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PDN MEDIO IV° Lenguaje PRIMER SEMESTRE 2019 COLEGIO: _______________________________________________________________

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PDN MEDIO

IV°

Lenguaje

PRIMER SEMESTRE 2019

COLEGIO: _______________________________________________________________________ NOMBRE: ________________________________________________________________

Lee el siguiente texto y responde las preguntas 1 a 7.

Yo siempre tengo razón Vicente Fatone “Quien no opina como yo está equivocado”. Este es el convencimiento secreto de todas las personas que discuten. Y es lógico que así suceda, porque tener una opinión significa creer que se tiene una opinión acertada; de donde resulta que quienes no tengan la misma opinión tendrán forzosamente una opinión errónea. El que las propias opiniones sean siempre acertadas se basa en un hecho ya señalado en un pequeño librito de cincuenta páginas escrito por el señor Descartes. Comienza diciendo, ese librito, que la inteligencia es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno está conforme con la que tiene. Es decir: con la mucha que tiene; a lo cual puede agregarse que cada uno está conforme, también, con la poca que tienen los demás. Gracias a la mucha inteligencia que uno tiene y a la poca que tienen los demás, resulta que quien siempre está en lo cierto es uno mismo, y quienes siempre se equivocan son los demás. Como opinar es tener razón, lo terrible es que a uno no lo dejen opinar y le griten: “¡Usted se calla!”. Así los padres le amargan a uno la adolescencia, y de la misma manera se la amargan los profesores de matemáticas pues en matemáticas resulta que tampoco lo dejan a uno opinar, que es no dejarlo tener razón. Y lo mismo sucede en la comunidad, cuando uno les grita a todos: “¡Ustedes se callan!”, después de lo cual uno puede, justamente, decir: “¡Yo siempre tengo razón!” En el famoso librito del señor Descartes se aconseja no discutir y conformarse con la generosa dosis de inteligencia que Dios le ha dado a cada uno, sin regocijarse por la poca que le ha dado a los demás. Pero sería falso sostener, sin embargo, que las discusiones son inútiles, porque de ellas no surge ninguna verdad. Surge, por lo menos, la reafirmación de dos verdades: precisamente las que se refieren a la mucha inteligencia de uno mismo y a la poca ajena. (Con la ventaja de que de esas dos verdades se convencen las dos personas que discuten). Como, en definitiva, toda discusión tiende a reafirmar ese convencimiento, no conviene invocar razones que compliquen una cosa tan sencilla. Las razones se invocan para demostrar la propia inteligencia, pues tener razón en algo es ser inteligente en la apreciación de ese algo. De ahí que cada uno se resista a aceptar las razones ajenas, y de ahí, también, que cada uno diga que el otro no quiere entender razones. El que discute no acepta razones, y hace bien, porque aceptar razones es reconocer que quien está equivocado es uno mismo y no el otro. Y para llegar a eso no valía la pena discutir. Lo mejor, pues, cuando alguien desconocedor de la Vocabulario: técnica de la discusión invoca razones, es recurrir al argumento clásico Surgir: aparecer, manifestarse. y definitivo y decirle: “¡A mí no me va a convencer con razones!” (De otra manera, más popular, pero menos sabia: “¿Usted me quiere Invocar: llamar, apelar. trabajar de palabra?”).

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Un procedimiento eficaz para evitar que la discusión se complique con razones es emitir la propia opinión lo más oscuramente posible. Es el consejo que hace veintitantos siglos daba el señor Aristóteles, que de estas cosas entendía una barbaridad: “Es necesario presentar oscuramente la cosa, pues así lo interesante de la discusión queda en la oscuridad”. Si el otro no entiende, tendrá que confesarlo, y confesar que no se entiende algo es confesar que la inteligencia no le da para tanto. (Con este procedimiento se evita, además, que aprendan gratis los curiosos atraídos por la discusión). Lo molesto, en una discusión, es que cuando uno está exponiendo sesudamente sus opiniones, el otro lo interrumpa para preguntarle: “¿Me permite, ahora, hablar a mí?” O sea: ¿Me permite opinar? Pero, ¿cómo se lo va a dejar al otro que opine? ¿Cómo se lo va a dejar que, opinando, se forme el prejuicio de que tiene razón? A veces, el otro, pasándose de vivo, lo interrumpe a uno para decirle: “¡Yo no opino lo mismo!” Y con eso cree tener razón, sin darse cuenta de que precisamente porque no opina lo mismo está equivocado. De ahí que, para abreviar la discusión y demostrarle rápidamente al otro que está equivocado, conviene preguntarle: “¿Usted no opina lo mismo?” Si contesta que sí, reconocerá que quien tiene razón es uno; y si contesta que no, estará perdido, pues habrá confesado que quien no tiene razón es él. Por eso, quienes saben qué está en juego en una discusión, si se les pregunta: “¿Usted no opina lo mismo?”, contestan evasivos: “Mire, yo francamente... “. El “francamente” es para despistar. Los que así contestan son los que no tienen interés en ponerse de acuerdo con nadie. Y, si se mira bien, se verá que en las discusiones nadie puede tener interés de ponerse de acuerdo con nadie. Si después de discutir dos horas es necesario admitir que se estaba de acuerdo, se produce una doble decepción, porque cada uno se ve obligado a estar conforme con la mucha inteligencia que al otro le ha tocado en suerte, que es una manera de no estar conforme con la poca inteligencia que le ha tocado a uno. Y para llegar a eso, tampoco valía la pena discutir. Como se ve, una buena discusión es toda una técnica de higiene mental; en las discusiones conviene que hable uno solo y que el otro sea quien confiese que no opina lo mismo. En rigor, cuando se discute no interesa decir qué opina uno mismo ni averiguar qué opina el otro. Lo que interesa es decirle, al otro, que está equivocado, como se asegura que hacía Unamuno. Unamuno entraba en una reunión y preguntaba: “¿De qué se trata? ¡Porque yo me opongo!” Y les demostraba enseguida, sin dejarlos chistar, que todos estaban equivocados. Y si a alguien se le preguntaba después: “¿Qué dijo Unamuno?”, ese alguien contestaba: “¡No sé! ¡Pero tenía toda la razón del mundo!” Y ahora algún lector podrá sostener que no, que todo esto es falso, que la técnica de la discusión no es esa. Pero ese lector, por el simple hecho de confesar que no opina como nosotros, reconoce, sin quererlo, que está equivocado. Publicado originalmente en El Mundo (periódico) 17-X-1939. Recuperado desde: https://www.ensayistas.org/antologia/XXA/fatone/fatone3.htm

Vocabulario: Barbaridad: cantidad grande o excesiva. Prejuicio: opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable acerca de algo que se conoce mal. Chistar: contestar o replicar algo.

