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Foucault: Las Meninas de Velázquez I Las Meninas, titulada originalmente como La familia de Felipe IV, es sin duda algu

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Foucault: Las Meninas de Velázquez

I Las Meninas, titulada originalmente como La familia de Felipe IV, es sin duda alguna uno de los cuadros más representativos, si no es que el más representativo, del reconocido pintor Diego Velázquez1, siendo de tal grado la importancia de esta obra, que a lo largo de los años se han hecho diversos análisis e interpretaciones acerca de ella sin llegarse a concluir nada en específico; sin embargo, todos estos estudios son sumamente interesantes, y de la misma manera importantes para llegar a comprender con la mayor profundidad posible la obra en cuestión, y por lo mismo, en este ensayo, hemos elegido una interpretación en particular que, sin embargo, no dejará de ser enriquecida por algunos otros estudios que pensamos pueden llegar a ser de gran aportación, siendo así nuestra interpretación predilecta la que hace Michel Foucault en el primer capítulo de su libro Las palabras y las cosas, capítulo titulado justamente como “Las Meninas” 2, ya que en dicho capítulo, Foucault, , sumerge al espectador dentro de la representación de tal manera que uno no es simplemente una persona observando un cuadro y nada más, sino que uno, como espectador, de cierta manera se vuelve parte del cuadro mismo, siendo así “todo” una representación

dentro

de

una

representación

que,

además,

cambia

invariablemente dependiendo de quién sea y dónde sea que el cuadro sea observado; siendo así, desde la mirada de Foucault (y nuestro punto de vista, evidentemente) el contexto del cuadro y su vigencia dentro de un presente, por decirlo de alguna manera, se vuelven eternos, porque lo que el pintor dentro del cuadro pinta, y el modelo a pintar, nunca son el mismo, creando así un dinamismo tal que, de cierta forma, el cuadro se encuentra siempre en constante devenir y tanto es, como al mismo tiempo nunca llega a ser.

1 2

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, nacido en Sevilla el 6 de junio de 1599. Foucault, Michel. Las palabras y las cosas, pp. 13 - 25

II Ahora, antes de poder concentrarnos directamente en Foucault, quisiéramos señalar los elementos que conforman Las Meninas, así como mencionar ciertos datos provenientes de algunas de las diversas interpretaciones, con el fin de poseer un conocimiento más exacto y profundo acerca de la obra y no dejar lugar a dudas que en determinado momento pudieran obstaculizar la pertinencia y desarrollo del presente ensayo.

Siendo así, en cuanto a los personajes podemos observar en un primer plano a la infanta Margarita María, que se encuentra atendida por dos damas de honor,

siendo la dama de la izquierda María Agustina Sarmiento, que le ofrece a beber agua en una jarra de barro; y siendo la de la derecha Isabel de Velasco. En el ángulo derecho se encuentran los enanos Mari Bárbola y Nicolás Pertusato. El plano medio lo ocupan Doña Marcela de Ulloa, señora de honor, y un guardadamas sin identificar y, tras ellos, en la puerta abierta, se encuentra José Nieto, el cual era el aposentador de la reina. El lado izquierdo se encuentra dominado por un gran lienzo ante el que se encuentra el pintor y, finalmente, en la pared del fondo, reflejadas sobre un espejo, podemos ver las imágenes de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria. En cuanto al lugar, aparentemente la acción transcurre en “la galería del cuarto bajo del Príncipe”, llamada también “pieza principal” debido a que había sido la sala más importante del apartamento del segundo piso que en su día ocupara el príncipe Baltasar Carlos.3 Sobre la causa que dio lugar a esta representación, se nos menciona que: Sólo el azar ha sido el causante de esta representación… Un día en el que el rey y la reina posaban ante su pintor, se pidió a la infanta que se uniera a ellos para disiparles un poco el aburrimiento. La luz, preparada para la pareja real, caía también sobre su hija, que e había colocado ante de ellos. Lo que sorprende entonces al rey, que era medio artista, es que, ante sus ojos, la distribución de los personajes ha formado una especie de cuadro. Susurra: “es un cuadro”; instantes después desea que se fije este instante en el cuadro, y ya se está ocupando el pintor en representar el Recuerdo. Pero el entorno del estudio les parece poco adecuado y se busca una sala más digna, descubriéndola en una amplia galería de los apartamentos reales. Se instala en ella el caballete y se realiza el boceto. Se cierran los postigos; pero el pintor ruega a Nieto que abra la puerta del fondo para ver si esa luz conviene. Así es aproximadamente como ha debido de actuar el azar en el origen de ésta original composición.4

