Lans, Alfonso - Subjetividad y Transformacion Social (1.0)

«Subjetividad y transformación social» sitúa un momento preciso en el desarrollo de las investigaciones en el campo de l

Views 137 Downloads 17 File size 724KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

«Subjetividad y transformación social» sitúa un momento preciso en el desarrollo de las investigaciones en el campo de la grupalidad. El libro busca visualizar una transformación, es un movimiento que se ubica en una zona intensa, señala aquello que estamos dejando de ser a la vez que indica en que vamos deviniendo…

2

Alfonso Lans

Subjetividad y transformación social Historias de la grupalidad Digitalizado por: [email protected] 10.09.16

3

Título original: Subjetividad y transformación social Alfonso Lans, 1995 Editor digital (contacto): [email protected]

4

a Victoria a Sofía a Catalina a Lucía y a Magui Los nombres de mis pasiones

5

El presente trabajo es la exposición de variaciones sobre un mismo tema, al grado de, por momentos, no ser más que la repetición de una cantinela. Sin embargo, a veces, adquiere su fuerza por la repetición misma. Se sitúa en un momento preciso del desarrollo de nuestras investigaciones, en tanto pretende mostrar una zona de incertidumbre; busca visualizar una transformación. El libro es un movimiento que se ubica en esa zona intensa, ese punto indeterminado que señala aquello que estamos dejando de ser, a la vez que indica en que vamos deviniendo. El mismo ha sido organizado en dos bloques, sin embargo, son las mismas fuerzas las que se manifiestan en ambos formando un sólo cuerpo, aunque esté claramente compuesto por materias y velocidades diversas. Daniel Germán Ciano, Pilar Cousillas, Dayana Curbelo, Ana María Fernández, Silvia Pesquera Ramírez, Paula Ratz y María Cecilia Rodríguez da Silveira, todos ellos estudiantes del curso de 'Historia de la Grupalidad y su actualización en el SocialHistórico' son los autores del trabajo 'Dentro, Afuera o Transitando'. El trabajo: «Dimensiones de la Clínica», lo hemos escrito en coautoría con las Profesoras Gabriela Etcheverry y Liliana Zufiaurre, que, además, colaboraron estrechamente en la puesta a punto del presente volumen. Agradezco especialmente a Raquel Schneider por su trabajo en la corrección del libro.

6

Prólogo Presentar un libro es suscribir su nominación. Es también desprenderlo de sus autores. Sutil obstetricia de exponerlo ante ellos para que lo reconozcan con una vida propia También, un pequeño privilegio. El de conocerlo antes que los demás. En esa intimidad presunta del quirófano editorial. Cuando un libro nace también hay que ocuparse de su creador. Alfonos Lans. Impetuoso, inquisitivo, polémico, como este libro. Se inició en el oficio docente en el viejo plan de estudios de la controvertida Escuela. En la Universidad legitimada del fin de los '80. Hoy es docente de Psicología Social. La Facultad de Psicología, la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación, son sus lugares actuales de adscripción universitaria. En la docencia expone un pensamiento crítico, propone la investigación. Y en primer lugar, investiga lo que enseña. En esto reconozco la marca de una pertenencia que no pasa por las adscripciones sino por una grupalidad que no tiene nombres, ni límites, ni —sobre todo— miedo. De ella da cuenta suficientemente el texto. Las citas, las referencias —aún en su crítica— evocan otros textos y discursos a veces nominados. Algunos capítulos evocan presencias de compañeros de oficio en cursos específicos. Uno en particular: el Seminario de Historia de la grupalidad. Gabriela Etcheverry, Liliana Zufiaurre, comparten la autoría de Dimensiones de la Clínica. También los estudiantes: Daniel, Pilar, Dayana, Ana María, Silvia, Paula y María Cecilia. En el cierre del texto trascienden la síntesis de un aprendizaje dibujando trazos para seguir transitando. Un libro no es sólo una evocación. Es una invitación. A disentir, a discutir, a estar de acuerdo. A pensar, a crear, a emocionarse. Libros como éste portan múltiples invitaciones. Los capítulos se suceden desde la formulación de la problemática hasta su agotamiento institucionalizado. El texto denuncia la muerte de «el grupo» en un momento de su auge empírico. Tecnología psicosociológica viral que se ha instalado en los ámbitos educativo y sanitario. Cuando la importamos desconocíamos la existencia del virus. En realidad, fue una estrategia territorial. Imperaba cierta psiquiatría de élite y cierto psicoanálisis institucionalizado. Era el desierto. Nosotros el espejismo. Había que introducir lo grupal en la psicología y lo asumimos. El fin de los '60 lo propiciaba. Casi lo exigía recubriendo una exigencia técnica disciplinaria. Por eso pudimos entender lo que tantos están descubriendo. Y sobre todo trabajar con lo que nadie quería. Lo de siempre: los 7

desposeídos, los sojuzgados, los condenados. Antiguas formas de dominio. Nuevas formas de poder. Nuevas estrategias de sobrevivencia La política y el miedo quebraban los muros, las instituciones y los círculos académicos. Cuando dijimos social, se escuchaba acting out. Cuando dijeron silencio, escuchábamos terror. Los verdaderos fantasmas estaban convocados. El mundo se quedaba sin palabras. En nuestro país se prohibían algunas, se cambiaban los horarios en los relojes y los feriados en los calendarios. Se creó la figura del preso político, la tortura, la emigración. En el oriente del río de los pájaros se levantó una cárcel de nombre Libertad. Un texto es también una evocación. Y su presentación un testimonio de su lectura. Reafirmo buena parte de sus conclusiones e interrogantes Discrepo con algunas afirmaciones. He discutido con su autor durante todo el libro. Una antigua vocación ha insistido y no oculto que lo leí también como docente. Está documentado en el margen de la copia de prueba. Subjetividad y transformación social. Sostenedlo. Es un recién llegado y le damos la bienvenida. Para que crezca, necesita que le hablemos y permitamos que nos hable. Su propuesta es absolutamente compartible. «Producir la historia, inventar los soportes para el despliegue de la vida, vivir intensamente». Estatuto ético para la transformación social.

Sylvia Castro Montevideo, octubre de 1995

8

Comentario Crítico Desde hace mucho tiempo estoy convencido de que comentar un libro no es tarea que se desarrolle en un espacio absolutamente neutro y por ende, exento de subjetividad y de historicidades personales. Por lo dicho, la complejidad de esta tarea no deriva únicamente del carácter del libro, de su pertenencia a tal o cual contexto disciplinario, o de tal o cual «directorio» dentro de una disciplina dada, de lo compartible o no de su contenido, o de la oportunidad e intención de su aparición, sino debido a que el trabajo de un autor de textos encierra diferentes mensajes y contenidos conceptuales que son sentidos por él como expresados a completud. Tal vez, a través de su esfuerzo, logra esto para sí, pero el problema suele radicar en el lector o, más bien, en su espacio de relación con el texto que, por otra parte, es el espacio donde el lector interactúa con el autor. ¿Qué es lo que capta el lector de la totalidad del texto? ¿Dónde fija su atención y dónde ubica el centro conceptual e intencional de la obra? Suele ocurrir con bastante frecuencia que la globalidad originaria del texto es reestructurada por el lector produciendo una transferencia de objetivos y de conclusiones. Pero de todo esto también puede surgir otro interrogante: ¿cuánto de todo esto va sólo por cuenta del lector y cuánto corre de la mano del autor? No en lo que concierne a su intencionalidad, la cual, como se ha dicho, puede ser vivenciada como expresada en totalidad, sino a cargo del estilo de la verbalización de su texto. Sin duda, cada disciplina genera un lenguaje propio, puesto que, al profundizar en el análisis de las problematizaciones que se le plantean, debe responder con elaboraciones conceptuales donde la palabra juega un rol vehiculizador del saber que se va produciendo. A este lenguaje críptico-disciplinario suele sumarse el estilo personal de cada autor dentro del ámbito codificado de la disciplina, en su esfuerzo para expresar sus hallazgos y sus propias conceptualizaciones potenciales, todo ello por el entusiasmo y la ansiedad que el descubrimiento naturalmente produce. He considerado pertinente efectuar las consideraciones precedentes a los efectos de ubicamos o pretender ubicamos, tanto los lectores potenciales como yo mismo, respecto a la obra de Alfonso Lans que estoy intentando comentar. El trabajo de Alfonso comienza transcribiendo en forma condensada una tarea docente orientada a plantear una visión crítica referida al grupo-organismo y al pasaje del grupo a lo grupal. Esta intencionalidad de análisis lo lleva a la consideración del Pequeño Grupo partiendo del previo tratamiento de este tema por Kurt Lewin, y del enlace del tema preciso con una cultura que se producía en el «conflicto», pasando de los «campos bélicos, para desplazarse al ámbito del trabajo, la familia, la escuela». 9

Desarrollando el análisis del objeto temático previamente planteado, el autor va desgranando ingredientes conceptuales tales como la noción de pertenencia, a propósito de la cual puede pasar a la consideración de un «pensamiento metagrupal» o sea «pensar el problema de la grupalidad generando un universo que esté más allá de lo que el manipuleo empírico o los dispositivos técnicos nos pueden presentar». Estas consideraciones dan paso a lo que es prácticamente una preocupación constante que el autor procura instalar a lo largo de toda su obra, esto es «abrir brechas en la frontera Adentro-Afuera, en el dualismo Individuo-Sociedad», quedando en ello «definitivamente interpeladas las nociones de grupo que se sostienen en la idea de 'organismo', donde el 'integrante' es concebido como 'miembro'». De este modo, que he procurado ejemplificar con transcripciones del propio texto de Lans, se desarrolla el tratamiento temático del libro, es decir, al planteo de un tema que implícita una noción básica y fundamental, sucede la aparición de varias líneas nocionales correlativas, igualmente básicas y fundamentales, y así sucesivamente, todo lo cual determina la configuración de un aporte riquísimo en ideas, sumamente variado e inquietante. No quisiera dejar de mencionar la existencia de aportes críticos, bien encadenados con senes nocionales que los preceden, referentes a la primacía de lo tecnológico, el cientificismo, la profesionalidad y la vigencia de los valores y no-valores en las sociedades modernas. Lans finaliza su libro con la presentación analítica de un laboratorio, a propósito de lo cual plantea una metodología de trabajo que aspira a superar la «serialidad sartreana» y apunta a la consideración final del concepto de multiplicidad y diversidad, no sin hasta el último momento, dejar la postura critica respecto, incluso, a nociones que han procurado resolver dicotomías y mediaciones. Resultaría verdaderamente imposible, por lo menos para mis posibilidades, referirse a todas las nociones y consideraciones planteadas en esta obra. Si de algún modo me mantuviera coherente con algunas afirmaciones planteadas por mí en otras ocasiones, repetiría, aquí y ahora, que los libros hay que leerlos para saber si lo que en ellos se dice, es válido o no, más allá de la critica o del comentario. En todo caso para leer este libro es necesario hacerlo sin apuro. Cada capítulo y tal vez cada párrafo es necesario reflexionarlo y ligarlo con los conocimientos que el lector tiene respecto al tema tratado, y con las conceptualizaciones en él contenidas. Todo el texto revela la existencia de un pensamiento inquieto, creativo y muy crítico del autor, lo que hace del mismo un excelente disparador para la reflexión y la polémica, esto es, un aporte fermental, tanto sea en la coincidencia como en la discrepancia. 10

Para terminar, agradezco al amigo Alfonso Lans el haberme honrado al solicitarme un comentario sobre su trabajo, y también me resulta particularmente sensible, al contribuir con ello para abrirme paso de relación con un grupo de compañeros que, por históricas razones, no había disfrutado de tenerlos próximos, hasta hace poco, en la órbita de los recíprocos afectos.

Juan Carlos Carrasco Montevideo, octubre de 1995.

11

Detrás del Muro de los Lamentos Gota que cae del cielo, no besa el suelo, Lluvia que cae del cielo, y yo la bebo Ah… tú corazón Desnudo mar abierto, no sopla el viento todo resultó un juego, que quita el miedo, me quita el miedo y cuando llega cura calma el oro a la luna y yo que andaba ciego cayó del cielo y no besó el suelo y se detuvo el tiempo detrás del Muro de los Lamentos. Todo lo que hicimos la mentira y la verdad todo lo que hicimos sigue vivo en algún lugar Todo poco a poco va dejando de importar todo menos esos paraísos en el mar y navegar y navegar y navegar…

Fito Paez, CD «El Amor después del Amor», Warner Music Argentina, 1992.

12

Desarrollos de la Grupalidad

13

Desvíos desde el pizarrón o sobre la formulación de los problemas[1]

Grupo - Organismo Focalizaremos nuestra atención en el particular pasaje que se ha señalado en el curso de Psicología Grupal e Institucional y que se ha propiciado por diversas vías. El trabajo que esperamos efectuar en la opción «Historia de la Grupalidad» no deja de colocamos en esa dirección. Me refiero al movimiento que orienta nuestras investigaciones y que se efectúa en la variación del pasaje del grupo a lo grupal, produciendo un nuevo punto de vista. Parece un juego de palabras, pero, como se imaginan, no lo es. Arriesguemos un poco más: lo grupal no son los grupos. Aquí ustedes habrán podido comprobar que estamos ante una afirmación un tanto provocativa. Afirmación que, por otra parte, ustedes ya escucharon en otras ocasiones. Provocativa y paradójica. En más de una oportunidad opera como estandarte que señala una posición o contraseña. Como en el juego de la muralla, habla de la delimitación de una frontera. Esta puede ser muy provechosa en un primer momento, ya que al trazarla se genera un territorio que bien puede ligar dominios que hasta ese momento permanecían inconexos. Sin embargo, desconfiamos de las contraseñas tanto como de los territorios que se construyen negando. Más tarde o más temprano se ínstala una lógica de la exclusión, donde lo desalojado, aquellos flujos que escapan a las disyunciones binarias, insisten en la frontera. El eje Adentro-Afuera es paradigmático, a partir de él se construyen estratos que cortan los flujos, los refractan o como los «agujeros negros», los capturan El trazo delimita una línea imaginaria y es la espacialización del propio movimiento el que produce un interior y un exterior. Esta concepción del grupo no es nueva y se la puede rastrear hasta los orígenes mismos del pensamiento grupalista, ya sea ubicándonos en perspectivas sociológicas, o haciéndolo desde perspectivas psicológicas. Desde un principio se asimiló el grupo a una especie de organismo 14

constitutivo del cuerpo social, «base de la sociedad», especialmente cuando su condición era la de ser familiar. Una vez demarcada la línea nos enfrentamos a la constitución de una totalidad. Esta lo será en tanto podamos señalar su interioridad por un lado y el «medio» con que dicha totalidad interactúa, por otro La totalidad resultante genera un espacio cerrado: el de su interioridad. Los elementos que se encuentran en su interior serán las partes que la integran. Ahora bien, esta noción de grupo-organismo es causa eficiente, pero no suficiente. La generación de un espacio cerrado es efecto también del intento de recreación de las situaciones grupales en condiciones de laboratorio, a partir de nociones como las de campo de fuerzas, por nombrar una de las más ferméntales en relación a la temática que nos ocupa.[2]

Una disciplina moderna Lewin y todos los grupalistas que lo preceden comparten una ilusión que nutre la ciencia moderna.[3] La presencia de la misma permite discriminar cuando un planteo se circunscribe a ella y cuando no. Nos referimos a la ilusión de «descubrir» las leyes simples que rigen el funcionamiento grupal a los efectos de manipularlo, orientarlo, dirigirlo. Determinar dichas leyes era una tarea de primordial significación, en tanto las investigaciones grupales se desarrollan a partir de una estrategia de cambio que buscaba introducir la racionalidad en las relaciones interpersonales y ésta era orientada a partir de los preceptos científicos. A los efectos de su comprensión es necesario entender que la formulación de estas estrategias se inscribe en respuesta a una demanda muy precisa acuñada con el horror de las dos guerras.[4] No olvidemos los estudios de Lewin en relación a los modos de funcionamiento grupales y el tipo de liderazgo que se ejerce en dichos colectivos, al señalar la variación de los montos de agresividad que en dichos colectivos circulaban y como estos montos se acrecentaban o reducían según el tipo de liderazgo que en ellos se ejercía. En la misma dirección podemos ubicar las investigaciones de Bion desde su lugar de jefe en un hospital militar inglés 15

No perder de vista estos «detalles» es de singular importancia. La Ciencia, con mayúscula, ocupaba el lugar que había arrancado a la antigua teología, en busca de un cambio planificado que debía vencer las resistencias que se le ofrecían y ello debía hacerse del modo menos traumático posible Desde un principio, entonces, las investigaciones en el campo grupal se inscribían en una cultura que se producía en el conflicto. La necesidad de propiciar su elaboración sostenía una estrategia que buscaba «descubrir» la racionalidad en las relaciones humanas. El conflicto abandonaba los «campos bélicos» para desplazarse al ámbito del trabajo, la familia, la escuela. Encabalgado en diversas estrategias de intervención, el conflicto irrumpe en los diversos ámbitos en donde transcurre eso que llamamos vida cotidiana.

El pequeño grupo Un pionero como Kurt Lewin no se engañaba en cuanto a las limitaciones de sus investigaciones en las condiciones de laboratorio, ya que nunca ignoró que el problema se formulaba para ser desplegado en un social-histórico que sostenía con su demanda las investigaciones que él iniciara. Ello no significa que analizara su implicación en una dimensión institucional, muy por el contrario, es una constante, incluso en los continuadores de su obra, la ausencia de análisis de dichos aspectos. Estas «carencias» que señalamos no impidieron discriminar ciertos mecanismos que se mostraban regulares. El signo de su esquema operacional será el de capturar el movimiento de las fuerzas y su variación, para lo cual instrumenta una serie de invariantes a tener en cuenta y fundamentalmente, un encuadre preciso. Sería necesario retomar sus aciertos en la producción de nuevos conocimientos a partir de los desarrollos de la investigación-acción, recuperando con ello la potencia del empirismo anglosajón Lewin compartía con sus contemporáneos la aspiración de descubrir las leyes simples que regían el funcionamiento de ese nuevo objeto que, en condiciones de laboratorio, había sido puesto a trabajar: el pequeño grupo; pero no lo confundía con su objeto de estudio, mucho menos con sus instrumentos de indagación. Confusión más 16

común de lo que se cree y que se muestra eficaz y que insiste en su actualización incluso en ámbitos académicos. Lo que Lewin había observado en su trabajo con estos pequeños grupos era que ciertas leyes enunciadas por la Gestalt para los fenómenos de percepción, se podían aplicar a un campo más amplio, fundamentalmente, aquel enunciado que el todo es más que la suma de las partes. El individuo, entendido como una parte de un conjunto mayor, no podía explicarse por si mismo. Lewin pensaba al individuo y más precisamente, a la estructura de su personalidad, como una resultante en un campo de fuerzas y por tanto sujeto a variaciones.

Desarrollos Como veremos en el desarrollo del curso, uno de los vectores de la labor crítica se orientará a los efectos de interpelar una de las nociones que es fundante en las conceptualizaciones sobre grupos: la noción de pertenencia Dicha noción se constituyó, tempranamente, en uno de los principales vectores a considerar. Trabajar el problema de la pertenencia desde esta perspectiva nos ayudará a ubicar los elementos críticos que posibilitan instaurar un pensamiento metagrupal, es decir, pensar el problema de la grupalidad generando un universo que esté más allá de los que el manipuleo empírico o los dispositivos técnicos nos puedan presentar.[5] Al formular la pertenencia en términos de problema se interrogan las situaciones grupales que se nos presentan, ya como dispositivos, ya como constructors teoréticos, ya como aparatos de captura, o como máquinas de ver, produciendo una variación que arroja nuevas luces sobre el campo de la grupalidad. Más precisamente, al abrir brechas en la frontera Adentro-Afuera, en el dualismo Individuo-Sociedad, quedan definitivamente interpeladas las nociones de grupo que se sostienen en la idea de organismo, donde el «integrante» es concebido como miembro. Esta

concepción

de

grupo-organismo 17

compuesto

por

miembros,

necesariamente requiere de un universo cerrado a los efectos de sopesar las variaciones de las fuerzas en juego y determinar las relaciones entre los elementos que lo componen. Para ello fue preciso concebir al grupo como un sistema tendiente al equilibrio. De este modo veremos que lo que se buscaba era delimitar la estructura del grupo, así como determinar sus invariantes. Esta relación de relaciones —la estructura— se asimila a un todo que delimita un campo en íntima referencia a la mirada de un observador. Pero la mirada que se genera es una mirada espacializada, que excluye la dimensión temporal. Al acentuar el enunciado gestáltico: «El todo es más que la suma de las partes», éste se constituye en fundamento para diversos desarrollos. Con ellos, el aspecto totalizante, disciplinario y estrictamente moralizante pasan a un primer plano, erigiéndose en plano trascendente. Las partes quedan supeditadas al todo en una relación de dependencia. El tiempo será concebido como el intervalo entre dos momentos de un grupo, como el trayecto entre una totalidad de partida y una totalidad por venir, entre una forma inicial y otra terminal, contenida en la primera pero comprendida en un «plano superior».

Preguntas, hipótesis y un problema Retomemos: lo grupal no son los grupos. Desembarazados del «vector pertenencia» que nos obligaría a dar cuenta en forma permanente de nuestra afiliación a tan «noble causa», podemos proseguir en nuestra tarea de desplegar el paradójico enunciado. Para ello pensamos que es de fundamental importancia recuperar la noción de historia. Desplegar una historia de la grupalidad a partir de la producción de preguntas y tomando la interrogación como método. Iniciar una deriva por el campo grupal es un impensable si se entiende la historia desde una idea de tiempo como cronos, que si bien la integra, no la totaliza — nada más alejado de nuestras intenciones — o si pensar una historia implica abordarla desde una idea de extensión, es decir, la sucesión de hechos en una «línea de tiempo». La idea de historia que proponemos no la excluye, pero la mueven otros «resortes», es una historia efectuada desde algunas preguntas y la formulación de problemas que se actualizan en el propio proceso de producción. 18

El trabajo a desplegar deseamos orientarlo en función de precisar las interrogantes y problemáticas y no tanto en buscar y dar respuestas. Más que una Historia Universal, nos interesan las historias singulares forjadas en el encuentro con el campo de la grupalidad y cómo afecta a cada uno. Por ello pensamos en la necesidad de desplegar un trabajo critico. En suma, desplegar una ética, entendida como teoría de las afecciones. Las preguntas y las hipótesis de trabajo permiten una orientación que juega como el sextante en la vieja navegación. Partimos de la hipótesis de que «los grupos» han sido producidos como medio, cristalizando en tanto resto. Esta hipótesis de trabajo nos lleva a colocar algunas interrogantes : ¿De qué conceptos, nociones, ideas, prejuicios y creencias se nutren las conceptualizaciones sobre la grupalidad? ¿De qué son producto los grupos? ¿Para qué son producidos los grupos? Estas preguntas se sostienen en el deseo de indagar las condiciones de surgimiento de los dispositivos técnicos de intervención, así como en las teorías y técnicas que los demarcan. Ubicamos en referencia al social-histórico y a éste como horizonte de su aparición, necesariamente implica indagar en la modernidad y sus formaciones subjetivas. Ellas buscan poner de manifiesto la voluntad que movió su diseño y puesta en juego y las demandas a las que dan respuesta, así como los problemas que se formulan y resuelven o, definitivamente, embrollan. ¿Qué estrategias los producen y con cuáles otras se imbrincan? En suma, nos interesa indagar en el proceso de producción de la grupalidad.

19

Mala Sangre[6] 'Tengo de mis ancestros galos los ojos blancos y azules, la mentalidad mezquina y la torpeza en la lucha. Mi vestimenta es tan bárbara como la de ellos, pero no unto mi cabellera. Los galos fueron los desolladores de bestias, los incendiarios de yerba más ineptos de su tiempo. De ellos, tengo: la idolatría y el amor del sacrilegio. Oh!, todos los vicios, cólera, lujuria —magnífica, la lujuria—; sobre todo, mentira y pereza. Me da horror cualquier oficio. Patrones y obreros: patanes, innobles. La mano en la pluma es como la mano en el arado. Vaya siglo de manos! No seré nunca un mano de obra. Por otra parte, la domesticidad lleva demasiado lejos. La honradez de la mendicidad me exaspera. Los criminales repugnan como castrados: yo , yo estoy intacto y me da igual. ¿Pero quién ha hecho de tal modo pérfida mi lengua, para que ella hasta ahora, haya guiado y salvaguardado mi pereza? Para vivir no me he servido siquiera de mi cuerpo y, más ocioso que un sapo, he vivido en todas partes. No hay familia europea que no me conozca. Hablo de familias como la mía que respetan íntegramente la declaración de los Derechos del Hombre. ¡Conocí a los hijos de familia! Mi recuerdo no va más allá de esta tierra y del cristianismo. Me veré infatigablemente en este pasado. Pero siempre solo; sin familia; y bien, ¿qué lengua hablaba? No me reconozco en los consejos del Cristo; ni en los consejos de los señores, representantes del Cristo. ¿Qué era yo en el siglo pasado?: sólo hoy puedo encontrarme. Nada de vagabundos ni guerras vagas. La raza inferior lo ha cubierto todo — el pueblo, como se dice, la razón; la nación y la ciencia ¡Oh, la ciencia! Todo se ha retomado. Para el cuerpo y el alma —el viático— se tienen la medicina y la filosofía, los remedios de buenas mujeres y concertadas canciones populares. !Y las diversiones de los príncipes y los juegos que prohibían! ¡Geografía, mecánica, cosmografía, química!… La ciencia, !la nueva nobleza! El progreso. !El mundo camina! ¿Por qué no habría de girar?

