Resumen Luces de Bohemia

ESCENA PRIMERA La obra comienza en la humilde buhardilla en la que habita Max con su familia. En ella están el propio Ma

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ESCENA PRIMERA La obra comienza en la humilde buhardilla en la que habita Max con su familia. En ella están el propio Max; su mujer, Madame Collet ,y la hija de ambos. Él le pide que le lea de nuevo la carta de un tal Buey Apis. Ella se resiste. Parece que Max trabaja en la redacción de algún periódico escribiendo “cuatro crónicas”, pero a causa de su ceguera, deja de interesarles. El protagonista propone a su esposa el suicidio como salida a la dramática situación que les espera. A continuación sufre una alucinación en la que recuerda tiempos más felices. Poco después, sabemos que el poco dinero que ha podido conseguir lo ha gastado, y que ni siquiera puede dar de cenar a su familia. El verdadero problema es que Max y Madame Collet tienen una hija en común a la que alimentar, Claudinita. Madame Collet le propone a Max escribir una novela, pero él le responde quejándose de que no encontrará editor alguno que quiera publicársela. Madame Collet lee la carta. Max comienza a alucinar y recuerda tiempos pasados en París. A continuación llega don Latino de Híspalis, a quien correspondía traer el dinero de unos libros que Max le había encargado vender. Don Latino sólo ha conseguido por ellos tres pesetas. La situación es desesperante, “se han quedado sin cena”. Don Latino propone a Max que se presente con él en la tienda “de ese granuja” y “arme un escándalo”, ya que quizá así logre hasta dos duros. Madame Collet y su hija se resisten a que Max salga de noche, presagiando quizá la tragedia. Éste, apoyado en el hombro de don Latino, comienza un viaje, un largo peregrinar por las calles de Madrid que, según Claudinita, acabará en la taberna de Pica Lagartos ESCENA SEGUNDA Se inicia en la librería (cueva de Zaratustra). Allí entran Max Estrella y don Latino para comunicarle que no están de acuerdo con el negocio, y es ahora cuando podemos ver como, incluso don Latino, “intendente” de Max, lo engaña, ya que aprovechando su ceguera, él y el librero le hacen creer que los libros ya han sido vendidos. Aparece un nuevo personaje, Gay Peregrino, escritor venido de Londres, donde durante dos meses acaba de copiar el único ejemplar del Palmerín de Constantinopla en la Biblioteca Real. Fuera, un retén de polizones pasa con un hombre maniatado, y aparece un chico con una bandera alborotando el barrio. Don Gay Peregrino, don Latino y Max conversan sobre la religiosidad de los españoles. Max considera que el espiritualismo y el mensaje del Evangelio han sido degradados y deformados por un pueblo ignorante, que ha convertido en esperpentos los ritos de la fe y el mensaje de Cristo. Para reflejar su idea, Max explica, a través de símbolos degradantes, lo que han dejado de ser grandes conceptos. Hablan de llevar a cabo la Revolución Cristiana, de fundar la Iglesia Española Independiente, “distinta de la religión de esa España, a la que califican de “una chochez de viejas que disecan al gato cuando se muere”. Gay Peregrino y Zaratustra siguen conversando, mientras don Latino y Max se encaminan hacia la taberna de Pica Lagartos. ESCENA TERCERA Nos encontramos en la taberna de Pica Lagartos, por donde pasan tipos marginales que se ganan la vida como pueden. El chico de la taberna informa a Max de que ha ido buscándole la Marquesa del Tango (Enriqueta la Pisa Bien). En ese mismo momento llega de nuevo Enriqueta, quien trae un recado de su madre: está enferma y necesita el dinero de un décimo que le había fiado a Max. Éste, como no dispone de dinero, le devuelve el décimo, y envía al muchacho de ta taberna a empeñar su capa. Entra en escena el Rey de Portugal, esposo de La Pisa Bien. En realidad se llama Manolo (o Gorito), pero anuncia que se apoda Rey de Portugal porque allí el dinero vale más. Crispín, el chico de la taberna, enviado por Max a vender su capa, regresa sofocado, con un pañuelo repleto de manchas de sangre atado en la frente. Él mismo les anuncia: “Hay carrera por las calles, huelga de proletarios”. Al propio Crispín le ha alcanzado un “cate” de un partidario del bando de “Acción

