Positivismo

POSITIVISMO Consiste en no admitir como validos científicamente otros conocimientos, sino los que proceden de la experie

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POSITIVISMO Consiste en no admitir como validos científicamente otros conocimientos, sino los que proceden de la experiencia, rechazando, por tanto, toda noción a priori y todo concepto universal y absoluto. El hecho es la única realidad científica, y la experiencia y la inducción, los métodos exclusivos de la ciencia. Por su lado negativo, el positivismo es negación de todo ideal, de los principios absolutos y necesarios de la razón, es decir, de la metafísica. El positivismo es una mutilación de la inteligencia humana, que hace posible, no sólo, la metafísica, sino la ciencia misma. Esta, sin los principios ideales, queda reducida a una nomenclatura de hechos, y la ciencia es una colección de experiencias, sino la idea general, la ley que interpreta la experiencia y la traspasa. Considerado como sistema religioso, el positivismo es el culto de la humanidad como ser total y simple o singular.

POSITIVISMO Ubicación cronológica y representantes. El término positivismo fue utilizado por primera vez por el filósofo y matemático francés del siglo XIX Auguste Comte (1798-1857), pero algunos de los conceptos positivistas se remontan al filósofo británico David Hume (1711-1775), al filósofo francés Saint-Simon (1760-1825), y al filósofo alemán Immanuel Kant (17241804). Además de Auguste Comte en Francia, los representantes más significativos del positivismo son: John Stuart Mil¡ (1806-1873) y Herbert Spencer (1820-1903) en Inglaterra; Jakob Moleschott (1822-1893) y Errist Haeckei (1834-1919) en Alemania; Roberto Ardigó (1828-1920) en Italia. Por lo tanto, el positivismo se integra en tradiciones culturales diferentes: en Francia se inserta en el interior del racionalismo que va desde Descartes hasta la ilustración; en Inglaterra, se desarrolla sobre la tradición empirista y utilitaria, y se relaciona a continuación con la teoría darwinista de la evolución; en Alemania asume la forma de un rígido cientificismo y de un monismo materialista; en Italia, con Ardigó, sus raíces se remontan al naturalismo renacentista, aunque sus frutos más notables -debido a la situación social de la nación ya unificadalos brinda en el ámbito de la pedagogía y de la antropología criminal. Características. 1) A diferencia del idealismo, en el positivismo se reivindica el primado de la ciencia: sólo conocemos aquello que nos permite conocer las ciencias, y el único método de conocimiento es el propio de las ciencias naturales. 2) El método de las ciencias naturales (descubrimiento de las leyes causales y el control

que éstas ejercen sobre los hechos) no sólo se aplica al estudio de la naturaleza sino también al estudio de la sociedad. 3) Por esto la sociología -entendida como la ciencia de aquellos «hechos naturales» constituidos por las relaciones humanas y sociales- es un resultado característico del programa filosófico positivista. 4) En el positivismo no sólo se da la afirmación de la unidad del método científico y de la primacía de dicho método como instrumento cognoscitivo, sino que se exalta la ciencia en cuanto único medio en condiciones de solucionar en el transcurso del tiempo todos los problemas humanos y sociales que hasta entonces habían atormentado a la humanidad. 5) Por consiguiente, la época del positivismo se caracteriza por un optimismo general, que surge de la certidumbre en un progreso imparable (concebido en ocasiones como resultado del ingenio y del trabajo humano, y en otros casos como algo necesario y automático) que avanza hacia condiciones de bienestar generalizado, en una sociedad pacífica y penetrada de solidaridad entre los hombres. 6) El hecho de que la ciencia sea propuesta por los positivistas como único fundamento sólido de la vida de los individuos y de la vida en común; el que se la considere como garantía absoluta del destino de progreso de la humanidad; el que el positivismo se pronuncie a favor de la divinidad del hecho: todo esto indujo a algunos especialistas a interpretar el positivismo como parte integrante de la mentalidad romántica. En el caso del positivismo, sin embargo, sería la ciencia la que resultaría elevada a la categoría de infinito. El positivismo de Comte, por ejemplo -afirma Koiakowski-, «implica una construcción de filosofía de la historia omnicomprensiva, que culmina en una visión mesiánica». 7) Tal interpretación no ha impedido sin embargo que otros exegetas (por ejemplo, Geymonat) descubran en el positivismo determinados temas fundamentales que proceden de la tradición ilustrada, como es el caso de la tendencia a considerar que los hechos empíricos son la única base del verdadero conocimiento, la fe en la racionalidad

