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Evaluación PEP Lenguaje y Comunicación 7° Básico Profesor José Matus Nombre: __________________________________________

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Evaluación PEP Lenguaje y Comunicación 7° Básico Profesor José Matus

Nombre: ____________________________________________________________________Nota Fecha: ______________________Puntaje total: 58 puntos Puntaje real: _________ Objetivos de aprendizaje: Comprender textos, aplicando estrategias de comprensión lectora, extrayendo información explícita e implícita, realizando inferencias y reconociendo secuencia de acciones y estructura del cuento.

Instrucciones: Ocupa lápiz mina. Ennegrece todo el cuadrito de las alternativas. Lee lentamente la información de los textos y enunciados. Escribe con letra clara y entendible.

I.- Lee y observa atentamente. Luego responde las preguntas 1 a la 5.

1. ¿Qué función cumple la imagen en el afiche anterior? A. Convencer de que es necesario estudiar. B. Reforzar la idea de que siempre se puede estudiar. C. Motivar a los receptores a estudiar geografía. D. Informar acerca de las posibles áreas a estudiar.

2. ¿Qué opción ejemplifica el carácter apelativo de este afiche? A. ¿Quieres terminar tus estudios? B. ¡Nunca es tarde para aprender! C. Esta es una nueva oportunidad para estudiar. D. Más información en www.educacionparaadultos.cl. 3. ¿Por qué se menciona la página web en el afiche? A. Porque en ese sitio se puede postular a un cupo para estudiar. B. Porque visitar el sitio es requisito para terminar los estudios. C. Porque es el nombre del lugar en el que se puede estudiar. D. Porque ahí se encuentra más información. 4. ¿A quién se dirige el afiche? A. A quienes les gusta estudiar. B. A profesores de distintas áreas. C. A estudiantes de distintas instituciones. D. A personas que necesitan terminar sus estudios. 5. ¿Cuál es el propósito del afiche? A. Fomentar la educación para adultos. B. Destacar que estudiar es muy importante. C. Enfatizar la importancia de asistir a clases. D. Informar acerca de un instituto de educación. II.- Lee el siguiente texto y responde las preguntas 6 a la16. El médico a palos Molière ESCENA V (ARGAN, ANGÉLICA y ANTONIA) ARGAN (Sentándose).— Ahora, hija mía, te voy a dar una noticia que seguramente te tomará de nuevas. Me han pedido tu mano. ¿Qué es eso?... ¿Te ríes? Bien mirado, no puede imaginarse noticia más halagüeña para una joven... ¡Oh, naturaleza! Ya veo bien claro que no tengo para qué preguntarte si te quieres casar. ANGÉLICA.— Mi único deseo es obedeceros, padre mío. ARGAN.— Me complace esa sumisión. Hemos ultimado el asunto y ya estás prometida. ANGÉLICA.— Acataré a ojos cerrados vuestra voluntad, padre mío. ARGAN.— Tu madrastra pretendía que tú y Luisa, tu hermana menor, entrarais en un convento. Desde hace tiempo ese era su propósito. ANTONIA. (Bajo) —¡Su razón tiene la muy bribona! ARGAN. (Continuando.) —Por lo cual se negaba al ahora a autorizar este matrimonio; pero he logrado reducirla y dar mi palabra. ANGÉLICA.— ¡Cuánto tengo que agradecer a vuestras bondades, padre mío! ANTONIA.— Seguramente, esta es la acción más cuerda de vuestra vida. ARGAN.— Aun no conozco a tu futuro; pero me afirman que quedaré satisfecho y tú también. ANGÉLICA.— Seguramente, padre mío. ARGAN.— ¿Cómo? ¿Tú le has visto? ANGÉLICA.— Puesto que vuestro consentimiento me autoriza a abriros mi corazón, no os ocultaré que hace seis días el azar nos puso frente a frente, y que la petición que os han hecho es consecuencia de una inclinación mutua, experimentada desde el primer instante.

