Por Que Enfermamos

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POR QUE ENFERMAMOS El origen de las enfermedades una parte está en nuestros genes, es decir la herencia o información que proviene de nuestros padres, abuelos, etc., y el medio ambiente. Hasta hace poco, sólo teníamos acceso a la cura de trastornos relacionados con el medio ambiente, pero hoy, gracias a la ayuda de Dios y la tecnología, podemos influenciar también nuestros genes. Los hábitos de vida, es decir, calidad y cantidad de sueño, tipo de alimentación y forma de preparla, cantidad y calidad de líquidos ingeridos diariamente, ejercicio, recreación, y cumplimiento de metas, hacen la diferencia a la hora de lograr el bienestar y la salud anhelados. Desde tiempos remotos, el hombre se ha preguntado el origen de las enfermedades. Louis Khune, uno de los padres de la cultura del vivir sano, creía que las perturbaciones de la digestión son las causas de todas las enfermedades. La Naturaleza con sus leyes y el Naturismo, nos enseñan que toda enfermedad tiene en su origen una causa mental, y la experiencia nos demuestra, que la sucesión de pensamientos inapropiados e ignorantes de la esencia natural del hombre, da como resultado actuaciones erróneas y contraproducentes al plan que esa misma Naturaleza ha establecido para él. Su ignorancia, nos procura hábitos poco saludables que nos llevan a contravenir las leyes naturales que invisiblemente nos rigen, siendo la enfermedad, por tanto, el precio que indefectiblemente pagamos, seamos conscientes de ello o no. Las enfermedades entonces, tienen una primera causa mental denominada: ignorancia del modo correcto de vivir; lo cual, nos conduce a los malos hábitos que se constituyen en la verdadera raíz del problema. Para enfermarse, es necesario que en el terreno corporal se acumulen metabolitos de desecho en los tejidos, los cuales por no poder ser eliminados eficientemente, se depositaron. Todas las enfermedades crónico-degenerativas son en mayor o menor grado, enfermedades de depósito. Los depósitos, generan a su vez trastornos enzimáticos y en la función celular, los cuales vulneran el sistema inmunitario y predisponen a que microrganismos, -bacterias, virus, hongos, parásitos-, puedan tomar ventaja. Todo individuo sano es un buen eliminador de metabolitos de desecho, tantos los producidos por el propio metabolismo corporal, como los que llegan de fuera a través de la alimentación, la respiración y la piel (pesticidas, herbicidas, colorantes, conservantes, acidulantes, espesantes, etc.). Todo individuo sano es también un buen absorbedor de nutrientes, para ello debe haber integridad en las mucosas del tracto digestivo, a través de las cuales penetran al organismo los elementos esenciales, por ello saber escoger y preparar los alimentos, puede hacer la diferencia. Desde luego es bueno personalizar. La falta de ciertas enzimas desde el nacimiento o su daño por causas ambientales, puede hacer que lo que es bueno para unos pueda ser malo para otros. Y ello nos lo explica bien la genética nutricional o Nutrigenética. La individualidad nutricional se nos muestra mediante pruebas de laboratorio, indicándonos cuales alimentos son buenos y cuales menos buenos para cada individuo. Hay hipertensos por ejemplo que no tienen problema con usar el cloruro de sodio ó sal de cocina, en tanto que a la mayoría les aumenta la tensión arterial. Finalmente, todo individuo sano, es un buen respondedor desde su sistema inmunitario. Si la velocidad de respuesta del sistema inmunitario es lenta, los microorganismos que se reproducen en forma logaritmica, toman el control produciendo enfermedad. La alteración en la capacidad de eliminar los desechos, la incapacidad de absorber nutrientes y de responder oportunamente por parte del sistema inmunitario, puede producir un desajuste en el sistema nervioso autónomo -simpático-parasimpático-, lo cual puede llevar entre otros, a un desajuste térmico entre la periferia y el interior del organismo descrito en su momento por el genial naturópata chileno Manuel Lezaeta Acharán-, desajuste que generalmente lleva a una intoxicación orgánica. De la suma de las predisposiciones genéticas