científica como solucionadora de los problemas de la humanidad, o incluso la concepción laica de la cultura, entendida como construcción puramente humana, sin ninguna dependencia de teorías y supuestos teológicos. 8) Siempre en líneas generales el positivismo (John Stuart Mill constituye una excepción en este aspecto) se caracteriza por una confianza acrítica y a menudo expeditiva y superficial en la estabilidad y en el crecimiento sin obstáculos de la ciencia. Dicha confianza acrítica se transformó en un fenómeno consuetudinario. 9) La positividad de la ciencia lleva a que la mentalidad positivista combata las concepciones idealistas y espiritualistas de la realidad, concepciones que los positivistas acusaban de metafísicas, aunque ellos cayesen también en posturas metafísicas tan dogmáticas como aquellas que criticaban. 10) La confianza en la ciencia y en la racionalidad humana, en definitiva, los rasgos ilustrados del positivismo, indujeron a algunos marxistas a considerar que la acostumbrada interpretación marxista -según la cual el positivismo no es más que la ideología de la burguesía en la segunda mitad del siglo xix- es insuficiente y, en cualquier caso, posee un carácter reductivo. Desarrollo histórico. A principios del siglo XX un grupo de filósofos interesados en la evolución de la ciencia moderna, rechazaron las ideas positivistas tradicionales que creían en la experiencia personal como base del verdadero conocimiento y resaltaron la importancia de la comprobación científica. Este grupo fue conocido como los positivistas lógicos entre los que se encontraban el austriaco Ludwig Wittgenstein y los filósofos británicos Bertrand Russell y George Edward Moore. El Tractatus logico-philosophicus (1921) resultó tener una influencia decisiva en el rechazo de las doctrinas metafísicas por su carencia de sentido y la aceptación del empirismo como una materia de exigencia lógica. Los positivistas hoy en día, que han rechazado la llamada escuela de Viena, prefieren denominarse a sí mismos empiristas lógicos para disociarse de la importancia que dieron los primeros pensadores a la comprobación científica. Mantienen que el principio de verificación en sí mismo es inverificable en el campo filosófico.

Buscando el origen etimológico del término positivismo hallaremos que el mismo se encuentra en el latín y que está formado por la unión de varias partes, en concreto de tres: la palabra positus que equivale a “puesto”, el sufijo –tivus que puede traducirse como “relación activa” y el sufijo –ismo que es sinónimo de “teoría o doctrina”. Se conoce con el nombre de positivismo a una estructura o sistema de carácter filosófico que está basado en el método experimental y que se caracteriza por rechazar las creencias universales y las nociones a priori. Desde la perspectiva de los positivistas, la única clase de conocimientos que resulta válida es el de carácter científico, el cual surge de respaldar las teorías tras la aplicación del método científico.

Cabe resaltar que el desarrollo del positivismo está vinculado a las consecuencias de la Revolución Francesa, que transformó al ser humano y a la sociedad en objetos de estudio científico. Esta novedad requería de una nueva epistemología para legitimar los saberes obtenidos. El francés Augusto Comte y el británico John Stuart Mill suelen ser señalados como los padres de esta epistemología y del positivismo en general. Ambos sostuvieron que cualquier actividad filosófica o científica debe llevarse a cabo mediante el análisis de los hechos reales que fueron verificados por la experiencia. No obstante, es importante subrayar que la primera persona que hace uso del término positivismo, a principios del siglo XIX, es el francés Henri de Saint-Simon. Un filósofo este que está considerado como precursor de la filosofía social y que tenía máxima profesional el lograr la reorganización de la sociedad de aquel momento para evitar que hubiera clases. En concreto quiso acometer esta tarea haciendo uso de lo que eran los pilares de la industria y también de la ciencia. Resulta interesante mencionar también que la epistemología positivista recibió diversas críticas por parte de quienes creían que sus objetos de