Ciudadana”. “Grupos vocingleros corren por el centro de la calle, con banderas enarboladas. Entran en la taberna obreros, golfantes y mujeres.... (72)”. Pica Lagartos le ordena a Crispín echar el cierre mientras algunos salen al jaleo. A partir de esta escena se incorpora a la acción un elemento externo: en las calles de Madrid se producen esa noche incidentes violentos, que venían siendo habituales. Se enfrentan la policía y las patrullas de comerciantes y patronos (la llamada “Acción Ciudadana”) contra grupos de desesperados, trabajadores explotados y jóvenes de ideas anarquistas y comunistas. Crispín le anuncia a Max que ha obtenido nueve pesetas por su capa. Entonces, Max busca a Enriqueta para pagarle el décimo, pero ella ya se ha marchado. Al enterarse, Max exclama “¡Se lleva el sueño de mi fortuna!”. Tras no poder comprar el décimo, Max pregunta dónde puede encontrarla y, siguiendo las instrucciones de Crispín de que “recala en la Modernista”, salen a buscarla. ESCENA DECIMOCUARTA Cerrada la acción, nos encontramos un escenario y una situación distintos. La melancolía se percibe muy bien en las dos primeras acotaciones, que nos sitúan en el patio de un cementerio del Este. Dos sepultureros apisonan la tierra de una fosa mientras conversan recordando a Max:  Un sepulturero: “Los papeles los ponen por hombre de mértito”.  Otro sepulturero: “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el sinvergüenza. En España se premia todo lo malo”. Por una calle del cementerio pasean y dialogan dos sombras rezagadas, dos amigos en el cortejo fúnebre de Max: el MARQUÉS DE BARDOMÍN Y RUBÉN DARÍO. El marqués de Bardomín es protagonista de las cuatro Sonatas (1902-1905) que escribió Valle-Inclán durante su etapa modernista. Lo rescata ahora, años después, para, junto a Rubén Darío, ofrecer las reflexiones de ambos sobre la muerte y el tiempo. Los sepultureros informan del cierre del cementerio. El marqués le pide a Rubén que le ayude a venderle a un editor el Manuscrito de sus Memorias. Necesita dinero, ya que está completamente arruinado. ESCENA NOVENA Todavía es de noche cuando el protagonista y su amigo, reunidos de nuevo, recalan en el Café Colón, un establecimiento de cierto lujo que Latino y Max no suelen frecuentar. Allí se encuentran con Rubén Darío, iniciador y promotor del Modernismo a quien Valle-Inclán admiraba, es decir, es un personaje que representa a una persona real. Con anterioridad han aparecido otros personajes inspirados en individuos muy conocidos en esos tiempos. De hecho, está admitido que el personaje de Max Estrella se basa parcialmente en un artista bohemio llamado Alejandro Sawa. ESCENA CUARTA Continúa la peregrinación nocturna. Max y don Latino se tambalean asidos del brazo por una calle solitaria (“borrachos lunáticos”, "filósofos peripatéticos”) . Max pide a Latino que le conduzca a casa, ya que se ha quedado sin capa, sin dinero y sin décimo. Latino se resiste, quieren convencerle para entrar en la Buñolería Modernista porque, como les había anunciado Crispín, quizá allí puedan encontrar a la Pisa Bien. Allí está ella, “despintada, pingona, marchita, con su pregón de golfa madrileña”, junto a un farol, anunciando el número de lotería de Max, quien vuelve a comprarlo. La Buñolería entreabre su puerta, y del antro apestoso de aceite van saliendo deshilados, uno a uno, en fila india, los Epígonos del Parnaso Modernista (modernismo): Rafael, Vélez, Dorio de Gadex, Lucio Vero, Mínguez, Gálvez, Clarinito y Pérez. Destaca el parlamento de Max, en el que dice que se siente pueblo, frente a Dorio, que opina que los poetas son “aristocracia”. Este sentimiento queda plasmado en el siguiente parlamento de Max: “Yo me siento pueblo. Yo había nacido para ser tribuno de la plebe (voz del pueblo) y me acanallé perpetrando traducciones y haciendo versos. Eso sí, mejores que los hacéis los modernistas..... Pero esa pena miserable me boicotea. Odian mi rebeldía y odian mi talento. ¡El Buey Apis me despide como aun criado! ¡La academia me ignora! ¡Yo soy el primer poeta de España!

