en el carácter infantil, la inhibición en virtud de la cual la pulsión de apoderamiento se detiene ante el dolor del otro, la capacidad de compadecerse, se desarrollan relativamente tarde. No es lícito suponer que la moción de crueldad proviene de la pulsión de apoderamiento y emerge en la vida sexual en una época en que los genitales no han asumido aun el papel que desempañaran después. Gobierna una fase de la vida sexual que, describiremos como organización pregenital. V.

La investigación sexual infantil

PULSION DE SABER: La pulsión de saber o de investigar, su acción corresponde, por una parte, a una manera sublimada del apoderamiento y por otra parte, trabaja con la energía de la pulsión de ver, sus vínculos con la vida sexual tienen particular importancia, pues la pulsión de saber de los niños recae, en forma insospechadamente precoz y con inesperada intensidad, sobre los problemas sexuales y aún es despertada por estos. EL ENIGMA DE LA ESFINGE: Son interese prácticos que ponen en marcha la actividad investigadora de los niños. El primer enigma es: ¿De dónde vienen los bebes? COMPLEJO DE EDIPO Y ENVIDIA DEL PENE: El varoncito se aferra con energía a esta convicción, la defiende obstinadamente frente a la contradicción que muy pronto la realidad le opone, y la abandona solo tras serias luchas interiores (complejo de castración). El supuesto de que todos los seres humanos poseen idénticos genitales es la primeras de las asombrosas teorías sexuales infantiles, fecundadas de consecuencias (1ª teoría sexual infantil). En cuanto a la niñita, no incurre en tales rechazos cuando ve los genitales del varón con su conformación diversa. Esta dispuesta a reconocerla, y es presa de la envidia del pene que culmina en el deseo de ser un varón. TEORIAS DEL NACIMIENTO: ¿De dónde vienen los bebes?. Las soluciones anatómicas fueron, vienen del pecho, son extraídos del vientre o el ombligo se abre para dejarlos pasar. Los niños se conciben por haber comido algo determinado y se los da a luz por el intestino, como a la materia fecal. CONCEPCIÓN SÁDICA DEL COMERCIO SEXUAL: Si a esa tierna edad los niños son espectadores del comercio sexual entre sus padres, el pequeño no puede menos que concebir el acto como una especie de maltrato o sojuzgamiento, es decir, en sentido sádico. En lo sucesivo los niños se ocupan mucho de este problema: ¿En que puede consistir el comercio sexual o como dicen ellos- estar casados? VI.

Fases de desarrollo de la organización sexual infantil

Hasta ahora hemos destacados los siguientes caracteres de la sexualidad infantil: autoerótico y sus pulsiones parciales singulares aspiran a conseguir placer cada una por su cuenta, enteramente desconectadas entre sí. El punto de llegada del desarrollo lo constituye la vida sexual del adulto llamada normal, en ella la consecución de placer se ha puesto al servicio de la reproducción y las pulsiones parciales bajo el primado de una única zona erógena, han formado una organización sólida para el logro de la meta sexual en un objeto ajeno. ORGANIZACIONES PREGENITALES: Llamaremos pregenital a las organizaciones de la vida sexual en que las zonas genitales todavía no han alcanzado su papel hegemónico: 

Una primera organización sexual pregenital es la oral. La actividad sexual no se ha separado todavía de la nutrición, ni se han diferenciado opuestos dentro de ella. El objeto de una actividad es también el de la otra; la meta sexual consiste en la incorporación del objeto, el paradigma de lo que más tarde, en calidad de identificación, desempeñara un papel psíquico tan importante. El chupeteo puede verse como un resto de esta fase hipotética, en ella la actividad sexual, desprendida de la actividad de la nutrición, ha resignado el objeto ajeno a cambio de uno situado en el cuerpo propio.



Una segunda fase pregenital es la de la organización sádico-anal. Aquí ya se ha desplegado la división en opuestos, no se los puede llamar todavía masculino-femenino, sino que es preciso decir activo-pasivo.

LOS DOS TIEMPOS DE LA ELECCION DE OBJETO: la elección de objeto se realiza en dos tiempos, en dos oleadas: la primera se inicia entre los dos y los cinco años y el periodo de latencia la detiene o la hace retroceder, se caracteriza por la naturaleza infantil de sus metas sexuales. La segunda sobreviene con la pubertad y determina la conformación definitiva de la vida sexual.

Freud, S. (1917). Conferencias de introducción al Psicoanálisis. Conferencia 21 Nosotros debemos admitir algo “sexual” que no es “genital” ni tiene nada que ver con la reproducción. Los perversos son más bien unos pobres diablos que tienen que pagar un precio altísimo por esa satisfacción que tan trabajosamente se conquistan. Lo que confiere un carácter tan inequívocamente sexual a la práctica perversa, a pesar de la ajenidad de su objeto y de sus metas, es la circunstancia de que el acto de la satisfacción perversa desemboca no obstante, las más de las veces, en un orgasmo completo y en el vaciamiento de los productos genitales. Tengo todavía algo que agregar para completar las apreciaciones de las perversiones sexuales. Por mala que sea su fama, por más que se las contraponga tajantemente a la práctica sexual normal, es fácil observar que a esta última rara vez le falta algún rasgo perverso.

Cada vez advertimos con más claridad que lo esencial de las perversiones no consiste en la trasgresión de la meta sexual, ni en la sustitución de los genitales, ni siquiera en la variación del objeto, sino solamente en que estas desviaciones se consuman de manera exclusiva, dejando de lado el acto sexual al servicio de la reproducción. Las acciones perversas dejan de ser tales en la medida en que se integran en la producción del acto sexual normal como unas contribuciones que lo preparan o lo refuerzan. Se infiere naturalmente que la sexualidad normal nace de algo que la preexistió, desechando rasgos aislados de este material por inutilizables y reuniendo los otros para subordinarlos a una meta nueva, la de la reproducción. La sexualidad perversa esta notablemente centrada, todas las acciones presionan hacia una meta, y una pulsión parcial tiene la primacía: o bien es la única pesquisable o bien ha sometido a las otras a sus propósitos. En este sentido, no hay entre la sexualidad perversa y la normal mas diferencia que la diversidad de las pulsiones parciales dominantes y por tanto de las metas sexuales. La sexualidad infantil carece de semejante centramiento y organización, sus diversas pulsiones parciales tienen iguales derechos y cada una persigue por cuenta propia el logro de placer. Ambos tipos de sexualidad, la perversa y la normal, han nacido de lo infantil. Numerosas pulsiones parciales han impuesto sus metas con independencia unas de otras. En tales casos en más correcto hablar de infantilismo de la vida sexual que de perversión. Llamamos sexuales a las dudosas e interminables prácticas placenteras de la primera infancia porque el camino del análisis nos lleva a ellas desde los síntomas pasando por un material indiscutiblemente sexual. El carácter perverso, depende de la inmadurez constitucional del niño, quien no ha descubierto aun la meta del coito. Más o menos desde el sexto al octavo año de vida en adelante se observan una detención y un retroceso en el desarrollo sexual, que, en los casos más favorables desde el punto de vista cultural, merecen el nombre de período de latencia. Este puede faltar; no es forzoso que traiga aparejada una interrupción completa de las prácticas y los intereses sexuales. Las vivencias y mociones anímicas anteriores al advenimiento del período de latencia son víctimas, en su mayoría, de la amnesia infantil. Ahora podemos indicar la conformación de la vida sexual del niño antes de que se instaure el primado de los genitales; este se prepara en la primera época infantil, la anterior al período de latencia, y se organiza de manera duradera a partir de la pubertad. En esta prehistoria hay una suerte de organización laxa que llamaremos pregenital. Pero en esta fase no se sitúan en el primer plano las pulsiones parciales genitales, sino las sádicas y anales. La oposición entre masculino y femenino no desempeña todavía papel alguno; ocupa su lugar la oposición entre activo y pasivo, que puede definirse como la precursora de la polaridad sexual, con la cual también se suelda más tarde. Lo que nos parece masculino en las prácticas de esta fase, sí las consideramos desde la fase genital, resulta ser expresión de una pulsión de apoderamiento que fácilmente desborda hacia lo cruel. Aspiraciones de meta pasiva se anudan a la zona erógena del orificio anal, muy importante en este período. La pulsión de ver y la pulsión de saber despiertan con fuerza; los genitales participan en la vida sexual propiamente dicha sólo en su papel de órganos para la excreción de la orina. En esta fase las pulsiones parciales no carecen de objetos,

pero estos no necesariamente coinciden en uno solo. La organización sádico-anal es la etapa que precede inmediatamente a la fase del primado genital. Por detrás de la fase sádico-anal del desarrollo libidinal obtenemos todavía la visión de una etapa de organización más temprana, más primitiva aún, en que la zona erógena de la boca desempeña el papel principal. Pueden colegir ustedes que la práctica sexual del chupeteo le pertenece. Vínculo de las pulsiones sexuales parciales con el objeto: algunos de los componentes de la pulsión sexual tienen desde el principio un objeto y lo retienen, como la pulsión de apoderamiento (sadismo) y las pulsiones de ver y de saber. Otras, más claramente anudadas a determinadas zonas del cuerpo, lo tienen sólo al comienzo, mientras todavía se apuntalan en las funciones no sexuales, y lo resignan cuando se desligan de estas. Así, el primer objeto de los componentes orales de la pulsión sexual es el pecho materno, que satisface la necesidad de nutrición del lactante. En el acto del chupeteo se vuelven autónomos los componentes eróticos que se satisfacen juntamente al mamar; el objeto se abandona y se sustituye por un lagar del cuerpo propio. La pulsión oral se vuelve autoerótica, como desde el comienzo lo son las pulsiones anales y las otras pulsiones erógenas. El resto del desarrollo tiene dos metas: en primer lugar, abandonar el autoerotismo, permutar de nuevo el objeto situado en el cuerpo propio por un objeto ajeno; en segundo lugar, unificar los diferentes objetos de las pulsiones singulares, sustituirlos por un objeto único. Esto sólo puede lograrse, desde luego, cuando dicho objeto único es a su vez un cuerpo total, parecido al propio. Tampoco puede consumarse sin que cierto número de las mociones pulsionales autoerótícas se releguen por inutilizables. Cuando en la infancia, antes de que advenga el período de latencia el proceso ha alcanzado un cierto cierre, el objeto hallado resulta ser casi idéntico al primer objeto de la pulsión placentera oral, ganado por apuntalamiento [en la pulsión de nutrición]. Es, sí no el pecho materno, al menos la madre. Llamamos a la madre el primer objeto de amor. De amor hablamos, en efecto, cuando traemos al primer plano el aspecto anímico de las aspiraciones sexuales y empujamos al segundo plano, o queremos olvidar por un momento, los requerimientos pulsionales de carácter corporal o «sensual» que están en la base. Para la época en que la madre deviene objeto de amor ya ha empezado en el niño el trabajo psíquico de la represión, que sustrae de su saber el conocimiento de una parte de sus metas sexuales. Ahora bien, a esta elección de la madre como objeto de amor se anuda todo lo que ha adquirido importancia tan grande bajo el nombre del «complejo de Edipo». El varoncito quiere tener a la madre para él solo, siente como molesta la presencia del padre, se enfada cuando este se permite ternezas hacia la madre, exterioriza su contento cuando el padre parte de viaje o está ausente. A menudo expresa con palabras sus sentimientos, promete a la madre casarse con ella. La observación se empaña a menudo por la circunstancia de que, simultáneamente, el mismo niño da muestras en otras oportunidades de una gran ternura hacia el padre; sólo que semejantes actitudes afectivas opuestas -o mejor dicho: ambivalentes- que en el adulto llevarían al conflicto, coexisten muy bien en el niño durante largo tiempo, tal como después hallan un sitio duradero en el inconciente una junto a la otra. También se objetará que la conducta del varoncito responde a motivos egoístas y no justifica la hipótesis de un complejo erótico.