20

El grupo como modelo tecnológico[7] La temática del grupo como modelo tecnológico es una temática extensa y que tiene diferentes líneas de abordaje. Una de las líneas, es la histórica. Hacer un pequeño recorrido en relación a como fueron gestándose una serie de saberes, prácticas, conceptualizaciones en tomo a la disciplina de los grupos y a la producción de un Dispositivo de grupos. Otra posibilidad sería pensarlo desde lo que es una voluntad, que se desprende del proyecto de la Ciencia Moderna. Una tercera línea de abordaje es pasar por estas dos primeras líneas, analizando, a través de una perspectiva histórica, como se llegó a formular un encargo concreto a un profesional, un técnico, en relación a la problemática de los grupos. La noción de grupo no es una noción eterna ni natural, sino que es una noción producida y la producción de esta noción está fechada, está en referencia a la idea que planteaba hace un momento, de un dispositivo de grupo. Como todo dispositivo, responde a una urgencia y a una demanda social. Para pensar el problema de la demanda social en tomo al dispositivo de grupo, podríamos tomar, para volcamos en un contexto histórico y en un proceso histórico-social, cierta clasificación que Alain Tourein, allá por los 50, hace de lo que él llama el Capitalismo de Organización. El discrimina tres tipos de fases que sigue el capitalismo de organización en función de diferentes problemáticas que en ese proceso se daban. En la primera fase va a ubicar a Fourier, precursor de muchas ideas en tomo a los grupos. Ubica a este pensador francés que seria el precursor de la psicosociología de grupo, ¿por qué?, porque en esta época lo que se está desplegando es el pasaje a una sociedad industrial que requiere un modo de organización, de producción, diferente, organizada, fundamentalmente, en tomo a las ciudades y donde los viejos talleres organizados por oficios de tipo artesanal van dando lugar a lo que va a ser después la fábrica. Si bien aún existen estos modos de producción, en este momento, empieza a ser necesario pensar el problema de la organización de la producción en términos capitalistas. Fourier va a idear un plan riguroso y sistemático que apunta a la instalación de una sociedad «socialista» en la que nada quedaría librado a la improvización. Pensaba que organizando unos grupos de trabajo, organizando lo que fueron los falansterios, se podría desarrollar una forma utópica de producción donde 21

reinara la armonía y un tipo de relación en función del trabajo que permitiera la instalación de esta sociedad socialista como él la pensaba. Lo interesante es que piensa una sociedad organizada a partir de pequeños grupos. De alguna manera, lo importante en este autor es que antes que Lewin, antes que se desarrollara la cibernética y la ingeniería social, ya estaba pensando en reeditar la hazaña newtoniana en el campo social. Propone organizar el campo de la acción social en función de leyes que permitieran prever la acción, para lo cual apostaba a la organización: la organización de la producción y la organización de los grupos. Esto es alrededor de 1800, principios del siglo XIX. E[8]: ¿Es anterior al socialismo científico? A. L.: Sí, es anterior al socialismo científico y anterior a Saint-Simón. Lo importante es que ya estaba imaginándose como seria la vida social en un contexto en que el trabajo se tecnificaba en forma acelerada. Desarrolla un modelo y espera que éste se extienda por contagio. Su ilusión consistía en que una vez que este modelo se consolidara, el mismo fuera adoptado por las 37.000 comunas que componían el mapa político de la Francia de sus días y aspiraba a que éstas lo adoptaran espontáneamente. Después de Fourier, el otro pensador que aparece en esta época, es SaintSimón. Lo interesante en él es que, en su momento, plantea con mayor precisión el problema de la producción señalando que se trata de un problema de la organización del trabajo. Habría que ubicarse en que la sociedad industrial se está organizando, que la propia ciudad de alguna manera se está reorganizando, hay otra idea de ciudad que va emergiendo. Una de las cosas que predice Saint-Simón es el reemplazo de los políticos por los administradores. Plantea que la gestión de la vida social pasaba por la administración, por lo tanto, se deduce que los administradores iban a ocupar el lugar de los políticos… ¿por qué?, porque el peso lo ponía en la organización, en la organización social, en la organización del trabajo. Para preconizar estas ideas publica una revista —precursora de lo que serán las revistas técnicas— que se llamaba «El Organizador». El que viene a coronar esta tendencia, es Compte. Sociológo muy conocido, inclusive algunos lo reivindican como padre de la sociología Lo que él hace es definir el papel de este denominado «sociócrata». Veía que en la sociedad de 22

aquella época se organizaban grupos, prácticamente, de forma espontánea. Con respecto a estos pequeños grupos, que eran clubes de reunión, revolucionarios en su mayoría, él va a decir que el problema no está tanto en oponérseles, sino, justamente, en enseñarles a participar. Con ello desestima de un plumazo toda una tradición colectiva que había producido complejas y eficaces formas de organización y producción. Colectivos que oficiaban de soporte para la acción cotidiana y revolucionaria son aplastados no ya por una acción represiva sino mediante su captura en un diagrama técnico. Desde su perspectiva, el papel del «sociócrata» era enseñarles a organizarse, a trabajar, a analizar las dificultades de la producción. En toda esta tendencia del desarrollo del capitalismo de organización, lo que se manifiesta es una voluntad de intervención que apunta a esas formas de organización que ya han sido nombradas como grupo. En este momento se perfilan dos ideas: la idea de la burocracia y la idea de la autogestión. En gran medida estas ideas están en juego en los proyectos de estos tres pensadores. En esta etapa, lo que aparece es esa intencionalidad en forma descamada. La voluntad de intervención está planteada en forma manifiesta: la voluntad última de Compte era convertir esos clubes revolucionarios en los nuevos templos que vendrían a reemplazar a la Iglesia. En este momento, la crítica más clara a esta tendencia viene de dos pensadores, uno es Proudhon y otro es Marx. Hay en una fase siguiente, una nueva modalidad de organización del trabajo. Se visualiza una transformación que se expresa en el modo de organización por oficios. El sistema artesanal vinculaba directamente el producto al cuerpo del artesano. Todo el proceso de producción pasaba por sus manos, desde el inicio hasta el final y es lo que se está perdiendo en este momento, por lo tanto, hay que organizar lo que después será un equipo de trabajo, donde cada trabajador va automatizándose para formar parte o ser un engranaje más de una máquina. La máquina pasa a ser el modelo de organización del trabajo y por lo tanto, también de la vida social. La lógica de la máquina comienza a diagramar la vida social. Por eso esa premonición de que el político sería reemplazado por los administradores. Por eso es que el problema de la organización pasa a ser un problema fundamental. De ahí que se apueste a generar, en una fase siguiente, cuando la fábrica crece, cuando lo que tenemos es, prácticamente, un ejército dentro de un espacio cerrado, un aparato que permita ubicar a cada trabajador en su lugar. Eso es la burocracia, lo que se está gestando es una nueva división del trabajo, esa división 23

del trabajo que trae a su vez otro tipo de división particular, la división entre los organizadores y los que ejecutan el trabajo. El problema de la burocracia, que fue teorizado por otro sociólogo llamado MaxWeber, mostraba que, a través de ella lo que aparecía era la idea de una racionalidad en la vida social y en el trabajo. Por fin, las relaciones humanas y más específicamente, las relaciones en función del trabajo, pasaban a estar sostenidas en una idea de racionalidad. O sea, aparecía la burocracia como la encarnación de la racionalidad del trabajo. En la fase siguiente lo que aparece, justamente, como problema, es que no era tan racional y que había ciertas disfunciones que mostraban la irracionalidad, también existente en esa lógica de organización. El trabajo más conocido en tomo a esta visión utópica de la burocracia está encamado por un autor llamado Taylor, que era ingeniero asesor de varias fabricas en relación a la optimización de la producción, la creación del organigrama, etc. Es con Elton Mayo que aparece, en forma visible, el problema de racionalidad de la producción y donde el grupo se presenta de otra manera. Lo interesante es que aquello por lo cual Taylor había apostado en el desarrollo de su invención —el Organigrama— para elevar y mantener el rendimiento en relación al trabajo y su organización, llegado a un punto, fallaba. Todo lo que la escuela Tayloriana planteaba como recetas para la organización no evitaba que el rendimiento cayera. Debido a este problema es que entra en escena Elton Mayo, a solicitud de la Western Electric Company. El lo que ve, mediante una serie de experimentos, es que había algo en el orden de las relaciones informales, que escapaba al organigrama de trabajo para mantener el rendimiento del equipo. Es más, hubo un experimento concreto en un sector de la fábrica, que incluía a montadores y soldadores. El trabajo de los soldadores, dependía, en función de la cadena de producción, del trabajo de los montadores. La forma como resuelven el problema del rendimiento es dándoles más jerarquía a los montadores, y por otro lado, pagando un salario en función del rendimiento. Esto mejoró notable y sensiblemente el rendimiento del trabajador, pero una cosa que observó Mayo y que me parece muy interesante, es que ninguno de los trabajadores llevó al máximo su capacidad o posibilidad de generar una ganancia a expensas de los demás que conformaban el equipo. Esto permitió vislumbrar que había un orden que escapaba al orden jerárquico, burocrático y administrativo que imponía institucionalmente la fábrica. Esto permitió vislumbar que el grupo aparecía por otro lado en la producción. E: ¿Qué es lo que no pasaba? O sea, Mayo descubre que hay algo que no 24

pasa. A. L.: Bueno, que la lógica de la organización no elevaba el rendimiento. Lo que sí elevaba el rendimiento era una lógica de las relaciones afectivas e informales entre los trabajadores, esa solidaridad concreta que se produce entre los que trabajan juntos. Ello generaba unos vínculos afectivos, de amistad, de solidaridad, que se obtienen en el trabajo. Lo que aparece, justamente, es este «orden informal» que, nuevamente, nos muestra la existencia del grupo. Lo interesante es que, hasta esta intervención, el grupo no había sido considerado con atención, con la sola excepción del campo político, pero no de la mirada o el trabajo técnico. Concretamente, lo que vemos es que el nacimiento del grupo como objeto disciplinario, aparece en función de una problemática social precisa. No es la única causa, pero sí una causa eficiente. E: ¿Cuál es esa problemática específica en la cual surge el grupo? A. L.: La de la producción, la de la organización del trabajo, ahí donde una ingeniería fallaba, aparece el problema de la afectividad, de la producción afectiva, de la producción de un cuerpo del trabajo. Un cuerpo es el cuerpo burocrático, el cuerpo de la lógica de la administración, de la gestión, desde el punto de vista o de la mirada de quien se ha apropiado de la organización del trabajo o de quien se ha apropiado de los medios de producción. Pero hay otra lógica del trabajo, que tiene que ver con la relación concreta con los medios de producción, o sea, la lógica del trabajador. Aún más, vamos a ver como estas lógicas van diagramando los cuerpos del trabajo, el cuerpo del sindicato, del operario, de la familia, el cuerpo científico, los cuerpos discursivos. Pero todo esto realmente va a tener una contundencia con la aparición de Lewin, que se podría decir que es el primer psicosociológo, en tanto es quien desarrolla una teoría acerca de los grupos, una teoría que también está vinculada al problema del rendimiento, al problema de la gestión social, pero que está en la frontera de lo que va a ser este capitalismo de organización. Lewin se ubica en esta última fase donde, justamente, el desarrollo de la producción va mostrando que cada vez más el problema no es solamente el de la organización del trabajo sino de la distribución del producto, de la generación del consumo y del cuerpo del consumidor que nos aproxima mucho a lo que es el capitalismo actual. Lo que viene a acontecer con Lewin es la producción de una mirada que ya pretende ser científica, que ya pretende ser técnica y que, sin embargo, comparte 25

con los anteriores el hecho de ser un pionero. La producción del pensamiento de Lewin es en referencia a un laboratorio, en referencia a una experimentación con los grupos y en relación a una demanda concreta que siempre estuvo presente y que es el problema de la conducción de la masa y de la organización de la producción. No nos olvidemos que el pensamiento de Lewin está en estrecha relación con los problemas bélicos de la primera y segunda guerra mundial, donde el problema de la organización del Estado requería una precisión mucho mayor. De hecho, podríamos decir que las lineas que confluyen en el campo en el cual Lewin va a desarrollar su investigación, son tres: un trazo que tiene que ver con la organización del trabajo, que de alguna manera lo hemos descripto, otro trazo que tiene que ver con la organización de la cultura y un tercero que tiene que ver con el problema de organización de las poblaciones. El trazo que tiene que ver con la cultura, se manifiesta en la necesidad de construir un nuevo modo de relacionamiento social, un nuevo modo de relación en función de la producción, una producción que está mediada por el trabajo de los técnicos y una mirada técnica. El pensamiento en tomo a los grupos, que de alguna manera está sostenido o está compuesto por estos trazos, la necesidad de desplegar ciertas tecnologías que permitan el control y la organización de las poblaciones, se expresa en forma muy clara en dos campos, o dos ámbitos muy específicos: el campo de la salud y el campo de la pedagogía. J. F.[9]: Tal vez sería bueno ejemplificar un poco acerca de las metodologías desarrolladas. Por ejemplo los desarrollos de Lewin cristalizan como dispositivo, a partir de su muerte, en el año 1947. En ese año, en una ciudad al Norte de California, se desarrolla el «Training Laboratory in Group Development», que, básicamente, es un centro de experimentación psicosociológica en relaciones humanas, que se traducían en seminarios periódicos cumpliendo con diversos encargos de parte de mercados. Algunas teorías fueron sistematizadas, por ejemplo, la teoría de Lewin fue sistematizada por Bradford, que fue el fundador de los «T-Group». Simultáneamente, en Londres, en la década del 50, Bion desarrolla los seminarios vinculados a las teorías de grupo, pero con un perfil más médico. A. L.: La gestión de la vida se fija desde una perspectiva técnica y no sólo por la producción del técnico. Como efecto, adquiere más importancia la mentalidad que se produce en las poblaciones en que interviene. Como vimos en relación a 26

ello el movimiento grupalista cumple un papel que no es menor, en la construcción de una mentalidad que es efecto de la producción técnica y que se rastrea en el Proyecto de la Ciencia Moderna. E: Hoy habíamos dicho que la eficiencia de una empresa, de una fábrica, no se basaba en lo formal sino en los lazos afectivos. Toda esta idea de control de las poblaciones ¿es para cortar eso? O sea la idea de que la producción se base en lo programado? Pienso que la solidaridad depende de una sensibilidad social y en la medida en que se modifiquen las reglas del juego, esa solidaridad se puede volcar hacia un lado o hacia el otro. O sea, ¿por qué coopera una persona con otra?, porque hay todo un modelo social que uno lo lleva desde que nace, ¿cómo es que hay que trabajar hasta determinado punto y no pasarlo? O sea, yo interpreto que la idea es tratar de privilegiar lo organizado y sacar un poco del medio lo solidario. ¿Por ahí venía esto? J. F.: Sí, correctísimo, ahora no te olvides que los ejemplos que manejaba Alfonso, nos remiten a la idea de que ser empleado de una fábrica, ser proletario, transmitía todo un modelo que era una fuente de irradiación de identidad. No había la movilidad laboral que hay ahora De ahí los grandes fenómenos de masa referidos a esta época Estas técnicas pioneras fueron fundamentales en la formación de lideres a nivel empresarial. A. L.: Hay toda una multiplicidad de técnicas que nos atraviesan y que coinciden en un punto muy preciso, que quisiera señalarlo a modo de pregunta : ¿cómo es que el pequeño grupo ha llegado a instaurarse como objeto de investigación y de intervención, e inclusive se puede decir que el pequeño grupo se construye a partir de una desterritorialización de dos disciplinas muy concretas, la sociología y la psicología? El pequeño grupo se pone en el centro de la mirada, como objeto, inclusive como territorio, a partir de esta desterritorialización. Entonces pasa a ser objeto de estudio de la sociologia, de la psicología, de la psicología social, de la llamada psicosociología, de la antropología y tantas otras. Pero además, la cantidad de técnicas en tomo a este pequeño grupo, son incontables. Pero en algo coinciden —a pesar de la cantidad— toman en su centro al pequeño grupo. ¿Cómo es que esta figura cristaliza?, ¿será que los grupos han surgido así?, ¿será que siempre han estado naturalmente instalados en nuestras vidas? Sin duda que sí, sin duda siempre el hombre ha vivido en grupo, pero ¿en estos grupos? Se podría afirmar que lo que constituye al grupo como universo cerrado es la propia experiencia de laboratorio, en la cual se despliega un pensamiento científico que apuntaba a develar las leyes simples de su funcionamiento. Se 27

aíslan los fenómenos con la intención expresa de promulgar las leyes generales que los rigen. Allí donde había un medio para la acción, un medio para la intervención y la investigación, se producen ciertas técnicas —o sea que hay una praxis que genera habitus— que se incorporan a partir del trabajo. Pasamos a vivir esos grupos, por un efecto iatrogénico, como algo naturalmente dado desde siempre. Tan natural y dado desde siempre como el individuo y como la sociedad. Por eso decía que es la desterritorialización de estas disciplinas, porque tanto las nociones de individuo como de sociedad son invenciones disciplinarias y son invenciones modernas que tienen que ver, directamente, con el modo capitalista de organizar la producción. Por otra parte, la necesidad de desentrañar esas leyes simples busca, justamente, algo así como la esencia del grupo. La pregunta, una vez que se ha constituido el grupo por la acción técnica, es : ¿qué es un grupo? Esa pregunta que lo mantiene en un nivel empírico, en realidad nos esta llevando a preguntamos por el ser del grupo y por su existencia. La mirada técnica no va a ver otra cosa que aquello que ella misma produjo. La noción que va a permitir homologar el grupo a un espacio cerrado será la de totalidad. Se posibilita así visualizarlo en relación a una distancia con el individuo y la sociedad. Sobre esta idea es que se concibe a la sociedad como un cúmulo constituido por microorganismos que componen el organismo mayor. Siguiendo la metáfora, los grupos serán los organismos que constituyen la sociedad, éstos se conforman a su vez por una totalidad menor: el individuo. De ahí que, en un primer momento, prever y orientar la acción de los individuos en función de un ideal de sociedad era lo que orientaba a estos primeros sociócratas. Lo que observa Lewin es que en este espacio cerrado, donde él coloca la noción de campo de Fuerza que toma de la física, de la electromagnética, y que no diría que es precisamente una extrapolación porque lo de Lewin es muy inteligente: en un acto transdisciplinario produce una visión en el límite de su acción e indica algo de lo desconocido. Hay un orden que él desconoce, pero que necesita encuadrar y controlar a los efectos de operar en él. No olvidemos que Lewin está construyendo la idea de grupo, está en un laboratorio, está experimentando, él no sabe lo que es el grupo, lo está produciendo. Lewin lo que hace es tomar esta idea de campo de fuerza y llevarla a trabajar en otro dominio, entonces éste será un campo de fuerza afectivo, dinámico y no olvidemos que Lewin viene de Viena y no desconoce o ha sido influido, directamente, por el pensamiento de Freud. Tiene dos vertientes muy claras y hay 28

una que pesa más que la otra. Una vertiente es la experimental, él es un psicólogo experimental, pertenece a esa corriente que podríamos llamar los neoexperimentalistas, donde han cambiado las modalidades ya que, en su momento, seguían con el problema de la voluntad, de la memoria Se encuentra con el psicoanálisis y no sólo varía su método, sino que varia su objeto de estudio. Está influido por la idea de la dinámica Freudiana, del movimiento de las fuerzas, de las catexis. Lo lleva al plano del grupo pero, previamente, lo estudió en el plano del individuo. Lo que va a observar es que en este campo de fuerzas afectivas hay una circulación de energía y va a ver como hay vectores que llevan a la producción de una conducta, por ejemplo, él va a decir que una conducta o una acción es efecto resultante de un campo de fuerzas. Es interesante, porque no está pensando en individuos, hay algo en Lewin que nos permite decir que está en la frontera de la modernidad. De alguna manera, no desconoce nunca que está en el laboratorio y, paradójicamente, en el último tramo de su vida, los últimos dos o tres años, él está pensando, ya no en el campo grupal sino en un campo social-histórico. Como todo gran pensador y pionero, no lo mató la muerte, lo mató su escuela, que hizo dogma aquello que él había producido en movimiento. La otra gran tendencia que influye en él, la otra gran vertiente de su pensamiento, es la comente de la Gestah, lo que va a llevar a que Lewin piense al grupo en función de una idea de estructura, otorgándole el estatuto de totalidad. El va a decir, el grupo es un todo que es más que la suma de las partes y va a pensar a este plus que genera la suma de las partes como la esencia o como la estructura que permite señalar al grupo pero a la vez que lo señala, lo acota en este universo cerrado. Esto va a generar que, a la hora de preguntarse que es un grupo, lo que se actualice sea, justamente, aquello que un pensamiento técnico ha construido: la mirada del técnico. Lo más importante, no es esta gran «compañía» que ha producido «ejércitos» de técnicos de las más variadas disciplinas para atender los más variados problemas, sino que, fundamentalmente, lo que se ha producido es una mentalidad como efecto de la intervención técnica, de tal modo que ahora una madre para atender a su hijo resfriado necesita de muchísimos técnicos. El nacimiento, la vida, la muerte, han sido arrebatados de la vida social para ser capturada en un «universo técnico», de tal modo que la tendencia que permite generar poblaciones hoy también permite realizar no ya una clínica hacia los padecimientos, sino una clínica y una pedagogía que tiene que ver más con la producción y prevención de los riesgos.

29

Otro de los efectos de este pensamiento técnico, es la producción de un subrogado del grupo, que ya podemos indicar: el equipo técnico. El equipo técnico hoy es la vedette y me animaría a decir que ocupa aquel lugar por el que empezamos, donde ya Fourier y Saint-Simón nos adelantaban el reemplazo de los políticos por los administradores; más que administradores, la palabra precisa que los define sería: los gestores técnicos de la vida. De tal modo que la vida cotidiana ha pasado a ser objeto de la acción técnica. Eso no quiere decir que sean los únicos modos de apropiación y de gestión de la vida.

30

Comunidad[10] Somos cinco amigos; cierta vez salimos uno detrás de otro de una casa; primerovino uno y se puso ¡unto a la entrada, luego vino, o mejor dicho, se deslizó tan ligeramente como se desliza una bolita de mercurio, el segundo, y se puso no lejos del primero luego el tercero, luego el cuarto, luego el quinto. Finalmente todos estaba mos de pie, en una línea. La gente se fijó en nosotros y señalándonos decía: los cinco acaban de salir de esa casa. Desde entonces vivimos juntos, y tendríamos una vida pacífica si un sexto no viniera siempre a entremeterse. No nos hace nada, pero nos molesta, lo que ya es bastante— ¿por qué se introduce por fuerza allí donde no se lo quiere? No ta conocemos y no queremos aceptarlo con nosotros. Nosotros cinco, en verdad, tampoco nos conocíamos antes y, si se quiere, tampoco nos conocemos ahora, pero lo que es posible y admitido entre nosotros cinco es imposible e inadmisible en ese sexto. Además, somos cinco y no queremos ser seis. Por otra parte, que sentido puede tener esta convivencia permanente, si entre nosotros cinco tampoco tiene sentido, pero nosotros ya estamos juntos y seguimos estándolo, pero no queremos una nueva unión, precisamente en razón de nuestras experiencias. Pero ¿cómo enseñar todo esto al sexto, puesto que largas explicaciones implicarían ya una aceptación en nuestro círculo? Es preferible no explicar nada y no aceptarlo. Por mucho que frunza los labios, lo alejamos empujándolo con el codo, pero por más que lo hagamos, vuelve siempre otra vez.

31

Tras la figura perdida o el objeto encontrado La figura grupo comúnmente se deja «ver» a partir de sus contornos. Ya como continente de individuos, de integrantes, de personas, de fantasmas, poderes, ansiedades, saberes y un largo etc.. Ya como contenido de instituciones, sociedades y comunidades, o bien señalada por un medio de interioridad al cual demarca o bien recortada por un exterior que la contiene.[11] La distinción entre figura y forma se corresponde con la existente entre figura externa y figura interna de un objeto. El primer concepto conduce con frecuencia al segundo. Así ocurría entre los griegos. Al suponer que un objeto tiene no sólo una forma patente y visible, sino también una figura latente e invisible, se forjó la noción de forma, en tanto figura captable solo por la mente. Esta figura interna, es llamada a veces idea y a veces forma. Platón apeló frecuentemente a ella y en muchos pasajes de su obra trata de lo que son las ideas o las formas. Platón concibe con frecuencia a las ideas como modelos de las cosas y en cierto sentido como las cosas mismas en su estado de perfección. Una idea es siempre una unidad de algo que aparece como múltiple, por eso desde esta concepción la idea no es aprehensible de modo sensible. Las ideas se «ven» con la mirada interior. Aristóteles introduce la noción de forma y es entendida a veces como causa formal, a diferencia de la causa material. Esta contraposición entre los dos tipos de causa es paralela a la más general que existe entre la causa formal y la materia. La materia es aquello con lo cual se hace algo; la forma es aquello que determina la materia para ser algo. En un plato de cerámica, la cerámica es la materia con la cual está hecho el plato, el modelo que se ha seguido es su forma. Será partir de una mirada construida con estas nociones y conceptos, que la figura adquiera unidad y forma y se la pueda individualizar a partir de sus atributos.

