Repensar El Contexto Duranti

Cátedra de Etnolingüística Facultad de Filosofía y Letras (UBA) Profesora: Dra. Lucía. A. Golluscio Traducción de la Cát

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Cátedra de Etnolingüística Facultad de Filosofía y Letras (UBA) Profesora: Dra. Lucía. A. Golluscio Traducción de la Cátedra

Repensar el contexto: El lenguaje como un fenómeno interactivo Alessandro Duranti y Charles Goodwin, 1992 Durante mucho tiempo el contexto ha sido un concepto clave tanto en el campo de la pragmática1 y de los estudios etnográficos sobre el lenguaje en uso 2, como en los estudios cuantitativos3. Cuando miramos los trabajos hechos en los últimos veinte años sobre la relación entre lenguaje y contexto en estos distintos campos, podemos ver una tendencia cada vez más interactiva y dialógica hacia nociones sobre el habla situada en un contexto. A mediados de los `60, Gumperz y Hymes trabajaron en estudios que analizaban en detalle cómo el lenguaje se despliega como características constitutivas de los encuadres nativos y los eventos que constituyen la vida social. La lingüística antropológica no podía por más tiempo reducirse a analizar al lenguaje como un sistema formal encapsulado, aislado del resto de la cultura y de la organización social. Este cambio se realizó a partir de una serie de estudios minuciosos sobre diferentes sociedades. En su inicio parecía que esta investigación sólo iba a ser atractiva para la lingüística y otros estudios del lenguaje, es decir, que iba a contribuir al análisis empírico de la vida social del lenguaje. Sin embargo, esta investigación ha tenido también consecuencias sorprendentes y de gran alcance para el análisis de las organizaciones sociales. Tradicionalmente, tanto los antropólogos sociales como los sociólogos, han focalizado su atención en las instituciones que coordinan el comportamiento de los miembros de la sociedad, por ejemplo, el parentesco y la organización política. Sin embargo, una de las actividades sociales más importantes a la que se dedica el hombre es a conversar. Schegloff la identificó como el “locus primordial para la socialización” (Schegloff, 1987). Además, tanto los trabajos sobre el análisis de conversación como otros estudios sobre interacciones humanas, han demostrado que las clases de organizaciones sociales que se necesitan para realizar los actos de habla son intrincadas y dinámicas; y permiten a los analistas mirar en detalle cómo la organización social se lleva a cabo como un proceso que se desarrolla en el tiempo. Similarmente Ochs y Schieffelin (Ochs 1983, 1986, 1988; Ochs y Schieffelin) han demostrado que el proceso por medio del cual un chico aprende a hablar no puede ser analizado simplemente como adquisición del lenguaje, (es decir, como un proceso encapsulado de interés solamente para los estudiantes del lenguaje), sino que constituye un proceso profundo de socialización del lenguaje a través del cual, el chico mientras aprende a hablar en una comunidad, pasa a ser un miembro social competente de su sociedad. Esta investigación ha dejado en claro que sería absurdo proponer que se puede proveer un análisis comprensible de la organización social sin prestar atención cuidadosa a la manera en que los humanos emplean el lenguaje para construir el entorno social y cultural en el cual habitan. Sin embargo, a mediados de los ´70 las investigaciones de Gumperz y Hymes han sido fragmentadas en campos bien 1

Vea ejemplo Morris (1938), Carnap (1942), Bar-Hillel (1945), Gazdar (1979), Ochs (1979), Levinson (1983), Leech (1983). 2 Vea por ejemplo Malinowsky (1923, 1935), Jakobson (1960), Gumperz y Hymes (1972), Hymes (1972, 1974), Barman y Sherzer (1974). 3 Vea por ejemplo Labor (1966, 1972a, 1972b) Romaine (1982), Sankoff (1980).

separados. Así, no es raro encontrar conjuntos de estudios dedicados exclusivamente a la etnografía del habla (Barman y Sherzer, 1984), análisis de la conversación (por ejemplo, Schenkein 1978 y Atkinson y Heritage 1984) o investigaciones inspiradas en los estudios de Gumperz sobre pistas de contextualización e inferencias conversacionales (Gumperz, 1982b). Mientras la presencia de estos estudios demuestra los logros independientes en cada uno de estos campos, creemos que cada uno de ellos podría enriquecerse con la comunicación mutua. Además, los estudiantes que se introducen en algunas de las perspectivas particulares del lenguaje en uso, podrían beneficiarse si este estudio se expone en mas de una perspectiva. Aunque bajo ningún punto de vista los distintos estudios que emplean el concepto de contexto, explícita o implícitamente, son exhaustivos, este volumen presenta investigaciones de diversas tradiciones analíticas que comparten entre sí un fuerte compromiso con el estudio de la situación discursiva. Al yuxtaponer la variedad de perspectivas sobre el contexto, esperamos proveer a los investigadores y a los estudiantes una oportunidad para comparar y sintetizar estas tradiciones. Para facilitar esta comparación y para ubicar cada capítulo en la tradición de la cual surgió, cada uno de ellos estará precedido por un comentario introductorio. La noción de “contexto”

1.

Dar una definición formal-o simplemente explícita- de un concepto, puede conducirnos a importantes revelaciones analíticas. Así, como nota Gazar (1979), al proveer una definición estamos en condiciones de observar inconsistencias o contradicciones que no eran visibles anteriormente. No obstante no parece posible en el presente Proporcionar una única definición precisa y técnica de contexto, y eventualmente tendríamos que aceptar que esa definición no es posible. En este momento, el término significa cosas bastantes diferentes según los paradigmas alternativos de investigación,; y aún de acuerdo con tradiciones particulares, el término suele ser definido como práctica en una situación, a partir del uso del concepto para trabajar con problemas analíticos particulares, más que como una definición formal4. Desde nuestra perspectiva, la falta de una sola definición formal o la falta de un acuerdo general acerca de lo que significa “contexto”, no es algo que necesariamente requiera reparación. Sin embargo, el hecho de que diferentes investigadores reconozcan la importancia del contexto y estén involucrados activamente en tratar de descubrir cómo funciona, nos muestra que este concepto proporciona un locus productivo para los estudios actuales como Voloshinov (1973: 45): “al principio de una investigación, no es tanto la facultad intelectual para hacer formulas y definiciones la que muestra el camino, sino que son más bien los ojos y las manos que intentan captar el sentido de la presencia actual del tema expuesto” Para explorar las diferencias entre las distintas aproximaciones al contexto, es útil comenzar con una descripción tentativa de este fenómeno, aún cuando se lo encuentre inadecuado posteriormente. Primero, hay que considerar el hecho de que se invoca al contexto con el propósito de interpretarlo. Típicamente, esto consiste, de alguna forma, en el “acto de habla”. De todas formas, llamar simplemente “acto de habla” al evento a ser examinado es inadecuado. El habla puede ser vista como jerárquicamente organizada, y diferentes nociones de contexto pueden ser apropiadas para diferentes niveles de organización (vea Kendon 1982; Gumperz, en este volumen) Por ejemplo, en este volumen Barman analiza 4

Sin embargo, hubo intentos de clarificar los términos y nociones necesarios para afrontar los diferentes tipos de relación que los signos lingüísticos establecen con su contexto de uso. El trabajo semiótico de Silvertein (1985a, 1985b) sobre la meta-pragmática es un ejemplo.

cómo la narración en prosa enmarca al verso en una historia y cómo la conversación entre hablante y receptor enmarca la historia como un todo, como un evento de características particulares. El acto de habla dentro de una historia (el marco de la prosa) crea un contexto para otro acto de habla (el verso), mientras otro discurso crea un contexto apropiado para la historia en sí misma. La narración en prosa en esta historia es, al mismo tiempo pero desde perspectivas analíticas diferentes, contexto para lo que está incorporado en él y es a la vez un acto de habla que es contextualizado por otro acto de habla. Usar “acto de habla” para identificar un elemento de este proceso puede llevar, sin embargo, a la confusión. Desde una perspectiva un poco diferente, un comportamiento interpretado con referencia al contexto, de ninguna manera se restringe el habla. De esa manera, tanto un comportamiento no verbal puede crear un contexto para el acto de habla (Kendon; Goodwin y Goodwin, en este volumen), como el acto de habla puede crear un contexto para la interpretación apropiada de un comportamiento no verbal (C Goodwin 1987; Goodwin y Goodwin 1989) A partir de este momento utilizaremos la expresión “” “evento focal5” para identificar el fenómeno que ha de ser contextualizado. Generalmente, un analista puede comenzar con la observación (como lo hace Kendon en este volumen) de que los participantes tratan el flujo de actividades de cada uno (el habla, el movimiento, etc.) de una manera selectiva. La pregunta pasa a ser entonces, qué es lo que en el comportamiento de cada uno se trata como focal y qué es lo que se trata como “entorno”. El trabajo del analista es delinear esto. Cuando se trata el tema del contexto, típicamente se discute que el evento focal no puede ser entendido correctamente, interpretado apropiadamente o descrito de una manera relevante a menos que uno vea, más allá del evento, otra clase de fenómenos (por ejemplo, los marcos culturales, la situación discursiva, los supuestos compartidos del entorno [Background]) dentro de los cuales el evento está incluido, o particularmente, las figuras del acto de habla en si mismas invocan supuestos particulares del entorno, relevantes para la organización de la interacción subsiguiente (Gumperz, en este volumen). El contexto es así un marco (Goffman, 1974) que rodea el evento a ser examinado y provee recursos para su interpretación adecuada: Contexto

↓ Evento focal La noción de contexto involucra así una yuxtaposición fundamental de dos entidades: (1) evento focal y (2) un campo de acción en el cual el evento se halla incorporado 2

Conclusiones planteadas en el análisis del contexto

La relación entre dos órdenes de fenómenos que se informan mutuamente para incluir un espacio mayor es absolutamente central para la noción de contexto (de hecho, el término contexto viene del latín contextus que quiere decir “unir”). Desde esta perspectiva la relación entre el evento focal y el contexto se parece mucho a la relación entre “organismo” y “medio ambiente” en la teoría cibernética (Sabih 1956, 1960: Bateson 1972; bukley 1968). Cuando el contexto es visto bajo esta luz pueden plantearse algunas cuestiones. Por ejemplo 5

Llamar evento focal a lo que está siendo contextualizado implica que es, de algún modo, más saliente y notable que el contexto, y además, como es analizado en detalle por Hanks y Kendon en este volumen parece haber una relación figura fondo implicada en la organización del contexto. Consideramos como figura al evento focal, que es el foco oficial de atención destacado de un fondo más amorfo. Esto será discutido en más detalle luego.

qué es precisamente lo que se incluye dentro del sistema a ser examinado (es decir, la conjunción del evento focal y el contexto relevante) y también dónde está el límite a ser trazado entre el contexto y aquello que está siendo contextualizado. Tratando de formular una definición cibernética del término “mente” y “lo propio [self]”, Bateson (1972: 459) plantea estos resultados con una particular vitalidad: “¿Pero qué hay sobre “mí”? Supongamos que soy un hombre ciego y uso un bastón. Y voy tanteando [I go tap, tap, tap] ¿Dónde empiezo “yo”? ¿Mi sistema mental termina en el mango del bastón? ¿Está limitado por mi piel ¿empieza en la mitad del bastón?¿empieza al final del bastón? Pero estas son preguntas sin sentido. El bastón es una ruta a través de la cual se transmiten transformaciones y diferencias. La forma de delinear el sistema es dibujando la línea limite de tal manera de no cortar ninguna de estas rutas dejando cosas sin explicar. Si lo que estás tratando de explicar es una determinada parte del comportamiento, como puede ser la locomoción de un hombre ciego, entonces para este propósito vas a necesitar la calle, el hombre, el bastón; la calle, el bastón y todo lo demás Pero cuando el hombre ciego se sienta a almorzar, el bastón y sus mensajes ya no van a ser relevantes – si es su forma de comer lo que tratas reentender”