La madre cuida de todas las necesidades del niño, y por eso este tiene interés en que ella no haga caso de ninguna otra persona. El pequeño muestra la más franca curiosidad sexual hacia su madre, si pide dormir con ella por las noches, si presiona para asistir a su toilette o intenta seducirla. La madre despliega igual solicitud hacia sus hijitas sin provocar ese mismo efecto, y el padre rivaliza con ella harto a menudo en sus cuidados hacia el varón, sin lograr conquistarse la misma importancia que la madre. Las cosas son en un todo semejante en el caso de la niña pequeña. La actitud de tierna dependencia hacia el padre, la sentida necesidad de eliminar por superflua a la madre y ocupar su puesto, una coquetería que ya trabaja con los recursos de la posterior feminidad. Con frecuencia los propios padres ejercen una influencia decisiva para que despierte en el niño la actitud del Edipo: se dejan llevar ellos mismos por la atracción sexual y, donde hay varios hijos, el padre otorga de la manera más nítida su preferencia en la ternura a su hijita, y la madre a su hijo. Este se amplía hasta convertirse en un complejo familiar cuando se suman otros niños. En tales casos el perjuicio egoísta proporciona un nuevo apuntalamiento para que esos hermanitos sean recibidos con antipatía y sean eliminados sin misericordia en el deseo. El niño desplazado a un segundo plano por el nacimiento de un hermanito, y casi aislado de la madre por primera vez, difícilmente olvidará este relegamiento; le nacen sentimientos que en el adulto se dirían de grave inquina, y que a menudo pasan a ser la base de un distanciamiento duradero. La investigación sexual, con todas sus consecuencias, suele anudarse a esta experiencia vital del niño. Cuando estos hermanitos crecen, la actitud para con ellos sufre importantísimas mudanzas. El chico puede tomar a la hermana como objeto de amor en sustitución de la madre infiel; entre varios hermanos que compiten por una hermanita más pequeña ya se presentan las situaciones de rivalidad hostil que cobrarán significación más tarde en la vida. Una niñita encuentra en el hermano mayor un sustituto del padre, quien ya no se ocupa de ella con la ternura de los primeros años, o toma a una hermanita menor como sustituto del bebé que en vano deseó del padre. La posición de un niño dentro de la serie de los hijos es un factor relevante para la conformación de su vida ulterior. La primera elección de objeto es, por lo general, incestuosa; en el hombre, se dirige a la madre y a las hermanas, y se requieren las más terminantes prohibiciones para impedir que se haga realidad esta persistente inclinación infantil. En la época de la pubertad, cuando la pulsión sexual plantea sus exigencias por primera vez en toda su fuerza, los viejos objetos familiares e incestuosos son retomados e investidos de nuevo libidinosamente. La elección infantil de objeto no fue sino un débil preludio, aunque señero, de la elección de objeto en la pubertad. En esta se despliegan procesos afectivos muy intensos, que siguen el mismo rumbo del complejo de Edipo o se alinean en una reacción frente a él. Desde esta época en adelante, el individuo humano tiene que consagrarse a la gran tarea de desasirse de sus padres; solamente tras esa suelta puede dejar de ser niño para convertirse en miembro de la comunidad social. Para el hijo, la tarea consiste en desasir de la madre sus deseos libidinosos a fin de emplearlos en la elección de un objeto de amor ajeno, real, y en reconciliarse con el

padre si siguió siéndole hostil o en liberarse de su presión si se le sometió corno reacción frente a su sublevación infantil. Estas tareas se plantean para todas las personas. Pero los neuróticos no alcanzan de ningún modo esta solución; el hijo permanece toda la vida sometido a la autoridad del padre y no está en condiciones de trasferir su libido a un objeto sexual ajeno. Esta misma puede ser, trocando la relación, la suerte de la hija. En este sentido, el complejo de Edipo es considerado con acierto como el núcleo de las neurosis.

Gesell, A., Ilg, F., Ames, L., & Rodell, J. (1979). El infante y el niño en la cultura actual. Buenos Aires: Paidós. (Primera parte: Cap. 1 punto 1 y 2, Cap. 2: Segunda parte: Cap. 8 a 14 inclusive -selección-). Paolicchi, G., Cerdá, M. R. & Kameniecki, J. (1995) Reflejos del recién nacido. Buenos Aires: UBA, Facultad de Psicología, Depto. de Publicaciones.

Paolicchi, G. & Cerdá, M. R. (2002) Desarrollo humano y Familia Descriptivamente se considera a la familia como el núcleo social fundamental en el que el ser humano nace, crece y se desarrolla. Su objetivo principal es el de preservar y transmitir los valores y tradiciones, sirviendo así de enlace a las generaciones. El Derecho la conceptualiza como un conjunto de personas entre las cuales existen vínculos jurídicos, interdependientes y recíprocos, emergentes de la unión sexual y de la procreación. La Antropología la considera como un hecho social total, un microcosmos que representa a toda la organización social en la que está inmersa, siendo sus funciones fundamentales la cooperación, la socialización, la educación, la reproducción, etc. El Psicoanálisis hace su aporte teniendo en cuenta los enlaces entre los miembros. Así considera que hay por lo menos dos vínculos principales: uno biológico, en tanto perpetúa la especie y es contenedor de la indefensión inicial; otro psicológico, que es el proveedor de gratificaciones afectivas básicas para el desarrollo y de un bagaje de identificaciones que intervienen en la etiología sexual. Toda familia posee leyes y una dinámica singular que va orientando las vinculaciones afectivas y de participación, que a su vez van regulando su propio desarrollo. De allí que se la considere una institución. Como tal, desempeña un rol primordial en la transmisión de la cultura, en la perpetuación de las costumbres, en la educación inicial y en la inhibición pulsional, entre otras cosas. Es decir que la familia contiene y dirige el desarrollo psíquico, ofreciendo modelos de identificación que ayudarán a constituir la instancia superyoica. Las posibilidades de subjetivación de un hijo dependerán del lugar que ocupe en la compleja trama familiar. Para D. Winnicott, sólo la familia puede continuar la labor iniciada por la madre y desarrollada luego por ambos padres, en un esfuerzo tendiente a que el niño logre su independencia. Plantea la vinculación como un intercambio en el que la familia aporta y a su vez recibe del niño. El origen de todos los desplazamientos futuros parte de la relación primera con

los progenitores y el sujeto conservará en su realidad psíquica interna la relación primaria con los padres. La familia oficia de puente entre lo vincular primario y el ambiente social. “Así, existen dos rasgos principales que, en el lenguaje que he decidido utilizar aquí, constituyen la contribución de la familia a la madurez emocional del individuo: uno es la existencia sostenida de oportunidad para un alto grado de dependencia; el otro es el hecho de ofrecer la oportunidad para que el individuo se separe violentamente de los padres e ingrese a la familia, que pase de ésta a la unidad social que está inmediatamente fuera de ella, y de esa unidad social pase a otra, y luego a otra y a otra”. Este autor plantea la existencia de dos elementos que conformarían la contribución familiar a la madurez emocional del individuo: uno referido a la posibilidad de ofrecerse para la dependencia y el segundo al facilitar la separación y el pasaje hacia lo social exterior a ella. “La familia aparece entonces como efecto del ordenamiento social del que es parte, en el que esta inmerso, y que regula tanto su constitución como su desmembramiento. La prohibición del incesto es, para nosotros, el punto de partida para entender la articulación entre el ordenamiento social y la familia” FAMILIA AMPLIADA Y NUCLEAR: Antiguamente la familia era ampliada o extensa, es decir que coexistían dos objetivos: reproducción y producción. Los vínculos generalmente no se constituían por libre elección y esto garantizaba la estabilidad familiar. Luego comienza a transformarse en familia nuclear, donde conviven únicamente los padres y los hijos y los vínculos sí son de elección libre. Con ello se gana en satisfacción y bienestar, pero la familia pasa a ser más transitoria al producirse el alejamiento de los hijos que conforman nuevas familias. El sistema sufre un desequilibrio. En la familia nuclear las funciones padre y madre son cumplidas por los progenitores respectivos, el amor materno está revalorizado y el hijo pasa a ser el centro. En cambio, en la familia ampliada el hijo era criado generalmente por nodrizas y hasta alejado del hogar, para evitar el vínculo afectivo del niño con la madre, que se consideraba propio de los estratos sociales bajos. La familia nuclear pasó a ser el paradigma de las clases medias de las grandes urbes, mientras que en las poblaciones rurales o en los barrios marginales son los parientes, vecinos o amigos quienes cumplen funciones familiares en una acción comunitaria que no admite cuestionamientos. El pasaje de la familia ampliada a la familia nuclear coexiste con la separación entre el lugar del hogar y el de la producción. Ello diferencia los roles materno y paterno, quedando el hombre a cargo del soporte económico, y la mujer del ámbito hogareño: afuera y adentro, público y privado quedaron así claramente diferenciados. FUNCIONES: al hablar de Función materna y paterna nos estamos refiriendo a la capacidad de ejercer el rol en el marco de una vinculación afectiva, que no necesariamente debe recaer en las personas físicas del padre o de la madre, aunque mayoritariamente así ocurra. Función materna: se origina en el deseo de tener un hijo que se remonta al final del Complejo de Edipo, en la fase fálica, cuando así lo posibilita el intercambio simbólico. Está asociada al

sostén nutricio y afectivo. Es la que introduce al infante en el mundo y le posibilita ir integrando en una totalidad las vivencias con las cuales construirá su subjetividad. Función paterna: alude al reconocimiento del hijo dotándolo de un nombre. Se relaciona con la propia posibilidad de dejar de ser hijo. Se trata de vehiculizar hacia el hogar la legalidad del mundo externo interviniendo en la vinculación madre-hijo. La función paterna colabora en la posibilidad de discriminación del vínculo y posibilita al hijo la salida exogámica como factor esencial de desarrollo psíquico. Dicha función no es exclusiva del padre sino que puede ser ejercida desde alguna organización exterior al vínculo mismo. Función filial: es la conectora de la familia con el futuro. Le cabe desprenderse del núcleo familiar para formar una nueva familia. Contribuye al pasaje de una pareja a una familia. Familia y vínculos: el conjunto de seres humanos que conforman una familia poseen por lo menos cuatro formas de vínculos de parentesco: alianza, o relación marido-mujer; filiación, o relación entre padres e hijos; consanguinidad, que liga a los hermanos entre sí, y avuncular, o relación entre el hijo y el tío materno, o su representante. Tales ligazones determinan inconscientemente un entramado entre la familia conyugal y la familia materna, o dadora de la mujer. LA HUMANIZACION: El hombre prehistórico enfrentó cambios ecológicos que pusieron a prueba su desarrollo y posibilidades de adaptación, al tiempo que confeccionaba utensilios y armas, lo que significó el progreso de la inteligencia humana. En el paleolítico inferior, el hombre era nómade y se alimentaba de lo que cazaba o de la recolección de carroña. Descubrió el fuego y empezó a construir algunos refugios rudimentarios. Vivía en grupos conformando hordas con cierta organización, las que estaban bajo la primacía de un macho poderoso que expulsaba y hasta mataba a los hijos, mientras se apropiaba de todas las mujeres. Es en este período en el que el hombre comenzó a sepultar a sus muertos, dotando a la muerte de un sentido de evidencia y gravedad y marcando un cambio en el progreso del conocimiento. Es decir que el conocimiento de la muerte estableció una diferencia entre el hombre y el animal. “Pero el mono difiere esencialmente del hombre en que no tiene conciencia de la muerte; el comportamiento de un simio ante un congénere muerto expresa tan solo indiferencia mientras que el aún imperfecto Hombre de Neanderthal, al enterrar a los cadáveres de los suyos lo hace con una supersticiosa solicitud que revela, al mismo tiempo, respeto y miedo”. Estos hombres poseían características simiescas, con mandíbula abultada, y arco superciliar extendido a modo de borde óseo, no estaban totalmente erguidos y su cuerpo estaba recubierto con abundante vellosidad. Fue el eslabón entre el animal y nosotros. En el paleolítico superior, empieza a vivir en cavernas o en tiendas de cuero y fue básicamente cazador, pudiendo aprovechar los cambios en la flora y en la fauna, para, con gran destreza, solucionar las adversidades climáticas. El hombre comienza a apoderarse del medio que lo rodea y ello se refleja en lo artístico. “El arte es en primer lugar una toma de posesión. Aparece como un medio concedido al hombre para ligarse al mundo exterior, para atenuar la diferencia de naturaleza que lo separa de él y el terror que ante él experimenta. Las manifestaciones mas antiguas ofrecen ya un doble aspecto: por unas, el hombre intenta proyectarse sobre el universo,