La figura grupo, en un proceso de formalización, deviene objeto, formal y abstracto. Algo así como determinar su forma geométrica (¿el círculo?) el número de componentes (¿muchos o pocos?) y el tipo de relaciones que es dable establecer entre los mismos. Como señala críticamente la profesora Sylvia Castro: «si bien no basta, siempre es posible tratarlo (al grupo) como una unidad psicosociológica, /…/Seguramente tendremos una visión de su composición 32

estructural, de sus redes de comunicación, de sus múltiples juegos de roles, en fin, de una dinámica que se despliega ante nosotros».[12] La línea grupalista que va de Bion a Ezriel, las visiones y desarrollos de Lewin o Moreno y la concepción Pichoniana, tienen como denominador común el partir de supuestos similares. Estos autores se sitúan en el cruce de dos modos tradicionales de abordar los colectivos sociales. Construyen su mirada y concepciones disciplinarias incluyendo líneas sociológicas y psicológicas para la conformación del «objeto». Una voluntad convergente mixtura estas líneas y posibilita la producción de nociones y complejos categoriales que actúan como soporte de la particular visión que estas corrientes sostienen. El considerar al grupo como totalidad es un rasgo común que las caracteriza, lo que, por otra parte, les posibilita dotar al grupo de una independencia necesaria a los efectos de su manipuleo empírico. Será entonces, en un plano «científico-técnico», donde la necesidad de dotar al grupo con el estatuto de totalidad se muestre imperiosa. ¿Pero cómo fue posible que el pequeño grupo llegase a constituirse como objeto de investigación, estudio y campo de intervención, con una clara tendencia a ocupar el centro, en el espacio incierto de una disciplina en construcción? ¿Cómo es posible que incluso invadiera el terreno propio de disciplinas como la sociología, la psicología social, la psiquiatría, la psicología industrial, la asistencia social y la clínica psicológica? ¿Qué extraña fuerza ejerce éste, que es capaz de sostenerse y desplegarse a pesar de lo difuso de su campo y la precariedad de sus conceptualizaciones, en un momento en que era una exigencia de primer orden hacer sistema del pensamiento, incluso más allá del dominio en cuestión? Correlativamente, las exigencias instrumentales que imponen la intervención técnica a los efectos de la investigación, limitan el número de integrantes que participan en tal o cual experiencia. Ello genera que se privilegie al pequeño grupo a la hora de ensayar acciones que sólo pueden ser entendidas si señalamos que su movimiento se despliega en el espacio cerrado del laboratorio, en la búsqueda de las leyes simples que rigen su dinámica, así como la experimentación con las fuerzas en juego. Como efecto, las conceptualizaciones de dichas experiencias se estrechan en la dimensión pequeña de su evidencia empírica y el pequeño grupo cristaliza. Desde una perspectiva epistemológica, la exigencia está puesta en la «necesaria» ubicación de un objeto disciplinario. Una vez construido, la aspiración se centrará en que éste les permitiera desembarazarse de las «acusaciones» de que sus formulaciones no serían otra cosa que producciones 33

nocionales «pre-científícas»[13] Garantizar el carácter científico que necesitaban para legitimarse, ocupó grandes esfuerzos. Esta preocupación se inicia con el trabajo de los pioneros y se prolonga hasta bien entrada la década de los setenta: casi un siglo de historia moderna de los grupos. Por lo demás, este objeto debía cumplir con ciertos requisitos: a los efectos de señalarlo el observador debía desprenderse de toda apariencia con el fin de mostrar las leyes simples que rigen su funcionamiento. Consolidado tal peculiar modo de aproximación,[14] la figura comenzará a ser tratada en su carácter de unidad en tanto totalidad sistémica, de tal forma que la teoría y el dispositivo de los grupos se sostienen —desde esta particular perspectiva que resultó mayoritaria— a partir de diagramar la frontera que instituye la línea adentro-afuera: «El colectivo va estableciéndose a partir de una frontera imaginaria entre el adentro del grupo y su afuera. El grupo necesita un espacio propio en el cual explicitar y tratar de trabajar los conflictos que ahí aparecen». [15] Esta línea imaginaria le confiere unidad e identidad de tal modo que es posible identificarlo y establecer relaciones de semejanza y diferencia, al punto que el contorno permitirá señalarlo. «La etimología nos proporciona, así, dos líneas de fuerza /…/a lo largo de la reflexión sobre grupos, el nudo y el círculo. El sentido primero de nudo poco a poco se reproduce en grupo hasta connotar el grado de cohesión entre los miembros. En cuanto a círculo, designó muy tempranamente / …/una reunión. /…/La idea fuerza es aquí la del grupo de iguales…»[16] El círculo se establece a partir de ubicar, por un lado, un centro que ejerce una fuerza centrípeta y por otro, otra modalidad de las fuerzas que mantienen la equidistancia de los componentes. De esta forma se asegura la estabilidad y equilibrio del sistema. La totalidad sistémica que se consolida permite generar precisas coordenadas de espacio y tiempo. El sistema es concebido en movimiento, en tanto las demandas que orientan las investigaciones en este campo siempre tuvieron en su centro, consciente o inconscientemente, el problema de los movimientos colectivos y la transformación social. Esta necesidad de precisar los movimientos sociales, sus mecanismos y 34

modos de producción, está ubicada en la perspectiva de generar condiciones para prever y anticipar ciertos procesos sociales con el objeto de orientarlos en una inclinada dirección. Es a partir de dichas condiciones que la grupalidad quedará encorsetada en esta totalidad sistémica concebida como un todo-orgánico: el grupo. El todo-orgánico generado a partir de la frontera adentro-afuera implicará la necesidad de determinar un importante vector en el juego de fuerzas que se despliega en la producción y en el accionar del propio sistema: la pertenencia. Será la noción de miembro la que permita inferir la pertenencia al sistema y concebirlo como órgano del mismo. La idea de organización se ubica, de este modo, como una problemática fundamental, por ello mismo privilegiada por muchas corrientes en el seno del grupo. El tipo de organización se asimila a modos de funcionamiento de un sistema dado, incluso una de las corrientes más difundidas, como lo es la sistémica, centra en tal punto de vista sus construcciones teóricas y técnicas. Este peculiar modo de identificar la situación grupal permite asimilarlo a una categoría de objeto formal de «innegable estatuto científico». El investigador, al despojarse de toda apariencia, busca fijar el objeto, capturarlo en dicho movimiento, identificando los rasgos que permitirán señalarlo. Ante acciones tan denodadas será la estructura la que emerja en última instancia, manifestándose a través de sus efectos. En el Río de la Plata, con los desarrollos producidos por Pichón y sus discípulos, se va más lejos y se gana en precisión. El objeto, el modelo y la estructura grupal confluyen en el famoso triángulo coordinación-tarea-grupo.

35

Producción y demanda o la conformación del territorio … grupos de terapia psicoanalíticos, laboratorios grupales, grupos de reflexión, grupos operativos, grupos de diagnóstico (grupos T), grupos de psicodrama, workgroups, grupos de formación, grupos de terapia familiar, etc. : El organizador del grupo, más allá de corrientes directivistas o no, centradas en el grupo o no, pareciera ser menos un fantasma, una necesidad o una tendencia, que la exigencia tecnológica que los convoca. Paradojalmente, la intervención será menos una necesidad de desplegar cierta racionalidad contenida en un pensamiento tecnocrático, que la invención y conformación de una nueva socialidad legitimada por aquel. Solidarios con un mundo altamente industrializado y en «evolución» acelerada, preparan el terreno para la amplificación de ciertas mutaciones posibilitadas por la producción virtual e informática a escala mundial. Esta capa de profesionales de la salud y la educación devienen expertos en la «industria de punta»: La producción de subjetividad. La instrumentación de dispositivos grupales diversos y su proliferación «in extenso» da cuenta, no solo de una multiplicación de escuelas y sus conexiones con variadas corrientes psicológicas, filosóficas e ideológicas. Podría afirmarse que es una de las diversas soluciones que la modernidad se ofrece ante la complejidad creciente de la actividad productiva. Se forja así una respuesta a los nuevos desafíos que el mundo industrializado coloca; un esfuerzo por imponer una racionalidad solidaria de esos modos de producción, al grado de delinear un «nuevo mundo» relacional. Es en este periodo que asistimos a la consolidación y desarrollo de las llamadas Ciencias Sociales. Este solo hecho nos dice mucho sobre las condiciones de surgimiento de los saberes y discursos que nos ocupan. Estos saberes, discursos y diagramas técnicos se producen en el cuadro que se crea como obra en acto posibilitados a partir del encuentro y autogestión del social histórico y la producción de sus formas de autoconciencia Es en este movimiento que el pensamiento acerca de lo grupal se dibuja a la manera de un boceto en permanente proceso de figuración. Simplificando, podemos proponer por lo menos tres trazos que confluyen de otros tantos territorios: Trazo a) Organización de la producción. 36

Flujos provenientes de los estratos empresariales se organizan en una serie de demandas a partir de la necesidad de producir nuevas relaciones máquina-hombre y entre los hombres, en función de la instrumentación de la producción seriada y automatizada. Estos flujos componen un nuevo cuerpo del trabajo que genera una reacción en espejo, como efecto se organiza un nuevo estrato. En suma, la organización de un plano corporativo-sindical. Trazo b) Organización de las poblaciones. Se organizan nuevas demandas a partir de la voluntad de gestionar y administrar nuevas formas de relación en la vida pública y privada, al grado de volver difusa la línea que las separa y les confiere su particular realidad. La gestión del Estado, requiere nuevas tecnologías de intervención, adecuadas para operar en esa realidad denominada vida cotidiana. El control se libera de los espacios de encierro u opera en forma solidaria con ellos a partir de demandas específicas. Su instrumentación y reproducción en los ámbitos denominados de la «salud» y la «educación», son un ejemplo. Trazo c) Organización de la cultura. Se produce una nueva «mentalidad» que podemos señalar técnica, no tanto por la producción de técnicos —que en la actualidad no es un problema menor— sino, más precisamente, por ser una " mentalidad" producida por la intervención de los técnicos y que trasciende ámbitos específicos. Como efecto se crea un «ejército» que penetra la trama social al grado de comenzar a determinarla con precisión. La gestión técnica de la vida requiere de una «mano de obra» especializada: el técnico. Su afianzamiento se produce en la medida que surge una conciencia interdisciplinaria y su encamación se observa en los equipos profesionales. Estos se convierten poco a poco en «vedettes», desplazando otros actores sociales. Más allá de los niveles de autoconciencia son productores de realidades. Todo índice de indeterminación será borrado detrás de su tecnificación, o simplemente negado; como efecto la vida cotidiana pasa a ser explicada, objetivada, regulada o simplemente tecnificada hasta en su más mínimo resquicio. En definitiva, se produce una compleja red compuesta por los trazos que provienen de los territorios referidos y que conforman este nuevo campo que organizará múltiples demandas. Es a partir de dichas demandas que se formulan diversos problemas que han sido puestos a operar en un escenario surcado por estrategias disímiles y que se 37

disputan territorio, ayudando a configurar la institución de un espacio táctico donde las tensiones y torsiones están indicadas a partir del dualismo individuosociedad. Totalidades que lo presuponen y que terminan por asimilar al grupo a una noción de espacio cerrado. Esta noción de espacio puebla los discursos de la grupalidad, asimilando al grupo a un universo cerrado que, en el mejor de los casos, se hallará en interacción con otros universos que ya son contenidos o que ya lo contienen. Será en un esfuerzo por determinar cual es el papel del «factor humano» en la producción y en función de estrategias sostenidas de como encauzar tal «fuerza», que se construyan dichos espacios. Las causas de la rigidez de sus límites y lo pesado de sus fronteras es necesario buscarlas en relación a la obsesiva pasión por construir invariantes estructurales que marcó a estas generaciones de investigadores, ya que lo que se persigue determinar son las variaciones de las fuerzas y que tipo de formas se producen. Obsesivo, en este caso, no es más que el grado de las pasiones en juego cuando de lo que se trata es nada menos que ‘ ‘operar’ ’ en los procesos colectivos. Por lo señalado, en dicho espacio se crean trazos conceptuales y «habitus» que generan «techné», ambos se derivan de una praxis y serán observados produciendo «zonas de visibilidad» a partir de los parámetros que el dualismo señalado posibilita. A la necesidad de introducir un orden que permitiera producir nuevos modos de apropiación en un campo pautado por su movilidad, se sucede un afán de sistematización de cuño cientificista. De este modo, el dispositivo de intervención queda confundido con el objeto disciplinario. Se produce un giro particular, el círculo se cierra sobre «sí mismo» al excluir la mirada del proceso de producción de tales figuraciones. De tal forma que, incluso un pensador en y de la acción como Pichón-Rivière, a la hora de referirse al trabajo que venía desarrollando desde años atrás se expresa ante su público de la siguiente forma: ‘ los grupos operativos se definen como grupos centrados en la tarea. Ahora ¿por qué esta insistencia? Porque los grupos se clasifican según las técnicas de abordaje del mismo”[17] Como vemos, Pichón rehuye definir al grupo. Pareciera que sólo acepta conformar a su público en la espera de una interlocución que le sería esquiva, pero al hacerlo, nos muestra el peso de la ideología tecno-cientificista que ya se imponía en la época. ¿A qué otra cosa que a un catálogo puede hacer referencia tal clasificación? Y éste, en todo caso, no sería otra cosa que un repertorio de técnicas, un mero inventario. Más que objeto disciplinario se toma territorio altamente profesionalizado, 38

demarcado por coordenadas de aplicación, cuya aspiración es la de ser puesto a jugar en los más variados ámbitos y la escuela que Pichón fúnda no escapa a ella: «El eje de la tarea hace de esta técnica un instrumento útil para cualquier clase de trabajo».[18]

39

Cantos de Maldoror[19] No es imposible ser testigo de una desviación anormal en el funcionamento latente o visible de las leyes de la naturaleza. En efecto, si cada uno se tomara el ingenioso trabajo de interrogar las diversas etapas de la existencia (sin olvidar una sola, pues podría ser ésa la destinada a aportar la prueba de lo que adelantó) no dejaría de recordar, sin cierta sorpresa, que en otras circunstancias sería cómico que un día determinado, para hablar en primer término de cosas objetivas, fue testigo de cierto fenómeno que parecería sobrepasar y realmente sobrepasaba las conocidas nociones suministradas por la observación y la experiencia, tal como, por ejemplo, la lluvia de sapos, espectáculo mágico que no llegó a ser comprendido en un comienzo por los sabios. Y que, otro ala determinado, para hablar en segundo y último término de cosas subjetivas, su alma presentó al ojo investigador de la psicología, no diré un extravío de la razón (hecho empero no menos curioso, sino por el contrario mucho más) pero al menos, para no pasar por difícil frente a ciertas personas frías que no me perdonarían nunca las lucubraciones flagrantes de mi exageración, un estado insólito, frecuentemente muy grave, indicador de que el límite permitido por el sentido común a la imaginación resulta a veces, pese al pacto efímero convenido entre esas dos potencias, desgraciadamente rebasado por la enérgica presión de la voluntad, pero también, en una gran mayoría de casos, por la falta de su colaboración efectiva: mencionaremos para corroborarlo algunos ejemplos, cuya oportunidad no es difícil apreciar con tal que se tome por compañera una atenta mesura. Presentó dos ejemplos: los arrebatos de la cólera y las enfermedades del orgullo. Debo prevenir a quien me lea que tome la precaución de no formarse una idea vaga y, con mayor motivo, falsa, de las bellezas literarias que voy deshojando en el desarrollo por demás rápido de mis frases. Ay! quisiera desplegar mis razonamientos y comparaciones lentamente y con gran señorío (pero ¿quien tiene tiempo de hacerlo así?) para que todo el mundo comprenda bien si no mi espanto, por lo menos mi turbación cuando un anochecer de verano, en el momento en que el sol parecía descender por el horizonte, vi nadando en el mar, con anchas patas de ánade en lugar de las extremidades de los brazos y las piernas, portador de una aleta dorsal, proporcionalmente tan larga y afilada como la de los delfines, a un ser humano de músculos vigorosos al que numerosos bancos de peces (en ese cortejo vi, entre otros habitantes de las aguas, al torpedo, el anarnak groenlandés y la horrible escorpena) seguían con las demostraciones ostensibles de la mayor admiración…

40

El modelo o la producción del espacio de la mediación Las conceptualizaciones en tomo a los problemas que la grupalidad depara están pautadas a partir del dualismo individuo-sociedad. Corsé disciplinario que se muestra eficaz incluso más allá de todo psicologismo o sociologismo, para conformar el propio campo en tanto privilegiar un encuentro que, por consenso, llega a ser dialéctico. Para, inmediatamente, aceptar que si hay conflicto, lo hay en la medida que se conserva el dualismo en todos sus términos. Avatares de un pensamiento que, para no excluir, opone. Paradojas de la dialéctica: «Observamos que hay técnicas grupales centradas en el individuo: son algunos de los llamados «grupos psicoanaliticos o de terapia» en los que la tarea está centrada sobre aquél que para nosotros se llama portavoz. Nuestra posición ante esta técnica es de crítica en tanto entendemos que desde esta perspectiva la situación grupal no es comprendida en su totalidad sino que la puntería de la interpretación va dirigida a aquel que enuncia un problema que. generalmente, es considerado personal, no incluyendo en la problemática al resto.»[20] El enunciado pichoniano se sostiene al señalar que la parte (el portavozmiembro) es confundida con el todo (grupo-organismo : miembros-partes). No percibe que en su conceptualización de la situación empírica ésta pasa a ser totalizada en un todo, si bien ya no orgánico. Registro de la influencia lewiniana y su psicología de la forma en el accionar pichoniano y la producción de su pensamiento. ¿Qué entender por «resto»? Una posibilidad, sería pensar que una formulación como la que se ha dado al problema, genera el «resto», tratándose, entonces, más que de un problema mal resuelto, de un problema mal formulado. Ubicamos de este modo es plantamos de golpe ante los deslices de la exclusión y de los binarismos, a los efectos de discriminar el proceso de instauración de un espacio donde, desde un comienzo, se trató del juego dinámico de las fuerzas, de su dominación e incitación, siendo los conceptos de «cambio» y «resistencia» inscriptos a partir de una imperiosa voluntad de intervención. A los efectos de elucidar tal proceso de producción será necesario ubicar la noción de cambio a partir de las coordenadas que la planificación dispone y ellas se despliegan sosteniéndose en las nociones de equilibrio, reversibilidad y conflicto. Un imaginario forjado en el social-histórico modela en el grupo. Como nos muestra Anzieu, se procesa un trabajo sobre los individuos que posibilita un 41

despliegue de las potencialidades y poco importa que hablemos de un nivel imaginario, su eficacia no se mide por ello: «… El trabajo y la vida en grupo requieren una descentración en relación consigo mismo. El grupo es útil, inclusive necesario, declaran las personas a las que se dirigió la encuesta: se es más eficaz en el conjunto que aisladamente; el grupo es un intermediario entre el individuo y la sociedad./…/ el hombre llegará algún día a pensarse en términos racionales de grupo.»[21] La corriente que se esbozaba y crecía en el Rio de la Plata aparece más lúcida desde un comienzo, pero, aunque el Dr. Pichón señale que el dualismo individuosociedad encorseta el trabajo de la grupalidad, ubica su técnica en la perspectiva de la construcción de una escuela que consagrará definitivamente al grupo en un espacio ambiguo, específico e incierto a la vez y sin poder sustraerse del mismo: «El otro tipo de técnica es la del grupo centrado en el grupo, en el análisis de la propia dinámica. Técnica que está inspirada en las ideas de Kurt Lewin, en la que se considera al grupo como una totalidad No incluyen, sin embargo, el factor último que hemos señalado nosotros, la relación sujetogrupo, verticalidad-horizontalidad, originando así los grupos centrados en la tarea».[22] El grupo habría sido pensado a partir del dualismo individuo-sociedad y es en su tensión que se inscribe la noción de portavoz-emergente. El Dr. Pichón logra producir esta noción que no excluye ninguno de los polos: individuo y sociedad. Ambos conceptos le servirán de coordenadas e insumos a su vez. El Dr Pichón señala el dualismo e, inteligentemente, produce un movimiento sustancial al introducir su idea de emergente pues le posibilita pensar los acontecimientos grupales en un orden que incluye su especificidad, aunque el corsé se mantenga. Genera, entonces, un espacio que no puede ser otro que el de la mediación, en donde el emergente aparecerá como el instrumento que permite, en el proceso de trabajo, comprender las resultantes de un campo de fuerzas. Si el emergente emerge, ello se debe a la concurrencia de fuerzas de muy variada naturaleza y en su encuentro es que permiten una eclosión. La resultante: el emergente lo será de la estructura grupal conformada. Cruce de un plano horizontal y otro vertical. El andamiaje así construido se vuelve «pesado» y funcional a un universo de relaciones. Por otra parte es necesario indicar que el universo relacional es el «objeto» a investigar, es lo que se buscará precisar ya que no aparece como una evidencia. Será necesario producir la mirada que permita captar estas «figuras latentes e 42

invisibles» pero eficaces, a la hora de determinar las formaciones visibles que serán signadas por su condición de «apariencias» ofrecidas a los sentidos. Prosecución y despliegue de una «psicología de las profundidades» desplegada en un ámbito colectivo. Otro aspecto importante a tener en cuenta es la necesidad de objetivar ese «resto», ya que marca una historia del campo grupal y sus avatares en tomo a legitimar el descubrimiento y producción de tal «resto» o «plus» grupal.[23] Lo que lleva a instrumentalizar la situación grupal es otro tipo de motivación que la precede. Es la voluntad de intervención en los procesos colectivos, acomodados a las exigencias de la producción o a los desafíos que la democracia moderna y las luchas de masas planteaban en las condiciones penosas de la entre guerra y la posguerra. El proceso anticolonialista que le precede se confunde en ellas y se prolonga hasta entrada la década del setenta. Lo que es observable, ese fenómeno que podemos presenciar, será siempre una situación grupal que se posibilita nominar a partir de la representación compartida que de ella producimos. Esta situación, empírica por las diferentes condiciones que señalamos, pasa a instaurarse como campo de observación e intervención, espacio de aplicación y manipulación, generándose un campo que tiene la particularidad de haber sido delimitado en la periferia de diversas disciplinas. Se podría, incluso, esbozar la hipótesis de que la configuración de tal campo se da en la misma medida en que distintas disciplinas se desterritorializan para reterritorializarse en un objeto «extraño»: el pequeño grupo, que en ese mismo movimiento es elevado a la categoría de modelo. «Si tratamos de recortar la psicología social como una disciplina que se ocupa de la mediación en la relación individuo/sociedad, el grupo es un modelo y un hecho de mediación imposible de dejar de lado».[24] La cristalización de tal movimiento —en opinión de George Lapassade— se debe a la conjunción de una psicología que pugnaba por escapar de un objeto del cual se suponía le dotaba su razón de ser, a la vez que le marcaba un estrecho horizonte y una sociología que, por su condición de disciplina en las antípodas, planteaba el problema de una mixtura imposible. Imposible pero eficaz, su efecto más visible es la producción de un nuevo técnico, nominado de muchas maneras : psicosociólogo, pedagogo, líder, conductor, monitor, coordinador. En todo caso, profesional especialista en la resolución del conflicto social, 43

ferviente defensor del cambio planificado, portavoz de la buenanueva moderna, introduce la racionalidad en las relaciones humanas. El efecto más importante, sin duda, es el de dotar a la democracia moderna de un ideal democrático científicamente fundamentado. Sería necesario, en relación a estos desarrollos, reubicar el problema de la guerra y el autoritarismo nazi-fascista, la dictadura del proletariado y el laissez faire anarquista, es decir, el problema del gobierno o ¿cómo conducir la masa?

44

El espacio cerrado o el ser y la estructura La pregunta ¿qué es un grupo?, como, claramente, nos lo muestra la Prof. Ana María Fernández en su trabajo «El campo grupal», permitió generar zonas de visibilidad como el descubrimiento de fenómenos específicos e irreductibles. Pero, como lo ha señalado la Prof. Sylvia Castro, ello es posible a condición de que quien formulara la pregunta se mantuviera en el nivel más raso de la empiria. La pregunta así formulada requiere entender el «es» como cópula que señala una rápida búsqueda de propiedades, cualidades y por supuesto, relaciones.[25] El grupo, a partir de ser ubicado teológicamente como un espacio de mediación entre el individuo y la sociedad, queda marcado por dicha tensión. Sin embargo, aunque el encuentro de fuerzas, flujos, tendencias, no serán desdeñados, siempre estarán subordinados, serán secundarios en relación a ellos. Tal estado de cosas nos llega como natural y dado desde siempre, desconociendo cualquier direccionalidad del tiempo y su potencia. Será a partir de dicho desconocimiento que el problema del espacio se presente como clave y éste se deduce de la pregunta que nos ocupa: ¿qué es un grupo? y sus derivadas que aún operan, sino en toda su potencia, por lo menos manteniendo su eficacia. ¿Qué sucede en un grupo? ¿Qué debería suceder en un grupo, para que, por ejemplo, funcione bien? ¿los grupos funcionan? y si lo hacen ¿cómo y por qué funcionan? Podemos agregar, introduciendo un quiebre: ¿para qué han sido puestos a funcionar los grupos? Estas preguntas se revelan, por lo menos, insuficientes. Requieren del concepto de ser para mantener su consistencia, lo cual lleva a preguntarse por el ser del grupo y su existencia: ¿los grupos existen? y si existen ¿cuál seria su esencia? Callejón sin salida para las aspiraciones de la novel «disciplina» que no ve más horizonte que el de orientar la mirada en la dirección que el contorno que ella misma ayudó a conformar, le fija. El tiempo y los problemas que su inclusión en el horizonte de la grupalidad obligarían a formular, han sido excluidos, en mayor o menor medida, a lo largo de la modernidad y ello fue así en las más diversas disciplinas. Por el contrario, nociones como las de reversibilidad y tendencia al equilibrio, que, expresamente, soslayan estas problemáticas, han presidido el pensamiento moderno. Para la física clásica, los sistemas en equilibrio, reversibles y deterministas, constituían los componentes de todo modelo conceptual, consolidación del triunfo de la concepción newton lana que durante los dos últimos siglos ofició de guía de todo trabajo que se preciara de «científico». La naturaleza simple, reversible y determinista esperaba un Galileo en cada científico que se acercaba a ella y para serlo, sólo era necesario ser un «buen 45

lector» de la misma. La naturaleza sólo esperaba que se determinasen sus automáticos funcionamientos, a los efectos de ser manipulada, sin mayores resistencias, en beneficio de una humanidad enfrentada a ella. Problemática que es amplificada en el campo grupal por Armando Bauleo al mostrar que los más importantes investigadores y fundadores de este campo «incluyen un plano en el cual es necesario ubicarse para encontrar ciertos elementos» Para, seguidamente, lamentarse de que si bien «hablan de efectos a observar… no está claro cual es la estructura que los condiciona».[26] Muchos investigadores, psicólogos y psicosociólogos han trabajado en esta dirección que heredaran de la orientación newtoniana, dispuestos a determinar las leyes simples del funcionamiento grupal en un afán de despejar a la apariencia de su ropaje «angustiante» o” divertido”, es decir, exultante de complejidad. Sin embargo, se puede observar que la preocupación por saber que «es» un grupo, es menor. Si tomamos el trabajo de los pioneros vemos que el imperativo de determinar las leyes que rigen su funcionamiento está pautado por su apasionada búsqueda de órdenes y coordenadas. Orientaciones que, como el sextante, oficiaran de «guías» que les permitieran operar. Hay una preocupación por anticipar los acontecimientos a los efectos de conducir el proceso en una inclinada dirección. Es el trabajo en la prosecusión de unos objetivos deseables. Hay toda una política que les es común, derivada de un pensamiento acorde a la necesidad de inventar ciertos medios para alcanzar ciertos fines, en términos racionales de grupo… Es preciso, por otra parte, señalar la fuerte preocupación por el cambio social que los imbuía. Los pioneros pensaban a los grupos como instrumentos válidos para la realización de las fuertes utopías sociales que los animaban. Este vector los unía más allá de sus diferentes concepciones, del carácter de la transformación o la dirección que las mismas debían tomar. Todos ellos, al encontrarse ante la situación grupal y lo que en ella se produce, en relación a los procesos que se despliegan, necesitan imponer un orden. Es importante para estos investigadores generar un orden a los efectos de establecer ciertas regularidades del campo que necesitan controlar, para operar en él. Por ello mismo crean configuraciones bien delimitadas. Para operar en estas condiciones la idea de estructura aparecerá como el 46

instrumento más preciado, ya que les permite consolidarse en un campo dominado, hasta ese momento, por el caos y los fenómenos de turbulencia. Es en este momento histórico que se puede observar el proceso de instrumentalización de la situación grupal. Dicha tarea es la que determina que se busque un plano en el cual situarse, para delimitar un cuadro e introducir coordenadas a los efectos de encontrar ciertos elementos, así como señalar ciertos efectos para su focalización. El problema del encuadre, entonces, pasará a ocupar un lugar de privilegio ya que a partir de él se posibilitará una observación calificada, un adentro y un afuera de cuadro, un primer plano y una profundidad del campo. Al crear un encuadre se produce la delimitación de un sistema que, como principal característica, tiene la cualidad de ser cerrado. Este comprende todos los elementos que se observan en su interior. De este modo el cuadro se forma a partir de la mirada del observador y se integra constituyéndose en conjunto que posee un gran número de partes, elementos que a su vez se organizan en subconjuntos y de los cuales se puede hacer un inventario. En el caso del grupo, la empina determina que el número de elementos, (en este caso, el número de integrantes) quede establecido por los límites del «tener in mente» al conjunto por parte de un observador. La mirada, desde esta perspectiva, oficia como el organizador del espacio liso al introducir coordenadas de espacio y tiempo que lo estrían, endureciéndolo. Como plantea Paul Virilio, la mirada produce una organización espaciotemporal que precede al gesto, a la palabra y su coordinación en el conocer, reconocer, hacer conocer, en tanto imágenes de nuestro pensamiento y de nuestras funciones cognitivas que ignoran la pasividad. ¿Pero qué se ve cuando la mirada se encuentra reducida a un estado de inmovilidad estructural rígida y casi invariable? Sólo se ven porciones instantáneas, determinadas por un punto de vista congelado, apasionado en rígidas coordenadas en función de un olvido; tales coordenadas son fijadas desde un punto de vista estático. Se desconoce, de este modo, que el propio punto de vista puede ser móvil, tan móvil como los procesos sociales, grupales e institucionales. Se desconoce la duración, en tanto el principal excluido es el sujeto que ve. La condición del «tener in mente» será redefinida a partir de la noción de representación. En referencia a ello, Bauleo[27] mostraba el movimiento particular que se producía en la búsqueda de las nociones que permitieran capturar y trasmitir la experiencia de estar en grupo, así como del pasaje que se efectuaba al producir un concepto de grupo. Señalaba que, a partir de la experiencia de estar en grupo, se adquiere una noción que permite designar la experiencia vivida. Bauleo planteaba además, que esta situación es aquella donde se encuentran 47

un número restringido de personas que se han reunido para los más diversos fines donde, ciertas decisiones, elecciones o manifestaciones son luego vistas por cada uno como el resultado de haber estado en grupo, tratándolas con otros. Según esta descripción, compartimos una representación que nos permite señalar esa situación empírica, en la cual, de una u otra manera nos hemos visto involucrados y que llamamos grupo. Surge de haber estado en grupo, entonces, una experiencia diferenciable y designable y la situación grupal se hará nominable a partir de la representación común que de ella se produce. Será en esta representación común que diversos autores indiquen la esencia grupal. Se comienza a delinear una distinción en referencia al pequeño grupo: por un lado la situación empírica en donde los procesos se despliegan y por otro se dibuja una instancia que cabalga sobre aquella, la representación grupal. Esta representación común, al ser tamizada por el manipuleo empírico, deviene en modelo ideal que tiene un funcionamiento diferenciable del funcionamiento del «grupo real» de modo que aquella condiciona a este último. Este ideal de grupo pasa a formar parte de la estructura grupal. La distancia entre el funcionamiento ideal y el funcionamiento real será la medida del grado e intensidad del conflicto. Desde esta perspectiva podemos observar como el ser del grupo ha sido delimitado a partir de un valor apriorístico y trascendente: el que la tiranía del modelo impone. Pero, ¿cómo el pequeño grupo llega a instaurarse como modelo al grado de ubicarse como centro de prácticas y de un pensamiento en tomo al conflicto social, al grado de operar como emblema de diversas escuelas? Mejor aún, ¿quién ha puesto a funcionar los grupos? ¿Qué voluntad los ha consolidado? ¿Qué fuerzas se han apropiado de los mismos? ¿Porqué la insistencia en lo grupal? Sin ánimo de que estas preguntas pierdan su potencia queremos indicar que, desde nuestra perspectiva y en un sentido pleno, aparece, a través de un recorrido genealógico un Dispositivo de los Grupos. Como tal, responde a una urgencia y obedece a una demanda social discernible, por ello mismo específica y precisa, tanto en su diseño como en su instrumentación.