Con esta metáfora, Bateson plantea con particular claridad un número de conclusiones que son centrales en el análisis del contexto. Primero, demuestra la crucial importancia de tomar como punto de partida para el análisis del contexto, la perspectiva de los participantes cuyos comportamientos van a ser analizados. Lo que los analistas buscan describir no es qué consideran los participantes como contexto, por ejemplo el mapa de la ciudad dentro de la cual el hombre ciego se encuentra, sino cómo el sujeto por sí sólo se ocupa de organizar su percepción de los eventos de las situaciones por las cuales está yendo [navigating through]. Segundo, la metáfora vital ilustra cómo lo que el participante considera como contexto relevante está formado a partir de una actividad específica que él está ejecutando en ese momento. La actividad de caminar, pero no la actividad de comer un sándwich, hace relevante el ambiente físico provisto por la ciudad; sus pasillos para el movimiento, sus limitaciones y sus obstáculos pasan a ser relevantes. Además esa ciudad no es solamente un medio ambiente físico, es también un medio social, construido por otros seres humanos a lo largo de un período histórico, que requiere conocimientos acerca de las dimensiones sociales si alguien se quiere mover a través de este espacio exitosamente (por ejemplo, la división del espacio en áreas para caminantes y áreas para vehículos, las soluciones históricas al problemas de cómo se transita en estas áreas cuando éstas se suponen [semáforos y las regulaciones del tráfico], la distribución entre espacios “públicos” y “privados” que limitan el movimiento dentro del espacio físico, etc.). Una de las grandes dificultades planteadas en el análisis del contexto, es describir el conocimiento socio- histórico que cada participante emplea al actuar dentro del medio ambiente de un determinado momento. Aunque un analista fuese capaz de proveer una descripción satisfactoria de cómo los participantes organizan su experiencia y su interacción con ese medio ambiente, esto no proveería nada muy adecuado para describir el contexto. Mientras que la articulación de los participantes con su medio ambiente es modelada por las actividades del momento, el contexto es relevante a lo que están haciendo, cambia radicalmente cuando los participantes cambian de una actividad a la otra; por ejemplo parar de caminar y empezar a comer. La mutabilidad dinámica del contexto se complica aún más por la habilidad de los participantes de invocar rápidamente, a partir del habla, marcos contextuales alternativos. De hecho, esto es uno de los puntos de vista principales provistos por la noción de Gumperz de pistas de contextualización (1982a, en este volumen).

Este fenómeno demuestra la importancia de: primero, acercarse al contexto desde la perspectiva de un actor accionado activamente en el mundo en el cual se incluye; segundo, ligar el análisis del contexto al estudio de las actividades que los participantes usan para constituir los mundos sociales en los que habitan, organizados cultural e históricamente; y tercero, reconocer que los participantes están situados dentro de contextos múltiples que son capaces de cambiar con rapidez y dinamismo, así como los eventos que se desarrollan. Mientras que la metáfora de Bateson sobre el hombre ciego y su bastón otorga un punto de parida útil para pensar algunas cuestiones relacionadas con el estudio del contexto, el trabajo en este volumen va más allá de esto en varias direcciones significantes. Más aún, en la metáfora de Bateson, el hombre ciego está recorriendo un mundo que es sólido, fijo e inmutable, al menos desde su perspectiva. El hombre ciego no reconstruye la ciudad como parte de su actividad de caminar. Sin embargo, dentro de las situaciones sociales, un constituyente clave del medio ambiente es la presencia Del resto de los seres humanos, los cuales son agentes activos dentro de sus propios derechos, con sus planes y sus programas. Como Ray Mc Dermott (1976) remarcó “la gente se convierte en medio ambiente para los demás”. Estas posibilidades de interacción dinámica complejizan los eventos a ser analizados. Es de particular relevancia para los temas a ser tratados en este volumen, la capacidad de los seres humanos para rediseñar dinámicamente el contexto, el cual le proporciona organización para sus acciones dentro de la interacción misma. Acerca de la dinámica, las propiedades constitutivas del contexto no pueden escaparse ya que cada movimiento adicional dentro de la interacción modifica el contexto existente, mientras que crea una nueva arena para la interacción subsiguiente (vea la conclusión de Hanks en este volumen de cómo la base indexical cambia a lo largo del discurso; y Heritage 1984: 106-10). Además, como actores estratégicos, los participantes pueden activamente tratar de diseñar el contexto más allá de sus propios intereses. Esto no quiere decir que el contexto sea creado por las circunstancias de la interacción de tal manera que los patrones [patterns] culturales y sociales más amplios dentro de una sociedad, sean ignorados. Como los capítulos de Duranti y Lindstrom ilustran, aún esos participantes que modifican estratégicamente el contexto para extender sus propios objetivos, invocan las pautas organizacionales que existen más allá del encuentro local. Más aún, en la medida en que los procesos en los cuales el contexto es relevante son sociales e interactivos, una propuesta muestra cómo lo que debería resultar constitutivo del contexto operativo puede fallar en asegurar el reconocimiento de los otros (vea por ejemplo el capítulo de Kendon sobre cómo los cambios de marco van acompañados por un proceso colaborativo de interacción). En resumen, los capítulos de este volumen exploran las formas en las cuales el contexto es un fenómeno que se desarrolla en el tiempo, está constituido socialmente y sostenido interactivamente.

3.

Dimensiones del contexto

En un intento importante de especificar algunos de los parámetros básicos del contexto, Ochs (1979: 1) nota que el analista debe usar como punto de partida “el mundo social y psicológico dentro del cual el usuario del lenguaje opera en cualquier tiempo dado”. Esto es especialmente difícil ya que aún un observador que tiene acceso a un marco determinado y a la charla que ocurre en él, tal vez no tenga acceso a todos los fenómenos que los participantes están utilizando como contexto para su acto de habla (Ochs 1979: 2). Al revisar los atributos contextuales notados por Ochs (1979: 2-6), se da la oportunidad de tener un alcance empírico más firme dentro del espectro de fenómenos que la noción de

contexto debe cubrir y se provee también la oportunidad de poner al corriente al lector sobre algunos de lo temas explorados en los capítulos de este volumen: (1) Encuadre. Es decir, el marco social y espacial dentro del cual los encuentros están situados. EN el capítulo 2, Hanks provee un análisis extenso de cómo los sistemas deícticos otorgan a los participantes de recursos sistemáticos basados en la interacción, para la organización de su acceso al medio ambiente que comparten y hacia el que tienden en su charla. En su análisis, Hanks demuestra cómo el contraste entre figura/fondo proporciona herramientas conceptuales importantes para el estudio del contexto, y lo usa como punto de partida para la investigación del campo indexical. Duranti explora la relación recíproca entre los atributos sociales de los participantes (por ejemplo, el status de un jefe), el acto de habla a través del cual estos atributos son invocados y cómo la constitución-es decir, el establecimiento y la renegociación de la personería social de aquellos que están presentes-, es relevante para las actividades más importantes en las cuales están comprometidos. Como cada uno de estos capítulos deja en claro, ni el aspecto físico ni aspecto social del acto de habla es algo fijo e inmutable, sino que estos fenómenos, y las limitaciones que proveen, están constituidos dinámica y socialmente por las actividades de los participantes (incluyendo el habla) que se erigen en una relación reflexiva con respecto al contexto constituido. (2) El medio ambiente proporcionado por el comportamiento. Es decir, la forma en la que los participantes usan sus cuerpos y su comportamiento como un recurso para encuadrar y organizar su acto de habla. El capítulo de kendon describe cómo los participantes organizan socialmente el espacio en el cual se encuentran. A través de la orientación espacial y la postura, los participantes ponen en juego su acceso continuo a las acciones de los otros presentes y encuadran el acto de habla que están produciendo. De particular importancia es la forma en que la postura establece las precondiciones para acciones sociales coordinadas haciendo posible a los participantes tanto proyectar como negociar qué es lo que va a pasar. Kendon también provee una extensa discusión de cómo la atención es organizada como un fenómeno interactivo. Una clase de eventos que es tratada como irrelevante para la actividad que se está realizando, puede ser usada para negociar interactivamente los cambios en el marco que provee contexto para la actividad del momento. El análisis de Kendon sobre los “eventos no atendidos” complementa la discusión de Hank, de la relevancia del contraste entre figura/fondo para la organización del contexto. Goodwin y Goodwin proporcionan un análisis detallado de la manera en que los participantes usan los mecanismos no vocales de los otros, tanto para encuadrar el acto de habla de ese momento como para proyectar eventos futuros dentro de ella. De acuerdo con análisis de Kendon, Goodwin y Goodwin demuestran cómo al prestar atención a este fenómeno, los participantes están en condiciones de sincronizar sus acciones individuales de manera tal que se alcancen acciones coordinadas con precisión. Más que constituir un nivel de organización “no verbal” separado, el contexto provisto por el entorno de la conducta, está reflexivamente unido con el habla dentro de pautas más amplias de actividad social. (3) El lenguaje como contexto. La forma en la cual el acto de habla, está extensamente analizada en este volumen. La noción trascendental de pistas de contextualización y la motivación teórica de este concepto está descripta en detalle por Gumperz, quien después aplica el concepto al análisis de información específica. Las pistas de contextualización figura visiblemente (y a veces implícitamente) también en otros capítulos. Basso investiga cómo la contextualización es señalizada dentro de la narrativa y de hecho constituye un significado cultural relevante del texto narrativo, como una representación biográfica e histórica. Gaik examina cuántas formas diferentes de interacción-diferentes marcos para la

conducta e interpretación de lo que está pasando entre los participantes en un momento particular- están señalizadas por diferentes estilos alternativos de discurso. Duranti demuestra cómo las opciones entre formas léxicas alternativas (llamadas comúnmente palabra vs. palabras respetables) en Samoan pueden ser usadas por los hablantes para dar forma al contexto o, más específicamente, para dar forma al alineamiento mutuo de los que están presentes y las obligaciones que tienen entre ellos. El trabajo de Duranti integra el reconocimiento del poder que tienen entre ellos. El trabajo de Duranti integra el reconocimiento del poder que tienen las pautas de organización social como contexto para las actividades en una sociedad, con el análisis de la manera en que los participantes que aceptan las limitaciones de estas estructuras están, sin embargo, en condiciones de explorarlas estratégicamente y de rehacer contextos para ampliar sus intereses particulares. Mientras que todos estos capítulos describen las que pueden ser llamadas pistas de contextualización, también revelan cuánto de la estructura de las pistas de contextualización y del funcionamiento en el marco de la interacción, queda por ser descubierto. A propósito de la noción de pista de contextualización, Gumperz no nos ha dado una categoría estática sino un punto de partida para un campo rico de investigación. La forma en la cual los géneros contextualizar el acto de habla también tiene una atención considerable en este volumen, especialmente en los capítulos de Bauman y Basso. Bauman, partiendo del trabajo de Bajtin, usa la noción de contextualización para repensar qué se entiende por géneros y por tradicionalización, categorías analíticas que son centrales para el campo del folklore. Un producto de estos cuestionamientos es la muy expandida visión de ka amplitud de géneros a disposición para investigaciones futuras sobre el folklore; al observar que un género puede estar incorporado dentro de otro género, Bauman los llamó en análisis posteriores “géneros dialógicos”. Hanks explora la manera en que las estructuras básicas de coparticipación están codificadas en la forma del lenguaje y describe cómo la producción de nuevos actos de habla continuamente cambia el contexto del momento. Goodwin y Goodwin investigan cómo la atención de los participantes a la estructura en un influjo emergente del discurso los provee de recursos para la organización de la acción subsiguiente. Más aún describen cómo un proceso social extenso puede, por un lado ser invocado dentro de expresiones individuales y, por otro, proveer organización para los numerosos actos de habla que se invocan (por ejemplo, la organización de una historia invoca, y al mismo tiempo es diseñada por un proceso social más amplio dentro del cual se encuentra incorporada). En resumen, a diferencia de las primeras visiones del contexto, en el cual éste era conceptualizado como un marco que rodeaba al acto de habla, todos los capítulos de este volumen enfatizan la forma en la cual el acto de habla constituye el recurso principal de organización. (4) Contexto extrasituacional. Cicourel establece una extensa demostración de cómo la comprensión adecuada de un intercambio conversacional requiere un conocimiento del entorno que se extiende más allá del acto de habla local y de su escenario inmediato. De hecho, discute con firmeza contra el trabajo que propone analizar una secuencia del acto de habla sin dar una descripción etnográfica rica del conocimiento del entorno y sin un marco de relevancia dentro del cual se encuentra el habla. Philips describe cómo los fenómenos que han sido tomados típicamente como localmente organizados (dudas y otras formas de reparos en el habla) pueden ser vistos como características sistemáticas de un proceso más amplio, cuando el etnógrafo recolecta ejemplos repetidos de eventos comparables dentro de un escenario particular. Lindstrom, tomando como punto de partida el trabajo de Foucault, analiza las reglas discursivas y las condiciones que dan derechos y oportunidades diferentes a personas diferentes para contribuir en el debate y para controlar el significado público de lo que queda dicho allí. Identifica los efectos “políticos” de los diferentes dominios del conocimiento cultural sobre lo que cuenta localmente como habla verdadera y lo que cuenta