que cada quien trae y la acumulación progresiva de metabolitos de desecho en los diferentes tejidos, surgen la mayor parte de enfermedades. Las enfermedades son entre otras, la manifestación externa de algo previo e interno: la intoxicación. Pero ésta, es sobre todo, producto del "desequilibrio térmico" producido por los malos hábitos de vida adquiridos merced al desconocimiento de las leyes naturales. Éste es el verdadero ciclo de la Enfermedad. No sólo eso, es también el de la Salud, si nos decidimos a hacerlo girar en sentido inverso al que produce las enfermedades. Los hombres se han convertido en creadores de costumbres poco saludables, las han incorporado a su habitual modo de vida y, desde ese instante, la aparición de la enfermedad ha sido tan sólo cuestión de tiempo y de la resistencia orgánica en cada individuo, lo cual está siempre en función del maltrato propio y de la herencia que hayamos recibido. Por eso, no nos debe resultar extraño que los hijos terminen pagando los abusos orgánicos de sus precedentes generaciones. Esta alienación del ser humano respecto de sí mismo, es debida a su falta de conocimiento acerca de cómo mantener su cuerpo con salud, pero también al desconocimiento de las razones que deben llevarle a hacerlo así. El hombre, en general, no sabe nada acerca de su origen, ni tampoco de su desarrollo futuro, lo cual le conduce en demasiadas oportunidades a desperdiciar una vida que podría ser empleada en avanzar a todos los niveles. Con estas premisas, y no teniendo un fundamento filosófico que le guíe en la búsqueda de un mejor estado físico, emocional, mental y espiritual, abre las puertas a la enfermedad porque enfoca sus hábitos hacia la gratificación de sus sentidos. Como dice Manuel Lazaeta: "No existe enfermo con buena digestión, ni sano con mala digestión." En estado de buena salud digestiva las heces son inodoras, consistentes, diarias, bronceadas, y no ensucian el papel. Tener deposiciones así, indica que se ha digerido correctamente. Por desgracia, no es lo habitual en la mayoría de las personas. El Desequilibrio Térmico, es un desorden que padecen TODOS los enfermos crónicos sin excepción. Según la doctrina térmica de la salud, todas las enfermedades se instauran a partir de un cuadro semejante. Sin embargo, no necesariamente se presentan síntomas iguales para todos los enfermos, pues éstos verán afectados sus diversos órganos según la fortaleza, debilidad, o predisposición. El lugar en que se depositan las toxinas, es todo tejido por donde pasen los vasos sanguíneos, es decir todo el organismo. Ellas son extraídas de la sangre y depositadas en los tejidos adyacentes, cuando para la corriente sanguínea sea imposible trasportarlos. La sangre es una banda transportadora que tiene características bien precisas de osmolalidad, osmolaridad y pH, que de ser alteradas, generan multiples síntomas como taquicardia, hiperventilación, somnolencia y náuseas entre otros. Por tanto todo metabolito de desecho debe ser eliminado de la sangre a través de organos emuntoriales como el riñón, el hígado, el pulmón, la piel y el tubo digestivo. De no hacerlo bien, parte de tales metabolitos son extraídos de la sangre y depositados en los tejidos adyacentes. Tal acúmulo genera las enfermedades crónicodegenerativas. Según un análisis naturista, se acumulan metabolitos en la parte anterior o posterior del cuerpo, lo cual puede variar según sea nuestra posición al dormir, nuestro trabajo, nuestras costumbres...etc, creándose unos recorridos orgánicos específicos en cada persona por los que se afectarán cuantos órganos se crucen en su camino. Así se irá conformando el mapa de las alteraciones anatómicas descrito, con todo lujo de detalles, por su descubridor, Louis Kuhne, en "La ciencia de la expresión del rostro." No sólo la fisonomía del enfermo se verá alterada, sino también el iris de sus ojos, que revelará todo lo dicho hasta aquí, presentando señales de irritación e inflamación localizadas en el área correspondiente al aparato digestivo, o sea, en torno a la pupila, y de atrofia en la zona de la piel (formando un anillo oscuro que rodea la periferia del iris). Los síntomas podrán, con el curso de los años, modificarse y mejorar, pero el tejido iridal demuestra fehacientemente, y en todo momento, el rumbo que está siguiendo la alteración funcional.