48

Las tardes del sol, las noches del agua[28] Todas las tardes del sol, todas las noches del agua todas las cosas perdían color, todo en el aire flotaba niña bonita, mi amor que es esa cabeza gacha todos preguntan qué hicimos con vos porque no come ni habla. Algo andará pasando, andará rondando por Villaguay… Hay un extraño fulgor entre las flores del alba ella se esconde y sus ojos no ven ya no hay registro de nada… hasta que un día después, algo cambió en su mirada sólo repite una frase en inglés, ojos de india sagrada… Y ella no quiso ver sus caras de terror, lloraba eternamente sola I love you, I love you so La desesperación, los gritos del horror Santa Rosa de Lima abandonó su corazón, y el pueblo decidió que había una razón, sonaron las campanas eran la fuerza de dios, el mal tomó su piel, también tomo su voz nunca aprendió el inglés, el exhorcismo será hoy, I love you, I love you so I love you, I love you so… Algo andará pasando, andará rondando por Villaguay…

49

Un universo relacional o su producto el emergente Diversos investigadores tales como Gustavo Lebon, Gabriel Tarde y McDougall, entre otros, habían observado como la conducta de un individuo variaba en forma notable, ya se lo tomara en forma aislada o se lo observara integrando una masa o bajo su influjo. Se había llegado a una coincidencia bastante generalizada en referencia a esta problemática de modo que ya nadie discutía el influjo moral que la masa ejercía sobre los individuos. Dando cuenta de estas problemáticas que la cuestión de las masas planteaba, se desarrollan dos teorías de grupo propiamente dichas: la Teoría Psicoanalítica sobre la Grupalidad y la Dinámica de Grupos. Tanto las investigaciones de Kurt Lewin como las de Sigmund Freud desarrollan y estudian el vínculo entre líder y masa. Las investigaciones de Lewin en referencia a los diferentes tipos de liderazgos permiten establecer correspondencias entre la diversidad de organizaciones grupales y los modos de circulación de los montos de ansiedad y las formas en como éstos se acrecientan, se liberan o transforman. Al determinar, con cierta precisión, las diferencias y variaciones que se manifestaban en las distintas formas de funcionamiento —según fuese el tipo de liderazgo ejercido— se posibilitó afirmar, en un plano científico, la superioridad del ideal democrático de funcionamiento. Como contrapartida, estas investigaciones permiten pensar que los tipos de liderazgos estarán propiciados según estos modos de funcionamiento. De esta manera, la realidad del individuo, de su estructura de personalidad, así como su conducta, no se explicarían por sí mismas. Necesariamente quedarán referidas a un plano mayor que las integra. La conducta será la resultante de una unidad cerrada, pero mayor, el grupo y la interacción de sus partes. La estructura grupal comienza a delinearse a partir del enunciado gestáltico que ya hemos señalado: el todo es más que la suma de las partes. El todo totalizará las partes en tanto se instituye un plano superior y trascendente. La relación de relaciones que arroja como resultante la estructura grupal, será la que determinará, en última instancia, las conductas posibles de los integrantes de un grupo dado. Estos problemas, desplegados en tomo a la decisión de grupo, están en íntima conexión con el problema de la conducción y en especial, a la cuestión del control social y es en referencia a estas problemáticas, que se inscribe la voluntad de determinar con precisión la motivación de la acción humana. El problema de la conducción queda en evidencia en todas las investigaciones 50

de la época y éstas están presididas por una interrogante cardinal: ¿cómo modificar la conducta de un grupo en una situación de cambio? La decisión de grupo y sus efectos son comprendidos a partir de una teoría de los equilibrios sociales. Las fuerzas en juego serán alineadas ora en la dirección del cambio, ora en su resistencia. El sistema, en términos de totalidad tenderá, ya a mantener el equilibrio anterior al momento de crisis, ya a restablecer el equilibrio en un modo de organización nuevo y pretendidamente superior. Por su parte Freud ya se había colocado en esta dirección al plantearse que: «La relación del individuo con sus padres y hermanos, con su objeto de amor, con su maestro y con su médico, vale decir, todos los vínculos que han sido hasta ahora indagados preferentemente por el psicoanálisis, tienen derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales… . En todas las relaciones mencionadas…el individuo experimenta el influjo de una persona única o un número muy pequeño de ellas, cada una de las cuales ha adquirido una enorme importancia para él.»[29] Posteriormente, Freud va más lejos al desplegar su nueva tópica con sus conocidas instancias de YO, ELLO y SUPERYO, generando con dicha invención una nueva interiorización del conflicto en una nueva dimensión, la dimensión psíquica. Lo señalado nos muestra al descubrimiento freudiano de la identificación supeditado al juego de las catexis que circulan por el aparato psíquico, concebido como una nueva totalidad en tanto sistema cerrado. Con ello se quita trascendencia al juego de las identificaciones. Se olvida que, a partir del mismo, es posible afirmar que la coerción está lejos de constituir el único proceso impositivo que mantiene el consenso social. La investigación lewiniana en relación a los modos de funcionamiento en la toma de decisiones no hace más que confirmar el planteo freudiano, pero desde un punto de vista diferente. La persuación aparece como el mecanismo más efectivo y duradero a la hora de determinar el comportamiento social de los individuos. Será a partir de tales supuestos que la relación y el vínculo sean colocados como sus fundamentos, con lo cual estos pasan a un primer plano para ser focalizados teórica y técnicamente, en tanto en ellos se manifiesta una dimensión política de la grupalidad. Desde la perspectiva que Lewin inaugura, precisar los problemas de la decisión de grupo será esencial tanto para una psicología social como para una psicología individual, pues, para él, este problema tenía una relación directa entre motivación y acción. Esta última se desplegaría como efecto de la estructura 51

grupal, por ello mismo, su consideración e investigación en relación a los efectos que ésta tiene sobre la disposición del individuo para modificar o conservar ciertas pautas de conducta, adquieren enorme relevancia tanto en el campo de la salud mental como en el campo de la pedagogía, pero, fundamentalmente, por lo que inaugura al arrastrar en una línea de fuga a elementos materiales que provienen de ambos territorios. Dicha operación se efectúa al trazar una nueva frontera disciplinaria que estará sustentada por la noción de aprendizaje. Este corrimiento permitirá poner en evidencia el problema de la producción del sujeto y sus fisuras, ya en relación a sus patologías, ya en relación a sus fallos en el plano de la educación formal Las acciones de los individuos serán el efecto visible de esta estructura vincular. La enfermedad mental se libera del recinto hospitalario para ser atendida allí donde se produce, es decir, en el grupo familiar o en el ámbito escolar. Sin duda, es en dichos ámbitos donde se registran los procesos, cristalizando, pero siempre en referencia a un social-histórico en que se diagraman. Tanto la dinámica de grupos como los desarrollos psicoanalíticos en referencia a la grupalidad, dan como resultado una prolífica lista de dispositivos grupales orientados al campo de la formación y a las clínicas psicológicas y psiquiátricas. El trastorno psíquico pasa a ubicarse desde un punto de vista preciso, el de una patología de las relaciones. La relación se constituye en la materia prima de la intervención técnica y será partiendo de estas concepciones que Pichón-Riviéré lleve adelante una fermentai mixtura de la Psicosociología y el Psicoanálisis Kleiniano que da como resultado una síntesis que se expresará en su concepción de los grupos operativos: «Todo vínculo, como mecanismo de interacción, debe ser definido como una gestalt, que es al mismo tiempo bicorporal y tripersonal»… «El vínculo configura una estructura compleja…»[30] Esta estructura compleja produciría efectos observables que llegarán a adoptar su mayor visibilidad en la situación del grupo pequeño enfrentado cara a cara y símil del grupo familiar. En la situación del pequeño grupo se desplegarán las diferentes modalidades vinculares. Estas, a su vez, son focalizadas y estudiadas para posteriormente ser señaladas, con lo cual se busca dotar, al grupo y a cada integrante, de mayores posibilidades de respuesta en la búsqueda de una adaptación a los cambios que la realidad social plantea, tanto a nivel de los grupos como de los individuos que los integran. La modalidad del círculo cara a cara delimita un espacio de gran visibilidad. La 52

mirada se horizontaliza y con ello se produce la emergencia de las identificaciones cruzadas que, al estar tamizada por la intervención técnica, quedan claramente señaladas. Como efecto se produce un estado de autoconciencia de las modalidades vinculares en juego y de los modos de aproximación que cada uno ensaya. Se nominan las modalidades de la angustia social y se busca su control para propiciar el aprendizaje de la realidad y su crítica. Ello se produce con el objeto de efectuar una transformación de la misma. A la idea de adaptación, Pichón Rivièré le asociará la adjetivación de «activa» en la medida en que la transformación sea critica y conciente. Para lograr tales objetivos fue necesario controlar las ansiedades básicas, es decir, los miedos que una situación vital provoca y los mecanismos defensivos que se desencadenan y se manifiestan en forma automática. Ello dará como resultado una autobservación, una autoregulación de los impulsos libidinales y agresivos que se generan en las relaciones interpersonales. La búsqueda se orienta tras el logro de un sujeto «liberado». No obstante ello, el grupo, por efecto de la acción técnica deviene máquina de control, haciendo obsoleta la función panóptica por efecto de un exceso, en tanto dicha función produce una interiorización, pues al poner el grupo familiar bajo observación a los efectos de investigar las diversas modalidades vinculares, éste quedará centrado sobre sí mismo. El grupo se centra en y por los hasta hacía bien poco funcionamientos inconcientes y se afectiviza en la medida que se propicia la libre expresión de los sentimientos y pensamientos a los efectos de su observación. La pesquisa de la estructura latente que dispara efectos que se hacen visibles en las conductas individuales y colectivas es el principal cometido de las técnicas de grupo, en tanto es sobre éstas que se busca actuar y producir modificaciones. Estas técnicas, como efecto iatrogénico se incorporan por los sujetos de la experiencia y comienzan a actuar de modo automático. Un sujeto autoconciente, que se autobserva, es su «producto-ilusión» más acabado. El cara a cara, que en un principio expresaba la situación de igualdad, las mismas posibilidades de intervención y participación así como la caída de las jerarquías impuestas, se transforma en instancia trascendente, condición indispensable, a los efectos de generar la posibilidad de un sujeto capaz de lograr el autocontrol en espacios cuya característica principal sea la de ser abiertos. La propia mirada de los integrantes, las diversas modalidades de actuar, sentir y pensar serán objeto de minuciosa observación Es que la conducta, tal como lo plantea Pichón Riviéré, visualizada a través del portavoz, será entendida en tanto emergente, es decir, resultante de esa unidad fundamental que es el vínculo: «…estructura compleja que incluye al sujeto y al objeto, su interacción, momentos de comunicación y aprendizaje, configurando un proceso en 53

forma de espiral dialéctica».[31] Es en este campo situacional que la estructura vincular cristaliza. Serán sus desajustes, en relación a una realidad social en permanente transformación, los que provoquen la emergencia del síntoma. El porta voz será quien denuncie el conflicto que se establece, en la medida que la estructura del grupo familiar se ha rigidizado y no puede variar como respuesta a una realidad social, se sabe, signada por el cambio. Emergencia de los signos en un cuerpo enfermo, fisura que se produce cuando un cuerpo falla en un miento de resolución del conflicto, que, por otra parte, si bien vendrá a cristalizar en él, proviene de círculos más amplios, trasvasamiento de diversos ámbitos por un malestar inespecífico, signos de la angustia social. El particular derrotero que hasta aquí seguimos nos plantea una interrogante que calibramos como fundamental en nuestro trabajo de investigación: ¿Cómo es que se produce este desplazamiento del conflicto social que va de la lucha de masas a la lucha contra los síntomas que anclan en un cuerpo como el grupo pequeño y más específicamente, en el cuerpo de un individuo? ¿Cómo es que la psicosis llega a condensar sobre sí el problema del conflicto social en tanto paradigma de estereotipia, rigidez y sufrimiento social? ¿Cómo el conflicto llega a ser psíquico? Sostener esta perspectiva es fundamental a los efectos de comprender que las invenciones técnicas y conceptuales tienen cierta direccionalidad, tanto como en los efectos que se producen al desplegar dichas tecnologías grupales en el campo de la salud mental y la formación profesional. Durante los años 60 no puede ubicarse, geográficamente, el conflicto, pero sí indicar su carácter manifiestamente político. La línea divisoria se «internacionaliza», es decir, se universaliza y con ella el conflicto, la lucha, si bien no cesa de producir campos bélicos, en realidad privilegia la producción subjetiva e ideológica, así como los aparatos para su producción y posterior captura. La cultura y las prácticas sociales se ven envueltas en una lógica de la confrontación que se va extendiendo por todo el cuerpo social. Las prácticas que dichas lógicas determinan, hacen necesario para la supervivencia de instituciones, grupos e individuos, delimitar claramente el vector pertenencia; con ello el mecanismo de la segregación se ve jerarquizado El conflicto recorre el tejido social incluso donde la explotación económica no se hace evidente. Por el contrario, será la idea de liberación la que permitirá a los sectores intelectuales alinearse en una lucha que dividirá al mundo, por lo menos, en dos. 54

Surgen así un sinnúmero de teorizaciones y prácticas sostenidas por profesionales comprometidos con proyectos transformadores. En los círculos profesionales la estrategia de liberación se orienta en la lucha contra las alienaciones cotidianas, surgen mixturas como el freudomarxismo, comentes como la antipsiquiatría, las corrientes institucionalistas, la psiquiatría social dinámica, los movimientos de desmanicomialización. A modo de ejemplo: Bleger se muestra comprometido con una postura cientificista y explicita una estrategia con fines globalizantes que fuera señera en las últimas tres décadas, tanto en el plano internacional como, específicamente, en el pensamiento grupalista del Rio de la Plata: «…hemos aprendido —como especie— a manejar los hechos naturales, a manejar la naturaleza, a construir y manejar instrumentos, técnicas y objetos, pero no hemos aprendido aún lo suficiente como para orientar la vida y las relaciones de los seres humanos…»[32] Al novel pensamiento grupalista se le exigía que se sostuviese en criterios sólidos como los de la Verdad, producidos en resonancia a un imperio de la Razón. La vieja moral poco a poco va cediendo paso ante la arrolladora presencia de las técnicas de trabajo social que se inscriben en estrategias de delimitación y orientación de la vida cotidiana. El universo científico legitima los poderes médico-psicológicos y psico-pedagógicos que diagraman nuevos cuerpos, nuevas mentalidades, nuevos síntomas y demandas en aquellos precisos lugares donde la vida cotidiana transcurre. Como ya señalamos más arriba, las tecnologías grupales serán puestas a jugar en relación a estrategias de cambio pensadas en una cultura que territorializa el conflicto en referencia a una lógica de la confrontación. Las tecnologías grupales, irremediablemente, serán solidarias en la búsqueda de orientar racionalmente las relaciones interpersonales en campos signados por el conflicto y la confrontación. La década del setenta implica un corte y una intensificación, al mismo tiempo, de las tendencias que se perfilaban en la década anterior La instalación del fascismo en nuestra América Latina determina la intensificación de la lógica de la confrontación al grado de arrastrarla en una mecánica de la abolición. La confrontación deviene aniquilamiento, el encierro se vuelve masivo a través de los campos de concentración, los modos del disciplinamiento dan paso a la tortura y la justicia a la desaparición forzada. Como broche, la ley de Obediencia Debida allende el Plata y la ley de Caducidad de la Pretención Punitiva del Estado de este lado del Río, consagrarán la impunidad que aún vivimos y padecemos. Hoy, más que nunca, necesitamos 55

seguir produciendo la historia para rasgar la maraña de complicidades que sostienen el estado actual. Se vuelve un imperativo ético fundamental. Un programa para tales efectos puede definirse en tan sólo tres puntos: producir la historia, inventar los soportes para el despliegue de la vida, vivir intensamente.

56

Actualizaciones de la Grupalidad

57

«Pesa - Nervios» Toda la escritura es una inmundicia. Las personas que salen de la vaguedad para tratar de determinar lo que sea de lo que ocurre en su pensamiento son unos cerdos. Toda la gente literaria es cerda y la de esta época especialmente. Todos aquellos que tienen refugios en el espíritu, quiero decir en un cierto lado de la cabeza, aquellos que son dueños de su lengua, todos aquellos para quienes las palabras tienen un sentido, todos aquellos para quienes existen alturas en el alma y corrientes en el pensamiento; pienso en sus tareas precisas, y en ese chirrido de autómata que produce su espíritu en cualquier parte; —Son unos cerdos Aquellos para quienes ciertas palabras tienen un sentido y ciertas maneras de ser, aquellos que hacen cumplidos tan bien, aquellos para quienes hay clases en los sentimientos y discuten sobre un grado cualquiera de sus ridículas clasificaciones, los que creen aún en «términos», aquellos que agitan ideologías que tienen prestigio en la época, aquellos cuyas mujeres hablan tan bien e igualmente esas mujeres que hablan tan bien y que hablan de las corrientes de la época, aquellos que aún creen en una orientación del espíritu, aquellos que siguen sendas, que agitan nombres, que hacen gritar las páginas de los libros, —Esos son los peores cerdos ¡Sois arbitrario, joven! No, pienso en críticos barbudos. Y ya os lo he dicho: nada de obras, ninguna lengua, ninguna palabra, nada de espíritu, nada. Nada, sólo un hermoso Pesa-Nervios. Una especie de estación incomprensible y bien erguida en el centro de todo en el espíritu. Y no esperéis que os nombre ese todo, en cuantas partes se divide, que os diga su peso, que engrane, que me ponga así sin saberlo a PENSAR — y que se aclare, que viva, que se vista de multitud de palabras todas bien impregnadas de sentido, todas diversas, y capaces de aclarar bien todas las actitudes, todos los matices de un pensamiento muy sensible y penetrante. Ah ¡esos estados que jamás se nombran!, esas eminentes situaciones del alma, ah ¡esos intervalos del espíritu, ah esos minúsculos frustrados que son el pan cotidiano de mis horas!, ah ¡ese pueblo rumoroso de datos!,— son siempre las mismas palabras que me sirven y ciertamente no parezco moverme mucho en 58

mi pensamiento, pero me muevo más que vosotros en realidad, cabezas de asnos, cerdos pertinentes, maestros del falso verbo, cambalacheros de retratos, folletinistas, rastreros, herbarios, entomólogos, llaga de mi lengua. Os lo he dicho ya: que yo no tenga más mi lengua, esa no es una razón para que vosotros persistáis, para que os obstinéis con la lengua. Entonces todos mis cabellos estarán fundidos en cal, todas mis venas mentales, entonces se percibirá mi bestiario, y mi mística se habrá convertido en un sombrero. Entonces se verán humear las juntas de las piedras y ramos arborescentes de ojos mentales se cristalizarán en glosarios, entonces se verán caer aerolitos de piedra, entonces se verán sogas, entonces se comprenderá la geometría sin espacios y se aprenderá lo que es la configuración del espíritu y se comprenderá también como he perdido el espíritu. Entonces se comprenderá porqué mi espíritu no está aquí, entonces verán agotarse las lenguas, desecarse todos los espíritus, endurecerse todas las lenguas, las figuras humanas se aplastarán, se desinflarán, como aspiradas por ventosas secantes, y esa membrana lubricante continuará flotando en el aire, esa membrana lubricante y cáustica, esa membrana de dos espesores, de múltiples grados, de grietas infinitas, esa membrana melancólica y vítrea, pero tan sensible, tan pertinente también, tan capaz de multiplicarse, de desdoblarse, de volverse con sus reverberos de grietas, de sentidos, de estupefacientes, de irrigaciones penetrantes y venenosas. entonces todo esto les parecerá bien. y ya no tendré necesidad de hablar.

Fragmento de Artaud, A. «Pesa-Nervios», Bs. As., AQUARIUS, 1975, pág. 62.

59

Dimensiones de la Clínica[33] Una aproximación estética

Primer trazo: de las fuerzas Dar cuenta del tejido de una de las historias en que maquina la grupalidad, implica repensarla, actualizarla, en el sentido aristotélico de desplegar su potencia. Es una historia que se construye al seguir el movimiento de las fuerzas que se manifiestan en un campo que les es propio o cuando nos detenemos en aquellas configuraciones que indican un pliegue a los efectos de interrogamos por su sentido. Desde que Nietzsche colocara como horizonte su proyecto genealógico, no podemos obviar que nunca encontraríamos el sentido de algo si no determinamos con precisión cual es la fuerza que se apropia de la cosa. Para ello, una de las líneas posibles es efectuar el trazo al tentar una aproximación estética que nos posibilite percibir la singularidad de los sucesos y distinguirlos allí donde menos se los espera. Montar la máquina que arroje una visibilidad sobre aquello que aparece confuso, pero efectuarlo en el lapso de dos instantes cualesquiera y focalizar aquello que pasa desapercibido por carecer de historia. Tal modo de aproximación coloca al trabajo en una línea de producción de interrogantes y formulación de problemas allí donde antes sólo aparecía lo obvio o lo natural. El equipo docente deseaba sostener, en la actividad de la crítica, el deseo de aprender de los estudiantes que participaban del curso y de la experiencia de laboratorio en particular. En consecuencia, el laboratorio fue pensado para ser realizado entre docentes y estudiantes, delimitando coordenadas espacio-temporales propias para su despliegue y una problemática especifica. Históricamente, la noción de LABORATORIO remite a un local en donde se llevan a cabo experimentos y operaciones químicas Deriva del concepto de LABORAR que significa labrar, trabajar, gestionar. 60

Estos sentidos se enlazan con la realización de la experiencia, con las químicas puestas en juego y con las historias singulares que brindaron los hilos con los cuales cada figura se compuso. Insumos para el labrado de conceptos y problemas que reenvían a la experiencia para descubrir nuevos sentidos y producir nuevos valores, en tanto posibilidad, a su vez, de valorar las valoraciones de la experiencia a la luz del movimiento que cada uno efectúa en su realización. Se produjo un espacio de trabajo psicológico en la precisa medida en que efectuábamos un movimiento formativo Si fuera necesario caracterizar el proceso, sería de rigor señalarlo en su cualidad de genealógico, el acento se ubica en la critica de los valores y de su composición en referencia a la vida cotidiana. La acción genealógica se efectúa en relación a un campo expenencial, a las químicas y deseos que se producen en su inmanencia. Actúa trasvasando el deber ser o una determinada moral abstracta, así ésta tome forma científica o técnica. La labor así entendida, necesariamente nos coloca en un movimiento de efectuación de la crítica en tanto acción afirmativa. Al desplegar una ética concreta se abre la posibilidad de construir una clínica en referencia a una teoría de los afectos y de los cuerpos; producir una historia En definitiva, producir una genealogía del proceso de producción de la subjetividad a través de su registro en los propios cuerpos. Si hablamos de genealogía, lo hacemos en la precisa medida en que ubicamos el punto de articulación del cuerpo y la historia y lo intensificamos al mostrar al cuerpo impregnado de historia, producido en la historia.