¡El primero! ¡Y ayuno! Gadex le dice a Max, con ironía, que se presente a un sillón de la Academia, que el de “Don Benito el Garbancero” (Benito Pérez Galdós) está libre.(¿Por qué Benito Pérez Galdós es tratado por los modernistas con este despectivo apelativo?) “El tropel de ruiseñores modernistas” se dispone a cantar, pero los interrumpe la patrulla de Soldados Romanos. Suena un toque de atención y se cierra con golpe la puerta de La Buñolería. Pitito, capitán de las “équites” municipales, se levanta sobre los estribos y exclama: ¡Mentira parece que sean ustedes intelectuales y promuevan estos escándalos”!¿ Qué dejan ustedes para los analfabetos? Max le da la razón a Crisóstomo (Pitito) y, paradógicamente éste le dice: ¡Por borrachín, a la Delega! El capitán Pitito encarga al sereno que se ocupe de Max. Los modernistas quieren acompañar a Max a la Delegación. Los vecinos se asoman. Golpea un chuzo en la puerta de La Buñolería. Asoma el buñolero: se informa, se retira musitando, y al poco salen dos Guardias Municipales. Preguntan al sereno, y éste responde que se lleva a Max a la Delega(ción). Ellos contestan: “Nosotros vamos al relevo. Lo entregamos en Gobernación”. Los guardias ordenan a los modernistas que se retiren, pero ellos insisten en acompañar al maestro. Uno de los guardias dice: “Si quieren acompañar a su amigo, no se oponen las leyes y hasta lo permiten, pero deberán guardar moderación ustedes” . Finalmente, se dirigen todos al Ministerio de Gobernación. ESCENA QUINTA Zaguán en el Ministerio de Gobernación . El Delegado, don Serafín, le pregunta a Max por su nombre, y éste responde: “Mi nombre es Máximo Estrella. Mi seudónimo Mala Estrella. Tengo el honor de no ser académico”. Los guardias informan a Serafín de que Max viene detenido por escándalo en la vía pública y “gritos internacionales”. Le preguntan su profesión y responde: “Cesante de hombre libre y pájaro cantor. ¿No me veo vejado, vilipendiado, encarcelado, cacheado e interrogado?”. Max contesta de forma incorrecta e irrespetuosa a uno de los funcionarios. Le llama “gusano burocrático”, y le dice que no sabe nada. Lo detienen. Él pide un banco donde echarse a dormir. Max falta al respeto al Ministro. Don Serafín quiere encarcelar a Max. Los modernistas protestan y anuncian: ¡Hay que visitar las redacciones! ESCENA SEXTA La escena se sitúa en un sótano, alumbrado por una candileja. Meten a Max en el calabozo, donde se descubre a El Preso, Mateo, un joven anarquista de treinta años. Dice ser un Paria. (Acotaciones). Vemos ahora cómo nuestro protagonista, al coincidir con el obrero catalán, se pronuncia e implica en los disturbios que recorren Madrid. La reacción de Max es, como en situaciones anteriores, exaltada y esperpéntica, con geniales y disparatadas intervenciones, que resumen las desalentadoras conclusiones de la crítica a España por parte de Valle-Inclán. Los guardias se llevan al catalán para fusilarlo. Max llora, se abrazan, se despiden de forma emotiva. ESCENA SÉPTIMA En esta escena se nos lleva a otro ámbito clave en el funcionamiento de un país: los medios de comunicación. La mirada de Valle-Inclán se detiene ahora en la redacción de un periódico, El Popular, al que acuden Latino y los jóvenes modernistas a pedir ayuda a favor de Max. Los Modernistas y don Latino acuden a la redacción del periódico El Popular con la intención de poder ayudar a Marx. Piden al conserje que los reciba el redactor don Filiberto, ya que vienen a “protestar contra un indigno atropello de la Policía”, en el que “Max Estrella, el gran poeta, acaba de ser detenido y maltratado brutalmente en el sótano del Ministerio de Desgobernación”. Filiberto les informa de que el director del periódico no está, y de que, seguramente ya no acudirá durante el día al la redacción. Por eso él no va a publicar o recoger en sus columnas la protesta, ya que según él desconoce “la política del periódico con la Dirección de Seguridad.”