como habla falsa, es decir, como habla culturalmente inapropiada. Al mismo tiempo demuestra cómo los individuos están en condiciones de “moverse alrededor” de su orden cultural discursivo. En sus maniobras para triunfar en el debate, los disputantes se esfuerzan por controlar el significado público de lo que es dicho y por hacer que sus declaraciones suenen verdaderas mientras que las de sus oponentes suenan falsas, a través de cambios de contextos y de evocaciones de discursos locales particulares que sean más favorables a sus posiciones. El trabajo en este volumen difiere significativamente de otros acercamientos al estudio del contexto. Por ejemplo, hay una extensa tradición lingüística y filosófica dentro de la pragmática6 que invoca al contexto para ayudar a explicar los aspectos del significado del lenguaje, que van más allá del ámbito de la semántica. Los trabajos de esta tradición, típicamente usan como información oraciones aisladas y descripciones con características contextuales construidas por los mismos analistas para ilustrar el argumento teórico que ha de ser desarrollado. Dentro de esta tradición, los procesos de interacción entre los participantes son raramente examinados. Todos los capítulos del presente volumen están basados en grabaciones de eventos actuales, en trabajos de campo etnográficos o en combinaciones de los dos. Más que restringir el análisis a los recursos usados por un observador ideal pasivo para extraer el sentido de una oración de una clase particular, la investigación informada aquí se centra en cómo los participantes constituyen, manipulan y prestan atención a aspectos del contexto, como una característica constitutiva de las actividades en las cuales se encuentran comprometidos. El contexto es analizado como un modo de praxis interactivamente constituido. 4.

Figura y fondo

Algunos de los análisis desarrollados en este volumen ofrecen una mirada interior hacia el por qué muchos acercamientos exitosos al análisis del lenguaje y de los géneros discursivos han sido capaces de ignorar efectivamente al contexto. Una dirección clave en la cual el contexto y el evento focal difieren es en su “sapiencia” perceptual. [perceptual salience] Generalmente, el evento focal es considerado como el foco oficial de atención de los participantes, mientras que las características del contexto no están subrayadas de este modo sino que son tratadas como un fenómeno del entorno. El evento focal está ubicado en el centro del escenario, mientras que el contexto constituye el escenario en sí. De acuerdo con esto, las fronteras y la estructura del evento focal son delimitadas mucho más explícita y claramente que como es explicado el fenómeno contextual. El evento focal y el contexto parecen estar ubicados en una relación fundamental de figura/fondo, este es un punto desarrollado en detalle por Hanks en este volumen. Estos temas constituyen el foco principal para el capítulo de Kendon en el cual realiza un análisis detallado de cómo la dirección atencional más importante en un encuentro está sostenida y modelada por la interacción en curso con una dirección desatendida, “un flujo de signos que es asimismo excluido del contenido de la actividad pero que sirve para regularlo, delimitarlo, articularlo, cualificarlo en varios componentes y fases”. Si se mira la relación entre el evento focal y el contexto, se demuestra su relevancia central para una de las conclusiones principales que emerge en estudios contemporáneos del lenguaje y la interacción: el uso de la información del entorno está organizada, reconocida, invocada y

6

Para una revisión del alcance de la pragmática que incluye acercamientos interactivos lingüísticos y filosóficos, vea Levinson (1983)

entendida7 . Queremos usar la perspectiva defendida por Hanks como un punto de partida para discutir algunas de las razones de por qué el análisis del contexto ha demostrado ser difícil e intransigente. 4.1 Focalizar en la figura e ignorar el fondo En nuestra visión, la asimetría fundamental de la relación figura-fondo del evento focal y su contexto tuvo consecuencias importantes en la forma en que estos fenómenos han sido estudiados. Primero, las diferencias en “saliencia” [differences in salience] son acompañadas por diferencias correspondientes en claridad estructural. El efecto de esto es que el evento focal por poseer una estructura más claramente articulada, recibe la mejor atención analítica, mientras que a los métodos para el análisis y para la descripción del contexto, cuyo entorno es más amorfo, no se le da el mismo énfasis. La lingüística ha tomado la estructura segmental del lenguaje como un fenómeno focal clave que es relevante en la producción y organización del habla. Un resultado de esto es una vasta disparidad entre la increíble cantidad de trabajos que se han hecho dentro de la lingüística formal sobre la estructura del lenguaje y la muy pequeña cantidad de investigaciones que se han focalizado explícitamente en la organización del contexto. A excepción de los investigadores de inteligencia artificial interesados en simular procesos inferenciales basados en el discurso (Dyer 1983; Schank y Abelson, 1977; Schank y Reisbeck 1981), los lingüistas formales han sido escépticos sobre los estudios psicológicos orientados hacia el estudio de unidades mentales de comportamiento, tales como manuscritos, planes y otras nociones (Mandler 1979; Nelson 1978, 1981; Parisi y Castelfranchi 1976). De hecho, esta disparidad está fundada no sólo en el análisis formal sino también en la metodología disponible para describir el fenómeno a ser examinado. Durante miles de años, los seres humanos han puesto mucho ingenio y esfuerzo en el desarrollo de métodos para describir y escribir 8 exactamente las distinciones relevantes dentro del torrente del discurso. Pero no ha habido una atención semejante en cuanto a una descripción precisa del contexto de una situación discursiva, y de hecho una tarea importante que afrontan los que estudian actualmente al contexto, es descubrir las características constitutivas del mismo y cómo se describen. En nuestra opinión, este detenimiento del foco en los detalles de la estructura del lenguaje acompañado por un abandono de su contexto, no es accidental, sino que es un soporte fuerte para el argumento hecho por Hanks y Kendon sobre la relación intrínseca entre figura/fondo del evento focal y el contexto9. 4.2 Extracción del evento focal de su contexto para el análisis La articulación estructural del evento focal está marcada por una aparente claridad en su forma, en sus rasgos y en sus límites. El efecto de esto es que se vuelve fácil para los analistas visualizar el evento focal como entidad contenida en sí misma que puede ser 7

La importancia de la dicotomía entre la información de primer plano, vs. la información de fondo, ha sido aceptada por mucho tiempo dentro de los estudios gramaticales basados en el discurso, como muestran las contribuciones de Cooreman (1987), Givón (1983), Hooper y Thompson (1980), entre otros. 8 De hecho, la alfabetización es uno de los procedimientos más importantes a través de los cuales el fondo dentro del cual emerge el lenguaje es sistemáticamente borrado, hecho invisible y excluido del análisis. Esto tiene consecuencias serias acerca de cómo se constituye el fenómeno lingüístico al convertirse en objeto de estudio dentro de paradigmas particulares. Los trabajos en la tradición lingüística derivados de la gramática generativa están basados en ejemplos tomados del habla, las expresiones estudiadas no son espontáneas sino que son construidas por los analistas de acuerdo con problemas teóricos específicos. Las expresiones son consideradas muestras artificiales de posibilidades del lenguaje que provienen de otro lenguaje artificial (aún en artículos de investigadores o informes sobre el habla). El contexto lingüístico para esas muestras muy especializadas del lenguaje consiste de cualquier habla para la lingüística que estudia oraciones escritas, (más que respuestas a las muestras como acciones sociales representadas)

aislada de su contexto y analizada separadamente; un proceso que efectivamente trata al contexto como irrelevante para la organización del elemento focal. Algunas historias aportan un ejemplo clásico. En muchas investigaciones en antropología, folklore y sociolingüística las historias han sido analizadas como paquetes que se autocontienen, como entidades que pueden ser recolectadas en un escenario exótico y luego transportadas al laboratorio del investigador. Está tácitamente asumido que el proceso de sacar la historia de donde emergió y colocarla en un contexto radicalmente diferente y nuevo daña muy poco la estructura intrínseca del mismo. De hecho, varias características de la narrativa llevan a este punto de vista. De esta manera, una historia contada en un lugar puede ser interpretada en otro (como demuestran los hablantes cuando recuentan historias). Mas allá de eso, los participantes generalmente delimitan las fronteras de la historia (Jefferson, 1978) de tal manera que sobre sale de actos de habla como una entidad coherente. Algunos analistas, a partir de esto, han encontrado fructífero y sin problemas describir y analizar la estructura interna de las historias ignorando la interacción en las cual les fue contada la historia por primera vez. El trabajo de Levy Strauss (1963) sobre el mito provee un ejemplo clásico, pero los capítulos de Bauman y Basso en este volumen sugieren que lo que es importante en una historia o un mito no es su contenido sino su intertextualidad (vea también Halliday y Hasan 1976, Kristeva 1981, Silverstein 1985a) En resumen, resulta conveniente poder extraer las formas discursivas de los contextos locales de producción, este proceso es facilitado por la claridad con la cual tanto un evento como una historia pueden ser percibidos como una unidad discreta contenida en sí misma. Pero hay de hecho una cantidad de trabajos focalizados, por un lado, en las contribuciones hechas por la audiencia del que está contando (ver por ejemplo el capitulo especial de Texto en “la audiencia como co- autora” volumen 6.3, 1986, editado por Duranti y Brenneis; C Goodwin 1984; Sacks 1974 y Schieffelim 1986) y por otro lado, focalizados en cómo la estructura interna de la historia refleja su incrustación en un proceso interactivo más amplio (M H Goodwin 1982a, 1982b; ochs; Smith y Taylor 1988). Todo esto nos lleva a preguntarnos si es apropiado analizar las historias separadas de las circunstancias locales de su producción. En el presente volumen, Barman demuestra que los logros analíticos mayores pueden alcanzarse yendo más allá de las suposiciones tradicionales que consideran fácil extraer las historias de su contexto local. Al incluir en el ámbito de su análisis no sólo la historia sino también el proceso por el cual fue contado al investigador, se encuentran con la posibilidad de re –examinar y re- conceptuar un espectro de conceptos que yacen en el corazón mismo del folklore; incluyendo contextualización (en este caso visto como un proceso activo) tradición y genero, ubicándolos en un marco dialógico e interactivo. 4.3 Restricción del análisis a la oración El esfuerzo realizado con el fin de limitar el campo de análisis a partir de considerar unidades fácilmente extraíbles, no se restringe de ningún modo a la elaboración de géneros discursivos tales como la narrativa, sino que constituye un componente principal de la mayoría de los acercamientos contemporáneos al estudio del lenguaje. Por ejemplo, tanto los analistas de la conversación como el círculo de Bajtin (ver especialmente Voloshinov 1973) han demostrado ampliamente que un contexto crucial para el acto del habla es el discurso que lo diseña, dentro del cual emerge el acto de habla a ser focalizado. Este es a su vez uno de los puntos centrales del trabajo reciente de Silverstein (1985a; 1895b) sobre verbos metapragmáticos, también llamados verbos de decir, y su relación con la “cultura” de un texto. Las actitudes y posturas del autor y del personaje hacia una cierta transacción o suceso son a menudo reveladas por un juego intertextual de verbos particulares que enmarcan lo que se está diciendo y revelan o sugieren qué hacer con ello (y con su autor)- a saber, la diferencia entre lo dicho , objetado, interpuesto, gritado, querellado, remarcado, etc. No obstante, la definición de Bloomfiels (1946: 170) de la oración como “una forma lingüística