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1 De acuerdo con el texto, ¿cuál es la técnica para evitar una discusión complicada? A) B) C) D)

Afirmar siempre tener la razón. Usar la inteligencia que se tiene. Presentar la opinión de forma oscura. Creer en la poca inteligencia del contrario.

2 Relee: “El que las propias opiniones sean siempre acertadas se basa en un hecho ya señalado en un pequeño librito de cincuenta páginas escrito por el señor Descartes. Comienza diciendo, ese librito, que la inteligencia es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno está conforme con la que tiene. Es decir: con la mucha que tiene; a lo cual puede, agregarse que cada uno está conforme, también, con la poca que tienen los demás. Gracias a la mucha inteligencia que uno tiene y a la poca que tienen los demás, resulta que quien siempre está en lo cierto es uno mismo, y quienes siempre se equivocan son los demás”.

¿Por qué siempre se equivocan los demás? A) B) C) D)

Porque sus opiniones son poco inteligentes. Porque así lo explica Descartes en su librito. Porque Descartes señala que esto es un hecho. Porque las propias opiniones se respaldan en hechos.

3 Relee: “En el famoso librito del señor Descartes se aconseja no discutir y conformarse con la generosa dosis de inteligencia que Dios le ha dado a cada uno, sin regocijarse por la poca que le ha dado a los demás. Pero sería falso sostener, sin embargo, que las discusiones son inútiles, porque de ellas no surge ninguna verdad.”

¿Qué término reemplaza la palabra destacada manteniendo el sentido del texto? A) B) C) D)

Tolerar. Afirmar. Explicar. Soportar.

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4 ¿Cuál es el punto de vista del autor del texto? A) B) C) D)

Quienes discuten están convencidos de que los otros no tienen razón. Nos consideramos más inteligentes que los demás, como afirmaba Descartes. Desde hace años atrás se sabe que hay conformarse con la inteligencia de cada uno. Hay que hacer lo mismo que Unamuno: oponerse a todo lo que se hubiera dicho antes.

5 ¿Cuál es el propósito principal del texto leído? A) B) C) D)

Persuadir sobre por qué las discusiones son importantes para el ser humano. Relatar la manera en que Unamuno se comportaba al discutir con otros. Convencer sobre la mejor forma de comportarse en una discusión. Explicar la forma en que las personas reaccionan al discutir.

6 ¿Para qué el autor menciona a Aristóteles, Descartes y Unamuno en su texto? A) B) C) D)

Para argumentar a través de citas la opinión que sostiene. Para demostrar su conocimiento de autores clásicos. Para criticar sus puntos de vista sobre la discusión. Para presentar puntos de vista distintos al suyo.

7 ¿Cuál es el tema del texto leído? A) B) C) D)

Los propios errores. La opinión de los demás. La verdad detrás de la discusión. La argumentación de una postura.

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Lee el siguiente texto y responde las preguntas 8 a 14.

El reino de este mundo Las cabezas de cera Entre los veinte garañones traídos al Cabo Francés por el capitán de barco que andaba de media madrina con un criador normando, Ti Noel había elegido sin vacilación aquel semental de ancas redondas, bueno para la remonta de yeguas que parían potros cada vez más pequeños. Monsieur Lenormand de Mezy, conocedor de la pericia del esclavo en materia de caballos, sin reconsiderar el fallo, había pagado en sonantes luises. Después de hacerle una cabezada con sogas, Ti Noel se gozaba de todo el ancho de la sólida bestia moteada, sintiendo en sus muslos la enjabonadura de un sudor que pronto era espuma ácida sobre la espesa pelambre percherona. Siguiendo al amo, que jineteaba un alazán de patas más livianas, había atravesado el barrio de la gente marítima, con sus almacenes olientes a salmuera, sus lonas atiesadas por la humedad, sus galletas que habría que romper con el puño, antes de desembarcar en la Calle Mayor, tornasolada, en esa hora mañanera, por los pañuelos a cuadros de colores vivos de las negras domésticas que volvían del mercado. El paso de la carroza del gobernador, recargada de rocallas doradas, desprendió un amplio saludo a Monsieur Lenormand de Mezy. Luego, el colono y el esclavo amarraron sus cabalgaduras frente a la frente a la tienda del peluquero que recibía La Gaceta de Leyde para solaz de sus parroquianos cultos. Mientras el amo se hacía rasurar, Ti Noel pudo contemplar a su gusto las cuatro cabezas de cera que adornaban el estante de la entrada. Los rizos de las pelucas enmarcaban semblantes inmóviles, antes de abrirse, en un remanso de bucles, sobre el tapete encarnado. Aquellas cabezas parecían tan reales —aunque tan muertas, por la fijeza de los ojos— como la cabeza parlante que un charlatán de paso había traído al Cabo, años atrás, para ayudarlo a vender un elixir contra el dolor de muelas y el reumatismo. Por una graciosa casualidad, la tripería contigua exhibía cabezas de terneros, desolladas, con un tallito de perejil sobre la lengua, que tenían la misma calidad cerosa, como adormecidas entre rabos escarlatas, patas en gelatina, y ollas que contenían tripas guisadas. Solo un tabique de madera separaba ambos mostradores, y Ti Noel se divertía pensando que, al lado de las cabezas descoloridas de los terneros, se servían cabezas de blancos señores en el mantel de la misma mesa. Así como se adornaba a las aves con sus plumas para presentarlas a los comensales de un banquete, un cocinero experto y bastante ogro habría vestido las testas con sus mejor acondicionadas pelucas. No les faltaba más que una orla de hojas de lechuga o de rábanos abiertos en flor de lis. Por lo demás, los potes de Vocabulario: Garañón: caballo semental. Luis: antigua moneda francesa de oro. Alazán: caballo de un color más o menos rojo, parecido a la canela. Rocalla: decoración que imita el contorno de piedras y de conchas. Solaz: consuelo, distracción. Testa: cabeza. Orla: orilla de paños, telas o vestidos u otras cosas con un adorno que las distingue.

