Mercedes Garzón - La ética

La ética Mercedes Garzón Bates Tercer Milenio Consejo Nacional para la Cultura y las Artes A Yuria y Edurne, estas i

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La ética Mercedes Garzón Bates

Tercer Milenio

Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

A Yuria y Edurne, estas instrucciones para inventar de nuevo el mar

Hola y adiós En este libro nos proponemos presentar, de manera sencilla y breve, algunos de los temas que tradicionalmente se han consi­ derado fundamentales en la ética y otros que aparecen como los asuntos de discu­ sión y estudio más actuales dentro de esta disciplina. La intención básica es exponer Happening de desnudo y quem a de bandera en el

dichos temas de tal forma que se presten

Puente de Brooklyn, Nueva York, 1968 (foto: Yayoi

más a la reflexión crítica que a un acer­

Kusama, en Flash Art, núm. 175, p. 78).

camiento dogmático, pues consideramos que todo texto no sólo informa, sino tam­ bién transforma nuestra perspectiva vital. De esta manera, la estructura de la pre­ sente obra se basa en una serie de pregun­ tas que conducen al análisis de problemas conectados entre sí, pero con un cierto gra­ do de independencia que permite exa­ minarlos tanto aisladamente como en conjunto. Hemos querido, además, man­ tener abierta h comunicación que las inte­ rrogantes de la ética establecen con otras ciencias, sea la sociología, la economía, la

I*i imora ed ición : '997 Producción:

( X5NSEJO N ACIO NAL PARA L A CULTURA Y LAS ARTES

psicología o la ciencia política, para lograr una visión interdisciplinaria. Es importante señalar que, en estas pá­ ginas, tratamos de destacar el sentido pro­

I ílrtn nilón General de Publicaciones

vocador de la ética y alejarnos de toda

I) H '0 1997, de la presente edición

visión prescriptiva o normativa que la con­

I Mi noción General de Publicaciones

funda con la moral. La ética, para nosotros,

l .'ni/ México Coyoacán 371

no tiene como preocupación central saber

XOOO, CP 03330

lo que debemos hacer, sino preguntarnos

México, D.F. ISBN: 970-18- 0249-7

Impreso y hecho en M éxico

si somos capaces de atrevernos a hacer y ser lo que queremos.

F ilo s o fía La ética y sus preguntas Cultura ¿Somos naturaleza o cultura? La dimensión de nuestros actos M o rid

10 + 11

Vigilar y castigar (moral y moralidad) Los caminos de la ética Historicidad de la moral

lt> + 17 lfl +n .20 + 21

22 + 23 24 + 25 2fe.+ 27

1

á

12 + 13 14 + 15

Libertad La libertad La situación: límites corporales de la libertad ” La psique como límite de la libertad El súper-yo y la moral ¿La historia como hazaña de la libertad? Elección, responsabilidad y compromiso

V a lo re s El que esté libre de culpa... (el juicio moral) Los valores La clasificación de los valores

20 + 21

3,0 + 31 32 + 33 V o luntad

.

L

34 + 35 3L. + 37 36 + 31 Coacción El policía que todos llevamos dentro (la conciencia moral) Moral y religión

44 + 45 4L + 47 4ñ + 4^ 50 + 51 52 + 53 54 + 55 Sk + 57 5A + 51 t.O + t.1 B ib lio gra fía G losario

La obligatoriedad moral Autonomía y heteronomía de la voluntad El riesgo

40 + 41 42 + 43 Sociedad Moral y política Moral y economía Moral y ciencia ¿Salvemos al planeta? La bioética Moral sexual, ¿salto mortal? La cruzada antidrogas ¿Tiempos violentos? h ttp :// ciberética @ mega.mx.

,*•

b2

b2+b3

.

/

La ética y sus preguntas

Antes de hacer filosofía

o de pensar un tema filosófico, hemos elegido ya, o tenemos que elegir, y hemos decidido ya en buena parte la manera de comportarnos en la vida.

