MUSEO de La Merced

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MUSEO DEL CONVENTO DE LA MERCED A tan sólo cuadra y media de la Plaza de Armas, este museo religioso funciona en la primera planta del claustro principal. La valiosa colección de lienzos de la Escuela Cusqueña que decora sus muros, representa a los santos relacionados con la orden de la Merced y con la redención de los cristianos cautivos por los moros. Algunas de estas obras se atribuyen a los maestros cusqueños Basilio Santa Cruz e Ignacio Chacón. Destaca la serie sobre la vida de San Pedro Nolasco. Frente al patio, en un pequeño salón se puede apreciar, debidamente resguardada, la famosa Custodia de la Merced. Se trata de una de las joyas más valiosas del Cusco colonial. Entre sus adornos sobresale una inmensa perla irregular conocida como Sirena. En esa misma habitación se pueden apreciar piezas de platería, ropaje litúrgico bordado en oro y plata, así como esculturas de Cristo en marfil. Pero lo más importante son dos pinturas de Bernardo Bitti: "La Inmaculada Concepción" y la "Coronación de la Virgen". También merece mencionarse un "Crucificado" tenebrista que se atribuye a Zurbarán. Uno de los lugares más atractivos del museo es la celda del Padre Salamanca. Todas las paredes de esta humilde habitación aparecen cubiertas de pinturas con escenas bíblicas que recuerdan el sentir religioso de su célebre ocupante. Exposición: Pinturas de la Escuela Cusqueña SXVII-XVIII. Claustro de piedra tallada. Otros objetos de arte religioso.

IGLESIA Y CONVENTO DE LA MERCED "La Merced es un caso único de disposición por ser exactamente contrario a la mayoría de las fachadas de los demás templos, en que la portada queda al centro de las torres. Tanto esta particularidad como las proporciones de sus elementos y la interpretación de los mismos motivos ya empleados en otras obras cusqueñas, acentúan el carácter profundamente mestizo de este edificio". (Héctor Velarde, Arquitectura peruana y otros ensayos, 1966).

Una de las congregaciones religiosas más antiguas de la ciudad del Cusco es la Orden de las Mercederias. Fundada en el año de 1223 por San Pedro Nolasco, se sabe que esta comunidad religiosa estuvo vinculada a Diego de Almagro, socio y rival de Pizarro; por ello, cuando éste emprendió su expedición a Chile llevó como capellanes a dos mercedarios del Cusco, Fray Antonio de Almanza y Fray Antonio de Solís. La fundación de la iglesia y el convento de La Merced se atribuye a Riña Sebastián de Castañeda, en el año 1535. Para la edificación de ambos se eligió un terreno donado por el marqués Francisco Pizarro. La primitiva iglesia, concluida a mediados del siglo XVI, fue totalmente destruida por el terremoto de 1650, que reconstruida es el templo actual. Este se levanta en la plazoleta Espinar, en un ángulo de la antigua Cusipata o Plaza del Cabildo. Su portada principal, de estilo renacentista, es bastante menos conocida que la portada lateral, que es utilizada como entrada habitual. La obra fue construida en el período 1651-1659 por los maestros Martín de Torres y Sebastián Martínez, quienes transformaron la antigua traza renacentista por una composición tipo retablo que expresa la transición hacia el típico barroco cusqueño. En el interior de la iglesia se halla una amplia galería y dos pasillos relativamente estrechos que conducen hacia el altar principal. Este es de estilo neoclásico, tiene seis columnas sólidas de Corinto y en la parte central se encuentra una imagen de la Señora de la Misericordia. Hacia el fondo hay otros retablos sobre los que reposan diferentes imágenes, entre las que destacan el Señor de Huanca y la Cruz del Padre Urraca, cubiertos con platos de plata. Además, aquí encontramos la imagen del Señor del Tambo de Montero que, según la tradición, fue fustigado todas las noches de viernes por la gente judía del Cuzco. Dentro de la cripta localizada bajo el altar principal de la iglesia se guardan los restos de Gonzalo Pizarro, Francisco de Carvajal, cuya cabeza la frieron en aceite y enviaron a Lima, Diego de Almagro el Viejo, socio de Pizarro, y Almagro el Joven (hijo de Diego). El claustro mayor Es una verdadera obra maestra del barroco cusqueño. Aquí, el tratamiento de la piedra a imitación de la talla en madera, alcanza su expresión más lograda. Toda la

