Lo voluptuoso en la psicosis

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Lo voluptuoso en la psicosis1 Hildamar Vilá

Yo no supe dónde entraba, porque, cuando allí me ví, sin saber dónde me estaba, grandes cosas entendí; no diré lo que sentí, que me quedé no sabiendo, toda sciencia trascendiendo. San Juan de la Cruz, Fragmento de “Coplas hechas sobre un éxtasis de alta contemplación”.2

El significante voluptuosidad se repite de manera particular en la lectura de Schreber, un caso de “dementia paranoides” analizado por Freud.3

Daniel Paul Schreber escribió su libro

Memorias de un enfermo nervioso durante uno de los periodos que fue internado por caer gravemente enfermo. En sus memorias Schreber describe sus delirios y alucinaciones, y a través de estos da cuenta de su realidad; realidad de un sujeto psicótico; la contundencia de lo real. El sistema delirante de Schreber consistía a grandes rasgos en tener una misión redentora del mundo, al cual debía devolverle su perdida bienaventuranza. Sostenía haber recibido dicha misión directamente de inspiraciones divinas. Lo esencial para lograrlo era que se produjera su “mudanza en mujer”: “No es que él quiera mudarse en mujer; más bien se trata de un “tener que ser” fundado en el orden del universo y al cual él no puede sustraerse”. De este modo, la emasculación resulta ser requisito ineludible dentro del delirio de Schreber; la razón de esto es que tanto él como el resto de la humanidad “no podrían reconquistar el más allá de otro modo que por medio de la mudanza de la mujer”. Es decir que sólo en un cuerpo femenino puede conquistar el “más allá”. ¿Más allá de qué? ¿Porqué es necesaria la mudanza en un cuerpo de mujer para tener acceso a eso más allá? Ahora bien, esta mudanza en mujer aparece en el delirio ligada a la relación particular de

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Vilá, H. (2003). Lo voluptuoso en la psicosis. Escrito inédito. Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico. Federico Carlos Sainz, 1950, Historia y antología de la poesía española, Madrid, Ediciones Aguilar, p.613. 3 Sigmund Freud, 1911, Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente, Obras Completas, Vol. XII, Amorrortu Editores. 2

Schreber con Dios. Schreber “adopta una actitud femenina frente a Dios, se sentía mujer de Dios”. Por otro lado, hay algo del sentimiento de voluptuosidad que para Schreber sólo un cuerpo de mujer puede sentir. En su análisis, Freud encuentra que ningún otro fragmento del delirio de Schreber es tratado por éste con tanto detalle e insistencia como la mudanza en mujer. Nos dice Freud: “Los nervios por él absorbidos han cobrado en su cuerpo el carácter de unos nervios de voluptuosidad femenina... Si ejerce leve presión con la mano sobre un lugar cualquiera del cuerpo, siente estos nervios bajo la superficie de la piel como unas formaciones a modo de hilos o cordones”.4

Hilos o cordones que recorren todo el cuerpo de modo que sólo un toque puede

provocar esa sensación de voluptuosidad que al parecer, en tanto femenina, no tiene un límite. Una presión, un toque (¿de él o del otro?) puede provocar que su cuerpo todo se conmueva, un goce infinito. El mismo Schreber señala que: “Mediante una presión que se ejerza sobre estas formaciones yo puedo, sobre todo si pienso en algo femenino, procurarme una sensación de voluptuosidad correspondiente a la femenina”.5 Ante esto múltiples preguntas se agolpan a nuestro paso. ¿Qué es pensar en “algo femenino”para Schreber?

¿Qué es lo voluptuoso?

¿Porqué dentro de su delirio Schreber

establece esta relación entre lo voluptuoso y lo femenino? ¿Cómo Schreber puede establecer una diferencia entre la voluptuosidad masculina y la femenina? En términos más generales, ¿por qué ocurre ese arropamiento de voluptuosidad en la psicosis?