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espuma arábiga, las botellas de agua de lavanda y las cajas de polvos de arroz, vecinas de las cazuelas de mondongo y de las bandejas de riñones, completaban, con singulares coincidencias de frascos y recipientes, aquel cuadro de un abominable convite. Había abundancia de cabezas aquella mañana, ya que, al lado de la tripería, el librero había colgado de un alambre, con grapas de lavandera, las últimas estampas recibidas de París. En cuatro de ellas, por lo menos, ostentábase el rostro del rey de Francia, en marco de soles, espadas y laureles. Pero había otras muchas cabezas empelucadas, que eran probablemente las de altos personajes de la Corte. Los guerreros eran identificables por sus ademanes de partir al asalto. Los magistrados, por su ceño de meter miedo. Los ingenios, porque sonreían sobre dos plumas aspadas en lo alto de versos que nada decían a Ti Noel, pues los esclavos no entendían de letras. También había grabados en colores, de una factura más ligera, en que se veían los fuegos artificiales dados para festejar la toma de una ciudad, bailables con médicos armados de grandes jeringas, una partida de gallina ciega en un parque, jóvenes libertinos hundiendo la mano en el escote de una camarista, o la inevitable astucia del amante recostado en el césped, que descubre, arrobado, los íntimos escorzos de la dama que se mece inocentemente en un columpio. Pero Ti Noel fue atraído, en aquel momento por un grabado en cobre, último de la serie, que se diferenciaba de los demás por el asunto y la ejecución. Representaba algo así como un almirante o un embajador francés recibido por un negro rodeado de plumas y sentado sobre un trono adornado de figuras de monos y de lagartos. - ¿Qué gente es esta? — preguntó atrevidamente al librero, que encendía una larga pipa de barro en el umbral de su tienda. —Ese es un rey de tu país. No hubiera sido necesaria la confirmación de lo que ya pensaba, porque el joven esclavo había recordado, de pronto, aquellos relatos que Mackandal salmodiaba en el molino de cañas, en horas en que el caballo más viejo de la hacienda de Lenormand de Mezy hacía girar los cilindros. Con voz fingidamente cansada para preparar mejor ciertos remates, el mandinga solía referir hechos que habían ocurrido en los grandes reinos de Popo, de Arada, de los Nagós, de los Fulas. Hablaba de vastas migraciones de pueblos, de guerras seculares, de prodigiosas batallas en que los animales habían ayudado a los hombres. Fuente: Carpentier, Alejo (1973). El reino de este mundo. Compañía General de Ediciones, Ciudad de México. (Fragmento)

Vocabulario: Mondongo: intestinos de panzas de reses, y especialmente cerdo. Ademán: movimiento o actitud del cuerpo o parte suya con que se manifiesta una intención. Escorzo: figura o parte de la figura en perspectiva. Mandinga: originario de un pueblo que habita en el Senegal, Costa de Marfil, Guinea y Malí.

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8 ¿En qué pensaba Ti Noel al contemplar las cabezas de los animales en los escaparates? A) B) C) D)

En el rostro del rey de Francia. En la abundancia de cabezas que había ese día. En las historias escuchadas en la hacienda de Lenormand. En las cabezas de los señores blancos servidas en la mesa.

9 Relee el siguiente fragmento: “Ti Noel fue atraído, en aquel momento por un grabado en cobre, último de la serie, que se diferenciaba de los demás por el asunto y la ejecución. Representaba algo así como un almirante o un embajador francés recibido por un negro rodeado de plumas y sentado sobre un trono adornado de figuras de monos y de lagartos. —¿Qué gente es esta? —preguntó atrevidamente al librero, que encendía una larga pipa de barro en el umbral de su tienda. —Ese es un rey de tu país. No hubiera sido necesaria la confirmación de lo que ya pensaba, porque el joven esclavo había recordado, de pronto, aquellos relatos que Mackandal salmodiaba en el molino de cañas, en horas en que el caballo más viejo de la hacienda de Lenormand de Mezy hacía girar los cilindros. Con voz fingidamente cansada para preparar mejor ciertos remates, el mandinga solía referir hechos que habían ocurrido en los grandes reinos de Popo, de Arada, de los Nagós, de los Fulas. Hablaba de vastas migraciones de pueblos, de guerras seculares, de prodigiosas batallas en que los animales habían ayudado a los hombres”.

¿Por qué Ti Noel se sintió atraído por el último grabado? A) B) C) D)

Por la técnica empleada en este. Por la belleza sublime que apreció en él. Por el impacto de ver reflejada una escena cotidiana. Por el recuerdo de los relatos prodigiosos de Mackandal.

10 ¿De qué manera el texto recrea el ambiente en que se desenvuelve Ti Noel? A) B) C) D)

Detallando las características del lugar y los objetos que lo rodean. Mencionando la revista que recibía la peluquería del lugar. Intentando reflejar la relación entre el amo y el esclavo. Mostrando los pensamientos de los personajes.

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11 ¿Cuál de las siguientes alternativas es una acción relevante del fragmento que explica la relación entre el amo y el esclavo?

A) B) C) D)

Ti Noel contempla el arte decorativo de los blancos. Ti Noel elige un semental que Lenormand de Mezy compra sin dudar. Monsieur Lenormand de Mezy va montado en un alazán por el pueblo. Lenormand de Mezy se rasura en una peluquería mientras Ti Noel debe esperarlo.

12 ¿Qué alternativa caracteriza al narrador presente en el texto? A) B) C) D)

El narrador adopta el punto de vista del personaje principal para mostrar lo que ve. El narrador da cuenta de los pensamientos de los personajes y de todo el entorno. El narrador se limita a construir el relato desde el espacio físico que observa. El narrador conoce parcialmente la historia de los personajes.

13 ¿Por qué la narración presenta un mundo de carácter realista? A) B) C) D)

Porque presenta al personaje de Ti Noel como una leyenda. Porque intenta reflejar el mundo colonial con sus costumbres sociales. Porque las cabezas en las vidrieras adquieren un carácter de ensueño. Porque los relatos de Mackandal se transforman en la realidad de Ti Noel.