llevar a él su huella, su garra, inscribirse en él. Y por otras apropiárselo, hacerlo suyo. En ambos casos hay esfuerzo de posesión, ya sea que fuera sellarlo con su impronta o ya que se apodere de él bajo la forma de una imagen, de un doble, en adelante manejable y sumiso. En el primer caso hay proyección, en el segundo captación. La voluntad es la misma”. Los muertos eran enterrados junto a sus herramientas de piedra, huesos de animales e incluso flores. Los enterramientos fueron complejizándose cada vez más. La construcción de herramientas son prueba fehaciente de la creciente humanización, y de cómo el trabajo constituyó el factor mas importante. Al construirlas, el hombre comienza a anticiparse y esta anticipación marcó un cambio en la vida sexual que lo diferenció del animal, separando sexualidad de procreación. Sus respuestas dejaron de responder a un puro impulso, iniciándose una búsqueda guiada hacia un fin. La construcción de herramientas para lograr objetivos implica la anticipación y ello supone el pensamiento. Sabemos que inicialmente la unión de la pareja en función de la procreación no poseía un fin consciente hasta que se fue transformando en una unión proyectada hacia la trascendencia. Para ello, el hombre tuvo que buscar la permanencia de la mujer a su lado y de ese modo anticiparse a la emergencia de sus deseos. ” Así las figuras humanas más antiguas que se conocen representan mujeres. Es pues, manifiesto que, desde ese momento, el cerebro humano era ya apto para generalizar, para concentrar en una idea el rasgo común entre una multitud de hechos individuales. Aún más, sabía encarnar esta idea en una imagen tomada de la realidad, la de la mujer frente a los nacimientos, de la continuidad y de la multiplicación de la especie. Había nacido el don de la abstracción y del símbolo “. La anticipación, supone un antes y un después separados por algún ordenamiento. Podemos establecer una relación entre el desarrollo humano y el desarrollo de la angustia que acompaña a la constitución psíquica: así como la angustia cuántica o automática de los primeros momentos no avisa de su emergencia e invade desarticulando cualquier organización incipiente -el precursor del homo sapiens-, la anticipación ya supone una angustia psicológica que da señales de su aparición. La historia de la humanidad pone en juego la interrelación entre lo ontogenético y lo filogenético. Ya estamos hablando del homo sapiens, o el hombre dotado de conocimientos, que comienza a expresar con su arte naturalista el ejercicio de la caza, el modo de protegerse de la naturaleza y el gusto por estimular la reproducción de las especies .También comienza a elaborar composiciones donde se observan escenas de muertes, sobre todo de crimen y expiación, como manifestaciones eróticas. En referencia a la transición al período neolítico se diría que en la sociedad que comienza a organizarse, a estabilizarse, importa sobre todo transmitir al porvenir los actos principales de la vida colectiva, incluso aveces fijar el recuerdo de una acción importante. ... las pinturas parietales ya no están relegadas lejos del espectador, sino que se colocan a la entrada de las cavernas, a la luz, y ciertamente hechas ante todo para ser contempladas. El arte toma así poco a poco conciencia de su propio valor. En determinado momento se produce un abandono de la vida en hordas y se progresa hacia alguna forma de organización fraterna. Quizá ése conocimiento de la muerte ponía en juego la posibilidad de la propia muerte para quien ocupara el lugar del padre de la horda.

Se produce un nuevo ordenamiento social. Surgen reglas sociales, fundadoras de la moral y el derecho, y a su vez posibilitadoras de la organización de las primeras manifestaciones religiosas. Ya en el período neolítico el hombre se hace sedentario, modifica el modo de obtención de alimentos, construye piezas de alfarería y comienza a agrupar las viviendas en espacios cercados, estableciendo lazos vinculados al trabajo y a la defensa común. Podemos ubicar en este momento el punto de partida de la familia. Son los inicios del patriarcado, que se extenderá hasta nuestros días, en el que el poder irrestricto del padre de la horda se ve reducido, pero en el que se le otorga el lugar del jefe de familia, con las variaciones que cada época le imprime en cuanto a su autoridad, despotismo, abusos y primacía. El desarrollo del hombre durante la prehistoria fue así impulsado por los cambios corporales que se fueron manifestando, pero lo esencial de dicho progreso se genera con la posibilidad de acceso a la representación simbólica que da origen al pensamiento y al lenguaje. Posteriormente los clanes se unen para formar las tribus, teniendo un jefe en común y reuniéndose en asambleas convocantes de varios jefes de cada clan. Lo que define a cada clan es un antepasado en común. Cuando un grupo familiar se une y reconoce a un mismo jefe, queda constituida una tribu. La veneración de los muertos va cobrando cada vez mas relevancia. Cada jefe poseía su monumento o tótem, construidos en bloques de piedra de distintas dimensiones. “Con el neolítico, se dedica a la conmemoración de creencias colectivas, sea ya en las pinturas rupestres o ahora en estos primeros edificios de carácter sagrado. Desde el origen se establece así la milenaria colusión del arte y la religión. En su forma más sencilla - la piedra alargada - , el menhir, es el antepasado del monumento... está destinado a fijar el alma de un muerto. El menhir expresa ya esta función fundamental que hemos asignado al arte: crear un intermediario entre el hombre y el universo “. El tótem como representante del padre establece mandamientos y prohibiciones limitantes de la agresión violenta entre los miembros del clan y del acceso a las mujeres de la familia. Prohibiciones que limitan lo pulsional al tiempo que en la humanidad retorna el recuerdo reprimido del asesinato del padre de la horda y el sentimiento de culpa que ese acto genera. ”El totemismo, la primera forma de religión que conocemos, conlleva como patrimonio indispensable del sistema cierto número de mandamientos y prohibiciones que, desde luego, no significan otra cosa que una renuncia de lo pulsional: la veneración del tótem, que incluye la prohibición de hacerle daño o matarlo; la exogamia, esto es, la renuncia, dentro de la propia horda, a la madre y las hermanas anheladas con pasión; la concepción de derechos iguales a todos los miembros de la liga de hermanos, vale decir, unos límites impuestos a la tendencia a la rivalidad violenta entre ellos”. Esto constituye un gran progreso cultural, que permite la diferenciación de la sexualidad del hombre en relación al animal. La paternidad se remite entonces a recuerdos y reflexiones, mientras que la maternidad se constata a través de lo sensorial. La cultura establece formaciones reactivas para limitar la exteriorización de las tendencias agresivas; además tiende a la creación de lazos identificatorios entre sus miembros y vínculos de meta sexual inhibida como modo de frenar lo pulsional directo. La cultura tiene que movilizarlo todo para poner límites a las pulsiones agresivas de los seres humanos, para sofrenar mediante

formaciones reactivas sus exteriorizaciones. De ahí el recurso a métodos destinados a impulsarlos hacia identificaciones y vínculos amorosos de meta inhibida; de ahí la limitación de la vida sexual y de ahí, también, el mandamiento ideal de amar al prójimo como a sí mismo, que en la realidad efectiva sólo se justifica por el hecho de que nada contraría más a la naturaleza humana originaria. En este sentido, Freud define la cultura como la suma de producciones o instituciones que diferencia al hombre del animal, ya que lo protege de la naturaleza y regula sus relaciones. Hay dos aspectos en juego en relación a la familia, ella es, simultáneamente, condición y negación de la cultura, en un doble funcionamiento que estructura los vínculos entre sus miembros. Condición exogámica, y negación a resignar a sus miembros, a donarlos o perderlos. Deberán soportarse, sin embargo, esas resignaciones narcisistas que son impulsadas por el amor y que gracias al establecimiento de diques - para ese narcisismo - se torna un factor de cultura. En este interjuego de dar y retener, se cumplirán ritos de inclusión social que el niño deberá atravesar para ser un miembro más. Para el niño, la persona amada: su madre, su padre, sus hermanos, son los objetos hacia quienes dirige todos sus deseos, los que sucumben a la represión edípica en el inicio del período de latencia. Lo que va quedando son sentimientos tiernos que servirán para constituir lazos duraderos, es decir: por un lado hay lazos sexuales que perduran reprimidos en el inconsciente y por otro, lazos tiernos modificados de su origen sensual. Ambos trascienden la familia y ambos permitirán establecer nuevas ligazones con miembros de otras familias. LA HISTORIA: Incidencia de la religión en la constitución de la familia. El sentido que establece toda religión en torno a una prohibición se relaciona con evitar un acto, determinando cuáles de ellos son los prohibidos y estableciendo los modos de expiación luego de transgredirlos. Durante las celebraciones festivas se autoriza dicha transgresión, pero de forma simbólica, es decir, por medio de los rituales. En la Antigüedad, en la familia romana, los cónyuges vivían en la casa paterna aún luego de casarse y tener hijos. La religión era un elemento esencial en la vida familiar, conservándose los ritos de una generación a otra y siendo el padre, el encargado de su transmisión. Los romanos designaban “pietas” a la actitud de respeto por los ritos para mantener las cosas en su lugar. Se relaciona con el verbo “piare” que significa eliminar un mal presagio, un crimen. Para los hijos los “pietas” consistían en obedecer al padre de acuerdo a la jerarquía natural. La familia se hallaba sólidamente constituida y el padre inculcaba a los hijos un sistema rígido de valores como el respeto por los antepasados, los renunciamientos y una estricta devoción a los dioses. El Pater- Familias contenía la idea de poder, autoridad majestuosa. El sentimiento de veneración que se le tenía era similar al del soberano o pontífice. El padre no sólo era el hombre fuerte sino que poseía la facultad para hacerse obedecer: era el sacerdote, el continuador de los antepasados, el depositario de los ritos del culto, es decir que toda la religión residía en él. Como un relicto del padre de la horda primitiva. Con la caída del imperio romano, la iglesia queda como único referente unificador, siendo el Papa, la máxima figura de unidad frente al Imperio Bizantino. Todos los pueblos cristianos