ARGAN.— No me habían dicho nada, pero me alegro, porque más vale que sea así. Según parece, se trata de un buen mozo. ANGÉLICA.— Sí, padre mío. ARGAN.— Arrogante. ANGÉLICA.— Sí. ARGAN.— De aspecto simpático. ANGÉLICA.— Ya lo creo. ARGAN.— De fisonomía franca. ANGÉLICA.— Muy franca. ARGAN.— Digno y juicioso. ANGÉLICA.— Precisamente. ARGAN.— Honrado. ANGÉLICA.— Como el que más. ARGAN.— Que habla el latín y el griego a maravilla. ANGÉLICA.— Eso no lo sabía yo. ARGAN.— Y que dentro de tres días será recibido de médico. ANGÉLICA.— ¿Médico, padre mío? ARGAN.— Sí, ¿tampoco lo sabías? ANGÉLICA.— No. ¿Quién os lo ha dicho? ARGAN.— El señor Purgon. ANGÉLICA.— ¿Lo conoce el señor Purgon? ARGAN.— ¡Vaya una pregunta! No lo ha de conocer, si es su sobrino. ANGÉLICA.— ¿Cleonte sobrino de Purgon? ARGAN.— ¿Quién es ese Cleonte? Hablamos del joven que ha pedido tu mano. ANGÉLICA.— ¡Claro! ARGAN.— Que es sobrino del señor Purgon e hijo de su cuñado, el señor Diafoirus, médico también. Ese joven se llama Tomás: Tomás Diafoirus, y no Cleonte. Con él es con quien hemos acordado esta mañana tu boda, entre el señor Purgon, Fleurant y yo. Mañana mismo vendrá el padre a hacer la presentación de tu futuro. Pero ¿qué es eso? ¿Por qué pones esa cara de asombro? ANGÉLICA.— Porque vos hablabais de una persona y yo me refería a otra. ANTONIA.— ¡Eso es una burla! Teniendo la fortuna que tenéis, ¡seríais capaz de casar a vuestra hija con un médico? ARGAN.— ¿Quién te mete a ti donde no te llaman, imprudente? ANTONIA.— ¡Calma! ¿Por qué no hemos de discutir sin acaloramientos? Hablemos tranquilamente. ¿Qué razones habéis tenido para consentir ese matrimonio? ARGAN.— La razón de que, encontrándome enfermo —porque yo estoy enfermo—, quiero tener un hijo médico, pariente de médicos, para que entre todos busquen remedios a mi enfermedad. Quiero tener en mi familia el manantial de recursos que me es tan necesario; quien me observe y me recete. ANTONIA.— Eso es ponerse en razón. Cuando se discute pacíficamente, da gusto. Pero con la mano sobre el corazón, señor, ¿es verdad que estáis enfermo? ARGAN.— ¡Cómo, granuja! ¿Qué si estoy enfermo?… ¿Si estoy malo, insolente? ANTONIA.— Conforme, señor; estáis malo. No vayamos a pelearnos por eso. Estáis muy malo, lo reconozco; mucho más malo de lo que os podéis figurar, estamos de acuerdo. Pero vuestra hija, al casarse, debe tener un marido para ella, y estando buena y sana, ¿qué necesidad hay de casarla con un médico? ARGAN.— Si el médico es para mí. Una buena hija debe sentirse dichosa casándose con un hombre que pueda ser útil a la salud de su padre. Molière. (1982). El médico a palos. En El ricachón en la corte; El enfermo de aprensión. Madrid: Espasa-Calpe. (Fragmento).

6. ¿Quién es Argan? A. El novio. B. El médico. C. El tío del novio. D. El padre de la novia. 7. ¿Quién es Cleonte? A. El prometido. B. El enamorado. C. El tío del novio. D. El padre de la joven. 8. ¿A quién se refiere la palabra destacada: “Pero, con la mano sobre el corazón, señor”? A. A Argan. B. A Cleonte. C. Al sr. Purgon. D. Al sr. Diafoirus.