¿En qué momento surge dicho

arropamiento? ¿De qué forma puede trabajarse esa voluptuosidad que arropa al psicótico en la clínica? A partir de estas preguntas veremos más ejemplos de lo voluptuoso en Schreber e intentaré hilar algunos puntos que tal vez puedan ayudar a dar cuenta de algunos de estos asuntos. ¿Qué es lo voluptuoso? La etimología de la palabra “voluptuoso” viene del latín. Según el Diccionario manual latino-español y español-latino, aparece asociada a dos significantes en latín: 1. voluptuosus, de voluptas: “placer, alegría, satisfacción, contento, gozo”6 y, 2. libidinosus, de libido: “deseo, inclinación, 4

Ibíd, p. 31. Ibíd, p. 31. 6 Agustín Blanquez Fraile, Diccionario Manual Latino-Español, p. 669. 5

gana, voluntad, deseo de placer, capricho”. Más específicamente la voluptuosidad es definida como la “complacencia en los deleites sensuales”7 , algo así como la exacerbación del deseo sensual. Lo sensual, aquello relativo a las sensaciones de los sentidos... los sentidos: “cada una de las aptitudes del alma propias para recibir, por medio de ciertos órganos corporales, las impresiones externas”. Y bien, podríamos seguir de significantes a significantes, rastreando significados.. sin embargo, entiendo que hay algo de estos significantes relacionados a lo voluptuoso que nos remite necesariamente al cuerpo. Cuerpo humano atravesado de significantes; cuerpo humano inundado de pasión: pasión que se padece y se goza más allá de lo que la palabra misma puede nombrar; cuerpo humano arropado de pulsión: pulsión cuyo soporte es la palabra, cuyo fin es la muerte. Hipotetizo entonces que la voluptuosidad aparece como una de las formas en que el goce se manifiesta en el cuerpo.

Podemos rastrear más sobre lo real de lo voluptuoso del cuerpo

humano escuchando a Schreber, en tanto que tal vez el psicótico nos habla de lo que -mal que bien- hemos reprimido, pero que, por reprimido, retorna de las maneras más insospechadas. Schreber tal vez está menos enajenado que todos los neuróticos, en tanto nuestra realidad es fantasmagórica, y la de él es “real”. El sujeto neurótico tal vez se halla más enajenado de la realidad que el psicótico, en tanto su relación con la palabra lo aleja justamente de eso “real” a lo que el psicótico tiene particular acceso. Breve acercamiento a las psicosis Lacan hace una distinción entre el sujeto del goce y el sujeto del significante.

El

significante “Nombre-del-Padre” permite que el sujeto de goce esté atado al sujeto del significante.8 La pregunta por el ser: “¿Quién soy yo?”, puede ser significada del lado del sujeto del significante o puede estar del lado del sujeto del goce. En la neurosis, el sujeto del goce está sometido al sujeto del significante. Por la interferencia del Nombre-del-Padre es que el neurótico queda desalojado del goce. La metáfora delirante en las psicosis es un intento de arreglárselas con eso que opera

7 8

Diccionario de la Real Academia Española. Pregunta que se quedó en el tintero: ¿Cómo se enlaza el sujeto del goce al sujeto del significante?

como invasión de goce a nivel de su estructura. Por haber forcluido el significante Nombre-delpadre el sujeto sella una estructura en la cual el fantasma no puede atravesar la relación del sujeto con el goce. Cuando el fantasma no opera no hay vinculación entre el sujeto del goce y el sujeto del significante. Gracias al fantasma “el sujeto está protegido con relación al goce, mantenido a respetuosa distancia de él. El losange es, en la fórmula, como la representación gráfica del cristal de una vidriera o vitrina que separase al sujeto del objeto deseado y prohibido, peligroso. La psicosis es el quiebre del cristal, la situación en la que el sujeto queda expuesto al goce”.9 Es por esto que en la psicosis “ocurre un oleaje que arropa al sujeto”.10 No hay formación de síntomas ante las exigencias pulsionales. Entonces, en los puntos de desencadenamiento irrumpe algo del sujeto del goce y surge la alucinación como invasión pulsional que desborda al cuerpo del psicótico. Tanto el delirio como las alucinaciones apuntan a unos posicionamientos, a unos personajes. Sin embargo, en las psicosis hay una literalidad, la manera en que el sujeto se las arregla implica una transparencia de su padecer. A modo de ilustración, según el dictamen dictado por el médico del asilo donde Schreber se encontraba internado, éste tenía “por cosa asegurada que él es el objeto exclusivo del milagro divino”. Subrayo la palabra objeto en tanto implica ciertamente una posición particular en torno a Dios.