Segundo trazo: de los procesos Proponemos trabajar los materiales producidos por niños en «edad preescolar» en una jornada desarrollada en su Jardín. En ella habían visto la película «¿De dónde venimos?» Explicitamos la modalidad de trabajo a los estudiantes que participaban del laboratorio, indicándoles que la misma se desarrollaría en tres reuniones que exigían puntualidad, asistencia obligatoria y un trabajo con los materiales, sirviéndonos para ello de algunas técnicas de dramatización. Pensamos cada reunión en una duración diferente, en consonancia con el modo de aproximación a las intensidades que se producen, en tanto el proceso se despliega y se efectúa en una tarea Ello requiere no desconocer que el trabajo 61

genera una dimensión temporal inmanente al proceso, creando en su movimiento tiempos diversos. La primera reunión se resuelve en un tiempo relativamente breve, pues se trataba de consignar el trabajo del laboratorio, leer un informe y preparar la siguiente reunión. Estratégicamente, el trabajo es ofrecido para su apropiación en la medida en que, en forma explícita, el mismo no queda reducido a la instancia de la reunión, del espacio cerrado y extenso del salón, ni de las coordenadas estrechas del imperativo: aquí-ahora-conmigo. Se produce un espacio intensivo donde los procesos de apropiación del mismo generan un lugar y es allí donde cada uno le sirve de soporte para su despliegue. En otro plano señalamos que, para desplegar el trabajo, era requisito una ocupación precisa en las historias inscriptas en cada uno, de modo que las mismas entraran en resonancia con el informe leído, para producirse como materiales de trabajo. El trabajo de laboratorio se efectuaba en ese espacio intensivo que configura un entremedio. Precisarlo, valorarlo, he ahí el sentido de su operación. La segunda reunión tuvo una duración diferente, no sólo por la medida extensa del tiempo cronológico sino por la intensidad de lo trabajado. En la tercera reunión se produce una nueva dimensión que permite una elaboración conceptual del trabajo, señalando y formulando nuevas problemáticas. A los efectos de sostener el trabajo de laboratorio diseñamos un encuadre móvil, con la intención explícita de que fuera una herramienta para desplegar las potencias inmanentes al proceso de trabajo. El mismo era importante, sobre todo, para sostener lo que cada uno ponía en juego y requería, para su construcción, dejar venir el campo. En este sentido es que concebimos el encuadre, de tal modo que el mismo permitiese focalizar la mirada en la medida en que el propio punto de vista devenía móvil.[34] Encuadrar pero no totalizar, delimitar pero no encerrar, de este modo es que el encuadre deviene soporte para el proceso de trabajo y permite focalizar la mirada en un punto, producir una profundidad de campo y una diversidad de planos. Fija un plano en la medida que configura un cuadro, no obstante no desconoce que «el plano es la imagen-movimiento. En cuanto relaciona el movimiento con un todo que cambia, es el corte móvil de una duración.»[35] Opera arrojando una visibilidad en relación a un punto de vista en sí mismo variable. El punto se configura como efecto del encuentro de dos fuerzas de diferente valencia, expresión de la acción y reacción de los cuerpos en 62

referencia a relaciones de poder concretas. Allí donde se produce un pliegue hallamos, sin duda, un punto de encuentro de fuerzas diversas. Al seguir el flujo de las líneas que componen un pliegue, se determina un movimiento del propio punto de vista y al proseguir su movimiento, se arrastra al foco fuera del cuadro para producir, en su movimiento, un nuevo cuadro, un nuevo punto de vista. Es un pensamiento que se produce en la acción, por la acción : pensamiento-acción sostenido en una pragmática. En esta misma linea de acción es preciso señalar que, cuando se concibe al campo en tanto espacio liso, se interpelan las modalidades de coordinación de grupos concebidas a partir de dispositivos teónco-técnicos específicos y tradicionales, así como otro tipo de estriamientos del mismo. El desafío está dado por la voluntad de producir un corrimiento de las fronteras establecidas por la acción técnica-disciplinaria que, como ya mostramos en otro lugar, no permite «ver» más allá ni más acá de lo que ella misma produce en los marcos de su horizonte. Intentamos corremos del diagrama de rostridad[36] para no capturar, en la interpretación técnica, los múltiples sentidos desplegados. Nos situamos en el lugar de la interrogación, produciendo el punto de incertidumbre y esperando el encuentro con el campo para después incluir los conceptos que convienen para determinar los sentidos de la experiencia en su inmanencia. Al pensar el grupo como máquina de producción de sentidos, se posibilita el agenciamiento y la apropiación deseante de determinadas nociones para que puedan ser trabajadas en referencia a multiplicidades concretas. Pensamos, además, el uso de diversas técnicas que posibilitarán instrumentar un desbloqueo, sostener el despliegue de los discursos y las acciones en referencia a cuerpos disciplinados. El proceso de enseñanza-aprendizaje se enriquece al generarse la perspectiva de eliminar el supuesto del grupo cerrado como totalidad estructural, pues, de este modo, se perciben las líneas y flujos que componen las multiplicidades concretas. Una vez que producimos un corrimiento de la concepción de grupo como sistema cerrado, expresión de la mera reunión de personas, se borra la frontera adentro-afuera, efecto de cristalización de un imaginario plano abstracto que configura un universo cerrado. La complejidad de los procesos que se configuran en el campo no se ven, así, aplastados en operación de reducción alguna De este modo se abren nuevas visibilidades en tanto los efectos de turbulencia pueden ser percibidos. La idea de caos, lejos de aparecer como un obstáculo, índica la necesidad de desplazar el punto de vista, de iniciar la búsqueda de nuevos conceptos que convengan de mejor manera para determinar aquellos órdenes que aún no podemos discernir, en tanto los acontecimientos desbordan la posibilidad de asignarlos a la linealidad de causa alguna. 63

En esta perspectiva, trabajamos las transferencias, no sólo como repetición de lo mismo en el aquí-ahora-conmigo, sino en su actualización en el allí y entonces de las acciones y las pasiones, como acto creativo y productor de nuevos sentidos, índice de la variación continua de las fuerzas y sus relaciones, es decir, como lo que son: configuraciones de las mallas del poder. En la primera reunión se consigna y se lee el informe, los estudiantes preguntan acerca del por qué de la jornada y se intercambia sobre las posibilidades que ofrece el material. La consigna opera, básicamente, para que puedan poner en escena como les afectó el texto frente al tema, para ello les solicitamos que se pongan en cierta forma en el lugar-niño. La consigna abre la dimensión al devenir niño, se opera una transformación incorporal que se atribuye a los cuerpos. La técnica, en este caso, no es un parapeto sino un instrumento, no sirve para pensar desde, sino que lo fundamental es la conexión que promueve con la historia-niño y los diferentes regímenes de afección que se producen en la inmanencia de lo acontecido. Cuerpo soporte de afectos, «afecciones del cuerpo con las que se aumenta o disminuye, se favorece o se limita la potencia de actuar del mismo y a la vez las ideas de estas afecciones.»[37] A partir de ahí no se origina una historia del grupo sino múltiples historias que se entrecruzan.

Tercer trazo: de los cuerpos Comenzamos por un caldeamiento, donde la propuesta es recorrer el espacio, reconocerse y reconocer la presencia de los otros. Poco a poco el espacio se transforma en lugar, en tanto el lugar se construye. Ellos construyen y en definitiva ejercen un poder desde un lugar. Tres integrantes aparecen más dispuestos, se levantan y comienzan a moverse lentamente y en silencio con la vista baja, sin mirarse entre sí. Mientras, verbalizan: «Cuesta mucho poner el cuerpo, mostrarse» Se sientan en el piso, formando un círculo, se presentan como lo harían los 64

niños del jardín. Se produce un silencio intenso, cada uno parece replegarse, para ocuparse de si: «Me afecta el diálogo de los chiquitines.» «Cosas oscuras.» «Mi mamá va a tener un bebé. Se lo comió.» «Los escupen, si se los comen salen por el ombligo; las nenas siempre hablan de esas cosas porque tienen que saber eso.» «Nació su nena y estaba sucia.» «El esposo le pasó un liquidito.» «En la escuela no te dicen esas cosas.» «A mi me lo dijo una hermana.» «¿No podía preguntar?» Los percibimos muy estáticos, «estruturan» la situación, actúan «como si fueran niños» y organizan la escena en referencia a un libreto guionado por los «saberes psi». Voluntariamente, recrean una situación Es el tiempo de la memoria, de un tiempo perdido. Seguidamente se produce un silencio prolongado, en él se visualiza un pliegue, un cambio de plano oficia de corte móvil y se extrae un nuevo flujo: ‘ Me voy a jugar, ya me aburrí. Este enunciado indica una transformación incorporal que afecta los cuerpos, conjuga materias no formadas en un devenir que los arrastra, en un devenir-otro. Todo devenir, en definitiva, es un devenir-loco que abre a una dimensión desconocida, ello provoca un temor profundo. Al devenir-niño se le opone nuevamente el cuerpo «pasivizado» del estudiante universitario, se expresa en una resistencia a jugar, es un corte que indica el encuentro de fuerzas de signo contrario. Vuelven a «sus» sillas y se genera un clima distinto, percibimos la densidad, cada uno parece replegarse sobre sí, algo del orden de la tensión comienza a instalarse para, seguidamente, aflojarse; comienzan a dialogar entre sí. Un estudiante habla de fotos que recuerda de su niñez. Al proponer trabajar esas fotos, las mismas devienen fotogramas que se actualizan. La imagen fotográfica difiere, sustancialmente, de la cinematográfica: «La fotografía es una especie de moldeado. El molde organiza las fuerzas internas de la cosa de tal manera que, en un instante determinado, alcanzan un estado de equilibrio (corte inmóvil), mientras que la modulación no se detiene por haberse alcanzado el 65

equilibrio y no cesa de modificar el molde, de constituir un molde variable, continuo, temporal.» Surge la expectativa por «ver» las fotos: «Arman» una escena en referencia a la foto de uno de los integrantes con la monja que era su maestra. «La Hermana T. y yo estirado de puntas de pie, haciendo alarde de mi altura, de mi excelencia como alumno (a-lumno) excelente» La imagen es imagen-movimiento al actualizarse, el propio plano es un corte móvil que no deja de producir una perspectiva temporal o una duración. «El plano no es otra cosa que el movimiento considerado en su doble aspecto: traslación de las partes de un conjunto que se extiende en el espacio, cambio de un todo que se transforma en la duración.»[38] ‘La monja encarnaba la represión institucionalizada de la infancia quien llegó un día a expresarnos que no se debía jugar al fútbol o correr mucho en el recreo porque sino cuando creciéramos, íbamos a tener cáncer en las piernas’ Sigue una escena en un sanatorio, de una hija con su madre. Se siente que se ponen en juego «significaciones pesadas»: «Tenía 11 años y me iban a operar de apendicitis. Estamos a oscuras.» «En ese momento tuve ganas de preguntarle por donde salen los bebés y no me animé.» «¿Por dónde salen los bebés? ¿Por la cola?» «Por la vagina.» «¿Y qué es la vagina?» «Es un músculo que se abre y se cierra.» Vuelven a sus sillas y comienzan a dialogar sobre lo ocurrido. Las escenas trascienden las historias de cada uno para apropiarse de la pregunta que vertebra al laboratorio: ¿De dónde venimos? Acaso esta pregunta también nos remita a la experiencia transitada, donde ya no importaban tanto los grupos de referencia sino lo que de ellos se actualizaba. La preocupación por determinar si en ese momento se había constituido o no un grupo, cae por su propio peso. A continuación empiezan a hablar de los efectos que provocó el laboratorio 66

en cada uno. Y surge otra escena, no representada. ‘ ‘Llegaba del colegio al mediodía. Todos estaban reunidos sentados a la mesa. Descargué mi portafolios sobre un sillón del living y fui hacia la cocina. Mi lugar era el extremo de la mesa opuesto al de mi padre. Mi madre sentada a su derecha, mis dos hermanos (uno a la derecha y otro a la izquierda) en silencio. De pronto me surge una pregunta que me venía martillando: «¿Qué es la concha?». El silencio se agudizó y las miradas hacia abajo de todos los presentes. Mi madre —rompiendo el hielo— responde: «la caparazón de la tortuga». «Concha, caparazón, poder, represión. Rollo del Edipo.» ‘ No podíamos dramatizar. Me sentí disciplinada. Se relaciona con la sexualidad bloqueada.’ ’ ‘ Pensar en el triángulo es algo común en esta institución psicológica. Nosotros estamos trabajando sobre la mirada y todo lo que institucionalmente viene dado, las diferentes posibles miradas. ' ' ‘ Más allá del Edipo, qué?’ ' «Represión, intelectualización, disciplina. Espacio estriado» ‘ Lo experiencial. Poder resonar. ' ' ‘ Nos movió cosas a las dos. Multiplicarse. ' ’ ‘ Entrar en otra dimensión. La pregunta ¿de dónde venimos? desborda el dispositivo de sexualidad. El trabajo de laboratorio produce nuevas visibilidades al mostrar, en forma precisa, el registro de la acción técnica en los cuerpos, al detenerse en el modo en que los cuerpos son disciplinados y encauzados. Van transitando, en la medida que el trabajo se desarrolla, por los territorios de la familia, la religión, el hospital, la educación. Instituciones que, en definitiva, configuran espacios de encierro donde se ejerce la represión. Sin embargo, la represión no basta para explicar los modos en que el sujeto es construido, ella, en todo caso, es secundaria a los mecanismos operatorios que incitan, posibilitan… ; las relaciones de poder penetran en el espesor mismo de los cuerpos, diagramándolos. Como efecto secundario, la sexualidad cristaliza en un origen mítico y en un universo novelado. Imágenes que se reeditan en un ritual que «asegura» que la novela se re-escriba en cada cuerpo al diagramarlo. Se fija un sentido que antecede al acontecimiento y bajo la égida del significante, se asegura que cada uno ya cuente con todas las imágenes organizadas para responder la pregunta: ¿De dónde venimos? A partir de este trabajo en laboratorio se despliega un nuevo poder : el de la producción de nuevos sentidos, que, a su vez, efectúa, a través de las acciones 67

concretas, un desdisciplinamiento de los cuerpos. En la tercera reunión se entra, a su vez, en otro nivel: el de la conceptualización de lo trabajado en el laboratorio en referencia al trabajo del curso general. ‘ 'Yo pinto Pensé en el poder, la represión y la obscenidad.” ‘ Pinté una monja y un plato volador. Una monja llena de colores flúo. no como la otra. ' ’ ‘ En esa pintura hubo una desconstrucción. De monja represora a monja liberadora.’ ’ ' ‘El curso; dificultad de entender un lenguaje que da para buscar e investigar cosas.’ ’ ‘ 'Entrar en nociones que nos mueven el piso.’ ’ ‘ Todo es adquirido y estriado.’ ’ ‘ ‘Cuando aparece grupo ; multiplicidad, ya no es el grupo empírico o el individuo sino el sujeto plegado sobre sí mismo, con todo lo que hace a su historia personal.” ‘ Otra dificultad en abordar otra dimensión, salir de lo empírico. Acá no somos grupo, el tiempo no es cronológico, el lugar no preexiste.’ ’ ‘ Idea de multiplicar la pude vivenciar. '' “Intensidades que se vivían más allá del tiempo cronológico.' ’ “Acá no había un grupo formado. A ver qué pasa y cómo se puede multiplicar y no ya desde un grupo. Ni siquiera veníamos con un concepto de tarea. ' ' ‘ No delimitado adentro y afuera.’ ’ ‘ Fue muy fuerte y hay cosas que nos pasan. Yo elegí la escena de la madre y la hija y ella hacía un mes y medio que había sido madre. Yo la coloqué en una situación de sanatorio.’ ’ ' Yo tenía ganas de multiplicar la escena de mi familia y no se dio. ' ' ‘ Pertenencia es una ilusión. Se da de pronto sí y de pronto no ' ' ‘ Todo ese ECR sirve como un aparato y no es algo tan determinado en lo grupal.’ ' ‘ A mi. la escena del sanatorio me movilizó tremendamente; en esta institución poner el cuerpo es difícil. Hay que poner el cuerpo en el piso, en el IPUR fue fuerte. ' ' ‘ Somos bastante fóbicos del contacto.’ ' ‘ Poner el cuerpo en el piso hace a otra historia.’ ' “Fue la escena más fuerte, el postre… lo comentábamos. fue muy fuerte. ‘ Hay varias escenas correctoras. Siempre había pensado que mi madre no me contestaba. Me di cuenta de que mi lugar siempre había sido de 68

observadora, en realidad yo no preguntaba. '’ “En la primera escena, represiones. Costó por el círculo en si. ' ’ ‘‘Teníamos mucho control. ‘ La monja: yo fui a un colegio de monjas, era abanderado, no podía jugar. ‘ La interpretación cae sobre lo intimo. Acá lo que se plantea es no trabajar con lo íntimo sino con lo personal socializado.’ ’ Estos enunciados que escogimos dan cuenta de las velocidades y las intensidades con que se trabajan las problemáticas cuando se asocian a los cuerpos, a los afectos Para concluir decimos con Spinoza:” No sabemos lo que puede un cuerpo.” y agregamos, hasta que despliega su potencia.

69

Queso Ruso Pasó de moda el Golfo como todo ¿viste vos? como tanta otra tristeza a la que te acostumbras. Ahora vas comprando perlas truchas sin chistar «calles inteligentes», alemanas para armar y muchos marines de los mandarines que cuidan por vos las puertas del nuevo cielo El bronceador 'Charlotte' te cuida de la radiación rematan el electro de Elvis al morir fijate de que lado de la mecha te encontrás con tanto humo el bello fiero fuego no se vé y hay algo en vos que está empezando a asustarte… cosas de hechicería desafortunada. Quedate con el vuelto, mula de la enfermedad probate que sos tropa de la guita y chimpancé quedate esa petaca con saliva y nada más mordiéndote la lengua por poco me engañás. Sentís la mosca joder detrás de la oreja y chupás la fruta sin poder morderla y hay muchos marines de los mandarines que cuidan por vos las puertas del nuevo cielo…

Beilinson/Bucciarelli/Solari Tema de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricotta, incluido en el CD 'La mosca en la sopa', Bs. As., 'Del Cielito Records'.

70

Subjetividad, interpretación y violencia[39] Del territorio a la ética

Acto I Viejas máquinas rechinan, dejan oír sus zumbidos. El peso de todo lo viejo aplana, uniformiza, mediocratiza; encama, afectando el Corpus, diagramándolo Los movimientos que se dejan observar tienen un ritmo reconocido, esperado. Un ritmo compuesto en intensidades crecientes se va extendiendo y poco a poco restablece un orden tal vez perdido. A los ritmos y ruidos infernales se le oponen toda clase de RESISTENCIAS. Ritmo respiratorio: Bloqueo a nivel del pecho. Se baja la cabeza, se reconoce el estado de miseria y se produce una fisura. ANGUSTIA Ritmo de corazón: Bomba enloquecida, agitación, pérdida del ritmo, variación de velocidades. El miedo espantoso a lo que vendrá. Un vendrá que no remite a un futuro ni a un pasado por comparación. El cuerpo afectado por flujos vertiginosos, bombardeado, sitiado, reacciona como concha, caparazón capaz de soportar —vaya uno ha saber que cantidad— de NN en el más puro y sostenido SILENCIO COMPLICE. NN, bofetadas, jefes obscenos, profesores pornográficos y vertiginosas privatizaciones votadas con los pies. El miedo hace carne y la angustia se extiende por contagio, se expande oprimiendo los cuerpos. Luego el alivio, el merecido reposo en la más santa resignación. La violencia y lo estrepitoso de la caída del viejo orden aún no ha sido analizada, pero sus efectos no se hacen esperar.[40] Todo se hace visible, ya nada se oculta ante el ojo idiota que mira sin ver. A medida que el muro se desintegra, el horizonte, en vez de ampliarse ante la mirada, en forma inversa, la repliega. La luz intensa, la transparencia actúa como una pantalla donde la mirada rebota. Se repliega sobre algo más cercano capturando el propio cuerpo o el de los demás; la mirada deja de ser una línea que pasa entre las cosas para unir los puntos que van de uno a otro cuerpo. En este recorrido es que se los considerara 71

cercanos o lejanos, semejantes o distintos, la propia lógica de los trayectos valora las distancias y las intensidades que les son propias, allí donde el muro ‘‘mostraba’ ’ al ocultar «el otro lado»: la bipolaridad. Hoy yacen las minas que abren un horizonte «nuevo».[41] Las esquirlas del muro se van diseminando, adornan despachos y colecciones y son exhibidas, allende los mares, de la misma forma que un trofeo de guerra, ocupando el lugar de alguna cabeza no muy afortunada. A la vez que el gran muro se derrumba, los micromuros diseminados se fortalecen. ’ El horizonte, como límite de la vista, nos dice de la existencia imaginaria de un límite y de un límite imaginario de la existencia’ ’[42]. A partir de estas coordenadas se produce, en su repliegue, la frontera, la línea divisoria del A-dentro/ A-fuera. Basta un pequeño movimiento, a la manera de un deslizamiento, para que se instale la marca que señala si se nos arrastra al interior o se nos expulsa al exterior, del mismo modo que el propio deslizamiento permite señalar lo que me es interno de lo que me es ajeno, por exterioridad. Que las fronteras se miniaturicen, no implica, necesariamente, que éstas se corran o que pasen por otras coordenadas. Inversamente, lo que parece acontecer es que la pérdida de referentes produce un repliegue sobre el símismo. Sin embargo, este repliegue no es del orden de la reflexión. Hacer pasar la frontera por otro lugar necesita de otra cosa: pasar por la línea molecular En la película «Danza con Lobos» Kevin Costner hace variar la frontera al envolver la mano sangrante de Parada con Puño con la bandera de la nación de John Dunbar, primer paso en su devenir Humano. Cada vez más SIOUX en la medida que intercambia sus ropas, sus cosas. En ese devenir la tribu lo in-corpora en la misma medida que John Dunbar se desdibuja hasta que no queda de él más que un resto irreconocible En el nivel molar las fronteras se activan ante los grandes conjuntos. Más que muro, barrera, bastará con que un cuerpo porte emblemáticamente la grifa adecuada, para incorporarse o fallar, siendo expulsado,[43] Establecidas las coordenadas, se ocupa una posición claramente definida en el espacio: un territorio, como dice J C. de Brasi, real o alucinatoriamente conquistado, en el que se conforman representaciones definidas por una captura propietaria: ‘ que va desde mi televisor hasta mi grupo, mi familia, mi patria ' '. Una intensa luz clarifica lo que está de mi lado y lo que no, delimita lo que me pertenece y lo que me es ajeno.[44]

72

Acto II Porque me-pertenezco, me-reconozco en un transcurrir témporo-espacial y en cada tramo me reconozco siendo yo-mismo. Como a Manuelita, mi caparazón me identifica; fuera de ella la oscuridad de lo que me es ajeno, lo que es diferente de mí. Dentro, preservo mis tesoros: mi identidad como hijo, alumno, profesional, docente, padre, etc… ‘ A menudo olvido cual es mi yo real. Con frecuencia en mis sueños tomo el filtro del olvido, como se lo suele llamar y yerro abandonado y desesperado, buscando el cuerpo y el nombre que me pertenecen. Y a veces, la línea divisoria entre el sueño y la realidad es de lo más tenue. A veces, cuando alguien me está hablando, me salgo de los zapatos y como una planta arrastrada por la corriente, inicio el viaje de mi yo desarraigado. En ese estado soy perfectamente capaz de cumplir con las exigencias ordinarias de la vida: encontrar a una esposa, llegar a ser padre, mantener a la familia, recibir a mis amigos, leer libros, pagar impuestos, hacer el servicio militar. En ese estado soy capaz, si fuera necesario, de matar a sangre fría por mi familia, o para proteger a mi patria o por lo que sea. Soy el ciudadano corriente, rutinario, que responde a un nombre y recibe un número en el parapeto, no soy responsable en absoluto de mi destino…’ ’[45] Más que caparazón, conchas que se endurecen, superpuestas en forma lineal. Gilles Deleuze plantea que «hay todo un sistema social que podríamos llamar sistema pared blancaagujero negro. Siempre estamos prendidos con alfileres a la pared de las significaciones dominantes, hundidos en el agujero de nuestra subjetividad, en el agujero negro de nuestro querido yo. Pared en la que se inscriben todas las determinaciones objetivas que nos fijan, que nos cuadriculan, que nos identifican y nos obligan a reconocer: agujero en el que habitamos con nuestra conciencia, nuestros sentimientos, nuestros secretos, nuestros deseos de darlos a conocer». [46] El sistema pared blanca-agujero negro ordena y codifica, fundamentalmente, significa cada tramo, de tal forma que nada escapa a la cuadriculación del espacio; la regulación del tránsito de los cuerpos por el mismo es el efecto inmediato. Este tipo de control sobre los cuerpos, a la vez que regula sus trayectorias en el espacio, es una forma de diagramar los propios cuerpos, afecto y afectación de los mismos. Hay una forma de comportarse, de sentir, de pensar, 73

adaptada y adecuada a cada lugar. Basta con mantenerse en los límites del ¿qué se espera de mí?, sino de todas formas se nos recordará, «ahora ya no estás en la escuela, aquí estás en la fabrica»…, o en un consultorio. Tal forma de significación parte de un modelo binario construido por pares antagónicos: hombre-mujer, bueno-malo, etc. El pensamiento lineal que le corresponde es constitutivo de la organización social. Lo dicotómico opera por exclusión y es visible en la cotidianeidad, en la afectividad reglada de las relaciones interpersonales y la lógica que despliega es una lógica del corte, pero este no es de cualquier tipo, sino que, como veíamos, es el de la exclusión. Estas dualidades, territorializaciones, gestos de exclusión no son sólo reflejo o efectos de una supuesta estructura social que se dejaría intuir en sus expresiones, sino constitutiva de la organización social. Esta dualidad fundamental que nos envuelve nos remite a una forma de producción de subjetividad, pero no la única. Sistema de señalización que abre y cierra barreras, que conduce a otras tantas barreras: ¿y cuál es tu nombre?, ¿cuál es tu profesión?, ¿estado civil? Los signos no dejan de emitir mensajes entre sí, la pesquisa del significante pone, como problema central, no ya saber qué significa tal signo, sino a que otro signo nos conduce. No se pasa de un tramo a otro de cualquier forma. Al respecto Deleuze plantea que «… el régimen significante no sólo tiene como tarea organizar en círculos los signos emitidos desde todas partes, sino que continuamente debe asegurar la expansión de los círculos…, volver a proporcionar significante al centro… Se necesita pues un mecanismo secundario al servicio de la significancia: LA INTERPRETACION».