Quizá, ahora mismo, alguno de ustedes se esté preguntando: ¿cómo podemos recuperar el equilibrio térmico que nos devuelva la salud perdida...? Bien, existen algunas sencillas técnicas naturistas que nos devolverán el equilibrio térmico entre piel y mucosas. Estos ejercicios consisten en actuar, de varias maneras sobre la piel y las mucosas para que éstas normalicen su actividad. Como la piel de los enfermos está atrofiada, es decir, atascada a nivel subcutáneo, habrá que activarla mediante la estimulación del agua fría o irritarla con otros recursos. Al estimularla provocamos en ella una reacción que la calienta, abrimos sus poros, e irá congestionándose. Con ello, la sangre abandonará el vientre, donde su acúmulo excesivo estaba alterando los procesos metabólicos que allí se llevan a cabo intoxicandonos. La piel del hombre en reposo debe tener siempre una temperatura de 36´5ºC ó 37 ºC. Por tanto, si está más fría indica que existe "calentura al interior" o desequilibrio térmico, porque la sangre se habrá desplazado y refugiado en el vientre. A esto también se le llama "fiebre interna". El desequilibrio térmico cursa con escalofríos, piel pálida y fría, malestar general, y taquicardia. Cuando es muy intenso, y si no se resuelve a tiempo, puede desembocar en la muerte del paciente. La calentura del interior es directamente proporcional a los latidos del corazón e inversamente proporcional a la temperatura de la piel. De este modo, cada diez latidos que sobrepasen las 70 pulsaciones por minuto, delatan un exceso de 1 grado sobre la temperatura interna correcta (que debiera ser la misma que la de piel, o sea, 36´5ºC-37ºC). Por esta razón, a mayor calor interior, corresponde mayor frecuencia cardíaca y también mayor frialdad sobre la piel. Y consecutivamente a todo ello, un peor pronóstico de salud. Cuando se instaura el desequilibrio térmico de un modo agudo, el paciente tiene frío y pide mantas, ropa o algo caliente. Él presiente, instintivamente, la necesidad de que su piel fría, a veces cadavérica, adquiera más calor para obtener así la mejoría que necesita y volver a reequilibrarse. En ése caso, el corazón latirá atropelladamente a 90-100-120, ó más, pulsaciones por minuto, denotando que la temperatura interna es muy elevada, incluso superior a 40ºC, mientras la de la piel habrá bajado hasta los 35ºC incluso. Es una situación realmente alarmante. Para equilibrar esta diferencia de temperaturas debemos proporcionarle calor a la piel y frío al vientre, con la finalidad de frenar y dar salida a la combustión excesiva que se está produciendo en esa caldera orgánica que es el aparato digestivo. Ésta caldera humana necesita que el sistema de refrigeración -la piel- funcione correctamente para que no se acumule un exceso de temperatura al interior, puesto que podría hacer reventar todo el "circuito". Del mismo modo, necesita un combustible adecuado en calidad y cantidad -aire rico en oxígeno-, y también proceder a la limpieza de los residuos de las combustiones anteriores. La aplicación de calor a la piel y la estimulación de la misma con frotaciones, ortigas, ejercicio..., abren los poros de ésta, favoreciendo el riego por los minúsculos vasos sanguíneos y, con ello, la afluencia de sangre. Esto reequilibra las temperaturas del organismo y restaura de modo natural la salud, sin necesidad de medicamentos y con excelentes beneficios para nuestro estado orgánico. Por otra parte, deberemos también sofocar el excesivo calor interno mediante técnicas naturales que refresquen el vientre, es decir, que desinflamen los vasos, tejidos y nervios de la zona, obligando a la sangre a retornar a la piel, que es donde debiera estar, para así disminuir la temperatura de las reacciones químicas que se están efectuando en el aparato digestivo. De este modo reduciremos la inflamación del aparato gastrointestinal, mitigaremos la temperatura, y acabaremos con las perniciosas fermentaciones que allí se están llevando a cabo. El metabolismo digestivo volverá así a recuperar, poco a poco, su temperatura normal que debe ser idéntica a la de la piel, pues ambas temperaturas -interna y externa- tienen que permanecer siempre equilibradas para tener salud y evitarnos trastornos futuros. Podemos aplicar frío al interior del organismo con diversos medios, como son el barro, los baños derivativos del vientre, o las compresas húmedas (nunca con hielo), de tal modo que nos sirvan para descongestionar la zona. La terapéutica naturista, como hemos explicado, se basa en desalojar la sangre del interior, haciendo que ésta retorne a la piel, y

consiguiendo así, que ésta se mantenga caliente continuamente. Alcanzaremos de este modo el equilibrio térmico, y obtendremos digestiones correctas, porque estarán realizadas a la temperatura adecuada. Obtendremos entonces una buena nutrición, además de una eliminación correcta de los residuos de nuestro metabolismo, siempre por los conductos a tal efecto, los cuales tampoco verán alteradas sus funciones por una sobrecarga de trabajo, como sucedía hasta ése momento. Obtendremos así lo que buscábamos, y que sólo existe en la naturaleza: la curación y la salud. Según Lezaeta, "El arte de curar es cuestión de temperaturas".