Medea

MEDEA VERSIÓN ILUSTRADA Juan Tobías Nápoli - Silvina Pachelo Texto y adaptación Juan Tobías Nápoli Silvina Pachelo Il

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MEDEA VERSIÓN ILUSTRADA

Juan Tobías Nápoli - Silvina Pachelo

Texto y adaptación Juan Tobías Nápoli Silvina Pachelo Ilustraciones Silvina Pachelo [email protected] Traducción Juan Tobías Nápoli [email protected] Corrección Marcelo F Rodríguez [email protected]

Juan Tobías Nápoli Juan Tobías Nápoli es Profesor en Letras. Licenciado en Letras Clásicas y Doctor en Letras por la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente, se desempeña como Profesor Titular del Área Griego en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Está realizando la traducción de las obras completas de Eurípides para la editorial Colihue.

Silvina Pachelo Ilustradora. Docente en Artes. Curso sus estudios en la escuela Manuel Belgrano. Realizó talleres de Ilustración, vestuario escénico, cine y literatura griega. Actualmente asiste al taller de Santiago Caruso.

Medea de Eurípides

Resumen argumental

Por orden del rey Pelías, Jasón reúne una tripulación de héroes para ir a buscar el Vellocino de Oro a La Cólquida, país muy alejado de Grecia. En un viaje lleno de aventuras y peligros, los Argonautas (es decir, la tripulación de héroes de la expedición), llegan a su destino. Allí, Jasón debe afrontar unas difíciles pruebas que le impone Eetes, el rey de la Cólquida. Jasón es ayudado a superarlas y a robar el Vellocino de Oro por la hija de Eetes, Medea, que se ha enamorado de él. Luego de cumplido el propósito, ambos huyen a Grecia, se casan, tienen dos hijos, Mérmero y Feres, y se establecen en la ciudad de Corinto. Con el tiempo, Jasón se enamora de Glauce, la joven hija de Creonte, rey de Corinto, se compromete a desposarla, repudia a Medea como su esposa y la abandona. En venganza, Medea decide asesinar sin piedad. Comienza por Glauce. Al querer salvar a su hija, Creonte también muere. Por último Medea sacrifica a sus dos hijos.

Actualidad de Medea Medea representa una imagen paradigmática de un sujeto femenino trágico, que no corresponde con la imagen mitificada de la mujer griega. Con una actitud provocadora que se mueve al margen del rol de víctima de la mujer-madre, transmitido por la tradición, enfrenta de forma activa los roles femeninos asignados socialmente. Es la representación de la pasión

intensa. Existen dos grandes tragedias sobre Medea: la griega de Eurípides y la romana de Séneca. Medea fue representada en Atenas en el año 431 a.C. justo antes de la guerra del Peloponeso. Eurípides es el autor de la obra elegida para esta adaptación. No se limitó a un episodio de la leyenda, sino que hizo que todos los episodios de la larga vida de Medea se acumulen en una crisis final. Medea nos presenta una fuerza animal de corazón y espíritu. Imagen monstruosa de la mujer criminal, hechicera nefasta y bárbara. El personaje de Medea nos enfrenta a la alteridad de los griegos de la antigüedad con respecto a nosotros mismos. Y se constituye, al tiempo, en una fuente inagotable de sentido, un constante desafío a la reflexión en asuntos de indudable trascendencia, siempre actuales, sobre todas las cosas lo que significa ser varón y ser mujer, la descendencia, la vida en sociedad, los límites de la condición humana. Eurípides hace y representa en su nombre a la mujer que se libera del estereotipo femenino de la época, recurriendo para ello a la violencia.