14 ¿Cuáles son los elementos centrales del fragmento leído? A) B) C) D)

La compra de un semental, las cabezas en las vitrinas y la imagen de un grabado. Las monedas de oro, el pelaje de los caballos y los tallitos de perejil sobre la lengua. El elixir contra el dolor de muelas, el carruaje del gobernador y el mantel de las mesas. El negocio de Lenormand de Mezy, los objetos de una peluquería y el molino de cañas.

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Lee el siguiente texto y responde las preguntas 15 a 20.

Entrevista a Braulio Arenas Si alguna duda existe, aclaro que quien está a mi lado es Braulio Arenas Carvajal, escritor de prosa, fábulas, ensayos. Poeta, dibujante, editor traductor. Premio Nacional de Literatura 1984. Al respecto, da una sugerencia, “junto a ese reconocimiento, deberían editarse las obras completas del autor, a precios populares”. Después de releer las preguntas, agradece que no le mencione enésimamente su participación en el movimiento surrealista y la Mandrágora: “Me tienen hasta la coronilla con ese pecado de juventud”. Y hablando de ese sitio craneal, el suyo está invariable: una ordenada cabellera de un centímetro de altura a la ornamenta (…) -Antes que nada, ¿cómo amaneció hoy? -Del mejor humor del mundo, y dispuesto a ser electrocutado, ahorcado, fusilado o entrevistado. -¿Y qué tal su noche? -No puedo decir nada de ella, porque antes de darme cuenta ya había amanecido. -¿Cuántas horas dedica habitualmente a su sueño? –Las veinticuatro horas del día, como se sabe, hay sueños posibles y sueños imposibles. De los primeros no hay nada que decir, y de los segundos, menos. -¿Alguna manía? -La de jugar ajedrez. Debo añadir que los ajedrecistas me consideran un excelente escritor. -¿Cuáles son sus actividades diarias frecuentes? -Escribir novelas. -¿Y las no frecuentes? -Escribir poesías. -¿A qué musa acude para obtener inspiración? -En general no recurro a una, sino a las nueve musas, por si alguna falla. -¿Y le han fallado alguna vez? -No, nunca. Pero debo aclarar que es bastante complicado entenderse con ellas, porque, como es de público conocimiento, las musas hablan en griego clásico. Vocabulario: -A propósito de musas, ¿cómo le gustan las Ornamenta: decorado, adorno. terrenales? –Las que me hablan en chileno clásico.

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-¿Las ha encontrado alguna vez? -Naturalmente, y estadísticamente puedo dejar constancia de cantidades bastante apreciables. -¿Todavía se considera “enamoradizo e infiel”? -A mi edad es posible sorprenderse por ciertas afirmaciones demasiado perentorias, las que si bien no se justifican ahora, por lo menos fueron válidas en un momento de exaltada juventud. Mantengo lo de “enamoradizo”, pero lo de “infiel” habría que repensarlo. -¿Cómo celebra sus cumpleaños? -Como un día cualquiera de trabajo, ni siquiera como un día domingo. -A propósito de fiestas y tortas, ¿cuáles son sus gustos gastronómicos? -Siempre me preparo para participar diariamente en suculentos festines, pero termino comiendo un pedazo de pan con una ensalada de lechugas. -¿Y los gustos estéticos? -Son variados, variadísimos y apetecibles, pero siempre termino con el mismo pedazo de pan y con la misma lechuga. -Dígame qué le sugieren las siguientes palabras: Braulio Arenas… -Un inteligentísimo señor, al que me gustaría conocer. -La Serena. -La infancia en pleno, la cristalización de los sueños, las chirimoyas, las papayas, el Cerro Grande (al que solo hace poco logré subir), las iglesias, mi mamá, mi papá, mis hermanos, mis parientes, mi tía Clorinda, el cine mudo, los entierros, la primera comunión, las penaduras, los fonógrafos, los aeroplanos, el silabario, en fin, todo. -Premio Nacional de Literatura. -Un premio de verdadera importancia, y al que algunos candidatos, declaran muerto, como en el chiste de la zorra que encontraba verdes las uvas únicamente porque no las había podido alcanzar. -Timidez. -No hay que confundir la timidez con la mesura, con la discreción, la ponderación, la moderación, el comedimiento, etc. En todo caso, la timidez es molesta tanto para el tímido como para los que lo rodean. -¿Sentido del humor? -Mientras menos se sienta, más humorístico es este sentido. -¿Belleza? -Imitando un poco a Brassai, diría que la belleza es la recompensa de la vida. -¿Literatura? -Una señorita que quiere meterse en todo. Vocabulario: -¿Chile? Perentorio: concluyente o -Un milagro histórico. definitivo. -Muerte. Penadura: presencia de -Una palabra cuya definición desgraciadamente no hay espíritus en pena. que buscarla en los diccionarios sino en nosotros mismos. Revista Ya (1986) Entrevista a Braulio Arenas. Recuperado de https://mandragora1111.wordpress.com/ mandragorianos/entrevista-braulio-arenas/

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15 Relee el siguiente fragmento: “-¿Y los gustos estéticos? -Son variados, variadísimos y apetecibles, pero siempre termino con el mismo pedazo de pan y con la misma lechuga.”

¿Cómo se interpreta la respuesta que entrega Braulio Arenas? A) B) C) D)

Es alguien que está en constante búsqueda. Tiene una mirada del arte que es bastante sencilla. Tiene tendencias poco definidas sobre lo que elige. Es alguien que tiende a quedarse con lo que le gusta.

16 ¿Por qué Braulio Arenas dice que los ajedrecistas lo consideran buen escritor? A) B) C) D)

Porque conocen sus obras. Porque juega mal al ajedrez. Porque juegan con él ajedrez. Porque escucharon de su talento.

17 Relee: “-Premio Nacional de Literatura. -Un premio de verdadera importancia, y al que algunos candidatos, declaran muerto, como en el chiste de la zorra que encontraba verdes las uvas únicamente porque no las había podido alcanzar.”