independiente no incluida, por virtud en alguna construcción gramatical o en alguna forma lingüística más amplia”, y las prácticas metodológicas más recientes de Chomsky, proveen una garantía a las lingüísticas formal para restringir el campo de la investigación hacia la oración individual y sus subcomponentes. No sólo el lenguaje es analizado por separado de sus marcos de participación interactiva, marcos que alinean a los hablantes y los oyentes y actualizan el estado del discurso (para analizar cómo tales marcos de participación son relevantes a la organización del acto de habla que ocurre dentro de ellos, vea, por ejemplo, C Goodwin 1981, Heath 1984, Kendon 1982 y los capítulos de Kendon y de Goodwin y Goodwin en este volumen), sino que además la oración o expresión individual es tratada como si no tuviera relación con el acto de habla que la rodea (a excepción de aquellos signos indexicales tales como los pronombres, los adverbios espaciales, temporales y los demostrativos que evocan o requieren un conocimiento del contexto espacio-temporal o textual para una interpretación del significado referencial-proporcional del acto discursivo dentro del cual ocurren). La oración está, por lo tanto, separada de cualquier contexto relevante y se convierte en un mundo autosuficiente que se contiene a sí mismo. Los desarrollos de la lingüística como ciencia en este siglo han demostrado que limitar el campo de análisis de ese modo, ha sido muy exitoso. Cabe aclarar que lo que logra delimitando las fronteras no es sólo una restricción cuantitativa sobre la amplitud de información con la que una teoría tiene que tratar, sino más bien se logra una distinción cualitativa sobre los topos de fenómenos a ser examinados. La estructura dentro de la oración está bien esbozada, definida y articulada mientras que el fenómeno a ser incluido dentro de su contexto como un campo más que como una figura puede aparecer más amorfo, problemático e inestable. El marco de relevancia establecido por el evento focal en combinación con los intereses analíticos del investigador actúa como una clase de “reflector”en movimiento sobre el campo del contexto, por momentos escoge ciertas características del terreno en la oscuridad circundante, pero luego cambia su foco hacia algo más. Tomar sólo una de las formas del contexto, es el mayor problema analítico. Esto contrasta con la oración individual que provee un ámbito claro, muy estructurado y ordenado, lo cual proporciona una descripción y un análisis sistemático de su organización. Sin embargo, esa claridad analítica puede ser adquirida a costa de ignorar aspectos fundamentales de la forma en la cual los seres humanos construyen, interpretan y usan al lenguaje como rasgo constitutivo de las actividades en las que se comprometen. 5.

Tradiciones en el análisis social del contexto

Uno de los puntos fuertes del presente volumen es la recopilación de las investigaciones sobre la organización social e interactiva del contexto desde varias perspectivas diferentes. El lector tal vez esté familiarizado con algunas de estas tradiciones, pero no esté familiarizado con algunas otras, por lo tanto, es útil resumir algunos de los trabajos de investigación que los capítulos de este volumen usan como punto de partida. Tal visión general ayuda a proveer un contexto a los capítulos, ya que ubica los intereses de cada uno en una dimensión social e interactiva del “contexto” dentro de un campo teórico más amplio. Además esperamos que tener coincidencia de las perspectivas alternativas ayude a promover el diálogo entre las diferentes tradiciones. Las siguientes tradiciones van a ser brevemente examinadas: (1) Precursores etnográficos y (2) Precursores filosóficos de la noción del lenguaje como acción; (3) acercamientos dialógicos soviéticos al lenguaje y al conocimiento; (4) trabajo en interacciones humanas con un énfasis particular en las metáforas cibernéticas y de la dramaturgia; (5) la etnografía de la tradición oral; (6) etnometodología, incluyendo la sociología cognitiva de Cicourel; (7) análisis de la conversación; y (8) Foucault.

Esta revisión destacará aquellos acercamientos al estudio del contexto que sean más relevantes para las perspectivas tratadas en el presente volumen, en especial aquellas que se focalizan en el lenguaje como un fenómenos interactivo socialmente constituido. Provee además una historia selectiva más que una visión detallada de todas las formas en las cuales se ha considerado al contexto como relevante para el análisis de la cognición y del lenguaje humano (una visión detallada requeriría en si misma todo un volumen). De este modo, no trataremos de cubrir los trabajos en pragmática hechos por lingüistas formales y filósofos, en los cuales se tiene en cuenta al contexto para explicar los aspectos del significado que no entran en el alcance de la semántica lógica que incluye el trabajo de Stalnaker (1979), otras tradiciones sobre presuposiciones y mundos posibles (Lewis 1973; 1986); y continúa con propuestas más recientes tales como la noción de Heim (1981) de la “semántica de cambios de archivos” (vea también Kamp 1981) que trata de reconciliar las descripciones de la tradición formal sobre expresiones naturales del lenguaje con fenómenos del discurso que no son expresión fácil en términos de una semántica verdaderamente funcional (por ejemplo, a través de la cuantificación). La intuición básica de estos trabajos, que se dirige hacia las aplicaciones de la inteligencia artificial, es la idea de una serie de presuposiciones en continua evolución que proceden del, y al mismo tiempo afectan al, mundo “actual” así como también a “otros” mundos posibles. Hay también una importante tradición del lenguaje cotidiano que posiblemente deriva de los trabajos tardíos de Wittgensttein pero que tiene una importante vida propia, esta tradición abarca no sólo las teorías sobre los actos discursivos sino también los trabajos que van desde Ryle y Strawson hasta Baker y Hacker (1984). Dentro de la sociolingüística los atributos sociales de los participantes (clase, grupo étnico, género) han sido usados para tener en cuenta la variación del lenguaje (vea por ejemplo Labov 1970, 1972 a ). Este trabajo provee nuevas visiones de los tópicos centrales de la teoría lingüística, como los cambios del lenguaje, y demuestra cómo los fenómenos lingüísticos son relevantes para la organización de las desigualdades sociales en el marco de una sociedad. También se debe considerar que las ideas de Geertzin y Becrian sobre la interpretación de los trabajos de hermenéutica, o sobre la nueva crítica literaria, incluyendo la teoría sobre la respuesta de los lectores (Tomkins 1980), provee otra perspectiva sobre el contexto. A pesar de su valor intrínseco, tomamos la decisión de no discutir estas tradiciones, dado que creemos que tal discusión nos llevaría demasiado lejos. En cambio, nos centraremos en cómo la relación ente el lenguaje y el contexto ha sido analizado desde perspectivas etnográficas e interactivas. 5.1

Un precursor etnográfico

En el ensayo fundacional/seminal sobre “El problema del significado en lenguas primitivas”, Bronislaw Malinowski (1923) elaboró dos temas importantes que figuran en trabajos posteriores sobre el contexto. (1) El lenguaje está situado dentro de un contexto de situación. Después de notar cómo las palabras sólo devienen comprensibles cuando uno toma en cuenta la estructura sociocultural más amplia dentro de la cual se está inmerso, Malinowski plantea que “las expresiones sólo se vuelven inteligibles cuando están ubicadas dentro de su contexto de situación, podría acuñarse una expresión que indique, por un lado, que el concepto “contexto” debe ser ampliado, y por el otro lado, que la situación en la cual las palabras son expresadas no puede ser tomada como irrelevante para la expresión lingüística. Vemos cómo la concepción de contexto tiene que ser ampliada si va a sernos útil para algo. De hecho, tiene que sobrepasar los límites de la mera lingüística y abarcar el análisis de las condiciones generales bajo las cuales una lengua es hablada”. (Malinowski 1923:306)

Malinowski propone que se debe complementar el análisis lingüístico con un análisis etnográfico de las situaciones dentro de las cuales el discurso ocurre. De hecho, él plantea que “el análisis lingüístico nos lleva, inevitablemente, hacia el estudio de todos los temas cubiertos por el campo de la etnografía.” La idea expresada aquí ha motivado a muchas generaciones de antropólogos a unir el lenguaje con el contexto etnográfico dentro del cual emerge (Malinowski 1923:302). (2) El lenguaje de ver ser conceptualizado como un modo de acción práctica más que como un mero reflejo del pensamiento interno y abstracto. Molinowski se dirigió a la división pragmática del lenguaje al observar cómo esto funciona dentro de actividades realizadas por la gente que él estudiaba, como la pesca: “El estudio de cualquier forma de discurso, usado en conexión con el trabajo vital, va a revelar (…) la dependencia del significado de cada palabra con la experiencia práctica y la dependencia de la estructura de cada expresión con la situación momentánea dentro de la cual fue dicha. Así, considerar a los usos lingüísticos en asociación con algún propósito práctico, nos lleva a concluir que el lenguaje debe ser considerado y estudiado en el entrono de las actividades humanas, como un modo de comportamiento humano en cuestiones prácticas.(…) En sus usos primitivos, el lenguaje funcionaba como nexo de actividades humanas, como una pieza del comportamiento humano. Es un modo de acción y no un instrumento de reflexión.” (Malinowski 1923: 321)

Aunque Malinowski inicialmente expresaba estas ideas con referencia a los usos “primitivos” del lenguaje, más adelante dejó de lado la noción de “primitivo” (Malinowski 1935) y estas cuestiones fueron encuadradas como propiedades generales del lenguaje. La Perspectiva que considera al lenguaje como “un elemento indispensable de una acción humana determinada” (Malinowski 1923: 316), lo llevó desde muy temprano a articular una visión del significado como algo incluido dentro de las trayectorias de la acción: “Una palabra es usada para producir una acción y no para describirla, menos aún para traducir pensamientos. La palabra de este modo tiene un poder en sí misma, es un medio para provocar las cosas, es un medio que manipula actos y objetos, y no una definición de ellos.” (Malinowski 1923, 321) “el significado (…) no deviene (…) de la contemplación de las cosas ni del análisis de los acontecimientos, sino de una relación práctica y activa en situaciones relevantes. El conocimiento real de una palabra se hace a través de la práctica de un uso apropiado de ésta dentro de una determinada situación” (Malinowski 1923)

En resumen, Malinowski no sólo introdujo la noción de “contexto de situación” sino que también anticipó trabajos posteriores en pragmática al llamar la atención sobre la importancia del estudio del lenguaje y del proceso a través del cual este es interpretado y deviene significante dentro de sistemas nativos de acción (vea también Malinowski 1935). Además de su influencia en los acercamientos etnográficos al estudio del contexto, el trabajo de Malinowski constituye el punto de partida para un acercamiento al análisis del lenguaje que se extiende desde Firth (1957) hasta Holliday (1973), uno de los gramáticos más comprometidos con la visión instrumental del lenguaje. 5. 2 Acercamiento filosóficos al contexto, intencionalidad y acción. Los filósofos que prestaron atención a las lenguas naturales han adoptado típicamente una de las dos posturas básicas. Frecuentemente, el lenguaje es visto como un mecanismo defectuoso para el pensamiento lógico. Por eso mismo, el esfuerzo se puso en programas para desarrollar un cálculo formal que sobrepase las limitaciones del lenguaje y provea un