En El sexo y el espanto (página 129 editorial Minúscula 2006), Pascal Quignard escribe: ¨La ira de Medea es serena. Es la inmovilidad, el silencio espantoso que precede al acceso de locura. En latín: el augmentum”. Medea tiene que sacrificar a sus hijos. Y es donde aparecen sentimientos contrapuestos: la piedad y la venganza, la madre y la mujer luchan. Medea nos enfrenta a lo productivo y destructivo. Tiene que cometer un doble infanticidio. Continua Pascal Quignard: ¨La Medea de Eurípides, del 431 a.C describe la desintegración del vínculo civilizado a partir de la pasión de la mujer por el hombre. El amor se convierte en odio, el deseo violento por un amante se transforma en ferocidad asesina contra la familia y revela la omofagia sobre la que se basa, para los griegos, el eros¨. Medea se precipita al vacío, se entrega a una fuerza animal e instintiva indiscriminadamente. Ella sabe que va a sacrificar a sus hijos, no duda, la locura la arrastra a la acción. Toda acción de asesinatos nos genera ánimos contrapuestos y perturbadores. Pero si viajamos con la mente a la Grecia del 400 a.C , la acción de Medea entra en la práctica del infanticidio ritual. Si uno piensa a una madre matando a sus hijos, no hay ley, ni tiempo que justifique un acto claramente inhumano.

En La violencia y lo sagrado (página 16 Editorial Anagrama 1983), René Girard escribe: ¨Cuando no es satisfecha la violencia, sigue almacenándose hasta el momento en que desborda y se esparce por los alrededores con los efectos más desastrosos. Al desplazar la totalidad del sacrificio fuera de lo real, el pensamiento moderno sigue ignorando la violencia¨. Veamos esto que nos dice René Girard: En la tragedia de Eurípides, Medea, en la discusión que mantiene consigo misma ( 10201080) se refiere al crimen con la palabra ¨thûma¨, que significa sacrificio. Tomando la teoría de sacrificio de Girard, a las muertes sucedidas en la obra se las puede clasificar dentro de el “círculo de venganza”. El sacrificio constituiría en este contexto una primera forma instituida de detener la violencia, de satisfacer el deseo de venganza al tiempo que, por medio de una fuerte ritualización, queda reglada su detención. De esta manera se rompe el círculo y es posible que la vida social retorne a su normalidad.

Una mujer deshonrada. Ni en la épica ni en la tragedia la deshonra es un acontecimiento menor. En Medea, esa deshonra no viene porque Jasón la engaña con otra mujer, sino por el casamiento con la hija del rey Creonte. Por esto Medea iba a ser desterrada junto a sus hijos por el rey Creonte. También es interesante analizar, cómo Jasón justifica su acción de abandono hacia Medea, diciéndole que era para el bienestar de sus hijos. Más allá de que esta parece una explicación esgrimida por Jasón para refrenar a Medea recordándole a sus hijos, aquello por lo cual una madre siempre está dispuesta a sacrificarse, resuena en sus palabras una ley dictada en Atenas en el 451 a.C propuesta a la Asamblea por Pericles, a partir de la cual se disponía que quien accedía al status de ciudadano debía ser hijo no solo de padre ateniense, sino también de una madre nacida en Atenas. Si nos remontamos a la escena de Medea como representación teatral, una mujer extranjera, para el espectador del 431 a.C era una mujer cuyos hijos no podían acceder a la ciudadanía. Esto le agregaba más peso, hacia más persuasivas las palabras de Jasón para ese espectador para que no le sonaran de forma tan evidente, a una excusa falsa como suena para nosotros.

La deshonra de Medea no se acota al espacio cívico. Cuando Medea se entera de que Jasón se compromete con la hija del rey, lo que hace es gritar e invocar a los dioses, sobre todo a Zeus, para que vean lo que Jasón a provocado y como la ha traicionado. Siendo este testigo del juramento de Jasón al tomarla por esposa. Dice el coro: Las aguas de los ríos sagrados fluyen hacia arriba, y el justo orden de las cosas y todos los valores se han trastornado. Son engañosas las decisiones entre los hombres y ya no tiene validez la fe prometida en el nombre de los dioses. Pero los relatos acerca de la condición de la mujer cambiarán mi existencia para que tenga gloria; el honor llega al linaje femenino. Ya no pesará sobre las mujeres una reputación maliciosa (vv. 410 a 420) Jasón no solo ha traicionado el espacio social sino también a los Dioses. Eurípides es el único autor que hace que Medea le de muerte a sus hijos. Dice así: ¨hijos, morirán por una enfermedad paterna¨