9. ¿A quién se refiere la palabra destacada: “Quién te mete a ti donde no te llaman, imprudente”? A. A Luisa. B. A Antonia. C. A Angélica. D.A la hermana menor. 10. ¿A quién se refiere la expresión destacada: “Aún no conozco a tu futuro”? A. A Argan. B. A Tomás. C. A Purgon. D. A Cleonte.

11. ¿Con quién confunde Angélica al prometido? A. Con Argan. B. Con Cleonte. C. Con el sr. Purgon. D. Con Tomás Diafoirus. 12. En el texto, ¿qué significa la palabra destacada: “Qué razones habéis tenido para consentir ese matrimonio”? A. Solicitar. B. Permitir. C. Proponer. D. Encontrar. 13. ¿Qué se infiere del siguiente fragmento: “Ya veo bien claro que no tengo para qué preguntarte si te quieres casar”? A. No sabe qué decidir. B. La joven desea casarse. C. Quiere rechazar la oferta.

D. Ella duda en la respuesta. 14. En el texto se afirma que Angélica es: A. franca. B. sumisa. C. arrogante.

D. simpática. 15. ¿Para quién es importante que el novio sea médico? A. Para Argan. B. Para Tomás. C. Para Antonia. D. Para Angélica. 16. ¿Cuál es el conflicto presente en el fragmento? A. La petición de mano. B. La confusión respecto al prometido. C. El relato de una noticia sorprendente. D. La conversación entre un padre y una hija.

III.- Lee el siguiente texto y responde las preguntas 17 a 23. Gotera Neda Brkic Moskovic Escena dos (Un hombre baja del techo, viste sencillamente. Lleva un soplete a parafina, una pequeña caja de herramientas, y un letrero que dice “reparaciones varias” colgando del cuello) HOMBRE.— Juan Fulberto Montesinos Andrade, para servirle, señora: carpintero, instalador eléctrico y destapo cañerías, también. Cobro barato. Andaba trabajando al lado y alcancé a escuchar que tiene una gotera. Perdone que entre sin pedir permiso, pero hay que aprovechar la pega cuando se presenta... y este mes ha estado re' mala. Ando sin mi maletín completo, pero igual veamos si puedo ayudarla. ¿Dónde es? (Ana queda mirándolo extrañada, entre sospechosa y desconcertada; no se mueve. Él se acerca a Ana) Dígame no más. ANA.— (incrédula) ¿Dónde lo he visto a usted? ¿A veeeer? ¡Luciano! ¿Pero cómo no avisó? ¿Llegaste hace rato? ¿Y la niña? Y yo en esta facha... HOMBRE.— ¿Luciano? No, no; me llamo Juan Fulberto.