Continúa describiendo el médico que (Schreber):

“A cada hora y minuto

experimenta ese milagro en su cuerpo”. Cuerpo que ha padecido la destrucción de diversos órganos: “ha vivido un largo período sin estómago, sin intestinos, sin pulmones casi, con el esófago desgarrado, ..., con las costillas rotas, muchas veces se ha comido parte de sus laringes al tragar, etc.”.

Resulta impresionante esta referencia a los padecimientos de su cuerpo que

Schreber narra. ¿Sentía Schreber todos estos desgarramientos en su cuerpo, toda esa destrucción de sus órganos vitales? ¿Qué es lo que sentía su cuerpo que él logró apalabrar de esta forma? Lo voluptuoso en Schreber ¿Cómo concibe Schreber la voluptuosidad?

Nos dice que:

“Es lícito concebir la

voluptuosidad como un fragmento de bienaventuranza que se concede por anticipado al hombre

9

Néstor Braunstein, Goce, p. 204. María de los Angeles Gómez, Clase del 22 de noviembre, 2002.

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y a otras criaturas vivas”.11 La bienaventuranza es para Schreber como un estado de “continuo gozar”. De suerte que comprende la bienaventuranza celestial como una exacerbación del “placer sensual terreno”. Pienso que esto resulta importante en torno a los giros que Schreber da a su delirio, y las funciones que dicho delirio tiene como forma de dar cuenta de eso que padece. Esta forma de lo voluptuoso en Schreber recuerda a las experiencias místicas narradas por algunos santos, como San Juan de la Cruz en el epígrafe seleccionado para este trabajo. El misticismo es descrito como un “Estado de perfección religiosa que consiste en la unión del alma con la divinidad por medio del amor, y que a veces se acompaña de éxtasis y de revelaciones”. De hecho la etimología de la palabra éxtasis es abandono, arrebato, arrobamiento. Algo similar a lo que ocurre en el cuerpo del psicótico arropado por el goce. En este punto, es importante señalar que Schreber relaciona esa sensación de total arropamiento de voluptuosidad al goce femenino. Freud nos dice que Schreber reclamó un examen médico “para que se compruebe que todo su cuerpo, desde la coronilla a las plantas de los pies, está recorrido por nervios de voluptuosidad, lo cual, en su opinión, ocurre sólo en el cuerpo femenino, mientras que en el varón, por lo que él sabe, se encuentran nervios de voluptuosidad sólo en las partes genitales y en su inmediata proximidad”.12 En primer lugar, considero que el hecho de que Schreber hable de sentir que todo su cuerpo está recorrido por nervios de voluptuosidad puede relacionarse a que en las psicosis el goce no se localiza en una región del cuerpo, no está refrenado y limitado por el significante fálico: “sino que invade al cuerpo todo que es escenario de metamorfosis que espeluznan y dejan atónito al sujeto, a un sujeto que se ve reducido a ser el escenario de transformaciones que obedecen a la oscura voluntad de un Otro omnisciente que rige y regula el acontecer orgánico”.13 Este Otro omnisciente, en el caso Schreber es un Dios, Dios que le pide un goce continuo: “Dios pide un goce continuo, en correspondencia a las condiciones de existencia de las almas con arreglo al orden del universo; es mi misión ofrecérselo (. . .) en la forma del más vasto desarrollo de la voluptuosidad del alma, y toda vez que algo de goce sensual sobre para mí, tengo derecho a tomarlo como una pequeña compensación por el exceso de padecimientos y 11