¿Qué quiere graficar Arenas con el chiste de la zorra al referirse al Premio Nacional de Literatura? A) B) C) D)

Que el premio es desvalorizado cuando no pueden acceder a él. Que el premio es de poco valor como las uvas verdes. Que los no galardonados ignoran a los premiados. Que quienes critican el premio no lo conocen.

18 ¿Cuál es el propósito principal del texto? A) B) C) D)

Dar a conocer opiniones de Braulio Arenas sobre su vida y obra. Indagar la opinión del escritor chileno sobre el Premio Nacional. Informar sobre aspectos de la vida personal de Braulio Arenas. Destacar características de la obra literaria de Braulio Arenas.

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19 Relee: “-¿Las ha encontrado alguna vez? -Naturalmente, y estadísticamente puedo dejar constancia de cantidades bastante apreciables. -¿Todavía se considera “enamoradizo e infiel”? -A mi edad es posible sorprenderse por ciertas afirmaciones demasiado perentorias, las que si bien no se justifican ahora, por lo menos fueron válidas en un momento de exaltada juventud. Mantengo lo de “enamoradizo”, pero lo de “infiel” habría que repensarlo.”

¿Qué estereotipo se trasluce de las preguntas y respuestas anteriores? A) B) C) D)

El hombre como un ser inconstante. El hombre como un eterno adolescente. El hombre como un irresponsable sin remedio. El hombre como un conquistador empedernido.

20 ¿Qué otro título es adecuado para el texto leído? A) B) C) D)

Conociendo al escritor Braulio Arenas. Los gustos literarios de Braulio Arenas. Comentando literatura con un escritor chileno. Desmitificando el Premio Nacional de Literatura.

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Lee el siguiente texto y responde las preguntas 21 a 25.

DESTELLO SÓLIDO Braulio Arenas

Estar perdido Mirar con fijeza Soñar cruelmente Recuerdos que veo pasar En ojos de otros seres.

Nunca me des Esos emblemas cotidianos Un resplandor los hace vivir Un resplandor los hace girar Un resplandor los hace perecer En torno a los pozos Lejos de las ciudades.

Los recuerdos pasan conmigo Los recuerdos pasan purificantes Las mujeres pasan rayanas en el sueño La niñez el terror pasan fijamente Obsesionantes como un espejo. De luz a paraíso De agua a secreto Permanecer y amor no es real. Viva de boca en boca Para llegar a ti Para llegar ciegamente A su isla saturada.

Fuente: Arenas, B (1940) Destello sólido. En El mundo y su doble, Ediciones Mandrágora, Santiago.

Vocabulario: Rayana: cercano, con semejanza que se aproxima a igualdad. Saturada: saciada, ahíta, impregnada.

21 ¿Qué ve el hablante en ojos de otros seres? A) B) C) D)

La niñez. Recuerdos. Isla saturada. Emblemas cotidianos.

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22 ¿Cuál de las siguientes alternativas es un recurso expresivo utilizado en el poema? A) B) C) D)

El uso de frases sin sentido. La secuencia de imágenes poéticas. El uso de rima en todos los versos pares. La presencia de una métrica constante en las estrofas.

23 Relee: “Los recuerdos pasan conmigo

Los recuerdos pasan purificantes

Las mujeres pasan rayanas en el sueño La niñez el terror pasan fijamente

Obsesionantes como un espejo”.

¿Para qué se reitera el verbo “pasar” en la estrofa? A) B) C) D)

Para destacar la brevedad de los recuerdos pasados. Para evidenciar la sorpresa del hablante por lo que ve. Para reflejar el transcurso del tiempo que no permanece. Para enfatizar el regreso constante de las imágenes mentales.

24 ¿Qué alternativa caracteriza al hablante del poema? A) B) C) D)

El hablante lamenta los miedos de su infancia. El hablante se muestra esperanzado en el amor. El hablante examina las imágenes que lo persiguen. El hablante se dirige a los otros seres que lo rodean.

25 ¿Qué atmósfera presenta el poema? A) B) C) D)

De dolor. De angustia. De esperanza. De ensoñación.

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Lee el siguiente texto y responde las preguntas 26 a 30.

La

resistencia íntima

“Es en la sencillez donde encontramos la proximidad en todo su esplendor: ni los palacios ni las mansiones son lugares acogedores”.

Cristián Warnken Por todos lados, la desintegración, la finitud, la descomposición amenazan al ser humano. Existir es resistir. Y hay una resistencia que es la menos reconocida y valorada de todas, pero no por eso la menos milagrosa y asombrosa: es la resistencia íntima. Así la nombra el filósofo español Josep María Esquirol, quien visita Chile la próxima semana. La resistencia íntima la constituyen nuestros ritos cotidianos; el poner la mesa, servir el vino y el agua, plantar un árbol y los gestos con que nos acercamos a los otros, los abrazos, las miradas, todo aquello con que nos cobijamos y acogemos al mundo, a nuestros prójimos y a nosotros mismos. Son esas rutinas, esos ritos, esos gestos, los que protegen al ser humano de la intemperie y el abismo que puede ser la vida. De tanto repetir esos actos, pensamos que no son extraordinarios, creemos que eso es lo banal, lo intrascendente. Pero es urgente volver la mirada hacia ellos en tiempos de nihilismo, otra de las amenazas que se ciernen sobre nuestras vidas: un nihilismo que ha reemplazado la vivencia del presente por la fascinación por la actualidad y que ha ido vaciando las cosas, los gestos, lo cotidiano de sentido y de sacralidad. Jorge Teillier, poeta de la Frontera, ya lo advertía con angustia en 1956, en su poema “Otoño secreto”: “Cuando las amadas palabras cotidianas/ pierden su sentido/ y no se puede nombrar ni el pan,/ ni el agua, ni la ventana/ y ha sido falso todo diálogo que no sea/ con nuestra desolada imagen”. ¿Y qué habría dicho Teillier si hubiese visto las mesas donde nos sentamos hoy a comer, pero donde no nos vemos las caras, ni nos reconocemos ni conversamos, pantallizados como estamos?

Vocabulario: Nihilismo: negación de todo principio religioso, político y social. Cernir: recaer, filtrar, aparecer.