ANA.— Siempre bromeando, mijito, qué alegría verlo, venga, siéntese debe estar cansado ¿quiere tomar once? ¿Trajo ropa? ¿Tiene hambre? Ya que está aquí por qué no le echa una revisada a la abuela, mire que parece que le dio algo, usted que sabe tanto a lo mejor puede aconsejarme. HOMBRE.— Disculpe señora, pero yo no soy el que usted nombra, hay una equivocación, yo… ANA.— Ya, ya, ya... deje de hacer bromas y siéntese (lo empuja hacia la silla) ¿Para qué anda con el soplete como si fuera un maestro gásfiter, ¿acaso ya no escribe? Pero igual hay una gotera en el baño de arriba, desagüe, parece, después lo vemos, ¿quiere un tecito con sopaipillas? (Mirando para el lado y hablando en voz baja). Mire, antes de nada, debo advertirle: la abuela ha estado bien rara y ahora... no sé, es que está tan vieja también y tenía tantas ganas de verlo... a lo mejor si le habla, se le quita y… HOMBRE.— Señora, yo no entiendo nada de mujeres. ANA.— ¿Cómo que “señora”? Tanta distancia Lucianito, si soy su madre no más. (El hombre deja el soplete y el cartón que por el otro lado dice “carpintería, destapes, electricidad” en el suelo. Se rasca la cabeza como si estuviese reflexionando. Ana se queda inmóvil, en la posición que estaba) HOMBRE.— Bueno, ¿qué hay de malo en seguirle la corriente? Es pura soledad, se ve que llevan tiempo así, una con la otra y la otra con la una... como que se les acabaron las palabras y se están desinflando con las últimas que les van quedando. Eso pasa a veces... como si estuviesen arañando la felicidad, perdida entre los escombros... (Se da media vuelta). HOMBRE.— ¿Dónde están esas sopaipillas y ese tecito? Que traigo pura hambre, mamá. MARTA.— Al tiro mijito... salude a su abuela, pues, que lo ha echado tanto de menos. HOMBRE(acercándose a Marta).— ¡Venga para acá abuelita! MARTA.— (recobrando “vida”) Qué bueno que por fin llegó, niño. Ya que está aquí podría encargarse de la gotera en el desagüe. HOMBRE.— Pero es que no traje mis herramientas, las dejé... allá. MARTA.— Bueno, entonces... ¿tiene lápiz? HOMBRE.— Creo que ando trayendo uno aquí (saca un lápiz de detrás de la oreja), y aquí ando trayendo una boleta para anotar... ya... ¿dígame? MARTA.— Hágase una acta de defunción. HOMBRE.— ¿Cóooomo? MARTA.— ¡Acabo de morirme, pues! Me aburrí de esperarlo tanto. ANA.— No le hagas caso, no sabe lo que dice. HOMBRE.— Cómo no, abuela. MARTA.— Anote mijo: Yo, Marta Carvajal Sanhueza… ANA.— ¿No ve que está rara? Se le olvidó que se llama Violeta Eugenia Sepúlveda Mandioca. MARTA.— Sepa usted que en mi nuevo... estado puedo hacer lo que quiero: cambiarme de nombre; ser más inteligente; hablar como rica... hasta puedo cambiar el curso de la historia. HOMBRE.— Ah, claro, abuela, no se preocupe... siempre tan bromista... estoy para servirle. Permítame decirle que para estar muerta se ve estupendamente bien. ¿Podría decirme, si no es indiscreción, cuál fue la causa de su muerte? Es para el acta... MARTA.— Ya no la soportaba. No la quise oír más. ¡Me hastió! […] ¡Sí, sí!... ya no la aguantaba. ¡No te lo puedes imaginar siquiera! Todos los días que el Luciano; que los nietos; que ponte los dientes; que sácate los dientes; que hasta cuándo me agobias; que no te mueras; si no, ¿qué va a ser mi vida?, y lo único que yo quería desde hace 92 años era morirme, pues, mijo... ¡Anota, anota! (El Hombre saca otra boleta de su pantalón para anotar), y todos los días: que es todo tu culpa; que me podría haber casado con el Lorenzo si no fuera por ti; que hasta cuándo te cagas; que córtala con los quejidos;... que déjate de llamar a tu mamá, que no queda nadie; que duérmete, que despiértate, que aguántate... ¡Uuuuf! Así que ¿sabes?, al fin tomé la decisión, ya que esta nunca se decidió a morir antes... o a matarme... que hubiera sido lo más sensato, en realidad; habría bastado un poco de ese veneno para ratas... es que nunca fue muy ocurrente, la pobre. ¡Tuve que prepararme la mezcla yo misma! ¿Te das cuenta? ¿Con lo que me costaba moverme?

Brkic, N. (2005). Gotera. Escena Chilena. Disponible en http://www.escenachilena.uchile.cl/CDA/dr_obra_contenido/0,1501,SCID %253D16003%26OBRASID=16010,00.html (Fragmento).