Cuando hacemos filosofía, así sea la aparentemente más fría metafísica*, estamos ya viviendo y tratando de responder a una problemática en una situación y

La ética no establece las normas generales que señalan cómo se debe actuar (papel que corresponde a la moral), pero sí puede abrir las posibilidades para transformar nuestro comportamiento y orientarlo hacia otras formas de vida, así como proponer consejos prácticos para vivir gozosamente, lo cual la convierte más en un arle de la vida (o estética de la existencia) que en una disciplina puramente teórica.

un mundo determinados que tratamos de explicar. En tal sentido, ninguna expresión filosófica es puramente teórica, sino también práctica y se enraiza en quien la formula, así como en su situación y en su tiempo. Ciertamente pueden no llegar a preocuparnos los temas de — digamos— la teoría del conocim iento* o de la estética*; en cambio, algo muy distinto sucede con la ética, que se vincula con nuestro comportamien­ to a lo largo de toda la vida, en tanto se pregunta por la conducta de los individuos en sociedad, la cual está regulada por una serie de principios morales. Antes de hacer filosofía o de pensar un tema filosó­ fico, hemos decidido ya en buena parte la manera de comportarnos en la vida. Esta elección o costumbre moral que tenemos ¿no influirá en nuestra manera de reaccionar frente a los problemas teóricos? No diga­ mos en nosotros, sino también en los filósofos que al­ guna vez hemos leído, o de los cuales hemos oído hablar: ¿su posición moral no determina la forma en que resolvieron problemas ontológicos* o teológicos? ¿No hay en el fondo de nuestra comprensión del mun­ do una decisión moral? Según Nietzsche, toda filosofía depende en última In.'iUmctH de ln ética. En rigor, lo que hay es un círculo entre timban Nuestra interpretación del mundo que nnliontiiinoM tintó condicionada por nuestra situación mi Al y pin mitmUii actitud moral.

V A L O R E S V O L U N T A D C O A C C I O N S O C I E D A D

Como el objeto de la filosofía es algo que no tene­ mos la posibilidad de “demostrar” em píricam ente* y, por tanto, no es del todo “objetivo”, las respuestas filo­

La ótica se ocupa de

sóficas están condicionadas, en última instancia, por

nuestro comportamiento

intereses éticos. La filosofía no es sólo una interpreta­ ción del mundo: es una forma de vida. Vemos de un

dentro de ¡a sociedad

modo el mundo y en función de esa manera de verlo

o, a diferencia de la

actuamos.

\ral, no prescribe el

A la ética le interesa, pues, el comportamiento de los individuos en sociedad, para lo cual tendrá que analizar las morales vigentes en cada comunidad o grupo social, investigar su origen y ocuparse de ver si ese producto de nuestra actividad creadora efectiva­ mente responde a las necesidades de los miembros de la colectividad. La ética, por un lado, describe nues­ tro comportamiento en relación con la moral estable­ cida y analiza y critica a esta última; por otro, intenta proyectar un horizonte que abra distintas posibilida­ des de relación social.

so de nuestra CQfiducta o nuestras iones e incluso Iablece bases para criticarla. De allí que abra Mwosibilidad de OSttnportamien tos fetintos de los de la moral [blecida por una

La ética envuelve

Ctífnunidad o por la

nuestro com portam iento a lo largo de toda una vida, en la m edida en que se pregunto por la conducta

úedad. La ética puede darnos a elegir, pero %¡¡p¡:,nos impone

de los individuos en la sociedad, la cual

rígidamente una elección.

está regulada por una serie de principios m orales (foto: Ellen von Unwerth, en

Allure, m arzo de 1995, p. 731.

Nuestra interpretación del m undo la condicionan nuestra situación en él y nuestra actitud moral (foto: "Madonna", de Steven Meisel, en

Allure, m arzo de 1995, p. 981.

J

F I L O S O F Í A C U L T U R A H O R A L L I B E R T A ]

¿Somos naturaleza O cultura?