Medea muestra un enorme sufrimiento a la hora de tomar semejante decisión y esto no parece adecuarse a la imagen de alguien que actúa en forma egoísta, para calmar la sed de venganza de sus enemigos y salir indemne. Si pensamos en lo que René Girard nos dice sobre el sacrificio, la sustitución de los niños por los niños constituye por sí mismo el caso más interesante de toda la obra, porque en él se pone de manifiesto no solamente la cuestión de la sustitución de la víctima sacrificial, sino también la de la mano asesina. En la ritualización de la venganza con el objeto de detenerla, es el sacerdote o sacerdotisa que realiza el sacrificio, quien adopta el papel del vengador, también representa la justicia por los daños, quien es capaz de devolverla al orden con un acto controlado de la violencia. La Medea triunfante del final representa a la justicia, pero paradojalmente, como el triunfo de la necesidad de venganza. Medea pone a salvo a sus hijos de una futura desgracia. La culpa en la que ha incurrido Jasón y que desencadena la tragedia tenía para los griegos un carácter hereditario.

Esto se puede ver en Edipo. Edipo y sus hijos pagan las consecuencias hereditarias de Layo, el padre de Edipo, que violó a Crisipo y se hizo merecedor de una maldición que persiguió a toda su descendencia. En el caso de Medea a sus hijos les esperaba un destino trágico. Al expulsar la violencia de la pólis por medio del sacrificio, esta cadena de culpa resulta también interrumpida. Dice Juan Tobías Nápoli en su introducción de Tragedias de Eurípides Ediciones Colihue 2007 a modo de conclusión: “el sentido de la tragedia debe buscarse en un sentido más profundo: en el intento de Medea de reconstruir el camino que va desde su derrota moral, que ha sufrido a causa del abandono del que es víctima, pasando por la injusticia que debe padecer de parte de Jasón, su esposo, hasta la deshonra social de la que su exilio es su testimonio. Es este itinerario descendente el que intenta recorrer Medea en un sentido inverso, remontando su situación desde la búsqueda de recuperación de la honra perdida, pasando por la recomposición de la justicia ultrajada, hasta llegar a la victoria moral sobre Jasón”. Lo que vemos es cómo el personaje mítico se va transformando en un personaje más humano, donde no son ni los celos, ni la pasión amorosa, ni el de la venganza individual ni el de la reflexión moralista lo que la conduce a recuperar honra y justicia.

Continúa Juan Tobías Nápoli: “Medea trabaja por reinsertarse en el marco social, y termina por imponer sus condiciones, su victoria, por encima del mito. En este sentido todavía necesitamos volver a leer los clásicos para recuperar el sentido de la integridad de la persona humana”. Medea de Eurípides es una obra viva, y creo que como toda obra perfecta y extraordinaria hace que podamos repensarla y traerla a la actualidad. Pudiendo ver desde el pasado el presente que nos acontece. Silvina Pachelo



El corazón es engañoso por sobre todas las cosas. Y desesperadamente malvado. ¿Quién puede conocerlo? Jeremías 17,9

Vengo a explicarles, señores jueces lo que me trajo hasta aquí. Mi amor por Jasón me ha convertido en la mujer que hoy soy. Traicioné a mi patria, maté a mi padre, a mis hermanos y a mis propios hijos. Soy Medea. He visto y hecho correr mucha sangre por el amor que le tuve a Jasón. Ahora me encuentro así, envenenada. Condenada a muerte estoy por este dolor. Amé a Jason a primera vista, nunca pude apartar mi mirada de la suya. Lo ayudé a superar todos los obstáculos, para apoderarse del Vellocino de Oro. Fueron mis ungüentos mágicos los que lo protegieron de los fuegos de los toros que debía vencer por orden de Eetes mi padre, y así fue que lo conduje al bosque sagrado donde estaba el Vellocino de Oro donde era cuidado por dragones. Sí, mi magia lo protegió de ellos. Sabiendo que mi padre entraría en cólera y nos perseguiría como fugitivos, me vi en la obligación de retrasarlo. Fue así, que tomé la decisión de despedazar a mi hermano Aspirto, por eso lo llevé en la nave como rehén, y arrojando sus pedazos al mar, obligué a que mi padre se retrasase para recoger sus restos. El amor por Jasón me dio la fuerza para esto y para destruir al gigante de bronce que Minos había puesto como centinela en la isla.