Acto III La interpretación, a diversos niveles, viene a ordenar la producción de sentidos, a reconducir los acontecimientos por caminos ya conocidos, forma un embudo que canaliza cada partícula liberada Es un corte, ordena en un espacio, pero se realiza, se materializa en otro.[47] La interpretación es una forma peculiar de consignar, muestra y reconduce, ordena los sentidos y acota la variabilidad, en especial de la circulación de los cuerpos en el espacio. Reterritonaliza el sentido, lo ancla en un sujeto de tal forma que interpretar también puede ser un modo de IDENTIFICAR. Donde el indefinido se despliega, un devenir se produce, la interpretación lo bloquea e introduce la barrera: ¿quién va?, rápidamente se 74

busca un definido. Vale recordar el forcejeo de Richard y la Sra. M. Klein, allí donde Richard señalaba: ‘‘un vientre”, la Sra. Klein replicaba ‘‘el vientre de tu mamá”. Este juego permanente e infinito reenvía los flujos: «esto representa…», «expresa otra cosa…» Las posibilidades de apertura son, permanentemente, bloqueadas y limitadas. Lo que se nos ofrece es deslizamos, de una forma segura, por la línea dura y repetitiva de tal forma que tú sabes quién soy yo y yo siempre sabré quién eres tú. Así, el encuentro siempre es algo esperado, pautado, prefijado. El endurecimiento resiente los cuerpos a fuerza de repetición; nos aproximamos al otro sabiendo qué necesita y para ello contamos con un arsenal de técnicas, experiencias acumuladas, incluso manuales de consumo popular. En estas condiciones lo que se produce es, simplemente, una interpretación a la que el acontecimiento se presta apenas como ejemplo, apenas un topa-topa de nuestras caparazones. Más que encuentro, seducción: artificialidad que encubre el vacío. Cuando la interpretación deviene aparato de captura, de control, tecnología de subjetivación al servicio de la normalización, los cuerpos seducidos por el envoltorio se precipitan en la frustración y es, a fuerza de repetición y frustración, que se produce la mala conciencia. El silencio que se instituye como respuesta posibilita la circulación del odio. El resentimiento también congrega y los cuerpos tristes permanentemente solicitan se los interprete, se les muestre cual es su esencia, se los represente.

Acto IV Estamos acostumbrados a identificar a las masas congregadas que ocupan, en forma turbulenta, un centro que se constituye en ojo de huracán. Pero existe en la actualidad otro tipo de masa que opera al margen. Constituye la base de la sociedad mediática gozando en silencio, al verlo todo, sin vislumbrar nada en forma cómplice. Una sociedad de normales «capaces de asesinar a sangre fría». En la medida en que la línea se endurece y que la subjetividad adviene en cristalizaciones, los flujos no dejan de escapar en otras direcciones. Lo molar no es posible si no se acompaña de lo molecular y a la inversa, ambas líneas coexisten pasando de una a la otra. La caída del socialismo de 75

estado ha trastocado el orden bipolar, las alianzas se recomponen, el capitalismo deviene planetario, desterritorializando todos los flujos. Al reterritorializarlos lo hace en forma rápida y brutal. La guerra del Golfo, sin dudas, fue una jugada clave, limpia y certera. Todos pudimos «ver» minuto a minuto y en directo como, vertiginosamente y a fuerza de destrucción, se constituía el nuevo orden. La organización molar se fortifica, se expande y llega vía satélite a todos los confines. Sin duda, el confín está ubicado en un nuevo territorio: el cuerpo del telespectador. En la medida en que, como hemos podido apreciar, el imperialismo toma un papel de super policía planetario, asistimos a la conformación de una nueva gran seguridad molar organizada. Se distribuyen tareas en un plan de organización, sobrecodificando y segmentarizando todos los flujos: flujos monetarios, flujos de mercancías, flujos de hombres, flujos de información. Inversamente, se produce una inseguridad molecular permanente: todo el Este estalla en microguerras, pero también los vecinos aumentan las trancas de sus puertas, las agencias privadas de segundad se multiplican, toda una microgestión de pequeños y grandes miedos. A «la madre de todas las guerras» sucede una paz aún más terrible; se instala rápidamente y «a la vista» de todos, el nuevo orden, un orden concensual, un orden que todo lo aplasta. La máquina interpretativa se prolonga en el consenso conformando la red social, endureciéndola. Interpretación y subjetivación son dos de los principales estratos que mantienen al hombre preso de los enunciados dominantes. Hombres iguales que forman mayorías profundamente tristes. ¿Quién no conoce a las mayorías silenciosas? Henry Miller hace mucho que las descubrió: ‘ A los únicos que nunca les brillan los ojos es a los justos. Son los justos los que nunca han conocido el secreto de la confraternidad humana. Son los justos los que están cometiendo los crímenes contra el hombre, los justos son los auténticos monstruos. Los justos son los que exigen nuestras huellas dactilares… ”[48] La sociedad de los justos repele las diferencias, aplasta los devenires, expulsa, porque es justo y necesario, a lo anormal. Sin embargo, siempre hay algo que fluye, que escapa a la organización binaria, socava las fronteras y golpea los cimientos. Allí están los jóvenes, las mujeres, los locos, el arte. Pero también vale decir que las fugas y los movimientos moleculares de nada sirven si no vuelven a pasar por las grandes organizaciones molares: la familia, el sindicato, la escuela, etc. La tarea del Estado moderno no ha variado gran cosa desde su aparición 76

hasta nuestros días; varia sus modos, sus instrumentos. Los estados modernos han comprendido, desde la década del 50 que, a fin de efectivizar el control de los flujos, se hace necesario correrse del centro trascendente de poder para privilegiar el despliegue de un poder inmanente que procede por normalización. Por ejemplo, vemos extenderse toda una red asistencial-educacional que se vuelca a reconducir los flujos en una estrategia de normalización, evitando se modifiquen los grandes segmentos o doblegando las resistencias al ensamblarlos al sistema de dominación. Por acción y efecto de la significancia se produce una uniformización sustancial de la enunciación, la subjetivación resultante es una individualización. Hombre unificado, hombre masificado, número… deviene población. Lo que supone una extraña invención ya que nos encontramos ante un sujeto que se desdobla. Bajo una de sus formas aparece como causa de los enunciados de los que él mismo forma parte bajo la otra de sus formas. Nos encontramos con un sujeto paradojal que, cuanto más obedece a los enunciados de la realidad dominante, más domina como sujeto de enunciación en la realidad mental, pues, finalmente, sólo obedece a sí mismo. Fórmulas que se blanden, aguadamente, como la nueva salvación, como ser SUJETO DE SU PROPIO DESEO, causan risa. No estamos hablando de lujosos consultorios: problemas de mercado, saturación de la oferta, alianza con otros poderes, van desplazando la acción hacia los hospitales, escuelas, hospicios y reformatorios del INAME, integrándose a la estrategia de normalización que, a nuestro entender, privilegia el sistema en su defensa y proyección. Justamente, es con este movimiento y acción como se aplasta el deseo. El deseo, los deseos, no necesitan ser interpretados, un deseo no tiene sujeto, se realiza, maquina en un sujeto, pero no queda atrapado en él, no es posible una captura propietaria del deseo, el deseo es enemigo de las cristalizaciones y ellas son su trampa, el deseo conecta y agencia. En el acto de interpretar se someten el deseo y el agenciamiento al sobrecodificarlos, organizándolos bajo el peso de las cadenas significantes y a los enunciados bajo las instancias subjetivas, identificándolos, otorgándoles la «marca», «cifra», adaptándolos a las exigencias de un orden establecido. No estoy planteando que interpretar no sirva para nada, sino que un acto de significación adquiere su mayor potencia cuando se ejerce en un acto de acompañamiento, dejándonos llevar por ciertos movimientos conectivos. Implica no confundirla con la certeza ni con una instancia última que nos remite a un centro significante. Cuando la interpretación, tomada por lo cierto, adviene acierto, el criterio LOGICO-CLASIFiCATORIO se instala, reconociendo igual a si mismos, cada feliz acierto. Cuando así se produce, se impide el desarrollo incierto de una dirección posible. Una forma bien distinta es la que nos presenta Kevin Costner en su película «DANZA CON LOBOS». La captura simbólica es posterior al 77

acontecimiento, una ética del deseo rige sus decisiones y acciones, hay un respeto evidente: — ’ ¿hasta cuando va a estar de luto Parada con Puño? —…¿pasa algo? —… Volvió a encontrar amor… Cuando los veas juntos te vas a dar cuenta ’ Es el Padre quien quita el luto y para hacerlo, lo que trata de determinar es que composición ha adquirido este nuevo cuerpo, que afectos le son propios y que efectos produce en otros cuerpos y con el de la tribu: — “…¿qué dice la Gente? —… .Les gusta la pareja que hacen. — ¿Nadie está enojado?… . Supongo que soy yo el que tiene que decir algo ' '.

Acto V Sin embargo, esta estrategia de normalización no es prerrogativa exclusiva de los técnicos. En ocasión de desarrollar un programa de «prevención en salud», desde un barrio se reclama nuestra presencia. La organización vecinal local se enfrentaba a un problema que los «desbordaba»: los jóvenes se habían «atrincherado» en una calle, conquistando un territorio por el cual ‘‘nadie pasaba”; en él ellos desplegaban sus juegos y consumían alcohol, en ningún momento abandonaban la calle… La comisión había tentado distintas medidas con el fin de «desalojarlos», los vecinos, esporádicamente, también, incluso algunos encuentros fueron a golpes de puño. La comisión se entera que el equipo técnico que menciono desarrollaba un trabajo sobre el tema que especificaba más arriba dirigido especialmente a jóvenes y adolescentes. En el momento de nuestra reunión con los vecinos ignorábamos su problemática. Cuando nos reciben no había llegado la totalidad de los integrantes de la comisión. A cada uno que llegaba, los presentes, refiriéndose a nosotros y a 78

modo de presentación, exclamaban: «¿Vienen por los jóvenes! ¡Vienen por los jóvenes!»… A poco de relatar cual era «su problema» y por qué habían solicitado nuestra presencia, nos comunicaban: ‘ ‘Los llamamos porque ya estamos desbordados, algunos vecinos han pensado y propuesto llamar a los coraceros. (sic) El lugar que se nos asignaba como técnicos y a nuestras técnicas normalizadoras era claro. Insertar el dispositivo que habíamos ideado, sin dudas, era una forma tan violenta de intervención como la que podrían haber ejercido los coraceros, pero con algunos agravantes que intenté desplegar en todo este tiempo, con un relativo éxito, espero. Sin embargo, hasta hoy me pregunto qué imposibilitó, efectivamente, nuestra intervención. Uno de los factores fue, sin duda, nuestra renuencia a poner el cuerpo en tan desesperante situación A pesar detener claro esto último, no pudimos abordar la situación, son muchas las variables en juego por lo que voy a explicitar sólo una, que me parece la más pertinente. Se nos estaba interpelando en nuestra identidad disciplinaria y ello nos hacía trastabillar. Fallaban los soportes institucionales imprescindibles para sostenemos en nuestro trabajo y así sostener una acción que nos preservara de ejercer la violencia que se esperaba de nuestra parte. Felizmente, diría hoy, es a partir de este acontecimiento, que nos afectó directamente, que el equipo que menciono generó otras estrategias de mtervención, que operan en los intersticios, escapando a una clara identificación disciplinaria.

Epilogo La mención de acontecimientos dispares, así como el intentar seguir el recorrido de algunos cuerpos, mostrar sus afectos y afectaciones, no es con el objetivo de ensayar alguna necesaria ‘‘nueva explicación’ ’adaptada a los ‘‘nuevos tiempos’’ que corren. Al fin y al cabo por ese sendero sólo conseguiríamos una «nueva» adecuación, neo-interpretación ordenadora de las cuales ya nos tienen suficientemente acostumbrados los sacerdotes disciplinarios, como los protectores del Santuario del ‘ ‘Libre Mercado”, con sus siempre prestas 79

consignas de orden, eficacia y productividad. Busqué que se dificultase atrapamos tras un objetivo. Como finalidad, lo que he querido acompañar y encontré necesario desplegar, no es el objetivo sino las lentillas que lo componen. El plan consiste en trazarlo en el mismo acto en que se recorren las líneas complejas que se anudan en preguntas que espero haber construido o recreado: ¿Cómo se componen los cuerpos? ¿Qué los diagrama? ¿Cuáles son las condiciones en que tal o cual formación ha sido producida? ¿Cómo se construye nuestra mirada? ¿Qué vemos y qué miramos? ¿Cómo se produce el sujeto? El plan que he trazado, he deseado orientarlo en una dirección contraria a cualquier explicación. El deseo, en su movimiento, puede orientarse en n-1 direcciones; jamás en el de la noria, en su constante partida y regreso al mismo punto, imperturbable en su ritmo, siempre igual a sí mismo en su recorrido circular. Evitar el lugar común de una «segura» realidad unificada y unificante, reedición redundante de un pensamiento totalizador De ahí que no insista en la producción de un pensamiento crítico-alternativo, sino que aquello en que se insiste, e intenté desplegar, es cierta necesidad —que atisbo a vislumbrar— de trabajar sobre las fronteras y en las fronteras. En suma, un débil intento por sostener una necesaria crítica del pensamiento.

80

Mi perro dinamita Yo no sé si a tu perro le gusta ladrar a lo bobo Mi perro ¡No! No quiere ¡No! con el hocico afiebrado ¡No! recuperando palitos, corriendo a lo bobo ¿por qué, si es su Rock'N Roll? No más culo mojado ¡No! quizá algún fueguito… aquí y allá algún fueguito ensaya mi perro ¡Porque éste es su Rock'N Roll! Mi perro Dinamita está fiero como un Tártaro y gruñe ¡No! rechaza ¡No! no mueve el rabo con docilidad ni dá la patita, ni hace el muertito y aúlla este Rock'N Roll! Y dice ¡No! y me desobedece ¡No! y es lo mejor que hace aquí y allá el muy zorrito la va de rififí ¡Porque éste es su Rock'N Roll!

Beilinson/Bucciarelli/Solari Tema de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricotta, incluido en el CD 'La mosca en la sopa', Bs.As., 'Del Cielito Records'.

81

La grupalidad cristalizada[49] El pensamiento burocrático y la formación masificada La masificación es un problema para muchas de las instituciones de formación de nuestro país y es notoria en el ámbito universitario. La tendencia al crecimiento de la matrícula se esgrime como una de las problemáticas fundamentales y la misma consume grandes energías en la prosecusión de modificar, o por lo menos «sostener», la actual situación. Muchas veces se han realizado análisis que tienden a centrar el foco en el «crecimiento desmedido» en función de una demanda que no estaría acorde con los medios que se disponen y muchas otras se señala, no sin falta de razón, el desprecio de las políticas de estado a la hora de asignar recursos presupuestales. Para nosotros, sin embargo, no es sólo un problema de números, sean éstos correspondientes a estudiantes por hora docente, por metro cuadrado o por silla disponible a la hora de posicionarse en un salón de clases. Por lo demás, los estudiantes se hacinan en el primer tramo del año, para, en los siguientes, decrecer en función de una deserción masiva, en un grado inversamente proporcional a lo que fue el ingreso. Indice de la acción expulsiva que el sistema induce. En este trabajo trataremos de explicitar el modo en que ciertos mecanismos psico-sociológicos, por llamarlos de algún modo, operan en relación a la masificación. Pienso que el mismo se manifiesta en diversas dimensiones problemáticas que comprometen la formación, a saber: 1) En una dimensión docente y del proceso de aprendizaje. 2) En una dimensión formativa-profesional. 3) En relación a la producción de valores e ideologías.

El control de las poblaciones Diversas instituciones, en un intento por adaptarse instrumentalmente a los desafíos que la «organización de un servicio de masas» imponen, modifican las 82

tecnologías en juego. El estudiante pasa a ser número de una profusa población, estrictamente subdividida. La «masa» estudiantil sufre por ser masificada, primero por las divisiones administrativas impuestas, después por las modalidades en que es administrado su pasaje por algunas Facultades de la Universidad.[50] Pero estas tecnologías no son infalibles ni mucho menos. La masificación conlleva otro problema de una efectividad insospechada: el anonimato. Tanto la masificación como su compañero el anonimato podrían ser considerados como dos de las principales causas del debilitamiento endémico que padece nuestra institución universitaria. Este particular punto de vista acompaña, por lo general, al que describíamos más arriba, asociado a un desequilibrio entre medios y fines. Pero tal forma de ver las cosas nos llevaría a confundir las causas y los efectos. Entre doctos tal error no es imposible, pero, sin duda, es necesario interrogar la voluntad que se esconde detrás del mismo. Masificación y anonimato, ambos son efectos de un mismo monstruo, que, como principal cometido, se impone controlar el trayecto de los alumnos[51] y la identificación de su posición en la «carrera». La masificación secreta el anonimato y sobre la base de éste es imposible configurar un vínculo de enseñanza-aprendizaje.

Psicología de la Masificación La masificación implica una mirada con sus gestos solidarios y fundamentalmente, una estrategia de conformación de la misma. Una mirada de esta naturaleza y sus efectos no puede ser reducida a un fenómeno simple, su complejidad es manifiesta, por ello describiremos y analizaremos algunas de sus dimensiones. El tipo de mirada que se instituye, es la misma que le permitía a Le Corbusier imaginar sus espacios estrictamente «funcionales» tomando como referencia a su «modulor». El procedimiento que este controvertido arquitecto utilizaba era 83

sencillo y aleccionador. El tomaba las medidas de un número considerable de lugareños antes de realizar los bocetos de los edificios que construía. Una vez realizadas estas acciones procedía, mediante cálculos precisos, a establecer cuál sería el tipo medio y sus dimensiones. A este «homo-abstractus» Le Corbusier le llamaba el modulor y sus edificios eran construidos en concordancia con sus medidas. La lógica que se despliega solo considera al emisor, de tal forma que el receptor quedará reducido a la representación abstracta que de él se haga el emisor.[52] Lo que quiero señalar es «simple»: un Arquitecto se posiciona «fuera» del juego para, desde allí, producir un tipo de mirada que calibra la distancia que se produce «entre» él y el cuerpo de la masa que se construye en correspondencia. Las transferencias que se producen entran en relación a «necesidades» de carácter muy primario y en referencia directa a transferencias personológicas Estas se hallan en la base de lo que en política se conoce, en otra dimensión problemática, como amiguismo y clientelismo político. Toda una dimensión política de la masificación que se efectúa en la construcción de las distancias que regularán los encuentros. En esta dimensión, sin embargo, no siempre se conduce a este tipo de regulación, se hace manifiesto en el momento que se ha abandonado la perspectiva de integrar para asegurar la perduración. Esto es así —según Elias Canetti— cuando la masa es del tipo cerrada. Lo que la caracteriza es que se establece y crea su lugar, limitándose. La vigilancia de los accesos a su propio espacio es notoria, a él no se puede ingresar de cualquier manera. Se protege de influencias externas que podrían serle peligrosas, pero lo más importante es que cuenta, especialmente, con un mecanismo que le permite perdurar: la repetición. Ante la perspectiva de volver a reunirse, la masa supera, una y otra vez, su disolución. La preocupación por asegurar la reunión de «todos» a la misma hora y en el mismo salón, por momentos aparece homologado a la reunión regular de los feligreses en la iglesia. Como allí lo que realmente importa es el estar juntos, el sermón del cura o del profesor no tiene más que un sentido secundario. Pero la masa no está dada, ¿qué es lo que la genera? No es otra cosa que una inversión y lo que se invierte es nada menos que el miedo a ser tocado, ya por un desconocido, ya por lo desconocido, en forma genérica[53]. Dice Canetti : «Sólo inmerso en la masa puede el hombre redimirse de este temor al contacto. Única situación en la que este temor se convierte en su contrario. En este caso ideal todos son iguales entre sí». 84

Por medio de la creación de distancias que regulen los encuentros se busca exorcizar el temor al contacto y ello se intensifica en el tipo de masa cerrada. Como organización, su principal cometido es perdurar y el valor fundamental: su estabilidad. Todo el edificio se sostiene en una ilusión, la espera del momento, del breve acontecimiento que se produce en el interior: la descarga. Se trata del instante en el que todos los que pertenecen a ella quedan despojados de sus diferencias y se sienten como iguales.[54] Ahora vemos que la inversión del temor no es suficiente para que la masa se forme. Es necesario que se sienta que la diferencia es una carga. Este sentimiento ya es diagramado, es un efecto; se genera en un olvido que impide pensar que la carga es este complejo entramado de distancias que se construyen desde un plano trascendente. Hay ciertas diferencias que son soportes de las distancias y ellas son las que se imponen desde fuera: las de rango, posición y propiedad. Los hombres, en su calidad de individuos, a veces son concientes de que tales diferencias los mantienen claramente separados. De que se los ancla en un lugar seguro y éste se sitia para alejarse de todo lo que se acerca a través de claros gestos, como son, los judiciales. Todo sirve para crear, consolidar y aumentar distancias. La expresión más clara se vé en la creación y consolidación de la jerarquía, condición indispensable para desarrollar una burocracia y principal instrumento de la función de Estado Es por su intermedio que se produce una estatización de la vida pública y privada. Sin embargo, es notorio que el estar por encima de otros en la jerarquía no compensa la pérdida de libertad de movimiento. En su distancia, el hombre se hace más rígido y su carga más pesada y al hacerse sedentario pierde su potencia ya que su posibilidad de generar un pensar está en estrecha relación con su libertad de movimiento. Lo que no deja de llamar la atención es como, junto con estas diferencias de orden trascendente, quedan confundidas las de orden inmanente, aquellas que hacen a lo procesos de discriminación que permiten desplegar las potencialidades y que en el encuentro producen lo nuevo. Algo que, por otra parte, señalara hace ya mucho tiempo Baruch Spinoza al reflexionar en tomo a una pregunta de notable actualidad: «¿Cómo es posible que los hombres luchen por su servidumbre como si se tratase de su libertad?»

85

Sin duda es un proceso que cristaliza el que genera tal situación. Basta pensar en la regularidad que se establece en el acto de ir a la iglesia, la repetición de ritos precisos que sitúan la meta en un más allá, lo que asegura a la masa su duración, propiciando una vivencia domesticada de sí misma.[55] La regularidad se asegura al establecer, estrictamente, los tiempos de funcionamiento. El funcionamiento comienza a convertirse en la principal ocupación, en tanto sucedánea de necesidades de índole más dura y violenta. Es obvio que no se desea una masa, ésta, en el fondo, es peligrosa, pues en su descarga puede destruir todo el sistema de jerarquías construido. Lo que en realidad se desea es un rebaño…[56] Es preciso marcar que, en lo más denso de la masa, no todo se dá de una manera tan natural y de forma espontánea; en su centro, donde la densidad es mayor, encontramos lo que se ha dado en llamar cristales de masa. Estos son los que aparecen en la conducción rodeando al líder. En su versión moderna encama en los equipos.[57] La posición ocupada en «la altura» promueve las identificaciones del tipo que Freud describiera en su estudio sobre psicología de las masas. Identificaciones que generan la producción y transmisión de ciertos valores mediante mecanismos si bien opacos no por ello ocultos. Quien sepa observar lo obvio, reconoce, claramente, el tipo de formación que produce los vínculos que se observan en ámbitos bien disímiles y que van desde la familia a la iglesia, con sus indeseables efectos de masifícación y por tanto, de indiscriminación. Ahora, si bien es cierto lo que hasta aquí describimos, no menos cierto es que los denodados intentos por perdurar tienen algo de impotencia. El único camino hasta ahora conocido y empleado hasta el cansancio por los poderosos, es el recurso de la doble masa, generando toda una dimensión política del conflicto, pues, confrontándose con su espejo, es como tiene más posibilidades de sobrevivir. Se trata de lo mismo, establecer una política de división del espacio, de medición de las distancias, de pre-establecer los trayectos. Una mirada de esta naturaleza se constituye en un modo de producción de subjetividad preciso, que recuerda más a la formación de opinión, al entretenimiento mediático, que al gesto respetuoso que se despliega en un proceso de enseñanza-aprendizaje, que, por otra parte, sería lo apropiado en los ámbitos académicos.

86

La Formación Masificada Como veíamos, cuando esta mirada se generaliza, la institución se espacializa; como efecto se produce una tendencia a borrar la diferencia, privilegiando estrategias que, como norte, persiguen la homogeinización del campo. La institución, en estas condiciones, produce la indiscriminación, condimento imprescindible del anonimato. Las acciones tendientes a lograr la discriminación, en términos «generales», aparece sancionada; el mecanismo sigue siendo la segregación. Basta que aparezca la desviación para que se desencadenen aquellos mecanismos que dividen las aguas entre víctimas y victimarios, sólo que aquel ancestral chivo expiatorio, en este caso, es la producción de conocimientos. Es obvio que, sin la posibilidad de sostener procesos de discriminación no hay individuación posible y por lo mismo, lo que queda aplastado es el propio pensamiento. Lo que sí, no sólo es posible, sino inevitable en este tipo de institución, es el refinamiento de los sistemas de control. Estos se despliegan bajo la forma de la evaluación en tanto obstáculo a superar, pero la acción de evaluar no se integra en un acto inmanente al proceso de aprendizaje, sino que proviene de una extraterritorialidad trascendente cuyo principal efecto es el de demarcar un límite que secreta un espacio estrictamente cuadriculado donde se reiniciará un trayecto posible, algo así como recomenzar de cero. El único efecto visible es el pasaje del examinado a un nivel superior o recomenzar en la casilla anterior. Los «resultados» son los que interesan al orden burocrático y ellos son los únicos que tomará en cuenta. Algo totalmente esperable en tanto lo que prevalece es una política de regulación de los trayectos. Sin duda, nuevamente estamos ante un error generalizado y es el de confundir el movimiento con los trayectos. El trayecto es pensable en función de un plano en donde el pensamiento y las acciones serán graficadas; el deslizamiento más común es el efecto de espacialización del pensamiento, excluyendo, de este modo, su propio devenir. Pensado en términos de trayecto, el movimiento queda asociado a formas o ideas cuya condición es la de ser eternas e inmóviles. Estas son homologadas a poses en el espacio, es decir, que el movimiento así entendido no será otra cosa que el trayecto entre dos posiciones en el espacio. Se actúa como si se partiera de un sujeto de conocimiento ya constituido colocado, a los efectos de llegar a una posición predeterminada, en un territorio sólidamente delimitado. Desde esta perspectiva no hay formación posible, ya que ésta no es pensable en su movimiento si no va asociada a la producción de formas y al deseo de aprender que dispone a un formando.