3 4

Brown, Jonathan. Sobre el significado de las meninas, pp. 115, 116 C. Justi citado por: Emmens, J. A. Ensayo iconológico sobre las Meninas, p. 52

Sobre lo que sucede en el cuadro, Brown nos dice que la infanta ha venido para ver trabajar al artista, y en algún momento, antes de que “empiece la pintura”, ha pedido agua que ahora le ofrece la dama arrodillada a su lado izquierdo; en el momento en el que la dama le acerca a la princesa una pequeña jarra, el rey y la reina entran a la habitación, lo cual provoca el reflejo en el espejo de la pared del fondo. Una a una, las personas presentes en la habitación, comienzan a reaccionar ante la presencia real; la dama de la derecha, que ha sido la primera en verlos, comienza a hacer una reverencia. Velázquez a notado también su aparición y para en medio del trabajo; Mari Bárbola también se ha percatado de la presencia de los personajes, más no ha tenido tiempo de reaccionar. La princesa, que ha estado viendo a Nicolás Pertusato jugar con el perro, mira de repente en dirección a sus padres, más su cabeza permanece vuelta en dirección al enano, y por último, Isabel de Velasco, ocupada en servir agua a la princesa, no se ha dado cuenta aún de la presencia de los monarcas, situación que comparte con la señora de honor, la cual se encuentra conversando con el guardadamas, el cual, por su parte, sí acaba de percatarse. En palabras de Brown, la descripción de lo que sucede no solamente explica el efecto de instantaneidad y aclara las figuras, sino que además confirma el hecho de que el espejo de la pared posterior refleje al rey y a la reina.5 Ya habiendo aclarado todos estos elementos que desde nuestro punto de vista son de crucial importancia, podemos continuar con lo que más nos concierne: Las meninas de Foucault.

III Foucault comienza hablándonos de un pintor del cual no se sabe si se encuentra dando un último toque a su obra, o si se trata de que apenas comenzará con la primera pincelada; nos habla de un pintor que se encuentra tanto del lado derecho de su cuadro, como del lado contrario deacuerdo con el lugar del que se le mire; 5

Brown, Jonathan . Op. Cit. , pp. 118, 119

un pintor que se encuentra totalmente visible, pero un pintor que con dar un único paso, se ocultara para siempre detrás de su lienzo; en resumen, un pintor que se encuentra “en el umbral de estas dos visibilidades incompatibles”

6

donde no

puede observar al mismo tiempo el cuadro en el que se le representa, y aquel donde él esta representando algo. Nosotros observamos el cuadro desde afuera, y el artista nos contempla, ligándonos así inevitablemente a la representación del cuadro, más sólo somos nosotros objeto de ella en la medida que estamos enfrente de él, porque el pintor siempre sigue viendo hacía el mismo lugar y, por lo mismo, aceptara tantos modelos como se le pongan enfrente. Del cuadro, únicamente vemos el revés, y no tenemos la menor idea de si lo que está pintado dentro de él somos nosotros o cualquier otra cosa, creándose así tres representaciones, por decirlo de alguna manera, las cuales consisten en los ojos del artista, el modelo cambiante fuera del cuadro y la imagen que se puede encontrar esbozada sobre un lienzo que no podemos ver. Tenemos por otro lado, en medio de varias representaciones hechas por el pintor, una representación más, es un espejo que se encuentra iluminado a diferencia de las demás representaciones, y es la única visible, mas nadie la ve, ya que todos los personajes se encuentran mirando justamente al lado contrario de donde ésta se encuentra. Y viceversa, como “vengándose” de esto, el espejo no refleja absolutamente nada de lo que Se encuentra en el mismo espacio que él … no ve lo visible … en vez de volverse hacía los objetos visibles, este espejo atraviesa el campo de la representación, desentendiéndose de lo que ahí pudiera captar, y restituye la visibilidad a lo que permanece más allá de toda mirada. Sin embargo, esta invisibilidad que supera no es la de lo oculto, … se dirige a lo que es invisible tanto por la estructura del cuadro como por su existencia como pintura. … Al fondo de la habitación, ignorado por