marco para un trabajo analítico riguroso. Las investigaciones que se originan en el Círculo de Viena en 1920, o que fueron inspiradas por este círculo, pertenecen a esta tradición. Sin embargo, otros filósofos han negado las suposiciones que subyacen tras esta clase de acercamientos. Plantean que el análisis debe comenzar por tratar al lenguaje como algo incorporado en un contexto de acción humana. Al prestar atención a su naturaleza intrínsicamente contextual, los seres humanos están en condiciones de alcanzar un sentido definido del habla, a pesar de sus recursos indefinidos provistos por el lenguaje como sistema formal. En vez de buscar propiedades específicas de un sistema único, ideal y formal, el análisis debe focalizarse en la variedad de caminos en los cuales el lenguaje se despliega para lograr el entendimiento y la acción en una multiplicidad de situaciones de uso. Dentro de esta perspectiva, el contexto está visto como un componente primordial para la organización del lenguaje. Un ejemplo sorprendente y muy profundo de estas dos posiciones frente al lenguaje, y la tensión dinámica que existe entre ellas, se puede encontrar en el trabajo de Ludwig Wittgenstein. Al principio de su carrera (en trabajos que culminaron en su “Tractatus logico-Philosophicus” [1922]) Wittgenstein propuso una teoría del lenguaje basada en la suposición de una correspondencia uno-a-uno entre las partes del discurso y los aspectos del contexto o de la actividad que está siendo descripta. Este acercamiento aún se basa en la forma predominantemente “referencial” o la “visión reflexionista” (Silverstein 1979) del lenguaje, y ha continuado en la tradición filosófica que prefería las oraciones declarativas (por ejemplo: “el chico le pegó a la pelota”), por sobre las expresiones lingüísticas (por ejemplo, los imperativos, las preguntas). De todas formas, en “Investigaciones filosóficas”, Wittgenstein (1958) se enfrentó a su propio trabajo temprano al decir que el énfasis en el desarrollo de un sistema formal lógicamente coherente e independiente, debe ser reemplazado por un acercamiento focalizado en el lenguaje como una forma de acción (o “una forma de vida”, como él escribió). De esta manera, hace uso del contexto como un punto de partida para descubrir la variedad multifacético del pensamiento y de la acción que se dedican los seres humanos. Por lo tanto, mientras una expresión puede significar una cosa para alguien que ha tomado una barra de caramelo, también quiere decir otra cosa si se usa la misma expresión en un juego de damas, por lo tanto, la misma expresión puede significar cosas diferentes, dependiendo de la actividad natural en la que esté incorporada. Los estudios de oraciones fuera de contexto deben ser reemplazados por una investigación que vaya más allá del acto de habla para analizar las actividades dentro de las cuales ese acto está incorporado, y a partir del cual deviene significante (para la discusión de cómo las actividades son relevantes para el análisis del habla, vea Duranti 1981, 1984, este volumen; Goodwin y Goodwin 1989; y Levinson 1979). Un segundo filósofo que ha influido mucho en el análisis del lenguaje como modo de acción es J. L Austin. Para describir cómo la gente usa las palabras para realizar una acción, Austin (1962) se volcó hacia las convenciones culturales y sociales que proveen eficacia e interpretabilidad a las expresiones preformativas. Por lo tanto, una declaración como: “y ahora los declaro marido y mujer” (dicho en una ceremonia religiosa o civil apropiada) puede cambiar el status material de alguien porque está rodeado por un marco de convenciones sociales sobre qué es lo que constituye un matrimonio y cómo es valido acceder a él. El contexto, en el sentido de un conjunto de convenciones reconocibles, provee la infraestructura a través de la cual las expresiones se interpretan como un tipo de particular de acciones. Más que hablar de condiciones gramaticales (o su equivalente lógico: “condiciones para la correcta formación”), Austin introduce el concepto de “condiciones de felicidad”. Entonces, un acto discursivo no es “gramatical” o “no gramatical”, sino que funciona o falla (si las condiciones no son apropiadas so si cambian). Las condiciones de felicidad que él propone para el acto discursivo son, de hecho, categorizaciones de contexto (por ejemplo, el espectro de participantes necesarios para una ceremonia de casamiento, el

conocimiento manifiesto o implícito y la actitud del hablante y del/ los oyente/s, etc.). Más aún, Austin enfatiza los aspectos interactivos tanto del acto discursivo como del contexto en el que se encuentran. Una de las diferencias mayores entre la teoría de Austin y la gramática generativa, reside en el énfasis propuesto por Austin en las convenciones, en oposición a las estructuras innatas o el conocimiento internalizado (Griffin y Mehan 1981, Strawson 1964). Este es un punto que se hace eso a partir de Wittgenstein (1958) y que concierne a las normas comunitarias en oposición al estado mental del hablante para definir el significado. Trabajos posteriores sobre los actos discursivos (por ejemplo, Searle 1969) fueron, desde nuestro punto de vista, influenciados por el “giro cognitivo” de los estudio lingüísticos característicos de los lingüistas chomskianos y postchomskianos. Tal giro fue originalmente una reacción contra los modelos conductistas sobre el comportamiento verbal, pero tuvo el efecto de facilitar la reintroducción de la psicología en la literatura filosófica sobre la competencia lingüística. Los intereses pasaron de focalizarse en las convenciones y el contexto, a prestar mayor atención a la intencionalidad y los estados psicológicos internos de los hablantes. Este giro se orientó hacia una metodología que desecha la discusión acerca de aquellos aspectos del significado que no pueden ser inmediatamente buscados en el estado mental del hablante (Bach y Harnish 1979, Searle 1983). Cualquier cosa que necesite una referencia a las normas sociales o convenciones que puedan existir más allá de las intenciones consientes del hablante para comunicarse, es visto como problemático para una teoría que toma explícitamente al hablante como el único creador del proceso de dar significado. Esto queda demostrado por la forma en la cual se trata al oyente en algunas versiones de las teorías del acto discursivo. Aunque tanto el hablante como el oyente generalmente entran en la representación de los actos discursivos y de los tipos de actos discursivos, no tienen un status equivalente. El oyente es generalmente una proyección de lo que el hablante quiere de sus actitudes, y raramente es un coparticipante activo en el evento de las expresiones (vea el intercambio entre Clark 1982 y Sperber y Wilson 1982ª, 1982b y el intercambio entre Clark y Carlson 1982 y Allan 1986, con la respuesta de Clark 1986). Es decir, el oyente existe como otro internalizado pero no como un participante actual adicional que pueda guiar la interacción (y la interpretación del habla) hacia direcciones no propuestas por el hablante. Trabajos más recientes sobre la teoría del acto discursivo se han extendido más allá de estas limitaciones al prestar atención tanto a los efectos y a las intenciones como a las secuencias del acto discursivo y el comportamiento de los actos discursivos en las secuencias conversacionales (vea Streeck 1980, 1984; Verschueren 1983). La cuestión del lugar en que se sitúan las acciones, y cuales son estas acciones, se torna mucho más compleja cuando se le presta atención al poder de los receptores y de los hablantes para constituir qué acciones están ocurriendo. Pese a la importancia acordada intencionalmente en el análisis del acto discursivo, no todas las sociedades ven como primordial la intención del hablante, sino que algunas dan a los receptores un poder considerable para determinar qué acto y qué expresión van a ser oficialmente escuchados para construir las acciones (Duranti 1988a, Rosaldo 1982). Hasta en nuestra sociedad hay evidencias claras de que la acción que una franja de discurso conlleva es mutable y competente para realizar cambios y negociaciones dentro de secuencias multifacéticas. Tanto la constitución del acto por diferentes individuos a través de diferentes turnos como las negociaciones con receptores (Ochs, Schieffelin y Platt 1979; Duranti 1981, en prensa) acerca de qué será visto eventualmente como acto (Goodwin 1979, 1981) demuestra que existen situaciones en las que las acciones emergen no sólo desde el hablante, en un solo turno, sino que están definidas a través de un proceso de interacción en el cual los receptores juegan un rol activo. En el presente volumen, Kendon une la cuestión de la intencionalidad con el problema de alcanzar una acción social coordinada, y su análisis revela cómo la

estructura de la intencionalidad, más que estar situada dentro de la mente de un único individuo, tal vez esté distribuida dentro del contexto interactivo. El capítulo de Lindstrom, por otro lado, se inspira en el trabajo de Foucault sobre tecnologías del poder, sugiere que el acto de interpretación- la evocación de algún marco o contexto específico- es un acto de poder, donde los participantes tratan de establecer qué evidencia es aceptable o verdadera, y qué puede ser entendido en un tiempo determinado. La intencionalidad, en esta perspectiva, está profundamente incorporada en las prácticas locales de acción política. La idea de que uno puede construir una teoría de la acción humana con las intenciones del hablante situadas en el centro, se convierte en algo muy problemático cuando prestamos atención a las interacciones actuales y cuando tratamos de ubicar los actos de interpretación dentro del contexto de la lucha política. 5.3

El Círculo de Bajtín y Vigotsky

El fermento intelectual que siguió a la Revolución Rusa de 1917 produjo dos programas de investigación separados pero complementarios, construidos sobre la idea de que el lenguaje y el contexto eran fenómenos independientes, que debían ser analizados por separados el uno del otro. Primero, el Círculo de Bajtín, en una crítica que fue claramente articulada por Voloshinov (1973), planteaba que el punto de vista se Saussure del lenguaje como un sistema abstracto, internalizado en la mente de los hablantes individuales, era inadecuado: “La comunicación verbal nunca puede ser entendida ni explicada fuera de (….) la conexión con una situación concreta. (…) El lenguaje adquiere vida y se desarrolla históricamente (…) en una comunicación verbal concreta, y no en un sistema lingüístico abstracto de formas lingüísticas, ni en la psiquis individual de un hablante” (Voloshinov, 1973, 95).

Esta perspectiva está en consonancia con el “joven” Marx y con el programa del materialismo dialéctico para la construcción de una filosofía de la praxis humana (vea también el trabajo de Gramsci), en el cual se presenta un interjuego entre los procesos subjetivos (llamados psicológicos), y los procesos objetivos (llamados históricos) y en el cual el lenguaje, como manifestación relativamente autónoma de la superestructura, puede jugar un rol importante en la constitución tanto del individuo como de la sociedad. Más que la constitución de un sistema formal, que puede ser extraído con seguridad para un análisis independiente, para Voloshinov (1973: 98): “El lenguaje es un proceso generativo continuo, implementado en la interacción social y verbal de los hablantes”. Voloshinov se opuso a lo que el llamaba “la expresión monológica aislada”(Voloshinov 1973: 94), puso énfasis en las formas en las cuales el lenguaje puede estar incorporado dentro de una matriz de interacción humana, y produjo el campo para los trabajos sobre el poder de contextualización del estilo discursivo. (Bajtín 1981, 1984) Para el trabajo de Bajtín es central la noción de la organización dialógica del lenguaje. Este término puede malinterpretarse si se lo relaciona con visiones sobre las múltiples partes del habla, por ejemplo, un diálogo entre diferentes hablantes. Esto no es lo que Bajtín considera “dialógico”, más bien, él quería llamar la atención sobre cómo una sola parte del habla (una expresión, un texto, una historia, etc.) puede yuxtaponer un lenguaje que es trazo por –y a su vez evoca- el medio ambiente cultural, social y lingüístico local, la interpenetración de voces múltiples y las formas de expresión. Un ejemplo de este uso dialógico del lenguaje es provisto por las novelas de Dostoievski: “La novela de Dostoievski es dialógica. Está construida no como la totalidad de una sola conciencia que absorbe a otras conciencias como objetos en sí, sino como algo formado por la interacción de diferentes conciencias, ninguna de las cuales se convierte en su totalidad en un objeto para la otra. Esta interacción no otorga un apoyo al observador que objetivaría un evento entero de acuerdo con algunas de las

categorías fonológicas cotidianas. (…) Todo en la novela está estructurado para que la oposición dialógica no pueda escaparse” (Bajtín 1984:18)

Un ejemplo prototípico de la forma en la cual se crean las oposiciones dialógicas, se encuentra en el estilo discursivo; en el cual el acto de habla citado por una de las partes está incorporado dentro del discurso de la otra parte. Voloshinov plantea las diferentes maneras en las cuales la voz del autor o del personaje se puede infiltrar en el discurso de la otra. Como fue desarrollado en la noción de “metapragmática” de Silverstein (Silverstein 1985a, 1985b), los verbos de decir son ideales para enmarcar los mecanismos que expresan las ideologías lingüísticas locales, y por lo tanto, pueden ser aprovechados por el autor o los hablantes y por los analistas para llegar al interjuego de interpretaciones alternativas del contexto o del acto de habla. Los géneros discursivos varían en la extensión en la cual permiten la organización dialógica (narrativa versus escritura científica). En este volumen, Barman toma a Bajtín como punto de partida para repensar cómo los folkloristas han analizado tradicionalmente tanto los géneros como el concepto de tradición en sí mismo. La perspectiva de Bajtín sobre la relación entre lenguaje y contexto, anticipa muchos de los problemas teóricos contemporáneos que estimulan a los presentes intentos de repensar el contexto en campos tan variados como el análisis conversacional, el marco de análisis de Goffman (1974), la crítica de Haberlas (1970) sobre la competencia monológica en la lingüística chomskiana, y en el presente interés por desarrollar una perspectiva dialógica bajtiniana dentro de la lingüística y la antropología (Brenneis 1986, Duranti 1988a, Duranti y Brenneis 1986, Hanks 1987, Hill 1985, Macaulay 1987, Tedlock 1983). Un segundo intento por ubicar la génesis del pensamiento y del lenguaje dentro del contexto constituido a través de un proceso dinámico de interacción social, puede encontrarse en el trabajo de Vigotsky (1962, 1978) y sus dos colegas más cercanos, Luria (1979) y Leont´ev (1981a, 1981b). Poniendo el foco en el desarrollo del lenguaje y la cognición, Vigotsky tomó el punto fuerte reivindicado por Piaget (1959) según el cual antes de usar el lenguaje socialmente, los chicos pasan primero por un estadio caracterizado por el discurso egocéntrico. Vigotsky se opuso a Piaget a través de una serie ingeniosa de experimentos en los cuales demostraba que el discurso “egocéntrico” estaba muy influenciado por el contexto social en el cual ocurría. Como observa Emerson (1983): “Piaget estaba en lo cierto cuando observaba que el discurso privado y el socializado se interceptan en este estadio, pero el desarrollo no sigue las líneas de lo propuesto por Piaget, sino que se dirige en la dirección opuesta. El niño no externaliza sus pensamientos internos, sino que internaliza las interacciones verbales externas”.