estudio (como el hombre y la cultura) no podían ser evaluados con el mismo método que se emplea en las ciencias naturales. La creación de significado y la intencionalidad, por ejemplo, son exclusivas de los seres humanos. La hermenéutica fue una de las corrientes que se enfrentó al positivismo, buscando comprender los fenómenos y no explicarlos. Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein estuvieron entre los pensadores que intentaron separar la ciencia de la metafísica. Asimismo, y para terminar el análisis del término positivismo, no podemos pasar por alto la existencia del llamado neopositivismo o positivismo lógico. Este puede definirse como aquel movimiento filosófico que nació en la época contemporánea y que sustenta en el hecho de que considera que la filosofía tiene que tener como otros de sus pilares fundamentales lo que es tanto la metodología científica como el análisis del lenguaje. Entre las principales figuras que defendieron y ejercieron como representantes de dicho movimiento se encuentran el alemán Rodolfo Carnap que realizó obras tan importantes como “La estructura lógica del mundo” (1928), el filósofo austríaco Otto Neurah que escribió “Sociología empírica” (1931) y el catedrático Mauricio Schlick. Positivismo también es, por último, la actitud práctica, la afición extrema al goce de tipo material y la tendencia a priorizar los aspectos materiales de la realidad por sobre todas las cosas.

Isidoro Augusto María Francisco Javier Comte nació en Montpellier en 1798. En 1814 ingresa en la elitista Escuela Politécnica, de la que será expulsado en 1816, acusado de republicanismo e indisciplina. En esta época comienza a estudiar a los pensadores del siglo XVIII y conoce a SaintSimon, para el que trabaja como secretario desde 1818, hecho que le permitió publicar artículos en diversas revistas: La Politique, L’Industrie, L’Organisateur. La colaboración entre estos dos autores se irá deteriorando hasta su definitiva ruptura en 1822, fecha que inicia las dos etapas fundamentales del pensamiento de A. Comte: La primera (1826-1845) , de un marcado carácter positivista, queda sintetizada en sus dos grandes obras: Curso de filosofía positiva (1830-1842) y el Discurso sobre el espíritu positivo (1844), escrito que apareció como introducción preliminar al Tratado filosófico de astronomía popular.

La segunda etapa del pensamiento de Comte viene marcada por un hecho personal que le afectó hondamente: la muerte en 1846 de Clotilde de Vaux, a quien conoció en 1845 y de la que estaba profundamente enamorado. A partir de entonces el pensamiento de Comte se tiñe de un carácter romántico y místico que derivará hacia posturas cada vez más conservadoras, convirtiendo el positivismo en una religión de la que él se autoproclama Sumo Sacerdote. De esta época datan sus obras Sistema de política positiva (1851-1854), Catecismo positivista (1852) y el primer volumen de Síntesis subjetiva (1856), obra que quedó incompleta debido a su muerte, acaecida el 5 de septiembre de 1857. El pensamiento de A. Comte. La filosofía de Comte entronca con la revuelta moderna contra los antiguos que inició Francis Bacon y extendió L’enciclopédie francesa y que consistió, a grandes rasgos, en la asunción de la razón y la ciencia como únicas guías de la humanidad capaces de instaurar el orden social sin apelar a oscurantismos teológicos o metafísicos. La evidente intención de reforma social de su filosofía se adhiere, sin embargo, a una postura conservadora y contrarrevolucionaria en claro enfrentamiento con las propuestas ilustradas de Voltaire y Rousseau. Tomando como trasfondo la Revolución Francesa, Comte acusa a estos dos autores de generar utopías metafísicas irresponsables e incapaces de otorgar un orden social y moral a la humanidad. Los problemas sociales y morales han de ser analizados desde una perspectiva científica positiva que se fundamente en la observación empírica de los fenómenos y que permita descubrir y explicar el comportamiento de las cosas en términos de leyes universales susceptibles de ser utilizadas en provecho de la humanidad. Comte afirma que únicamente la ciencia positiva o positivismo podrá hallar las leyes que gobiernan no sólo la naturaleza, sino nuestra propia historia social, entendida como la sucesión y el progreso de determinados momentos históricos llamados estados sociales. La ley de los tres estados y la idea de progreso La humanidad en su conjunto y el individuo como parte constitutiva, está determinado a pasar por tres estados sociales diferentes que se corresponden con distintos grados de desarrollo intelectual: el estado teológico o ficticio, el estado metafísico o abstracto y el estado científico o positivo. Este tránsito de un estado a otro constituye una ley del progreso de la sociedad, necesaria y universal porque emana de la naturaleza propia del espíritu humano. Según dicha ley, en el estado teológico el hombre busca las causas últimas y explicativas de la naturaleza en fuerzas sobrenaturales o divinas, primero a través del fetichismo y, más tarde, del politeísmo y el monoteísmo. A este tipo de conocimientos le corresponde una sociedad de tipo militar sustentada en las ideas de autoridad y jerarquía. En el estado metafísico se cuestiona la racionalidad teológica y lo sobrenatural es reemplazado por entidades abstractas radicadas en las cosas mismas (formas, esencias, etc.) que explican su por qué y determinan su naturaleza. La sociedad de los legistas es propia este estado que es considerado por Comte como una época de tránsito entre la infancia del espíritu y su madurez, correspondiente ya al estado positivo. En este estado el hombre no busca saber qué son las cosas, sino que mediante la experiencia y la observación trata de explicar cómo se comportan, describiéndolas fenoménicamente e intentando deducir sus leyes generales, útiles para prever, controlar y dominar la naturaleza (y la sociedad) en provecho de la humanidad. A este estado de conocimientos le corresponde la sociedad industrial, capitaneada por científicos y sabios expertos que asegurarán el orden social. Características de la filosofía positiva