A diferencia de los animales, que sólo actúan por instinto, somos

creadores, transformamos nuestro entorno y así generamos cultura, la cual representa una síntesis de valores.

Lo primero que podemos señalar acerca de nosotros mismos, hombres y mujeres insertos en un mundo social, es que hemos rebasado el nivel natural, donde el animal satisface instintivamente sus necesidades y Todas las características del

se relaciona de manera inmediata con su entorno. El

animal se encuentran en

animal no se detiene ante las cosas que encuentra.

nosotros pero m etamorfoseadas en cultura e historia (foto: Brlan lanker, en Photography Annual, 1982, p. 821.

Una vez saciado su apetito, abandona el objeto que colmó su necesidad. Nos distinguimos de los animales justo porque nues­ tras posibilidades de sobrevivencia suponen dominar la naturaleza y trans­ formarla socialmente — no somos in­ dividuos aislados, vivimos con otros y necesitamos de esta relación para exis­ tir— por medio de una actividad prác­ tica, el trabajo, con el cual se producen medios de vida para la subsistencia. Esto implica no sólo la creación de un mundo distinto del natural, sino tam­ bién la aparición de un ente* que se transforma y se produce a sí mismo pues, además de s e i parte de la natu­ raleza, es y crea cultura. Somos creadores, entonces, no sólo de nosotros mismos, en cuanto diferen­ tes de los demás entes, sino del mundo que nos rodea: mundo histórico, cultu­ ral y social, que se transforma y cam­ bia constantemente. El mundo cultural — la política, la economía, la organización social— que TERCER

MILENIO

+

FILOSOFIA

*

LA

ÉTICA

V A L O R E S V O L U N T A D C O A C C I O N S O C I E D A D

se construye a partir de la transformación de la natu­ raleza es el que en cada momento histórico se nos pre­ senta como distinto y es el que tratamos de interpretar y comprender con mayor urgencia. Para el primitivo, es la naturaleza inmensa el origen del temor; así, las primeras explicaciones tienden no sólo a someter sino también a darle un sentido a ese

Cklando tratamos de tlicar y dominar la naturaleza, pretendemos

todo natural. Pero esa naturaleza, al ser transformada, es ya cultura, porque es naturaleza trabajada y expli­ cada por un ente que no es ya naturaleza pura, sino un ente histórico, social y cultural que intenta tanto do­ minar como explicar la naturaleza, en busca de segu­

er seguridad frente a ella; tal es el origen del o, la religión, el arte, la fifiteofía y la ciencia.

ridad frente a ella. Encontramos aquí el origen del mito, la religión, el arte, la filosofía y la ciencia. Somos históricos, modificamos la naturaleza y al transformarla nos creamos a nosotros mismos. Nos enfrentamos a ella para apropiárnosla y nos distingui­ mos de los animales desde el momento en que un ente natural no crea cultura. N o sólo nos diferenciamos de ellos por nuestra racionalidad; la razón es nada más un componente de nuestra constitución, pero toda nuestra estructura emocional, afectiva e instintiva es distinta de la del animal. Todas las características del animal se encuentran en nosotros pero metamorfoseadas en cultura e historia. La filosofía, la religión, la ciencia y el arte no tienen su origen únicamente en la razón sino que nacen de necesidades emociona­ les y afectivas. La desconfianza en la razón, incluso, es el origen de la mística y de la filosofía llamada irra­ cionalista. La más ruda punta de flecha, así com o las más sofisticadas computadoras y bombas atómicas, son la "mostración” palpable (no la demostración siempre discutible) de que esta producción de objetos se reali­ za social e históricamente.

Foto: John Coplans, en

Calenes Magazine, núm. 31, junio-julio de 1989, p. 40.

La dimensión A la construcción de nuestro propio modo de de nuestros actos ser, de nuestra forma de vida concreta, es a lo que llamamos "estructura ética" del comportamiento.