Para Vigotsky, la reubicación del discurso autista egocéntrico, colocándolo en el contexto social de la adquisición del lenguaje, era sólo una parte de una labor mucho más amplia: demostrar que el lenguaje y la conciencia están alojados dentro de una matriz de actividad social, y que este sistema de actividad, y no el individuo aislado, debería ser el foco de estudio más importante. Por lo tanto, cuando cambió el foco de su estudio hacia la inteligencia, no se centralizó en el rendimiento individual de un niño, como hace la mayoría de los psicólogos occidentales, sino que se focalizó en el proceso de interacción entre el chico y su maestro. Para Vigotsky, lo que debería ser medido no es lo que el niño sabe antes de un examen sino la habilidad del niño para interactuar con los que lo cuidan, de manera de extender su conocimiento presente hacia nuevas fronteras. La diferencia entre lo que un niño puede hacer por sí mismo, y lo que puede hacer con la colaboración de un adulto, es lo que constituye la “zona de desarrollo proximal”. Vigotsky plantea que “lo que hoy es la zona de desarrollo proximal, va a ser el nivel actual de desarrollo de mañana” (Vigotsky 1978: 87) En este marco de trabajo, los procesos intrapsicológicos (es decir, internos) típicamente se

elevan primero al nivel interpsicológicos (es decir, social). En la coordinación con el medio ambiente y con otros miembros de su comunidad más competentes, el niño llega a sacar mayor ventaja de las herramientas, y son los símbolos una de las herramientas mas importantes. Las palabras son vistas, por lo tanto, como una clase de herramientas que funcionan como mecanismos mediáticos, En este plan, el lenguaje es parte, desde el principio, de una interacción, de un sistema de actividad en donde el desarrollo puede tener lugar. Si el desarrollo del lenguaje comienza como parte de una matriz social, y el discurso egocéntrico del niño es, de hecho, el discurso social internalizado, entonces deberíamos preguntarnos si son adecuados los modelos de adquisición del lenguaje de los niños basados en la noción de la estructura lingüística como un nivel independiente, no afectado en su naturaleza básica por las condiciones de uso del lenguaje. De hecho, parecería que cualquier clase de mecanismo de adquisición del lenguaje debería servir tanto para leer, es decir, para interpretar, como para reformular (o filtrar) algunos aspectos del contexto que dan sentido y forma a las señales del discurso. Un mecanismo que solo apunta a decodificar formas separadas del contexto, no estaría en condiciones de decodificar formas separadas del contexto, no estaría en condiciones de decodificar las nociones relevantes. Las ideas y la perspectiva teórica de Vigotsky permanecen vivas aún hoy, y ejercen nuevas influencias, no sólo en la Unión Soviética sino también en los Estados Unidos, donde el acercamiento a las nociones del lenguaje, inteligencia, aprendizaje y tecnología originados por Vigotsky son tenidos en cuenta por los estudiantes interesados en la investigación sobre la cognición, el lenguaje y la educación como fenómenos incorporados dentro de contextos sociales. La influencia del contexto en las operaciones cognitivas está bien ilustrada por el estudio de Scribner (1984) acerca de cómo la organización espacial del material en un depósito, es utilizado en las operaciones matemáticas que los trabajadores llevan a cabo cuando hacen un inventario. También lo ilustran los trabajos de Scribner y Cole (1981) sobre la alfabetización (vea también Cole, 1985, Cole y Griffin 1987, Laboratorio de la Cognición Humana Comparativa 1983, Newman, Griffin y Cole 1984), y las investigación de Suchman (1987) sobre la organización de la actividad en situación. Lave (1988) distingue un acercamiento para las operaciones matemáticas basado en la práctica e incorporado en un contexto con una postura tradicional sobre la cognición, tanto en la psicología como en la antropología. El rol del contexto es también central en el acercamiento al análisis de los procesos educativos desarrollados por Mc Dermott (1976, Mc Dermott y Gospodinoff 1979, Mc Demott, Gospodinoff y Aron 1978), Erickson (1982), (Erickson y Shultz 1981), Cook- Gumperz (1986, Cook- Gumperz, Corsaro, y Streeck 1986) y John Gumperz y sus estudiantes (Gumperz 1982b). 5.4 Interacción humana La organización de la interacción humana es central para las distintas formas de análisis del contexto. Primero, la interacción cara a cara provee un lugar primordial para la producción de habla. Las características de la interacción cara a cara, por lo tanto constituye un ejemplo primordial para el análisis del contexto. En segundo lugar, en tanto que la interacción cara a cara va a acompañada del trabajo en colaboración de individuos separados, provee un ejemplo elemental de la organización social humana. El habla en uso es una forma de acción social. Mas aún, la forma en la cual el habla en interacción está diseñada y modelada por las propiedades sociales de su medio ambiente interactivo, aclara la organización básica del lenguaje en sí mismo (Schegloff, este volumen). Tratar la interacción humana como un contexto central para el discurso provee una visión extendida del lenguaje, que une la producción del habla con la organización social sistemática. En tercer lugar, dentro de la interacción los participantes se enfrentan con la tarea de llegar a entenderse, y como parte de

ese proceso enfrentan con la tarea de explicar a los otros su manera de entender los eventos en curso en un momento en particular (vea por ejemplo los capítulos de Goodwin y Goodwin y de Cicourel en este volumen). Llegar a un acuerdo compartido sobre los eventos que encuentran los miembros de una sociedad en el mundo fenomenológico, es central tanto para lo que los antropólogos han analizado tradicionalmente como cultura, como para la organización social del conocimiento y la intersubjetividad, que ha sido un tópico importante para la etnometodología (Cicourel 1973, en este volumen; Garfinkel 1967; Heritage 1984) Finalmente, la interacción cara a cara es inherentemente dinámica. Cada expresión, y los eventos dentro de una sola expresión, cambian sutilmente según los modos del contexto operativo del momento (vea Heritage 1984, y los capítulos de Duranti, Goodwin y Goodwin, Gumperz, Hanks, Kendon, Lindstrom, y Schegloff en este volumen). La interacción cara a cara, por lo tanto, provee una oportunidad para analizar el lenguaje, la cultura y la organización social, como componentes integrados de un solo sistema de acción, más aún, se ocupa de tales procesos como fenómenos dinámicos intrínsicamente limitados en el tiempo. Ninguna visión detallada del contexto puede ignorar el análisis de este punto. Investigaciones tempranas importantes sobre las propiedades de la interacción cara a cara pueden encontrarse en el trabajo del antropólogo Gregory Bateson (una presentación importante de sus ensayos se puede encontrar en Bateson 1972). Bateson ayudó a formular algunas de las teorías y metodologías más básicas para el estudio de la comunicación humana. Por ejemplo, él fue uno de los fundadores del campo de la cibernética. Cuando realizaba trabajos de campo en Bali con Margaret Mead, fue uno de los pioneros en el uso de la filmación como una herramienta de investigación para el análisis de la interacción humana. Más adelante, organizó el Proyecto Bateson sobre la comunicación humana, un grupo de investigación cuyos trabajos tuvieron consecuencias de gran alcance para los estudios siguientes sobre la interacción cara a cara. Uno de los procesos que este grupo analizó fue la terapia. Su trabajo lo llevó a reconceptualizar el término de “enfermedad mental” que anteriormente había sido tratado como algo localizado dentro del individuo (por ejemplo, por Freud, etc.) y él lo consideró un fenómeno interactivo. Trabajos tempranos sobre la teoría y la terapia que ellos llamaron “doble vínculo” los llevó a cambiar la visión del análisis y la terapia desde el vínculo paciente-psiquiatra, para abarcar las unidades sociales relevantes en las cuales se incorpora el “paciente”, particularmente la familia. Este trabajo ayudó q encontrar el campo de la terapia familiar y tuvo gran influencia en otros acercamientos sociales al fenómeno psiquiátrico. Como parte de esta investigación, Bateson organizó un equipo interdisciplinario, incluyendo lingüistas, antropólogos y psiquiatras para analizar intensivamente las películas sobre interacciones. Pese a que la publicación del trabajo final de este equipo se retrasó por muchos años, el trabajo en este proyecto produjo miradas originales sobre la organización de la interacción cara a cara, incluyendo el reconocimiento de la importancia de la Metacomunicación, el desarrollo de la quinesis como una disciplina, el estudio intensivo de cómo el habla-el paralenguaje- y los movimientos del cuerpo estaban relacionados entre ellos, etc. Un análisis similar de las películas de las sesiones de terapia fue hecho por Albert Scheflen en el Hospital Estatal de Bronx, y llevó a importantes conclusiones sobre cómo los participantes usan el alineamiento espacial de sus cuerpos para comunicar sobre su interacción (Scheflen 1963, 1964, 1966, 1971, 1973) uno de los colaboradores de Scheflen fue Adam Kendon, cuyo capítulo en este volumen provee un muy buen ejemplo de cómo la orientación espacial y otros fenómenos en una “dirección desatendida”, proveen organización para los eventos que son el foco oficial de su atención. En trabajos posteriores Scheflen investigó cómo las características del escenario (por ejemplo, el tipo de eventos en progreso, el arreglo de los muebles en un cuarto, etc.) modelan la interacción, y realizó un estudio transcultural intensivo sobre cómo los miembros de diferentes grupos étnicos usan el espacio en sus casas. El trabajo basado en