pertenecían a una iglesia que era gobernada desde Roma y que estaba en el centro de la vida de la comunidad. Esta iglesia establece nuevamente el imperio de occidente para fortalecer su poderío y demostrar su supremacía. Mientras tanto, el poder feudal va creciendo y con él el triunfo eclesiástico. Cuando nace la familia occidental, la iglesia establece pautas para la realización del matrimonio, como son el modelo monogámico y la elección basada en el amor. De ese modo el poder eclesiástico se enfrenta a los reyes, cuyas alianzas imperiales se establecían en base a acuerdos económicos y territoriales. La lucha por el poder y el imperio, involucraba a los lazos familiares. El papado ejerce el control directo sobre las tierras de Europa, fiscalizándolo a través de los tribunales eclesiásticos. Es así como la unidad europea pasó a depender de la iglesia. El miedo a la muerte, potenciado por la existencia de enfermedades que diezmaban a las poblaciones, como fue el caso de la llamada “peste”, llevó a un incremento de la fe. Los predicadores comienzan a plantear el padecimiento de la enfermedad como castigo a los pecados cometidos, mientras la iglesia obtenía dinero de la venta de indulgencias. Así el perdonador o “bulero” recorría los pueblos vendiendo las bulas (perdones otorgados por el Papa). Luego de la Cruzadas, que habían intentado mantener el dominio de la iglesia, surge una nueva clase social, la burguesía, que interviene en el enfrentamiento entre reyes y señores feudales. Paralelamente va cesando el régimen preferentemente agrícola y surgen nuevos métodos de trabajo e industrias. El hombre ya no sueña con ser santo o héroe, sino que su objetivo pasa a ser el enriquecimiento. Cae el feudalismo y es reemplazado por una monarquía absoluta, ingresándose en los tiempos modernos. Ello liquida el inmenso poderío papal de la mayor parte de la Edad Media, poniéndose en discusión la autoridad de la iglesia y su afán por controlar el espacio de influencia. La nueva sociedad burguesa se sustenta en tres principios: la propiedad privada, la religión monoteísta y la monogamia. El amor característico de la familia tradicional es el amor romántico, que surge coincidentemente con la Revolución Francesa y en él hay una elección por parte de la pareja. El modelo que se mantiene durante toda la modernidad ubica al hombre en el espacio social y a la mujer en el hogar, remitiendo lo masculino al poder, al éxito, la competencia, lo público, lo político, lo económico y adjudicando a lo femenino la maternidad, el cuidado de los otros, la emoción y la ternura. El hombre va generando transformaciones en los modos de vinculación, pero manteniendo formas de dominio y de poder sobre la mujer y los hijos, que denota la dificultad para renunciar al poderío paterno en términos de padre primordial. Como un retorno que no cesa de insistir; este patriarcado de los tiempo modernos acentúa tanto el sometimiento de la mujer como la primacía masculina en las decisiones familiares. LA PROHIBICION: Casi todos los pueblos primitivos imponen alguna restricción a las relaciones sexuales incestuosas, dando forma así a la organización social. Lo restrictivo limita el carácter de los vínculos imprimiéndoles un orden particular.

La mínima organización social corresponde al clan cuya nominación es dada por un tótem, generalmente un animal, no necesariamente peligroso, pero capaz de despertar veneración en los miembros y condición sagrada. Se lo considera antepasado del clan y sus funciones primordiales son las de prohibir y proteger. El tótem liga a los miembros del clan adjudicando categorías opuestas, como pertenencia y consanguinidad para un clan, pero también separación y diferenciación con respecto a otros clanes. La función prohibitoria recae sobre los miembros de un mismo clan con respecto a las mujeres, marcando el inicio de la ley de la exogamia. La violación del tabú, tanto sagrado y venerado, como temido y prohibido, lleva implícito un severo castigo. Conceptualmente la palabra tabú encierra lo restrictivo, y su nombre es señal de autoridad. Debe sus orígenes a épocas que preceden a las religiones, cuando las mismas carecían aún de las estructuras modernas y el totemismo sistematizaba sus rituales. El tabú es considerado de orden natural y se le atribuye capacidad de castigo para quienes osen violarlo. “La prohibición del incesto no tiene origen puramente cultural, ni puramente natural, y tampoco es un compuesto de elementos tomados en parte de la naturaleza y en parte de la cultura. Constituye el movimiento fundamental gracias al cual, por el cual, pero sobre todo en el cual, se cumple el pasaje de la naturaleza a la cultura”. Este autor hace lo que llamó una síntesis dinámica al trabajar la idea de pasaje o movimiento, en el que se conjugan lo universal de la naturaleza y lo particular de la regla cultural, en una instancia superadora de ambas y productora de un nuevo orden. El orden estaría dado en el pasaje mismo. El tabú poseía valor mítico, y como tal se caracterizó por su posibilidad de transmisión sin necesidad de ser explicado, además de su gran poder de convicción. Sus explicaciones no pueden satisfacerse por vías lógicas y son incuestionables. Tabú del incesto, como pivote entre naturaleza y cultura. Regla que opera como marca dictaminadora de mujeres prohibidas y permitidas, cuestión que la biología no diferencia desde lo anatómico. El padre de la horda desconocía el tabú, y su omnipotencia despertaba sentimientos envidiosos en los hijos, quienes no tenían el mismo acceso paterno a las mujeres. Su asesinato impidió a los hijos ocupar el lugar tan anhelado y temido a la vez, y de esa manera queda instalada la prohibición. De allí que pueda considerarse que la organización totémica es portadora de la salida exogámica y es predecesora de la familia. La prohibición del asesinato, reposa en la culpa que se alimenta de la ambivalencia afectiva hacia el padre, mientras que la prohibición del incesto posee otro carácter, es decir que no tiene el mismo valor psicoafectivo porque su función es básicamente protectora de los hermanos que rivalizan por disputarse las mujeres. Mientras que el parricidio hace a la organización interna y constitutiva del sujeto, la prohibición del incesto es de carácter práctico y protege la organización social. “La exogamia asegura la permanencia del grupo, evitando el desarrollo de grupos cerrados o endogámicos que fracturarían el orden social. La cultura impone al sujeto el renunciamiento a sus vinculaciones primitivas y el enlace a otros sujetos con vínculos artificiales “. ( Levi Strauss 1981).

La cultura inhibe las pulsiones de meta directa tornándolas expresiones tiernas. Son ellas las que garantizan las vinculaciones más duraderas. Las relaciones de parentesco definen tanto la exclusión como la inclusión en los vínculos. La prohibición, al igual que el lenguaje, liga y separa, orientando la elección de cónyuges fuera del grupo familiar y teniendo como condición de parentesco la existencia de por lo menos dos familias. Básicamente intervienen dos niveles en la constitución familiar: un nivel referido a las Relaciones y otro a la Estructura, siendo el primero el aspecto consciente del segundo, el que es de carácter inconsciente. Dicha estructura es determinante del aspecto relacional a modo de matriz y da significado a los vínculos de parentesco. Levi Strauss desarrolla cuatro modos relacionales: Alianza o vinculación marido-mujer. Consanguinidad o vínculo entre hermanos. Filiación o de padres con hijos. Avunculado o vínculo entre hijos y representante de la familia materna. Los dos primeros se entablan entre miembros de la misma generación, mientras que los dos últimos entre generaciones diferentes. Berenstein I. las denomina primera y segunda generación. Para este autor, la estructura familiar inconsciente es un “operador” que hace que se autogeneren o autotransformen significaciones, ya sea de carácter cultural o de los distintos yoes de los integrantes. “Toda familia nace apuntalada en lo biológico, pero lo excede y se aparta, debido a la intervención de la cultura que establece la división entre lo prohibido y lo permitido. Dicha división favorece al intercambio entre familias en las que una de ellas es donante de una mujer y recibe a un hombre. La transformación que implica una esposa y un esposo conlleva la pérdida del lugar de hijos, y la identificación con el progenitor. Hay un desplazamiento de la filiación a la alianza, del hecho biológico de la descendencia al hecho del intercambio”. DE LA FAMILIA TRADICIONAL A LAS NUEVAS FAMILIAS: Desde aproximadamente la década del 60 hasta nuestros días, se han venido produciendo cambios en la conformación de la familia. Se habla de "crisis de la familia tradicional occidental", "crisis de la familia moderna", "crisis de la familia patriarcal” y “nuevas familias". En la segunda mitad del. siglo XX, cercano a la década del sesenta, estos roles se replantean debido en parte a la insatisfacción de la mujer por quedar excluida del ámbito público, a los avances tecnológicos que simplificaron los trabajos domésticos, a su acceso a la educación y a su paulatino ingreso al mercado laboral. La redistribución de los roles trajo un doble beneficio para ambos padres: la madre pudo compartir su función con otras actividades que hacen al desarrollo individual e independencia económica, mientras que el padre pudo compartir el peso del sostén económico y ganar en vinculación afectiva con sus hijos. Por lo tanto comienza a generarse un proceso, en ciertos aspectos de igualdad, que desemboca en modos diversos de manifestaciones de la sexualidad. La mujer podrá ir tomando decisiones sobre el momento de acceder a la maternidad, realzando aspectos femeninos y compartiendo con el hombre el

proceso de libertad e igualdad. Esto modifica el posicionamiento de la mujer en relación al hombre protector, apoyado en el modelo ideal de padre. Estos desarrollos generaron nuevas conformaciones familiares como las familias monoparentales sostenidas por una jefa de hogar luego de un divorcio o las familias ensambladas, en las cuales la mujer vive con los hijos y su nueva pareja, que a su vez tiene hijos, conviviendo todos juntos y siendo a menudo el sostén económico principal. Estas situaciones la ubican en el lugar que tenía asignado el hombre en la familia tradicional. Son nuevas formas de vinculación que cuestionan a la familia patriarcal tradicional y generan nuevas tendencias en los intercambios afectivos y en los lazos familiares. La antropóloga Helen Fisher , plantea la conformación de las familias intencionales integradas por amigos cercanos, cuando existe distancia afectiva o geográfica con la propia familia. En nuestro país, ese modelo de lazo familiar es frecuente en zonas carenciadas, en los casos de madres adolescentes, cuando otra madre de mayor edad y con una familia más constituída se hace cargo del bebe. Helen Fisher plantea que existen tendencias en ciertas comunidades hacia los vínculos matrilineales -no matriarcado- ya que el hijo hereda los bienes obtenidos por la madre a partir de su actividad laboral. Durante el siglo XXI, refiriéndose a los niveles medios de la sociedad, habrá mayor número de mujeres jefas de hogar, se retrasará la edad de contraer matrimonio y la de tener el primer hijo y las familias tendrán menor cantidad de miembros. En nuestro país hubo un incremento del acceso de las mujeres al mercado laboral: porque se quedaron solas, para completar el ingreso del marido o porque este quedó desempleado. Mientras que las mujeres de sectores pobres tienen posibilidad de encontrar trabajos de baja calificación , en los niveles más altos la educación y la posibilidad de delegar el cuidado de los hijos mejora la situación de acceso laboral. En el primer caso se trata de mujeres que soportan el mayor peso porque comienzan a trabajar desde más jóvenes y se retiran mas tarde, tienen más hijos y ganan menos, siendo particularmente proclives a permanecer en un ciclo de pobreza, lo que las ubica en una situación de extrema vulnerabilidad.