6

Foucault, Michel. Op. Cit. p. 13

todos, el espejo inesperado hace resplandecer las figuras que mira el pintor (el pintor en su realidad representada, objetiva, de pintor en su trabajo); pero también a las figuras que ven al pintor (en esta realidad material que las líneas y los colores han depositado sobre la tela). Estas dos figuras son igualmente inaccesibles la una que la otra: … la primera por un efecto de composición propio del cuadro; la segunda por la ley que preside la existencia misma de todo cuadro en general. … El espejo asegura una metátesis de la visibilidad que hiere a la vez al espacio representado en el cuadro y a su naturaleza de representación; permite ver, en el centro de la tela, lo que por el cuadro es necesariamente dos veces invisible. 7

Después, Foucault nos dice que si queremos hablar de la pintura, de tal manera que la relación entre palabra y visibilidad permanezcan lo más compatibles posible, entonces, tendremos que fingir que no sabemos quienes se encuentran dentro del cuadro, olvidar los nombres propios de tal manera que se permanezca en lo infinito. Hay dos centros dentro del cuadro, uno que proviene de la mirada de la infanta y sólo atraviesa el primer plano, y otro que viene del espejo, atravesando todo el espesor representado. Ambas líneas convergen, siendo su punto de encuentro en el exterior del cuadro, más o menos donde estaríamos nosotros observándolo. De esta manera, se averigua que el espectáculo esta hecho de los soberanos; siendo la imagen del espejo la más frágil e irreal, ignorada por todos, pudiendo desvanecerse con tan sólo un poco de luz; más siendo a la vez, al estar retirados en una invisibilidad esencial, fuera del cuadro, lo que ordena toda la representación. Este centro es, en la anécdota, simbólicamente soberano ya que está ocupado por el rey Felipe IV y su esposa. Pero sobre todo lo es por la triple función que ocupa en relación con el cuadro. En el vienen a superponerse con toda exactitud la mirada del modelo en el momento en 7

Ibid, pp. 17, 18

que se la pinta, la del espectador que contempla la escena y la del pintor en el momento que compone su cuadro. Estas tres funciones “de vista” se confunden en un punto exterior al cuadro: es decir, ideal en la relación con lo representado, pero perfectamente real ya que a partir de él se hace posible la representación.8

Esa realidad no puede ser invisible, y sin embargo es proyectada al interior del cuadro en tres figuras que corresponden a las tres funciones de ese punto ideal y real: a la izquierda el pintor, a la derecha el visitante con un pie en el escalón, y en el centro el reflejo del rey y la reina, lugar que a la vez es también del artista y del espectador, porque la función del reflejo es atraer hacia el interior del cuadro lo que le es íntimamente extraño, más como el artista y el espectador se encuentran en los bordes del cuadro, no pueden aparecer en él; así como los reyes aparecen en el centro sin pertenecer al cuadro. Quizá haya, en este cuadro de Velázquez, una representación de la representación clásica y la definición del espacio que ella abre. En efecto, intenta representar todos sus elementos … pero allí, en esta dispersión que aquella recoge y despliega en conjunto, se señala imperiosamente por doquier un vacío esencial: la desaparición necesaria de lo que la fundamenta -de aquel a quien se asemeja y de aquel a cuyos ojos no es sino semejanza- . Este sujeto mismo -que es el mismoha sido suprimido. Y libre al fin de esta relación que la encadenaba, la representación puede darse como pura representación.9