En el acto animal existe un ajustamiento completo con el medio en que actúa; sus instintos le dictan cómo actuar en cada caso. A este carácter del acto le llama­ remos "justeza” ; la situación estimulante, de un lado, y la ca p a c id a d b io ló g ic a , del otro, determ in an unívocamente una respuesta. Nosotros, ante un estímulo, ignoramos cómo actuar; sabemos únicamente que tenemos que actuar. Dentro de ciertas posibilidades, todas “irreales”, hemos de ele­ gir una y hacerla real. Ésta es una primera dimensión "...no sabem os cóm o actuar, sabemos únicam ente que

de nuestra libertad, a la que llamaremos ontológica,

tenemos que actuar" (detalle de

pues se refiere a nuestra específica estructura de ser,

instalación "Composition

distinta de los demás seres vivos. Tenemos que con­

théátrale", de Chrlstlan Boltanski,

siderar la realidad antes de actuar en ella; esto signifi­

foto del autor en Lynn Gumpert,

Christian Boltanski, Parts,

ca moverse en la “irrealidad” en la cual nos formamos

Flammarion, 1994, p. 71).

un esquema del acto y elegimos las maneras de lle­ varlo a cabo. Podemos decir que estamos “condenados a la liber­ tad", ya que ésta es la que nos distingue de los anima­ les; por ello, la libertad es una característica específica de nuestros actos. Somos seres que, si bien pertene­ cemos a la naturaleza por nuestras determinaciones biológicas y físicas, estamos, sin embargó, más allá de ella en cuanto creamos un mundo social y cultural que debemos explicarnos en su totalidad y en cada acto concreto. Por lo tanto, a diferencia de los entes puramente naturales, no estamos completos si nos limitamos a una existencia sólo física y biológica. Tenemos que completarnos, creando un mundo distinto y constru­ yéndonos n nosotros mismos. Nuestra vida no está ditdn por potencia.1: extrañas, pues la conquistamos,

V A L O R E S V O L U N T A D C O A C C I Ó N S O C I E D A t

encontramos, logramos y adquirimos lentamente por medio de nuestras acciones. Éstas se dirigen a fines posteriores, con lo cual la naturaleza se transforma en cultura y la creación de la vida de cada individuo en

A l animal le está dado el

existencia social.

gastamiento; nosotros

Esta acción libre, que rebasa el plano meramente natural, implica lo que llamaremos “constitución ética

emos que ajustarnos,

de nuestra conducta”, por lo que entendemos a la éti­

mo acto existen

“en este caso, todos deberían obrar de este modo" no

pntas formas de

ha avanzado cinco pasos en el conocimiento de sí mis­ mo; de lo contrario, sabría que no hay acciones seme­ jantes y qüe no puede haberlas, que toda acción ejecutada es única e irreparable, que toda acción fu­ tura lo será también y que todos los preceptos no se refieren más que al lado exterior de las acciones, que con estos preceptos se puede conseguir una aparien­ cia de legalidad, pero nada más que una apariencia, pues toda acción respecto de ellos es impenetrable,

caUñcación moral. Allí es donde la visión de la ética M ^ c a un horizonte más plio que evita la Cadena del acto o de la intención que resulta en un acto determinado.

ya que nuestras opiniones sobre lo que es moral o in­ moral no pueden nunca ser demostradas por nuestros actos, porque todo acto es incognoscible y nos advier­ te sobre el irreductible núcleo de secreto de cada ac­ ción concreta que sólo toscamente y desde fuera puede ser encorsetada por pautas morales. Por tanto, inten­ tar calificar desde fuera las acciones según códigos morales establecidos es tarea inútil.

Lo moral o inmoral es el resultado de la acción, así com o la intención con que fue realizada (escena de "Frankenstein", de James Whale (19311; foto de Universal, en 50 Classic

Motion Pictures, p. 182).

Los valores

Querer cosas que no están dadas en la

naturaleza es la condición de posibilidad de los valores.