Piaget, J. (1979). Seis estudios de psicología. (Primera Parte, Punto 1) Cap. 1 Apartado I: El recién nacido y el lactante El desarrollo psíquico, que se inicia al nacer y concluye en la edad adulta, es comparable al crecimiento orgánico: consiste esencialmente en una marcha hacia el equilibrio. El desarrollo es, por lo tanto, en cierto modo una progresiva equilibración, un perpetuo pasar de un estado de menor equilibrio a un estadio de equilibrio superior. La forma final de equilibrio que alcanza el crecimiento orgánico es más estática que aquella hacia la cual tiende el desarrollo mental, y, sobre todo, más inestable, de tal manera que, en cuanto ha concluido la evolución ascendente, comienza automáticamente una evolución regresiva que conduce a la vejez. En cambio, las funciones superiores de la inteligencia y de la afectividad tienden hacia un "equilibrio móvil", y más estable cuanto más móvil.

Por tanto, vamos a intentar describir la evolución del niño y del adolescente sobre la base del concepto de equilibrio. Debemos introducir una distinción importante entre dos aspectos complementarios de este proceso de equilibración: es preciso oponer desde el principio las estructuras variables, las que definen las formas o estados sucesivos de equilibrio, y un determinado funcionamiento constante que es el que asegura el paso de cualquier estadio al nivel siguiente. Desde el punto de vista funcional, es decir, considerando los móviles generales de la conducta y del pensamiento, existen funciones constantes, comunes a todas las edades, a todos los niveles, la acción supone siempre un interés que la desencadena, ya se trate de una necesidad fisiológica, afectiva o intelectual. Junto a las funciones constantes, hay que distinguir, pues, las estructuras variables, y es el análisis de estas estructuras progresivas, o formas sucesivas de equilibrio, el que marca las diferencias de un nivel a otro de la conducta, desde los comportamientos elementales del recién nacido hasta la adolescencia. Las estructuras variables serán, pues, las formas de organización de la actividad mental, bajo su doble aspecto motor ó intelectual, por una parte, y afectivo, por otra, así como según sus dos dimensiones individuales y sociales (interindividuales). Cada estadio se caracteriza, pues, por la aparición de estructuras originales, cuya construcción le distingue de los estadios anteriores. Lo esencial de esas construcciones sucesivas subsiste en el curso de los estadios anteriores en forma de subestructuras sobre las cuales habrán de edificarse los nuevos caracteres. Pero a cada estado comporta también una serie de caracteres momentáneos o secundarios, que van siendo modificados por el anterior desarrollo, en función de las necesidades de una mejor organización. Cada estado constituye, pues, por las estructuras que lo definen, una forma particular de equilibrio, y la evolución mental se efectúa en el sentido de una equilibración cada vez más avanzada. Puede decirse, de manera general que toda acción responde a una necesidad. El niño, en no menor grado que el adulto, no ejecuta todos los actos, ya sean exteriores o totalmente interiores, movido por una necesidad. Una necesidad es siempre la manifestación de un desequilibrio: existe necesidad cuando algo, fuera de nosotros o en nosotros ha cambiado, de tal manera que se impone un reajuste de la conducta en función de ese cambio. Por el contrario, la acción termina en cuanto las necesidades están satisfechas, es decir, desde el momento en que el equilibrio ha sido restablecido entre el hecho nuevo que ha desencadenado la necesidad y nuestra organización mental tal y como se presentaba antes de que aquél interviniera. Podría decirse que en cada momento la acción se encuentra desequilibrada por las transformaciones que surgen en el mundo, exterior o interior, y cada conducta nueva no sólo consiste en restablecer el equilibrio, sino que tiende también hacia un equilibrio más estable que el que existía antes de la perturbación. En este mecanismo continuo y perpetuo de reajuste o equilibración consiste la acción humana, y por esta razón pueden considerarse las estructuras mentales sucesivas, en sus fases de construcción inicial, a que da origen el desarrollo, como otras tantas formas de equilibrio, cada

una de las cuales representa un progreso con respecto a la anterior. Hay que entender también que este mecanismo funcional, por general que sea, no explica el contenido o la estructura de las diversas necesidades, ya que cada uno de ellos está relacionado con la organización del nivel en cuestión. Los intereses de un niño dependerán, en cada momento del conjunto de las nociones que haya adquirido, así como de sus disposiciones afectivas, puesto que dichos intereses tienden a completarlas en el sentido de un mejor equilibrio. Puede decirse, que toda necesidad tiende: 1º a incorporar las cosas y las personas a la actividad propia del sujeto y, por consiguiente, a "asimilar" el mundo exterior a las estructuras ya construidas, y; 2º a reajustar éstas en función de las transformaciones sufridas, y, por consiguiente, a "acomodarlas" a los objetos externos. Toda la vida mental, así como, la propia vida orgánica, tiende a asimilar progresivamente el medio ambiente, y realiza esta incorporación gracias a unas estructuras, u órganos psíquicos, cuyo radio de acción es cada vez más amplio: la percepción y los movimientos elementales (aprensión, etc.) dan primero acceso a los objetos próximos en su estadio momentáneo, luego la memoria y la inteligencia prácticas permiten a la vez reconstituir su estadio inmediatamente anterior y anticipar sus próximas transformaciones. El pensamiento intuitivo viene luego a reforzar ambos poderes. La inteligencia lógica, en su forma de operaciones concretas y finalmente de deducción abstracta, termina esta evolución haciendo al sujeto dueño de los acontecimientos más lejanos, tanto en el espacio como en el tiempo. A cada uno de esos niveles, el espíritu cumple la misma función, que consiste en incorporar el universo, pero la estructura de la asimilación, es decir, las formas de incorporación sucesivas desde la percepción y el movimiento hasta las operaciones superiores, varía. Al asimilar de esta forma los objetos, la acción y el pensamiento se ven obligados a acomodarse a ellos, es decir, a proceder a un reajuste cada vez que hay variación exterior. Puede llamarse "adaptación" al equilibrio de tales asimilaciones y acomodaciones: tal es la forma general del equilibrio psíquico, y el desarrollo mental aparece finalmente, en su organización progresiva, como una adaptación cada vez más precisa a la realidad. 1. EL RECIÉN NACIDO Y EL LACTANTE El período que va del nacimiento a la adquisición del lenguaje está marcado por un desarrollo mental extraordinario. Se ignora a veces su importancia, ya que no va acompañado de palabras que permitan seguir paso a paso el progreso de la inteligencia y de los sentimientos, como ocurrirá más tarde. No por ello es menos decisivo para toda la evolución psíquica ulterior: consiste nada menos que en una conquista, a través de las percepciones y los movimientos, de todo el universo práctico que rodea al niño pequeño. Ahora bien, esta "asimilación sensorio-motriz" del mundo exterior inmediato, sufre, en dieciocho meses o dos años, toda una revolución copernicana en pequeña escala: mientras que al comienzo de este desarrollo el recién nacido lo refiere todo a sí mismo, o, más concretamente, a su propio cuerpo, al final, es decir, cuando se inician el lenguaje y el pensamiento, se sitúa ya

prácticamente como un elemento o un cuerpo entre los demás, en un universo que ha construido poco a poco y que ahora siente ya como algo exterior a él. Vamos a describir paso a paso las etapas de esta revolución, en su doble aspecto de inteligencia y de vida afectiva nacientes desde el primero de estos puntos de vista, pueden distinguirse, tres estadios entre el nacimiento y el final de este período: el de los reflejos, el de la organización de las percepciones y hábitos y el de la inteligencia sensorio-motriz. En el momento del nacimiento, la vida mental se reduce al ejercicio de aparatos reflejos, es decir, de coordinaciones sensoriales y motrices montadas de forma absolutamente hereditaria que corresponden a tendencias instintivas tales como la nutrición. Estos reflejos, no tienen nada de esa pasividad mecánica, sino que manifiestan desde el principio una auténtica actividad, que prueba precisamente la existencia de una asimilación sensorio-motriz precoz. En primer lugar, los reflejos de succión se afinan con el ejercicio: un recién nacido mama mejor al cabo de una o dos semanas que al principio. Luego, conducen a discriminaciones o reconocimientos prácticos fáciles de descubrir. Finalmente dan lugar a una especie de generalización de su actividad: el lactante no se contenta con chupar cuando mama, sino que chupa también en el vacío, se chupa los dedos cuando los encuentra, después, cualquier objeto que fortuitamente se le presente, y, finalmente, coordina el movimiento de los brazos con la succión hasta llevarse sistemáticamente. Estos distintos ejercicios reflejos, se complican muy pronto al integrarse en hábitos y percepciones organizadas, es decir, que constituyen el punto de partida de nuevas conductas, adquiridas con ayuda de la experiencia. La succión sistemática del pulgar pertenece ya a ese segundo estadio, al igual que los gestos de volver la cabeza en dirección a un ruido, o de seguir un objeto en movimiento, etc. Ahora bien, ¿Cómo se construyen esos conjuntos motores (hábitos) nuevos, y esos conjuntos perceptivos (al principio las dos clases de sistemas están unidos: puede hacerse referencia a ellos hablando de ''esquemas sensorio-motores")? El punto de partida es siempre un ciclo reflejo, pero un ciclo cuyo ejercicio, en lugar de repetirse sin más, incorpora nuevos elementos y constituye con ellos totalidades organizadas más amplias, merced a diferenciaciones progresivas. Ya luego, basta que ciertos movimientos cualesquiera del lactante alcancen fortuitamente un resultado interesante para que el sujeto reproduzca inmediatamente esos nuevos movimientos: esta "reacción circular", tiene un papel esencial en el desarrollo sensorio-motor y representa una forma más evolucionada de asimilación. La inteligencia práctica o sensorio-motriz propiamente dicha, aparece mucho antes que el lenguaje, es decir, mucho antes que el pensamiento interior que supone el empleo de signos verbales (del lenguaje interiorizado). Pero se trata de una inteligencia exclusivamente práctica, que se aplica a la manipulación de los objetos y que no utiliza, en el lugar de las palabras y los conceptos, más que percepciones y movimientos organizados en "esquemas de acción". Un acto de inteligencia más precoz consistirá en atraer el objeto tirando de la manta o del soporte sobre el que descansa (hacia el final del primer año); y podrían citarse otros muchos ejemplos. Intentemos más bien averiguar cómo se construyen esos actos de inteligencia. Pueden invocarse dos clases de factores. Primeramente, las conductas anteriores que se multiplican y se