Queda claro que el punto de vista que tiene Foucault y su interpretación acerca de Las Meninas resulta sumamente distante y original a comparación de todas las demás interpretaciones existentes acerca de la obra, dado que normalmente la mayoría de los autores se concentra en buscar interpretaciones que argumentan cosas tales como en el caso de Tolnay, quien afirma que Las Meninas representarían en primer lugar, una glorificación de las artes plásticas, o como en el caso de Ramiro Moya, quién afirma que la pintura es totalmente realista y no 8 9

Ibid, pp. 23, 24 Ibid, p. 25

sólo eso, sino que esa realidad podía ser perfectamente medida deacuerdo a las reglas de la perspectiva.10 La mayoría de los autores que se dedicó al igual que Foucault a realizar alguna clase de análisis acerca de Las Meninas y leyeron a Foucault, difieren con él en cuanto a su perspectiva sobre el observador y la representación, siendo claros ejemplos de esto Svetlana Alpers, historiadora de arte estadounidense, y Leo Steinberg, crítico e historiador de arte; lo cual, desde mi punto de vista, no podría ser de otra manera dado que Foucault no es crítico de arte ni historiador de arte, sino filosofo, y no creo de manera alguna que tuvieran que haberse contrapuesto sus posturas, ya que las perspectivas desde las cuales analizaron el cuadro uno y los otros, son completamente diferentes. Así, Svetlana Alpers nos dice sobre Foucault que el interés que él tiene por la representación, provoca que sea capaz de mirar más allá de lo que han perdido los que buscan interpretaciones que tienen que ver con aspiraciones sociales; evoca la relación de reciprocidad ante un espectador ausente y la realidad vista, argumentando que la ausencia de un sujeto vidente es necesaria para la representación clásica, contraponiendo ella a esta idea que más bien es la ambición de Velázquez de imprimir dos modos contrarios de representación lo que construye de modo distinto la relación entre el espectador y la representación de la realidad, siendo la tensión de estos modos lo que sustenta el cuadro.11 En cuanto a Leo Steinberg, nos dice que: El año pasado, en 1980, aparecieron dos ensayos más, relacionados entre sí, sobre “Las Meninas”. El primero, escrito por un filósofo amante de las paradojas estaba equivocado (como el de Foucault) en su suposición inicial sobre la implicación del observador.12

10

Moya, Ramiro. El trazado regulador y la perspectiva en las Meninas, pp. 3 - 12 Alpers, Svetlana. The viewing of las Meninas, pp.34 - 46 12 Steinberg, Leo. Las Meninas de Velázquez, p. 10 11

Porque Leo Steinberg opina que la posición del espectador en Las Meninas es evidente por sí misma y nunca debió de haber sido un problema 13, lo cual, honestamente, a mi me parece un poco soberbio de su parte, ya que pienso que no se trata tanto de que sea o no evidente la posición del espectador, porque es verdad, dentro de todas las interpretaciones y análisis que uno pueda hacer, la posición del espectador de la manera en la que cada uno de estos autores lo plantea llegará a ser evidente en algún momento, lo sea desde el principio o lo sea al final, más creo que ya habiendo asumido está postura, si uno se concentra en la posición del espectador, no lo hace tanto porque quiera descubrirla o definirla, sino para poder tratar de comprender cómo es que Velázquez logro plasmar la perspectiva de una forma tal, y tratar de averiguar, de la manera que sea, y aunque lo que se averigüe sea poco, cómo es que la manera en la que todo el cuadro está representado de verdad nos da la idea de que nosotros mismos nos encontramos dentro de la representación, creo que eso es lo realmente importante, así como esta idea de la doble representación mediante el cuadro en sí y el espejo. Aún así, Steinberg se redime un poco al plantear en otra parte de su escrito que: Hay una especie de reciprocidad: como si nosotros, a este lado del lienzo, y los nueve personajes en él, tuviéramos vínculos demasiado estrechos como para quedar separados por la división que establece el plano del cuadro … hay un reflejo de mutua fijación en el intercambio de miradas, las miradas que recibimos y devolvemos.14