material visual tanto de Bateson como de Scheflen, tuvo una influencia considerable en la investigación de especialistas posteriores. Los intereses de Bateson no estaban restringidos, bajo ningún punto de vista, al discurso terapéutico. Mirando a las nutrias jugar en el zoológico, hizo una observación crucial, las nutrias eran capaces de enmarcar [framing ] su comportamiento, de manera tal que las acciones que en otras circunstancias serían caracterizadas como hostiles y agresivascomo mordeduras y golpes, por ejemplo- eran reconocidas no como algo problemático sino como parte de un juego. Al construir a partir de esta clase de observaciones Bateson prestó atención al rol crucial del “enmarcamiento” [framing] en la organización de las interacciones en general. De hecho, el enmarcamiento ofrece un ejemplo prototípico de contexto (considérese, por ejemplo, cómo el narrador enmarca su historia en el capítulo de Bauman, la forma en la cual la configuración de las posturas crean un marco al torrente del habla en el análisis de Kendon, el marco provisto por los géneros discursivos en el capítulo de Lindstrom, etc.) Bateson creó un trabajo preliminar para una visión ecológica y contextual de fenómenos tan diversos como el juego, la estructura familiar, el arte y la mente. Su trabajo tuvo una influencia muy fuerte en el acercamiento al contexto, a las claves (de contextualización), y al “análisis del marco” [frame analysis] desarrollado por Irving Goffman (1974). Un número de perspectivas analíticas diferentes e importantes para el análisis de ka interacción cara a cara se encuentra en el trabajo de Irving Goffman. Con respecto a los capítulos en este volumen, es útil distinguir dos direcciones en el trabajo de Goffman. La primera, que es más prominente en sus primeros trabajos (especialmente Goffman 1961, 1963,1967 pero también 1974), provee una variedad de estructuras analíticas para la descripción y el análisis de todos los tipo de interacciones que contienen múltiples partes. Goffman empieza por diferenciar la interacción no focalizada (que ocurre cuando dos o más individuos tienen un acceso mutuo, por ejemplo cuando extraños pasan por la calle), de la interacción focalizada, “la clase de interacción que ocurre cuando las personas tienen una relación próxima y cooperan abiertamente para sostener un solo foco de atención” (Goffman 1963: 24), por ejemplo, las conversaciones, los juegos de cartas, las operaciones quirúrgicas, etc. Luego, ofrece varias categorías analíticas para describir las características estructurales de cada una de estas situaciones, por ejemplo, intervenciones primarias y subordinadas, protección de las intervenciones, reglas que gobiernan la accesibilidad, diferentes clases de regiones espaciales, estructuras de información. Fronteras de comunicación, propiedades situacionales, etc. Goffman es cuidadoso al tener en cuenta en la interacción tanto los escenarios físicos como los sociales (por ejemplo, en Goffman 1971, presta considerable atención a la distinción entre el espacio público y el espacio privado en nuestra sociedad), y de hecho, uno de los niveles de su trabajo, provee una etnografía importante sobre la sociedad de clase media. De particular relevancia para el trabajo en el presente volumen es el análisis de las estructuras participantes que él provee, diferenciando por ejemplo, aquellas estructuras que están dentro de un encuentro (hablante, oyente, destinatario, etc.). Los temas encontrados en esta dirección de los trabajos de Goffman están más explícitamente desarrollados en el capítulo de Kendon en este volumen, que investiga cómo las características que definen a un encuentro focalizado, la organización en colaboración cara a cara (otro análisis sobre la organización en colaboración de las intervenciones mutuas, puede ser hallada en el capítulo de Goodwin y Goodwin) La otra dirección teórica del trabajo de Goffman investiga los marcos que pueden ser invocados por un único hablante dentro del acto de habla en sí mismo. El análisis de Goffman provee un buen ejemplo, tanto en El “Marco del Análisis del Habla” (uno de los capítulos finales de Análisis del Marco, Goffman 1974) como en “Posicionamientos” (Goffman, 1981), de las diferentes entidades que pueden ser invocadas por un hablante

dentro de un fragmento del acto de habla: (a) el autor de las palabras dichas; (b) un actor principal, o parte oficialmente responsable de lo que está siendo dicho (que podría, como en el caso del Presidente o de la prensa, ser bastante diferente de la persona que está realmente hablando); (c) el animador o entidad que está actualmente hablando; (d) una figura o un protagonista animado por el hablante, por ejemplo, el personaje de una historieta. El hablante puede animarlo como figura usando el pronombre “yo”. Nótese que estas entidades pueden ser ejecutadas por un único hablante dentro de un acto de habla. Es “dialógico” en el sentido bajtiniano (y de hecho las formulaciones de Goffman sobre estas distinciones han sido influenciadas por las investigaciones de Voloshinov (1973) sobre estilos discursivos) más que “dialógico” en el sentido conversacional de un estado de habla sostenido a través de la acción en colaboración de múltiples participantes. Aunque Goffman incluye varios tipos de receptores en sus análisis sobre el status de participación (1981:131-7), el modo en el cual su aparato conceptual provee recursos para describir cómo los hablantes construyen marcos de participación ha tenido gran influencia en estudios posteriores. (Hanks 1990, Levinson 1987). Sólo pocos estudiosos han focalizado la investigación empírica en lo que tanto los receptores como los hablantes realmente hacen para constituir un estado del habla. 5.5

Etnografía del habla

Siguiendo la noción de Malinowski de “contexto de situación” y el esquema de evento discursivo de Jakobson (1960), el modelo de habla de Hymes (1972) representa un cambio mayor en la elección de unidades de análisis: por primera vez (vea también Hymes 1965) una unidad no lingüística, el evento, se convierte en el marco de referencia para la interpretación del discurso. Esto ha tenido diferentes consecuencias para el análisis del contexto, la más importante es que el contexto no es definido sobre la base de qué es lo que se necesita para interpretar un conjunto particular de fenómenos lingüísticos. Más bien, los etnógrafos intentaron generar una descripción de cuáles son las dimensiones más importantes del evento sobre la base de categorías culturalmente definidas, antes o mientras se presta atención a la interpretación lingüística. Las taxonomías nativas del evento comunicativo, informan el análisis del habla y viceversa (Barman 1977, 1986; Barman y Sherzer 1974; Duranti 1981; Sherzer 1983). La grilla propuesta por Hymes define un amplio espectro de fenómenos bajo el rubro de “contexto”. Con respecto a los estudios gramaticales y a los acercamientos filosóficos mencionados anteriormente, la diferencia más importante es la introducción de la categoría de “participante” en el análisis. Esto es, el análisis va más allá del vínculo hablante-oyente y toma un número mayor de distinciones en consideración. El estudio de la oratoria nos ha enseñado, por ejemplo, que en determinados momentos el hablante necesita diferenciarse de lo dicho, y que el oyente tal vez necesite diferenciarse del destinatario (vea los artículos de Bloch 1975 y Brenneis y Myers 1984) o diferentes clases de destinatarios tal vez necesitan ser tomados en cuenta (vea por ejemplo, la decontrucción extensa del término “hablante” “oyente” en el análisis de Goffman de “Posicionamiento” 1981: 124-69; y de Levinson 1987). En los últimos años, las investigaciones dentro de la lingüística antropológica y el análisis conversacional han desarrollado estos conceptos en un intento por definir el trabajo en colaboración, aunque con diferencias, hecho por los participantes en una ejecución verbal pública (vea Brenneis 1978, 1986, 1987; Du Bois 1987; Duranti 1986, 1988b; C. Goodwin 1986, Haviland 1986). Mientras que en la teoría del acto discursivo el contexto usualmente no va más allá del hablante y el oyente, en el acercamiento etnográfico se tienen en cuenta una cantidad de otros aspectos del evento discursivo, por ejemplo, las dimensiones espaciales y temporales del evento (vea Duranti 1981, 1985). Particularmente, este es el caso del estudio de las

actividades institucionales y los rituales (por ejemplo las interacciones dentro de una clase, las reuniones políticas), que tienden a usar marcadores lingüísticos para definir el ámbito espacio-temporal de fenómenos que son relevantes para el habla que se está produciendo. Otros elementos del modelo de “habla” también ofrecen una alternativa para la noción más limitada de contexto propuesta dentro de la teoría del acto discursivo. Por ejemplo, el estudio de los géneros implica prestar atención a las unidades del discurso más amplias que la oración de (Bauman 1977, 1986; Sherzer 1983). La noción de género asume una complejidad de factores lingüísticos y extralingüísticos que pueden ser aprovechados para un análisis integral de las ejecuciones discursivas como inherentemente dialógicas y constitutivas de la realidad social. Esta es la dirección de estudio de los géneros recientemente inspirada por el trabajo de Bajtin y su Círculo (vea por ejemplo el capítulo de Barman en este volumen y Hanks 1987). La atención hacia las unidades más amplias de análisis y los contextos de su producción, también lleva a preguntar sobre la validez transcontextual y trans cultural de dar por sentado los actos discursivos como prometer y alabar. Cuanto mayor atención le prestamos a los actos de habla actuales y a las prácticas que contienen, más nos daremos cuenta de que cualquier acto de interpretación es un acto social, y que los participantes deben continuamente negociar lo que es dicho, y cuál es la interpretación apropiada (vea Lindstrom. Este volumen; Duranti 1988a, Rosado 1982). Un acto discursivo dado, por ejemplo alabar y prometer, es visto dentro del contexto más amplio de un discurso ejecutado en una ocasión determinada dentro de expectativas socioculturales particulares. El foco sobre las claves, -un aspecto del comportamiento comunicativo analizado por Bateson (1972) y Goffman (1974)- también pone el acento sobre la necesidad de considerar aspectos multifuncionales de las expresiones lingüísticas, ya que la misma expresión puede llevar diferentes mensajes al mismo tiempo, es decir, ante una proposición dada hay una interpretación local apropiada, por ejemplo, la misma proposición puede ser seria o irónica, etc. Ha sido muy importante la atención hacia estos factores para expandir las nociones actuales de contexto y hacerlas más receptivas a las normas y expectativas culturales específicas. El acercamiento a la etnografía de la comunicación establecida por Gumperz y Hymes, incluye ahora otras líneas prósperas de investigación. Por ejemplo, Gumperz y sus colaboradores (Gumperz 1982a, 1982b) han dedicado considerable atención al análisis del contexto como un proceso de inferencia, al estudio de las pistas de contextualización a través de las cuales el contexto es invocado y al estudio de cómo la carga cultural de tales pistas puede llevar a malentendidos en escenarios trans-culturales. Algunos de estos temas los plantea Gumperz en detalle en su capítulo de este volumen. Para una visión más detallada de las investigaciones producidas por Hymes y sus estudiantes, vea Duranti (1988b) 5.6

Etnometodología

Esta perspectiva importante sobre el contexto no emerge del estudio del lenguaje en sí mismo, sino de sociólogos interesados en el análisis sistemático de la construcción llevada a cabo por los miembros de una sociedad de los eventos en los cuales participan. Entre los etnometodologistas se incluye a Aaron Cicourel (Cicourel, 1964, 1968, 1973, 1974; Cicourel y Kituse 1963, Cicourel et al. 1974) y Harold Garfinkel (Garfinkel 1967; Garfinkel y Sacks 1970, Garfinkel, Lynch, y Livingston 1981). Ellos están interesados en el más básico de todos los fenómenos sociales: la forma en la cual se constituyen el orden social y la organización social. Para que los individuos por separado se comprometan en acciones sociales coordinadas, deben reconocer conjuntamente qué actividades están en progreso y

qué deben hacer los presentes para ejecutar esa actividad. La cuestión central de la intersubjetividad (es decir, cómo los individuos separados están en condiciones de saber o de actuar dentro de un mundo en común) es considerada una característica constitutiva de la acción social. Lo que la etnometodología (desde Husserl y a través de Schutz) define como el problema de la intersubjetividad puede verse como un esfuerzo por contestar la pregunta sobre la negociación de los miembros y el alcance de un contexto común. Muchos teóricos sociales tradicionales saltean este problema asumiendo que a través de procesos psicológicos, como la internalización de los miembros de una sociedad, automáticamente reconocen las escenas que confrontan y son motivos para ocupar sus lugares dentro de esas escenas. El análisis puede entonces focalizarse en aspectos más amplios del sistema social, mientras que la actividad cognitiva de los actores actuales es tratada como epifenoménico o deficiente (Heritage 1984). A los actores sociales cotidianos se los conceptualiza como “incapaces para opinar” (Garfinkel 1967), ya que están incorporados en una matriz de acción que excede su comprensión. El contexto de su entendimiento existe antes que su acción en el mundo. Los etnometodologistas plantean que tanto la intersubjetividad como el orden social visible en la acción coordinada, se adquieren a través del trabajo cognitivo y social en curso, momento por momento. Los participantes despliegan para los demás su entendimiento de los eventos en los cuales están comprometidos, esto es parte del proceso a través del cual estos mismos eventos son ejecutados y constituidos como actividades sociales. En vez de “incapaces para opinar”, los etnometodologistas encuentran que los actores están al tanto de los eventos sociales que están produciendo, y son poseedores de una vida cognitiva organizada socialmente, la cual es muy rica y variada. Parte de esta riqueza deviene de la forma en la cual la acción social se incorpora en los escenarios y las instituciones de una sociedad, desde el habla cotidiana y hasta la ciencia abstracta (KnorrCetina, Mulkay, y Mulkay 1983, Lynch, 1982, 1988; Lynch, Livingston y Garfinkel 1983). El análisis de la manera en que los participantes llevan a cabo el orden social requiere una investigación detallada, desde adentro hacia fuera, de los escenarios nativos y de las actividades de una sociedad. Dentro de la etnometodología existen fuertes disputas sobre variados temas, incluyendo la relevancia del trabajo de campo etnográfico. En su capítulo en este volumen, Aaron Cicourel, uno de los fundadores de la etnometodología, trata algunas de estas cuestiones, y demuestra cómo una vasta cantidad del conocimiento de los miembros situados dentro de escenarios específicos y de actividades específicas, deben desplegarse para entender incluso un breve período de un acto de habla. 5.7