Ya hemos caracterizado el deseo animal al definirlo como aquel que se dirige a cosas que existen en la naturaleza y a partir de las cuales se responde a un instinto, por lo que se encuentra ajustado a la natura­ leza. Así, se trata de un deseo puramente negativo que se sacia consumiendo la cosa deseada para nutrirse de ella. Nuestro deseo, al modificar esta relación in­ mediata y crear un mundo de objetos no naturales, ya no es meramente deseo de algo de verdad existente en la naturaleza, sino deseo de algo irreal. En vez de realizar acciones puramente negativas y estar impeli­ dos a consumir la naturaleza para subsistir, construi­ mos un mundo distinto del natural, en el cual concre­ tamos posibilidades irreales, abriéndonos así a un mundo de valores. Nuestro deseo no es sino un vacío provocado por nuestro desajuste frente a la naturaleza, que requiere ser llenado por los valores que se añaden al mundo natural. Estos valores que el hombre trae al mundo no tienen por sí mismos más existencia que la de deseos irreales, es decir, posibilidades de llegar a ser, y en la realidad existen como cualidades que reconocemos en los objetos: la belleza de una pintura o la utilidad de una herramienta sólo tienen sentido para nosotros en la medida en que habitamos un mundo social. Este deseo que no es puramente negativo, sino que quiere cosas que no están dadas en la naturaleza, es la condición de posibilidad de los valores, que antes de ser incorporados a portadores naturales son meras posibilidades. Pero estos valores irreales, para satisfa­ cer nuestro deseo, tienen que ser realizados. AñadíFoto: Chema M adoz (19911,

mos, entonces, los valores a las cosas, com o una cualidad nueva. Los objetos tienen cualidades natura-

les primarias o esenciales, como la extensión, y secun­ darias, como el olor. Éstas son cualidades que no agre­ gamos a los objetos sino que son. Los valores aparecen como cualidades que el objeto no necesita para exis­ tir, pero que incorporamos porque queremos que sean, pues son necesarias para satisfacer nuestro deseo, el cual va más allá de la inmediatez natural.

A l dotar de valores al do, rompemos con la cerencía de las cosas, al tener que elegir 0Mre diversas úlidades, lo haremos ipre en función de una preferencia.

Foto: Richard Wagner y su esposa Cósima, 9 de mayo de 1872, en Humboldt, año 24, núm. 78,1983, p. 25.

Los valores aparecen como cualidades que el objeto no necesita para existir, pero que incorporam os porque queremos que sean (C.O. Paeffger, "Trabajos m anuales"; foto: Galería Zwimer, Colonia, en

Humboldt, año 33, núm. 105), 1992 [portada!.

F I L O S O F Í A C U L T U R A H O R A L L I B E R T

La clasificación de los valores

Otra característica importante de los valores consiste en que se presentan distribuidos

en escalas que los jerarquizan de inferiores a superiores, dictadas por la preferencia.

Una escala de valores responde a la pregunta: ¿qué valores debo preferir o realizar de estos posibles que se m e presentan? N o se responde con lo que yo, de hecho, elijo, sino con lo que yo considero preferible elegir, aun cuando no lo haga, Claro está que no exis­ te una escala fija e inmutable de valores. La preferen­ cia de unos valores sobre otros depende de la situación en la cual elijo. Por ejemplo, un artista colocará en lo más alto de su escala el valor belleza. Las sociedades también poseen sus escalas de valores, las cuales se establecen según la situación específica de cada una de ellas. Tanto los individuos como los grupos sociales con­ cretos actúan guiados por escalas de valores, que dan las pautas de los juicios acerca de los demás. Dado lo relativo de las escalas, que varían de una comu­ nidad a otra y de una cultura a otra, trataremos de ensayar una clasificación de valores que no pretenda establecer una jerar­ quía, sino únicamente mostrar a qué nivel se dirigen, en atención a los elementos que nos constituIndígenas kalina de Guyana,

yen como una libertad situada, por lo que tal caracte-

Galeries Magazine, núm. 51,

rización no va de lo inferior

oct.-nov. de 1992, p. 27.