construcción es de piedra, en contraste con el resto de claustros cusqueños en los que se alternan la piedra y el ladrillo. Su arquería de medio punto reposa sobre anchos pilares que se repiten en el piso superior. Lo que le confiere singularidad es la decoración almohadillada y las columnas corintias que se adosan a los pilares, recubiertas con motivos de escamas y diamantes característicos de los retablos de Martín de Torres y su círculo. Por esta razón se atribuye el diseño del claustro a Torres, aunque algunos investigadores prefieren relacionarlo con la actividad de Diego Martínez de Oviedo, quien pertenece a la generación inmediatamente posterior. Estéticamente, el claustro del convento es el más sorprendente y admirado. Tiene una forma cuadrada, dos suelos, y una entrada en forma de arco, con pilares rectangulares gruesos y sólidos que muestran las columnas de Corinto talladas en sus lados delanteros. Para abreviar, fue un trabajo detallado y maravilloso construido con andesitas. Aquí se guarda un enorme lienzo, atribuido a Basilio Pacheco, que representa a los bienhechores de la orden y que está ubicado cerca de la escalera que lleva al segundo suelo. También encontramos una colección de pinturas que representan la vida de San Agustín, trasladada luego de la destrucción de la iglesia y el convento de San Agustín. En el convento hay un claustro que sirve como museo. En él se encuentra el vaso consagrado que se expone para recibir la veneración del creyente. Mide 1.2 metros de alto y pesa 22.2 kilogramos. El sol fue hecho de oro con un estilo barroco, por Luis Ayala de Olmos, en el siglo XVII. Hacia abajo se encuentra la imagen de Nuestra Señora de la Misericordia, en cuyas rodillas descansa una sirena bonita cuyo cuerpo está formado por una perla. Más abajo está el pedestal que fue hecho por Manuel Piedra en los primeros años del siglo XIX. Es de estilo neoclásico francés. En la parte central tiene un Cordero de Pascua y hacia abajo dos pelícanos que representan la Cristiandad. Sus retablos El interior de la iglesia, compuesto por tres amplias naves, alberga un conjunto armónico de retablos barrocos que contrasta con el severo neoclasicismo de la capilla mayor. Sobresalen por su calidad los altares del crucero, ambos representativos del estilo impuesto por Martín de Torres. Al lado del evangelio se halla el de San Pedro Nolasco (1663), decorado con pinturas de Martín Loayza, entre las que cabe mencionar "La conversión de San Pablo" y "La conversión de San Eustaquio". En el lado opuesto puede verse el retablo de la Soledad (1660), ensamblado por Pedro Galeano, que incluye algunos lienzos del pintor español Juan Calderón. Los lienzos La cabecera de ambas naves laterales está decorada con dos grandes lienzos del siglo XVII. Se trata del "San Pedro Nolasco transportado por los ángeles al coro" (1666), de Marcos de Ribera, y "El martirio de San Laureano" (1662), obra temprana del maestro indígena Basilio de Santa Cruz. Esta última pintura muestra los retratos de Laureano Polo de Alarcón y de su esposa, benefactores del convento mercedario, quienes debieron tener aquí su capilla de enterramiento. En la parte alta de la nave mayor se desliza una serie notable de frescos en forma

de luneto que narran pasajes de la vida de la Virgen María. Fueron pintados por un anónimo maestro cusqueño hacia 1704. Se complementan con los grandes lunetos del coro, terminados en 1708, uno de los cuales muestra el retrato orante del Padre Francisco de Salamanca. Por esos años se labró también la sillería coral, que incluye columnas salomónicas y medallones elípticos con relieves de santos. La riqueza artística del convento mercedario no es menor que la de su iglesia. En la anteportería, reciben a los visitantes dos lienzos que exaltan el protagonismo alcanzado por un sacerdote mercedario, fray Diego de Porres, en la conquista y evangelización del Alto Perú. En la portería cuelgan los retratos de dos protectores del convento, Diego de Vargas Carvajal y su mujer, Usenda de Loayza y Bazán, quien viste el escapulario de la Merced sobre su elegante traje, a la usanza propia del reinado de Felipe III. El principal adorno de este claustro es el ciclo pictórico sobre la vida de San Pedro Nolasco, fundador de la Orden, realizado en la segunda mitad del siglo XVII. Son obras anónimas, aunque algunos autores las atribuyen a Gerónimo de Málaga. En varias de las escenas, como en "La muerte del santo", se ha incluido la figura del obispo Manuel de Mollinedo, con lo que se sugiere que quizá intervino como patrono de la obra. También hallamos otros lienzos como la "Coronación de la Virgen", pintada por Bernardo Bitti; la "Familia Santa" - "La Sagrada Familia" atribuido a Rubens, y la "Coronación de la Virgen" y una "Familia Santa" - "La Sagrada Familia", atribuidas a Diego Quispe Tito. También aquí se encuentran manuscritos en pergamino, un Cristo pequeño tallado en marfil, quemadores de incienso, candelabros de oro, etc.; también frascos chinos y ocho casullas bordadas en oro e hilos de plata que fue pertenencia de Raer Vicente Valverde (compañero de Pizarro). A un lado de su entrada existe un interesante cuadro que representa a la Virgen María alimentando al Niño, atribuido a Ignacio Chacón. Y también, en este primer claustro, se encuentra a Francisco Salamanca, un nativo Uro de Bolivia, famoso en las primeras décadas de siglo XVIII por ser un gran orador, poeta, músico, pintor y compositor de villancicos en Quechua y Aymara. Pasó sus últimos 30 años en el encierro y murió en 1737. Museo No debe dejar de visitarse el museo mercedario, que alberga joyas litúrgicas y algunos lienzos de primera importancia, así como la celda del padre Salamanca, religioso mercedario que murió con fama de santidad. La Iglesia de La Merced tiene hoy el título de Basílica Menor, título concedido por el Papa Pío XII en 1946.