diferencian cada vez más, hasta adquirir una flexibilidad suficiente para registrar los resultados de la experiencia. Así es como, en sus "reacciones circulares", el bebe no se contenta ya con reproducir simplemente los movimientos y los gestos que han producido un efecto interesante: los varía intencionalmente para estudiar los resultados de esas variaciones, y se dedica así a verdaderas exploraciones o "experiencias para ver". Por otra parte, los "esquemas" de acción, construidos ya al nivel del estadio precedente y multiplicado gracias a nuevas conductas experimentales, se hacen susceptibles de coordinarse entre sí, por asimilación recíproca. En efecto, una acción apta para ser repetida y generalizada a nuevas situaciones es comparable a una especie de concepto sensoriomotor: y así es cómo, en presencia de un objeto nuevo para él, veremos al bebé incorporarlo sucesivamente a cada uno de sus "esquemas" de acción (sacudirlo, frotarlo, mecerlo, etc.) como si se tratase de comprenderlo por el uso. Resulta lógico que estos diversos esquemas de acción se asimilen entre sí, es decir, se coordinen de tal forma que unos asignen un objetivo a la acción total, mientras que otros le sirven de medios, y con esta coordinación, comparable a las del estadio anterior, pero más móvil y flexible, se inicia la etapa de la inteligencia práctica propiamente dicha. En el punto de partida de la evolución mental no existe seguramente ninguna diferenciación entre el yo y el mundo exterior, o sea, que las impresiones vividas y percibidas no están ligadas ni a una conciencia personal sentida como un "yo", ni a unos objetos concebidos como exteriores: se dan sencillamente en un bloque indisociado, o como desplegadas en un mismo plano, que no es ni interno, ni externo, sino que está a mitad de camino entre estos dos polos, que sólo poco a poco irán oponiéndose entre sí. Pero, a causa precisamente de esa indisociación primitiva, todo lo que es percibido está centrado en la propia actividad: el yo se halla al principio en el centro de la realidad, precisamente porque no tiene conciencia de sí mismo, y el mundo exterior se objetivará en la medida en que el yo se construya en tanto que actividad subjetiva o interior. Dicho de otra forma, la conciencia empieza con un egocentrismo inconsciente e integral, mientras que los progresos de la inteligencia sensorio-motriz desembocan en la construcción de un universo objetivo, dentro del cual el propio cuerpo aparece como un elemento entre otros, y a este universo se opone la vida interior, localizada en ese cuerpo propio. Cuatro procesos fundamentales caracterizan esta revolución intelectual que se realiza durante los dos primeros años de la existencia: se trata de las construcciones de las categorías del objeto y del espacio, de la causalidad y del tiempo, todas naturalmente, como categorías prácticas o de acción pura, y no todavía como nociones del pensamiento. La evolución de la afectividad durante los dos primeros años da lugar a un cuadro que, en conjunto, se corresponde bastante exactamente con el que permite establecer el estudio de las funciones motrices y cognoscitivas. Existe, en efecto, un paralelismo constante entre la vida afectiva y la vida intelectual. El elemento al que siempre hay que remontarse, en el análisis de la vida mental, es la "conducta", concebida, como un restablecimiento o un reforzamiento del equilibrio. Ahora bien, toda conducta supone unos instrumentos o una técnica: los movimientos y la inteligencia. Pero

toda conducta implica también unos móviles y unos valores finales (el valor de los objetivos): los sentimientos. La afectividad y la inteligencia son, pues, indisolubles y constituyen los dos aspectos complementarios de toda conducta humana. Partiendo de esto, está claro que al primer estadio de las técnicas reflejas corresponderán los impulsos instintivos elementales ligados a la nutrición, así como esa clase de reflejos afectivos que son las emociones primarias. Recientemente, en efecto, se va demostrado el parentesco de las emociones con el sistema fisiológico de las actitudes o posturas: los primeros miedos, por ejemplo, pueden estar relacionados con pérdidas de equilibrio o contrastes bruscos entre un acontecimiento fortuito y la actitud anterior. Al segundo estadio (percepciones y hábitos), así como a los inicios de la inteligencia sensoriomotriz, corresponden una serie de sentimientos elementales o afectos perceptivos relacionados con las modalidades de la actividad propia: lo agradable y lo desagradable, el placer y el dolor, etc., así como también los primeros sentimientos de éxito y de fracaso. En la medida en que esos estados afectivos dependen de la acción propia y no todavía de la conciencia de las relaciones mantenidas con las demás personas, ese nivel de la afectividad denota una especie de egocentrismo general, y crea la ilusión, si equivocadamente se le atribuye al bebé una conciencia de su yo, de una especie de amor a sí mismo y de la actividad de ese yo. De hecho, el lactante comienza a interesarse esencialmente por su cuerpo, sus movimientos y los resultados de tales acciones. Los psicoanalistas han llamado "narcisismo" a ese estadio elemental de la afectividad, pero hay que comprender muy bien que se trata de un narcisismo sin Narciso, es decir, sin conciencia personal propiamente dicha. Con el desarrollo de la inteligencia, en cambio, con la elaboración de un universo exterior que ese desarrollo hace posible, y principalmente con la construcción del esquema del "objeto", aparece un tercer nivel de la afectividad: está caracterizado precisamente, para emplear el vocabulario del psicoanálisis, por la "elección del objeto", es decir, por la objetivación de los sentimientos y su proyección en otras actividades que no son sólo las del yo. Señalemos, ante todo, que con el progreso de las conductas inteligentes, los sentimientos relacionados con la propia actividad se diferencian y se multiplican: alegrías y tristezas relacionadas con el éxito y el fracaso de los actos intencionales, esfuerzos e intereses o cansancios y faltas de interés, etc. Pero esos estados afectivos permanecen durante mucho tiempo ligados, como los afectos perceptivos, únicamente a las acciones del sujeto, sin delimitación concreta entre lo que le pertenece específicamente y lo que es atribuible al mundo exterior, es decir, a otras fuentes posibles de actividad y de causalidad. En cambio, cuando del cuadro global e indiferenciado de las acciones y percepciones primitivas destacan cada vez más claramente una serie de "objetos" concebidos como exteriores al yo e independientes de él, la conciencia del "yo" empieza a afirmarse a título de polo interior de la realidad, opuesto a ese otro polo externo u objetivo. Más, por otra parte, los objetos son concebidos, por analogía con este yo, como activos, vivos y conscientes: ello ocurre particularmente con esos objetos excepcionalmente imprevistos e interesantes que son las personas. Los sentimientos elementales de alegría y tristeza, de éxito y fracaso, etc., habrán de ser entonces experimentados en función precisamente de esa objetivación de las cosas y las personas; de ahí el inicio de los sentimientos interindividuales. La "elección (afectiva) del

objeto", que el psicoanálisis opone al narcisismo, es, pues, correlativa con respecto a la construcción intelectual del objeto, al igual que lo era el narcisismo con respecto a la indiferenciación entre el mundo exterior. Esta "elección del objeto" recae, primero, en la persona de la madre, luego (en 10 negativo como en lo positivo) en la del padre y los demás seres próximos: éste es el principio de las simpatías y las antipatías que habrán de tener tan amplio desarrollo en el transcurso del período siguiente'

Piaget, J. (1981). Psicología de la Inteligencia (Capítulo IV) LA ASIMILACIÓN SENSO-MOTRIZ Y EL NACIMIENTO DE LA INTELIGENCIA EN EL NIÑO: Succionando cualquier cosa, rechazara en seguido un dedo, pero conservara el pecho. Entre las comidas succionara en el vació. Estas simples observaciones demuestran que, surge un principio de asimilación reproductiva de orden funcional (ejercicio), de asimilación generalizadora (extensión del esquema reflejo a objetos nuevos) y de asimilación recognitiva (discriminación de las situaciones). Las formas elementales del hábito proceden de una asimilación de elementos nuevos a esquemas anteriores, que pertenecen a la especie de los esquemas reflejos. La extensión el esquema reflejo por la incorporación del elemento nuevo determina por eso mismo la formación de un esquema de orden superior, en el cual se integra, pues, el esquema inferior (El reflejo). La asimilación de un elemento nuevo a un esquema anterior implica la integración de este último en un esquema superior. En el nivel de estos primeros hábitos no podría hablarse todavía de inteligencia. Estos primeros esquemas, todavía tienen un solo sentido, sin movilidad interna ni coordinación reciproca. Con referencia al 3º estadio (3/6 meses) se inicia con una coordinación de la visión y de la aprehensión, surgen nuevas conductas que constituyen una transición entre el hábito simple y la inteligencia. Ejemplo: el bebé tira del cordón que pende de la cabecera de la cuna. El niño, sigue tirando varias veces, sin entender aun las relaciones espaciales o causales. A esta reproducción activa de un resultado obtenido por primera vez por azar, se llama REACCION CIRCULAR, la cual es un ejemplo típico de asimilación reproductora. En este caso, recae sobre el propio cuerpo. Cuando la reacción recae sobre objetos exteriores, se llamara reacción circular secundaria. Todavía, no podemos hablar de inteligencia ya que no hay un objetivo fijado de antemano. En este juego del cordón-sacudida-juguete, no hay aun verdadera reversibilidad pero si existe movilidad y casi articulación de la conducta de un medio y un fin. En el 4º estadio (8/10 meses) las cosas adquieren un perfil preciso. Los esquemas construidos por reacciones secundarias, en el curso del estado precedente, resultan ya susceptibles de coordinarse entre sí, utilizados unos en calidad de medios y asignando los otros un objetivo a la acción. (Ej. del niño, que corre la pantalla, para apoderarse del objeto). En este caso, el fin se halla planteado antes que los medios, y a que el sujeto tiene la intención de apresar el objetivo

antes de tener el poder de apartar el obstáculo, lo que supone una articulación móvil de los esquemas elementales que componen el esquema total. En este cuarto nivel, se da un doble progreso en el sentido de la movilidad y de la extensión del campo de aplicación de los esquemas. Los itinerarios comienzan a variar, y la utilización de los esquemas anteriores a recorrer distancias muchos mayores en el tiempo. Esto es lo que caracteriza la conexión entre los medios y los fines, en adelante diferenciados, y es por ello que puede comenzar a hablarse de verdadera inteligencia. La limitación de esta inteligencia naciente, es que no hay invenciones, ni descubrimientos de medios nuevos, sino simple aplicación de medios conocidos a circunstancias imprevistas. Los esquemas de acción, hasta ahora descritos, se acomodan naturalmente de modo continuo a los datos exteriores. Llega un momento, que la novedad interesa por sí misma, lo que supone ciertamente un equipo suficiente de esquemas a fin de que sean posibles las comparaciones, y que el nuevo hecho sea bastante semejante al conocido a fin de suscitar interés y bastante diferencia a fin de escapar la saturación. Las reacciones circulares consistirán entonces en una reproducción del hecho nuevo, pero con variaciones y experimentación activa, destinadas a extraer de él, las nuevas posibilidades. Habiendo descubierto así la trayectoria de caída de un objeto, el niño intentara lanzarlo de diferentes modos o desde distintos puntos de partida. Puede llamarse “reacción circular terciaria”. Así, el niño atrae hacia si el objetivo, por intermedio del soporte en el cual está situado, de un hilo que constituye su prolongación o incluso de un bastón utilizado en calidad de intermediario independiente. Esta conducta, se halla preparada por una sucesión completa de relaciones y de significaciones debidas a la actividad de los esquemas anteriores: relación de medio a fin. Los esquemas senso-motores, ya suficientemente móviles y coordinables entre sí, dan lugar a asimilaciones reciprocas suficientemente espontáneas para que no haya necesidad de tanteos efectivos y bastante rápidas como para dar la impresión de reestructuraciones inmediatas. La coordinación interior de los esquemas seria a la coordinación exterior de los niveles precedentes como el lenguaje interior, al lenguaje exterior. En el 6º estadio (10/12 meses) comienza a aparecer el lenguaje, y hay dos clases de hechos que esbozan representación. El niño comienza a practicar la imitación diferida, y llega al mismo tiempo a la forma más elemental del juego simbólico. Aparece de nuevo una especie de imagen fingida y aun motriz, pero ya casi representativa.