Después de una larga charla, don Filiberto anuncia que él podría ayudar a Max telefoneando a un muchacho que trabaja en la Secretaría Particular del Ministro. Filiberto dice de Max que es uno de los grandes maestros y que merece alguna consideración. Filiberto y los modernistas conversan sobre el Modernismo mientras suena el teléfono. Tras la conversación, don Filiberto anuncia que ya está tramitada la orden de poner en libertad a “nuestro amigo” Max Estrella. Filiberto se despide de los modernistas diciéndoles: “Aconséjenle ustedes que no beba. Tiene talento. Puede hacer mucho más de lo que hace”. ESCENA DÉCIMA La acción se sitúa en un paseo. A esas horas, solo hay en la calle mendigos sin casa y prostitutas. Se encuentran con dos prostitutas “La Vieja Pintada” y “La lunares”. Don Latino “se pierde” con la primera de ellas. Sólo La Lunares y Max son capaces de mantener la dignidad en medio de la marginalidad y la miseria. ESCENA ÚLTIMA La taberna de Pica Lagartos. Don Latino, ante el mostrador, borracho y pesado, le explica a Venancio (Pica Lagartos) que se va a encargar de publicar los escritos de Max y exclama: ¡Hoy es el día más triste de mi vida! ¡Perdí un amigo fraternal y un maestro! Por eso bebo, Venancio. (Hipocresía). Don Latino lleva mucho dinero, por eso al final se insinúa que le robó el décimo a Max. Claudinita y Madame Colette mueren asfixiadas. ESCENA OCTAVA Secretaría del Ministerio de Gobernación. Max quiere audiencia con el Ministro. El ujier le comunica que no está disponible. Dieguito, el secretario del Ministro, le hace pasar y le anuncia:“me habló por usted la Redacción de El Popular. Allí le quieren a usted. A usted le quieren y le admiran en todas partes”. Max insiste, quiere protestar ante el Ministro porque “tienen una policía reclutada entre la canalla más canalla” y porque quiere darle gracias por su libertad. Quiere verlo y no acepta verse desconocido o negado. Además, insiste en que el Ministro, Paco, es uno de sus amigos de los tiempos heroicos. A causa de esta discusión entre Dieguito y Max, el Ministro abre la puerta de su despacho, se asoma y reconoce a Max. Le sorprende su ceguera, e insiste en que ya apenas lee su firma en los periódicos, para acabar preguntándole : “¿Y cómo no te has acordado de venir a verme antes de ahora?”. Max le responde con un parlamento que nos sirve como clave para entender el olvido de los artistas en ese momento: “¡Vivo olvidado! Tú has sido un vidente dejando las letras por hacernos felices gobernando. Paco, las letras no dan para comer. Las letras son colorín, pingajo y hambre!”