,

,

a

lo superior

y

sólo

.

comprende los valores honzontalmente, en su mutua interrelación.



Nuestro cuerpo es ya naturaleza dotada de valor, por lo que la conservación de nuestra propia vida y

TERCER

MI LENI O

+

FILOSOFÍA

+

LA

ÉTICA

la salud corresponde a valores dirigidos al nivel na­ tural. A si como no pueden existir los valores si no existimos para crearlos y descubrirlos en su irreali­ dad de posibilidades, así tampoco puede haberlos sin una naturaleza en la cual sean realizados y que los soporte. •

Nuestra existencia individual supone tanto el ser natural como nuestra condición histórica y cultu­ ral, por lo que encontramos valores que atienden a

Los valores, entonces, son

la satisfacción individual. La felicidad personal

relativos, en el sentido de

puede representar este tipo de valores. •

Nos constituyen también todos los valores hereda­

que cada sociedad crea

dos por nuestra tradición cultural: el arte, las leyes,

los propios, y, además,

la moral y la educación, de los cuales nos nutrimos

son históricos, pues

y que son el soporte para nuestro desarrollo indivi­

cSmbian según la

dual y social.

sj] ración y el momento

Nos alimentamos de los valores de la misma mane­ ra como el animal se nutre de cosas externas natura­ les. Estos valores nos producen y nos conforman desde el momento en que nacemos pero, en la medida en que nuestra estructura se propone siempre deseos irreales, la posibilidad de afirmarnos como seres libres implica también la posibilidad de crear otros valores, distintos de los ya establecidos. A esta capacidad de transformar y modificar los valores la llama Nietzsche transvaloración, y nos sitúa en un espacio sin rostro definido, donde enfrentamos los valores tradicionales para subvertirlos y nos abrimos a un horizonte incier­ to a partir del cual pueden surgir otras posibilidades de existencia social concreta. La posibilidad de afirm arnos como libres im plica también la posibilidad de crear otros valores, distintos de los ya establecidos (foto: Oweena Camille Fogerty, "Sin título', en Georgina Aréchiga,

Luz sobre Eros, México, Dempa, 1988, foto núm. 191.

d§ que se trate.

F I L O S O F Í A C U L T U R A M O R A L L I B E R T A

La obligatoriedad moral

La constricción* es la forma de la

obligación que limita mi deseo externamente a mi voluntad.

La transvaloración o creación de valores tiene dos intencionalidades distintas: por un lado quiere ver rea­ lizado el valor que desea y, por otro, toma la decisión de realizarlo. La realización de este valor implica que será reconocido por los individuos de una determina­ da comunidad o grupo social. La aceptación o recono­ cimiento de dicho valor, entonces, nos obliga a actuar a partir de lo que éste propone, por lo que tanto quien lo proyecta como quien lo realiza no pueden excluirse de la obligación que crean. Así, la obligación creada no es un límite de la libertad sino, inversamente, nace de ella aunque, de hecho, para limitarla. Sin embargo, ésta, al convertirse en .obligación cotidiana o impro­ pia, aparece como constricción. La constricción es la forma de la obligación que limita mi deseo externa­ mente a mi voluntad. Éste es el tipo de obligación que funciona, al menos, de tres formas distintas: moral, jurídica y religiosa. La obligación moral es el conjunto de deberes que les son exigidos a los individuos por su sociedad; por tanto, es una obligación constrictiva, porque no es ele­ gida voluntariamente por nosotros sino todo lo con­ trario, pues pretende limitar nuestra voluntad en determinados sentidos. La moral representa el nivel histórico y cultural alcanzado por una comunidad y, por eso, constriñe a los individuos que forman parte de ella a mantener lo que hasta ese momento se ha logrado en el plano de las relaciones sociales, por lo que es fundamentalmente conservadora y atiende a la intención antes que a los resultados, aun cuando no descuide éstos. Foto: Helen Levitt (co. 1940; col. privada!, en Caleries

Magazine, núm. 49, ago.-sep. de 1992, p. 50.