17. ¿Por qué a Ana le sorprende que le diga “señora”? A. Porque es un gásfiter. B. Porque cree que es su madre. C. Porque considera que es muy bromista. D. Porque no le gustan los tratamientos formales. 18. ¿Cuál de las siguientes acotaciones se relaciona con la comunicación paraverbal? A. (Se rasca la cabeza…). B. (Lo empuja hacia la silla). C. (…hablando en voz baja). D. (Saca un lápiz de detrás de la oreja). 19. ¿Cuál es la función de la acotación subrayada en el fragmento? A. Guiar un desplazamiento del personaje. B. Señalar la ubicación espacial de la escena. C. Indicar la actitud que debe tener el personaje. D. Indicar que ese parlamento debe decirse hacia el público. 20. Según el texto, ¿por qué el Hombre finge ser Luciano? A. Porque se confunde. B. Porque pretende sacar provecho. C. Porque decide seguirle la corriente. D. Porque es una conducta habitual en él. 21. ¿Cuál es el conflicto presente en el fragmento? A. Las dificultades que enfrenta un gásfiter. B. La existencia de una gotera en una casa. C. La confusión de una mujer que desea ver a su hijo. D. El abuso de un desconocido con dos pobres ancianas.

22. ¿Por qué el Hombre llega a esa casa? A. Porque va a ver a su madre. B. Porque desea visitar a su abuela. C. Porque escucha que tiene una gotera. D. Porque pretende aprovecharse de las ancianas. 23. ¿Quién es el Hombre en realidad? A. Luciano. B. El hijo de Ana. C. El nieto de Marta. D. Juan Montesinos. IV.- Lee el siguiente texto y responde las preguntas 24 a 30. El delantal blanco Sergio Vodanovic La playa. Al fondo, una carpa. Frente a ella, sentadas a su sombra, LA SEÑORA y LA EMPLEADA. LA SEÑORA está en traje de baño y, sobre él, usa un blusón de toalla blanca que le cubre hasta las caderas. Su tez está tostada por un largo veraneo. LA EMPLEADA viste su uniforme blanco. LA SEÑORA es una mujer de

treinta años, pelo claro, rostro atrayente aunque algo duro. LA EMPLEADA tiene veinte años, tez blanca, pelo negro, rostro plácido y agradable. LA SEÑORA—. (Gritando hacia su pequeño hijo, a quien no ve y que se supone está a la orilla del mar, justamente, al borde del escenario.) ¡Alvarito! ¡Alvarito! ¡No le tire arena a la niñita! ¡Métase al agua! Está rica... ¡Alvarito, no! ¡No le deshaga el castillo a la niñita! Juegue con ella... Sí, mi hijito... juegue. LA EMPLEADA—. Es tan peleador... LA SEÑORA—. Salió al padre... Es inútil corregirlo. Tiene una personalidad dominante que le viene de su padre, de su abuelo, de su abuela... ¡sobre todo de su abuela! […] ¿Qué haces? LA EMPLEADA—. Leo esta revista. LA SEÑORA—. ¿La compraste tú? LA EMPLEADA—. Sí, señora. LA SEÑORA—. No se te paga tan mal, entonces, si puedes comprarte tus revistas, ¿eh? (LA EMPLEADA no contesta y vuelve a mirar la revista). LA SEÑORA—. ¡Claro! Tú leyendo y que Alvarito reviente, que se ahogue ... LA EMPLEADA: Pero si está jugando con la niñita ... LA SEÑORA—. Si te traje a la playa es para que vigilaras a Alvarito y no para que te pusieras a leer. (LA EMPLEADA deja la revista y se incorpora para ir donde está Alvarito.) LA SEÑORA—. ¡No! Lo puedes vigilar desde aquí. Quédate a mi lado, pero observa al niño. ¿Sabes? Me gusta venir contigo a la playa. LA EMPLEADA—. ¿Por qué? LA SEÑORA—. Bueno... no sé... Será por lo mismo que me gusta venir en el auto, aunque la casa esté a dos cuadras. Me gusta que vean el auto. Todos los días, hay alguien que se detiene para mirarlo y comentarlo. No cualquiera tiene un auto como el de nosotros... Claro, tú no te das cuenta de la diferencia. Estás demasiado acostumbrada a lo bueno... Dime... ¿Cómo es tu casa? LA EMPLEADA—. Yo no tengo casa. LA SEÑORA—. No habrás nacido empleada, supongo. Tienes que haberte criado en alguna parte, debes haber tenido padres... ¿Eres del campo? LA EMPLEADA—. Sí. LA SEÑORA—. Y tuviste ganas de conocer la ciudad, ¿ah? LA EMPLEADA—. No. Me gustaba allá. LA SEÑORA—. ¿Por qué te viniste, entonces? LA EMPLEADA—. Tenía que trabajar. LA SEÑORA—. No me vengas con ese cuento. Conozco la vida de los inquilinos en el campo. Lo pasan bien. Les regalan una cuadra para que cultiven. Tienen alimentos gratis y hasta les sobra para vender. Algunos tienen hasta sus vaquitas... ¿Tus padres tenían vacas? LA EMPLEADA—. Sí, señora. Una. LA SEÑORA—. ¿Ves? ¿Qué más quieren? ¡Alvarito! ¡No se meta tan allá que puede venir una ola! ¿Qué edad tienes? LA EMPLEADA—. ¿Yo? LA SEÑORA—. A ti te estoy hablando. No estoy loca para hablar sola. LA EMPLEADA—. Ando en los veintiuno... LA SEÑORA—. ¡Veintiuno! A los veintiuno yo me casé. ¿No has pensado en casarte? (LA EMPLEADA baja la vista y no contesta.) LA SEÑORA—. ¡Las cosas que se me ocurre preguntar! ¿Para qué querrías casarte? En la casa tienes de todo: comida, una buena pieza, delantales limpios... Y si te casaras... ¿Qué es lo que tendrías? Te llenarías de chiquillos, no más. LA EMPLEADA—. (Como para sí.) Me gustaría casarme... LA SEÑORA—. ¡Tonterías! Cosas que se te ocurren por leer historias de amor en las revistas baratas... Acuérdate de esto: Los príncipes azules ya no existen. No es el color lo que importa, sino el bolsillo. Cuando mis padres no me aceptaban un pololo porque no tenía plata, yo me indignaba, pero llegó Álvaro con sus