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Recuperar el valor y esplendor de los gestos cotidianos es hoy un acto de resistencia íntima del que depende que no nos convirtamos en los “últimos hombres”. La filosofía de la proximidad que postula Esquirol tiene que ver con lo que está más a mano: es allí donde el pensar meditativo, que se demora junto a las cosas y los otros, nos ofrece un hogar en este mundo tan ancho y ajeno. El pensar calculante, en cambio, que solo quiere poseer y dominar el mundo, no nos da cobijo. Pero, ¿cómo regresar al hogar si nos hemos alejado tanto, al punto de andar extraviados en nuestro propio jardín? Es en la sencillez donde encontramos la proximidad en todo su esplendor: ni los palacios ni las mansiones son lugares acogedores. La cabaña en el bosque, las casas de nuestra infancia, esas son moradas donde nos sentimos protegidos y acogidos. Y la escasez (en la sociedad de la abundancia en que vivimos) nos da la justa medida y proporción de las cosas. Caer en la desmesura es uno de los síntomas de nuestro tiempo, donde la especulación (financiera y teórica) nos aleja de la vida. ¿Y qué tiene que ver la filosofía con todo esto? Esquirol repite una historia contada por Aristóteles, sobre la visita que unos forasteros deciden hacerle a Heráclito, el gran pensador y maestro. Mientras caminan en dirección a su casa, van compartiendo su emoción por este sublime encuentro. Pero para su gran decepción, lo primero que ven, al llegar, es al filósofo junto a un horno. ¡El griego más enigmático y secreto buscando el calor en un horno, como un viejo campesino cualquiera! Heráclito ve la sorpresa en sus rostros y los invita a pasar, diciéndoles: “También aquí están presentes los dioses”. Santa Teresa de Jesús diría más tarde: “Dios anda en los pucheros”. Y el poeta inglés Phillip Larkin afirmaba que él no podía escribir un poema sin antes lavar los platos sucios que veía sobre la mesa. No se resiste al nihilismo con abstracciones filosóficas, ni con manifiestos grandilocuentes: la resistencia íntima es silenciosa y discreta, pero es la única que nos provee de una verdadera fortaleza en la vida. Un sabio chino anónimo lo dijo mejor que nadie: “En mi jardín cultivo mi huerto y saco agua de mi pozo, ¿qué me importa el poderío del Emperador?”. http://www.elmercurio.com/blogs/2019/09/27/63595/La-resistencia-intima.aspx

Vocabulario: Especulación: reflexión, conjetura. Comerciar, traficar. Grandilocuente: con estilo elevado y pomposo.

26 Según el autor, ¿cuáles son las consecuencias del nihilismo? A) B) C) D)

La fascinación por la actualidad y la pérdida de sentido. La urgencia de poseer y dominar el mundo. La especulación financiera y el cálculo. La abstracción filosófica y teórica.

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27 ¿Por qué el columnista prefiere el pensar meditativo frente al pensar calculante? A) B) C) D)

Porque este nos permite ser más humanos que antes. Porque este nos ayuda a seguir con la resistencia íntima. Porque este nos permite estar más cerca de aquellos que amamos. Porque este nos ayuda a reencontrarnos con aquello que nos hace libres.

28 Relee el siguiente fragmento: “¿Y qué tiene que ver la filosofía con todo esto? Esquirol repite una historia contada por Aristóteles, sobre la visita que unos forasteros deciden hacerle a Heráclito, el gran pensador y maestro. Mientras caminan en dirección a su casa, van compartiendo su emoción por este sublime encuentro. Pero para su gran decepción, lo primero que ven, al llegar, es al filósofo junto a un horno. ¡El griego más enigmático y secreto buscando el calor en un horno, como un viejo campesino cualquiera! Heráclito ve la sorpresa en sus rostros y los invita a pasar, diciéndoles: “También aquí están presentes los dioses”. ¿Con qué término puede reemplazase la palabra destacada sin que el fragmento pierda el sentido? A) B) C) D)

Memorable. Inesperado. Informal. Sentido.

29 Principalmente, ¿en qué sustenta su opinión Cristián Warnken? A) B) C) D)

En una visión negativa del interés económico actual. En la necesidad de oponerse al nihilismo de la sociedad. En el presentimiento poético que manifiesta Jorge Teillier. En los postulados del filósofo español Josep María Esquirol.

30 ¿Cuál es el tema central de la columna? A) B) C) D)

La expresión de lo realmente importante de la vida humana. El rechazo del sentido materialista de la sociedad actual. La demostración de la filosofía como un acto concreto. El comentario de la visita de Josep María Esquirol.

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Lee el siguiente texto y responde las preguntas 31 a 35.

II LA COMPRA Una silla, una mesa, una lámpara. Arriba, en el cielo raso blanco, un adorno en relieve en forma de guirnalda, y en el centro de esta un espacio en blanco tapado con yeso, como un rostro al que le han arrancado los ojos. Alguna vez allí debió haber una araña. Pero han quitado todos los objetos a los que pueda atarse una cuerda. Una ventana, dos cortinas blancas. Bajo la ventana, un asiento con un cojín pequeño. Cuando la ventana se abre parcialmente –solo se abre parcialmente— entra el aire y mueve las cortinas. Me puedo sentar en la silla, o en el asiento de la ventana, con las manos cruzadas, y dedicarme a contemplar. La luz del sol también entra por la ventana y se proyecta sobre el suelo de listones de madera estrechos, muy encerados. Puedo oler la cera. En el suelo hay una alfombra ovalada, hecha con trapos viejos trenzados. Este es el tipo de detalles que les gusta: arte popular, arcaico, hecho por las mujeres en su tiempo libre con cosas que ya no sirven. Un retorno a los valores tradicionales. No consumir, no desear. Si no consumo, ¿por qué sí deseo? En la pared, por encima de la silla, un cuadro con marco pero sin cristal: es una acuarela de flores, de lirios azules. Las flores aún están permitidas. Me pregunto si las demás también tendrán un cuadro, una silla, unas cortinas blancas. ¿Serán artículos repartidos por el gobierno? «Haz como si estuvieras en el ejército», decía Tía Lydia. Una cama. Individual, de colchón semiduro cubierto con una colcha blanca rellena de borra. En la cama no se hace nada más que dormir... o no dormir. Intento no pensar demasiado. Como el resto de las cosas, el pensamiento tiene que estar racionado. Hay muchos que no soportan pensar. Pensar puede perjudicar tus posibilidades, y yo tengo la intención de resistir. Sé por qué el cuadro de los lirios azules no tiene cristal, y por