87

Lo que queda excluido, como decíamos, es el proceso de formación, en provecho de una regulación de los trayectos ya que el movimiento que el formando efectúa en el proceso de aprendizaje —desde esta última perspectiva — no puede ser reconstruido, salvo que esa reconstrucción se realice uniendo las posiciones ocupadas en el espacio o los instantes a la idea abstracta de una sucesión en un tiempo mecánico, homogéneo, universal, calcado del espacio. Por otra parte, nada más alejado de una noción de historia. La noción de historia es imprescindible a los efectos de producir un pensamiento que dé cuenta de los procesos formativos. Es cardinal tener en cuenta que el espacio recorrido es pasado. Su carácter es el de ser homogéneo, su cualidad es la de ser divisible al infinito Esta condición es la que al pensamiento burocrático le interesa en particular ya que sus acciones se rigen desde una voluntad de intervención y su norte es siempre el de efectuar la división; su principal modalidad se sostiene en la pasión clasificatoria. Esto no niega que el movimiento se efectúa entre dos instantes o posiciones: en el intervalo. Pero la acción burocrática lleva esta afirmación hasta su límite para invadir la vida institucional a partir de su instrumento predilecto: la administración de las distancias, estableciendo una sutil jerarquía que se entreteje en las redes del social-institucional. Las discusiones en la institución y las posturas de sus diversos agentes quedan referidas a problemáticas de funcionamiento, perdiendo muy a menudo toda otra referencia.

Los procesos de discriminación: la producción de los soportes y la producción deseante Cuando pensamos en términos de movimiento, no podemos dejar de lado las condiciones concretas del movimiento y mucho menos, excluir a quien lo produce en su deseo. Para ser precisos, el proceso de enseñanza-aprendizaje tiene, por lo menos, dos actores con tareas distintas y bien discriminadas. El proceso es un proceso de apropiación donde el formando se posiciona 88

como tal en tanto produce sus preguntas, aquellas que, lo sepa o no, lo guían en su derrotero. El docente se constituye como tal al producir los soportes, conocimientos e instrumentos que permiten al formando discriminarse, en la medida en que produce sus interrogantes y las formula en la inmanencia del proceso de aprendizaje. Estas permiten desplegar ciertas finalidades ya que, como señala Deleuze, la vida no opera sin direcciones, pero dichas direcciones no preexisten, sino que son creadas a la par del acto que las recorre.[58] Por eso, el acto docente difiere de las acciones de cada estudiante en tanto es imprescindible contemplar la diferencia que se expresa en cada uno y en diversas líneas de actualización. Es decir, cada línea de actualización se corresponde a un nivel virtual. Al docente le corresponde sostener al formando y para ello debe inventar, cada vez, la figura de esta correspondencia. Ello se traduce en el acto de creación de los medios para el desarrollo de lo que estaba envuelto, para la distinción de lo que estaba confuso. Pero, ¿qué es lo que se sostiene del formando? No puede ser otra cosa que su deseo de aprender. El accionar burocrático deja fuera de juego el deseo de trabajar con lo desconocido y la producción de los conocimientos que permiten incorporarlo. Estos últimos, sólo tienen sentido para el orden burocrático en la línea de producción de poder[59], es decir, cuando se constituyen en saber. Para que ello sea posible es necesario que la pasión por generar más y nuevos conocimientos sea abandonada en favor de la repetición. Desde la perspectiva denunciada y en un plano general, el problema mayor de un servicio sumergido y masificado pareciera ser el de regular el trayecto que debe ser recorrido por sus «operarios» y «usuarios». Este centro trascendente que se constituye en regulador de los trayectos, no tendrá como objeto a la masa estudiantil en forma exclusiva, también caerá sobre los equipos docentes regulando su accionar directa o indirectamente. Por ejemplo, al asignar recursos privilegiando una política que pone en el centro el problema del funcionamiento en desmedro de una política de investigación, extensión y docencia. El orden por el cual opté disponer los elementos de la famosa tríada, no es azaroso. En esta línea no podemos dejar de señalar, por una parte, la superexplotación a la que, habitualmente, es sometido el cuerpo docente, expresado, literalmente, en sus remuneraciones y por otra, lo miserable de las condiciones materiales en las cuales la docencia se lleva adelante.[60] «Si funciona está bien y si está bien es porque funciona».[61] Esta pareciera ser la máxima que orienta las acciones y decisiones, generando, por tanto, una guerra de posiciones. Su principal característica es la 89

de ser generalizada, de tal forma que asistimos a su cristalización a partir de un estado de metaestabilidad. Aquí, sin duda, el «analizador dinero», si fuera posible propiciar su seguimiento, produciría un mapeo que brindaría pautas precisas acerca de una política de hecho, legitimada en «lógicas prácticas» que no se enuncian pero producen efectos desvastadores en los ámbitos académicos. ¿Cuáles son los productores de las lógicas prácticas? Desde nuestra posición la calibramos como una pregunta necesaria pero insuficiente. Sería mejor observar qué fuerzas se apropian de dichas prácticas. Un indicador significativo se muestra en la insistencia, en la «lentitud e inoperancia» de los ámbitos del cogobiemo donde, tradicionalmente, se procesan las políticas académicas. A las dificultades concretas se le agrega un sistemático señalamiento que recupera la lógica del funcionamiento pero invertida: «si no funciona será que no sirve y si no sirve no debe funcionar». Este discurso gerencial tiende a generalizarse y en favor, tan luego, de los órganos del «co-gobiemo» en donde se administran y ejecutan aquellas políticas que, a falta de funcionamiento de los órganos pertinentes,[62] se producen en un «afuera» no muy determinado o en un «adentro» impensado, para terminar legitimando el accionar de estos productores-burocráticos en desmedro del ejercicio democrático del demos universitario. Es obvio que en la Universidad no sólo se adquieren teorías y técnicas, también se modulan formas de pensar, sentir y estar en el mundo. La Universidad es una de las instituciones productoras de valores por excelencia Sería necesario preguntarse ¿cómo es que se producen estos valores? ¿en qué precisos lugares? ¿en cuáles privilegiados momentos? Un particular punto de vista podría colocar la producción de conocimientos, su sistematización y transmisión como la vía de producción y transmisión de valores privilegiada en el ámbito universitario. Por otra parte, no cabría esperar otra cosa. Sin embargo, este factor no es el más importante ni en mucho, por lo menos, en la actual situación. Otro camino posible es el de privilegiar un punto de vista que focalice en los procesos de producción de ciertos automatismos. Estos se producen en relación a los modos de funcionamiento más que a los «contenidos» que se trasmiten y se producen. Sin embargo, unos y otros entran en concordancia. Como resultado de este proceso se efectúa la formación de profesionales 90

imbuidos de esta mentalidad que podemos llamar técnica. Se generan estrategias de transmisión que operan por difusión en los más diversos dominios. Las acciones técnicas de los agentes profesionales producen un centro que oficia de vértice para la contrucción de un territorio; una vez establecido se consolida la cristalización y estratificación del social-histórico. Las redes sociales se estereotipan y rigidizan en virtud del estriamiento del campo como efecto de la intervención técnica.

Vida cotidiana: la Producción de los Automatismos Es necesario, para lo que nos proponemos, precisar y elucidar qué es lo que se produce cuando un maestro enseña a un niño. Desde nuestra perspectiva decimos que esto no difiere demasiado con lo que sucede cuando un padre corrige a su chico o le muestra como lavarse los dientes. El profesor no se informa cuando interroga a un alumno, tampoco es informar lo que hace cuando enseña una definición de grupo o cuando comunica reglas de interpretación. Simplemente enseña, es decir, dá órdenes y éstas no son exteriores a lo que enseña. No obstante, las órdenes no derivan de significaciones ubicadas en algún mítico origen, ni son la consecuencia de esta o aquella información. La orden siempre está basada en otras órdenes. «Ensignar», consignar, he ahí el componente principal de toda educación.[63] Como plantean Deleuze y Guattari: «No hay significancia independiente de las significaciones dominantes, no hay subjetivación independiente de un orden establecido de sujección. Ambas dependen de la naturaleza y de la transmisión de consignas en un campo social determinado». [64] Ninguna orden se pierde, ni siquiera se transforma, las órdenes se acumulan, su transmisión está en relación a la producción de una figura muy especial: la Jerarquía. Esta se instituye en función de una regulación de las distancias y en referencia directa o indirecta a la fuente de producción de órdenes. "La fuerza con que el niño recibe órdenes, la tenacidad y fidelidad con que 91

las guarda, no es un mérito individual. Inteligencia o talento especial nada tienen que ver con ello. Todo niño, incluso el más corriente, no pierde ni perdona ninguna de las órdenes con que fue maltratado. " [65] Sería interesante seguir a Canetti en su planteo sobre la producción de aguijones-órdenes, así como la procedencia de la orden en un sustrato biológico. Impulso que le da su fuerza en tanto cada orden no deja de ser una sentencia de muerte y ello a pesar de su domesticación, allí justamente reside su eficacia: «… lo que nosotros en la vida cotidiana llamamos orden se desarrolla entre hombres. Un amo manda a su esclavo, una madre manda a su niño. La orden, como la conocemos, ha evolucionado alejándose de su origen biológico, de la orden de huida. Se domesticó. Se la emplea para relaciones sociales en general, pero también para las más íntimas de la convivencia humana; en el Estado no cumple un papel menor que en la Familia.» [66]" Ahora, una orden a alguien aislado difiere de una orden dada a «muchos», esta última se inscribe en una estrategia de producción de una masa. La consigna del orador impone una dirección a los individuos reunidos en una plaza pública, tiene, precisamente, esa función y puede considerarse como una orden a muchos. «El arte del orador consiste en que todo lo que persigue lo resume y expresa en consignas que ayudan a la constitución y mantenimiento de la masa». [67] Sin embargo, Canetti se equivoca cuando plantea que es «El» el que genera la masa y la mantiene viva, si es así, lo es por la personificación que realiza de la orden superior. Cuando la figura del líder y la orden superior coinciden, nos encontramos en líneas de fascistización de los procesos colectivos que, por desgracia, conocemos hacia donde conducen. Se produce, como efecto del proceso de masificación, una infantilización generalizada. Esta es producida estratégicamente, por ser condición inmanente, a los efectos de asegurar su perduración. Los procesos de discriminación llevarían a la disolución de las cargas y separaciones impuestas, así como la irrupción de la diferencia y el correspondiente rechazo a las consignas y a las órdenes-aguijones. Como vemos, el mecanismo que permite desarrollar lazos de esta naturaleza es de factura remota y se expresa en el adoctrinamiento, para ello es necesario instalar una promesa Esta entra en regímenes nutrientes: la promesa siempre es promesa de «alimento». Se efectúa un soborno que permite la domesticación de 92

la orden Acto seguido se ínstala el dispositivo de contemplación, donde la mirada cumple un papel fundamental al espacializarse y fundamentalmente lo hace al producir líneas horizontales y verticales que ofician de coordenadas. La mirada precede al gesto que indica una dirección y efectúa una territorialización. Seguidamente se establece una correspondencia que pauta la semejanza, índica al semejante, lo incorpora. Establecidos los niveles de densidad necesarios a los efectos de su corporización, se produce la emergencia de un sentido, que, al producirse como consigna, genera el efecto inmediato de desterritonalizar la multiplicidad de sentidos en favor de una homogemización de los procesos. Lo que se aplasta, entonces, son los procesos de singularización, la emergencia de lo nuevo, la producción de la diferencia. Se niega el devenir para sustituirlo por un proceso lineal, unificado, cronológico. La repetición se muestra como el modo de producción más eficaz de la enajenación, la dominación aparece encubierta en los procesos identificatorios. Pero las identificaciones son de orden personológicas, ello permite ofrecer un modelo como objeto de la identificación. A caballo de esta surge una primacía del método, en tanto primacía de la organización. Como plantea Theodor Adorno «… la disponibilidad de los conocimientos mediante el orden lógicoclasificatorio se convierte en su propio criterio; lo que no encuadra en él sólo permanece al margen, como dato que espera su lugar y que en la medida que no lo encuentra es desechado». [68] Tal vez los cristales de masa representen el lastre más pesado, el obstáculo más rígido en la tarea de formar para lo desconocido, pues en ellos lo desconocido es exorcizado mediante la creación de círculos concéntricos en tomo a un centro significante. Este organiza los signos que provienen de todas partes. Por difusión se asegura la expansión de los círculos y mediante la acción técnica se vuelve a proporcionar un centro significante y así sucesivamente. Este mecanismo asegura la expansión de este modo peculiar de aproximación y organización de la realidad más allá de los ámbitos académicos, para operar en el social al reproducir el modelo. El modelo se consolida y la vida pasa a ser, en gran medida, por acción de estos agentes, objeto de gestión y administración, cuando no de violentación. Ello nos hace colocar unas interrogantes precisas a los efectos de orientar nuestro trabajo docente: ¿Cuáles serían las tareas pertinentes en la actualidad del campo de la formación y más precisamente, en el ámbito universitario? ¿Qué sentidos se actualizan en la coordinación de un grupo de formación? 93

La Jugada Un frío intenso, viento helado corta, hiere la carne y el espíritu daga, corte, cuchillo, cubilete cubilete sin dados… hilos casi invisibles a la mirada miradas, ojo, ojo cósmico Araña —No, la araña no existesolo tela, pura tela para tus dados Uf! casi… pero, aún no está perdida la jugada si puedes ver que aún los dados ruedan…

94

Dentro, afuera o transitando[69] Un itinerario de las pertenencias Estas reflexiones dan cuenta de nuestro trabajo en el Seminario de «Historia de la Grupalidad y su actualización en el Social —Histórico». En esta profundización cada equipo tomó un aspecto acotado, que hace a la problemática específica de los grupos. Este equipo intentó un abordaje de la noción de pertenencia en relación a las diferentes concepciones de grupo. Proponemos un acercamiento a esta temática a partir de los siguientes ejes: A) ¿Cómo varía la noción de pertenencia en función de las diferentes concepciones de grupo? B) La grupalidad como movimiento que permite pensar el problema de los grupos. Metodológicamente, el criterio de trabajo adoptado consistió en una revisión de lo ya escrito en relación a las temáticas abordadas, así como también en la confrontación con nuestra formación teórico-práctica, articulándolas con nuestras historias grupales y personales, lo cual ha dado lugar a un intercambio de nuestros saberes y cotidianeidades. Haremos un recorrido por distintos enfoques en relación a los grupos. Es pertinente señalar que estos no son todos los enfoques posibles, ni aún los que consideramos más importantes, más bien entendemos que son referentes necesarios que nos servirán como instrumento para articular los dos ejes temáticos.

La nominación como necesidad de sentido El grupo ha estado en la base de muchas reflexiones, anteriores, incluso, a la constitución de la Psicología como disciplina, pese a lo cual, el campo de lo grupal, como fenómeno plurideterminado, ha sido abordado como tal más recientemente. Si bien el campo de lo grupal es inherente a lo humano, los abordajes 95

reflexivos en tomo al fenómeno son relativamente recientes. El término grupo aparece en el Renacimiento en relación al surgimiento de una nueva forma de subjetividad, de acuerdo a una realidad del devenir histórico social productivo por el cual el desarrollo del capitalismo requiere la exaltación de la individualidad. Podríamos pensar en varias líneas de significación a las que refiere la ausencia del término con anterioridad a este momento histórico, una de las cuales sería que el fenómeno de lo grupal. A nivel vivencial estaba ya interiorizado en los sujetos, de modo que no necesitaban un término que discriminara la realidad del grupo respecto a la individual. «Es necesario pensar entonces que — hasta cierto momento histórico y para los actores sociales de la época — los pequeños colectivos humanos no habrían cobrado la suficiente relevancia como para formar parte de la producción de las representaciones del mundo social en que vivían, quedando así sin nominación, sin palabra»[70]. Es preciso que se produzcan ciertas transformaciones sociales, junto a la transformación de subjetividades, para que la nominación de pequeños colectivos humanos se vuelva necesaria. En el Renacimiento se asiste a un proceso de nuclearización de la familia que reduce su antes vasta extensión hasta adquirir las características de la familia nuclear moderna; esto implica un importante cambio en la vinculación entre sus miembros : se grupaliza. Como parte del mismo proceso, la preocupación y la temática de la individualidad se instituye y consolida en tanto preocupación básica de un modo de subjetividad, subjetividad moderna, así como también se ubica como campo del saber con la emergencia de disciplinas que se abocarían a conocer al hombre. «La temática de la subjetividad adviene así al escenario filosófico científico de la época».[71] Del análisis etimológico del término destacamos la emergencia de dos vertientes que signan todas las posteriores reflexiones, así como los discursos que emanan de las mismas. Una sería la figura nudo que, sintéticamente, remite al grado de cohesión necesaria entre los miembros del grupo y nos lleva a pensar en torno a los anudamientos y desanudamientos propios de cada instancia grupal. La otra figura que está presente en la etimología es la de círculo, que remite a la idea de círculo de iguales. Estas dos figuraciones simbólicas, presentes en la propia palabra, permiten articular determinada forma de pensar la pertenencia. La figura nudo destaca la cohesión como criterio de pertenencia y de identidad grupal y la figura círculo destaca la condición de igualdad que identifica a los integrantes de un grupo, justamente por pertenecer a él en tanto elemento de identificación y remite también a las formas de intercambio entre los miembros del grupo. 96

La noción de grupalidad se elabora en una zona de frontera que trasciende lo individual y lo colectivo en tanto par antinómico y que abarca las singularidades y colectividades con anudamientos y desanudamientos específicos. En esta transición, en este espacio intermedio, ubicamos el valor de la subjetividad. La noción de grupalidad constituye una forma de superar pares dicotómicos tradicionalmente presentes en las reflexiones y en las disciplinas que abordaron al sujeto y al grupo. Los paradigmas disyuntivos, propios del pensamiento occidental, entre los cuales ubicamos como pilar el binomio individuo-sociedad (que han dado lugar a reducciones psicologistas y sociologistas) participan de una idea abstracta de individuo así como de una idea abstracta de sociedad. El concepto de subjetividad abre una brecha para trascender aquella lógica binaria.

El grupo como sistema. La metáfora del organismo vivo Una de las concepciones de grupo que aún se mantiene y de aparición bastante temprana, es la que sostiene que el grupo se estructura y funciona al modo de un sistema. Esta concepción responde al problema de la relación entre el todo y sus partes planteando que las distintas partes que conforman al todo grupal se implican funcionalmente. Cada parte determina a las otras con una función específica que se articula a la de las demás. El grupo sería un todo compuesto por la articulación funcional entre sus partes, se desenvuelve como un sistema, en gran medida, cerrado. La figuración simbólica que responde a esta concepción —muy extendida— es la que representa al grupo, metafóricamente, como un organismo vivo. Así, para su funcionamiento, es fundamental la presencia y funcionalidad de los distintos órganos o miembros, en el caso de los grupos. La ausencia de un miembro en el grupo significaría, una alteración en el funcionamiento del mismo y éste, en su totalidad, sería de algún modo responsable. En esta concepción podemos reconocer, implícitamente, una forma de ubicar la pertenencia por la cual se hace hincapié en la responsabilidad, los roles y status en juego en tanto integrantes de un grupo. El grupo interpreta y señala su responsabilidad en todos los fenómenos que emergen a partir de él.

97

El dilema individuo — sociedad Otra concepción que subyace en muchos desarrollos en tomo al grupo es la que lo ubica como mediador entre el individuo y la sociedad. El binomio individuo-sociedad ha sido una de las grandes preocupaciones a las que el hombre ha tratado de responder de distintas maneras. Su formulación, en forma de pares antinómicos, es característica de la civilización occidental y ha dado lugar al surgimiento de disciplinas que tratan de abordar esta polaridad recortando objetos de estudio. En los orígenes de la constitución de la sociología como ciencia, se puede reconocer una realidad social (post revolución francesa) que produce el surgimiento de uno de los grandes paradigmas que aún hoy signan nuestra forma de pensar: el paradigma positivista, cuyo surgimiento está estrechamente ligado al de la sociología. Augusto Compte proponía a la ciencia positiva como respuesta a la problemática histórico-social de la época. La ciencia es elevada a un lugar muy valorado por la sociedad y aparece casi como sustituto de la religión, se vuelve objeto de culto. Concomitantemente con esta situación se encuentra la disputa nominalismo versus realismo social que cobra un papel predominante en los orígenes de esta disciplina. El nominalismo social, cuyo máximo representante es Tardé, prioriza al individuo sobre la sociedad. El individuo está primero y es condición para la existencia de la sociedad, ésta responde al agrupamiento de individuos, pero como realidad secundaria a éstos. Para Tardé, la sociología, como ciencia de lo social, debe estudiar el individuo considerado como repetido o suceptible de repetirse indefinidamente. La repetición, la oposición y la adaptación de los fenómenos, son categorías esenciales que explican lo social. El fundamento de la vida social está dado por la imitación. A partir de una creación individual se producirá una repetición progresiva. Así, la constancia del hecho social está dada por el carácter imitativo que hace a nuestra condición humana. La innovación social se propaga en forma geométrica y tiende a consolidarse como costumbre. En este camino se entrecruzarán otras innovaciones dando lugar a la oposición de los fenómenos que posibilitarán el pasaje a la adaptación. Para Durkheim, en cambio, la sociedad emerge como una realidad que trasciende al agrupamiento de individuos. El grupo es más que la suma de los individuos. La sociedad tiene existencia propia, es una realidad en sí misma. Estas formas dicotómicas de abordar al sujeto y a la sociedad, siguen aún presentes, en cierto sentido, si consideramos la tendencia sociologista y psicologista que con demasiada frecuencia se presenta a nivel de distintas disciplinas. 98

Esta formulación que separa individuo y sociedad, los ubica, de alguna manera, como realidades abstractas, apriorismos conceptuales. En este marco, pensamos que el grupo aparece como mediador sin apartarse de este paradigma disyuntivo, sin resolverlo. Podríamos pensar, entonces, que la pertenencia continúa los apriorismos conceptuales señalados. De acuerdo a una lógica binaria, los individuos pertenecen a un grupo, a una institución, a la sociedad, pero como realidad separada e independiente de los mismos ; la separación adentro-afuera signa la noción, tanto vivencial como teórica, de pertenencia, punto que retomaremos más adelante.

El grupo como tránsito entre la serialidad y la totalidad. La institución como cristalización Pensar la problemática de los grupos desde la grupalidad, considerada como movimiento o, más bien, como lugar e instancia desde donde pensar lo grupal, implica un recorrido por concepciones de cariz diverso: desde el grupo órgano al grupo máquina, entre otras alusiones metafóricas a lo asible-inasible en cuestión. Un enfoque pertinente resulta el de Lapassade cuando analiza, en una línea sartreana, precisamente, el tránsito de la entidad «grupo» hacia su muerte: el afianzamiento de la burocracia. El autor cita a Sartre, cuando éste alude a la necesidad de los hombres de unirse, implicarse, o en términos de la metáfora Sartreana, no ser «serie». La «sene» sería el no ser, el no sentido, la no pertenencia. El ancestral miedo humano a no ser y no pertenecer lo conduce a unirse a otros hombres y así formar grupos; allí el ser cobraría sentido, presencia y tonalidades vanadas. Las dicotomías están presentes: el adentro es el sentido, el nosotros, el grupo; el afuera es la serie. La metáfora sartreana sobre el problema de los grupos hace hincapié en describir un seguro e inevitable proceso, iniciado en un pasaje de grupo a serie y seguido de dinámicas posteriores y concomitantes tendientes a afianzar al grupo como entidad, una especie de supergrupo, firme, continente y contenido de la existencia misma. Mas el terror a la vuelta a la nada-origen, a la serialidad, genera en los integrantes del grupo, mecanismos de producción de dispositivos tendientes a preservar al grupo: normas, códigos, pautas de conducta, estereotipos dicotómicos de lo prohibido y lo permitido, que 99

no hacen sino procurar lograr lo imposible: eternizar al grupo, congelarlo como ámbito y como proceso, no morir. El terror por la vuelta a la serialidad marca, en la metáfora aludida, el pasaje del grupo a la organización primero, para llegar, progresivamente, a existencias más cristalizadas: la institución y la burocracia, a manera de encadenamiento, que, al decir de Lapassade, va de lo simple, el grupo, a lo más complejo, la consagración de la burocracia. La génesis grupal se precipita hacia la organización, que se transforma en jerarquía y los juramentos dan origen a la institución, definida por la existencia de individuos-herramienta interdependientes, no en términos de libre reciprocidad, sino de esclavitud. Se trata de la autodomesticación del hombre por el hombre, cuyo propósito es el de crear hombres tales que se definan a sus propios ojos y entre ellos por su relación fundamental con la institución. Se trata, verdaderamente, de cosificación. Lapassade señala así que la figura terminal de la dialéctica de los grupos la constituye la burocracia, definida, según Sartre, por una triple relación: «exterocondicionamiento de la multiplicidad inferior, desconfianza y terror señalizante y serializado en el nivel de los iguales y aniquilación de los organismos en la obediencia al organismo superior.»[72] Quizás la novela «Un mundo feliz» de Aldous Huxley, sintetice, dramáticamente, una metáfora similar cuando, en un futuro atemporal, ese grupo humano bajo un domo, intenta constituirse como lo perfecto, lo eterno, el elixir de lo humano, que, a la vez, los cosifica y finalmente los destruye. El grupo humano de Huxley cree haber hecho de la cristalización el estado permanente de existencia, algo así como un estado de gracia eterna. Muchos avatares han conducido a tal nivel ilusorio de eternidad. La Tierra ha sido prácticamente destruida por sus propios habitantes humanos, mas una generación de elegidos ha logrado sobrevivir bajo un gigantesco domo que los protege del infierno. El domo pauta el límite entre el adentro y el afuera, la nada y el todo, el «no ser» y el «ser pleno»; en términos sartreanos, la serie y el grupo. Ese grupo bajo el domo cree haber superado la tensión original, propia de la serie. Han logrado objetivos comunes: ser eternamente jóvenes, estar juntos y ser como el título de la novela : «Un mundo feliz». Han creído lograr la negación de la serialidad, o sea, la fusión, la unificación. Pautan, concomitantemente, juramentos que los conducen a definir estructuras y sólidas jerarquías, que dan nacimiento a instituciones que terminan asfixiándolos e, inevitablemente, convirtiéndolos en serie. Por otra parte, la propuesta cinematográfica «Picnic at hanging rock» del australiano Peter Weir, describe, como pocos, miedos muy próximos al terror serializante. La película plantea, a lo largo de la peripecia de sus protagonistas (un grupo de adolescentes y sus profesores en la campiña australiana de 1900) continuos interrogantes que no obtienen respuesta sobre el sentido de la vida (¿la muerte?) y sus tránsitos que no hacen sino reafirmar, diálogo a diálogo e 100

imagen a imagen, un común denominador: el terror serializante, el temido regreso al no ser, a la no pertenencia. El final de la película, que no creemos oportuno revelar aquí, abre puertas a nuevas interrogantes.