. A lo que el Ministro responde: “Las letras, ciertamente, no tienen la consideración que debieran, pero son ya un valor que se cotiza”. El Ministro le anuncia a Max que puede pedirle a Dieguito todo lo que necesite, a lo que Max responde con un interesante y esclarecedor parlamento: “Llegó mi hora. No vengo a pedir nada. Vengo a exigir una satisfacción y un castigo. Soy ciego, me llaman poeta, vivo de hacer versos y vivo miserable. Estás pensando que soy un borracho. ¡Afortunadamente! Si no fuese un borracho ya me hubiera pegado un tiro. ¡Paco, tus sicarios no tienen derecho a escupirme y abofetearme, y vengo a pedir un castigo para esta turba de miserables y un desagravio a la Diosa Minerva!” El Ministro se sorprende y pide explicaciones a Dieguito sobre el parte policial. Max insiste: ha sido detenido injustamente por preguntar a un legionario si sabía los cuatro dialectos griegos. Max quiere marcharse, pero el Ministro insiste en que se quede, ya que le resucita toda una época, la de la juventud estudiantil, en la que estuvo enamorado de la hermana de Max, Helena. Le pregunta a Max por ella y éste le informa de que entró en un convento. El Ministro, al ver la deplorable situación económica y anímica de Max, le ofrece un sueldo: “Max, yo no quiero herir tu delicadeza, pero en tanto dure aquí, puedo darte un sueldo” (de los fondos de la policía). Dieguito anota la dirección de Max; todos los meses le llevarán el sueldo a su casa.

Max se despide del Ministro con un curioso parlamento: -“Conste que he venido a pedir un desagravio para mi dignidad y un castigo para los canallas. Conste que no alcanzo ninguna de las dos cosas y que me das dinero, y que lo acepto porque soy un canalla. No me estaba permitido irme del mundo sin haber tocado alguna vez el fondo de los Reptiles. ¡Me he ganado los brazos de su Excelencia! Al final de este acto Max llama a Latino “mi perro”, dando cuenta de uno de los rasgos característicos del esperpento, la animalización de los personajes. También al final, el Ministro se refiere a Max con calificativos como “el que más valía de mi tiempo”, “curioso espectro de bohemia” o “renegado del mundo del ensueño”. Después de todo esto, el Ministro se duerme en su silla, dejando entrever la vagancia y el mal hacer de los altos cargos: después de haber utilizado corruptamente los fondos de la Policía para otorgarle un sueldo a Max, el Ministro consigue dormir tranquilamente. ESCENA UNDÉCIMA Ahora Max y don Latino se encuentran en la zona antigua de la ciudad. Tras el paréntesis de la conversación con La Lunares, Max se encuentra de golpe ante una tragedia: un grupo de vecinas consternadas permanecen en la acera, una mujer despechugada y ronca tiene en los brazos a un niño muerto, con la sien traspasada por el agujero de una bala. Parece que al niño lo han matado las tropas anárquicas. Max Estrella y don Latino hacen un alto en su camino. Conversan con Romualda, la madre del niño y con un albañil, que en uno de sus parlamentos nos proporciona una interesante información sobre la sociedad del momento: “la vida del proletario no representa nada para el Gobierno”. Max le pide a Latino: “Sácame de este círculo infernal”. Al final de la escena nos enteramos de que el obrero Mateo ha muerto fusilado al intentar escapar. Max se muestra decepcionado ante tanta tragedia. ESCENA DECIMOTERCERA Es evidente el carácter esperpéntico de toda la escena. Pocos son las acciones y comentarios que se salvan del absurdo. Velorio en un sotobanco. Madame Collete y Claudinita, desgreñadas y macilentas, lloran al muerto, ya tendido en la angostura de la caja. Las acompañan Dorio, Clarinito y Peréz. Llega también don Latino, borracho, y le dice a Max: “¡Te has muerto de hambre, como yo voy a morir! ¡Te habían cerrado todas las puertas, y te has vengado muriéndote de hambre! ¡Bien hecho! ¡Qué caiga esa vergüenza sobre los cabrones de la Academia! ¡En España es un delito el talento!” (Hipocresía de don