qué la ventana sólo se abre parcialmente, y por qué el cristal de la ventana es inastillable. Lo que temen no es que nos escapemos –al fin y al cabo no llegaríamos muy lejos— sino esas otras salidas, las que puedes abrir en tu interior si tienes una mente aguda. Así que, aparte de estos detalles, ésta podría ser la habitación de los invitados de un colegio, pero la habitación de los visitantes menos distinguidos; o una habitación de una casa de huéspedes como las de antes, adecuada para damas de escasa posibilidades. Así estamos ahora. Las posibilidades han quedado reducidas... para aquellos que aún tenemos posibilidades. Pero la silla, la luz del sol, las flores... no deben despreciarse. Estoy viva, vivo, respiro, saco la mano abierta a la luz del sol. El lugar en que me encuentro no es una prisión sino un privilegio, como decía Tía Lydia, a quien le encantaban los extremos. Está sonando la campana que marca el tiempo. Aquí el tiempo se marca con campanas, como ocurría antes en los conventos de monjas. Y, también como en un convento, hay pocos espejos. Me levanto de la silla, doy un paso hacia la luz del sol con los zapatos rojos de tacón bajo, pensados para proteger la columna vertebral pero no para bailar. Los guantes rojos están sobre la cama. Los cojo y me los pongo, dedo por dedo. Salvo la toca que rodea mi cara, todo es rojo, del color de la sangre, que es lo que nos define. La falda es larga hasta los tobillos y amplia, recogida en un canesú liso que cubre el pecho, y las mangas son anchas. La toca blanca es de uso obligado; su misión es impedir que veamos, y también que nos vean. El rojo nunca me sentó bien, no es mi color. Cojo la cesta de la compra y me la cuelgo del brazo. La puerta de la habitación – no mi habitación, me niego a reconocerla como mía — no

Vocabulario: Araña: base de una lámpara. Borra: parte más grosera o corta de la lana. Canesú: cuerpo de vestido de mujer corto y sin mangas.

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está cerrada con llave. De hecho, ni siquiera se puede ajustar. Salgo al pasillo, encerado y cubierto con una alfombra central de color rosa ceniciento. Como un sendero en el bosque, como una alfombra para la realeza, me indica el camino. La alfombra traza una curva y baja por la escalera; yo la sigo, apoyando una mano en la barandilla que alguna vez fue árbol, fabricada en otro siglo, lustrada hasta hacerla resplandecer. La casa es de estilo victoriano tardío y fue construida para una familia rica y numerosa. En el pasillo hay un reloj de péndulo que marca el tiempo lánguidamente y luego una puerta que da a la sala de estar materna, poblada de sombras. Una sala en la que nunca me siento, sólo me quedo de pie o me arrodillo. Al final del pasillo, encima de la puerta frontal, hay un montante de abanico de vidrios de colores que forman flores rojas y azules. En la pared de la sala aún queda un espejo. Si giro la cabeza –de manera tal que la toca blanca que enmarca mi cara dirija mi visión hacia él— puedo verlo mientras bajo la escalera: un espejo redondo, convexo, de cuerpo entero, como el ojo de un pescado, y mi imagen reflejada en él como una sombra distorsionada, una parodia de algo, como la figura de un cuento de hadas cubierta con una capa roja, descendiendo hacia un momento de indiferencia que es igual al peligro. Una hermana, bañada en sangre. Al pie de la escalera hay un perchero para los sombreros y los paraguas; tiene barrotes de madera, largos y redondeados, que se curvan suavemente formando ganchos, que imitan las hojas de un helecho. De él cuelgan varios paraguas: uno negro para el Comandante, uno azul para la Esposa del Comandante, y el que me tienen asignado a mí, de color rojo. Dejo el paraguas rojo en su sitio: por la ventana veo que brilla el sol. Me pregunto si la Esposa del Comandante estará en la sala. No siempre está allí sentada. A veces la oigo pasearse de un lado a otro, una pisada fuerte y luego una suave, y el sordo golpecito de su bastón sobre la alfombra de color rosa ceniciento. Camino por el pasillo, paso junto a la puerta de la sala de estar y a la que conduce al comedor; abro la del extremo y entro en la cocina. Aquí no huele a madera encerada. Encuentro a Rita de pie ante la mesa pintada

de esmalte blanco. Lleva su habitual vestido de Martha, de color verde apagado, como la bata de un cirujano de los tiempos pasados. La hechura de su vestido es muy parecida a la del mío, largo y recatado, pero encima lleva un delantal con peto y no tiene toca ni velo. El velo sólo se lo pone para salir, pero a nadie le importa demasiado quién ve el rostro de una Martha. Tiene el vestido arremangado hasta los codos y se le ven los brazos oscuros. Está haciendo pan, extendiendo la pasta para el breve amasado final y para darle forma. Rita me ve y mueve la cabeza –es difícil decir si a modo de saludo o como si simplemente tomara conciencia de mi presencia—; se limpia las manos enharinadas en el delantal y revuelve el cajón en busca del libro de los vales. Frunce el ceño, arranca tres vales y me los extiende. Si sonriera, su rostro podría resultar amable. Pero su expresión no va dirigida personalmente a mí: le desagrada el vestido rojo y lo que este representa. Cree que puedo ser contagiosa, como una enfermedad o algún tipo de desgracia. A veces escucho detrás de las puertas, algo que jamás habría hecho anteriormente. No escucho demasiado tiempo porque no quiero que me pesquen. Sin embargo, una vez oí que Rita le decía a Cora que ella no se rebajaría de ese modo. Nadie te lo pide, respondió Cora. De cualquier manera, ¿qué harías, si pudieras? Irme a las Colonias, afirmó Rita. Ellas tienen alternativa. ¿Con las No Mujeres, a morirte de hambre y sabrá Dios qué más?, preguntó Cora. Estás loca. Estaban pelando guisantes; incluso a través de la puerta semicerrada podía oír el tintineo que producían los guisantes al caer dentro del bol de metal. Oí que Rita gruñía o suspiraba, no sé si a modo de protesta o de aprobación. De todas maneras, ellos lo hacen por nosotras, o eso dicen, prosiguió Cora. Si yo no tuviera las trompas ligadas, podría tocarme a mí, en el caso de que fuera diez años más joven. No es tan malo. No es lo que se llama un trabajo duro. Ella está mejor que yo, dijo Rita, y en ese momento abrí la puerta. Tenían la expresión que tienen las mujeres cuando las sorprendes hablando de ti a tus espaldas y creen que las has oído: una expresión de incomodidad y al mismo tiempo de desafío, como si estuvieran en su derecho. Aquel día,