A cambio de esto que les relato, Jasón me prometió matrimonio. Cuando regresamos a Yolcos lo he ayudado a desembarazarse de Pelias que no estaba dispuesto a restituirle el trono que le había arrebatado, a pesar de que Jasón le había entregado el Vellocino. Les propuse a las hijas de Pelias que hirvieran a su padre para que vuelva a su juventud, pero el experimento fracasó, y los habitantes de Yolco nos expulsaron de esa ciudad… por asesinato. Y fue así que nos refugiamos en Corinto. Vivimos felices diez años, en un sueño de amor. Todo fue tormento y deshonra cuando Jasón decidió comprometerse, tomar por esposa a Glauce la hija del rey de Corinto, Creonte. Jasón había decidido traicionarme y eso no iba a permitirlo mientras tuviera vida. Todo ese tiempo viví sumida en sentimientos contrapuestos, entre la piedad y la venganza. Opté por la segunda. Me precipité al vacío. Nada era demasiado para este corazón traicionado, y expuesto a las peores humillaciones. Fue así que el amor se convirtió en odio. Viendo gozar de felicidad a la hija del rey, a Jasón sabiendo que su lugar en esa tierra estaba asegurado, su linaje, su honor. Solo fue posible pensarlos a todos muertos. ¿En qué la vida tiene una utilidad todavía para mí? Solo en la muerte tomaré descanso. La justicia no está en los ojos de los mortales, en la medida en que, antes de haber conocido el verdadero temperamento de un hombre, cualquiera de ellos odia solamente por haber visto una injusticia, pero no por haberla padecido.

Deposité mi confianza en él, mi esperanza y amor. Y resulto ser el peor de los hombres. Fui traicionada. De todos los seres vivientes las mujeres somos las criaturas mas desdichadas. Ante la ruptura de los convenios matrimoniales no es posible que lo podamos repudiar. Él me había llevado como botín desde una tierra bárbara. Cuando el Rey Creonte, temeroso de que le haga daño a su hija, ordenó que yo abandone, exiliada, su tierra junto a mis hijos, pedí por ellos. Él me trato de irascible, y apuró mí salida de su tierra en forma violenta. Yo solo le pedí un día más. Día que sería determinante en mi venganza. En ese momento pensé en cómo iban a morir Glauce y su padre el Rey Creonte, el mismo que me había expulsado, sin compasión, junto a mis hijos de su tierra. Mi destierro no iba a pasar desapercibido ante los ojos de Jasón. He nacido mujer, y podemos ser las más incapaces para las cosas buenas, pero las más sabias artesanas de todos los males. Cuando Jasón supo de mi destierro, pensó que era lo mejor para mi, y para los niños. Él aseguró que no había pedido mi destierro. ¿Cómo esperaba él que reaccione? Me reprochó mis injurias a los gobernantes, al mismísimo rey y dijo que eso me convertía en una mujer peligrosa y vengativa. Se supo odiado por mí, pero aseguró que ese no era motivo para estar mal dispuesto conmigo. Me recordó que había recibido más de lo que había dado y que, a pesar de todo, mis hijos y yo no sufriríamos carencias y que podría criarlos dignamente en mi casa, lejana.