Ibíd, p. 28. Ibíd, p. 31-32. 13 Néstor Braunstein, 1990, Goce, Ed. Siglo XXI, p. 206. 12

privaciones que desde hace años me ha sido impuesto...”. Ahora bien, queda la pregunta de ¿Por qué sólo el cuerpo femenino está todo recorrido por nervios de voluptuosidad, mientras que el varón sólo hay nervios de voluptuosidad alrededor de los genitales? ¿Cuál es y/o porqué Schreber establece una relación entre el goce femenino y la voluptuosidad? Sobre la distinción entre el goce fálico y el goce femenino nos dice Lacan: “el goce fálico es el obstáculo por el cual el hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque de lo que goza es del goce del órgano”.14 Para el hombre, nos dice Lacan, “a menos que haya castración, es decir, algo que dice no a la función fálica, no existe ninguna posibilidad de que goce del cuerpo de la mujer”.15 Entonces sobre el goce femenino nos señala que: naturaleza de las cosas que es la de las palabras...

“Sólo hay mujer excluida de la

por eso... la mujer tiene un goce

adicional, suplementario respecto a lo que designa como goce la función fálica”.16 Freud nos dice que las dos piezas principales del delirio de Schreber, la mudanza en mujer y el vínculo privilegiado con Dios, están enlazadas en su sistema mediante la actitud femenina frente a Dios. Sentirse mujer de Dios puede tener entonces implicaciones particulares en relación a los límites a su goce que el delirio cumple como función en su subjetividad. Al respecto Freud señala que uno de los cambios en el delirio de Schreber consiste en la sustitución de Flechsig por la persona superior de Dios, lo que en un principio parecía significar una agudización del conflicto, “un acrecentamiento de la persecución insoportable”. Sin embargo, pronto se muestra que ella prepara el segundo cambio y, así, la solución del conflicto: “Si era imposible avenirse al papel de la mujerzuela frente al médico, la tarea de ofrecer al propio Dios la voluptuosidad que busca no tropieza con igual resistencia al yo”.17 En su delirio, Schreber puede estar tratando de dar cuenta de esa voluptuosidad que lo arropa: ese goce sin límite que no puede controlar. Tal vez por esto llega a dar cuenta del goce de la mujer, ese goce que al igual que el goce en la psicosis escapa, según Lacan, a la lógica fálica; es un goce no localizable. Nos dice Braunstein: “De este goce incomunicable, que prescinde del

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Lacan, Seminario XX, p.15. Lacan, Seminario XX, p. 88. 16 Lacan, Seminario XX, p. 89. 17 Ibíd, p. 45. 15

Otro y se aloja en un cuerpo que escapa a la simbolización, nos hablan, sin dirigirse a nosotros, los psicóticos. Ellos nos muestran que la palabra no funciona como diafragma regulador, que el sujeto ha sido inundado y desplazado por este goce rebelde a los intercambios, proliferante, tan invasor que no deja lugar para una palabra Otra que pueda refrenarlo y limitarlo”.18 La histérica se dirige al médico con su pregunta por el goce femenino en busca de respuesta, pues “nada sabe” de lo que le ocurre a su cuerpo aún cuando lo padece, sus síntomas dan cuenta de ello; su cuerpo habla aquello que ella desconoce. Con los místicos sucede algo similar. Al respecto Lacan nos dice: “Está claro que el testimonio esencial de los místicos es justamente decir lo que sienten, pero que no saben nada”.19 El psicótico en su literalidad, al vivir el goce en carne viva, tal vez nos muestra de qué se trata ese goce cuya voluptuosidad va más allá de la lógica fálica. La clínica de las psicosis nos recuerda una y otra vez la marca indeleble del toque del otro en nuestro cuerpo; toque del otro que irrumpe como promesa de amor pero que a la vez nos puede impulsar hacia mortíferos derroteros.

18 19

Braunstein, Goce, p. 204. Lacan, Seminario XX, p. 92.