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Cora se mostró conmigo más amable que de costumbre y Rita más arisca. Hoy, a pesar del rostro impenetrable de Rita y de sus labios apretados, me gustaría quedarme en la cocina. Vendría Cora desde algún otro lugar de la casa con su botella de aceite de limón y su plumero, y Rita haría café –en las casas de los Comandantes aún hay café autentico— y nos sentaríamos alrededor de la mesa de Rita –que no le pertenece más de lo que la mía me pertenece a mí— y charlaríamos de achaques, de enfermedades, de nuestros pies, de nuestras espaldas, de los diferentes tipos de travesuras que nuestros cuerpos – como criaturas ingobernables— son capaces de cometer. Asentiríamos con la cabeza, como si cada una puntuara la frase de la otra, indicando que sí, que ya sabemos de qué se trata. Nos intercambiaríamos remedios e intentaríamos aventajarnos mutuamente en el recital de nuestras miserias físicas; nos lamentaríamos quedamente, en voz baja y triste, en tono menor como las palomas que anidan en los canalones de los edificios. Sé lo que quieres decir, afirmaríamos. O, utilizando una expresión que aún se oye en boca de la gente mayor: Oigo de dónde vienes, como si la voz misma fuera un viajero que llega de algún lugar lejano. Que podría serlo, que lo es. Solía desdeñar este tipo de conversación. Ahora la deseo ardientemente. Al menos es una conversación, una manera de intercambiar algo. O nos dedicaríamos a chismorrear. Las Marthas saben cosas, hablan entre ellas y pasan las noticias oficiosas de casa en casa. No hay duda de que escuchan detrás de las puertas, como yo, y ven cosas a pesar de esos ojos desviados. Alguna vez las he oído, he captado algo de sus conversaciones privadas. Nació muerto. O: Le clavó una aguja de tejer en plena barriga. Debieron de ser los celos, que se la estaban devorando. O, en tono

atormentador: Lo que usó fue un producto de limpieza. Funcionó a las mil maravillas, aunque cualquiera diría que él lo había probado. Debió de haber sido ese borracho; pero a ella la encontraron enseguida. O ayudaría a Rita a hacer el pan, hundiendo las manos en esa blanda y resistente calidez que se parece tanto a la Carne. Me muero por tocar algo, algo que no sea tela ni madera. Me muero por cometer el acto de tocar. Pero aunque me lo pidieran, aunque faltara al decoro hasta ese extremo, Rita no lo permitiría. Estaría demasiado preocupada. Se supone que las Marthas no fraternizan con nosotras. Fraternizar significa comportarse como un hermano. Me lo dijo Luke. Dijo que no existía ningún equivalente de comportarse como una hermana. Según él, tenía que ser sororizar, del latín. Le gustaba saber ese tipo de detalles, la procedencia de las palabras y sus usos menos corrientes. Yo solía tomarle el pelo por su pedantería. Cojo los vales que Rita me extiende. Tienen dibujados los alimentos por los que se pueden cambiar: una docena de huevos, un trozo de queso, una cosa marrón que se supone que es un bistec. Me los guardo en el bolsillo de cremallera de la manga, donde llevo el pase. —Diles que sean frescos los huevos —me advierte—. No como la otra vez. Y que te den un pollo, no una gallina. Diles para quién es y ya verás que no fastidian. —De acuerdo —respondo. No sonrío. ¿Para qué tentarla con una actitud amistosa? Margaret Atwood. El cuento de la criada. (Fragmento)

Vocabulario: Arisca: áspero, intratable. Fastidiar: enfadar, disgustar, molestar.

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31 De acuerdo con la descripción del texto, ¿en qué se diferencia Rita de la narradora? A) B) C) D)

En la forma que tienen de desempeñar sus labores domésticas. En las habitaciones que les corresponden a cada una de ellas. En el tipo de vestuario que cada una de ellas tiene que usar. En la posibilidad de tomar decisiones libremente.

32 Relee: “A veces escucho detrás de las puertas, algo que jamás habría hecho anteriormente. No escucho demasiado tiempo porque no quiero que me pesquen. Sin embargo, una vez oí que Rita le decía a Cora que ella no se rebajaría de ese modo. Nadie te lo pide, respondió Cora”. ¿Qué término reemplaza la palabra destacada manteniendo el sentido del texto? A) B) C) D)

Molesten. Observen. Asombren. Sorprendan.

33 ¿Qué alteración temporal se presenta en el fragmento leído? A) B) C) D)

Dilatación del breve momento que vive. Proyección del porvenir de la narradora. Evocaciones del pasado de la narradora. Recuento desde el comienzo de la situación.

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34 Lee la siguiente definición: Novelas de anticipación social distópica: Relatos que presentan una hipotética sociedad futura donde, ya sea por la deshumanización de la misma, un gobierno totalitario o el control intrusivo que la tecnología ejerce sobre el día al día, el individualismo se degrada en términos absolutos en favor del pensamiento único y de una sociedad unitaria. En definitiva, un mundo de pesadilla donde nadie debe saltarse las reglas o corre el riesgo de ser aniquilado. Por ello se afirma que la distopía es lo opuesto a la utopía, la sociedad ideal donde todo funciona a las mil maravillas. (https://es.literaturasm.com/novela-distopica#gref)



¿Qué elemento de este tipo de novela está presente en el fragmento leído? A) B) C) D)

Desaparición del individuo como un ser libre. Sociedad ideal en la que nada deja de funcionar. Control de la población a través de la tecnología. Unificación del pensamiento de todos sus participantes.

35 ¿Cuál es el tema principal del relato? A) B) C) D)

Las costumbres de las Marthas. La violencia contra la mujer. La añoranza del pasado. La pérdida de la libertad.

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