La obligatoriedad jurídica tiene el mismo fundamen­ to que la anterior, pero se caracteriza por atender a la conservación de la sociedad y es uno de los aparatos TERCER

MI LENI O



FILOSOFIA

+

LA

ÉTICA

SE + hE

de control del Estado. A diferencia de la moral, se pre­ ocupa en especial por los resultados de la acción y, además de ser constrictiva, aplica la coacción exter­ na, al penalizar o sancionar a quien transgrede la ley. La obligación religiosa parte de un supuesto distin­ to de las anteriores, pues cree en la existencia de una instancia superior, trascendente o divina (uno o va­ rios dioses), que interviene en la vida de los indivi­

obligación ética no ime la pasividad con |e se acepta la ligación moral, jurídica

duos y les dicta las reglas que deben obedecer, ya que

o religiosa; parte de la

son creaturas de dicha instancia. Ésta es el único su­

ábilidad de crear

jeto creador de valores y no los individuos sociales, quienes están sujetos a cumplir obligatoriamente los

tores distintos de los vikentes.

deberes derivados de su fe. Podemos decir que estas tres formas de obligatorie­ dad constriñen nuestros actos pues nuestra libertad se ve limitada por instancias ajenas a ella misma. Sin embargo, existe otro tipo, la obligatoriedad ética, que se distingue de las anteriores por no ser constrictiva sino voluntaria. En la medida en que no somos cosas ni objetos naturales o, al menos, en que no somos sólo eso, pues justamente nos distinguimos de unas y otros por ser una libertad situada, la obligatoriedad ética apunta a la posibilidad de afirmarnos siempre como distintos de las cosas y de los entes puramente naturales, es decir, como seres libres y creadores de valores. De ahí que toda transvaloración sea no sólo individual sino también social.

Foto: Louis Jammes, "Liquidateur" 119921, en Galeries

M agazine, núm. 49, jun.-jul. de 1992, p. 66.

F I L O S O F Í A C U L T U R A M O R A L L I B E R T A D

Autonomía y heteronomía de la voluntad

A pesar de que somos una libertad situada, nuestra voluntad puede hacernos actuar de

manera distinta de la que imponen la sociedad y el súper-yo.

A l analizar la obligatoriedad hemos llegado a una dis­ tinción muy importante para la ética. O bien nuestra voluntad se obliga a determinados actos o formas de conducta, por considerar que es lo debido, o bien ac­ tuamos esperando recibir premios o evitar castigos. Cuando la voluntad actúa en el segundo caso, deci­ mos que su determinación es heterónom a*; ello quie­ re decir que no actúa únicamente por sí misma, sino impulsada por elementos extraños a ella. Tal determi­ nación de la obligatoriedad es la propia de las obliga­ ciones conservadoras: la moral, el d erecho y las obligaciones religiosas. Por el contrario, la voluntad puede funcionar deter­ minada por sí misma, sin ser compelida por causas extrañas a sí misma, es decir, se autodetermina. En ese caso, las voluntades actúan obligadas éticamente. Las obligaciones, como veíamos antes, son adquiri-

Foto: 'Jam es Dean", por Roy Schatt.

V A L O R E S V O L U N T A D C O A C C I Ó N S O C I E D A D

8 -D

das por la voluntad en atención a sí misma. Éstas son las determinaciones autónomas de la voluntad, la cual no se regula por instancias ajenas o por la idea de triun­ fo o fracaso, y en cambio se afirma libre y autodeterminada. Cabe aclarar que asumirnos como autodeterminados no quiere decir que no estemos condicionados. En tan­ to libertad situada, encontramos siempre límites a

La voluntad autónoma

nuestro comportamiento, no sólo externos (las impo­

Limjhilica elegir

siciones sociales), sino también internos (el súper-yo). Pero afirmar la libertad implica intentar rebasar di­

deU.erminada acción no de

chos determinismos que nos reducen a mantener la

acu