Análisis de la conversación

El análisis de la conversación es un campo de estudio que emergió dentro de la sociología a través del trabajo de Harvey Sacks, Gail Jefferson, Emanuel Schegloff y sus colegas. Se le da una mayor importancia al análisis del habla como un cuerpo de prácticas sociales en situaciones dadas. Este trabajo emerge de una larga tradición etnometodológica. Garfinkel y Sacks (1970: 342) reconocen el lugar central que el lenguaje ocupa en la organización del fenómeno social humano cuando consideran al actor social básico con un dominio del lenguaje natural. Este dominio incluye la habilidad para comprender más de lo que es explícitamente dicho dentro de un fragmento de habla, a partir de situarlo tanto dentro de estructuras nativas de conocimiento de sentido común como dentro de circunstancias prácticas y de actividades particulares que parten del habla de las que forman parte. El análisis, por lo tanto, fue cambiando desde la oración sola, que es el foco de estudio de la lingüística, hasta la expresión incorporada dentro de un contexto:

“La acción de un hablante está modelada por el contexto, de tal forma que su contribución hacia una secuencia de acción en curso no puede ser entendida adecuadamente excepto por referencia al contexto en el cual el hablante participa, -incluyendo especialmente la configuración inmediatamente precedente de las acciones. Esta contextualización de expresiones es un procedimiento inevitable que los oyentes usan y en el cual se basan para interpretar las contribuciones conversacionales, y es también algo a lo cual los hablantes prestan atención en el diseño de lo que están diciendo”. (Heritage 1984: 242)

De hecho, la producción del habla es doblemente contextual (Heritage 1984: 242) ya que una expresión que le sigue a otra no sólo se basa en el contexto existente para su producción y su interpretación, sino que también esa expresión es por sí misma, un evento que modela un nuevo contexto para la acción que vendrá luego. Considere, por ejemplo, la forma en la cual una pregunta, al formularla, produce una respuesta a esa pregunta. Como modo de acción, una expresión invoca para su interpretación el campo social del cual emerge, mientras simultáneamente crea una nueva arena para la acción siguiente. Cuando es visto desde esta perspectiva, el habla ya no es analizada como un código sintáctico o como un medio que comunica eventos en un mundo externo, sino más bien como un modo de acción incorporado en la interacción humana. Los analistas de la conversación tratan de describir los procedimientos usados por los participantes en una conversación para producir y entender ese comportamiento. Un foco clave para investigación para producir y entender ese comportamiento. Un foco clave para la investigación de los analistas de la conversación ha sido la organización secuencial, es decir, las secuencias del habla más amplias dentro de las cuales las expresiones y los actos discursivos emergen y son interpretados (Sacks, Schegloff y Jefferson 1974). Como Heritage y Atkinson (1984: 6) notan: “las expresiones que suceden empíricamente nunca son externas a ciertas secuencias específicas. Cualquier cosa que sea dicha, va a ser dicha en un contexto secuencial, y su fuerza ilocucionaria va a ser determinada por referencia a lo que lleva a cabo en relación a alguna expresión secuencial anterior, o a algún conjunto de expresiones. Mientras que un estado del habla prevalezca, no habrá escapatoria para estas consideraciones. Mientras que secuencias no desplegadas, y sus turnos constituyentes, sean aspectos analíticos inevitables para los interactuantes, proveerán un punto de partida poderoso y accesible hacia el contexto inevitable del habla actual”.

Esta clase de acercamiento al estudio del comportamiento cara a cara, contribuye mucho con un espectro de temas teóricos y metodológicos de interés para los antropólogos culturales (M. H. Goodwin 1990, Moerman 1988). Por ejemplo, los participantes en una conversación tienen el trabajo de proveer los movimientos que acompañan al habla que se lleva a cabo, así, estos movimientos demuestran qué sentido le están dando al habla. Es posible, por lo tanto, ver cómo los miembros de un grupo interpretan la interacción en el cual están participando sin tener que contar con los temas que transmiten a los antropólogos a través de entrevistas o en conclusiones analíticas sobre las intenciones de los hablantes. Más aún, este proceso nativo de interpretación une los fenómenos culturales y sociales, y el hecho de que los participantes analíticos estén participando es un elemento constitutivo de la organización social alcanzada y manifestada a través del habla interactiva. La estructura conversacional, por lo tanto, provee un procedimiento de prueba poderosa que es bastante relevante para algunos de los temas teóricos que han sido por mucho tiempo foco de la teoría etnográfica. El análisis de la conversación está representando más claramente en este volumen en los capítulos Schegloff y Goodwin y Goodwin. En estos capítulos, el análisis del contexto y de la organización secuencial es explorado en una variedad de diferentes niveles. Por lo tanto, la primer parte del capítulo de Goodwin y Goodwin se enfoca en la organización

interactiva de las actividades que ocurren dentro de una sola expresión. Schegloff investiga cómo los eventos que parecen desconectados de su contexto local, cuando son examinados en un nivel micro, se puede descubrir que están organizados en secuencias mucho más amplias. Finalmente, el análisis sobre instigaciones describe cómo la estructura interna de las historias está modelada por proyectos sociales más amplios dentro de los cuales la producción narrativa está incorporada (por ejemplo, al contar una historia en donde el receptor es un personaje principal, el hablante puede iniciar al receptor a una historia en donde el receptor es un personaje principal, el hablante puede incitar al receptor a una futura confrontación con alguien que es retratado como alguien que cometió ofensas contra él o ella). En resumen, el análisis de la conversación provee un análisis del lenguaje como un modo de interacción que se basa en el contexto para la interpretación de la acción que al mismo tiempo modela, expande y cambia al contexto. 5.8

Foucault

Finalmente, queremos tratar otra rama del pensamiento analítico de la tradición occidental que ha tenido un gran impacto en nuestras nociones actuales de contexto, el trabajo del historiador francés Michel Foucault. A través de una serie de lecturas y publicaciones extremadamente originales y provocadoras, Foucault reexaminó la historia de las ciencias humanas, las prisiones, la locura, la salud pública, y cómo estas instituciones afectan a los individuos y a la percepción de sí mismos, la sexualidad, y el sentido de su existencia. La contribución de Foucault iluminó vastos dominios del poder que, por lo general, son subinstitucionales, y por lo tanto, ocultos. Estas son, en general, condiciones culturales inconscientes, reglas y prácticas que gobiernan lo que la gente hace con sus cuerpos, cómo se comunican, cómo se relacionan entre ellos, como desean, como temen y todo lo demás. Todo “conocimiento”- o lo que podríamos llamar “dominio” cultural – lleva con él una red de poder sub-institucional, en la cual nos enredamos en el momento en que empezamos a aprender y a usar el conocimiento socialmente. Siguiendo la práctica postestructuralista, Foucault llama “discurso” al dominio cultural. Discurso aquí, no debe ser confundido con su uso en otras tradiciones analíticas, en las cuales es el flujo de la conversación o un texto mayor que una oración. Más bien, para Foucault, un discurso es un complejo cultural de signos y prácticas que regulan cómo vivimos socialmente. Así, el “discurso” de Foucault tiene muchas similitudes con el “habitus” de Bourdieu –la mayoría son formas no pensadas, aunque aprendidas, de pensar, de sentir y de actuar. Como en el caso de Bourdieu, Foucault estaba interesado en proveer una solución a la dicotomía entre, por un lado, las condiciones de existencia sociohistóricas y económicas predeterminadas y sus emergentes, y, por el otro lado, las propiedades socialmente negociadas. El reino de las prácticas discursivas descubiertas por Foucault provee una unión analítica entre la experiencia emocional más subjetiva, y lo objetivo de las instituciones. Como se observa en el capítulo de Lindstrom, lo que es relevante, desde el punto de vista de nuestra redefinición de la noción de contexto, es el acento que Foucault pone en la relación intrincada que subyace entre los marcos interpretativos que usamos en la vida cotidiana (a través de varias actividades y roles institucionales) y las relaciones de poder implícitas que cada marco implica, aprovecha y, al mismo tiempo, ayuda a reproducir (por un camino diferente, temas similares son discutidos por Cicourel en este volumen). Por lo tanto, Foucault discute, por ejemplo, cómo los dominios del conocimiento científico son protegidos por la operación de la norma “disciplinaria”- a través de la operación de reglas que limitan quién puede “hablar” de ciencia y quién la puede usar públicamente, eso hace que determinado discurso parezca científicamente verdadero, otro parezca falso, y alguno sea simplemente “silenciado”, es decir, ni siquiera audible. Es entonces cuando nos damos

cuenta de que el discurso de la ciencia no es necesariamente diferente del discurso de la política. Ambos discursos están preocupados por la definición de “verdad”. Pero la “verdad”, nos recuerda Foucault, es una construcción sociohistórica, mediada por prácticas discursivas particulares. El rol del historiador, o de cualquier otro científico social o humanístico interesado en esta clase de prácticas, es revelar sistemáticamente los procesos ocultos en los cuales un flujo indiferenciado de sonidos o un conjunto de comportamientos continuos, son encaminados hacia oposiciones sistemáticas de figuras y fondos, de elementos visibles y menos visibles, de interacciones focalizadas y no focalizadas, de habla y contexto que la rodea

6. Conclusiones Algunos trabajos recientes en varios campos han cuestionado la adecuación de las primeras definiciones de contexto, a favor de una visión más dinámica de la relación entre las dimensiones lingüísticas y no lingüísticas de los eventos comunicativos. En lugar de ver el contexto como un conjunto de variables que rodean estáticamente al acto de habla, el contexto y el habla se plantean hoy como componentes de una relación reflexiva entre ellos. De esa manera, el habla, y el trabajo interpretativo que genera, modela contexto, y , por su parte, el contexto modela al habla. Por un lado, las variables tradicionales del análisis etnográfico y sociológico tienen que completarse con el estudio de los atributos de los participantes y los patrones de la organización social que son intrínsecos a la actividad del habla en sí misma. Por el otro lado, las características del lenguaje como un fenómeno interactivo han desafiado las nociones tradicionales de estructura y reglas lingüísticas, al sugerir que la relación entre el lenguaje y el contexto es un proceso que emerge y que cambia a través del tiempo y del espacio. Repensar algo significa recontextualizarlo, llevarlo a sus primeros marcos, y ubicarlo en un nuevo conjunto de relaciones y expectativas. La noción de contexto rodea a muchas de las investigaciones contemporáneas sobre la relación entre el lenguaje, la cultura y la organización social, así como también al estudio de la manera en que el lenguaje es estructurado de una forma particular. Los ensayos en este volumen representan una variedad de puntos de vistas sobre este nuevo concepto de contexto. Estos ensayos trazan un amplio espectro de competencias metodológicas y teóricas. Cada uno describe algún fenómeno complejo que involucra el rol del contexto en la interpretación lingüística, y ofrece sugerencias acerca de la relevancia de tal fenómeno para entender otros aspectos del discurso como acción social. Ofrecemos estos capítulos como un puente entre el pasado y el futuro, en un área de estudio que es relevante para gran parte de las ciencias cognitivas y sociales contemporáneas.

Revisión de la traducción: Corina Courtis y Virginia Saavedra Octubre de 2010.