La filosofía positiva como tipo de conocimiento propio del último estado de la sociedad, se define por oposición a la filosofía negativa y crítica de Rousseau y Voltaire a la que Comte atribuye los males de la anarquía y la inseguridad social que caracterizan al período postrevolucionario. El término positivo hace referencia a lo real, es decir, lo fenoménico dado al sujeto. Lo real se opone a todo tipo de esencialismo. desechando la búsqueda de propiedades ocultas características de los primeros estados. Lo positivo tiene como características el ser útil, cierto, preciso, constructivo y relativo (no relativista) en el sentido de no aceptar ningún absoluto. Clasificación de las ciencias Si la aparición del estado positivo se correlaciona con la mayoría de edad social e intelectual de la humanidad, esto se debe a la desaparición del espíritu metafísico como una evolución natural hacia el estado idóneo de la razón que traerá consigo el orden y la reorganización social. Se trata de una total "regeneración" que viene determinada por el progresivo desarrollo de las ciencias que, según Comte, han seguido cursos y ritmos distintos, siendo la más retrasada la física social. La filosofía positiva hace un intento de clasificación de las ciencias, concebidas unitariamente como ramas de un tronco común que, evolutivamente, forman un continuo en el que el desarrollo de cada una establece las bases de la ciencia siguiente. Comte clasifica las ciencias en cinco fundamentales: astronomía, física, química, fisiología y física social o sociología. Rechaza como ciencia a la psicología y a la economía y concibe a las matemáticas más como un método e instrumento previo que como ciencia teórica. La finalidad de las ciencias es el control y el dominio de la naturaleza y la sociedad. La búsqueda de relaciones estables entre los fenómenos deriva en la construcción de leyes que permiten predecir el futuro: paso previo a todo control. Derivada de la fisiología, la sociología, como culminación del espíritu positivo, se dedicará al estudio de los fenómenos sociales y de sus leyes como camino para explicar la evolución de la humanidad y favorecer un progreso controlado de la sociedad que excluya todo posible cambio o revolución incontrolada. Es en este punto donde aflora con toda su fuerza la intención conservadora y reaccionaria de la filosofía de Comte. Su apoyo a la dictadura de Napoleón III, así como sus ideas de control de la opinión pública y de defensa a la propiedad privada y de concentración del capital le han convertido en un adversario de la democracia y en un partidario de los regímenes autoritarios. La dictadura del mexicano Porfirio Díaz utilizó el positivismo como justificación teórica de su política. Estos hechos han producido que la paternidad de Comte respecto a la sociología y el positivismo haya sido reconocida a regañadientes. Textos de Elena Diez de la Cortina Montemayor