Latino, ya que él mismo, el supuesto mejor amigo del muerto, ha contribuido también a su muerte). Madame Collete pide a Latino que abandone la estancia, ya que Claudinita le acusa de contribuir a la muerte de su padre al hacerle salir por la noche. Madame Collete opina que le mató la tristeza de verse ciego y no poder trabajar. Aparece por la puerta un periodista alemán fichado en los registros policiales como anarquista ruso y conocido por el falso nombre de BASILIO SOULINAICE. Parece ser amigo de Max y de su mujer, e insiste en la siguiente idea: “¡Mi amigo Max Estrella no está muerto! Presenta todos los caracteres de un interesante caso de catalepsia”. Acusa a Madame Collete de que es responsabilidad suya lo que pase si no retrasan el sepelio. Así se lo comunica también al empleado de la funeraria, pero éste le contesta que no puede esperar. M. Collete, Claudinita y la Portera conversan sobre la muerte/catalepsia de Max, y deciden realizar la prueba del espejo y la cerilla. Nada en esta escena parece salvarse del absurdo.

ESCENA DUODÉCIMA En la acotación primera sentimos que se cierra un ciclo de la acción: empieza a amanecer y Max ha terminado su recorrido. Las experiencias vividas durante esas horas permiten al protagonista confirmar sus apreciaciones sobre la tragedia española y el atraso de España respecto a Europa. En esta escena Valle-Inclán nos explica muy bien, a través de Max Estrella, cómo queda distorsionada la realidad en los esperpentos. En las obras esperpénticas se produce un efecto semejante al que producen los espejos cóncavos: el reflejo presenta un mundo inevitablemente destruido y deforme. Así, se explica la realidad degradada a través del la metáfora del espejo deformante. Don Latino y Max filosofan sentados en el quicio de una puerta. Está amaneciendo. Aparece la palabra ESPERPENTO en boca de Max, quien no puede caminar y parece delirar. Es en este momento cuando pronuncia algunos de los fragmentos esenciales de la obra:  “Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse por el Callejón del Gato […]  Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada [...]  España es una deformación grotesca de la civilización europea [...]  Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas. Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que deforma las caras y toda la vida miserable de España.[…] (VALLE-INCLÁN DEFINE A TRAVÉS DE MAX LO QUE ES PARA ÉL EL ESPERPENTO, ESTE PARLAMENTO ES LA DEFINICIÓN DE UNA NUEVA ESTÉTICA, DE UN GÉNERO DEL QUE SE LE CONSIDERA CREADOR: EL ESPERPENTO LITERARIO).  Nos mudaremos al Callejón del Gato. Hace frío. Se dirigen a casa de Max. Quieren entrar, pero Collete está dormida y no los oye. Max delira. Cree estar en el entierro de Víctor Hugo, se hace el muerto, se tiende en el umbral de su puerta y musita “Estoy muerto”. A don Latino no le gusta la broma, se asusta, le hace caminar. A partir de este momento, la reacción de don Latino es muy curiosa, y muestra su mezquinidad y ruindad: se acerca a Max, procura incorporarle hablándole a la oreja: “Max, estás completamente borracho y sería un crimen dejarte la cartera encima para que te la roben. Max, me llevo tu cartera y te la devolveré mañana”. Finalmente, se eleva tras la puerta la voz de una vecina. Resuenan pasos dentro del zaguán. Don Latino se cuela por un callejón. Salen a la puerta dos mujeres: la Vecina y la Portera. El cuerpo de Max resbala y queda acostado sobre el umbral al abrirse la puerta. Avisan a Madame Collete.