Rabinowicz, E. (2006) La adquisición de la marcha. Buenos Aires: UBA, Facultad de Psicología, Depto. de Publicaciones. (TyP) Schejtman, C. (2008) Nuevos aportes del estudio de interacciones tempranas y de investigaciones empíricas en infantes a la comprensión psicoanalítica de la estructuración psíquica Freud concibe al viviente humano desvalido e incapaz de llevar a cabo la acción específica necesaria para cancelar la insatisfacción proveniente de la tensión endógena que le producen sus

necesidades básicas de hambre y abrigo. Los etólogos han observado que cuanto mayor es el nivel de desarrollo cognitivo de una especie, más largo es el tiempo de dependencia de alguien más capacitado. El concepto de prematuración apunta a considerar insuficiente la dotación innata de la especie humana para tomar a su cargo su autopreservación y mantenerse con vida. Bolk define la prematuración como una mutación animal que se sustrajo a las normas cronológicas de gestación. La imposibilidad del infante para autopercatarse de su malestar y la incapacidad para resolverlo requieren de un “adulto auxiliador observador” que pueda leer los indicios de los estados afectivos del infante. Esta lectura se realiza desde la subjetividad del adulto jugada en este proceso de hominización. Freud llamó "yo de realidad inicial" a la instancia incipiente que ha distinguido un adentro y un afuera según una buena marca objetiva: El infans casi inerme muy pronto se halla en condiciones de establecer un primer distingo y una primera orientación entre estímulos de los que puede sustraerse mediante una acción muscular (huida) y otros estímulos frente a los cuales una acción así resulta inútil, pues conservan su carácter de esfuerzo (drang) constante. A los primeros, los imputa a un mundo exterior y los segundos son la marca de un mundo interior, correspondiente a necesidades pulsionales. Es en la eficacia de su actividad muscular, que el viviente humano encuentra un asidero para separar un afuera y un adentro. El concepto de yo de realidad inicial plantea una primera discriminación “objetiva” entre estímulos interiores y exteriores que se subsumirá al principio de placer-displacer, consecuencia de la vivencia de satisfacción. Los cuidados parentales satisfacen simultáneamente las pulsiones autoconservativas, a través de la satisfacción real de la necesidad y de las pulsiones sexuales, a través del plus libidinal con el que ejercen esos cuidados, ubicando al infans bajo predominio del principio del placer. Así el desvalimiento es reemplazado por un yo placer que prolonga el estado narcisista primordial. Freud llama “principio de constancia” a la tendencia a evitar el aumento de displacer proveniente de la excitación. El precario yo en constitución rechaza aquello que pueda devenir fuente de displacer, lo arroja hacia fuera. El yo placer purificado quiere introyectarse todo lo bueno, proyectando la hostilidad hacia el exterior. Este yo de placer purificado, núcleo de experiencias placenteras, es indispensable para adquirir una organización mínima que permitirá al sujeto tolerar posteriormente lo desagradable. La porosidad de los límites del yo narcisista puede llevar a una tendencia en el sujeto a defenderse de las excitaciones displacenteras provenientes del interior con los mismos métodos de que se vale contra un displacer de origen externo. En este encuentro primero entre padres e hijos, los bebés son activos iniciadores de interacción. Los seres humanos tienen una fuerte necesidad innata de contacto intersubjetivo y bidireccional. Al menos en el 40 % del tiempo, las interacciones con el medio son iniciadas por los bebés. El primer desafío del infante humano es el logro y mantenimiento de la homeostasis fisiológica y emocional, y éste es un proceso diádico y bidireccional. El adulto es una parte del sistema regulador del infante. La madre regula la homeostasis del infans a través de la satisfacción de las

necesidades de hambre, apaciguamiento, sueño y acercamiento físico, y al mismo tiempo el infante colabora en la regulación de la lactopoyesis (producción láctea). Este proceso provoca la liberación de occitocina que coopera en la contracción del miometrio uterino, facilitando la retracción del útero en el puerperio. La conducta comunicativa del infante está organizada en configuraciones de cara, voz, gesto y mirada. Cada configuración (expresividad) comunica claramente el estado afectivo. Las rutinas interactivas cotidianas tienen una estructura narrativa de acción comunicativa y no de palabras y van constituyendo un sistema de sentido para el niño basado en una secuencia de mensajes afectivos. Este sistema de sentido se establece mucho antes de que el niño pueda relacionarse con una narrativa de palabras. La interacción temprana madre-bebé es un sutil interjuego entre desencuentros (mismatches) y encuentros (matches). Estos encuentros son los momentos de regulación mutua positiva donde la madre y el bebé coinciden en la expresión de afecto positivo. Cada participante infante y adulto señala su evaluación acerca del estado afectivo del otro y responde a ella. Cada miembro de la díada intenta mantener un estado de coordinación o reparar un estado de no-coordinación. La interacción madre-bebé se mueve sucesivamente desde estados coordinados o sincrónicos a estados no coordinados Sólo el 16% del tiempo de una interacción cara a cara se produce encuentro de miradas y afecto positivo entre la madre y el bebé. La mayor parte del tiempo los infantes activan recursos propios de autorregulación, como afecto neutro, atención a objetos distintos que la madre, exploración del entorno, autoapaciguamiento oral y distanciamiento de la madre. La regulación diádica y la autorregulación son dos caras del mismo proceso de regulación afectiva. Los resultados permitieron inferir un puente entre autorregulación y autoerotismo. En la muestra estudiada gran parte del autoapaciguamiento oral se producía en presencia de un despliegue de afecto positivo de la madre. De aquí inferimos que el investimiento libidinal por parte de la madre articula autorregulación con autoerotismo, concebido éste como ligazón estructurante del exceso de cantidad de excitación. Si el ambiente falla en el acompañamiento positivo al proceso de autorregulación del bebé, en lugar de autorregulación puede producirse retraimiento. Aportes de la teoría del Apego Estudios de John Bowlby. Bowlby postula una necesidad humana universal para formar vínculos afectivos estrechos. Se interesó en estudiar una población de niños pequeños institucionalizados por abandono de sus padres. En el seguimiento psicológico de estos dos grupos encontró que muchos de estos individuos padecían una tendencia marcada a la “desafectivización” y construían vínculos mayormente superficiales. El apego del infante humano se define como la búsqueda de proximidad y mantenimiento de cercanía física alrededor de una figura o algunas figuras diferenciadas. Esa proximidad se manifiesta en abrazos, caricias, búsqueda de ser sostenido, sonrisas y vocalizaciones en la interacción social, etc. La proclividad biológica de apegarse y buscar cercanía permanente con la figura de apego constituiría una “base segura” para el niño la cual le facilitará la exploración del mundo

circundante. Los niños pequeños muestran una intensa preocupación por localizar a las figuras de apego en entornos desconocidos y aumentar la proximidad a ellas. Esta búsqueda de apego iniciada desde “la cuna” se mantiene durante toda la vida y se activa en situaciones de debilidad y de stress. La discontinuidad temprana en el vínculo de apego tiene gravosas consecuencias en el sentimiento de sí del niño y en la calidad de la construcción de vínculos afectivos para toda la vida. Bowlby remarcaba los hallazgos de Lorenz según los cuales las especies animales no necesariamente se apegan a las figuras que las alimentan, y fue pionero en la concepción de que el infante humano viene al mundo predispuesto para la interacción social. Para Bowlby el apego es en sí mismo un sistema motivacional de base biológica, mediante el cual el infante busca la proximidad con el adulto con el cual vivencia la regulación de sus estados físicos y afectivos. La activación de conductas de apego depende de la evaluación por parte del infante de un conjunto de señales del entorno que dan como resultado la experiencia subjetiva de seguridad o inseguridad. El sistema de apego es un regulador de la experiencia emocional, y brinda al niño una vivencia de seguridad. El infante aprende que la presencia del cuidador actúa como regulador de la activación neurovegetativa, evitando una desorganización que va más allá de sus capacidades de afrontar tal situación, y reestableciendo el equilibrio. El infante irá a buscar la proximidad física con el cuidador con la esperanza de ser calmado y de recobrar la homeostasis. La conducta del infante hacia el final del primer año adquiere carácter intencional. Sus experiencias pasadas con sus cuidadores son incorporadas en sus sistemas representacionales a los cuales Bowlby denominó "modelos internos activos" o "modelos internos de trabajo", que podrían considerarse antecedentes de la representación. Otro de los trabajos nodales de Bowlby fue alrededor de los efectos de la separación breve o prolongada de las figuras de apego y los duelos tempranos. Bowlby describió un gradiente de reacciones frente a la separación de la figura de apego que va desde “protesta, desesperación y desapego”: 1-Protesta: La etapa inicial de protesta se caracteriza por la necesidad y búsqueda de ubicación de la figura de apego, que se expresa en llamadas esperanzadas, llanto y rabia. Esta reacción va disminuyendo su intensidad convirtiéndose en un llanto monótono triste y el niño se va haciendo más hostil hacia otros niños y adultos iniciando un proceso de duelo por la pérdida de la figura de apego. 2- Desesperación: Al cabo de unos días, si continua la separación de la figura de apego, los niños atraviesan una fase de desesperación; aparentemente todavía preocupados por el progenitor perdido. Se observan períodos de llanto débil y paulatinamente más desesperanzado. Los niños suelen volverse apáticos y retiran el interés por el entorno. 3- Desapego: En la etapa final, llamada de desapego, los niños empiezan a fijarse en el entorno inmediato, incluyendo otros cuidadores y otros niños. En las experiencias de Bowlby, los niños que llegaban a este estado ignoraban y evitaban activamente la figura de apego primaria al llegar el momento de un eventual reencuentro, y algunos parecían no poder recordarla. El padre u

otros familiares eran fácilmente recordados y saludados. Esta respuesta desapegada frente a la figura de apego primaria podía durar días, semanas, e incluso meses. Estos fallos de reconocimiento respondían más a mecanismos de defensa represivos y evitativos frente a la ausencia de la figura anhelada. Las secuelas de tales separaciones mayores “traumáticas” incluyeron no sólo la aparición de ansiedad y ambivalencia con respecto a las personas previamente queridas, sino también, eventualmente, un estado de desapego (indiferencia) en el cual se reprimían tanto sentimientos afectuosos como hostiles. La representación de la madre se fue transformando de una figura buscada y anhelada, asociada a una experiencia placentera de apego, en una figura que evoca el dolor producido por su ausencia, por lo tanto hostil y que el niño desea evitar. Patrones de apego - Estudios de Mary Ainsworth. Diseñó una situación de laboratorio llamada “la situación extraña”. El dispositivo experimental de la situación extraña consiste en tres etapas. En la primera, infantes de 12 meses y sus mamás comparten una situación de juego libre con un investigador (la persona extraña). Posteriormente, la madre se retira por unos minutos para luego retornar y reencontrarse con su hijo. Las diferentes reacciones de los niños frente a la separación y al encuentro posterior dieron lugar a la formulación de cuatro patrones básicos de apego: 1- Apego seguro: estos niños exploran rápidamente el ambiente en presencia de la madre previo a la separación, se los nota ansiosos ante la presencia del extraño y la evitan. Se ven perturbados por la breve ausencia de la madre y buscan rápidamente el contacto y reaseguro de ésta cuando retorna. El infante retorna casi inmediatamente a la exploración del entorno y al juego. 2-Apego ansioso/evitativo: estos infantes tienden a aparecer menos ansiosos por la separación, muestran indiferencia frente al extraño, pueden no buscar la proximidad de la madre después de la separación, y pueden no preferir a la madre más que al extraño. Estos niños sobrerregulan afectos y evitan situaciones que producen stress. Se podría pensar que son niños cuyos niveles de excitación no fueron suficientemente estabilizados por los padres y por ello se observa cierta indiferencia hacia ellos. 3-Apego ansioso/resistente: estos niños muestran una exploración limitada del ambiente próximo y poco juego aún antes de la separación. Tienden a ser altamente perturbados por ésta y presentan dificultad al reencontrarse con su madre, subregulan afectos mostrando agitación, tensión, llanto pasivo, etc. La presencia de la madre o sus intentos de calmar al niño fracasan, y la ansiedad y rabia del infante parecen impedir que obtenga alivio con la proximidad de la madre. 4- Apego desorganizado: Un cuarto grupo de niños exhibe conductas aparentemente no dirigidas hacia un fin, dando la impresión de desorganización y desorientación (Main y Solomon, 1990). Los infantes manifiestan inmovilización, golpeteo con las manos, golpeteo con la cabeza, altos niveles de ansiedad, deseo de escapar de la situación aún en presencia de la madre. En estos casos, se encontró que las madres se ubicaban como fuente de reaseguro y de temor simultáneamente, activando intensas motivaciones conflictivas. No es de extrañar que