El positivismo Si bien se reconocen diversos antecedentes del positivismo, asociado fundamentalmente a lo empírico, será en la segunda mitad del siglo XIX que el mismo se consolida como un método científico pero también como una concepción filosófica del mundo. El positivismo puede definirse, en términos generales, como una postura filosófica de oposición al idealismo y rechazo de la metafísica, basada en la creencia en los hechos o realidades concretas accesibles a través de los sentidos. Acompaña el proceso de secularización y también el industrialismo, y sustenta nociones fundantes del orden social del momento, como las de orden y progreso. La obra de Augusto Comte, Discours sur l’esprit positif, publicada en 1844, sistematiza las características del positivismo del siglo XIX. En ella se establece un sistema de conocimiento basado en tres aspectos básicos:



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Una filosofía de la historia, en la que distingue tres estadios: a) el teológico, en el cual los fenómenos se explican por la potencia divina; b) el metafísico, en el cual las causas de los fenómenos son ideas abstractas o principios racionales; y c) el positivo, en el cual las hipótesis metafísicas son reemplazadas por la investigación de los fenómenos orientados a comprobar y establecer leyes de la experiencia. Una clasificación de las ciencias según su objeto. Una sociología o doctrina de la sociedad.

Como método científico, el positivismo establece un conjunto de premisas o reglas básicas:



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La observación es la base de todo conocimiento. Y lo que puede conocerse no es la esencia de las cosas, sino las relaciones o conexiones entre los fenómenos observados. Esto lleva al estudio de los fenómenos, de lo que es, renunciando a descubrir su origen o destino último (renuncia metafísica). Esta observación es objetiva, es decir, independiente del sujeto que conoce. La neutralidad y la objetividad serán aspiraciones o pretensiones centrales del positivismo. El conocimiento de las relaciones debe llevar a la formulación de leyes que den cuenta de las relaciones constantes que existen entre los fenómenos observados. Las leyes así establecidas tienen como fin la previsión racional. Puesto que ellas expresan un orden constante y necesario de los fenómenos observados, permiten prever el comportamiento futuro. El establecimiento de leyes, por otra parte, no implica valoración. Los juicios de valor, desde esta perspectiva, no tienen función cognitiva y deben ser evitados. La inducción se establece como el método privilegiado por el positivismo: partir de la observación sistemática y reiterada, y a través de la comparación y clasificación, llegar a conclusiones generales que permitan establecer leyes. Esto implica, también, que la mera acumulación de datos no es suficiente, sino que se requiere que los mismos sean interpretados.

Como método científico, el positivismo tuvo un enorme potencial, en la medida en que permitió profundizar la producción de conocimientos sobre la naturaleza, posibilitando su manipulación y uso. El énfasis puesto en la observación de lo real y la renuncia al idealismo y a los juicios de valor, además, fueron funcionales a un orden social ya establecido, que no estaba interesado en reflexionar sobre sí mismo sino en conocer mejor su funcionamiento, obteniendo con esto recursos o herramientas de todo tipo que contribuyeran a su consolidación.

EL PRAGMATISMO

el inglés pragmatism, el pragmatismo es la actitud predominantemente pragmática (que busca la eficacia y utilidad). Por ejemplo: “Dejemos de lado el idealismo y vamos a centrarnos en el pragmatismo: ¿cuánto tenemos que invertir para modernizar la planta y producir el doble?”, “El pragmatismo es la base de nuestro movimiento político, estamos cansados de las discusiones estériles y queremos solucionar los problemas cotidianos de la gente”. Pragmatismo, por otra parte, es una corriente filosófica que surgió a finales del siglo XIX en los Estados Unidos. William James y Charles S. Peirce fueron los principales impulsores de la doctrina, que se caracteriza por la búsqueda de las consecuencias prácticas del pensamiento.

El pragmatismo sitúa el criterio de verdad en la eficacia y valor del pensamiento para la vida. Se opone, por lo tanto, a la filosofía que sostiene que los conceptos humanos representan el significado real de las cosas. Para los pragmáticos, la relevancia de los datos surge de la interacción entre los organismos inteligentes y el ambiente. Esto lleva al rechazo de los significados invariables y de las verdades absolutas: las ideas, para el pragmatismo, son sólo provisionales y pueden cambiar a partir de investigaciones futuras. Al establecer el significado de las cosas a partir de sus consecuencias, el pragmatismo suele ser asociado a la practicidad y a la utilidad. Sin embargo, una vez más, esta concepción depende del contexto.