Lo cual me hace pensar que aunque Steinberg consideré erróneas perspectivas tales como la de Foucault, realmente no está tan alejado de ellas. Así, Esther Díaz nos menciona que, en cuanto a Foucault, lo importante es la representación en los dos sentidos que señalan Las Meninas como representación de la realidad (lo que ocurría en el salón representado) y como duplicación de la representación (la representación del reflejo de lo real, en el espejo). Diciéndonos

13 14

Idem. Ibidem, p. 14

Esther Díaz que la importancia de la primera representación reside en la convicción de que sólo se puede conocer “representándose” los fenómenos y sus relaciones;

y

la

segunda

representación

se

manifiesta

en

las

leyes

pretendidamente universales.15

IV Por último, y a manera de conclusión, cabe resaltar que la interpretación de Las Meninas de Foucault es una obra que de ninguna manera, para cualquier persona que se dedique al arte o a las ciencias humanas, puede pasarse por alto, ya que ésta obra se encuentra incluida dentro de un libro que ha sido parte aguas histórico dentro de la teoría del conocimiento al, así como Nietzsche anunció la muerte de Dios, éste anunciar la muerte del Hombre. Esta interpretación de Foucault es de suma importancia porque nos revela toda la cuestión de la representación dentro de la representación, y la realidad y la ilusión convergiendo en un solo punto dónde sólo nos queda el infinito que las palabras nos cederán para compaginar con el campo de lo visual y, así, de esta manera, lo que parece lo oculto, lo velado, podrá ser razón suficiente para organizar y ser motivo de todo lo demás, abriéndose así una extensa gama de posibilidades donde el devenir no se detendrá y nos dará apertura a que una cosa sea otra y la misma, una y otra vez. En el fondo, las Meninas de Foucault, encierran dentro de sí el preámbulo para la concusión a la cual en el libro completo ha llegado nuestro autor, donde: El hombre …

no se constituyó más que en el tiempo en que el

lenguaje, después de haber estado alojado en el interior de la representación y como disuelto en ella, se liberó fragmentándose: el

15

Ponencia leída en el panel “Nietzche en Foucault”, en las Jornadas Internacionales Nietzche 2004.

hombre ha compuesto su propia figura en los intersticios de un lenguaje fragmentado.16

Y ahora sólo es necesario esperar a que el lenguaje se recomponga por completo expresando la totalidad de su ser en la literatura y desterrando la existencia del hombre para siempre de la teoría del conocimiento, hombre que tal vez nunca debió de haber sido inventado, ya que jamás fue posible del todo llegar a pensarlo… llegar a conocerlo, a estudiarlo…a realmente crearlo. Y así, es por ello que para Foucault la representación y el lugar que ocupa el hombre como espectador o modelo mismo dentro del cuadro es tan importante, porque, sólo suprimiendo al sujeto que ha salido de éste lenguaje fragmentado, es como la representación volverá a ser simplemente eso, pura representación.

Bibliografía 16

Foucault, Michel. Las palabras y las cosas, p. 374.

1. Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Siglo XXI, Distrito Federal, México, 1968.

2. Brown, Jonathan. Sobre el significado de las meninas. Alianza, Madrid, España, 1981.

3. Emmens, J. A. Ensayo iconológico sobre las Meninas. Cuarto congreso de cooperación intelectual, Sevilla, España, 1961.

4. Moya, Ramiro. El trazado regulador y la perspectiva en las Meninas. Arquitectura, 3, 1961.

5. Alpers, Svetlana. The viewing of las Meninas. Representations, 1983.

6. Steinberg, Leo. Las Meninas de Velázquez. Kalías, 1991.

7. Díaz, Esther. Ponencia leída en el panel “Nietzsche en Foucault”, en las Jornadas Internacionales Nietzsche 2004, Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Buenos Aires, Argentina, del 14 al 16 de octubre de 2004.