una historia de severa desatención o de abuso sexual o físico esté asociada a menudo con este patrón. Los infantes seguros parecen vivenciar interacciones mejor coordinadas con sus padres que se muestran sensibles, raramente sobre-estimulantes y parecen más hábiles en reestabilizar las respuestas emocionales desorganizantes del niño. Por lo tanto, los niños logran permanecer relativamente organizados en situaciones de estrés. Las emociones negativas pueden ser comunicadas a los padres que les van dando un sentido ya sea verbalmente o respondiendo a sus demandas y de este modo las emociones negativas son sentidas como menos amenazantes. El niño "seguro" puede adueñarse de su experiencia interna, y comprenderse a sí mismo y a los otros como seres intencionales cuya conducta está organizada por estados mentales, pensamientos, sentimientos, creencias y deseos. Los niños con apego ansioso/evitativo han tenido experiencias en las cuales su activación emocional no fue reestabilizada por los padres o que fueron sobrestimulados por conductas parentales intrusivas; por lo tanto, sobrerregulan su afecto y evitan situaciones que pudieran ser perturbadoras. Los niños con apego ansioso-resistente subregulan afectos, incrementando su expresión de malestar posiblemente en un intento de despertar la respuesta esperada por parte de la madre. El bajo umbral para las condiciones amenazantes lleva al niño a buscar contacto con la madre, pero al mismo tiempo, a sentirse frustrado aun estando con ella. Aportes de Daniel Stern. Stern plantea que el desarrollo no se da por cambios progresivos sino por saltos que describen procesos co-creados entre el infante y sus cuidadores. Estos saltos son oportunidades para cambios estructurales de consecuencias trascendentes. Stern se ha interesado en la ampliación del estudio del vínculo temprano más allá de la teoría del apuntalamiento. Si bien en los primeros tres meses de vida el mantenimiento de la homeostasis se caracteriza por la regulación fisiológica del bebé, las investigaciones muestran que más frecuentemente la regulación se sostiene en el intercambio de conductas sociales que en la satisfacción de la necesidad instintiva. La exploración y actividad del bebé y sus estados emocionales se producen vía la estimulación del otro y son una creación mutua. La empatía de la madre para leer los mensajes no verbales del bebé y las respuestas de éste activan un diálogo interactivo que aporta a la regulación mutua. Stern propone que los infantes tienen una vida subjetiva, aun desde los primerísimos momentos y ubica en el centro de su indagación al sentido de sí mismo, el cual entiende como un patrón constante de percatación, una experiencia subjetiva organizadora que partiendo de lo preverbal va adquiriendo sentidos más complejos hasta llegar a la autopercatación verbal. Las experiencias interactivas son internalizadas como vivencias de “estar con” el otro significativo y se integran a la memoria episódica relacional, a través de la internalización de las experiencias de repetidas gratificaciones interpersonales con el cuidador primario quien tiene a su cargo la regulación afectiva del infante y la transformación de los estados emocionales negativos en positivos. Esto puede ocurrir con o sin conciencia de ello por parte del infante. Stern encontró que los infantes poseen una capacidad general innata para tomar información recibida en una modalidad sensorial y traducirla a otra modalidad sensorial sin aprendizajes previos. Los infantes parecen experimentar un mundo de unidad perceptual en el que perciben

cualidades amodales, representan abstractamente esas cualidades y después las trasponen a otras modalidades. El tipo de representaciones abstractas que el infante experimenta no son sensaciones visuales, táctiles o auditivas, ni objetos nombrables sino formas, intensidades y pautas temporales, cualidades más bien globales de la experiencia. Stern llega a estas conclusiones a partir del resultado de investigaciones microanalíticas con bebés. Entre ellas, Meltzof y Borton vendaron por unos segundos los ojos a bebés de 3 semanas y les dieron a succionar uno de dos chupetes diferentes. Un grupo recibía un chupete con tetilla esférica y el otro un chupete cuya tetilla presentaba protuberancias en distintos puntos de su superficie. Luego de esta experiencia de succión, se colocaban ambos chupetes a ambos lados de cada uno de los bebés. Al quitarles la venda, los bebés dirigían su vista por un tiempo más prolongado al chupete que habían succionado. Esta observación cuestionaba, según los investigadores, las conclusiones de Piaget que planteaba la necesidad de construcción de esquemas específicos, heterogéneos que recién posteriormente y a partir de una experiencia reiterada podrían integrarse. Según el enfoque piagetiano el niño debía contar con un esquema visual, posteriormente un esquema háptico1 y luego estos dos esquemas debían intercomunicarse por asimilación recíproca de modo que resulte un esquema visual háptico coordinado. En el experimento descrito, el resultado obtenido no podía explicarse por asociacionismo ya que los bebés no habían tenido experiencia visual previa con los chupetes ofrecidos. Los investigadores concluyeron que esta transferencia de información háptico-visual se encuentra en las primeras semanas y va mejorando a medida que el bebé crece. Otros trabajos se hicieron presentando a los bebés sonidos del habla por vía visual y por via auditiva. Los infantes miraban por más tiempo los rostros cuyos labios coincidían con los sonidos que escuchaban que aquellos rostros que movían los labios en disonancia con los vocablos escuchados. Stern considera que los infantes están preconstituidos para realizar este tipo de equivalencias transmodales, y para forjar ciertas integraciones de su experiencia sensorial. Los infantes no necesitan tener experiencias repetidas para formar algunas de las piezas del sí mismo y del otro. Para Stern, cada etapa es una oportunidad única de desarrollo, pero también lo es de cierre y autonomía. El desarrollo no implica sólo la ampliación de la recepción de estímulos, también implica, cierre y selección. El desarrollo implica capacidad de seleccionar estímulos metabolizables y evitar la inundación. Decir no a la oferta del ambiente es un indicio de autonomía. Estos conocimientos respecto de las capacidades innatas de los bebés y de la discriminación perceptual temprana pueden corresponderse con el planteo freudiano del yo de realidad inicial, como marca objetiva de discriminación entre un interior y un exterior. Por otro lado la noción de cierre y autonomía, también postulada por las neurociencias puede corresponderse con el

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"El sistema háptico (tacto activo) es un sistema perceptivo complejo, encargado de aprehender y codificar la estimulación que llega a los receptores cutáneos y cinestésicos (Loomis y Lederman 1986). Por percepción háptica se entiende la combinación de la información adquirida a través de la piel que recubre el cuerpo humano, y la información obtenida a través del movimiento, o sentido cinestésico". "Se trata de un sistema perceptivo complejo que incorpora y combina información a partir de distintos subsistemas táctiles, como el sistema cutáneo (percepción de la presión y de la vibración), el sistema térmico y el subsistema del dolor. Además el sistema háptico incluye también el sistema cinestésico que procesa información sobre la posición y el movimiento a partir de los receptores existentes en articulaciones, músculos y tendones".

planteo freudiano de un yo como dispositivo que inhiba las grandes transferencias de cantidad de excitación. A partir de las experiencias con el objeto maternante, el Yo se va constituyendo como sistema de representaciones investidas libidinalmente, que retiene en esa trama representacional una cantidad de energía suficiente como para asegurar su eficacia y reprimir así la reproducción alucinatoria del objeto, logrando la discriminación. Stern plantea que la capacidad de ir cerrándose y seleccionar estímulos tiene un progreso evolutivo cuyos indicadores de autorregulación y autonomía se van complejizando. Si bien, los recién nacidos muestran sutiles pero precarios esbozos de autorregulación, a partir de los 4 meses puede observarse cómo los bebés utilizan la desviación de la mirada para expresar su deseo de cesar la interacción. A los 7 meses ya expresan su deseo de autonomía con gestos claros de corte y vocalizaciones. A los 14 meses ya adquirida la marcha el bebé muestra excitación y placer por huir del adulto. Disfruta el ejercicio de su nueva motricidad y se regocija alejándose del cuidador del cual, al mismo tiempo, se siente tan dependiente. A los 2 años ya es el lenguaje el que manifiesta el deseo del niño de autovalerse y autosostenerse a sí mismo, “yo solito”. Stern plantea que los infantes comienzan a experimentar desde el nacimiento un sentido del sí mismo emergente. Están preconstituidos para darse cuenta de los procesos de autoorganización, para ser selectivamente responsivos a los distintos acontecimientos de la vida cotidiana. Nunca hay total indiferenciación sí mismo-otro y entre los 2 y los 6 meses van consolidando un sentido de sí mismo nuclear como unidad separada tendiente a la cohesión, a un sentido de la propia agencia, logrando un sentido de sí mismo nuclear y de otro nuclear con continuidad en el tiempo y agente de sus propias acciones. Este logro evolutivo se basa en la incipiente posibilidad de memoria de la propia experiencia y en un aumento de las distinciones físicas y sensoriales entre el sí mismo y el otro. De los 9 a los 18 meses el infante logra un sentido de sí mismo subjetivo a partir del cual se experimenta a sí mismo y al otro en términos de compartir y diferenciar intenciones. El infante descubre que tiene una mente y que otras personas también la tienen, dando una nueva perspectiva organizadora a su vida social en la cual se produce un dominio de relacionamiento intersubjetivo. En este estadio, el infante comienza a compartir estados afectivos. Stern desarrolló el concepto de “entonamiento afectivo” que caracteriza este estadio. El adulto no se limita a imitar o reflejar la tonalidad afectiva del bebé sino que se da un proceso de acompañamiento activo, como quien se suma a un coro para entonar. Este entonamiento comprende la lectura por parte del progenitor del estado afectivo del infante y pone en acción conductas que den cuenta de la correspondencia con el estado afectivo del infante. El infante lee la acción del progenitor como teniendo que ver con su propia experiencia emocional y recíprocamente. Muchas veces, la madre desentona deliberadamente para conseguir que el niño la siga, como “poniéndose a tono”, en una afinación compartida. A partir de los 2 años se produce el sentido del sí mismo verbal. Si bien el relacionamiento verbal constituye una ampliación y enriquecimiento de la comunicación y la aspiración a la autopercatación, Stern advierte que este dominio solo recubre parcialmente las experiencias del

dominio de relacionamiento emergente, nuclear y subjetivo. Estos dominios permanecerán en parte independientes del lenguaje y provocan una escisión en la experiencia del sí mismo. De esto se desprende que se producen dos líneas en el desarrollo: el lenguaje como nueva forma de relacionamiento y el lenguaje como un problema para la integración de la experiencia del sí mismo y la experiencia con el otro. Condición doble del lenguaje. El lenguaje brinda una ampliación del relacionamiento y una nueva forma de autopercatación e integración que expande la experiencia interpersonal, pero al mismo tiempo introduce el desfasaje entre dos formas simultáneas de experiencia interpersonal: la vivida y la representada. El lenguaje por su relación con lo inconciente inaugura también el equívoco y el desencuentro.

Winnicott, D. W. (1986). Realidad y juego. Buenos Aires: Gedisa. (Capítulo 1 y 9). (TyP)

Winnicott, D. W. (1980) La familia y el desarrollo del individuo. Buenos Aires: Hormé, 1980. (Capítulo 2: La relación inicial de una madre con su bebé). (TyP)