Afirmo que las mujeres podemos llegar a un punto de locura. Si la cama funciona bien, consideramos que lo tenemos todo, pero por el contrario, si hay alguna circunstancia desdichada en lo que tiene que ver con el lecho, lo más ventajoso y lo más bello se convierte en nuestro peor enemigo. Qué oportuno hubiera sido que los hombres engendraran de otra manera a los hijos y que no existiera la raza femenina. Así no existiría para los hombres ningún mal. Pero no es así. A Jasón, planear su boda a escondidas, lo ha convertido a mi vista en un ser doblemente detestable. Al fin de cuentas soy una mujer bárbara y eso le conducía a una vejez deshonrosa. Me condenó a ser culpable de todo lo que me estaba pasando, por maldecir a los reyes. Y en verdad soy causa de maldición para su casa. Me pidió que detenga mi cólera, me ofreció ayuda en mi exilio. Los dones de un hombre malvado no ofrecen ningún provecho. Pensé.

El amor nos enceguece. Nadie escapa de esta furia. En mi encuentro con Egeo, le conté que Jasón tenía otra mujer, la hija del rey, que ha elegido el lecho más conveniente, ha elegido una familia real. Le hice saber que estaba perdida, y que el rey Creonte me expulsaba de su tierra. Al no comprender Egeo con precisión, continúe con mi relato. Le supliqué de rodillas que me recibiera en su tierra como huésped. Egeo prometió no entregarme a nadie. Entonces, puse en marcha mi plan de venganza. No podía aceptar la humillación de mis enemigos. Sí, como bárbara y extranjera soy una bestia en la selva, con la convicción de llevar adelante mi venganza. Jasón nunca volvería a ver a nuestros hijos, y no engendraría hijos con su joven esposa. Que nadie me considere débil y floja, ni resignada. Fui rigurosa con mis enemigos y agradable con mis seres queridos. Pues la vida de los que se comportan así es más gloriosa. Creyeron que se iban a liberar de Medea. Ingenuos. Jasón me creyó insensata, pero soy la misma Medea que lo había dado todo por él. Me repudió y tuvo lástima de mí, nunca compasión, y no hay peor sentimiento para quien lo da todo por amor.

Cuando Jasón se presentó, en un encuentro donde dejé que mis hijos saludaran a su padre a modo de despedida, éste manifestó que entendía, de un modo natural, que una mujer monte en cólera con su esposo cuando este decide abandonarla y casarse con otra mujer en secreto. Se dirigió a los niños tratando de hacerles entender que el exilio era lo mejor para nosotros tres, y que cuando él tuviera nuevos hijos con su nueva esposa, ellos serían los primeros en esa tierra Corintia. Triste y llena de lágrimas, pensé en el peor destino para los niños. Le rogué a Jasón que le pida a Creonte que no expulse a nuestros hijos, que yo me iría sola de su tierra. Pero Jasón no creyó que Creonte aceptara mi propuesta. En caso que no acepte, le dije, pídele por ellos a tu futura esposa, que interceda ante su padre. Buscando convencerlo, llamé a mis hijos para que ellos mismos le muestren a su padre un ligero peplo y una trenza cruzada, completamente de oro, para Glauce, su futura esposa. Jasón me mandó a guardar el regalo. Me negué y le aseguré que para salvar a mis hijos del exilio entregaría yo mi vida, no solamente oro. Les expliqué a los niños que tenían que llevar esos regalos a la nueva mujer de su padre y pedirle que no los destierre de su país.

Fue allí que dije a mis hijos, señores jueces: “¡Oh, hijos, hijos! ¡Hay esperándolos a ustedes una ciudad y una casa en la que, después de abandonarme a mí, la desdichada, habitarán para siempre privados de su madre!”. Y proseguí, “Yo me iré como una exiliada hacia otra tierra, antes de gozar y de verlos felices, antes de ornamentar vuestros lechos, la mujer que