industrias y sus fundos y no quedaron contentos hasta que lo casaron conmigo. A mí no me gustaba porque era gordo y tenía la costumbre de sorberse los mocos, pero después en el matrimonio, uno se acostumbra a todo. Y llega a la conclusión que todo da lo mismo, salvo la plata. Sin la plata no somos nada. Yo tengo plata, tú no tienes. Esa es toda la diferencia entre nosotras. ¿No te parece?

Vodanovic, S. (1978). El delantal blanco. En Teatro: Deja que los perros ladren; En Viña; El delantal blanco; Gente como nosotros; Las exiliadas; Perdón... ¡estamos en guerra! Santiago: Nascimiento. (Fragmento)

24. ¿Por qué se vino a la ciudad la Empleada? A. Quería casarse. B. Tenía que trabajar. C. La enviaron sus padres. D. No le gustaba el campo. 25. ¿Qué elemento representa el conflicto que se presenta en el fragmento? A. El descuido de la Empleada. B. La pobreza de la Empleada. C. Los juegos de Alvarito en la playa. D. La superioridad que establece la Señora. 26. Según el texto, ¿cuál es la diferencia entre la Señora y la Empleada? A. La plata. B. El origen. C. La familia. D. El matrimonio. 27. ¿A qué se refiere la siguiente palabra destacada: “Me gustaba allá”? A. A la casa. B. Al campo. C. A la playa. D. A la ciudad. 28. ¿A quién se refiere la siguiente palabra destacada: “Juegue con ella…”? A. A la Empleada. B. A la Señora. C. A la abuela. D. A la niñita. 29. El fragmento leído corresponde a: A. Una obra teatral. B. Una obra dramática. C. La representación de una obra teatral. D. La representación de una obra dramática.

Hoja de respuesta PEP 1 Lenguaje y Comunicación 6° Básico Nombre Curso

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