Desarrollos Rioplatenses Para Pichón Riviéré, «el grupo es una unidad básica de interacción». De esta manera, lo convierte, de hecho, en la unidad central de trabajo en Psicología Social. Define al grupo «como el conjunto restringido de personas, ligadas entre sí por constantes de tiempo y espacio y articuladas por su mutua representación interna, que se propone en forma explícita o implícita, una tarea que constituye su finalidad».[73] Introduce así la noción de Grupo Operativo como herramienta de trabajo que apunta a generar un aprendizaje a partir de una praxis que se mueva en una constante interpelación a la realidad, o mejor, a lo cotidiano, que aparece «naturalizado» a través de diversos mitos que, en general, tienden a mantener las estructuras creadas, vinculares, de producción, etc. El grupo operativo sería un instrumento que posibilitaría una ‘‘adaptación activa a la realidad’ ’, la cual supone un cuestionamiento permanente y un aprendizaje constante. Pichón ha desarrollado, ampliamente, el problema de la relación enseñanza aprendizaje y los propone como un par dialéctico —no dicotómico—, es decir, serían integrantes de un mismo proceso que implica la adaptación activa. Para el funcionamiento del grupo operativo, dice Pichón ‘‘nos proponemos construir un ECRO común ya que hay una unidad de enseñar y aprender”. Nos interesa aquí señalar la noción de pertenencia implícita en los desarrollos pichonianos, pues ésta estaría estrechamente relacionada con el grado de compromiso de cada integrante con el grupo y del grupo con la tarea. En el vector de pertenencia estaría, de algún modo implícita, la noción de distancia, a la vez que este vector interactúa con los demás: afiliación, aprendizaje, tele y pertinencia. Aquí hablamos de interactuar en el sentido de fuerzas que actúan modificándose mutuamente, asociándose o repeliéndose, según el momento grupal. También desde la teoría pichoniana podemos pensar la pertenencia a partir 101

de la noción de grupo interno, que alude a la matriz vincular que constituye al sujeto, en la cual las figuras interiorizadas a partir de los procesos identificatorios siguen interactuando en el sujeto y pautando su interacción. Lo social aparece entonces desde el vamos, no hay una existencia individual distinta de la social, sino que el sujeto «es» en tanto pertenece a la sociedad, es un ser producido socialmente.

El grupo como máquina y la máquina deseante Otra de las nociones que ha operado y opera como una forma subjetiva de grupalidad, es la de equipo. Esta representación (equipo) connota, de alguna forma, una noción de grupo, una noción de funcionamiento, una noción de trabajo. De acuerdo con su conformación y con las nociones a que apela, la representación equipo técnico-disciplinario, alude, en nuestro medio, a un funcionamiento maquinario. El equipo se transforma en el ensamblaje de distintas piezas, de distintas disciplinas, de distintas profesiones, lo cual implica una idea de trabajo abstracto, ya que es el ensamblaje, el funcionamiento, lo que va a articular una determinada actividad. El objetivo es el funcionamiento, una máquina que se prepara para un tipo de trabajo universal, distintas partes que se ensamblan para funcionar de acuerdo a las pautas que ideológicamente, corresponden al fin, al servicio. Se plantea un trabajo colectivo, pero no se presenta manifiestamente, ni se explicita como objetivo. El equipo profesional, por ejemplo, queda organizado en un marco institucional y realiza una actividad predeterminada, desde una noción de trabajo abstracto y previo a su constitución. El grupo así constituido se transforma, entonces, en una máquina que funciona para determinado fin. El sujeto, el profesional, el técnico, se incluye en el equipo como una pieza de la maquinaria. El equipo se vive, se piensa, de acuerdo con los movimientos inherentes a su estructura, a la articulación o al funcionamiento de cada pieza, pero no se coloca a sí mismo como problema, así como tampoco se forma o se produce. Tanto la formación de los distintos profesionales, como la conformación del equipo, son previos al trabajo que éstos van a realizar. No plantea, entonces, nuevos problemas, sino que funciona o resuelve los problemas prefijados desde la 102

organización. En esta línea podemos encontrar la idea de lo grupal como pluralidad, como sumatoria. De alguna manera, en estos equipos multiprofesionales, interdiciplinarios, sigue primando la idea de individuo. Así, el equipo se ocupa de articular, de ensamblar, diferentes unidades —totalidades— de acuerdo con el propio funcionamiento. Cada disciplina, cada técnico, cada profesional, se sitúa como un engranaje más, inter-actuando para brindar un servicio. Al decir de Sylvia Castro: «… actividad supone únicamente acción, a la que se unió, posteriormente, la idea de utilidad y a la que se agrega hoy la de eficacia». Hay también en esta noción, una consideración ideológica que no vincula al trabajo con la producción, como generador de plusvalía. Estas concepciones, que operan en tantos equipos, mantienen dualismos que actúan, muchas veces, como obstáculos en su producción; en la medida en que se sitúan como totalidades en referencia (disciplinas constituidas) o como totalizaciones de determinada realidad u objeto. El equipo multiprofesional prevé las distintas posibilidades, contiene todas las miradas Está implícito también, en esta concepción, la idea de generar un «efecto» que actúe como transformador de una realidad exterior al funcionamiento del equipo (adentro-afuera). Esta noción de equipo con un funcionamiento maquinario, genera determinada forma de subjetividad, pauta una mirada, una forma de vivenciar el fenómeno grupal y genera también una noción de pertenencia. La pertenencia, en este caso, alude a una función, se vincula con un rol. En la medida en que el equipo es vivido como una unidad-actividad o como una pluralidad de partes articuladas para una función, está implícita una idea de equilibrio. El «buen funcionamiento requiere que cada engranaje cumpla su función, que cada técnico cumpla con su rol, que cada parte se articule con el todo en un funcionamiento “regular». Acá es, quizá, donde se hace más claro el atravesamiento institucional; tanto en cada una de las «partes» (desde su forma de funcionar y de pensarse) como en los objetivos con los cuales se trabaja. La pertenencia está, entonces, marcada por la función, por el rol que cada parte desempeña. La máquina no puede funcionar incompleta. Esta noción de pertenencia adquiere significado también en relación al status. En la medida en que, como observa S. Castro, la división social del trabajo — cada vez más especializado técnicamente— determina la creación de instituciones organizadas que marcarán fines o servicios a partir de los que se crearán los equipos profesionales[74], la actividad que este grupo va a realizar estará pautada, también, por la pertenencia a dicha organización. En este caso, la noción de pertenencia opera como un lugar (¿dirección?), desde (hacia) donde el 103

profesional o el equipo se sitúa para trabajar. Siguiendo las reflexiones de S. Castro en tomo a esta concepción de grupo que funciona como máquina, se entiende que el sujeto que participa en éste se convierte en una pieza fundamental de la maquinaria, lo que puede ser estudiado como dispositivo, en tanto mecanismo que permite obtener un resultado. Continuando con las líneas de análisis de Foucault, la noción de dispositivo se define correlativamente a una concepción de poder, entendido como el nombre que se presta a una situación estratégica compleja, en una situación dada. La autora comienza a delinear otra noción de equipo. Partiendo de Foucault, entiende que el dispositivo de grupalidad sería el «creador» del grupo o equipo, generando el «deseo del grupo». Entonces el equipo sería, también, una “ máquina deseante”. Es así que, a través de la demanda social, se forma el grupo máquina en función de una tarea concreta, tarea que es generadora de sentidos. Reflexionar acerca de la grupalidad implica ir más allá del momento constitutivo del grupo, ir a la subjetividad que los dimensiona. En la medida en que la máquina escapa de la direccionalidad en que ha sido colocada y se orienta en la dirección de su propio deseo, comienza a producirse a sí misma, transformando cada una de sus piezas en su propia producción, desdibujando los límites, haciéndose no predecible, no controlable. Para articular esta noción de equipo tenemos que apelar a otras concepciones. Partimos de la noción de frontera. Nos situamos, justamente, entre las sólidas fronteras disciplinarias. Este equipo funcionará, entonces, como generador de problemas, produciéndose y produciendo problemáticas que no pertenecen, específicamente, a ninguna disciplina. Cada profesional se maneja con una pertenencia a una disciplina, pero se sitúa en un lugar que no pertenece a nadie. En el equipo comienzan a desdibujarse los roles, a resignificarse los patrones disciplinarios. Esta forma de trabajo implica, también, una noción de singularidad, es decir, aquello que es único entre las distintas combinatorias. Alude a una concepción de grupalidad como multiplicidad, como disparadora y productora de múltiples sentidos. Otra línea que se nos plantea como interrogante, que «entrecruza» el tema abordado, es la relación entre teoría y práctica. Discusión que no intentamos tomar como dicotómica, en tanto la noción de equipo, a nuestro modo de ver, requiere una concepción que supere estas dicotomías, siendo uno de sus ejes potenciar la idea de investigación-acción. Siguiendo las reflexiones de Gilles Deleuze sobre la relación teoría-práctica «… ¿quién habla y quién actúa? es siempre una multiplicidad, incluso en la persona, quien habla y quien actúa. Somos todos grupúsculos. No existe ya la representación, no hay más que la acción, acción de teoría, acción de práctica en 104

relaciones de conexiones o de redes». A partir de estas nociones podemos pensar el momento grupal como un ámbito empírico de pensamiento y de trabajo. Interrogarnos también acerca de la producción de nuevas formas de subjetividad. Subjetividad como verbo, que implica, siempre, movimiento, que tiene que ver con el ejercicio de sí mismo, en cualquiera de las prácticas: una subjetividad entramada. Foucault plantea: ‘ Es en ésto en lo que la teoría no expresa, no traduce, no aplica una práctica, es una práctica. Pero local y regional (…) no totalizadora’ ’. La subjetividad está marcada en el pliegue. Somos un compuesto de realidades sociales. En la medida que pensamos el grupo como multiplicidad, donde se desdibujan los limites entre el adentro y afuera, donde hay una organización a partir de la diferencia, donde no se propicia la semejanza, tenemos que apelar a otra noción de pertenencia. La pertenencia no tendría sentido ya en relación a un recorte de pares binarios (individuo-grupo, adentro-afuera, etc.) sino en una aproximación a la dimensión de lo transicional.

Multiplicidad, camino hacia la diversidad No daremos definiciones sobre lo que se entiende por grupalidad, pues la definición tiende a poner un limite al discurso y de lo que se trata, justamente, en el abordaje desde la grupalidad, es de posibilitar una mirada que atienda a las constelaciones que se dibujan en el grupo, desde una perspectiva que posibilite pensarlo como multiplicidad. Pensar en términos de multiplicidad implica traspasar la barrera del dualismo («lo uno» como unidad in—divisible y «lo múltiple») para situarse allí donde el deseo atraviesa el límite de la piel como sustrato biológico de una división que quiere ser ontológica. División que se desgasta en este intento de naturalizarse, de disfrazarse de verdad o de certeza ahistórica y que prefigura disciplinas parcializadas, con objetos observados desde sujetos atemporales y pretendidamente objetivos. Paradoja dicotómica que, al tiempo que alude individualidades, promueve «la igualdad rasa», la singularidad de los iguales. 105

Es necesaria, entonces, esta búsqueda de líneas que permitan encontrar aquello que es producido más allá de un grupo o una institución, que se mueve en función de producción de subjetividades que están atravesadas por infinidad de circunstancias, historias de vida, fuerzas que se combinan en la dimensión de la subjetividad. Para pensar la grupalidad, podemos remitimos, incluso, a autores como Deleuze y Guattari, que, de alguna manera, creemos abren una brecha en este camino al plantear que el deseo no se produce internamente en cada individuo como resonancia de una estructuración edípica relegada a los límites de una triada familiar, sino que se constituye como eco de la producción de deseo que encama determinada forma de relación productiva. No podemos pensar al deseo solamente como aquello que se encierra en un inconciente individual, sino que éste atraviesa las relaciones que se instauran en el social histórico como modos de intercambio económico. Siguiendo a estos autores, no existe una escisión entre economía libidinal desde el punto de vista psicoanalítico y economía política; el deseo es uno y atraviesa cualquier producción, incluso esa producción que es la subjetividad. Cabe preguntamos: ¿en qué medida las hegemonías dicotómicas signan la grupalidad? El interrogante nos remite, necesariamente, a las reflexiones de De Brasi sobre la producción de subjetividades, microhistorias, vidas cotidianas, instituciones, comunidades y grupos, en tanto modos de apropiación — transformación que oscilan, caprichosamente, a un tipo de captura subjetiva u objetiva. ¿Filtran la concepción cristalizada dominante sobre «la objetividad», como categoría representativa de «la verdad», los procesos atinentes a la grupalidad? ¿Se convierte el grupo ante nuestros ojos en un ob-jecto que cae a los sentidos? La «frontera paradójica» entre las categorías subjetivo-objetivo, no delimitan nada. En todos los casos, los objetos imponen su presencia a sujetos que se aferran a ellos, trabajan sobre sus caracteres y los hacen objetos de sus posiciones, creencias, mitos, e ilusiones configurativas. El sujeto mira y significa lo observado «en cada parpadeo». La categoría objeto-objetividad se convierte en un determinante hegemónico de la verdad, produciéndose una ligazón con la representabilidad ‘‘como único criterio de razón y de verdad”. Sujeto y grupo pueden ser pensados, también, dicotómicamente, o sea, como estructuras contrapuestas. Evidentemente, la complejidad de lo grupal atraviesa y supera esta dicotomía. Más bien se parece a un mecanismo segregatorio puesto en marcha con la consiguiente «desesperación», al decir de De Brasi, ‘‘por tender puentes que unan a los amantes separados en la ironía de conocerse mejor”. De alguna manera, la grupalidad se aproxima más a la dimensión de lo transicional, en el sentido con que Winnicott alude a algunas zonas intermedias 106

de experiencia. Se trata de un campo profuso cuya definición y teorización ha conducido a enfoques varios, que, consecuentemente, han interpretado de modo diferente la temática atinente a los discursos sobre la coordinación y la pertenencia. Así, bajo la égida de la bipolaridad dualista individuo-sociedad, se abrieron camino nociones de grupo caracterizadas por el centramiento. Se trata de un ensamblaje grupocéntrico que pauta al grupo como principal mediador entre individuos e institución, masa y comunidad. Sin embargo, otros abordajes han procurado realizar un descentramiento de lo grupal moviéndose, básicamente, en el terreno de la energética de los grupos y pensándolos más como periferia, como cualidad de regiones transicionales.

Bibliografía citada y consultada —Anzieu, D. ‘La dinámica de los grupos pequeños ' ’, Bs. As, Kapeluz , 1971. — Castro, Sylvia «La grupalidad en el horizonte de los sucesos» en “Multiplicidades’’, Montevideo, Signos, 1991. — De Brasi, J. C. ‘‘Subjetividad, grupalidad e identificaciones’ ', 1990 — Deleuze, G. ‘‘Posdata sobre la sociedad de control’ 1991 — Elola, L. «La grupalidad: rumbo a regiones transicionales “en “Multiplicidades», Montevideo, Signos, 1991. — Fernandez, A. M. ‘‘El campo grupal' ’, Bs. As., Nueva Visión — Foucault, M. «Historia de la sexualidad», Madrid, Siglo XXI 1979, tomo I. — “El orden del discurso' Barcelona, Tusquets, 1981 — Microfísica del Poder ’ ’, Madrid, Siglo XXI, 1979. — Freud, S. «Psicología de las masas y análisis del yo» Bs. As., Amorrortu, 1979, tomo XVIII. — Guattarri, F. ‘'Psicoanálisis y transversalidad ' — Lans, A. «Reflexiones sobre la pérdida de sentidos en la tarea del coordinador de grupos» en «Multiplicidades», Montevideo, Signos, 1991. — Lapassade, G. «Grupos, organizaciones e instituciones», La transformación de la burocracia ' ’, Barcelona, Gedisa. — Lapolla, B. ‘‘La semejanza y la distinción” en ‘‘Multiplicidades' ’, Signos, 1991. 107

— Pichón —Riviérè, E. «El proceso grupal», Bs. As., Nueva Visión, 1971.

108

Bibliografía Adorno, T. Sobre la metacrítica de la teoría del conocimiento ", Barcelona, Planeta-Agostini, 1986. Anzieu, D. Elgrupoy el inconsciente. Madrid, Biblioteca Nueva, 1975. — La dinámica de los grupos pequeños, Bs. As., Kapelusz, 1971. Andolfi, M. Detrás de la máscara familiar, Bs. As., Amorrortu, 1985. Artaud, A. El ombligo de los limbos, Bs. As., Aquarius, 1975. — El cine, Madrid, Alianza, 1973. — El teatro y su doble, Bs. As., Sudamericana, 1964. Bateson, G. Comunicación. La matriz social de la psiquiatría, Barcelona, Paidós, 1965. Bauleo, A. La propuesta grupal. Folios, 1983. — Ideología, grupo y familia, Bs. As., Kargieman, 1970. — Contra Institución y grupos, Bs. As., Kargieman, 1974. — Clínica grupal, clínica institucional, Bs. As., Atuel. — Grupo operativo y psicología social, Mvdeo., Imago, 1981. Berenstein, 1. Familia v enfermedad mental, Barcelona, Paidós, 1984. — Psicoanálisis de la estructura familiar, Barcelona, Paidós, 1981. Bion, W. Experiencias en grupo, Barcelona, Paidós, 1972. — Aprendiendo de la experiencia, Barcelona, Paidós, 1975. — Una revisión de la dinámica de Gs., Barcelona, Paidós, 1978. — Elementos de psicoanálisis, Bs. As., Hormé, 1966. — Atención e interpretación, Barcelona, Paidós, 1974. Bleger, J. Psicohigiene y psicología institucional, Barcelona, Paidós, 1972. — Temas de Psicología (entrevista y grupos), Bs. As., Nueva Visión, 1985. Calvo, Isabel Pareja y familia: vínculo, diálogo, ideología, Bs. As., Amorrortu, 1970. Canetti, E. Masa y poder, Madrid, Alianza-Muchnik, 1977. Castel, R. La gestión de los riesgos, Barcelona, Anagrama, 1984. Castoriadis, C. La institución imaginaria de la sociedad, Barcelona, Tusquets, 1983. Castro, Sylvia Conmemoración del 2° aniversario del CIFA, Revista del CIFA, Uruguay, Año 1, N° 1, 1988. — Para construir un concepto de familia. Revista APUU, Uruguay, 1980, Tomo I, N° 4. — Psicología Social en el proyecto universitario, Mvdeo., Multiplicidades, 1994. Castro, Sylvia y otros Multiplicidades, Mvdeo., Signos, 1991. Cartwright, D. Dinámica de grupos: investigación y teoría, México, Trillas, 1980. Conde de Lautréamont Cantos de Maldoror, México, Premió, 1978. De Brasi, J. C y Pavlovsky, E. Lo grupal, Bs. As., Búsqueda, 1983 a 1991, tomos 1 109

al O De Brassi, J. C. Subjetividad, grupalidad e identificaciones, Bs. As., Búsqueda, 1990. Debray, R Vida y muerte de la imagen, Barcelona, Paidós, 1994. Deleuze, G. Empirismo y subjetividad, Barcelona, Paidós, 1977. — El Pliegue, Barcelona, Paidós, 1989. — Lógica del Sentido, Barcelona, Paidós, 1989. — La imagen-tiempo, Barcelona, Paidós, 1994. — La imagen movimiento, Paidós, 1994. — Spinoza: Filosofía práctica, Barcelona, Tusquets, 1984. — Nietzsche y la filosofía, Barcelona, Anagrama, 1986. Deleuze, G. y Guattari, F. Anti-Edipo, Barcelona, Paidós, 1985. — Mil mesetas. Valencia, Pretextos, 1988. Descartes, R. Discurso del método y meditaciones metafísicas, Madrid, Espasa Calpe, 1945. Drevillon, J. Psicología de los grupos humanos, Bs. As., Nueva Visión, 1978. Durkheim, E. Las reglas del método sociológico, Schapire. — Los hechos sociales, Mvdeo., FCU, 1986. Fernández, Ana El campo grupal, Bs. As., Nueva Visión, 1984. Feyeraben, P. La ciencia en una sociedad libre, México, Siglo XXI, 1982. Foulkes, S. Psicoterapia psicoanalitica de grupos, Barcelona, Paidós, 1964. Freud, S. Novela familiar del neurótico, Bs. As., Amorrortu, 1976. Psicología de las masas y análisis del yo, Bs. As., Amorrortu, 1979. Tótem y tabú, Bs. As , Amorrortu, 1979. Foucault, M. Vigilar y castigar, México, SXXI, 1975. — Microfísica del poder, Madrid, La piqueta, 1980. — Historia de la sexualidad, México, SXXI, 1987. — Arqueología del saber, México, SXXI, 1979. — El nacimiento de la clínica, México, SXXI, 1966. — Las tecnologías del yo, Barcelona, Paidós, 1990. — La hermenéutica del sujeto, Madrid, La Piqueta, 1994. Garbarino, H. Psicoanálisis grupal de niños y adolescentes, Mvdeo., Oficina del Libro, 1971. — Introducción a las ideas de Bion, Bs. As., Nueva Visión, 1976. — El grupo psicológico en la terapéutica, Mvdeo., Nova, 1959 Grinberg, L. Psicoterapia del grupo, Bs. As., Paidós, 1957. Guattari, F. Psicoanálisis y transversalidad, México, SXXI, 1976. — Las tres ecologías, Valencia, Pre-textos, 1990. Hoffman, L. Fundamentos de la terapia familiar, México, FCE. Jackson, D. Comunicación, familia y matrimonio, Bs. As., Amorrortu, 1989. Jung, C. Arquetipos e inconsciente colectivo, Barcelona, Paidós, 1991. 110

Kaes, R. El aparato psíquico grupal, Barcelona, Granica, 1977. — Crónica de un grupo, Barcelona, Gedisa, 1979. — La institución y las instituciones, Barcelona, Paidós, 1987. — El trabajo psicoanalítico en los grupos, México, S XXI. 1978. Kafka, F. La construcción de la muralla china y otros breves relatos, Mvdeo., Banda Oriental, 1990. Kaminsky, G. Subjetividades: una teoría crítica de la subjetividad social, Mvdeo., Nordan, 1968. Kesselman, H. y Pavlovsky, E. La multiplicación dramática, Bs. As., Ayllú, 1989. Kissen, M. Dinámica de grupos y psicoanálisis de grupo, México, Limusa, 1979. Klein, Melanie Amor, odio v reparaciones: emociones básicas del hombre, Bs. As., Horme, 1974. — Psicoanálisis del desarrollo temprano, Bs. As., Paidós, 1974. Koyré, A. Estudios de historia del pensamiento científico, México, Siglo XXI, 1977. Lans, A. y otros Dimensiones de la grupalidad, Mvdeo., Multiplicidades, 1995. Le Bon Psicología de las multitudes, Bs. As., Albatros, 1942. Lewin K. La teoría del campo en la ciencia social, Bs. As. Paidós, 1978. — La dinámica de la personalidad. Selección de artículos Madrid, 1969. — La dinámica de los grupos, Bs. As., Proteo, 1969. Luft, J. Introducción a la dinámica de grupos, Barcelona, Herder, 1982. Marx, K. Ideología alemana; critica de la novísima filosofía alemana, Mvdeo., Pueblos Unidos, 1971. — Introducción al materialismo dialéctico y al socialismo científico, Mvdeo., Pueblos Unidos, 1971. — El Capital, México, Cartago, 1983. Maisonneuve, J. La dinámica de los grupos pequeños, Bs. As., Proteo, 1969. — Psicología Social, Bs. As., Edit. Paidós, 1960. Miller, H. Trópico de Capricornio, Barcelona, Bruguera, 1980. Moreno, J. L. Psicodrama, Bs. As., Hormé, 1978. Moreno, J. Sociometía y psicodrama, México, Deucalión, 1954. Newcomb Grupos de referencia y grupos de pertenencia, Mvdeo., FCU, 1964. Nietzsche, F. Genealogía de la moral, Madrid, Alianza, 1972. — Más allá del bien y del mal, Madrid, Alianza, 1972. — El ocaso de los ídolos, Bs. As., Siglo Veinte, 1977. Pampliega de Quiroga, Ana Temas grupales por autores argentinos, Bs. As., Ceneo, 1987. — Crítica de la vida cotidiana, Bs. As., Edic. 5, 1988. Pavlovsky, E. Psicoterapia de grupo en niños y adolescentes, Bs. As., Búsqueda, 1968. — Clínica grupal 2, Bs. As., Búsqueda, 1989. 111

Pichón Rivière, E. El proceso grupal, Bs. As., Nueva Visión, 1971. — Teoría del vínculo, Bs. As., Nueva Visión, 1985. — Psicología de la vida cotidiana, Bs. As., Nueva Visión. Prigogine, Illia ¿Tan sólo una ilusión?, Barcelona, Tusquet, 1983. — La nueva alianza, Madrid, Alianza, 1990. Rimbaud, A. Una temporada en el infierno, México, Premiá, 1979. Rodríguez, J. Multiplicidad y subjetividad, Mvdeo., Nordan, 1994. Rousseau, J. J. El contrato social, EDAF, 1983. Sartre, J. P. Crítica a la razón dialéctica, Bs. As., Losada, 1963. Scherzer, A. Emergentes de una psicología social sumergida, Mvdeo., Banda Oriental, 1987. — La familia, Mvdeo., Banda Oriental, 1994, tomos I y II. Sluski y cols. El doble vínculo como situación patógena universal, Fondo de salud mental, 1970. Sobrado, E. Introducción a la psicología social, Mvdeo., CIOPI, 1974. Spinoza, B. Tratado teológico político, Madrid, Alianza, 1986. — Ética, México, Nuestros Clásicos, UNAM, 1977. Tarde, G. Estudios sociológicos, Córdoba, Assandri, 1961. Vidal, Raquel Conflicto psíquico y estructura familiar, Mvdeo., Ciencias, 1991. Watzlavick, P. Teoría de la comunicación humana, Barcelona, Herder, 1967.

112

ALFONSO LANS es docente e investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República. Esquizoanalista y coordinador del Centro Félix Guattari. Esta Institución se dedica a la producción y difusión del esquizoanálisis en los Campos de la Salud Mental y los Derechos Humanos, desplegando una Ecología Social.

113

Notas

114

[1]

Este primer capítulo es la condensación de ¡as primeras clases que dicté en dicho curso de profundización. Me pareció conveniente conservar su estilo de trasmisión oral aunque corregidas a los efectos de su publicación.