elijan como esposa y los tálamos nupciales y antes de alzar las antorchas en sus bodas. ¡Oh, desdichada a causa de mi terquedad! En vano a ustedes, hijos, los alimenté y en vano padecí penosas fatigas y me torturé en los trabajos, después de haber soportado los acerbos sufrimientos del parto”. Ciertamente señores jueces, alguna vez yo, desdichada, tuve muchas esperanzas en mis hijos: que me cuidarían en la vejez y que, una vez muerta, me arreglarían con sus manos (cosa digna de envidia para los hombres). Ahora, en cambio, se ha desvanecido ya este dulce pensamiento. Privada de mis hijos atravesaré una vida amarga y dolorosa para mí. Nunca más verán a su madre con sus ojos queridos, después de que hayan sido alejados hasta otra forma de vida. Entonces, señores jueces, tuve pensamientos horribles y muchas dudas. Desconsolada, los miré alejarse mientras me decía: “¡Ay, ay! ¿Por qué me miran fijamente con sus ojos, hijos? ¿Por qué ríen su última risa? ¡Ay, ay! ¿Qué haré? Mi corazón falla, porque veo la mirada luminosa de mis hijos. ¡No podría hacerlo! ¡Adiós a los designios de antes! Me llevaré a mis hijos de esta tierra. ¿Por qué yo misma, mientras hago sufrir al padre de estos niños a causa de su mala acción, obtendré para mí el doble de tales males? No lo haré, al menos yo. Adiós a mis decisiones”. Sin embargo, otras dudas me asaltaron. Nuevamente me dije: “¿Pero, qué cosa padezco? ¿Quiero que mis enemigos me paguen con su risa, cuando los deje impunes? Estas determinaciones deben ser, finalmente, osadas. Sin embargo, es propio de mi cobardía aceptar palabras tiernas en mi mente.

¡Entren, hijos, en la casa! Pero de aquel para quien no es lícito que esté presente en la ceremonia sacrificial que voy a emprender, de él no me preocuparé. Y no dejaré que mi mano vacile”. Más dudas me invadieron. No sabía qué hacer. Una y otra vez volví al mismo punto. Me dije entonces: “¡Ah, ah! ¡No, ciertamente, corazón, no obres tú estas cosas! ¡Déjalos, desdichado! ¡Trata con consideración a tus hijos! ¡Mientras vivan, aunque no les quitó lo de aquí. ¡Oh, dulce abrazo! ¡Oh, delicada piel y el más dulce soplido de mis hijos! ¡Vayan, vayan! Ya no soy capaz de mirarlos, sino que estoy vencida por los males”. Fue cuando me di cuenta al fin. Comprendí qué males estaba a punto de cometer; pero mi corazón fue más fuerte que mis deliberaciones: él es el culpable de los mayores males entre los hombres. Me animé a lo que ninguna mujer quiere animarse. Sentada espere la noticia del mensajero. La princesa real había muerto, también Creonte. El mensajero me relató con detalles la muerte de ambos. La princesa aceptó el adorno de Jasón y mis hijos. Tomó los abigarrados peplos, se revistió, y al colocarse la corona se arregló la cabellera en el espejo. Así fue como su cuerpo ardió. Sus gritos llegaron hasta el Rey que sin dudarlo se arrojó sobre el cuerpo muerto y en llamas de su hija atrapado en un fuego devorador. Ambos murieron de una manera infame, eso me puso feliz. Para alejarme definitivamente de esa tierra decidí matar a mis hijos. Ellos iban a ser asesinados por otras manos. Dejé de pensar en el amor que les tenía. Entregué el resto de mi existencia a este dolor.

Así fue que me subí al carro alado de Helio con mis niños ya sin vida. Con los pies sobre la tierra, Jasón me deseó la muerte. Entendí, que hiriendo su corazón, me liberaría del dolor de la traición.

CORO Zeus en el Olimpo es dispensador de muchas cosas, aunque los dioses cumplen muchas de ellas de manera inesperada. Y lo creído no llegó a su fin, pero de las cosas no creídas un dios encontró la salida. Así resulto esta obra.

Impreso en Cooperativa Gráfica del Pueblo Ciudad de Buenos Aires, Junio 2016.